Políticas inmigratorias en la construcción de la identidad nacional ...

Políticas inmigratorias en la construcción de la identidad nacional
mexicana
Daniela Gleizer 1
Las imágenes que México ha construido sobre los extranjeros son diversas y
complejas; y no pocas veces muestran aristas contradictorias. Hacia fines del siglo XIX
el diagnóstico de que el nuestro era un país despoblado, cuyos habitantes no eran
suficientes ni en cantidad ni en calidad para explotar lo que se pensaban que eran los
inacabables recursos del país, condujo a que el régimen porfirista realizara reiteradas
invitaciones a la inmigración extranjera, expresando una xenofilia que disimulaba mal el
deseo de “blanquear” a la sociedad por medio de la inmigración blanca y europea. 2
Los diversos planes oficiales de colonización durante el Porfiriato, como se sabe,
fracasaron. El Estado tuvo que admitir que las condiciones del país --particularmente
del campo mexicano-- no eran comparables con las de Estados Unidos, Argentina o
Uruguay, los principales polos de atracción de la inmigración europea en América. A la
par, el papel protagónico que tuvieron los grupos de extranjeros --no numerosos pero sí
muy visibles por su potencial y desarrollo en la vida económica nacional durante el
Porfiriato-- junto con el goce de ciertos privilegios y de su estrecha vinculación con la
clase política mexicana, generaría nuevos recelos y críticas.
La virtual ausencia de una corriente inmigratoria numéricamente considerable, y
la asunción de que el país no ofrecía las condiciones ideales para captar una inmigración
“de primer nivel” conllevó a desconfiar casi automáticamente de quienes de todas
1 Profesora-investigadora, Departamento de Ciencias Humanidades, División de Ciencias
Sociales y Humanidades, de la Universidad Autónoma Metropolitana – Cuajimalpa,
danielagleizer@yahoo.com.mx
2 Véase GONZÁLEZ NAVARRO, 1994, t. II, pp. 51-71.

formas decidieron arribar al país, caracterizando toda inmigración como “residual”, y
dudándose de sus propósitos. 3
Esta concepción reforzó la idea --que en buena medida se había forjado a través
de la propia experiencia histórica-- de que el extranjero sólo venía a explotar, a competir
con los nacionales y a sacar provecho, pero no a sumarse al esfuerzo del desarrollo
nacional codo a codo con los mexicanos. Algunas décadas después, este supuesto fue
recuperado por Gilberto Loyo, uno de los primeros demógrafos del país, quien en 1935
consideraba que “los países mestizos atraen sobre todo aventureros, desechos sociales,
elementos viciados que serán malos ciudadanos en cualquier país, y que en países como
el nuestro, serán pésimos.” 4
Junto con esta idea, dos procesos vinculados íntimamente derivaron
paulatinamente en el rechazo a la inmigración extranjera durante la primera mitad del
siglo XX. El primero tiene que ver, justamente, con la discusión que se entabló dentro
del debate intelectual que acompañó al movimiento revolucionario sobre el papel que
debían desempeñar los extranjeros en el proyecto nacional. Con un acendrado carácter
nacionalista, la revolución “primero repudia la pompa europeizante del régimen
porfírico; después, con mayor claridad y determinación, el “imperialismo”, es decir,
toda influencia exterior, desde la político-económica hasta la de la moda; en fin, acaba
por preferir exaltadamente cuanto sea mexicano”. 5 Pero “lo mexicano” se identificó
primordialmente con la raíz indígena de la nación. A partir de entonces la revaloración
3 En este sentido, un observador (no identificado) consideraba a principios del siglo XX que la
corriente de inmigrantes que llegaba a América “[…] arrojó en nuestro territorio una remesa de
elementos que no eran por cierto de lo mejor, y antes bien, los desechos de inmigraciones que
no eran aceptadas en los Estados Unidos del Norte y que llegaban a nuestras costas y se
internaban en el país”. Citado en: LANDA Y PIÑA, 1930, p. 4.
4 LOYO, 1935, pp. 373-374. Citado en: YANKELEVICH y CHENILLO, 2009, p. 203. Agradezco a
los autores haberme proporcionado un manuscrito de su artículo, que se encuentra en prensa.
5 COSÍO VILLEGAS, 1947, p. 8.
2

del pasado prehispánico originó dos premisas ideológicas básicas con respecto a la
inmigración:
La primera, que los extranjeros del México moderno, como los conquistadores de
antaño, sólo respondían a móviles materiales y carecían de apego al país que los
recibía. Segunda, que la gran vitalidad de la cultura mexicana, ahora como en el
siglo XVI, provenía sobre todo de sus raíces indígenas, despreciadas durante cuatro
siglos por europeos y criollos. Mientras se acentuaba la xenofobia, surgía una
nueva y casi mítica etnofilia indigenista. 6
En función de estas consideraciones, los extranjeros comenzaban a quedar fuera del
proyecto nacional. El nacionalismo “defensivo” del régimen, como lo llama Pablo
Yankelevich, se puede apreciar particularmente bien a través de los debates sobre
extranjería que se dieron en el constituyente de 1917: “Había que construir un
ciudadano protegiendo al mexicano de la secular amenaza foránea, idea que la
revolución instaló por la vía de la renovación del caudal de mitos, símbolos y recuerdos
que circulaban en México desde los albores de la Independencia.” 7 Otras aplicaciones
del nacionalismo defensivo se pueden ver en el terreno económico, en relación con
todas las disposiciones que tendían a proteger a los trabajadores nacionales frente a los
extranjeros, y el reiterado temor frente a la competencia económica de estos últimos.
El segundo proceso que conllevó a limitar la inmigración extranjera se vincula
con la identificación de la falta de unidad nacional, “homogeneidad” e identidad común
entre los habitantes del país como uno de los principales problemas a resolver. La
población nacional se definía como “heterogénea y disímbola, ya que las agrupaciones
6 LIDA, 1997, pp. 31-32.
7 YANKELEVICH, 2003, p. 78.
3

que la constituyen difieren en antecedentes históricos, en características raciales, en
modalidades de cultura material e intelectual y en la expresión que hacen de sus ideas
por numerosos idiomas y dialectos”. 8
La búsqueda de la unidad nacional llevó a la convicción “de que era posible y
deseable crear una sociedad unificada y homogénea que compartiera una identidad
única, como proyecto político y como instrumento de integración nacional” 9 y también
como requisito indispensable para el desarrollo.
El recurso de unidad e integración nacional fue el mestizaje.
El mestizaje ha sido definido como ideología racial, como proyecto político,
como mito fundador del Estado mexicano, como expresión del deseo nacional de
unidad, igualdad y desarrollo; como sinónimo mismo de la mexicanidad y, también,
como un “hecho innegable”, sin valor ético o político. 10 Otros autores, como Antonio
Aguilar Rivera, refuerzan el carácter ideológico del mestizaje: “Lejos de tratarse de
entendidos informales, el mestizaje era una teoría racista hecha y derecha que contó con
teóricos que la sistematizaron” y que fue puesta en el centro del discurso sobre la
identidad nacional. 11
Fue el pensamiento social y político que acompañó el desarrollo de la
Revolución, protagonizado en buena medida por la generación del Ateneo de la
Juventud, el que habría de promover, tanto teórica como prácticamente, la
“mestizofilia”, definida por Agustín Basave como “la idea de que el fenómeno del
mestizaje --es decir, la mezcla de razas y/o culturas-- es un hecho deseable”. 12
8 Manuel Gamio, “El programa de la Dirección de Antropología y las poblaciones regionales de
la República”, 1918, pp. 37-38, citado en BOKSER, 1994, p. 76.
9 BOKSER, 1994, p. 71.
10 TENORIO, 2006.
11 AGUILAR RIVERA, 2004, p. 14.
12 BASAVE, 1992, p. 13.
4

El mestizaje se estructuró como ideología inversa al complejo sistema de
clasificación racial que durante la Colonia intentó ordenar a los distintos grupos sociales
según la pureza de su sangre, adjudicando a cada uno de ellos un lugar específico dentro
de la escala social. A partir de la inversión y reordenamiento de las teorías basadas en
las jerarquías evolucionarias coloniales, se colocó al mestizo (quien fue accediendo a un
carácter “mítico y profético”) 13 en el escalón más alto de la jerarquía social, como el
ideal humano, social y étnico de fusión; como síntesis acabada de la herencia hispanista
e indigenista; como factor de unificación social y como eje identitario de la nación.
Resulta interesante el hecho de que, a pesar de que los ideólogos del mestizaje
realizaron una fuerte crítica a la teoría de la inferioridad de la raza indígena, no pudieron
escapar de la lógica racista. Tal como concluye Alan Knight, “el indigenismo tendía a
reproducir muchos de los postulados racistas del “occidentalismo” precedente, al cual se
oponía de manera formal. Aún cuando reaccionaba contra el racismo porfiriano,
continuaba operando sobre el paradigma racista […].” 14
El primer gran ideólogo de mestizofilia fue Andrés Molina Enríquez, quien
publicó en 1909 Los grandes problemas nacionales. Otros pensadores como Manuel
Gamio, Luis Cabrera y José Vasconcelos colaboraron desde diferentes ángulos a la
reelaboración, ampliación y fortalecimiento de la noción de mestizaje, coincidiendo en
el diagnóstico de que la falta de integración social e identidad nacional eran fuertes
obstáculos a vencer. Siguiendo a Gamio, figura esencial de este movimiento a medida
que avanzaba la posrevolución, el programa se resumía en: “[…] fusión de razas,
convergencia y fusión de manifestaciones culturales, unificación lingüística y equilibrio
económico de los elementos sociales”. 15
13
Luis Villoro, Los grandes momentos del indigenismo en México, 1984, p. 181, citado en
BOKSER, 1994, p. 77.
14
KNIGHT, 2004, p. 28.
15
Manuel Gamio, Forjando patria, 1918, p. 8, citado en AGUILAR RIVERA, 2004, p. 101.
5

El mestizaje no fue una ideología incluyente, sino todo lo contrario, porque
“presuponía un número limitado de ingredientes constitutivos: el indio y el criollo” 16 y
porque dejaba fuera del proyecto nacional a quienes no formaban parte de alguna de
estas dos ramas originarias. Pero no fue únicamente una ideología o un proyecto más o
menos teórico de unificación lingüística, racial y cultural. También fue un proyecto
político del Estado. A partir de la constatación de que los mecanismos espontáneos de
unificación no habían dado los resultados esperados, el Estado mexicano
posrevolucionario se propuso estimular el mestizaje por medio de una política
dirigida. 17
En este sentido es importante señalar que muchos de los científicos,
antropólogos, demógrafos e intelectuales que contribuyeron a la sistematización de la
ideología del mestizaje tuvieron diversos grados de participación en las
administraciones posrevolucionarias, en los campos de la salud pública, la educación y
el trabajo social, y por supuesto, en todo aquello vinculado a las políticas de población.
Más allá de dicha participación, Beatriz Urías considera que hubo ideas, intereses y
proyectos de transformación social compartidos entre las élites científicas, artísticas y
políticas, lo cual puede observarse, entre otras cosas, en la pertenencia común de sus
miembros a sociedades masónicas o teosóficas. 18
Probablemente quien mejor personificó el intento de traducir las ideas sobre la
unificación racial a políticas estatales fue Manuel Gamio, autor de Forjando Patria
(1916), y uno de los antropólogos más importantes del país. Gamio ejemplifica con su
trayectoria el giro político que tomaron las ciencias sociales al terminar la revolución, y
es ejemplo de los ideólogos que se insertaron en el aparato estatal para llevar a cabo la
16 AGUILAR RIVERA, 2004, p. 93.
17 Debe recordarse, además, la pérdida de cerca de un millón de personas durante el proceso
revolucionario --por la guerra misma, por el descenso de la natalidad y por la emigración-- que
indujo a buscar la forma de “reponer” a esa población.
18 URÍAS HORCASITAS, 2007, p. 86.
6

“misión” política de modernización y transformación social. 19 Fue la cabeza de la
Dirección de Estudios Arqueológicos y Etnográficos (que en 1918 cambió su nombre a
Dirección de Antropología) de la Secretaría de Agricultura y Fomento (durante el
gobierno de Carranza y hasta 1925), Subsecretario de Educación Pública (unos pocos
meses, en el gobierno de Calles). Estuvo a cargo de la Dirección del Departamento
Demográfico de la Secretaría de Gobernación desde 1938 hasta 1942, y fue el Director
del Instituto Indigenista Interamericano, desde 1942 hasta su muerte en 1960.
Otro de los enlaces más importantes entre ideólogos y políticos fue Gilberto
Loyo, primer demógrafo profesional del país, quien creó el Comité Mexicano para el
Estudio de los Problemas de Población y empezó a colaborar muy de cerca con las
administraciones del maximato y el cardenismo. Tal como lo considera Alexandra
Stern, puede observarse claramente que las propuestas de su obra La política
demográfica de México (1935) fueron la base de la Ley de Población de 1936. 20
La contraparte de este proceso, como atinadamente señala Urías, fue la
dependencia de las ciencias sociales del proyecto político y la incapacidad de desarrollar
un pensamiento crítico frente al mismo, dejando de lado la investigación de problemas
que no se supeditaban a las necesidades del nacionalismo posrevolucionario. 21
El mestizaje como fenómeno político, es decir, el esfuerzo por implementar
mecanismos de unificación y homogeneización social desde el Estado, debe vincularse
con el esfuerzo de gobernabilidad de este último, a través de la intención de centralizar
el poder que, apenas finalizada la revolución, todavía seguía disgregado en manos de
varios de los caudillos que habían participado en ella. Esta intención se plasmó en la
creación del Partido Nacional Revolucionario (1929) como instrumento para legitimar
19 URÍAS HORCASITAS, 2007, p. 85.
20 STERN, 2000, p. 69.
21 URÍAS HORCASITAS, 2007, p. 99.
7

la institucionalización de un Estado centralizador que se desempeñaba como mediador
entre los diferentes grupos sociales, y en el seno del cual se entabló una estrecha
colaboración entre intelectuales y políticos. 22
Para entender el proceso que analizamos, debe tomarse en consideración que
existe relación entre el nacionalismo posrevolucionario, las tendencias del Estado hacia
la concentración de poder, el pensamiento racial mexicano (la identificación de la
“esencia” de la nacionalidad con lo mestizo) y su implementación como proyecto
político en las políticas demográficas y de inmigración.
La hipótesis que guía al presente trabajo es que el mestizaje, que no pudo ser
implementado a través de políticas positivas de unificación nacional, sí se consolidó
como política de exclusión, y se instrumentó a través de la política inmigratoria
mexicana. Por política inmigratoria entendemos el conjunto de leyes, disposiciones,
circulares gubernamentales (públicas y confidenciales) y demás documentos oficiales
tendientes a regular las cuestiones vinculadas a la inmigración y a los extranjeros, así
como las prácticas, actitudes, ideas, debates y respuestas que desde el gobierno se
dieron en relación a este tema.
Así, la política inmigratoria mexicana, que había surgido en el siglo XIX con un
espíritu liberal, durante las primeras décadas del siglo XX atravesó por un fuerte
proceso de constricción y rigidización que conllevó a la integración de un número cada
vez mayor de criterios de exclusión. A continuación nos asomaremos brevemente a la
historia de dicho proceso.
La construcción de la política inmigratoria mexicana
22 URÍAS HORCASITAS, 2007, p. 98.
8

La primera Ley de Migración de los Estados Unidos Mexicanos (1909) integró
consideraciones sanitarias y los primeros criterios políticos, al prohibir la entrada de
anarquistas o de quienes profesaran “la doctrina de la destrucción violenta de los
gobiernos o el asesinato de sus funcionarios públicos.” 23 Cabe resaltar, sin embargo, que
se trataba de una ley de carácter liberal, que hacía explícita “la más completa igualdad
de todos los países y de todas las razas, no estableciendo un solo precepto especial para
ciudadanos de alguna nación, ni para los individuos de raza determinada”. 24 En este
sentido se diferenciará de restricciones que se emitieron más tarde, las cuales
establecían prohibiciones tanto en función de la raza como de la nacionalidad de los
inmigrantes potenciales.
La ley de 1909 supeditó todas las cuestiones vinculadas a la inmigración a la
Secretaría de Gobernación, y creó el Servicio de Inspección de Inmigrantes. El reducido
tamaño de dicho Servicio, la falta de personal y su mala organización fueron
considerados responsables de que las disposiciones en la materia no se pudieran hacer
cumplir. 25 Las autoridades mismas reconocían, sin embargo, lo difícil que era regular la
inmigración en un país que contaba con una enorme extensión de costas y fronteras,
donde el Estado no tenía control sobre buena parte del territorio nacional.
Como se mencionó anteriormente, el pensamiento social que acompañó a la
revolución construyó los fundamentos teóricos que posteriormente guiaron a la política
inmigratoria, y si bien no concluyó que debía cerrarse por completo la inmigración, sí
supeditó la recepción a la capacidad de los extranjeros para adaptarse y asimilarse al
medio nacional. Por lo mismo lentamente se comenzaron a integrar criterios de
23 Prohibía el derecho de ingresar al país a quienes tenían enfermedades contagiosas (peste
bubónica, cólera, fiebre amarilla, etcétera), epilepsia o “enajenación mental”. También a los
inútiles para el trabajo, mendigos, prófugos de la justicia y prostitutas. LEY DE INMIGRACIÓN de
1909, en: SECRETARÍA DE GOBERNACIÓN, 2000, p. 112.
24 LEY DE INMIGRACIÓN de 1909, en: SECRETARÍA DE GOBERNACIÓN, 2000, p. 109.
25 LANDA Y PIÑA, 1930, p. 9.
9

selectividad en función de la división de los inmigrantes potenciales en dos categorías
básicas: “deseables” e “indeseables”. La “deseabilidad” se vinculaba directamente con
la capacidad de los extranjeros --real o imaginaria-- para asimilarse a la población
nacional. Alfredo M. Saavedra, el director de la Sociedad Mexicana de Eugenesia, fue
uno de los primeros eugenistas en elaborar el concepto de “asimilabilidad”,
relacionándolo con el de cercanía racial, bajo la premisa de que la mezcla entre razas
próximas o cercanas tendían a producir mezclas “robustas”, mientras que el cruce de
razas distantes daba lugar a progenie indeseable:
No todas las razas [pueden] mezclarse de manera compatible; desde el punto de
vista biológico o social no todas pueden amalgamarse para producir una mezcla
deseable; hay familias que se degeneran al mezclar o cruzarse, mientras que
otras mejoran. Para una buena mezcla uno necesita saber cómo decidir, y debe
requerir que las razas que se fusionen no retengan sus antecedentes, que borren
los estigmas de sus respectivas culturas, [y] que cierren las distancias que las
separan […]. 26
Aunque sólo pueda señalarse brevemente, no quisiera dejar de mencionar que el
nacionalismo revolucionario “defensivo” derivó en distintos episodios de xenofobia, no
menores. El más representativo de ellos fue la matanza de chinos que tuvo lugar en
Torreón, en 1913, por parte de las tropas maderistas, que los acusaron de haber apoyado
a la facción federal. Esta xenofobia no fue sólo un episodio que debe entenderse como
estallido irracional en medio del conflicto revolucionario; fue la actitud oficial de
26 Alfredo M. Saavedra, Eugenesia y medicina social, 1934, p. 119, citado en STERN, 2000, p.
67.
10

autoridades tanto estatales como federales, durante buena parte de la primera mitad del
siglo XX. 27
A pesar del cuestionamiento que la Revolución hizo sobre el papel de los
extranjeros y su oposición al proyecto colonizador porfirista, la pérdida de cerca de un
millón de personas durante el proceso revolucionario, debido a la guerra misma, al
descenso de la natalidad y a la expatriación, indujo a buscar la forma de aumentar la
población nacional. Por ello, los regímenes posrevolucionarios --entregados a la difícil
tarea de la reconstrucción nacional-- retomaron la convicción de atraer inmigrantes.
Tanto para el desarrollo económico nacional como para la modernización del campo y
de la industria el país requería de inversión extranjera, y de población, por lo que la
inmigración aparecía como el recurso más apropiado.
Fue el gobierno de Álvaro Obregón (1920-1924) el que externó nuevamente la
intención de recibir inmigrantes extranjeros. El mismo declaraba en 1920: “Nosotros
debemos abrir nuestras fronteras para todos los hombres de cualquier país que traigan
un contingente de moral y de cultura, y que vengan de buena fe a confundir sus
esfuerzos con los nuestros, para arrancar de nuestra pródiga tierra las riquezas que
deben servir de base a nuestro bienestar futuro. 28
Sin embargo, Obregón mismo buscó la forma de restringir dicha inmigración en
un Proyecto de Ley de Migración que presentó al Congreso en 1923, en el cual
consideraba la necesidad de que el poder público tuviera la posibilidad de seleccionar a
los inmigrantes y excluir a aquéllos que no fueran elementos deseables “[…] o
constituyan un peligro de degeneración física para nuestra raza, de depresión moral para
nuestro pueblo o de disolución para nuestras instituciones políticas”. 29 Debido a que
27 Véase GÓMEZ IZQUIERDO, 1991; HU, 1982.
28 OBREGÓN, 1932, p. 252.
29 Proyecto de Ley de Migración, presentado por el Ejecutivo de la Unión a la H. Cámara de
Diputados, México, 4 de octubre de 1923, en Diario de Debates de la Cámara de Diputados del
11

dicho proyecto no fue votado por las Cámaras, probablemente a consecuencia de la
rebelión delahuertista, 30 se le concedió a Obregón facultades extraordinarias para
legislar en materia de migración, y su proyecto fue retomado como base para la Ley de
Migración de 1926.
Si bien la asimilación del inmigrante seguía pensándose como una condición
necesaria para salvaguardar la homogeneidad de la población, los regímenes de
Obregón y Calles supeditaron dicho objetivo al de la reconstrucción nacional. Buen
ejemplo de ello lo encontramos en el caso de la inmigración menonita, la cual recibió un
Privilegium del gobierno de Álvaro Obregón en 1921 para establecerse en el país, a
todas luces contrario al objetivo de garantizar la asimilación de los extranjeros a la
población nacional. 31
Debe señalarse, sin embargo, que durante el gobierno de Álvaro Obregón se
restringió confidencialmente la inmigración de poblaciones negras, 32 lo que constituyó
una de las primeras disposiciones racistas de la política inmigratoria mexicana.
El gobierno de Plutarco Elías Calles (1924-1928) continuó la política de apertura
marcada por Obregón, a “toda inmigración de hombres de buena voluntad que traigan a
este país el contingente de su capital, de su inteligencia o de su esfuerzo”. 33 Aunque
también consideró la necesidad de dejar fuera a aquellos que podían constituirse en una
Congreso de los Estados Unidos Mexicanos, año II, período ordinario, XXX Legislatura, tomo
III, nº 17, 4 de octubre de 1923, p. 3.
30 YANKELEVICH y CHENILLO, 2009, 183.
31 En este documento se establecieron las concesiones que se les hizo a dicho grupo, que
incluían, entre otras, la exención del servicio militar, de participar en el sistema político y hasta
de hablar español; y el derecho formar sus propias escuelas y aplicar su propio sistema de
enseñanza “sin que el Gobierno los obstrucciones en ninguna forma”. AGUILAR RIVERA, 2004,
pp. 164-165.
32 Circular numero 33 del 13 de mayo de 1924. Archivo Histórico del Instituto Nacional de
Migración (en adelante: AHINM), exp. 4-362.1-76, s.f. Citado en: YANKELEVICH y CHENILLO,
2009, p. 186.
33 Discurso pronunciado por Plutarco Elías Calles, Nueva York, 30 de octubre de 1924, en:
ELÍAS CALLES, 1988, p. 157.
12

carga para la sociedad, amenazar las costumbres o resultar inadaptables al medio. 34 En
esta categoría fueron considerados inicialmente los gitanos, cuya prohibición de entrada
al país se dio en noviembre de 1926. 35
Durante el gobierno de Calles se promulgó la nueva Ley de Migración de 1926,
la cual intentaba paliar las principales deficiencias de la ley de migración porfirista, a
saber, que esta última se había convertido en un grave obstáculo para encauzar de
manera satisfactoria la inmigración extranjera, al permitir la entrada constante de
individuos que no sólo eran considerados indeseables, “sino abiertamente nocivos y
peligrosos para nuestro pueblo y para nuestra patria”. 36 Por lo mismo otorgaba a la
Secretaría de Gobernación la posibilidad de prohibir temporalmente la entrada de
inmigrantes trabajadores. 37
Probablemente debido a que nunca se expidió la ley reglamentaria de la Ley
Migración de 1926, la Secretaría de Gobernación comenzó a definir normas y criterios a
través de distintos anexos, acuerdos y circulares, que en muchos casos tenían carácter
confidencial, a través de los cuales se incorporaron diversos criterios de exclusión basados,
las más de las veces, en consideraciones raciales y étnicas.
Pero también durante este periodo se emitieron ciertas prohibiciones públicas. El
primer documento oficial del gobierno mexicano que restringió la inmigración de ciertos
trabajadores al país fue un acuerdo publicado en el Diario Oficial el 15 de julio de 1927. El
mismo prácticamente prohibía la inmigración de trabajadores de origen sirio, libanés,
armenio, palestino, árabe y turco, en función de consideraciones económicas. Poco
34
Informe Presidencial del Gral. Plutarco Elías Calles, México, 1º de septiembre de 1925. En:
GONZÁLEZ Y GONZÁLEZ, 1966, t. 3, p. 656.
35
De acuerdo con una lista de “Circulares expedidas por la Secretaría de Relaciones Exteriores
en asuntos de Migración”, el 16 de noviembre de 1926 se emitió la circular núm. 193. AHINM,
4-350-1932-7. Citado en: YANKELEVICH y CHENILLO, 2009, p. 186.
36
Cámara de Diputados, Diario de Debates, 28 de septiembre de 1923. En: SECRETARÍA DE
GOBERNACIÓN, 2000, p. 19.
37
LEY DE MIGRACIÓN DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS, Artículo 65. Diario Oficial, 13 de
marzo de 1926.
13

después la Secretaría de Relaciones Exteriores admitió, involuntariamente, que no sólo
habían privado criterios económicos, ya que también se había considerado el objetivo de
“[…] evitar la mezcla de razas que se ha llegado a probar científicamente producen una
degeneración en los descendientes”. 38 Ello se confirmaba, además, con el hecho de que se
limitó únicamente entrada de ciertos trabajadores.
Las políticas de apertura de Obregón y Calles lograron atraer a un porcentaje de
la corriente emigratoria europea del periodo de entreguerras. Entre 1921 y 1930 la
población extranjera del país aumentó de 100,000 a 160,000 personas, alcanzando la
proporción más alta que se observa en relación a la población nacional (0.97%) durante
el siglo XX. 39
Durante el periodo conocido como el maximato, “el regreso de millares de
expulsados por la crisis de la economía norteamericana devino en un auténtico parteaguas
en la política de inmigración”. 40 En abril de 1929 se prohibió temporalmente la
inmigración de extranjeros que vinieran al país a dedicarse a trabajos corporales mediante
salario o jornal, y aunque en noviembre de ese año se permitió nuevamente la inmigración
de trabajadores extranjeros, se exceptuó a los sirios, libaneses, armenios, árabes,
palestinos, turcos, chinos, hindúes, etcétera, “así como las personas a las que con
anterioridad se les ha señalado como indeseables”. 41 En septiembre de 1929 se prohibió la
inmigración rusa y polaca, lo cual se explicaba debido al aumento de dicha inmigración y
al hecho de que “en infinidad de casos vienen a dedicarse a hacer labor de agitación entre
el elemento trabajador de nuestro país”. 42
38 SECRETARÍA DE RELACIONES EXTERIORES, 1927, p. 512.
39 CAMPOSORTEGA, 1997, p. 29.
40 YANKELEVICH y CHENILLO, 2009, p. 189.
41 SECRETARÍA DE GOBERNACIÓN, 1930, p. 253.
42 Circular Confidencial n° 1 por la que se prohíbe la inmigración de rusos y polacos. Anexo n°
6, pp. 14 -16. En: Andrés Landa y Piña, Historia de las restricciones impuestas a la
inmigración por motivos sociales, económicos, raciales y políticos (1927-1937), documento
14

Las prohibiciones temporales a la inmigración de trabajadores extranjeros, que se
reiterarían en 1931, 1932 y 1934 deben relacionarse con la necesidad del gobierno
mexicano de repatriar a más de 350,000 mexicanos (incluyendo a sus hijos nacidos en
Estados Unidos) expulsados por las autoridades estadounidenses entre 1929 y 1933, a raíz
de la Gran Depresión.
Durante el maximato, el objetivo de lograr una sociedad unificada y homogénea
que, como vimos, se venía gestando en el pensamiento inmigratorio desde tiempo atrás,
finalmente privó sobre otras metas nacionales, como la del desarrollo económico e
industrial. La fórmula de recibir a aquellos inmigrantes que fueran susceptibles de
fusionarse más fácil y rápidamente a la “población nacional” se fue implementando a
través de un doble movimiento, de exclusión e inclusión, a través del cual se buscaba
excluir del proyecto nacional a aquellos elementos considerados “indeseables”, y se
intentaba fomentar la inclusión de aquellos con quienes se quería compartir el destino
del país. Por supuesto, sobre el primer objetivo se tenía algo de control, y sobre el
segundo no.
Sólo cuatro años después de haberse emitido la Ley de 1926, ésta fue reemplazada
por la Ley de Migración de 1930, la cual retomó las recomendaciones emitidas en la
primera Convención de Migración, que tuvo lugar en diciembre de 1929 con la asistencia
de los delegados de migración de todo el país.
La Ley de Migración de 1930 consideraba de público beneficio “[…] la
inmigración individual o colectiva, de extranjeros sanos, capacitados para el trabajo, de
buen comportamiento y pertenecientes a razas que, por sus condiciones, sean fácilmente
asimilables a nuestro medio, con beneficio para la especie y para las condiciones
enviado al Secretario de Gobernación, 21 de enero de 1938. Agradezco a Alice Gojman de
Backal haberme prestado el documento, que pertenece a su archivo privado.
15

económicas del país”. 43 También facultaba a la Secretaría de Gobernación para fomentarla
por “cuantos medios juzgue conveniente”, y relevar de los requisitos a aquellos
inmigrantes considerados benéficos y de radicación definitiva. Además creó el Consejo
Consultivo de Migración, con la intención de definir “la clase de elementos de inmigración
deseables, según sus condiciones de raza o étnicas, aptitudes para el trabajo, costumbres,
etc.”. 44
Dos años después, el Reglamento a la Ley de Migración --emitido en 1932--
reiteraba la facultad discrecional de la Secretaría de Gobernación para “establecer criterios
cambiantes” para la admisión de inmigrantes "de acuerdo a su mayor o menor capacidad
de asimilación a nuestro ambiente".
El giro que se estaba gestando en la política inmigratoria hacia una política de
puertas cerradas culminó en los años de 1933 y 1934, durante el gobierno de Abelardo
Rodríguez, con la promulgación de dos circulares confidenciales emitidas por la Secretaría
de Gobernación en las cuales se reunieron todas las prohibiciones que se habían dado
anteriormente de forma dispersa y poco sistemática, y se agregaron otras más. A través de
distintos documentos se había prohibido la inmigración china en 1921, la india en 1923, la
de negros en 1924, la de gitanos en 1926, la de las poblaciones de origen árabe a partir de
1927, y la rusa y polaca en 1929, mientras que la llegada de húngaros se había prohibido
en 1931. 45 Por ello la Secretaría de Gobernación consideró la conveniencia de reunir en
43
LEY DE MIGRACIÓN DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS. Diario Oficial, 30 de agosto de
1930.
44
“Informe acerca de los puntos principales aprobados por la reunión de delegados, agentes y
visitadores del Servicio de Migración con motivo de las reformas que se pretenden introducir en
la actual ley de la materia”. Archivo de Andrés Landa y Piña, Tomo 7, 1929. En: YANKELEVICH
y CHENILLO, 2009, p. 192. El Consejo Consultivo de Migración inició sus labores en diciembre
de 1930. Entre sus miembros se encontraban Manuel Gamio, Mario Souza, Adolfo Ruiz
Cortines y Daniel Cosío Villegas.
45
GÓMEZ IZQUIERDO, 1991, p. 111; GONZÁLEZ NAVARRO, 1994, t. III, p. 31 y p. 36. Andrés
Landa y Piña, Historia de las restricciones impuestas a la inmigración por motivos sociales,
económicos, raciales y políticos (1927-1937).
16

una sola circular toda la información referente a los extranjeros que tenían limitaciones
para entrar al país.
La circular confidencial n° 250, fechada el 17 de octubre de 1933, prohibía por
razones étnicas la inmigración de individuos de raza negra, amarilla (con excepción de
los japoneses, debido a un tratado celebrado con Japón en 1904), malaya e hindú; por
razones políticas la entrada de individuos nacionales de las Repúblicas Socialistas
Soviéticas, y por sus malas costumbres y actividades notoriamente inconvenientes, la
entrada de gitanos. También caracterizaba como poco deseable la inmigración de
individuos polacos, lituanos, checos, eslovacos, sirios, libaneses, palestinos, armenios,
árabes y turcos, cuya entrada quedaba condicionada a la precalificación que de cada
caso hiciera la Secretaría de Gobernación. Se exceptuaba de la restricción a los
inversionistas que contaran con un capital mínimo de diez mil pesos, aunque de todas
formas éstos necesitaban la autorización previa de dicha Secretaría. 46
Pocos meses después, otra circular confidencial, conocida como la circular n° 157,
emitió las adiciones a la circular 250, justificando su carácter más estricto en razón de las
condiciones étnicas económicas, políticas y demográficas que prevalecían en la república,
aunque no especificaba cuáles eran dichas condiciones. En este documento, que volvía a
enlistar las razas y grupos étnicos y nacionales a los cuales se prohibía el ingreso al país, se
explicaba que el criterio utilizado para la selección era el grado de asimilación racial y
cultural de los extranjeros. Así, agregaba a la lista de los no deseables a letones, búlgaros,
rumanos, persas, yugoslavos, griegos, albaneses, afganos, abisinios, argelinos, egipcios y
marroquíes. El último artículo de la circular, además, también prohibía la inmigración
judía, independientemente de la nacionalidad que tuvieran los inmigrantes de dicho origen,
y para ello establecía como requisito indispensable que todos los inmigrantes potenciales
46 Circular Confidencial nº 250, México D.F., 17 de octubre de 1933, Archivo General de la
Nación, Dirección General de Gobierno, 2.360 (29), c. 11, exp. 15.
17

que solicitaran permiso para ingresar en el país declararan cuál era su raza, su “sub-raza” y
su religión. 47
Por último, cabe señalar que durante la presidencia de Aberlardo Rodríguez (1932-
1934) junto con la política inmigratoria se comenzó a estructurar una política poblacional,
definida como el conjunto de normas diseñadas por el Estado para regular las relaciones
que se establecen entre la población nacional y el territorio. 48 A través de la Ley de
Secretarías de Estado, se señaló la responsabilidad de la Secretaría de Gobernación de
contar explícitamente con una política demográfica. Esta intención quedaría plasmada,
desde su mismo título, en la Ley General de Población de 1936, que se analizará un poco
más adelante.
Pasamos entonces al análisis del régimen cardenista, el cual es recordado, entre
otras cosas, por su generosidad frente al exilio español. La recepción de los republicanos y
el asilo político otorgado a figuras de la talla de León Trotsky, contribuyeron a alimentar la
imagen de las “puertas abiertas” del país, y del cardenismo mismo. Si bien esta visión
corresponde con cierta realidad inmigratoria, deben precisarse algunas cuestiones. La
primera, es que la vocación hospitalaria del país hacia los españoles no fue genérica, y por
tanto debe deslindarse el comportamiento que tuvo el régimen hacia cada grupo que
solicitó asilo en México. 49 De hecho, la recepción de los republicanos limitó la posibilidad
de otros grupos de recibir refugio. 50 En segundo lugar, es necesario tener en cuenta que
existe una clara diferenciación entre política de inmigración y política de asilo, y que
mientras esta última fue de apertura ---específicamente en relación a los españoles--, la
política inmigratoria del cardenismo fue sumamente restrictiva.
47 Circular Confidencial nº 157, México D.F., 27 de abril de 1934, Archivo Histórico de la
Secretaría de Relaciones Exteriores, exp. III-2334-12.
48 VALDÉS, 2000, p. 11.
49 BOKSER, 1999, pp. 343-344.
50 Véase GLEIZER, 2007.
18

La política inmigratoria nacional dio un viraje importante durante el cardenismo
cuando en 1936 se emitió una nueva Ley de Población que, como su título indica, se
proponía ir más allá de las cuestiones migratorias, para convertirse en una ley de política
demográfica. Si bien se seguía pensando que “faltaban brazos”, las estrategias prioritarias
para aumentar la población fueron definidas por primera vez a través del crecimiento
natural de la misma y del intento de repatriar a miles de mexicanos de los Estados Unidos,
dejando a la inmigración en un plano secundario. Aunque el crecimiento natural fuera
lento, se anhelaba con mayor fuerza una comunidad unificada frente a una numerosa, que
fuera “laboriosa y capaz de consolidar el bienestar de nuestra raza y la plenitud de nuestra
nación.” 51 México debía poblarse con mexicanos. 52
La Ley de 1936, que ha sido definida como “la legislación más restrictiva en
materia inmigratoria que conoció México” 53 prohibió por tiempo indefinido la entrada al
país de inmigrantes trabajadores; y facultó a la Secretaría de Gobernación para limitar la
internación de determinados extranjeros indeseables, aún cuando cumplieran con los
requisitos de ingreso al país. La contribución más importante que hizo fue la introducción
del sistema de tablas diferenciales para inmigrantes (sistema adoptado de la legislación
estadounidense) las cuales determinarían anualmente el número máximo de extranjeros
que podrían admitirse por país. Las tablas debían formarse “teniendo en cuenta el interés
nacional, el grado de asimilabilidad racial y cultural [de los extranjeros], y la conveniencia
de su admisión, a fin de que no constituyan factores de desequilibrio”. 54
El problema de los “indeseables” seguía vigente; la novedad es que por primera
vez se discutió cómo podría definirse este criterio, y cómo se podría establecer el número
máximo de extranjeros que podrían ingresar anualmente, cuando el gobierno carecía de
51 GONZÁLEZ NAVARRO, 1974, p. 33.
52 CABRERA ACEVEDO, 1993, t. IV, p. 21.
53 YANKELEVICH y CHENILLO, 2009, p. 210. p.
54 LEY DE POBLACIÓN DE 1936. Artículo 7-III.
19

datos estadísticos, de información y de análisis serios sobre los extranjeros que residían en
el territorio nacional. 55 A diferencia de otros países donde se implementaron, en México
las tablas diferenciales se calcularon en base a prejuicios étnicos, permitiendo la entrada
ilimitada de españoles y americanos, y restringiendo la de las razas menos deseables. 56
Por otra parte, la circular confidencial 157 siguió vigente durante los primeros
años del cardenismo. Fue derogada en mayo de 1937, pero se siguió implementado con
posterioridad a esa fecha, lo cual puede observarse en el caso de la prohibición a la
inmigración judía. 57 Por lo tanto, en términos generales se prohibió la entrada de los
grupos étnicos y nacionales regulados por dicho documento, aunque se hicieron algunas
excepciones. Debido a que las disposiciones que había introducido la Ley de 1936
coexistieron con lo dispuesto en la Circular Confidencial 157, se creó mucha confusión en
los funcionarios del servicio exterior mexicano. El discurso del presidente Cárdenas sobre
el asilo que ofrecía el país a los perseguidos por los regímenes totalitarios europeos creaba
todavía más problemas, lo que llevó a que distintos funcionarios interpretaran la ley de
formas muy distintas.
Las tablas diferenciales se emitieron cada año desde 1937 hasta 1947, cuando la
nueva Ley de Población de ese último año las eliminó. A través del análisis de las mismas
puede observarse el proceso de constricción de la política inmigratoria mexicana, que debe
entenderse no sólo en función de cuestiones de política interna, sino en el contexto de los
flujos emigratorios provocados por la preguerra y la Segunda Guerra Mundial, ya que las
mismas fueron reduciendo paulatina pero constantemente la cantidad y la nacionalidad de
los extranjeros que podían entrar al país. Además reflejaban nítidamente los criterios de la
55 YANKELEVICH y CHENILLO, 2009, p. 213.
56 Así lo reconocía Francisco Trejo, el Director General de Población cuando admitía que “no
hay estadísticas correctas sobre los extranjeros que se encuentran en el país”, y que el criterio
usado restringir la entrada de las “razas menos deseables.” En: YANKELEVICH y CHENILLO,
2009, p. 216.
57 Véase AVNI, 1986 y GLEIZER, 2007.
20

Ley General de Población de 1936, al establecer que "Los solicitantes manifestarán
categóricamente no abrigar prejuicios raciales, estar dispuestos, en su caso, a formar
familia mestiza mexicana y a residir en la República de modo continuo e
ininterrumpido." 58 El cambio se debió tanto a la situación de Europa, como a las
presiones ejercidas por la opinión pública mexicana y por los grupos de la derecha
radical secular que presionaban al gobierno cardenista para que limitara la inmigración
extranjera.
Durante el cardenismo por primera vez hubo un debate público sobre las
cuestiones de inmigración, que involucró a una gran cantidad de personas y de grupos, y
ocasionó posturas apasionadas --tanto a favor como en contra de la misma-- y
acaloradas discusiones que trascendieron el ámbito de la prensa. El gobierno propició el
debate a través de la convocatoria a diversos foros en donde se discutió el tema, como la
Primera Semana de Estudios Demográficos (1937) o la Primera Quincena Pro
Población (1938).
Tanto como resultado de esta última reunión, como en función de los
acontecimientos europeos, en 1939 la Secretaría de Gobernación de México perfeccionó
los sistemas de control y registro de extranjeros residentes en el país, para “[...] admitir
solamente elementos útiles y de solvencia económica que puedan ser factores de un
verdadero progreso industrial y espiritual de nuestra Patria.” 59 A partir de ese año,
efectivamente, la "selección" sería mucho más estricta. Debido también a la "anormal"
situación europea, se suspendieron los permisos de internación a extranjeros que
58 Tablas diferenciales a que se sujetará la admisión de inmigrantes durante el año de 1939,
Secretaría de Gobernación, México D.F., 31 de octubre de 1938, en: Diario Oficial, 1º de
noviembre de 1938.
59 SECRETARÍA DE GOBERNACIÓN, 1940, p. 8.
21

deseaban ingresar como turistas, transmigrantes y visitantes (restricción que se limitaba
a ciudadanos europeos). 60
La política inmigratoria durante el periodo del presidente Manuel Ávila Camacho
continuó en la misma línea, pero fue adaptándose al contexto internacional. Finalmente la
inmigración extranjera se prohibió completamente con motivo de la entrada de México en
la Segunda Guerra Mundial, en mayo de 1942.
Las autoridades inmigratorias mexicanas externaron el temor de que la guerra
europea expulsara enormes corrientes emigratorias hacia las Américas. Por ello, hasta
1945 sólo se permitió el ingreso ilimitado de españoles y de extranjeros nacidos en el
continente americano. Los originarios de otros países “sólo serían admitidos después de un
estudio minucioso de cada caso particular y en circunstancias excepcionales.” 61 Recién en
1946 las tablas diferenciales comenzaron a abrir nuevamente las fronteras del país a los
europeos, una vez que se comprobó que no hubo tal corriente inmigratoria de posguerra.
Consideraciones finales
Durante el periodo estudiado la política inmigratoria mexicana no alcanzó la meta
propuesta de encauzar hacia México una corriente inmigratoria benéfica que
contribuyera a aumentar la población nacional (particularmente agrícola) y que atrajera
capitales e inversiones en grandes cantidades. Aunque surgió con un carácter claramente
liberal, la política inmigratoria mexicana atravesó un fuerte proceso de constricción y
rigidización, hasta convertirse en una de las más restrictivas de toda América Latina,
que finalmente logró el objetivo de limitar la entrada de los inmigrantes considerados
“indeseables”. Debe señalarse, sin embargo, que fueron las autoridades en turno quienes
60 "Informe del Departamento de Migración", en: SECRETARÍA DE GOBERNACIÓN, 1940, p. 81.
61 PALMA, 2006, p. 73.
22

catalogaban a los extranjeros como “deseables” o “indeseables”, y que estas
consideraciones fueron cambiando con el tiempo, vinculándose cada vez más el
concepto de “asimilabilidad” al de “cercanía racial” (es decir, a la idea de que las razas
más cercanas se mezclaban más fácilmente).
Es posible concluir que la política que estudiamos se fue conformando
coyunturalmente, reaccionando a los principales sucesos internacionales,
particularmente a los ciclos de la economía estadounidense (que arrojaban de regreso a
los trabajadores mexicanos) y a la situación en Europa en torno a la Segunda Guerra
Mundial. Pero también incorporó progresivamente los reclamos de ciertos sectores de
las clases medias que presionaron a los gobiernos mexicanos por un cierre de puertas
prácticamente total, que por razones de espacio no se pudieron detallar en el presente
ensayo.
En cuanto al terreno de las ideas, se cuestionó el papel que los extranjeros debían
desempeñar en el desarrollo nacional. Por ello se pasó de una política de puertas
abiertas, que consideraba a la inmigración como una forma rápida y conveniente de
aumentar y mejorar el perfil de la población nacional, a una política de puertas cerradas,
que subordinó el interés económico al cultural: se deseaba más una población
homogénea, que una población numerosa. Este objetivo de unidad nacional, sin
embargo, sería subordinado en distintos momentos a metas más prioritarias. Así, aunque
el porfiriato abogaba por la llegada de razas blancas que mejoraran la raza, subordinó
dicho objetivo a las necesidades económicas del país, permitiendo la entrada de
trabajadores orientales y de razas no deseadas. Los regímenes de Álvaro Obregón y
Plutarco Elías Calles, por su parte, que abogaban por la llegada de razas “asimilables”
subordinaron dicho deseo al objetivo de la reconstrucción nacional. Y fue realmente
23

durante el periodo conocido como el maximato cuando las consideraciones de
selectividad étnica y racial privaron sobre otro tipo de intereses económicos o políticos.
Finalmente, el mestizaje como proyecto político, que no pudo implementarse a
través de mecanismos positivos de unificación racial, étnica y ligüística, dio forma a la
política inmigratoria mexicana en la intención de salvaguardar la identidad nacional,
preservándola de influencias externas, es decir, de aquellos elementos que no
pertenecían a ninguna de las dos ramas del mestizaje y no podían, por tanto, contribuir a
su reforzamiento. La vinculación entre asimilabilidad del inmigrante, “deseabilidad” y
cercanía racial conllevó a un paulatino cierre de puertas que, a diferencia de otros
países, fue implementado, abiertamente, en función de criterios raciales.
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