"Y por las madrugadas <strong>de</strong>l terruño, len calles como espejos, se vacía / el santo olor <strong>de</strong> la pana<strong>de</strong>ría". El significado trascen<strong>de</strong>ntal <strong>de</strong>l viaje que realiza el poeta <strong>de</strong>l campo a la ciudad, resi<strong>de</strong> en un vuelo fantástico entre los extremos y se convierte en una respuesta espiritual ante la paradoja <strong>de</strong> paradojas <strong>de</strong> nuestro siglo XX mexicano: el cambio <strong>de</strong> una sociedad tradicional a una <strong>de</strong> carácter mo<strong>de</strong>rno. Esta clarivi<strong>de</strong>ncia que López Velar<strong>de</strong> intuye y resuelve en la poesía y en sus otros escritos, lo elevan como una figura primordial en nuestra cultura. En 1917, al relatar su panorámica <strong>de</strong> la capital, el poeta tiene ojos ante todo para la calle cosmopolita, y para las prostitutas que las circulan: Plateros .. . San Francisco ... Ma<strong>de</strong>ro. Nombres varios para el caudal único, para el pulso único <strong>de</strong> la ciudad. No hay una <strong>de</strong> las veinticuatro horas en que la Avenida no conozca mi pisada. Le soy adicto, a sabiendas <strong>de</strong> su carácter utilitario, por que racionalmente no po<strong>de</strong>mos separarla <strong>de</strong> las engañosas cortesanas que la fatigan en carretela, abatiendo, con los tobillos cruzados, la virtud <strong>de</strong> los comerciantes <strong>de</strong>l Bajío ( ... ) El triste señor Aranda o Anaya o Almanza compren<strong>de</strong> entonces, al regresar con sus carros <strong>de</strong> mercancías, la justicia en que abundaba Platón al <strong>de</strong>cir que el primero <strong>de</strong> los bienes es la felicidad corporal. Si López Velar<strong>de</strong> escribió lo ante- rior es porque conocía bien al tipo <strong>de</strong> hombres que cita: él era uno <strong>de</strong> ellos. Quién sabe si algún día cayó en los brazos ambulantes <strong>de</strong> una <strong>de</strong> esas damas vampirescas, pero no hay duda d e que frecue ntó, como lo afirma su amigo Pedro <strong>de</strong> Alba, "los amo res mercenari os". Entre 1918 y 1920, el Ayuntamiento <strong>de</strong> la ciudad abrió ciento setenta y cinco expedientes <strong>de</strong> lugares prostibularios, situados, sobre todo, en las calles <strong>de</strong> Cu auhte m o tzin y Nezahualcóyotl ; e l barrio d e la Lagunilla; las colonias Gue rrero, Doctores, ]uárez y la Roma, en la que vivía el poeta jerezano cuando murió. Expuesto a sus encantos y contagios, López Velar<strong>de</strong> <strong>de</strong>bió frecuentar uno que otro <strong>de</strong> esos sitios --como presenció también, callado y distante, las fi estas toxicómanas <strong>de</strong> Porfirio Barba ]acob. No obstante, sus re fe re ncias a lo e ró tico nunca fueron explícitas: lo elíptico y lo alu sivo domina en su obra, cuando a tal punto acu<strong>de</strong>. Quizá porque, como dice el aforismo "rasguña a un bohemio y encontrarás a un burgués"; una actitud, antes que una condición social, que inidica el culto a una riqueza íntima: los juegos <strong>de</strong> clan<strong>de</strong>stinaje en una ciudad con rostro y cuerpo <strong>de</strong> mujer venérea: "Sobre tu capital, cada hora vuela / ojerosa y pintada, en carretela" . El año e n que murió Ra mó n López Velar<strong>de</strong>, había en la ciudad <strong>de</strong> <strong>México</strong> seiscientos mil trescientas sesenta y siete personas, él fue una d e las casi quince mil q ue fallecieron entonces. Su autopsia - -- = - - -- <strong>Biblioteca</strong> <strong>de</strong> <strong>México</strong> 45 señala como causa <strong>de</strong> muerte la neumonía. La ciudad <strong>de</strong> <strong>México</strong> aún era una ciudad pluvial, atravesada por media docena <strong>de</strong> ríos, y el n ivel d e temperatura am b ie nte refrendaba su promedio histórico: quince grados centígrados; una ciudad fría en medio <strong>de</strong> un altiplano húmedo: "Soñé que la ciudad estaba <strong>de</strong>ntro / <strong>de</strong>l más bien muerto <strong>de</strong> los mares muertos". Anatole France, en su novela El figón <strong>de</strong> la reina Patoja, que inspiró el alquimista Fulcanelli según Luis Miguel Martínez Otero, consigna este párrafo que parece cifrar, al menos en parte, el <strong>de</strong>stino <strong>de</strong> ese otro "alquimista <strong>de</strong> la palabra" que fue Ramón López Velar<strong>de</strong>: Caminad con precaución -nos dijo el señor <strong>de</strong> Astarac-. Este sen<strong>de</strong>ro es p e lig roso; e n é l abundan las mandrágoras, que <strong>de</strong> noche cantan al pie <strong>de</strong> los árboles; están ocultas <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la tierra. Si pusiérais el pie sobre una mandrágora, pa<strong>de</strong>ceríais el mal <strong>de</strong> amor o la sed <strong>de</strong> riquezas, y vuestra pe rd ición sería inevitable, porque las pasiones que inspira la mandrágora son melancólicas. En algún momento <strong>de</strong> su vida, Ramón López Velar<strong>de</strong> <strong>de</strong>bió pisar una mandrágora; y po<strong>de</strong>mos aventurar que <strong>de</strong> las con<strong>de</strong>nas legendari as <strong>de</strong> ta l acto, se salvó d e la segunda: fue un ho mb re pobre . Pero no logró evitar la primera, que remite al vicio <strong>de</strong> las pasiones <strong>de</strong>sdichadas. --- - .- -- -----
SILVIA EUGENIA CASTILLERO • _n f1 O Un grillo no sabe mirar su corazón la oscuridad habita dibuja cuerdas <strong>de</strong> laúd en la noche y canta en la marea su misterio Su música resbala por la piel es un estanque don<strong>de</strong> a veces un pedazo <strong>de</strong> cielo se refleja Tal vez quiso ser espiga y ver <strong>de</strong> frente el sol pero su cuerpo es in<strong>de</strong>ciso como paja en el suelo. <strong>Biblioteca</strong> <strong>de</strong> <strong>México</strong> \
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