J E S U S , MARIA, Y JOSEPH. D. C A R L O S I V .
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eis cestuabat illecebris. Porque ¿qué otra cosa es eî amor desordenado<br />
á las riquezas, á la sensualidad , ó á los bienes transitorios<br />
, ò qué son nuestros vicios , y nuestras perversas inclinaciones<br />
, que una maligna fiebre, cuyo ardor no es menos lo que<br />
hace adolecer al alma , que lo mucho que con la calentura material<br />
padece el cuerpo ? Y así la soberbia , la luxuria , la ira, la<br />
avaricia , y los demás pecados son otras tantas fiebres que nos reducen<br />
al miserable estado de la muerte , y de la eterna perdicio^<br />
Febris nostra avaritia est , febris nostra libido est, eo quod ignita<br />
sint cupiditates. Febris nostra luxuria est, febris nostra ambit<br />
io est, febris nostra iracundia est. Lo mismo dice el P. S. Juan<br />
Chrisòstomo. (i)<br />
Estas, y otras fatalidades son conseqüencias legitimas, y<br />
resultas connaturales de tan peligrosas dolencias. Qué bien lo<br />
significaba el Santo Rey David , quando lamentándose de ellas,<br />
decía ; „ No hay salud en mi cuerpo , ni sanidad en mi carne á<br />
„ la consideración de Ja ira de Dios que por mis culpas rnerez-<br />
„ co; ni hay paz alguna en mis huesos, ni tienen vigor mis<br />
„ miembros à vista de mis pecados. " (2) ¿ Qué son en muchos<br />
sus graves, enfermedades , sino castigo manifiesto de sus enormes<br />
culpas contra Dios , como en el soberbio Erodes ? (3) ¿ Qué<br />
son en oíros sino efectos precisos de su gula , de su incontinencia<br />
, ó de su intemperancia ? ¿ Qué nos indicaba con su despecho,<br />
y con sus tristísimas, congóxas en su penosa enfermedad el desventurado<br />
Antioco, sino los continuos remordimientos de una<br />
conciencia mala y delinquente, y los ingentes males de una final<br />
impenitencia ? ¿ Qué la Emorroisa fatigada por doce continuos<br />
anos de su accidente sin hallar en los Médicos salud , sino la<br />
difícil conversion , y penitencia de los consuetudinarios , y reincídeiites<br />
? ¿ Y qué aquel pobre manco á quien dio nuestro Salvador<br />
Ja sanidad que apetecía: ó Eneas el paralitico de Lidda , á<br />
quien sanó milagrosamente San Pedro, (4) sino la imposibilidad<br />
de un alma en pecado , para restituirse por sí misma á la gracia<br />
y para hacer oteas buenas dignas de eterna recompensa ? .Diseur--<br />
(i) S. Ambras, lib. 4. Commentar, in Evang. S. Luc. cap. 4.<br />
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