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Concepciones de infancia en la obra de Telma Reca
Autor:
Ana Bloj
Resumen:
Se pretende indagar la categoría de infancia, sus alcances y aplicaciones en la
producción psicoanalítica local con la finalidad de analizar si dichas
concepciones obstaculizaron o posibilitaron la producción en psicoanálisis con
niños en la Argentina. Este trabajo pretende contribuir a la desnaturalización de
las actuales representaciones de infancia a fin de posibilitar una producción
teórica acorde con las problemáticas actuales de la infancia y las nuevas
particularidades en la constitución del psiquismo. En ese marco se presentará en
esta ponencia un análisis de la representación de infancia en la obra de la Dra.
Telma Reca; considerando que se trató de una de las primeras en trabajar en el
país con los aportes de la teoría psicoanalítica, a partir de los desarrollos de S.
Freud, K. Jung y A. Freud. Se analiza cómo los conceptos propuestos por los
psicoanalistas europeos se “aggiornaron” en los desarrollos locales.
“Pienso que interesa esta historia, pues es la del nacimiento de una nueva forma
de asistencia clínica en un medio hasta entonces ajeno a su conocimiento y
práctica.”
(Reca, 1976)
Introducción i :
Este trabajo tiene por objeto analizar las concepciones de infancia que se
vislumbran en la obra de la Dra Telma Reca, reconocida psiquiatra infantil de
nuestro país.
Partimos del supuesto de que existe una mutua incidencia entre las
representaciones culturales acerca de la infancia y la producción teórica de los
psicoanalistas infantiles.
Es nuestro objetivo indagar las formas en que se dialectiza la categoría de
infancia implícita en la producción teórica de la autora y las concepciones de
infancia del tiempo histórico en que la misma fue producida.
Al respecto pensamos que las representaciones de infancia que se han sostenido
en los diversos momentos históricos han ido condicionando, posibilitando y/o
limitando las producciones teóricas de quienes realizaron una práctica con niños.
El objeto infancia adquiere entonces una dimensión histórica que nos
proponemos analizar en la producción “Psi”.
Consideramos la infancia como una categoría de análisis con valor instrumental,
respecto de la cual pueden surgir los modelos y métodos particulares y
específicos de la producción teórica de la autora a tratar.
Al mismo tiempo pensamos la infancia como representación en tanto sistema de
significación social y cultural en la que “está implicada una relación de

significado (concepto, idea) y un significante (una inscripción, marca material:
sonido, letra, imagen, señales manuales).” (da Silva, 1998:120)
No desconocemos la intervención de las relaciones de poder en la producción de
la representación que abordamos. Dichas relaciones se establecen
fundamentalmente en un doble proceso: en tanto el poder define los modos en
que la representación de infancia es procesada o construida, y en tanto tiene un
lugar en la producción de identidades culturales y sociales; reforzando por tanto
las relaciones de poder. (da Silva, 1998)
Coincidimos con Sandra Carli en que “La producción de saberes acerca del
niño,… fue un elemento constitutivo y diferenciador de los discursos acerca de la
infancia: el niño fue un objeto modulado desde distintas perspectivas
disciplinarias que condensaron avances científicos, cambios sociales y
transformaciones culturales.” (Carli, 1999:21)
Un nuevo objeto de estudio de la salud mental: “El niño normal”
Telma Reca comenzó su práctica por el año 1928, al egresar con diploma de
honor de la Facultad de Medicina en la Capital Federal. Dotada de una importante
vocación humanística, se dedicó en sus inicios especialmente al estudio de la
delincuencia infantil, tema al cual dedica su tesis doctoral en 1932. (Stewart de
Costa, 1992: 277)
En ese momento en la Argentina el estudio de la psiquiatría infantil se
encontraba reducida al abordaje de niños con idiocia, oligofrenia y diversas
enfermedades neurológicas (Reca, 1976:13)
Se internaba a los niños en asilos en el caso en que fueran delincuentes,
oligofrénicos, o tuvieran patologías orgánicas de importancia. Hasta ese
momento no se había incorporado la dimensión del tratamiento clínico con niños
y niñas.
El estatismo y el determinismo fatalista de los conceptos imperantes en la patología
mental clásica vedaban la posibilidad de una terapéutica dinámica de cuño psicológico.
Único escape en este cuadro abrumador parecía ser la pedagogía correctiva y
enemendativa. (Reca, 1976: 16)
En 1930, Reca obtiene una beca para viajar a los Estados Unidos, donde se
encuentra con un clima renovado, en el que se abría el campo de la psiquiatría
dinámica infantil: “…los americanos recién estaban incursionando con criterios
pragmáticos y aprovechando todo lo que les venía bien (Psicología General,
Psicología Evolutiva, la `psicología de las profundidades, un poco de Freud, un
poco de Jung, un poco de Adler…)” (Fendrik, 2002:1)
“Mal deslindados estaban todavía en nuestro ambiente los problemas de psicopatología
de la infancia, y no ampliamente difundidos los procedimientos propios de la clínica
psiquiátrica infantil y los alcances e indicaciones de la psicoterapia. La mayoría de los
enfermos dirigidos al consultorio en su comienzo fueron casos de neuropsiquiatría:
idiotas, imbéciles, graves enfermos neurológicos.” (Reca, 1976:13)
Reca relata que en aquel entonces la psiquiatría infantil se basaba en la
perspectiva anatomopatológica, con entidades nosológicas claramente

diferenciadas, dedicándose especialmente a la deficiencia mental. Esta se ejercía
en el país con el interés de escasos adeptos.
Reca trae consigo al regreso de Estados Unidos un nuevo modo de abordaje de la
salud mental del niño; y con ello, un nuevo objeto de estudio dentro del terreno
de la infancia: “el niño normal”.
Así, son otras las infancias que se abren a la mirada de la psiquiatría infantil,
muy diferente al niño objeto de estudio de la Psiquiatría Clásica. Se proponía
realizar un abordaje muy diferente del modelo asilar, donde incluso la
perspectiva preventiva quedaba explícitamente planteada en un lugar muy
destacado.
Sin embargo, como un río que lleva en sí la fuerza que puede generar energía y enriquecer la
vida, pero arrastra su corriente inmutable por siglos mientras el hombre no aprende a
transformarla y canalizarla, tiene el niño dentro de sí, en potencia, incalculables
posibilidades de curación y plenitud, que se liberan y entran a actuar tan sólo cuando se
desentraña la naturaleza de los factores y procesos que lo han desviado de su crecimiento
normal y se logra despojar estos procesos de su carácter vulnerante. Este es el dominio
abierto por la psicología dinámica profunda, inaccesible para la psiquiatría clásica. A señalar este
camino ha contribuido en gran medida la labor del Centro. (Reca, 1976:16)
Aníbal Ponce destaca algo que nos interesa especialmente: es la literatura la que
en realidad ha “descubierto el alma del niño”
“La literatura debe al siglo XIX el verdadero descubrimiento del alma del niño.” (Ponce)
Resulta interesante este comentario en tanto Reca poseía también otra vocación:
la literaria.
La Dra. Costa relata que la inclinación por lo humanístico resultó en la vida de
Reca anterior a la elección de su carrera de médica. (Stewart de Costa, 1992: 277)
Si bien desconocemos las razones del interés de Reca por la infancia podemos
hipotetizar que la literatura podría haberle dejado su marca, más aún si leemos
algunas de las temáticas de su producción literaria.
El niño: ese oscuro objeto
En diferentes libros, Reca insiste en calificar al niño como aquel que posee cierta
oscuridad frente a la mirada del adulto. El niño plantea así una dimensión
enigmática que la autora invita a desentrañar.
Paradójicamente esa oscuridad presentifica para los adultos una doble cuestión:
un límite y un atractivo. Algo así como el ombligo del sueño planteado por Freud:
el niño antepone al terapeuta un núcleo oscuro difícil de penetrar de tal modo
que ese aspecto, la oscuridad, hiciera a su propia esencia.
… la escuela ve al niño como un receptáculo de nociones, que debe acumular a plazo fijo,
y no como a un ser vivo en pleno desarrollo, lleno de posibilidades y de claroscuros … (Reca,
1947:200)
El Alma del niño es, quizás más que la del adulto, arca sellada, misterio que suspende.
(Reca, 1959:8)
Así, la tarea del psiquiatra y psicólogo infantil será desentrañar esas oscuridades
a fin de colaborar en la comprensión de cada niño, de las causas de la producción
de síntomas o malestares que el mismo exprese. En estas oscuridades podemos

ubicar tanto la dimensión inconsciente del niño, como la ignorancia de padres,
maestros y adultos en general acerca de las características y lógicas para pensar y
sentir en niños y niñas. Reca denuncia la visión adultocéntrica de la cultura de la
época y realiza un llamado a la comprensión infantil.
Los principales destinatarios de su discurso son las madres y las maestras,
quedando los padres incluidos en un segundo plano. ii
El lugar de los padres en el desarrollo del niño:
De la doble vertiente que puede situarse en la oscuridad del niño, esto es: el
inconsciente y la ignorancia del adulto, Reca se queda con la segunda instancia
para el trabajo con los padres.
Quizá no exista un solo padre, madre o educador consciente que nunca se haya detenido
a reflexionar acerca del carácter del niño por quien le toca velar, y que no haya experimentado un
día, ante sus inesperadas reacciones, la sensación de hallarse desamparado y ciego, sumergido
en un mar denso y oscuro , movido por corrientes de origen ignorado. Quienes, como médicos,
hemos de bucear forzosamente en esas aguas… a cada paso advertimos y confirmamos la
apremiante necesidad de que los adultos que tienen en sus manos la misión delicadísima de
cuidar a un niño aprendan, ante todo, a no hacerle daño. Ningún padre, conscientemente, daña a
su hijo. Pero involuntariamente lo hace demasiado a menudo. (Reca, 1959:8)
Lo inconsciente y lo involuntario quedan en este párrafo situados a un mismo
nivel, dejándolos del lado del desconocimiento como problema a solucionar: se
trataría de que los padres sepan de las oscuridades de la infancia.
Reca llega a hablar de los padres como mujeres y hombres “perplejos, dubitativos
de sus propias actitudes frente al niño” (Reca, 1959:12)
En el mismo libro, dirigido especialmente a los padres: Personalidad y conducta
del niño , Reca manifiesta su deseo de contribuir a la “comprensión de los
procesos cotidianos del alma infantil y al enriquecimiento de las relaciones
humanas comenzando por la primera, la más fundamental: la de los hijos con los
padres.” (Reca, 1959:12)
Observamos en el texto que la autora considera preponderantes las acciones de
los adultos tanto en los procesos como en los trastornos psíquicos infantiles;
señalando que el adulto necesita simultáneamente elementos para comprender la
psicología del niño y para “conocerlo”.
En el libro citado Reca intentará:
…exponer…los más comunes procesos y trastornos psíquicos infantiles…en cuya
producción el medio y las gentes que rodean al niño tiene acción preponderante, dar las
reglas generales de educación que ellos mismo sugieren, y acercarlos al conocimiento y a la
comprensión de cada mujer u hombre que, al lado de un niño, meditaron alguna vez, perplejos,
sobre su conducta, y no se sintieron muy seguros de la razón de su propia actitud, frente a la
de él. (Reca, 1959: 7)
Cabe interrogarnos aquí si la necesidad de dar estos consejos resultó de la
observación de la perplejidad de los padres respecto a la crianza de sus hijos e
hijas, o si las dudas parentales eran consecuencia de la promoción y difusión de
un saber “especializado” por profesionales que daban consejos de crianza y
educación.

Los debates acerca como educar a los hijos, surgidos en la educación y pediatría
del siglo XIX comenzaban a cobrar fuerza como patrimonio de la psiquiatría y la
psicología infantil hacia la década del 40 en nuestro país.
Los consejos para padres respecto de medidas educativas, de cómo actuar frente
a diversas conductas de los niños empiezan a tener un lugar en revistas de
difusión general por aquella época.
Ya entre los años 1930 y 1935, en la revista Caras y Caretas, empiezan a aparecer
esporádicamente algunas notas con consejos sobre la educación de los niños,
fundamentalmente referidos a la conducta infantil. En el trabajo de indagación
que realizamos observamos la reiteración de algunos aspectos que ponemos de
relieve:
a) la idea de una influencia directa de la conducta de los padres en la de los hijos,
b) la importancia de la educación en la infancia. Su aspecto determinante para la
formación de la personalidad futura,
c) bajo diferentes modos discursivos aparecen mencionados consejos destinados
a evitar el maltrato hacia los niños. iii
d) la mayoría de esas notas van dirigidas a mujeres. El padre aparece más en la
línea de “dar el ejemplo a través de sus actos”; mientras que la crianza más
“directa” queda en manos de las madres. Encontramos incluso una columna
llamada “la página de la madre”, en la que se imparten múltiples consejos.
Muchos de ellos referidos a los castigos y permisos impartibles a los niños.
Encontramos bastante tiempo después, en 1969, una publicación de Reca dirigida
especialmente a los padres en la que se explicitan algunas de las ideas planteadas
en las revistas citadas como consejos editoriales.
En similitud con el punto a) Reca expresa:
En grado menor o mayor, las actitudes de los padres pesan o contribuyen a determinar la
conducta de los niños en todos los casos. (Reca, 1969: 11)
Respecto al punto c) encontramos numerosas menciones al exceso en los castigos
al niño por falta de comprensión de los padres. A modo de ejemplo,
seleccionamos una cita en la que dice:
La tendencia a la fabulación no se corrige con castigos. (Reca, 1969: 21)
En cambio, hallamos en la misma revista con un cuento escrito por la misma
Reca en 1935 en el que podemos visualizar un intento de enseñanza o moraleja
respecto de la crianza de los hijos, y de la necesidad de “dejarlos crecer”.
Veamos qué dice:
¿Acaso una madre se cansa de cuidar a su hijo?
Con este interrogante comienza el discurso de la madre de “El hijo recuperado”.
Breve cuento escrito por Telma Reca, y que fuera publicado en la Revista Caras y
Caretas.
En el mismo se hace referencia a una madre anciana, gozosa de cuidar a su hijo
ya adulto, por encontrarse enfermo.
Describe a una madre feliz de “fagocitar” a su hijo, ante la debilidad del mismo:
…si él lo exigía, dejaría, aunque muy contra su voluntad, que pasaran a verle y a charlar
un rato con él esos amigos a quienes llamaba `compañeros ´, que a ella no le parecían gente
buena.

La muestra pensando cómo sería esa vuelta a la relación antigua en la que su hijo
le confiaba sus cosas.
[su hijo] …sólo pensaba en su madre, en su trabajo, en su estudio… ¡Qué felices eran
entonces!...
…y vería [su hijo] también que, en la enfermedad y en la desgracia, ella, su vieja madre,
su único refugio inmutable y seguro, estaba siempre allí para cobijarlo en sus brazos
y para defenderlo de todos los males.
El relato termina dramáticamente, con la muerte del hijo en el momento exacto
en el que la madre creía haberlo recuperarlo.
El relato plantea así una moraleja: si la madre fagocita a su hijo, éste acabará
muriendo.
Resulta interesante observar en este relato la claridad con que se expone
nuevamente un aspecto de la vertiente roussoniana en lo que hace a la condición
de libertad en que este autor ubica al niño frente a la figura del padre.
¿En qué términos? En El Contrato Social Rousseau afirma que los derechos
parentales se encuentran limitados a las necesidades de los niños y están
fundados “en la incapacidad de velar para su propia conservación.”
Vale decir que la responsabilidad de cuidar de los hijos “se limita al tiempo en
que ellos no puedan arreglárselas solos. Después los padres tendrán que darles la
misma libertad que tienen ellos. Los hijos, una vez que están en condiciones de
prescindir de los cuidados paternos, `ingresan todos por igual, en la
independencia ´.” (Volnovich, 2003)
La moraleja de este cuento de Reca apunta directamente al precepto
roussoniano: una madre no puede coartar la libertad del hijo, ya que con esto irá
contra la naturaleza. De algún modo, en este relato se castiga la actitud egoísta
de una madre que no le da libertad al hijo.
Cabe hipotetizar que de algún modo esta impronta se mantiene de un modo
solapado en toda la producción psicoanalítica y en el seno de la cultura, en tanto
quedan establecidas condiciones necesarias de separación para que una
constitución subjetiva se precie de serlo. Situamos esto tanto en el concepto de
separación situado en el primer tiempo de constitución subjetiva por Lacan (en
términos de alienación- separación) como es ubicada la necesidad de
desprendimiento del joven en el período adolescente. Aunque estos planteos no
se asienten en postulados naturalistas sino formando parte de momentos lógicos
propios de la constitución subjetiva, parece subyacer algún aspecto de esta
impronta.
A modo de síntesis, deducimos que la Dra. Reca insiste en plantear que el modo
en que los padres pueden criar a sus hijos sin inseguridades, es exclusivamente a
través de la obtención de una educación adecuada.
Los padres, en tanto adultos, parecen haber olvidado, perdido su saber acerca del
crecimiento natural. Son los profesionales, o incluso muchas veces los mismos
niños los que portan ese saber. Esto parece que fuera suficiente para resolver una
situación conflictiva o un síntoma “menor”.
Queda claramente evidenciado que la dimensión inconsciente como perspectiva
de trabajo no es tomada en cuenta por la autora para estos casos en lo que hace
al abordaje de los padres.
Esta concepción tiene implicancias directas sobre el abordaje clínico.

En otros textos en los que se transmite la producción clínica podemos observar
que esta dimensión sólo es tenida en cuenta en unos pocos casos - los más
graves- en los que se observa mayor incidencia de la patología parental en la
problemática del niño. En esos pacientes se realiza una derivación a tratamiento
del padre o madre; pero no parece plantearse la conflictiva inconsciente de los
padres como un campo de intervención para el terapeuta que trabaja con el niño.
Sin embargo, podemos leer que ciertas intervenciones con los padres conllevan
un señalamiento plausible de tener efectos en la dimensión inconsciente, aunque
no forme parte explícita del propósito
Para el desarrollo de los aspectos clínicos, especialmente en el trabajo con el niño
o niña, Reca toma más en cuenta los desarrollos psicoanalíticos.
Lo que en Psicoterapia en la infancia queda claro es la diferenciación para el
abordaje con los padres y con los niños; tanto en el plano diagnóstico como en el
posterior tratamiento. Reca dice que el diagnóstico debe efectuarse tanto con el
niño, como con la familia y el medio en general. Sitúa los dos primeros aspectos
como “terrenos” separados a la hora de la realización diagnóstica.
Para la elaboración diagnóstica, mientras el psiquiatra hacía la anamnesis con los
padres, el psicólogo realizaba el diagnóstico en otro ámbito con el niño. Dicho
diagnóstico incluía la aplicación de una serie de tests (el de Bender entre otros).
Con el material recogido se reunía el equipo para la elaboración diagnóstica
global. El mismo se realizaba en un día o una mañana.
La división niños – padres en cuanto al abordaje se remonta al comienzo del
proceso, a punto tal que se plantea una división entre profesionales desde la
realización del diagnóstico mismo.
En la elaboración del diagnóstico tomaba un papel preponderante la historia
familiar. Se tomaba en primer término la situación del niño en el momento de la
consulta para luego articular con la historia familiar.
Los profesionales se dividían por edades, más precisamente por “edades
escolares”: estaban los escolares, los adolescentes, además de algunas
especificaciones: los disfuncionales. iv
La perspectiva evolucionista alcanza a los mismos terapeutas.
Síntesis
En función de la limitación del tiempo para la exposición, detallamos a
continuación una apretada síntesis de las representaciones de infancia que
observamos en la obra de la autora:
Retomando la cita de Carli transcripta en la introducción, concluimos que Reca
contribuye en la producción de representaciones acerca de la infancia en tanto
plantea la existencia del niño como un ser con entidad propia, que merece ser
escuchado y comprendido. Un ser capaz de tener un lugar en el mundo,
resaltando a su vez la necesidad de cuidados diferenciales según el momento de
su crecimiento y desarrollo. De este modo la autora deja al adulto como
responsable de cuidar del niño o niña sin convertirlos en su objeto. En este
sentido les otorga la posibilidad de tomar un papel activo y protagónico, en
congruencia con los dos principales desarrollos europeos del siglo: Piaget y
Freud.

En esta misma dirección, la autora ubica además al niño como un ser con un
amplio deseo de saber, y con derechos tales como recibir la información que
reclame.
El niño no es un ser a ser rotulado por un diagnóstico, sino un semejante, un
sujeto al que el terapeuta desea conocer. En este sentido el diagnóstico es
construido a los largo del trabajo con el niño, y es él quien va dando las pistas
para descifrar lo que le acontece. Se presenta entonces como un sujeto y no
como un objeto de la intervención. A punto tal que Reca transcribe en el texto los
enunciados del paciente tal cual fueron expresados.
Por otra parte, no podemos hablar de una concepción unívoca de infancia en la
obra de Reca. Al respecto encontramos al menos dos dimensiones en las que la
representación se torna dilemática.
1) en la relación naturaleza - cultura
2) en la idea de un niño con una sexualidad que le es propia versus la idea de
un niño al que sólo se relaciona con la sexualidad por la vía de la
información acerca del tema.
En cambio, queda claro que sitúa al niño como sujeto determinado por su
historia y por la influencia del medio en el que habita. El factor hereditario
guarda una dimensión importante, pero que sólo sería desplegable por el
contexto en el que crece y se desarrolla.
Consideramos que la autora contribuyó ampliamente en las representaciones de
infancia de su tiempo en lo que hace a la democratización de la infancia y a la
propuesta de una nueva dimensión respecto al lugar del niño como sujeto de la
intervención.
También colaboró en sus escritos y a través de su clínica al desdramatizar y
situar como “aceptables” ciertas conductas que horrorizaban, asustaban o
preocupaban a los adultos de la época.
En esta línea, no hemos encontrado observaciones o intervenciones
culpabilizantes dirigidas a los padres o a los niños. Reca sitúa más en la
ignorancia que en una acción gozosa la crianza “errónea” por parte de los padres.
Probablemente la formación anglosajona haya contribuido en el posicionamiento
de la autora respecto a esta cuestión.
Sin dudas, Reca colaboró en la modificación de los modos de interpretar las
conductas infantiles por parte de los adultos, aportando innúmeros elementos
para una mayor comprensión del niño y de las características que le fueran
propias en ese tiempo.
Reca ha resultado pionera en lo que hace a la historia del psicoanálisis infantil en
nuestro país.
Nos interesa ampliamente contribuir a que esta y otras historias no queden en el
olvido, porque –como dice la misma Reca- son historias que merecen ser
contadas.
A través de las versiones históricas que vamos construyendo pretendemos
aportar dilucidando los elementos que permiten la potenciación de nuestra
producción local, discriminando a su vez aquellos que sólo contribuyen a
encorsetarles y limitarla.

i X. Notas
Este trabajo se enmarca en la tesis de doctorado que lleva por título “Estudio histórico crítico de la
categoría de infancia en la producción psicoanalítica argentina.” Doctorado de Psicología. Facultad de
Psicología de la Universidad Nacional de Rosario
ii El escaso contacto con los padres de los pacientes parece tener más que ver con la negativa de éstos a
concurrir al consultorio –probablemente por cuestiones culturales y laborales- que el hecho de que los
mismos no fueran citados para el trabajo clínico con el paciente.
iii Podemos observar, por ejemplo, en la publicidad de un purgante la frase “no martirice a sus niños”
como estrategia de venta del producto.
iv La descripción de la organización del trabajo en el Hospital de Clínicas fue brindado en
comunicación personal por la Sra. Evelina Stewart de Costa a quien agradecemos su valioso aporte.
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