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Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 34<br />
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decido, levantado la vista hacia la mansión erigida sobre<br />
el acantilado, y lo último que habían sabido de ella<br />
era que se había ido.<br />
–Un asunto importante en Nueva York –había dicho,<br />
pero Fallon no había tragado.<br />
Sencillamente, no cuadraba.<br />
Fallon suspiró.<br />
Afortunadamente, la semana casi había terminado.<br />
No le gustaba ese sitio. Nada había salido bien,<br />
desde que a su llegada había confundido ese gran coche<br />
negro en el aeropuerto con el que debía pasar a buscarla.<br />
El coche. El hombre. Stefano Lucchesi, esos ojos negros<br />
y peligrosos, la sonrisa perezosa, esa voz grave,<br />
atractiva.<br />
Era ridículo que un desconocido tan aborrecible se<br />
hubiera instalado en su recuerdo.<br />
–¿O’Connell, estás sorda? Te he dicho que te des la<br />
vuelta. Gracias. Me alegra saber que todavía sigues con<br />
nosotros.<br />
El mundo de las modelos era bastante curioso. Estaba<br />
plagado de hombres como Maurice, egocéntricos y<br />
de fuerte carácter, y de gente como Andy, que era amable<br />
y educado.<br />
Y en la periferia se escondían los depredadores.<br />
Era, por supuesto, un acuerdo mutuo. Los depredadores<br />
lograban su propósito. Las chicas se llevaban los<br />
regalos, la publicidad, la fama.<br />
Fallon no entraba en ese juego. Al menos, desde que<br />
había caído prendida en los brazos de un supuesto industrial<br />
cuando sólo contaba diecisiete años. Había entregado<br />
su corazón y su virginidad. Él le había comprado<br />
una pulsera de diamantes y un montón de<br />
promesas.<br />
Tan sólo los diamantes habían superado la prueba<br />
del tiempo.<br />
Se había movido con cautela desde ese momento<br />
pero, pese a todo, cuatro años más tarde había trope-