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Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 50<br />
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–¡Qué alegría tenerla de nuevo con nosotros, signorina!<br />
–dijo la enfermera–. ¿Cómo se encuentra?<br />
Era una buena pregunta. ¿Cómo se sentía? Exhausta.<br />
Y muy dolorida. Confusa. Pero, sobre todo, padecía un<br />
terrible dolor de cabeza. Y su cara. Todo el rostro, a partir<br />
del cuello, era una masa informe de dolor.<br />
El hombre tomó su mano y entrelazó sus dedos en<br />
ella. Era una sensación agradable. Era un hombre<br />
fuerte. Se veía en sus ojos y, al entrelazar sus dedos con<br />
los de ella, tuvo la impresión de que parte de esa fuerza<br />
fluía hacia su organismo.<br />
–Tengo que ir a buscar il dottore –señaló la enfermera<br />
y salió a toda prisa.<br />
Fallon miró a los ojos del hombre.<br />
–¿Esto es un hospital?<br />
Las palabras no salieron de sus labios con esa claridad.<br />
Farfulló algo vagamente incomprensible, pero el<br />
hombre asintió.<br />
Un hospital. Por supuesto. ¿Qué otro lugar resultaría<br />
tan deslumbradoramente brillante? Las paredes, el techo.<br />
Incluso la anodina lámpara que colgaba del techo<br />
despedía una luz tan blanca que le hacía daño a los ojos.<br />
–El médico vendrá de un momento a otro –dijo.<br />
La enferma había vuelto y trataba de acercarse a la<br />
paciente, pero el hombre no se movía ni un centímetro<br />
de su sitio.<br />
–Signore, per favore, si soltara la mano de la señorita<br />
un instante... Se lo prometo, sólo será un momento.<br />
Se sonrojó un poco. Soltó la mano de Fallon y ella experimentó<br />
un temblor de alarma. Era la única presencia<br />
vagamente familiar en ese extraño y doloroso mundo.<br />
–No te vayas –murmuró.<br />
–No te preocupes, cara –dijo con ternura–. No te dejaré<br />
sola.<br />
Pasó un instante. La enfermera asintió, se colocó el<br />
estetoscopio, escuchó con atención y asintió de nuevo.<br />
–Los signos vitales de la signorina son excelentes<br />
–dijo–. Avisaré al doctor.