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Omn Bia 320-3 14/11/12 16:19 Página 44<br />
<strong>Capítulo</strong> 4<br />
LOS NEUMÁTICOS chirriaron agónicamente<br />
mientras luchaban por agarrarse al asfalto mojado,<br />
pero nada pudo detener el ímpetu del Fiat<br />
mientras se precipitaba contra el árbol con espeluznante<br />
determinación.<br />
Stefano saltó de la moto y corrió hacia el coche.<br />
–¡Fallon! –gritó–. ¡Fallon!<br />
La noche estaba sumida en el silencio, a excepción<br />
del tamborileo incesante de la lluvia y la fuerza de su<br />
propio pulso.<br />
Su primer pensamiento fue que ella se encontraba<br />
bien. Había logrado reducir considerablemente la velocidad<br />
antes del impacto y los daños parecían reducidos<br />
a una abolladura en el guardabarros.<br />
Pero, cuando llegó hasta el coche, soltó un gruñido<br />
en voz alta.<br />
Era un coche bastante viejo que no disponía de airbag.<br />
Fallon había recibido el impacto directamente sobre<br />
su cuerpo. El limpiaparabrisas estaba destrozado en<br />
el lado del conductor. Estaba tumbada sobre el volante,<br />
igual que una muñeca de trapo, y pequeños fragmentos<br />
de cristal brillaban en su cabeza, igual que diminutas<br />
estrellas, contra el fondo oscuro de su cabello.<br />
Stefano agarró la manilla de la puerta, pero no cedía.<br />
–¡Vamos! –chilló–. ¡Venga, maldita sea!<br />
Desesperado, entre la angustia y el esfuerzo, tiró con<br />
más fuerza. Era totalmente inútil. La puerta estaba cerrada<br />
u obstruida a causa del choque.<br />
Stefano maldijo su suerte, rodeó el coche entre resbalones<br />
a causa del barrizal, arrancó de sus goznes la<br />
puerta del copiloto y subió al coche.