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MIERCOLES, 15 DE AGOSTO DE 2007 www.libreonline.com
ANIVERSARIO DE LA
INVASIÓN SOVIÉTICA A
CHECOSLOVAQUIA
En agosto de 1968, el imperialismo soviético invadió
a Checoslovaquia para acabar con las reformas
que estaba implantando el gobierno de Alejandro
Dubckeck y terminar con lo que en el mundo entero
se calificaba como “la primavera de Praga”.
Por entonces el dictador de Cuba estaba jugando la
rara carta de un “nacionalismo” que pretendía alejarse
de la metrópoli moscovita y hasta sucedió aquello
de la “microfracción” (episodio que merecería un
estudio más profundo pues algunos de cuyos protagonistas
menores viven en Miami). Pero el Kremlin
le envió un mensaje a su títere: “te vamos a cerrar el
puerto petrolero de Bakú” y súbitamente y hasta para
sorpresa (de verdad) de algunos de los suyos, Castro
en un discurso respaldó la invasión imperialista rusa
a Checoslovaquia. Los checos resistieron como
pudieron y el 16 de enero de 1969, el joven estudiante
Jan Palach (nacido precisamente un 11 de
agosto de 1948) hizo el máximo sacrificio y en protesta
contra la ocupación rusa se inmoló dándose
candela en la plaza Wenceslao, al centro de Praga.
Poco después, el 25 de febrero, otro estudiante, Jan
Zajic, se suicidó de la misma manera en el mismo
lugar y lo mismo hizo en abril Ezven Ploceck en
Jihleva, todos rechazando la ocupación imperial
soviética.
En el vigésimo aniversario de la muerte de Palach,
entre el 15 y el 21 de enero de 1989, hubo en Praga
muchas manifestaciones anticomunistas reprimidas
por la Policía, pero el régimen cayó once días más
tarde y “la revolución de terciopelo” pudo homenajear
póstuma y libremente a sus héroes.
En 1995, mi esposa y yo visitamos la plaza
Wenceslao de Praga (foto anexa) y depositamos
flores en el sitio donde Jan Palach y Jan Zajic se
inmolaron. ¡Descansen en paz todas las víctimas
del comunismo!
Lionel Rodríguez de la Torre,
New Jersey
HÚMFRI, RECUERDOS DE MI PERRO
Por Eugenio Cuevas
Rivervien, Fl.
Esta es una pequeña historia del
fiel guardián de mi hogar, llamado
Húmfri, un quieto cocker spaniel
que no anda creyendo en cuentos de
camino y cualquiera que se equivoque
con él, le clava los afilados
dientes, pero vamos a dejar que el
nos vaya relatando su vida cotidiana
perruna.
“Yo llegué a este hogar de mi
dueño, aún no sé ni como. Mi vida
se va desenvolviendo como todos
los de mi raza, comer, dormir o estar
atento y vigilante por si cualquier
intruso trata de entrar en nuestra
casa, o sino, pasamos el tiempo
oyendo o contestando los gritos (no
los ladridos como dice mi dueño).
Así, va transcurriendo mi existencia
de perro, analizando y mirando
como se va desenvolviendo la vida
en mi hogar (que Dios lo bendiga),
porque señores, gracias a
Dios aquí estoy a salvo de tantos
horrores que están pasando los
míos en el mundo. El otro
día sin ir muy lejos, mi
dueño sin darse cuenta se
le cayó en el suelo una
hoja de un periódico en
español. Yo estaba al lado
de la mesa, lo miré de
reojo y me horroricé de lo
que leí (esto no lo sabe mi
dueño, que yo sé leer).
Pues sí leí en un cintillo
que en Brasil habían matado
más de quinientos perros
porque alegaban que era
demasiado la cantidad de los
nuestros en las calles. ¡Figúrense
ustedes!, Me ericé todo, ¡qué crimen!.
Ya no respetan nuestras sufridas
vidas y eso que dicen que somos
los mejores amigos del hombre.
¡Hipócritas!
El otro día me puse a conversar
con mi vecina, una perra Germán
Shepard de pelo negro y sedoso, llamada
“Bandida”. Ella se pasa
corriendo de un lado a otro de la
cerca. Yo le grito, pero la muy sata,
aunque no lo es, no me hace caso, lo
cual me irrita bastante, no sé si sería
porque un día chistosamente le dije
que se parecía mucho a la Cleopatra
de las perras. Pero el otro día, como
les dije, parece que estaba para el
paso y conversó conmigo. Me estaba
contando que a su mamá no le
gusta que se junte con otros perros,
ustedes se imaginan por lo que es.
“Bandida” se quejaba amargamente
de la vida que estaba pasando. Me
dijo casi con lágrimas en los ojos.
-Mira chico, tú sabes que a veces
uno tiene deseos de disfrutar del
amor, y que se lo tengan a uno vedado
por hacerlo. ¡Que cosa más gran-
de tiene la vida!
Yo le contesté:
No te quejes, a mi me pasa lo
mismo, la verdad que es muy triste,
pero bueno, qué le vamos a hacer,
todo tiene su explicación. ¿Qué
pasaría si nos dejaran sueltos? El
otro día sin ir muy lejos, por frente a
mi casa, pasó una perrita muy sata,
que camina pavoneándose como si
fuera un pavo real, ni siquiera tiene
la educación de saludarme. Cuando
la veo, son mis deseos de correr y de
seguirle detrás, pero mi amo me
controla, no crea a veces uno pierde
el control y puedo perder la vida
bajo las ruedas de un automóvil por
causa de un enamoramiento prematuro.
Pero es, que esa sata me saca
de quicio, ¿Por qué me gusta tanto?
-Déjame decirte también, que por
frente a mi casa pasa un perrito sato.
Pero hace una semana, después de
hacerme el saludo de haber levantado
la pata al lado de un poste y
haberlo rociado, se puso a conversar
conmigo, me habló de muchas
cosas, pero una que me hizo reír, fue
una anécdota, primeramente les dejo
saber que el me contó que había
venido de Cuba por el Mariel, en la
estampida aquella de los cubanos
tratando de escapar de la Isla
¿Recuerdas?
-Sí, lo recuerdo por los cuentos
que le he oído a mi dueño, que es
cubano.
-Pues sí, me estaba contando de
los horrores que vivió allá en su
país. Qué la gente se ha vuelto
antropófaga.
No me digas, ¿Antropófagas?
-Sí, pero no de humanos, sino con
los nuestros.
-Antes de Fidel, no teníamos ningún
problema- me dijo el marielito.
Pero desde que él está en el poder,
la gente está pasando un hambre de
película. Se comen cualquier cosa
que se mueva, suerte que mi dueño
perico no me dejaba asomar la nariz
afuera y me tenía a pupilo dentro de
la casa, no me dejaba que yo fuera
un perro asado.
-Pero lo más sorprendente del
marielito en su conversación conmigo,
fue cuando me dijo que tan pronto
llegó de Cuba, un perro se hizo
amigo de él. Le advirtió, ten cuidado
que aquí se comen los perros calientes.
Yo me eché a reír y para calmarlo,
pues estaba muy preocupado y
atemorizado por lo que le decían, le
expliqué, que los perros calientes a
que él se refería eran unas butifarras
de carne que, por cierto a veces
tengo dudas que haya alguno entre
los nuestros sacrificado en esas butifarras.
También le dije que no me
atemorizara porque el gobierno de
este país es muy estricto en asuntos
de alimentos.
Dejando el encuentro con mi
amigo marielito, que me hizo
reír bastante con sus temores.
La vecina de al lado tiene una
perrita llamada Cindy, de
color carmelita, a veces converso
con ella y ella como
“Bandida” también se
quejaba de la falta de
libertad para los nuestros
y me decía que se habla
muchos de los derechos
humanos, pero en definitiva
muy pocos se preocupan
de los nuestros.
- Qué ironía, amigo
Húmfri- me dijo Cindy.
Yo me quedé callado
porque yo no tengo ese
problema, mi dueño es
una bella persona, me anima y
tiene adoración conmigo. Una de
las cosas en que sí estuve de acuerdo
con ella es referente al asunto
de la comida que nos dan. Ella se
quejaba que es de perros. Esa
comida yo me la tengo que comer,
no se qué rayos le echan, pero el
problema es que quieras o no quieras,
te la tienes que comer. Gracias
que mi amo se compadece de mi y
la atenúa con pedazos de pollo,
carne o pavo, y así voy pasando
esta vida de perruna, vaya contento
y feliz de haber dado con mi dueño
que me adora.
Una cosa me contó Cindy de mi
amigo el marielito es que a ella no le
gusta mucho conversar con él, porque
siempre le hace la historia de
que su amo lo castró cuando llegó a
este país. Por eso dice que está muy
bravo.
Figúrense ustedes. ¡Pobre marielito!
Suerte que yo no he pasado por
ese trauma. La vida inexorablemente
sigue su curso y tendremos que conformarnos
con esta vida de perros,
porque ese es nuestro destino.
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