MEMORIAL DEL Ejército de Chile

GUERRA DEL PACÍFICO 23
República i no comprendían estos mezquinos ambiciosos que nosotros
éramos ántes que aspirantes, hombres patriotas i desinteresados.
Principiaron a hacerme una guerra sorda en el pais i aun en
él ejército.
Para tranquilidad propia hice mi renuncia de jefe de estado mayor,
de acuerdo con mi hermano que andaba en campaña como ministro
de guerra».
El coronel Sotomayor regresó a Santiago a hacerse nuevamente
cargo de la direccion de la escuela militar, donde recibió pocos meses
mas tarde (Junio 1880) su título de jeneral de brigada i como tal volveremos
a verlo funcionar en la campaña de Lima.
Era Sotomayor un jefe de reconocida hidalguía i de ruda franqueza;
vehemente e impulsivo cuando se proponía algo o cuando no
estaba de acuerdo con otras determinaciones. Vicuña Mackenna
dice a este respecto: «Llevaba su franqueza hasta la brusquedad i
su vehemencia desbordaba con frecuencia de los límites del respeto
i del comedimiento. Atropellaba voluntades, poniendo la suya al fuego,
pero carecía de tacto para tratar al subalterno, al soldado i al
igual».
Estas mismas condiciones de carácter le crearon enemigos, principalmente
entre los que habían recibido sus censuras i sus franquezas,
dando márjen a que se le formara una atmósfera hostil e injusta,
en especial entre los civiles que por asuntos políticos habían tenido
que verse con Sotomayor, achacándosele todos los defectos que
pudieron notarse en la ocupacion de Antofagasta, toma de Pisagua i
combate de Dolores.
A este respecto, decia en una carta el presidente Pinto al propio
coronel, su amigo de muchos años: «Los ganadores de batallas en
las oficinas de los diarios, en los clubs i corrillos te han hecho en realidad
muchos cargos. Agrega a esto los que tienen alguna cuenta que
arreglar contigo i los que crean conveniente herirte para hacer resaltar
el mérito de algun pariente o amigo i tambien los muchos que se
han ofendido contigo por tu manía de disputas».
Don Rafael Sotomayor, consecuente con las opiniones de su hermano
el coronel para dejar a los militares dirijir las operaciones, le
escribía a Santiago sabiamente (12-XII-79): «Se cree por ahí, se-