You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 3<br />
<strong>Capítulo</strong> 1<br />
EL SOL era una borrosa esfera dorada en un cielo encapotado<br />
mientras el siroco, que soplaba tierra adentro<br />
desde el mar, aullaba entre las ruinas del castello<br />
como un coro de voces ancestrales de los gladiadores rebeldes<br />
que en un tiempo pasado habían defendido ese pedazo<br />
de Sicilia frente al Imperio de la Antigua Roma.<br />
Stefano Lucchesi pensó en aquellos hombres mientras<br />
subía los últimos escalones de piedra y se detenía<br />
en lo alto del acantilado. Al oeste dormitaba inactivo el<br />
monte Etna. A los pies de la montaña, las aguas tormentosas<br />
del Mediterráneo batían la costa rocosa.<br />
¿Cuántas veces habría ocupado un centinela esa<br />
misma posición mientras vigilaba la llegada del enemigo?<br />
Romanos, griegos, árabes y normandos habían<br />
vertido su sangre en esa misma tierra en su sed de conquista.<br />
Los piratas habían acechado cerca de la costa el<br />
paso de barcos incautos igual que una jauría de lobos<br />
hambrientos.<br />
Los invasores, uno tras otro, habían conquistado la<br />
tierra de sus antepasados hasta que, finalmente, se había<br />
liberado de sus grilletes y se había granjeado un enemigo<br />
propio, una aristocracia que se había enriquecido<br />
gracias al sudor de todos aquellos que habían cultivado<br />
ese suelo pedregoso.<br />
Stefano se volvió de espaldas al mar, metió las manos<br />
en los bolsillos de sus vaqueros y contempló su<br />
reino. El paso del tiempo no había sido generoso. Las<br />
ruinas del castello se reducían a unos pocos muros de<br />
piedra desmoronados y un puñado de columnas.<br />
Incluso el terreno se había vendido. Stefano había
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 4<br />
4<br />
ordenado a su abogado que comprara nuevamente la<br />
tierra, pedazo a pedazo, de manos de ancianos encorvados,<br />
vestidos de negro, que le recordaban a su abuelo.<br />
Stefano había ofrecido un precio más que justo, pero los<br />
representantes de su bufete no habían tenido éxito.<br />
Todos los propietarios se habían mostrado encantados<br />
ante la idea de vender una tierra básicamente árida<br />
y seca hasta que habían oído el nombre del comprador.<br />
–¿Lucchesi? –habían repetido.<br />
Uno incluso había escupido en la tierra a modo de<br />
respuesta.<br />
Pero, ¿por qué?<br />
Stefano se había criado en Estados Unidos, donde su<br />
abuelo había emigrado décadas antes de su nacimiento.<br />
Su padre había fallecido cuando no era más que un niño<br />
y su madre, proclamada reina en la fiesta de antiguos<br />
alumnos en su Nueva Orleans natal, lo había arrastrado<br />
de ciudad en ciudad en una carrera frenética en busca de<br />
emociones. Tenía doce años cuando murió.<br />
Sus abuelos paternos, a los que apenas conocía, se<br />
habían hecho cargo de él.<br />
Sin embargo, despabilado y ocultando su miedo tras<br />
la máscara de la arrogancia, no había tenido que resultar<br />
fácil para ellos manejarlo.<br />
Su abuela lo había alimentado, lo había vestido y se<br />
había desentendido de él. Su abuelo había tolerado su presencia,<br />
se había ocupado de su educación y, finalmente, se<br />
había encariñado de todo corazón con su nieto.<br />
Quizás la edad avanzada de su abuelo, unido al hecho<br />
de que Stefano hubiera irrumpido en su vida tan<br />
tarde, explicara que no llevara en sus venas eso que<br />
Jack denominaba «el poso de la Mafia» impreso en la<br />
sangre. Su abuelo nunca le había contado historias de<br />
venganzas y baños de sangre. Al contrario, le había hablado<br />
de La Sicilia, del Castello Lucchesi, de los acantilados,<br />
del volcán y del mar.<br />
Ésas eran las cosas que latían en la sangre de Stefano y<br />
que tanto apreciaba sin que nunca hubiera llegado a verlas.
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 5<br />
Sólo en su lecho de muerte el anciano había reclamado<br />
la presencia de Stefano y le había susurrado al<br />
oído palabras de honor, orgullo y famiglia, de cómo se<br />
había visto obligado a abandonarlo todo y se había trasladado<br />
a América para salvar lo que le fuera posible; al<br />
padre de Stefano y, de paso, al propio Stefano.<br />
–Recuperaré nuestra tierra –había prometido Stefano.<br />
Había llevado su tiempo. Su compañero de habitación<br />
en la universidad estudiaba informática. En esos<br />
días, surgían millonarios de la noche a la mañana gracias<br />
a empresas virtuales en Internet. TJ pensaba convertirse<br />
en uno de esos millonarios. Tenía una gran idea,<br />
tenía talento, perspectiva...<br />
Sólo necesitaba el dinero.<br />
Un día de invierno Stefano subió en su viejo Wolkswagen,<br />
se dirigió hacia Yale y siguió en dirección norte<br />
hacía el casino donde se sumó a una partida de póquer<br />
con las apuestas muy altas. Era la primera vez que actuaba<br />
por instinto desde el día en que le había prometido<br />
a su abuelo que restauraría el honor de la familia<br />
Lucchesi, pero no pensó en ello.<br />
Se dijo a sí mismo que merecía un día de descanso.<br />
Era un buen jugador de póquer. Jugaba en la universidad<br />
sólo por diversión. De hecho, había ganado su viejo<br />
coche en una partida en mitad de la noche, en su colegio<br />
mayor, cuando otro chico había pensado que se había tirado<br />
un farol al apostar todo lo que tenía en la mesa.<br />
Esa noche, en el casino, Stefano había ganado algo<br />
más que un coche.<br />
Había ganado miles de dólares.<br />
El casino le había ofrecido una habitación. Había entrado<br />
tambaleándose, se había duchado, había dormido<br />
y había regresado a la mesa. Tres días más tarde había<br />
conducido de vuelta a la universidad, había volcado una<br />
pequeña fortuna en la cama de su sorprendido compañero<br />
de habitación y TJ se había quedado mirando los<br />
billetes con incredulidad.<br />
5
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 6<br />
6<br />
–¿Qué has hecho, chico? ¿Has robado un banco?<br />
–Ahí tienes tu inversión inicial –dijo Stefano–.<br />
Quiero el cincuenta y uno por ciento de las acciones de<br />
tu empresa.<br />
Stefano apretó la mandíbula. Habían pasado doce<br />
años desde entonces.<br />
El negocio había convertido a Stefano en un hombre<br />
más rico de lo que jamás hubiera soñado. Ahora, pese a<br />
que su fortuna estuviera invertida en compañías aeroespaciales,<br />
en pozos de petróleo en Tejas, en apartamentos<br />
de lujo en Manhattan, nunca había olvidado el juramento<br />
que le había hecho a su abuelo.<br />
Dos años atrás se había propuesto cumplirlo, pero la<br />
conversación con su abogado le había recordado que<br />
había lugares y personas para quienes el pasado y la rabia<br />
todavía les hacían hervir la sangre.<br />
El siroco ardiente golpeó su espalda y arremolinó su<br />
pelo oscuro sobre su rostro delgado. Se apartó los mechones<br />
de la cara y nuevamente se metió las manos en<br />
los bolsillos de sus vaqueros.<br />
–Dobla nuestra primera oferta –había ordenado a su<br />
abogado.<br />
–Eso es demasiado dinero. Esta tierra no vale tanto...<br />
–No, pero su orgullo sí lo vale. Hazles llegar mi<br />
oferta y asegúrate que comprenden que yo también<br />
tengo mi orgullo. Explícales que es una oferta que no<br />
pueden rechazar.<br />
Jack había asimilado las palabras de Stefano en silencio.<br />
Finalmente, se había aclarado la garganta.<br />
–Has visto esas películas, ¿verdad?<br />
Stefano se había reído.<br />
–Haz la oferta y vuelve para informarme.<br />
Ahora estaba hecho. Todo lo que tenía ante sus ojos,<br />
la tierra, los acantilados, las ruinas del castello y el paisaje<br />
que se perdía en el horizonte le pertenecía. También<br />
era suya la casa que había erigido más allá de las<br />
ruinas. Había obligado al arquitecto a que se plegase al<br />
escarpado paisaje y utilizase las piedras originales del
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 7<br />
castillo. El resultado era una mansión espléndida, de techos<br />
altos y paredes de cristal que ofrecía unas vistas<br />
maravillosas sobre el volcán y el mar.<br />
Stefano sonrió. Estaba seguro de que su abuelo se<br />
sentiría muy complacido.<br />
Esa noche, tras la salida de la luna, saldría nuevamente<br />
con una botella de moscato y una copa. Serviría<br />
el vino, levantaría la copa hacia el mar y brindaría por<br />
el alma de todos aquellos que lo habían precedido.<br />
Y procuraría que ese lugar permaneciese invisible<br />
para el resto del mundo.<br />
Si la prensa amarilla se enteraba sacaría el máximo<br />
provecho a esa operación. La noticia añadiría una nota de<br />
romanticismo a los cotilleos que ya lo acompañaban. Decían<br />
que estaba levantando un imperio. Era un hombre<br />
lleno de misterios. Era uno lupo solo. Un lobo solitario.<br />
En eso, al menos, tenían razón. Empresas Lucchesi habían<br />
convertido a Stefano en una figura pública. Y, por ese<br />
motivo, buscaba el aislamiento en su vida privada.<br />
Había seguido su práctica habitual en la construcción<br />
de su nueva casa. Sólo había contratado aquellos<br />
profesionales que habían aceptado la firma de cláusulas<br />
de confidencialidad y había dejado muy claro que sus<br />
abogados actuarían sin ningún miramiento con relación<br />
al cumplimiento de dichas cláusulas. Sabía que podía<br />
llegar a saberse con el tiempo, pero al menos eso le proporcionaría<br />
un respiro.<br />
Un poco antes había oído el zumbido de un helicóptero<br />
sobre su cabeza. No había nada extraño en eso. Los<br />
helicópteros formaban parte del siglo veintiuno. Pese a<br />
todo había mirado al cielo, preguntándose si los fotógrafos<br />
habían logrado encontrarlo en tan poco tiempo.<br />
–¡Stef-an-oh!<br />
Stefano contuvo la respiración. ¿Acaso era el viento?<br />
El sonido de esa voz, gritando su nombre. No. Tenía<br />
que ser el viento.<br />
–Stef-ann-oh. ¡Hola! ¿No me oyes?<br />
Parpadeó varias veces. Era imposible que el viento<br />
7
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 8<br />
8<br />
ordenara las palabras sueltas en frases completas y que<br />
dibujara la esbelta figura de una mujer que lo miraba<br />
desde el pie de la colina mientras se apartaba su melena<br />
rubia con una mano y ahuecaba su otra mano alrededor<br />
de su boca.<br />
¿Carla? Esa idea golpeó su cabeza. Era imposible. Estaba<br />
en Nueva York. Se había despedido de ella un día de<br />
la semana anterior mientras las lágrimas se deslizaban sobre<br />
su rostro perfectamente maquillado. Pero había dejado<br />
de llorar en cuanto había comprendido que hablaba<br />
totalmente en serio y su voz se había vuelto chillona<br />
mientras espetaba en su cara lo que pensaba de él.<br />
El problema había empezado cuando había irrumpido<br />
en su apartamento sin previo aviso y había encontrado<br />
a Stefano cómodamente instalado en la mesa del<br />
comedor, bebiendo un café y mirando las fotos de la<br />
isla. Los acantilados azotados por el viento, las ruinas<br />
del castillo y la nueva casa.<br />
–¡Dios mío! –había exclamado, boquiabierta–. Querido,<br />
¿qué es eso?<br />
No habría tenido sentido que hubiera fingido que no<br />
lo sabía. El arquitecto había preparado una preciosa carpeta<br />
para el proyecto final y cada fotografía estaba etiquetada<br />
con esmero.<br />
Castello Lucchesi, Sicilia.<br />
–Una casa –había respondido como si tan sólo se tratara<br />
de eso.<br />
–Tu casa –había señalado ella en ese tono jadeante<br />
que antes había considerado dotado de cierto encanto y<br />
que ahora sólo conseguía irritarlo–. Y es perfecta para<br />
la portada del primer número de Sueños Nupciales.<br />
–¡No!<br />
–Vamos, Stefano –se había sentado en sus rodillas–.<br />
Sabes que me han contratado para que Sueños Nupciales<br />
se convierta en la mejor revista del planeta. El primer<br />
número es clave para el futuro de mi carrera.<br />
Se había negado por segunda vez y ella había cambiado<br />
de táctica. Se había girado y se había sentado a
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 9<br />
horcajadas sobre él. Entonces lo había besado con esos<br />
labios ardientes como el fuego.<br />
Tendría que haberse separado de ella en ese mismo instante.<br />
Su relación se había estancado. Se había terminado y<br />
Stefano lo sabía. Había perdido interés en Carla. Era egocéntrica,<br />
superficial y reclamaba un lugar en su vida que<br />
no estaba dispuesto a concederle bajo ningún concepto.<br />
Así que había levantado a Carla de su regazo y había<br />
rechazado nuevamente su idea. El teléfono había sonado<br />
cuando ella había empezado a llorar. Era su piloto<br />
para informarle que su avión privado ya había repostado<br />
y estaba listo.<br />
–¿Adónde vas? –había gritado cuando se encaminaba<br />
hacia la puerta–. Tienes que hacerlo por mí, Stefano.<br />
¡Tienes que hacerlo!<br />
Al ver que no respondía, Carla había pasado de las<br />
lágrimas a las maldiciones y los gritos...<br />
Y ahora estaba ahí. En sus tierras. En su isla. Estaba<br />
subiendo a gatas por la falda de la colina como una imagen<br />
surgida de una pesadilla.<br />
Notó un nudo en sus entrañas. Estaba furioso ante su<br />
temeridad y esa intromisión en su espacio privado. Se<br />
dijo a sí mismo que estaba siendo ridículo y que aquel<br />
lugar no era sagrado. Sólo tenía derecho a enfurecerse<br />
porque ella lo hubiera seguido hasta allí sin su permiso,<br />
pero eso no evitaba que hundiera las manos en los bolsillos<br />
con más fuerza todavía y apretase los puños.<br />
–Querido –chilló cuando llegó a su lado–. ¿No estás<br />
sorprendido?<br />
–¿Cómo me has encontrado? –replicó, seco.<br />
–Ése no es un saludo muy elegante.<br />
–Tienes razón. Es una pregunta. Contéstame, ¿quieres?<br />
Ella sonrió y se puso de puntillas para depositar un<br />
delicado beso en la boca inmóvil de Stefano.<br />
–No ha sido tan difícil. Estoy segura de que piensas<br />
que tengo la cabeza hueca, pero incluso un niño podría...<br />
–Lamento que hayas hecho un viaje tan largo para<br />
nada, Carla.<br />
9
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 10<br />
10<br />
–¿Eso es lo único que tienes que decirme después de<br />
que haya venido hasta aquí para estar contigo?<br />
Stefano torció la boca en una mueca. Ella había acudido<br />
por sus propios motivos. Ambos lo sabían.<br />
–... un lugar tan maravilloso, querido, y pensar que<br />
no tuvieras intención de compartirlo conmigo...<br />
–¿Has venido en el helicóptero?<br />
–Sí, así es. Hemos aterrizado en un terreno un poco<br />
alejado y después un taxi...<br />
–Regresa y dile al piloto que te lleve al aeropuerto.<br />
–¿Cómo? –Carla parpadeó.<br />
–He dicho...<br />
–Te he oído. Pero no puedo creerme que me estés<br />
echando.<br />
Las lágrimas centellearon en sus ojos. Stefano pensó<br />
que era muy buena en esas situaciones.<br />
–Carla.<br />
Habló con calma, consciente de que la ira que crecía<br />
en su interior se acercaba a un punto sin retorno, pero decidido<br />
a que ella no lo notara. Apreciaba tanto el dominio<br />
de sí mismo como la intimidad. El impulso emocional era<br />
una de las características que menos admiraba de la gente<br />
de Sicilia. Había conducido a su abuelo a la ruina.<br />
–No vas a quedarte –sentenció.<br />
–¿Quieres decir...? –su voz tembló–. Me estás diciendo<br />
que no soy bienvenida, ¿no?<br />
Estuvo a punto de echarse a reír. ¿Creía seriamente<br />
que una escena de ese tipo funcionaría?<br />
–Quiero decir –señaló con tacto– que no te he invitado.<br />
–No tenías que hacerlo. Llevamos juntos mucho<br />
tiempo –replicó Carla.<br />
–Cuatro meses –señaló en un tono gélido.<br />
Era muy consciente, pero no le importó.<br />
–Cuatro meses –repitió ella con el mismo énfasis<br />
que si fuera toda una vida– y ahora, sólo porque te he<br />
pedido un pequeño favor...<br />
–Creo que mi respuesta fue muy clara. Nadie va a<br />
sacar mi casa en la portada de una revista –contestó.
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 11<br />
–Entonces, ¿es tu casa? –dijo con una sonrisa astuta–.<br />
¿No vas a transformar esta propiedad en un complejo<br />
turístico?<br />
Stefano se maldijo entre dientes por su credulidad.<br />
–Adiós, Carla –dijo y pasó junto a ella.<br />
Ella alargó la mano y lo sujetó de la manga de la camisa.<br />
–No se trata sólo de la portada, Stefano. Quiero dedicarle<br />
todo el número. ¡Sería la revista más alucinante<br />
que nadie haya visto jamás!<br />
Stefano se soltó de un tirón e inició el descenso de la<br />
pendiente. Carla se apresuró para colocarse a su altura,<br />
pero resbalaba con los zapatos de tacón de aguja.<br />
–Sólo te pido que me escuches, ¿de acuerdo?<br />
Stefano no contestó.<br />
–Tal y como lo he planeado, mantendrías la privacidad<br />
al tiempo que se realzaría el carácter intimista del<br />
reportaje –explicó Carla.<br />
Llegaron al pie de la colina. Stefano buscó con la<br />
mirada el taxi de Carla. La carretera y el camino estaban<br />
desiertos.<br />
–Ésta es mi idea, Stefano –Carla encaró a Stefano<br />
con una expresión resplandeciente a causa de las luces<br />
que se habían encendido en la parte trasera de la casa–.<br />
Un profesional en cada área. Un fotógrafo de primera<br />
clase, un artista del maquillaje, una preciosa modelo...<br />
Gritó cuando Stefano la agarró por los codos y tiró<br />
de ella con fuerza.<br />
–¡No! ¿Es que estás sorda? No habrá ningún reportaje.<br />
Nada de modelos, ni fotógrafos ni nada.<br />
–Me estás haciendo daño.<br />
Seguramente era verdad. Apartó las manos con cuidado<br />
y dio un paso atrás.<br />
–¿Dónde está tu taxi?<br />
–He dicho que no me esperase –sonrió.<br />
–Espera aquí. Avisaré a alguien para que te lleve al<br />
aeropuerto –dijo y se alejó de ella por última vez.<br />
–¡Stefano!<br />
11
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 12<br />
12<br />
Su voz sonó suave como la brisa. Consiguió que se<br />
le erizase el vello de la nuca, pero prosiguió su camino.<br />
–¿En qué revista preferirías que apareciesen esas fotografías,<br />
Sueños Nupciales... o Rumores?<br />
Stefano se detuvo en seco.<br />
–Tienes un minuto para reconsiderar esa amenaza<br />
–dijo mientras se volvía hacia ella–. Después, voy a<br />
echarte de mi propiedad.<br />
Carla palideció. Estaba asustada. Pero también estaba<br />
decidida. Stefano lo notaba en esa leve inclinación<br />
de la cabeza.<br />
–Ya lo he preparado todo. La modelo, el fotógrafo, el<br />
maquillador... Todos llegarán aquí mañana por la mañana.<br />
–¿Disculpa? –replicó, boquiabierto.<br />
–He dicho...<br />
Se acercó a ella en dos zancadas, agarró a Carla por<br />
los hombros y zarandeó su figura hasta que le castañetearon<br />
los dientes.<br />
–¿De qué demonios estás hablando?<br />
–¡Suéltame!<br />
–¡Explícate, maldita sea!<br />
–¡Te demandaré por agresión si no me sueltas!<br />
No sería una agresión, sería asesinato. Estaba a un<br />
paso de cruzar esa frontera. Aturdido ante la intensidad<br />
de su arrebato, soltó a Carla.<br />
–Explícate –repitió.<br />
–Me gustaría, pero no me escucharías –se recogió<br />
sobre sí misma y lo miró a la cara.<br />
Entonces su voz adquirió un timbre más agudo y la<br />
excitación brilló en sus ojos.<br />
–¿Crees que lo sabes todo para ganar dinero? Es posible,<br />
pero no tienes la menor idea de cómo funciona la<br />
industria editorial. Tanto si lanzas al mercado una revista<br />
nueva como si quieres reflotar una publicación antigua,<br />
necesitas un número que atraiga todas las miradas.<br />
Sólo un número y la revista logrará tanta publicidad que<br />
soltará chispas. Y yo, también.<br />
–Busca otra manera para encender ese fuego. Nadie
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 13<br />
pondrá un pie en mis tierras sin mi permiso –contestó<br />
Stefano.<br />
–Sólo estaremos aquí tres días, nada más. No voy a<br />
insultarte ofreciéndote dinero para que nos permitas<br />
realizar el reportaje en tu propiedad.<br />
Se rió y Carla se sonrojó.<br />
–No me obligues a ponértelo difícil, querido.<br />
–¿Obligarme?<br />
–Quieres mantener tu vida en secreto, ¿no es cierto?<br />
–esbozó una sonrisa taimada–. Se me ocurren media<br />
docena de periódicos sensacionalistas que se frotarían<br />
las manos si les ofreciera una entrevista en exclusiva<br />
con la amante del gran Stefano Lucchesi, además de<br />
unas vistas aéreas de su nueva residencia.<br />
En el siguiente silencio, Stefano pudo distinguirlo<br />
todo. El latido de su corazón. El lejano bramido de las<br />
olas y el graznido agudo de un ave por encima del agitado<br />
mar.<br />
–Podría matarte –dijo con voz tenue–. Nadie lo sabría.<br />
Sólo tengo que arrastrarte hasta la cima de los acantilados<br />
y tirarte desde allí. Para cuando tus restos llegaran a la<br />
costa, los cangrejos habrían devorado la carne.<br />
La sonrisa de Carla tembló, pero se acercó un poco<br />
más a él.<br />
–Puedes comportarte como un bastardo despiadado<br />
cuando te lo propones, Stefano Lucchesi. Pero, ¿asesinar<br />
a una mujer? Nunca.<br />
Stefano miró fijamente a su antigua amante durante<br />
unos momentos interminables. Entonces escupió a sus<br />
pies, rozó su cuerpo al pasar junto a ella y se encaminó<br />
hacia la casa.<br />
Quizás sus sueños apuntaban demasiado alto.<br />
Ella había profanado ese lugar.<br />
Quizás su abuelo había hecho bien al alejarse de la isla.<br />
13
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 14<br />
<strong>Capítulo</strong> 2<br />
TODOS los océanos del mundo presentaban el<br />
mismo aspecto desde una altura de treinta y cinco<br />
mil pies... ¿y no era un poco triste que sólo pudieras<br />
pensar en algo así después de tantos vuelos, a casi<br />
once mil metros sobre el Atlántico?<br />
Fallon O’Connell se recostó en su asiento, reclinó al<br />
máximo su cómoda butaca de cuero y se preguntó en<br />
qué momento se había convertido en una persona tan<br />
cínica, hastiada de la vida. Fallon cerró los ojos.<br />
Iba camino de una isla en el Mediterráneo para un<br />
reportaje de una semana. Tenía reservada una suite en<br />
una mansión, donde también aguardaban su llegada el<br />
mejor maquillador y el mejor fotógrafo del momento,<br />
listos para desplegar toda su magia...<br />
Torció el gesto de la boca con nerviosismo.<br />
Un poco de entusiasmo no le haría ningún daño en<br />
esos momentos.<br />
Suspiró, colocó el respaldo de su asiento en posición<br />
vertical y volvió a mirar por la ventanilla del avión.<br />
No era tanto que no deseara ese trabajo. ¿Qué modelo<br />
rechazaría esa oportunidad? La portada de lanzamiento<br />
de Sueños Nupciales y, en su interior, un reportaje extenso<br />
con páginas y páginas de brillantes fotografías dedicadas<br />
en exclusiva a ella.<br />
Por supuesto, deseaba ese trabajo.<br />
Entonces, ¿qué problema había? Eso mismo le había<br />
preguntado la noche anterior su hermano Cullen, después<br />
de la boda de Keir y Cassie.<br />
La pareja de recién casados se había escapado, finalmente,<br />
entre vítores y aplausos. Pero el clan O’Connell
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 15<br />
no había concluido las celebraciones. Habían trasladado<br />
la fiesta desde la opulencia del restaurante Tender Grapes<br />
hasta la magnífica casa de piedra con vistas sobre<br />
Deer Hill Vineyard.<br />
Sean encendió un fuego en la enorme chimenea y<br />
Cullen abrió otra botella de Chardonnay, de cosecha<br />
propia, premiado ese año. Sean revisó la colección de<br />
discos compactos de Keir y eligió algo de música clásica<br />
mientras su madre y su padrastro se instalaban en<br />
el sofá. Megan, Briana y Fallon se descalzaron y suspiraron<br />
aliviadas al sentirse liberadas de los zapatos de tacón<br />
de aguja.<br />
–¿Qué os parece si hacemos el recorrido completo<br />
de la casa?–había dicho Bree.<br />
–De acuerdo –había contestado Megan, que agarró<br />
del brazo a su hermana–. Quizás podamos, finalmente,<br />
enterarnos de cuántas habitaciones tiene la casa.<br />
Tendió la mano a Fallon, pero ella sonrió y negó con<br />
un gesto de la cabeza.<br />
–Id por delante, chicas. Yo voy a salir al jardín para<br />
respirar un poco de aire fresco.<br />
Sus hermanas se alejaron en tropel y Cullen se<br />
acercó a ella.<br />
–¿Estás bien? –preguntó.<br />
–Sí –dijo y dedicó otra sonrisa a su hermano–. Sólo<br />
quiero disfrutar de este cielo. No estoy acostumbrada a<br />
tantas estrellas.<br />
–Yo, tampoco –sonrió su hermano–. Nosotros, la<br />
gente de ciudad, tendemos a olvidarnos de estas cosas.<br />
Fallon asintió, abrió las puertas correderas de cristal<br />
y salió a la terraza. Las estrellas refulgían con un brillo<br />
cristalino sobre un cielo de terciopelo negro. La luna de<br />
marfil parecía suspendida en las ramas altas de una hilera<br />
de árboles.<br />
El aire cálido de la noche estival de Connecticut envolvía<br />
su cuerpo.<br />
Fallon, con la copa de vino en la mano, bajó los escalones<br />
de piedra que todavía conservaban el calor del<br />
15
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 16<br />
16<br />
día. Atravesó en calma la suave pendiente de la colina y<br />
cruzó entre las viñas, dispuestas en terraza.<br />
Sentía la tierra fresca y húmeda en contacto con sus<br />
pies descalzos. La brisa, impregnada del fuerte aroma<br />
de los racimos de uvas maduras, perfumaba la atmósfera.<br />
Había sido un día maravilloso. Un fantástico fin de<br />
semana. Su madre estaba encantada y feliz con Dan, que<br />
había resultado la clase de padrastro que daba dignidad a<br />
esa palabra. Siempre disfrutaba en compañía de sus hermanas<br />
y hermanos. Y el primogénito de la familia estaba<br />
tan enamorado de su querida Cassie que parecía en disposición<br />
de convencerte para que creyeras en el amor.<br />
Al menos, si no funcionaba contigo, sí podía tener<br />
sentido para los demás.<br />
Fallon se detuvo junto a una viña, bebió un poco de<br />
vino y deslizó una mano sobre un racimo de uvas aterciopeladas.<br />
Entonces, cómo era que se sentía tan, tan...<br />
¿Qué? ¿Qué estaba sintiendo? ¿Cansancio? ¿Estaba<br />
indispuesta? ¿Quizás un poco deprimida? No había ninguna<br />
razón para eso, nada...<br />
–Hola.<br />
Lanzó un gemido sordo y se volvió justo en el instante<br />
en que Cullen llegaba a su lado.<br />
–Me has dado un susto de muerte –dijo con una risita<br />
nerviosa.<br />
–Lo siento. Creía que me habías oído –sonrió–. Supongo<br />
que soy más ligero de lo que pensaba.<br />
Fallon le devolvió la sonrisa. Nadie utilizaría el término<br />
«ligero» para describir a sus hermanos. Cullen, al<br />
igual que todos los demás, era grande y medía más de<br />
un metro ochenta y cinco, descalzo.<br />
–¡Ajá! Igual de ligero que un alce. ¿Qué estás haciendo<br />
aquí fuera?<br />
–Lo mismo que tú, pequeña –se encogió de hombros–.<br />
Miro las estrellas, estiro las piernas y tomo aire.<br />
Ha sido un día muy largo.
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 17<br />
–Un fin de semana, más bien. Pero ha sido divertido.<br />
–Las reuniones del clan O’Connell siempre resultan<br />
bien. Esta vez, por lo menos, hemos tenido menos fuegos<br />
artificiales.<br />
–Seguramente ha sido por respeto a Cassie –rió Fallon–.<br />
Supongo que ninguno de nosotros queríamos<br />
asustarla. Ha ganado muchos puntos al tolerarnos a todos<br />
juntos de una vez.<br />
–Sí. Parece una chica fantástica.<br />
–Estoy de acuerdo.<br />
Ambos hermanos bebieron de sus respectivas copas.<br />
–Asombroso –dijo Cullen tras una pausa–. Me refiero<br />
a la boda de Keir.<br />
–A veces, pasa –señaló Fallon.<br />
–Desde luego, pero nunca a nosotros –los dos se rieron–.<br />
Ha sido una ceremonia preciosa.<br />
–¡Mmm!<br />
–Esas promesas que han escrito estaban muy bien.<br />
–¡Mmm! –asintió Fallon y bebió otro sorbo de vino.<br />
–Conmovedor.<br />
–¿Conmovedor? –arqueó las cejas.<br />
–Sí. Ya sabes, esa clase de sentimientos que se han<br />
expresado mutuamente. ¿Acaso un hombre no puede<br />
utilizar esa palabra? Tú también lo has pensado.<br />
–¿Es que estábamos hablando de mí? –Fallon parpadeó.<br />
Cullen, que se había desprendido del esmoquin y de<br />
la pajarita varias horas antes, se desabrochó los botones<br />
del cuello de la camisa.<br />
–Has llorado un poco –señaló con delicadeza–. Al final.<br />
–¿Yo? ¿Llorar en una boda? –Fallon se encaró con él<br />
e hincó su dedo en el pecho de su hermano–. Cullen. Mi<br />
querido hermano pequeño...<br />
–Sólo me sacas un año, pequeña. Procura que no se<br />
te suba a la cabeza.<br />
–El hecho es que yo no lloro en las bodas. ¿Por qué<br />
iba a hacerlo? Cuando has sido la novia más de un millón<br />
de veces...<br />
17
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 18<br />
18<br />
–Una novia de portada de revista, seis veces en total,<br />
y no me mires con esa expresión de sorpresa. Mamá<br />
lleva la cuenta.<br />
–¿En serio? –levantó la vista hacia su hermano.<br />
–Por supuesto. Y si quieres saberlo todo, nos manda<br />
a cada hermano una copia de cada revista en la que sales<br />
en la portada... Como si pensara que no corremos a<br />
la tienda más cercana para comprar todos los ejemplares<br />
por nuestra cuenta.<br />
Fallon, embargada por la gratitud, sonrió.<br />
–Eso es muy bonito.<br />
–¿Bonito? Es necesario. ¿Cómo crees que esas revistas<br />
se mantienen en circulación? Si el clan O’Connell<br />
no las comprara, ¿quién lo haría? –se rió y esquivó el<br />
golpe que su hermana le lanzó a la mandíbula con el<br />
puño–. Pero que aparezcas en la portada de una revista<br />
vestida de novia no te convierte en una novia en la vida<br />
real, cielo. Ambos lo sabemos.<br />
–¿Qué está pasando aquí? –Fallon entornó la mirada–.<br />
¿Crees que, ahora que Keir se ha casado, todos<br />
deberíamos seguir su ejemplo?<br />
–¡Diablos, no! –Cullen se estremeció.<br />
–Bien, porque no tengo el menor interés en casarme.<br />
–A mí me parece bien. Sólo me preguntaba por qué<br />
estabas llorando –su tono de voz se volvió más cálido–.<br />
¿Estás bien?<br />
–Claro que estoy bien. ¿Por qué no iba a estarlo?<br />
–No lo sé. Por eso te lo pregunto. Si algún hombre te<br />
hace daño o algo...<br />
–¡Oh, Cull! –suspiró.<br />
Sus labios dibujaron una sonrisa. Se apoyó en los antebrazos<br />
de su hermano, su puso de puntillas y lo besó<br />
en la mejilla.<br />
–Gracias –dijo.<br />
Miró fijamente a Cullen, preguntándose qué diría si<br />
supiera que ya no salía con nadie porque en demasiadas<br />
ocasiones los hombres habían codiciado poseerla como<br />
un trofeo, ignorándola como una mujer que deseaba
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 19<br />
sentirse amada por sí misma, pero no por lo que representaba.<br />
–¿Hermana? –dijo Cullen ofreciéndole su brazo.<br />
Fallon sonrió y se agarró del brazo de su hermano.<br />
–Está bien.<br />
Comenzaron a subir la colina hacia la casa de piedra,<br />
jalonada por torreones, iluminada por la luna llena.<br />
–Supongo que todo encajaba... a la perfección –dijo<br />
Fallon tras un minuto, con la voz dulce–. Las flores, la<br />
música, las palabras. La manera en que Keir y Cassie se<br />
miraban. Supongo que tienes razón. Ha sido conmovedor.<br />
–Desde luego.<br />
–Claro que eso no significa que quiera lo mismo<br />
para mí.<br />
–Tu carrera –apuntó Cullen y asintió, consciente de<br />
que en la vida de su hermana no había cabida para nada<br />
más.<br />
Pero, ¿cómo podía comprenderlo cuando ella era incapaz<br />
de asumirlo?<br />
Después de muchos años de trabajo duro, su carrera<br />
había llegado a la cumbre... y estaba disfrutando de su<br />
éxito mucho menos de lo que hubiera creído.<br />
Todo había empezado a los diecisiete años, mientras<br />
paseaba por una calle de Nueva York. Había terminado<br />
el instituto y se preparaba para ir a la universidad. Un<br />
hombre se había acercado a ella y le había entregado<br />
una tarjeta. Fallon se había apartado y ese hombre le había<br />
asegurado que no era un lunático ni quería abusar de<br />
ella. Por el contrario, dirigía una agencia de modelos y,<br />
si ella no era estúpida, llamaría para entrevistarse con<br />
él.<br />
Fallon nunca había sido una estúpida. No se sobrevivía<br />
a una infancia itinerante, siempre de un sitio a otro,<br />
si eras una niña tonta. Había comprobado el nombre de<br />
la agencia y había concertado una cita con el hombre<br />
que, desde entonces, alardeaba de su descubrimiento.<br />
Para cuando había cumplido la mayoría de edad, su<br />
rostro estaba en todas partes. Y ella también. Una se-<br />
19
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 20<br />
20<br />
mana en España, otra en París, largos fines de semana<br />
en el Caribe y en la costa de Florida durante ese primer<br />
año y cientos de sitios desde entonces.<br />
Quizás por eso se había emocionado tanto en la<br />
boda, la tarde anterior. Keir y Cassie iban a establecerse<br />
definitivamente y echarían raíces.<br />
Quizás por eso estuviera mirando por la ventanilla<br />
del avión de nuevo, preguntándose cuándo había asumido<br />
que todos los océanos eran iguales, las islas, los<br />
hombres...<br />
–¿Señorita O’Connell?<br />
Fallon levantó la vista. La azafata estaba a su lado,<br />
sonreía y le ofrecía el menú del desayuno. Sacudió la<br />
cabeza y declinó el ofrecimiento.<br />
Tenías que vigilar tu peso cuando eras modelo, cada<br />
vez más con el paso de los años. La figura esbelta que<br />
lucías con dieciocho años no era la misma que tenías<br />
con veintiocho años.<br />
Pensó en su edad. Ya se acercaba a la treintena. Una<br />
buena marca en ese mundo. Todavía se mantenía en<br />
forma. Las sesiones en el gimnasio daban un buen resultado,<br />
pero pronto tendría que recurrir a otros métodos<br />
para su cara si quería mantenerse en el negocio.<br />
Odiaba la sola idea de semejante artificio. Tal y<br />
como estaba, había momentos en que se miraba al espejo<br />
después de que la hubieran maquillado y peinado,<br />
después de que otra persona hubiera elegido su vestuario,<br />
después de que un tercero le hubiera pedido que<br />
adoptara una expresión llena de sentimiento o divertida<br />
o lo que fuera necesario para que se vendieran coches o<br />
una nueva crema para las manos, y se había preguntado<br />
quién era realmente.<br />
La cirugía, las inyecciones, los retoques y las reducciones<br />
sólo conseguirían que la verdadera Fallon se enterrase<br />
bajo un montón de capas falsas.<br />
A veces, frente al espejo, se preguntaba qué hubiera<br />
sido de su vida si fuera una mujer de carne y hueso en<br />
vez de una imagen creada por la cámara.
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 21<br />
Fallon torció el gesto y dejó la taza sobre la bandeja.<br />
¡Por el amor de Dios!, ¿qué le estaba pasando?<br />
Ella era Fallon O’Connell, supermodelo. Miles de<br />
mujeres darían cualquier cosa por ponerse en su lugar y<br />
todas ellas le dirían que estaba mal de la cabeza si no se<br />
sentía completamente feliz.<br />
Disfrutaba de una vida maravillosa y excitante. Y sabía,<br />
incluso si todo el mundo lo ignoraba salvo su familia,<br />
que era algo más que una cara bonita.<br />
Apretó el botón de su asiento al máximo y se sentó<br />
con la espalda recta.<br />
Ya estaba bien de tanta tontería. Tenía que concentrarse<br />
en el trabajo. Era un reportaje increíble. Sería la<br />
única modelo en una sesión a cargo de Maurice, su fotógrafo<br />
favorito, y Andy, un genio del maquillaje que<br />
siempre había logrado dotarla de una expresión etérea.<br />
Carla, editora de la revista Sueños Nupciales que había<br />
organizado todo, también estaría allí. Y eso era todo.<br />
Tan sólo ese pequeño grupo y nadie más, ni siquiera el<br />
propietario de la mansión. Era todo un alivio. Había intervenido<br />
en otros reportajes localizados en propiedades<br />
privadas y, a veces, los anfitriones se emocionaban<br />
tanto que sólo entorpecían su trabajo.<br />
Carla había dicho que el dueño era un anciano con<br />
bastante mal carácter. Sólo Dios sabría qué artimañas<br />
habría usado Carla para convencerlo y que les permitiera<br />
hacer el reportaje en su propiedad. Cuando Fallon<br />
se lo había preguntado, Carla le había guiñado un ojo y<br />
había dicho que era un secreto. Seguramente había<br />
usado ese mismo encanto personal para deshacerse del<br />
anciano. Carla había dicho que había invitado al propietario<br />
para que asistiera al reportaje, pero éste había renunciado.<br />
Así que sólo estaría un puñado de personas, gente<br />
que Fallon ya conocía, y las ruinas de un castillo en un<br />
decorado natural de ensueño, el mar, el sol, la playa...<br />
Y el volcán en la distancia, latente.<br />
Sólo con imaginárselo se sintió mucho mejor.<br />
21
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 22<br />
22<br />
Había pasado por Sicilia una vez, pero sólo se había<br />
quedado un par de días. Había acudido por trabajo, pero<br />
entonces había compartido las sesiones con otras dos<br />
modelos. Las otras chicas habían odiado la isla. Según<br />
ellas, era demasiado escarpada, primitiva y azotada por<br />
el viento. Pero a Fallon le había encantado.<br />
Para ella, Sicilia era sinónimo de autenticidad. Las<br />
islas de exuberante vegetación, colinas onduladas y lugareños<br />
que sonreían relajados eran una pura fantasía.<br />
Un toque de realidad era como un soplo de aire fresco<br />
en un mundo donde el producto final era una ilusión.<br />
Fallon se inclinó sobre la ventanilla. Estaba amaneciendo.<br />
Una delgada franja rojiza se desperezaba en el<br />
horizonte. En unos minutos aterrizarían en el suelo de<br />
París, última escala en su vuelo.<br />
Pensó, animada por un cierto grado de excitación,<br />
que quizás en Sicilia descubriría quién era realmente y<br />
qué haría con el resto de su vida. Una preocupación que<br />
le había rondado la cabeza últimamente.<br />
Un tema al que no dejaba de darle vueltas, en realidad.<br />
Fallon cerró los ojos, ignoró el ruido de los motores<br />
y la voz inquieta del niño al otro lado del pasillo. Respiró<br />
hondo, contuvo la respiración y expulsó el aire<br />
muy despacio.<br />
Un par de ejercicios de relajación bastarían para que<br />
recuperase el ánimo.<br />
Unas horas más tarde, todo un día dedicado a la<br />
práctica de ejercicios de relajación no habría bastado<br />
para aplacar su nerviosismo.<br />
¿Qué clase de lugar era ése?<br />
¿Era normal que estuviera diluviando en Catania en<br />
esa época del año? ¿Era normal que estuviera empapada<br />
y tuviera tanto frío que no dejara de temblar?<br />
Fallon se apartó de los ojos un mechón de pelo mojado.<br />
¿Dónde demonios se había metido su coche?
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 23<br />
Su vuelo había llegado en hora. Había recuperado su<br />
equipaje, cruzado la aduana y se había dirigido hacia la<br />
salida siguiendo, al pie de la letra, las instrucciones de<br />
Carla... y había esperado.<br />
Y había esperado.<br />
Y había esperado un poco más, sin un paraguas o una<br />
gabardina, sólo con una rebeca de algodón. Debajo, una<br />
camiseta y unos pantalones de algodón todavía más finos.<br />
¿Dónde se había metido ese maldito coche?<br />
Se precipitó fuera de la mísera protección que le proporcionaba<br />
un alero del tejado y se asomó a la carretera<br />
en busca de algún coche cuyo conductor encajase en el<br />
perfil de un chófer que estuviera buscándola a ella.<br />
Fallon se refugió nuevamente bajo el saliente, calada<br />
hasta los huesos, el pelo empapado goteándole en la espalda<br />
y sobre los ojos, y la ropa pegada al cuerpo.<br />
Maurice, el fotógrafo, y Andy, el maquillador, habían<br />
llegado la tarde anterior con Carla. Ella había tenido<br />
que retrasar su llegada un día a causa de la boda.<br />
Estaba segura de que los tres estarían cómodamente instalados<br />
en el castillo, secos y abrigados, bebiendo una<br />
copa de vino mientras ella aguardaba de pie, totalmente<br />
empapada.<br />
De acuerdo. No estaba dispuesta a seguir allí, esperando<br />
un coche que no llegaba. Volvería a la terminal,<br />
buscaría un teléfono, llamaría a la oficina de Sueños<br />
Nupciales...<br />
Y no encontraría a nadie. Era primera hora de la mañana<br />
en Italia, así que en Nueva York sería todavía noche<br />
cerrada.<br />
–¡Demonios! –masculló entre dientes–. ¡Demonios,<br />
demonios!<br />
Un gran coche negro se salió de la fila y frenó junto<br />
al bordillo. Fallon contuvo la respiración. ¿Sería el conductor<br />
que aguardaba? No podía distinguirlo. El coche<br />
tenía los cristales tintados de negro y llovía a mantas.<br />
Pero, sí, el coche se había detenido, el chófer se había<br />
bajado, había rodeado el auto, había abierto la puerta...<br />
23
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 24<br />
24<br />
Fallon corrió hacia el coche y tiró la maleta sobre el<br />
asiento. El conductor la miró atónito.<br />
–¡Signorina! ¡Uno momento!<br />
–Está bien –dijo entre jadeos–. No se moleste en<br />
guardar mi equipaje en el maletero. Sólo quiero subirme<br />
y resguardarme de la lluvia.<br />
–¡Ya lo creo! –dijo una voz profunda y divertida–.<br />
En caso de necesidad, toda ayuda es poca.<br />
Había un hombre sentado en la esquina del asiento<br />
posterior, en penumbra, y estaba sonriendo.<br />
El primer pensamiento de Fallon fue que era un<br />
hombre guapísimo. Cabello negro, ojos oscuros de<br />
grandes pestañas, una nariz clásica de corte romano...<br />
Su segundo pensamiento fue que tenía que tratarse<br />
de otro coche, puesto que en ése ya había un pasajero.<br />
Y su tercera idea fue que, por primera vez en media<br />
hora, estaba a cubierto.<br />
Se aclaró la garganta.<br />
–Me temo que... ¿existe alguna posibilidad de que<br />
otra persona lo haya enviado a buscarme? –preguntó.<br />
El hombre sonrió de nuevo.<br />
–Me encantaría que así fuera pero, por desgracia, nadie<br />
me ha enviado a buscarla.<br />
–Ya –todavía seguía arrebujaba dentro del coche y se<br />
apartó la masa de pelo húmeda de la cara–. Bien, en ese<br />
caso, lamento las molestias que le he causado. Quiero<br />
decir que llevo un rato esperando un coche que se suponía<br />
que debía pasar a buscarme...<br />
–¿Qué hay del destino?<br />
–¿Disculpe?<br />
–¿Aceptaría si le dijese que el destino me ha enviado<br />
a buscarla?<br />
Sí, desde luego. Era muy atractivo y tenía buenos<br />
modales.<br />
–Desgraciadamente –respondió con una breve sonrisa–,<br />
dudo que el destino me llevara hasta donde tengo<br />
que ir. Le ruego que me disculpe por...<br />
–Mi chófer puede acercarla a cualquier sitio.
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 25<br />
Ella parpadeó. Stefano sabía que su proposición la<br />
había sorprendido. ¡Demonios! Hasta él mismo se había<br />
sorprendido.<br />
¿Qué estaba haciendo, diciéndole a una desconocida<br />
que podía hacer uso de su coche para que la llevara a<br />
donde ella quisiera? Por otro parte, era una extraña fascinante,<br />
incluso en su estado. ¿Incluso? Stefano bajó los<br />
ojos hacia sus pechos perfectamente redondos, los pequeños<br />
pezones enhiestos perfectamente destacados<br />
bajo la camiseta ceñida.<br />
La lluvia sólo había acrecentado su belleza.<br />
Sintió una repentina agitación bajo las costillas, una<br />
repentina avidez de tanta intensidad que lo dejó estupefacto.<br />
No había experimentado esa clase de deseo desde<br />
que había roto con Carla. De hecho, esa sensación había<br />
desaparecido mucho antes de su ruptura.<br />
–Es una oferta muy generosa, signore, pero no<br />
puedo aceptar.<br />
Levantó los ojos hacia ella. Se había sonrojado un<br />
poco, quizás debido al modo en que la había mirado.<br />
Estaba temblando, nada extraño si tenía en cuenta que<br />
estaba empapada, y Stefano se maldijo por evaluarla sexualmente<br />
en un momento así.<br />
–Claro que puede. Yo me bajo aquí y mi chófer no<br />
tiene que ir a ninguna parte después de dejarme. Puede<br />
acercarla a su hotel.<br />
–Ésa es la cuestión, no me alojo en un hotel –negó<br />
con la cabeza–. Yo...<br />
–Cada vez llueve más. ¿Por qué no se sienta, permite<br />
que Luigi cierre la puerta y encienda la calefacción del<br />
coche mientras lo discutimos?<br />
Fallon vaciló unos instantes. Sabía que debía sopesar<br />
las ventajas y las desventajas de una situación así. ¿Era<br />
prudente que una mujer subiera al coche de un perfecto<br />
desconocido?<br />
El hombre sonrió.<br />
–Es usted americana.<br />
–Sí.<br />
25
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 26<br />
26<br />
–Estupendo, yo también. Somos almas gemelas, en<br />
ese caso. ¿Cómo se titula esa vieja novela? Extraños en<br />
tierra extraña.<br />
Ella exhibió una deliciosa sonrisa y se convenció. La<br />
mujer se acomodó en el asiento de cuero junto a él, se<br />
apartó el pelo mojado de la cara y le tendió la mano.<br />
–Fallon O’Connell –dijo, pero entonces soltó una tímida<br />
carcajada, retiró la mano, se secó contra el pantalón<br />
y volvió a tender su mano–. Estoy calada.<br />
–Sí, desde luego.<br />
Stefano sonrió mientras estrechaba su mano. ¡Dios<br />
Santo! Era una preciosidad. ¿A quién iría a visitar en Sicilia?<br />
¿Un hombre? Sintió un irracional ataque de celos<br />
de un hombre sin rostro. Puede que debiera quedarse en<br />
la isla en vez de volverse a Nueva York y celebrar su recién<br />
adquirida libertad.<br />
–¿Y su nombre es...?<br />
–Lo siento –se rió–. Soy Stefano Lucchesi. Es un<br />
placer conocerla, señorita O’Connell.<br />
–Fallon, por favor. El placer es mío, señor...<br />
–Stefano –soltó la mano de ella, muy a su pesar, se<br />
recostó en el asiento y cruzó los brazos sobre el pecho–.<br />
Ahora que hemos procedido a las presentaciones formales,<br />
dígame por qué no puede mi chófer conducirla a su<br />
destino.<br />
–Bueno, verá, no conozco la dirección.<br />
–¿Un poco de aventura en vacaciones? –sonrió Stefano.<br />
Ella rió abiertamente. Poseía una risa maravillosa, ligera<br />
y musical, auténtica.<br />
–He venido a hacer un reportaje fotográfico para una<br />
revista, pero la persona que me contrató no me facilitó<br />
una dirección. No parecía necesario, ya que ella me aseguró<br />
que un coche vendría a buscarme al aeropuerto.<br />
–¿No será usted modelo, señorita O’Connell? –preguntó<br />
mientras contenía la respiración.<br />
–Fallon, ¿recuerda? Sí, en efecto, soy modelo. ¿Me<br />
ha reconocido?
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 27<br />
Dijo aquello con una sonrisa, pero sus ojos reflejaban<br />
cierta desilusión. Stefano se preguntó por qué.<br />
¿Quizás porque no la había reconocido antes? Sí, seguramente<br />
ése sería el motivo. Conocía a esa clase de mujeres,<br />
tan conscientes de su aspecto, explotando sus encantos,<br />
seguras de que ningún hombre se resistiría. Y él,<br />
como un estúpido, no había hecho otra cosa más que<br />
probar esa teoría.<br />
Hasta ese momento.<br />
Estaba relacionada con Carla, era parte del plan de<br />
Carla para profanar su santuario. Y no deseaba ninguna<br />
clase de relación con ella.<br />
–No –dijo abruptamente–. No la he reconocido.<br />
–¡Ah! Entonces, ¿cómo...?<br />
–Hay rumores en toda la isla acerca de esos idiotas<br />
que van a tomar un montón de fotografías estúpidas<br />
para una de esas revistas inútiles –dijo.<br />
Era mentira. No habían existido esas habladurías.<br />
Carla se había mantenido fiel al trato. Había sido<br />
muy discreta y él no lo había comentado con nadie,<br />
desde luego. Pero era una excusa tan válida como<br />
cualquier otra. Estaba furioso, mucho más de lo que<br />
era pertinente, y sin ninguna razón. El trabajo de Fallon<br />
O’Connell era un asunto personal que no le concernía.<br />
Aparentemente, ella pensó lo mismo. Su sonrisa se<br />
desvaneció. Y esa deslumbrante expresión se tornó fría.<br />
–Yo no considero que mi trabajo sea inútil, señor<br />
Lucchesi.<br />
–¡Mis disculpas! –dijo en tono de burla.<br />
Ella captó el tono irónico de su respuesta y se ruborizó<br />
un poco.<br />
–¡Usted no sabe nada de mi profesión, señor! Las fotografías<br />
serán preciosas y miles de lectores podrían<br />
asegurarle que los artículos en la revista...<br />
–Estoy seguro –dijo, interrumpiéndola–. Pero eso<br />
sólo prueba que el mal gusto está muy extendido.<br />
¡Demonios! ¿Se había vuelto loco?<br />
27
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 28<br />
28<br />
–Está bien –dijo ella en voz baja, temblorosa, la furia<br />
contenida–. Ya es suficiente.<br />
Alargó la mano hacia el tirador de la puerta. Stefano<br />
sujetó su mano para detenerla y recibió una descarga de<br />
electricidad desde la yema de sus dedos antes de que<br />
ella se apartara bruscamente.<br />
–El modo en que se gane la vida es asunto suyo. El<br />
caso es que conozco el lugar al que se dirige –se inclinó<br />
hacia delante y golpeó en el hombro al chófer–. Luigi,<br />
la señorita quiere ir al castello. Llévala hasta allí.<br />
–Preferiría ir a pie antes que aceptar sus favores –replicó.<br />
–No sea estúpida. ¿Cómo espera llegar hasta allí si<br />
no conoce el camino?<br />
–Entonces, dígame dónde está y estaremos en paz.<br />
–Mi chófer la llevará hasta allí.<br />
–¡Maldita sea! ¿Es que está sordo? ¡No quiero quedarme<br />
ni un segundo más en este coche! –señaló Fallon.<br />
–No se trata del coche, sino de mí.<br />
Sus ojos brillaron. Calada hasta los huesos, tan despeinada<br />
como un gato bajo la lluvia, todavía era consciente<br />
de su estado.<br />
–¡Tiene usted toda la razón!<br />
–En ese caso... –Stefano abrió la puerta con fuerza,<br />
salió a la carretera y cerró de un portazo–. Arrivederci,<br />
señorita O’Connell. ¿Luigi? Andante.<br />
Fallon O’Connell dijo algo. No pudo escucharlo,<br />
pero estaba tan cerca de la ventanilla que apreció cómo<br />
movía los labios en un gesto de evidente indignación.<br />
Fallon se volvió hacia la puerta y Stefano golpeó el<br />
capó del coche. Luigi, siempre diligente, apretó el botón<br />
de cierre centralizado y pisó a fondo el acelerador.<br />
El coche salió disparado desde la acera.<br />
Stefano se encaminó hacia la terminal, recorrió la<br />
mitad del camino y se detuvo. ¿Qué demonios estaba<br />
haciendo? Masculló entre dientes una retahíla de maldiciones<br />
en italiano que habrían enorgullecido a su
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 29<br />
abuelo, sacó el teléfono móvil del bolsillo y llamó al piloto<br />
de su avión.<br />
Dio media vuelta y se dirigió a toda prisa hacia la<br />
parada de taxis. ¿En qué estaría pensando cuando había<br />
decidido que dejaría a Carla y su cuadrilla a solas en el<br />
castello?<br />
Ella tenía unas instrucciones muy claras. Y también<br />
el servicio de su residencia. Ninguna de las personas del<br />
equipo de Sueños Nupciales tendría acceso al interior<br />
de la casa. Carla se había molestado. ¿Dónde instalaría<br />
a su equipo? Ya había asegurado a su gente que se quedarían<br />
en el castillo.<br />
Stefano le había dicho que lo desmintiera.<br />
Si de él dependiera, podía instalarlos en la playa de<br />
roca en sacos de dormir. Pero había una posada a unos<br />
pocos kilómetros y Carla ya lo había arreglado para que<br />
pasaran allí la semana.<br />
Stefano se había asegurado de que Carla había hecho<br />
las reservas y había instalado un sistema de seguridad<br />
en el castello para los dos próximos meses. Había incluso<br />
contratado unos guardias de seguridad para que<br />
patrullaran sus tierras cada hora.<br />
–¿Taxi, signore?<br />
Stefano asintió, entregó al taxista el dinero por adelantado<br />
y se subió al coche.<br />
–Il Castello Lucchesi –dijo.<br />
Una imagen de la mujer que acababa de conocer<br />
cruzó su mente como un relámpago, esos ojos grandes y<br />
llenos de misterio, la boca cálida y sensual. Durante un<br />
instante, creyó que podía reconocer su aroma, un leve<br />
rastro de vainilla que sólo acentuaba la exuberancia de<br />
su belleza. Stefano apretó los labios.<br />
No estaba reaccionando de ese modo por culpa de Fallon<br />
O’Connell. Actuaba así porque era lo más lógico.<br />
No había ninguna otra razón. Ningún motivo.<br />
29
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 30<br />
<strong>Capítulo</strong> 3<br />
UNA revista de viajes habría calificado la propiedad<br />
de la familia Lucchesi como espléndida. Era<br />
un marco incomparable. Varias filas de esbeltos<br />
cipreses flanqueaban las ruinas que, en tiempos, habían<br />
sido un castillo medieval. Se encontraba de espaldas a<br />
un acantilado sobre las profundas aguas azules del Mediterráneo<br />
y miraba de frente el perfil borroso del volcán,<br />
en el monte Etna.<br />
En ese mismo terreno elevado, allá donde seguramente<br />
se habían localizado los cobertizos en el pasado,<br />
se erigía un castillo moderno, una estructura diseñada<br />
por entero a partir de una combinación de cristal ahumado<br />
y piedra autóctona. Detrás, había una terraza rodeada<br />
por un jardín y una piscina de estilo libre con un<br />
ángulo en el punto de fuga, de manera que diera la impresión<br />
de que el agua de la piscina se precipitase directamente,<br />
en cascada, sobre el mar.<br />
Una maravilla, en su conjunto... y después de casi<br />
una semana, Fallon confió en que nunca más tuviera<br />
que posar la vista sobre ese lugar.<br />
El sol era implacable, igual que una bola llameante y<br />
dorada de fuego que lanzara sus rayos desde un cielo<br />
tan azul que parecía artificial. Instalada en la terraza<br />
para el reportaje, una hora tras otra, el mar a sus espaldas,<br />
significaba que pasaba la mayor parte de su tiempo<br />
mirando fijamente al castillo y el vidrio ahumado. Era<br />
como mirar a alguien que llevara gafas de espejo.<br />
La piscina era un escenario más agradable, pero<br />
Maurice pensaba que era demasiado insulso. Prefería la<br />
playa y eso era un auténtico infierno.
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 31<br />
Era una playa de cantos, las piedras puntiagudas ardían<br />
bajo sus pies descalzos, e incluso cuando Maurice<br />
le instaba para que se acercara a la orilla, el agua estaba<br />
tan tibia que no le refrescaba los tobillos.<br />
El último día del reportaje resultó interminable.<br />
Maurice gritaba una orden tras otras, como de costumbre.<br />
–¡Gírate hacia mí! ¡Echa el brazo hacia atrás!<br />
¡Piensa en algo excitante!<br />
¿Excitante? Estaba tan sedienta que sólo podía pensar<br />
en la bebida, pero se humedeció los labios, esbozó<br />
una media sonrisa que dirigió a la cámara y se aferró al<br />
pensamiento de que habrían terminado en unos pocos<br />
minutos.<br />
Estaba muy acalorada. Sentía los pies en carne viva<br />
y un intenso picor en la piel bajo la capa de crema solar.<br />
Andy había utilizado un maquillaje resistente al agua y<br />
pesaba como una máscara sobre su piel. Y el peluquero,<br />
ya que Carla había llevado más gente de la que había<br />
prometido en un principio, le había puesto tanta laca en<br />
el pelo que tenía la impresión de que llevara puesta una<br />
peluca.<br />
–¡Adelante, O’Connell! Esta vez quiero que corras<br />
por la orilla. Estás disfrutando, así que demuéstramelo y<br />
juega con el agua.<br />
El sol, reflejado en breves destellos sobre la superficie<br />
del agua, resultaba demasiado brillante. Eso le provocaba<br />
un profundo dolor de cabeza al término de cada<br />
jornada de trabajo. Era totalmente imposible caminar<br />
sobre la playa, todas esas piedras clavándose en las<br />
plantas desnudas de sus pies.<br />
–Está bien, encanto. Apóyate en esa roca. Ya sabes<br />
lo que quiero, preciosa. Descansa el cuerpo sobre las<br />
manos. Bien. Muy bien. Quiero una sonrisa más amplia.<br />
Sí, así es. Bien, pero... gira la cabeza. Quiero esa<br />
mirada. Ya sabes a qué me refiero. Eso es. Bien. Muy<br />
bien. Ahora estás caliente.<br />
Ésa era la palabra. Ese lugar podía calificarse como<br />
31
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 32<br />
32<br />
la antesala del infierno. ¿Había pasado tanto calor la última<br />
vez que había visitado Sicilia?<br />
–Mírame. Eres una novia, estás en tu luna de miel y<br />
miras a tu marido sin otra cosa en la cabeza más que el<br />
sexo. Actúa como si estuvieras a punto de salir del<br />
agua, subir al castillo y tirarte sobre él. Bien. Mucho<br />
mejor. Creo que ya estamos cerca.<br />
¿Subir al castillo? Imposible. Lo más cerca que había<br />
estado había sido el día de su llegada.<br />
El chófer había cruzado una puerta impresionante,<br />
vigilada por dos hombres de mirada gélida que parecían<br />
más preparados para llevar botas de campaña y uniformes<br />
de camuflaje en vez de trajes, y había continuado<br />
por un camino jalonado de árboles de cuyas ramas más<br />
altas pendían cámaras de seguridad en dirección al altísimo<br />
edificio de piedra y cristal.<br />
–Il castello –había anunciado el conductor con solemnidad.<br />
El hecho de que pronunciara una sola palabra asombró<br />
a Fallon. No había dicho nada desde que habían salido<br />
del aeropuerto. Había señalado con un leve movimiento<br />
de los hombros que no hablaba inglés, pero<br />
había mentido.<br />
–¡Qué bonito! –dijo con clama.<br />
La realidad era que esa definición se quedaba corta.<br />
Había supuesto que se encontraría una edificación<br />
medieval, fría, lúgubre y desolada. Pero era una mansión<br />
enorme que, de alguna manera, tendía un puente<br />
entre el pasado y el presente. Giró el cuello y observó<br />
con detenimiento la mansión hasta que el coche se detuvo<br />
con exquisita suavidad.<br />
Fallon echó un vistazo a su alrededor mientras el<br />
chófer salía del coche y abría su puerta.<br />
Se habían parado junto a...<br />
¿Una carpa?<br />
–Signorina.<br />
Atónita, miró al hombre a los ojos.<br />
–¿Está seguro de que este es el sitio?
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 33<br />
–Sí.<br />
Salió del coche. Era una carpa, de acuerdo. Muy<br />
grande, desde luego, semejante a las que había visto en<br />
las fiestas que los Hamptons celebraban en su jardín.<br />
Pero, en cualquier caso, no dejaba de ser una carpa.<br />
El chófer se ocupó de su equipaje en el momento en<br />
que el equipo de Sueños Nupciales salía de la carpa<br />
para saludarla. Se abrazó con Andy y Maurice, besó a<br />
Carla en la mejilla, estrechó las manos del resto del<br />
equipo y preguntó lo primero que le vino a la cabeza.<br />
¿Qué hacían todos metidos en una carpa cuando había<br />
una mansión enorme a poco más de veinte metros?<br />
Carla esbozó una sonrisa totalmente falsa y adoptó<br />
un tono confidencial.<br />
–El propietario es un excéntrico. No quiere que hagamos<br />
uso de su propiedad.<br />
La carpa sería su despacho y también funcionaría<br />
como camerino. Había contratado un servicio de comidas<br />
y había instalado un retrete automático en una pequeña<br />
cueva, junto a la playa.<br />
–Es como si hubiéramos acampado en medio de la<br />
selva –dijo Carla con una alegría que todos sabían que<br />
era del todo fingida.<br />
–No me digas que también vamos a dormir aquí<br />
–musitó Fallon y Carla se echó a reír.<br />
–Claro que no, querida. Todos tenemos nuestra propia<br />
habitación en una posada, junto a la costa. Es un lugar<br />
encantador.<br />
El resto del equipo, que ya conocía la posada, refunfuñó<br />
entre dientes y Fallon comprendió que «encantador»<br />
era un feliz eufemismo que ocultaba la falta de<br />
agua caliente, unos colchones abultados y sábanas gastadas.<br />
Carla fue la única persona inteligente. Regresó a<br />
Nueva York el segundo día de trabajo. Nadie comprendía<br />
por qué Carla se había marchado. No había sido la<br />
decisión más práctica pero esa segunda mañana había<br />
sonado su teléfono móvil, había respondido, había pali-<br />
33
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 34<br />
34<br />
decido, levantado la vista hacia la mansión erigida sobre<br />
el acantilado, y lo último que habían sabido de ella<br />
era que se había ido.<br />
–Un asunto importante en Nueva York –había dicho,<br />
pero Fallon no había tragado.<br />
Sencillamente, no cuadraba.<br />
Fallon suspiró.<br />
Afortunadamente, la semana casi había terminado.<br />
No le gustaba ese sitio. Nada había salido bien,<br />
desde que a su llegada había confundido ese gran coche<br />
negro en el aeropuerto con el que debía pasar a buscarla.<br />
El coche. El hombre. Stefano Lucchesi, esos ojos negros<br />
y peligrosos, la sonrisa perezosa, esa voz grave,<br />
atractiva.<br />
Era ridículo que un desconocido tan aborrecible se<br />
hubiera instalado en su recuerdo.<br />
–¿O’Connell, estás sorda? Te he dicho que te des la<br />
vuelta. Gracias. Me alegra saber que todavía sigues con<br />
nosotros.<br />
El mundo de las modelos era bastante curioso. Estaba<br />
plagado de hombres como Maurice, egocéntricos y<br />
de fuerte carácter, y de gente como Andy, que era amable<br />
y educado.<br />
Y en la periferia se escondían los depredadores.<br />
Era, por supuesto, un acuerdo mutuo. Los depredadores<br />
lograban su propósito. Las chicas se llevaban los<br />
regalos, la publicidad, la fama.<br />
Fallon no entraba en ese juego. Al menos, desde que<br />
había caído prendida en los brazos de un supuesto industrial<br />
cuando sólo contaba diecisiete años. Había entregado<br />
su corazón y su virginidad. Él le había comprado<br />
una pulsera de diamantes y un montón de<br />
promesas.<br />
Tan sólo los diamantes habían superado la prueba<br />
del tiempo.<br />
Se había movido con cautela desde ese momento<br />
pero, pese a todo, cuatro años más tarde había trope-
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 35<br />
zado en la misma piedra. Su nuevo amante había sido<br />
un hombre muy guapo, rico, increíblemente sexy... y<br />
había roto con ella en cuanto había encontrado una sustituta.<br />
–¿O’Connell? Cielo, pon las manos en las caderas,<br />
¿quieres? Genial. Quédate así...<br />
Las pocas relaciones que había mantenido desde entonces<br />
habían sido con hombres sencillos que tenían los<br />
pies en la tierra. Se había alejado de los hombres castigadores,<br />
de físicos impresionantes. Nadie que acelerase<br />
su pulso con su sola presencia en una espiral de excitación,<br />
tal y como había ocurrido cuando había visto a<br />
Stefano Lucchesi en el aeropuerto, dentro del coche,<br />
esas maravillosas facciones de ángel caído...<br />
Sintió un escalofrío que recorrió su espalda.<br />
Estaba contenta de que el reportaje estuviera prácticamente<br />
terminado. Necesitaba la energía y el ruido de<br />
Nueva York. Podía enfrentarse a la multitud, el tráfico y<br />
el clima, siempre demasiado caluroso, demasiado frío o<br />
demasiado húmedo, mucho mejor que en ese lugar tan<br />
inhóspito.<br />
Cruzaban por su cabeza ideas ridículas y sus sentidos<br />
estaban jugándole malas pasadas. Por ejemplo, tenía<br />
la extraña sensación de que alguien la vigilaba.<br />
Había oído hablar de los lunáticos que acechaban a<br />
las celebridades. Una amiga había sufrido una experiencia<br />
de ese tipo por culpa de un fanático que carecía de<br />
una vida propia. El relato de los hechos, incluso visto<br />
desde fuera, resultaba espeluznante y aterrador.<br />
Esto era distinto.<br />
La primera vez, había estado posando para Maurice<br />
en lo alto del acantilado, de espaldas al mar. De pronto,<br />
se había abierto una puerta en el castillo y un hombre<br />
había salido al jardín.<br />
El hombre se había acercado lentamente al murete<br />
que rodeaba el jardín, había metido las manos en los<br />
bolsillos y se había quedado ahí, de pie. Mirándola. O<br />
puede que observando la mecánica del trabajo. Eso<br />
35
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 36<br />
36<br />
era lo que ella había deducido cuando el hombre había<br />
permanecido inmóvil, en esa misma posición, durante<br />
cinco minutos. La gente siempre se agolpaba en<br />
las esquinas cuando realizaban un reportaje fotográfico.<br />
Esa misma tarde, todo el equipo de la revista se había<br />
desplazado hasta la playa. Maurice estaba fotografiándola<br />
vestida de novia, unas instantáneas que había<br />
revelado en tonos grises, de pie en la orilla, de modo<br />
que arrastrara la cola de encaje del vestido sobre el<br />
agua. Había posado, sonreído, hecho pucheros y cualquier<br />
cosa que Maurice había exigido...<br />
Y lo había sentido de nuevo. Una mirada, vigilándola.<br />
Una figura se recortaba en lo alto del acantilado. Un<br />
hombre. Alto, de anchas espaldas, cintura estrecha, las<br />
piernas levemente separadas, los brazos cruzados sobre<br />
el pecho y el viento soplando su cabello negro sobre el<br />
rostro. La distancia era excesiva para que pudiera distinguir<br />
sus rasgos.<br />
La visión de ese hombre resultaba misteriosa y fascinante.<br />
El cuerpo imponente. Los vaqueros se ceñían a<br />
su cuerpo como un guante, la camiseta negra, las gafas<br />
de sol.<br />
¿Quién era? ¿Por qué su extraña presencia le cortaba<br />
la respiración?<br />
Sabía que la miraba, igual que sabía que no era un<br />
lunático, un tipo que se hubiera enamorado de su fotografía.<br />
Su instinto apuntaba en esa dirección.<br />
Fallon entornó los ojos mientras pensaba en ello y la<br />
voz de Maurice le trajo de nuevo al presente.<br />
–No quiero esa sonrisa de satisfacción, quiero que<br />
estés meditabunda –gritó.<br />
Ella asintió, respiró hondo varias veces y ofreció una<br />
perfecta expresión meditabunda.<br />
La evidencia apuntaba a que observaba a todo el<br />
equipo, no sólo a ella. Seguramente se trataba de uno de
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 37<br />
los guardias de seguridad que patrullaban la zona y si<br />
no lo había localizado antes, se debía a su facilidad para<br />
fundirse con el paisaje.<br />
Y si su cerebro, endurecido por el sol, otorgaba más<br />
profundidad al vigilante, dibujándolo como una presencia<br />
cruelmente masculina y muy atractivo, era sólo<br />
culpa suya, no de ese hombre.<br />
Fallon se apartó el pelo de la frente con un soplido.<br />
No había duda de que el calor estaba jugándole malas<br />
pasadas.<br />
–¿Maurice? –se volvió hacia el fotógrafo, las manos<br />
en la cintura–. Escucha, Maurice, creo que ya es suficiente.<br />
Estoy derretida. El maquillaje no aguanta y<br />
tengo la melena empapada en sudor.<br />
–¿Quieres que te diga que todavía estás preciosa?<br />
Descuida, estás perfecta.<br />
–Sí, de acuerdo. Eso es magnífico, pero ya no puedo<br />
más.<br />
–Sólo diez minutos más, eso es todo. Levanta un<br />
poco la barbilla.<br />
–Dijiste lo mismo hace más de una hora.<br />
Maurice se acercó y le levantó la barbilla. Fallon<br />
dejó caer el mentón a la posición anterior.<br />
–Maurice –señaló con firmeza–, todo el mundo se ha<br />
ido. Están metidos en la carpa, a la sombra, bebiendo un<br />
refresco y esperando a que des la orden para que regresemos<br />
a la posada.<br />
–Pues que esperen. Todavía no he terminado. Mírame,<br />
O’Connell. Métete en el papel. Eres una novia, tu<br />
pareja te está mirando y quieres mostrarle lo que tienes<br />
para él. Bien. Estupendo.<br />
¿Deseaba mostrarle al hombre que estaba observándola<br />
lo que tenía? Había pensado en él la noche anterior,<br />
tumbada en la cama estrecha e incómoda. Había<br />
imaginado su rostro. ¿Tendría los ojos negros? ¿Poseería<br />
una nariz clásica, romana? ¿La boca plena, la mandíbula<br />
cincelada?<br />
¿Se parecería al hombre del aeropuerto?<br />
37
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 38<br />
38<br />
Se le erizó el vello de la nuca. Estaba otra vez ahí<br />
arriba, mirándola.<br />
Estaba segura.<br />
Levantó la vista, colocó la mano a modo de visera<br />
frente al sol. No tenía la menor intención de ser discreta.<br />
Y ahí estaba, de pie con los brazos cruzados, los<br />
ojos ocultos bajo esas sempiternas gafas de sol.<br />
Una repentina oleada de deseo recorrió su cuerpo tan<br />
deprisa que sintió una debilidad tremenda en las rodillas.<br />
Quería... quería...<br />
Salir de allí. Eso era lo que deseaba. Se dio media<br />
vuelta y avanzó entre chapoteos por el agua poco profunda<br />
de la orilla.<br />
–¿O’Connell?<br />
Tenía sus gafas de sol sobre una silla plegable de<br />
lona. Clavó la montura en el puente de la nariz y se<br />
calzó unas chanclas de suela de goma.<br />
–¿Qué ocurre, encanto?<br />
–La sesión ha terminado. Eso es lo que pasa.<br />
Maurice era un fotógrafo magnífico, pero nunca sabía<br />
cuándo debía parar.<br />
Ella sí lo sabía, y ese momento ya había llegado.<br />
Llegó a lo alto del acantilado sin aliento. El desconocido<br />
había desaparecido y eso fastidió a Fallon. ¿Qué<br />
clase de hombre vigilaba a una mujer y no se tomaba la<br />
molestia de presentarse? Porque, desde luego, estaba<br />
observándola a ella.<br />
A ella.<br />
Fallon se dirigió hacia la carpa, donde todo el equipo<br />
de Sueños Nupciales formaba en semicírculo, en sus<br />
respectivas sillas de loneta, con sus rostros expuestos al<br />
sol.<br />
Andy bajó la mirada y habló en voz alta.<br />
–¿Habéis terminado?<br />
Ella asintió. Andy sonrió y alargó la mano hacia ella<br />
con el pulgar hacia arriba en señal de victoria. Ella le<br />
devolvió la sonrisa, acompañada del mismo gesto de satisfacción,<br />
y abrió la puerta del viejo Fiat rojo, que ha-
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 39<br />
bía alquilado a la posadera cuando había comprendido<br />
que estaban completamente aislados.<br />
Tenía los pantalones vaqueros y la camiseta en el<br />
asiento posterior. Se puso la ropa encima del bikini.<br />
Hizo una mueca de disgusto cuando sintió el roce del<br />
algodón caliente contra su piel pegajosa.<br />
Quería una buena ducha y una bebida fría. Quería<br />
preparar la maleta para su viaje de regreso y, después,<br />
acercarse una última vez a las colinas para disfrutar de<br />
la vista del mar antes de su partida, a la mañana siguiente.<br />
Sobre todo, pensó mientras soltaba el embrague y pisaba<br />
el acelerador, no quería volver a ver nunca más ese<br />
acantilado y el castello.<br />
Stefano observó cómo Fallon O’Connell se dirigía<br />
hacia la carpa que había permitido que montaran en su<br />
propiedad.<br />
Parecía que tenía mucha prisa por largarse de allí.<br />
¿Sería él la causa? Sí, probablemente.<br />
Stefano abrió la pequeña nevera oculta en la pared,<br />
detrás de su mesa de despacho, sacó una botella de agua<br />
y se la llevó a los labios.<br />
La señorita pensaba que estaba vigilándola. Se había<br />
dado cuenta días atrás. El modo en que se tensaba y miraba<br />
en derredor cada vez que aparecía era una señal nítida.<br />
Eso no lo sorprendía. Las mujeres que gozaban de<br />
ese atractivo asumían que todos los hombres que conocían<br />
quedaban prendados de ellas.<br />
Estaba equivocada. No quería saber nada de ella.<br />
Stefano se acomodó en una butaca de cuero, apoyó<br />
los pies en alto sobre un cojín y bebió otro sorbo de<br />
agua fría.<br />
Fallon había llegado a la altura del desvencijado coche<br />
que había conseguido en alguna parte. Stefano frunció<br />
el ceño cuando ella alcanzó la ropa y se vistió. La<br />
39
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 40<br />
40<br />
camiseta era muy amplia, pero los vaqueros se ceñían a<br />
su figura. Unas piernas increíblemente largas.<br />
Vestida, Fallon resultaba tan deslumbrante como en<br />
bikini.<br />
De acuerdo. Quizás le prestaba más atención que a<br />
los demás. ¿Qué hombre no lo haría? Era despampanante,<br />
esa clase de mujer que sumiría en el silencio una<br />
sala abarrotada con su sola presencia. Un hombre tendría<br />
que estar ciego para no disfrutar de esa visión.<br />
Al día siguiente, no tendría nada que mirar.<br />
Esa desagradable intromisión en su vida se había<br />
acabado. Era el último día que el equipo de la revista<br />
pasaría en la isla. Fallon O’Connell se alejaba en esos<br />
momentos con su coche. Stefano no reprimió una sonrisa<br />
ante el modo en que se bamboleaba el pequeño Fiat<br />
rojo. Seguramente había soltado el embrague demasiado<br />
pronto. Y también conducía demasiado deprisa.<br />
El coche levantaba una cortina de polvo a su paso.<br />
El fotógrafo se había reunido con el resto del equipo<br />
en la carpa.<br />
Muy pronto, todos subirían a su camioneta alquilada<br />
y entonces... Entonces, ya no volvería a ver a Fallon<br />
nunca más.<br />
Stefano se incorporó y caminó hasta la ventana.<br />
No volvería a ver a esa gente. A eso era a lo que se<br />
refería.<br />
El Fiat desapareció en la arboleda que conducía a la<br />
puerta de entrada. La camioneta lo seguiría segundos<br />
más tarde. Stefano levantó la botella de agua en el aire a<br />
modo de irónica despedida.<br />
Confiaba en que disfrutaran del viaje y se alejaran<br />
para siempre.<br />
Su mundo volvía a ser suyo. Ya no habría más voces<br />
perturbadoras que se elevaran desde la playa. Nadie caminaría<br />
a trompicones entre las ruinas ni se plantaría en<br />
lo alto del acantilado, la vista fija en su mar y en su volcán.<br />
Ya no sufriría la presencia de Fallon O’Connell con
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 41<br />
esos labios carnosos que había soñado de exquisita textura,<br />
esos pechos enhiestos de cálido perfume que seguramente<br />
emborracharían sus sentidos, esas increíbles<br />
piernas que imaginaba alrededor de sus caderas.<br />
Stefano frunció el ceño y dejó la botella sobre la<br />
mesa.<br />
Admitía que ese supuesto desinterés era falso. La<br />
verdad era que había vigilado cada uno de sus movimientos<br />
como un halcón frente a su presa. Había notado<br />
su cuerpo enardecido ante su imagen, pese a que hubiera<br />
fingido que no deseaba acostarse con ella cuando<br />
ése había sido su único pensamiento desde el mismo<br />
instante en que había subido a su coche en el aeropuerto.<br />
Había observado sus poses frente a la cámara,<br />
esas expresiones fingidas de lujuria y deseo, y había sabido<br />
con certeza que podía conseguir que ella experimentara<br />
realmente esas sensaciones por él, esa mirada<br />
anhelante, la voz suave gritando su nombre, clamando<br />
que la poseyera...<br />
¿Acaso había perdido la cabeza?<br />
Stefano salió del despacho a grandes zancadas y<br />
cruzó la cocina ante la mirada atónita de su ama de llaves.<br />
–¿Signore? ¿Avete desiderato qualcosa?<br />
–No –dijo con brusquedad, pese a su intento por parecer<br />
educado–. Gracias, Anna. No deseo nada. Grazie.<br />
Me voy a dar una vuelta. No se moleste en prepararme<br />
la cena.<br />
Anna frunció los labios. Era una mujer menuda, siciliana<br />
hasta el tuétano, y cuyo máximo interés, más allá<br />
de cebarlo sin descanso, era convertirlo en un auténtico<br />
siciliano, capaz de interpretar el canto de los insectos y<br />
los aullidos de la brisa marina.<br />
–Se acerca una tormenta. Habrá mucho viento y lluvia.<br />
–Estaré bien.<br />
–En la oscuridad, las carreteras se vuelven muy traicioneras.<br />
41
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 42<br />
42<br />
Era justo lo que necesitaba. Una nueva abuela italiana.<br />
–Seguramente estaré de vuelta antes de que estalle la<br />
tormenta –dijo.<br />
–Como usted quiera, padrone –señaló tras un largo<br />
suspiro.<br />
¿Como usted quiera? Stefano estuvo a punto de<br />
echarse a reír mientras entraba en el garaje y cerraba la<br />
puerta tras él. Pasó de largo delante de las tres primeras<br />
plazas de aparcamiento y deslizó la mano sobre la carrocería<br />
lustrosa de la Harley de color negro que siempre<br />
elegía cuando las carreteras se volvían estrechas y<br />
serpenteantes.<br />
Si las cosas se desarrollaran según sus deseos, Fallon<br />
O’Connell estaría aguardándolo en su dormitorio o bien<br />
habría desaparecido de su cabeza por completo.<br />
Se puso el casco y la cazadora negra de cuero, pulsó<br />
el botón del mando y esperó a que la puerta del garaje<br />
se abriera. Entonces montó y el motor de la motocicleta<br />
rugió.<br />
Conocía la posada en la que ella se alojaba, sabía<br />
que podía presentarse allí y encararse con ella, decirle<br />
que el relámpago de deseo sexual que había advertido<br />
en su mirada cuando se habían conocido también latía<br />
en su interior.<br />
Pero no lo haría.<br />
Stefano bajó la visera del caso y aceleró. Un buen<br />
paseo calmaría sus ánimos.<br />
Y también la seguridad de que nunca más posaría la<br />
mirada sobre Fallon O’Connell.<br />
Una hora más tarde, la isla estaba sumida en la oscuridad<br />
húmeda de la ululante tormenta que Anna había<br />
predicho.<br />
El viento era fortísimo y tiraba de Stefano mientras<br />
tomaba una curva muy cerrada en una carretera estrecha.<br />
Un par de kilómetros más, quizás tres, y llegaría<br />
a...<br />
¿Qué diablos era eso?
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 43<br />
El haz brillante de su faro atravesó la oscuridad y<br />
descubrió la silueta de un coche pequeño que venía de<br />
frente.<br />
–¡Jesús Santísimo! –exclamó Stefano y frenó, pero<br />
era demasiado tarde.<br />
El conductor del otro coche también lo había visto y<br />
había pisado el freno, pero demasiado tarde también. El<br />
coche derrapó y viró bruscamente en su dirección. Entonces<br />
supo, preso de una terrorífica lucidez, que se dirigía<br />
directamente contra un árbol nudoso. Pero fue el<br />
resto de la imagen que cruzó ante su mirada en ese intervalo<br />
de claridad lo que arrancó un grito de espanto de<br />
su garganta.<br />
El coche era un viejo Fiat rojo. Y la expresión aterrorizada<br />
de la mujer que iba al volante, la boca abierta en<br />
un grito de angustia que Stefano no alcanzó a escuchar,<br />
pertenecía a Fallon.<br />
43
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 44<br />
<strong>Capítulo</strong> 4<br />
LOS NEUMÁTICOS chirriaron agónicamente<br />
mientras luchaban por agarrarse al asfalto mojado,<br />
pero nada pudo detener el ímpetu del Fiat<br />
mientras se precipitaba contra el árbol con espeluznante<br />
determinación.<br />
Stefano saltó de la moto y corrió hacia el coche.<br />
–¡Fallon! –gritó–. ¡Fallon!<br />
La noche estaba sumida en el silencio, a excepción<br />
del tamborileo incesante de la lluvia y la fuerza de su<br />
propio pulso.<br />
Su primer pensamiento fue que ella se encontraba<br />
bien. Había logrado reducir considerablemente la velocidad<br />
antes del impacto y los daños parecían reducidos<br />
a una abolladura en el guardabarros.<br />
Pero, cuando llegó hasta el coche, soltó un gruñido<br />
en voz alta.<br />
Era un coche bastante viejo que no disponía de airbag.<br />
Fallon había recibido el impacto directamente sobre<br />
su cuerpo. El limpiaparabrisas estaba destrozado en<br />
el lado del conductor. Estaba tumbada sobre el volante,<br />
igual que una muñeca de trapo, y pequeños fragmentos<br />
de cristal brillaban en su cabeza, igual que diminutas<br />
estrellas, contra el fondo oscuro de su cabello.<br />
Stefano agarró la manilla de la puerta, pero no cedía.<br />
–¡Vamos! –chilló–. ¡Venga, maldita sea!<br />
Desesperado, entre la angustia y el esfuerzo, tiró con<br />
más fuerza. Era totalmente inútil. La puerta estaba cerrada<br />
u obstruida a causa del choque.<br />
Stefano maldijo su suerte, rodeó el coche entre resbalones<br />
a causa del barrizal, arrancó de sus goznes la<br />
puerta del copiloto y subió al coche.
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 45<br />
–¿Fallon? –llamó mientras se acercaba a ella.<br />
Pero no obtuvo respuesta.<br />
Se quitó uno de los guantes y apoyó los dedos en la<br />
muñeca de Fallon. Sí, gracias a Dios, podía sentir el<br />
pulso.<br />
Estaba viva.<br />
Sintió una punzada en la boca del estómago cuando<br />
comprobó que no se había puesto el cinturón de seguridad.<br />
Si al menos hubiera llevado el cinto. Y si no hubiera<br />
estado lloviendo. Y si él no hubiera aparecido precisamente<br />
en esa curva.<br />
Stefano desechó todas esas hipótesis de su cabeza.<br />
Sólo debía preocuparse por lo que haría a continuación.<br />
El accidente, y todas las circunstancias que habían concurrido<br />
en esa fatalidad, formaban parte del pasado y no<br />
podían cambiarse.<br />
Conocía esas carreteras y esas montañas. Las probabilidades<br />
de que apareciese alguna persona para ofrecerles<br />
su ayuda eran nulas. Había una granja a unos<br />
quince kilómetros de distancia. Si tenía suerte, quizás<br />
tuvieran teléfono.<br />
Por primera vez en toda su vida, Stefano estaba paralizado<br />
por la duda. ¿Debería mover a Fallon? ¿Sería<br />
mejor que subiera a su moto, condujera hasta la granja<br />
con la esperanza de que tuvieran teléfono, llamara a una<br />
ambulancia y regresara a su lado?<br />
Apretó los dientes y rezó al dios que en ese momento<br />
estuviera escuchando sus plegarias. Stefano<br />
tomó a Fallon entre sus brazos y tiró de ella con mucho<br />
cuidado. Fallon emitió un leve gemido, pero no dijo<br />
nada más.<br />
Se detuvo cuando acomodó a Fallon en el asiento del<br />
copiloto. Mientras sostenía su cuerpo con un solo<br />
brazo, se quitó en dos movimientos la cazadora de<br />
cuero y cubrió con ella la frágil figura de Fallon. Todavía<br />
tenía la cabeza baja, pero su respiración se había sosegado.<br />
–Ya te tengo, cariño –susurró–. Estás a salvo.<br />
45
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 46<br />
46<br />
No hubo respuesta.<br />
Sostuvo a Fallon contra él, delicadamente, y levantó<br />
su cabeza con las manos temblorosas.<br />
¡Dios Santo!<br />
Su cara. ¡Su increíble rostro!<br />
El color carmesí brotaba de una hendidura en su<br />
frente que alcanzaba el nacimiento del pelo, otra en la<br />
mejilla y un tercer tajo que cruzaba brutalmente su barbilla.<br />
No había más heridas a la vista, pero aquéllas eran<br />
más que suficientes. Sobre todo teniendo en cuenta<br />
quién era y lo que era. Stefano comprendió que lo que<br />
había ocurrido esa noche cambiaría para siempre la vida<br />
de Fallon O’Connell.<br />
Sintió una sacudida en el pecho.<br />
–Fallon –dijo en un susurro–. ¿Puedes oírme?<br />
Ella gimió de nuevo y pestañeó.<br />
–¿Fallon? –se inclinó sobre ella.<br />
Abrió los ojos y miró fijamente a Stefano, sin reconocerlo.<br />
–¿Qué... qué ha pasado? –preguntó con un hilo de<br />
voz.<br />
–Ha habido un accidente.<br />
–¿Un accidente?<br />
–Sí –buscó las palabras adecuadas para reconfortarla–.<br />
Te vas a poner bien.<br />
–Yo no... no recuerdo...<br />
–Tranquila. No tienes que pensar en eso ahora. ¿Fallon?<br />
Estaba perdiendo el conocimiento otra vez. ¿Sería<br />
mejor mantenerla despierta? ¡Demonios! ¿Por qué no<br />
tendría la respuesta idónea? Había asistido a un curso<br />
de primeros auxilios en el instituto. ¿Acaso se había<br />
dormido en las clases?<br />
Stefano volvió la cara hacia el cielo y dejó que la lluvia<br />
refrescara sus ideas. ¿Qué hacías con una persona<br />
que había sufrido un trauma craneoencefálico?<br />
–Fallon, escúchame.<br />
–Tengo sueño.
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 47<br />
–Sí, ya lo sé. Pero antes dime si te has hecho daño en<br />
algún sitio. ¿Los brazos? ¿Las piernas? –tomó aire–.<br />
¿La espalda?<br />
–La cabeza –señaló y acompañó esa afirmación con<br />
un quejido–. Me duele.<br />
Fallon levantó la mano y se la llevó a la frente. Stefano<br />
le sujetó la muñeca, temeroso de que pudiera perjudicarse<br />
las heridas y preocupado ante la posibilidad<br />
de que el descubrimiento de lo que le había ocurrido sumiera<br />
a Fallon en un estado de conmoción.<br />
–Escúchame, Fallon. Tengo que ir a buscar ayuda.<br />
Será sólo un momento –explicó con ternura.<br />
No hubo réplica. Sus largas pestañas cayeron como<br />
un telón sobre las mejillas pero, Dios, no estaba dormida.<br />
Había empalidecido y la sangre se había vuelto<br />
negra.<br />
Stefano se llevó la mano de Fallon a la boca y apretó<br />
los labios contra sus nudillos. Entonces se incorporó y<br />
se estremeció ante el agudo dolor que sintió en el brazo.<br />
¿Un dolor en el brazo? ¿Estaba herido? Se miró el<br />
antebrazo y descubrió un corte profundo que no dejaba<br />
de sangrar. Se habría cortado con los cristales del limpiaparabrisas<br />
o algún trozo de metal retorcido de la carrocería.<br />
Fuera lo que fuera, significaba que no podría<br />
cargar con ella mucho tiempo.<br />
¿Qué, entonces? ¿Iba a dejarla allí, sola? No. Eso era<br />
impensable.<br />
Echó un vistazo al Fiat. Un guardabarros abollado y<br />
la luna hecha añicos no significaban necesariamente<br />
que el motor no arrancase.<br />
Las manos temblorosas, colocó el cinturón de seguridad<br />
a Fallon. Después pasó por encima de ella, limpió<br />
el asiento del conductor de cristales y se situó al volante.<br />
Muy despacio, contuvo la respiración y giró la<br />
llave de contacto.<br />
El motor de arranque soltó un quejido. Después, el<br />
motor amagó un par de veces. Entonces, tras un estremecimiento<br />
y el chirrido del metal en contacto con el<br />
47
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 48<br />
48<br />
metal, arrancó. No parecía que tuviera mucha vida, pero<br />
sólo necesitaría recorrer una distancia de poco más de<br />
quince kilómetros si tenía la suerte de cara.<br />
Metió la marcha atrás y retrocedió lentamente. Volvió<br />
a cambiar, giró en redondo con mucha precaución y<br />
se detuvo.<br />
La herida del brazo palpitaba con una crudeza extrema.<br />
Sintió una sudor frío en las sienes y un leve temblor<br />
en los dientes. Supuso que era por efecto de la impresión<br />
y no le concedió más importancia. Sólo<br />
significaba que quizás dispondría de menos tiempo para<br />
ayudar a Fallon.<br />
Estaba sentada con la cabeza apoyada en el respaldo,<br />
inerte. Seguía muy pálida y la sangre había empezado a<br />
coagularse. La piel magullada había empezado a hincharse.<br />
Tanta perfección destruida tan cruelmente.<br />
La garganta cerrada, se inclinó sobre ella y besó su<br />
boca en una caricia.<br />
Entonces tomó aire, metió la marcha y arrancó en el<br />
que sospechaba que sería el viaje más importante de<br />
toda su vida.<br />
Dolor. Dolor, agudo y palpitante. Una luz blanca<br />
muy fuerte. El olor de algo vagamente antiséptico.<br />
Y voces. Una mujer, enérgica y exigente, hablaba en<br />
italiano. A continuación, la voz de un hombre, grave e<br />
insistente, hablaba en inglés.<br />
–Signorina O’Connell. Apra I vostri occhi.<br />
–¿Fallon? Vamos, abre los ojos.<br />
¿Abrir los ojos? ¿Podía hacerlo? Quería hacerlo. Era<br />
horrible esa sensación, tumbada e inmóvil, atrapada en<br />
la oscuridad. ¿Estaba dormida y todo formaba parte de<br />
un sueño? Si se esforzaba, ¿obligaría a sus ojos para<br />
que se abrieran?<br />
–Fallon, por favor. Mírame.<br />
«Lo siento», pensó. «Lo siento, pero no puedo».
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 49<br />
Los párpados pesaban cada vez más. Más y más.<br />
Fallon se sumergió de nuevo en la terrible oscuridad.<br />
–Fallon.<br />
Fallon suspiró. Era esa voz grave otra vez, llamándola.<br />
–Sé que puedes oírme, Fallon. Quiero que abras los<br />
ojos.<br />
Una mano, fuerte y cálida, cubrió la suya.<br />
Estaba equivocado. Sólo podía quedarse ahí tumbada<br />
y dormir.<br />
–Maldita sea, ¿es que no quieres recuperarte? No te<br />
pondrás mejor si no abres los ojos. Tienes que despertarte.<br />
¡Tienes que volver a la vida!<br />
–Signore. Ya sé que está disgustado. Pero, por favor,<br />
tiene que descansar. Il dottore querría revisar la herida<br />
de su brazo otra vez. Ya sé que no ha querido que le pusieran<br />
puntos, pero si pudiera acompañarme...<br />
–No. Primero quiero que recupere la conciencia.<br />
–Sí, ya lo sé, pero eso quizás lleve varias horas –la<br />
voz de la mujer se suavizó–. Puede que días, signore.<br />
–Entonces me quedaré a su lado durante días –dijo<br />
con rudeza–. Me quedaré el tiempo necesario.<br />
–Tiene que ocuparse de su propia herida, signore.<br />
–Necesitas ocuparte de tu propia herida –repitió Fallon<br />
con la voz muy débil mientras abría los ojos–.<br />
Tiene razón.<br />
El hombre y la mujer se volvieron hacia ella, atónitos.<br />
Parecía imposible que hubiera hablado.<br />
–¡Signorina O’Connell!<br />
–¡Fallon! Fallon, gracias a Dios.<br />
Fallon los miró alternativamente. La mujer vestía de<br />
blanco y era, obviamente, una enfermera. El hombre...<br />
le resultaba familiar. Cabello negro. Ojos negros. Una<br />
sonrisa que dulcificaba una boca severa.<br />
¿Quién era? ¿Por qué no recordaba su nombre? Lo<br />
tenía en la punta de la lengua.<br />
49
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 50<br />
50<br />
–¡Qué alegría tenerla de nuevo con nosotros, signorina!<br />
–dijo la enfermera–. ¿Cómo se encuentra?<br />
Era una buena pregunta. ¿Cómo se sentía? Exhausta.<br />
Y muy dolorida. Confusa. Pero, sobre todo, padecía un<br />
terrible dolor de cabeza. Y su cara. Todo el rostro, a partir<br />
del cuello, era una masa informe de dolor.<br />
El hombre tomó su mano y entrelazó sus dedos en<br />
ella. Era una sensación agradable. Era un hombre<br />
fuerte. Se veía en sus ojos y, al entrelazar sus dedos con<br />
los de ella, tuvo la impresión de que parte de esa fuerza<br />
fluía hacia su organismo.<br />
–Tengo que ir a buscar il dottore –señaló la enfermera<br />
y salió a toda prisa.<br />
Fallon miró a los ojos del hombre.<br />
–¿Esto es un hospital?<br />
Las palabras no salieron de sus labios con esa claridad.<br />
Farfulló algo vagamente incomprensible, pero el<br />
hombre asintió.<br />
Un hospital. Por supuesto. ¿Qué otro lugar resultaría<br />
tan deslumbradoramente brillante? Las paredes, el techo.<br />
Incluso la anodina lámpara que colgaba del techo<br />
despedía una luz tan blanca que le hacía daño a los ojos.<br />
–El médico vendrá de un momento a otro –dijo.<br />
La enferma había vuelto y trataba de acercarse a la<br />
paciente, pero el hombre no se movía ni un centímetro<br />
de su sitio.<br />
–Signore, per favore, si soltara la mano de la señorita<br />
un instante... Se lo prometo, sólo será un momento.<br />
Se sonrojó un poco. Soltó la mano de Fallon y ella experimentó<br />
un temblor de alarma. Era la única presencia<br />
vagamente familiar en ese extraño y doloroso mundo.<br />
–No te vayas –murmuró.<br />
–No te preocupes, cara –dijo con ternura–. No te dejaré<br />
sola.<br />
Pasó un instante. La enfermera asintió, se colocó el<br />
estetoscopio, escuchó con atención y asintió de nuevo.<br />
–Los signos vitales de la signorina son excelentes<br />
–dijo–. Avisaré al doctor.
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 51<br />
Se incorporó. El hombre rozó a la enfermera y se<br />
instaló junto a la cabecera de la cama. En cuanto tocó la<br />
mano de Fallon, ella entrelazó sus dedos con él.<br />
–¿Qué puedo hacer por ella? –preguntó en voz baja a<br />
la enfermera.<br />
–Puede quedarse junto a ella, signore –la enfermera<br />
miró a Fallon–. Parece que le hace mucho bien a la señorita,<br />
¿sí?<br />
En efecto. Era su único consuelo... y, sin embargo...<br />
¿Por qué le resultaba tan familiar? ¿Por qué no lograba<br />
situarlo?<br />
–No te recuerdo –dijo, algo mareada–. Pero tengo la<br />
sensación de que debería.<br />
–El caballero la ha traído hasta aquí –dijo la enfermera<br />
antes de que Stefano tomara la palabra–. Es...<br />
¿Cómo se dice? El buen samaritano, ¿no?<br />
Fallon sabía que no debía mover la cabeza después<br />
de la experiencia anterior y tampoco le resultaba sencillo<br />
sonreír. Tenía la boca muy dolorida.<br />
–Sí –dijo con voz tenue–. ¿Me has encontrado en la<br />
carretera?<br />
–No exactamente.<br />
Apretó la mano de Fallon mientras la enfermera salía<br />
en silencio de la habitación. Stefano se mordió el labio.<br />
La situación era bastante compleja. ¿Debía decirle<br />
que era lógico que su presencia le resultase familiar?<br />
¿Debía recordarle su primer encuentro y el enfrentamiento<br />
que tuvieron? ¿Debería confesarle que se había<br />
pasado la semana observándola en la distancia?<br />
No. Estaba conmocionada y dolorida. Y las cosas<br />
empeorarían antes de que empezaran a mejorar, puesto<br />
que todavía debía mirarse en un espejo y asumir la gravedad<br />
de sus heridas.<br />
Pero podía contarle lo que había ocurrido en esa carretera<br />
mojada.<br />
–Conducías tu coche –dijo en voz baja–. Yo circulaba<br />
en mi moto. La carretera era estrecha, había empezado a<br />
llover, apareciste tras una curva cerrada y derrapaste.<br />
51
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 52<br />
52<br />
Vaciló un instante antes de proseguir con el relato.<br />
–No esperabas encontrarte con nadie más en la carretera<br />
y cuando...<br />
–¿Tú también estás herido?<br />
–¿Yo? No, estoy bien –se aclaró la garganta–. ¿Te<br />
apetece un poco de agua?<br />
Ella asintió. Stefano tomó el vaso de agua que había<br />
en la mesilla, junto a la cama, y lo acercó a sus labios.<br />
Ella intentó incorporarse, pero él se lo impidió.<br />
–No, no. No te muevas. Al menos, espera hasta que<br />
el médico pase a verte. Toma –pasó un brazo por detrás<br />
de sus hombros, levantó un poco su cuerpo y colocó<br />
con delicadeza la pajita entre sus labios–. Bebe un<br />
poco. Despacio. Eso es. ¿Mejor?<br />
Fallon asintió de nuevo y se recostó sobre los almohadones.<br />
–¿Cómo te sientes?<br />
–Fatal –dijo e intentó sonreír.<br />
Pero no funcionó. Básicamente, el dolor se lo impedía.<br />
Y los músculos de su cara no parecían dispuestos a<br />
colaborar. Levantó la mano y se la llevó a la cara, pero<br />
el hombre la sujetó por la muñeca.<br />
–Tienes vendajes –dijo enseguida–. Seguramente sería<br />
mejor que no te tocaras.<br />
–¿Vendajes?<br />
–Sí. Todo irá bien. Ya lo verás.<br />
–¿Tengo vendajes en la cara? ¿Me he cortado?<br />
Reconoció el miedo en su voz y supo que habría hecho<br />
cualquier cosa para que ese temor desapareciese.<br />
¿Cómo y cuándo se lo diría?<br />
–Un poco –afirmó.<br />
Los ojos de Fallon buscaron su mirada. Observó los<br />
músculos de la garganta mientras tragaba saliva y comprendió<br />
que Fallon había decidido que no haría más<br />
preguntas, de momento. ¡Dios! Deseaba abrazarla con<br />
fuerza y mecerla como si fuera una niña pequeña necesitada<br />
de cariño.<br />
–Cuéntame más cosas del accidente –dijo.
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 53<br />
–No hay mucho más que contar –contestó, tomando<br />
su mano de nuevo–. Lo único que importa es que estás<br />
bien y que muy pronto saldrás de aquí por tu propio pie.<br />
Entonces, ¿por qué el «buen samaritano» no le permitía<br />
que se tocara la cara? Antes de que pudiera detenerla,<br />
sacó su otra mano de debajo de las sábanas y se la<br />
llevó al rostro. Sus dedos palparon los vendajes y notaron<br />
las líneas de puntos que le habían cosido con hilo de<br />
seda.<br />
Su estómago se contrajo en un espasmo y bajó la<br />
mano.<br />
–Algo más que vendajes –señalo en un trémulo susurro,<br />
pero en ese instante se abrió la puerta y entraron<br />
la enferma y un hombre rollizo con bata blanca.<br />
–Ah, signorina O’Connell –saludó en un inglés muy<br />
correcto, con poco acento–. Me alegro de verla despierta.<br />
Soy el doctor Scalfani. ¿Cómo se encuentra? Olvídelo.<br />
Me doy cuenta de que no está en muy buenas<br />
condiciones. Pero nos encargaremos de que mejore<br />
muy pronto. ¿Signore? Haga el favor de aguardar en el<br />
pasillo...<br />
El hombre se puso en pie.<br />
–Estaré ahí fuera –dijo con una sonrisa, inclinado sobre<br />
ella–. ¿De acuerdo?<br />
Fallon apretó por última vez su mano antes de soltarlo.<br />
–¿Cómo se llama? –preguntó en un susurro.<br />
–Me llamo Stefano. Stefano Lucchesi –dijo y<br />
aguardó su reacción, igual que la primera vez que ella<br />
había abierto los ojos.<br />
Pero no hubo reacción por su parte. ¿Por qué iba a<br />
recordarlo si tan sólo se habían visto una vez? ¿Por qué<br />
iba a recordar su nombre cuando se había presentado<br />
ese mismo día? Stefano no había olvidado un solo detalle<br />
de su primer encuentro, pero eso no significaba que<br />
hubiera causado ese mismo efecto en ella.<br />
–¿Signore?<br />
–Sí –asintió–. Lo siento. Esperaré fuera.<br />
53
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 54<br />
54<br />
El doctor reconoció a la paciente, reflexionó en voz<br />
baja y habló en italiano a la enfermera en ráfagas cortas<br />
y rápidas. Finalmente, palpó las heridas de la cara.<br />
–Espero que me disculpe –dijo–. Sólo será un momento.<br />
Eso dolía. Dolía mucho, mucho, mucho.<br />
–Ya lo sé, signorina –señaló el doctor–. Siente mucho<br />
dolor, ¿verdad?<br />
–Mi cara... –se humedeció los labios y buscó las palabras<br />
adecuadas pese al miedo que sentía–. ¿He sufrido<br />
daños en la cara?<br />
La mirada del doctor se suavizó.<br />
–No lo sé –dijo con brusquedad–. Es demasiado<br />
pronto para saber con seguridad si quedarán cicatrices.<br />
Ojalá pudiera decirle algo más concreto, pero no puedo.<br />
Fallon clavó la mirada más allá del doctor, en el<br />
muro blanco.<br />
–Soy modelo –dijo en voz baja–. Mi cara...<br />
–Sí, lo comprendo. Pero lo más importante es que<br />
está viva, signorina. Si no llega a ser por ese caballero<br />
que la ha traído hasta aquí, ¿quién sabe lo que podría<br />
haberle sucedido?<br />
Fallon, a pesar del dolor, asintió.<br />
–Sí –afirmó con calma–. ¿Quién sabe lo que habría<br />
sucedido?<br />
Y entonces, sin previo aviso, se echó a llorar.<br />
El doctor apoyó la mano en su hombro y murmuró<br />
algo al oído de la enfermera. Fallon notó una sustancia<br />
caliente en sus venas.<br />
Justo antes de que volviera a la oscuridad de la inconsciencia,<br />
Stefano Lucchesi se sentó junto a la cabecera<br />
de su cama y le tomó la mano.<br />
–Ahora te recuerdo –dijo con claridad y cayó en un<br />
profundo sueño.<br />
Pasó un día completo. Fallon despertó, se durmió y<br />
volvió a despertarse.
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 55<br />
Y ya se encontraba mejor.<br />
Sentía menos dolor y había recuperado la lucidez. El<br />
doctor volvió a examinarla, canturreó con evidente satisfacción<br />
y señaló que estaba en el buen camino para<br />
una pronta recuperación.<br />
Esa vez, se entregó al sueño con normalidad.<br />
Cuando despertó, la luz del día inundaba la habitación.<br />
–Fallon. Bienvenida. ¿Cómo te encuentras?<br />
Volvió la cabeza y reconoció a Stefano Lucchesi. Sí,<br />
desde luego. Se acordaba de él. Seguía siendo tan atractivo<br />
como la primera vez que se habían encontrado,<br />
sólo que ahora parecía exhausto. Lucía una barba de varios<br />
días y, si bien sospechaba que había estado junto a<br />
ella todo el tiempo, sólo pudo pensar en la forma en que<br />
se había burlado de ella cuando había sabido que era<br />
modelo.<br />
–¿Qué estás haciendo aquí?<br />
–Ya te dije que me quedaría contigo, ¿no es cierto?<br />
–No quiero que te quedes conmigo, signore.<br />
La sonrisa de Stefano flaqueó. Hasta ese momento<br />
no había estado seguro si las palabras de Fallon implicaban<br />
que lo recordaba.<br />
Ahora conocía la respuesta.<br />
–Has recordado nuestra primera cita –dijo en tono<br />
neutro.<br />
–Sí –Fallon respiró hondo–. Así que nuestros caminos<br />
se han cruzado por segunda vez, signore Lucchesi.<br />
–Más que eso –apuntó, decidido a contarle toda la<br />
verdad–. Pasaste una semana en mi castillo haciéndote<br />
fotos para ese reportaje.<br />
–Es increíble. Primero me insultaste, después me<br />
diste a elegir entre empotrarme contra un árbol o matarte.<br />
–Eso no fue lo que ocurrió.<br />
Stefano tenía razón. Ella todavía no recordaba la secuencia<br />
completa del accidente, pero había reunido suficientes<br />
piezas en su cabeza para tener la certeza de<br />
que no había sido culpa de Stefano. Aun así, merecía<br />
55
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 56<br />
56<br />
sentirse culpable. El modo en que había menospreciado<br />
su trabajo, y ahora eso...<br />
Sabía que no era justo equiparar las dos cosas, pero<br />
parecía que el destino hubiera decidido echarle una<br />
mano para que obtuviera un desagravio por su desprecio.<br />
¿Por qué debía soportar ella sola todo el dolor?<br />
–Te han traído el desayuno. ¿Te apetece comer un<br />
poco?<br />
Su tono resultaba un poco frío, pero tenía que reconocerle<br />
cierto mérito. No había salido por la puerta.<br />
Quizás no se sintiera culpable por el accidente, pero había<br />
algo que remordía su conciencia. No quiso pensar<br />
en lo sola que se hubiera sentido si se hubiera marchado<br />
de la habitación.<br />
Miró la bandeja sobre la mesa. Había dos envases de<br />
plástico blanco para la bebida y una taza, también de<br />
plástico.<br />
–Zumo de naranja –dijo Stefano–. Café, y algo que<br />
parece gelatina de cereza. ¿Qué te apetece?<br />
–Nada.<br />
–Tienes que comer para ponerte bien.<br />
–Tendrías que haberme dicho que eras el propietario<br />
del castillo.<br />
–Sí, es cierto. ¿Eso hace que te sientas mejor? ¿Ya<br />
estamos en paz? Un tanto para O’Connell. Ninguno<br />
para Lucchesi. Ahora deja de comportarte como una estúpida,<br />
siéntate y toma algo de esta basura.<br />
Fallon se echó a reír. Una mala idea, si tenía en<br />
cuenta que le dolía toda la cara. Pero, ¿cómo no iba a<br />
reírse después de lo que había dicho?<br />
Y, si era honesta consigo misma, ¿cómo no iba a reconocer<br />
que también él se había anotado algún punto a<br />
su favor? Si no hubiera sido por Stefano Lucchesi,<br />
¿quién sabe cuánto tiempo habría transcurrido hasta que<br />
alguien la hubiera encontrado y la hubiera trasladado al<br />
hospital?<br />
–Bueno, quizás pruebe un poco de café –dijo tras
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 57<br />
unos segundos–. Si pudieras avisar a la enfermera para<br />
que subiera la cama...<br />
En vez de eso, Stefano rodeó el cuerpo de Fallon<br />
con los brazos, tiró de ella suavemente hasta que<br />
apoyó la espalda en la almohada y acercó la taza a sus<br />
labios.<br />
–Despacio. No bebas muy deprisa. ¿Qué tal está?<br />
–Asqueroso –dijo, pero vació la mitad del vaso antes<br />
de recostarse sobre la almohada–. ¿Cuánto tiempo ha<br />
pasado?<br />
–¿Desde el accidente? Dos días.<br />
–Ha sido muy amable por tu parte quedarte todo este<br />
tiempo a mi lado, pero ya estoy mucho mejor, así que...<br />
–Te vas a recuperar por completo.<br />
–Por supuesto.<br />
–Ya sé que las perspectivas son poco halagüeñas<br />
ahora mismo, pero todo saldrá bien –Stefano le tomó de<br />
la mano–. Te lo juro.<br />
Habló despacio y con tanta convicción que Fallon se<br />
volvió hacia él, preguntándose si alguna vez había visto<br />
una expresión tan seria.<br />
–Quiero verme la cara –dijo con suavidad.<br />
–No creo... –palideció.<br />
–Por favor.<br />
Fue ese «por favor», expresado en un susurro tembloroso,<br />
el motivo que inclinó la balanza. Había un espejo<br />
en el aparador. La enfermera se lo había indicado.<br />
Stefano sacó el espejo y se lo acercó a Fallon. Sus<br />
pechos subieron y bajaron bajo la sábana blanca del<br />
hospital mientras tomaba aire. Entonces levantó el espejo<br />
y se miró.<br />
Stefano aguardó una reacción. ¿Lloraría? ¿Maldeciría?<br />
Por lo que sabía, era probable que se desmayara.<br />
Todo lo que no estaba cubierto con las vendas era un<br />
lienzo en el que se mezclaban el negro, el púrpura y el<br />
rojo chillón.<br />
Fallon no hizo nada de lo que hubiera esperado de<br />
ella. Por el contrario, contempló su reflejo mientras pa-<br />
57
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 58<br />
58<br />
saban los segundos. Tan sólo el leve temblor del espejo<br />
indicaba su estado de ánimo, hasta que dejó caer la<br />
mano sobre el regazo.<br />
Echó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos. Las lágrimas<br />
se escurrieron bajo el manto de sus párpados y se<br />
deslizaron a lo largo de sus mejillas como pequeños<br />
diamantes.<br />
Fue Stefano quien deletreó en silencio una palabrota<br />
mientras se acercaba para sosegarla. Ella apartó sus manos<br />
con violencia y volvió la cara hacia un lado.<br />
–¡Márchate!<br />
–Fallon...<br />
–¿Estás sordo? Te he dicho que salgas de aquí.<br />
–¿Para que puedas entregarte a la autocompasión?<br />
Abrió los ojos de par en par y se encaró con él. Había<br />
sido un golpe bajo y Stefano lo sabía. Había sido<br />
muy valiente, fuerte, y suponía que se había ganado ese<br />
derecho, si era eso lo que realmente buscaba. Pero también<br />
sabía que la compasión no le daría el valor necesario<br />
para enfrentarse a lo que viniera después, las semanas,<br />
incluso meses de rehabilitación. Las decisiones que<br />
habría de afrontar ante la posibilidad de que tuviera que<br />
someterse a nuevas operaciones y, sobre todo, los cambios<br />
que afectarían a su vida diaria después de todo lo<br />
que había sucedido.<br />
–¿Quién diablos te crees que eres? –dijo con voz trémula,<br />
claramente enojada–. No tienes ningún derecho...<br />
–Los chinos dicen que cuando salvas la vida a una<br />
persona, debes hacerte responsable de ella –interrumpió.<br />
–Entonces –sus ojos relampaguearon–, supongo que<br />
ambos deberíamos sentirnos agradecidos ante el hecho<br />
de que no seamos chinos.<br />
–Has sobrevivido a un accidente terrible. ¿Vas a rendirte<br />
ahora?<br />
–Eso es asunto mío.<br />
–Te equivocas. También es asunto mío –sujetó con<br />
fuerza la mano de Fallon–. Hay algo de cierto en lo que
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 59<br />
has dicho. Quizás no hubieras sufrido este accidente si<br />
no hubieras tomado esa curva y me hubieras visto.<br />
–¡Ah! Ahora lo entiendo. Te sientes culpable. Bueno,<br />
no lo hagas. Lo que ocurrió fue sólo culpa mía. ¿De<br />
acuerdo? Ahora, ¿quieres hacerme el favor de largarte y<br />
dejarme a solas...?<br />
Stefano acalló las amargas palabras de Fallon al inclinarse<br />
sobre ella y acariciar su boca con los labios.<br />
Ella soltó un gemido de sorpresa y Stefano pensó en lo<br />
dulce que resultaba su aliento antes de separarse de ella.<br />
–No voy a marcharme –dijo en voz baja–. Será mejor<br />
que lo asumas.<br />
Fallon lo miró fijamente. Claro que iba a marcharse.<br />
No quería que estuviera allí, no quería que nadie la viera<br />
en ese estado ni que fueran amables y educados porque,<br />
si eso ocurría, sabía que se vendría abajo y saldría a la<br />
luz la angustia y el terror que asolaban su corazón...<br />
Pero seguía allí cuando despertó, horas más tarde. Y<br />
al día siguiente, cuando dio sus primeros pasos, Stefano<br />
le tendió el brazo para que se apoyara en él. Estuvo allí<br />
hasta el día en que le dieron el alta.<br />
A petición suya, un celador le facilitó unas gafas oscuras<br />
y un sombrero de ala ancha. Fallon se ajustó ambas<br />
prendas en el vestíbulo del hospital, un momento<br />
antes de franquear la puerta por primera vez en cinco<br />
días.<br />
El cielo estaba azul, despejado y el aire limpio inundó<br />
sus pulmones. Echó la cabeza hacia atrás y respiró profundamente.<br />
–Fallon.<br />
Asustada, se volvió hacia el bordillo. Un Mercedes<br />
negro se había detenido frente a la entrada. Stefano apareció<br />
enmarcado por la puerta. Sonrió, salió del coche y<br />
avanzó hacia ella.<br />
–Stefano –dijo ella, y cuando abrió los brazos, se refugió<br />
en ellos.<br />
59
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 60<br />
<strong>Capítulo</strong> 5<br />
FALLON se acurrucó en un asiento junto a la ventana<br />
en Castello Lucchesi, los brazos alrededor de<br />
las rodillas dobladas, mientras contemplaba el<br />
mar.<br />
Llevaba tres días instalada en casa de Stefano y había<br />
pasado casi todo el tiempo allí, encerrada en una de<br />
las habitaciones de invitados.<br />
Una sonrisa algo tensa asomó en la comisura de sus<br />
labios mientras recordaba el día en que, más de dos semanas<br />
atrás, había aterrizado en Sicilia. Entonces había<br />
fantaseado con la idea de que se alojaría en un castillo,<br />
en una habitación como ésa, hasta que Carla le había<br />
notificado que los planes habían cambiado.<br />
–El propietario es un anciano con bastante mal carácter<br />
–había dicho–. No nos permitirá que entremos en<br />
su casa.<br />
Fallon suspiró y apoyó la mejilla en sus rodillas.<br />
A todas luces, se trataba de una equivocación. El<br />
propietario era un hombre muy cortés, generoso incluso.<br />
No sólo le había permitido que se alojara en su<br />
casa, había insistido para que se quedara. Era un hombre<br />
joven, en torno a los treinta y cinco, vital y tan<br />
atractivo que cualquier mujer en su sano juicio experimentaría<br />
palpitaciones ante su sola visión.<br />
Pero Fallon ya no era una mujer normal. Era una<br />
criatura informe plagada de hematomas, puntos e hinchazones.<br />
Pasaría mucho tiempo antes de que volviera a<br />
reaccionar ante la presencia de un hombre. O quizás<br />
fuera más ajustado a la verdad asumir que pasaría mu-
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 61<br />
cho tiempo antes de que un hombre se fijara de nuevo<br />
en ella.<br />
¿Qué clase de hombre se sentiría atraído por una<br />
mujer con su aspecto?<br />
Stefano la había abrazado, incluso la había besado.<br />
Pero sólo había buscado proporcionarle cierto consuelo.<br />
Y, Dios, estaba agradecida por esas caricias, la suave<br />
presión de sus labios sobre su boca. Había logrado que<br />
se sintiera menos sola, menos grotesca. Pero no quería<br />
aprovecharse de esa amabilidad.<br />
Primero, había cargado con ella desde el coche hasta<br />
los amplios escalones de piedra de la entrada al castillo.<br />
Después, había subido la impresionante escalera de caracol<br />
que salía del vestíbulo y llevaba al segundo piso.<br />
–Puedo caminar –había insistido, pero su tímida protesta<br />
sólo había logrado que Stefano la sostuviera con<br />
más fuerza.<br />
Había distinguido el latido firme de su corazón, la<br />
calidez de su cuerpo y algo se había despertado en su<br />
interior, una emoción tan inoportuna en su nueva vida<br />
como un torrente de lava en la isla.<br />
Era totalmente incapaz de pensar en sí misma como<br />
una criatura sexual. ¿Quién se fijaría en su rostro totalmente<br />
magullado y se sentiría atraído? Pero sentirse<br />
protegida entre sus brazos le confería una enorme paz.<br />
Nunca antes se había sentido tan segura.<br />
Cuando había empujado la puerta de la habitación de<br />
invitados con el hombro y se había agachado hasta que<br />
ella pudiera sentarse en el borde de una gigantesca<br />
cama con dosel, hubiera querido implorarle que no se<br />
marchara. Sin embargo, se había liberado de su abrazo.<br />
–Gracias –había dicho–. Estás siendo muy amable.<br />
–Mis razones no son tan altruistas –había respondido<br />
con una sonrisa–. Castello Lucchesi está recién construido.<br />
Una casa nueva necesita un invitado para que le<br />
dé buena suerte. Es un viejo dicho siciliano.<br />
–Eres americano –replicó ella con una sonrisa–. Y<br />
eso te lo acabas de inventar.<br />
61
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 62<br />
62<br />
–Es posible –se rió–. Pero espera hasta que pruebes<br />
el almuerzo que prepara Anna, mi ama de llaves. Está<br />
encantada ante la perspectiva de que tengamos una invitada.<br />
Así podrá cocinar para alguien más, además de mí.<br />
–¿Almuerzo?<br />
–Sí –dijo, siempre con una sonrisa–. A la una. Después<br />
puedes sentarte fuera. Hay una terraza con vistas<br />
al jardín. O puedo acompañarte a tu habitación si quieres<br />
echarte un rato. La cena no será hasta...<br />
–La verdad es que no me siento con fuerzas para bajar<br />
las escaleras –se anticipó rápidamente–. ¿Crees que<br />
le importaría a tu ama de llaves subirme la comida en<br />
una bandeja?<br />
–Tendría que haber pensado en eso. Ya sé lo que haremos.<br />
Pediré a Anna que prepare la mesa en el balcón<br />
de tu habitación y me reuniré contigo para las comidas<br />
hasta que te encuentres...<br />
–No –replicó enseguida–. Bueno, te lo agradezco, es<br />
una oferta muy generosa por tu parte. Pero no me apetece<br />
mucho la compañía. Espero que lo entiendas.<br />
–Por supuesto –se había aclarado la garganta–. Seguramente,<br />
estarás agotada.<br />
–Estoy un poco cansada, sí.<br />
–En ese caso, mañana.<br />
–¿Por qué no...? ¿Por qué no se lo pido a Anna? ¿Sería<br />
posible? Podría pedirle que te lo comunicara cuando<br />
me encuentre más animada.<br />
Su mirada se había ensombrecido con evidente disgusto,<br />
pero había aceptado. Ahora ya habían pasado dos<br />
días y Stefano, fiel a su palabra, había respetado su soledad.<br />
Fallon suspiró y recuperó una posición erguida en su<br />
asiento.<br />
La realidad era que iba a volverse loca allí arriba. La<br />
habitación era espléndida, muy espaciosa. Pero deseaba<br />
pasearse por el acantilado, explorar las ruinas y correr a<br />
lo largo de la playa.<br />
Y, sobre todo, quería ver a Stefano.
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 63<br />
Pero no podía. Sobre todo si él no quería verla a ella.<br />
Si hubiera querido, habría subido a su habitación, habría<br />
llamado a la puerta y habría insistido para que<br />
abandonara esa reclusión voluntaria.<br />
Sí, era cierto que le había dicho que eso era lo que<br />
quería, pero había mentido. ¿Acaso no lo había notado?<br />
¿Quizás no quisiera darse por enterado? ¿Quizás le hacía<br />
más feliz que ella hubiera elegido la soledad, de<br />
modo que no tuviera que mirarla a la cara? ¿Y acaso no<br />
era una locura que tuviera esa clase de pensamientos<br />
paranoicos?<br />
El rugido ronco de un motor bajo su ventana llamó<br />
su atención. Fallon se asomó justo en el momento en<br />
que una brillante moto negra y su jinete entraban en su<br />
campo de visión. Asumió que salía del garaje. El motorista<br />
paró la moto para colocarse el casco y, al hacerlo,<br />
miró hacia arriba. Era Stefano.<br />
¡Oh, Dios!<br />
Había visto su cara por primera vez en dos días y<br />
ella había observado con palmaria claridad su reacción.<br />
A pesar de su amabilidad, no había ocultado su auténtica<br />
impresión. Sería el modo en que todo el mundo la<br />
miraría de ahora en adelante, una expresión teñida de<br />
piedad, asco y...<br />
Fallon se incorporó de un salto.<br />
Realmente, se volvería loca si no salía de esa prisión<br />
de muros de seda. Necesitaba salir de ese sitio y dirigirse<br />
a cualquier parte donde no la conocieran. Eso era<br />
lo que tenía que haber hecho desde el principio.<br />
Tardó unos minutos, cargados de frustración, hasta<br />
que descubrió la manera de ponerse en contacto por teléfono<br />
con un taxi y prepararlo todo. ¿Cuánto tardaría<br />
Stefano en volver? No tenía forma de conocer la respuesta.<br />
Sólo sabía que tenía que salir de allí antes de<br />
que regresara.<br />
La dirección de la posada le había enviado la maleta.<br />
Anna había guardado todas sus cosas en el armario.<br />
Ahora, las manos temblorosas, Fallon abrió la maleta<br />
63
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 64<br />
64<br />
sobre la cama, sacó su ropa de los cajones y las perchas<br />
y guardó todo a bulto. Llevaba puesto un vestido de algodón<br />
y unas sandalias. Sería más que suficiente para<br />
su desplazamiento hasta el hotel. Cualquier hotel. Pediría<br />
al taxista que le recomendara alguno de su gusto.<br />
Abrió muy despacio la puerta de su habitación, escuchó<br />
atentamente y sólo distinguió el estrépito amortiguado<br />
de platos y cacharros que subía de la cocina.<br />
Era ridículo. Parecía una adolescente, escapándose a<br />
hurtadillas del castello como si estuviera quebrando el<br />
toque de queda, pero no quería enfrentarse a las preguntas.<br />
Una vez que estuviera lejos de allí, telefonearía a<br />
Stefano para agradecerle todo lo que había hecho por<br />
ella y le explicaría que había tenido que marcharse porque<br />
no quería abusar de su hospitalidad ni un minuto<br />
más.<br />
No le resultó nada sencillo cargar con la maleta<br />
mientras bajaba las escaleras. Estaba más débil de lo<br />
que había imaginado y cuando alcanzó la puerta que<br />
daba al jardín, estaba mareada y tenía escalofríos. Pero<br />
todavía tuvo fuerzas para apreciar la belleza del castello.<br />
Las enormes vidrieras resultaban cálidas y acogedoras.<br />
Una vez que la puerta se cerró tras ella, dejó la maleta<br />
en el suelo, se sentó sobre ella y respiró hondo media<br />
docena de veces. Estaba mareada, pero no podía<br />
malgastar su tiempo. Stefano podía regresar en cualquier<br />
momento.<br />
En la lejanía, un ave marina graznó mientras cruzaba<br />
el cielo azul. Fallon levantó la vista, se colocó la mano<br />
sobre los ojos a modo de visera y siguió el vuelo del pájaro<br />
hasta que su perfil se difuminó sobre el agua.<br />
Eso era lo que le apetecía. Quería acercarse al mar<br />
para que el sol cálido del Mediterráneo acariciase su<br />
piel y el manto sedoso del mar bañara sus pies.<br />
Si se daba prisa, tendría el tiempo justo.<br />
Fallon se descalzó y corrió hacia el sendero que serpenteaba<br />
hasta la playa de roca. El sol estaba en su ce-
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 65<br />
nit. Caía a plomo sobre ella mientras bajaba la pendiente<br />
del acantilado. Todavía estaba un poco mareada,<br />
pero la sensación de libertad resultaba embriagadora y,<br />
cuando alcanzó la playa, se adentró en el agua, echó la<br />
cabeza hacia atrás, abrió los brazos en cruz y aspiró con<br />
fuerza la dulce brisa marina. Llenó sus pulmones como<br />
si tratara de una fuerza vital que pudiera curar las heridas<br />
del alma, del corazón...<br />
–¡Ma è pazza! ¿Estás loca?<br />
La voz familiar rasgó el aire en un tono de profunda<br />
rabia, acompañada del ruido sordo de un desprendimiento<br />
de piedras.<br />
Fallon se volvió y reconoció a Stefano, que recorría<br />
los últimos metros del camino, demudado por la ira.<br />
Ella retrocedió un paso, gritó cuando tropezó con algo<br />
punzante y perdió el equilibrio en el momento en que<br />
Stefano llegaba a su altura.<br />
–¿Qué demonios crees que estás haciendo? –rugió, y<br />
aupó a Fallon en sus brazos.<br />
–¡Bájame!<br />
–¿Bajarte? ¿Quieres que te baje? –volvió a la playa<br />
con dos zancadas, la respiración agitada y la mirada encendida–.<br />
¡Debería colocarte sobre mis rodillas! Il sole<br />
siciliano ha cucinato la tua cervella!<br />
–No entiendo lo que estás diciendo.<br />
–El sol de Sicilia te ha frito los sesos –repitió.<br />
–¿Cómo habría podido vivir sin que compartieras<br />
conmigo ese encantador sentimiento? –Fallon golpeó el<br />
hombro de Stefano–. Ahora, ¡suéltame!<br />
–¿Dónde? ¿En el mar, para que así puedas ahogar todas<br />
tus penas?<br />
–¿Es eso lo que habías pensado? ¡Por el amor de<br />
Dios! No estaba...<br />
–O quizás preferirías que te dejara aquí, en el sendero,<br />
para que sufrieras un desvanecimiento y tu cuerpo<br />
dibujara una elegante caída sobre las rocas.<br />
–¡Eso es totalmente ridículo! ¿Acaso parezco esa<br />
clase de persona?<br />
65
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 66<br />
66<br />
–No, en absoluto. Hasta hace un par de días.<br />
–Creo que se te ha subido a la cabeza tu castillo.<br />
¿Crees que puedes comportarte como un señor feudal e<br />
intimidar a tus siervos? –Stefano no contestó y eso enrabietó<br />
todavía más a Fallon–. ¡Maldita sea! Te he dicho<br />
que me sueltes...<br />
–Deja de pegarme –dijo con firmeza–. Un paso en<br />
falso y podríamos terminar juntos sobre esas rocas.<br />
–Entonces, suéltame y dejaré de golpearte... ¡Eh!<br />
¿Qué estás haciendo?<br />
–Me protejo –señaló con determinación y cargó a<br />
Fallon como un fardo sobre el hombro.<br />
–¡Maldito animal! ¡Bestia! Eres un bastardo primitivo,<br />
hijo de...<br />
Fallon soltó un gemido de impotencia en el momento<br />
en que alcanzaban la cima. Stefano bajó a Fallon<br />
con cuidado.<br />
–¿En qué estabas pensando? –preguntó enfurecido<br />
mientras sujetaba a Fallon por los hombros–. ¿Eh? Contéstame,<br />
¡diablos! ¿Qué estaba pasando por esa preciosa<br />
y vacía cabecita tuya?<br />
–¡No tengo la cabeza vacía! Y, sobre todo, no es preciosa<br />
–se liberó de sus manos y lo miró con fuego–.<br />
Sólo un ciego diría lo contrario.<br />
–¿Se trata de eso? ¿Crees realmente que tu vida ha<br />
terminado porque tendrás un par de cicatrices en la<br />
cara?<br />
–Un par de... –Fallon entrecerró los ojos–. ¿Sabes<br />
una cosa, Stefano? Eres un idiota.<br />
Se volvió y enfiló hacia el sitio en que había dejado<br />
la maleta. Pero, apenas dio unos pasos antes de que Stefano<br />
le diera alcance, sujetara su brazo y la obligase a<br />
volverse hacia él.<br />
–Podrías haberte matado. ¿Te has parado a pensarlo?<br />
–Para tu información, he recorrido este camino una<br />
docena de veces durante la semana que estuve trabajando<br />
aquí. ¿O acaso has olvidado que mancillé tu pre-
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 67<br />
cioso castello mientras estabas... , bueno, donde quiera<br />
que estuvieras esa semana?<br />
–Estaba aquí, en mi casa, y me da igual las veces que<br />
recorrieses este camino. Entonces no acababas de salir<br />
de un hospital.<br />
–Estoy plenamente recuperada de mi accidente. Y,<br />
¿qué significa eso de que estabas aquí? Te marchaste el<br />
día que nos encontramos, en el aeropuerto.<br />
Stefano apretó la mandíbula con fuerza. Soltó a Fallon<br />
y cruzó los brazos sobre el pecho.<br />
–Hubo un cambio de planes de última hora –explicó.<br />
–¿Cómo? ¿Me estás diciendo que todo ese tiempo,<br />
mientras nos abrasamos bajo este sol infernal, sofocados<br />
en esa carpa, estabas observando nuestro trabajo<br />
desde tu castillo? –preguntó incrédula.<br />
–No estaba contemplado en el acuerdo que vuestra<br />
gente deambulara a sus anchas por mi casa –respondió.<br />
–Nuestra gente –Fallon también se cruzó de brazos y<br />
ladeó la cabeza–. Sí, desde luego. Había olvidado lo<br />
que opinas de la gente como yo.<br />
–¡Maldita sea! ¿Cómo hemos llegado a esto? Me he<br />
marchado hace una hora, apenas sesenta minutos, ¿y<br />
qué me encuentro cuando vuelvo? Una mujer loca que,<br />
en plena convalecencia, sale a pasearse por los acantilados.<br />
–No estaba enferma en la cama y tampoco estaba paseando<br />
sin rumbo –corrigió Fallon–. Estaba en la playa.<br />
–Estabas metida hasta las rodillas.<br />
–El agua apenas me cubría los tobillos –levantó la<br />
barbilla–. ¿Por qué diablos estoy dándote explicaciones?<br />
Sólo me he refrescado la punta de los pies.<br />
–Te has pasado dos días tumbada y, de pronto, te<br />
marchas de excursión.<br />
–No he estado tumbada en la cama dos días. No hacía<br />
más que dar vueltas y más vueltas en mi habitación<br />
como un alma en pena.<br />
–¿Y de quién es la culpa? –Stefano apretó los labios–.<br />
Tú decidiste encerrarte en tu habitación, no yo.<br />
67
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 68<br />
68<br />
–Signore Lucchesi...<br />
–No me llames así. Soy tan americano como tú.<br />
–¿En serio? Los hombres americanos que he conocido<br />
nunca han intentado decirme lo que tenía que hacer<br />
y cuándo debía hacerlo.<br />
El músculo de su mandíbula se tensó de nuevo con<br />
un rápido espasmo.<br />
–En ese caso –apuntó con suavidad–, te has tratado<br />
con la gente equivocada.<br />
–¡Por favor, dame un respiro! Sólo porque padeces<br />
este... , este complejo de señor del castillo...<br />
–Estás tentando tu suerte –señaló con calma.<br />
–Ni la mitad de lo que tú has tentado la tuya. ¿Qué te<br />
hace pensar que tienes derecho a decirme lo que debo<br />
hacer?<br />
–¿Quieres saberlo? –preguntó, con la mirada maliciosa.<br />
Su voz era suave como la seda, pero sentía la dureza<br />
oculta bajo ese velo. Había demostrado tanta ternura<br />
desde el día en que había despertado en el hospital que<br />
había olvidado la verdadera naturaleza de Stefano, el<br />
hombre que la había insultado en el aeropuerto a su llegada<br />
y había negado a Carla y a su equipo el acceso a su<br />
castillo durante el reportaje.<br />
–¿Fallon?<br />
Parpadeó. Había reducido la distancia entre ellos y<br />
ahora estaba tan cerca que apreció el auténtico color de<br />
sus ojos, de un marrón tan oscuro que parecía negro.<br />
Una ráfaga de intenso calor lamió la sangre de sus<br />
venas.<br />
¿Cómo demostraría a una mujer que ostentaba el poder<br />
en su relación con ella? ¿Tomaría su presa entre sus<br />
brazos y expondría su fuerza con sus besos, sus caricias,<br />
su cuerpo?<br />
Esa idea, tan inesperada y primitiva, ajena a su naturaleza,<br />
sonrojó de inmediato a Fallon. Dio un paso<br />
atrás, levantó la barbilla y miró de frente esos ojos del<br />
color del chocolate puro.
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 69<br />
–Has sido muy amable –dijo con calma, pese a las<br />
palpitaciones de su corazón–. Y muy generoso. Pero si<br />
crees que eso te da derecho a decidir por mí, te equivocas.<br />
–Mis disculpas –replicó muy serio–. Desde luego,<br />
tienes plena libertad de acción.<br />
–No es que no te esté agradecida...<br />
–No quiero tu gratitud.<br />
–Pues, de todas maneras, cuenta con ella –Fallon se<br />
aclaró la garganta–. De hecho, he estado pensando<br />
que... Creo que ya es hora de que me marche.<br />
–Y supongo que eso explica la maleta astutamente<br />
oculta entre los arbustos –señaló con una mueca.<br />
–Pensé... –el color tiñó sus mejillas otra vez–, me figuré<br />
que lo mejor sería marcharme mientras estuvieras<br />
fuera.<br />
–¿Por qué? –se metió las manos en los bolsillos del<br />
pantalón–. ¿Creías que echaría el cerrojo a las puertas y<br />
levantaría el puente levadizo si me decías que habías<br />
decidido marcharte?<br />
–Claro que no. Pero me parecía más sencillo de esa<br />
manera –lo miró a los ojos y apreció la burla en su expresión–.<br />
¡Maldita sea, no te rías de mí! Está bien. Creía<br />
que, si te lo decía, procurarías convencerme para que<br />
me quedara.<br />
–¿Cómo? ¿Una estancia en el calabozo? ¿Latigazos<br />
y cadenas?<br />
–Sólo quería evitarme una escena, ¿de acuerdo?<br />
Imaginaba que intentarías convencerme de que aquí estaría<br />
mejor que en cualquier otro sitio.<br />
Stefano asintió, se balanceó sobre los tacones y dirigió<br />
una mirada a Fallon que expresaba un vago interés<br />
por sus palabras.<br />
–¿Y qué estrategia utilizaría?<br />
–Bueno... bueno, dirías que este es un lugar perfecto<br />
para mi rehabilitación.<br />
–¿Debido a su paz y su tranquilidad? ¿Gracias a que<br />
está alejado de todas las miradas? –preguntó.<br />
69
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 70<br />
70<br />
–Eres muy franco –señaló, enrojecida.<br />
–Soy sincero, y no me digas que eso no te preocupa.<br />
–¿Por qué iba a negarlo? –la brisa fresca se enredaba<br />
en su pelo y Fallon se apartó la melena de la cara–. Parece<br />
que lo sabes todo sobre mí.<br />
–Eso pensaba.<br />
–¡Y eso prueba el tamaño de tu ego! Apenas hace<br />
una semana que me conoces...<br />
–Te he observado.<br />
–¿Perdona? –lo miró fijamente.<br />
–Te vigilé –y fue su turno para ponerse colorado–<br />
mientras trabajabas con el resto del equipo.<br />
–¿Tú? ¿Eras tú el hombre que...? ¿Por qué?<br />
–Nunca había asistido a un reportaje fotográfico antes.<br />
Fue... interesante.<br />
–Inténtalo de nuevo –dijo Fallon y Stefano se avergonzó<br />
todavía más.<br />
–Está bien –dijo con la voz grave–. La verdad es que<br />
no me importaba lo más mínimo lo que hicieran los<br />
otros. Sólo te miraba a ti.<br />
–Sabía que alguien estaba observándome –dijo con<br />
suavidad–. Sentía una mirada sobre mí. Vi una figura...<br />
pero pensaba que era uno de los vigilantes del castillo.<br />
Y, ¿por qué me mirabas?<br />
–Porque eras preciosa –dijo con toda franqueza–. Y<br />
serena, y estabas llena de vida... y, al mismo tiempo,<br />
sentía que estabas buscando algo.<br />
Esas palabras, dichas con tanta calma, asombraron a<br />
Fallon. ¿Cómo era posible que hubiera juzgado su personalidad<br />
sin dirigirle la palabra? Y, sin embargo, tenía<br />
razón. La serenidad y la vitalidad eran cualidades que<br />
su agencia reflejaba en los informes para describirla. Y<br />
con respecto a lo demás... también tenía razón. Estaba<br />
buscando algo. A alguien. Pero ya no le hacían honor<br />
esos juicios de valor. Describían a la mujer que había<br />
sido, pero no la mujer que sería en el futuro.<br />
De pronto, esa charla perdió todo el sentido.<br />
–Tienes mucha imaginación –dijo con indiferencia–.
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 71<br />
En todo caso, quizás fuera esas cosas en el pasado, pero<br />
todo ha cambiado. Gracias por todo lo que has hecho<br />
por mí, pero creo que ya es hora de que me vaya.<br />
–Sería un estúpido si fingiera que nada ha cambiado<br />
–sujetó a Fallon por la muñeca e intentó que se volviera<br />
hacia él, pero ella se mantuvo firme y Stefano avanzó<br />
hasta situarse frente a ella–. Fallon, mírame.<br />
Levantó su rostro hacia él con delicadeza. Había lágrimas<br />
en sus ojos y Stefano reprimió el impulso de besarla.<br />
–Esas cualidades permanecen inalterables en tu corazón<br />
y en tu alma –desvió la mirada lentamente sobre<br />
sus labios parcialmente abiertos y volvió a sostener su<br />
mirada–. Y sigues siendo preciosa.<br />
–¡No! Me he visto en el espejo. No puedes engañarme,<br />
Stefano. Sé qué aspecto tengo.<br />
–Necesitas más tiempo para curarte. Ya sabes lo que<br />
ha dicho el médico. No se puede aventurar cómo quedaran<br />
los cortes hasta que te baje la hinchazón y te quiten<br />
los puntos –recordó.<br />
–Mírame –dijo con determinación–. Adelante, ¡maldita<br />
sea! Mírame bien. ¿Crees que lo que ves desaparecerá<br />
sólo porque me quiten los puntos?<br />
–¿Piensas realmente que las cicatrices pueden cambiar<br />
la dulzura de tu sonrisa y la sabiduría de tu mirada?<br />
Sólo necesitas tiempo para aceptarte.<br />
–¿Cómo puedo aceptar a una persona que no conozco?<br />
–la asunción de esa verdad liberó las lágrimas,<br />
que recorrieron sus mejillas mientras entrelazaba sus<br />
dedos con Stefano–. ¿No lo comprendes? ¡Ya no soy<br />
yo!<br />
–En tu interior, sigues siendo la misma –insistió Stefano–.<br />
Eres demasiado inteligente para creerte que la<br />
cara que mostramos al mundo es nuestro verdadero rostro.<br />
–Dos semanas atrás te habría dado la razón. Es fácil<br />
decirlo cuando te miras al espejo y ves reflejada la persona<br />
que siempre has conocido. Pero, ahora, veo...<br />
71
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 72<br />
72<br />
La voz de Fallon se quebró. Stefano masculló en silencio<br />
un juramento siciliano y abrazó a Fallon con<br />
fuerza hasta que venció su resistencia.<br />
–Me miro en el espejo –suspiró– y veo a una desconocida.<br />
Stefano acomodó la cabeza de Fallon bajo su barbilla.<br />
Su pelo despedía el aroma del agua salada y las flores<br />
que crecían en el jardín del castillo. Quería besarla.<br />
Quería zarandearla. Pero se limitó a mecerla entre sus<br />
brazos.<br />
–Ya sé que no tiene que resultarte fácil mirar más<br />
allá de lo que había antes –susurró–. La primera vez que<br />
vine aquí, al Castello Lucchesi, sólo vi ruinas. Sueños<br />
perdidos. Ilusiones desbaratadas. No comprendía por<br />
qué mi abuelo hablaba del castello como si los siglos no<br />
hubieran pasado por este lugar. Pensé que se había<br />
vuelto senil.<br />
Stefano sonrió y deslizó el dedo sobre el labio inferior<br />
de Fallon.<br />
–Después recorrí los acantilados y escuché con atención<br />
el sonido del viento que murmuraba entre las piedras.<br />
Y comprendí que la esencia de la grandeza del<br />
castillo seguía aquí y siempre permanecería en este lugar.<br />
Sólo necesitaba mirar con hondura para verlo.<br />
Fallon reprimió un repentino estremecimiento.<br />
–¿Y qué hubiera pasado si, después de buscar en tu<br />
interior, no hubieras encontrado nada? –el aire soplaba<br />
tan suave como su voz–. ¿Y si hubieras descubierto que<br />
todo lo que la gente creía que contenía este lugar no era<br />
más que una ilusión?<br />
La mirada de Stefano se posó nuevamente en su<br />
boca. Una prueba, eso era todo. Se entregó a la fuerza<br />
del deseo, inclinó la cabeza y besó a Fallon con tanta<br />
ternura que ella sintió cómo se le paralizaba el corazón.<br />
–He visto muchas cosas en mi vida. Conozco la diferencia<br />
entre la realidad y la fantasía. La casa que he<br />
construido en esta tierra es una ilusión. Su verdadera<br />
belleza nace del poder de las piedras que una vez perte-
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 73<br />
necieron al auténtico castello –tensó la mandíbula–. Tu<br />
auténtica belleza nace en tu interior. Y eso nada puede<br />
cambiarlo.<br />
Fallon tragó saliva con cierta dificultad. ¡Tenía tantas<br />
ganas de creer en sus palabras! Deseaba pensar que<br />
su rostro no había sido más que una máscara...<br />
–Quédate aquí –dijo Stefano–. Déjame ayudarte.<br />
–Tienes una vida propia. Hay gente que te necesita<br />
–replicó.<br />
–Tengo una vida inventada por mí y gente que salta<br />
cada vez que hablo –sonrió y apartó algunos mechones<br />
negros de la mejilla de Fallon–. Pueden seguir saltando<br />
desde seis mil kilómetros de distancia.<br />
Fallon se echó a reír, de verdad, por primera vez<br />
desde que el accidente le había robado su personalidad.<br />
–¡Has hablado como un auténtico señor feudal!<br />
–¿Hay algo que te obligue a volver y que te impida<br />
retrasar tu vuelta unas semanas? ¿Alguien que se preocupe<br />
por ti?<br />
Fallon negó con una sacudida de la cabeza. No había<br />
llamado a su familia. Su madre tenía el corazón débil.<br />
Sus hermanos y sus hermanas tenían su propia vida. Y,<br />
además, no quería que el clan O’Connell al completo<br />
corriera a reunirse junto a ella para rodearla de su amor<br />
bienintencionado y su compasión. Todavía no.<br />
–¿Un hombre?<br />
Miró a los ojos negros de Stefano.<br />
–No –contestó–. No hay ningún hombre.<br />
–Ahora, sí –dijo con voz grave.<br />
Y esa vez, cuando sintió la mirada de Stefano como<br />
una caricia sobre su boca, acercó sus labios y lo besó.<br />
73
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 74<br />
<strong>Capítulo</strong> 6<br />
PODRÍA un beso doblegar la voluntad de una mujer?<br />
Sí, pensó Fallon, desde luego.<br />
Quería naufragar en el calor de su boca y que su<br />
cuerpo se fundiera con él. Quería sentir sus manos sobre<br />
sus pechos, los dientes sobre su piel, su boca entre<br />
sus muslos.<br />
Quería todo eso, ahora. Allí, en el acantilado que se<br />
elevaba sobre el mar, envuelta en el perfume de las flores<br />
y el salitre. Ese hombre, ese desconocido se había<br />
convertido en su amigo. Era su protector.<br />
Ahora, sería también su amante. Y ella ardería en el<br />
fuego de la pasión.<br />
Stefano soltó un gemido ronco, una señal de ardor y<br />
desenfreno. Su cuerpo palpitaba, henchido de excitación,<br />
sus besos eran suaves y dulces incluso cuando<br />
mordisqueaba con los dientes su labio inferior.<br />
Ambos se deseaban con igual desgarro. Habían alimentado<br />
ese furor desde el mismo día en que se habían<br />
conocido y había llegado el momento de la liberación.<br />
Levantó las manos y agarró sus pechos. Palpó con<br />
los dedos la carne ansiosa por encima de la tela de algodón<br />
y Fallon expulsó el aire entre los dientes ante esa<br />
exquisita tortura que se propagó como un fogonazo<br />
desde sus pezones hasta el lomo.<br />
–Stefano –susurró.<br />
Él repitió su nombre, profundizó en el beso hasta<br />
que se sintió inundada por su sabor. Bajó las manos a lo<br />
largo de su cuerpo, arremangó la falda en un puño, deslizó<br />
los dedos bajo la frágil falda de verano y sobre los<br />
muslos. Cada caricia enviaba un chispazo eléctrico de<br />
deseo a lo largo de su cuerpo.
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 75<br />
Fallon gimió. Levantó una pierna y se enroscó en la<br />
pierna de Stefano.<br />
Estaba inflamándola por completo. Estaba derritiéndose.<br />
Iba a matarla con sus besos, sus caricias, sus manos.<br />
–Stefano –repitió–. ¡Oh, por favor! Por favor...<br />
–Sí –dijo, los labios sobre su cuello al tiempo que<br />
ella echaba la cabeza hacia atrás.<br />
Entonces colocó la palma de su mano entre los muslos<br />
de Fallon y ella gritó. Era consciente de que él sabía perfectamente<br />
lo que estaba provocando en ella y que su calor<br />
y su humedad estaban besando la palma de su mano.<br />
Eso era lo que tanto había anhelado. Siempre, no<br />
sólo desde hacía unos días o unas semanas, sino desde<br />
el principio de los tiempos, desde el primer latido del<br />
universo...<br />
Y entonces, sin previo aviso, las manos de Stefano<br />
cayeron a sus costados. Se quedó de pie, sola, estremecida<br />
por ese inesperado rechazo. Y cuando parpadeó y<br />
abrió los ojos, vio a Stefano mirándola como si no la<br />
conociera.<br />
–¡Dios! –dijo con voz ronca–. ¿Qué estamos haciendo?<br />
Fallon tenía la garganta cerrada por completo.<br />
Stefano la miraba fijamente con sus ojos negros,<br />
pero no había pasión en ellos. Sólo reflejaban asombro<br />
y lástima. Llena de aversión, Dios, supo que había comprendido<br />
de súbito qué estaba haciendo... y con quién lo<br />
estaba haciendo.<br />
¿De qué otra manera la miraría un hombre ahora?<br />
Incluso ese hombre que había sido tan amable con ella.<br />
Quería llorar. Y maldecir en voz alta. Quería golpear<br />
su torso con los puños y odiarlo. Pero, ¿cómo podría, si<br />
comprendía perfectamente su reacción? Era grotesca.<br />
Y ahora que se había entregado a Stefano, era todavía<br />
peor.<br />
Era patética.<br />
–Perdóname –se disculpó Stefano con aspereza–. No<br />
quería...<br />
75
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 76<br />
76<br />
–No –Fallon notó cómo le temblaba todo el cuerpo y<br />
se rodeó con los brazos antes de tomar aire–. No, claro<br />
que no querías.<br />
–Fallon.<br />
Alargó la mano. Ella observó su movimiento, sacudió<br />
la cabeza y retrocedió.<br />
–Está bien, Stefano. Lo comprendo.<br />
–Lo siento.<br />
–Sí. Yo también –se obligó a mirarlo a los ojos mientras<br />
buscaba una salida antes de escaparse–. Ha sido...<br />
bueno, ha ocurrido. Quiero decir que no quería, no tenía<br />
intención de... ¡Han sido un par de semanas muy difíciles!<br />
–También lo han sido para mí –dijo, agarrándose a<br />
ese salvavidas–. De otro modo, nunca habría...<br />
–Ya lo sé. Yo tampoco.<br />
–Nunca me habría aprovechado de ti de este modo<br />
–concluyó.<br />
Fallon asintió. Estaba comportándose como un caballero.<br />
Quería asumir la culpa frente a su humillante pérdida<br />
de control cuando ambos sabían que el beso de<br />
Stefano había sido afectuoso y que había sido ella, atrayéndolo,<br />
quien lo había convertido en algo ardiente y<br />
muy peligroso.<br />
–Será mejor que olvidemos lo que ha pasado –dijo<br />
ella con una sonrisa forzada–. ¿Te parece bien?<br />
Stefano asintió. Parecía incapaz de decir nada sensato,<br />
así que se limitaba a asentir con la cabeza como<br />
uno de esos muñecos de plástico.<br />
¿Cómo demonios había podido actuar de ese modo?<br />
¿Cómo había perdido el control y había manoseado a<br />
una mujer convaleciente de un accidente que había cambiado<br />
su vida por completo? Sólo había intentado reconfortarla,<br />
asegurarle que se preocupaba por ella y que cuidaría<br />
de ella. Sin embargo, se había abalanzado sobre<br />
ella con la misma sutileza que un toro salvaje en celo.<br />
¿Qué clase de hombre atacaba a una mujer que no<br />
dejaba de agradecerle su amabilidad y su comprensión?<br />
Maldita sea, no quería que ella le devolviera sus besos
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 77<br />
por gratitud. Quería que reaccionara animada por su<br />
propio deseo, pero ¿cómo podía saber lo que quería<br />
cuando las heridas del alma eran tan recientes?<br />
Había recorrido un largo camino, pero todavía era<br />
frágil y vulnerable. ¿Qué clase de bastardo se aprovecharía<br />
de ella en ese estado?<br />
Una vez que estuviera curada, por fuera y por dentro,<br />
volvería a tomarla en sus brazos y le confesaría que<br />
deseaba hacerle el amor para que esa mirada de agradecimiento<br />
se tornara en una mirada de abrumadora pasión...<br />
–...pero esta noche, no.<br />
Parpadeó, fijó la mirada en Fallon y observó que se<br />
alejaba lentamente hacia la casa.<br />
–¿Disculpa? –dijo Stefano.<br />
–He dicho que pensaré en todo lo que hemos hablado.<br />
Acerca de tu consejo, ya sabes. Y volveremos a<br />
discutirlo, pero no...<br />
–Bien. Podemos hablarlo por la mañana –dijo con<br />
una sonrisa.<br />
Algo que no resultaría sencillo, después del modo en<br />
que se había comportado. ¿En que habría estado pensando?<br />
–Desayunaremos juntos –añadió Stefano– ¿Las ocho<br />
es buena hora?<br />
–Si fuera a desayunar, sería una hora perfecta. Pero<br />
nunca...<br />
–Anna me lo ha dicho. Café solo, ¿verdad?<br />
–¿Anna te lo ha dicho? –ladeó la cabeza.<br />
–Sí. Café en el desayuno, una hoja de lechuga en las<br />
comidas...<br />
–Te lo ha dicho –repitió, el tono cada vez más frío–.<br />
¿Acaso tu ama de llaves te ha informado puntualmente<br />
de mis costumbres?<br />
–Yo no lo diría de ese modo –se encogió de hombros.<br />
–¿No? –se cruzó de brazos, consciente de que le resultaba<br />
más sencillo enfadarse ante su arrogancia que<br />
77
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 78<br />
78<br />
quedarse allí de pie, deseosa de que se abriera la tierra<br />
bajo sus pies–. Yo diría que sí. Y preferiría desayunar en<br />
mi habitación.<br />
–Y yo te repito que comerás conmigo en la planta<br />
principal.<br />
Fallon entrecerró los ojos. ¿Cuál era ese dicho<br />
acerca de los lobos con piel de cordero? Había encasillado<br />
a Stefano Lucchesi desde el primer día. Era una<br />
lástima que su disfraz de ángel de la guarda no hubiera<br />
durado más tiempo.<br />
–No me gustan las órdenes, signore. Quizás sería<br />
más sensato si mantuviera mi cita con ese taxi –apuntó.<br />
–¿Tiene una cita, signorina? –su sonrisa era sombría.<br />
Ahora que pensaba en ello, ella tampoco había oído<br />
nada. Fallon frunció el ceño y miró su reloj de pulsera.<br />
Ya había pasado más de una hora desde que había quedado<br />
con el taxista en la puerta...<br />
Levantó la cabeza lentamente.<br />
–Tus guardias de seguridad lo han hecho dar media<br />
vuelta –afirmó.<br />
–Tienen órdenes –aseguró–. Nadie entra en mi propiedad<br />
sin mi permiso...<br />
–Y nadie sale. ¿Ése es el mensaje?<br />
–Es la única forma en que puedo preservar mi intimidad<br />
–hizo una pausa–. Y la tuya. ¿O acaso no te has<br />
parado a pensar que a más de uno le gustaría saber que<br />
la mujer del accidente y la modelo mundialmente conocida<br />
son la misma persona?<br />
–¡Paparazzi! –se quedó lívida ante esa evidencia.<br />
–Sicilia es un semillero de cotilleos y ya han circulado<br />
algunos rumores. Supongo que no te apetecerá enfrentarte<br />
a ellos, de momento.<br />
–No. No, no me gustaría. Mi familia todavía no lo<br />
sabe.<br />
–¿Quieres que me encargue de notificárselo?<br />
–Yo lo haré... cuando esté preparada.<br />
–En ese caso –dijo con amabilidad–, mis órdenes se<br />
mantendrán en pie. ¿De acuerdo?
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 79<br />
–Sí –asintió Fallon.<br />
Pero no fue hasta varias horas más tarde, mientras<br />
daba vueltas en la cama, desvelada, cuando se preguntó<br />
si no habría sido manipulada una vez más por un hombre<br />
que jugaba sus cartas con increíble astucia.<br />
Parecía que todo se reducía a una simple elección<br />
entre los informes de Anna y dejar que el señor del castillo<br />
tomara notas directamente durante las comidas.<br />
Fallon optó por lo segundo. Además, siempre cabía<br />
la posibilidad de que entrase en su habitación hecho una<br />
furia y la arrastrara escaleras abajo si no cooperaba. Y<br />
no estaba dispuesta a terminar entre sus brazos otra vez.<br />
Desayunaban a las ocho, almorzaban a la una, cenaban<br />
a las ocho y una conversación forzada acompañaba<br />
cada comida. Durante el día, Stefano se encerraba en su<br />
despacho. Ella paseaba por los acantilados, recorría la<br />
playa y, por la noches, se retiraba a su habitación mientras<br />
él...<br />
No tenía la menor idea de lo que hacía por las noches.<br />
La mayoría de las noches escuchaba el motor de su<br />
moto a las nueve y, de nuevo, horas más tarde. Era probable<br />
que tuviera alguna relación en uno de los pueblos<br />
de los alrededores. Un hombre como él no pasaría mucho<br />
tiempo sin la compañía de una mujer. Ahora sabía<br />
mucho sobre él, después de que una noche se hubiera<br />
colado en su despacho a hurtadillas.<br />
Sabía que se encontraba en su santuario y eso aceleró<br />
un poco su pulso. El despacho no era tal y como lo<br />
había imaginado. No era el refugio de Barba Azul ni el<br />
picadero de un casanova. Era, sencillamente, un despacho<br />
con paneles de madera y suelo alfombrado, amueblado<br />
con butacas de cuero, una mesa y el equipo necesario.<br />
Había un ordenador, un fax, un par de impresoras.<br />
Eso explicaba que pudiera pasar tanto tiempo alejado de<br />
su oficina en Nueva York.<br />
Y había cuadros en las paredes.<br />
79
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 80<br />
80<br />
En uno de ellos, Stefano, muy joven, sonreía junto a<br />
un hombre de pelo blanco con sus mismos rasgos. Asumió<br />
que se trataría del abuelo del que había hablado.<br />
También había revistas, periódicos y dedujo, con una<br />
sola ojeada, algo que ya había adivinado gracias a su conocimiento<br />
del mundo de Nueva York. Stefano Lucchesi<br />
era el mismo Stefano Lucchesi que había creado todo<br />
un grupo corporativo desde la nada y había almacenado<br />
una fortuna personal que hacía babear a casi todos los<br />
banqueros de la ciudad.<br />
Fallon echó un último vistazo. Después apagó la luz<br />
y salió del despacho. Todo lo que había visto confirmaba<br />
sus sospechas acerca de Stefano. Tenía un lado<br />
decente, que había comprobado en persona, pero en el<br />
fondo era un hombre extremadamente guapo, tan rico<br />
como el rey Midas y, estaba segura, un conquistador.<br />
Claro que ella no estaba en esa línea. Era totalmente<br />
inmune a esa clase de hombres. Había perdido el interés<br />
en los tipos de su categoría cuando había comprobado<br />
que algunos de ellos coleccionaban mujeres bonitas<br />
igual que si fueran sellos...<br />
Y entonces recordó que ya no necesitaba esa inmunidad.<br />
Ya no era la clase de mujer en la que se fijaría un<br />
hombre como Stefano. Entró en su habitación, cerró la<br />
puerta, salió a la terraza y fijó la vista en el mar, oscuro<br />
y sombrío.<br />
Al cuarto día de su nuevo acuerdo, Stefano miró a<br />
Fallon por encima del borde de su taza de desayuno.<br />
–¿Estás preparada? Tienes una cita con el médico.<br />
El corazón de Fallon se sobresaltó. ¿Era verdad? Había<br />
logrado olvidarse de todo eso durante los últimos<br />
días. Llevaba gafas oscuras en todo momento y el pelo<br />
suelto tapaba su cara. En todo caso, no estaba preparada<br />
para las luces hirientes de un hospital ni para cruzar las<br />
puertas del Castello Lucchesi.<br />
–¿Lo has olvidado?
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 81<br />
–Sí –señaló educadamente–. En efecto. ¿Tienes el<br />
número? Llamaré y cancelaré la cita.<br />
–¿Por qué vas a cancelar la cita? –dijo con los ojos<br />
amusgados.<br />
–Bueno, me encuentro bien. No hay ninguna necesidad...<br />
–Hoy tienen que quitarte los puntos.<br />
–Los puntos... –sintió un nudo en la boca del estómago.<br />
–Sí –afirmó con delicadeza–. Es un gran día.<br />
Fallon dejó caer sus manos en el regazo y cerró los<br />
puños.<br />
–Iré en otro momento.<br />
–Tonterías –replicó con energía y se mesó los cabellos–.<br />
Te diré una cosa. Después de que veas al doctor,<br />
lo celebraremos en un pequeño restaurante que conozco.<br />
Preparan una ensalada de marisco que...<br />
–No estoy preparada –dijo, apenas sin voz.<br />
Stefano quería levantarla de la silla, acurrucarla entre<br />
sus brazos, besarla y explicarle que él tampoco estaba<br />
preparado. Y no era por culpa de los malditos puntos<br />
sino porque ella se marcharía en cuanto se los<br />
quitaran y asumiera que, pese a las cicatrices, de un<br />
modo inexplicable, estaba más bonita que nunca...<br />
–Estaré contigo –dijo con ternura.<br />
Ella levantó la vista y él sonrió de un modo que no<br />
había visto en días, desde que se había abalanzado sobre<br />
ella sin ningún control.<br />
–No te dejaré a solas ni un momento –añadió.<br />
Entonces, se incorporó, tendió su mano abierta y su<br />
corazón se llenó de gozo cuando Fallon, tras una vacilación,<br />
aceptó su ofrecimiento.<br />
Por desgracia, el médico tenía otros planes.<br />
–No –dijo con firmeza cuando Stefano señaló que se<br />
quedaría en la sala de curas mientras le quitaba los pun-<br />
81
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 82<br />
82<br />
tos–. Vaya a dar una vuelta, signore. Tómese un espresso.<br />
La signorina y yo tenemos que hablar a solas.<br />
Fuera lo que fuera que habían hablado entre ellos, no<br />
había ayudado mucho. Stefano lo supo desde el momento<br />
en que la enfermera lo avisó. Fallon estaba sentada<br />
en un taburete alto, rígida, la cara vuelta hacia el<br />
otro lado.<br />
El médico lo sujetó del brazo y lo obligó a salir de<br />
nuevo al pasillo.<br />
–Hemos tenido mucha suerte –dijo–. No ha habido<br />
infección, deformación ni han quedado cicatrices severas.<br />
Pero se niega a enfrentarse con la realidad.<br />
–No puede culparla por eso, doctor. ¿Sabía que era<br />
modelo? ¿Y que su carrera dependía por entero de su físico?<br />
–¿Desea para ella una recuperación total, signore Lucchesi?<br />
¿O prefiere que dependa permanente de usted?<br />
–Mida mejor sus palabras, signore Doctor –gruñó<br />
Stefano.<br />
–Es involuntario, por supuesto, pero actúa así constantemente.<br />
Es una signorina muy fuerte, pero resultaría<br />
muy sencillo para ella refugiarse en su exceso de<br />
conmiseración.<br />
–¡Yo no he hecho nada de eso! ¿Acaso le ha dicho<br />
que se ha encerrado en su habitación? ¿Y qué he tenido<br />
que obligarla para que me acompañara durante las comidas?<br />
–¿Ha salido a algún otro sitio? ¿Ha ido a alguna tienda,<br />
una cafetería, de paseo?<br />
Stefano se encorvó contra la pared.<br />
–¿Qué está sugiriendo? ¿Quiere que la obligue a exhibirse<br />
públicamente cuando aprecio todo el dolor que<br />
siente cuando se mira al espejo?<br />
–Sugiero que le ayude a salir adelante –dijo el médico<br />
con calma y apoyó su mano en el antebrazo de Stefano–.<br />
Las heridas de la cara se han curado. Ahora tiene<br />
que recobrar la salud de su corazón, donde el dolor es<br />
más intenso.
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 83<br />
De vuelta a casa, Fallon guardó silencio. Iba oculta<br />
tras las gafas negras y un sombreo de paja de ala ancha.<br />
–Todo ha ido muy bien –dijo Stefano.<br />
–¿No lo entiendes? Todo ha cambiado.<br />
El coche cruzó las puertas de entrada del castello y<br />
se detuvo frente a la mansión. Stefano indicó algo al<br />
chófer, salió y abrió la puerta de Fallon. Ella pasó rápidamente<br />
a su lado y Stefano fue tras ella, posó sus manos<br />
sobre sus hombros y acarició sus brazos de arriba<br />
abajo hasta la muñecas.<br />
Deseaba, más que cualquier otra cosa, ayudarla. En<br />
parte, lo hacía por ella. Pero sabía que, si era totalmente<br />
honesto, tenía que admitir que lo hacía, sobre todo, por<br />
sí mismo.<br />
Sentía algo por esa mujer que no podía expresar con<br />
palabras.<br />
No estaba preparado para definirlo, para asumirlo.<br />
Pero estaba ahí y sabía que no podría descifrarlo hasta<br />
que ella no estuviese totalmente recuperada.<br />
–Creo que no te recuperarás hasta que no aceptes lo<br />
que te ha ocurrido –señaló con precaución.<br />
Dedicó a Stefano una mirada que expresaba la sinrazón<br />
de esa afirmación.<br />
–¿Acaso tengo otra alternativa?<br />
–Cara. Hay una diferencia muy grande entre la<br />
aceptación y el sufrimiento.<br />
–Ya estamos –dijo con la mirada entrecerrada–. Filosofía<br />
de bolsillo al estilo siciliano.<br />
–Ya te lo he dicho muchas veces. No soy...<br />
–Claro que sí. Me doy cuenta de lo que pasa, ese<br />
cambio en la cadencia de tus palabras, esa inmersión repentina<br />
en la sabiduría popular.<br />
No era cierto. Sabía que intentaba ayudarla, pero<br />
sólo lo conseguiría si le decía: «No necesitas esas gafas<br />
ni ese sombrero. Sí, tienes cicatrices en la cara pero veo<br />
más allá de esas marcas. Y te deseo todavía. Siempre te<br />
he deseado, antes incluso de conocerte...»<br />
83
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 84<br />
84<br />
¿No habían dicho que había sufrido una leve conmoción<br />
cerebral?<br />
Quizás esa fuera la razón por la que albergaba semejantes<br />
ideas. No deseaba a Stefano, no lo necesitaba ni necesitaba<br />
ningún hombro en el que apoyarse. Nunca lo había<br />
necesitado en el pasado y tampoco ahora. Su madre se<br />
había apoyado en su padre. ¿Y eso dónde la había conducido?<br />
Se había visto arrastrada por todo el país mientras<br />
procuraba sacarle partido a la peor de las situaciones.<br />
–Olvídalo –dijo Fallon–. No tiene importancia.<br />
–Escucha, Fallon. No quiero discutir contigo...<br />
–Entonces, cállate.<br />
–¿No podemos hablar como personas civilizadas?<br />
–No.<br />
¡Era totalmente imposible! Fuego, acero y seda en<br />
un mismo envoltorio.<br />
Stefano no quería discutir, sólo hablar. No, tampoco<br />
era eso lo que quería. Realmente quería auparla en sus<br />
brazos, besarla de un modo inconsciente y decirle que<br />
ya había pensado lo que podía hacer con su vida. Podía<br />
pasarla junto a él.<br />
Stefano tragó saliva con fuerza.<br />
Tenía que calmarse y actuar con racionalidad. Y debía<br />
convencerla para que hiciera lo mismo. Entonces<br />
hablarían, igual que lo habían hecho, con cierto esfuerzo,<br />
el día que la había encontrado en la playa.<br />
Ahora se enfrentaba a una situación nueva. Tenía<br />
que mostrarse totalmente sincero con una mujer para<br />
ayudarla. ¿Cómo se hacía eso?<br />
–Sólo intento recalcarte una cosa, Fallon.<br />
Ella levantó la barbilla. Era un gesto que llevaba un<br />
aviso implícito. Sabía que se adentraba en un terreno<br />
peligroso.<br />
–¿Y se trata de...?<br />
–Compadecerte no te ayudará.<br />
–Así que piensas que estoy compadeciéndome, ¿no<br />
es eso?<br />
–No he dicho tal cosa.
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 85<br />
–No hace falta. Ya sé que lo piensas.<br />
–No es cierto –vaciló un instante–. Pero, incluso si<br />
fuera así, sería perfectamente natural, dadas las circunstancias.<br />
–Escucha, se trata de mí –dijo, señalándose el pecho<br />
con el pulgar.<br />
–Fallon. Cara...<br />
–¡Deja de llamarme cara! –se volvió, caminó hacia<br />
la casa y se giró hacia él–. ¿Quieres oír algo gracioso,<br />
Stefano? Tengo una historia muy buena. Llamaron al<br />
doctor y se ausentó un par de minutos antes de quitarme<br />
los puntos. La enfermera me trajo un par de revistas<br />
para entretenerme mientras esperaba. Así que abrí una<br />
de ellas, hojeé varias páginas y, ¿sabes lo que vi? A mí,<br />
retratada como un ser humano en vez del monstruo en<br />
que me he convertido.<br />
–Fallon, por favor.<br />
–Mañana me vuelvo a casa.<br />
–¿Y qué harás? ¿Mirarte en el espejo de tu apartamento?<br />
–¡Eso es asunto mío!<br />
Fallon le dio la espalda. Stefano la agarró del brazo y<br />
la obligó a volverse.<br />
–Es suficiente –dijo Stefano–. ¡Basta!<br />
–Al menos, estamos de acuerdo en algo. Basta. Ya es<br />
suficiente. No eres mi guardián, y no te molestes en soltarme<br />
ese discurso acerca de los chinos y sus proverbios.<br />
–¿Te has mirado en el espejo? –sujetó a Fallon por<br />
los codos y la zarandeó–. ¡Contéstame! ¿Te has mirado?<br />
–No me hace falta. Veo todo lo que necesito reflejado<br />
en tu cara.<br />
–¿Qué?<br />
Se sacudió a Stefano de encima, corrió a la casa y subió<br />
las escaleras. Mientras, Stefano se quedó en el sitio<br />
mientras intentaba procesar lo que acababa de ocurrir.<br />
85
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 86<br />
<strong>Capítulo</strong> 7<br />
FALLON volcó la maleta abierta sobre la cama,<br />
abrió el armario y arrancó su ropa de las perchas y<br />
los estantes.<br />
Tendría que haberse marchado la primera vez, pero<br />
se había dejado convencer por Stefano para quedarse.<br />
Ella no encajaba en ese lugar y, desde luego, él no encajaba<br />
en su vida.<br />
¡Menudo descarado! ¿Quién se creía que era para<br />
decirle cómo debía sentirse y reaccionar?<br />
Stefano Lucchesi vivía en su personal mundo privado<br />
según sus propias reglas. La gente obedecía sus<br />
órdenes. ¿Acaso no era eso lo que había dicho? Era tan<br />
jactancioso. Seguramente nunca había ganado la paga<br />
de un solo día merced al sudor de su frente. Llevaba una<br />
vida regalada.<br />
¿Cómo podría comprender lo que significaba tener<br />
uno de los rostros más solicitados del mundo y, de<br />
pronto...?<br />
Fallon volcó un puñado de zapatos en la maleta.<br />
Su mundo era seguro. Para ella, en cambio, su<br />
mundo se había emborronado. Parecía obra de una divinidad<br />
aburrida con cierto apego por la comedia negra.<br />
Había truncado su carrera para siempre.<br />
Y, peor aún, había perdido la autoestima.<br />
Todos esos artículos en las revistas de moda acerca<br />
de la importancia de encontrarse a una misma... Siempre<br />
había considerado una terrible pérdida de tiempo<br />
mirarse el ombligo, pero ahora...<br />
Sus labios temblaron.<br />
Sería mejor que pensara en Stefano y lo equivocada
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 87<br />
que había estado al creer que existía un ápice de compasión<br />
en su persona.<br />
¿Contemplaría su caso como un asunto de caridad<br />
cristiana? Había sido una estúpida al quedarse en su<br />
mansión.<br />
Fallon se encaminó al cuarto de baño, agarró la papelera<br />
de mimbre de la esquina y vació el neceser con<br />
todo el maquillaje, las cremas y las lociones. La mitad<br />
de las cosas aterrizaron en el suelo. Se abrieron algunos<br />
botes y se derramaron los polvos.<br />
Ya no necesitaba todas esas estúpidas herramientas<br />
de su antiguo trabajo. ¿Quién se molestaría ahora si llevaba<br />
un color de labios erróneo? ¿A quién le importaría<br />
la máscara que eligiese para las pestañas?<br />
Una mujer con una cara que asustaría a los niños no<br />
necesitaba maquillaje, sino una bolsa de papel.<br />
–Stefano Lucchesi –musitó entre dientes–, eres un<br />
engreído, santurrón, egoísta y moralista hijo de perra.<br />
–Reiterativo –escuchó una voz profunda en un tono<br />
serio–, pero falso. Mi madre es una mujer encantadora.<br />
Fallon giró sobre los talones. Stefano estaba apoyado<br />
en el quicio de la puerta del cuarto de baño, las<br />
manos en los bolsillos.<br />
–¿Qué estás haciendo en mi habitación?<br />
–En calidad de santurrón, egoísta y, ¿qué otra cosa<br />
me has llamado?<br />
–Te he preguntado qué estás haciendo en mi habitación.<br />
–Moralista. Eso era –suspiró, apoyó el hombro contra<br />
el marco de la puerta y cruzó un pie sobre el otro–.<br />
Suena bien, pero algo repetitivo, ¿no te parece? Sobre<br />
todo si consideras que alguien santurrón también es<br />
otras cosas.<br />
–¿Cómo te atreves a irrumpir aquí de ese modo?<br />
–preguntó con la mirada clavada en él.<br />
–He llamado a la puerta.<br />
–¿Cómo? ¿Con una pluma? –se apartó el pelo de los<br />
ojos de un soplido y se cruzó de brazos–. No te he oído.<br />
87
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 88<br />
88<br />
–Bueno, no me extraña. Estabas montando un alboroto<br />
tremendo, entre los pisotones y el estrépito de los<br />
cristales rotos.<br />
–Yo nunca he dado pisotones –se ruborizó un poco–.<br />
Creo que tienes mucha imaginación.<br />
Stefano arqueó una ceja y miró el suelo embaldosado.<br />
Fallon también miró al suelo y se sonrojó todavía<br />
más.<br />
–Tenía prisa –dijo–. Se me han caído algunas cosas.<br />
–Eso parece. Seguro que hay una fortuna en pócimas<br />
y elixires mágicos.<br />
–¡Hago con mis cosas lo que me viene en gana!<br />
–Creía que las mujeres adorabais todos esos potingues<br />
y esas tonterías.<br />
–No son tonterías.<br />
–Entonces, ¿por qué te deshaces de ellas?<br />
–Ya no me son de utilidad.<br />
Stefano le dirigió una larga mirada, indescifrable.<br />
Fallon estaba preparada para asumir el reto. Si volvía a<br />
sermonearla con otra lección acerca de la necesidad de<br />
enfrentarse a la realidad, lo abofetearía... o se echaría en<br />
sus brazos y lloraría.<br />
¡Oh, Señor! ¿Tan cerca estaba de las lágrimas? ¿Tan<br />
poco faltaba para que cayera su máscara? Se agachó y<br />
comenzó a recolectar los cosméticos desperdigados.<br />
Stefano se acuclilló a su lado y tomó su mano.<br />
–Deja que lo haga yo.<br />
–Soy perfectamente capaz de limpiar mis propios<br />
desórdenes.<br />
–Estoy seguro –dijo él–, pero no hay nada de malo<br />
en aceptar un poco de ayuda.<br />
–Gracias –dijo Fallon, muy rígida–. Y se puso de<br />
pie.<br />
–De nada.<br />
–Y lamento que el ruido te haya molestado.<br />
–No he escuchado nada hasta que estaba al otro lado<br />
de la puerta.<br />
–Entonces, ¿por qué has...?
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 89<br />
–He subido a pedirte perdón –se adelantó.<br />
–¿Para disculparte? –parpadeó.<br />
–En efecto. He sido un idiota.<br />
–¿Perdona?<br />
–Ya me has oído. Creo que decirte cómo debes manejar<br />
esta situación ha sido una equivocación –señaló.<br />
Fallon miró detenidamente a Stefano. ¿Creía realmente<br />
que una simple disculpa borraría el recuerdo de<br />
su arrogancia?<br />
–De hecho –añadió con una leve sonrisa–, me he<br />
comportado como un imbécil egoísta, santurrón y moralista.<br />
Parecía realmente arrepentido. Después de todo lo<br />
que había hecho por ella, en el hospital y en la casa, suponía<br />
que podría ceder un poco y aceptar sus disculpas.<br />
Además, se marcharía del castello enseguida. En<br />
esas circunstancias, sería de buena educación perdonar<br />
a un hombre que admitía haberse portado como un capullo.<br />
–No quería herirte –dijo con voz suave–. Debes saber<br />
que nunca lo haría.<br />
Sus miradas se encontraron y se sostuvieron.<br />
Fallon asumió que decía la verdad. Había tenido<br />
siempre buenas intenciones y si era totalmente honesta,<br />
tenía que admitir que le había ofrecido un consejo que<br />
necesitaría en el futuro. Sabía que compadecerse no la<br />
ayudaría a superar el pasado ni a encarar su nueva vida.<br />
Stefano alargó la mano como si quisiera tocarla. Entonces,<br />
la retiró y carraspeó.<br />
–Te dejaré sola. Pero, si cambias de opinión y quieres<br />
hablar con alguien... –sonrió–. O si quieres una<br />
diana móvil contra la que disparar tus cosas, sólo tienes<br />
que...<br />
–Tenías razón.<br />
Sabía que se había expresado en un balbuceo. ¿De<br />
qué otra manera hubiera podido expulsar esas palabras<br />
de su boca?<br />
–¿Cómo?<br />
89
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 90<br />
90<br />
–He dicho que tenías razón –tragó saliva y miró al<br />
suelo, incapaz de sostener su mirada–. Me he estado<br />
compadeciendo todo el tiempo.<br />
–No –replicó enseguida–. Eso no es cierto. Ha sido<br />
una insinuación errónea. Sólo quería señalar que...<br />
–Compasión. Y negación –respiró hondo y levantó<br />
la vista–. No dejo de pensar en lo que habría pasado si<br />
no hubiera conducido esa noche, si no hubiera llovido...<br />
Se mordió el labio inferior.<br />
–Ya sé que esa línea de pensamiento es una pérdida<br />
de tiempo.<br />
–No lo es, si forma parte de la recuperación. Eso ha<br />
sido lo que he pasado por alto.<br />
–Cuando era niña, me rompí un brazo montando en<br />
la bici de mi hermano –sonrió un poco–. Fue una estupidez<br />
por mi parte. La bici era muy grande para mí y lo<br />
sabía. Después, cuando supe que tendría que llevar una<br />
escayola el resto del verano, protesté y lloriqueé hasta<br />
que mi madre me dijo: «Fallon, si dedicaras tanta energía<br />
a la hora de arreglar las cosas como cuando te lamentas,<br />
serías mucho más feliz».<br />
–¿Estás segura de que tu madre no es italiana? –Stefano<br />
sonrió.<br />
Ambos sonrieron a un tiempo y, entonces, la sonrisa<br />
de Fallon vaciló un poco.<br />
–El caso es que mi madre me habría dicho lo mismo<br />
que tú me has aconsejado esta tarde. Necesito centrarme<br />
en el mañana y dejar atrás el ayer.<br />
–Me alegra oírtelo decir –dijo Stefano.<br />
Se acercó a ella, alargó la mano y colocó un mechón<br />
de su pelo detrás de la oreja.<br />
–No estaba furiosa contigo, sino conmigo misma. Te<br />
has portado... de maravilla. Has sido amable, generoso<br />
y compasivo –sus labios esbozaron una sonrisa–. No es<br />
reiterativo, pero es cierto.<br />
Stefano también sonrió y deslizó sus brazos alrededor<br />
de su figura.<br />
–Eres una mujer admirable, Fallon O’Connell.
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 91<br />
Sus ojos se cubrieron de lágrimas.<br />
–No es cierto –dijo mientras sacudía la cabeza y se<br />
apoyaba en él–. Soy un desastre.<br />
–En ese caso –Stefano rió–, eres un desastre muy<br />
atractivo.<br />
–Por favor, no me mientas, Stefano. Sé qué aspecto<br />
tengo.<br />
Stefano inclinó la cabeza y depositó un beso en su<br />
negro y sedoso cabello.<br />
–Entonces sabes que tus ojos tienen el color del mar<br />
–señaló– y que tu boca es tan delicada como pétalos de<br />
rosa.<br />
Tomó el rostro de Fallon entre sus manos y la miró a<br />
la cara.<br />
–Y que sigues siendo la misma mujer que antes del<br />
accidente –añadió–. Una mujer más adorable de lo que<br />
cualquier hombre merecería.<br />
Esas palabras bañaron su ánimo como fuego líquido.<br />
Miró sus ojos y, cuando la mirada de Stefano bajó hasta<br />
su boca, ella susurró su nombre y separó los labios<br />
mientras él la besaba.<br />
Apretó su cuerpo contra él para que pudiera sentir la<br />
fuerza de su erección. El deseo aceleró su pulso. Ella<br />
repitió su nombre en un suspiro y rodeó su cuello con<br />
los brazos.<br />
–Fallon –susurró contra sus labios–. Fallon, belissima.<br />
Volvió a besarla y ella empezó a temblar, asombrada<br />
ante la intensidad de su deseo. Nunca se había sentido<br />
de ese modo en los brazos de un amante, nunca había<br />
deseado entregarse tanto y recibir tanto. Se aterrorizó<br />
ante esa idea. Tensó todo su cuerpo y se apartó.<br />
–No puedo hacerlo, Stefano. Lo siento, pero yo...<br />
yo...<br />
Sabía que estaba luchando para controlarse, se veía<br />
en sus ojos. Finalmente, sonrió y apoyó la frente en ella.<br />
–¿Sabes que nunca hemos salido juntos en una cita?<br />
–¿Una cita?<br />
91
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 92<br />
92<br />
–Ya sabes. Yo te compro flores, reservo una mesa en<br />
un sitio especial para la cena, bailamos a la luz de la<br />
luna... –sonrió, se llevó las manos a la nuca, tomó a Fallon<br />
de las muñecas y apoyó sus manos contra su pecho–.<br />
Una cita, Fallon.<br />
Su corazón sufrió un leve sobresalto. No estaba preparada<br />
para el mundo exterior. ¡Oh, no! ¡Todavía no!<br />
–Bella signorina –dijo con solemnidad–. ¿Me haría<br />
el honor de salir conmigo esta noche?<br />
–Stefano –se pasó la punta de la lengua por el labio<br />
inferior–. Ya sé que es lo que tengo que hacer. Mostrarme<br />
en público, quiero decir, pero...<br />
Se llevó sus manos a la boca y las besó alternativamente.<br />
–Y conozco el sitio perfecto. Una terraza en un jardín<br />
de ensueño y, justo a su espalda, un acantilado con<br />
unas vistas maravillosas sobre el mar.<br />
–¿Quieres decir... aquí? ¿En el castello?<br />
Volvió a besarla mientras acariciaba sus manos.<br />
–El volcán ha estado inquieto toda la semana. Si tenemos<br />
suerte, quizás ilumine el cielo para nosotros.<br />
–Para mí –Fallon sonrió–, será un honor cenar en su<br />
compañía, signore.<br />
–A las siete en punto, entonces. Esperaré ansioso.<br />
Fallon levantó la cara hacia él y, cuando la besó esa<br />
vez, pensó que el mundo se había movido bajo sus pies.<br />
A las seis en punto, Fallon miraba la ropa extendida<br />
sobre su cama con aire triste.<br />
Había guardado primorosamente toda su ropa en los<br />
armarios, doblada y ordenada. Después había sacado,<br />
uno por uno, todos sus vestidos, las blusas, los pantalones.<br />
Y se había mirado en el espejo con todas las combinaciones<br />
posibles, pero nada la satisfacía.<br />
¿Qué clase de vestido elegía una persona en una situación<br />
así?<br />
¿Un vestido de verano y zapatos de tacón alto? ¿Una
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 93<br />
falda larga y una camiseta sin mangas? Quería que su<br />
decisión fuera acertada. Deseaba que se iluminaran sus<br />
ojos nada más verla. Quería que, de algún modo, se reafirmará<br />
en su idea de que seguía siendo atractiva, deseable...<br />
Escuchó un golpe en la puerta de la sala. Fallon se<br />
levantó, avanzó hasta la puerta y se apartó el pelo de la<br />
cara.<br />
–¿Signorina? Sono Anna.<br />
–Sí, Anna. No he pedido nada...<br />
–Scusi –se disculpó Anna, empujó un carrito cargado<br />
de jarrones de cristal, pasó junto a Fallon y entró en el<br />
dormitorio.<br />
–Scusi –murmuró el impasible Luigi, detrás de<br />
Anna, mientras sostenía un montón de cajas de floristería.<br />
–Perdón –dijo Fallon, atónita–. ¿Qué es todo esto?<br />
–Fiori –dijo Anna–. Fiori, tutti per voi.<br />
Ya fuera italiano o un dialecto local, el significado<br />
estaba claro. Eran flores, todas para ella.<br />
–¿Todas? –repitió, acompañando la pregunta con un<br />
gesto amplio de las manos.<br />
Observó, anonadada, cómo Luigi abría las cajas y<br />
Anna vaciaba su espléndido cargamento. Había rosas<br />
amarillas, rosas rojas, tulipanes negros, orquídeas azul<br />
lavanda, jacintos blancos, violetas púrpuras, pensamientos<br />
blancos e incluso un ramo de flores silvestres.<br />
Anna se apresuraba de una estancia a otra, llenaba los<br />
jarrones de agua, después colocaba las flores y disponía<br />
cada ramo en todos los huecos inimaginables de la habitación.<br />
Finalmente, sonrió a Fallon y le entregó un pequeño<br />
sobre de color marfil. Indicó con un leve movimiento<br />
de la cabeza a Luigi que ya habían terminado y éste<br />
hizo una reverencia.<br />
–Signorina –dijo.<br />
La puerta se cerró y Fallon se quedó sola.<br />
Dibujó lentamente un semicírculo, la mirada fija en<br />
93
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 94<br />
94<br />
las flores que inundaban la habitación. Entró en el dormitorio<br />
y observó más jarrones.<br />
Entonces abrió el sobre, sacó la nota manuscrita y la<br />
leyó.<br />
«Quería enviarte flores, pero no sabía cuáles eran tus<br />
favoritas».<br />
Debajo del mensaje figuraba la firma de Stefano.<br />
Fallon se acercó a las rosas amarillas y hundió la<br />
cara entre sus pétalos suaves. Nunca había sentido predilección<br />
por una flor en particular, pero desde ese día<br />
todas serían sus preferidas.<br />
Sonriente, pese a que las lágrimas se agolpaban en<br />
sus ojos, volvió al armario del dormitorio y sacó el<br />
único vestido que había dejado en la percha. Supo, en<br />
ese instante, que era la elección correcta. El único que<br />
estaría a la altura de la velada.
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 95<br />
<strong>Capítulo</strong> 8<br />
ALAS SIETE menos veinte, Stefano había dado<br />
tantas vueltas en su habitación que se sorprendió<br />
al ver que no había hecho un agujero en la moqueta.<br />
Cinco minutos más tarde, decidió que si volvía a mirar<br />
su reloj se lo arrancaría de la muñeca y lo tiraría<br />
contra la pared. Sería preferible que se mirase en el espejo<br />
y se asegurase que seguía peinado...<br />
Estaba comportándose como un colegial.<br />
Apagó la luz en un gesto enérgico y bajó a la terraza.<br />
Sí. Eso estaba mucho mejor. Ahora respiraba con<br />
mayor facilidad mientras la tenue luz del atardecer cedía<br />
su testigo a la noche. El cielo había adquirido un<br />
matiz translúcido, impregnado de reflejos dorados, y<br />
los sempiternos regueros de lava derretida que surcaban<br />
las laderas del Etna brillaban como cintas de<br />
fuego.<br />
Anna había puesto la mesa en la terraza y había utilizado<br />
la mantelería más exquisita del castello, la cubertería<br />
de plata de ley y la vajilla de porcelana. Un carrito,<br />
a un lado de la mesa, aguardaba repleto de bandejas.<br />
Una botella de champaña descansaba en una cubitera de<br />
pie. Todo estaba listo para la cena.<br />
Todo, menos él.<br />
Otra vez estaba paseándose de un lado a otro de la<br />
terraza. No recordaba una situación parecida. Siempre<br />
actuaba con extrema frialdad en asuntos de negocios.<br />
La gente decía que il lupo solo tenía los nervios de<br />
acero.<br />
Era totalmente cierto... salvo esa noche.
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 96<br />
96<br />
¿Y si Fallon hubiera cambiado de idea y hubiera decidido<br />
que no aceptaba sus disculpas? ¿Y si hubiera reconsiderado<br />
su invitación para la cena? ¿Y si hubiera<br />
recibido con una carcajada irónica todas esas flores?<br />
Stefano miró la hora una vez más. Pasaban cinco minutos<br />
de las siete. Si no aparecía enseguida, subiría los<br />
escalones de dos en dos, abriría la puerta de su habitación,<br />
le diría que estaba volviéndose loco y que todo era<br />
por su culpa...<br />
–Hola.<br />
Se volvió hacia la puerta de la terraza y su corazón<br />
dejó de latir en su pecho. Fallon estaba de pie, frente a<br />
él, con una sonrisa temblorosa en los labios. Era el sueño<br />
de cualquier hombre hecho realidad.<br />
Stefano había elegido un esmoquin para la velada.<br />
Sólo quería que todo estuviera acorde con la vuelta al<br />
mundo de Fallon. Pero no le habría importado que ella<br />
hubiera bajado en pantalones vaqueros.<br />
Sin embargo, había elegido un vestido de noche<br />
largo, de seda, que se ceñía a su esbelta figura, de un<br />
azul tan puro como el color de sus ojos. Llevaba el pelo<br />
suelto, una preciosa melena negra en la que se destacaba<br />
una rosa amarilla prendida en su cabello.<br />
–Hola –respondió, después de aclararse la garganta.<br />
Después de todo, quizás fuera todo según lo previsto.<br />
Fallon no había dejado de sonreír y se acercó, calzada<br />
con unos zapatos de tacón de aguja. Stefano procuró<br />
apartar de su mente esos tacones, esa sonrisa, la<br />
rosa amarilla y todo lo demás.<br />
–Lo siento. Es un poco tarde.<br />
Stefano negó con la cabeza, avanzó hacia ella y le<br />
tendió la mano.<br />
–Mia bella –dijo con voz grave–, ¡qué guapa estás!<br />
Me alegra que te hayan gustado las rosas amarillas.<br />
–Todas las flores son maravillosas –dijo–. Mi habitación<br />
parece un jardín.<br />
La cara de Stefano tomó un ligero color. ¿Se había<br />
sonrojado?
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 97<br />
–Bueno –apuntó–, no sabía cuáles serían tus favoritas.<br />
–Todas ellas. Ha sido el regalo más maravilloso que<br />
me han hecho en toda mi vida –lo miró a la cara y sonrió<br />
de nuevo–. Gracias.<br />
Stefano miró sus ojos, su boca y quiso besarla. Un<br />
beso leve para expresarle que había sido un placer para<br />
él. Pero su perfume embriagaba sus sentidos, un mechón<br />
de melena rozó su mejilla y su cuerpo se enardeció<br />
al instante.<br />
Ahora comprendía su nerviosismo durante toda la<br />
tarde, sus malos modos con Anna y Luigi cuando lo habían<br />
abordado con preguntas sencillas, la razón que lo<br />
había llevado a la playa para bañarse y el motivo que<br />
lo había impulsado a alejarse de la costa de un modo<br />
muy imprudente antes de volver a nado.<br />
Deseaba a Fallon de un modo en que nunca antes había<br />
deseado a otra mujer. Miraba su rostro, las dos cicatrices<br />
que surcaban su piel y delimitaban su belleza e<br />
imaginaba cómo se sentiría al acariciarla y observar en<br />
sus ojos el reflejo del placer que podría proporcionarle.<br />
La verdad era que esa noche tenía como propósito<br />
atraer a Fallon hasta su cama. Y si eso no era una auténtica<br />
canallada por su parte, se acercaba mucho.<br />
–¿Stefano?<br />
Parpadeó ante el tono levemente interrogativo de su<br />
voz y dirigió su mirada sobre ella.<br />
–¿Ocurre algo?<br />
Sí, desde luego. Hacía que sintiera cosas que no<br />
comprendía. Era algo mucho más fuerte que el deseo.<br />
–No, pero ocurrirá si permitimos que se enfríe la<br />
cena que ha preparado Anna.<br />
Deslizó el brazo alrededor de su cintura, atrajo su<br />
cuerpo hacia él y bajó el tono de su voz hasta un leve<br />
susurro.<br />
–Está muy emocionada ante la perspectiva de esta<br />
cena.<br />
Las mejillas de Fallon se tiñeron de rosa pálido.<br />
97
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 98<br />
98<br />
–Yo también –admitió, y el deseo de Stefano palpitó<br />
en sus venas como un torrente.<br />
Abrió la botella de champaña y llenó dos copas de<br />
cristal de Baccarat. Después sirvió el carpaccio de atún<br />
marinado, la caponata, el cordero asado y algo que, según<br />
Anna, era una especialidad siciliana, pasta con le<br />
sarde.<br />
El atún era ligero como la seda, la caponata ofrecía<br />
una deliciosa mezcla de tomate, berenjena y aceitunas.<br />
El cordero estaba exquisito y la pasta con sardinas frescas<br />
explotaba en su boca con una mezcla increíble de<br />
sabores, coronado por el aroma de hinojo que crecía en<br />
toda la isla.<br />
Pero tan sólo probó un bocado de cada cosa.<br />
¿Cómo iba a comer si tenía el corazón en la garganta?<br />
Stefano estaba radiante. Tan masculino, tan divertido,<br />
tan apuesto.<br />
La noche era muy agradable y, después de preguntarle<br />
si estaba bien, se había quitado la corbata y la chaqueta.<br />
Había desabrochado los botones del cuello de la<br />
camisa y se había remangado.<br />
Estaba todavía más guapo que cuando había llevado<br />
el esmoquin. Un hombre apuesto, peligroso, atractivo.<br />
Esas ideas aceleraron su pulso.<br />
Hablaron de la ciudad de Nueva York, de Sicilia y<br />
otros lugares que habían conocido en sus múltiples viajes.<br />
Stefano relató su empeño en recuperar la propiedad<br />
en la que había reconstruido el castello. Y cuando describió<br />
a sus antepasados sicilianos, realizó una pésima imitación<br />
de Marlon Brando en el papel de Vito Corleone<br />
que desató la risa de Fallon.<br />
Los ojos de Stefano se oscurecieron.<br />
–Me encanta tu risa –dijo y ella pensó en el tiempo<br />
que había transcurrido desde la última vez que había<br />
sido tan feliz.<br />
Y no se refería sólo al periodo posterior al accidente,
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 99<br />
sino en toda su vida. No se había sentido tan llena de<br />
vida en mucho tiempo.<br />
–Háblame de Castello Lucchesi –dijo–. Háblame de<br />
tu abuelo.<br />
Se encogió de hombros, recostado en el respaldo de<br />
la silla, y bebió de su copa.<br />
–Yo lo quería –dijo–. Era duro y difícil, igual que<br />
esta isla. Y tan generoso y solícito como su gente.<br />
–Y construiste el castillo por él.<br />
Afirmó eso con tanta naturalidad que Stefano supo<br />
que lo comprendía.<br />
–Sí. Construí el castillo por él. Sólo hubiera deseado<br />
que hubiera vivido lo suficiente para verlo –señaló.<br />
Ella, en un impulso, alargó la mano hacia él. Stefano<br />
cerró los dedos sobre su mano.<br />
–Algún día te contaré toda la historia. De momento,<br />
dejémoslo en que la venganza se puede convertir en el<br />
impulso vital de toda una vida –sonrió y apretó su mano<br />
otra vez con cariño–. Es tu turno. Háblame de ti.<br />
Habló de cosas que jamás había revelado a nadie y<br />
de su complejo cuando en el instituto sacaba una cabeza<br />
a sus compañeras e, incluso, a sus hermanas.<br />
–Un problema de altura –dijo muy serio.<br />
Después sonrió. Ella también y, a continuación, estalló<br />
de nuevo en una carcajada. Stefano pensó que era<br />
maravilloso verla sonreír tantas veces en una sola noche.<br />
Y, de pronto, Fallon comprendió que no sería capaz<br />
de fingir mucho más tiempo. Deseaba acurrucarse entre<br />
sus brazos y, si él no daba el primer paso enseguida, se<br />
pondría en ridículo y se tiraría a los brazos de un hombre<br />
que sólo estaba interesado en ser amable con ella,<br />
no en ser su amante.<br />
«Dios, ¿en qué estaba pensando?»<br />
Fallon se sentó erguida en la silla, dejó el tenedor sobre<br />
la mesa y se limpió la boca con la servilleta.<br />
–Bueno –dijo con brío–, se está haciendo tarde.<br />
¿En serio? Sí, seguramente tenía razón. Ya había pa-<br />
99
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 100<br />
100<br />
sado un tiempo desde que había encendido las velas que<br />
decoraban el centro de mesa. La noche había caído sobre<br />
la isla y la oscuridad sólo se rompía por las luces de<br />
algunas casas desperdigadas en el monte y los ríos de<br />
lava que bajaban desde el cráter del volcán.<br />
Los altavoces, escondidos en las ramas de los árboles,<br />
acompañaban con su dulce melodía la noche impregnada<br />
del perfume de las flores.<br />
Era un marco bellísimo, pero no tan deslumbrante<br />
como Fallon.<br />
Se había puesto en pie. No quería que se marchara.<br />
Pero era probable que estuviera cansada. Toda esa comida...<br />
si bien ninguno de los dos había probado más de<br />
un bocado. El vino y el aire de la noche habrían resultado<br />
agotadores...<br />
Stefano también se levantó.<br />
–No te vayas –dijo, el corazón en un puño, y ella lo<br />
miró con sus grandes ojos–. No puedes marcharte hasta<br />
que bailes conmigo, ¿recuerdas?<br />
–Sí, lo sé. Pero...<br />
–Aquí, ahora mismo –su voz había adquirido un<br />
tono de exigencia que suavizó de inmediato–. Por favor.<br />
Abrió los brazos para ella. Observó el modo en que<br />
infló un poco el pecho y supo que había tomado aire.<br />
¿Rechazaría su oferta? Si lo hacía, se comportaría como<br />
un caballero y dejaría que se fuera.<br />
Al diablo con eso. No había amasado una fortuna<br />
comportándose como un caballero. Si se negaba, tiraría<br />
de ella, apoyaría su frágil figura contra su cuerpo, vencería<br />
sus reticencias con caricias hasta que suspirase y<br />
aceptara el baile. Y después diría que sí a su requerimiento<br />
para que hicieran el amor, sí, sí , sí...<br />
–Sí –suspiró Fallon y aceptó el baile.<br />
Acercó su cuerpo, colocó una mano en la curva de su<br />
espalda y otra en la nuca, bajo el manto de su melena.<br />
Era muy alta, más alta que nunca con esos increíbles tacones,<br />
y eso era una ventaja. De ese modo, apoyó la ca-
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 101<br />
101<br />
beza de Fallon contra su hombro y sintió su aliento cálido<br />
en su cuello.<br />
Stefano presionó sus labios contra su cabello. Era la<br />
primera vez que adoptaban esa postura, perfectamente<br />
acoplados, sus pechos aplastados contra el torso, sus<br />
larguísimas piernas en paralelo a las suyas.<br />
Cerró los ojos. La música era lenta y comenzó a moverse,<br />
muy pegado a ella, aspirando su fragancia, excitándose<br />
frente al suave balanceo de su cuerpo. Agonizaba<br />
por ella a causa del deseo, pero no quería forzarla<br />
a algo que no deseara o para lo que no estuviera preparada.<br />
Y estuvo a punto de echarse a reír cuando imaginó<br />
lo que pensaría ahora la gente de il lupo solo, precavido<br />
y vacilante por primera vez en su vida.<br />
Un solo beso y Fallon susurraría su nombre en un<br />
suspiro. Una sola mirada a los ojos de Fallon, radiantes<br />
de deseo, sus labios temblorosos en previsión del inminente<br />
beso, y Stefano olvidó todo salvo esa noche, la<br />
presencia de esa mujer y lo que su corazón le había dictado:<br />
que ambos deseaban desde la primera vez que se<br />
habían visto.<br />
Inclinó la cabeza y aprisionó su boca. Ella separó los<br />
labios, se entregó y Stefano saboreó a conciencia la dulzura<br />
de ese fruto prohibido. Fallon emitió un leve gemido,<br />
característico de las mujeres cuando se hacía<br />
efectiva su rendición, y Stefano olvidó todas las cautelas.<br />
Sus manos recorrieron su cuerpo, se amoldaron a la<br />
circunferencia de sus pechos y juguetearon con los pezones,<br />
duros y enhiestos. Fallon echó la cabeza hacia<br />
atrás y Stefano mordisqueó su cuello desnudo, el hueco<br />
en que su latido cabalgaba a la misma velocidad que su<br />
pulso.<br />
–Dime lo que quieres –murmuró, y ella recuperó el<br />
contacto con su boca.<br />
Fallon no contestó. Durante un interminable minuto,<br />
creyó que había cometido un error, impulsado por una<br />
fuerza que no era idéntica en ambos.
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 102<br />
102<br />
Entonces, un estremecimiento asoló el cuerpo de Fallon.<br />
–A ti –dijo orgullosa–. Sólo a ti.<br />
Remangó el vestido hasta la altura de las caderas y<br />
metió la pierna entre sus muslos. Estuvo a punto de<br />
perder el control cuando ella gritó y se frotó contra su<br />
pierna.<br />
Stefano la agarró de las nalgas y jadeó al sentir el<br />
contacto de su carne desnuda. Llevaba un tanga. La<br />
imagen que le vino a la mente, vestida únicamente con<br />
esa prenda de seda, casi lo obligó a arrodillarse frente a<br />
ella. Deslizó una mano entre sus muslos, cubrió su<br />
sexo, sintió la humedad en la palma de su mano y supo<br />
que estaba cerca de su propio límite.<br />
Levantó a Fallon en brazos. Ella besó su cuello<br />
mientras Stefano subía las escaleras. Al llegar a su habitación<br />
empujó la puerta con el hombro, cerró de una patada<br />
la puerta y condujo a Fallon a la cama. Bajó lentamente<br />
su cuerpo hasta que sus pies tocaron el suelo,<br />
junto al lecho.<br />
–No quiero hacerte daño –dijo–. Si voy demasiado<br />
lejos, si quieres pararme...<br />
–No estoy hecha de cristal –señaló Fallon, tapándole<br />
la boca con la mano.<br />
–Ya lo sé. Pero...<br />
Ella lo besó con dulzura y calidez. Entonces retrocedió<br />
un paso sin apartar los ojos de él y buscó con la<br />
mano la cremallera del vestido.<br />
Stefano sujetó a Fallon por los hombros.<br />
–Déjame a mí –dijo con la voz espesa.<br />
Ella se recogió el pelo y le ofreció la espalda. Muy<br />
despacio, bajó la cremallera. Besaba cada centímetro de<br />
su espalda a medida que desnudaba su cuerpo. Entonces<br />
deslizó los tirantes y el vestido, en un suspiro, cayó al<br />
suelo.<br />
Apoyó la espalda desnuda de Fallon contra él. Estaba<br />
prácticamente desnuda, sin sujetador. Sólo llevaba<br />
el tanga y los zapatos de tacón. Cerró los ojos, agarró
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 103<br />
103<br />
sus pechos desde atrás y gimió con el contacto de los<br />
pezones enardecidos contra las palmas de sus manos.<br />
–Fallon –dijo y volvió su cuerpo hacia él.<br />
Era soberbia. Los pechos firmes, una cintura delgada,<br />
la curva de sus caderas y unas piernas larguísimas<br />
que se perdían en el infinito.<br />
Y su precioso rostro, elegante, de facciones serenas<br />
y esculpido por un halo divino. Y esas marcas, recuerdo<br />
imborrable de lo cerca que había estado de perderla antes<br />
de que hubiera podido llegar a conocerla.<br />
–No me mires de ese modo –dijo con la voz agitada–.<br />
Mi cara...<br />
–Te deseo tal y como eres –dijo–. ¿Lo entiendes?<br />
Quiero todo lo que has sido y todo lo que eres, ahora y<br />
en el futuro. Y yo, a cambio, te daré todo lo que soy.<br />
Dime que estás de acuerdo, bellísima, porque es la<br />
única manera en que funcionaría.<br />
Aguardó, temeroso de que hubiera tentado su suerte.<br />
Los ojos de Fallon se humedecieron, pero antes de que<br />
Stefano asumiera erróneamente esa reacción, ella levantó<br />
la barbilla y lo besó.<br />
Stefano se quitó la ropa y sacó una caja de la mesilla<br />
de noche. Después aupó en brazos a Fallon y se tendió<br />
con ella en el centro de la cama.<br />
Lentamente, descalzó sus primorosos pies y besó el<br />
arco de su empeine. Besó sus labios, su vientre, sus pechos.<br />
Ella gimió y se arqueó. Stefano le arrancó el tanga<br />
y ella se ofreció completamente desnuda, vulnerable.<br />
En ese momento, supo que nunca desearía a ninguna<br />
otra mujer.<br />
Besó sus muslos, los labios y el capullo de rosa escondido<br />
entre sus pliegues. Ella trató de detenerlo, pero<br />
Stefano sujetó sus manos y aumentó la tortura mientras<br />
ella se arqueaba en un torbellino de sensaciones.<br />
Entonces se situó encima, abrazó su cuerpo, besó sus<br />
labios y repitió hasta la saciedad lo maravillosa que era.<br />
–Stefano –jadeó–. Stefano, por favor...<br />
–Sí, cara –susurró y, tras retroceder un palmo, se-
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 104<br />
104<br />
paró sus muslos y se enterró en la profundidad de su<br />
seno con una larga embestida. Fallon gritó su nombre y<br />
Stefano observó con orgullo cómo le sobrevenía un<br />
nuevo orgasmo.<br />
Entonces ella alargó la mano y tocó su cara. Y esa<br />
sencilla caricia fue su perdición.<br />
Stefano gruñó, liberó su fuerza vital y terminó a la<br />
par.<br />
Fallon se despertó sobresaltada.<br />
Un brazo, pesado y posesivo, rodeaba su cintura.<br />
Una pierna cubría su cuerpo. Se trataba del brazo y la<br />
pierna de Stefano. Estaba en su habitación, en su cama.<br />
Sonrió y descansó la cabeza sobre su hombro. Seguramente<br />
se había quedado dormida entre sus brazos.<br />
Algo retumbó en la distancia. Pensó que se trataba<br />
de un trueno y se acurrucó junto al cuerpo de Stefano.<br />
También había relámpagos. Cada rato, un rayo iluminaba<br />
la oscuridad de la habitación. Quizás fuera a llover.<br />
Le gustaba la lluvia, y la idea de despertarse en los<br />
brazos de Stefano en medio de una tormenta era...<br />
–Va a llover –anunció.<br />
–Justo lo que necesito –masculló, medio dormido–.<br />
Un informe meteorológico imposible en mitad de la noche.<br />
–Creía que nunca llovía en Sicilia en esta época del<br />
año.<br />
–Por eso es totalmente imposible.<br />
–¿Y por qué he oído truenos? También hay relámpagos.<br />
En mi casa, eso significa...<br />
–¿Has oído truenos? ¿Y has visto relámpagos?<br />
–Sí. ¿Tú no lo has notado?<br />
Ahora, sí. Prestó atención al rugido amortiguado y<br />
observó el súbito rayo de luz que cruzó la oscuridad de<br />
la noche.<br />
Stefano rió, enterró sus dedos en la melena de Fallon<br />
y besó la punta de su nariz.
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 105<br />
105<br />
–Está claro que no eres siciliana, cielo. Si lo fueras,<br />
sabrías que no se trata de ninguna tormenta –apuntó–.<br />
Es el volcán.<br />
–¿Qué? –Fallon se incorporó como un resorte y se<br />
tapó los pechos con la sábana–. ¿Quieres decir que ha<br />
entrado en erupción?<br />
–Hace años que el Etna está activo –Stefano alargó<br />
la mano–. Vuelve conmigo. Te necesito entre mis brazos.<br />
–¿Qué es eso que golpea la ventana?<br />
–Ceniza, en su mayor parte. Quizás algunos pedazos<br />
de lava incandescente.<br />
Fallon soltó un chillido, olvidó su decencia y corrió<br />
a la ventana.<br />
–¡Nunca he visto un volcán en erupción!<br />
Stefano entornó los ojos y se sentó. Ya lo había visto<br />
antes. Además, en ese preciso momento, sólo deseaba<br />
mirarla a ella mientras le hacía el amor.<br />
Ella se volvió hacia él con una expresión ardiente en<br />
la mirada. Llevaba el pelo alborotado y sus ojos brillaban,<br />
excitados.<br />
Parecía una auténtica diosa.<br />
–Stefano, ¿no quieres acercarte a ver esto? ¡Es increíble!<br />
Sí, desde luego. Sintió que su corazón se descolocaba<br />
en su interior. Buscó los pantalones, se vistió, agarró<br />
la sábana, se acercó a la ventana y envolvió el<br />
cuerpo desnudo de Fallon. Giró a Fallon hacia sí, la<br />
besó y se encaminó a la puerta.<br />
–¿Qué estás haciendo? Stefano, ¿dónde vas?<br />
–Los fuegos artificiales se ven mucho mejor desde el<br />
jardín –dijo.<br />
–Entonces, espera que me vista. No podemos...<br />
–Claro que podemos –aseguró y silenció sus protestas<br />
con un beso.<br />
Era una noche perfecta para contemplar el espectáculo<br />
del volcán. El cielo estrellado conformaba un telón<br />
de fondo ideal para la lava carmesí.
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 106<br />
106<br />
Stefano se acomodó en una tumbona oculta entre los<br />
macizos de flores, instaló a Fallon en su regazo y cubrió<br />
sus cuerpos con la sábana. Ella se reclinó sobre él entre<br />
exclamaciones de admiración.<br />
–Fíjate –dijo–. ¿No es una maravilla?<br />
–Precioso –asintió, si bien sólo podía pensar en el<br />
contacto de su piel y la firme presión de sus pechos en<br />
las palmas de sus manos.<br />
Pero, tenía razón. La vista era espectacular y el Etna<br />
reclamaba toda la atención esa noche. Disparaba sus<br />
bolas de fuego contra el firmamento, pero no había peligro.<br />
Y, tras un momento, Stefano centró toda su atención<br />
en el espectáculo y apoyó su mejilla en la mejilla<br />
de Fallon para disfrutar en su compañía de esa visión.<br />
Al cabo de un rato, se removió algo inquieta.<br />
Stefano dijo algo en siciliano, besó a Fallon y le advirtió<br />
que sólo debía preocuparse por él. El movimiento<br />
de su trasero sobre él mientras se removía de un lado a<br />
otro había tenido sobre su cuerpo un efecto inmediato.<br />
Ella se quedó muy quieta entre sus brazos. Tenía razón.<br />
Sentía la rigidez de su erección contra su cuerpo.<br />
De pronto, el fuego que iluminaba el cielo quedó reducido<br />
a la nada en comparación con el fuego que ardía<br />
en su bajo vientre.<br />
Esa noche había superado con creces sus sueños más<br />
salvajes. No lo había planeado, pero cuando Stefano la<br />
había besado y había confesado que la deseaba, no habría<br />
renunciado a él por nada del mundo.<br />
Y el deseo renacía en su interior.<br />
Poco a poco, muy despacio, giró sobre su cuerpo<br />
hasta que se situó encima, cara a Stefano. Bajó sus largas<br />
pestañas, separó los labios y los humedeció.<br />
–¿Qué efecto inmediato, signore? –murmuró.<br />
Stefano rugió su nombre, tomó su delicado rostro<br />
entre sus manos y besó su boca con tanta pasión que Fallon<br />
dejó escapar un gemido.<br />
–Eres una bruja –dijo con voz ronca–. Una preciosa<br />
bruja muy seductora.
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 107<br />
107<br />
Ella volvió a besarlo y dejó que la punta de su lengua<br />
culebreara en sus labios.<br />
–Estás jugando con fuego, cara.<br />
Sabía que tenía razón, pero ¿qué sentido tenía jugar<br />
sin riesgo? Quería disfrutar de ese momento, de ese<br />
hombre, mientras el cielo ardía. Llevó sus labios a la<br />
oreja de Stefano y le mordió el lóbulo...<br />
Él se estremeció, metió la mano entre sus cuerpos,<br />
indicó lo que pensaba hacerle en un lenguaje muy explícito<br />
mientras se liberaba y penetraba en ella. Fallon<br />
gritó y echó la cabeza hacia atrás, cabalgó sobre él hasta<br />
que alcanzaron un punto extático tan caliente como la<br />
lava que se deslizaba en la falda de la montaña.<br />
–Stefano –dijo con la voz entrecortada, rendida sobre<br />
él–. Nunca había... nunca había experimentado nada<br />
parecido. Nunca, nunca...<br />
Stefano abrazó a Fallon, besándola y meciéndola<br />
mientras su cuerpo seguía temblando entre espasmos de<br />
placer. Al cabo de un rato, se sosegó. Suspiró y se entregó<br />
al sueño. Permaneció sentado, con ella en sus brazos y<br />
la vista fija en el volcán. Y supo que ese despliegue de<br />
pirotecnia era mucho menos intenso que la verdad desnuda<br />
que le desgarraba el alma.<br />
Estaba enamorado de Fallon.
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 108<br />
<strong>Capítulo</strong> 9<br />
FALLON estaba tumbada en una silla reclinable de<br />
caña junto a la piscina, protegida por una sombrilla,<br />
mientras tomaba el sol.<br />
Llevaba un sombrero de paja de ala ancha, gafas de<br />
sol, un bikini y una tonelada de crema protectora. Las<br />
abejas zumbaban en las flores que rodeaban la piscina.<br />
El sonido encajaba con su estado de ánimo.<br />
Lanzó un suspiro, abrió un ojo y decidió que ya era<br />
hora de tumbarse bocabajo. Era lo máximo que había<br />
hecho desde que había dejado que Stefano recuperase<br />
parte del trabajo atrasado, dos horas antes. Incluso era<br />
probable que fuera su máximo esfuerzo desde que se<br />
habían hecho amantes, dos semanas atrás.<br />
Definitivamente, Stefano la mimaba demasiado.<br />
La verdad era que adoraba que se preocupara de ella.<br />
Había algo maravilloso en el hecho de que tu amante te<br />
tratara como si fueras excepcional.<br />
Ningún otro hombre había logrado que se sintiera de<br />
esa manera.<br />
Amaba a Stefano. Era un amor desesperado, apasionado,<br />
romántico. Hacía días que lo sabía, semanas. Y lo había<br />
negado porque le aterrorizaba enfrentarse a esa verdad.<br />
¿Y si él no la amaba?<br />
Procuró no pensar en eso. Vivía en una nube, ajena a<br />
la realidad. Y él también. Se lo había dicho, recostado<br />
entre sus brazos, unas horas antes.<br />
Entonces su mirada se había oscurecido.<br />
–Antes o después, cara –había dicho–, los dos tendremos<br />
que volver al mundo real.<br />
Fallon notó una cierta frialdad pese al calor del sol
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 109<br />
109<br />
de Sicilia. Sabía que se habían refugiado en un maravilloso<br />
mundo de fantasía.<br />
Stefano tenía razón. No podía esperar que se quedara<br />
allí con ella para siempre. Y ella tampoco podía ocultarse<br />
mucho más tiempo. La noche del accidente, Stefano<br />
había telefoneado a la posada en que se había alojado<br />
el equipo. Había dejado un mensaje en recepción<br />
en el que decía, en nombre de Fallon, que había decidido<br />
tomarse unos días de vacaciones y que regresaría<br />
por su cuenta.<br />
Incluso entonces había intentado protegerla.<br />
En cuanto había salido del hospital, había llamado a<br />
su madre y le había dicho que iba a tomarse unas semanas<br />
de vacaciones. Su madre había tragado el anzuelo,<br />
pero su agente, Jackie, no había creído una sola palabra.<br />
Fallon se colocó bocabajo y apoyó la cara en sus<br />
brazos.<br />
Había sido una cobardía mentirle a Jackie. No se trataba<br />
de ganar un poco de tiempo hasta que pudiera<br />
plantarse delante de una cámara, otra vez. Nunca permitiría<br />
que le hicieran más fotografías. Sus cicatrices se<br />
borrarían un poco con el tiempo pero, en líneas generales,<br />
su aspecto actual ya no cambiaría.<br />
Su vida como modelo, Jackie, todo pertenecía al pasado.<br />
Allí estaba a salvo de todo eso. Y era feliz, más de lo<br />
que lo había sido en toda su vida. Nunca había disfrutado<br />
de tanta paz y tanta alegría como en ese lugar junto<br />
a un hombre que había sido un completo desconocido<br />
un mes antes.<br />
Ahora comprendía la expresión de su hermano en el<br />
día de su boda. Keir había entregado su alma a Cassie.<br />
Eso era lo que significaba el amor. Tu pareja podía llevarte<br />
al cielo con un solo beso o mandarte al infierno<br />
con una palabra descortés. Nunca antes se había enamorado,<br />
pero lo había visto en otras personas.<br />
Era muy cuidadosa para no decirle esas palabras a<br />
Stefano, si bien siempre estaban en sus labios.
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 110<br />
110<br />
Quizás fuera Stefano el primero en decirlas.<br />
Quizás despertara un día en sus brazos y él le susurraría<br />
que se moría de ganas de escuchar de su boca...<br />
–Hola.<br />
La voz suave y el cálido aliento de Stefano cosquillearon<br />
su oído. Fallon se volvió y esbozó una sonrisa.<br />
–Hola –rodeó su cuello con las manos y lo besó–.<br />
¿Has trabajado mucho?<br />
–Vaya –señaló, sentándose en la silla, vestido sólo<br />
con un bañador–. ¿Y tú? ¿Has descansado mucho?<br />
–Un poco más de descanso y me convertiré en un<br />
perezoso –dijo con una sonrisa y deslizó sus dedos a lo<br />
largo de su musculoso torso–. Eres mi particular aire<br />
acondicionado. Es muy agradable la frescura que despide<br />
tu cuerpo.<br />
–Me alegra que me des tu aprobación –acarició sus<br />
brazos–. Tú, en cambio, despides tanto calor como un<br />
buen fuego en invierno.<br />
–La culpa es de este sol de Sicilia.<br />
–Y hueles de maravilla –dijo, apartando el pelo y besando<br />
su cuello–. ¿Qué llevas?<br />
–Una fragancia exclusiva, signore.<br />
–Un perfume de mujer –dijo Stefano con una sonrisa,<br />
besó sus labios y sus manos acariciaron su cuerpo<br />
hasta detenerse en sus pechos–. Deberías quitarte este<br />
bañador, cara, y darte un baño de sol de cuerpo entero.<br />
Ella contuvo la respiración mientras Stefano acariciaba<br />
sus pezones.<br />
–¿De cuerpo entero?<br />
–Sí –Stefano alcanzó el cierre del bikini y lo soltó–.<br />
En interés de tu salud, por supuesto.<br />
–Por supuesto. Esa sugerencia no podría estar relacionada<br />
con tu... –lanzó un gemido cuando Stefano<br />
besó su piel desnuda–...intención de desnudarme.<br />
–Y ha funcionado –dijo con una sonrisa grave y muy<br />
atractiva.<br />
–Ha sido brillante –admitió Fallon mientras levan-
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 111<br />
111<br />
taba las caderas para que pudiera quitarle la parte inferior<br />
del bikini–. Es tu turno.<br />
Entonces tomó entre sus manos la erección de Stefano.<br />
Segundos más tarde, estaban desnudos y Stefano enterraba<br />
su miembro en ella. Los suspiros y aromas que<br />
expelían sus cuerpos mientras hacían el amor se mezclaron<br />
con el aire lánguido y salobre.<br />
Al cabo de unos minutos, saciados y exhaustos, permanecían<br />
tumbados y abrazados.<br />
–Deberíamos entrar –dijo ella, perezosa.<br />
–Mmm –murmuró Stefano y se apretó contra ella–.<br />
Enseguida.<br />
–Tengo que ducharme.<br />
–Mmm.<br />
Ella suspiró, cerró los ojos y se acurrucó junto a él.<br />
–¿Quieres que demos un paseo por la playa?<br />
Stefano acarició su espalda con la mano, de arriba<br />
abajo.<br />
–Demasiado esfuerzo.<br />
Los dos sonrieron. Stefano volvió a pensar lo feliz<br />
que le hacía verla sonreír. ¿Seguiría sonriendo cuando<br />
le dijera lo que tenía pensado?<br />
–Ya que lo mencionas –se aclaró la garganta–, había<br />
pensado que hiciéramos algo diferente esta noche. Había<br />
pensado que podíamos salir y cenar temprano en<br />
Catania.<br />
–¿Para qué? –preguntó, súbitamente rígida.<br />
–Ya te lo he dicho –dijo con paciencia–. Una cena<br />
tranquila. Y he pensado que a lo mejor te apetecía mirar<br />
escaparates un rato. Hay algunas galerías cerca del<br />
puerto...<br />
–No estoy de humor para ir de compras.<br />
–En ese caso, iremos únicamente a cenar. He reservado<br />
una mesa en un pequeño café junto al agua...<br />
–No, gracias.
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 112<br />
112<br />
Fallon intentó levantarse, pero Stefano ya lo suponía<br />
y afianzó su posición.<br />
–No te alejes de mí, cara.<br />
–Sólo voy a levantarme, eso es todo. El sol...<br />
–A esa hora, un día entre semana, habrá muy poca<br />
gente en el restaurante.<br />
–Será encantador, seguro –dijo con cortesía.<br />
–Una cena tranquila, un poco de vino...<br />
–He dicho que no.<br />
–Fallon –inclinó la cabeza hacia ella–. Tienes que<br />
encararte con el mundo algún día.<br />
–Y ésta es una forma espléndida de planteármelo<br />
–replicó.<br />
Su tono era amargo, pero no quería que se entablase<br />
una discusión después del trabajo que le había llevado<br />
solucionar un importante asunto de negocios desde su<br />
despacho sin necesidad de volar en persona hasta<br />
Nueva York.<br />
Al final, sus esfuerzos habían resultado vanos. Tendría<br />
que regresar, pero de ningún modo se marcharía de<br />
allí sin aclarar antes las cosas con Fallon.<br />
–Puedes hacerlo –dijo–. Y no estarás sola. Yo estaré<br />
contigo.<br />
Fallon sacó las piernas de la silla reclinable y, esa<br />
vez, Stefano dejó que se incorporase. Se levantó, tomó<br />
una toalla muy grande de la mesa y se cubrió con ella.<br />
–No voy a acompañarte. No puedo expresarlo con<br />
mayor claridad.<br />
–Sí que vendrás. No puedo dejártelo más claro.<br />
–Yo no acepto órdenes –dijo con la mirada encendida–.<br />
Ni de ti ni de nadie.<br />
Stefano se sentó, alcanzó una toalla y se la arrolló en<br />
la cintura. Demonios, estaba complicándolo todo.<br />
–Empecemos de nuevo –dijo–. No quiero que nos<br />
peleemos.<br />
–No –susurró a media voz–. Yo tampoco.<br />
–Bien –exhibió una sonrisa algo forzada y apoyó las<br />
manos en los hombros de Fallon–. Cara, ven conmigo a
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 113<br />
113<br />
Catania y cenemos juntos. Conozco un sitio muy agradable<br />
que estoy seguro de que te gustará.<br />
–Yo también estoy segura –dijo con una sonrisa tan<br />
falsa como la suya–, pero no me siento con ganas para<br />
cenar fuera. Puedes ir tú. Yo cenaré aquí.<br />
–No seas ridícula.<br />
–Intento ser práctica. Seguro que estás a punto de<br />
volverte loco, todo el día encerrado aquí, sin ver a nadie<br />
más, sin hacer nada excepto...<br />
–Esto no tiene nada que ver conmigo y lo sabes.<br />
–De verdad, no me importa –sonrió–. Un anfitrión<br />
no tiene que quedarse atado a la casa sólo porque su invitada...<br />
Stefano maldijo tan sucintamente en inglés como<br />
sólo un nativo de Nueva York era capaz de hacerlo.<br />
Clavó sus dedos en los hombros de Fallon.<br />
–Eso es una tontería –dijo–. Tú no eres mi invitada.<br />
–De acuerdo. Quizás eso sea demasiado formal –admitió.<br />
–Y yo, desde luego, no soy tu anfitrión. Soy el hombre<br />
que...<br />
¿Qué iba a decir? Se quedó mirándola, en blanco.<br />
No era el momento más apropiado para confesarle su<br />
amor. Las declaraciones de ese tipo requerían la luz de<br />
la luna y el perfume de las rosas. Y ahora disfrutaban de<br />
un sol de justicia y el intenso olor del cloro de la piscina.<br />
Además, se había prometido que no diría nada hasta<br />
que estuviera seguro de que ella estaba preparada para<br />
escucharlo. En apenas unas semanas, Fallon había tenido<br />
que asumir un terrible accidente que le había cambiado<br />
la vida. Quería darle tiempo hasta que estuviera<br />
plenamente recuperada.<br />
Y no quería que confundiera sus sentimientos y creyera<br />
que sentía sólo gratitud.<br />
Había estado a punto de estropearlo todo. Había estado<br />
a punto de confesarle su amor sin la menor delicadeza,<br />
de cualquier manera, sin...
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 114<br />
114<br />
–¿El hombre que...? –repitió ella–. ¿Qué ibas a decir?<br />
–...que no puede imaginar ir a ningún sitio sin ti<br />
–dijo, con la mandíbula rígida–. Acompáñame, cariño.<br />
Todo irá bien, te lo prometo.<br />
Era lo más cerca que había estado de decirle que la<br />
amaba. ¿Cómo podría rechazarlo? Fallon respiró hondo<br />
y se abrazó a él.<br />
Una vez más, Stefano aguardó en la terraza mientras<br />
paseaba de un lado a otro.<br />
También había paseado en su habitación, que ahora<br />
compartía con Fallon, y la sala contigua. Y cada vez se<br />
había detenido con la mirada fija frente a la puerta cerrada<br />
del cuarto de baño, preguntándose por qué tardaría<br />
tanto y diciéndose que no era asunto suyo.<br />
Conocía a las mujeres. Había ciertos preliminares<br />
que debían cumplir antes de una cita. Tenían que arreglarse.<br />
Eso no le importaba. Pero temía que Fallon estuviera<br />
paralizada frente al espejo e intentara ocultar un<br />
rostro del que no debía avergonzarse.<br />
Pensó en llamar a la puerta y decírselo. Después lo<br />
había pensado mejor y había decidido esperarla en la terraza.<br />
–¿Stefano?<br />
Se volvió y sus ojos se clavaron en la mujer más deslumbrante<br />
del mundo.<br />
Fallon llevaba un conjunto corto de alguna clase de<br />
tejido vaporoso. Llevaba tirantes y una falda corta que<br />
dejaba a la vista sus piernas. Se había apartado el pelo<br />
del lado de la cara en que no tenía cicatrices, de modo<br />
que caía en cascada sobre la mejilla opuesta. Así suavizaba<br />
las marcas sin ocultarlas.<br />
Era un acto muy valiente y Stefano sintió una oleada<br />
de amor tan plena que se asustó. Una cosa era creer que<br />
estabas enamorado. Pero tener esa certeza, entregar el<br />
corazón por completo a otra persona, era muy diferente.
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 115<br />
115<br />
Y en ese mismo instante supo que eso era exactamente<br />
lo que había hecho.<br />
–¿Estoy bien? –preguntó Fallon y se llevó la mano a<br />
su brillante melena–. He pensado que, puesto que íbamos<br />
a hacerlo, sería mejor hacerlo bien.<br />
–Estás preciosa, cara –dijo mientras se acercaba a ella<br />
y la abrazaba–. Mucho más de lo que puedas imaginar.<br />
Se besaron con intensidad y ternura mientras ella se<br />
apoyaba en su cuerpo.<br />
–No olvides esa idea –susurró Stefano–. ¿De acuerdo?<br />
Estamos haciendo esto, juntos.<br />
Ella sonrió y él la tomó de la mano.<br />
–Estoy asustada –dijo–. No podría hacerlo sola.<br />
–No quiero que hagas nada sin mí –sonrió y la besó<br />
de nuevo.<br />
Entonces rodeó a Fallon por la cintura y se dirigieron<br />
al coche.<br />
Stefano tenía razón.<br />
Había algunas tiendas fantásticas junto al puerto. Fallon<br />
lo arrastró a media docenas de comercios mientras<br />
se maravillaba ante toda clase de artículos.<br />
Al principio se mostró algo reservada, pero enseguida<br />
olvidó su recelo y se entregó a la diversión, ajena<br />
a las posibles miradas compasivas que pudieran dirigirle.<br />
–Tengo que comprar un montón de regalos para mi<br />
familia –dijo.<br />
Stefano ya conocía sus nombres y algo de sus aficiones.<br />
Siguió los pasos de Fallon con buena predisposición<br />
mientras Fallon compraba panderetas para Meg y<br />
Bree, amuletos de la suerte esculpidos en lava para Cullen<br />
y Sean, y una preciosa figura de terracota para su<br />
madre y su padrastro.<br />
Fallon hizo una pausa en la última tienda. Algo había<br />
llamado su atención. Era la figura de un caballero con<br />
armadura. ¿Era un muñeco?
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 116<br />
116<br />
–Estas figuras son marionetas, signorina –señaló el<br />
dependiente, atento a la mirada de Fallon–. Están hechas<br />
a mano. Las marionetas forman parte de la historia<br />
de Sicilia. ¿Le gustaría verlas?<br />
–Stefano –ella lo golpeó en el pecho.<br />
Parpadeó, una sonrisa en su mirada, y ella pensó,<br />
igual que lo había pensado un centenar de veces en las<br />
últimas semanas, hasta qué punto lo adoraba...<br />
Y cuánto había suspirado porque lo que iba a decirle<br />
esa tarde fuera que era el hombre que la amaba.<br />
–Dime, cara. ¿Has visto algo interesante?<br />
–¿Por qué no me esperas fuera? Esta tienda está un<br />
poco llena.<br />
Miró la puerta de la tienda y la calle como un preso<br />
al que hubieran indultado.<br />
–No –dijo con aplomo–. Estoy bien.<br />
–Y yo también. De verdad. Estoy bien –aseguró–.<br />
Puedo ocuparme sola.<br />
Inclinó la cabeza y besó a Fallon. El dependiente carraspeó<br />
a su lado. Fallon se sonrojó y Stefano sonrió,<br />
pero salió a la calle. Tan pronto como desapareció, Fallon<br />
señaló la marioneta vestida de insigne caballero.<br />
–Quiero ésa –dijo y se la llevó envuelta en papel de<br />
regalo para su caballero particular que la había llevado<br />
a vivir a su castillo.<br />
El pequeño café era tan encantador como Stefano<br />
había prometido.<br />
Ocuparon una mesa con vistas al mar. Fallon echó<br />
una mirada a la carta y se dio por vencida.<br />
–Será mejor que elijas tú –dijo.<br />
La comida era deliciosa. El vino era cálido y fuerte.<br />
–Es un poco basto –dijo Stefano–, pero es el vino de<br />
la tierra.<br />
–Es auténtico –replicó Fallon–. Eso está bien. Las<br />
cosas verdaderas son lo que importa.<br />
Stefano tomó su mano y se la llevó a los labios.
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 117<br />
117<br />
–Eres una mujer increíble –dijo con ternura.<br />
–Tú me has dado la fuerza necesaria –sacudió la cabeza–.<br />
Me alegra que no me permitieras quedarme encerrada<br />
en la casa, compadeciéndome.<br />
–Cara. No me refería a...<br />
Notó cómo se tensaba la mano de Fallon. Había palidecido<br />
y en ese momento comprendió que se había olvidado<br />
de las cicatrices. Ella, en algún momento, se había<br />
apartado la melena de la cara y ahora miraba más<br />
allá de su asiento.<br />
Se volvió, dispuesto a enfrentarse con el mundo entero...<br />
y vio a una pareja, sentada en la mesa contigua,<br />
con una niña pequeña de unos cuatro o cinco años. La<br />
chiquilla miraba fijamente a Fallon con una expresión<br />
fascinada. El padre había sujetado a su hija del brazo y<br />
ahora le susurraba algo al oído.<br />
Stefano rezó para que no ocurriese.<br />
–Mami –dijo la niña en un perfecto inglés–, papi,<br />
¿qué le ha pasado a esa señorita en la cara?<br />
La mujer se puso blanca y el padre apretó los labios<br />
con fuerza.<br />
–Calla –dijo en tono severo.<br />
Stefano apretó su mano, pero ella buceó en una parte<br />
de su personalidad que ni siquiera sabía que existía,<br />
tomó aire y dijo, en un tono de voz tan cristalino como<br />
el tintineo de una campana, que no regañaran a la niña.<br />
–He tenido un accidente –añadió y miró a Stefano–.<br />
Pero ya estoy mucho mejor.<br />
Stefano dejó un fajo de billetes en la mesa. Rodeó a<br />
Fallon con el brazo mientras salían del café y caminaban<br />
en dirección al coche. La escena le había afectado<br />
más de lo que aparentaba. Stefano sintió cómo temblaba.<br />
–Has estado maravillosa –dijo.<br />
–Sólo era una niña –respondió con una sonrisa trémula–.<br />
No quería asustarla.<br />
–Repito –dijo de nuevo– que eres una mujer asombrosa,<br />
Fallon O’Connell.
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 118<br />
118<br />
El corazón de Fallon todavía martilleaba en su interior.<br />
Había resultado bastante duro enfrentarse a la niña<br />
y al resto de los comensales, pero estaba contenta.<br />
Sabía que no habría reunido el coraje necesario sin<br />
Stefano.<br />
–Tú también eres bastante asombroso –dijo con una<br />
sonrisa mientras pensaba en la marioneta–. Eres mi caballero<br />
de brillante armadura.<br />
–No soy ningún caballero, cara –se abrazó a ella–.<br />
Sólo soy un hombre. Y, como cualquier hombre, he evitado<br />
decirte algo desagradable.<br />
–¿De qué se trata? –preguntó, precavida.<br />
Levantó la barbilla de Fallon y besó sus labios con<br />
suavidad.<br />
–Me he pasado toda la mañana al teléfono, hablando<br />
con Nueva York. Un acuerdo bastante importante se ha<br />
complicado. Confío en que pueda arreglarlo todo, pero...<br />
–Tienes que volver a la ciudad –dijo mientras mantenía<br />
la sonrisa.<br />
–Sí. Me temo que no hay otro camino. Ojalá existiera<br />
otra fórmula.<br />
–Lo entiendo –asintió.<br />
–Preferiría quedarme aquí contigo antes que marcharme<br />
a Nueva York. Ya lo sabes –señaló Stefano.<br />
Ella asintió de nuevo mientras se preguntaba cuánto<br />
tiempo se ausentaría. Se imaginaba a sí misma paseando<br />
por la playa como la esposa de un capitán de barco, escudriñando<br />
el horizonte mientras aguardaba el regreso<br />
de su hombre.<br />
No parecía muy alentador. No quería quedarse sola y<br />
no se veía esperándolo, sin hacer nada.<br />
–Contaré los días hasta que...<br />
–No puedes esperarme aquí –Stefano tomó aire y lo<br />
soltó despacio–. No podré regresar a Sicilia en varios<br />
meses.<br />
Fallon lo miró fijamente. La gente decía que la vida<br />
pasaba ante los ojos cuando uno se ahogaba, pero era<br />
mentira. Ahora estaba ahogándose y sólo podía pensar
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 119<br />
119<br />
en cómo superaría los siguientes meses con un mínimo<br />
de orgullo.<br />
–¡Ah, bueno! Bueno... –puso las manos en el pecho<br />
de Stefano–. Creo que me has malinterpretado. Claro<br />
que te echaré de menos, por supuesto. Pero ya tendremos<br />
ocasión de volvernos a ver de vez en cuando...<br />
–Cara. ¿Has perdido el juicio? –su voz sonaba<br />
grave–. ¿Por qué lo complicas todo tanto? ¿Realmente<br />
crees que unas pocas semanas juntos han sido suficientes?<br />
Quiero que me acompañes a Nueva York. ¡Y deja de<br />
mirarme como si no comprendieras lo que te estoy diciendo!<br />
Quiero que vivas conmigo y compartas mi vida,<br />
cara. Pero si no es eso lo que tú quieres, dímelo ahora.<br />
¿Qué podía decirle que no desnudara su alma? Fallon<br />
emitió un extraño sonido, entre la risa y el gemido, levantó<br />
la cara hacia él y lo besó. Stefano profundizó en<br />
ese beso, tomó los mandos de la situación y deslizó sus<br />
manos sobre su cuerpo con una urgencia que encendió<br />
todas las alarmas. Ella lanzó una jadeo que propugnaba<br />
su sometimiento. Él le mordió el labio inferior y después<br />
suavizó la piel dañada con la lengua. Ella se estremeció<br />
cuando Stefano se separó y apoyó su frente contra su<br />
melena negra.<br />
–Otro minuto –dijo con voz agitada– y te traeré de<br />
vuelta aquí.<br />
Sus palabras, las imágenes que sugerían, hicieron<br />
que Fallon contuviera la respiración. Susurró su nombre<br />
y llevó la mano hasta la poderosa erección que palpitaba<br />
en su entrepierna.<br />
Stefano masculló una palabra en siciliano, cerró los<br />
dedos sobre la nuca de Fallon y volvió a besarla. Después<br />
entrelazó los dedos de la mano con ella sobre la<br />
palanca de cambio, condujo hasta el castello, subieron<br />
al dormitorio y, en el mundo que habían creado entre<br />
los dos, se entregaron a una pasión desbocada que amenazaba<br />
con consumirlos por completo.
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 120<br />
<strong>Capítulo</strong> 10<br />
ALGO cambió entre ellos esa noche.<br />
Su pasión había crecido en intensidad y se había<br />
vuelto insaciable.<br />
Stefano había dicho que tendrían que levantarse<br />
temprano. Había llamado a su avión privado para que<br />
estuviera listo a las ocho en punto. Pero estaban animados<br />
por un fuego vivísimo e incluso cuando se durmieron,<br />
Fallon se abrazó a él y juntaron los cuerpos en un<br />
único molde.<br />
Se despertó, a lo largo de toda la noche, ante los besos<br />
y las caricias de Stefano que reclamaban un nuevo<br />
capítulo de su ardiente relación.<br />
–¿Es demasiado para ti, cara? –había preguntado en<br />
una ocasión.<br />
–Nunca –susurró ella–. Oh, nunca.<br />
Era cierto. Nunca tenía suficiente. Deseaba someterse<br />
a las exigencias de su cuerpo. Ella le pertenecía. Y<br />
era así como quería que fuera. La asunción de esa certeza<br />
asombró a Fallon. Nunca había querido que nadie<br />
fuera su dueño. La relación de sus padres había resultado<br />
una lección muy amarga.<br />
Pero cada vez que Stefano expresaba en sus besos,<br />
sus caricias y sus palabras que era su dueño, sentía un<br />
verdadero éxtasis.<br />
Y él le pertenecía a ella de la misma manera.<br />
Al amanecer, débil y cálida como un gato, seguía<br />
tumbada entre sus brazos, con la cabeza en su hombro.<br />
–¿Te das cuenta de que no sé nada de ti? –Stefano soltó<br />
una risa débil y ella sonrió–. Ya sabes lo que quiero decir.<br />
–¿Qué te gustaría saber? –la atrajo hacia él.
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 121<br />
121<br />
–Bueno, háblame del castello. ¿Qué pasó con el antiguo<br />
castillo? ¿Por qué construiste uno nuevo?<br />
–Es una historia muy larga y aburrida.<br />
Fallon se tumbó bocabajo sobre él, cruzó los brazos<br />
sobre el torso de Stefano y apoyó la barbilla en las muñecas.<br />
–Cuéntamela.<br />
Acarició el pelo de Fallon y se remontó atrás varios<br />
siglos mientras describía los ataques de los piratas, los<br />
rebeldes y los guerreros que habían intentado la conquista<br />
de esa tierra. Le habló de su abuelo y la promesa<br />
que le había hecho para recuperar lo que había perdido.<br />
–¿Y cómo lo perdió?<br />
–Parece el argumento de una opereta –dijo con una<br />
sonrisa.<br />
Las familias respectivas de sus abuelos estaban enemistadas<br />
y las razones se remontaban en el tiempo hasta<br />
el punto que nadie las recordaba. De alguna manera, sus<br />
abuelos se conocieron y se enamoraron. Se escaparon y<br />
la vieja rivalidad recobró el brío de antaño. Hubo accidentes<br />
poco claros, desapariciones... Finalmente, su<br />
abuelo había decidido que la única manera en que podría<br />
proteger a su esposa y sus hijos sería abandonando<br />
su tierra y empezando de nuevo en América.<br />
–¿Alguna vez se lamentó de su decisión?<br />
–Nunca. Un hombre hace todo lo que esté en su<br />
mano por amor.<br />
Una respuesta muy romántica, acorde con una historia<br />
llena de romanticismo. Se acurrucó junto a él y le pidió<br />
que le contara más cosas de su vida.<br />
Sólo para complacerla, le habló de cosas que nunca<br />
había mencionado a nadie. La pérdida de sus padres. Su<br />
primera reacción cuando se fue a vivir con sus abuelos.<br />
El primer golpe de suerte en el mundo de los negocios.<br />
Ella rectificó y dijo que no había sido suerte, sino<br />
una genialidad.<br />
–No. La fortuna me sonrió –rodó bajo ella–. Igual<br />
que cuando te conocí a ti.
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 122<br />
122<br />
–Tu galantería te abrirá todas las puertas –dijo en un<br />
susurro.<br />
–Eres consciente –dijo tras un beso ardiente– de que<br />
has arruinado mi imagen.<br />
Fallon lo miró y le apartó el pelo de la frente.<br />
–¿Qué imagen?<br />
–Ésa en la que me tildan los periódicos sensacionalista<br />
de lobo solitario. Me apodan il lupo solo.<br />
–Vaya –rodeó su cuello–. Me gusta. Siempre he pensado<br />
que me gustaría amaestrar un lobo salvaje.<br />
–Me alegro –replicó con una sonrisa.<br />
–¿Por qué te llaman así?<br />
–Todo empezó cuando cometí el error de conceder<br />
una entrevista. El periodista empezó a preguntarme cosas<br />
íntimas y me negué a contestarlas –su tono se volvió<br />
más severo–. Tengo una vida pública porque mi trabajo<br />
así lo exige, pero mi vida privada no se somete al escrutinio<br />
de los lectores.<br />
–Sé cómo te sientes. Yo siempre he carecido de vida<br />
privada, al menos desde que empecé mi carrera como<br />
modelo...<br />
–No, por favor –dijo Stefano–. No pienses en el pasado.<br />
Sólo importa el futuro.<br />
Ella asintió, cerró los ojos y él la besó. Estaba pensando<br />
en el futuro, pero ¿qué sentido tendría decírselo?<br />
Tenía mucho trabajo por delante, ahora que volvían a<br />
casa. Sabía que lo distraería.<br />
La gente hablaría de ella. Stefano repetía que las cicatrices<br />
no tenían importancia. Pero, en Sicilia, su<br />
mundo se había circunscrito a ellos dos.<br />
Sería muy diferente en Nueva York.<br />
Pensó en lo que había ocurrido en el café. La niña<br />
había sido muy directa. La gente, de vuelta en casa, no<br />
sería tan franca. Sonreirían delante de ella y cuchichearían<br />
a sus espaldas.<br />
–Cara.<br />
Fallon abrió los ojos y vio la consternación en Stefano.<br />
Deslizó la mano a lo largo de su cuerpo, en una<br />
caricia tan tierna como protectora.
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 123<br />
123<br />
–Estaré a tu lado. Cuidaré de ti.<br />
–Ya sé que lo harás, pero... –tomó la cara de Stefano<br />
entre sus manos–. Estarán encima de ti, Stefano. Me refiero<br />
a los periódicos. Un hombre que, como tú, valora<br />
tanto su intimidad no aceptará de buen grado las cámaras<br />
y los micrófonos.<br />
Sonrió, pero Fallon apreció la dureza instalada en<br />
sus facciones.<br />
–No te preocupes por mí. Sé cómo cuidarme.<br />
Ella asintió, pero no estaba convencida. Por primera<br />
vez desde que le había pedido que viviera con él en<br />
Nueva York, se preguntó si no se había precipitado<br />
en su respuesta. Ella atraería la prensa. Si se instalaba en<br />
su apartamento y se veían a escondidas...<br />
–Olvídalo –dijo Stefano–. No dejaré que te marches.<br />
Observó la sorpresa en su cara, pero había leído su<br />
pensamiento con suma facilidad. Estaba asustada ante<br />
lo que se encontraría en Nueva York y pensaba que quizás<br />
podría desviar la atención si no se dejaba ver.<br />
No iba a permitírselo.<br />
Necesitaba a Fallon en su vida y esa certeza seguía<br />
asombrándolo. Nunca antes había necesitado a otra persona.<br />
Ahora que conocía las bondades de la vida en común<br />
no dejaría que Fallon huyera de su lado.<br />
Se encargaría de todo. Un par de llamadas de sus<br />
abogados, una amenaza de demanda en toda regla y<br />
esos babosos informadores retrocederían.<br />
Además, estaría con Fallon en todo momento.<br />
Ella no tenía nada que temer.<br />
Se prometió que la protegería y después, la besó. Entonces<br />
lo olvidó todo más allá del desatado furor que lo<br />
inundaba cuando tenía a Fallon entre sus brazos.<br />
Stefano había dicho que tenía un apartamento en la<br />
Quinta Avenida.<br />
Fallon se rió cuando lo vio. Si llamaba apartamento<br />
a un dúplex con cuatro dormitorios, seis cuartos de
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 124<br />
124<br />
baño, dos chimeneas, una sauna y una terraza con vistas<br />
a Central Park, entonces el castello era una cabaña en el<br />
campo.<br />
–Es una maravilla, sencillamente –aclaró Fallon.<br />
–¿Tú crees? –dijo Stefano, que había recelado de su<br />
posible reacción.<br />
–¡Ya lo creo! Es increíble. Y las vistas...<br />
–Sí –la sonrisa de Stefano le recordó un crío en Navidad–.<br />
Fue la razón que me impulsó a comprarlo. Un<br />
decorador de interiores se encargó de las habitaciones,<br />
pero creo que todavía le falta algo.<br />
Fallon ya lo había pensado todo. Algunas flores frescas,<br />
unos cuadros pequeños como los que había visto en<br />
un anticuario francés encima del sofá, la alfombra china<br />
sobre el suelo de mármol y las máscaras que había comprado<br />
en Bali en la pared opuesta.<br />
–Tengo... –se aclaró la garganta.<br />
Conocía el cuerpo de ese hombre milímetro a milímetro,<br />
pero la idea de traer a su apartamento algunas de<br />
sus pertenencias le parecía demasiado personal.<br />
–Tengo algunas cosas –dijo de un modo informal–.<br />
Cosas que he recolectado en mis viajes. Y he pensado<br />
que...<br />
¿Qué había pensado? Stefano estaba mirándola con<br />
cierta extrañeza y pensó que, quizás, se había excedido<br />
en sus atribuciones.<br />
–¿Qué habías pensado? –preguntó muy cortés.<br />
–Olvídalo. Era una tontería. Este sitio es perfecto...<br />
–Dime lo que habías pensado –dijo y la rodeó con<br />
sus brazos.<br />
–Bueno... –jugueteó con su corbata–. He pensado<br />
que podría interesarte ver cómo quedaban algunas de<br />
mis cosas...<br />
–Seguro que quedarían de maravilla.<br />
–Pero ni siquiera las has visto.<br />
–No me hace falta. Deja tu apartamento. Traslada todas<br />
tus cosas aquí. Ya no necesitas un apartamento propio.
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 125<br />
125<br />
Deseaba hacerlo, pero la lógica se impuso. ¿Había<br />
pensado seriamente en lo distintas que serían sus vidas<br />
en Nueva York?<br />
–Vayamos paso a paso –dijo con calma–. Esto no es<br />
Sicilia, Stefano.<br />
–Seguimos estando tú y yo –la besó de nuevo–. Nadie<br />
más importa.<br />
–Te has pasado la vida huyendo de la prensa, Stefano.<br />
Yo me he pasado la vida tratando con ellos. No<br />
tendrán piedad. Querrán invadir mi intimidad. Y la<br />
tuya.<br />
–Me ocuparé de la prensa –dijo con acritud.<br />
–Es posible –dijo y paseó la lengua sobre su labio–.<br />
Pero la gente hará preguntas. Y hablará sobre nosotros.<br />
–¿Señor Lucchesi?<br />
Era su ama de llaves. Había disimulado su reacción<br />
ante las cicatrices de Fallon, pero ella había detectado la<br />
mirada piadosa cuando la buena mujer había reconocido<br />
a la acompañante del señor.<br />
–Señor, la señorita Allen está aquí.<br />
Una mujer cruzó enérgicamente el salón hacia ellos.<br />
–Stefano. Lamento molestarte tan pronto después de<br />
tu llegada, pero... –ahí estaban de nuevo el asombro, el<br />
reconocimiento y la compasión–. Han llegado unos documentos<br />
urgentes.<br />
Stefano asintió y presentó a Fallon a su ayudante<br />
personal. Ella sabía que se había distraído con los documentos<br />
y no había observado la reacción de su secretaria.<br />
Se miraron un instante con cierta tensión. Fallon tenía<br />
ganas de decirle: «Sí, soy yo. Y sí, me he cortado la<br />
cara. Y sí, tu jefe me desea pese a todo...»<br />
Pero no dijo nada y, después de un momento, Stefano<br />
se unió a ellas.<br />
–Bueno, si no me necesita... –dijo la ayudante–. Ah,<br />
una cosa más, señor. Esta noche se celebra la Gala Benéfica<br />
en Defensa de los Animales.
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 126<br />
126<br />
–Llama y presenta mis disculpas –dijo, con la mirada<br />
fija en Fallon.<br />
–Pero es usted el invitado de honor y...<br />
–Explícales que se lo agradezco, pero que ha surgido<br />
algo urgente.<br />
–No –exclamó Fallon–. Por favor, no lo canceles por<br />
mi culpa.<br />
–Es tu primera noche en casa –dijo con ternura–. No<br />
voy a dejarte sola.<br />
–Pero, ¿y la cena? El premio...<br />
–Seguro que se las arreglarán sin mí –dijo con una<br />
sonrisa.<br />
Fallon respiró hondo. Había aprendido en su infancia<br />
que la única manera de superar sus miedos era enfrentándose<br />
de cara a ellos.<br />
–Iré contigo –dijo.<br />
–No es necesario. Iremos paso a paso, ¿recuerdas?<br />
–Quiero acompañarte –dijo y, cuando observó el placer<br />
que iluminó los ojos de Stefano, casi creyó en sus<br />
propias palabras.<br />
Después de todo, la gente era civilizada. Ella podría<br />
soportar las miradas y Stefano se encargaría de todo lo<br />
demás. ¿Cómo podía ser tan difícil?<br />
Era malo.<br />
Horrible, si era sincera.<br />
Menos de un mes después, Sicilia había quedado en<br />
la distancia como un sueño.<br />
Para su sorpresa, los periodistas no habían sido tan<br />
problemáticos como había imaginado. Se acercaban<br />
sólo una vez. Estaba convencida de que Stefano había<br />
intervenido de alguna manera. Tan sólo alguna referencia<br />
escueta en las columnas de cotilleos. Para evitarse<br />
problemas, llamó a su madre y le dijo que había<br />
sufrido un accidente antes de que la noticia se extendiera.<br />
Mary estaba preocupada y quería volar a Nueva
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 127<br />
127<br />
York. Fallon mintió, dijo que sus heridas no tenían importancia<br />
y que les haría una visita durante el fin de semana<br />
de la fiesta del Trabajo. El resto de la familia había<br />
estado fuera, por trabajo o vacaciones, así que no<br />
había tenido que engañarlos.<br />
A primera vista, parecía que habían superado los<br />
problemas.<br />
Se trataba de Stefano y lo que había descubierto en<br />
su mirada.<br />
Descubrió lástima. Esa misma conmiseración que<br />
había visto en los ojos de los demás. Su amante tenía<br />
una vida pública muy ajetreada. Un rey podía aspirar a<br />
la privacidad, pero un reino no se gobernaba desde la<br />
sombra. La ciudad dormitaba en los últimos coletazos<br />
del verano y la vida se había trasladado al este, hacia los<br />
Hamptons.<br />
Beneficios, galas benéficas, subastas. Cada día llegaba<br />
una invitación y Stefano siempre le preguntaba si<br />
quería que fueran, confiado en que rechazaría el plan.<br />
Pero ella siempre asentía porque no quería que cambiara<br />
su vida por su culpa.<br />
Fallon se había acostumbrado a las marcas de su<br />
cara. Una década sometida a la disciplina del maquillaje<br />
había servido para algo. Podía cubrírselas y, desde<br />
cierta distancia, apenas se notaban.<br />
De cerca, en cambio, las cosas eran muy diferentes.<br />
A todas las celebraciones a las que acudían, Stefano<br />
siempre la llevaba de la mano, se la presentaba a todo el<br />
mundo y dejaba claro que ella le importaba.<br />
Todo el mundo afirmaba que era un placer conocerla<br />
y convenciones de ese tipo. Pero ella siempre veía la secuencia<br />
de emociones que surcaban sus expresiones y<br />
sabía que no dejaban de preguntarse cómo era posible<br />
que Stefano se hubiera desterrado del mundo con una<br />
mujer con su aspecto.<br />
Pero Stefano sentía lástima por ella. ¿Qué otra cosa<br />
podía significar esa mirada tan lóbrega?<br />
Una mujer demandaba muchas cosas de su amante.
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 128<br />
128<br />
Pasión, ternura, fidelidad y compasión. Pero, ¿lástima?<br />
Nunca.<br />
Y lo peor era que comprendía lo que había ocurrido.<br />
En Sicilia, su rostro había abarcado toda la realidad.<br />
Stefano podía mirarla y reconocerla más allá de las heridas.<br />
Y, para ser justa, creía que todavía podía hacerlo.<br />
Pero, ¿cuánto tiempo?<br />
Las mujeres de su círculo tenían unos rostros perfectos,<br />
por efecto de la naturaleza o gracias a la pericia de<br />
los cirujanos plásticos.<br />
Había sopesado esa posibilidad, pero no estaba preparada.<br />
Quería acostumbrarse a su nuevo aspecto antes<br />
de tomar ninguna decisión precipitada.<br />
Sólo quería que Stefano le dijera que la amaba a pesar<br />
de sus cicatrices.<br />
Por las noches, se abrazaba a él, consciente de que<br />
estaba tan despierto como ella, preguntándose qué pensaría.<br />
Quería preguntárselo, pero tenía miedo. Si estuviera<br />
en lo cierto y fuera lástima lo que había visto en<br />
su mirada...<br />
No, no quería pensar en esas cosas.<br />
Quizás dispusiera de demasiado tiempo libre. Siempre<br />
había trabajado muy duro. Nunca había pasado<br />
tanto tiempo sentada, sin hacer nada productivo.<br />
Una mañana, después de que Stefano se marchara a<br />
una reunión, se vistió con un traje de Chanel y acudió a<br />
la oficina de su agente. Ya había hablado con Jackie y le<br />
había contado el accidente, pero no se habían visto todavía.<br />
Era duro cruzar los pasillos de la agencia, repletos de<br />
fotos de chicas perfectas entre las que ella misma figuraba,<br />
y más duro todavía soportar la mirada indulgente<br />
de Jackie cuando se quitó las gafas oscuras.<br />
–Necesito un trabajo –dijo con total franqueza.<br />
–No puedo ofrecerte nada –replicó Jackie sin ningún<br />
rubor–. Tu cara...<br />
–Pero conoces a mucha gente. Seguro que has oído<br />
cosas.
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 129<br />
129<br />
–Bueno, sí –se llevó el dedo índice al labio–. De hecho,<br />
ayer almorcé con Carla Kennedy. ¿No hiciste tu último<br />
reportaje para ella?<br />
–¿Crees que Carla tiene un puesto para mí?<br />
–Está buscando un ayudante –Jackie sonrió–. Un recadero.<br />
Tráeme esto y lo otro... Ya sabes de lo que hablo.<br />
Alguien que le quite de encima los moscones. Sacarías<br />
lo suficiente para pagar las facturas. Claro que he<br />
oído que ya tienes a alguien que se haga cargo de tus<br />
gastos.<br />
–Gracias por el soplo –se incorporó–. Por cierto, nadie<br />
paga mis facturas. He ganado mucho dinero en mi<br />
trabajo. Deberías saberlo, puesto que te llevabas limpio<br />
el quince por ciento de mis ganancias.<br />
–Sólo quería decir que...<br />
Fallon no quería escucharlo. Salió de su despacho,<br />
cruzó la sala de espera abarrotada de jóvenes provenientes<br />
de pueblos de los que nadie había oído hablar<br />
jamás y llamó a un taxi. Se presentó en las oficinas de<br />
Sueños Nupciales.<br />
Dio su nombre en recepción y no se arrugó cuando<br />
la chica abrió los ojos de par en par al reconocerla.<br />
Carla salió del despacho para recibirla.<br />
–Cielo –dijo–. ¡Oh, pobrecilla! Me enteré de lo ocurrido<br />
el otro día. Dios Santo, ¡tu cara! Querida, ¿qué<br />
piensas hacer? ¿Ya has visto a algún cirujano plástico?<br />
–No –replicó enérgica–. He oído que estás buscando<br />
una ayudante.<br />
–Sí. ¿Por qué te interesa tanto? –su sonrisa se enfrío–.<br />
También he oído que mantienes una relación con<br />
Stefano Lucchesi. ¿Es cierto?<br />
–No he venido para charlar sobre mi vida –señaló<br />
con cierta ironía–. Con respecto a ese trabajo de ayudante...<br />
–¿Qué pasa con eso? –Carla parpadeó–. ¿Es para ti?<br />
¿Te interesa? No me digas que tu chico no paga tus facturas,<br />
querida. Está podrido de dinero.<br />
–Ese puesto –repitió con frialdad–. ¿Existe o no?
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 130<br />
130<br />
Carla acompañó a Fallon a su despacho, indicó una<br />
silla para ella mientras se apoyaba en la mesa y cruzaba<br />
las piernas.<br />
–No es un trabajo para una estrella –dijo.<br />
–Ya lo supongo.<br />
–Trescientos a la semana –dijo bruscamente–. Media<br />
hora para el almuerzo y no tendrás seguro médico ni seguro<br />
dental. ¿Sigues interesada?<br />
Fallon había ganado mucho más en una sesión de<br />
diez minutos, pero el dinero no le importaba. Necesitaba<br />
sentirse útil y emplear su tiempo.<br />
–Sí –afirmó y tendió su mano, pero Carla ignoró el<br />
gesto.<br />
–¿Sabe tu novio que vas a trabajar para mí?<br />
–Todavía no se lo he dicho.<br />
Carla pareció divertida.<br />
–Estás contratada –dijo y sonrió como un gato ante<br />
una pecera.<br />
Fallon aguardó una semana antes de contárselo a<br />
Stefano.<br />
Tenía la impresión de que no le gustarían sus noticias.<br />
No dejaba de pensar en su segundo día de trabajo en Sicilia.<br />
Carla había recibido una llamada, había mirado hacia<br />
el castello como si hubiera visto un fantasma y se había<br />
largado de la isla. Y estaban las mentiras que Carla le había<br />
contado acerca del propietario del castillo.<br />
¿Qué estaba pasando?<br />
¿Por qué nunca se lo había preguntado a Stefano?<br />
Sabía que algo había ido mal en el acuerdo al que<br />
había llegado con Carla y la revista, pero sólo era una<br />
preocupación más a la que darle vueltas.<br />
¿Por qué permitiría un hombre tan celoso de su intimidad<br />
que una revista violara su entorno privado para<br />
un reportaje fotográfico?<br />
Todo había ocurrido muy deprisa en Sicilia y también<br />
estaba pasando allí. Se estaba abriendo una grieta
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 131<br />
131<br />
en su relación con Stefano. Era mínima y todavía se<br />
abrazaban por las noches y hacían el amor con la misma<br />
entrega. Pero la fluidez de sus charlas había dado paso a<br />
una cortesía recelosa.<br />
Aguardó para hablarle de su trabajo hasta que tuvieron<br />
una noche tranquila en casa.<br />
–Stefano –él levantó la vista de una revista y ella<br />
tragó saliva–. Tengo un trabajo.<br />
–¿Un trabajo? –parecía perplejo.<br />
–Sí –sintió–. Empecé la semana pasada.<br />
–¿Trabajas desde la semana pasada y me lo dices<br />
ahora?<br />
Fallon se sonrojó. Stefano lo notó enseguida y, por<br />
un momento, se arrepintió. Pero, ¿por qué no debía enfadarse?<br />
Fallon estaba distinta. Se había vuelto reservada.<br />
¿Y ahora había encontrado un trabajo y no se lo<br />
decía? ¿Acaso no era feliz a su lado?<br />
–Trabajo en Sueños Nupciales como asistente personal<br />
de Carla Kennedy.<br />
–¿Trabajas con Carla?<br />
–Sí.<br />
–¿Por qué?<br />
–Pues porque necesitaba un asistente y me ofreció el<br />
puesto.<br />
–¿Te llamó, caída del cielo, y te ofreció un puesto de<br />
trabajo?<br />
–No, claro que no.<br />
–¿Fue idea tuya?<br />
–¡Maldita sea! ¿A qué viene este interrogatorio? Sí,<br />
fue idea mía.<br />
–¿Y lo hiciste sin consultarme?<br />
–Sí.<br />
Stefano tiró a un lado la revista. ¿Qué diablos estaba<br />
pasando? ¿Acaso la mujer que se conformaba con pasear<br />
por los acantilados se aburría tanto con él que había<br />
pedido trabajo a su antigua amante?<br />
Pero Fallon no lo sabía. Carla, por su parte, estaría<br />
muerta de risa.
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 132<br />
132<br />
–Bien, se acabó ese trabajo tuyo –dijo con inusitada<br />
calma–. Llámala por la mañana y dile que lo dejas.<br />
–¿Perdona?<br />
–No te hace ninguna falta ese trabajo, Fallon. Si necesitas<br />
dinero...<br />
–No se trata de dinero –se sonrojó todavía más.<br />
–No hay nada malo en eso...<br />
–¿Es que estás sordo? –se puso en pie–. Puedo mantenerme<br />
sola perfectamente.<br />
–¿Y por qué has aceptado un trabajo con Carla Kennedy?<br />
–Me gusta el trabajo. Y lo necesito.<br />
Stefano asintió, pero no lo comprendía. ¿Necesitaba<br />
trabajar? ¿Por qué? Ahora lo tenía a él. Podía decorar de<br />
nuevo ese mausoleo que era su apartamento. Podía reunirse<br />
con él en su despacho para almorzar juntos. Podía<br />
hacer lo que quisiera, siempre que contara con él.<br />
Fallon había cambiado desde que habían regresado<br />
de Sicilia.<br />
–¿Qué significo para ti, Stefano? –preguntó con<br />
calma–. Dímelo.<br />
Tenía la lengua pastosa. Ella era su corazón, su<br />
amada. Pero, ¿cómo podía admitirlo frente a ella hasta<br />
que no estuviera preparada y se aceptara?<br />
–Eres mi responsabilidad –dijo con cautela–. Quiero<br />
cuidarte, Fallon. Ya lo sabes.<br />
Ella asintió. No había sido la respuesta por la que había<br />
suspirado, pero había sido sincero.<br />
–Sí, lo sé. Pero tienes que saber que ya ha llegado el<br />
momento de que me ocupe de mí misma –dijo Fallon.<br />
Stefano tragó saliva y apaciguó su ira. Avanzó hacia<br />
ella y la abrazó.<br />
–Cara. No tiene sentido que discutamos por esto.<br />
–Tienes razón –se sentía a gusto entre sus brazos.<br />
–Si quieres trabajar, adelante. Pero no trabajes para<br />
Carla.<br />
–¿Por qué no?
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 133<br />
133<br />
–Es una mentirosa –dijo–. No se puede confiar en<br />
ella.<br />
–¿Y cómo lo sabes?<br />
Era, como siempre, aguda e incisiva. Sentía admiración<br />
por ella mientras buscaba una respuesta. ¿Cómo le<br />
decía un hombre a la mujer que amaba que había tenido<br />
una relación con otra mujer que ella conocía? ¿Una mujer<br />
que vería cada día? Sabía que Fallon era muy consciente<br />
de que había tenido una intensa vida sentimental,<br />
pero...<br />
Un hombre decía esas cosas con cuidado. Y eso implicaba<br />
que no debía confesarlo ahora que estaba enojada<br />
con él.<br />
–Carla y yo teníamos un acuerdo para el reportaje en<br />
el castello y lo incumplió.<br />
–He pensado mucho en eso. ¿Cómo permitiste a la<br />
revista que realizara ese reportaje en tu propiedad?<br />
–Carla me hizo una oferta que no pude rechazar<br />
–dijo con una sonrisa cauta.<br />
–¿Qué oferta?<br />
–¿Tenemos que discutirlo ahora? –dijo con impaciencia<br />
mientras acariciaba sus brazos–. Si quieres trabajar,<br />
preferiría que buscaras otra cosa. ¿Lo harás? ¿Por<br />
mí?<br />
Fallon suspiró. Stefano había hecho muchas cosas<br />
por ella y seguro que podía complacerlo en ese asunto.<br />
–¿Lo harás? ¿Por favor?<br />
–Está bien. Si eso es lo que quieres, lo haré.<br />
Se apoyó en él, sintió su calor y su fuerza, y supo<br />
que lo que quería discutir con Stefano no tenía nada que<br />
ver con Carla.<br />
–Respóndeme a una cosa –dijo en voz baja–. ¿Qué<br />
pensarías si fuera a ver a un cirujano plástico?<br />
La expresión de Stefano no cambió y una rigidez severa<br />
se apoderó de su cuerpo. Observó las cicatrices<br />
con cierto sentimiento de culpa.<br />
–La decisión sólo dependería de ti –dijo–. No me<br />
gustaría influir en tu postura.
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 134<br />
134<br />
Fallon asintió. Quería echarse a llorar, pero se contuvo.<br />
¿Qué respuesta habría convenido? ¿Acaso que la<br />
deseaba por cómo era ahora y no por lo que había sido<br />
en el pasado?<br />
De alguna manera, forzó una sonrisa.<br />
–Gracias –dijo– por tu sinceridad.<br />
–Yo nunca te mentiría.<br />
No era cierto y lo sabía. Mentía cada día al ocultarle<br />
que la amaba.<br />
Y había mentido en ese momento al asegurarle que<br />
no le importaba que se sometiera a una operación de cirugía<br />
plástica.<br />
Y había mentido cuando no le había hablado de Carla.<br />
«Soy despreciable. El único momento en que soy<br />
sincero es cuando hacemos el amor».<br />
Y besó sus labios con furia hasta que ella se aferró a<br />
él y susurró su nombre entre jadeos. Entonces llevó a<br />
Fallon a su habitación y buscó la expiación de su culpabilidad<br />
a lo largo de toda una noche de entrega y pasión.
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 135<br />
<strong>Capítulo</strong> 11<br />
ALA MAÑANA siguiente, Stefano se encerró en<br />
su despacho antes del desayuno. Apareció al<br />
cabo de un rato y le informó que tenía que volar<br />
fuera de la ciudad, pero que regresaría a tiempo para la<br />
cena.<br />
–Solos, tú y yo –dijo mientras abrazaba a Fallon–.<br />
¿Te parece bien?<br />
Era maravilloso. Habría vendido su alma por más citas<br />
como aquélla.<br />
–Sí –asintió–. Me parece muy bien.<br />
–Lamento que anoche perdiera los estribos –apoyó<br />
la cabeza en su frente–. No tendríamos que haber discutido.<br />
–Fue culpa mía –rodeó el cuello de Stefano con sus<br />
brazos–. Tendría que haberte contado que tenía trabajo.<br />
–Hay cosas que yo también tendría que contarte –y<br />
la abrazó con tanta fuerza que pareciera que no quisiera<br />
desprenderse de ella nunca–. Tenemos que hablar.<br />
–Esta noche –dijo ella.<br />
–Sí, esta noche –repitió Stefano.<br />
Volvió a besarla. Hubo algo en ese beso que asustó a<br />
Fallon, una especie de punto final. Pero, antes de que<br />
pudiera preguntárselo, había salido por la puerta.<br />
Tenía que dejar su empleo. A Carla no le divertiría la<br />
idea. Se había revelado como una jefa con muy poca<br />
paciencia y ahora estaba poniendo en orden todos sus<br />
archivos. Se quedaría una semana más, si Carla se lo<br />
pedía. Stefano era un hombre de negocios y seguro que<br />
lo entendería.<br />
Y después tenía que enfrentarse a su decisión acerca
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 136<br />
136<br />
de la cirugía. Ya lo había descartado, por el momento.<br />
Quería asegurarse que lo hacía por ella y por nadie más.<br />
Amaba a Stefano, y deseaba decírselo, pero una decisión<br />
tan radical tenía que ser sólo suya. Fallon tomó<br />
aire, exhaló, se miró en el espejo una última vez y salió<br />
por la puerta del apartamento.<br />
La oficina de Sueños Nupciales era un verdadero<br />
caos.<br />
Carla caminaba de un lado a otro, ladrando enfurecida<br />
a todo el mundo, acusándolos de una conspiración<br />
que sólo buscaba hundirla.<br />
En esas circunstancias, Fallon no tuvo el coraje de<br />
notificarle que dejaba el trabajo.<br />
Las cosas se calmaron un poco a media tarde y Fallon<br />
asomó la cabeza a través de la puerta entreabierta<br />
del despacho de Carla.<br />
–Carla, ¿tienes un minuto?<br />
–Apenas –repicó irritada–. Espero que vengas para<br />
decirme que ya has terminado con esos malditos archivos.<br />
–Todavía no. Necesitan un repaso general...<br />
–No quiero excusas, Fallon. Limítate a hacer bien tu<br />
trabajo e infórmame cuando hayas terminado –dijo.<br />
Fallon cerró la puerta del despacho y entró. Carla la<br />
miró, sorprendida, mientras tomaba asiento al otro lado<br />
de la mesa.<br />
–He venido para decirte que lo dejo –apuntó–. Me<br />
ocuparé de los archivos, pero tendrás que buscar a otra<br />
persona.<br />
–Tendría que haberlo supuesto –entrecerró los ojos y<br />
se recostó en la butaca–. Te crees demasiado buena para<br />
este trabajo.<br />
–No se trata de eso. Me voy por razones personales,<br />
Carla. No tiene nada que ver contigo.<br />
–¿Qué razones?<br />
–No creo que debamos discutirlo –se levantó–. Creí
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 137<br />
137<br />
que sería justo informarte con un poco de tiempo. Si necesitas<br />
que me quede la semana que viene...<br />
–Se trata de tu novio.<br />
–¿Qué? –se sonrojó–. No, Stefano no tiene nada que<br />
ver...<br />
–No le gusta que trabajes para mí, ¿verdad?<br />
–Ya te he dicho que...<br />
–No se te dan bien las mentiras, O’Connell –Carla se<br />
echó hacia delante, sonriente–. ¿De qué se trata? ¿Cree<br />
que este trabajo es poco para ti? ¿Teme que la gente<br />
murmure que no puede mantenerte?<br />
–No pienso discutir contigo mi vida privada –dijo, y<br />
fue hacia la puerta–. Tal y como te he dicho, si necesitas<br />
que venga la semana...<br />
–¿O tiene miedo de que la mujer con la que se acostaba<br />
hace dos meses y la mujer que ahora comparte su<br />
cama se sienten y comparen sus experiencias?<br />
Fallon sintió que la sangre se agolpaba en su cabeza.<br />
Su mano se paralizó sobre el pomo de la puerta. Intentó<br />
darse la vuelta.<br />
–Los hombres son muy curiosos –apuntó Carla–.<br />
Siempre preocupados por esas pequeñas comparaciones.<br />
Claro que no habría motivo. Ambas sabemos que<br />
es un amante magnífico. Claro que me pregunto si te<br />
hace las mismas cosas que inventaba conmigo. Esos<br />
juegos traviesos, sujetándote las manos...<br />
–¡Basta! –se giró hacia la otra mujer–. Ya está bien.<br />
–¿Por qué? Estamos en el siglo veintiuno, Fallon.<br />
Las mujeres pueden hablar tranquilamente de sexo si...<br />
–hizo una pausa y una sonrisa maliciosa curvó sus labios–.<br />
No lo sabías. Stefano no te lo dijo. Trabajas para<br />
mí y no sabías que conozco a tu hombre tan bien como<br />
tú. Mejor, seguramente.<br />
Fallon miró fijamente el rostro frío y atractivo, la<br />
odiosa sonrisa y esos ojos venenosos. Su actitud era ridícula.<br />
Stefano no era un monje. Claro que habían existido<br />
mujeres en su vida. Ella también había tenido hombres.<br />
¿Qué importaba?
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 138<br />
138<br />
Pero tenía su importancia. Sin embargo, Stefano no<br />
se lo había dicho y le había mentido. ¿No se le había<br />
ocurrido que se sentiría humillada cuando lo descubriera?<br />
–Siéntate –dijo Carla– antes de que te desmayes.<br />
–Estoy bien –dijo y se hundió en una silla.<br />
–¿De verdad no te lo dijo?<br />
–No –sacudió la cabeza.<br />
–Vaya –cruzó los brazos sobre el pecho–. Supongo<br />
que no podemos culparlo. Ocurrió todo tan deprisa.<br />
Corté mi relación con él y, al instante, se juntó contigo...<br />
–¿Tú terminaste la relación?<br />
–Por supuesto. Y Stefano no se lo tomó nada bien.<br />
Llevábamos juntos seis meses. Supongo que dio por<br />
sentado... En todo caso, las mujeres no abandonan a<br />
hombres de su clase. Eso piensa él, claro –su voz se<br />
volvió melosa–. ¿Seguro que quieres oír el resto de la<br />
historia?<br />
–No me importa –replicó Fallon.<br />
–Bueno, ya es agua pasada –suspiró–. Sabía que era<br />
capaz de cualquier locura. Estaba tan herido cuando lo<br />
dejé que... Bueno, no quiero decir que relacionarse contigo<br />
haya sido una tontería, pero estaba siendo vengativo.<br />
No quiso dejarme que entráramos en el castillo y<br />
me llamó al segundo día para asegurarme que había encontrado<br />
la manera para obligarme a que me quedara a<br />
su lado...<br />
Carla seguía con sus explicaciones, pero Fallon ya<br />
no la escuchaba. Esa llamada en el segundo día de trabajo<br />
y la salida apresurada de Carla. Todo encajaba.<br />
–Lo siento, Carla –se incorporó–. Pero tengo que<br />
marcharme.<br />
–¿Te he molestado?<br />
¡Menuda bruja! Ése había sido el único propósito de<br />
su charla. ¿Acaso Carla pensaba que era tan inocente<br />
para no darse cuenta?
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 139<br />
139<br />
–No –dijo, y forzó una sonrisa–. En absoluto. Los<br />
hombres son imposibles. No me explico por qué podría<br />
molestarle a Stefano contarme que habías tenido una relación.<br />
–Tienes razón –dijo Carla–. ¿Querida? ¿Quieres el<br />
nombre de ese cirujano plástico del que te hablé? Estoy<br />
segura de que esas cicatrices no suponen un problema<br />
para ti, pero Stefano...<br />
–¿Sí? –preguntó Fallon.<br />
–Nada. Pero es muy perfeccionista.<br />
–Mi cara no supone un problema para él –dijo con<br />
frialdad–, si te refieres a eso.<br />
–Puede que no, pero la gente habla de esas cosas. En<br />
todo caso, ha demostrado tanta compasión por ti que...<br />
–Sí, en efecto –dijo, segura de que la forma de defenderse<br />
era un ataque directo–. Quizás por eso nunca<br />
me ha mencionado su relación contigo, Carla. Supongo<br />
que no le dejaste una huella muy profunda.<br />
Había sido algo patético, pero no había encontrado<br />
una salida mejor. Fallon se puso la chaqueta, tomó el<br />
bolso y salió a la calle. Stefano había dicho que volvería<br />
pronto para la cena. Y entonces, hablarían sobre la integridad<br />
y las relaciones personales.<br />
Stefano abrió la puerta principal y dejó las llaves y el<br />
maletín sobre la mesa.<br />
Llamó al ama de llaves, pero recordó que era su día<br />
libre.<br />
Había vuelto a la ciudad antes de lo previsto y no tenía<br />
ganas de ver a nadie. Sólo deseaba desnudarse,<br />
darse una buena ducha, ponerse cómodo y prepararse<br />
un cóctel Margarita antes de que ella volviera a casa.<br />
Stefano dejó la ropa sobre una silla en el vestidor.<br />
Tenía mucho que pensar. Ya había cometido algunos<br />
errores muy serios. Estaba convencido de que amaba a<br />
Fallon y tendría que habérselo dicho. Abrió el agua de<br />
la ducha, se colocó debajo del chorro y agradeció el
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 140<br />
140<br />
efecto del agua sobre sus músculos. Estaba muy cansado<br />
y apenas había dormido la noche anterior.<br />
Era terrible que la mujer que amaba estuviera trabajando<br />
para una mujer que despreciaba. ¡Demonios!<br />
Ése había sido su segundo error. Tendría que haberle<br />
confesado a Fallon que había mantenido una relación<br />
sentimental con Carla. Pero se había acobardado.<br />
Stefano cerró el agua y buscó una toalla.<br />
Bueno, estaba decidido a enfrentarse a la situación<br />
de una vez por todas. En cuanto ella entrara por la puerta,<br />
se sentaría y le diría, en primer lugar, que la amaba. Enrolló<br />
la toalla en su cintura y sonrió. Pero esa sonrisa se<br />
desvaneció cuando recordó que no le había explicado a<br />
Fallon el motivo de su vuelo a Boston.<br />
Un amigo suyo dirigía allí uno de los departamentos<br />
más prestigiosos del hospital. Jeff era cirujano torácico.<br />
Literalmente, tenía en sus manos los corazones de las<br />
personas. Era el mejor y Stefano había supuesto que conocería<br />
a los mejores.<br />
Si Fallon quería someterse a una intervención, sería<br />
sólo con el mejor médico.<br />
–¿Cómo son las cicatrices? –había preguntado Jeff.<br />
–No tan malas como para someterse a una operación<br />
–había contestado y Jeff había arqueado las cejas.<br />
–¿Es una decisión personal?<br />
–Por supuesto –había señalado sorprendido–. ¿Por<br />
qué iba a hacerlo si no?<br />
–Por ti, quizás –había aventurado– A lo mejor<br />
piensa...<br />
–Yo la quiero tal como es. Y ella lo sabe. Mira, era<br />
modelo. Pensaba que se miraba en el espejo y sólo veía<br />
esas cicatrices, pero me equivocaba.<br />
–Sí, eso ocurre. Está bien, Stefano. Te daré los nombres<br />
de los dos mejores cirujanos de Nueva York.<br />
–¿Son los mejores?<br />
–Por supuesto. Siempre que la señorita esté convencida.
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 141<br />
141<br />
–Desde luego. Hablaré con ella y procuraré disuadirla.<br />
–No lo harás.<br />
–Claro que sí. Anoche me pilló desprevenido, pero<br />
no voy a permitir que se someta a esa operación si...<br />
¿Qué?<br />
–Escucha, te entiendo. Estás enamorado. Quieres<br />
cuidar de ella. Pero se trata de su cara, Stefano. Es su<br />
vida y es su elección. Acompáñala a la consulta, escucha<br />
las ventajas y los inconvenientes, opina si ella te lo<br />
pide, pero no intentes convencerla.<br />
–Es una decisión crucial en su vida, Jeff. No puedo<br />
permitirle que...<br />
–Claro que puedes.<br />
Stefano buscó los pantalones, metió la mano en el<br />
bolsillo y sacó el papel en el que había apuntado los<br />
nombres de los cirujanos. De acuerdo, Jeff era médico.<br />
Y él sólo era un hombre perdidamente enamorado. Acataría<br />
la decisión de Fallon.<br />
La puerta se abrió y se cerró de un portazo.<br />
–¿Fallon? –Stefano frunció el ceño.<br />
Sí, era ella. Reconoció el ruido de los tacones mientras<br />
subía las escaleras. Se peinó deprisa el pelo húmedo.<br />
Había llegado muy pronto y no había tenido<br />
tiempo de preparar los cócteles...<br />
–Stefano.<br />
Se volvió hacia la puerta. Apenas llevaba unas horas<br />
alejado, pero al verla sintió cuánto la había echado de<br />
menos.<br />
–Cara...<br />
Entonces se fijó en su expresión, fría y tensa. Se avecinaban<br />
auténticos problemas.<br />
–¿Qué ocurre?<br />
Fallon tiró el bolso sobre la cómoda, pero aterrizó en<br />
el suelo. Ninguno de los dos se movió para recogerlo.<br />
–¿Por qué tendría que pasar nada?<br />
–Bueno, no lo sé. Pero tu mirada...<br />
–¿Qué? ¿Parezco furiosa, enfadada? –se cruzó de
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 142<br />
142<br />
brazos y clavó sus ojos en él–. ¿Qué aspecto tengo, Stefano?<br />
–Cariño –se aclaró la garganta, seguro que algo había<br />
ido mal con Carla–. ¿Esto tiene algo que ver con lo<br />
que discutimos anoche?<br />
–Creo recordar que no discutimos nada anoche. Mejor<br />
dicho, yo hablé y tú me evitaste.<br />
–No te entiendo –dijo, receloso.<br />
–Es muy sencillo. Hablé, te hice preguntas. Y tú sólo<br />
diste rodeos. ¿Por qué tenía que dejar mi trabajo? ¿Por<br />
qué no querías que trabajase con Carla? Sencillamente,<br />
ésa era tu voluntad.<br />
Notaba su pulso acelerado. Había elaborado las pautas<br />
de su discurso de camino a la casa y había tomado<br />
una decisión en firme.<br />
No lloraría. No dejaría que supiera la humillación<br />
que había sufrido al enterarse de lo suyo con Carla. No<br />
le diría que la noticia la había destrozado.<br />
–Eres un hijo de perra –dijo y sus buenas intenciones<br />
se volatilizaron–. ¿Por qué no me dijiste que habías sido<br />
el amante de Carla?<br />
–Escucha –dijo–. Ya sé que tendría que habértelo dicho.<br />
–Te abandonó. Ella te dejó y te sentiste muy desgraciado.<br />
–Yo terminé con ella.<br />
–Eso es lo que te gustaría.<br />
–Fui yo quien rompió la relación, Fallon. Prohibí<br />
que el equipo entrara en el castello porque no quería<br />
que ella pusiera el pie en mi casa.<br />
–¡Por favor! Mientras dormía en tu cama, te pareció<br />
bien concederle todos sus caprichos. Pero en cuanto te<br />
dejó...<br />
–¿Eso te ha contado? –su expresión se oscureció–.<br />
Es falso.<br />
Fallon quería creerlo, pero ya le había mentido antes.<br />
–Ya te expliqué por qué te observé mientras trabaja-
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 143<br />
143<br />
bas –cerró los puños sobre las muñecas de ella–. Sólo te<br />
miraba a ti. Nuestro encuentro en el aeropuerto cambió<br />
mi vida. Te vi y te deseé...<br />
–Y siempre consigues lo que te propones. ¿Así encaras<br />
la vida?<br />
Stefano liberó sus manos, dio media vuelta y caminó<br />
por la habitación. Murmuró algo que su abuela siciliana<br />
no habría tolerado y se acercó a ella de nuevo.<br />
–No pienso pelearme contigo –dijo con la máxima<br />
serenidad–. Admito que me equivoqué al ocultártelo.<br />
–Sí. Tendrías que habérmelo dicho. Si me qui..., si<br />
me respetaras, anoche me lo habrías dicho –corroboró<br />
Fallon.<br />
–Tienes razón. Fue una estupidez por mi parte.<br />
Vaciló un instante. Tenía noticias que seguramente la<br />
harían muy feliz. Pero, ¿cómo se lo diría si estaba temblando<br />
a causa de la ira?<br />
–¿No quieres saber dónde he estado hoy?<br />
–No.<br />
–He volado a Boston para ver a un viejo amigo.<br />
–Me alegro por ti. ¿También te has acostado con<br />
«él»?<br />
–¡Por el amor de Dios, Fallon! –soltó las manos y<br />
respiró hondo–. Intento decirte algo importante. Algo<br />
que estoy seguro de que te hará feliz.<br />
«Que me quieres», pensó con tanta claridad que temió<br />
que lo hubiera dicho en voz alta. Sólo eso la habría<br />
hecho feliz en ese instante. Necesitaba oírselo decir.<br />
–Cariño.<br />
Sus ojos se encontraron. Algo brilló en la profundidad<br />
marrón de sus ojos que no había visto antes. El corazón<br />
de Fallon se encogió. Sentía que estaba a punto<br />
de cometer alguna estupidez como desmayarse en sus<br />
brazos y decirle: «Ya sé lo que quieres decirme, Stefano,<br />
y yo también te amo».<br />
–Tengo algo para ti –dijo él con suavidad.<br />
Metió la mano en el bolsillo. Fallon estaba en suspenso.<br />
Toda su vida había creído que las proposiciones
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 144<br />
144<br />
de matrimonio y las alianzas no eran para ella. Ahora<br />
sabía que era lo más importante en la vida. ¿Qué otra<br />
cosa podía buscar en su bolsillo?<br />
Un pedazo de papel. Eso era todo. Una nota con un<br />
par de nombres y los respectivos números de teléfono.<br />
Fallon tomó la nota, lo leyó y levantó la vista hacia<br />
Stefano.<br />
–No lo entiendo. ¿De qué se trata?<br />
Stefano sonrió, convencido de que hacía lo correcto<br />
por una vez.<br />
–Son los dos mejores cirujanos plásticos de Nueva<br />
York. Si alguien puede lograr que recuperes tu aspecto<br />
de antaño, son ellos.<br />
Estaba sonriendo. Parecía muy feliz, orgulloso y<br />
convencido de que había encontrado la panacea universal.<br />
–¿Mi aspecto de antaño? –dijo en un susurro–. ¿Tal<br />
y como era Fallon O’Connell, supermodelo? ¿Te refieres<br />
a eso, Stefano?<br />
Asintió y ella también asintió. Entonces rasgó el papel,<br />
tiró los pedazos a sus pies y salió de la habitación.<br />
Stefano gritó su nombre, corrió tras ella y la sujetó.<br />
Pero ella se deshizo de él y siguió caminando, fuera de<br />
su apartamento y fuera de su vida.
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 145<br />
<strong>Capítulo</strong> 12<br />
FALLON salió atropelladamente del ascensor y<br />
cruzó el vestíbulo de entrada del edificio de apartamentos<br />
donde residía Stefano.<br />
No quería volverlo a ver, nunca. Nunca.<br />
Le había roto el corazón.<br />
Había permitido que fuera al despacho de Carla<br />
como un cordero llevado al matadero y después le había<br />
dejado muy claro que no quería hacerse el mártir por<br />
más tiempo. Quería recuperar a la auténtica Fallon<br />
O’Connell y, para que el mensaje no dejara dudas, había<br />
buscado los nombres de dos cirujanos.<br />
Seguramente había imaginado que ella se tiraría a<br />
sus brazos en agradecimiento ante sus desvelos.<br />
Todas las patrañas que le había dicho en Sicilia sobre<br />
su verdadera personalidad...<br />
Alcanzó la esquina cuando el semáforo se puso rojo.<br />
El cruce estaba atascado y Fallon, engullida por la masa<br />
de peatones impacientes, reprimió un gemido.<br />
Sabía quién era. Era una mujer marcada con un<br />
amante mentiroso y tan pronto como recuperase el control<br />
de su vida...<br />
–¿Fallon? ¡Fallon!<br />
Giró el cuello y miró hacia atrás. Stefano corría hacia<br />
ella. Parecía enfadado.<br />
¿Por qué diablos iba a sentirse así?<br />
La luz seguía en rojo. Los coches apenas avanzaban,<br />
pegados unos a otros. Pero se lanzó a la calzada mientras<br />
sonaban las bocinas y los conductores se quejaban.<br />
A Fallon no le importaba nada. Sólo quería alejarse<br />
de allí.
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 146<br />
146<br />
–¡Fallon! –gritó Stefano–. ¡Párate, maldita sea! ¿Te<br />
has vuelto loca?<br />
Quizás se había vuelto loca. Pero ya había recuperado<br />
la cordura. Quería olvidarse de lo tonta que había<br />
sido al enamorarse de un hombre como él.<br />
Llegó a otro cruce y atisbó un taxi vacío. Fallon se<br />
lanzó a la carrera, abrió la puerta y gritó al taxista.<br />
–Conduzca –dijo sin aire.<br />
–¿Dónde vamos?<br />
–No importa –dijo–. Pero salga de aquí.<br />
Volvió la mirada atrás. Stefano estaba en la esquina<br />
opuesta. Jadeaba y gritaba su nombre. Todo el mundo lo<br />
miraba.<br />
–No quiero problemas, señorita –dijo el taxista<br />
cuando el semáforo cambió.<br />
–No hay ningún problema. ¿Ve a ese hombre? Es mi<br />
marido. Acabo de encontrarlo con otra mujer. Le daré<br />
veinte dólares extra si no nos alcanza.<br />
Stefano casi había llegado a su altura. Estaba rojo.<br />
–Fallon –gritó.<br />
–Cincuenta dólares –anunció desesperada–. Cincuenta<br />
dólares si me saca de aquí.<br />
El taxista asintió, pisó a fondo y dejó a Stefano Lucchesi<br />
atrás.<br />
Dos manzanas más allá, Fallon indicó al taxista que<br />
fuera al aeropuerto de La Guardia.<br />
No tenía sentido que fuera a su apartamento. Stefano<br />
iría a buscarla allí. El aeropuerto parecía más seguro.<br />
Tenía suerte. Había un vuelo a Las Vegas y quedaba<br />
una plaza.<br />
Hizo tres llamadas. Llamó a su agente, a la oficina<br />
de Sueños Nupciales y al portero de su apartamento en<br />
el Soho.<br />
–¿Jackie? –dijo–. Soy Fallon. Si me necesitas, estaré<br />
en Londres una semana.
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 147<br />
147<br />
–¿Por qué iba a necesitarte? –preguntó, pero la comunicación<br />
se había cortado.<br />
Después llamó a la oficina de Carla.<br />
–En caso de que Carla no lo haya mencionado –dijo<br />
Fallon a la secretaria–, me voy.<br />
–Igual que cualquiera con medio cerebro –la chica<br />
se rió–. ¿Quieres pasarte a buscar el cheque o prefieres<br />
que te lo envíe por correo?<br />
–Bueno, me voy a San Francisco un par de semanas<br />
–dijo–. Creo que me pasaré a buscarlo en cuanto regrese.<br />
La última cortina de humo era la más sencilla.<br />
–Jason –dijo al portero de su edificio–, soy Fallon<br />
O’Connell. Ya lo sé, sí. He estado fuera. Y ahora me<br />
marcho otra vez, a Tokio. Así que si alguien pregunta<br />
por mí... Gracias. Eso bastará.<br />
En fin, ahora sólo tenía que preocuparse de lo que le<br />
diría a su madre cuando llegara a Las Vegas. Fallon cerró<br />
los ojos y reclinó la cabeza. Contaría los hechos con<br />
naturalidad, sin muchos detalles, y sin lágrimas.<br />
Pensó que sería un buen plan hasta que su madre<br />
abrió la puerta del ático, en el Casino del Desierto, y se<br />
fijó en su reacción.<br />
–¡Oh, Fallon! Mi pobre criatura...<br />
–¡Mamá! –dijo entre sollozos y se refugió en el<br />
abrazo de su madre.<br />
Una semana más tarde, su madre y su padrastro cuchicheaban<br />
entre ellos como dos colegiales.<br />
–No sé qué podemos hacer con ella –susurró Mary–.<br />
Siempre ha sido tan clara, tan centrada. Ahora está encerrada<br />
en la habitación de invitados y apenas sale.<br />
–Bueno, el accidente...<br />
–No se trata de eso. Estoy segura de que se sintió<br />
hundida, pero ya se ha recuperado de ese golpe. Es otra<br />
cosa, una herida interior mucho más profunda.<br />
–No lo entiendo.
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 148<br />
148<br />
–Mencionó el nombre de un hombre la semana pasada.<br />
Dijo que se trataba de un periodista muy insistente<br />
y que si llamaba, dijera que no sabía nada de ella.<br />
–Bueno, eso tiene sentido.<br />
–No, es diferente. Su mirada era triste. No se trata de<br />
un periodista, Daniel. Creo que quiere evitarlo por motivos<br />
personales.<br />
–¿Crees que le ha hecho daño? –Dan amusgó los ojos<br />
y cerró los puños–. Dime su nombre. Encontraré a ese<br />
bastardo y le enseñaré que no juegue con mi familia.<br />
Mary sonrió. ¿Quién le habría dicho que, a esas alturas<br />
de su vida, encontraría otro amor como ése?<br />
–Seguro que lo harías –dijo–, pero dudo de que eso<br />
sirviera para algo.<br />
–Entonces, ¿de qué se trata?<br />
–No lo sé –Mary suspiró–. Fallon siempre ha sido<br />
muy independiente.<br />
–Y muy testaruda.<br />
–Ya lo sé. Se parece a mí, más que ninguna de mis<br />
otras hijas. Pero me siento incapaz de ayudarla.<br />
–Fallon es fuerte. Tiene tus genes. Sólo necesita un<br />
poco de tiempo.<br />
–Tienes razón –dijo y palmeó a su marido en el pecho–.<br />
Vete. Sé que tienes una reunión programada.<br />
–¿Estarás bien?<br />
–Sí. Fallon y yo tomaremos café. Veré si puedo hacerle<br />
hablar.<br />
–¿Y si no quiere?<br />
–Entonces, hablaré yo. Buscaré su sangre irlandesa.<br />
Un poco de furia siempre será mejor que verla tan abatida.<br />
–Estaré en mi despacho, duquesa, si me necesitas.<br />
–Lo recordaré –Mary sonrió.<br />
Acompañó a su marido a la puerta y miró la puerta<br />
cerrada de la habitación de invitados a su regreso.<br />
Desde su llegada, Fallon apenas había abierto la boca.<br />
Sólo había salido de su dormitorio durante las comidas.<br />
El ama de llaves tenía la tarde libre. Mary entró en la
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 149<br />
149<br />
cocina, preparó café y llamó a Fallon desde el otro lado<br />
de la puerta con la bandeja en las manos.<br />
–¿Fallon? He preparado un poco de café.<br />
–Gracias, pero no me apetece –se disculpó.<br />
–Se supone que tengo que tomarme un descanso a<br />
media tarde, por prescripción médica –la madre jugó<br />
sus cartas–. Me he acostumbrado al descafeinado a estas<br />
horas, pero si no quieres acompañarme...<br />
La puerta se abrió, tal y como había supuesto.<br />
–Gracias, querida –y pasó junto a ella, ajena a su aspecto<br />
demacrado y la languidez de su cuerpo, detalles<br />
mucho más preocupantes que sus cicatrices–. ¿Te gustaría<br />
que nos instaláramos en la terraza? Hace bastante<br />
calor, pero nos sentará bien.<br />
–¿Por qué tienes que reposar un rato por las tardes?<br />
–preguntó–. Tus últimos análisis estaban bien.<br />
–Bueno, tenía que decirte algo para que me abrieras<br />
la puerta –dejó la bandeja sobre la mesa circular de la<br />
terraza.<br />
–Hacerme creer que te pasaba algo no ha estado<br />
bien, madre.<br />
–No, es cierto –dijo con alegría–. ¿No es terrible que<br />
una persona a la que quieres permita que te preocupes<br />
sin motivo?<br />
–Eso es traicionero, mamá. No es lo mismo, además.<br />
Yo no quiero que te preocupes por mí. Ya te conté lo<br />
que pasó. Me choqué contra un árbol y me corté la cara.<br />
–Eso no ha sido lo que te ha traído hasta aquí –dijo<br />
Mary mientras llenaba las tazas–. Ya sé que lo tomas<br />
con leche, pero siempre olvido si la tomas desnatada.<br />
–Ya no lo necesito –dijo Fallon–. He dejado la disciplina<br />
de las modelos.<br />
–Pero no deberías descuidar tu figura.<br />
–Supongo. ¿De eso querías que hablásemos? ¿Mi figura?<br />
¿Mi futuro? ¿Qué voy a hacer ahora que he dejado<br />
mi profesión?<br />
–¿Es definitivo? –preguntó–. ¿Y el maquillaje? ¿Y la<br />
cirugía?
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 150<br />
150<br />
–No me hables de eso –Fallon palideció–. Tú también<br />
quieres recomendarme algún cirujano excelente,<br />
¿verdad?<br />
–No, la verdad es que...¿También?<br />
–Olvídalo, madre.<br />
–Yo sólo intentaba...<br />
–Ya sé lo que pretendías. Te gustaría que volviera a<br />
mi aspecto anterior.<br />
–Me gustaría que recuperases las ganas de vivir<br />
–dijo su madre–. Y si estás tan abatida por culpa de esas<br />
cicatrices en tu cara, deberías hacer algo al respecto.<br />
–No estoy abatida.<br />
–Además, esas marcas no te restan ni un ápice de belleza<br />
–añadió Mary.<br />
–¡Ja!<br />
–Y recuerdo que la última vez que nos vimos dijiste<br />
que estabas cansada de tu trabajo y que te apetecería<br />
cambiar.<br />
–Y lo hice. Pero no esperaba que tomaran la decisión<br />
en mi nombre.<br />
–Así es la vida. Las cosas pasan y las opciones se<br />
presentan de un modo muy arbitrario –tendió una pasta<br />
a Fallon–. ¿Quieres una?<br />
–No, gracias.<br />
–Ese hombre del que me hablaste, ese reportero...<br />
–¿Qué pasa con él?<br />
–Tiene un nombre italiano. ¿Lo conociste en Sicilia?<br />
–Sí –afirmó con una sonrisa vacilante.<br />
–Ese tal Steven Lucchesi...<br />
–Stefano Lucchesi.<br />
–Exacto. ¿En qué periódico escribe?<br />
Fallon dudó un instante. ¿Había dicho que Stefano<br />
escribía para un periódico? El día de su llegada estaba<br />
muy confuso en su memoria.<br />
–¿Fallon?<br />
–Trabaja por libre –contestó.<br />
–Entiendo. ¿Lo conociste en Sicilia?<br />
–¿Qué te hace pensar eso?
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 151<br />
151<br />
–Bueno, su nombre...<br />
–Es americano. Y sí, nos conocimos en Sicilia. ¿Por<br />
qué me preguntas todo esto? ¿Acaso Stefano ha llamado?<br />
–Es curioso que lo llames por su nombre cuando<br />
sólo sientes desprecio.<br />
–Acuérdate, si llama...<br />
–No sé dónde estás.<br />
–Exacto.<br />
–Porque es un periodista muy pertinaz.<br />
–En efecto.<br />
–Y no se trata del hombre que intenta encontrar a la<br />
mujer que ha escapado de su lado.<br />
–Sí, eso... –Fallon parpadeó–. ¿Qué?<br />
–Dan piensa que ese señor Lucchesi te ha maltratado<br />
–dijo Mary–. Pero yo le he dicho que una mujer no pasea<br />
su consternación por la casa...<br />
–¿Quién dice que estoy huyendo? ¡Y no estoy consternada!<br />
–...y que grita en sueños.<br />
–Yo no hago semejante cosa.<br />
–Claro que sí. Y una mujer O’Connell no se comporta<br />
así con un hombre que se ha portado mal con ella.<br />
–¿De qué demonios estás hablando? –Fallon se incorporó.<br />
–No lo sé –Mary miró a su hija–. No tengo la menor<br />
idea. Sólo sé lo que creo, y yo diría que tú y el señor<br />
Lucchesi habéis tenido una pelea de amantes...<br />
–¿Una pelea de amantes? –repitió, los brazos en jarras.<br />
–Sí –insistió Mary–. Una riña de novios. Te has marchado<br />
y ahora lo lamentas.<br />
–¡No lamento nada! ¡Stefano Lucchesi es un egocéntrico<br />
y engreído hijo de perra! –Fallon recorrió la terraza<br />
en dos zancadas–. ¡No quiero volverlo a ver en mi vida!<br />
–¿Por qué?<br />
–Es un mentiroso y un tramposo. Me ha utilizado. Y,<br />
además...
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 152<br />
152<br />
–Te enamoraste de él y él se enamoró de ti. Y ninguno<br />
de los dos habéis tenido el coraje ni la inteligencia<br />
para declararos ese amor.<br />
Fallon se quedó paralizada. Ésa no había sido la voz<br />
de su madre, ni tampoco había sido la voz de Dan. Era,<br />
era...<br />
Fallon se volvió. Stefano aguardaba de pie, junto a la<br />
puerta de la terraza, las manos en su cintura y sus ojos<br />
echaban chispas.<br />
Tenía un aspecto lamentable. Despeinado, parecía<br />
que hubiera dormido con el traje puesto. Y llevaba más<br />
de una semana sin afeitarse...<br />
Y ella, Dios, estaba loca por él. Amaba desesperadamente<br />
a ese hombre que la había herido, lo amaba...<br />
¿Y qué había dicho? ¿Él también estaba enamorado?<br />
–Sí –dijo, los ojos clavados en ella–. Te quiero, aunque<br />
no lo entiendo. Me abandonaste justo cuando pensaba<br />
decirte todo lo que significabas para mí. Huiste de<br />
mi lado y sembraste una docena de pistas falsas...<br />
–Sólo tres –dijo Fallon con la voz trémula.<br />
–Tokio, Londres y San Francisco.<br />
Entrecerró los ojos y se acercó muy lentamente. Fallon<br />
observó la sonrisa de su madre mientras tocaba en<br />
el hombro a Stefano y salía de la terraza.<br />
–¿Tienes idea de lo que supone una semana en el infierno?<br />
Me he arrastrado por las calles de Londres durante<br />
dos días, bajo la lluvia. He recorrido las calles de<br />
San Francisco y he volado hasta Japón para encontrarme<br />
con un tornado...<br />
–Un poco de humildad nunca le ha hecho daño a nadie<br />
–dijo Fallon.<br />
–¿Se trata de eso? ¿Crees que necesitaba una lección<br />
de humildad? –agarró a Fallon por los hombros con firmeza–.<br />
Te quiero. ¿Eso significa algo para ti?<br />
–No me quieres –dijo e intentó zafarse de él.<br />
–No me digas lo que siento, ¡demonios!<br />
–Querías que me sometiera a una operación de cirugía<br />
plástica.
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 153<br />
153<br />
–Sólo quería que volvieras a sonreír, ¡maldita sea!<br />
–No intentes que parezca que lo hacías por mí –dijo<br />
Fallon.<br />
Entonces, Stefano silenció su protesta con un beso.<br />
Quería demostrarle que había vuelto del revés su mundo<br />
y que había estado a punto de volverse loco.<br />
Ella no respondía a su deseo. Pero, de pronto, poco a<br />
poco, sus labios se suavizaron, levantó las manos y lo<br />
agarró de la camisa. Y emitió un leve gemido de asentimiento<br />
que había temido que no volvería a escuchar.<br />
–Te quiero –repitió–. ¿Sabes lo que sentí cuando aparecieron<br />
en tus ojos las primeras sombras de duda? Comprendí<br />
que estabas dolida, que había sido un egoísta y<br />
que hubieras visitado a un cirujano si no hubiera sido<br />
por mí. Y me lo confirmaste la noche antes de que desaparecieras.<br />
–¿Qué fue lo que confirmé?<br />
–¿No te acuerdas? Me preguntaste qué me parecía<br />
que te operases –tomó su rostro entre sus manos–. Entonces<br />
supe que tenía que dejar de engañarme, creyéndome<br />
que mi amor bastaría para curar tus heridas. Tenías<br />
que hacer lo que tú quisieras.<br />
–¡Oh, Stefano! Todo este tiempo, pensé... –acarició<br />
su mejilla–. Pero, ese papel con esos nombres...<br />
–El amigo del que te hablé en Boston es cirujano.<br />
Me recomendó esos nombres. Si querías algún cirujano,<br />
tenía que ser el mejor. Y yo estaría a tu lado, en cada<br />
paso.<br />
–¿Querías la cirugía porque pensabas que yo la quería?<br />
–Ya te lo he dicho. Me he comportado como un<br />
egoísta...<br />
–¿Tú? –sacudió la cabeza y lo abrazó–. Eres el hombre<br />
más generoso del mundo, Stefano. Pensaba que no<br />
podías mirarme a la cara sin sentir lástima. Y yo sólo<br />
quería...<br />
–¿Qué, cariño? ¿Mi corazón? ¿Mi alma? ¿Mi vida?<br />
Todo eso es tuyo. Quería esperar hasta que estuvieras
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 154<br />
154<br />
plenamente recuperada para decírtelo. Tenía miedo de<br />
aprovecharme de ti si precipitaba las cosas.<br />
Fallon sonrió. Se puso de puntillas y lo besó.<br />
–Te quiero –dijo–. Siempre te he querido. ¿Es que<br />
no lo has sabido siempre?<br />
Stefano devolvió ese beso hasta que ella se pegó a su<br />
cuerpo. Después, apoyó su frente en la frente de Fallon.<br />
–Tendría que haberte hablado de Carla –dijo en voz<br />
baja–. Pero no sabía cómo hacerlo. Después, las cosas<br />
se complicaron entre nosotros.<br />
Fallon asintió. Stefano había cometido errores, pero<br />
ella también.<br />
Sólo importaba que se querían y volvían a estar juntos.<br />
–Fallon, cariño. ¿Querrás convertirte en mi esposa?<br />
Ella sonrió. La mirada de Stefano era diáfana y muy<br />
expresiva.<br />
–Sí –susurró–. Sí, amor mío. Por supuesto.<br />
Atrajo a Fallon más cerca y volvió a besarla.<br />
Del otro lado de las puertas de cristal, Mary Elizabeth<br />
O’Connell Coyle se llevó la mano a los labios. Tenía<br />
los ojos humedecidos, pero descolgó el teléfono y<br />
marcó el número del Servicio de Habitaciones.<br />
–Soy Mary Elizabeth O’Connell –dijo–. Susan, ¿recuerdas<br />
esa boda tan maravillosa que preparaste para<br />
Dan y para mí? Me pregunto si podrías preparar algo similar,<br />
un poco más fastuoso...
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 155<br />
Epílogo<br />
MEGAN O’Connell se miró en el espejo de la<br />
pared de la habitación de invitados del Castello<br />
Lucchesi, se alisó el vestido amarillo pálido<br />
de dama de honor y suspiró.<br />
–Encantador –dijo en un tono de ensoñación.<br />
Briana, de pie al lado de su hermana, se atusaba su<br />
melena cobriza y miraba el reflejo de su hermana.<br />
–¡Cuánta modestia! –dijo.<br />
–Hablaba del vestido –replicó.<br />
–¡Ah!<br />
Las miradas de las hermanas se encontraron. Se sacaron<br />
la lengua y sonrieron.<br />
–En ese caso, estoy de acuerdo –dijo Bree–. Los vestidos<br />
son preciosos.<br />
–Y qué buena idea ha tenido Fallon al pedirnos que<br />
fuéramos sus damas de honor.<br />
–Desde luego –añadió Cassie, que se acercó al espejo–.<br />
Sobre todo, ahora.<br />
Las tres mujeres desviaron su mirada hacia el vientre<br />
de Cassie. Sus miradas se encontraron en el reflejo del<br />
espejo y se echaron a reír.<br />
–Parezco una foca –dijo Cassie.<br />
–¡Hola!<br />
Las mujeres se volvieron. Keir, Sean y Cullen aguardaban<br />
en el marco de la puerta, altos y elegantes en sus<br />
respectivos esmóquines negros.<br />
–Estás deslumbrante –dijo Keir a su esposa con una<br />
sonrisa.<br />
–Sí, una deslumbrante mujer preñada –rectificó ella.<br />
–Todas estáis preciosas –dijo Cullen con cortesía.
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 156<br />
156<br />
–Tiene razón –asumió Meg–. Y mamá con ese traje<br />
color zafiro...<br />
–Y Fallon con ese vestido de novia de satén blanco<br />
–Bree suspiró melancólica–. Hace que parezca incluso<br />
una buena idea.<br />
–¡Muérdete la lengua! –Megan se estremeció.<br />
–No me refería a nosotras. Pero se la nota tan feliz.<br />
Y tú también, Cassie... Creo que será mejor que me calle,<br />
¿verdad?<br />
–Y ahora tendremos otro hombre en el equipo<br />
–apuntó Sean.<br />
–Es un buen tipo –dijo Keir–. Y está loco por Fallon.<br />
–Y sabe salir airoso de una guerra sin que haya derramamiento<br />
de sangre –añadió Cullen–. Me refiero a que<br />
seguro que mamá quería que la boda fuera en Las Vegas.<br />
–Es cierto. Pero tu hermana y yo le explicamos que<br />
este lugar era especial para nosotros.<br />
El clan de los O’Connell se volvió. Stefano, vestido<br />
con esmoquin, estaba junto a la puerta, tan serio y nervioso<br />
como era de esperar.<br />
–Sólo quería que supierais... que amo a Fallon con<br />
todo mi corazón. Ya sé que la adoráis y os prometo que<br />
estaré a la altura.<br />
Se hizo el silencio entre ellos. Los hermanos carraspearon,<br />
las chicas se arreglaron el lazo del vestido y Mary,<br />
tan elegante como una duquesa, brilló con luz propia.<br />
–Para que conste, en cuanto posé mis ojos en este<br />
magnífico castillo, yo también quise que la boda se celebrase<br />
aquí –señalo Mary Elizabeth–. Ya es la hora.<br />
–Sí –asintió, y la sonrisa de Stefano desató los sollozos<br />
de todas las mujeres.<br />
Fallon y su novio se desposaron en la terraza, bajo una<br />
arcada decorada con flores frescas. Habían elegido una infinidad<br />
de variedades, en contra del consejo del encargado<br />
de los preparativos. La brisa, cálida y ligera, soplaba entre<br />
los invitados impregnada del olor del mar y de las flores.
Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 157<br />
157<br />
Stefano agarró de la mano a Fallon durante la ceremonia.<br />
Sus ojos nunca se apartaron de la cara de su futura<br />
esposa. Las cicatrices seguían allí, pero se habían<br />
vuelto del todo invisibles a sus ojos.<br />
Ellos mismos habían escrito los votos, de modo que<br />
sus palabras habían sido muy especiales.<br />
–Stefano –dijo el juez–, puedes besar a la novia.<br />
Sonrió y abrazó a su mujer.<br />
–Cara –suspiró–. Ti amo.<br />
–Mo ghrá susurró Fallon–. Gráim thú.<br />
–¿Qué diablos ha sido eso? –preguntó Sean.<br />
–¡Menudo irlandés estás hecho! –contestó su hermano<br />
Cullen–. Eso era gaélico. Ha dicho que lo amaba<br />
y que es suya.<br />
–Vaya –Sean sonrió–. Eso es bastante serio.<br />
–Muy serio.<br />
Cullen miró a su hermana y su marido. Después<br />
miró a su madre y su padrastro, agarrados de la mano<br />
como dos chiquillos. Su mirada azul se desplazó hacia<br />
su hermano Keir, de pie junto a su esposa, la mano sobre<br />
la barriga de Cassie.<br />
Notó un nudo en la garganta. Parecía que el mundo<br />
estaba cambiando. Recordó una mujer, una noche. Un<br />
recuerdo que apenas era un susurro en el tiempo.<br />
–¿Cullen? –Sean se acercó–. ¿Estás bien?<br />
–Claro –aclaró la garganta–. Sólo que hace un poco<br />
de calor.<br />
–Necesitas una copa.<br />
El cuarteto de cuerda empezó a tocar. Stefano y Fallon<br />
se volvieron hacia sus invitados, que se pusieron en<br />
pie y aplaudieron. Toda la familia se felicitó y brindaron.<br />
El champaña empezó a correr entre las copas de<br />
cristal de todos.<br />
–Esto curará todas tus aflicciones –dijo Sean y le entregó<br />
la copa a Cullen.<br />
–Eso suena a proyecto –replicó, y el mundo recuperó<br />
el equilibrio.