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Infante muerto, José Piquer y Duart, 1855 - Museo del ...

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Pieza <strong>del</strong> mes<br />

OCTUBRE 2012<br />

<strong>Infante</strong> <strong>muerto</strong><br />

<strong>José</strong> <strong>Piquer</strong> y <strong>Duart</strong>, <strong>1855</strong><br />

Isabel Ortega Fernández<br />

Técnico de <strong>Museo</strong>s (<strong>Museo</strong> <strong>del</strong> Romanticismo)<br />

1


Cargo<br />

LA NIÑA MUERTA<br />

Se inician los matices de la aurora<br />

mientras sus alas baten<br />

sobre la cuna de la pobre enferma<br />

impacientes los ángeles.<br />

Sonríese la niña… y su alma pura<br />

rompe la estrecha cárcel;<br />

y brilla el sol, y las benditas puertas<br />

<strong>del</strong> cielo se entreabren.<br />

Y de aquel libre espíritu que se alza<br />

son dignos funerales,<br />

el plácido susurro de las brisas<br />

y el canto de las aves.<br />

Antonio L. Carrión<br />

EPITAFIO A UN NIÑO<br />

Duerme, Niño, el sueño blando<br />

en esta cuna escondida,<br />

aunque tu madre llorando<br />

por tu existencia llamando<br />

quiera volverte a la vida.<br />

Porque en la noche sombría<br />

de nuestra vida ilusoria<br />

no has de encontrar, alma mía,<br />

la luz <strong>del</strong> eterno día<br />

que has encontrado en la gloria.<br />

Carolina Coronado<br />

Badajoz, 1844<br />

2


ÍNDICE<br />

….<br />

1. Ficha técnica<br />

2. Introducción<br />

3. Apuntes biográficos sobre el autor<br />

4. La obra de <strong>José</strong> <strong>Piquer</strong> y <strong>Duart</strong> en el marco de la escultura española<br />

<strong>del</strong> siglo XIX<br />

5. La descendencia de Isabel II: A propósito de los aspectos<br />

iconográficos <strong>del</strong> <strong>Infante</strong> <strong>muerto</strong><br />

6. La mortalidad infantil en el Romanticismo<br />

7. Bibliografía<br />

3


1. FICHA TÉCNICA<br />

....<br />

<strong>José</strong> <strong>Piquer</strong> y <strong>Duart</strong> (Valencia, 1806 - Madrid, 1871)<br />

<strong>Infante</strong> <strong>muerto</strong><br />

<strong>1855</strong><br />

Mármol esculpido<br />

23 x 37 x 62 cm.<br />

Firma (en la cabecera <strong>del</strong> colchón): “<strong>José</strong> <strong>Piquer</strong> <strong>1855</strong>”<br />

Inv. 0835<br />

Figura infantil semidesnuda y tumbada sobre lujosos colchón y almohada flor<strong>del</strong>isados, con las piernas<br />

semiflexionadas, su brazo derecho extendido y la mano izquierda apoyada sobre el pecho.<br />

4


2. INTRODUCCIÓN<br />

....<br />

E<br />

sta pieza fue realizada por <strong>José</strong> <strong>Piquer</strong> y <strong>Duart</strong>, magnífico exponente de la escultura española <strong>del</strong><br />

siglo XIX y último escultor de Cámara. Sin perjuicio de analizar más a<strong>del</strong>ante las características de<br />

su obra, este retrato irradia el realismo y la naturalidad que le son propios.<br />

No todos los expertos se han mostrado categóricos a la hora de identificar al personaje<br />

representado. Si bien abordaremos la cuestión más a<strong>del</strong>ante, baste señalar por el momento que la fecha<br />

grabada por el propio autor, <strong>1855</strong>, ha llevado a considerar a la mayor parte de ellos que se trata de una hija<br />

de Isabel II, la infanta María Cristina de Borbón, nacida el 5 de enero de 1854 y fallecida a los tres días.<br />

<strong>Infante</strong> <strong>muerto</strong><br />

Detalle de la firma<br />

Otra duda suscitada a los entendidos reside en si la niña duerme o yace muerta. En este sentido,<br />

algunos autores se han referido a esta escultura como <strong>Infante</strong> dormido. La versión más extendida es que se<br />

trata de un niño <strong>muerto</strong>, cuestión que nos permite enlazar con el hecho de que, más allá de la<br />

identificación iconográfica, esta escultura representa por si misma la muerte, y en particular la infantil, que<br />

estaba muy presente en la vida cotidiana de entonces, y también en la mente <strong>del</strong> hombre romántico, siendo<br />

muy frecuente conservar la imagen <strong>del</strong> ser querido ya fallecido. Ambas vertientes serán tratadas igualmente<br />

en estas páginas.<br />

La presencia de esta pieza en la colección <strong>del</strong> <strong>Museo</strong> <strong>del</strong> Romanticismo responde a su adquisición<br />

en 1968 a los herederos de don Mariano Rodríguez de Rivas, antiguo director de la institución. A partir de<br />

su ingreso en la misma, ha formado parte de distintos montajes de la Exposición Permanente, y en la<br />

actualidad se halla expuesta en la Sala de Juego de Niños (Sala XIV).<br />

5


3. APUNTES BIOGRÁFICOS SOBRE EL AUTOR<br />

....<br />

ombre de fuerte personalidad, con don de gentes natural, generoso y entusiasta 1 H<br />

, <strong>José</strong> <strong>Piquer</strong> y<br />

<strong>Duart</strong> (Valencia, 1806 - Madrid, 1871) inició su formación junto a su padre, imaginero director<br />

de la Academia de San Carlos. Su vocación más temprana fue la de actor de teatro, pasión que<br />

mantuvo siempre, pero la influencia de su protector y amigo, el pintor Vicente López, le llevó a decidirse<br />

por el oficio de escultor, figurando ya en 1829 en la clase <strong>del</strong> yeso de la Real Academia de Bellas Artes de<br />

San Fernando. El bajorrelieve El Sacrificio de la hija de Jefté le valió su nombramiento de Académico de<br />

Mérito en septiembre de 1832, antes incluso de concluir sus estudios en 1833.<br />

Cabeza de Vicente López<br />

<strong>José</strong> <strong>Piquer</strong> y <strong>Duart</strong><br />

Piedra, 1840-1850<br />

Inv. E30 bis<br />

<strong>Museo</strong> de la Real Academia de<br />

Bellas Artes de San Fernando<br />

Retrato de <strong>José</strong> <strong>Piquer</strong><br />

Vicente López Portaña<br />

Óleo sobre lienzo, 1848<br />

Inv. 0737<br />

<strong>Museo</strong> de la Real Academia de<br />

Bellas Artes de San Fernando<br />

1 Cfr. AZCUE BREA, L., “<strong>José</strong> <strong>Piquer</strong>” en “Biografías”, en DÍEZ GARCÍA, J. L. y BARÓN THAIDIGSMANN, F. J., El siglo XIX en<br />

el Prado, (cat. exp.), Madrid, <strong>Museo</strong> Nacional <strong>del</strong> Prado, 2007, p. 483.<br />

6


DISEÑO DEL CENOTAFIO Y DECORACION<br />

INTERIOR de la iglesia de Sn. Ysidro el Rl.<br />

Henri Pierre Léon Pharamond Blanchard<br />

Real Establecimiento Litográfico<br />

Litografía, 1835<br />

Inv. 0782<br />

<strong>Museo</strong> <strong>del</strong> Romanticismo<br />

Enseguida se ganó el favor real,<br />

encomendándole los monarcas varios trabajos<br />

oficiales. Así, para el catafalco erigido en memoria<br />

de Fernando VII en el templo madrileño de San<br />

Isidro el Real, realizó “las estatuas de la Justicia y la<br />

Fortaleza (formando serie -las Virtudes cardinales-<br />

con las de Ginés), varios grupos de niños y un Escudo<br />

de España, sostenido por dos mancebos” 2 .<br />

Ya en 1836 viajó a México junto a un<br />

“amigo” médico que acabó por abandonarle<br />

después de robarle todo el dinero que llevaba. Al<br />

margen <strong>del</strong> difícil momento personal 3 , allí recibió<br />

muchos encargos. Tras su paso por Estados Unidos,<br />

se estableció en París en 1840, donde su San<br />

Jerónimo oyendo la trompeta <strong>del</strong> Juicio Final le valió un<br />

merecido reconocimiento.<br />

Regresó a Madrid en 1841 aunque no dejó<br />

de viajar a Florencia y Roma, “para mantener vivo<br />

el fuego sagrado <strong>del</strong> arte” 4 . Desde entonces recibió<br />

varios nombramientos como los de Teniente de<br />

Escultura en 1843, Director de la Escultura en<br />

1844 y ese mismo año Escultor de Cámara a título<br />

honorario. También se le concedió el título de<br />

Académico Benemérito y fue nombrado<br />

académico de San Carlos de Valencia. Responsable<br />

de la galería de escultura <strong>del</strong> <strong>Museo</strong> <strong>del</strong> Prado desde<br />

1846, ese mismo año inició además su carrera<br />

docente en la Real Academia de Bellas Artes de San<br />

Fernando, la cual conserva numerosos bustos de<br />

personajes de la época isabelina realizados en las dos<br />

décadas siguientes.<br />

También de esos años, concretamente de<br />

<strong>1855</strong>, es el retrato de Isabel II <strong>del</strong> <strong>Museo</strong> <strong>del</strong> Prado 5 , <strong>del</strong> que hay una réplica en el Congreso de los<br />

Diputados. Mientras tanto, su carrera docente progresaba, pues desde 1857 fue profesor numerario de<br />

Mo<strong>del</strong>ado y desde 1861 de Composición y Mo<strong>del</strong>ado <strong>del</strong> Natural de la Escuela Superior de Bellas Artes.<br />

Asimismo, el 1 de octubre de 1858 fue nombrado primer escultor de Cámara, siendo el último en poseer<br />

este honor, suprimido en 1866.<br />

2 er o PARDO CANALÍS, E., “Cinco cenotafios reales de 1819 a 1834”, en Archivo Español de Arte, 1 y 2 cuatrimestre, Madrid, 1949, p.<br />

166.<br />

3 Cfr. GÓMEZ MORENO, M. E., “La escultura española en el siglo XIX”, en Pintura y escultura españolas <strong>del</strong> siglo XIX, colección<br />

SUMMA ARTIS, Vol. XXXV, Madrid, Espasa-Calpe, 1993, p. 58.<br />

4 Ibidem, p. 59.<br />

5 Depósito en la Biblioteca Nacional de España.<br />

7


Falleció en Madrid en 1871, y como no tuvo<br />

descendencia, legó obras a las Reales Academias de Bellas<br />

Artes de San Fernando y Española para la creación de dos<br />

fundaciones. En este sentido, señala Azcue Brea que “[e]n el<br />

siglo XX existió una Fundación de tipo benéfico en la<br />

Academia denominada Fundación <strong>Piquer</strong>, que<br />

subvencionaba a artistas españoles con unos presupuestos<br />

anuales, con cargo al legado testamentario <strong>del</strong> escultor” 6 .<br />

Por su parte, Gómez Moreno se refiere a los premios <strong>Piquer</strong><br />

de la Real Academia Española, destinados a “premiar cada<br />

año una obra teatral, y si no, ayudar a algún literato<br />

necesitado” 7 .<br />

Isabel II<br />

<strong>José</strong> <strong>Piquer</strong> y <strong>Duart</strong><br />

Mármol de Carrara, 1861<br />

Palacio <strong>del</strong> Congreso<br />

Archivo <strong>del</strong> Congreso de los Diputados<br />

4. LA OBRA DE JOSÉ PIQUER Y DUART EN EL MARCO<br />

DE LA ESCULTURA ESPAÑOLA DEL SIGLO XIX<br />

....<br />

Durante el primer tercio <strong>del</strong> siglo XIX, los escultores españoles trabajaron bajo la influencia de la<br />

formación académica conforme a los ideales de la Antigüedad clásica. Representan esta tendencia<br />

<strong>José</strong> Ginés (1768-1823), Ramón Barba (1767-1831), Valeriano Salvatierra (1788-1836) y, muy<br />

especialmente, <strong>José</strong> Álvarez Cubero (1768-1827), al que la importancia <strong>del</strong> contacto con los<br />

mo<strong>del</strong>os clásicos originales movió a viajar e incluso a residir en Roma, donde se concentraban muchos de<br />

esos ejemplares, en los que esperaban hallar inspiración directa artistas neoclásicos como él y como<br />

Antonio Solá (1787-1861) o Damián Campeny (1771-<strong>1855</strong>), que se formaron en la Escuela de la Lonja y<br />

que también viajaron a la Ciudad Eterna. Precisamente esta inspiración pudo motivar que para las obras de<br />

grandes dimensiones se optase sobre todo por el mármol en este primer período. Fue así como destacó<br />

Álvarez Cubero, quien además supo combinar los ideales clásicos con otros nuevos, representando<br />

episodios heroicos de la guerra de la Independencia en obras como La defensa de Zaragoza, cuyo ejemplar en<br />

mármol terminó en 1825 (<strong>Museo</strong> <strong>del</strong> Prado). También Antonio Solá trabajó bajo la influencia <strong>del</strong><br />

6 AZCUE BEA, L., La escultura en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (Catálogo y Estudio), Madrid, Real Academia de Bellas<br />

Artes de San Fernando, 1994, p. 417.<br />

7 GÓMEZ MORENO, M.E., “La escultura española…”, op. cit., p. 59.<br />

8


Clasicismo sin perder de vista las nuevas exigencias artísticas, advirtiéndose siempre en su obra la nota<br />

humana. Autor de una escultura de Cervantes de 1835, evoca en ella la realidad histórica de nuestro más<br />

genial escritor. Precisamente, <strong>José</strong> <strong>Piquer</strong> realizó dos relieves de tema quijotesco para el pedestal de esta<br />

obra ubicada en la Plaza de las Cortes.<br />

Caballero romántico<br />

Antonio Solá<br />

Mármol<br />

Roma, 1847<br />

Inv. 0822<br />

<strong>Museo</strong> <strong>del</strong> Romanticismo<br />

Sala XXI (Dormitorio masculino)<br />

Durante el reinado de Isabel II disminuyen las concesiones al idealismo clásico a favor de una mayor<br />

expresividad, desapareciendo la tendencia a ennoblecer a los retratados representándoles como héroes, e<br />

imponiéndose la libertad de expresar con realismo los aspectos psicológicos de aquéllos. El bronce y el<br />

barro eran materiales más propicios para lograr la variedad de los efectos plásticos buscados, sin<br />

abandonarse por ello el uso <strong>del</strong> mármol, que de hecho continuó teniendo un cierto predominio. Pero la<br />

escultura <strong>del</strong> segundo tercio <strong>del</strong> siglo XIX se distingue además por los renovados enfoques dados a motivos<br />

anteriormente tratados -manteniendo especial interés los históricos-, y por la aparición de temas nuevos<br />

como el costumbrismo.<br />

Esta nueva tendencia tiene un magnífico exponente en el valenciano <strong>José</strong> <strong>Piquer</strong> y <strong>Duart</strong>, cuyas<br />

obras, de gran perfección técnica, combinan los presupuestos <strong>del</strong> Neoclasicismo con elementos propios de<br />

la tradición barroca española, muy presente entonces en la región levantina, confiriendo a sus esculturas un<br />

marcado carácter realista y expresivo. Será el primer escultor de la época en abandonar los patrones<br />

académicos, evolución artística que ejemplifica su San Jerónimo penitente (<strong>Museo</strong> <strong>del</strong> Prado), mo<strong>del</strong>ado en<br />

París y fundido en bronce en 1845. Ahora bien, ese intenso realismo no significa que <strong>Piquer</strong> no se dejase<br />

influenciar por la obra de artistas extranjeros como Jean-Antoine Houdon (1741-1828) y Antonio Canova<br />

9


(1757-1822). Precisamente, el sepulcro de Alfieri de este último, en la iglesia florentina de la Santa Croce,<br />

le sirvió de inspiración para realizar en <strong>1855</strong> el mausoleo de Espoz y Mina, en el claustro de la catedral de<br />

Pamplona. En todo caso, es de las pocas ocasiones en las que enlaza con el Neoclasicismo de forma tan<br />

manifiesta, influyendo sin duda en este hecho sus viajes a Italia.<br />

San Jerónimo penitente<br />

<strong>José</strong> <strong>Piquer</strong> y <strong>Duart</strong><br />

Bronce fundido, 1844<br />

Inv. E0791<br />

<strong>Museo</strong> <strong>del</strong> Prado<br />

Al margen de ese caso excepcional, el realismo detallado es la nota más característica de su obra,<br />

siendo especialmente manifiesto en sus retratos, como los ya citados <strong>del</strong> <strong>Museo</strong> de la Real Academia de<br />

Bellas Artes de San Fernando, los fundidos en bronce <strong>del</strong> <strong>Museo</strong> <strong>del</strong> Ejército, o el ya mencionado de Isabel<br />

II, pareja <strong>del</strong> que Francisco Pérez <strong>del</strong> Valle (1804-1884) hizo de El rey don Francisco de Asís Borbón con el hábito<br />

de la Orden de Carlos III (<strong>Museo</strong> <strong>del</strong> Prado) 8 , de inspiración neorrenacentista presente igualmente en algunas<br />

obras de <strong>José</strong> Gragera (1818-1897) 9 .<br />

Dentro de este grupo de obras, siendo ya escultor de Cámara a título honorario, <strong>Piquer</strong> realizó en<br />

yeso un “<strong>Infante</strong> <strong>muerto</strong>” que conserva Patrimonio Nacional (Palacio Real de Madrid). Al parecer, podría<br />

retratar al malogrado Príncipe de Asturias que murió el día que nació, el 12 de julio de 1849. Es notable el<br />

parecido que guarda la pieza con otro retrato en bronce <strong>del</strong> <strong>Museo</strong> <strong>del</strong> Traje, y <strong>del</strong> que no está<br />

documentada la autoría, pues no presenta ni firma ni fecha. Tales similitudes conducen a valorar la<br />

posibilidad de que esta última hubiera podido fundirse a partir de un molde original de <strong>Piquer</strong>. No<br />

obstante, pese al parecido en las facciones <strong>del</strong> rostro, la postura, la mantita que le cubre y el colchón, la<br />

posición <strong>del</strong> brazo derecho y algún aspecto de la cabeza difieren en una y otra.<br />

8 Depósito en la Biblioteca Nacional de España.<br />

9 Cfr. BARÓN THAIDIGSMANN, F. J., “Pintura y escultura españolas <strong>del</strong> siglo XIX en las colecciones <strong>del</strong> Prado”, en DÍEZ GARCÍA,<br />

J. L. y BARÓN THAIDIGSMANN, F. J., El siglo XIX en el Prado, (cat. exp.), Madrid, <strong>Museo</strong> Nacional <strong>del</strong> Prado, 2007, p. 49.<br />

10


<strong>Infante</strong> <strong>muerto</strong><br />

Bronce fundido<br />

Inv. CE110391<br />

<strong>Museo</strong> <strong>del</strong> Traje<br />

Siguiendo a Gómez Moreno, “[e]l mismo sentido de realidad se advierte en la estatua de un infante,<br />

como dormido sobre su lecho, que posee el <strong>Museo</strong> Romántico. Pardo Canalís lo ha identificado: se trata de<br />

la infantita María Cristina, nacida en 1854 y que sólo vivió tres días, pues <strong>Piquer</strong> reclamó el pago de dos<br />

retratos de cuerpo entero de la difunta serenísima infanta en 1856” 10 . Es palmario que la autora alude a la<br />

escultura objeto de estudio, y probablemente el otro retrato al que se refería Pardo Canalís es el de<br />

Patrimonio Nacional (Palacio Real de Aranjuez), también en mármol. La semejanza entre estas dos obras es<br />

igualmente evidente, realizadas no obstante la primera en <strong>1855</strong> y la segunda en 1856, a juzgar por las<br />

respectivas firmas que presentan. Curiosamente, la escultura de Patrimonio Nacional lleva por título<br />

“Infanta recién nacida” y la <strong>del</strong> <strong>Museo</strong> <strong>del</strong> Romanticismo “<strong>Infante</strong> <strong>muerto</strong>”. Poco importa el título si la<br />

identificación <strong>del</strong> personaje es correcta, puesto que la infanta María Cristina de Borbón era tanto recién<br />

nacida como finada.<br />

En esos años <strong>Piquer</strong> realizó también retratos de personajes históricos como un Fernando el Católico<br />

ecuestre en yeso, que hizo con ocasión de un viaje de la reina a Barcelona y que se deterioró antes de su<br />

prevista fundición, o una estatua de Cristóbal Colón, ya de 1862, mo<strong>del</strong>ada en Roma e inaugurada en<br />

Cárdenas (Cuba). Asimismo, a pesar de la pérdida de importancia de la escultura religiosa en esa época,<br />

realizó numerosas obras de esta temática, figurando entre otras 11 la Virgen de la Soledad, para la capilla <strong>del</strong><br />

Palacio Real, o la Santísima Trinidad, en la iglesia <strong>del</strong> Carmen.<br />

10 GÓMEZ MORENO, M.E., “La escultura española…”, op. cit., p. 61.<br />

11 Cfr. Ibidem.<br />

11


La Virgen y San Juan<br />

<strong>José</strong> <strong>Piquer</strong> y <strong>Duart</strong><br />

Lápiz y aguada a tinta sobre papel<br />

Mediados <strong>del</strong> siglo XIX<br />

Inv. 7369<br />

<strong>Museo</strong> <strong>del</strong> Romanticismo<br />

Entre tanto, otros artistas se mantuvieron más próximos a los ideales neoclásicos <strong>del</strong> primer tercio<br />

<strong>del</strong> siglo aunque matizados con un aire historicista. Destacó especialmente Ponciano Ponzano (1813-1877),<br />

y también aunque en menor medida Sabino de Medina (1812-1888), ambos pensionados en Roma y<br />

nombrados escultores honorarios, y el segundo además consultor <strong>del</strong> Ayuntamiento de Madrid, donde<br />

realizó algunas obras, entre ellas la estatua de Murillo que da nombre a la puerta sur <strong>del</strong> <strong>Museo</strong> <strong>del</strong> Prado,<br />

fundida aprovechando el molde de la de Sevilla, encargo de aquel municipio 12 .<br />

En el tercer cuarto <strong>del</strong> siglo XIX predomina el espíritu ecléctico en la obra de escultores españoles<br />

como los hermanos Venancio (1826-1919) y Agapito Vallmitjana (1835-1905), alumnos de la Escuela de la<br />

Lonja, donde fueron discípulos de Campeny. Por su parte, Felipe Moratilla (n. 1823) y Elías Martín Riesco<br />

(1839-1910) se movieron entre el eclecticismo y el clasicismo. Los dos se formaron en Roma, al igual que<br />

Jerónimo Suñol (1839-1902), autor <strong>del</strong> notable Dante pensativo, de 1864 (Instituto Sagasta de Logroño 13 ).<br />

En esta tendencia es preciso citar igualmente a Ricardo Bellver (1845-1924), cuyo Ángel caído (<strong>Museo</strong> <strong>del</strong><br />

Prado 14 ) aúna el clasicismo helenístico, el eclecticismo italiano y el realismo barroco.<br />

12 Cfr. Ibidem, p. 64.<br />

13 Del yeso original se hicieron varias fundiciones en bronce, como la <strong>del</strong> <strong>Museo</strong> <strong>del</strong> Prado, realizada en 1908.<br />

14 Depósito en el Parque <strong>del</strong> Retiro (Ayuntamiento de Madrid).<br />

12


En la última década <strong>del</strong> siglo XIX se impone un naturalismo detallista. Los artistas optan ahora por<br />

París, la capital artística y cultural de Europa, perdiendo el contacto con los mo<strong>del</strong>os clásicos y, por tanto,<br />

los referentes de forma y proporción, aunque perdura la temática clásica de divinidades y alegorías. En<br />

estos años trabajaron Antonio Susillo (1857-1896) y Eduardo Barrón (1858-1911). Los dos estuvieron en<br />

Roma, y el segundo, que fue alumno de la Escuela de San Fernando, fue conservador y restaurador de la<br />

escultura <strong>del</strong> <strong>Museo</strong> <strong>del</strong> Prado. Además, obtuvo diversos galardones por su Viriato y su Nerón y Séneca. Pero<br />

el mejor exponente <strong>del</strong> triunfo <strong>del</strong> naturalismo fue Mariano Benlliure (1862-1947), destacando entre sus<br />

obras decimonónicas el monumento a María Cristina de Borbón, frente al Casón <strong>del</strong> Buen Retiro, de 1891-<br />

1893. Más a<strong>del</strong>ante, el naturalismo irá dando paso al simbolismo 15 .<br />

Nerón y Séneca (Boceto)<br />

Eduardo Barrón<br />

Bronce fundido, ca. 1907<br />

Inv. 2048<br />

<strong>Museo</strong> <strong>del</strong> Romanticismo<br />

15 Cfr. BARÓN THAIDIGSMANN, F. J., “Pintura y escultura españolas…”, op. cit., p. 88.<br />

13


5. LA DESCENDENCIA DE ISABEL II: A PROPÓSITO DE<br />

LOS ASPECTOS ICONOGRÁFICOS DEL INFANTE MUERTO<br />

....<br />

E<br />

L INFANTE DON LUIS ¿O EL INFANTE DON FERNANDO?<br />

Isabel II contrajo matrimonio con don Francisco de Asís en octubre de 1846 y dio a luz nueve<br />

veces 16 . Su primer embarazo se verificó tres años después de la boda 17 , produciéndose el alumbramiento de<br />

un varón el 12 de julio de 1849. Pero la criatura falleció al poco de nacer por la posición “viciosa” <strong>del</strong> feto.<br />

Refiriéndose a este niño, Vilches García relata que Francisco de Asís “tuvo que arrostrar una<br />

paternidad ajena, aunque hizo patente en el acto regio de la presentación que el hijo no era suyo” 18 ,<br />

dejando que, en el solemne acto de la presentación, el Duque de Valencia hiciera los honores mientras el<br />

Aya portaba el cadáver “sobre bandeja de oro con cojín de seda, precediendo a los médicos de Cámara<br />

(…)” 19 . A continuación, estuvo expuesto a los ojos <strong>del</strong> pueblo durante setenta y dos horas en el Palacio de<br />

Oriente, hasta su posterior traslado con igual solemnidad a El Escorial.<br />

Algunos han querido ver en los retratos de este infante un reflejo de la aludida obsesión <strong>del</strong><br />

monarca por la paternidad de los hijos de la reina. Cortés Echánove extracta <strong>del</strong> libro de Pierre de Luz<br />

Isabelle II, reine d’Espagne (París, Plon, 1934) un fragmento referente al rumor de que el rey consorte<br />

ordenó mo<strong>del</strong>ar en escayola 20 y en cera el cuerpo <strong>del</strong> Príncipe de Asturias, y pintarlo a Federico de<br />

Madrazo 21 y Gutiérrez de la Vega, obsesionado por buscar parecidos físicos con el recién nacido. Pero<br />

Cortés refiere que no debió de ser tal el propósito de los encargos sino conservar el recuerdo intenso y<br />

perenne de la criatura 22 , algo muy propio de la época, como veremos más a<strong>del</strong>ante.<br />

No parece resuelta la cuestión <strong>del</strong> nombre <strong>del</strong> primer hijo de Isabel II. Para algunos autores era<br />

Fernando. El Instituto Gallach menciona a "Luis, que murió al nacer" y para Lafuente Ferrari "había de<br />

llamarse Luis Fernando" 23 . Curiosamente, en una obra muy posterior, Vilches se refiere a dos infantes, Luis<br />

y Fernando, nacidos en 1849 y 1850, respectivamente, y <strong>muerto</strong>s al poco de nacer 24 . La realidad es que el<br />

cuerpo <strong>del</strong> primer hijo de Isabel II fue enterrado sin nombre: PRINCEPS ELISABETH II FILIUS, y en letras de<br />

mármol se puso la inscripción: OBIIT UT PRIMUM NATUS 25 .<br />

16 CORTÉS ECHÁNOVE, L., Nacimiento y crianza de personas reales en la Corte de España. 1566-1886, Madrid, CSIC, Escuela de<br />

Historia Moderna, 1958, p. 269.<br />

17 Algunos autores se refieren a un rumor de embarazo de Isabel II en 1847.<br />

18 VILCHES GARCIA, J., Isabel II: Imágenes de una reina, op. cit., p. 123.<br />

19 CORTÉS ECHÁNOVE, L., Nacimiento y crianza…, op. cit., p. 272.<br />

20 Ese mo<strong>del</strong>o en escayola podría ser el conservado en Patrimonio Nacional, mencionado en el apartado anterior.<br />

21 Patrimonio Nacional conserva el retrato que pintó Madrazo <strong>del</strong> cadáver de este <strong>Infante</strong>, <strong>del</strong> que el <strong>Museo</strong> <strong>del</strong> Romanticismo tiene<br />

una reproducción litográfica.<br />

22 Cfr. CORTÉS ECHÁNOVE, L., Nacimiento y crianza…, op. cit., pp. 275-276.<br />

23 Cfr. Ibidem, p. 276.<br />

24 Cfr. VILCHES GARCÍA, J., Isabel II: Imágenes de una reina, Madrid, Editorial Síntesis, 2007, p. 148.<br />

25 “Murió al poco de nacer”.<br />

14


Retrato <strong>del</strong> malogrado Príncipe de Asturias D. Luis<br />

P.: Federico de Madrazo y Küntz<br />

L.: Bernard-Romain Julián<br />

E. L.: Lemercier<br />

Litografía, 1850<br />

Inv. 4475<br />

<strong>Museo</strong> <strong>del</strong> Romanticismo<br />

LA INFANTA DOÑA MARÍA ISABEL FRANCISCA DE ASÍS, “LA CHATA” 26<br />

Siguiendo a Burdiel, poco después de iniciar su romance con <strong>José</strong> María Ruiz de Arana, hijo <strong>del</strong><br />

conde de Sevilla la Nueva, introductor de Embajadores, “Isabel II quedó embarazada y el 20 de diciembre<br />

de 1851 dio a luz a la infanta Isabel” 27 . Claramente alude a la posible paternidad <strong>del</strong> entonces favorito de la<br />

reina, lo que le valió a esta infanta, que siempre gozó <strong>del</strong> cariño <strong>del</strong> pueblo llano, el apelativo de la<br />

“Araneja”, aunque sin duda fue más popular su otro seudónimo, “la Chata”, debido a su insignificante nariz,<br />

impropia de la casta borbónica.<br />

Sea como fuere, la noticia <strong>del</strong> embarazo, anunciada por el primer médico de Cámara en el verano<br />

de 1851, fue motivo de júbilo y “[l]as loas en la prensa de toda España respondían al fervor popular de que<br />

gozaba Isabel II” 28 . El gentío callejero tuvo ocasión de manifestar alegremente su respetuoso cariño y<br />

simpatía por la Soberana cuando, próximo el noveno mes <strong>del</strong> embarazo, los reyes visitaron nueve iglesias<br />

en días sucesivos para pedir al Cielo un parto feliz.<br />

Antes de verificarse el alumbramiento, un Real Decreto de 28 de octubre estableció las ceremonias<br />

para presentar al “inmediato sucesor a la Corona”. Una vez verificado el parto, la Camarera Mayor lo<br />

comunicaría al Presidente <strong>del</strong> Consejo de Ministros, quien a su vez debía anunciar a los presentes el<br />

acontecimiento y el sexo. La presentación correspondía al Rey 29 pero, “estando quizá persuadido de que la<br />

niña que acababa de nacer no era hija suya, se negó a traer la bandeja, según exigía la ceremonia, a la<br />

26 Esta Infanta fue Princesa de Asturias durante los seis años que Isabel II tardó en dar a luz al futuro Alfonso XII, y volvió a serlo<br />

cuando éste fue proclamado rey en 1875, hasta verificarse el nacimiento de su sobrina María de las Mercedes en 1880.<br />

27 BURDIEL BUENO, I., Isabel II, una biografía (1830-1904), Madrid, Santillana Ediciones Generales, 2010, p. 230.<br />

28 VILCHES GARCÍA, J., Isabel II: Imágenes de una reina, op. cit., pp. 148-149.<br />

29 Cfr. CORTÉS ECHÁNOVE, L., Nacimiento y crianza…, op. cit., p. 280.<br />

15


eunión de sesenta o setenta personajes que se hallaban en la antecámara, y sólo consintió en hacerse ver al<br />

lado de la marquesa de Povar, que lo verificó, mientras que el Presidente <strong>del</strong> Consejo de Ministros -don<br />

Juan Bravo Murillo- decía: “Señores, S.M. presenta a la serenísima infanta”. El rey guardó profundo silencio<br />

[…]” 30 . Curiosamente, en un cuadro que representa el acto de referencia (Patrimonio Nacional, Palacio<br />

Real de Madrid), el pintor de Cámara Rafael Díaz de Benjumea retrató a la recién nacida en una canastilla<br />

vestida sostenida por el monarca.<br />

Sea como fuere, la polémica estaba servida, y precisamente a ella se han querido atribuir las excusas<br />

presentadas por nueve Grandes de España para no acudir al bautizo 31 . Ahora bien, nada de esto logró<br />

empañar el júbilo popular ni impidió que Bretón de los Herreros, Gabino Tejado, Hartzenbusch, <strong>José</strong><br />

Selgas, el Duque de Rivas, <strong>José</strong> Amador de los Ríos o Modesto Lafuente, entre otros, participasen en una<br />

“Corona poética en conmemoración <strong>del</strong> fausto natalicio de la Princesa de Asturias”, homenaje literario muy<br />

<strong>del</strong> gusto de la época.<br />

La princesa pasó enseguida a lactar de Agustina de Larrañaga y Olave, la guipuzcoana nombrada<br />

Ama de Cámara antes de nacer aquélla, tras una ardua búsqueda de nodrizas por distintas comarcas<br />

españolas. De repuesto quedó la catalana María Sabatés de Pladevall, que debió de inaugurar La Pajarera, un<br />

palacete ubicado en la zona <strong>del</strong> Buen Retiro reservada a la Familia Real, que en octubre de 1851 dispuso<br />

Isabel II como residencia de las amas de retén y sus<br />

hijos lactantes, bajo la custodia de una señora llamada<br />

Rectora de Amas 32 .<br />

El 2 de febrero de 1852, después de la Misa<br />

de Parida en la Capilla Real, Isabel II y su comitiva<br />

fueron a la Basílica de Atocha a presentar su hija a la<br />

Virgen, y fue allí cuando aconteció el famoso intento<br />

regicida <strong>del</strong> sacerdote Martín Merino que, gracias a<br />

las ballenas <strong>del</strong> apretado corsé de la reina, no logró<br />

su propósito.<br />

LA INFANTA DOÑA MARÍA CRISTINA<br />

En julio de 1853, pasando Isabel II en La Granja su acostumbrada estancia veraniega, don Tomás <strong>del</strong><br />

Corral y Oña, médico de Cámara, apreció en ella el quinto mes <strong>del</strong> tercer embarazo. Ya en Madrid, el 1 de<br />

30 MORAYTA, M., Historia general de España, Madrid, Felipe González Roja editor, 1893, en BARRIOS GUTIÉRREZ, M., Los amantes<br />

de Isabel II. Una apasionante vida amorosa, Madrid, Ediciones Temas de Hoy, 1994, p. 133.<br />

31 Cfr. CORTÉS ECHÁNOVE, L., Nacimiento y crianza…, op. cit., p. 285.<br />

32 Cfr. Ibidem, p. 278.<br />

Isabel II con la Princesa de Asturias "la Chata"<br />

Escultor: Victor Bernard<br />

Fundición: J. B. Naury<br />

Bronce fundido y mármol (peana)<br />

1852<br />

Inv. 7201<br />

<strong>Museo</strong> <strong>del</strong> Romanticismo<br />

Sala I (Vestíbulo)<br />

16


octubre, la reina visitó el Santuario de Atocha para pedir por un feliz alumbramiento. Aquel mismo mes se<br />

nombraron dos comisiones para buscar nodriza, siendo elegidas la segoviana Cecilia Pastor como Ama de<br />

Cámara, y de retén, María Vicenta de Valenciaga, natural de Azcoitia. Sin embargo, la urgencia <strong>del</strong> caso<br />

motivó que la infanta recibiese el pecho una sola vez de una tal doña Celestina Diego, a la que desde el día<br />

siguiente al <strong>del</strong> fallecimiento de aquélla se le acreditó pensión de Ama de Cámara, y a su hija, Dolores<br />

Diego Diego, otra correspondiente a hermana de leche de Su Alteza.<br />

El nacimiento había acontecido el 5 de enero de 1854, y aunque los primeros partes médicos<br />

fueron satisfactorios, horas después el Doctor anunciaba haber observado en la niña “una debilidad en el<br />

sistema nervioso que dificulta la acción de mamar”. La imprecisión de cuanto se escribió entonces impide<br />

conocer con exactitud la verdadera dolencia que causó la muerte de la infanta. Acaso los muchos médicos<br />

que lo discutieron no pudieron precisarla en realidad. Sea como fuere, un nuevo parte anunciaba al día<br />

siguiente haberse agravado notablemente el estado de la niña y, según el de las once de esa noche, el peligro<br />

persistía: “El Excmo. Primer médico de Cámara en unión de todos sus compañeros y <strong>del</strong> que suscribe no<br />

desamparan un instante al Augusto Niño, apurando los recursos de la ciencia para salvar su importante<br />

vida”. El día 8 consignaron que la enferma seguía igual, y ya al mediodía anunciaron el desenlace previsto:<br />

“Tengo el doloroso sentimiento de participar a V.E. … que la Serm. a Sra. Infanta recién nacida ha fallecido<br />

a las once y diez minutos de la mañana de hoy. Todos los esfuerzos de la ciencia, empleados por el Excmo.<br />

Sr. 1. er Médico de Cámara y demás médicos de la Real Casa y el que suscribe, no han sido por desagracia<br />

suficientes a dominar la índole y la intensidad de la dolencia…” 33 .<br />

El cadáver de la infanta de España estuvo expuesto al público en la Real Capilla desde las diez <strong>del</strong><br />

día 9 de enero, y fue trasladado al Panteón de El Escorial el día 12. Sobre su sepultura puede leerse: MARIA<br />

CHRISTINA, ELISABETH II FILIA.<br />

Ya hemos visto que el <strong>Infante</strong> <strong>muerto</strong> de <strong>José</strong> <strong>Piquer</strong> y <strong>Duart</strong> <strong>del</strong> <strong>Museo</strong> <strong>del</strong> Romanticismo retrata<br />

muy probablemente a esta infanta, tal y como escribió Pardo Canalís. Efectivamente, la obra está firmada<br />

en <strong>1855</strong>, un año después de la muerte de María Cristina, y con anterioridad a esa fecha, sólo ella y el<br />

Príncipe Luis habían nacido y fallecido enseguida. Ya ha quedado expuesto que <strong>Piquer</strong> realizó retratos de<br />

otro niño <strong>muerto</strong> cuyas diferencias con el <strong>del</strong> <strong>Museo</strong> <strong>del</strong> Romanticismo conducen a pensar que aquéllos (el<br />

de escayola de Patrimonio Nacional y el de bronce <strong>del</strong> <strong>Museo</strong> <strong>del</strong> Traje) corresponden al Príncipe Luis (o<br />

Fernando), y éste, así como el de mármol de Patrimonio Nacional, a la infanta María Cristina.<br />

EL PRÍNCIPE DE ASTURIAS DON ALFONSO FRANCISCO DE BORBÓN<br />

El 28 de noviembre de 1857, Isabel II al fin traía al mundo el ansiado heredero al trono, el príncipe<br />

Alfonso Francisco, que diecisiete años después sería Alfonso XII. Eran las diez y cuarto de la noche cuando<br />

la Duquesa de Alba, Camarera Mayor, salía de la habitación contigua a la Cámara regia, anunciando el<br />

alumbramiento de un varón al Presidente <strong>del</strong> Consejo. Las salvas, las campanadas y los faroles rojos de<br />

Palacio y <strong>del</strong> Ministerio de la Gobernación anunciaron la buena nueva a los madrileños, que pronto<br />

animaron las calles celebrándola, sin prescindir por ello de su mordaz ingenio, pues algunos llamaban al<br />

recién nacido “el Puigmoltejo” por atribuir su paternidad al Oficial de Ingenieros don Enrique Puigmoltó y<br />

Mayans. Gran revuelo causó en la Corte este hecho hasta que al fin el favorito de la reina se trasladó a<br />

Valencia, y el rey regresó a Palacio junto a ella, que a su vez comenzó los ejercicios espirituales acordados 34 .<br />

Sin embargo, algunos autores refieren cómo, a raíz de hacerse pública tal paternidad, Francisco de Asís<br />

pretendió romper el protocolo y ausentarse de las ceremonias oficiales de presentación <strong>del</strong> Príncipe, nuevo<br />

chantaje a su esposa con el que sin duda habría deslegitimado definitivamente al recién nacido. Pero a<br />

petición de la reina, Sor Patrocinio le convenció para no hacerlo 35 .<br />

33 Ibidem, p. 304.<br />

34 Ibidem, pp. 308 y ss.<br />

35 Cfr. VILCHES GARCÍA, Isabel II: Imágenes de una reina, op. cit., p. 136 y BURDIEL BUENO, I., Isabel II, una biografía (1830-1904), op.<br />

17


Isabel II con el príncipe Alfonso<br />

Agapito Vallmitjana Barbany<br />

Mármol, 1862<br />

Inv. E569<br />

<strong>Museo</strong> <strong>del</strong> Prado<br />

(Depósito en Barcelona,<br />

Palacio de Pedralbes)<br />

El bautizo <strong>del</strong> Príncipe de Asturias se acomodó al ceremonial de otros casos anteriores,<br />

aconteciendo en la Real Capilla con la pila bautismal de Santo Domingo de Guzmán en una ceremonia de la<br />

que también ha dejado testimonio el pintor Rafael Benjumea.<br />

Como en anteriores ocasiones, antes <strong>del</strong> alumbramiento una comitiva real marchó en busca de<br />

nodrizas, recayendo la elección en la asturiana María de los Dolores Marina como Ama de Cámara, y en<br />

María Gómez, de la Vega de Pas, de retén. La primera fue sustituida en agosto de 1858 por la segunda, que<br />

crió al príncipe hasta su destete, el 2 de mayo de 1860, cuando tenía casi dos años y medio.<br />

cit., pp. 548-549.<br />

Alfonso XII con su nodriza<br />

M. de Hebert<br />

Carte de visite<br />

Papel a la albúmina, 1858-1859<br />

Inv. 30021<br />

<strong>Museo</strong> <strong>del</strong> Romanticismo<br />

18


LA INFANTA DOÑA MARÍA CONCEPCIÓN FRANCISCA DE ASÍS<br />

Veraneando en La Granja, el 23 de julio de 1859 se anunció oficialmente el nuevo embarazo de la<br />

reina. De vuelta en la Corte, el 15 de septiembre se celebró la tradicional ceremonia en el Santuario de<br />

Atocha para dar gracias al Altísimo y pedir un feliz parto. Y ya el 26 de diciembre nació al fin la infanta<br />

María de la Concepción Francisca de Asís, bautizada en la Real Capilla al día siguiente. Pese a que, al igual<br />

que sus hermanos, esta infanta dispuso de seleccionadas nodrizas -santanderina la de Cámara y burgalesa la<br />

de retén-, murió sin cumplir dos años, el 21 de octubre de 1861 36 .<br />

El <strong>Museo</strong> <strong>del</strong> Romanticismo conserva una carte de visite en la que aparecen retratados el Príncipe<br />

Alfonso (en el centro, con su nodriza) y las Infantas María Isabel Francisca de Asís (a la derecha) y María<br />

Concepción Francisca de Asís (a la izquierda, en brazos de su aya). De esta última fueron padrinos sus tíos,<br />

los Duques de Montpensier. Precisamente, don Antonio María de Orleáns está representado de pie en el<br />

centro, por lo que es muy probable que la imagen se tomara con ocasión <strong>del</strong> bautizo y apadrinamiento de<br />

esta malograda Infanta.<br />

LA INFANTA DOÑA MARÍA DEL PILAR BERENGUELA<br />

En enero de 1861 el Mayordomo Mayor, Duque de Bailén, comunicó un nuevo embarazo de la reina,<br />

ya de quinto mes. También para esta infanta se hizo la cuidadosa selección de nodrizas aunque, desde su<br />

nacimiento el 4 de junio de 1861, Su Alteza doña María <strong>del</strong> Pilar Berenguela sólo lactó de Juliana Revilla<br />

Araus, ama de Cámara, y lo hizo durante dos años. El infortunio quiso cebarse de nuevo con la prolífica<br />

reina, pues en plena juventud, corriendo el año de 1879, la infanta Pilar falleció en el balneario de<br />

Escoriaza, adonde fue para recibir tratamiento médico 37 .<br />

36 Cfr. CORTÉS ECHÁNOVE. L., Nacimiento y crianza…, op. cit., pp. 325 y ss.<br />

37 Cfr. Ibidem, p. 328.<br />

La Familia Real española<br />

Jean Laurent y Minier<br />

Carte de visite<br />

Papel a la albúmina, ca. 1860<br />

Inv. 30010<br />

<strong>Museo</strong> <strong>del</strong> Romanticismo<br />

19


LA INFANTA DOÑA MARÍA DE LA PAZ<br />

La séptima hija de Isabel II fue la infanta Doña María de la Paz, venida al mundo el 23 de junio de<br />

1862. Su Ama de Cámara fue Manuela Cobo, natural de San Roque de Río Miera (Santander), hasta el<br />

destete en agosto de 1864. Dos meses antes fue despedida también el Ama de repuesto Cecilia García 38 .<br />

LA INFANTA DOÑA EULALIA<br />

En agosto de 1863 se hizo público el octavo<br />

embarazo de Isabel II. A parte de mandar traer<br />

reliquias de conventos como en anteriores ocasiones,<br />

también las solemnidades previas fueron idénticas a<br />

las de previos embarazos, tanto el novenario de visitas<br />

de los Reyes a la Virgen bajo distintas advocaciones en<br />

otras tantas iglesias de Madrid, como la misma<br />

generosidad en el reparto de limosnas.<br />

La criatura nació al fin el 12 de febrero de 1864, procediéndose a los quince cañonazos anuncio de<br />

una nueva infanta que estaba llamada a contraer matrimonio con su primo, el infante Antonio María de<br />

Orléans, hijo de los Duques de Montpensier. El acta de Presentación de S. A. doña Eulalia fue autorizada<br />

por el Ministro de Gracia y Justicia, don Fernando Álvarez. Al siguiente día la bautizaron. Quedaron para<br />

criarla, como Ama de Cámara, Andrea Aragón, de Carazo (Burgos), y de repuesto, Lorenza García, de<br />

Caicedo de Bureba (Burgos). Ya el día 11 de marzo la reina hizo la solemne visita a la iglesia con su nueva<br />

hija, y mandó al Alcalde de Madrid 80.000 reales para los pobres 39 .<br />

38 Cfr. Ibidem, p. 331.<br />

39 Cfr. Ibidem, p. 331.<br />

Las hijas de Isabel II<br />

(Infantas doña María Isabel Francisca de Asís,<br />

doña María <strong>del</strong> Pilar Berenguela,<br />

doña María de la Paz y doña Eulalia)<br />

Fernando Debas<br />

Cabinet<br />

Papel a la gelatina, 1870-1879<br />

Inv. 30530<br />

<strong>Museo</strong> <strong>del</strong> Romanticismo<br />

20


EL INFANTE FRANCISCO DE ASÍS LEOPOLDO<br />

El 14 de septiembre de 1865 se hizo público un parte médico que anunciaba el noveno embarazo<br />

de Isabel II, y al fin el 24 de enero de 1866 el Presidente de la Facultad de la Real Cámara, Marqués de San<br />

Gregorio, comunicaba al Mayordomo Mayor que la reina había “dado a luz con toda felicidad un robusto<br />

<strong>Infante</strong> a las once y diez minutos de la noche de hoy. El parto se declaró a las cinco de la tarde y ha sido<br />

completamente natural. S. M. y el Augusto <strong>Infante</strong> recién nacido siguen sin novedad” 40 . Se impusieron al<br />

nuevo infante los nombres de Francisco de Asís Leopoldo. Pero la desgracia se abrió paso de nuevo, pues<br />

falleció en la madrugada <strong>del</strong> 14 de febrero, sin haber cumplido un mes. Al día siguiente se celebró una Misa<br />

de Gloria en la Capilla Real, donde su cadáver había quedado expuesto a la curiosidad pública hasta las<br />

ocho de la mañana para partir después hacia El Escorial el fúnebre cortejo. Su sepulcro, cuyo epitafio reza<br />

FRANCISCUS LEOPOLDUS, ELISABETH II FILIUS, está en la Cámara destinada a párvulos junto con los de otros<br />

tres hermanos suyos: el primogénito <strong>muerto</strong> al nacer y las infantitas María Cristina y María Concepción.<br />

6. LA MORTALIDAD INFANTIL EN EL ROMANTICISMO<br />

....<br />

S<br />

eñala Javier Varela que “[l]os malogrados partos de la reina Isabel II demostraron, (…), la existencia<br />

de una nueva sensibilidad ante la muerte <strong>del</strong> niño” 41 . Pero en la conformación de esa “nueva<br />

sensibilidad” influyeron además otros muchos aspectos que debemos abordar con carácter previo al hecho<br />

mismo de la muerte infantil.<br />

Antes de la Ilustración, el concepto de infancia no estaba claramente <strong>del</strong>imitado, coincidiendo con<br />

una escasa preocupación social por la vida <strong>del</strong> niño de períodos anteriores. De este modo, para la mayoría<br />

de los grupos sociales, éste era considerado por sus educadores como un adulto en miniatura o como un<br />

ser incontrolado, casi salvaje, al que había que inculcar por la fuerza unas reglas de sociabilidad. Pero a<br />

mediados <strong>del</strong> siglo XIX las clases medias comienzan a tomar conciencia de la existencia de la infancia como<br />

un período privilegiado de la existencia 42 . Los niños dejan de permanecer al margen de la vida cotidiana de<br />

los adultos y comienzan a convivir con sus padres de una manera más natural y cercana. Al mismo tiempo,<br />

la toma de conciencia acerca de su inocencia y vulnerabilidad les lleva a considerar a sus hijos como un<br />

preciado tesoro al que han de cuidar, atender y proteger. No ocurre así entre las clases populares,<br />

destinadas a trabajar duro desde la infancia y en las que el niño, mano de obra barata y sumisa, no disfrutó<br />

realmente de esta etapa de la vida como tal hasta bien entrado el siglo XX.<br />

40 Ibidem, p. 337.<br />

41 VARELA, J., La muerte <strong>del</strong> rey. El ceremonial funerario de la Monarquía española (1500-1885), Madrid, Ed. Turner, 1990, p. 165.<br />

42 Cfr. WARD, J., "De l’enfant « sans état » à l’enfant comme « personne ». L’évolution de la condition des enfants en France, du<br />

milieu du 19 eme siècle aux années 1920. Synthèse et discussion de la Littérature à partir de quelques sources inédites", Francia, Éditions<br />

L’Harmattan, 2010.<br />

21


La Archiduquesa Henriette con su hija<br />

Ignaz Rungaldier<br />

Dibujo a lápiz y acuarela sobre papel ahuesado<br />

Ca. 1827<br />

Inv. 0217<br />

<strong>Museo</strong> <strong>del</strong> Romanticismo<br />

Sala XIV (Juego de Niños)<br />

Este cambio cobra especial sentido en una época de elevada mortalidad infantil, debida, entre otras<br />

causas, a las enfermedades (tisis, escarlatina, difteria, diarrea infantil…) y a la deficiente asistencia médica,<br />

a la falta de higiene y de cuidados, así como a la pobreza vinculada a unas condiciones de vida insalubres. Es<br />

precisamente la lucha contra la mortalidad infantil la que poco a poco fue logrando la toma de conciencia<br />

<strong>del</strong> valor de la infancia. Para ello, trataron de mejorarse las condiciones de los alumbramientos, que en<br />

aquella época solían acontecer en casa; se buscaron alternativas al abandono de los hijos ilegítimos<br />

mediante la creación de centros de acogida para las madres adolescentes que, despedidas de sus empleos, se<br />

veían forzadas a abandonar a sus hijos en penosas condiciones; se luchó contra el infanticidio; trató de<br />

mejorarse la higiene; se impusieron controles a la industria alimentaria, etc.<br />

En ese primer momento de la existencia era crucial el papel de las nodrizas, llegando a ser<br />

especialmente populares las de la Vega de Pas. Pero ya hemos visto que, para la importante crianza de los<br />

príncipes e infantes, las comitivas regias las seleccionaron en muy distintas provincias y comarcas españolas.<br />

Lo esencial era que cumpliesen los requisitos legalmente regulados para ser nodriza en Palacio, los cuales<br />

afectaban también al marido, que entre otras cosas debía ocuparse en el cultivo de la tierra, y a los padres<br />

de la nodriza. Por su parte, ésta debía cumplir ciertas condiciones individuales respecto a sus caracteres<br />

físicos, morales e intelectuales. La Instrucción fijada por los médicos a mediados <strong>del</strong> siglo XIX fue<br />

minuciosa, y nos parece interesante reproducir aquí un extracto de la misma para comprender el grado de<br />

pormenor de estas exigencias:<br />

22


Nodriza pasiega<br />

Valeriano Domínguez Bécquer<br />

Óleo sobre lienzo, 1856<br />

Inv. 0047<br />

<strong>Museo</strong> <strong>del</strong> Romanticismo<br />

Costumbristas andaluces (Sala VI)<br />

«Condiciones individuales. Caracteres físicos.- 1.º Temperamento sanguíneo. 2.º Constitución<br />

vigorosa. 3.º Falta de todo predominio bilioso, nervioso y uterino. 4.º Estatura mediana. 5.º Carnes<br />

consistentes. 6.º Buena conformación. 7.º Rostro agradable y simpático. 8.º Color moreno claro. 9.º Ojos<br />

pardos, no muy oscuros. 10 Pelo castaño oscuro. 11. Dientes y encías sanos. 12. Los incisivos y caninos<br />

estarán completos. 13. Si falta alguna muela, averiguar la causa. 14. Ningún mal olor ni en la boca ni en la<br />

nariz. 15. Transpiración sin olor repugnante. 16. Carencia completa de erupciones cutáneas y de cicatrices<br />

en cualquier región <strong>del</strong> cuerpo.<br />

Caracteres morales.- 1.º Carácter dulce y apacible. 2.º Tranquilidad habitual <strong>del</strong> ánimo.<br />

Caracteres intelectuales.- 1.º Es suficiente un buen sentido común. 2.º Inteligencia y cuidado en las<br />

ocupaciones domésticas» 43 .<br />

Pese al extremado celo con el que se buscaba a las perfectas amas de Cámara y de retén, ya hemos<br />

visto que Isabel II vio morir a varios de sus hijos. Aún así, la importancia <strong>del</strong> rol de las nodrizas en la Corte<br />

era indiscutible, y ha quedado reflejada en la galería de retratos que de ellas, con los respectivos niños de la<br />

Familia Real, dejó Bernardo López <strong>Piquer</strong>, la mayoría de ellos conservados en el Alcázar de Sevilla.<br />

También Federico de Madrazo retrató a doña Agustina Larrañaga, la nodriza de la Chata. Del mismo<br />

modo, llama la atención que estas mujeres posasen con la Familia Real en los retratos fotográficos de<br />

entonces como un miembro más de ella, tal y como se aprecia en la carte de visite La Familia Real española<br />

43 CORTÉS ECHÁNOVE, L., Nacimiento y crianza…, op. cit., pp. 301 y ss.<br />

23


(<strong>Museo</strong> <strong>del</strong> Romanticismo, inv. 30010), anteriormente reproducida.<br />

Sin embargo, el recurso a las nodrizas estaba únicamente al<br />

alcance de unos pocos. En las clases populares, las madres trabajadoras,<br />

no pudiendo alimentar a sus hijos, los dejaban al cuidado de otras<br />

personas que los alimentaban con lo que tenían a su alcance,<br />

frecuentemente biberones de leche de mala calidad y sin esterilizar, lo<br />

que convertía a estos objetos en un verdadero caldo de cultivo de<br />

microbios. En Francia terminó prohibiéndose el uso y la fabricación <strong>del</strong><br />

biberón de tubo, pues si bien descargaba a la nodriza, provocaba<br />

enfermedades intestinales en los bebés y dio lugar a no pocas muertes. No<br />

obstante, gracias a Pasteur, a partir de 1888 los aparatos esterilizadores<br />

mejoraron la conservación de la leche y la limpieza de los biberones y<br />

tetinas.<br />

Retrato de Bernardo López<br />

<strong>José</strong> <strong>Piquer</strong><br />

Mármol de Carrara, 1860-1870<br />

Inv. E-100<br />

<strong>Museo</strong> de la Real Academia de Bellas<br />

Artes de San Fernando<br />

Réclame pour un biberon Robert<br />

(Anuncio publicitario de un biberón Robert)<br />

L. Revon<br />

Placa de chapa pintada, 1873<br />

Inv. A.P.2003.16.2<br />

Musée de l’Assistance Publique – Hôpitaux de Paris<br />

© f.marin/AP-HP<br />

24


Pero hasta llegar a estas y otras mejoras y a<strong>del</strong>antos, hubieron de morir muchos niños. Y en el<br />

contexto de la que Torres González denomina muerte “familiar” 44 , se siente ahora el dolor por la pérdida<br />

<strong>del</strong> hijo como nunca antes se había sentido, en parte porque la elevada tasa de mortalidad invitaba a no<br />

tener demasiado apego a estos pequeños seres. Pero el afanado cariño y el atento cuidado que comienza a<br />

conferírseles a partir de la Ilustración, y especialmente ya en el siglo XIX, conlleva el estrechamiento de la<br />

relación entre padres e hijos hasta el punto de que, al ser truncada por la parca, deja a aquéllos sumidos en<br />

un amargo sufrimiento. En general, se acepta mejor la muerte propia, como una consecuencia de la vida,<br />

que la de los seres queridos; y el duelo, antes contenido y frío, pasa a ser una abierta manifestación de la<br />

aflicción causada por la pérdida, más aún cuando se trata de seres tan vulnerables como los niños.<br />

En estas circunstancias, la religión continúa siendo un recurso para afrontar con resignación la<br />

enfermedad y la muerte <strong>del</strong> ser querido, con el que se espera un reencuentro en la otra vida. Al mismo<br />

tiempo, el deseo de tenerle cerca y su recuerdo inspiran el nuevo culto de tumbas y cementerios en los<br />

siglos XIX y XX. Torres González nos recuerda la inscripción “Dios me lo dio, Dios se lo ha llevado” que<br />

figura en el retrato que Federico de Madrazo hizo <strong>del</strong> primer hijo de Isabel II, cuyo cuerpo fue visto “como<br />

si descansase en un sueño tan profundo como tranquilo” 45 . Los muchos remedios ensayados con el príncipe,<br />

entre ellos los baños de éter y la insuflación con fuelles, o la colocación de su cuerpo sobre redaños de<br />

carnero recién degollado, muchos de ellos ejecutados personalmente por Isabel II, no lograron evitar el<br />

fatal desenlace, sumiendo a la Familia Real en un inconsolable estado.<br />

Por tanto, el consuelo católico que suponía la certeza de la bienaventuranza <strong>del</strong> difunto se ve<br />

superado por el sufrimiento y la dificultad de asumir la muerte de los seres queridos, generando en sus<br />

familias un deseo de retener en el mundo terrenal una muestra de parte de la esencia de la persona a la que<br />

han perdido. De esta forma, trataba de compensarse la pérdida mediante el recuerdo, ya fuese a través de<br />

mechones de cabello o joyas de pelo, o bien mediante máscaras funerarias o retratos que permitían la<br />

pervivencia de los difuntos en la memoria de los vivos.<br />

En particular, las máscaras mortuorias, que ya se realizaban con anterioridad en el seno de familias<br />

acomodadas, continúan encargándose en esta época<br />

aunque ahora, en lugar de destinarse a lugares públicos,<br />

se velan en la intimidad familiar. El mismo propósito<br />

estaba detrás de los encargos de retratos pictóricos de<br />

difuntos, que vuelven a ser muy frecuentes 46 . Impactan<br />

especialmente los de los niños, que eran representados<br />

“como personajes ilustres, con un realismo casi “naif ”,<br />

que debía evocar, en el espectador afligido, la ilusión de<br />

su presencia” 47 .<br />

Máscara funeraria de Nini Clésinger<br />

(nieta de George Sand)<br />

Jean-Baptiste Clésinger<br />

Molde de escayola<br />

París, <strong>1855</strong><br />

Inv. MLC 1967.1.287.2<br />

Musée George Sand et de la Vallée Noire<br />

La Châtre (France)<br />

© Lauginie<br />

44 TORRES GONZÁLEZ, B., Amor y muerte en el Romanticismo. Fondos <strong>del</strong> <strong>Museo</strong> Romántico, (cat. exp.), Madrid, Ministerio de Educación,<br />

Cultura y Deporte, 2001, p. 38.<br />

45 Cfr. Ibidem, p. 41.<br />

46 En el siglo XVII algunos pintores como Juan Pantoja de la Cruz, Charles Le Brun o Simon Vouet representaron a niños <strong>muerto</strong>s.<br />

47 TORRES GONZÁLEZ, B., Amor y muerte en el Romanticismo…, op. cit., p. 41.<br />

25


Al mismo tiempo, se utiliza una iconografía simbólica de la entrada <strong>del</strong> difunto en el más allá, por<br />

ejemplo mediante la representación <strong>del</strong> Espíritu Santo bajo forma de paloma que sobrevuela la cabeza <strong>del</strong><br />

retratado, como ocurre en el Retrato de niña muerta que Manuel Iglesias pintó en 1847, o mediante la<br />

ascensión al cielo <strong>del</strong> difunto en brazos de un ángel, como en el cuadro que Patrimonio Nacional conserva<br />

de la infanta María Cristina.<br />

En definitiva, “la época había descubierto lo que Philippe Ariès llamó la “muerte <strong>del</strong> otro”, el<br />

sentimiento desesperado por la pérdida de los seres queridos. De la conformidad casi estoica que<br />

observábamos en los allegados hasta el siglo XVIII, aunque con indicios de lo que se avecinaba, hemos<br />

pasado a la abierta demostración de los afectos” 48 .<br />

En pleno siglo XXI, la muerte continúa siendo una de las principales preocupaciones <strong>del</strong> hombre, y<br />

no sólo “la <strong>del</strong> otro”, sino también la propia, objeto de recurrente reflexión. Acaso en esos momentos tal<br />

vez nos sosiegue y refuerce recordar las palabras de este bello fragmento literario:<br />

«Cuando tomemos conciencia de nuestro papel, incluso el más ínfimo, solamente entonces<br />

lograremos ser felices. Solamente entonces podremos vivir en paz, pues quien da un sentido a la vida, da<br />

un sentido a la muerte».<br />

48 VARELA, J., La muerte <strong>del</strong> rey…, op. cit., p. 165.<br />

Retrato de niña muerta<br />

Manuel Iglesias<br />

Óleo sobre lienzo, 1847<br />

Inv. 1747<br />

<strong>Museo</strong> <strong>del</strong> Romanticismo<br />

Tierra de hombres<br />

Antoine de Saint-Exupéry, 1939<br />

26


7. BIBLIOGRAFÍA<br />

….<br />

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27


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enfants en France, du milieu du 19 eme siècle aux années 1920. Synthèse et discussion de la Littérature à<br />

partir de quelques sources inédites", Francia, Éditions L’Harmattan, 2010.<br />

28


Coordinación Pieza <strong>del</strong> Mes: Mª Jesús Cabrera Bravo.<br />

Fotografías:<br />

© Archivo <strong>del</strong> Congreso de los Diputados.<br />

© Musée de l’Assistance Publique – Hôpitaux de Paris (Marin).<br />

© Musée George Sand et de la Vallé Noire, La Châtre, Francia (Lauginier).<br />

© <strong>Museo</strong> Nacional <strong>del</strong> Prado - Madrid - (España).<br />

© <strong>Museo</strong> <strong>del</strong> Romanticismo (Pablo Linés, Miguel Ángel Otero).<br />

© <strong>Museo</strong> <strong>del</strong> Traje.<br />

© <strong>Museo</strong> de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.<br />

Agradecimientos: Leticia Azcue Brea, Mª Jesús Herrero Sanz, Mª Antonia Herradón Figueroa, Ana Gil<br />

Carazo, Paloma Dorado Pérez, Laura González Vidales, Carmen Linés Viñuales, Mª Jesús Cabrera Bravo.<br />

Diseño y maquetación: Álvaro Gómez González, Alba Márquez Casares.<br />

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Enero<br />

8. LA PIEZA DEL MES. CICLO 2012<br />

....<br />

Carolina Miguel Arroyo<br />

EL RETRATO INFANTIL EN LA MINIATURA DEL MUSEO DEL ROMANTICISMO<br />

Febrero<br />

Mercedes Rodríguez Collado<br />

MANTÓN DE MANILA, ca. 1880-1890<br />

Marzo<br />

Carmen Linés<br />

Anónimo, CONSTITUCIÓN DE 1812, ca. 1820<br />

Abril<br />

Antonio Granados<br />

PAREJA DE CÓMODAS, Gabinete de Larra, ca. 1830<br />

Mayo<br />

Luis Gordo Peláez<br />

RUINAS DE SAN JUAN DE LOS REYES DE TOLEDO Y LA CAPILLA DE SANTA<br />

QUITERIA, de Cecilio Pizarro, 1846<br />

Junio<br />

Mercedes Pasalodos<br />

ROOMBOX TEATRINOS<br />

Septiembre<br />

Carmen Sanz Díaz<br />

MEDALLA DE FRANCISCO MARTÍNEZ DE LA ROSA, de Eduardo<br />

Fernández Pescador, 1862<br />

Octubre<br />

Isabel Ortega Fernández<br />

INFANTE MUERTO, <strong>José</strong> <strong>Piquer</strong> y <strong>Duart</strong>, <strong>1855</strong><br />

Noviembre<br />

Laura González Vidales<br />

ALFREDITO ROMEA Y DÍEZ, Antonio Mª Esquivel, ca. 1845<br />

Diciembre<br />

Paloma Dorado Pérez<br />

CANCIÓN DE NAVIDAD DE CHARLES DICKENS: LA LITERATURA INFANTIL EN LA BIBLIOTECA<br />

DEL MUSEO DEL ROMANTICISMO<br />

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