Políticas inmigratorias en la construcción de la identidad nacional ...

formas decidieron arribar al país, caracterizando toda inmigración como “residual”, y
dudándose de sus propósitos. 3
Esta concepción reforzó la idea --que en buena medida se había forjado a través
de la propia experiencia histórica-- de que el extranjero sólo venía a explotar, a competir
con los nacionales y a sacar provecho, pero no a sumarse al esfuerzo del desarrollo
nacional codo a codo con los mexicanos. Algunas décadas después, este supuesto fue
recuperado por Gilberto Loyo, uno de los primeros demógrafos del país, quien en 1935
consideraba que “los países mestizos atraen sobre todo aventureros, desechos sociales,
elementos viciados que serán malos ciudadanos en cualquier país, y que en países como
el nuestro, serán pésimos.” 4
Junto con esta idea, dos procesos vinculados íntimamente derivaron
paulatinamente en el rechazo a la inmigración extranjera durante la primera mitad del
siglo XX. El primero tiene que ver, justamente, con la discusión que se entabló dentro
del debate intelectual que acompañó al movimiento revolucionario sobre el papel que
debían desempeñar los extranjeros en el proyecto nacional. Con un acendrado carácter
nacionalista, la revolución “primero repudia la pompa europeizante del régimen
porfírico; después, con mayor claridad y determinación, el “imperialismo”, es decir,
toda influencia exterior, desde la político-económica hasta la de la moda; en fin, acaba
por preferir exaltadamente cuanto sea mexicano”. 5 Pero “lo mexicano” se identificó
primordialmente con la raíz indígena de la nación. A partir de entonces la revaloración
3 En este sentido, un observador (no identificado) consideraba a principios del siglo XX que la
corriente de inmigrantes que llegaba a América “[…] arrojó en nuestro territorio una remesa de
elementos que no eran por cierto de lo mejor, y antes bien, los desechos de inmigraciones que
no eran aceptadas en los Estados Unidos del Norte y que llegaban a nuestras costas y se
internaban en el país”. Citado en: LANDA Y PIÑA, 1930, p. 4.
4 LOYO, 1935, pp. 373-374. Citado en: YANKELEVICH y CHENILLO, 2009, p. 203. Agradezco a
los autores haberme proporcionado un manuscrito de su artículo, que se encuentra en prensa.
5 COSÍO VILLEGAS, 1947, p. 8.
2