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FALORDIAS Y LEYENDAS EN TORNO AL COMPROMISO DE ...

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En el año 2012, VI Centenario del Compromiso, Alberto<br />

Serrano Dolader publicó en su sección dominical “Aragón de<br />

leyenda”, del periódico Heraldo de Aragón, quince comentarios en<br />

torno al Compromiso y al castillo de Caspe donde se celebró, que son<br />

los que conforman este opúsculo informático conmemorativo, del<br />

que con diferente maquetación también circula una edición en papel,<br />

no venal y de tirada limitada.<br />

La ilustración de la portada es el grabado que adorna el pliego de cordel El<br />

Compromiso de Caspe. Romance histórico (1410 a 1412), editado en 1871 en el<br />

Establecimiento Tipográfico Eduardo Cuesta, de Madrid. La escena presenta una<br />

recreación libre e imaginada de la ceremonia de proclamación del fallo (28 de junio de<br />

1412).<br />

EDICIONES CUATRO ESQUINAS ©<br />

Casa fundada en 1997 por Indalecio Baneba.<br />

Consejo editorial: Antonio Barceló Caballud & Alberto Serrano Dolader.


ÍNDICE <strong>DE</strong> CONT<strong>EN</strong>IDOS:<br />

Presentación ............................................................................................. 3<br />

La muerte del rey Martín ......................................................................... 4<br />

Caspe y unas apariciones ......................................................................... 6<br />

El cinturón de seguridad .......................................................................... 8<br />

El diablo en el Compromiso de Caspe ..................................................... 10<br />

Un sermón sin altavoz ............................................................................. 12<br />

El asesinato del arzobispo ........................................................................ 14<br />

Polvo de Caspe ........................................................................................ 16<br />

Leyendas imposibles ................................................................................. 18<br />

El compromisario desgarbado ................................................................. 20<br />

Un tipo singular ....................................................................................... 22<br />

Tradición y fábula entorno a una mesa .................................................... 24<br />

Sangre en las escaleras ............................................................................ 26<br />

Las brujas del Compromiso ..................................................................... 28<br />

La Nazarieta y la rezadora ....................................................................... 30<br />

Desfile de fantasmas ................................................................................ 32<br />

Epílogo. Cuadernos de campo ................................................................. 34<br />

2


PRES<strong>EN</strong>TACIÓN<br />

Las crónicas sobre costumbres y leyendas de Alberto Serrano en los<br />

dominicales de Heraldo de Aragón son como uno de esos platillos<br />

deliciosos en los que se aúnan la calidad del producto y el buen sentido de<br />

quien cocina. Escogerlos permite gozar luego de una satisfacción muy<br />

grata: comprobar que se ha acertado en una elección.<br />

Alberto es persona instruida y amable, presa de una curiosidad infinita.<br />

Tiene predilección por asuntos que el mundo académico descuida y una<br />

larga experiencia de narrador periodístico que combina la información, el<br />

entretenimiento y el desvelamiento de asuntos que tienen interés y no lo<br />

aparentan.<br />

No esconde la condición de amante de su Caspe natal. Los lugares<br />

necesitan gentes que los quieran, que sufran con sus desdichas y se<br />

regocijen con sus venturas, que los defiendan y avaloren. Este celo cordial<br />

de Alberto no se detiene en los límites de la Ciudad del Compromiso<br />

porque, como les sucede a las de gran solera, se enreda como una cereza<br />

con las demás que con ella están en el cesto ilimitado de la historia.<br />

El lector verá aquí, so pretexto del Compromiso, lo que dicen los<br />

historiadores, a quienes el autor conoce, y lo que no, a menudo tan sabroso<br />

o más. Con humor bajoaragonés, convoca tanto al barroco Valdecebro<br />

como al alcalde Garrido, a la Nazarieta como al sabio Labaña. Y construye<br />

una fina urdimbre en la que va atrapando al archisanto Vicente Ferrer, a<br />

quien se han atribuido prodigios sin medida; incluso una cruz de piedra<br />

que, probablemente, corresponde a un tocayo que, sobre ser más antiguo,<br />

no tenía de santo sino el apellido.<br />

Humor irónico, que priva de solemnidad a un castillo asignándole<br />

azotea; fingidamente truculento, aportando una improbable sangre<br />

templaria impresa en ciertas piedras; tierno, a propósito de un asno<br />

senderiano “que no tiene malicia de persona”.<br />

Tal repertorio no puede hallarse sino en este género particular de<br />

periodismo, que nace de infatigables lecturas y trabajos de campo, en el<br />

que Alberto Serrano destaca hace mucho tiempo para beneficio de quienes<br />

lo leemos.<br />

Guillermo Fatás.<br />

3


<strong>F<strong>AL</strong>ORDIAS</strong> Y <strong>LEY<strong>EN</strong>DAS</strong> <strong>EN</strong> <strong>TORNO</strong> <strong>AL</strong><br />

<strong>COMPROMISO</strong> <strong>DE</strong> CASPE Y SU CASTILLO<br />

LA MUERTE <strong>DE</strong>L REY MARTÍN<br />

Era un monarca de mucho peso, o sea,<br />

gordo. Aunque ya andaba muy delicado, por lo que<br />

se ve no había perdido el apetito. El jueves se echó<br />

al cuerpo un asadico de ganso, que no es cosa<br />

suave, y con la carne le entró en el estómago un<br />

dolor de mil demonios. Comenzó la agonía y dos<br />

días más tarde, el sábado 31 de mayo de 1410, el rey Martín el Humano<br />

murió en Barcelona sin haber designado sucesor. ¡La que se montó!, o la<br />

que pudo montarse si Aragón no da ese ejemplo de cordura que se llamó<br />

Compromiso de Caspe.<br />

Sí, cuando enterraron al rey se pudo liar bien liada. La situación<br />

legal, muy compleja, la ha resumido el medievalista Esteban Sarasa: "En la<br />

Corona de Aragón el derecho de la sucesión al trono se basaba<br />

primordialmente en la 'costumbre' (o razón natural); con lo que, al no<br />

existir ninguna disposición por escrito sobre el particular, los testamentos<br />

reales y algunas manifestaciones esporádicas de derecho hereditario habían<br />

llegado a conformar un sentimiento colectivo acerca de la cuestión. Pero en<br />

definitiva, y a diferencia de Castilla o Navarra, ni en la legislación<br />

aragonesa ni en la catalana o valenciana constaba ordenamiento alguno que<br />

regulara explícitamente la sucesión real. Las únicas disposiciones legales<br />

referidas al acceso al trono de un nuevo monarca daban por supuesta su<br />

legítima designación y se ocupaban exclusivamente de los actos referentes<br />

a la coronación y juramento".<br />

El caso es que en aquella primavera del año 1410 el dominico<br />

Vicente Ferrer –más tarde considerado santo- andaba recorriendo tierras del<br />

Maestrazgo. Predicaba y predicaba, que es lo que más le encantaba hacer.<br />

Al despedirse de su público de Morella –cosa que supongo ocurriría el 23<br />

de mayo- lanzó una inquietante y hermética premonición: “Hermanos, os<br />

anuncio que, dentro de ocho días habrá una horrorosa detonación, cuyo<br />

ruido resonará en todo este reino, por tan funestos resultados, que se<br />

seguirán muchas muertes violentas y arroyos de sangre". Ante la inquietud<br />

del auditorio, que ya pensaba en un apocalipsis o algo peor, fray Vicente no<br />

4


se cortó un pelo: "Ya veo llegar las postas que os traen la noticia de la<br />

muerte del rey". O sea, que con más de una semana de antelación predijo el<br />

óbito del monarca, o al menos eso es lo que ha circulado por las<br />

hagiografías que enaltecen la vida y milagros del dominico (Fages,<br />

Teixedor… y Sempere, de quien transcribo las supuestas palabras del<br />

sermón visionario).<br />

Necesario es anotar que en asuntos de adivinanzas, la suerte que<br />

corría quien predecía el futuro era dispar. Si el que lanzaba el mensaje lo<br />

hacía desde la ortodoxia religiosa, todo eran alabanzas. Pero, cuidado que<br />

fuese alguien con fama de bruja o de nigromante porque enseguida sería<br />

perseguido y castigado por los tribunales: si no acertaba, por embaucador;<br />

si daba de lleno, por haber establecido pactos secretos con el mismísimo<br />

Satanás, de quien, en última instancia, habría partido el soplo.<br />

El próximo mes de junio van a cumplirse seiscientos años del fallo<br />

del Compromiso de Caspe, en el que se eligió rey a Fernando el de<br />

Antequera y en cuyo desarrollo tanto tuvo que ver Vicente Ferrer, el santo<br />

de la predicción.<br />

Publicado en Heraldo de Aragón, 29-04-2012.<br />

5


CASPE Y UNAS APARICIONES<br />

No todos los compromisarios llegaron al<br />

mismo tiempo a Caspe, en cuyo castillo se iban a<br />

desarrollar las sesiones de un cónclave en el que<br />

nueve doctos varones tenían encomendada la<br />

misión de elegir quién debía ser -tras la muerte de<br />

Martín el Humano sin designar heredero- el nuevo<br />

rey de Aragón, Valencia, Mallorca, Cerdeña y<br />

Sicilia, y conde de Barcelona, Rosellón y Cerdaña. El 29 de marzo de 1412,<br />

cinco ya estaban aposentados en sus estancias de la fortaleza, que se<br />

asomaba al Guadalope. El próximo en entrar en la entonces villa sería el<br />

dominico Vicente Ferrer, que se entretuvo por el camino repartiendo<br />

milagros.<br />

En uno de los pueblos del tránsito –que supongo cercano al destino-<br />

el fraile valenciano tenía un enemigo que, al parecer, gozaba difamándole<br />

con capazos de mala fama. No sé si por causas naturales, el caso es que<br />

aquel paisano murió. Sí, murió, pero arrepentido de su reiterado pecado.<br />

Calculaba el personal que el alma del desgraciado andaba penando en el<br />

Purgatorio, expiando el rosario de culpas confesadas a última hora. Ya se<br />

sabe que, al decir de la tradición popular, los tormentos del Purgatorio,<br />

aunque pasajeros, no son livianos... por eso no ha de extrañar que el difunto<br />

aprovechase el paso por su pueblo de Vicente Ferrer para regresar un<br />

momentico a este mundo y ponerse de rodillas ante el fraile, implorando su<br />

perdón, cosa que consiguió del magnánimo personaje, único mortal que,<br />

dicho sea de paso, pudo contar el encuentro con aquella alma en pena: "Yo<br />

sé que este sucedido es verdad, que el alma vino al mundo porque yo<br />

mismo fui el infamado y a mí me pidió perdón", dijo Vicente según reflejó<br />

uno de sus hagiógrafos (por cierto, han sido muchos los que se han<br />

ocupado de este asunto en los últimos siglos: Gómez, Valdecebro, Vidal y<br />

Micó, Sempere...).<br />

No sería la única aparición que contemplaría el santo durante esos<br />

días. Ya instalado en el castillo caspolino, gustaba aprovechar las noches<br />

para dar largos paseos por la azotea, que quizá utilizaba para meditar su<br />

apoyo a Fernando el de Antequera, quien a la postre sería proclamado rey.<br />

El caso es que un relato literario de reciente factura sitúa en ese contexto un<br />

pasaje ni más ni menos imaginado que otros muchos que, con el tiempo, se<br />

han consolidado. Jesús Caudevilla en su novela Yo, Vicente Ferrer, el<br />

àngel del Apocalípsis (2007) pone en voz del santo:<br />

6


"Una de esas noches que paseaba vislumbré una estrella que se<br />

prolongaba en el cielo sobre la torre del homenaje. La observé durante unos<br />

instantes. […] Al poco percibí su movimiento descendente. […] Al posarse<br />

en lo alto de la torre la luz se fue transformando y surgió una hermosa<br />

figura. Una figura que no era humana. Una belleza así no lo podía ser. No<br />

éramos tan perfectos. Era divina.<br />

Me arrodillé sobre el frío suelo con devoción. […] Permaneció<br />

durante unos minutos en la torre del homenaje. Dominando todo el castillo,<br />

dominando toda la Villa, dominando todo el Reino, dominando todos los<br />

reinos de la Tierra... Luego inició el mismo camino realizado anteriormente<br />

pero a la inversa. Se mezcló con las estrellas y se confundió en la<br />

magnificencia del cielo”.<br />

Publicado en Heraldo de Aragón, 27-05-2012.<br />

7


EL CINTURÓN <strong>DE</strong> SEGURIDAD<br />

Hace seiscientos años, durante los tres<br />

meses en los que el castillo de Caspe se convirtió<br />

en el lugar de trabajo de los nueve<br />

compromisarios, se estableció un cordón de<br />

seguridad en torno a la entonces villa. Por decisión<br />

pactada en la Concordia de Alcañiz, nadie -por<br />

importante que fuera- podía aproximarse a la<br />

fortaleza si pretendía hacerlo acompañado por más de una veintena de<br />

hombres armados. Los soldados que sobrepasaran el límite deberían<br />

acampar a cuatro leguas y mantenerse a la espera. Como concesión<br />

especial, a los embajadores de los pretendientes se les permitía acceder al<br />

pueblo arropados por un máximo de cuarenta jinetes y medio centenar de<br />

personas desarmadas, estando también obligados a acampar al resto de su<br />

séquito a una distancia del castillo nunca inferior a las ya mencionadas<br />

cuatro leguas.<br />

Se pretendía reforzar la dignidad de los nueve delegados reunidos en<br />

cónclave para designar al nuevo rey de Aragón y alejar la tentación de<br />

quien pudiese considerar viable presionar, en uno u otro sentido, con la<br />

ayuda de la fuerza. Se consiguió y la cosa no resultó mal, sino todo lo<br />

contrario.<br />

Hasta los demonios respetaron el cinturón de seguridad. San Vicente<br />

Ferrer, que el 28 de junio de 1412 sería el encargado de proclamar el fallo<br />

del Compromiso, lo recordó en un sermón no muy posterior, algunos de<br />

cuyos pasajes acaban de ser desempolvados por Gimeno Blay. Esta es la<br />

traducción de lo que dijo el dominico, que les ofrezco gracias a la gentileza<br />

del profesor Javier Giralt:<br />

"¿Pensáis que los diablos lo saben todo? No. Así fue en el castillo de<br />

Caspe. Muchos invocadores de diablos había allí, y decían al diablo: '¿A<br />

quién han declarado que sea rey?'; y le decía falsedades. '¿Y ya han<br />

concluido y dices falsedades sobre ello?'. Dijo el diablo: 'Que sepas que a<br />

tres (sic) leguas de allí no se puede acercar ningún diablo'; si el diablo no lo<br />

sabe, (es) porque nuestro señor Dios los ciega por su pecado; mas tienen<br />

vergüenza de decirlo, y decían a veces falacias. Así, pues, no queráis dar<br />

crédito a diablos […]. En esta ciudad han provisto (han tomado medidas)<br />

contra hechiceros y adivinos".<br />

La almendra del asunto es que se nos quiere transmitir una idea: las<br />

deliberaciones de los compromisarios fueron tan libres y secretas que ni<br />

8


siquiera Satanás pudo enterarse de la decisión antes de hora, por lo tanto la<br />

elección de Fernando como nuevo rey se adoptó, de manera autónoma y sin<br />

injerencias, por quienes podían y debían hacerlo: por los nueve<br />

compromisarios.<br />

En aquella época, en la que todavía se pensaba que nuestro planeta<br />

era el centro del universo y que el Sol giraba alrededor de la Tierra, la idea<br />

que se tenía del demonio no era exactamente la de hoy. La perversidad no<br />

se encarnaba solo en un ser único, capitán de sus legiones; se prefería<br />

imaginar una amplia gama de diablos y diablillos. Los había malísimos,<br />

malos... y perversamente beneficiosos, capaces, tras un conjuro, de<br />

manifestarse en ayuda de quien los necesitaba. Por eso, no es raro que en<br />

los días del Compromiso más de uno invocase a las fuerzas del mal para<br />

intentar influir en lo que se estaba decidiendo en la sala noble del castillo.<br />

Publicado en Heraldo de Aragón, 09-12-2012.<br />

9


EL DIABLO <strong>EN</strong> EL <strong>COMPROMISO</strong> <strong>DE</strong> CASPE<br />

Hace seis siglos y a estas alturas del año, ya<br />

estaban en el castillo de Caspe la mayor parte de<br />

los compromisarios que habrían de elegir al nuevo<br />

rey. Se iniciaba la recta final de un interregno que<br />

había comenzado en 1410 con la muerte de Martín<br />

el Humano sin designar sucesor y que no<br />

finalizaría hasta que el 28 de junio de 1412 se<br />

proclamara ante el pueblo que el nuevo soberano debía ser Fernando el de<br />

Antequera.<br />

Los compromisarios, de méritos e influencia indiscutibles, gozaron<br />

durante el cónclave de unas condiciones y prerrogativas tan necesarias<br />

como juiciosas para preservar su autonomía y garantizar que la decisión a<br />

la que llegasen iba a ser tan libre como el dictado de sus propias<br />

conciencias. Ellos y no la orden de San Juan de Jerusalén, tendrían la<br />

jurisdicción de la entonces villa mientras durase la reunión, así lo había<br />

dispuesto el mismísimo Benedicto XIII, el papa Luna; tres capitanes y una<br />

guardia de trescientos jinetes y ballesteros se pusieron a sus órdenes para<br />

garantizar el control en caso de conflicto, cosa improbable porque se había<br />

prohibido a cualquier tropa acercarse a Caspe, por decisión de los<br />

parlamentos de Aragón, Cataluña y Valencia. Prohibición de aproximarse<br />

que, por designio celestial, también se impuso al mismísimo Satanás, o eso<br />

parece.<br />

Entre las nueve insignes figuras que debatieron "segons Deu e<br />

justicia e bona consciencia" tan peliagudo negocio como el del<br />

Compromiso, figuraba en lugar muy destacado el dominico valenciano<br />

Vicente Ferrer, cuyo peso específico en el cónclave debió de ser tan<br />

importante e influyente como su propia personalidad lo era en gran parte de<br />

la península en aquel momento. En el año 1913 Lorenzo G. Sempere<br />

sintetizó en un libro todos Los milagros de San Vicente Ferrer, y en las<br />

páginas de este curiosísimo volumen se lee lo que sigue referido al Caspe<br />

de hace ahora seiscientos años:<br />

"Todos los vecinos y cuantos de Valencia, Aragón y Cataluña allí se<br />

habían juntado con motivo de este trascendental suceso, andaban ansiosos<br />

por adivinar a cuál de los seis pretendientes le darían los compromisarios la<br />

corona. En Caspe vivía entonces un hombre tenido por brujo, el cual a toda<br />

costa quiso saber quién sería el elegido. Para esto, dice un manuscrito,<br />

recurrió a sus hechizos y diabluras, y preguntó al demonio. Este, como<br />

10


uen padre de la mentira, un día le sugería un nombre; otro día, otro<br />

distinto y así siempre.<br />

El brujo llegaba ya a dudar de la sabiduría y del poder diabólico de<br />

su fementido mentor, cuando éste le dijo: 'Sepas que durante la<br />

deliberación de este Compromiso no hemos podido los demonios<br />

acercarnos a tres leguas del castillo, por causa de un hombre que hay allí,<br />

que es el religioso Vicente'. Puede calcularse cuánto ganó en estimación de<br />

los corazones de aquellas gentes nuestro Santo, luego que el brujo reveló<br />

esta confesión despechada del genio del mal".<br />

No es el único prodigio legendario de los que sucedieron en Caspe<br />

durante aquellos días que ahora nos disponemos a conmemorar los<br />

aragoneses. Poco a poco, los iré desgranando. Cualquier otro domingo<br />

volveremos a Caspe, que para eso estamos en un año de mucho<br />

Compromiso.<br />

Publicado en Heraldo de Aragón, 15-04-2012.<br />

11


UN SERMÓN SIN <strong>AL</strong>TAVOZ<br />

En abril de 1412, Vicente Ferrer llegaba a<br />

Caspe para participar en las deliberaciones del<br />

famoso Compromiso, del que ahora celebramos el<br />

sexcentésimo aniversario. Maestro Vicente,<br />

teólogo dominico, "no sólo era estimado por los<br />

hombres ilustres de su tiempo; las muchedumbres<br />

de entusiasmo meridional, estremecidas por su<br />

elocuencia, lo declaraban santo en vida, atribuyéndole toda clase de hechos<br />

maravillosos", recalcaba en 1925 el escritor Vicente Blasco Ibáñez, que<br />

subrayaba también las dotes de orador del personaje y su afición por las<br />

homilías con gran aparato escénico, de tal suerte que cuando contaba 65<br />

años "había predicado en su vida seis mil sermones de tres horas cada uno",<br />

que ya es predicar.<br />

Según ha deducido el profesor Sesma, durante su estancia caspolina<br />

los nueve compromisarios saludaban a la jornada, nada más levantarse, con<br />

una misa y un sermón de fray Vicente, en este caso ante reducido pero muy<br />

selecto grupo. No obstante, ya ha quedado apuntado que la especialidad del<br />

dominico fueron los auditorios masivos. Como el que se congregó ante el<br />

pórtico de la colegiata el 28 de junio de 1412 para escuchar en su voz que<br />

los compromisarios habían elegido rey a Fernando el de Antequera.<br />

El cronista Jerónimo de Blancas describía en 1588 los pormenores de<br />

aquella memorable jornada: "Ocupó la cátedra San Vicente Ferrer, en<br />

medio del más profundo y general silencio. No hubo necesidad de prohibir<br />

los gritos, ni las disputas, ni las conversaciones ni los ruidos con los pies, ni<br />

otra cosa cualquiera que pudiese interrumpir al orador sagrado. Aquella<br />

casi infinita muchedumbre, aunque como las inmensas olas de un mar<br />

hirviente agitado por varios vendavales, se movía, se precipitaba de una<br />

parte á otra; atónita, poseída de un sentimiento religioso, cual si no hubiera<br />

un solo hombre, fijas las miradas en el santo, parecía toda ella estar<br />

pendiente de sus labios...".<br />

Me suelo preguntar cómo se pudo hacer oír en Caspe Vicente Ferrer,<br />

ante cientos y cientos de personas, si aun no se había inventado el altavoz.<br />

La explicación legendaria nos remite a una intervención sobrenatural, tanto<br />

en el caso de la Ciudad del Compromiso como en el de otras homilías de<br />

relumbrón. Leo a su hagiógrafo Vicente Genovés, que en 1944 escribió:<br />

"Milagro relacionado con la predicación es el de la audición a distancia. Ya<br />

es admirable el hecho de que sus sermones al aire libre, en plazas inmensas<br />

o en campo abierto, fueran oídos perfectamente por millares de<br />

12


espectadores; […] pero todavía es más sorprendente […] que oyesen al<br />

predicador personas alejadas del lugar en que predicaba: […] En<br />

Villeneuvelez - Aviñón, un monje deseaba oír a San Vicente, cuando este<br />

predicó en Nimes en 1408; el prior no quería autorizar al fraile para<br />

emprender el viaje de diez leguas y cansado de sus demandas acabó por<br />

decir: 'Subid al campanario y escuchadle desde allí'. Subió el monje, y no<br />

sólo oyó el sermón, sino que lo recogió textualmente y pudo comprobarse<br />

que sus apuntes coincidían exactamente con lo que San Vicente Ferrer<br />

predicó". Si esto es lo que se dice que Vicente Ferrer pudo hacer en<br />

Francia, qué no haría en Caspe si jugaba en casa.<br />

Publicado en Heraldo de Aragón, 13-05-2012.<br />

13


EL ASESINATO <strong>DE</strong>L ARZOBISPO<br />

El primer día de junio de 1411, el arzobispo<br />

de Zaragoza García Fernández de Heredia, que<br />

viajaba desde Calatayud a la capital encabezando<br />

una pequeña comitiva, fue asesinado cerca de La<br />

Almunia de Doña Godina en un enfrentamiento<br />

contra el ricohombre aragonés Antón de Luna, que<br />

comandaba un grupo de soldados. Acababa de<br />

clausurarse la reunión del parlamento de Calatayud, que se ocupó de<br />

analizar el futuro de la Corona tras el fallecimiento, el año anterior y sin<br />

designar sucesor, del rey Martín el Humano. Los dos citados, habían<br />

participado con discrepante protagonismo en aquellas sesiones.<br />

Al ser Antón decidido partidario de la elección como nuevo rey de<br />

don Jaime, conde de Urgel, enseguida se consideró la acción como un<br />

crimen político para eliminar al arzobispo, uno de los más destacados<br />

antiurgelistas. Se abrió proceso eclesiástico que condenó con pena de<br />

excomunión a Antón de Luna por participar con "diabolico spiritu" en lo<br />

que se consideró una emboscada, aunque en ningún momento se menciona<br />

que fuese por encargo del conde de Urgel, trama que no pocos consideran<br />

como cierta. El caso es que si la acción sangrienta fue motivada para<br />

precipitar la entronización del conde, la consecuencia que generó fue la<br />

contraria: disminuyó considerablemente sus posibilidades, disparando las<br />

del pretendiente Fernando el de Antequera, quien finalmente sería elegido<br />

rey en junio de 1412 en el Compromiso de Caspe, acontecimiento histórico<br />

del que conmemoramos durante este año el sexto centenario.<br />

Finalizado el Compromiso, Vicente Ferrer abandonó Caspe y tomó el<br />

camino de Peñalba por una senda montaraz de la que solo queda el<br />

recuerdo. Este es el momento y el escenario de una leyenda de la que<br />

circulan desde antiguo diversas versiones. Yo elijo ahora una muy<br />

desconocida, escrita en el siglo XVII por el clérigo aragonés Ferrer de<br />

Valdecebro…<br />

Como quiera que el de Urgel andaba muy cabreado y movía hilos de<br />

guerra para deshacer el fallo caspolino, había sido apresado y lo conducían<br />

a unas mazmorras de Aragón. Las dos comitivas se cruzaron por la zona de<br />

Valdurrios. Vicente Ferrer salió al encuentro del conde “para consolarle de<br />

su destierro”, pero éste se puso “ciego de cólera y enojo, arrebatado de<br />

pasión y sentimiento”, lanzando un improperio tras otro al dominico, entre<br />

los que el de “hipócrita embustero” debió de ser el más flojo. Vicente le<br />

frenó los pies desvelando en alta voz lo que hasta entonces era una “cosa<br />

14


secreta”: que el promotor un año atrás del asesinato del arzobispo había<br />

sido el de Urgel. “Sois un mal hombre […] y no había de permitir Dios que<br />

quien tiene la conciencia rota, reinase en una Corona tan grande”, le espetó.<br />

Todo el mundo se quedó con la boca abierta, preguntándose cómo<br />

fray Vicente había podido adivinar cuestión tan oculta. Valdecebro añade<br />

en su relato que el propio conde “quedó asombrado y quizá se enmendara”.<br />

Otras variantes del relato, más difundidas, aseguran que el encuentro fue<br />

una encerrona del conde contra el fraile, para intentar matarlo. En el lugar<br />

del rifirrafe y para perpetuar su memoria, se erigió la que todavía se<br />

denomina en Caspe cruz de San Vicente.<br />

Publicado en Heraldo de Aragón, 22-07-2012.<br />

15


POLVO <strong>DE</strong> CASPE<br />

A unos quince kilómetros de Caspe, en una<br />

impresionante meseta de las estribaciones del<br />

montaraz Valdurrios, la cruz de San Vicente se<br />

mantiene en pie desde tiempos medievales.<br />

Rodeada de pinares, se intuye al pasar por las<br />

curvas de Valdestrecha, cuando uno se acerca<br />

desde Bujaraloz a la Ciudad del Compromiso.<br />

Hace siglos, fue lugar de paso a orillas del ancestral camino que<br />

conducía a Peñalba. Más tarde, con los trazados de nuevas carreteras, se<br />

transformó en paraíso olvidado, difícilmente accesible. Pero la historia es<br />

un péndulo: en 1983 se construyó a su lado un refugio forestal que se ha<br />

ido mejorando, y en 1991 se incorporó un mirador; de ser espacio lejano y<br />

recóndito, se ha convertido últimamente en una "calle mayor" de<br />

senderistas y curiosos, amén de referencia para cientos de cazadores<br />

(abundan los ciervos como en ningún otro sitio de nuestro Aragón).<br />

De un tiempo a esta parte, es evidente el deterioro de la cruz y la<br />

inclinación de la esbelta columna que la sustenta. El peligro de robo o<br />

destrucción me preocupa, quizá habría que ir planteando sustituirla por una<br />

copia y guardar la original en un lugar seguro, un recinto museístico que<br />

Caspe necesita.<br />

La cruz de San Vicente tiene leyenda, cómo no. Cuando hace<br />

seiscientos años finalizó la reunión en la que nueve sabios eligieron nuevo<br />

rey en el cónclave del Compromiso, el dominico Vicente Ferrer -el más<br />

influyente de todos ellos- se alejó de la entonces villa. Al pasar por aquí<br />

paró para descansar y, al divisar el pueblo en la lejanía, sacudió sus<br />

sandalias exclamando en alta voz: “De Caspe, ni el polvo quiero llevarme”,<br />

lamento que encubriría supuestas tensiones y desencuentros en el proceso.<br />

La permanencia de la cruz en el mismo lugar vendría a recordar el enfado<br />

del dominico, pero mi amigo José Manuel Guíu -que ha reflexionado sobre<br />

el tema- señala acertadamente: “La frase en cuestión no tiene mucho<br />

sentido, dado que en Caspe había podido hacer triunfar sus argumentos en<br />

favor de la elección de Fernando el de Antequera como nuevo rey”. Miguel<br />

Caballú -otro erudito local y no menos amigo-, también se ha mostrado<br />

rotundo en sus escritos: “Es un sambenito, versión san Vicente, que nos<br />

han colgado sin fundamento ni rigor histórico”.<br />

Lo de la sacudida es una patraña, sin duda. Y poco original, pues<br />

algo parecido se cuenta en Teruel y en otros sitios. Releo en La aventura de<br />

16


la Historia este párrafo de José Manuel Gironés que abunda en lo mismo:<br />

“El rastro de san Vicente también se puede seguir por las ermitas que se<br />

encuentran a menos de una legua de muchos núcleos de población y cuya<br />

construcción, irónicamente, suele venir atribuida a la creencia de que fuera<br />

una primera parada para sacudirse las sandalias y no llevarse del lugar ni el<br />

polvo de sus pisadas, por la dureza de sus corazones”.<br />

En fin, si el santo dominico hizo un alto en el lugar que nos ocupa,<br />

se quedaría extasiado disfrutando del paisaje. Hace cincuenta años José<br />

Garrido, que fue apasionado alcalde de Caspe, escribió: “La cruz se yergue<br />

sobria, solitaria y en lugar tan agreste que, cuando se llega a ella en un<br />

anochecer, su visión sobrecoge y perturba el ánimo”.<br />

Publicado en Heraldo de Aragón, 05-08-2012.<br />

17


<strong>LEY<strong>EN</strong>DAS</strong> IMPOSIBLES<br />

El lugar donde se encuentran las comarcas<br />

del Bajo Aragón, los Monegros y el Bajo Cinca es<br />

un terreno bravío y montaraz. Figura en los mapas<br />

como Valdurrios y tengo anotado en mis<br />

cuadernos de campo que viene a significar, según<br />

la etimología popular, “val del horror”. Cierto es<br />

que hay tradiciones que nos hablan del mas de las Brujas, o del cerro<br />

Matadiablos, pero el origen científico del topónimo apunta hacia “val de la<br />

cebada” o “val del ordio”.<br />

En los pagos caspolinos del paraje de Valdurrios, desde una meseta<br />

de considerable altura, se asoma al precipicio la cruz gótica de San Vicente,<br />

a la que ya me he referido en otras ocasiones. Cuenta la leyenda que el<br />

conde de Urgel, despechado por no haber sido proclamado rey en el<br />

Compromiso, intentó asesinar en este lugar a Vicente Ferrer, para vengarse<br />

del apoyo del dominico a su rival Fernando el de Antequera, que fue el<br />

elegido. Asegura otro runrún que el santo sacudió allí sus sandalias<br />

mientras exclamaba: “¡De Caspe, ni el polvo!”, resentido por las tensiones<br />

del cónclave. Se cree, en suma, que por uno u otro motivo se decidió erigir<br />

en ese preciso lugar el crucero en cuestión, a orillas del atávico camino<br />

medieval que conducía a Peñalba. Pero las leyendas, a veces, son<br />

imposibles.<br />

La cruz, que sigue siendo la primitiva, fue labrada en piedra según<br />

los cánones del gótico inicial y ha sido fechada en el siglo XIII. Si el<br />

Compromiso se celebró en 1412, ahora hace seiscientos años, lo más<br />

probable es que entonces ya estuviera allí, pues no parece trasladada. La<br />

levantaron manos piadosas para coronar la fatigosa subida que conducía a<br />

través de la val, desde el inmenso valle abierto por los ríos, a las planas<br />

monegrinas. Consta en los documentos que ese repecho se llamó en siglos<br />

pasados “cuesta de San Vicente”, y tengo por cierto que la pendiente<br />

contagió el nombre al monumento que la coronaba, y no al revés.<br />

¿Quién fue ese San Vicente anterior al Compromiso? La respuesta<br />

nos la sugiere José Manuel Guíu, pulcro investigador de asuntos locales:<br />

"En 1169, Caspe, plaza de vanguardia de la taifa levantina almorávide<br />

sobre la que gobierna Abu Abdallah Muhammad Ibn Mardanix es<br />

conquistada por las tropas de Alfonso II. En mayo de 1175, este mismo rey,<br />

estando en Daroca, regaló a Pedro de San Vicente, caballero de su curia, la<br />

tierra de Trabia en recompensa de su aguerrida participación en la toma de<br />

Caspe, heredad que comprendía entre otros montes aquellos en los que se<br />

18


levanta la cruz. Cabe discutir esta tesis, pero la citada cruz, cruz de término,<br />

indicaba los límites del señorío de Pedro de San Vicente, del cual recibiría<br />

su apelativo”.<br />

En todo caso, a finales de junio de 1412, cuando concluyó el<br />

Compromiso, Vicente Ferrer no encaminó sus pasos por Valdurrios, hacia<br />

Peñalba. Marchó en dirección contraria para pasar unos días en Alcañiz,<br />

desde donde el 27 de julio remitió una carta al papa Luna. En la misiva<br />

reflexionó sobre el juicio final, acontecimiento apocalíptico que no intuía<br />

lejano: "Todo espíritu reflexivo deducirá, como yo, que el fin del mundo<br />

está próximo". Se equivocó. Además, continúa siendo un enigma dónde se<br />

sacudió las sandalias.<br />

Publicado en Heraldo de Aragón, 19-08-2012.<br />

19


EL COMPROMISARIO <strong>DE</strong>SGARBADO<br />

El 29 de marzo de 1412 llegó a Caspe el<br />

cartujo Francisco de Aranda, uno de los tres<br />

representantes de Aragón en el colegio de nueve<br />

compromisarios que tendrían que decidir quién iba<br />

a suceder como rey a Martín el Humano, monarca<br />

del que había sido consejero este turolense nacido<br />

hacia 1346.<br />

Debió de ser un tipo sagaz y raro. En el siglo XVII, el historiador<br />

Lorenzo Valla lo describió como una persona horripilante, descuidado en el<br />

vestir y con barba enmarañada, retrato que hasta parece que trasmite un<br />

cierto olor desagradable. No obstante, también destacó de él su aparente<br />

desapego personal por las cosas mundanas, al tiempo que gustaba de<br />

proteger a los demás. Deseaba sentirse libre, contando para ello con dos<br />

aliados: su ingenio y su formación.<br />

Francisco de Aranda se había hecho donado de la cartuja valenciana<br />

de Portaceli en 1398, cuando ya sobrepasaba los cincuenta años, una edad<br />

respetable para aquella época. No mucho tiempo después, el Papa Luna lo<br />

llamaría a Aviñón para convertirlo en su consejero. Entre el pontífice y el<br />

cartujo desharrapado hubo confianza plena, quizá también sincera amistad.<br />

El caso es que, cuando Aranda se presentó en Caspe para participar en las<br />

sesiones del Compromiso, los enemigos de Benedicto XIII ya habían<br />

propagado el rumor de que el cartujo ejercitaba "habilidades mágicas y<br />

tratos con los espíritus infernales", maniobras encaminadas a sostener al<br />

pontífice. Eso es lo que escribe Vicente Blasco Ibáñez en 1925 en una de<br />

sus novelas, en la que también señala que los detractores de Francisco de<br />

Aranda se apoyaban para ventilar tan duras acusaciones en "su aspecto<br />

desaliñado y su gran barba". O sea, en las apariencias.<br />

Airear calumnias de ser mago y tener tratos con el averno no era<br />

moco de pavo en el siglo XV. Por lo pronto, el acusado sentía mancillado<br />

su buen nombre en un contexto en el que la ortodoxia religiosa era una<br />

exigencia de conducta. El clima ideológico lo sintetizará bien el teólogo<br />

aragonés Sánchez Ciruelo que, aunque escribió un siglo más tarde, nos<br />

puede servir como referente: "Todas las supersticiones y hechicerías vanas<br />

las halló y enseñó el diablo a los hombres; y, por ende, todos los que las<br />

aprenden y ejercitan son discípulos del diablo. [...] Es luego la magia o la<br />

nigromancia aquella arte maldita con que los malos hombres hacen<br />

concierto de amistad con el diablo, y procuran de hablar y platicar con él,<br />

20


para le demandar algunos secretos que les revele, y para que les de favor<br />

[...]. A esto no han de dar lugar los buenos cristianos".<br />

Frente a los ataques de sus enemigos contemporáneos, en el siglo<br />

XVI Jerónimo Zurita alabará la "santidad y prudencia de Francés de<br />

Aranda", y añadirá: "Tan grande era su discreción y prudencia en las cosas<br />

del gobierno del reino en paz y guerra, y tan compuestas y consideradas<br />

fueron todas sus acciones […], que se fundaba en suma religión y piedad".<br />

Francisco de Aranda falleció en su convento valenciano en 1438, ya<br />

nonagenario (un milagro para su siglo, en el que pocos vivían tanto).<br />

Dualde y Camarena apuntan: “Los habitantes de Teruel, su patria chica,<br />

fueron a reclamar su cuerpo para venerarlo como reliquia”.<br />

Publicado en Heraldo de Aragón, 11-11-2012.<br />

21


UN TIPO SINGULAR<br />

De tanto leer y escribir cosas tenidas por<br />

raras, Enrique de Villena (1384-1434) se ganó<br />

fama de mago y hechicero. Por toda la península<br />

corrió el bulo de que el mismísimo diablo le dio<br />

clases de nigromancia. Este ilustre miembro de la<br />

casa de Aragón, apasionado por la astrología y la<br />

alquimia, fue tenido por auténtico príncipe de las<br />

ciencias ocultas. A su muerte, muchas de sus obras se mandaron quemar,<br />

pero hasta nosotros han llegado algunas de importancia capital, sugerentes<br />

hasta en su título: Tratado de aojamiento o fascinología, Los trabajos de<br />

Hércules, Tratado de alquimia...<br />

Primo y consejero particular de Fernando el de Antequera -el rey<br />

elegido en el Compromiso-, estuvo junto a él cuando en 1414 fue coronado<br />

en Zaragoza. El 18 de septiembre de ese mismo año el monarca, para<br />

agradecer los servicios prestados, otorgó a Caspe el privilegio de poder<br />

construir presas en el Ebro y el Guadalope, o sea, de poder regar. Según<br />

consta en el Archivo de la Corona de Aragón (r. 2.593 fol. 180), Enrique de<br />

Villena fue uno de los testigos de la firma de aquel documento que, según<br />

el erudito local Sancho Bonal, tenía "el sello real pendiente en Caspe".<br />

¿Estuvo Enrique de Villena alguna vez en la Ciudad del Compromiso? No<br />

es descabellado pensar que sí, pero no existe prueba.<br />

Considerado por los críticos actuales como integrante de un grupo de<br />

"literatos y pensadores que son el verdadero lazo de unión entre el Medievo<br />

y el Humanismo" (Jorge M. Ayala, 2001), más que brujo fue don Enrique<br />

un sabio que dominó los laberintos de las matemáticas y la filosofía y<br />

tradujo a Cicerón, Dante y Virgilio. Aunque es un error muy extendido,<br />

nunca fue marqués, pero sí gran maestre de Calatrava. Su fama y<br />

popularidad se acrecentó al ser adoptado como personaje en sus obras por<br />

famosos escritores como Ruiz de Alarcón, Quevedo, Hartzenbusch...<br />

Los eruditos de la gastronomía aun veneran Arte Cisoria, un libro<br />

que Villena publicó hacia 1423 y que viene a ser un tratado culinario en el<br />

que se explica cómo cortar los alimentos y comportarse en la mesa. En él<br />

leemos que una ballena "entera adobar non se puede" y que las sirenas ni se<br />

pescan "nin comen della". Nada se dice en sus páginas de suculencias<br />

gastronómicas caspolinas como los embutidos caseros de ciervo de<br />

Valdurrios; tampoco he podido encontrar referencias ni a los tomates secos,<br />

ni a la torta de balsa... y mucho menos a la carne de siluro.<br />

22


Tengo por seguro que el de Villena no fue “santo de la devoción” de<br />

un compromisario que apoyó con decisión a Fernando el de Antequera, me<br />

refiero Vicente Ferrer, quien sí subió a los altares. Perseguidor de<br />

heterodoxias, el dominico debió de ver con repelús hasta las aficiones de<br />

cocina del pariente del nuevo rey. José Manuel Gironés (2010) ha<br />

recordado que "Vicente Ferrer hacía riguroso ayuno a pan y agua los<br />

viernes y los miércoles, y se abstenía de carne los demás días de la semana,<br />

aceptándola sólo por fuerza de las circunstancias, o en la noche del<br />

domingo”. Supongo que ese rigor lo mantendría durante su estancia en el<br />

castillo de Caspe, allá por el año 1412.<br />

Publicado en Heraldo de Aragón, 25-11-2012.<br />

23


TRADICIÓN Y FÁBULA <strong>EN</strong> <strong>TORNO</strong> A UNA MESA<br />

Cuando el geógrafo portugués Juan Bautista<br />

Labaña llegó a Caspe el 8 de abril de 1611, visitó<br />

el castillo donde se habían reunido en 1412 los<br />

compromisarios, y anotó en su cuaderno que<br />

todavía se conservaba la mesa que fue utilizada<br />

para comer por quienes designaron como nuevo<br />

rey a Fernando el de Antequera. La reliquia debía de ocupar entonces un<br />

lugar de honor en la fortaleza, tan destacado como para que llamase la<br />

atención del autor del famoso mapa de Aragón.<br />

Cuenta el cronista local Valimaña que, en la Guerra de la<br />

Independencia, las tropas francesas se adueñaron del edificio y que en 1811<br />

quemaron la mencionada mesa. Hasta entonces, había permanecido<br />

"colgada en la pared" de la denominada "sala de San Vicente". En esa<br />

época, los caspolinos estaban convencidos de que la mesa "sirvió para<br />

todos los despachos de tan notable tribunal", consideración que ennoblecía<br />

la función del mueble.<br />

¿Verdaderamente desapareció entonces abrasada por las llamas? En<br />

la Guerra Civil de 1833 a 1840, los liberales convierten de nuevo el castillo<br />

en fuerte. En una noche de invierno, los soldados del retén se calientan con<br />

la madera de la mesa, que era de nogal. ¿Otra vez? Así lo señala en 1878 el<br />

literato Uriol y Altemir en un opúsculo en el que comenta que sobre ella<br />

"fueron extendidas y firmadas las actas de las sesiones del parlamento<br />

general de Aragón, y alrededor de la cual se sentaron a deliberar los nueve<br />

jueces que lo componían". Del “tedero” solo se salvaron algunos adornos y<br />

un tablón, rescatados del fuego por un sargento con sensibilidad, a cambio<br />

de una propina. El militar los incrustó en su escritorio, que vuelve a usarse<br />

públicamente en 1912 cuando, para celebrar el V Centenario del<br />

Compromiso, se firma sobre él un protocolo de intenciones para poner en<br />

marcha un museo sobre tan magno acontecimiento (que aun se espera). En<br />

1930, la mesa que sostenía los supuestos restos de la de 1412 era utilizada<br />

por el juez de Caspe. Hoy es propiedad particular.<br />

En la época del Compromiso, el mobiliario de los castillos seguía<br />

siendo escaso, si bien "las habitaciones reciben un revestimiento textil cada<br />

vez más rico: cojines y almohadones, cortinas, colgaduras" (Le Goff). No<br />

es raro que los tablones se colgaran de las paredes con cadenas -como<br />

parece ser en el caso que aquí comento-, y que solo se bajaran al suelo para<br />

hacer uso de ellos. En el periodo gótico, las mesas continúan siendo<br />

"tableros rectangulares sobre borriquetes, de cuyo borde pendían paños. La<br />

24


expresión aún usada ‘poner la mesa’ alude a la costumbre de armarla y<br />

desarmarla en el momento necesario”, escribe en su estudio sobre el<br />

mueble clásico María Paz Aguiló.<br />

Lo que la tradición caspolina considera reliquia realmente no lo es,<br />

así lo indican recientes pruebas de carbono-14 a las que han sido sometidas<br />

las tablas. Pero la grandeza de las leyendas no radica en su rigor histórico,<br />

sino en que han contribuido a perfilar la idiosincrasia de los pueblos.<br />

"Trece personas alrededor de una mesa invitan a la muerte y nueve, por el<br />

contrario, auguran calma", leo en la enciclopedia de las supersticiones de<br />

Costa y Roldán. En Caspe fueron nueve los compromisarios.<br />

Publicado en Heraldo de Aragón, 21-10-2012.<br />

25


SANGRE <strong>EN</strong> LAS ESC<strong>AL</strong>ERAS<br />

Juan Bautista Labaña fue un geógrafo y<br />

astrónomo que nació en Lisboa en 1555 y murió<br />

en Madrid, sesenta y nueve años después. Trabajó<br />

al servicio de la corte española y tuvo una intensa<br />

vida, en la que gozó de gran prestigio por sus<br />

extraordinarios conocimientos. Entre octubre de<br />

1610 y mayo de 1611, recorrió prácticamente toda<br />

la geografía aragonesa para anotar los datos que le permitirían levantar un<br />

mapa detallado de nuestro territorio.<br />

Poco antes de finalizar este periplo, en abril, estuvo en Caspe y<br />

disfrutó de la entonces villa con relativa calma, pues se quedó dos noches.<br />

En su cuaderno de viaje -conocido como Itinerario del Reyno de Aragón-<br />

apuntó los aspectos que más llamaron su atención. Entre los edificios<br />

singulares destacó el castillo, una de cuyas salas ("de 50 pies de largo y 25<br />

de ancho, con tres ventanas") fue escenario en 1412 de las deliberaciones<br />

del Compromiso. La célebre fortaleza disponía en su recinto de una "iglesia<br />

pequeña" dedicada a Santiago, situada en un plano inferior al de los<br />

aposentos palaciegos, por lo que se accedía a ella a través de una "escalera<br />

de mármol estrecha". Este paso, que la descripción nos permite suponer<br />

incómodo por lo angosto, debía de ser uno de los lugares más renombrados<br />

de aquel Caspe del XVII. No era para menos: custodiaba el secreto de un<br />

tenebroso episodio de crónica negra. En esos peldaños "dicen que<br />

degollaron a uno de los templarios", anota Labaña, que continúa: "... cuya<br />

sangre se derramó por dichos escalones en abundancia, y hasta el día<br />

presente están señalados de ella sin poderse borrar, por más que lo han<br />

procurado lavando y fregando los escalones". La huella de un crimen que<br />

hoy no podemos examinar porque esa iglesia castrense de Santiago -que en<br />

1611 todavía vio Labaña-, se destruyó (hasta ahora se ha creído que<br />

devorada por una de las ampliaciones de la colegiata, pero no es del todo<br />

seguro).<br />

En todo caso, portentosa resistencia la de la mancha sanguínea. No<br />

sabemos cuándo se asesinó al fraile, pero si al escribir el geógrafo<br />

portugués todavía permanecía el cerco, ¡la marca macabra pudo perdurar al<br />

menos cuatro siglos! La dilatada permanencia me huele a venganza de<br />

ultratumba, pero… ¿qué hay de real en asunto tan legendario? Difícil<br />

respuesta, sobre todo si tenemos en cuenta un parámetro que hasta ahora no<br />

he mencionado: nunca se ha podido probar la presencia de templarios en<br />

Caspe, que por disposición real pasó a depender de los sanjuanistas a<br />

finales del siglo XII, dato indiscutible.<br />

26


¿Realmente no anduvieron por aquí los templarios? A mí me parece<br />

poco probable que el sabio Labaña deslizara un despiste al mencionar la<br />

familia espiritual del muerto. El cronista local Valimaña ya señalaba a<br />

mediados del XIX: “Créese en esta villa, que hubo templarios en el<br />

castillo, cuyas armas parece se ven en él todavía. No diré que sí, ni diré que<br />

no; pero sí aseguraré, que si los hubo, fue por poco tiempo”. Como quiera<br />

que otras referencias eruditas también sitúan a tan singulares caballeros en<br />

algunos parajes del término municipal (en 1269 adquirieron el poblado de<br />

Trabia, según Jordán de Asso), el asunto sigue abierto.<br />

Publicado en Heraldo de Aragón, 09-09-2012.<br />

27


LAS BRUJAS <strong>DE</strong>L <strong>COMPROMISO</strong><br />

Así tituló Ramón J. Sender un cuentecillo<br />

fantástico que publicó en 1919, cuanto tenía 18<br />

años, en un diario de Madrid, el periódico<br />

conservador Tribuna. En esas cuartillas que<br />

también rezuman cierto aroma romántico, amasó<br />

recuerdos reales y piruetas literarias para evocar<br />

sus estancias temporales en Caspe, donde su padre<br />

trabajó como secretario municipal a partir de 1916. El de Chalamera<br />

siempre creyó en la existencia de seres fantásticos: “Hubo brujas, o al<br />

menos gentes que actuaban como tales, que creían volar, que iban a la<br />

cárcel riendo, felices, que se dejaban quemar o ahorcar sin mostrar<br />

desagrado alguno”, escribirá al final de su vida en Monte Odina, donde<br />

también rememoró la población bajoaragonesa como “una aldea grande, un<br />

poco triste y noble por naturaleza”, una ciudad que no dudó en calificar<br />

como gris, silenciosa y triste y en la que “sucedían cosas poco comunes”.<br />

Por ejemplo: “Allí se reunieron a principios del siglo XV los delegados de<br />

los parlamentos de Cataluña, Aragón y Valencia para darle la corona a<br />

Fernando el de Antequera. Por entonces no se habían inventado los golpes<br />

de estado ni los fascistas. En cambio, los parlamentos de base democrática<br />

funcionaban bien”.<br />

En fin, el Sender juvenil creyó vislumbrar el “periespíritu” de las<br />

brujas que se refugiaban en las ruinas del castillo sanjuanista caspolino que,<br />

utilizando una licencia literaria, difuminó con los restos del vecino<br />

convento y hasta con la parroquial en la que en 1412 se proclamó el fallo<br />

del que ahora conmemoramos el sexcentésimo aniversario. Unas brujas<br />

casi despojadas de connotaciones malignas, en las que el escritor subrayaba<br />

sobre todo su condición de mujeres heterodoxas.<br />

Sender se topó con ellas en el invierno de 1917, cuando regresaba de<br />

un paseo por la ribera del Guadalope, a una hora en la que “la noche<br />

dominaba ya sobre algunos reflejos pajizos” y las “chimeneas blancas con<br />

sus fumarolas negras” salpicaban chispas de fuego. Los restos de la<br />

fortificación emergían “entre un cúmulo de algodón”, es decir, entre la<br />

niebla, porque “en Caspe es usanza que las nubes, esas nubes grises que<br />

nos llenan de desesperos líricos, bajen hasta mojar el suelo apenas el reloj<br />

marca las cinco horas de la tarde invernal”.<br />

Allí, entre torreones y mazmorras, habitaban los espíritus de todas las<br />

“brujas que tomaron poder sobrenatural bajo la mano de san Vicente<br />

Ferrer, que pudieron vivir siglos y siglos manteniéndose de aquelarres y<br />

28


omances milagrosos”, brujas de las que no consta que hiciesen el mal, sino<br />

que pasaron sus vidas administrando medicinas y “ahuyentando con bizmas<br />

benditas a los demonios”, es decir, curando con cataplasmas. Sí, las ruinas<br />

del castillo eran el hogar de todas las “que ya se murieron”. Brujas que ni<br />

Sender ni nadie podía contemplar con los ojos, pero que sí percibían los<br />

animales como el burro, “que no tiene malicia de persona”. Por eso el<br />

jumento que montaba el escritor se espantó al pasar junto a la fortaleza,<br />

deteniéndose con “muestras de temor, de sorpresa […]. Infeliz, presa de<br />

indescriptible pánico, retrocedía, pataleando, enhiestas las orejas y<br />

dilatadas las narices”.<br />

Publicado en Heraldo de Aragón, 24-06-2012.<br />

29


LA NAZARIETA Y LA REZADORA<br />

Las ruinas medievales del castillo donde se<br />

celebraron las sesiones del Compromiso fueron<br />

morada eterna de todos los espíritus de las brujas<br />

muertas. Tal como les comenté la semana pasada,<br />

nos lo desveló en un cuentecillo de juventud<br />

Ramón J. Sender, que pasó en Caspe algunas<br />

temporadas vacacionales cuando su padre ejerció, a partir de 1916, el<br />

puesto de secretario municipal. Brujas que más que malas fueron en vida<br />

mujeres diferentes, heterodoxas dominadoras de las artes de la sanación. El<br />

escritor aragonés presintió su presencia en un anochecer de nieblas y<br />

dorondones ("pueblo ensabanado"), cuando regresaba a casa tras un paseo<br />

disfrutado como recurso y fuente de inspiración.<br />

Ese mismo día -invierno de 1917- había muerto "la Nazarieta", por<br />

eso aun estaba de cuerpo presente la que "dicen que era la última bruja" de<br />

la saga naciente en tiempos del Compromiso. En la iglesia "las campanas<br />

doblaban con sones de misterio" por su alma, que suponemos limpia y<br />

bienintencionada puesto que era "apreciada del glorioso San Vicente<br />

Ferrer", personaje principal del cónclave que en 1412 eligió como rey de<br />

los aragoneses a Fernando el de Antequera. La Nazarieta "sabía de bizmas<br />

para ahuyentar el espíritu del mal y de romances para calmar a los<br />

endemoniados", es decir, tenía la gracia de curar y no precisamente por<br />

mediación del Maligno, todo lo contrario. Quizá en vida pudo infundir<br />

temor y respeto, pero leyendo a Sender concluyo que fue, en esencia, una<br />

buena persona.<br />

El de Chalamera se enteró del óbito a través de la "voz cascada y<br />

delicada" de otro personaje inspirado con fundamento en el Caspe de la<br />

segunda década del XX: una rezadora. Consistía el oficio en pregonar por<br />

las calles en alta voz las defunciones, musitando plegarias y animando a la<br />

oración. A Sender se le apareció esa tarde la rezadora junto a las ruinas del<br />

castillo. Se cruzó con ella y la vio vestida con "un montón de harapos, entre<br />

cuyas dobleces se dibujaban dos manos ocrososas y un venerable rostro de<br />

madre y bisabuela, de bruja mística, de beata irredenta, con facciones<br />

amarillas, de cartón socarrado en las lámparas de la parroquia". El escritor<br />

ya la conocía, la había escuchado en su desfilar peregrino "musitando<br />

preces a san Antonio o murmurando interminables aleluyas a santa Lucía".<br />

Pero se asustó al toparse con ella en un contexto en el que -según su propia<br />

confesión- "de mi alma se iba apoderando una inquietud supersticiosa".<br />

Allí, junto a la histórica fortaleza, proyectaban sombras "la mole<br />

antiquísima del convento de los Caballeros de San Juan, viejo palacio<br />

30


deshabitado, cuyos subterráneos minaban toda una colina […] y su portalón<br />

medieval, el insigne portalón lleno de filigranas, santos y demonios", visión<br />

romántica y literaria que refunde la presencia de los destartalados y escasos<br />

restos del cenobio con la portada gótica de la iglesia, el escenario histórico<br />

que sirvió de fondo a la "escena prosopopética del Compromiso". Mientras<br />

tanto, apuntaba hacia el cielo "la torre de la parroquia pétrea y refulgente"<br />

atalaya que "tal vez pudiera compararse con el alma de algún famoso<br />

caballero de la invicta Orden de San Juan".<br />

Publicado en Heraldo de Aragón, 01-07-2012.<br />

31


<strong>DE</strong>SFILE <strong>DE</strong> FANTASMAS<br />

Nada descubro al afirmar que las ruinas son<br />

el lugar de residencia preferido por los fantasmas.<br />

Como en Caspe nos hemos dejado descascarillar<br />

durante siglos el castillo del Compromiso, seguro<br />

que en sus estancias encontraron el hogar ideal.<br />

Con la reciente restauración de alguna de ellas se<br />

habrán sentido inquietos, pero todavía les quedan muchos pasadizos y salas<br />

en los que se encontrarán a sus anchas.<br />

En el puente de Todos los Santos del año 2008 surgió una iniciativa<br />

popular que ya se ha consolidado como ineludible cita festiva que se espera<br />

y celebra cada doce meses: la Fantasmada. En aquella primera ocasión, más<br />

de trescientos ciudadanos desfilaron por las calles ataviados de espectros y<br />

aparecidos, reclamando "una vivienda digna", es decir, la restauración de la<br />

fortaleza donde se reunieron los nueve compromisarios. Se exigía a las<br />

administraciones que cumpliesen sus promesas.<br />

La Asociación de Amigos del Castillo, que creó la fiesta, la ha puesto<br />

en marcha cada inicio de noviembre, invitando a los vecinos para que<br />

participen en ella: "El único requisito es ir ataviado como un buen<br />

fantasma: sábana blanca por encima de la cabeza. Carracas, tambores y<br />

otros instrumentos sonarán durante el recorrido". Sí, los fantasmas desfilan<br />

por toda la población en un acto lúdico "plagado de multitud de sorpresas y<br />

sustos". Las criaturas del inframundo no dudan en secundar la<br />

concentración: "Personajes de todo tipo buscarán el amparo de la noche<br />

para realizar sus proclamas ante el pueblo temeroso. Brujas, zombis,<br />

apestados, demonios... camparán a sus anchas. Son historias, algunas de<br />

ellas, fundamentadas en viejas leyendas de Caspe o su entorno,<br />

transmitidas durante generaciones en la noche de ánimas a la luz del<br />

hogar", leo al repasar las proclamas de ediciones anteriores. Escuela de<br />

maquillaje tétrico, escenificaciones teatrales, bailes de antorchas,<br />

correfuegos... de todo hay. La cuestión es divertirse y seguir reclamando<br />

que continúe la rehabilitación del castillo.<br />

Los fantasmas no son cuerpo extraño en el acervo popular caspolino.<br />

El escritor romántico Miguel Agustín Príncipe en su drama El Conde don<br />

Julián (1838) hace salir a escena a un grupo que describe de este modo:<br />

"Vestidos de largos capuces o ropas talares que rematan en una larga cola<br />

que arrastran por el suelo; un antifaz les cubre el rostro; en la cabeza una<br />

32


larga capucha"... ¿Los vería así de refinados en los carnavales caspolinos,<br />

donde era costumbre pasear con una sencilla sábana cubriendo al portador?<br />

José María Gavín Albareda, que nació en 1924, me brida sus<br />

recuerdos: "Decían que si de tarde en tarde se veían fantasmas por la<br />

Nevera y por la calle Cantarranas, que no están lejos del castillo; pero<br />

decían también que si eran novios embozados que iban a visitar a la novia<br />

en plan secreto". Más recientemente (1999) el cineasta Alejo Lorén Ros<br />

firmó el relato El fantasma del teatro Goya, en el que instala en Caspe a<br />

Ramonet, uno de los seres etéreos que emprenden el éxodo del Liceo de<br />

Barcelona tras el incendio de febrero de 1994 (si llegó a venir seguro que<br />

rindió visita de cumplido a sus congéneres del castillo).<br />

Publicado en Heraldo de Aragón, 28-10-2012.<br />

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EPÍLOGO<br />

CUA<strong>DE</strong>RNOS <strong>DE</strong> CAMPO<br />

A mí me encantaría leer los 'cuadernos de campo' de Alberto<br />

Serrano. No es ésta una afirmación baladí (creo que él lo escribiría así),<br />

porque todo el arte y la sabiduría de este periodista de oficio y convicción<br />

lo esencia en esa libreta plagada de historias. Porque no son historias<br />

cualesquiera, son de esas que le gustan a él, cotidianas y de nuestra tierra,<br />

llenas del valor que solo dan los personajes anónimos a los que hace aun<br />

más grandes. Pero, también, de la Historia, rica y popular, que ha<br />

construido Aragón. Uno de sus protagonismos es, sin duda, ese hecho<br />

determinante que fue el Compromiso de Caspe y del que muchos nos<br />

hemos enterado de verdad seiscientos años después (esto, también lo diría<br />

él así) y que para Alberto es doblemente vital: caspolino de cuerpo y de<br />

alma, siente la imperiosa curiosidad de ahondar en unas raíces que le<br />

alimentan y que anidan en su buen corazón y, lo que es más importante, de<br />

compartir su pasión generosamente.<br />

Este libro es buen ejemplo de su vehemencia en busca del origen de<br />

muchos de los momentos que escribieron aquellos hechos sucedidos entre<br />

1410 y 1412; pero, aun más, de aquellas historias pequeñas, detalles que no<br />

están a pie de página, ni siquiera en las notas de autor, pero que para él son<br />

objeto pormenorizado de sus perspicaces y socarrones análisis sobre el<br />

sempiterno Vicente Ferrer (“Me suelo preguntar cómo se pudo hacer oír en<br />

Caspe, ante cientos y cientos de personas, si aun no se había inventado el<br />

altavoz”); las brujas o la rezadora que rondaron el Compromiso y al<br />

mismísimo Ramón J. Sender; los consejos culinarios recogidos en 1423 por<br />

Enrique de Villena -mago y hechicero-, primo y consejero que fue de<br />

Fernando el de Antequera, el rey elegido en Caspe; o las reflexiones sobre<br />

las adivinanzas y premoniciones de Vicente Ferrer (siempre él...) y sus<br />

antagónicos, las brujas o nigromantes (y, esto, sí lo dice él así).<br />

Entiendo, pues, que si ha llegado el lector hasta aquí comprende todo<br />

lo que cuento y si es de los que ojean primero o comienzan por el final,<br />

espero que les haya picado la curiosidad y se lancen como locos a<br />

descubrir todo lo que ofrecen los 'cuadernos de campo' sobre el<br />

Compromiso de Caspe de Alberto Serrano.<br />

Picos Laguna.<br />

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Alberto SERRANO DOLA<strong>DE</strong>R<br />

“Falordias y leyendas en torno al Compromiso de Caspe y su castillo”.<br />

Edición de acceso gratuito en formato PDF: enero de 2013.<br />

"Cuatro Esquinas" es un proyecto de divulgación de las cosas de Caspe y su entorno, realizado<br />

desiteresadamente y sin ningún ánimo de lucro.<br />

.<br />

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