El avaro - Molire - Taller palabras
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MAESE SANTIAGO. No lo dudo.<br />
VALERIO. ¿Y que no sois, en resumidas cuentas, más que un cocinero bergante?<br />
MAESE SANTIAGO. Ya lo sé.<br />
VALERIO. ¿Y que no me conocéis todavía?<br />
MAESE SANTIAGO. Perdonadme.<br />
VALERIO. ¿Me vais a zurrar?<br />
MAESE SANTIAGO. Lo decía en broma.<br />
VALERIO. Pues a mí no me gustan vuestras bromas. (Dando de palos a Maese<br />
Santiago.) Así sabréis que sois un mal bromista.<br />
MAESE SANTIAGO. (Solo.) ¡Mal haya sea la sinceridad! Condenado oficio es. De<br />
aquí en adelante renuncio a él y no volveré a decir la verdad. Pase aún en mi amo; tiene<br />
cierto derecho a pegarme; mas en cuanto a este señor intendente, me vengaré de él si<br />
puedo.<br />
ESCENA VII<br />
MARIANA, FROSINA y MAESE SANTIAGO<br />
FROSINA. ¿Sabéis, maese Santiago, si vuestro amo está en casa?<br />
MAESE SANTIAGO. Sí; en verdad; allí está. ¡Demasiado lo sé!<br />
FROSINA. Decidle, por favor, que estamos aquí.<br />
ESCENA VIII<br />
MARIANA y FROSINA<br />
MARIANA. ¡Ah, Frosina! En qué extraño estado me encuentro, y, si he de decir lo que<br />
siento, ¡tengo miedo a esta presentación!<br />
FROSINA. Pero ¿por qué? ¿Cuál es vuestra inquietud?<br />
MARIANA. ¡Ay! ¿Y me lo preguntáis? ¿No os figuráis las zozobras de una persona<br />
enteramente preparada a ver el suplicio al que quieren atarla?<br />
FROSINA. Bien veo que, para morir agradablemente, Harpagón no es el suplicio al que<br />
quisierais entregaros, y conozco en vuestra cara que ese mozo rubio de que me habéis<br />
hablado os viene algunas veces a la memoria.