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De dónde viene la reputación y cómo puede cambiar la suya - EAN

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<strong>De</strong> <strong>dónde</strong> <strong>viene</strong><br />

<strong>la</strong> <strong>reputación</strong> y <strong>cómo</strong><br />

<strong>puede</strong> <strong>cambiar</strong> <strong>la</strong> <strong>suya</strong><br />

Marshall Goldsmith<br />

Experto en desarrollo profesional y<br />

formación para directivos, y autor, entre<br />

otros, de What Got You Here Won’t Get You<br />

There.<br />

72 h a r va r d d e u s t o b u s i n e s s r e v i e w


¿ Qué es <strong>la</strong> <strong>reputación</strong>? La <strong>reputación</strong> es lo que obtenemos<br />

cuando sumamos lo que somos y lo que hemos<br />

hecho y arrojamos el resultado de esta suma al<br />

mundo para ver <strong>cómo</strong> responden los demás. Nuestra<br />

<strong>reputación</strong> es el reconocimiento –o el rechazo– de nuestra<br />

identidad y nuestros logros. En unas ocasiones estaremos<br />

de acuerdo con <strong>la</strong> opinión del mundo, en otras,<br />

no. Sea como sea, no podemos crear nuestra <strong>reputación</strong><br />

nosotros solos: el resto del mundo, por definición, siempre<br />

tiene algo que decir al respecto.<br />

Además, aunque tenemos una visión bastante c<strong>la</strong>ra<br />

de lo que pensamos de otras personas, es posible que<br />

no sepamos lo que piensan los demás de nosotros. Puede<br />

que no tengamos idea de lo que otros dicen de nosotros<br />

a nuestras espaldas y, por tanto, no tengamos oportunidad<br />

de corregir <strong>la</strong>s falsedades (si no están en lo cierto)<br />

o de modificar nuestros comportamientos (si lo están).<br />

No contamos con <strong>la</strong> suficiente información para<br />

hacer mucho sobre nuestra <strong>reputación</strong>, de modo que <strong>la</strong><br />

ignoramos.<br />

Cuando empiezo a preparar a un directivo, lo primero<br />

que hago es llevar a cabo un ejercició de feedback de<br />

360 grados sobre su conducta en el puesto de trabajo;<br />

en algunos casos, se trata de <strong>la</strong> primera ocasión en <strong>la</strong><br />

que el directivo ha sido “evaluado” por personas en niveles<br />

inferiores al suyo y no por otras situadas en escalones<br />

superiores de <strong>la</strong> jerarquía de <strong>la</strong> organización. Entrevisto<br />

de quince a veinte colegas y subordinados directos,<br />

a continuación tabulo los comentarios y preparo un<br />

informe con los resultados. En algunos pocos casos,<br />

buena parte de lo que descubro resulta ser una novedad<br />

para el directivo, que expresará una sorpresa absoluta y<br />

después articu<strong>la</strong>rá alguna variación de: “¿<strong>De</strong> veras creen<br />

que soy... [llene el espacio en b<strong>la</strong>nco]?”.<br />

Se trata de personas inteligentes, prósperas y motivadas.<br />

Han alcanzado su increíble posición en <strong>la</strong> vida sintonizando<br />

con lo que otras personas opinan de el<strong>la</strong>s y<br />

adaptando meticulosamente su conducta en consecuencia.<br />

Y, con todo, una evaluación de su <strong>reputación</strong> por<br />

parte de sus colegas suele abrirles los ojos.<br />

DE DónDE viEnE <strong>la</strong> rEputación y <strong>cómo</strong> puEDE <strong>cambiar</strong> <strong>la</strong> <strong>suya</strong><br />

La <strong>reputación</strong> –<strong>la</strong> <strong>suya</strong> y <strong>la</strong> de cualquier otra persona– no se conforma de un día para<br />

otro. <strong>De</strong>l mismo modo que un único acontecimiento no <strong>puede</strong> configurar su<br />

<strong>reputación</strong>, un único gesto correctivo tampoco <strong>puede</strong> reformar<strong>la</strong>. es necesaria una<br />

secuencia de acciones coherentes y simi<strong>la</strong>res para empezar el proceso de<br />

reconstrucción.<br />

¿prefiere <strong>la</strong> inteligencia o <strong>la</strong> eficiencia?<br />

He tardado un tiempo en averiguar por qué tantos de<br />

nosotros no prestamos atención a nuestra <strong>reputación</strong>.<br />

No es que no nos importe. Nos importa mucho. Lo que<br />

ocurre es que confundimos nuestra necesidad de considerarnos<br />

inteligentes con <strong>la</strong> de que nos consideren eficientes.<br />

Se trata de dos cosas diferentes y una suele sofocar<br />

a <strong>la</strong> otra.<br />

Uno de los impulsos más negativos entre <strong>la</strong>s personas<br />

de éxito es nuestra abrumadora necesidad de demostrar<br />

lo inteligentes que somos. Nos ha sido inculcada<br />

desde nuestros primeros días de escue<strong>la</strong>, cuando<br />

nos evalúan y nos c<strong>la</strong>sifican y nos representan en campanas<br />

de Gauss en un proceso de criba que separa al<br />

alumno medio del inteligente, y a éste del superinteligente.<br />

El proceso continua en el instituto y en <strong>la</strong> universidad,<br />

donde todavía está más enraizado porque <strong>la</strong><br />

competencia por ser inteligente, de pronto, acarrea consecuencias<br />

para toda <strong>la</strong> vida. Y seguimos con esta competencia<br />

en el centro de trabajo, aunque nuestros “boletines<br />

de calificaciones” ahora <strong>viene</strong>n en forma de ascensos,<br />

pagas y a<strong>la</strong>banzas, en lugar de percentiles sobre<br />

los resultados de los exámenes. Queremos que<br />

nuestros jefes y nuestros colegas admiren nuestra capacidad<br />

mental.<br />

Sin embargo, <strong>la</strong> necesidad de ser <strong>la</strong> persona más inteligente<br />

de <strong>la</strong> sa<strong>la</strong> <strong>puede</strong> llevar a una conducta increíblemente<br />

estúpida. Conduce a discusiones tontas en <strong>la</strong>s<br />

que combatimos para demostrar que tenemos razón y<br />

que es otro quien se equivoca. Éste el motivo que hace<br />

que tengamos <strong>la</strong> necesidad de decirle a alguien que está<br />

compartiendo información valiosa con nosotros que<br />

“ya lo sabíamos”. Es el motivo de que luchemos para defender<br />

una opinión o una decisión que ha dejado de ser<br />

bien recibida. Es el motivo de que los jefes no puedan<br />

resistirse a mejorar <strong>la</strong> idea de un subordinado diciéndole:<br />

“Es genial, pero sería aún mejor si...”. Francamente,<br />

es uno de los motivos por los que tantos de nosotros no<br />

sabemos escuchar: nos interesa tanto presentarnos a<br />

junio 2010 73


DE DónDE viEnE <strong>la</strong> rEputación y <strong>cómo</strong> puEDE <strong>cambiar</strong> <strong>la</strong> <strong>suya</strong><br />

nosotros mismos como inteligentes, que creemos que<br />

no necesitamos escuchar lo que nos dicen; somos lo<br />

bastante listos como para desconectarnos de los demás<br />

y, aun así, tener éxito.<br />

No todo el mundo se comporta de esta manera. Existen<br />

personas dispuestas a sacrificar <strong>la</strong> necesidad pasajera<br />

de ser inteligentes por <strong>la</strong> sensación, más valiosa, de<br />

ser eficientes, o entregar <strong>la</strong>s cosas a tiempo, o hacer que<br />

aflore lo mejor de los demás, o encontrar <strong>la</strong> vía más simple<br />

para solucionar un problema.<br />

Piense, por ejemplo, que es usted un ingeniero de<br />

diseño que está desarrol<strong>la</strong>ndo un producto para su empresa.<br />

Los ingenieros se enfrentan constantemente a <strong>la</strong><br />

opción de construir algo bril<strong>la</strong>nte o diseñar algo práctico.<br />

En este caso, usted <strong>puede</strong> proponer una solución<br />

elegante que será rechazada por <strong>la</strong> empresa (debido a<br />

los costes, <strong>la</strong>s dificultades de producción o cualquier<br />

otra causa) o una solución un 20% peor, pero que será<br />

aceptada. ¿Cuál de el<strong>la</strong>s prefiere? ¿Quiere ser conocido<br />

como alguien que construye objetos elegantes que nunca<br />

llegan a fabricarse o como alguien que proporciona<br />

soluciones prácticas que siempre se materializan? No<br />

existe una respuesta correcta. Algunas personas no<br />

comprometerán su talento o sus principios para ser<br />

más eficientes, otras sí.<br />

Lo que quiero sugerir es que no deberíamos entender<br />

estas decisiones en términos de compromiso. Esto<br />

implica una opción poco auténtica, algo que no es fiel a<br />

nuestras creencias y nuestros objetivos. Por el contra-<br />

La <strong>reputación</strong> es lo que<br />

obtenemos cuando sumamos<br />

lo que somos y lo que hemos<br />

hecho y arrojamos el resultado<br />

de esta suma al mundo para<br />

ver <strong>cómo</strong> responden los demás<br />

rio, me gustaría p<strong>la</strong>ntear que estas opciones son más<br />

fáciles de entender y de adoptar si tenemos una idea<br />

más c<strong>la</strong>ra de <strong>la</strong> <strong>reputación</strong> que nos estamos intentando<br />

construir.<br />

Personalmente, estoy en una posición en mi carrera<br />

profesional en <strong>la</strong> que puedo hacer muchas cosas para<br />

configurar mi <strong>reputación</strong>. Escribo libros, artículos y entradas<br />

en blogs, además de ofrecer char<strong>la</strong>s y entrevistas,<br />

y todo ello me permite transmitir un mensaje medita-<br />

do de <strong>la</strong> <strong>reputación</strong> que deseo generar. También expreso<br />

c<strong>la</strong>ramente <strong>cómo</strong> quiero que sea mi <strong>reputación</strong>: quiero<br />

que los demás me vean como alguien muy eficiente<br />

que ayuda a los líderes de éxito a conseguir un cambio<br />

positivo y duradero en su conducta. No sólo quiero ser<br />

bueno en mi campo. Quiero tener <strong>la</strong> <strong>reputación</strong> de ser<br />

uno de los mejores. Y no tengo mucho margen de error<br />

para que se me considere como uno de los mejores.<br />

En parte debido al objetivo que me he fijado para mi<br />

<strong>reputación</strong>, muchas decisiones de mi carrera se reducen<br />

a <strong>la</strong> siguiente pregunta: ¿me hará parecer más inteligente<br />

o me hará ser más eficiente? Siempre voto por <strong>la</strong> eficiencia.<br />

No espero ser conocido como <strong>la</strong> persona más inteligente<br />

con <strong>la</strong> teoría más sofisticada para ayudar a <strong>cambiar</strong><br />

a <strong>la</strong>s personas. Quiero que se me conozca como un<br />

tipo eficiente al ayudar a <strong>la</strong>s personas a <strong>cambiar</strong>.<br />

Por ejemplo, hace muchos años me pidieron que trabajara<br />

personalmente con un alto cargo de una de <strong>la</strong>s<br />

empresas más grandes y admiradas del mundo. Había<br />

trabajado en organizaciones bastante grandes con anterioridad,<br />

pero éste era, con diferencia, el proyecto más<br />

amplio y prestigioso de mi vida. Las personas con <strong>la</strong>s<br />

que trabajaría me situarían en un nivel totalmente nuevo.<br />

El hecho de que una empresa de referencia me l<strong>la</strong>mara<br />

a mí y no a otro formador no sólo era ha<strong>la</strong>gador,<br />

sino que también era prueba de que me estaba acercando<br />

a mi <strong>reputación</strong> objetivo. El directivo en cuestión era<br />

un sabelotodo arrogante, inteligente, motivado, con un<br />

elevado rendimiento, que cumplía los presupuestos y<br />

que se había aproximado a <strong>la</strong> cúpu<strong>la</strong> de <strong>la</strong> pirámide corporativa<br />

a pesar de graves fallos interpersonales. Era el<br />

responsable de <strong>la</strong> división más rentable de <strong>la</strong> empresa,<br />

lo que debería haberlo convertido en uno de sus profesionales<br />

más valiosos y el primero en <strong>la</strong> línea de sucesión<br />

del consejero delegado. Mi tarea consistía en ver si<br />

era posible suavizar algunas de <strong>la</strong>s aristas más ásperas<br />

de su conducta.<br />

Llevé a cabo mis entrevistas habituales de feedback de<br />

360 grados con los colegas del directivo. Mi explicación<br />

de los resultados se encontró con un brusco rechazo y,<br />

dijera lo que dijera, ese hombre jamás aceptaría que debía<br />

<strong>cambiar</strong>. Simplemente, no le importaba.<br />

Yo podía elegir: ¿aceptaba el trabajo o me iba? Una<br />

parte de mí –<strong>la</strong> que quería que los altos cargos de <strong>la</strong> empresa<br />

pensaran que yo era lo bastante inteligente como<br />

para codearme con ellos– se sentía tentada a aceptarlo.<br />

El éxito sería una posibilidad muy remota, pero me decía<br />

a mí mismo que sin riesgo no hay recompensa.<br />

Otra parte de mí –<strong>la</strong> que vigi<strong>la</strong>ba los objetivos que había<br />

fijado para mi <strong>reputación</strong>– sabía que me estaría <strong>la</strong>nzando<br />

al vacío si trabajaba con ese directivo imposible.<br />

74 h a r va r d d e u s t o b u s i n e s s r e v i e w


DE DónDE viEnE <strong>la</strong> rEputación y <strong>cómo</strong> puEDE <strong>cambiar</strong> <strong>la</strong> <strong>suya</strong><br />

Si no podía ayudarlo a <strong>cambiar</strong> fracasaría en mi trabajo<br />

y esto, a su vez, me etiquetaría como ineficiente. Al final<br />

me fui, pero no sin explicar mis motivos al consejero<br />

delegado. Resultado: aunque abandonar el trabajo podría<br />

haber implicado que yo no estaba a <strong>la</strong> altura de <strong>la</strong><br />

tarea, resultó ser un buen movimiento (posteriormen-<br />

Lo que ocurre es que<br />

confundimos nuestra<br />

necesidad de considerarnos<br />

inteligentes con <strong>la</strong> de que nos<br />

consideren eficientes; se trata<br />

de dos cosas diferentes y una<br />

suele sofocar a <strong>la</strong> otra<br />

te, <strong>la</strong> empresa despidió al directivo y el consejero delegado<br />

me elogió por haber tenido el valor de no aceptar<br />

un trabajo potencialmente lucrativo).<br />

¿Inteligencia o eficiencia? Cuando tenemos que elegir<br />

y nuestra <strong>reputación</strong> está en juego, optar por <strong>la</strong> última<br />

<strong>puede</strong>, de hecho, consolidar <strong>la</strong> primera. Recuerde<br />

esta distinción entre inteligencia y eficiencia <strong>la</strong> próxima<br />

vez que se enfrente a una decisión en su carrera profesional.<br />

Muchos de nosotros, como ya he mencionado,<br />

no tenemos ni idea acerca de nuestras reputaciones, de<br />

modo que tiene sentido que aún menos de nosotros<br />

pensemos en el impacto a <strong>la</strong>rgo p<strong>la</strong>zo en nuestra <strong>reputación</strong><br />

de una decisión. Por el contrario, pensamos en<br />

<strong>la</strong>s necesidades a corto p<strong>la</strong>zo: ¿Acaso mi elección “lleva<br />

<strong>la</strong>s cosas a otro nivel”, o me hace parecer más proactivo,<br />

o hace que me quite al jefe de encima, o aporta dinero<br />

rápido o hace que parezca que estoy ade<strong>la</strong>ntando a mis<br />

colegas? Todas el<strong>la</strong>s son variaciones de <strong>la</strong> misma pregunta:<br />

“¿Soy lo bastante inteligente?” no es <strong>la</strong> misma<br />

pregunta que: “¿Aumenta esta opción mi <strong>reputación</strong> a<br />

<strong>la</strong>rgo p<strong>la</strong>zo o <strong>la</strong> disminuye?”.<br />

expectativas y reputaciones<br />

La mayoría de nosotros separamos el carácter de <strong>la</strong> <strong>reputación</strong>.<br />

<strong>De</strong>finimos nuestro carácter como “lo que realmente<br />

somos” y nuestra <strong>reputación</strong> como “lo que los<br />

demás creen que somos”. En situaciones en <strong>la</strong>s que <strong>la</strong><br />

valoración de los demás difiere de <strong>la</strong> nuestra, generalmente<br />

caracterizamos esta evaluación como “errónea”.<br />

Es necesario tener valor para darse cuenta de que, en al-<br />

gunos casos, <strong>la</strong> opinión que los demás tienen de nosotros<br />

<strong>puede</strong> ser tan correcta como nuestra propia visión<br />

de nosotros mismos –o incluso más–.<br />

Por supuesto, no siempre tenemos una comprensión<br />

acertada de lo que los demás piensan en realidad de nosotros.<br />

Normalmente, <strong>la</strong>s opiniones negativas suelen<br />

permanecer sin expresar y no se comparten (de acuerdo<br />

con <strong>la</strong> educada teoría que afirma que “si no podemos<br />

decir algo agradable, mejor no decir nada en absoluto”),<br />

lo cual impide que conozcamos <strong>la</strong>s múltiples maneras<br />

en <strong>la</strong>s que <strong>la</strong> desinformación y <strong>la</strong>s ma<strong>la</strong>s interpretaciones<br />

<strong>puede</strong>n estar configurando nuestra repu tación.<br />

En primer lugar, al formarse una opinión sobre nosotros,<br />

los demás suelen aplicar sus propias agendas a<br />

cualquier interpretación de nuestras acciones. Si hacemos<br />

algo que les afecta de una manera negativa –por<br />

muy adecuado que sea, por buenas intenciones que tengamos<br />

o por mucho bien que vayamos a hacer– ese impacto<br />

negativo teñirá <strong>la</strong> opinión que tengan sobre nuestras<br />

acciones. ¿Ha intentado usted alguna vez ayudar a<br />

alguien sólo para que sus esfuerzos acaben provocando<br />

resentimiento o sean malinterpretados por <strong>la</strong> persona a<br />

quien intentaba ayudar? Por ejemplo, usted invita a un<br />

colega a que se una a su equipo en un proyecto, pensando<br />

que a él o a el<strong>la</strong> les gustará tener <strong>la</strong> oportunidad de<br />

trabajar en algo diferente; sin embargo, es posible que<br />

el objeto de su amable atención piense que a usted se le<br />

está acumu<strong>la</strong>ndo el trabajo o que p<strong>la</strong>nea que lo haga él<br />

o el<strong>la</strong>. En realidad, lo que usted pretendía que fuera una<br />

ayuda auténtica termina siendo una intrusión.<br />

Si pudiéramos predecir con certeza <strong>cómo</strong> responderán<br />

los demás a nuestras acciones, nunca tendríamos<br />

que disculparnos diciendo: “Sólo intentaba ayudar”.<br />

La aceptación por parte de los demás de <strong>la</strong>s creencias<br />

generales sobre nosotros –a través de lo que han oído o<br />

de lo que han observado casualmente de primera mano–<br />

también distorsiona <strong>la</strong> percepción de nuestras acciones,<br />

actuando como un filtro a través del cual <strong>la</strong>s interpretan.<br />

Esto no es algo necesariamente negativo, también<br />

<strong>puede</strong> actuar a nuestro favor: si está usted en cualquier<br />

foro público donde se le percibe como <strong>la</strong> voz más<br />

autorizada en un tema concreto, los demás participantes<br />

le dispensarán un mayor nivel de deferencia, por disparatados<br />

o descaminados que resulten sus comentarios<br />

–al menos, inicialmente–. Continúe hilvanando varios<br />

comentarios estúpidos en serie e incluso <strong>la</strong> persona<br />

menos experta de <strong>la</strong> sa<strong>la</strong> empezará a cuestionar su autoridad<br />

percibida.<br />

Lo contrario también es cierto. Si los demás han oído<br />

cosas negativas sobre usted, estarán buscando señales<br />

de una conducta negativa. Aunque usted no cump<strong>la</strong><br />

76 h a r va r d d e u s t o b u s i n e s s r e v i e w


esas bajas expectativas, asignarán un signo negativo a<br />

una conducta que, de lo contrario, excusarían en alguien<br />

con una <strong>reputación</strong> más positiva. Si <strong>la</strong> gente ha<br />

oído que usted es una persona difícil, ése es el prisma<br />

a través del cual interpretarán sus acciones. Puede que<br />

usted esté en una reunión pensando que participa en<br />

un saludable –y muy necesario– debate sobre una decisión,<br />

mientras que los demás asistentes a <strong>la</strong> reunión,<br />

predispuestos a verle como una persona difícil, asienten<br />

indulgentemente con <strong>la</strong> cabeza pensando: “Menudo<br />

imbécil”.<br />

Estos matices de <strong>la</strong> dinámica interpersonal –en su<br />

mayor parte, <strong>la</strong>s ideas preconcebidas de los demás– contribuyen<br />

a mode<strong>la</strong>r nuestra <strong>reputación</strong>. En pequeñas<br />

dosis, su impacto es limitado. Si con el tiempo permitimos<br />

que se acumulen sin verificarlos –por nuestra ignorancia<br />

o descuido– inevitablemente se convierten una<br />

“realidad” que debemos afrontar.<br />

Entonces debemos enfrentarnos a <strong>la</strong> pregunta del millón<br />

de dó<strong>la</strong>res: ¿podemos configurar o <strong>cambiar</strong> nuestra<br />

<strong>reputación</strong>?<br />

La respuesta breve es “sí”, pero no resulta fácil y se<br />

necesita tiempo. Lo primero que debemos saber es<br />

que nuestra <strong>reputación</strong> rara vez se forma en un único<br />

evento catastrófico (en realidad, <strong>la</strong>s personas perdonan<br />

con facilidad). Si cometemos un gran fallo, los<br />

demás lo notarán, pero a menudo no dejarán que ese<br />

incidente nos etiquete permanentemente. Recuerdo<br />

a un amigo del sector del ocio y entretenimiento que<br />

hizo una gran apuesta en un proyecto con una estrel<strong>la</strong><br />

de televisión, que implicaba <strong>la</strong> inversión de muchos<br />

millones. El proyecto resultó un fracaso y toda <strong>la</strong> inversión<br />

se fue al traste. Sus conocidos pensaban que<br />

nuestro amigo estaba condenado: su <strong>reputación</strong> quedaría<br />

empañada para siempre.<br />

Sin embargo, finalmente no fue así. Al principio, los<br />

demás sintieron lástima por él. <strong>De</strong>spués, <strong>la</strong> nostalgia<br />

fue ganando terreno; <strong>la</strong> gente empezaba a bromear sobre<br />

su épico fracaso del mismo modo que <strong>la</strong>s familias<br />

bromean uno o dos años después sobre unas vacaciones<br />

desastrosas que en ese momento fueron cualquier<br />

cosa menos divertidas. Finalmente, y de manera inesperada,<br />

todo aquel episodio dio un impulso favorable a<br />

su <strong>reputación</strong>. <strong>De</strong>ntro de <strong>la</strong> empresa empezó a ser considerado<br />

como un valiente espadachín, alguien sin temor<br />

a intentar conseguir lo imposible, mientras otros<br />

iban anotando puntos de uno en uno o de dos en dos.<br />

Se sentía <strong>cómo</strong>do “jugando en <strong>la</strong>s grandes ligas”. No pasó<br />

mucho tiempo antes de que su catástrofe fuera percibida<br />

como una gran apuesta que, simplemente, no salió<br />

bien.<br />

DE DónDE viEnE <strong>la</strong> rEputación y <strong>cómo</strong> puEDE <strong>cambiar</strong> <strong>la</strong> <strong>suya</strong><br />

Paradójicamente, <strong>la</strong>s personas <strong>puede</strong>n ser menos generosas<br />

después de un acontecimiento triunfal único.<br />

Si hacemos algo genial al principio –de nuestra carrera<br />

profesional o en un trabajo nuevo– los demás lo re<strong>la</strong>cionarán<br />

con nuestra <strong>reputación</strong> emergente, pero estarán<br />

vigi<strong>la</strong>ndo para ver si somos capaces de repetir el éxito.<br />

Si nos quedamos cortos, pensarán que nuestro éxito fue<br />

fortuito. Así es como se forman <strong>la</strong>s reputaciones a partir<br />

de un único éxito inicial.<br />

repita conmigo<br />

Las reputaciones se forman mediante una secuencia de<br />

acciones que se parecen unas a <strong>la</strong>s otras. Cuando los<br />

demás ven un patrón, empiezan a crear nuestra <strong>reputación</strong>.<br />

Por ejemplo, un día nos piden que hagamos una presentación<br />

en una reunión. Puede que hab<strong>la</strong>r en público<br />

sea uno de los mayores miedos de muchos adultos, pero<br />

nos <strong>la</strong>s arreg<strong>la</strong>mos para evitar sofocarnos o venirnos<br />

abajo. Ofrecemos una gran presentación y emergemos<br />

mágicamente como alguien que <strong>puede</strong> p<strong>la</strong>ntarse ante<br />

el público y tener autoridad, ser elocuente y comportarse<br />

como un entendido en el tema. Todos los participantes<br />

están impresionados. No conocían esta faceta nuestra.<br />

Dicho esto, en realidad ése no es el momento en el<br />

que empieza a tomar forma nuestra <strong>reputación</strong> como<br />

grandes oradores en público, pero se ha p<strong>la</strong>ntado una<br />

semil<strong>la</strong> en <strong>la</strong>s mentes de los asistentes. Si repetimos<br />

nuestra actuación otra vez, y otra, y otra, nuestra <strong>reputación</strong><br />

de buenos oradores se consolidará.<br />

Las reputaciones negativas se forman de <strong>la</strong> misma<br />

manera lenta e incremental. Digamos que es usted un<br />

joven director que se enfrenta a su primera gran crisis<br />

junio 2010 77


DE DónDE viEnE <strong>la</strong> rEputación y <strong>cómo</strong> puEDE <strong>cambiar</strong> <strong>la</strong> <strong>suya</strong><br />

en el trabajo. Puede reaccionar con equilibrio o con pánico,<br />

con c<strong>la</strong>ridad o con confusión, con agresividad o con<br />

pasividad. Usted decide. En este caso, no se distinguirá<br />

como líder; si mete <strong>la</strong> pata, su grupo recibe el golpe. Afortunadamente<br />

para usted, éste no es el momento en el<br />

que se forma su <strong>reputación</strong> como alguien que no <strong>puede</strong><br />

soportar <strong>la</strong> presión. Es demasiado pronto para ello. Sin<br />

embargo, de nuevo, se ha sembrado <strong>la</strong> semil<strong>la</strong>, y los demás<br />

están observando, esperando a que se repita <strong>la</strong> ac-<br />

Nos interesa tanto<br />

presentarnos a nosotros<br />

mismos como inteligentes<br />

que creemos que no<br />

necesitamos escuchar lo que<br />

nos dicen; somos lo bastante<br />

listos como para<br />

desconectarnos de los demás<br />

y, aun así, tener éxito<br />

tuación. Sólo cuando usted demuestre su ineficiencia en<br />

otra crisis, y después en otra, tomará forma su <strong>reputación</strong><br />

de mostrar debilidad en momentos de presión.<br />

Lo realmente asombroso de esto es lo poco que pensamos<br />

en el poder de <strong>la</strong>s conductas repetidas en nuestras<br />

acciones. Siempre lo observamos en los demás,<br />

buscamos patrones en <strong>cómo</strong> nos responden, igual que<br />

un jugador de póquer busca pistas en los gestos del resto<br />

de jugadores. Si usted es vendedor, se trata de saber,<br />

tras muchos tratos con un cliente, que siempre compra<br />

si le dice que alguien más está interesado. Si es usted<br />

directivo, se trata de saber, después de varias experiencias,<br />

que su asistente responde a los sarcasmos con lágrimas.<br />

Si es usted asistente, se trata de darse cuenta,<br />

tras varias explosiones de ira, de que no hay que p<strong>la</strong>ntear<br />

un problema al jefe hasta que se haya tomado el<br />

café de <strong>la</strong> mañana.<br />

Somos listos, despiertos y en ocasiones intuitivos en<br />

<strong>la</strong>s “minirreputaciones” que asignamos a <strong>la</strong>s personas<br />

con <strong>la</strong>s que trabajamos. Sin embargo, rara vez aplicamos<br />

esta intuición a nosotros mismos. Probablemente,<br />

el cliente que jadea como un perro ansioso cuando se<br />

entera de que otros están interesados en el mismo acuerdo<br />

no sea consciente de ello; si lo fuera, <strong>cambiar</strong>ía su<br />

forma de actuar. <strong>De</strong> modo simi<strong>la</strong>r, el jefe que necesita<br />

café para calmarse al empezar <strong>la</strong> jornada probablemente<br />

ignora que su asistente le está “dirigiendo”.<br />

Puesto que no llevamos un seguimiento de nuestras<br />

conductas repetidas, nunca vemos los patrones que<br />

otros ven. Éstos son precisamente los patrones que configuran<br />

nuestra <strong>reputación</strong>, y, con todo, no los tenemos<br />

muy en cuenta, como ocurre con nuestra <strong>reputación</strong>.<br />

Puede que sienta usted cierto impulso a desafiar esta<br />

controversia, pero, ¿cuándo fue <strong>la</strong> última vez que realizó<br />

su propia evaluación de conducta y registró, literalmente,<br />

sus “actuaciones repetidas”, tanto <strong>la</strong>s buenas como<br />

<strong>la</strong>s ma<strong>la</strong>s? Si en seis ocasiones a lo <strong>la</strong>rgo del año ha<br />

propuesto una gran idea universalmente reconocida en<br />

una reunión, ¿ha analizado esos seis momentos para<br />

medir el impacto que han tenido en su <strong>reputación</strong> como<br />

“persona de grandes ideas”? ¿Sabe siquiera si tiene<br />

usted esa <strong>reputación</strong>, aunque íntimamente crea que <strong>la</strong><br />

merece?<br />

En mi experiencia, pocos de nosotros realizamos este<br />

tipo de análisis. Estamos demasiado ocupados avanzando,<br />

afrontando los desafíos inmediatos, como para<br />

volver atrás en busca de patrones que son tan obvios para<br />

los demás.<br />

<strong>cómo</strong> <strong>cambiar</strong> nuestra <strong>reputación</strong><br />

La <strong>reputación</strong> –<strong>la</strong> <strong>suya</strong> y <strong>la</strong> de cualquier otra persona–<br />

no se conforma de un día para otro. <strong>De</strong>l mismo modo<br />

que un único acontecimiento no <strong>puede</strong> configurar su<br />

<strong>reputación</strong>, un único gesto correctivo tampoco <strong>puede</strong><br />

reformar<strong>la</strong>. Es necesaria una secuencia de acciones coherentes<br />

y simi<strong>la</strong>res para empezar el proceso de reconstrucción.<br />

Puede hacerse, pero requiere un conocimiento personal<br />

profundo y, por encima de todo, disciplina. Cuando<br />

empiezo a trabajar personalmente con clientes para<br />

<strong>cambiar</strong> su conducta, quieren resultados instantáneos.<br />

Si su problema es, por ejemplo, que hacen comentarios<br />

sarcásticos, dan por supuesto que <strong>puede</strong>n dejar de proferir<br />

sarcasmos de <strong>la</strong> noche a <strong>la</strong> mañana y que sus colegas<br />

les ap<strong>la</strong>udirán instantáneamente por ello. Sin embargo,<br />

esto no funciona así. La impresión negativa de<br />

los demás se ha formado durante un período de meses<br />

o años y necesitarán ver un <strong>la</strong>rgo tiempo de conducta<br />

no sarcástica para eliminar esa impresión.<br />

Si es usted conocido como un jefe sarcástico, debe<br />

morderse <strong>la</strong> lengua durante mucho tiempo para que los<br />

demás reconozcan el cambio y empiecen a aceptar su<br />

nueva personalidad. Puede pasar semanas sin desviarse<br />

de ese camino, pero con una so<strong>la</strong> aparición de su antiguo<br />

yo sarcástico es posible que los demás olviden por<br />

78 h a r va r d d e u s t o b u s i n e s s r e v i e w


completo que había cambiado. Lo mismo ocurre con<br />

cualquier <strong>reputación</strong>. Es necesario que seamos coherentes<br />

en el modo en el que nos presentamos hasta el punto<br />

de que no nos preocupe ser culpables de repetirnos.<br />

Si abandonamos esta continuidad, los demás se sentirán<br />

confundidos. La <strong>reputación</strong> que intentamos crear<br />

quedará empañada por <strong>la</strong>s evidencias contradictorias y,<br />

en última instancia, perderá el enfoque.<br />

Nadie lo sabe mejor que los políticos. Cuando están<br />

en campaña, su primer objetivo es fijar un mensaje que<br />

luego repiten hasta <strong>la</strong> saciedad. A esto se refieren los estrategas<br />

políticos cuando a<strong>la</strong>ban a su candidato por<br />

“mantenerse en el mensaje”. Es <strong>la</strong> única manera de que<br />

los que buscan un cargo puedan establecer qué defienden<br />

y, por extensión, su <strong>reputación</strong>. A pesar de que soy<br />

reticente a citar cualquier táctica política como ejemplo<br />

de modelo de conducta, he llegado a respetar <strong>la</strong> de mantenerse<br />

en el mensaje. Explico a mis clientes que se trata<br />

de <strong>la</strong> forma más fácil y eficaz de contro<strong>la</strong>r <strong>la</strong> impresión<br />

que intentamos causar y mantener<strong>la</strong>. Echemos un<br />

vistazo a nuestro alrededor en el trabajo: ¿quiénes son<br />

nuestros compañeros con <strong>reputación</strong> c<strong>la</strong>ra y positiva, y<br />

qué hacen para conseguir esta posición envidiable? No<br />

tendremos que sondear muy profundamente para ver<br />

que <strong>la</strong> coherencia de su mensaje suele ser su virtud principal.<br />

Sin esa coherencia, nunca veríamos el patrón que<br />

están creando. Y es más que probable que esta coherencia<br />

no sea accidental, sino que es algo que han elegido<br />

y han articu<strong>la</strong>do para ellos mismos.<br />

A mí solía asombrarme <strong>la</strong> historia de un directivo que<br />

llegó a los puestos más altos de su empresa trabajando<br />

sólo entre <strong>la</strong>s 8:30 y <strong>la</strong>s 5:30. Bill nunca se quedaba a hacer<br />

horas extra ni trabajaba los fines de semana. Al entrar<br />

en <strong>la</strong> empresa decidió que para él su familia era más<br />

importante que su trabajo, de modo que se fijó el objetivo<br />

personal de estar siempre en casa a <strong>la</strong> hora de cenar,<br />

lo que implicaba que, a pesar de ser tan ambicioso<br />

como el que más, tenía que hacer todo su trabajo dentro<br />

del horario normal. Y, con todo, sus resultados eran<br />

excelentes, todos aquéllos con los que trabajaba le admiraban,<br />

lo que en cierto modo explicaba su ascenso en<br />

<strong>la</strong> empresa. Sin embargo, no lo explicaba todo.<br />

“¿Cómo lo consiguió?”, le pregunté.<br />

“Siempre supe que mi familia era lo primero –respondió<br />

Bill–, de modo que juré que no sería una de esas<br />

personas a <strong>la</strong>s que les encantan los rumores de oficina<br />

o necesitan demostrar que están al corriente de todas<br />

<strong>la</strong>s intrigas de <strong>la</strong> empresa. Pensé que si podía eliminar<br />

todo aquello de mi jornada de trabajo (<strong>la</strong>s conversaciones<br />

telefónicas sin trascendencia, <strong>la</strong>s distracciones junto<br />

a <strong>la</strong> máquina de agua, <strong>la</strong> cerveza después del trabajo,<br />

DE DónDE viEnE <strong>la</strong> rEputación y <strong>cómo</strong> puEDE <strong>cambiar</strong> <strong>la</strong> <strong>suya</strong><br />

<strong>la</strong>s sesiones improvisadas para quejarse sobre <strong>la</strong> alta dirección)<br />

tendría mucho tiempo cada día. Podía hacer mi<br />

trabajo y llegar a casa a una hora normal. Y mantuve mi<br />

juramento”.<br />

“Sin embargo, es curioso –continuó–. Al principio, yo<br />

era el bicho raro de <strong>la</strong> empresa. Era competente y obtenía<br />

buenas evaluaciones de rendimiento. Los demás me<br />

veían aburrido, sencillo, un Ward Cleaver último modelo.<br />

Lo único que me faltaba era el cárdigan. Pero me mantenía<br />

coherente y constante, y con el tiempo ese personaje<br />

sobrio se convirtió en mi sello, y en una virtud. Empezaron<br />

a verme como alguien con quien se podía contar<br />

como un mecanismo de relojería. Podían ‘confiar en<br />

mí’, una <strong>reputación</strong> que asumiré en cualquier momento.<br />

Puesto que no me permitía entrar en conversaciones<br />

intrascendentes sobre <strong>la</strong> oficina, mis jefes empezaron a<br />

considerar que podían confiarme información confidencial,<br />

algo que resulta irónico: cuanto menos interesado<br />

estaba en los secretos de los demás, más <strong>cómo</strong>dos se sentían<br />

compartiéndolos conmigo. Finalmente, mi seriedad<br />

hizo pensar a los demás que tenía potencial para llegar<br />

a puestos de responsabilidad. Estaban dispuestos a seguir<br />

a alguien constante y fiable como yo. Supongo que<br />

pensaron que no les decepcionaría. Y en cuanto <strong>la</strong> gente<br />

está dispuesta a seguirte, el cielo es el límite. Y todo<br />

ello porque quería salir a <strong>la</strong>s 5:30”.<br />

Puede que Bill esté siendo modesto. Sean cuales sean<br />

<strong>la</strong>s cualidades a <strong>la</strong>s que los demás han respondido, c<strong>la</strong>ramente,<br />

<strong>la</strong> coherencia ha sido <strong>la</strong> c<strong>la</strong>ve de su éxito. Su<br />

conducta repetida dio a los demás una visión sin ambigüedades,<br />

que es lo que ocurre cuando somos disciplinados<br />

con nuestros objetivos y llevamos un seguimiento<br />

de nuestras acciones. Con el tiempo, los demás tienen<br />

una manera fija de interpretar nuestras acciones<br />

–porque ya hemos decidido fijar<strong>la</strong>s– y nuestra <strong>reputación</strong><br />

queda perfectamente encajada en su sitio.<br />

Otro dato interesante sobre Bill: aunque en <strong>la</strong> actualidad<br />

sus hijos han crecido y ya no viven en casa, y él no<br />

siempre tiene que salir del trabajo a <strong>la</strong>s 5:30, sigue respetando<br />

su horario. Esto es lo mejor de crearse una <strong>reputación</strong>:<br />

si lo hacemos bien a <strong>la</strong> primera, quizá nunca<br />

tengamos que <strong>cambiar</strong> nuestra conducta.<br />

«<strong>De</strong> <strong>dónde</strong> <strong>viene</strong> <strong>la</strong> <strong>reputación</strong> y <strong>cómo</strong> <strong>puede</strong> <strong>cambiar</strong> <strong>la</strong> <strong>suya</strong>». © the conference<br />

board. Este artículo ha sido publicado anteriormente en The Conference<br />

Board Review con el título “Who Do they think you are?”. referencia<br />

n. o 3628.<br />

Si desea más información re<strong>la</strong>cionada<br />

con este tema, introduzca el código 21507<br />

en www.e-deusto.com/buscadorempresarial<br />

junio 2010 79

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