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Historia del Cristo De Medinaceli
Para desagraviar al Redentor de los ultrajes recibidos por los moros, se tenían todos los
viernes del año cultos especiales y en los de cuaresma, además, solemne miserere y sermón.
En el mes de septiembre se tenían tres días de gran solemnidad y fiesta. A partir de mediados
del siglo XVIII se celebraban nueve días de solemnísimas fiestas a las que se procuraba que
concurriesen los reyes, también se sacaba la imagen todos los Viernes Santo a las 5 de la
mañana y debía estar de vuelta a las 8.
Posteriormente, sobre 1805, la imagen formaba parte de la procesión general que tenía lugar
en las calles de Madrid la tarde del Viernes Santo. Desde 1847 fue el duque de Medinaceli,
por autorización real, el encargado del arreglo de la imagen para la ocasión. Fruto de esta
devoción se creó primero la Esclavitud y luego la Hermandad de Jesús Nazareno.
Cuando en 1808 los franceses invadieron España, los religiosos de Madrid fueron echados
de sus residencias y obligados a entregar todo cuanto poseían. Los trinitarios pidieron poder
llevar consigo la imagen de Jesús Nazareno pero, como la devoción hacia él era tan grande,
Juan Llorente les dijo que la imagen no debía ser retirada de su altar y allí estuvo durante la
guerra de la Independencia.
En 1835 ocurre la exclaustración y otra vez los religiosos, tanto de Madrid como del resto
de España, son obligados a dejar sus casas y sus pertenencias. Los trinitarios descalzos
abandonaron su convento, pero la imagen de Jesús Nazareno permaneció en su capilla.
Poco tiempo después se cerró al culto y la imagen fue llevada a la iglesia de Monserrat que
era la del Hospital de la Corona de Aragón; más tarde era trasladada a la parroquia de San
Sebastián. En 1846, por Real Mandato, volvió a su capilla y allí permaneció mientras que en
el convento anexo llegaban primero las religiosas Concepcionistas de Caballero de Gracia y
más tarde las Agustinas de la Magdalena.
En 1890 fueron derribados la iglesia y el convento, pero la capilla, para que no corriese igual
suerte, fue adquirida por la duquesa de Santo Mauro, madre del duque de Medinaceli, que la
cedió a los capuchinos el 7 de julio de 1895.
El culto había decaído. Se permitía la adoración todos los viernes del año, pero solo por la
mañana, a las 12.30, y a un reducido número de personas. Al hacerse cargo los capuchinos
fue aumentando notablemente hasta que en 1899, al terminar la novena de septiembre, se
permitió a los fieles adorar la imagen de Jesús. Más tarde se permitió que los viernes de
cuaresma se pudiese adorar por la mañana a las 12.30 y por las tardes a las 7.30 y poco a
poco se hizo necesario aumentar las horas de adoración.
Ya en 1900, desde antes de las 6 de la mañana y hasta las 8 de la noche, la iglesia y el patio
estuvo lleno de gente y millones de fieles desfilaron besando la venerada imagen. Las colas