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para la lectura espiritual

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R/. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?<br />

23 Yo hab<strong>la</strong>ré de tu Nombre a mis hermanos, te a<strong>la</strong>baré también en <strong>la</strong> asamblea.<br />

24 A<strong>la</strong>ben al Señor sus servidores, todo el linaje de Jacob lo ac<strong>la</strong>me, toda <strong>la</strong> raza de<br />

Israel lo tema<br />

R/. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?<br />

En <strong>la</strong> pasión según san Marcos que leemos en esta celebración del Domingo<br />

de Ramos, Jesús –poco antes de morir- grita con fuerte voz: ―Dios mío,<br />

Dios mío, ¿Por qué me has abandonado?‖. Así precisamente comienza<br />

el Salmo 21.<br />

En este Salmo un justo sufriente se encuentra en una tremenda crisis<br />

causada por <strong>la</strong> sensación de <strong>la</strong> ausencia de Dios en medio de sus<br />

problemas, un remolino de sentimientos le hace percibir que está al borde<br />

de <strong>la</strong> muerte. Los enemigos lo acorra<strong>la</strong>n como bestias al acecho. Ha sido<br />

abandonado por todos, y viene <strong>la</strong> pregunta: ¿Y Dios?<br />

En <strong>la</strong> segunda parte del Salmo, hay un cambio total de <strong>la</strong> situación: Dios se<br />

manifiesta, no se queda mudo. Dios escucha el grito del justo sufriente,<br />

quien ahora puede exc<strong>la</strong>mar: ―Me has respondido‖.<br />

La última parte del Salmo es precisamente una oración de acción de gracias<br />

al Dios Salvador: ―¡Alábenlo! ¡Glorifíquenlo! ¡Témanlo!‖.<br />

Segunda <strong>lectura</strong>:<br />

Filipenses 2,6-11<br />

Se rebajó a sí mismo; por eso Dios lo levantó sobre todo<br />

Tengan unos con otros los mismos sentimientos que estuvieron en Cristo Jesús:<br />

6 Él compartía <strong>la</strong> naturaleza divina, y no consideraba indebida <strong>la</strong> igualdad con Dios, sin<br />

embargo se redujo a nada,<br />

7 tomando <strong>la</strong> condición de siervo, y se hizo semejante a los hombres. Y encontrándose en<br />

<strong>la</strong> condición humana,<br />

8 se rebajó a sí mismo haciéndose obediente hasta <strong>la</strong> muerte, y muerte de cruz.<br />

9 Por eso Dios lo engrandeció y le dio el Nombre que está sobre todo nombre,<br />

10 <strong>para</strong> que al Nombre de Jesús se doble toda rodil<strong>la</strong> en los cielos, en <strong>la</strong> tierra y entre los<br />

muertos,<br />

11 y toda lengua proc<strong>la</strong>me que Cristo Jesús es el Señor, <strong>para</strong> gloria de Dios Padre.<br />

Los primeros cristianos cantaban así su fe en el Misterio Pascual de Jesús, el<br />

salvador, en <strong>la</strong> liturgia bautismal y en <strong>la</strong>s Eucaristías.<br />

Con este himno cristológico, San Pablo quiere sacudir a los cristianos que<br />

caen en <strong>la</strong> tentación del querer aparecer demasiado, cayendo en <strong>la</strong><br />

vanagloria y <strong>la</strong> rivalidad entre sí, poniendo así en peligro <strong>la</strong> unidad de <strong>la</strong><br />

Comunidad.

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