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Librodot - AMPA Severí Torres

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<strong>Librodot</strong> Lágrimas Fernán Caballero<br />

un sentimiento análogo ni simpático a un alma elevada: ¡sino que lo es el aprecio! Así,<br />

apreciando su suerte, no se creerá superior a ella ni vivirá descontento.<br />

Llegó Tiburcio a Villamar, muy mal templado con su bonete de doctor en la cabeza, y gran<br />

cosecha de calabazas y calabacines, muy escondidos en los grandes bolsillos de su gabán.<br />

Ni Jacob al volver a ver a su hijo José Ministro de hacienda, pudo experimentar los<br />

sentimientos de orgullo paternal que abrigó el pecho del alcalde de Villamar al ver a todo un<br />

doctor en su primogénito. En cuanto a su madre, al verle altísimo, delgadísimo y palidísimo le<br />

dijo:<br />

-Si viviese tu abuelo te mandaba a las Indias cumo a mi tiu Bartulo; pues no sirves para<br />

utra cusa; es verdad.<br />

El día de su llegada fue uno de los más sonados en los fastos de Villamar, a causa del<br />

convite dado por D. Perfecto en esta ocasión. Este convite merece no sólo una mención<br />

honorable, sino una descripción gráfica.<br />

Fueron convidadas todas las notabilidades de Villamar. Villamar también tiene<br />

notabilidades: hasta los gatos quieren zapatos. Además, las notabilidades se han generalizado<br />

prodigiosamente, es especie que se da bien en todas partes, y cunde mucho. Es un dolor que<br />

no se pueda comer; serviría para reemplazar las patatas atacadas de un cólera subterráneo.<br />

La mesa del convite era pequeña, y los platos que la habían de componer deformes, por lo<br />

cual cada uno fue servido solo y uno después de otro, como los estudiantes en los exámenes.<br />

Había seis cubiertos de plata para las notabilidades de primera clase, incluso el amo de la<br />

casa; los demás los tenían de peltre. La ropa de mesa gallega, blanca como la nieve, ostentaba<br />

unas horrorosas listas encarnadas que hacían a la vista el efecto que hace en el oído en el<br />

silencio del desierto, un destemplado grito de chacal. El sexo femenino estaba excluido del<br />

banquete; no por restos de celosas costumbres árabes, sino porque el bello sexo en tales días<br />

tiene, en Villamar y en pueblos más conocidos que este, que estar en la cocina atendiendo a<br />

todo.<br />

Allí, pues, se veía a la señá Tiburcia, colorada como un salmonete, con su delantal y sus<br />

mangas remangadas, mandando la maniobra, ayudada por una docena de vecinas, media de<br />

comadres y tres o cuatro amigas, que se regalaban con los restos de la mesa principal.<br />

Estaba de un humor de perros; el tal convite la había acabado de desesperar, y la había<br />

montado de tal suerte contra el bonete de doctor, que era su vista para ella lo mismo que la<br />

vista de una coroza. -¡Bunete! -decía soplando furiosamente una hornilla-; y ¿a qué le sirve a<br />

ese fillo miu el bunete? ¿E non le estaría mejur el sumbrero calañez? ¡E decir que me cuesta<br />

dus talejas de pesos duros! Es verdad.<br />

Viose primero la mesa cubierta por una enorme cazuela nuevecita, en que venía una sopa<br />

de pan, espesa como un budín, y sustanciosa como una jaletina, cubierta de yerba buena y de<br />

tomate. Siguió a esta en una fuente como una plazuela, la olla, que mejor que podrida,<br />

denominaremos revuelta, en la que las gallinas y perdices, a fuerza de cocer, andaban unas<br />

mancas, otras cojas y otras despechugadas; se abrazaban las calabazas con los chorizos, se<br />

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