versión pdf - Observatorio para la Cibersociedad, OCS
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visualidad 6 , a<strong>para</strong>tos, instituciones, cuerpos y figuraciones». (W. J. Mitchell, citado<br />
en Evans y Hall, 1999:4).<br />
Así pues, como sugiere esta última referencia, el estudio de los elementos<br />
visuales de <strong>la</strong> CMO es sólo una parte de <strong>la</strong> investigación que hay que llevar a cabo.<br />
Por un <strong>la</strong>do, <strong>la</strong> reflexión más inmediata es que hay que pensar lo visual como algo<br />
que va más allá de <strong>la</strong> imagen bidimensional. Esto es algo que Emmison y Smith<br />
(2000) observan cuando dicen que el estudio de lo visual debería abarcar todos<br />
aquellos aspectos de <strong>la</strong> sociedad que percibimos y comprendemos<br />
predominantemente de forma visual, es decir <strong>la</strong> visualidad humana en sentido<br />
amplio. Por esto, a <strong>la</strong> hora de enfrentarnos a su estudio, proponen <strong>la</strong> siguiente<br />
ordenación en el índice de su manual: 1) datos visuales bidimensionales (imágenes,<br />
signos y representaciones); 2) datos visuales tridimensionales (escenarios, objetos<br />
e indicios); 3) datos visuales vividos (el entorno construido y sus usos); y 4)<br />
formas vivas de datos visuales: cuerpos, identidades e interacción. Una de <strong>la</strong>s<br />
ventajas evidentes de esta c<strong>la</strong>sificación (a pesar del aroma formalista que podamos<br />
percibir) es que amplía el campo de lo visual más allá de <strong>la</strong>s manifestaciones<br />
tradicionales de <strong>la</strong> fotografía, el vídeo, el cine, <strong>la</strong> pintura, <strong>la</strong> escultura, <strong>la</strong>s<br />
insta<strong>la</strong>ciones, etc., <strong>para</strong> abarcar todas <strong>la</strong>s dimensiones visuales de nuestra<br />
experiencia social. Ahora bien, tal vez porque es un libro dedicado a <strong>la</strong>s<br />
metodologías visuales de investigación, no se p<strong>la</strong>ntea un problematización a fondo<br />
de los regímenes escópicos (Jay, 1988). 7<br />
Pero también es necesario considerar el ciberespacio como un a<strong>para</strong>to que<br />
favorece ciertas c<strong>la</strong>ses de visualidad, que se han vincu<strong>la</strong>do habitualmente con <strong>la</strong><br />
espectacu<strong>la</strong>ridad, <strong>la</strong> simu<strong>la</strong>ción, y el voyeurismo (Druckrey, 1994; Robins, 1996 a;<br />
Marzo, 1996; Virilio, 1999).La investigación debe tener en cuenta estas<br />
prevenciones pero, del mismo modo que con lo «virtual» o <strong>la</strong>s comunidades en el<br />
ciberespacio, es importante estudiar cuándo y cómo se producen estos fenómenos<br />
y hasta que punto son éstos los únicos regímenes escópicos de <strong>la</strong> experiencia<br />
ciberespacial. Podría muy bien suceder que <strong>la</strong>s re<strong>la</strong>ciones sociales y el consumo de<br />
lo visual en el ciberespacio no estuvieran siempre marcadas por <strong>la</strong> alienación de<br />
una realidad que al parecer damos por supuesta, sino que todas <strong>la</strong>s experiencias<br />
por igual, «ciber» o no, fueran fenómenos «reales» y sujetos a construcción<br />
simultáneamente.<br />
En cualquier caso, urge construir una comprensión de los modos de<br />
visualidad que favorece <strong>la</strong> experiencia ciberespacial. En este sentido, <strong>la</strong> cuestión de<br />
<strong>la</strong> automatización de <strong>la</strong> mirada, <strong>la</strong> se<strong>para</strong>ción entre <strong>la</strong> producción de imágenes y <strong>la</strong><br />
visión humana que fomentan <strong>la</strong>s recnologías digitales, es un tema que ha<br />
preocupado a varios autores (Manovich, 1996; Cubitt, 1998). Pero aunque no<br />
lleguemos al extremo de anunciar <strong>la</strong>s desaparición del observador humano,<br />
debemos reconocer que se está produciendo un proceso que Crary (1999:1)<br />
describe como «una reconfiguración de <strong>la</strong>s re<strong>la</strong>ciones entre el sujeto observador y<br />
los modos de representación que [...] anu<strong>la</strong> <strong>la</strong> mayor parte de los significados<br />
culturalmente establecidos de observador y de representación». Para comprender <strong>la</strong><br />
naturaleza de esta reconfiguración, Crary propone reconstruir <strong>la</strong> historia de <strong>la</strong><br />
«modernización de <strong>la</strong> visión» en re<strong>la</strong>ción con los cambios en los modos de<br />
representación que se materializan en tecnologías como <strong>la</strong> cámara oscura, <strong>la</strong><br />
fotografía o el cinematógrafo, y que sólo se pueden comprender como ejemplo de<br />
«ciertas prácticas, técnicas, instituciones y procedimientos de subjetivación» (:5).<br />
Ahora bien, el campo de lo visual no es de fácil definición y existe el riesgo<br />
constante de que, en busca de una dimensión específica <strong>para</strong> <strong>la</strong> imagen, lo visual y<br />
<strong>la</strong> visualidad, caigamos en su descontextualización y <strong>la</strong> aislemos del conjunto de<br />
prácticas sociales de que forma parte. Evans y Hall parecen conscientes de este<br />
riesgo cuando afirman en <strong>la</strong> introducción de su antología de textos sobre el campo