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<strong>PRÓLOGO</strong><br />
FEBRERO! Las Navidades ya han pasado y la<br />
mejor temporada del año aún no ha comenzado<br />
–suspiró Carlo.<br />
–Quieres decir que todavía no han llegado las<br />
hermosas turistas, ¿verdad? ¿Es que no piensas en<br />
otra cosa? –Ruggiero se burló de él.<br />
–No. Y tú también piensas en lo mismo, no lo<br />
niegues –replicó Carlo.<br />
Los mellizos, muy apuestos y en la gloria de los<br />
últimos años de la veintena, contemplaban la bahía<br />
de Nápoles desde la terraza de la Villa Rinucci. Era<br />
la hora del crepúsculo. A la distancia, el Vesubio<br />
surgía amenazador y, a sus pies, los jóvenes distinguían<br />
las brillantes luces de la ciudad.<br />
–Os gustaría mi país, hijos. En Inglaterra, celebramos<br />
San Valentín en febrero. El santo patrono del<br />
amor. Flores, tarjetas, besos… ambos estaríais en<br />
vuestro elemento –comentó la madre, no lejos de ellos.<br />
–Es Pietro quien irá a Inglaterra –observó Carlo–.<br />
Aunque él no piensa en esas cosas. Lo único que le<br />
interesa son sus negocios.<br />
–Vuestro hermano trabaja mucho. Deberíais imitar<br />
su ejemplo –dijo la madre intentando parecer severa.
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La verdad era que los mellizos también trabajaban<br />
duro, pero en vez de protestar, se limitaron a<br />
sonreír a su madre.<br />
–¿Por qué Pietro vive comprando empresas?<br />
¿Cuándo piensa parar? –preguntó Ruggiero.<br />
–Vamos al comedor. No olvidéis que ésta es la<br />
cena de despedida de Pietro –dijo la madre.<br />
–Le damos una cena de despedida cada vez que<br />
se va de viaje –objetó Carlo.<br />
–¿Por qué no? Es una buena oportunidad para<br />
reunir a la familia –replicó Hope.<br />
–¿Vendrá Luke? –preguntó Carlo.<br />
–Desde luego que sí –respondió ella, con firmeza–.<br />
Sé que discuten de vez en cuando, pero...<br />
–¡De vez en cuando! –se quejaron los mellizos al<br />
unísono.<br />
–Bueno, la mayor parte del tiempo. Pero son hermanos.<br />
–No, no lo son.<br />
–Pietro es mi hijastro y Luke es mi hijo adoptivo,<br />
y eso los convierte en hermanos. ¿Queda claro? –replicó<br />
Hope en tono severo.<br />
–Sí, Mamma.<br />
El interior de la casa era cálido y confortable. Sin<br />
embargo, Hope miró a su alrededor, insatisfecha.<br />
–Hay demasiados hombres aquí. Debería haber<br />
más mujeres –comentó. Su marido y los hijos la miraron<br />
alarmados–. ¿Dónde están mis nueras? Debería<br />
tener seis, pero no tengo ni una. Esperaba con ilusión<br />
la boda de Justin y Evie, pero… –Hope se encogió de<br />
hombros con un suspiro.
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Justin, el hijo mayor, separado de ella desde su<br />
nacimiento, el año anterior había viajado para conocerla.<br />
Había llegado a Nápoles con Evie, la mujer de<br />
la que sin duda estaba enamorado. Sin embargo, la<br />
joven había desaparecido misteriosamente de su vida<br />
y él había vuelto solo a la villa en Navidad. Y se había<br />
negado a hablar de ella.<br />
Poco a poco, la familia se reunió en el gran comedor<br />
y, a pesar de sus quejas, la madre los miró<br />
con satisfacción. Sus hijos tenían sus apartamentos<br />
en Nápoles y para ella era una gran ocasión cuando<br />
lograba reunirlos en la villa.<br />
Sus ojos se iluminaron al ver a Pietro, hijo de su<br />
primer marido inglés, aunque llevaba el apellido Rinucci<br />
en honor a su madre italiana.<br />
–Hace demasiado tiempo que no nos vemos –dijo<br />
mientras lo abrazaba–. Y mañana vuelves a marcharte.<br />
–Pero no estaré lejos mucho tiempo, Mamma.<br />
Tardaré poco en dejar funcionando esa compañía inglesa.<br />
–¿Para qué tenías que comprarla? Estabas haciendo<br />
buenos negocios con ellos.<br />
–Decidí comprar Curtis Electronics porque no<br />
funciona bien. Enrico Leonate no estaba de acuerdo<br />
al principio, pero finalmente accedió a tomar en consideración<br />
mi punto de vista.<br />
–Seguro que sí –observó Hope, con ironía.<br />
Enrico Leonate había sido el único dueño de la<br />
empresa Leonate Europa para la que Pietro había<br />
empezado a trabajar hacía quince años. Había apren-<br />
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dido rápidamente, había ganado mucho dinero para<br />
su jefe y para sí mismo y con el tiempo se había<br />
transformado en socio de la empresa. Enrico ya era<br />
mayor, estaba cansado y Pietro era un joven lleno de<br />
ideas innovadoras. Con el tiempo, Enrico le había<br />
permitido llevar las riendas del negocio, aunque habría<br />
dado lo mismo porque, como una vez observó<br />
con melancolía, tarde o temprano la gente adoptaría<br />
los puntos de vista de Pietro.<br />
–Voy a recomendar a unas cuantas personas en<br />
Curtis Electronics y les haré saber mis deseos.<br />
–Eso sucederá si encuentras a alguien que te satisfaga.<br />
Lo que no suele suceder.<br />
–Es verdad. Aunque Cedric Tandy, el actual director,<br />
recomienda a la subdirectora Olympia Lincoln.<br />
Pienso observarla con atención.<br />
–¿Recomendar a una mujer? ¿Tú? –comentó Hope<br />
en tono irónico.<br />
Pietro la miró sorprendido.<br />
–Voy a recomendar a cualquiera que haga lo que<br />
yo digo.<br />
–¡Ah, te refieres a esa clase de igualdad de oportunidades!<br />
Hijo mío, en tu boca todo parece tan sencillo...<br />
–rió Hope.<br />
–La vida es sencilla si sabes lo que quieres y estás<br />
decidido a lograrlo.<br />
El aspecto de Pietro traicionaba su doble herencia.<br />
De su madre italiana, fallecida hacía mucho<br />
tiempo, había heredado los expresivos ojos oscuros<br />
y, de su padre inglés, la barbilla obstinada y la firmeza<br />
de la boca.
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–Luke tarda en llegar –comentó Hope en voz<br />
baja.<br />
–Tal vez no se digne aparecer. Todavía está furioso<br />
conmigo desde que convencí a Tordini, el brillante<br />
inventor electrónico, de que trabajara para mí;<br />
pero no te preocupes, Mamma. Ya tendrá su oportunidad<br />
de vengarse y seguro que lo hará –dijo alegremente.<br />
La batalla entre los hermanos duraba años y contribuía<br />
a añadir sabor a sus vidas. Sin esa eterna rivalidad,<br />
habrían sentido que algo les faltaba.<br />
Finalmente, Luke llegó cuando la cena casi concluía.<br />
–Hola, inglés –lo saludó Pietro.<br />
Era su insulto favorito, un recordatorio de que era<br />
el único hijo completamente inglés entre todos los<br />
miembros de aquella familia italiana.<br />
–Mejor que ser mestizo. Tu problema es que no<br />
eres ni una cosa ni otra –replicó Luke, con una sonrisa.<br />
–Me alegra que hayas venido –dijo Hope.<br />
–Naturalmente –Luke levantó su copa en dirección<br />
a Pietro–.Tenía que asegurarme de que era cierto<br />
que nos deshacíamos de él –añadió en tono sardónico.<br />
Cuando al día siguiente Hope y Luke fueron a<br />
despedirlo al aeropuerto, ella no pudo evitar un leve<br />
suspiro.<br />
–No te preocupes, Mamma –la consoló su hijo al<br />
tiempo que le pasaba un brazo por los hombros–.<br />
Volverá muy pronto.<br />
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–No es eso. La gente suele decir que soy muy<br />
afortunada porque Pietro jamás me da motivos de<br />
aflicción. Y me aflijo precisamente porque es un<br />
hombre demasiado fiable. Es tan sensato que nunca<br />
comete estupideces.<br />
–Si ha heredado algo de los Rinucci, te prometo<br />
que tarde o temprano hará tonterías.<br />
–¿Y tú qué hablas de los Rinucci? Siempre te has<br />
negado a llevar nuestro apellido.<br />
Luke la abrazó.<br />
–No lo necesito. Ya soy suficientemente estúpido.
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CAPÍTULO1<br />
EN LA sede de la compañía londinense Curtis<br />
Electronics había mucha tensión, mucho movimiento<br />
y todo el personal se preguntaba<br />
quiénes serían recomendados y a quiénes se daría<br />
de baja.<br />
–No se van a deshacer de mí después de todo lo<br />
que he trabajado para esta empresa –declaró con firmeza<br />
Olympia Lincoln.<br />
–Sí que es mala suerte que ocurra justo ahora. El<br />
señor Tandy se iba a jubilar pronto y tú lo habrías<br />
sustituido –dijo Sara, su secretaria, en tono comprensivo–.<br />
Y lo peor es que no se sabe cuándo llegarán<br />
los otros.<br />
–Ni siquiera el señor Tandy lo sabe. «De un momento<br />
a otro», es todo lo que puede decir.<br />
–Con toda seguridad no será hoy. ¿Quién empezaría<br />
a trabajar un viernes?<br />
–Alguien que tuviera la intención de sorprendernos.<br />
Aunque yo no lo voy a permitir.<br />
–Y además hoy es viernes trece, día de mala suerte.<br />
–No me digas que eres supersticiosa. Eso es una<br />
tontería. Cada uno se labra su propio destino. Y
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ahora vamos a tomar una taza de té. No tienes buen<br />
aspecto.<br />
–Me encuentro muy bien –mintió Sara con valentía–.<br />
No deberías prepararlo tú. Eres mi jefa.<br />
–Pero eres tú la que está embarazada –replicó<br />
Olympia con una sonrisa cálida que suavizaba su severa<br />
expresión.<br />
Aunque su bondad natural tendía a asomar a la<br />
superficie, ella cultivaba esa severidad, empeñada en<br />
que el mundo se la creyera.<br />
–El té me sienta bien –dijo Sara cuando lo hubo<br />
probado–. ¿Alguna vez has deseado tener hijos?<br />
–Sí. Me casé locamente enamorada de David. Todo<br />
lo que quería era ser su esposa y madre de sus hijos.<br />
Aunque se me puede perdonar, porque entonces sólo<br />
tenía dieciocho años.<br />
–¿Y él valoró tu servil devoción?<br />
–¡Vaya si la valoró! Necesitaba una mujer que<br />
trabajara para que él pudiera hacer cursos y conseguir<br />
títulos a fin de ascender en su carrera. Cuando<br />
lo consiguió, cambió de esposa y yo me quedé sin<br />
nada. Así que decidí trabajar duro y hacer mi propia<br />
carrera.<br />
–Tuviste mala suerte; pero no todos los hombres<br />
son iguales.<br />
–Los ambiciosos, sí. Nos utilizan, a menos que<br />
nosotras los utilicemos primero.<br />
–Y eso es lo que tú intentas hacer –dijo Sara,<br />
comprensiva–. ¿Eres feliz?<br />
–¿Qué es la felicidad? Puedo decir que no soy infeliz.<br />
Todavía recuerdo cómo me sentí cuando David
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se marchó y juré que nunca me volvería a pasar. Voy<br />
a conseguir el puesto de Tandy. Espera y verás. Sólo<br />
tengo que convencer a los que vengan de Italia.<br />
–¿Cómo te manejas en italiano?<br />
–Bien. He estudiado mucho, aunque creo que aquí<br />
todo el mundo ha hecho lo mismo.<br />
–Pero ninguno está tan preparado como tú. Con<br />
esa cabeza y además… –Sara hizo un ademán indicando<br />
la figura de Olympia, que se echó a reír.<br />
Era muy alta, de largas piernas, cuello largo y<br />
rasgos bien definidos. Tenía una exuberante cabellera<br />
negra, aunque se peinaba con el pelo hacia atrás y<br />
trenzado. En la profundidad de sus ojos oscuros,<br />
ocasionalmente brillaba una chispa de buen humor,<br />
aunque ella se afanaba por ocultarla. Se había creado<br />
una imagen de mujer impecable y se ajustaba a<br />
ella.<br />
Aunque no lo lograba del todo, porque sabía que<br />
en su interior todavía albergaba a la niña que había<br />
sido, llena de confianza e ilusiones, absolutamente<br />
carente de cálculo. No sólo había amado a su marido,<br />
lo había adorado ciegamente. En ese entonces<br />
poseía mucho genio y una lengua ingobernable que<br />
solía dispararse antes de que su mente pudiera impedirlo.<br />
En la actualidad, se permitía un estallido ocasionalmente,<br />
aunque también estaba doblegando ese<br />
aspecto de su carácter.<br />
–¿Sabes quién vendrá a examinarnos?<br />
–Probablemente Pietro Rinucci. He buscado datos<br />
sobre la empresa italiana a través de la red, pero<br />
no hay mucha información. Los dueños son dos so-<br />
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cios, Enrico Leonate y Pietro Rinucci. Encontré algo<br />
sobre Leonate, pero sobre Rinucci no hay nada.<br />
–¿Cómo es el señor Leonate?<br />
–Un hombre aburrido, de mediana edad. Ojalá el<br />
otro no se le parezca.<br />
–Sara, tú no te encuentras bien.<br />
–Se me pasará.<br />
–No, te irás a casa ahora mismo –dijo al tiempo que<br />
llamaba a recepción para que pidieran un taxi–.Vete y<br />
no vuelvas hasta que te sientas bien.<br />
–¿Y cómo te las arreglarás sin mí?<br />
–Me las arreglaré –afirmó con una brillante sonrisa.<br />
Minutos más tarde, bajaron a recepción. Olympia<br />
acompañó a Sara hasta el taxi que la esperaba y le<br />
hizo un gesto de adiós con la mano.<br />
Luego volvió a su despacho pensando que era el<br />
peor momento para quedarse sola. Entonces llamó al<br />
departamento de personal y explicó que necesitaba<br />
con urgencia una secretaria temporal.<br />
–No se preocupe. En cinco minutos le enviaremos<br />
a una persona.<br />
–No me dejaré vencer por las circunstancias. Nada<br />
me va a derrotar –Olympia se dijo una y otra vez con<br />
los ojos cerrados.<br />
Cuando los abrió nuevamente se llevó la sorpresa<br />
de su vida.<br />
Un hombre joven la miraba con gran interés desde<br />
la puerta.<br />
Era muy alto, de cabellos y ojos castaños. La boca<br />
era amplia y firme y parecía mirarla con aire diverti-
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do. Olympia deseó desesperadamente que sus labios<br />
no se hubieran movido mientras repetía su mantra.<br />
–¿Puedo ayudarlo? –preguntó con tranquilidad.<br />
–Busco a Olympia Lincoln. Abajo me dijeron que<br />
la encontraría aquí.<br />
El departamento de personal se encontraba en la<br />
planta baja y era bastante corriente que contrataran<br />
secretarios masculinos.<br />
–Yo soy Olympia Lincoln. Me alegra que haya<br />
venido tan pronto. Dijeron que me enviarían un sustituto<br />
en cinco minutos, pero… –murmuró mientras<br />
se encogía de hombros.<br />
–¿Sustituto?<br />
–Bueno, no es una sustitución permanente. Sólo<br />
temporal, hasta que mi secretaria se recupere. ¿Lleva<br />
mucho tiempo en la empresa?<br />
–No, muy poco –contestó con cautela.<br />
–No se preocupe, no tardará en ponerse al día.<br />
Ahora estamos sumidos en un torbellino. Una firma<br />
italiana llamada Leonate Europa ha comprado nuestra<br />
empresa y muy pronto llegará alguien a hacerse<br />
cargo de ella. Todos estamos nerviosos, esperando<br />
con temor que nos digan cuál será nuestro destino.<br />
Él alzó una ceja.<br />
–¿Temor? ¿Usted?<br />
–Sí –respondió con una media sonrisa complacida–.<br />
Bueno, lo veremos cuando me haya reunido con<br />
Su Majestad.<br />
–¿Y quién es?<br />
–Pietro Rinucci. El «gran hombre» que vendrá a<br />
meternos a todos en cintura. ¡Qué caradura!<br />
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–¿No será un poco pronto para juzgarlo? Tal vez<br />
sea una persona correcta.<br />
–¿Correcto? –espetó. Repentinamente, su talante<br />
cuidadosamente cultivado se rompió bajo el peso de<br />
la rabia–. ¿Correcto? Es un depredador que piensa<br />
que puede hacer lo que quiere y al infierno con los<br />
demás. Ojalá estuviera aquí para decirle lo que pienso<br />
de un hombre que, en la creencia de que todo se<br />
puede comprar con dinero, viene a esta empresa y se<br />
encarga de trastornar mi promoción cuando estoy a<br />
punto de conseguirla.<br />
–Ésa es una de las virtudes del dinero –observó<br />
él, con suavidad.<br />
–¡Al diablo con las virtudes y al diablo con Pietro<br />
Rinucci! –espetó Olympia.<br />
La visión de sus ojos como ascuas lo dejó hechizado.<br />
Muchos hombres habían perdido la cabeza por<br />
unos ojos como ésos, pensó. Y él corría el peligro de<br />
ser unos de ellos.<br />
–Bueno, no comente con nadie lo que acaba de<br />
oír. No debí haber hablado con tanta libertad ante usted<br />
–dijo con un suspiro cuando se hubo calmado.<br />
–Mis labios están sellados. Juro que nunca le diré<br />
a Pietro Rinucci lo que piensa sobre él.<br />
–Muchas gracias.<br />
–De nada.<br />
Él se aclaró la garganta mientras luchaba contra<br />
una tentación arrolladora. Un hombre juicioso le diría<br />
la verdad antes de que fuese demasiado tarde.<br />
Aunque la verdad era que nunca había tenido tan pocos<br />
deseos de ser juicioso.
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–A propósito, debí haberle preguntado su nombre.<br />
–¿Qué?<br />
–Su nombre.<br />
–Ah, mi nombre –murmuró. «Dile la verdad. Sé<br />
honesto. Juega limpio. ¡Al diablo!»–. Me llamo Jack<br />
Cayman.<br />
Había sido el nombre de su padre inglés, aunque<br />
hacía largos años que Pietro vivía en Italia bajo el<br />
apellido Rinucci. Todavía podía hablar inglés sin trazas<br />
de acento italiano.<br />
–Muy bien, señor Cayman.<br />
–Puede llamarme Jack.<br />
–Y usted puede llamarme señorita Lincoln –replicó<br />
con firmeza, pensando que era hora de recuperar<br />
el terreno que había perdido por su explosión de<br />
franqueza.<br />
–Sí, señora –contestó Pietro, en tono sumiso.<br />
–Mejor será que nos pongamos a trabajar cuanto<br />
antes.<br />
–¿Podría concederme unos cuantos minutos? Vuelvo<br />
enseguida.<br />
–Desde luego.<br />
Cedric Tandy pensó que era una desgracia haber<br />
llegado con media hora de retraso precisamente<br />
aquel día, que era crucial para la empresa.<br />
–Oh, no… –murmuró al ver al hombre que lo esperaba<br />
en su despacho–. Señor Rinucci… puedo asegurarle…<br />
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–No se preocupe, Cedric. He venido a su despacho<br />
sólo para una breve charla.<br />
–Puedo enseñarle la oficina y presentarle a…<br />
–Más tarde. He estado examinando los acuerdos<br />
financieros que le propusimos con Enrico y creo que<br />
son un tanto exiguos. Estoy seguro de que merece<br />
una cantidad más generosa.<br />
–Siempre es de agradecer. El señor Leonate me<br />
dijo que la empresa no podía pagar más.<br />
–Déjemelo a mí. Yo me encargaré de eso –Rinucci<br />
se dirigió a la puerta y luego se volvió a él–. A<br />
propósito, preferiría que nadie supiera quién soy. Al<br />
menos por ahora. Creen que me llamo Jack Cayman.<br />
Eso me dará la oportunidad de conocer a la gente de<br />
una manera más espontánea. Estoy seguro de que me<br />
apoyará en esto.<br />
–Por supuesto. Cuente conmigo –dijo Cedric de<br />
inmediato.<br />
Olympia alzó la vista del ordenador cuando él entró<br />
en su despacho.<br />
–Me gustaría que estudiara estos archivos. Le dirán<br />
mucho sobre el modo en que Curtis y Leonate<br />
han interactuado desde que hace un año empezaron a<br />
trabajar juntos.<br />
–Para ser más exactos, hace quince meses. El trabajo<br />
conjunto comenzó cuando Curtis hizo una oferta<br />
relativa a la fabricación de una nueva clase de enchufes<br />
para ordenador.<br />
–Excelente. Veo que ha hecho los deberes.
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Luego procedió a ponerlo al día acerca de las actividades<br />
de la empresa y su relación con Leonate,<br />
haciendo gala de una mente despejada e informada<br />
hasta el más mínimo detalle. Pietro se quedó impresionado.<br />
También tuvo que reconocer que no le era fácil<br />
concentrarse a causa del aroma que emanaba de ella;<br />
un perfume original, sutil y misterioso que le llegaba<br />
por oleadas hasta el extremo de hacerle pensar si de<br />
veras existía. Pietro estaba acostumbrado a los perfumes<br />
demasiado intensos y dulces con que las mujeres<br />
intentaban atraerlo. En cambio, el de ella era<br />
fresco y suave; un aroma contenido, como el del invierno<br />
a punto de convertirse en primavera.<br />
En ese momento, sonó el teléfono.<br />
–¿Sara? ¿Qué noticias tienes?<br />
–Estoy hospitalizada. Desgraciadamente pasarán<br />
algunos meses antes de que pueda volver a la oficina.<br />
No sabes cómo lo siento, Olympia.<br />
–No te preocupes por nada. Lo único que importa<br />
es que el bebé se encuentre bien.<br />
–Dios te bendiga.<br />
Pensativamente, Olympia puso el auricular en su<br />
sitio.<br />
–¿Su secretaria? ¿No volverá?<br />
–Así parece. En todo caso…<br />
En ese preciso momento, una joven entró apresuradamente.<br />
–¿Señorita Lincoln? Siento no haber podido llegar<br />
antes. Me envían del departamento de personal.<br />
Dijeron que usted necesitaba una secretaria.<br />
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18<br />
–Pero… –Olympia miró a Pietro.<br />
–Es un poco complicado –el hombre empezó a<br />
balbucear con inquietud.<br />
–¿Quiere esperar fuera, por favor? –le pidió Olympia<br />
a la secretaria con amabilidad. Cuando se hubo<br />
marchado, se enfrentó a Rinucci–. ¿Quién es usted?<br />
–Ya se lo dije. Me llamo Jack Cayman.<br />
–Pero, ¿quién es Jack Cayman? ¿Y por qué dice<br />
que es mi nuevo secretario cuando no lo es?<br />
–Seamos justos. No le he dicho que fuese su secretario.<br />
Usted sacó esa conclusión precipitadamente.<br />
No me dio la oportunidad de explicarme, simplemente<br />
se limitó a darme órdenes y yo obedecí. Tiene<br />
que reconocer que ése es su modo de actuar.<br />
Pietro sabía que exageraba, pero cualquier cosa<br />
era mejor que decir la verdad. ¿O no? Tal vez ésa<br />
fuera su última oportunidad para aclarar la situación.<br />
Entonces aspiró una gran bocanada de aire y,<br />
cuando estaba a punto de hablar, una voz desde la<br />
puerta selló su destino.<br />
–¡Jack, amigo mío, es un placer verte por aquí!<br />
–exclamó Cedric Tandy acercándose a él con una<br />
sonrisa, consciente del papel que le tocaba jugar.<br />
Pietro dejó escapar una maldición mentalmente–.<br />
Veo que ya conoces a Olympia. Excelente –añadió<br />
totalmente ajeno al desastre que provocaba.<br />
–Oh, sí. Has llegado justo cuando nos estábamos<br />
presentando –dijo Olympia cortésmente, con una fría<br />
mirada.<br />
–Aún no le he dicho quién soy ni de dónde vengo<br />
–declaró Pietro al tiempo que le lanzaba a Cedric
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una feroz mirada de advertencia–. Es un poco complicado…<br />
pero digamos que soy una especie de embajador<br />
de Leonate Europa que ha venido a preparar<br />
el terreno antes de la llegada de la artillería.<br />
–¿Y visitar primero mi despacho era parte de la<br />
preparación del terreno?<br />
–Señorita Lincoln, su nombre ha sido mencionado<br />
como uno de los más valiosos de la firma. Y ahora<br />
que hemos hablado, voy a pedirle que me asesore<br />
con su información sobre la empresa. Tal vez los tres<br />
podríamos comer juntos e intercambiar opiniones.<br />
–¡Buena idea! –exclamó Cedric.<br />
–Muy amable por su parte –contestó ella con fría<br />
tranquilidad–. Pero temo que mi comida va a consistir<br />
en una manzana en mi mesa de trabajo. Ha llegado<br />
una secretaria nueva y tenemos mucho que hacer.<br />
Cedric, aterrorizado, murmuró con urgencia.<br />
–Olympia, creo que…<br />
–Naturalmente que respeto su decisión –intervino<br />
Pietro con suavidad–. Lo dejaremos para otra<br />
ocasión. Cedric, ¿por qué no vamos a charlar a otra<br />
parte?<br />
Ambos se marcharon dejando a Olympia con la<br />
sensación de que las cosas se habían liado por su<br />
culpa y con el deseo de golpearse la cabeza contra la<br />
pared.<br />
Cuando su jornada hubo terminado, fue a ver a<br />
Cedric. Este le dijo alegremente que el recién llegado<br />
se había marchado hacía una hora.<br />
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Y no había intentado volver a hablar con ella, lo<br />
que significaba que sí la había liado.<br />
En el aparcamiento de la empresa se dirigió a su<br />
coche nuevo, cuyas líneas relucientes siempre le producían<br />
bienestar.<br />
Pero esa vez no fue así. Bajo su calma aparente,<br />
estaba furiosa. La habían sorprendido con la guardia<br />
baja y había revelado sus verdaderos pensamientos.<br />
Y eso no se hacía cuando alguien como ella necesitaba<br />
urgentemente llegar a la cima de su carrera.<br />
Seguro que ese hombre contaría que no sólo había<br />
sido tan estúpida como para confundir su identidad,<br />
sino que además se había referido con hostilidad<br />
a los nuevos jefes. ¡Magnífico!<br />
Mientras conducía hacia la salida del edificio,<br />
notó que otro coche la seguía. Ya en la calle, se mantuvo<br />
detrás de ella a una distancia prudente. A través<br />
del espejo retrovisor vio que era él.<br />
En cuanto pudo, aparcó a un lado de la vía y bajó<br />
del coche dispuesta a enfrentarse al señor Cayman.<br />
–¿Me está siguiendo?<br />
–Sí. Intenté alcanzarla en el aparcamiento, pero<br />
la perdí de vista. Pensé que podríamos hablar.<br />
–Hablamos esta mañana y todavía lo lamento.<br />
–De veras que lo siento. Fue una estupidez por<br />
mi parte. Intentaba jugarle una broma y salió mal,<br />
pero cuando usted dio por sentado que yo era su secretario…<br />
bueno, ¿me va a culpar por haberle seguido<br />
el juego?<br />
–Sí. Se comportó de un modo muy poco profesional.
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–¿Y cree que es muy profesional no haber comprobado<br />
los hechos primero? –replicó, enfadado–.<br />
Mire, lo siento. No quiero que esto se convierta en<br />
una disputa.<br />
–Se convirtió en una querella en el mismo instante<br />
en que usted decidió que yo estaba allí para entretenerlo<br />
y mañosamente me hizo decir… –Olympia<br />
se paró en seco.<br />
–Yo no la obligué a decir cosas como «¡Al diablo<br />
con Pietro Rinucci!».<br />
–Y con eso puedo dar por concluidas mis expectativas<br />
con los nuevos jefes. Porque tarde o temprano<br />
tendrá que informarles. Y si no lo hace, pondrá<br />
en peligro sus propias expectativas.<br />
–No se preocupe por mis expectativas –dijo con<br />
tranquilidad–. Tengo la virtud de pensar primero antes<br />
de hablar. Para ser una mujer ambiciosa, es sorprendentemente<br />
imprudente.<br />
–¿Cómo iba a saber que usted…?<br />
–¿Que no soy un subordinado? Mire, olvidemos<br />
el asunto. Estoy cansado después de un viaje bastante<br />
accidentado. Apenas he dormido. No estoy en mi<br />
mejor momento y estoy diciendo cosas que no debería.<br />
Me gustaría disculparme como corresponde invitándola<br />
a cenar.<br />
–No, gracias. Tengo planes para esta noche. Y<br />
ahora, señor Cayman, si me perdona, debo volver a<br />
casa. Le sugiero que pase la noche escribiendo un<br />
informe destinado a sus jefes.<br />
–No era mi propósito pasar así la velada.<br />
–Si me vuelve a seguir, llamaré a la policía.<br />
21
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22<br />
–¿Para qué? Con toda seguridad usted sabe manejar<br />
situaciones como ésta sin ayuda de nadie.<br />
–Una observación absolutamente innecesaria.<br />
–Pensé que lo tomaría como un cumplido.<br />
–Nuestras ideas difieren mucho sobre lo que es<br />
un cumplido. ¡Buenas noches!
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CAPÍTULO2<br />
SIN DETENERSE a esperar una respuesta,<br />
Olympia subió a su coche y, aun a riesgo de<br />
estropear el motor, arrancó el vehículo con<br />
exagerado ímpetu.<br />
Con un suspiro, Pietro volvió al suyo y lo puso<br />
en marcha.<br />
Lo que sucedió después fue algo que nunca pudo<br />
explicarse, salvo que de pronto olvidó que estaba en<br />
Inglaterra y que allí se conducía en sentido contrario.<br />
Tal vez a la luz del día lo habría hecho mejor, pero el<br />
resplandor de las luces de los otros vehículos le hizo<br />
perder el sentido de la dirección. Entonces se produjo<br />
un espantoso ruido de metales que chocaban y<br />
sintió un fuerte golpe en la cabeza.<br />
De pronto, vio que Olympia abría su puerta.<br />
–Formidable. Lo único que me faltaba era que un<br />
payaso me destrozara el coche… Oiga, ¿se encuentra<br />
bien?<br />
–Sí, muy bien –mintió mientras parpadeaba en un<br />
vano esfuerzo por despejarse.<br />
–No lo parece. ¿Se ha golpeado la cabeza?<br />
–No es grave. ¿Y usted? ¿Se ha hecho daño?<br />
–No, todo el daño se lo ha llevado el coche.
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24<br />
Pietro salió muy despacio del vehículo porque la<br />
cabeza le daba vueltas y echó una mirada a las abolladuras.<br />
No había duda de que la culpa era suya,<br />
pensó enfadado consigo mismo por tener que ceder<br />
ante ella.<br />
–Lo siento.<br />
–No se preocupe. Ahora iremos a un hospital<br />
para que le hagan un reconocimiento.<br />
–Es sólo un rasguño.<br />
–Está bien, aunque lo mantendré vigilado un rato.<br />
Venga a casa conmigo. No –añadió al ver que Pietro<br />
se dirigía a su coche–. Usted no va a conducir en ese<br />
estado. Lo haré yo.<br />
–No quiero dejar el coche abandonado.<br />
–No se quedará aquí. Si sostiene la linterna, yo<br />
ataré el cable de remolque.<br />
Pietro tuvo que admitir que unió los dos vehículos<br />
con la eficacia de un mecánico.<br />
Diez minutos después, llegaron a un elegante bloque<br />
de apartamentos donde Olympia aparcó los dos<br />
vehículos con suma habilidad.<br />
El costoso piso se encontraba en la segunda planta.<br />
Era pulcro, elegante y amueblado con exquisito<br />
gusto, aunque a Pietro le pareció que faltaba algo<br />
que no supo definir.<br />
–Siéntese y déjeme mirarle la frente.<br />
Pietro tuvo que admitir que la cabeza le dolía horriblemente<br />
y una mirada al espejo le devolvió una<br />
fea magulladura y algunos cortes sangrantes.<br />
–No tardaré nada en limpiarle las heridas y después<br />
le prepararé un café fuerte.
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Pietro se acomodó en el sofá con los ojos cerrados.<br />
De pronto, le pareció oír que ella hablaba por<br />
teléfono, pero cuando abrió los ojos, Olympia estaba<br />
a su lado con una taza de café en la mano.<br />
–Bébase esto.<br />
–Gracias. Llamaré un taxi para que me lleve al<br />
hotel. Siento mucho lo de su coche, y por cierto que<br />
pagaré la reparación.<br />
–No hace falta. El seguro corre con los gastos.<br />
–No, lo haré yo –se apresuró a decir pensando en<br />
los documentos que de otro modo tendría que rellenar<br />
con su verdadero nombre.<br />
Justo en ese momento llamaron a la puerta y, al<br />
cabo de unos minutos, Olympia volvió a la sala con<br />
un hombre joven.<br />
–Éste es el doctor Kenton. Lo llamé en cuanto<br />
llegamos a casa.<br />
–Le dije que me encuentro bien –gimió.<br />
–¿Por qué no me deja decidirlo a mí? –intervino<br />
el médico, con amabilidad–. Tiene una leve conmoción;<br />
nada serio, pero debe irse de inmediato a la<br />
cama e intentar dormir –dijo tras examinarlo.<br />
Pietro lanzó a la joven una mirada de reproche.<br />
–Entonces me voy de inmediato.<br />
–¿Tiene alguien que lo cuide? –preguntó el médico.<br />
–Realmente, no. Se hospeda en un hotel, por eso<br />
lo he traído a casa –intervino la joven.<br />
–Tonterías –protestó Pietro.<br />
–Y aquí se quedará –añadió Olympia como si no<br />
lo hubiera oído.<br />
25
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26<br />
–Llévelo a la cama y luego que tome dos de estas<br />
cápsulas –dijo el médico tras sacar un frasco de la cartera–.<br />
No es necesario que me acompañe a la puerta.<br />
Buenas noches.<br />
Cuando se quedaron solos, se miraron con ironía.<br />
Entonces ella sonrió divertida.<br />
–No hay nada como ver al oponente en desventaja<br />
para recobrar el buen humor –le reprochó Pietro.<br />
–Hay un supermercado muy cerca de aquí. Iré a<br />
buscar algunas cosas para usted y cuando vuelva<br />
prepararé su cama. Y no se le ocurra marcharse.<br />
–No se preocupe. No podría.<br />
En el supermercado, Olympia compró espuma y<br />
loción de afeitar, calcetines y ropa interior.<br />
Tuvo que adivinar la talla, aunque no le fue difícil.<br />
Él era alto, esbelto y de amplios hombros. Justo<br />
el tipo de hombre que le gustaba. Finalmente, compró<br />
unos comestibles y se apresuró a regresar a casa.<br />
Lo encontró tendido en el sofá, con los ojos cerrados.<br />
Luego fue a cambiar la ropa de su propia<br />
cama porque no disponía de habitación de invitados.<br />
–¿Cómo me he metido en esto? –murmuró–. Hace<br />
una hora yo estaba planeando una horrible venganza.<br />
Cuando volvió a la sala de estar, Pietro estaba<br />
despierto y mirando a su alrededor con aire aturdido.<br />
–La cama está preparada. Le he comprado algo<br />
para la noche. El paquete está en el dormitorio.<br />
–Gracias. Es muy amable. Puedo manejarme solo.<br />
La habitación estaba iluminada tenuemente por<br />
una pequeña lámpara puesta en la mesilla de noche.<br />
Pietro sintió un gran alivio porque le dolía mucho la
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cabeza. Se quitó la ropa, se puso los calzoncillos que<br />
ella había comprado y decidió descansar unos minutos<br />
antes de ponerse la camiseta.<br />
Fue una bendición acomodar la cabeza en la almohada<br />
y sentir que el dolor se calmaba con el sueño.<br />
Olympia durmió en el sofá. De madrugada se despertó<br />
repentinamente y se puso a escuchar con atención.<br />
Todo estaba en completo silencio y un leve resplandor<br />
se filtraba por el resquicio bajo la puerta del<br />
dormitorio.<br />
Entonces se acercó a la puerta y, tras unos segundos<br />
de vacilación, abrió suavemente.<br />
La ropa estaba desparramada por el suelo y Pietro<br />
dormía de espaldas con la camiseta en una mano. Al<br />
notar que su respiración era regular y relajada, Olympia<br />
concluyó que todo iba bien. Entonces se acercó a<br />
la cama sigilosamente con el propósito de apagar la<br />
luz. Tal vez la repentina oscuridad perturbó al durmiente<br />
porque murmuró algo, se volvió de lado con<br />
un brazo fuera de la cama y su mano rozó el muslo<br />
de ella.<br />
Olympia se quedó petrificada. Lo que menos deseaba<br />
era que despertara y la viera allí. Entre la amplia<br />
cama y el armario había un estrecho espacio y la<br />
mano le impedía pasar. Así que la movió suavemente<br />
para abrirse paso, pero de pronto los dedos de Pietro<br />
apretaron los suyos.<br />
Con la respiración contenida, Olympia se arrodilló<br />
y trató de liberar su mano. En ese momento, un<br />
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28<br />
tenue rayo de luz iluminó el rostro del hombre, que<br />
estaba muy cerca del de la joven, y ella pudo contemplar<br />
las líneas de su boca. Por la mañana había<br />
notado que esa boca delataba una especie de sarcástica<br />
seguridad pero, en ese instante, le pareció más<br />
suave, más benévola, pronta a la sonrisa y a una risa<br />
espontánea, incluso encantadora.<br />
Cuando pudo liberar la mano, Olympia abandonó<br />
apresuradamente la habitación sin mirar atrás.<br />
Pietro despertó repentinamente. El dolor de cabeza<br />
había desaparecido por completo y se sintió invadido<br />
por una intensa sensación de bienestar. Tal vez<br />
tuviera algo que ver con esa mujer extraordinaria<br />
que había aparecido en su vida el día anterior y que<br />
le había impulsado a conducirse de un modo extraño.<br />
Pietro se preguntó si volvería a reconocerse.<br />
Aunque la verdad era que nunca se había reconocido<br />
del todo en los largos años en que había adoptado<br />
una doble personalidad.<br />
No lograba recordar a su madre, Elsa Rinucci, fallecida<br />
pocas semanas tras su nacimiento. De hecho,<br />
sus primeros recuerdos se remontaban a los cuatro<br />
años, en la oficina del Registro Civil, mientras su padre<br />
contraía matrimonio con una joven de diecinueve<br />
años llamada Hope.<br />
Él había adorado a esa mujer y se había sentido<br />
seguro junto a ella. Pero había descubierto que la posesión<br />
del ser amado no duraba para siempre. Dos<br />
años más tarde, Hope y Jack adoptaron a Luke. Era
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un año menor que Pietro. «Serán compañeros», fue<br />
el comentario general.<br />
Y lo habían sido. A pesar de los mutuos sabotajes<br />
a sus proyectos infantiles, habían hecho una alianza<br />
contra el mundo. Aunque era una alianza frágil, siempre<br />
al borde de la ruptura.<br />
Su recuerdo más doloroso se remontaba a los<br />
nueve años, cuando Jack y Hope se divorciaron y<br />
ella se marchó llevándose a Luke. Sólo más tarde<br />
fue capaz de comprender que no había tenido otra alternativa.<br />
Él era hijo de Jack, pero no de Hope, que<br />
únicamente podía pedir la custodia de Luke. Pietro<br />
se quedó junto a su padre con el dolor de sentirse<br />
abandonado por la única madre que había conocido.<br />
Hasta que dos años después, Jack falleció y los Rinucci<br />
lo llevaron a vivir a Nápoles. Para su alegría,<br />
Hope fue a buscarlo. Así fue como ella conoció a<br />
Toni, tío de Pietro, y pronto se casaron.<br />
Pietro adoptó el apellido italiano y desde entonces<br />
nunca dejó de sentirse un auténtico Rinucci napolitano.<br />
Sin embargo, ante esa hermosa y fascinante<br />
mujer cuya cama ocupaba, no podía ser Pietro Rinucci.<br />
Eran las siete de la mañana y todavía estaba oscuro<br />
en esa época del año. Tras ponerse los pantalones,<br />
abrió un poco la puerta.<br />
Un haz de luz iluminaba a la joven, que estaba de<br />
perfil junto a la ventana.<br />
Tardó un instante en reconocerla. Esa misteriosa<br />
criatura con los largos cabellos negros que le caían<br />
sobre los hombros, sobre los pechos y hasta la mitad<br />
29
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30<br />
de la espalda, era muy diferente a la mujer austera<br />
que había visto de día.<br />
La pálida luz gris perfilaba su figura, apagando<br />
los colores, hasta dejarla convertida en una sombra.<br />
La joven contemplaba la luz naciente como si el<br />
amanecer la volviera a la vida.<br />
–Una strega –pensó Pietro.<br />
Sí, una bruja; aunque de ningún modo una vieja<br />
arpía revolviendo un caldero, sino una bella hechicera<br />
cuyas víctimas la seguían a un paraje donde todo<br />
podía suceder. Las leyendas italianas estaban pobladas<br />
de esas hermosas criaturas cuya belleza era imposible<br />
resistir. El hombre que quisiera descubrir su<br />
misterio tendría que seguirla al reino de las sombras<br />
y entonces sería demasiado tarde para él.<br />
Pietro sacudió la cabeza, sorprendido de sus propios<br />
pensamientos. Solía preciarse de su sentido común<br />
y ahí estaba… sumido en fantasías sobre brujas.<br />
¿Pero cómo podía evitarlo enfrentado a su fascinante<br />
contradicción? Ella mostraba al mundo un aspecto<br />
austero, con el pelo sensatamente peinado hacia<br />
atrás y pulcramente vestida.<br />
Y además dormía con un pijama nada seductor,<br />
pero de una tela tan fina que la luz que se filtraba<br />
por la ventana ponía de relieve sus pechos firmes, la<br />
cintura estrecha y las delicadas caderas.<br />
Entonces bajó a la tierra y se fijó en la ropa de<br />
cama y las almohadas en el sofá. Ella había dormido<br />
allí mientras él ocupaba su cama.<br />
Debía retirarse. Ningún caballero se quedaría contemplando<br />
a una mujer abandonada a sí misma contra
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una luz que casi la dejaba desnuda. Así que un largo<br />
instante después, se forzó a cerrar la puerta de la habitación.<br />
Entonces esperó unos cuantos minutos y terminó<br />
de vestirse haciendo mucho ruido. Cuando volvió a<br />
abrir la puerta, notó que ella había retirado la ropa de<br />
cama del sofá.<br />
Olympia salió de la cocina con una amable sonrisa.<br />
Llevaba un jersey, pantalones y el pelo recogido<br />
con una cinta de colores.<br />
–Buenos días –lo saludó alegremente–. ¿Cómo se<br />
siente?<br />
–Mucho mejor después de haber dormido profundamente,<br />
gracias. Bueno, gracias por todo, empezando<br />
por el hecho de haberme traído a su casa. Tenía<br />
razón en cuanto al hotel. Es un lugar lleno de gente,<br />
pero habría sido lo mismo que estar solo.<br />
–Aunque siempre habría podido pedir que le enviaran<br />
un médico –observó, divertida–. Pero no lo<br />
habría hecho. Demasiada sensatez. Y los hombres<br />
nunca hacen nada sensato.<br />
–Yo lo hago normalmente –rebatió Pietro con una<br />
mueca–. Según mi madre, ése es mi mayor problema.<br />
Vive buscándome esposa, aunque dice que mi<br />
buen juicio acaba por alejar a las candidatas. Y yo le<br />
digo que cuando esté dispuesto a casarme, buscaré<br />
una mujer tan sensata como yo, de modo que ninguno<br />
notará lo aburrido que es el otro.<br />
Olympia se echó a reír pensando que no tenía<br />
nada de aburrido. Bastaba con mirarlo, allí de pie<br />
contra la luz de la ventana, que ponía de manifiesto<br />
31
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32<br />
su intensa vitalidad masculina. También notó con<br />
alarma que le producía alegría el hecho de que no<br />
estuviera casado, aunque no debería importarle.<br />
–Tiene suerte. Conozco muchas damas aburridas<br />
que pasarían por alto algunos defectos y se interesarían<br />
por usted.<br />
–Gracias, señora –dijo con ironía.<br />
–El cuarto de baño está allí –dijo ella cuando ambos<br />
dejaron de reír.<br />
Pietro tuvo que admitir que incluso la elección de<br />
la espuma y la loción de afeitar eran perfectas. Era<br />
una mujer muy organizada y todo lo hacía bien.<br />
Aunque ése era sólo un aspecto de su personalidad.<br />
Había otro que tenía que ver con su lengua ingobernable<br />
que solía dispararse sin más, pese a sus<br />
esfuerzos por controlarla. Y ése era el aspecto más<br />
interesante, el que deseaba conocer más a fondo. No<br />
iba a ser fácil, aunque él no dejaría de intentarlo.<br />
Cuando volvió a la sala de estar, oyó que ella estaba<br />
en la cocina. Entonces echó una mirada alrededor<br />
y volvió a percibir que algo faltaba. Como ella,<br />
todo era pulcro y perfectamente ordenado. Pero,<br />
¿qué más era esa mujer? ¿Cuáles eran sus sueños y<br />
deseos? Allí no había nada que se los revelara.<br />
Pietro encontró una sola cosa que sugería una<br />
vida personal. Era la fotografía de una pareja mayor,<br />
con las cabezas unidas, que sonreía abiertamente. La<br />
mujer tenía cierto parecido con Olympia. Dedujo que<br />
serían sus abuelos.<br />
En el mismo momento que empezaba a sentir el<br />
aroma de las tostadas, llamaron al timbre.
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–¿Me hace el favor de abrir?<br />
Pietro atendió a un joven uniformado con un gran<br />
ramo de rosas, una botella de champán y dos tarjetas.<br />
–Hemos recibido esto en recepción para la señorita<br />
Lincoln. Todos los años le envían una gran cantidad<br />
de cosas para San Valentín.<br />
–De acuerdo, yo se las entregaré.<br />
Entre las hermosas y perfumadas flores había una<br />
tarjeta que decía: «Para la única, la niña que transformó<br />
el mundo».<br />
–Parece que es usted muy popular –comentó con<br />
asombro al ver su expresión cuando le entregó las rosas.<br />
Su sonrisa era hermosa, tierna, llena de amor–.<br />
¿De quién son? –Pietro no pudo resistirse a preguntar.<br />
–¿La tarjeta viene sin nombre?<br />
–Así es.<br />
–Bueno si esa persona desea mantener su identidad<br />
en secreto, ¿quién soy yo para impedírselo?<br />
–dijo con ligereza–. Y ahora vamos a desayunar.<br />
33
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CAPÍTULO3<br />
CONSIDERANDO el estado en que dejé su coche<br />
bien podría haberme abandonado a mi<br />
suerte –comentó Pietro mientras tomaban café.<br />
–Es verdad. Y no sé por qué no lo hice.<br />
–Tal vez sea una persona de buen corazón, capaz<br />
de perdonar.<br />
Ella reflexionó unos segundos.<br />
–Debe de haber otra razón, porque yo no soy así.<br />
¿Cómo ocurrió el accidente?<br />
–Olvidé que los ingleses conducen en sentido contrario.<br />
–¿Entonces pasa mucho tiempo en Italia?<br />
–Sí. Aunque en muchos lugares me siento como<br />
en casa.<br />
–Trabaja para Leonate, ¿por eso se encuentra aquí?<br />
–Algo así –respondió vagamente.<br />
–¿Y tiene que presentarles un informe?<br />
–Tendré que hacerlo aunque, por el bien de mi<br />
dignidad, no mencionaré lo que ocurrió ayer entre<br />
nosotros. Créame que no era mi intención tenderle<br />
una trampa. Lo que sucede es que tengo un sentido<br />
muy peculiar del humor.<br />
–Y yo no lo tengo en absoluto.
Omn Mini 21-2 31/10/12 11:32 Página 35<br />
–En el informe voy a escribir: «Carece de sentido<br />
del humor. Un problema que habrá que considerar<br />
posteriormente, tal vez en una cena».<br />
–¡Váyase de aquí! –exclamó, riendo a su pesar.<br />
–¿Literalmente?<br />
–No, primero termine de desayunar.<br />
Ambos sonrieron.<br />
–Entonces, ¿qué me dice de cenar juntos? ¿Puedo<br />
reservar mesa en el hotel Atelli?<br />
Olympia se quedó impresionada al oír el nombre<br />
del hotel más nuevo y lujoso de Londres.<br />
–Es una idea maravillosa, pero sólo si se encuentra<br />
suficientemente repuesto para salir.<br />
–Estoy bien. Tendremos que ocuparnos de los coches.<br />
¿Dónde suele revisar el suyo?<br />
–Lo llevo a un taller no lejos de aquí. ¿Está seguro<br />
de que desea pagar los daños?<br />
–Totalmente –dijo con firmeza–. Y ahora hablemos<br />
de otra cosa. ¿No va abrir sus tarjetas de San<br />
Valentín?<br />
Pietro había decidido no volver a tocar el tema,<br />
pero parecía que su voluntad se había debilitado de<br />
modo lamentable.<br />
–¿Por qué no? –respondió ella, y abrió las dos<br />
tarjetas lentamente. Eran reproducciones de flores,<br />
aunque ninguna llevaba mensaje. Sin embargo, su<br />
rostro se volvió tierno, suave, mientras las miraba<br />
con una sonrisa encantadora.<br />
–Está claro que conoce a las personas que le han<br />
enviado las tarjetas.<br />
–Por supuesto.<br />
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36<br />
–Y ambos deben de sentirse muy seguros de…<br />
bueno…<br />
–Los quiero mucho y ellos lo saben.<br />
–Claro, es lo que me figuré. Pero, ¿no es un poco<br />
complicado?<br />
–¿Por qué habría de serlo?<br />
–¿Ellos se conocen?<br />
–Desde luego que sí. ¿Por quién me toma?<br />
–¿Y cuál de los dos le ha enviado las flores?<br />
Ella se encogió de hombros maliciosamente.<br />
Cuando Pietro se hubo marchado al dormitorio,<br />
Olympia, con su móvil en la mano, se encerró en el<br />
cuarto de baño y marcó rápidamente un número de<br />
teléfono.<br />
–¿Diga? –oyó que contestaba una voz familiar.<br />
–¿Papá? Son realmente hermosas.<br />
–Ah, ya llegaron las flores.<br />
–Y las tarjetas también. Son preciosas, pero ambos<br />
estáis locos –dijo con una risita–. ¿A qué padres<br />
se les ocurre enviar tarjetas a su hija para el día de<br />
San Valentín?<br />
–Bueno, como te decíamos en una de ellas, tú nos<br />
cambiaste el mundo al nacer, cuando ya habíamos<br />
perdido las esperanzas de tener un hijo. Espera,<br />
mamá quiere hablar contigo.<br />
–¿Te han gustado, cariño? –oyó la voz alegre de<br />
su madre.<br />
–Un gesto encantador, mamá. ¿Y tú?<br />
–También me han enviado rosas. Y el próximo<br />
año tal vez haya un hombre que te regalará flores<br />
para San Valentín. Oh, sé que dijiste que nunca más,
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pero tu padre y yo cruzamos los dedos para que se<br />
cumplan nuestros deseos.<br />
–No te hagas demasiadas ilusiones, mamá. Te casaste<br />
con el único tipo decente que quedaba en el<br />
mundo. Aunque, a decir verdad, aquí hay un tipo<br />
–añadió de pronto, en tono travieso.<br />
–¿Quieres decir que un hombre ha pasado la noche<br />
contigo?<br />
–Sí.<br />
–¿En tu cama? –preguntó con alegría.<br />
–Deberías ser más puritana, mamá, ya casi tienes<br />
setenta años.<br />
–Una debe adaptarse a los tiempos que le toca vivir.<br />
¿En tu cama? –insistió.<br />
–Sí, en mi cama; pero no te emociones demasiado.<br />
Hay una sola en mi apartamento y se la cedí. El<br />
tipo sufrió un ligero accidente y yo lo traje aquí para<br />
cuidarlo, eso es todo.<br />
–¿Es guapo?<br />
–Eso no tiene nada que ver.<br />
–¡Tonterías, cariño! Tiene todo que ver –afirmó<br />
su madre.<br />
–Bueno, sí. Lo es.<br />
–¿Y qué ha comentado sobre las flores y las tarjetas?<br />
–Se ha mostrado… interesado.<br />
–¿No le habrás dicho que las han enviado tus padres,<br />
verdad?<br />
Al oír esas palabras, Olympia dejó escapar una<br />
risita.<br />
–No. Eso lo aprendí de ti.<br />
37
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38<br />
–Muy bien hecho. Mantenlo en la duda. Me parece<br />
maravilloso. Voy a contárselo a tu padre. ¿Volverás<br />
a verlo?<br />
–Cenaremos juntos esta noche.<br />
–¡Harold! ¡Adivina! –chilló su madre–. Buena suerte,<br />
cariño.<br />
Cuando Olympia cortó la comunicación se sintió<br />
más contenta, como siempre cuando hablaba con sus<br />
padres.<br />
No podía imaginar cómo esa pareja había llegado<br />
tan lejos sin descubrir que el amor y el matrimonio eran<br />
cosa de necios. Olympia no podía olvidar lo que había<br />
aprendido. Los sentimientos más elevados no eran para<br />
ella. Actualmente, en su vida sólo cabía la ambición y<br />
sus deseos de diversión. Y esa noche iba a disfrutar de<br />
ambas cosas. Jack Cayman era una compañía encantadora<br />
y, lo más importante, se movía en el centro del poder.<br />
Seguro que conocía a Pietro Rinucci y podría decirle<br />
cómo alcanzar la meta que se había propuesto.<br />
De pronto, sintió un leve remordimiento de conciencia<br />
al pensar que actuaba mal con él, pero sólo<br />
duró un instante.<br />
Mientras reunía sus pertenencias, Pietro oyó de<br />
pronto la voz de su conciencia: «Deberías avergonzarte<br />
de ti mismo».<br />
–Es sólo una broma que se me ha ido un poco de<br />
las manos. Le diré la verdad en el momento apropiado,<br />
digamos, en la segunda copa de champán. Y<br />
ahora, ¡cállate! –murmuró.
Omn Mini 21-2 31/10/12 11:32 Página 39<br />
–¿Está seguro de que puede conducir? –preguntó<br />
Olympia cuando él se marchaba.<br />
–Claro que sí. Esta noche pasaré a buscarla vestido<br />
con mis mejores galas. Hasta pronto.<br />
Mientras conducía al hotel, otra vez oyó la vocecita<br />
en su interior: «Ése no es modo de comportarse.<br />
¿Qué diría la Mamma si lo supiera?».<br />
–Siempre me dice que alguna vez debería hacer<br />
tonterías. Y ahora es el momento –murmuró.<br />
Como él había hablado de sus «mejores galas»,<br />
Olympia se decidió por un vestido largo de terciopelo,<br />
ajustado en la cintura y con un amplio escote.<br />
Luego se puso un collar y pendientes de oro y unas<br />
delicadas sandalias de tacón alto.<br />
Había comprado ese atuendo para una futura celebración,<br />
¿una promoción tal vez?, pero esa noche<br />
era el comienzo de una nueva vida, así que todo estaba<br />
permitido.<br />
Luego se peinó con el cabello hacia atrás, pero<br />
menos tirante que de costumbre, para no dar impresión<br />
de severidad.<br />
Cuando él llegó a su piso, sus ojos brillaron al<br />
verla, aunque se limitó a sonreír sin decir nada.<br />
Ella se permitió hacer lo mismo. No tenía derecho<br />
a estar tan atractivo con ese esmoquin y la corbata<br />
de lazo.<br />
Luego la llevó hasta un coche nuevo.<br />
–¿La empresa de alquiler se lo cambió por otro?<br />
–preguntó, incrédula.<br />
39
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40<br />
–Logré convencerlos. ¿Cómo le fue en el taller<br />
de reparaciones?<br />
–El coche no sufrió demasiados daños. Les dije<br />
que me enviaran la factura, como acordamos.<br />
–Por supuesto. El lunes por la mañana haré una<br />
transferencia a su banco.<br />
–No hace falta. Puede darme un talón.<br />
Pietro murmuró una vaguedad y cambió de tema.<br />
Empezaba sospechar que no estaba hecho para una<br />
doble vida. Había que estar pendiente de muchas cosas<br />
a la vez. A través de la empresa conseguiría el<br />
número de la cuenta bancaria de Olympia y le depositaría<br />
el dinero en efectivo para evitar dar su nombre.<br />
Esa noche pudo haberla invitado a cenar a su<br />
hotel, pero ahí lo conocían como Pietro Rinucci, así<br />
que descartó la idea. También pagaría la cena en<br />
efectivo.<br />
Y en el futuro se comportaría con honradez. Era<br />
menos fatigoso.<br />
Llegaron al Atelli tomados del brazo y un camarero<br />
los condujo a la mesa. Olympia pensó que era<br />
bueno ser tratada como una reina. Ese hombre sabía<br />
cómo agasajar y valorar a una mujer. Por un instante<br />
revoloteó en su mente la idea de que la velada sería<br />
perfecta si en lugar del señor Cayman su acompañante<br />
fuera el mismo Pietro Rinucci, pero de inmediato<br />
desalojó el pensamiento de su mente. Esa noche<br />
sería una especie de «tiempo muerto» junto a un<br />
hombre encantador. Nada más que eso.<br />
Cuando sirvieron el caviar y el vino, él alzó su<br />
copa y Olympia hizo lo propio.
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–Brindemos por una hermosa velada… sin obligaciones.<br />
Ella se sobresaltó al oír el desconcertante eco de<br />
sus propios pensamientos.<br />
–Sin obligaciones –repitió lentamente, mientras<br />
chocaban las copas–. ¿De qué región de Inglaterra es<br />
usted?<br />
–De la zona norte de Londres. Es probable que<br />
uno de estos días me dé una vuelta por allí. Mi padre<br />
falleció hace muchos años, pero todavía me quedan<br />
algunos familiares y quiero visitarlos.<br />
–¿Y cómo es que vive en Italia?<br />
–La verdad es que voy y vengo. Tengo familia<br />
allí y en ambos países me siento como en casa, aunque<br />
Italia es más cálida, especialmente Nápoles.<br />
–Nápoles… un nombre tan sugerente…<br />
–Nápoles… pilluelos corriendo por callejuelas<br />
empedradas. No me diga que es una enamorada de<br />
los mitos románticos.<br />
–No –replicó con rapidez–. Los mitos sencillamente<br />
entorpecen la realidad.<br />
–Puede que estemos demasiado inmersos en la<br />
realidad –murmuró–. Espero que pronto pueda viajar<br />
a Nápoles.<br />
–Ojalá fuera posible –suspiró ella.<br />
–Si desea lograr algo en la nueva empresa tiene<br />
que familiarizarse con todo lo que es italiano; tal vez<br />
podría empezar por aprender el idioma.<br />
Ella replicó de inmediato con un breve discurso<br />
en un italiano bastante bueno. Pietro se quedó impresionado.<br />
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42<br />
–Eso está muy bien. Se ve que ha trabajado.<br />
–Sí, desde que supe que su empresa iba a ser importante<br />
para nosotros. A partir de ese momento,<br />
quise ser la primera en negociar con ellos.<br />
La intensidad de su voz y el brillo de sus ojos impactaron<br />
a Pietro.<br />
–Me parece que Leonate debería andarse con cuidado<br />
–comentó sonriendo–. Antes de darse cuenta,<br />
usted ya se habrá hecho con el negocio. Tal vez debería<br />
advertirles, porque no sé si sería prudente contratarla.<br />
–Todo es cuestión de actuar con acierto y convencer<br />
al hombre adecuado si quiero lograr mi objetivo.<br />
–¿Y quién es el hombre adecuado?<br />
Olympia respiró a fondo.<br />
–Pietro Rinucci.<br />
–¿Quién? –preguntó sobresaltado.<br />
–Pietro Rinucci. Hasta yo sé que es el mandamás<br />
de Leonate Europa.<br />
–Pero usted lo odia. No olvide que ayer lo más<br />
amable que dijo sobre él fue: «Al diablo con Pietro<br />
Rinucci».<br />
–No fueron más que palabras –explicó con impaciencia–.<br />
Ahora hablamos de negocios serios. Aunque<br />
para mí será más difícil ya que no se encuentra<br />
aquí. Me imagino que no se molestó en venir a Inglaterra<br />
porque no somos lo suficientemente importantes<br />
como para merecer una atención personal.<br />
–Veo que no hace nada por complacer a mi ego<br />
–se quejó.
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–No quise decir…<br />
–Sea valiente y admítalo. Considera que han enviado<br />
a un subalterno de poca monta como yo en<br />
vista de que el señor Rinucci no tiene tiempo de visitar<br />
su adquisición inglesa.<br />
–En absoluto. Lo envió porque usted es inglés y<br />
por tanto capaz de comprender cómo se mueve esta<br />
empresa.<br />
–Gracias, aunque está claro que no siente lo que<br />
dice –replicó sonriendo.<br />
Aunque Olympia se echó a reír, no lo negó.<br />
–No llegaría demasiado lejos si ahora intento impresionarlo.<br />
Ya es demasiado tarde. Usted ya conoce<br />
lo peor de mí. Pero él no. No se lo dirá, ¿verdad?<br />
–No diré nada, a menos que él me pregunte directamente<br />
sobre usted. Aunque estoy seguro de que no<br />
lo hará.<br />
–Muy bien, entonces intentaré hacer caer al león<br />
en mi trampa.<br />
–¡Enhorabuena! –exclamó, admirado–. Veo que<br />
piensa utilizarme para practicar hasta que aparezca<br />
la verdadera presa.<br />
Ella lo miró con los ojos brillantes de júbilo.<br />
–No le importa, ¿verdad?<br />
–Al menos me lo pregunta. Muy amable de su<br />
parte. Aunque daría lo mismo si dijera que me importa.<br />
–Siempre puede negarse.<br />
–Voy a considerar esa posibilidad.<br />
–Supongamos que usted está de mi parte y me<br />
ayuda. Discretamente, desde luego.<br />
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–¿Ayudarla? –preguntó con fundada precaución.<br />
–Sí, información confidencial, consejos prácticos,<br />
cosas de ese género. Podríamos formar un buen<br />
equipo.<br />
–Un equipo implica igualdad en los tratos, ventajas<br />
para ambas partes. ¿Qué obtengo yo de eso?<br />
–¿Y qué querría obtener?<br />
Sin saber qué decir, Pietro guardó silencio.<br />
–Es usted una mujer malvada –dijo finalmente en<br />
tono apreciativo–. Inteligente, astuta, manipuladora<br />
y tramposa.<br />
–No, no soy tramposa –rebatió al tiempo que<br />
ponía un dedo sobre los labios de Pietro–. Soy absolutamente<br />
franca en cuanto a lo que quiero y lo<br />
que haré para conseguirlo. A eso se le llama honradez.<br />
No me convierte en una persona grata, pero sí<br />
sincera.<br />
–¿Qué entiende por información confidencial?<br />
–Respuestas a preguntas como, por ejemplo, cuál<br />
es la mejor forma de abordar a Rinucci, qué tipo de<br />
mujer prefiere...<br />
–El de su mujer. Lleva casado doce años, tiene<br />
cinco hijos y ella es muy celosa.<br />
–Eso no es cierto. Cedric me dijo que era soltero.<br />
–Así que ha estado sonsacándole información.<br />
Estoy impaciente por saber qué le ofreció a cambio.<br />
–Lo de siempre –murmuró, evitando su mirada.<br />
–¿Y qué es lo de siempre? –preguntó al tiempo<br />
que intentaba aplacar su inquietud.<br />
–Satisfacer el deseo de su corazón. No hay otra<br />
forma.
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–¿Y cuál fue el deseo de Cedric? –preguntó con<br />
una sonrisa desolada.<br />
–Completar su colección de videos sobre dinosaurios.<br />
Verá, le faltaba uno y afortunadamente mi<br />
padre lo tenía. Así que hice una copia para él.<br />
–¿Dinosaurios?<br />
–Eso es –dijo con los ojos muy abiertos y una mirada<br />
inocente–. ¿Qué se había imaginado usted?<br />
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CAPÍTULO4<br />
PIETRO tardó en calmarse tras el acceso de<br />
risa. Luego sacudió la cabeza al tiempo que la<br />
miraba con deleite.<br />
–Debería avergonzarse –dijo ella con severidad.<br />
–Y usted también –replicó al instante–. Dígame,<br />
¿la información de Cedric valió la pena?<br />
–No, me temo que su conocimiento es limitado.<br />
Ni siquiera pudo decirme qué aspecto tiene el señor<br />
Rinucci. «Más bien alto», fue su mejor respuesta.<br />
Así que se lo pregunto a usted. ¿Es atractivo? ¿Cuáles<br />
son sus preferencias? Vamos, dígamelo.<br />
–¿Intenta seducirlo? –preguntó evitando mirarla.<br />
–Por supuesto que no. Seré más sutil. La seducción<br />
sólo sirve para complicar las cosas. Por lo demás, ¿a<br />
qué se refiere exactamente cuando habla de seducción?<br />
–Me desilusionas, Olympia –dijo tuteándola por<br />
primera vez –. Sabes muy bien a qué me refiero. Admítelo.<br />
No lo has pensado a fondo.<br />
–¿Que no lo he pensado? Si supieras la cantidad<br />
de horas que he dedicado al tema... Verás, hay muchas<br />
clases de seducción.<br />
–No. Hay una sola y deberías aclararte antes de<br />
intentar dar caza a ese hombre. Seguro que querrá
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algo más que un simple video de dinosaurios. ¿Hasta<br />
dónde estas dispuesta a llegar?<br />
–No tan lejos como piensas. ¿Por quién me tomas?<br />
–Por una mujer dispuesta a anteponer su ambición<br />
a cualquier cosa, como el amor, la felicidad,<br />
como ser tú misma.<br />
–Depende de lo que entiendas por ser uno mismo.<br />
Para mí significa ser una ganadora. Quiero impresionar<br />
a Rinucci con mis conocimientos sobre negocios,<br />
mi capacidad para expresarme en su idioma<br />
y mi compromiso total con el trabajo.<br />
–¿Y no vas a utilizar tus tretas femeninas para<br />
nada?<br />
Ella hizo un leve movimiento de hombros.<br />
–Puede que prefiera otro tipo de mujer.<br />
–A él le gustan todas –replicó Pietro, olvidando<br />
la prudencia–. Es peligroso.<br />
–¿Peligroso? ¿En qué sentido? –preguntó con ansiedad.<br />
Él se estrujó el cerebro buscando la manera de<br />
describir su otro yo. La situación le empezaba a parecer<br />
muy estimulante.<br />
–Es mujeriego, un hombre incapaz de discriminar.<br />
Si tienes algo de sentido común, te sugiero que<br />
no te enredes con él.<br />
–Me encantan los desafíos.<br />
–Él no será un desafío. Es demasiado fácil atraerlo<br />
en ese sentido. ¿Y qué sucedería después?<br />
–Entonces pasaría al plan B.<br />
–Lo tienes todo calculado –observó con ironía.<br />
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48<br />
–Hay que calcular para conseguir lo que se quiere.<br />
–¿Y Pietro Rinucci es lo que quieres?<br />
–No a él personalmente. Lo único que deseo es<br />
poder e influencia.<br />
–¿Y su dinero?<br />
–En absoluto –negó rotundamente–. Soy capaz<br />
de ganar mi propio dinero.<br />
–No logro entender lo que pretendes verdaderamente.<br />
¿Por qué no nos olvidamos de Rinucci? –sugirió,<br />
un tanto inquieto–. En tu razonamiento tan pragmático<br />
hay contradicciones que tendrás que considerar<br />
posteriormente, pero preferiría no desperdiciar esta velada<br />
hablando de ese tema.<br />
–¿Qué contradicciones? –inquirió al instante.<br />
Pietro se rindió tras un suspiro.<br />
–Para empezar, mantienes una corte de novios<br />
bailando en la cuerda floja.<br />
–No tengo novios. Bueno… –pareció reconsiderar–,<br />
al menos no por el momento.<br />
–¿Admiradores entonces? ¿Qué me dices de las<br />
tarjetas y del ramo de rosas?<br />
Olympia se echó a reír repentinamente, con auténtico<br />
regocijo.<br />
–No me creerás si te lo cuento.<br />
–Inténtalo.<br />
–Eran de mis padres.<br />
–«Para la única, la niña que transformó el mundo»<br />
–citó él.<br />
–Cuando yo llegué al mundo, ellos llevaban casados<br />
veinte años y ya habían perdido la esperanza de
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tener un hijo. Hasta donde alcanzo a recordar, siempre<br />
me han enviado tarjetas con mensajes similares<br />
el día de San Valentín. Son un encanto. Ésa es la verdad.<br />
¿No viste la foto que hay en la estantería de los<br />
libros?<br />
–Sí, aunque pensé que eran tus abuelos.<br />
–Tienen casi setenta años.<br />
–¿Por qué no me lo dijiste esta mañana?<br />
–Porque me pareció divertido. No me importa<br />
que me consideren una mujer con una corte de admiradores.<br />
–Señorita Lincoln, veo que te gusta tomarle el<br />
pelo a la gente.<br />
–Claro que sí, es muy útil. Al principio, las tarjetas<br />
pusieron muy nervioso a mi marido. Y al final,<br />
nunca estuve del todo segura de que realmente creyera<br />
que eran de mis padres.<br />
–¿Al final? ¿Eres viuda?<br />
–Oh, no. David todavía está vivo. Unas cuantas<br />
veces estuvo al borde de un súbito final, pero resistí<br />
la tentación.<br />
–Se impuso la mejor parte de ti misma.<br />
–No existe en mí una mejor parte –afirmó alegremente–.<br />
Simplemente no valía la pena. Con la suerte<br />
que tengo, seguro que me habrían descubierto, así<br />
que le perdoné la vida.<br />
Cuando terminó de hablar, se encogió de hombros<br />
como si el asunto fuera demasiado trivial para<br />
continuar hablando de ello, aunque Pietro intuyó que<br />
allí había todo un mundo esperando que alguien lo<br />
descubriera.<br />
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50<br />
–Presumo que no merece vivir.<br />
–No quiero ser injusta. Realmente no era el monstruo<br />
que yo percibía. Me dije a mí misma que el amor<br />
podía solucionarlo todo y luego lo culpé cuando la<br />
relación fracasó. Nos casamos demasiado jóvenes. Él<br />
tenía veintiún años y yo dieciocho. Supongo que ambos<br />
cambiamos con el tiempo, o tal vez descubrimos<br />
quienes éramos realmente.<br />
–No creo que siempre hubieras sido así. Eres el<br />
resultado de lo que él te hizo.<br />
–Me enseñó muchas cosas; entre ellas, el valor<br />
del egoísmo absoluto. Es la única forma de progresar.<br />
Hay que fijarse un objetivo y avanzar directamente<br />
hacia él.<br />
Pietro a menudo se había dicho aquello a sí mismo.<br />
Pero no podía soportar que ella se hiciera eco de<br />
su propia crueldad.<br />
–No hables así –dijo mientras le tapaba la boca<br />
con un dedo.<br />
–Tienes razón –Olympia movió los labios bajo el<br />
dedo–. Es demasiado revelador, ¿verdad? Frente a<br />
los demás tendré que presentarme con mi cara más<br />
amable. Afortunadamente no tengo que fingir ante ti.<br />
Podemos ser sinceros el uno con el otro. ¿Qué pasa?<br />
–preguntó al notar su repentina inquietud.<br />
–Nada –contestó rápidamente–. El camarero quiere<br />
traernos el segundo plato.<br />
La mención de la palabra sinceridad recordó a<br />
Pietro que no estaba jugando limpio, aunque al mismo<br />
tiempo lo invadió la estimulante sensación de<br />
haber encontrado una nueva forma de sinceridad.
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Había bajado las defensas como nunca en su vida y<br />
su corazón estaba abierto a Olympia. ¿No era eso lo<br />
que Hope intentaba decirle todo el tiempo?<br />
–Así que tu marido te enseñó las grandes virtudes<br />
del egoísmo.<br />
–Debo decir que aprendí con rapidez.<br />
A Pietro le dolió que se difamara a sí misma,<br />
aunque le pareció que utilizaba esa actitud como un<br />
escudo contra el mundo.<br />
–¿Y quisiste tener hijos?<br />
Ella tardó en responder.<br />
–Yo quería tener hijos suyos. Antes de casarme<br />
con David, no sentía en mí el instinto maternal. Pero<br />
con él cambié de idea. Lo que más deseaba en el mundo<br />
era ser su esposa y madre de sus hijos. Pero para<br />
David nunca llegaba el momento adecuado. Alegaba<br />
que éramos demasiado jóvenes y que primero había<br />
que hacer otras cosas. Y yo accedí a todos sus deseos.<br />
Me pareció que era lo justo a cambio de su amor.<br />
–Pero no te amaba –comentó Pietro, con suavidad.<br />
–Es cierto –murmuró con la mirada perdida pensando<br />
en el hombre que había amado con tanta intensidad–.<br />
Yo fui útil para él durante un tiempo. Solía<br />
llevar ropa muy cara porque tenía que dar una<br />
buena impresión en su trabajo. Y yo compraba mi<br />
ropa en tiendas económicas porque, ¿a quién le importaba<br />
mi aspecto?<br />
–¿A él no?<br />
–Deberías haberlo oído. Se expresaba muy bien.<br />
«Querida, no importa como te vistas. Para mí siempre<br />
estás hermosa». ¿Qué sucede?<br />
51
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52<br />
Pietro se había tapado los ojos con las manos.<br />
–No puedo soportarlo –dijo, angustiado–. Qué<br />
historia tan mezquina. Pensé que estaba muerta y sepultada<br />
hacía mucho tiempo.<br />
–Bueno, ha surgido de la tumba –contestó ella con<br />
aspereza–. La verdad es que David me tenía hipnotizada.<br />
Si un hombre es tan increíblemente atractivo<br />
como él, es imposible creer que no sea más que un<br />
pobre tipo –añadió al tiempo que miraba pensativamente<br />
su copa, como si intentara tomar una decisión.<br />
Estaba a punto de contar su más penoso secreto a<br />
un hombre que sólo conocía del día anterior. Aunque<br />
su instinto le decía que era un amigo y que podía<br />
confiar en él.<br />
–¿Y qué sucedió después? –preguntó Pietro con<br />
suavidad.<br />
–En una ocasión, David tuvo que presentar un<br />
proyecto de mercado para la empresa en la que ambos<br />
trabajábamos –prosiguió con una débil sonrisa–.<br />
Mi puesto era muy inferior al suyo, pero conocía el<br />
tema y lo ayudé a hacerlo. Debo decirte que las mejores<br />
ideas fueron mías. De hecho, también fui autora<br />
de la exposición y presentación. Pero él se las ingenió<br />
para convencerme de que el talento era suyo y<br />
de que yo sólo servía para el trabajo superficial.<br />
–Entonces te robó las ideas y las utilizó para<br />
acender, ¿verdad?<br />
–Exacto. No tardaron en nombrarlo subdirector<br />
de la empresa. Así fue como conoció a la hija del director,<br />
que también trabajaba en la compañía.<br />
–Entiendo.
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–Un día subí a su despacho para darle una sorpresa.<br />
Habíamos discutido y quería hacer las paces con<br />
él. Rosalie estaba allí, inclinada sobre la mesa, con<br />
la cabeza junto a la de David. Con el ceño fruncido,<br />
me preguntó quién era yo. Le dije que era la mujer<br />
de David y ella profirió un grito ahogado. Él no le<br />
había dicho que estaba casado. Nadie en la firma lo<br />
sabía. Éramos los Smith, un apellido tan corriente<br />
que a nadie se le ocurrió relacionarnos. Esa noche<br />
llegó tarde a casa. Yo había pasado todo el día llorando.<br />
Tuvimos una gran disputa. En un momento le<br />
dije que cómo se atrevía a fingir que yo no existía.<br />
«¿Y por qué tendría que mencionarte?», fue su respuesta.<br />
Poco después nos divorciamos y él se casó<br />
con Rosalie. Desde entonces no ha dejado de ascender<br />
en su carrera.<br />
–Desde luego. El yerno del jefe siempre llega a la<br />
cumbre.<br />
–Su suegro es un hombre rico y poderoso. David<br />
ya tiene dos hijos. Una amiga que los vio dice que<br />
son hermosos.<br />
–Y tenían que haber sido tuyos, ¿verdad?<br />
Olympia enmudeció.<br />
–No, desde luego que no –dijo cuando se recuperó–.<br />
Tras el divorcio, prometí que ésas serían las últimas<br />
lágrimas de mi vida. Entonces volví a llevar<br />
mi apellido de soltera. Y ahora estoy decidida a labrarme<br />
un futuro mejor –afirmó. Pietro no supo qué<br />
decir. Olympia hablaba con ligereza, pero era indudable<br />
que estaba muy emocionada–. Y ésa es la historia<br />
de mi vida.<br />
53
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54<br />
–No, no es tu vida, sólo ha sido una mala experiencia.<br />
No todos los hombres son como tu marido.<br />
Ciertos hombres tenemos algunas virtudes compensatorias.<br />
–Desde luego que sí. Me gustan los hombres. Disfruto<br />
de su compañía, aunque confieso que siempre<br />
estoy a la espera del momento en que enseñen su verdadero<br />
rostro.<br />
–Supongamos que descubres su verdadero rostro<br />
desde el primer momento.<br />
–¿Es que alguno lo hace? ¿Tú, por ejemplo?<br />
–Sí, pero olvidémoslo –se apresuró a responder–.<br />
Prefiero que hablemos de ti.<br />
–¿Por qué? ¿Es que tienes una verdad terrible que<br />
ocultar?<br />
Pietro sintió la salvaje tentación de decirle que la<br />
verdad sobre él era algo que ella no creería.<br />
–Háblame de la nueva Olympia, la que asegura<br />
que el amor es una insensatez.<br />
–Bueno, al menos sabe que hay que ser realista<br />
en cuanto al amor.<br />
–Creo que podrías perder mucho con esa creencia.<br />
–¿No piensas que para evitar riesgos estúpidos la<br />
cabeza debería regir sobre el corazón?<br />
–No, de ninguna manera –respondió, horrorizado.<br />
–A la mayoría de los hombres les gusta que los<br />
admiren por su cerebro y su sentido común.<br />
–Te has dado cuenta, ¿no? –dijo, otra vez de buen<br />
humor–. ¿Eso aparece en la lista de las técnicas efectivas<br />
que vas a utilizar contra Rinucci?
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–¿Es lo suficientemente listo para que la admiración<br />
por su inteligencia sea convincente?<br />
–Personalmente siempre lo he considerado algo<br />
estúpido.<br />
–¿En qué sentido?<br />
–En todos.<br />
–Bueno, eso ya es un comienzo. La verdad es que<br />
no estaba preparada para una charla tan prometedora.<br />
–Siempre debes estar preparada. Nunca se sabe<br />
dónde puede conducir una conversación. Si vas a<br />
utilizar alguna técnica, hazlo con prudencia. Incluso<br />
un memo como Rinucci podría darse cuenta.<br />
–¿De veras? ¿Qué edad tiene?<br />
–Más o menos la mía.<br />
–Muy joven para su posición.<br />
–La influencia de su familia ha tenido mucho que<br />
ver en ello –comentó Pietro sacrificando despiadadamente<br />
su propia reputación.<br />
–¿Cómo viste?<br />
–Le encanta vestir bien. Tiene más dinero que sentido<br />
común. Ah, olvidé que no te interesa su dinero.<br />
–Así es. Sólo quiero encontrarme con él, atarlo<br />
con una cuerda y marcarlo a hierro.<br />
–Y llevarlo a un estado de total sumisión.<br />
–Tú lo has dicho. Y entonces…<br />
–Olympia, ¿sería posible dejar el tema de Pietro<br />
Rinucci? Realmente no es un hombre muy interesante<br />
–pidió lastimeramente.<br />
–Lo siento. Tenía que haber pensado que a ti no<br />
te interesa.<br />
55
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56<br />
La llegada del camarero con la lista de postres lo<br />
salvó de responder, y de ahí en adelante Pietro se las<br />
ingenió para hablar de otros temas.<br />
Más tarde, de vuelta a casa, conversaron relajadamente<br />
un rato y casi al final del trayecto se quedaron<br />
en silencio.<br />
Cuando Pietro aparcó ante el bloque de apartamentos,<br />
se volvió a mirarla y descubrió que estaba<br />
dormida.<br />
Su respiración era suave y regular como la de un<br />
niño y tenía el rostro relajado. Incluso había una leve<br />
sonrisa en sus labios. Él se acercó más a ella y contempló<br />
arrobado las largas pestañas sobre los pómulos.<br />
Si hubiera sido otra mujer, la habría besado hasta<br />
que sus labios se hubieran entreabierto. Luego la habría<br />
estrechado entre sus brazos. Y entonces habrían<br />
subido al apartamento cerrando la puerta tras ellos.<br />
Sin embargo, precisamente con esa mujer la pasión<br />
estaba prohibida. Sólo cabía la ternura, así que<br />
le tomó la mano suavemente y la contempló largos<br />
minutos hasta que ella abrió los ojos.<br />
–Creo que deberías subir a tu casa. No te importa<br />
si no te acompaño a la puerta, ¿verdad? –murmuró<br />
con voz trémula.<br />
Luego se quedó mirándola hasta que entró en el<br />
edificio y mantuvo los ojos fijos en sus ventanas hasta<br />
que las luces se encendieron. Entonces se alejó rápidamente.
Omn Mini 21-2 31/10/12 11:32 Página 57<br />
CAPÍTULO5<br />
AL AMANECER, Olympia se sumió en una<br />
especie de duermevela, como si estuviera en<br />
algún tipo de limbo donde no había datos ni<br />
cifras, sólo incertidumbres y sentimientos; aunque<br />
eran dulces; tal vez más dulces por ser indefinidos.<br />
Cuando él le tomó la mano la noche anterior,<br />
Olympia sintió un profundo contento, como si hubiera<br />
llegado a un lugar seguro donde habitaba la<br />
única persona que la comprendía.<br />
Por una vez, las horas que la aguardaban no estaban<br />
programadas y, las decisiones, en manos de otra<br />
persona.<br />
En el breve plazo de dos días parecía que él ya<br />
había llenado su mundo.<br />
Olympia esperaba con ilusión el momento de<br />
volver a verlo y comprobar en sus ojos que él recordaba<br />
la noche anterior.<br />
Cuando sonó el teléfono, lo atendió con verdadera<br />
ansia.<br />
–¿Olympia?<br />
–¿Jack? Sabía que eras tú.<br />
–¿Por qué? ¿El teléfono ha sonado con impaciencia?
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Ella se echó a reír. También él estaba ansioso por<br />
verla. Con toda seguridad iba a sugerir un encuentro.<br />
–Sí, con impaciencia.<br />
–Será porque estoy examinando archivos y cuentas<br />
y me alarma lo mucho que hay que hacer. Si trabajo<br />
el resto del día, creo que podré tenerlo todo listo<br />
para partir el lunes. Debería haberme marchado<br />
hoy, pero como es domingo, tendré que esperar hasta<br />
mañana.<br />
–¿Dices que te marchas? –preguntó conmocionada,<br />
tanto por sus palabras como por su tono de ejecutivo.<br />
–Necesito visitar el resto del imperio Curtis.<br />
–¿Imperio? ¿Te refieres a las otras dos pequeñas<br />
fábricas?<br />
–Así es. Me he informado sobre ellas por conexión<br />
directa y por correspondencia, y ahora quiero<br />
que me acompañes a verlas. Prepara un bolso de viaje<br />
para unos días y pasaré a buscarte mañana a primera<br />
hora. Hasta pronto.<br />
Cuando Pietro cortó la comunicación, Olympia<br />
no pudo evitar preguntarse si era el mismo hombre<br />
de la noche anterior.<br />
Cuando fue a recogerla al día siguiente, se mostró<br />
amable aunque impersonal, como si la velada que<br />
habían compartido no hubiera ocurrido nunca.<br />
Hadson’s, la primera fábrica, se encontraba en el<br />
sur. Mientras Pietro conducía, la conversación giró<br />
en torno a la marcha de la empresa. Olympia habló
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con mucho tacto, poco inclinada a ser ella quien tuviera<br />
que revelar que era demasiado pequeña para<br />
sobrevivir. Aunque él no tardaría en comprobarlo.<br />
–¿Quieres que los llame para avisar de que vamos<br />
en camino? –sugirió ella.<br />
–No, es mejor dejarse caer por sorpresa –dijo Pietro.<br />
Al cabo de otra hora de viaje, llegaron al pequeño<br />
pueblo de Andelwick y fueron directamente a la fábrica.<br />
Cuando llegaron, la sorpresa, la alarma e incluso<br />
el miedo fueron evidentes. Olympia presentó a los<br />
cuarenta miembros del personal con una alabanza dedicada<br />
a cada uno de ellos. Pietro los saludó con una<br />
sonrisa encantadora; incluso invitó a comer a los tres<br />
empleados más antiguos y se dedicó a sonsacarles información<br />
y datos con tanta sutileza que sus invitados<br />
bien podrían no haberse dado cuenta. Pero sí lo hicieron,<br />
comprobó Olympia con el corazón acongojado.<br />
–Vamos a tener que pasar la noche aquí –dijo Pietro<br />
cuando la visita hubo concluido–. ¿Hay un buen<br />
hotel en el pueblo?<br />
–No hay hoteles en este pueblo tan pequeño, pero<br />
Rising Sun es una taberna que dispone de habitaciones.<br />
Es sencilla, agradable y se come muy bien.<br />
–De acuerdo, ¿podrías reservarlas? A propósito,<br />
parece que he olvidado mis tarjetas de crédito. ¿Te<br />
importaría utilizar las tuyas? –pidió con repentina incomodidad.<br />
–Desde luego.<br />
Pietro pasó la tarde sumido en los libros de contabilidad<br />
y luego, ya cansado, casi la arrastró al Ri-<br />
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sing Sun, una casa antigua y tradicional donde ella<br />
había reservado dos habitaciones pequeñas con unas<br />
vigas de roble tan bajas que era difícil mantenerse<br />
erguido.<br />
Y tal y como Olympia había dicho, la comida era<br />
excelente.<br />
–No puedes deshacerte de esta empresa –comentó<br />
de pronto, en tono acalorado.<br />
–No es viable, Olympia. Puedes comprobarlo por<br />
ti misma. ¡Cuarenta empleados! Desde hace dos años,<br />
la fábrica ha dejado de ser rentable. El problema es<br />
que compite con Kellway’s, que se dedica a la misma<br />
línea de productos.<br />
–Lo sé, intentan dejarnos sin trabajo. Nunca debieron<br />
permitir que Kellway’s se estableciera en la<br />
misma localidad. Para ti Hadson’s no es más que una<br />
unidad de producción, ¿verdad?<br />
–Mi trabajo consiste en ver las cosas bajo ese<br />
punto de vista.<br />
–¡Y al diablo con el personal! El señor Jakes es<br />
un anciano amable y ha sido el soporte de la empresa<br />
durante largos años. ¿Y qué pasa con Jenny? Es<br />
su primer empleo y le sobra eficacia.<br />
–Sí, pero…<br />
–¿Sabías que es muy difícil encontrar trabajo en<br />
esta zona? No, desde luego que no. Todo lo que te<br />
interesa son las cuentas y el dinero.<br />
–Se supone que en eso consiste mi trabajo. Y el<br />
tuyo también.<br />
–Se trata de personas, no de cifras estadísticas.<br />
–Desgraciadamente, así son los negocios.
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–¡Al diablo con los negocios!<br />
–Si Pietro Rinucci te oyera, estarías muerta –observó<br />
con ironía.<br />
–Pero él único que me oye eres tú.<br />
–Sólo yo –repitió con una extraña inflexión en la<br />
voz que ella no alcanzó a comprender–. No se lo<br />
diré, pero tarde o temprano la verdad saldrá a la luz.<br />
–¿Qué verdad?<br />
–Que bajo esa fachada dura y calculadora que te<br />
has creado con tanto afán, se oculta un ser humano<br />
de buen corazón.<br />
–Es mentira –rebatió, furiosa.<br />
–¿Dónde obtuviste ese conocimiento tan minucioso<br />
de Hadson’s?<br />
–Una vez pasé una semana aquí.<br />
–¿Y conociste a todo el personal?<br />
–Hice un estudio detallado de la empresa, como<br />
corresponde a mis funciones.<br />
–Entonces trabaste amistad con ellos y solidarizaste<br />
con su causa, ¿verdad? –insistió, sin remordimientos.<br />
–Se supone que uno es un ser humano y no un robot.<br />
–Me temo que eso no es cierto. Tarde o temprano<br />
hay que elegir. Mi querida niña…<br />
–No me llames así. No soy tuya, no soy una niña<br />
y no soy un ser querido para ti.<br />
–¿Eso no tendría que decidirlo yo? –preguntó con<br />
suavidad.<br />
–¡Ya es suficiente! –respondió ella en el mismo<br />
tono, tras un prolongado silencio.<br />
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Él se encogió de hombros.<br />
–Como quieras. Subiré a mi habitación a pasar<br />
unas horas dedicado a la desalmada caza del dinero.<br />
Buenas noches.<br />
Olympia se quedó sola rumiando sus pensamientos.<br />
¿Cómo se le había ocurrido pensar que ese monstruo<br />
era un buen tipo?<br />
A la mañana siguiente, en lugar de ver a Pietro a<br />
la hora del desayuno, encontró una nota:<br />
Estaré muy ocupado esta mañana, pero más tarde<br />
nos reuniremos en Hadson’s. J.C.<br />
Había un borrón antes de las iniciales, como si<br />
hubiese querido escribir otra cosa. «Tal vez ni siquiera<br />
se acuerda de su nombre», pensó sin la menor<br />
caridad.<br />
La mañana en Hadson’s no fue agradable. El personal<br />
sospechaba lo peor y Olympia sólo pudo confirmarlo.<br />
–Él dice que esta empresa no es viable. Ahora<br />
todo es cuestión de tiempo. Lo siento mucho –dijo<br />
con un suspiro.<br />
–Sabemos que usted hizo todo lo que pudo –afirmó<br />
el señor Jakes y los otros corroboraron sus palabras.<br />
Olympia quiso echarse a llorar. Se sentía responsable<br />
por no haber podido salvar el puesto de cuarenta<br />
empleados que incluso hasta se mostraban agradables<br />
con ella.
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Pietro llegó a media tarde y fue recibido en medio<br />
de un denso silencio.<br />
–Siento mucho haberles hecho esperar –se excusó,<br />
al parecer ajeno a la atmósfera reinante–. Esta<br />
mañana las negociaciones me llevaron más tiempo<br />
de lo esperado debido a que el señor Kellway tardó<br />
mucho en decidirse. Aunque finalmente logró ver el<br />
aspecto positivo de la negociación.<br />
–¿Has estado en la empresa de Kellway? –Olympia<br />
preguntó, atónita.<br />
–Y la he comprado. Como no hay lugar para dos<br />
fábricas del mismo ramo, habrá una fusión. Los que<br />
quieran seguir trabajando tienen un puesto garantizado<br />
en Kellway´s. Y los otros podrán acceder al despido<br />
voluntario.<br />
Todos los ojos se volvieron a Olympia con una<br />
mirada acusadora.<br />
–Pero ella ha dicho que usted cerraría la empresa<br />
definitivamente y que nos despediría a todos.<br />
–¿Dijiste eso?<br />
–No con esas palabras –balbuceó Olympia–. Aunque<br />
tú dejaste claro…<br />
–Lo único que dejé claro fue que esta empresa no es<br />
viable, así que opté por la fusión. Y nunca hablé de<br />
despidos. Ese fue tu error. No debiste sacar conclusiones<br />
precipitadas. Bueno, antes de marcharnos queremos<br />
saber quiénes se quedan y quiénes se marchan. Señor<br />
Jakes, su puesto está asegurado. Kellway ha pedido<br />
expresamente su colaboración en la nueva empresa.<br />
Una hora más tarde, Pietro y Olympia se marchaban<br />
en medio de una aclamación general.<br />
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De vuelta a la taberna, Pietro preguntó:<br />
–¿Nos da tiempo a llegar hoy mismo a la otra<br />
empresa?<br />
–Creo que sí.<br />
Olympia condujo las tres horas que duró el trayecto<br />
a Midlands, donde encontraron un pequeño<br />
hotel, justo a tiempo para cenar.<br />
–Esta tarde me dejaste en ridículo ante los empleados<br />
–lo acusó mientras tomaban la sopa.<br />
–No fue mi intención, aunque no debiste haber<br />
hecho ese anuncio sin antes consultarme.<br />
–Nunca pensé que decidirías algo así. ¿Qué me<br />
dices si el señor Rinucci no aprueba la compra que<br />
acabas de hacer?<br />
–La aprobará.<br />
–¿Así de simple?<br />
–¿Por qué no? Es el siguiente paso lógico. Tú no<br />
lo previste porque careces de la visión adecuada, pero<br />
aprenderás.<br />
–¿Una visión adecuada para la empresa Leonate?<br />
–No, para cualquier negocio de éxito. Todavía<br />
piensas en transacciones a pequeña escala y eso no<br />
es útil con vistas a un conglomerado internacional.<br />
–¿Cómo sería posible manejarme en términos «internacionales»<br />
si todavía no puedo conocer al gran<br />
jefe?<br />
–¿Todavía sigues obsesionada con él?<br />
–Lo sabías desde el principio y nada ha cambiado.<br />
–¿Y qué ocurre con tu trato humanitario al personal<br />
de Hadson’s?
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–Fue una equivocación. No supe manejar la situación.<br />
En cambio tú sí que comprendiste bien al<br />
señor Jakes.<br />
–Así que después de todo puede que no sea un<br />
tipo sólo «datos y cifras», como me acusaste –dijo<br />
medio en broma.<br />
–¿Dije eso? No lo recuerdo.<br />
–Estás rendida. Has conducido mucho y mañana<br />
nos espera una jornada intensa. Cuando acabemos la<br />
cena nos iremos a dormir.<br />
Pese al cansancio, a Olympia le costó conciliar el<br />
sueño. Se mantuvo largo rato pendiente de los movimientos<br />
de Pietro al otro lado de la delgada pared.<br />
Estaba claro que él tampoco podía dormir. La joven<br />
se preguntó qué estaría pensando y por qué estaría<br />
tan inquieto como ella.<br />
Tras una visita bastante productiva a la otra empresa,<br />
se marcharon a Londres por la tarde temprano.<br />
–Hemos hecho un buen trabajo. ¿Qué te parece si<br />
lo celebramos esta noche? –sugirió Pietro.<br />
Olympia respondió con un suspiro de deleite.<br />
A media tarde, Pietro la dejó en su casa.<br />
–Iremos al Diamond Parrot –informó. Era la sala<br />
de fiestas más moderna y elegante de Londres–. ¿Tienes<br />
un vestido negro?<br />
–Creo que sí –respondió con cautela, a sabiendas<br />
de que no lo tenía.<br />
Pietro lo comprendió perfectamente.<br />
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–Bueno, tómate el resto de la tarde libre para asegurarte.<br />
Horas después, se puso el vestido negro de seda<br />
que había comprado. Era decididamente seductor y<br />
se ajustaba perfectamente a las caderas de la joven.<br />
Nada más verla, Pietro hizo un gesto de asentimiento.<br />
–Justo lo que imaginaba cuando compré esto –observó<br />
satisfecho mientras le entregaba una caja de<br />
terciopelo negro que contenía un colgante de diamantes<br />
y pendientes a juego–. Un premio por un trabajo<br />
bien hecho.<br />
–¿Es un obsequio de tu empresa?<br />
–Por supuesto. Acostumbramos a mimar a nuestros<br />
colaboradores más valiosos –comentó mientras<br />
Olympia se ponía los pendientes.<br />
Luego se volvió para que él le abrochara el colgante.<br />
El largo cuello, blanco y perfecto, era una invitación<br />
que Pietro no debía aceptar. Intentó cerrar el<br />
broche sin tocarla y se apartó de inmediato para evitar<br />
besarle la nuca.<br />
–Ya está. Y ahora nos vamos –dijo con la esperanza<br />
de que no le temblara la voz.<br />
Ella se volvió con el ceño ligeramente fruncido,<br />
como sorprendida. Pietro volvió la cara por temor a<br />
traicionarse. Ella nunca debía adivinar la verdad; no<br />
hasta que él estuviera preparado para hablarle. Entonces<br />
ambos reirían juntos. Y ese momento sería<br />
muy dulce. Pero no había que precipitarse, a riesgo<br />
de estropearlo todo. Pietro aún no sabía claramente<br />
qué podría significar «todo», aunque no ignoraba
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que debía cuidar cada palabra, cada paso que diera<br />
en adelante. Si hubiese sido una relación convencional,<br />
la habría estrechado entre sus brazos antes de<br />
besarla apasionadamente.<br />
De pronto, no le pareció una buena idea haberla<br />
invitado. Ella se sentaría a su lado, hermosa y radiante,<br />
y él tendría que guardar la calma.<br />
Al llegar, descubrieron que el Diamond Parrot<br />
había decidido prolongar una semana los festejos del<br />
Día de San Valentín, así que el ambiente estaba muy<br />
animado.<br />
Un camarero los condujo a una mesa junto a la<br />
pista de baile.<br />
Segura de haberlo impresionado, Olympia se sentía<br />
radiante, aunque todavía desconcertada por la manera<br />
impersonal con que había cerrado el broche de<br />
la joya. Había esperado una caricia de sus dedos en la<br />
nuca, como lo habría hecho cualquier otro hombre.<br />
–Tú no debes estar aquí. Tendrías que estar preparando<br />
el informe para Leonate Europa.<br />
–Tengo que pensar en lo que voy a decir.<br />
–No hace falta que les hables de mí como persona,<br />
sólo como mujer de negocios.<br />
–Como mujer de negocios eres impresionante.<br />
–Verás, a veces hay que utilizar un repertorio de<br />
trucos con los clientes difíciles. Uno de ellos es atraer<br />
primero la atención de la víctima con la antigua técnica<br />
de batir las pestañas. Y cuando lo tienes atontado,<br />
le das el golpe final con datos y cifras. Mira –dijo<br />
mientras subía y bajaba los párpados lentamente, con<br />
una lánguida sonrisa.<br />
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–Lo haces muy bien –comentó Pietro, embelesado–.<br />
¿Y piensas aplicar tu truco a Pietro Rinucci?<br />
–¡Otra vez Rinucci! –exclamó. «¿Por qué tiene<br />
que sacarlo a colación todo el tiempo?», pensó repentinamente<br />
enfadada–. ¿Crees que el truco surtiría<br />
efecto? Porque al parecer a ti te ha dejado impasible,<br />
así que puede que con él tampoco funcione.<br />
–Se supone que yo no debo reaccionar a esos estímulos.<br />
Sólo estoy aquí para ayudarte en tu misión<br />
en la vida.<br />
Olympia se quedó pensativa un instante.<br />
–¿Tenéis los mismos gustos?<br />
–Bastante similares –respondió al tiempo que cruzaba<br />
los dedos, deseando no haber entrado en ese juego.<br />
–Una información muy útil. A menos que…<br />
–Olympia se detuvo como si la hubiese asaltado un<br />
horrible pensamiento–. Jack, ¿tú no eres...? Porque<br />
me lo habrías dicho, ¿verdad?<br />
–¿Decirte qué?<br />
–Sabes a qué me refiero.<br />
–No, no lo sé –respondió. De hecho, sí lo sabía,<br />
pero había que hacerla sufrir, para variar.<br />
–Bueno, no eres… ¿verdad?<br />
–¿Quieres saber si soy gay? –preguntó con una<br />
sonrisa torcida–. Vaya, cualquiera que no intente<br />
abalanzarse sobre ti, necesariamente tiene que apuntar<br />
en la otra dirección, ¿no es así? Por lo demás,<br />
¿tendría alguna importancia?<br />
–Desde luego que sí. ¿Cómo podrías aconsejarme<br />
sobre él si tú…?<br />
–Puede que él también lo sea.
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–¿Y lo es?<br />
–¿Cómo puedo saberlo? Nunca le he hecho proposiciones.<br />
Ella le lanzó una mirada furibunda.<br />
–¿He estado perdiendo el tiempo?<br />
–¿No te dice nada tu intuición femenina? –preguntó.<br />
Pietro se tomaba su revancha y eso le divertía<br />
mucho–. ¿No estoy interesado o simplemente soy un<br />
perfecto caballero? Es extraño lo difícil que resulta<br />
advertir la diferencia hoy en día.<br />
–¿Disfrutas con esto, verdad?<br />
–¿Por qué no? Te has burlado de mí todo el tiempo.<br />
Ahora me toca a mí. ¿Olympia?<br />
La rapidez con que había dejado de prestarle<br />
atención habría sido cómica, si no hubiera sido decepcionante.<br />
Olympia tenía los ojos clavados en las<br />
penumbras de la pista de baile.<br />
–¿Qué ocurre? –urgió al tiempo que le apretaba<br />
la mano.<br />
–Nada, debo… debo de haberlo imaginado.<br />
–Sea lo que sea, parece haberte trastornado. ¿No<br />
me lo puedes contar?<br />
–Simplemente me pareció haber visto a un conocido,<br />
pero con esta luz tan escasa puedo haberme<br />
equivocado.<br />
–¿Quién?<br />
–Mi ex marido.<br />
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CAPÍTULO6<br />
PIETRO la miró fijamente.<br />
–¿Estás segura de que es tu ex marido?<br />
–Sí, creo que es David –aseguró.<br />
Pietro notó que temblaba.<br />
–¿Y te importa? ¿Sigues enamorada de él?<br />
–No, desde luego que no. Pero es la primera vez<br />
que lo veo desde que nos separamos. Puede que no<br />
sea él.<br />
–Pero no vas a estar tranquila hasta que lo compruebes,<br />
¿verdad?<br />
–¿Qué puedo hacer? –preguntó. La proverbial seguridad<br />
en sí misma había desaparecido por completo–.<br />
Está claro que no voy a ir a mirar.<br />
–Aunque bailando sí lo puedes hacer.<br />
–Dejémoslo. El pasado es el pasado.<br />
–Tonterías. Nunca será pasado hasta que te enfrentes<br />
a él y le ordenes que se aparte de tu camino.<br />
Sin darle tiempo a negarse, Pietro la guió hasta la<br />
pista de baile.<br />
Conmocionada, Olympia cayó en la cuenta de que<br />
al fin la abrazaba. Tantas veces que pudo haberlo hecho<br />
y tantas veces que se había resistido.<br />
–¿En qué dirección? –preguntó él.
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–Cerca de la orquesta.<br />
Poco a poco se aproximaron mientras los ojos de<br />
la joven registraban las mesas junto a la pista. Y al<br />
fin encontró lo que buscaba.<br />
Entonces se preguntó cómo pudo haberlo reconocido.<br />
David había engordado, mostraba una incipiente<br />
calvicie y había en su rostro una expresión de descontento<br />
que se reflejaba en la cara de la mujer sentada<br />
junto a él. ¡Rosalie! No le fue fácil identificar en esa<br />
mujer un tanto gruesa y estropeada a la ninfa que nunca<br />
había borrado de su memoria.<br />
–¿Es él?<br />
–Sí.<br />
–¿Y la mujer?<br />
–Rosalie, su esposa.<br />
–Hizo un mal negocio al cambiarte por ella.<br />
Olympia constató que había seis personas en la<br />
mesa. Los suegros de su ex y dos hombres más, posiblemente<br />
ejecutivos invitados de David. Uno de ellos<br />
sacó a bailar a Rosalie. A Olympia le pareció que<br />
aceptaba con una sonrisa de alivio, como si cualquier<br />
cosa fuese mejor que la compañía de su marido.<br />
Pietro y Olympia se acercaron a ellos al compás<br />
de la música. Fue en ese instante cuando Rosalie reconoció<br />
a la joven y la miró conmocionada, con la<br />
incredulidad reflejada en su rostro.<br />
Cuando acabó el baile, la pareja volvió a su puesto.<br />
Pero la orquesta no dejó de tocar y Pietro estrechó<br />
a Olympia con más fuerza, apretando sus piernas<br />
contra las de ella mientras se movían al ritmo<br />
vibrante de la música. La visión de David se desva-<br />
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neció cuando ella empezó a girar por la pista, tan<br />
unida a ese hombre que parecían formar un solo<br />
cuerpo. Olympia que todo se desvanecía a su alrededor,<br />
salvo el rostro de Pietro. Tenía que decirle que<br />
se detuviera, pero lo único que deseaba era que no<br />
parara nunca.<br />
Finalmente, el ritmo se tornó más lento y ella volvió<br />
a ver a David atento a Rosalie, que hablaba nerviosamente<br />
indicando la pista. De pronto, ambos salieron<br />
a bailar.<br />
–Ahora quiere comprobar por sí mismo si en realidad<br />
eres tú. Mira, se acerca a nosotros.<br />
–¡Oh, no! –exclamó ella involuntariamente.<br />
–¿Por qué no? Éste es tu momento de triunfo.<br />
Míralos. Tristes y avejentados antes de tiempo a causa<br />
de un exceso de compromisos y traiciones. Y mírate<br />
tú. Joven y hermosa como una sirena. Todos los<br />
hombres se vuelven a mirarte con admiración. A<br />
ellos ya nadie los admira y están amargados. Vamos<br />
a hacer que se dé cuenta de lo que desperdició y que<br />
sufra por lo que te hizo.<br />
–Tienes razón –murmuró, sorprendida de la capacidad<br />
de comprensión de ese hombre, como si sus mentes<br />
estuvieran más unidas que sus propios cuerpos.<br />
Tal como Jack había previsto, se sintió satisfecha<br />
al notar la perplejidad de David cuando la reconoció.<br />
Sus miradas se cruzaron en un momento de clamorosa<br />
victoria para ella.<br />
–Mírame –murmuró él en su oído.<br />
Ella alzó la vista y de inmediato sintió los labios<br />
de Pietro sobre los suyos. Casi tropezó por la sorpre-
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sa, pero sus brazos la sujetaban con firmeza mientras<br />
bailaban y entonces su boca se entregó a la de él, saboreando<br />
la caricia.<br />
Olympia pensó con desesperación que esa caricia<br />
no era nada importante, que él era sólo un amigo que<br />
la ayudaba a vengarse de David. Debía aceptar ese<br />
beso con la cabeza fría e ignorar las sensaciones salvajes<br />
que recorrían su cuerpo.<br />
–¿Está mirando? –murmuró contra la boca de Pietro.<br />
–No dejan de hacerlo, así que bésame otra vez,<br />
como si de verdad lo desearas.<br />
Los brazos de Olympia rodearon su cuello; con<br />
una mano en la nuca lo atrajo hacia ella y entregó<br />
todo su ser en ese beso mientras recibía la misma respuesta.<br />
Pietro le rodeaba la cintura con ambos brazos,<br />
tan estrechamente que a ella le habría sido imposible<br />
resistirse si hubiera querido, aunque no era eso lo que<br />
deseaba. Había anhelado ese contacto y, aunque su<br />
mente insistía en negar sus instintos, el deseo se apoderaba<br />
de su cuerpo con imperiosa intensidad. Sin<br />
embargo, no debía hacerlo. Tenía que guardar las distancias,<br />
aunque era un modo muy extraño de hacerlo,<br />
unida como estaba al cuerpo de Jack.<br />
–¿Qué está ocurriendo entre nosotros? –susurró.<br />
–No estoy… muy seguro –murmuró Pietro en su<br />
oído.<br />
Y de pronto, el mundo pareció explotar en vítores,<br />
fogonazos de cámaras fotográficas y rosas rojas<br />
que caían sobre ellos.<br />
–¿Qué diablos…? –alcanzó a decir Olympia.<br />
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En ese momento, un hombre con una chillona<br />
chaqueta brillante se abrió paso entre el público que<br />
los rodeaba y se inclinó ante ellos. Era el maestro de<br />
ceremonias.<br />
–¡Enhorabuena! Sois los ganadores de nuestro<br />
concurso de San Valentín. Todas las noches, durante<br />
una semana, elegimos a una afortunada pareja como<br />
los amantes perfectos. ¡Y habéis ganado! –gritó en<br />
medio del aplauso de los concurrentes.<br />
–¿Qué vamos a hacer, Jack?<br />
–Seguirle el juego –le dijo al oído–. No tenemos<br />
más alternativa. Esto se acabará en unos cuantos minutos<br />
y podremos escaparnos. Mientras tanto, intenta<br />
parecer convincente. Sonríe.<br />
–Ha sido el beso más impresionante jamás visto.<br />
¿Podéis repetirlo? –gritó el maestro de ceremonias.<br />
–Tenemos que darle lo que quiere o no nos dejará<br />
en paz –murmuró Pietro antes de volver a besarla.<br />
Olympia se rindió en sus brazos. Cuando finalmente<br />
Pietro se separó de ella, la joven vislumbró<br />
entre el público la cara desencajada de David, que la<br />
miraba con la boca abierta. Había vencido al hombre<br />
que un día la rechazó por aburrida y poco atractiva;<br />
el hombre que traicionó su amor por dinero. Y lo<br />
más sorprendente era que ya no le importaba.<br />
El maestro de ceremonias los condujo a la mesa y<br />
se sentó junto a ellos. Luego llenó las copas con<br />
champán y brindó a la salud de la pareja.<br />
–Y ahora ha llegado el momento más esperado de<br />
la noche. ¡Debéis elegir vuestro premio! –anunció a<br />
pleno pulmón.
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Tras mostrarles un catálogo con una serie de imaginativas<br />
diversiones a todo lujo, como por ejemplo,<br />
quince días en unas famosas termas de moda, compras<br />
en la tienda más cara de Londres o unas vacaciones<br />
en cualquier ciudad de Europa, miró a Pietro<br />
con aire interrogativo.<br />
–Que elija ella.<br />
–Ya lo he decidido. Elijo el viaje a una ciudad de<br />
Europa –dijo la joven con una brillante sonrisa.<br />
–¡Maravilloso! –exclamó el maestro de ceremonias–.<br />
¿Y qué ciudad prefieres?<br />
Olympia sonrió a Pietro.<br />
–Nápoles.<br />
Cuando volvían a casa, Pietro se volvió a ella.<br />
–¿Qué quieres hacer con David? ¿Quieres que Leonate<br />
compre su empresa y lo despida? ¿O que lo contrate?<br />
Tú dirás.<br />
–No hace falta. Ya he tenido mi venganza y me<br />
alegro mucho de que haya sucedido así. Ahora sí<br />
que ha quedado en el pasado. Gracias. Sabías exactamente<br />
lo que había que hacer.<br />
–Muy bien. ¿Y ahora podemos hablar de Nápoles?<br />
–Tu cara fue todo un poema en ese instante –Olympia<br />
rió suavemente.<br />
–Me imagino. Fue una broma genial.<br />
–Ese hombre dijo que el mejor hotel era el Vallini.<br />
¿Lo conoces?<br />
–Sí, una noche allí cuesta una fortuna. Pero no<br />
hablabas en serio, ¿verdad?<br />
75
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76<br />
Olympia cerró los ojos diplomáticamente para<br />
evitar responder y luego fingió dormir durante el<br />
resto del trayecto.<br />
Tras aparcar ante el edificio, Pietro la acompañó<br />
a su apartamento.<br />
–Realmente no bromeaba –dijo la joven, ya en la<br />
sala de estar–. Voy a ir a Nápoles, me hospedaré en<br />
ese lujoso hotel y me dedicaré a recorrer la ciudad.<br />
Hace mucho tiempo que no me tomo unas vacaciones<br />
y tú puedes autorizarlas. Es muy sencillo.<br />
–No es una buena idea.<br />
–Es una idea maravillosa. Es el destino. Después<br />
de lo sucedido esta noche, estoy segura de que ocurrió<br />
porque tenía que ser así. Tú sabes lo que quiero y<br />
no ignoras mi firme decisión de conseguirlo. Eso no<br />
me convierte en una persona grata, pero no puedo<br />
cambiar. Sencillamente tengo que ir tras mi objetivo.<br />
–Pietro Rinucci. Pero él no está aquí.<br />
–Lo sé. Y nunca vendrá, así que seré yo la que<br />
me acerque a él.<br />
–¿Qué? –preguntó, perplejo.<br />
–Ya lo has oído. A eso me refería cuando hablé<br />
del destino. En Nápoles podré practicar mi italiano y<br />
aprender algo del dialecto. Allí tendré más posibilidades<br />
que en Londres.<br />
–¿Y qué pasa con Curtis? Tu ambición era hacerte<br />
con la dirección de la empresa.<br />
–Bueno, quizá el mundo no comience ni acabe en<br />
Curtis. Tal vez me interese ampliar mis horizontes.<br />
–Olympia, ¿qué te pasa? No te basta con tenderle<br />
trampas a ese pobre tonto y...
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–No llames tonto a mi benefactor –lo interrumpió.<br />
–¿Así que ahora es tu benefactor?<br />
–Lo será cuando lo haya sometido.<br />
Pietro la tomó de los hombros y la sacudió con<br />
suavidad.<br />
–Olympia, no puedes volver la espalda a lo que<br />
está sucediendo entre nosotros.<br />
–No es nada más que un agradable flirteo. Es encantador,<br />
pero no conduce a ninguna parte. Disfrutamos<br />
de la buena compañía y luego a otra cosa. Esos<br />
fueron los términos del trato.<br />
–No recuerdo haber hecho ningún trato.<br />
–Siempre he sido sincera contigo. Conocías mis<br />
condiciones y no las rechazaste.<br />
–Porque esperaba que pronto vieras las cosas con<br />
más claridad. Mírame a los ojos y dime que no sientes<br />
nada por mí.<br />
–¿Cómo podría decirlo después de lo que ha ocurrido<br />
esta noche entre nosotros? Pero no voy a permitir<br />
que vuelva a suceder. Una vez sentí algo parecido<br />
y sé dónde conduce.<br />
–Después de lo que has visto esta noche, deberías<br />
estar contenta de haber escapado de tu marido.<br />
–Todo eso ha terminado para mí. Quiero que me<br />
veas como realmente soy. Una mujer fría y dura.<br />
–No has estado fría ni dura en mis brazos esta noche.<br />
–Te aseguro que eso no volverá a suceder, porque<br />
no lo voy a permitir.<br />
–¡Calla! –exclamó con vehemencia–. No hables<br />
así. Te lo prohíbo.<br />
77
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78<br />
–¿Y quién eres tú para prohibirme algo?<br />
Pietro la estrechó entre sus brazos y la besó con<br />
una pasión casi brutal. Durante un segundo, ella se<br />
mantuvo rígida, pero su rechazo se derritió en la dulce<br />
calidez que él le inspiraba con tanta facilidad.<br />
–Olympia, éste soy yo –murmuró contra sus labios–.<br />
¿No me reconoces ahora?<br />
–Sí –susurró la joven antes de besarlo con urgencia.<br />
–Tú me conoces… me conoces.<br />
Lo conocía. Era el hombre que había cautivado<br />
sus sueños y que resistía todos sus intentos por desterrarlo<br />
de su corazón. Tendría que huir de él mientras<br />
pudiera hacerlo, aunque sabía que ya era tarde.<br />
–¿Cómo puedes pensar en marcharte cuando ha<br />
surgido esto entre nosotros? –inquirió con la voz enronquecida.<br />
–Precisamente porque ha surgido esto entre nosotros<br />
hago lo que debo hacer.<br />
–Huyes como una cobarde que teme a la vida<br />
–observó con amargura, profundamente herido por<br />
su rechazo.<br />
–Tal vez lo sea. No quiero volver a enamorarme<br />
otra vez, Jack. Y tú me asustas. Podrías llevarme a un<br />
lugar donde no deseo estar. No, no volverá a ocurrir.<br />
–Espera aquí –dijo él de pronto, con los dientes<br />
apretados.<br />
Y salió de la habitación.<br />
Antes de llamar a Italia, bajó a la calle para asegurarse<br />
de que nadie oyera la conversación.<br />
Primero llamó a Cedric Tandy y luego a Enrico<br />
Leonate.
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Media hora más tarde, volvió junto a Olympia<br />
con el secreto alivio de que ella lo hubiera obligado<br />
a decidirse al haber forzado la situación.<br />
–Todo arreglado. Tendré que acompañarte a Italia<br />
porque Leonate quiere conocerte.<br />
–¿Y luego qué?<br />
–Trabajarás un tiempo en Nápoles y se espera que<br />
en unos cuantos meses sepas lo que quieres hacer.<br />
Puede que decidas volver a Londres y dirigir la empresa<br />
Curtis. O tal vez quieras mantener tu puesto en<br />
Nápoles.<br />
–¿Y tú?<br />
–Iré contigo y me quedaré un tiempo hasta dejarte<br />
instalada. Aunque no me hospedaré en el hotel.<br />
Tengo un apartamento en la ciudad.<br />
–¿Quién va a dirigir Curtis cuando estés en Italia?<br />
–Cedric. Las condiciones de su jubilación prevén<br />
la posibilidad de quedarse seis meses más antes de su<br />
retiro. Y ahora que está todo resuelto, me voy. Quiero<br />
que estés en la oficina temprano mañana. Hay que hacer<br />
algunos preparativos. ¿Tu pasaporte está en regla?<br />
–Desde luego.<br />
–Ocúpate de llamar a ese hombre de la horrible<br />
chaqueta brillante y dile que viajaremos a Nápoles<br />
dentro de dos días. Mañana ultimaremos los detalles.<br />
Buenas noches –dijo antes de marcharse.<br />
Ocupada en los preparativos del viaje, Olympia<br />
no se hizo más preguntas sobre las precipitadas decisiones<br />
de Pietro. Y casi no se dio cuenta de que ha-<br />
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80<br />
bían pasado dos días cuando al fin cerró la puerta del<br />
apartamento. Luego tomó un taxi para llegar al aeropuerto,<br />
ya que él ni siquiera se dignó ir a recogerla.<br />
Pietro la esperaba en el vestíbulo. Olvidando todas<br />
sus prevenciones, el corazón de Olympia se llenó<br />
de alegría al verlo allí. Sin embargo, él la saludó<br />
con una cierta tensión que la desconcertó.<br />
–¿Te encuentras bien?<br />
–Sí, sólo que no me gustan los aviones –mintió.<br />
De hecho, era un excelente viajero; pero acababa<br />
de realizar la que sería su última artimaña, según se<br />
prometió.<br />
Al caer en la cuenta de que le harían el pasaje a<br />
nombre de Jack Cayman, lo había interceptado el día<br />
anterior en la oficina y luego había reservado otro<br />
pasaje con su verdadero nombre, así que había tenido<br />
que recogerlo muy temprano en el aeropuerto.<br />
Y en ese momento, hacía votos para que todo acabara<br />
cuanto antes. En la seguridad de Nápoles, le<br />
confesaría todo mientras compartían un vaso de vino.<br />
Ambos terminarían riendo y Olympia lo perdonaría.<br />
Y no volvería a mentir en la vida. Sus nervios no<br />
podían soportarlo.
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CAPÍTULO7<br />
AHÍ LO tienes –dijo Pietro cuando el volcán<br />
apareció ante ellos–. Lo que tanto querías<br />
ver.<br />
–El Vesubio. Es magnífico –murmuró Olympia,<br />
extasiada.<br />
El avión giró lentamente y las luces de Nápoles<br />
quedaron directamente bajo ellos, como brazos que<br />
rodeaban la bahía. En unos cuantos minutos tocarían<br />
tierra.<br />
Más tarde, tomaron un taxi que los llevó por una<br />
colina al Vallini, el hotel más lujoso de Nápoles. El<br />
personal uniformado los condujo ante la puerta de la<br />
suite reservada para Olympia.<br />
Había una cama doble de diseño antiguo, aunque<br />
muy cómoda, un cuarto de baño de mármol y una<br />
sala de estar con una terraza que miraba a la bahía.<br />
–Tengo que ir a mi apartamento. Estaré de vuelta<br />
en un par de horas –dijo Pietro.<br />
Olympia tomó un largo y perfumado baño de espuma.<br />
Luego, una peluquera subió a la suite y le<br />
hizo un peinado muy elegante.<br />
Al cabo de un par de horas, Pietro fue a recogerla.
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82<br />
–Déjame enseñarte una parte de mi ciudad –dijo<br />
mientras abría la puerta de un moderno coche deportivo.<br />
Durante un rato estuvieron dando vueltas por estrechas<br />
calles empedradas.<br />
–¿Y dónde están los pilluelos? –preguntó ella.<br />
Ambos se echaron a reír.<br />
Cenaron agradablemente en una pequeña trattoria<br />
y conversaron poco, porque Pietro le prohibió<br />
hablar en inglés.<br />
–¿Cuándo empiezo a trabajar? –preguntó Olympia<br />
de pronto.<br />
–Primero disfrutaremos de unas breves vacaciones.<br />
Lo digo porque cuando conozcas a Enrico no te<br />
dejará parar. Y desde luego, también hay que ocuparse<br />
de la presentación que tanto deseas –añadió<br />
con delicadeza.<br />
–Ah, sí. Él.<br />
Pietro alzó una ceja.<br />
–Sí, él. Pietro Rinucci. El hombre por el que hemos<br />
hecho todo esto.<br />
–Bueno, no hay prisa, ¿verdad? No hablemos de<br />
él esta noche. No quiero pensar en mis obligaciones<br />
laborales.<br />
Mientras miraba la calle a través de una ventana<br />
junto a la mesa, Olympia se preguntó cómo se podía<br />
pensar en el trabajo en aquella ciudad tan pintoresca.<br />
Había llovido y los borrosos reflejos de las luces brillaban<br />
sobre el empedrado de la estrecha calle. No,<br />
esa noche no pensaría en nada más que en el hombre<br />
que se encontraba frente a ella.
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Más tarde, Pietro condujo lentamente al hotel y la<br />
acompañó a la suite.<br />
–Vete a dormir y descansa. Te llamaré mañana.<br />
–Ven a desayunar conmigo.<br />
–De acuerdo, y haremos planes para el día. Quiero<br />
enseñarte muchas cosas. Mira.<br />
Pietro la condujo a la terraza. Una brillante luna<br />
llena iluminaba la bahía. Olympia contempló sus reflejos<br />
en las aguas oscuras, incapaz de creer tanta<br />
belleza.<br />
Justo en ese momento, sonó el móvil de Pietro y<br />
entró en la habitación maldiciendo en voz baja. Olympia<br />
oyó su exclamación consternada y se acercó a él.<br />
–¿Qué ocurre?<br />
–De acuerdo, Cedric. No te culpes. Yo me ocuparé<br />
del asunto. Voy para allá.<br />
–¿Vuelves a Inglaterra? –preguntó cuando Pietro<br />
cortó la comunicación.<br />
–Sólo un par de días. ¿Recuerdas a un tal Norris<br />
Banyon?<br />
–Sí, estaba a cargo del departamento de contabilidad,<br />
pero se marchó repentinamente hace un par de<br />
semanas. Nunca me gustó ese hombre.<br />
–Y con razón. Durante años estuvo manipulando<br />
los libros de contabilidad.<br />
–Pero, ¿cómo es posible? Antes de hacer su oferta,<br />
Leonate dispuso que una empresa de contabilidad<br />
examinara las cuentas y concluyeron que todo estaba<br />
en orden.<br />
–Sin embargo, en cuanto se cerró el trato, Banyon<br />
se marchó con una buena suma de dinero.<br />
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84<br />
–¿Las pérdidas son muy grandes?<br />
–No, no nos llevarán a la ruina. El problema es<br />
que Cedric se culpa por lo sucedido.<br />
–Eso no es justo.<br />
–Por supuesto que no lo es. Voy a pedir una auditoría<br />
y ellos se encargarán del problema. Mientras<br />
tanto, haré lo posible por levantar el ánimo del pobre<br />
Cedric. Su mujer falleció el año pasado y no tiene<br />
hijos ni familiares que lo ayuden a pasar el mal<br />
rato.<br />
–Es muy amable por tu parte.<br />
–Cedric… bueno, me hizo un gran favor hace poco<br />
–Pietro se aclaró la garganta con inquietud.<br />
–Iré contigo.<br />
–Mejor que no. A Cedric no le gustaría que supieras<br />
lo que ha sucedido. Volveré en cuanto haya<br />
contratado a los nuevos auditores –dijo consultando<br />
su reloj–. Hay un vuelo de madrugada, así que será<br />
mejor que me marche.<br />
–¿Ahora mismo? –preguntó, horrorizada.<br />
–Yo tampoco quiero irme, pero debo hacerlo.<br />
Olympia quiso echarse a llorar de desilusión.<br />
Algo había comenzado a suceder entre ellos, algo<br />
que se suponía que no debía ocurrir y a lo que ella se<br />
había resistido tontamente. Pero ya no volvería a luchar<br />
contra sus sentimientos.<br />
Pietro vaciló unos segundos y luego le dio un ligero<br />
beso en los labios antes de marcharse apresuradamente.<br />
Una vez sola, Olympia paseó la mirada por la<br />
lujosa suite, un símbolo de la posición que deseaba
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alcanzar, pero allí no había nadie con quien compartirla.<br />
Pietro la llamó al día siguiente para informarle<br />
que los daños no eran tan graves y que había logrado<br />
convencer a Cedric de que dejara de preocuparse.<br />
–Estaré contigo en cuanto pueda. Tenemos mucho<br />
de que hablar.<br />
–Lo sé. Vuelve pronto –dijo con las mejillas húmedas<br />
de lágrimas.<br />
Olympia alquiló un coche y durante los dos días<br />
siguientes paseó por los campos, se detuvo a comer<br />
en pequeñas hosterías y volvió tarde a la ciudad, intentando<br />
convencerse de que había pasado un buen<br />
día; pero no era cierto, porque Pietro no estaba allí.<br />
Se había dicho a sí misma que debía alejarse de él,<br />
pero era inútil huir. Había jurado renunciar a la clase<br />
de sentimiento que él podría ofrecerle; sin embargo,<br />
en esos días de soledad, descubrió que era<br />
imposible.<br />
En todos los lugares que visitaba, el recuerdo de<br />
Pietro no se apartaba de su mente y no dejaba de<br />
pensar en el modo de decirle que sus sentimientos<br />
hacia él se habían transformado en algo más profundo.<br />
¡Cómo se reirían cuando le contara que había<br />
sido derrotada por su propio corazón!<br />
También tuvo que reconocer que, de los monumentos<br />
históricos de Nápoles, el que más llamó su<br />
atención fue el imponente edificio de la sede de la<br />
empresa Leonate Europa.<br />
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86<br />
Ansiaba visitarlo, así que un día condujo hasta el<br />
estacionamiento de la empresa, apagó el motor y se<br />
quedó tras el volante, presa de la tentación de entrar<br />
en el recinto. Podría saludar a Enrico e incluso conocer<br />
a Pietro Rinucci. De pronto, cayó en la cuenta de<br />
que ya no le interesaba conocerlo. Para ella sólo<br />
contaba Jack.<br />
Con una sonrisa, puso el coche en marcha e intentó<br />
salir a la calle en medio de un denso tráfico<br />
de vehículos. Empezaba a atardecer y sabía que era<br />
la peor hora para conducir. De repente oyó el sonoro<br />
toque del claxon del coche que iba detrás. Sobresaltada,<br />
rápidamente se apartó a un lado y se dio<br />
cuenta demasiado tarde de que había elegido el<br />
lado contrario. Repentinamente, una sombra apareció<br />
ante el parabrisas y se desvaneció con alarmante<br />
rapidez.<br />
–¡Oh, no! –Olympia saltó fuera del coche–. ¿Qué<br />
he hecho?<br />
–Llenarme de contusiones, nada más –oyó la voz<br />
de un hombre desde el suelo.<br />
–¿Está herido?<br />
–Afortunadamente, no. Me dio tiempo a saltar<br />
cuando usted hizo ese viraje tan brusco al salir del<br />
edificio –respondió mientras se ponía de pie.<br />
Otro toque de claxon avisó a Olympia que tenía<br />
una fila de coches detenidos esperando que se moviera.<br />
–Tengo que irme, pero no puedo dejarlo aquí.<br />
¿Quiere subir a mi coche?<br />
–¿Le importaría que conduzca yo?
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–Será lo mejor –repuso con alivio–. Las calles de<br />
Nápoles son tan…<br />
–No sólo de Nápoles. El tráfico de las grandes<br />
ciudades de Italia es como para erizarle los cabellos<br />
a uno. No es italiana, ¿verdad? –preguntó mientras<br />
intentaba abrirse paso entre los coches.<br />
–¡Ha adivinado! Y usted tampoco. ¿Es inglés?<br />
–Digamos que en parte. ¿Cómo se llama?<br />
–Olympia Lincoln.<br />
–Luke Cayman.<br />
–¿Cayman? ¿Es pariente de Jack Cayman?<br />
Luke guardó silencio un instante. Era el momento<br />
de cuidar las palabras. Al parecer, el estirado de su<br />
hermano estaba tramando algo. ¿Pero, qué? «Una<br />
pregunta de un millón de dólares», pensó, decidido a<br />
disfrutar de su pesquisa.<br />
–Perdón –dijo, finalmente–. ¿Qué nombre me ha<br />
dicho?<br />
–Jack Cayman. Lo conocí en Inglaterra. Trabaja<br />
en la empresa Leonate. No me extrañaría que fuera<br />
un familiar suyo, porque dos ingleses con el mismo<br />
apellido en Nápoles…<br />
Luke pensó que tal vez se hubiera excedido en<br />
sus fantasías. En Inglaterra, a veces Pietro utilizaba<br />
el nombre de su padre para hacer negocios en el anonimato.<br />
Sí, seguro que no era nada más que eso.<br />
–Puede que sea mi hermano –dijo, pensativo–.<br />
Ambos nacimos en Inglaterra.<br />
–¿Usted también trabaja para Leonate Europa?<br />
–No, aunque mi actividad está relacionada con la<br />
misma línea de productos electrónicos. Acabo de<br />
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88<br />
venderles unos artículos y tuve que ir a la empresa a<br />
firmar algunos documentos. Jack y yo no nos vemos<br />
a menudo porque él viaja constantemente. Mire, hay<br />
una trattoria cerca de aquí. Necesito algún sustento<br />
después del susto que me ha dado. La invito.<br />
–Vamos allá.<br />
Cuando finalmente estuvieron instalados en una<br />
mesa con una pizza y un café, Luke prosiguió:<br />
–Nunca voy en coche a las oficinas de la empresa.<br />
El tráfico es tan denso que es más rápido ir a pie.<br />
¿Y cómo fue que salía del edificio?<br />
–Trabajo allí… Bueno, algo parecido. La verdad<br />
es que pertenezco a la empresa Curtis, que está en Inglaterra.<br />
–Y Leonate Europa se ha interesado por usted,<br />
¿no es así?<br />
–Supongo que sí. He venido a aprender cómo<br />
funciona la compañía, a practicar el idioma y todo lo<br />
que haga falta.<br />
–¿Fue idea de Jack?<br />
–En gran parte fue idea mía. Aunque creo que lo<br />
forcé un poco.<br />
–¿Usted forzó a un hombre como Jack? No es tan<br />
sencillo.<br />
Olympia asintió.<br />
–Yo quería venir a Nápoles. Se presentó una oportunidad<br />
y logré convencerlo.<br />
–¿Convencerlo? Me parece que no hablamos del<br />
mismo hombre. ¿Qué ocurre? –preguntó. Olympia<br />
miraba con curiosidad por encima del hombro de<br />
Luke, de espaldas a la calle. Él volvió la cabeza y
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vio a su madre, que le hacía señas desde la puerta–.<br />
¡Mamma! –exclamó mientras se acercaba a ella.<br />
La madre lo abrazó con entusiasmo.<br />
–He intentado llamarte, pero tenías el móvil apagado<br />
–le reprochó–. Y ahora preséntame a tu amiga.<br />
–Mamma, ésta es la señorita Olympia Lincoln.<br />
Señorita Lincoln, ésta es mi madre.<br />
Olympia miró a la recién llegada con admiración.<br />
Era una mujer entre cincuenta y sesenta años, de elegante<br />
figura y cutis muy bien cuidado. La dama le estrechó<br />
la mano con una sonrisa encantadora, aunque<br />
su aguda mirada era la de una madre con muchos hijos<br />
solteros. Y entonces su sonrisa se tornó más luminosa,<br />
seguramente complacida con lo que vio.<br />
–Mamma, quédate a tomar un café con nosotros.<br />
–No tengo tiempo. Debo regresar cuanto antes a<br />
terminar los preparativos para esta noche –explicó<br />
antes de volverse a Olympia–. Tenemos una reunión<br />
familiar en la villa y tienes que ir.<br />
–Gracias, pero si es una reunión familiar, me parece<br />
que no…<br />
–Desde luego que sí. Luke, quiero que la lleves<br />
esta noche –dijo mientras observaba la figura de la<br />
joven con admiración–. Habrá baile y estarás maravillosa<br />
con un traje largo en tono carmesí.<br />
Luke se tapó los ojos con las manos y Olympia<br />
miró a la mujer, sorprendida.<br />
–Nunca he pensado que ese color me siente bien.<br />
–Claro que te va bien. Debes llevarlo esta noche<br />
–dijo sonriendo antes de besar a Luke y marcharse<br />
apresuradamente.<br />
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–Mamma es un poco arrolladora, pero tiene buenas<br />
intenciones.<br />
–Sí, me acogió con mucha calidez.<br />
Luke suprimió de su mente el pensamiento de que<br />
en gran parte había sido porque Hope se preparaba<br />
para atrapar a Olympia en favor de su campaña para<br />
«captar futuras nueras». Así que se limitó a decir:<br />
–Entonces, irá, ¿verdad? ¿Aunque sea sólo por<br />
complacerla? Siempre se irrita si los hijos aparecemos<br />
por casa sin una novia. Nos acusa de frecuentar<br />
mujeres que un hombre cabal jamás llevaría a casa<br />
de su madre.<br />
–¿Y eso es cierto? –preguntó, divertida.<br />
Él se aclaró la garganta.<br />
–Es una larga historia. Ella dice que tiene razón y<br />
yo no suelo contradecirla. Todos los hermanos lo hacemos<br />
así. ¡Pero hace tantas preguntas...! Juro que es<br />
como estar sometido a un interrogatorio de la Inquisición.<br />
Así que estaré salvado si usted me acompaña<br />
a casa esta noche.<br />
–Sabe que no será así. Estoy segura de que le hará<br />
más preguntas que nunca.<br />
–¡Qué verdad más horrible! –gimió Luke.<br />
–Por lo general, las madres se especializan en hacer<br />
preguntas –comentó, solidaria–. De un modo u<br />
otro, siempre lo hacen.<br />
–Entonces vendrá, ¿verdad? Después de casi haber<br />
provocado mi muerte, es lo menos que puede hacer<br />
por mí.<br />
Olympia se echó a reír.<br />
–De acuerdo.
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Aquella velada sería mejor que pasar la noche<br />
sola preguntándose cuándo regresaría Jack. Había<br />
intentado llamarlo, pero su móvil estaba desconectado.<br />
Luke la llevó al Vallini y no pudo evitar un silbido<br />
de admiración al ver la fachada del lujoso hotel<br />
en el que ella se hospedaba.<br />
Olympia fue directamente a la tienda donde alquilaban<br />
trajes de etiqueta y descubrió que el que<br />
mejor le sentaba era justamente uno de raso carmesí.<br />
Lo alquiló junto con unas joyas de oro y luego compró<br />
unas sandalias doradas.<br />
Más tarde, una peluquera fue a su suite y le hizo<br />
un elegante peinado de noche.<br />
Luego intentó llamar a Jack, pero por tercera vez<br />
fue imposible comunicarse con él. Olympia frunció<br />
el ceño, asombrada por el extraño silencio. Deseaba<br />
de todo corazón que estuviera allí y viera su aspecto.<br />
La franca admiración de Luke fue como un bálsamo<br />
para su espíritu.<br />
–Tu madre tenía razón sobre el color, aunque no<br />
elegí el traje porque ella lo hubiera dicho, sino porque<br />
era el que mejor me sentaba. ¿Tu casa está muy lejos?<br />
–Justo en la cima de esta colina. La verás muy<br />
pronto.<br />
Como para darles la bienvenida, todas las luces<br />
de la villa estaban encendidas y resplandecían sobre<br />
los alrededores de la ciudad, la campiña, la bahía, incluso<br />
hasta el Vesubio.<br />
Cuando aparcaron en el gran patio de la mansión<br />
y bajaron del coche, se abrió la puerta y la madre salió<br />
a darles la bienvenida con los brazos abiertos.<br />
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92<br />
–¡Mamma! –gritó Luke alegremente al tiempo<br />
que subía la escalinata con Olympia de la mano–. La<br />
he traído, como puedes ver.<br />
Tras saludar a la joven con efusión y besar a su<br />
hijo, los ojos de la signora se iluminaron al ver el<br />
traje carmesí.<br />
– Perfecto, querida, tal como supuse.<br />
–Aunque ella me dijo que la elección del traje de<br />
noche fue sólo una coincidencia –comentó Luke.<br />
–Desde luego que sí. Olympia, querida, bienvenida<br />
a casa. Ahora vas a conocer al resto de la familia.<br />
Mientras la joven entraba, Hope hizo un aparte<br />
con Luke.<br />
–Será una novia maravillosa.<br />
–Mamma, pero si ni siquiera la conoces.<br />
–Sé mucho de estas cosas. Tiene todo el aspecto<br />
de ser mi nuera.<br />
–¿De quién de nosotros? –preguntó, divertido.<br />
–De cualquiera que ella se digne elegir.<br />
–De ninguna manera. Es toda mía –replicó al instante.<br />
–Enhorabuena, hijo mío. Tu gusto está mejorando.<br />
Cuando llegaron al salón, Olympia se volvió a<br />
ella.<br />
–Señora Cayman…<br />
Hope se echó a reír.<br />
–Oh, lo siento, querida. Ya no soy la señora Cayman.<br />
Eso fue hace muchos años. Ahora soy la signora<br />
Rinucci.<br />
–¿Rinucci ha dicho?
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–Verás, es el apellido de Toni, mi esposo, y ésta<br />
es la Villa Rinucci.<br />
–Entonces… ¿conoce a Pietro Rinucci?<br />
–Es mi hijastro. Debería haber estado aquí esta<br />
noche, pero repentinamente tuvo que volver a Inglaterra.<br />
Aunque con seguridad tienes que conocerlo si<br />
trabajas para Leonate.<br />
–No, hasta ahora no ha sido posible por una razón<br />
u otra.<br />
–Espera un momento.<br />
Hope sacó de un mueble un grueso álbum y lo<br />
colocó sobre una mesita. Luego pasó las páginas<br />
hasta detenerse en una fotografía.<br />
–Éste es Pietro –anunció en tono triunfal.<br />
Con una sonrisa, Olympia bajó la vista a la foto.<br />
Y la sonrisa desapareció de sus labios.<br />
93
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CAPÍTULO8<br />
DURANTE largo tiempo Olympia fue incapaz<br />
de reaccionar. Lo que veían sus ojos era sencillamente<br />
imposible.<br />
–Pietro es hijo de mi primer marido, Jack Cayman.<br />
Su madre era de la familia de los Rinucci y él<br />
adoptó el apellido cuando vino a vivir a Nápoles<br />
–explicó Hope, pero Olympia apenas le prestaba<br />
atención.<br />
Así que ése era Pietro Rinucci. El hombre al que<br />
había revelado tontamente sus ambiciones y sus estrategias<br />
para lograr lo que se proponía. Había confiado<br />
en él y él había callado su propio secreto todo<br />
el tiempo.<br />
–Así que es él –dijo con los ojos clavados en la<br />
foto, sorprendida de su propia serenidad–. No, no lo<br />
conozco.<br />
Era necesario guardar la calma. Nadie debía sospechar<br />
que había recibido un fuerte impacto. Tenía<br />
que sonreír y acallar el torbellino de su corazón.<br />
Era cierto, nunca había conocido a ese hombre.<br />
El amigo afectuoso nunca había existido. Se había<br />
burlado de ella, incluso la había animado a confiar<br />
en él. Y ella había confiado como nunca antes lo ha-
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bía hecho en otra persona. Y sintió escalofríos recorrerle<br />
el cuerpo al recordar algunas cosas que le había<br />
confesado.<br />
Lo peor de todo era que había empezado a creer<br />
que podría enamorarse de él.<br />
Tenía que marcharse de allí, regresar a Inglaterra,<br />
dejar la empresa y refugiarse en un lugar donde no<br />
fuera posible volverlo a ver.<br />
Luke se acercó a ellas.<br />
–Mamma, todo el mundo pregunta por ti. Parece<br />
que hay crisis en la cocina –informó, y Hope se alejó<br />
apresuradamente–. Olympia, vamos a tomar una copa<br />
de champán y te presentaré a los invitados. ¿Te encuentras<br />
bien?<br />
–Sí, muy bien.<br />
Olympia lo siguió como una autómata pensando<br />
que la única culpable era ella, porque siempre había<br />
sabido que Pietro era un embustero. Desde el primer<br />
día, cuando fingió ser su secretario. Ése fue un aviso<br />
que debió haber escuchado. En cambio, ciegamente<br />
se había convencido a sí misma de que todo había<br />
sido una broma.<br />
Luke había visto la fotografía con el rabillo del<br />
ojo y le había dado tiempo a ver el horror reflejado<br />
en la cara de Olympia. Entonces comenzó a sospechar<br />
la verdad.<br />
«Así que el hermano Pietro ha sacado los pies del<br />
tiesto», pensó.<br />
Luke le presentó a Toni, a sus hermanos y a algunos<br />
familiares mayores que se encontraban de visita<br />
en la villa.<br />
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96<br />
La calma glacial de Olympia no dejó de inquietarlo,<br />
acostumbrado a las manifestaciones vehementes<br />
tan propias de los napolitanos.<br />
–¿Quieres hablar? –preguntó con suavidad, en un<br />
aparte.<br />
–No hay nada de qué hablar.<br />
–Mi familia está encantada contigo, especialmente<br />
la Mamma.<br />
–Es una mujer maravillosa. Ha sido muy amable<br />
conmigo.<br />
Luke se alejó un momento porque alguien lo llamaba.<br />
Entonces, Olympia buscó a Hope con la mirada<br />
y la vio justo cuando Pietro entraba al salón.<br />
Tras respirar hondo, la joven volvió la cara con la<br />
esperanza de que no la hubiera visto. Necesitaba recuperar<br />
el control sobre sí misma para enfrentarse a<br />
él con serenidad.<br />
Se suponía que Pietro no debía estar allí. ¿Por<br />
qué no la había avisado de que volvería a Nápoles?<br />
–¡Lo has conseguido! Pensé que te quedarías un<br />
siglo en Londres –exclamó Hope mientras abrazaba<br />
a su hijo.<br />
–Logré solucionar las cosas con la rapidez de un<br />
relámpago. Lo único que deseaba era regresar cuanto<br />
antes.<br />
–Has llegado en un momento muy emocionante.<br />
Luke ha venido con una joven encantadora. Será una<br />
excelente esposa para él.<br />
–Eso tú ya lo sabes, ¿no es verdad? –comentó Pietro<br />
con una sonrisa–. O sea, que lo único que te falta<br />
es persuadirla.
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–Creo que lo voy a lograr.<br />
–¿Y qué quiere Luke? ¿Alguien le ha pedido su<br />
opinión?<br />
–Si hubieras oído cómo se refirió a ella y la manera<br />
en que dijo: «Ella es toda mía»... Será maravilloso<br />
verlo casado. Y luego tendré que ocuparme de<br />
ti. Quiero que encuentres una mujer tan perfecta para<br />
ti como esta joven es para Luke.<br />
–Bueno, puede que ya haya sucedido.<br />
–¿Es esa misteriosa mujer de la que has hablado<br />
mediante indirectas y que no te dignas presentar a la<br />
familia?<br />
–Mamma, hemos estado todo el tiempo en Inglaterra,<br />
pero prometo que te la traeré muy pronto.<br />
–¿Te has decidido?<br />
–Desde luego que sí.<br />
–¿Qué alboroto es éste? –preguntó Toni al ver<br />
que su mujer abrazaba a Pietro efusivamente.<br />
–Pietro se va a casar y Luke también.<br />
–Creí que Luke había conocido a la joven esta<br />
mañana. ¿No será un tanto prematuro?<br />
–¿Qué importa el tiempo cuando dos personas están<br />
hechas la una para la otra? Tal vez celebremos<br />
una boda doble.<br />
–¿Quieres calmarte, Mamma, por favor? –rogó<br />
Pietro–. Todavía no puedo pensar en casarme. Hay<br />
dificultades de tipo… práctico.<br />
–Ya veremos. Mientras tanto, ven a conocer a la<br />
joven.<br />
Pietro la siguió, feliz de estar en el lugar que tanto<br />
amaba y deseoso de haber llevado a Olympia. Ha-<br />
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98<br />
bía pensado continuamente en ella, incluso se las había<br />
ingeniado para llegar de sorpresa y decirle de inmediato<br />
toda la verdad. Pero en el hotel le informaron<br />
de que había salido y nadie sabía su paradero.<br />
Resignado, había ido a la fiesta para complacer a<br />
su madre, aunque con el pensamiento puesto en<br />
Olympia.<br />
Con una sonrisa, siguió a Hope a través del salón.<br />
Luke se encontraba conversando animadamente<br />
con una joven de cabellos negros, peinados con gran<br />
elegancia. Aunque estaba de espaldas a él, había<br />
algo terriblemente familiar en ella; pero no podía ser,<br />
claro que no.<br />
Entonces ella se volvió y en un segundo la pesadilla<br />
se hizo realidad.<br />
Como un sonámbulo, Pietro se acercó con los<br />
ojos clavados en su irónica sonrisa.<br />
–Olympia –murmuró.<br />
–¡Signore! –respondió ella, en un tono fríamente<br />
contenido.<br />
Hope la abrazó.<br />
–Querida, éste es Pietro, el hijo del que te acabo<br />
de hablar. No puedo creer que nunca os hayáis visto.<br />
–No, nunca antes había visto al signor Rinucci<br />
–replicó en un tono sedoso mientras extendía la mano.<br />
Cuando Pietro se la estrechó, los dedos de la joven<br />
le apretaron la mano con firmeza, como para advertirle<br />
que guardara silencio. Un gesto innecesario,<br />
porque nada en el mundo podría persuadir a Pietro<br />
de hacer un comentario sobre ese desastre.
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–Bueno, lo que importa es que ya os habéis conocido.<br />
Debo ir a atender a mis otros invitados. Vuelvo<br />
enseguida –dijo Hope antes de retirarse.<br />
Sin decir palabra, los dos se miraron fijamente.<br />
–Así que tú eres Pietro Rinucci –dijo ella finalmente,<br />
con una sonrisa.<br />
–Ciertas cosas… no son fáciles de explicar.<br />
–Es una gran sorpresa conocerte en estas circunstancias,<br />
aunque no se puede negar que tiene el encanto<br />
de lo inesperado, ¿no te parece?<br />
Olympia parecía perfectamente dueña de la situación<br />
y Pietro, alarmado, intentó recobrarse.<br />
–Es cierto.<br />
–¿Eso es todo lo que puedes decir? Qué extraño,<br />
porque te recuerdo como un brillante conversador.<br />
–Olympia, te ruego que no te precipites a sacar<br />
conclusiones.<br />
–Yo no he sacado esta conclusión. Saltó sobre mí<br />
y me dio un puñetazo en la mandíbula, aunque algunas<br />
cosas se aclaran de golpe cuando uno está impactado.<br />
¿No te parece?<br />
–Yo también estoy impactado, aunque debo decir<br />
que tu capacidad de recuperación es sorprendente<br />
–comentó, con ironía.<br />
–Es porque supe la verdad antes de tu llegada. Tu<br />
madre me dijo tu nombre mientras me enseñaba tu<br />
fotografía.<br />
–Personalmente, disfruto de lo inesperado –Pietro<br />
intentó expresarse en el mismo tono ligero que empleaba<br />
Olympia–. A veces uno se lleva gratas sorpresas.<br />
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100<br />
–Y también algunos sobresaltos muy desagradables,<br />
por no hablar de hondas desilusiones.<br />
–¿No es demasiado pronto para juzgar?<br />
–No creo. Pienso que a veces es conveniente formular<br />
un juicio de inmediato. Eso lo descubrí hace<br />
años. Pensé que una experiencia como ésta ya era<br />
parte de mi pasado, pero veo que me equivoqué.<br />
–No me confundas con David, porque no soy como<br />
él.<br />
–Tienes razón. David era un canalla, aunque sincero<br />
a su manera. Al menos yo sabía su nombre.<br />
–Nunca tuve intención de hacerte daño. Por favor,<br />
créeme.<br />
–La cena está servida. Todo el mundo al comedor<br />
–anunció Hope.<br />
De inmediato, Luke apareció junto a ella y ambos<br />
se alejaron. Entonces Pietro recordó las palabras que<br />
Luke había dicho a su madre: «Es toda mía».<br />
El cruel destino dispuso que Hope le asignara un<br />
sitio frente a Olympia. Durante toda la cena tuvo que<br />
soportar la charla y las risas de ellos. ¿Cómo podía<br />
culpar el éxtasis de Luke cuando él mismo lo sentía?<br />
Nunca la había visto tan hermosa, aunque toda esa<br />
belleza no era para él.<br />
Tras la cena, comenzó el baile y todos los hombres<br />
se la disputaban, no sin antes pedir permiso a<br />
Luke con un ademán. Éste asentía con la cabeza y<br />
luego miraba a Olympia con ojos posesivos.<br />
–Gloriosa, ¿no es verdad? –comentó junto a Pietro.<br />
–¿Hace cuánto que la conoces?
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101<br />
–Sólo desde esta mañana. Casi me atropelló con<br />
su coche. Y desde entonces no he logrado recuperarme.<br />
Es una dama que podría matarte de amor a la<br />
primera mirada.<br />
–No seas melodramático –replicó Pietro con acritud.<br />
–Había olvidado que eres el único hombre incapaz<br />
de comprender el amor a primera vista. La conociste<br />
en Inglaterra, ¿verdad? Cuéntame la historia.<br />
–No hay tal historia.<br />
–Qué extraño. Ella tampoco quiere hablar de ti.<br />
–Entonces no te metas donde no te llaman.<br />
–¿Por qué no la invitas a bailar? Cuentas con mi<br />
permiso.<br />
Tras lanzarle una mirada asesina, Pietro se acercó<br />
rápidamente a Olympia.<br />
–Bailemos.<br />
–Ya he prometido este baile.<br />
Pietro la contempló deslizarse al compás de la<br />
música en brazos de uno de sus tíos, un señor bastante<br />
mayor.<br />
Cuando la pieza hubo concluido, volvió a acercarse<br />
a ella.<br />
–Este sí que es mío –dijo al tiempo que le tomaba<br />
la mano.<br />
–No me apetece bailar –dijo ella tratando inútilmente<br />
de retirar la mano.<br />
Pietro le rodeó la cintura con tanta firmeza que<br />
Olympia no tuvo más alternativa que bailar con él.<br />
–¿Quién demonios eres tú para comportarte como<br />
un déspota? –disparó, furiosa.
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102<br />
Pietro esbozó una sonrisa lobuna.<br />
–Soy Pietro Rinucci. Un hombre que describiste<br />
como implacable y adicto al poder. Un hombre al<br />
que una mujer resuelta decidió someter y utilizar<br />
para sus propios fines.<br />
–Nunca dije eso.<br />
–Dijiste muchas cosas con el mismo significado.<br />
¿Entonces por qué te sorprendes si me muestro tal<br />
como me describiste?<br />
–De acuerdo, diviértete mientras puedas. Mañana<br />
tomaré el primer avión de vuelta a casa.<br />
–Me parece que no podrá ser. No olvides que tienes<br />
un contrato con Leonate.<br />
–Nunca firmé un contrato.<br />
–Pero firmaste uno con Curtis que expira en el<br />
plazo de un año. Curtis pertenece ahora a la firma<br />
Leonate, lo que significa que estarás a mi disposición<br />
durante el próximo año. Lo que suceda ahora<br />
depende de mí. Te advierto que si te marchas no podrás<br />
trabajar en ninguna otra empresa. Te sorprendería<br />
saber hasta dónde pueden llegar mis tentáculos.<br />
Dime, ¿no es ésa la forma de actuar de un hombre<br />
implacable y adicto al poder?<br />
–Exactamente como había imaginado. Y ahora<br />
déjame marchar.<br />
–No hasta que entres en razón –dijo con aspereza–.<br />
Admito que no me he portado bien, pero no lo<br />
planifiqué. Casi todo ocurrió por accidente.<br />
–No me digas –se mofó Olympia.<br />
–Las cosas se me fueron de las manos, y cuando<br />
te calmes, te explicaré…
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103<br />
–No vas a explicar nada, porque no quiero escucharte.<br />
Y ahora, suéltame.<br />
–Olympia, por favor.<br />
–He dicho que me dejes ir.<br />
Luke observaba a Olympia y a su hermano con<br />
sentimientos encontrados. La joven le había causado<br />
un fuerte impacto aunque la acabara de conocer. Y<br />
deseaba conocerla mejor. Incluso las esperanzas de<br />
su madre no le parecían tan disparatadas.<br />
¡Y había tenido que ocurrir ese encuentro entre<br />
Pietro y Olympia!<br />
Porque no podía engañarse a sí mismo. En el rostro<br />
de su hermano había visto emociones que jamás<br />
hubiera creído posibles.<br />
Luke no les quitaba ojo de encima, vigilando cada<br />
gesto de la pareja.<br />
Al ver que Olympia se libraba con gran esfuerzo<br />
de los brazos de Pietro, se acercó rápidamente.<br />
–¿Por qué no nos vamos? Seguro que la Mamma<br />
nos dispensará –dijo al tiempo que hacía una señal<br />
de despedida a su madre.<br />
Hope, radiante, le envió un beso con la mano.<br />
–Olympia, no puedes marcharte así –intervino Pietro,<br />
ciego de ira.<br />
–¿Y quién lo dice? ¿Te atreves a darme órdenes?<br />
¿Sólo porque me has tenido bailando a tu son piensas<br />
que siempre será así? Se acabó. Busca a tu próxima<br />
víctima y ahora apártate de mi camino.<br />
Por un segundo, Olympia pensó que Pietro se iba<br />
a negar, pero repentinamente se calmó y la miró desolado.
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104<br />
–Vete, entonces.<br />
Ella se apresuró a salir del brazo de Luke.<br />
Media hora más tarde estaban sentados en un pequeño<br />
restaurante junto al mar. Luke pidió espaguetis<br />
con almejas y no le permitió hablar hasta que los<br />
hubiera probado.<br />
–Gracias. Ahora me siento mucho mejor –comentó<br />
Olympia, con un suspiro de placer.<br />
–Me sentiré recompensado si me cuentas toda la<br />
historia. ¿Qué hizo el bastardo de mi hermano? Porque<br />
tú lo conocías, ¿no es así? –preguntó con suavidad.<br />
–Sí, nos conocimos en Inglaterra.<br />
–¿Y no te dijo que era Pietro Rinucci?<br />
–No, se presentó como Jack Cayman. Ahora sé<br />
que es el nombre de su padre y que es italiano por<br />
parte de madre. Tu madre me lo contó.<br />
–A veces utiliza el apellido Cayman en sus negocios…<br />
–Esta vez no se trataba de negocios.<br />
Luke no la presionó más y, gradualmente, ella comenzó<br />
a hablar. No le contó detalles, pero Luke sabía<br />
interpretar los silencios.<br />
Cuando ella hubo concluido, se quedó atónito.<br />
Su hermano, ejemplo de sensatez y de una absoluta<br />
y aburrida probidad, no sólo había llevado una<br />
doble vida sino que además se las había arreglado<br />
para vivir una relación clandestina con su propia<br />
amante. Porque, ¿de qué otra manera podría describirse<br />
esa insólita situación?<br />
De hecho, Pietro se había comportado vergonzosamente.<br />
¡Luke se sintió orgulloso de él!
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105<br />
–Y ahora todo lo que deseo es regresar a Inglaterra<br />
y no verlo nunca más en la vida –dijo ella amargamente–.<br />
Sin embargo, he firmado un contrato y él<br />
dice que me obligará a cumplirlo.<br />
–Desde luego que no te irás a casa –dijo Luke de<br />
inmediato–. Te quedarás aquí y harás que se arrepienta<br />
por lo que hizo.<br />
–Tienes razón.<br />
–Vas a vengarte de él y yo te ayudaré.<br />
Ella le sonrió.<br />
–¿Y cómo?<br />
–Ya te lo diré.
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CAPÍTULO9<br />
PIETRO se quedó en la fiesta tanto como pudo soportar,<br />
en parte por su madre y en parte por temor<br />
a lo que podría hacer si iba tras Luke y Olympia.<br />
Cuando al fin se marchó, condujo por la ciudad<br />
con el ánimo desolado hasta que finalmente su paseo<br />
acabó en el hotel Vallini, donde había querido ir desde<br />
el principio.<br />
Antes de entrar, vio que las luces de la suite todavía<br />
estaban encendidas, por tanto Olympia no había<br />
cumplido la amenaza de marcharse.<br />
El joven de recepción lo reconoció de inmediato.<br />
–Voy a avisar a la señorita Lincoln –dijo mientras<br />
alcanzaba el teléfono.<br />
–No lo haga. Quiero darle una sorpresa –dijo<br />
mientras le ponía un billete en la mano.<br />
–Gracias, signore.<br />
Olympia tardó en abrir. Al verlo, su cara se descompuso.<br />
Con un rápido movimiento, Pietro logró<br />
entrar antes de que le cerrara la puerta en las narices.<br />
–Vete de aquí.<br />
–Antes hemos de hablar.<br />
–Ya lo hicimos. Se acabó.<br />
–No me dejaste explicar nada.
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107<br />
–Te permití decir todo lo que me interesaba oír.<br />
–Olympia, las cosas sucedieron inesperadamente<br />
y no pude controlarlas.<br />
–¿Que no pudiste controlarlas? ¿Tú? ¿El gran Pietro<br />
Rinucci que mueve un dedo y la gente corre a obedecerle?<br />
–¡Basta ya! Creaste un maniquí y te inventaste un<br />
montón de historias sobre él. Pero ése no soy yo.<br />
Nunca lo he sido.<br />
–¿Por qué no me detuviste?<br />
–Porque me divertía –dijo imprudentemente.<br />
–Así que te divertiste tomándome el pelo, ¿no?<br />
–No, no quise decir eso. Verás, yo…<br />
Tenía que haber palabras para expresar la dulzura<br />
que había sentido esos días junto a ella, la sensación<br />
mágica de un milagro largamente esperado, el miedo<br />
que se apoderaba de él cada vez que había querido<br />
decirle la verdad y arriesgarlo todo.<br />
Sí, había palabras para expresar todo eso pero,<br />
¿cómo encontrarlas?<br />
–¿Y bien?<br />
–Nunca quise que sucediera esto –fue lo único<br />
que supo decir.<br />
–¿Y cuándo pensabas decirme la verdad? ¿O no<br />
lo pensabas?<br />
–Desde luego que sí, aunque era muy duro para<br />
mí. Sabía que me ibas a interpretar mal.<br />
–¿Cómo se podría malinterpretar a un hombre<br />
que bajo un nombre falso tiende trampas a una mujer<br />
para burlarse de ella? Los hombres lo hacen diariamente<br />
y las mujeres lo soportan.
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108<br />
–¿Y qué me dices de lo que hacen las mujeres todos<br />
los días? Tú proyectabas reírte de Rinucci.<br />
Cuando se presentara en la empresa pensabas embaucarlo.<br />
Lo tenías preparado hasta el último detalle,<br />
empezando por batir las pestañas. Incluso me reclutaste<br />
para que te proporcionara «información confidencial»,<br />
según tus propias palabras, con el objeto<br />
de debilitar sus defensas. Puedo haber actuado mal,<br />
aunque eso no es nada comparado con el modo en<br />
que pensabas ridiculizarlo… ¡Demonios!... quiero<br />
decir ridiculizarme.<br />
–¿Ridiculizar a Jack Cayman o a Pietro Rinucci?<br />
Ni siquiera sabes a cuál de los dos te refieres<br />
–Es verdad –contesto, con ironía.<br />
–Entonces puedes imaginar cómo me sentí al descubrir<br />
la verdad casualmente.<br />
–¿Cómo podía saberlo? Ignoraba que irías a casa<br />
de mi madre.<br />
–No lo habría hecho si hubiera sabido que volvías<br />
a Nápoles. Ni siquiera me llamaste.<br />
–Quería darte un a sorpresa.<br />
–¡Vaya si me la diste!<br />
–Olympia, sé que obré mal, pero no lo hice con el<br />
propósito de burlarme de ti.<br />
–No lo creería ni en un millón de años, así que no<br />
intentes convencerme –dijo con rabia. Había cambiado<br />
su elegante traje carmesí por unos pantalones<br />
y suéter y se había quitado el maquillaje. A pesar de<br />
su ira, fue su sufrimiento lo que más impresionó a<br />
Pietro. Estaba pálida y demacrada, aunque muy hermosa.<br />
Anhelaba abrazarla, pero sabía que no era el
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109<br />
momento oportuno–. Ahora pienso en todas las cosas<br />
que dije; yo confié en ti –comentó con amargura<br />
mientras se paseaba de arriba abajo.<br />
La injusticia de sus palabras volvió a irritar a Pietro.<br />
–Sí, confiaste en mí con una narración pormenorizada<br />
de los métodos desaprensivos que una mujer<br />
utiliza para someter a un hombre. Me convertiste en<br />
un cómplice conspirador y conmigo mismo como<br />
víctima propiciatoria. No sé por quién sentir más<br />
pena, si por ti o por mí.<br />
–Te advertí que no era una buena persona. Debiste<br />
haberme creído.<br />
–¡Claro que te creí! –gritó–. ¿Cómo podría no haberte<br />
creído cuando recibía constantes demostraciones<br />
de ello? Estás furiosa porque enseñaste tus armas<br />
al hombre equivocado y ahora resulta que nos<br />
mataste a ambos.<br />
–No te aflijas. No pienso utilizar mis armas contigo.<br />
–¡Pero si ya lo has hecho! Y al diablo conmigo y<br />
mis sentimientos. ¿Alguna vez pensaste en tu verdadera<br />
víctima? Imagina por un segundo que me hubiera<br />
enamorado de ti.<br />
–Seamos sinceros. No corrías peligro de que eso<br />
sucediera.<br />
–Afortunadamente estoy a salvo de tu modo de ser<br />
despiadado, manipulador, calculador, elige lo que<br />
quieras. Sí, estoy protegido, pero tú no lo sabías. Si me<br />
hubiera enamorado de ti, no te habría importado nada,<br />
¿verdad? Me habrías contado entre las bajas de una
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110<br />
guerra, sólo que no era mi guerra. ¡Mujer sin corazón!<br />
–gritó. Olympia lo miró, desesperada–. No olvido que<br />
hace poco llegaste a estremecerte entre mis brazos.<br />
–¿Y lo hice muy bien, no? –replicó con calma.<br />
–¿Quieres decir que todo fue una actuación?<br />
–¿Estás seguro de que no lo fue?<br />
–Olympia, no hagas esto. Te lo ruego, por el bien<br />
de lo nuestro.<br />
–¿Realmente imaginas que puede haber algo entre<br />
nosotros después de lo ocurrido?<br />
–Sé que parece una locura, pero ha sido porque<br />
ambos nos hemos inventado una personalidad pensando<br />
que así éramos en realidad. Pero si pudiéramos<br />
ser nosotros mismos…<br />
Ambos permanecieron en silencio, sin saber qué<br />
decir. Pietro miró alrededor y de pronto vio una maleta<br />
a medio llenar en el sofá y varias prendas colocadas<br />
en el respaldo.<br />
–Estás haciendo tu equipaje.<br />
–Sí, me marcho esta noche.<br />
–Te dije que no puedes volver a Inglaterra.<br />
–Lo sé. He decidido quedarme y aceptar el puesto<br />
que me ofrece Leonate. Pero me voy a un lugar<br />
donde no puedas encontrarme.<br />
–No existe ese lugar. Te encontraré.<br />
–No hace falta. Mañana iré a trabajar. Ya es hora<br />
de que conozca a mis colegas, al señor Leonate y al<br />
señor Rinucci. Estoy ansiosa por conocerlo, siempre<br />
y cuando sepas cuál es tu verdadera identidad.<br />
–¡Basta ya! ¿Es que todo el tiempo me lo vas a<br />
echar en cara?
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111<br />
–Es tu problema, considerando que eres el autor<br />
de todo este lío.<br />
–Eso es discutible. Dijiste muchas cosas antes de<br />
comprobar siquiera superficialmente quién era yo<br />
verdaderamente. Una profesional tan astuta, como<br />
intentaste hacerme creer que eras, no habría hecho<br />
eso. Debería dudar de tus habilidades. Aunque no de<br />
tus habilidades para seducir a un hombre, porque<br />
esas las conocemos y…<br />
El bofetón que Olympia le propinó en la mejilla a<br />
ambos los dejó petrificados. Además de la ira y la<br />
amargura, Pietro percibió la angustia y cierto temor<br />
en sus ojos. Y su propia ira se esfumó al instante. Incluso<br />
en un momento como ése, descubrió que no<br />
podía soportar verla sufrir.<br />
–Con esto quedamos igualados –dijo suavemente<br />
mientras se frotaba la mejilla–. ¿Podemos borrar este<br />
triste episodio? –murmuró, inclinándose hacia su<br />
boca–. No más peleas. El asunto está acabado –añadió.<br />
Mientras se besaban apasionadamente, Olympia<br />
pensó que tendría que demostrarle que se equivocaba,<br />
pero lo haría cuando volviera a recuperar sus<br />
fuerzas. Sin embargo, mientras la boca de Pietro se<br />
movía con urgencia sobre la suya y su propio cuerpo<br />
se enardecía, sintió que las fuerzas le fallaban.<br />
–El pasado ha quedado atrás. Ahora el futuro es<br />
lo que importa. Abrázame fuerte –murmuró Pietro<br />
contra sus labios.<br />
Y Olympia le rodeó el cuello con los brazos. En<br />
ese momento no pensó en nada, sino en el deseo de<br />
entregarse a él, de pertenecerle por completo.
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112<br />
Sólo cuando oyó que Pietro se disponía a abrir la<br />
puerta del dormitorio, Olympia volvió a la realidad.<br />
–Espera… –le pidió.<br />
Pietro la tomó en brazos.<br />
–¿No hemos esperado demasiado?<br />
–Pero hay algo que debo… No entiendes…<br />
–Yo sólo entiendo esto –dijo antes de volver a besarla–.<br />
¿Qué más hay que comprender? –preguntó al<br />
tiempo que abría la puerta y se acercaba a la inmensa<br />
cama, tan absorto en su pasión que tardó un instante<br />
en darse cuenta de que, tendido sobre el lecho,<br />
había un hombre con las manos tras la cabeza y una<br />
sonrisa burlona.<br />
–Hola –dijo Luke.<br />
–Debiste haberme avisado, Olympia; aunque si<br />
hubiera sido más astuto habría esperado algo como<br />
esto –dijo sin mirarla.<br />
–¿Quieres soltarme, por favor? –pidió ella, muy<br />
inquieta.<br />
Todavía impactado por la sorpresa, la dejó caer<br />
sobre la cama.<br />
–No hace falta tirar a la dama como si fuera un<br />
bulto –observó Luke, en tono burlón.<br />
–¡Qué espectáculo! Debí haberlo adivinado –dijo<br />
Pietro con calma.<br />
–¿Cómo te atreves a pensar algo semejante? Luke<br />
sólo ha venido a ayudarme a salir de este lugar.<br />
–Desde luego que sí, aunque todo el tiempo te ha<br />
esperado en el dormitorio. ¿Qué quieres que piense<br />
entonces?<br />
–¿No ves que está completamente vestido?
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113<br />
–Sí, y escondido en tu habitación –replicó Pietro.<br />
El hecho de que Luke hubiese oído toda la discusión<br />
lo sacaba de quicio.<br />
–Normalmente es aquí donde se suele preparar<br />
un equipaje –Luke señaló otra maleta abierta–. Me<br />
he dedicado a sacar y llevar ropa como una doncella<br />
de cámara.<br />
–¿Y como doncella de cámara también la has ayudado<br />
a desvestirse?<br />
–¡Callaos los dos! –intervino Olympia como una<br />
fiera y luego se volvió a Pietro–. Tú no eres mi dueño<br />
y no me das órdenes, excepto en el trabajo.<br />
–Donde te espero mañana. Y sé puntual.<br />
Luke saltó de la cama.<br />
–Tiene razón, será mejor que nos marchemos.<br />
Olympia, te espero en la sala.<br />
–No hace falta. Esta maleta ya está hecha –dijo<br />
ella mientras la cerraba.<br />
Sin decir palabra, Pietro no le quitaba el ojo de<br />
encima.<br />
–¿Quieres decirme dónde piensas hospedarte? ¿O<br />
no debo preguntar? –preguntó, finalmente.<br />
–En el apartamento de Luke.<br />
–Entonces sal de mi vista y no me vuelvas a hablar<br />
–vociferó–. ¡Vete ya!<br />
A la mañana siguiente, Luke la llevó a Leonate<br />
Europa y le presentó a Enrico Leonate, un rollizo<br />
hombre de mediana edad que la recibió con los brazos<br />
abiertos.
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114<br />
–Pietro me ha hablado mucho de usted.<br />
–Espero que le haya dicho que mi italiano es muy<br />
elemental.<br />
–Pero la señorita Lincoln aprende con mucha facilidad<br />
–dijo una voz detrás de ella.<br />
–Entra, Pietro. Luke me acaba de presentar a la<br />
señorita Lincoln.<br />
–Llámeme Olympia.<br />
–Entonces tú me llamarás Enrico. Pietro, es tan<br />
encantadora como la describiste.<br />
–No creo haberme expresado exactamente en esos<br />
términos. Dije que era formal, metódica, centrada, inteligente<br />
y especialmente dotada para persuadir a la<br />
gente.<br />
–No crea todo lo que el señor Rinucci dice de mí<br />
–observó Olympia con ligereza–. El suyo es un punto<br />
de vista muy parcial.<br />
–Desde luego que a tu favor. Te vio trabajar en<br />
Londres.<br />
–Yo también aprendí mucho de él. Es un maestro<br />
en el arte de la manipulación.<br />
–Ésa es su parte italiana. Tú también aprenderás<br />
con el tiempo.<br />
Luke contemplaba la escena junto a la ventana,<br />
con los ojos brillantes de malicia.<br />
–Me marcho, Olympia. Llámame cuando quieras<br />
que pase a recogerte –dijo de pronto.<br />
–Muchas gracias, Luke. Adiós.<br />
–Sí, adiós –repitió Pietro.<br />
Luke guiñó un ojo a Olympia cuando se dirigía a<br />
la puerta.
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115<br />
–Pietro, deberías enseñar a Olympia el imperio<br />
Leonate –propuso Enrico.<br />
–Lo siento, Enrico, no será posible. Tengo un<br />
montón de trabajo por delante. ¿Por qué no se lo pides<br />
a la signora Pattino?<br />
–Como quieras. Bueno, al menos enséñale su despacho.<br />
–Hazlo tú. Yo debo marcharme. Signorina, bienvenida<br />
a la empresa. Espero que se encuentre bien<br />
entre nosotros –dijo en tono neutro antes de irse.<br />
–Parece que está muy ocupado –comentó Leonate,<br />
con una mirada de extrañeza–. Bueno, quiero que<br />
conozcas a la signora Pattino, mi secretaria personal.<br />
Iremos a comer con ella.<br />
La secretaria resultó ser una amable mujer de mediana<br />
edad. Mientras almorzaban, aseguró a Olympia<br />
que estaría encantada de ser su guía en los próximos<br />
días.<br />
La signora Pattino le enseñó las oficinas de la<br />
sede. En todas partes el personal la recibió como una<br />
persona muy valiosa para la empresa, aunque no sabían<br />
nada de ella, salvo lo que Pietro había contado.<br />
Más tarde, Olympia pensó que todas las alabanzas<br />
de Pietro ya eran cosa del pasado. Esa mañana<br />
había demostrado una cruel ironía que traducía sus<br />
verdaderos sentimientos hacia ella.
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CAPÍTULO10<br />
CUANDO Pietro bajaba al aparcamiento en<br />
busca de su vehículo, vio que su hermano se<br />
acercaba en un ostentoso coche nuevo.<br />
Luke salió del vehículo y lo saludó alegremente.<br />
–¿Me está esperando?<br />
–No he visto a la señorita Lincoln en toda la tarde,<br />
así que no sabría decírtelo –contestó Pietro, en<br />
tono glacial.<br />
–De repente todo se ha vuelto muy formal. Bueno,<br />
es lo que mereces. ¿Nadie te ha dicho que normalmente<br />
uno se presenta a una mujer con su verdadero<br />
nombre desde el principio? Te diré que es una<br />
costumbre que las pone de buen humor.<br />
–¿Te lo ha dicho ella?<br />
–No fue necesario. En la fiesta de anoche quedó<br />
muy claro lo que habías hecho.<br />
–Y supongo que aprovechaste la ocasión para jugarme<br />
una mala pasada. Lo estabas esperando.<br />
–No me culpes, porque soy inocente.<br />
–¿Entonces debo pensar que ella se encontraba<br />
en la villa por casualidad?<br />
–Desde luego. ¡No seas idiota! Tarde o temprano<br />
tenía que suceder. No debiste haberla dejado sola.
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117<br />
–Pensaba estar fuera sólo un día, pero las cosas<br />
se complicaron en Londres –replicó, con los dientes<br />
apretados.<br />
–Siempre sucede. Me pregunto qué fue del hombre<br />
que lo planeaba todo hasta el último detalle, sin<br />
dejar nada al azar.<br />
–Disfrutas con esto, ¿verdad?<br />
–El asunto tiene su encanto. Te servirá de lección<br />
por hacer el tonto, tú que eres tan chapado a la<br />
antigua. Aunque anoche te liberaste. Nunca habría<br />
esperado que un hombre como tú llevara a una<br />
dama en brazos a la cama. Siento haberte estropeado<br />
la fiesta.<br />
En un instante, Luke se vio contra la pared con la<br />
mano de su hermano en la garganta.<br />
–Una palabra más y no seré responsable de mis<br />
actos.<br />
–Oye, cálmate. Está bien, dejémoslo –murmuró y<br />
Pietro retiró la mano–. Otro aspecto de ti que no me<br />
esperaba –añadió mientras se frotaba la garganta.<br />
–Te lo advierto, Luke. Ella no es para ti,<br />
–¿No es ella quien tiene que decidirlo?<br />
–Aléjate de Olympia.<br />
–No será fácil ya que vivimos juntos.<br />
–No te engañes. Se fue contigo sólo para vengarse<br />
de mí. Tú no le interesas.<br />
–Estás muy seguro, ¿no es así? –replicó Luke mirándolo<br />
desafiante.<br />
–Vete al infierno.<br />
–Iré a cualquier parte si puedo llevarla conmigo.<br />
Vaya, ahí viene.
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118<br />
Luke se adelantó a saludar a Olympia con un<br />
beso en la mejilla, gesto que Pietro no vio porque en<br />
ese momento entraba en su coche. En breves instantes,<br />
salió del aparcamiento.<br />
Mientras Luke conducía a casa, de pronto se volvió<br />
a Olympia.<br />
–¿Te hizo pasar un mal rato, como pedir explicaciones<br />
y cosas por el estilo?<br />
–En absoluto. En toda la tarde apenas me dirigió<br />
la palabra.<br />
–Muy bien. No le des ninguna explicación. Lo<br />
que haces no es asunto suyo.<br />
–Lo sé, pero es como si lo engañara.<br />
–No es un engaño. Sólo se trata de despistarlo.<br />
Seamos sinceros, así es cómo os habéis comunicado<br />
hasta ahora.<br />
–No deja de ser cierto –repuso ella, con una risa<br />
irónica.<br />
Luke vivía en un bloque de apartamentos recién<br />
construido en la periferia, al sur de Nápoles.<br />
En el piso, todo era moderno y reluciente. Había<br />
dos dormitorios con camas dobles y grandes armarios.<br />
La amplia cocina estaba equipada con todo tipo<br />
de electrodomésticos de última generación.<br />
Cuando Olympia colgaba su ropa en el armario,<br />
Luke llamó a la puerta del dormitorio.<br />
–Te espera una taza de té.<br />
–Gracias –dijo con verdadero agrado–. Me ofrecería<br />
a preparar la cena, pero confieso que no sé manejarme<br />
en tu cocina –comentó mientras tomaban la<br />
infusión.
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119<br />
–Déjalo para otra ocasión. Por lo que veo tienes<br />
mucho que leer –dijo mientras señalaba un montón<br />
de documentos que ella había llevado de la oficina.<br />
–Voy a tener que emplearme a fondo porque todo<br />
está en italiano y, como sabes, aún estoy aprendiendo.<br />
–Si necesitas ayuda, no tienes más que pedírmela.<br />
Luke se puso a cocinar, negándose a que ella lo<br />
ayudara, y tampoco permitió que lavara los platos<br />
tras la excelente cena.<br />
Tras varias horas dedicadas a la revisión de archivos<br />
y con la ayuda de Luke en la traducción de términos<br />
difíciles, Olympia empezó a sentir que todo<br />
era más fácil.<br />
Por la noche, acabó su estudio con una extraña<br />
sensación de contento y seguridad. Luke le preparó<br />
una taza de chocolate y luego se despidió en la puerta<br />
de la habitación de la joven.<br />
Tras dos días de ausencia, Pietro se presentó en<br />
su despacho sin avisar.<br />
–¿Preparando las cosas para marcharte? –preguntó<br />
al ver que Olympia ordenaba su mesa de trabajo.<br />
–Sí, la señora Pattino y yo saldremos mañana.<br />
Me hace mucha ilusión este viaje –intentó responder<br />
con normalidad.<br />
No quería que él notara cómo la afectaba su presencia.<br />
–Enrico me ha dicho que ya te desenvuelves muy<br />
bien.
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120<br />
–Se ha formado una buena opinión de mí. Y eso<br />
te lo debo a ti.<br />
–Me limité a decirle lo que pensaba. Tienes un<br />
considerable talento ejecutivo.<br />
–¿Lo hiciste a pesar de tu odio?<br />
–No te odio, Olympia, y espero que tú tampoco.<br />
Hiciste lo que debías y yo tendría que haberlo comprendido.<br />
Nos habría ahorrado muchos sufrimientos<br />
–dijo con pesadumbre.<br />
Un dolor que a ella le llegó al corazón. Pero él no<br />
quería su corazón. Aún se mantenía obstinadamente<br />
inflexible.<br />
–¿Te refieres a Luke?<br />
–Ahora ya no importa, aunque debiste haberme<br />
advertido que estaba en tu dormitorio.<br />
–Le pedí que desapareciera de la vista mientras<br />
yo te despedía. Pensé que tardaría diez segundos.<br />
–Pero no lo hiciste.<br />
–Me enfadé contigo y olvidé a Luke por completo.<br />
Aunque te aseguro que sólo me ayudaba a hacer<br />
las maletas.<br />
–¿Y también te ayudó a desvestirte?<br />
–Verás, era un traje alquilado y tenía que devolverlo.<br />
Entonces me puse ropa cómoda, como pudiste<br />
ver –explicó con los brazos cruzados sobre el pecho<br />
y una mirada desafiante–. Con un suéter y pantalones<br />
no se puede seducir a nadie. Y ahora me voy.<br />
Pietro la detuvo con una mano en el brazo.<br />
–Quiero que sepas que no fue mi intención arrojarte<br />
sobre la cama. Fue un accidente.<br />
Ella rió sin convicción.
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121<br />
–Lo sé. No eres un cavernícola. Por lo demás, ya<br />
pasó. Asunto terminado.<br />
–Sí, asunto terminado, como dices. Aunque preferiría<br />
que no vivieras con Luke.<br />
–He pensado en cambiarme de piso; pero tal vez<br />
más tarde, cuando conozca mejor la ciudad.<br />
–Tengo amigos en el sector inmobiliario y...<br />
–Pietro, déjalo. No puedes organizar mi vida.<br />
–Tienes razón. Pietro Rinucci a veces sabe cuándo<br />
tiene que admitir su derrota. Adiós, signorina Lincoln.<br />
Mucho éxito en tu carrera.<br />
Tras un leve y desanimado toque de sus labios en<br />
la mejilla de la joven, Pietro se marchó.<br />
La signora Pattino y Olympia fueron a visitar las<br />
fábricas de Leonate Europa en el sur de Italia. Desde<br />
que se conocieron habían simpatizado de inmediato<br />
y esos días se llevaron muy bien. La secretaria quedó<br />
impresionada ante la eficacia profesional que<br />
Olympia demostró durante la semana que duró el<br />
viaje.<br />
La joven pensó que pronto tendría todo lo que<br />
había deseado, aunque deseaba algo más. Y lo había<br />
perdido.<br />
Sin embargo, su ánimo mejoró en el trayecto de<br />
vuelta a Nápoles. No podía olvidar el último encuentro<br />
y la tristeza que había percibido en Pietro, a pesar<br />
de su actitud distante.<br />
Trabajaban en el mismo edificio. Tendría innumerables<br />
oportunidades de hablar con él y tras la
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122<br />
conversación, al fin podrían comprenderse y perdonarse<br />
mutuamente. Aún había un futuro para ellos.<br />
Cuando llegaron a Nápoles, Olympia se sentía<br />
casi feliz y llena de confianza en sí misma.<br />
Enrico la recibió con júbilo.<br />
–He recibido informes estupendos sobre ti. Todo<br />
el mundo opina que eres maravillosa –dijo en italiano.<br />
–Todos fueron muy amables conmigo –contestó<br />
en el mismo idioma.<br />
–Pietro tenía razón al hablar tan bien de ti. Si pudiera<br />
estar aquí para presenciar tu triunfo... Se lo<br />
diré la próxima vez que lo llame a Inglaterra.<br />
–¿Inglaterra?<br />
–Sí, tuvo que regresar apresuradamente porque<br />
Cedric dice que no puede seguir al mando de la empresa.<br />
Quedó muy afectado a causa del desfalco de<br />
Banyon. Así que Pietro tendrá que hacerse cargo de la<br />
firma hasta que encuentre un sustituto a tiempo completo.<br />
Me temo que tendrá que permanecer un buen<br />
tiempo en Londres.<br />
Olympia a menudo pensaba que Pietro se sorprendería<br />
si la viera en casa con Luke, que la trataba<br />
como un buen hermano.<br />
A veces solía llevarla a la villa a cenar con la familia.<br />
Hope le prodigaba una tierna consideración,<br />
en gran parte con el propósito del estimular el romance<br />
con su hijo. Olympia se sentía ligeramente incómoda,<br />
aunque Luke parecía imperturbable.
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123<br />
Una noche, mientras cenaban en la villa, sonó el<br />
teléfono y Hope atendió la llamada. A pesar de la rapidez<br />
con que hablaba, Olympia supo que era Pietro<br />
y que no regresaría pronto.<br />
Hope colgó el teléfono con un suspiro.<br />
–Me gusta tener a los hijos conmigo. Sé que soy<br />
poco razonable porque ya son mayores, pero las madres<br />
somos así. Aunque tal vez sea mejor que ahora<br />
Pietro y Luke se mantengan separados por un tiempo.<br />
–¿Por qué ahora? –Olympia intentó no demostrar<br />
demasiada curiosidad.<br />
–No es fácil de explicar. Se han pasado la vida<br />
peleando por una u otra razón. Hay algo en ellos<br />
mismos que tiende a enervarlos.<br />
Conmocionada, Olympia constató que Hope todavía<br />
ignoraba la razón de la querella entre los hermanos.<br />
Todavía pensaba que Pietro y ella se habían<br />
conocido en la fiesta.<br />
–¿Era Pietro? –preguntó Luke desde la puerta.<br />
–Sí, está bien y envía saludos a todo el mundo.<br />
–¿Incluso a mí?<br />
–Incluso a ti –respondió Hope, con firmeza.<br />
–Seguro que es un saludo venenoso.<br />
–¡Déjalo ya! –ordenó Hope, con repentina dureza–.<br />
Pase lo que pase entre vosotros, todavía es tu<br />
hermano.<br />
–Lo siento, Mamma –dijo tímidamente antes de<br />
abrazarla–. No es nada. Tú sabes que siempre reñimos<br />
por cualquier cosa.<br />
–Pero esta vez va en serio. Lo sé. ¿Por qué no me<br />
lo cuentas?
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124<br />
–Porque no tiene importancia. Vamos, tú nos conoces<br />
bien. Si no reñimos no somos felices, Mamma.<br />
Esa noche no volvieron a mencionar a Pietro,<br />
aunque Olympia no dejó de pensar en él, y al parecer<br />
Luke tampoco, porque cuando conducía de vuelta a<br />
casa comenzó a hablar de su hermano.<br />
–Es un hombre contradictorio –comentó pensativamente–.<br />
Es capaz de sentir algo con todo su ser<br />
mientras actúa exactamente en la dirección opuesta.<br />
–Muchas personas lo hacen, ¿no te parece?<br />
–Sí, pero él llega a los extremos. Tal vez sea el resultado<br />
de no saber bien si es italiano o inglés. Sólo<br />
hay que ver cómo se comportó respecto a nuestro<br />
hermano Justin.<br />
–¿Quién es Justin exactamente? –preguntó con<br />
curiosidad–. He oído algo sobre él, pero nunca una<br />
información completa. Es como un fantasma.<br />
–Durante años fue un tema tabú en la familia. Todos<br />
sabíamos que la Mamma tenía otro hijo, aunque<br />
ignorábamos qué había sido de él. Cuando tenía<br />
quince años se quedó embarazada. Sus padres hicieron<br />
algo imperdonable, seguramente desesperados<br />
ante el escándalo de una hija que sería madre soltera.<br />
–¿Qué hicieron?<br />
–Dieron al bebé en adopción y le dijeron que su<br />
hijo había nacido muerto.<br />
–¡Dios mío! –exclamó Olympia, conmocionada.<br />
La Mamma nunca superó la pérdida de su bebé.<br />
Más tarde se casó con Jack Cayman y se convirtió<br />
en la madrastra de Pietro, que no recordaba a su madre<br />
biológica, así que adoraba a Hope. Cuando me
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125<br />
adoptaron, lo pasó muy mal porque yo competía con<br />
él por la atención de mamá. Y desde entonces, siempre<br />
hemos reñido. Cuando Hope descubrió que su<br />
hijo no había muerto, desesperadamente intentó encontrarlo,<br />
pero era demasiado tarde. Lo habían adoptado.<br />
Su matrimonio no duró mucho. Cuando se divorció<br />
me llevó consigo, pero Pietro era hijo legítimo<br />
de Jack, así que no pudo pedir su custodia.<br />
–Pobre niño, debe de haberse sentido abandonado<br />
–murmuró Olympia.<br />
–Así fue. Cuando Jack falleció, la familia italiana<br />
de Pietro, por parte de madre, lo trajo al país y Hope<br />
volvió a hacerse cargo de él. Desde que se casó con<br />
Toni Rinucci, tío de Pietro, todos hemos formado<br />
una gran familia.<br />
–Eso me ha parecido.<br />
–Aunque la Mamma nunca olvidó a su primer<br />
hijo –prosiguió, en tono reflexivo–. Y Pietro se propuso<br />
buscarlo. Después de largos años de complicadas<br />
pesquisas, al fin lo encontró. Pero lo más extraño<br />
es que siempre sintió celos de Justin por haberlo desplazado<br />
como hijo mayor. Sin embargo, lo hizo por<br />
su madre. Te diré que tardó quince largos años, y<br />
cuando le dieron una pista fiable viajó a Inglaterra.<br />
Tras convencerse de que Justin era el hijo de Hope,<br />
lo trajo a Nápoles.<br />
–¡Lo que hizo fue maravilloso! –comentó Olympia,<br />
conmovida.<br />
–Sí, fue maravilloso. Pero mi hermano a veces<br />
me desconcierta. Es demasiado seguro de sí mismo y<br />
muy obstinado, pero de pronto hace algo que me
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126<br />
obliga a preguntarme si yo podría ser tan generoso<br />
como él.<br />
De inmediato, Olympia recordó las bondadosas<br />
palabras de Pietro a Cedric en su afán por calmarlo.<br />
Y luego no vaciló en regresar a Londres para estar<br />
con él.<br />
–Quince años –murmuró–. Tiene que haber sido<br />
muy joven cuando empezó a buscar a su hermano.<br />
–Es verdad. Quince años de búsqueda activa, de<br />
observación y paciente espera. Ése es Pietro. Un tipo<br />
que se toma su tiempo.<br />
Las palabras de Luke arrojaron una nueva luz sobre<br />
la conducta de Pietro en Inglaterra. Un hombre<br />
dedicado a observar y esperar, moviéndose lentamente<br />
hacia su objetivo, oculto en las sombras mientras<br />
ella se burlaba de otro hombre. Y ese hombre<br />
era él mismo.<br />
Olympia deseó haberlo conocido en otras circunstancias.<br />
¡Qué diferentes habrían sido las cosas!<br />
La vida con Luke era armoniosa y apacible. Era<br />
un hombre que sabía escuchar. Pronto se enteró de la<br />
vida de Olympia. Ella le habló de su relación con<br />
Pietro, las circunstancias en que lo había conocido,<br />
el episodio del coche y otras anécdotas.<br />
–Me parece que contigo al volante ningún miembro<br />
de la familia está a salvo –comentó divertido.<br />
Olympia también se refirió a sus padres, ya mayores.<br />
–¿Han estado alguna vez en Nápoles?
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127<br />
–Nunca. Una vez los llevé a París y eso es todo lo<br />
que conocen del extranjero.<br />
–Verás –dijo Luke, de pronto–. Voy a marcharme<br />
de la ciudad unos días, ¿Por qué no los invitas? Podrían<br />
disponer de mi habitación.<br />
–¿Lo dices en serio?<br />
–Claro que sí. Se merecen unas buenas vacaciones.<br />
Olympia compró los pasajes y, tres días después,<br />
fue a buscarlos al aeropuerto.<br />
Fue un emotivo encuentro, lleno de alegría.<br />
Tiempo después, Olympia comentaría a Luke que<br />
sus padres se comportaron «como un par de niños<br />
que van al mar por primera vez».<br />
La joven pasó ese fin de semana enseñándoles la<br />
ciudad, un poco más cálida a principios de mayo.<br />
Cuando tuvo que volver a la empresa, sus padres<br />
ya podían manejarse sin su ayuda; incluso hicieron<br />
una gira de un día a las ruinas de Pompeya.<br />
Uno de esos días, Enrico los invitó a cenar y todos<br />
disfrutaron con sus divertidas historias escandalosas.<br />
De vuelta a casa, encontraron a Luke dormido en<br />
el sofá.<br />
–He regresado pronto –explicó al tiempo que se<br />
sentaba en el sofá frotándose los ojos–. Mis negocios<br />
concluyeron antes de lo previsto, y además quería<br />
conocer a nuestros invitados.<br />
Luego compartieron una pizza tardía con un<br />
vaso de vino, y cuando la velada hubo finalizado, ya<br />
eran buenos amigos. Más tarde, se produjo un mo-
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128<br />
mento incómodo cuando Luke dijo que dormiría en<br />
el sofá.<br />
–No hace falta –intervino Angela, ansiosa por demostrar<br />
su tolerancia–. Quiero decir que no es necesario<br />
que modifiquéis vuestra vida habitual porque<br />
nosotros estemos aquí.<br />
–Angela, vamos a dormir –dijo Harold cubriéndose<br />
los ojos con las manos.<br />
Cuando los padres se marcharon, Luke la miró<br />
con júbilo.<br />
–Parece que tu madre me ha dado permiso para…<br />
–Sí, ya lo sé, ya lo sé –replicó ella con ironía–.<br />
Gracias por ser tan amable con ellos. Y ahora me<br />
voy a dormir.<br />
–¿Estás segura de que no quieres que te acompañe?<br />
–Luke, te advierto…<br />
–Está bien. No perdía nada con intentarlo –dijo<br />
con un suspiro melancólico–. De vuelta al sofá.<br />
–Buenas noches –se despidió Olympia entre risas.<br />
–Buenas noches.
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CAPÍTULO11<br />
ALA HORA del desayuno, Luke llamó a su<br />
madre para decirle que todos irían a cenar a<br />
la villa esa noche.<br />
Al ver que sus padres intercambiaban una mirada,<br />
Olympia comprendió que era otra vuelta de tuerca<br />
a su supuesta relación amorosa con Luke.<br />
Su familia y ella fueron los invitados de honor<br />
esa noche. Cuando llegaron a la villa, todos los Rinucci<br />
los esperaban en la escalinata de entrada.<br />
–Mira quién ha venido –dijo Hope a Olympia con<br />
entusiasmo–. Tú ya lo sabías, ¿verdad?<br />
–No, ignoraba que Pietro hubiera regresado –respondió<br />
la joven, casi sin aliento.<br />
–Aún no me he comunicado con Enrico –explicó<br />
Pietro al tiempo que le estrechaba la mano–. Cuando<br />
llamé a casa, la Mamma me informó que esta noche<br />
teníamos invitados de honor, así que no podía<br />
faltar.<br />
–Desde luego –murmuró Olympia, impactada por<br />
su calidez y magnetismo.<br />
Tras seis semanas de ausencia, Olympia notó que<br />
Pietro había cambiado. Llevaba el pelo hacia atrás,<br />
lo que le hacía parecer mayor y más severo. Estaba
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más delgado y había sombras bajo sus ojos, , que estaban<br />
más oscuros y brillantes que nunca.<br />
Pietro saludó a Harold y Angela con exquisita<br />
cortesía, aunque con una ligera reserva.<br />
–No me gusta tanto como su hermano –Angela<br />
cuchicheó a su hija, en un aparte.<br />
Mientras Hope los llevaba a tomar una copa de<br />
vino, Pietro vio a Luke detrás de Olympia.<br />
–Permitidme felicitaros por vuestro compromiso.<br />
Y aprovecho la ocasión para presentaros a la signorina<br />
Galina Mantini –añadió antes de que Olympia<br />
pudiera protestar.<br />
Con el rabillo del ojo, Olympia distinguió a una<br />
joven que se acercaba a ellos. Era la criatura más<br />
sorprendentemente encantadora que jamás hubiera<br />
visto. Parecía tener dieciocho años, una larga cabellera<br />
rubia y una tez aterciopelada. Con una mirada<br />
de adoración, la joven puso la mano en el brazo de<br />
Pietro, con gesto posesivo.<br />
–Galina, éstos son mi hermano Luke y Olympia,<br />
su novia.<br />
–Buon giorno –saludó Galina con una voz cautivadora.<br />
Con gran esfuerzo, Olympia devolvió el saludo,<br />
muy controlada en el exterior y furiosamente herida<br />
en su fuero interno.<br />
De pronto, su tristeza de las últimas semanas le<br />
pareció una burla. Había creído que los sentimientos<br />
de Pietro eran tan profundos como los suyos, cuando<br />
en realidad para él había sido una fantasía pasajera.<br />
En ese momento, Angela se acercó a ellos.
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–¡Qué hombre más fascinante es el abuelo Rinucci!<br />
¿Sabíais que presenció la gran erupción del Vesubio?<br />
–Fue en 1942 –intervino Luke con una sonrisa–,<br />
poco después de la liberación de Italia. Dice que<br />
desde entonces el volcán le habla personalmente.<br />
Afirma que cuando alguien miente, lanza un penacho<br />
de humo. He oído la historia cientos de veces<br />
–añadió entre risas.<br />
–Angela y Harold, os estamos muy agradecidos.<br />
Hace mucho tiempo que nuestro viejo padre no disfrutaba<br />
de un público renovado –observó Toni, que<br />
escuchaba la conversación no lejos de ellos.<br />
–Eres muy afortunada –Angela comentó más tarde<br />
a Hope–. Tantos hijos y todos tan apuestos.<br />
–Mi pena es no haber tenido una hija. Me habría<br />
gustado una como la tuya. Aunque tal vez pronto podamos<br />
compartirla –repuso Hope en tono conspirador.<br />
Angela asintió de buen grado–. Los hijos varones<br />
son un problema. Tengo seis. ¿Y cuántos han<br />
traído a su chica a la fiesta de la madre? Sólo dos.<br />
Su mirada sonriente se posó sobre Luke y Olympia,<br />
y luego sobre Pietro y Galina.<br />
Cuando todos se sentaron a la gran mesa del comedor,<br />
Olympia contempló a sus padres en animada<br />
charla con el anciano abuelo y luego sus ojos se detuvieron<br />
en Pietro y Galina, que parecían absortos el<br />
uno en el otro. «O tal vez absorto en el generoso escote<br />
de esa belleza», pensó con amargura.<br />
–¿Y cuándo vuelven por aquí para celebrar la boda?<br />
–preguntó el abuelo Rinucci a Angela en voz alta.<br />
–¿Qué boda? –inquirió ella ansiosamente.
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–Cualquiera. La de Pietro y Galina o la de Luke y<br />
Olympia.<br />
–No cuenten conmigo –protestó Olympia, con<br />
firmeza–. Estoy dedicada a mi carrera a tiempo completo.<br />
Y de hecho, no creo en el amor.<br />
–Querida, no hables así –rogó su madre.<br />
–El amor es una trampa para incautos –declaró<br />
rotundamente.<br />
Antes de que alguien pudiera replicar, a lo lejos se<br />
produjo un ruido sordo. Todos los ojos se volvieron a<br />
las ventanas. Cuando el ruido se volvió a repetir, los<br />
invitados se pusieron de pie y salieron a la terraza.<br />
Del Vesubio se desprendía un delgado penacho de<br />
humo que se elevó por el aire y luego desapareció.<br />
–¿Va a entrar en erupción? –preguntó Angela, alterada.<br />
–No, este fenómeno se produce a menudo –la<br />
tranquilizó Hope–. No significa nada.<br />
–Sí que significa algo. Quiere decir que alguien<br />
ha dicho una mentira piadosa –sentenció el abuelo<br />
mientras sus ojos se detenían en Olympia–. O tal vez<br />
no tan piadosa.<br />
–Puede que esa persona hablara muy en serio<br />
–Olympia intentó tomar a la risa el incidente.<br />
En ese mismo instante, el Vesubio gruñó desde<br />
sus entrañas y lanzó otro penacho de humo.<br />
Todo el mundo se echó a reír con la mirada puesta<br />
en Olympia.<br />
La cena casi había concluido y nadie volvió a la<br />
mesa. Al ver tan contentos a sus padres, Olympia se<br />
relajó un poco.
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–¿Quieres que vuelva a llenar tu copa? –preguntó<br />
Pietro, que apareció repentinamente junto a ella.<br />
–No, ya es suficiente, gracias.<br />
Pietro se la quitó de las manos y la dejó a un lado.<br />
–Tienes muy buen aspecto.<br />
–Y tú también. ¿Te quedarás definitivamente?<br />
–No, unos días solamente. Tengo que regresar a<br />
Londres para poner en marcha la nueva organización<br />
de la empresa.<br />
–¿Cómo está Cedric?<br />
–Disfrutando de su jubilación. La noche de su última<br />
jornada laboral nos fuimos de juerga.<br />
–¿De juerga tú?<br />
–Solía hacerlo cuando era más joven.<br />
–Me cuesta imaginarlo en un hombre tan metódico<br />
y organizado.<br />
Pietro dejó escapar una breve risa desanimada.<br />
–Acabas de describir a mi hermano, no a mí. Luke<br />
es el que suele planificarlo todo según su conveniencia.<br />
–No he detectado ese rasgo en él.<br />
–No, porque contigo es diferente, se lo concedo.<br />
Pero si cometes el error de casarte con mi hermano,<br />
no tardarás en descubrirlo.<br />
–Entonces sois muy parecidos. Por eso será que<br />
siempre estáis enfrentados.<br />
–No soy tan malo como piensas.<br />
–Permíteme una pregunta: ¿cómo lograste que Cedric<br />
guardara silencio respecto a tu verdadera identidad?<br />
¿No habrás doblado el importe de su jubilación?<br />
–No tanto como eso –respondió, a su pesar.
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–Así que lo sobornaste. Mira, tú sólo tienes dos<br />
formas de tratar a las personas. O los engañas, o los<br />
sobornas. ¿Por qué no intentas acercarte a la gente<br />
con honestidad? ¿O no sabes cómo hacerlo?<br />
–Olympia, por favor.<br />
–De acuerdo. He terminado. No se hable más del<br />
asunto.<br />
–¿Para cuándo es el anuncio de tu compromiso<br />
con mi hermano? Por eso tus padres han venido a<br />
Nápoles, ¿no es así?<br />
–No, fue por casualidad. Luke me sugirió que los<br />
invitara a pasar unos días.<br />
–Como un buen futuro yerno. Ellos lo quieren mucho.<br />
Tu madre me habló de lo maravilloso que es y tu<br />
padre anhela que llegue el día de acompañarte al altar.<br />
–¿Y tú escuchaste lo que dije en la cena?<br />
–Sí, y también el Vesubio. Ya sabes lo que piensa<br />
el viejo volcán.<br />
–No me digas que eres supersticioso.<br />
–No puedes vivir aquí si no lo eres. El Vesubio<br />
piensa que mientes.<br />
–Ya es suficiente –dijo furiosa, antes de alejarse.<br />
Los invitados se habían reunido en pequeños grupos<br />
a tomar café.<br />
Cuando Olympia se acercó a ella, Hope hablaba<br />
de su hijo Justin.<br />
–Pronto empezarán las vacaciones y tal vez Justin<br />
venga con mi nieto. Entonces los conocerás –dijo<br />
a la joven con una sonrisa.<br />
–Será un placer para mí. Pienso que vuestro encuentro<br />
fue maravilloso.
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135<br />
–Se lo debo a Pietro. Él me devolvió a mi hijo<br />
–declaró con una mirada de amor a su hijo que se<br />
había acercado a ella.<br />
–No, Mamma. Justin también te buscaba. Tarde o<br />
temprano él mismo te habría encontrado.<br />
–¿Hay alguna esperanza de ver a Evie otra vez?<br />
–preguntó Luke, junto a Olympia.<br />
–Me temo que no –respondió Hope con tristeza<br />
antes de volverse a Olympia–. Justin vino a conocerme<br />
acompañado de Evie. Ella lo había ayudado mucho<br />
y era innegable que se amaban, pero parece que<br />
han roto.<br />
–Tal vez no se amaran –opinó Toni, que se había<br />
acercado a su esposa.<br />
–¿Por qué dices eso? –intervino Olympia, impulsivamente–.<br />
A veces las personas se separan, aunque<br />
se quieran. Eso no significa que no haya amor entre<br />
ellos, sino que se sienten incapaces de encontrar el<br />
camino que los una.<br />
Hope la miró con interés y, aunque no podía verlo,<br />
notó a Pietro alerta a sus palabras.<br />
–Creo que tienes razón –convino Hope–. Sé que<br />
Justin es un hombre difícil. Él mismo lo admite. No<br />
sería un marido fácil para ninguna mujer, pero no me<br />
cabe duda de que Evie podría haber sido la esposa<br />
adecuada para él. Si sólo…<br />
–Si alguien pudiera mediar entre ellos –dijo Olympia–,<br />
conversar con cada uno por separado y luego hacerles<br />
hablar entre sí...<br />
–Tal vez… –murmuró Hope, pensativa–. Pero entonces<br />
mi familia diría que soy una entrometida.
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–Pues que lo hagan –replicó Olympia–. A veces<br />
algunos dicen que yo lo soy, aunque eso nunca ha logrado<br />
arredrarme.<br />
Todos se echaron a reír y Hope le dio unos golpecitos<br />
en la mano.<br />
–Ya sabía yo que tenía que haber una razón por la<br />
que me gustaras tanto –declaró en tono triunfal.<br />
Al anochecer, Olympia buscó refugio en una esquina<br />
de la terraza, desde donde podía contemplar el Vesubio<br />
al otro lado de la bahía. Sintió que era un alivio<br />
alejarse de la animada charla de los invitados y, recogida<br />
en sí misma, entregarse a sus confusos pensamientos.<br />
El rostro de Pietro no abandonaba su mente.<br />
–¡Qué agradable es salir al aire fresco! –exclamó<br />
Hope al otro extremo de la terraza sin notar la presencia<br />
de Olympia.<br />
La joven iba a decirle algo, cuando oyó la voz de<br />
Pietro.<br />
–Sí. Siéntate un momento, Mamma. Pareces cansada.<br />
–No lo niego, aunque ha sido una velada maravillosa.<br />
Galina y Olympia son tan hermosas... Me pregunto<br />
cuándo...<br />
–Volveremos a ver a Justin –la interrumpió Pietro<br />
rápidamente.<br />
–Eso también.<br />
–¿Estás pensando en lo que dijo Olympia?<br />
–Desde luego que sí. Estoy tentada a creer que tenía<br />
razón, porque así podría intervenir sin dudarlo.<br />
Aunque supongo que mi hijo tan sensato me aconsejaría<br />
que fuera prudente.
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137<br />
–Te equivocas, Mamma. También creo que Olympia<br />
tiene razón.<br />
–¿Tú estás de acuerdo con Olympia? Pensé que<br />
no te gustaba, especialmente porque Luke y ella están<br />
enamorados.<br />
–Te equivocas –replicó con firmeza–. Olympia<br />
no me disgusta, incluso pienso que sería una esposa<br />
admirable para Luke. Aunque ella también es una<br />
mujer prudente que ha aprendido duras lecciones sobre<br />
el amor.<br />
–Hablas como si la conocieras bien.<br />
–La conozco más de lo que piensas. Esta noche te<br />
habló a través de la sabiduría y del dolor. Deberías<br />
escucharla. Si Evie y Justin están hechos el uno para<br />
el otro, deberíamos hacer lo posible por ayudarlos a<br />
superar sus problemas.<br />
–¿Y tú lo dices?<br />
–¿Te sorprende?<br />
–Un poco. Aunque fuiste tú el que encontró a<br />
Justin, no creo que lo quieras como un hermano.<br />
–Eso no importa. Ahora sé lo que significa encontrar<br />
a la persona ideal y luego perderla a causa de<br />
la propia estupidez, y porque no había nadie que los<br />
ayudara a encontrarse otra vez. No se lo deseo a nadie.<br />
Ni a Justin ni a Luke.<br />
–¿Ni a ti? –preguntó Hope suavemente.<br />
Pietro rió con brusquedad.<br />
–Yo sé cuidar de mí mismo. En cambio, Justin se<br />
siente confuso. Olympia ha dicho la verdad. Deberías<br />
ayudar a tu hijo.<br />
–¿Y tú? ¿Estás confuso?
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138<br />
–No, Mamma, he dejado de estarlo. Está refrescando<br />
mucho. Será mejor que entremos.<br />
Olympia permaneció sentada en silencio hasta<br />
que se hubieron marchado. De pronto, sintió las mejillas<br />
húmedas, aunque no recordaba cuándo había<br />
empezado a llorar.<br />
Enrico Leonate organizó un baile para todos «los<br />
notables» como él los llamaba. Entre sus invitados<br />
se contaba la mayoría de los miembros del Consejo<br />
de Nápoles, antiguas familias napolitanas y muchos<br />
de sus colaboradores. También logró persuadir a los<br />
padres de Olympia de que postergaran unos días su<br />
vuelta a Inglaterra y asistieran a la fiesta.<br />
Aquella noche, Angela y Harold, junto a Luke y<br />
Olympia, se dirigieron a uno de los palazzos donde<br />
Leonate había alquilado el salón de baile.<br />
Era una gran ocasión. La familia Rinucci en pleno<br />
se encontraba allí; entre ellos, Francesco con una<br />
joven que Hope no dejaba de observar con ojos esperanzados<br />
y Pietro, que escoltaba a la joven Galina,<br />
que parecía una modelo con su traje blanco de seda.<br />
Olympia también estaba muy elegante con su traje<br />
de seda azul, aunque nunca se le habría ocurrido<br />
competir con la deliciosa Galina.<br />
Enrico se mostró exultante cuando hizo un aparte<br />
con Pietro y Olympia.<br />
–Será una velada maravillosa que culminará cuando<br />
abráis el baile con un vals.<br />
–Realmente no es necesario –dijo Olympia.
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139<br />
–Sí que lo es. Estamos celebrando la fusión de las<br />
dos empresas, el comienzo de una convivencia pacífica,<br />
fructífera…<br />
–Solamente son dos empresas, no dos reinos –señaló<br />
Olympia–. Hay que guardar las proporciones,<br />
Enrico.<br />
–Estoy de acuerdo con ella –convino Pietro, con<br />
los dientes apretados–. Será mejor que te olvides de<br />
la idea.<br />
–¿Qué tontería es ésta? Os ordeno que bailéis juntos<br />
–explotó.<br />
Con el propósito de calmarlo, Pietro y Olympia<br />
accedieron al instante y abrieron el baile.<br />
–Lo siento –rezongó Pietro.<br />
–No te preocupes. Empiezo a conocer a Enrico.<br />
No le hace daño a nadie. Sólo tenemos que sonreír,<br />
ser amables y luego marcharnos cada cual por su<br />
lado.<br />
–¿Te das cuenta de que suena muy melancólico?<br />
–Los nuevos caminos siempre conducen a un sitio<br />
diferente –dijo ella.<br />
–¿Y si no fuera ése el sitio donde queremos ir?<br />
–No olvides que tienes a Galina esperando en tu<br />
camino. Probablemente te llevará a algún lugar interesante.<br />
–Calla –dijo con suavidad–. No digas eso, ¿me<br />
oyes?<br />
–¿Por qué no?<br />
–Hablas como si te hubiera traicionado. Aunque<br />
si tú nombras a Galina, yo puedo nombrar a Luke.<br />
Dime que no estás enamorada de él.
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140<br />
–¿No te dije una vez que nunca me volvería a<br />
enamorar de hombres inadecuados?<br />
–Bruja –dijo con amargura–. Strega.<br />
–Sí, deberías tener cuidado conmigo.<br />
La boca de Pietro estaba muy cerca de la suya, de<br />
modo que podía sentir el susurro de su respiración<br />
en los labios. El placer que sintió fue tan dulce e intenso<br />
que creyó que iba a desfallecer. Anhelaba con<br />
tanta intensidad que la besara que nada le importaba<br />
en ese instante. El deseo le hizo olvidar la prudencia<br />
hasta el extremo de decidir que ella lo besaría primero.<br />
Lo haría en cualquier momento, y el mundo podría<br />
pensar lo que quisiera.<br />
Y en ese instante, el vals llegó a su fin.<br />
En medio de los aplausos de los invitados, Pietro<br />
la condujo donde se encontraba Luke y, con una ligera<br />
inclinación de cabeza en señal de saludo, fue a<br />
reunirse con Galina.<br />
Y a la mañana siguiente, cada uno tomó su propio<br />
camino.
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CAPÍTULO12<br />
OLYMPIA se despidió de sus padres en el aeropuerto.<br />
–Han sido unos días maravillosos, cariño, y<br />
será un placer asistir a tu boda. Luke es un encanto,<br />
pero no permitas que el otro se interponga entre vosotros.<br />
–¿El otro?<br />
–Pietro, el que siempre os riñe. Debes estar alerta<br />
porque intentará impedir tu boda con Luke.<br />
–Tendré cuidado, mamá. Pero no esperéis una<br />
boda. Las cosas no siempre son lo que parecen.<br />
–No digas tonterías, cariño. He visto cómo te<br />
mira. Adiós.<br />
Tres días después, llegaron alegres noticias desde<br />
Inglaterra.<br />
–¡La Mamma lo ha conseguido! –anunció Luke,<br />
en tono triunfal–. No me preguntes cómo, pero ha<br />
hecho entrar en razón a Justin y a Evie y la boda se<br />
celebrará el próximo mes, aquí en Nápoles.<br />
Olympia pasó una tarde con Hope, completamente<br />
entregadas a planificar la boda.
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142<br />
Justin, su hijo Mark y Evie llegarían a la villa dos<br />
días antes de la ceremonia.<br />
–Sé que no es normal que los novios salgan de la<br />
misma casa, pero ellos no tienen nada en Nápoles.<br />
Además, así puedo mantenerlos vigilados en la villa.<br />
–Para que no se te escapen, ¿eh? –bromeó Olympia,<br />
y ambas se echaron a reír.<br />
Toni y Pietro, que había vuelto de Inglaterra, fueron<br />
con Olympia a recogerlos al aeropuerto.<br />
Olympia de inmediato quedó prendada del ingenio<br />
de Evie, de su inteligencia y buen humor. Justin<br />
era un hombre interesante, aparentemente áspero,<br />
aunque parecía muy unido a Evie. Sus ojos la seguían<br />
por todas partes cuando se apartaba de él.<br />
Después de Hope, Mark era el más interesado en<br />
que la boda se realizara cuanto antes.<br />
–Se parece un poco a Pietro cuando me casé con<br />
Jack Cayman, su padre –comentó Hope–. Deseaba<br />
con tanto anhelo tener una madre que nunca olvidaré<br />
su sonrisa cuando finalmente me tuvo junto él.<br />
«Aunque tras la partida de Hope, después del divorcio,<br />
se sintió abandonado. Y hasta ahora, nunca<br />
ha sido un hombre completamente seguro de sí mismo»,<br />
pensó Olympia, convencida de que las tristes<br />
experiencias de la infancia habían modelado el carácter<br />
de Pietro.<br />
Bajo la aparente confianza en sí mismo, había un<br />
ser que continuamente buscaba algo que no podía<br />
encontrar. Y casi lo mismo sucedía con Justin, cuya<br />
vida se había construido sobre una confusión aún<br />
mayor.
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143<br />
Separado de su madre siendo un recién nacido, y<br />
más tarde rechazado por sus padres y enviado a una<br />
casa de acogida, Justin había alcanzado la madurez<br />
lleno de ira, amargura e indiferencia hacia los demás.<br />
Y pese a todas las dificultades, se había labrado<br />
un futuro brillante. En la actualidad era un hombre<br />
rico, dueño de una importante empresa.<br />
Pero sus heridas no habían cicatrizado y por ello<br />
había rechazado a Evie, que lo amaba verdaderamente.<br />
Por su propio bien, según dijo. Gracias a la<br />
intervención de Hope, se habían vuelto a encontrar<br />
y en ese momento toda la familia les deseaba felicidad.<br />
Como prueba de su agradecimiento, Justin había<br />
elegido a Pietro como padrino de boda. Toni llevaría<br />
a Evie ante el altar porque ella no tenía familiares.<br />
El día anterior al evento, llegaron los padres de<br />
Olympia invitados por Hope, que no perdía las esperanzas<br />
de otra alianza.<br />
La mañana de la ceremonia, la familia Rinucci al<br />
completo se reunió en la villa.<br />
Como siempre, Galina estaba impresionante con<br />
un traje de gasa celeste, muy recatado para la iglesia,<br />
pero que no dejaba la menor duda sobre su gloriosa<br />
figura.<br />
El traje de lino de color miel que ante el espejo a<br />
Olympia le había parecido tan elegante, en ese momento<br />
le pareció apagado. De hecho, se dijo que parecía<br />
una mujer mayor comparada con la vibrante juventud<br />
de Galina.
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144<br />
Acompañado de la joven, Pietro se acercó a Olympia.<br />
La luz del sol hizo brillar una cadena de oro con<br />
gruesos eslabones que Galina lucía en el cuello.<br />
–¿No es preciosa? –comentó cuando Olympia admiró<br />
la joya.<br />
–¿Te la regaló Pietro? –preguntó Luke.<br />
Galina se limitó a sonreír. Un regalo tan valioso<br />
no podía ser otra cosa más que una declaración de<br />
intenciones, pensó Olympia.<br />
Hope apareció junto a ellos.<br />
–Es hora de que el novio se marche a la iglesia<br />
con sus acompañantes. El coche os espera –dijo en<br />
tono apremiante.<br />
Pietro se hizo cargo de Justin, mortalmente pálido.<br />
Y en unos cuantos minutos, los hermanos y Galina<br />
se alejaron rumbo a la iglesia.<br />
Más tarde, todos los invitados quedaron en silencio<br />
cuando apareció la novia.<br />
Evie había elegido un sencillo traje de color marfil,<br />
adornado con un velo corto sujeto con pequeñas<br />
flores. Estaba hermosa, tranquila y segura de sí misma.<br />
De hecho, una mujer como Evie era lo que más<br />
necesitaba Justin, el hombre que ella amaba.<br />
Hope lo sabía porque la abrazó de un modo muy<br />
maternal antes de poner una de sus manos en la de<br />
su esposo.<br />
–Toni, tú la llevarás al altar, y entonces será nuestra<br />
hija.<br />
«Ninguna novia podría haber recibido una acogida<br />
mejor», pensó Olympia mientras se dirigía con<br />
Luke a uno de los coches.
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145<br />
En ese momento, supo que no podía casarse con<br />
Luke a pesar de lo que pensaran los demás. Había<br />
llegado la hora de marcharse. Había que poner distancia<br />
entre la familia Rinucci y ella. De ese modo,<br />
no tendría que ver a Pietro con Galina. De pronto,<br />
recordó que no podría dejar de verlo diariamente<br />
puesto que trabajaba con él. Tendría que regresar a<br />
Inglaterra y buscar otro empleo.<br />
Eso significaría tener que comenzar de nuevo.<br />
«No es nuevo para mí. Puedo volver a hacerlo», pensó<br />
con decisión.<br />
La ceremonia fue impresionante, pero lo que más<br />
impactó fue el momento en que los novios pronunciaron<br />
sus votos de amor.<br />
Entonces la música del órgano invadió el recinto<br />
de la iglesia y los novios avanzaron lentamente por<br />
la nave hasta salir al atrio, donde los esperaba el fotógrafo.<br />
Había que hacer muchas fotos de distintas combinaciones<br />
familiares. Nadie podía quedar fuera, así<br />
que Olympia se vio amablemente empujada a posar<br />
para muchas fotografías mientras pensaba que no tenía<br />
derecho a estar allí.<br />
Luego llegó el momento de la recepción y los<br />
discursos.<br />
Mark a menudo tenía que ayudar a su padre a salvar<br />
las dificultades del idioma.<br />
–Papá todavía no se maneja bien en italiano, así<br />
que yo seré su intérprete.<br />
Y llegó el momento en que los novios tuvieron<br />
que abrir el baile.
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146<br />
Apoyada contra una pared y con una copa de<br />
champán en la mano, Olympia contemplaba a los<br />
novios, que se deslizaban armoniosamente por la<br />
pista.<br />
En ese momento, Pietro se acercó a ella.<br />
–¿Haciendo planes?<br />
–¡Cállate! –replicó, abandonando todo tacto.<br />
–¿Cuánto tiempo piensas mantenernos en la incertidumbre<br />
mientras postergas el anuncio de tu boda?<br />
Pronto serás mi cuñada, o lo serías, si me decido a reconocer<br />
al inglés como mi hermano.<br />
Olympia se enfrentó a él, con la mirada fija en<br />
sus ojos.<br />
–Pietro, ¿quieres dejar de decir tonterías? No me<br />
voy a casar con Luke –replicó, repentinamente enfadada,<br />
sin cuidar sus palabras–. ¿Cómo pudiste haberlo<br />
pensado siquiera un minuto?<br />
–Porque te fuiste a vivir con él.<br />
–Sólo porque estaba enfadada contigo. Debiste<br />
haberlo sabido, aunque sí que lo sabías. ¿Dónde has<br />
estado todo este tiempo?<br />
Él la miró fijamente.<br />
–¿Me culpas?<br />
Olympia pensó en Galina y la tristeza se apoderó<br />
de ella.<br />
–No, supongo que también es culpa mía. Desde<br />
el principio no fui muy inteligente; de lo contrario<br />
habría sabido quién eres tú –dijo con una sonrisa<br />
irónica–. Aunque tampoco lo hiciste muy bien. Tú<br />
no me engañaste. Fui yo la que me engañé a mí misma.<br />
Quise creer en mi propia inteligencia. Así que
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147<br />
si hay un culpable, ésa soy yo. Dicho esto, creo que<br />
deberíamos separarnos como amigos y olvidar lo<br />
ocurrido.<br />
–¿Amigos? ¿Separarnos?<br />
–Sí, regreso a Inglaterra.<br />
Sin dejar de mirarla, Pietro buscó desesperadamente<br />
una respuesta. Cuando al fin la encontró, no<br />
fueron precisamente las palabras que le habría gustado<br />
elegir.<br />
–No puedes. Tienes un contrato.<br />
–Despídeme.<br />
Olympia dio media vuelta con la intención de ir a<br />
la terraza. Pero él la detuvo con firmeza y se enfrentó<br />
a ella.<br />
–Escúchame.<br />
–Los invitados nos observarán –dijo, frenética.<br />
–Que lo hagan. Ya es hora de que tú y yo hablemos<br />
con sinceridad. Todo el tiempo te has aprovechado<br />
de mí y me has tratado como a un tonto.<br />
–¿Yo?<br />
–Todo lo que has hecho últimamente ha sido<br />
con el propósito de castigarme. Has estado viviendo<br />
con el inglés para aparentar ser una pareja ante<br />
la familia. Intentabas darme una lección, ¿no es<br />
así? Y yo que te consideraba una buena persona...<br />
–No digas eso –espetó–. Los dos nos hemos portado<br />
mal. Ambos pensábamos que el otro era una<br />
buena persona. Y ambos quedamos desilusionados.<br />
–Lo que nos deja en un plano de igualdad.<br />
–Sí –dijo, con un suspiro–. Un buen momento<br />
para terminar.
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–¿Estás segura? Algunos dirían que es un buen<br />
momento para comenzar.<br />
–¿Qué?<br />
–¿No te das cuenta de que lo que has dicho en estos<br />
últimos minutos nos da la mejor oportunidad que<br />
nunca hayamos tenido? Olympia, por primera vez<br />
podemos ser sinceros el uno con el otro y eso es un<br />
buen comienzo.<br />
Había un destello en lo más profundo de sus ojos<br />
que la dejó perturbada; sin embargo, Olympia ya había<br />
tomado una decisión y se mantendría firme en<br />
ella.<br />
–No puedo creer que digas eso después de todo el<br />
daño que nos hemos hecho mutuamente.<br />
–La experiencia no fue buena y necesitábamos un<br />
tiempo para superarla, pero lo hemos hecho y ahora<br />
estamos preparados para…<br />
–¿Quieres dejar de decirme lo que tengo que hacer?<br />
–Alguien tiene que hacerlo, porque te siento perdida<br />
y confusa. Más o menos como yo; pero con la<br />
diferencia de que yo creo que aquí es donde acaban<br />
nuestros desacuerdos. Dime que me amas.<br />
–¿Es una orden? –preguntó, ultrajada.<br />
–¡Sí, lo es! Y date prisa, porque estoy cansado de<br />
esperar.<br />
–¡Al diablo! –exclamó furiosa, al tiempo que intentaba<br />
alejarse.<br />
–Al diablo no –replicó Pietro mientras la obligaba<br />
a retroceder–. Y ahora, escúchame. Mientras contemplaba<br />
a Justin y a Evie en el altar, no he dejado de
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preguntarme cómo pude haber permitido que nuestra<br />
relación se estropeara así.<br />
–Lo mismo hice yo, y…<br />
–Entonces dime que me amas.<br />
–Verás, yo…<br />
–Dilo.<br />
Antes de que ella se diera cuenta, los labios de<br />
Pietro se posaron sobre los suyos.<br />
–Dilo –murmuró mientras la estrechaba entre sus<br />
brazos sin dejar de besarla.<br />
–Que me cuelguen si…<br />
–¡Dilo!<br />
Olympia no pudo decir nada porque la boca de<br />
Pietro no se apartaba de la suya.<br />
Sí, lo amaba. Podría negarlo hasta el fin de los<br />
días, pero su amor siempre sería un hecho incuestionable.<br />
–Dilo o tendré que besarte hasta que por fin lo digas.<br />
–En ese caso, mis labios están sellados –murmuró<br />
y ambos se echaron a reír–. Te amo, te amo, pero<br />
sigue, no te detengas.<br />
Con esas palabras, la tristeza y la tensión desaparecieron<br />
como por encanto mientras se besaban apasionadamente.<br />
Olympia no se dio cuenta de que una puerta se<br />
abría y se cerraba, en cambio Pietro se separó de ella<br />
un tanto desconcertado.<br />
–Bueno, bueno –oyeron la voz de Luke.<br />
Olympia se volvió rápidamente y lo vio apoyado<br />
contra una pared, con una mirada divertida.
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–Luke…<br />
–Así que por fin llegaste a la línea de meta. Siempre<br />
pensé que si tenía paciencia, tú lo lograrías.<br />
–¿Tú? –preguntó en tono dudoso–. ¿Quieres decir<br />
que tú… todo el tiempo…?<br />
–Creo que he sido bastante listo. Esa noche, cuando<br />
querías marcharte, tuve que encontrar el modo de<br />
que te quedaras en Nápoles y te invité a mi casa.<br />
–¿Por qué? –preguntó Pietro, de inmediato.<br />
Luke dejó escapar una carcajada burlona.<br />
–Porque sabía que Olympia era la única mujer<br />
capaz de derrotarte. Y no me iba a perder la diversión,<br />
desde luego. El hecho de ver que no sabías<br />
cómo actuar me ha parecido muy cómico. También<br />
he visto que apenas podías controlar tus celos y que<br />
te volvías loco porque deseabas algo que estaba fuera<br />
de tu alcance y porque eras incapaz de admitir que<br />
no podías controlar la situación, como sueles hacer.<br />
¿Que si me divertí? ¡Claro que sí!<br />
Olympia no pudo comprender los juramentos que<br />
Pietro profirió en voz baja y en italiano contra Luke.<br />
En todo caso, debieron de ser ultrajantes a juzgar por<br />
su expresión alarmada.<br />
–¡Basta! No es el momento de estropearlo todo<br />
–intervino con diplomacia–. Pietro, fueran cuales<br />
fuesen sus razones, lo cierto es que tu hermano nos<br />
hizo un favor.<br />
–No lo llames mi hermano…<br />
–Pero lo es. Sólo un hermano podría hacerte un<br />
gran favor, insultarte y luego reírse de ti y contigo.
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–Serás una buena influencia para él, Olympia. Incluso<br />
hasta puedes acabar con su insensatez.<br />
–Nunca estuviste enamorado de mí, ¿verdad,<br />
Luke? –preguntó, esperanzada.<br />
Él se encogió de hombros.<br />
–Tal vez un poco, pero no tanto como para preocuparme.<br />
Afortunadamente, nunca me diste esperanzas.<br />
Y me he comportado como un perfecto caballero<br />
para que pudieras permanecer en Nápoles sin<br />
aflicciones. Ya ves que todo salió bien –dijo con certeza,<br />
y repentinamente sonrió–. Aunque te advierto<br />
que podría haber un problema. Tu madre me prefiere<br />
a mí.<br />
–Apostaría a que sí –murmuró Pietro más calmado,<br />
aunque todavía con una mirada recelosa.<br />
Olympia besó a Luke en la mejilla y él la abrazó<br />
fraternalmente.<br />
–¡Oye, inglés! – Pietro lo llamó cuando se marchaba.<br />
Entonces esperó que Luke volviera la cabeza<br />
para decir con calma–: Gracias.<br />
–Crees que has ganado, ¿verdad? Pero no olvides<br />
que ella llevará la voz cantante. Te hará bailar en la<br />
cuerda floja y yo me reiré mucho. Ah, me olvidaba,<br />
quiero ser tu padrino de bodas.<br />
–Descuida, no se lo pediría a nadie más que a ti.<br />
Luke se marchó.<br />
–Sí, creo que he ganado. He ganado lo que más<br />
quería en el mundo.<br />
Mientras se fundían en un abrazo, ninguno de los<br />
dos vio que Luke se volvía a mirarlos. Luego se tocó<br />
la mejilla donde Olympia lo había besado.
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–¿Y qué me dices de Galina? No intentabas ponerme<br />
celosa, ¿verdad? –preguntó Olympia más<br />
tarde.<br />
–No, nunca pensé que pudiera hacerlo. Quería salvar<br />
la cara, de modo que cuando Luke y tú anunciarais<br />
oficialmente vuestro compromiso, no me quedaría<br />
solo como un tonto.<br />
–¿Y si ella está enamorada de ti? –preguntó con<br />
un cierto sentimiento de culpa.<br />
Pietro se echó a reír a carcajadas.<br />
–Cariño, yo soy un viejo para Galina. Apenas tiene<br />
dieciocho años. La conozco porque sus padres<br />
son amigos míos. Cuando se enteró de lo que me<br />
ocurría, porque es muy difícil ocultarle algo a esa<br />
chica, me dijo: «Lo que tú necesitas es una fachada,<br />
y yo soy la persona más indicada para ayudarte, tío<br />
Pietro». Así que esa noche aparecí del brazo con ella<br />
sólo para salvar mi dignidad. Después de esa velada<br />
me volvió a rescatar, como ya sabes. Aunque ahora<br />
se sentirá muy contenta de que su colaboración ya<br />
no sea necesaria. Está ansiosa por volver a frecuentar<br />
amigos de su misma edad.<br />
–¿De veras que te llamaba tío Pietro?<br />
–Te juro que sí. Esa noche me llamaba así constantemente<br />
y tuve que recordarle que no lo hiciera.<br />
Vamos a buscarla para anunciarle que queda en libertad<br />
a partir de ahora.<br />
Encontraron a Galina bailando amorosamente<br />
con Ruggiero, tan absorta en él que a Pietro le costó<br />
llamar su atención. Cuando lo logró señaló a Olympia<br />
al tiempo que alzaba los pulgares. Galina sonrió,
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les hizo una seña y se llevó la mano a la pesada cadena<br />
de oro. Luego rodeó con un brazo el cuello de<br />
Ruggiero y se olvidó completamente de su tío Pietro.<br />
En otra habitación, Luke estaba solo con una botella<br />
de buen whisky.<br />
Hope lo descubrió minutos más tarde.<br />
–He visto lo que ha sucedido –dijo cariñosamente–.<br />
Lo tenías todo planeado, ¿no? Siempre supiste<br />
que finalmente Olympia elegiría a Pietro.<br />
–Creo que sí, Mamma. Aunque te confieso que a<br />
veces uno se pregunta si no tendría derecho a intervenir<br />
cuando un hombre actúa como un payaso con<br />
la mujer que está cortejando. Incluso se plantea conquistarla…<br />
–¿Por qué no lo hiciste? –preguntó al tiempo que<br />
le tendía un vaso para que le pusiera whisky.<br />
Luke se encogió de hombros.<br />
–Casi lo hice. Hubo noches en que mi parte buena<br />
libró una lucha encarnizada con la parte mala ante<br />
la puerta de su dormitorio.<br />
–Y siempre ganó tu lado bueno, ¿verdad?<br />
–Desgraciadamente, sí –replicó con vehemencia.<br />
Hope se echó a reír–. Aunque habría sido inútil.<br />
Ella sólo tiene ojos para Pietro, como bien pude<br />
comprobar.<br />
–Así que hiciste de Cupido. Siempre supe que<br />
eras un buen hermano.<br />
–No digas eso. Piensa en mi reputación.
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–De acuerdo, guardaré silencio. Sin embargo, ambos<br />
sabemos que tienes buen corazón. Un corazón<br />
fraternal.<br />
–Sí, aunque es una pena que los nobles sentimientos<br />
hacia mi hermano hayan aflorado ahora, y precisamente<br />
en relación a ella.<br />
–Hijo, en algún lugar hay una mujer para ti. Vas a<br />
superar lo de Olympia.<br />
–Sí, tal vez dentro de cien años. Mientras tanto,<br />
será mejor que me aleje por un tiempo.<br />
–¿Alejarte? –preguntó Hope, alarmada.<br />
–Sólo hasta Roma. Verás, hay un hombre que me<br />
debía mucho dinero. Como no podía pagar, firmó el<br />
traspaso de una propiedad. Pero las cosas se le han<br />
complicado y hay una abogada que le causa muchos<br />
dolores de cabeza. Dice que ella es el diablo en persona,<br />
así que me figuro que también me los causará a mí.<br />
–¿Ella?<br />
–Sí, la letrada es una tal Minerva Manfredi. Ya he<br />
recibido una carta en la que prácticamente me despelleja<br />
vivo.<br />
–Bueno, ella mantendrá tu mente ocupada –dijo<br />
la madre al tiempo que lo besaba–. Ve a Roma, hijo<br />
mío. Y vuelve para la boda de Pietro. Tal vez hasta<br />
te vea aparecer con una novia.<br />
–Lo dudo. Será mejor que te contentes con dos<br />
nueras, Mamma.<br />
–Tonterías. Quiero seis. Y ahora vuelve a la fiesta<br />
–dijo antes de marcharse canturreando.<br />
Minutos más tarde, Luke la siguió y se puso a<br />
contemplar a los novios. Justin bailaba con la novia,
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con las facciones suavizadas por el amor. Pietro bailaba<br />
lentamente con Olympia, ambos en su propio<br />
mundo, absortos en su felicidad.<br />
Luke la miró y supo al instante que ella ya lo había<br />
olvidado.<br />
–Tenía que comportarme como un buen hermano.<br />
Pero, ¿por qué ahora? –murmuró.<br />
Cuando finalizó la recepción y todos se hubieron<br />
marchado, la mansión quedó en silencio. Todos dormían,<br />
excepto dos personas que se encontraban en el<br />
jardín.<br />
Aunque había luna, el único sonido era el murmullo<br />
de dos enamorados en la oscuridad.<br />
–Nunca quise mentirte. Desde el momento en que<br />
te vi supe que tenías que ser mía. Había vivido una<br />
vida segura a causa de mi gran sensatez, pero todo<br />
aquello perdió su significado cuando te vi. Entonces<br />
quise convertirme en un salvaje, incluso en un estúpido.<br />
–Y lo lograste –comentó Olympia cariñosamente.<br />
–¿Piensas ser una esposa regañona?<br />
–Sólo una parte de mí lo es. Las otras no lo han<br />
decidido todavía.<br />
–Ah, sí –Pietro comprendió de inmediato el sentido<br />
de sus palabras–. Siempre tendremos que contar<br />
con eso. Una infinita variedad de personalidades.<br />
Bueno, muy práctico para no aburrirse.<br />
–Tienes la intención de serme infiel, ¿eh?<br />
–Sí, pero sólo contigo, amore. Sólo contigo.
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La risa deleitada de Olympia hizo renacer el<br />
mundo. A la luz de la luna, Pietro vio que se soltaba<br />
el pelo y se convertía en una hechicera ante sus ojos.<br />
–Has visto esto alguna vez, ¿verdad? –bromeó<br />
Olympia–. En la película, la heroína se suelta los cabellos,<br />
el héroe cae a sus pies y le jura amor eterno.<br />
–Sí –dijo Pietro con inmensa alegría mientras la<br />
estrechaba entre sus brazos–. Eso es exactamente lo<br />
que sucede…