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Impresión de fax de página completa - Guadalajara

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haciendas <strong>de</strong> unidad para los pasos, ora en apostar las onzas <strong>de</strong> oro <strong>de</strong> que llevaban bien<br />

provistos los bolsillos, a la aparición <strong>de</strong> las cartas en el juego <strong>de</strong>l monte.<br />

Y mientras los señores y señoras <strong>de</strong> respeto así se divertían, algunos jóvenes bajo la severa<br />

vigilancia <strong>de</strong> mamás o <strong>de</strong> tías, entretenían el tiempo y mostraban su ingenio en los juegos <strong>de</strong><br />

estrado, poniendo adivinanzas o haciendo reír con los <strong>de</strong>fectos <strong>de</strong> dicción en que incurrían los<br />

tertulianos al <strong>de</strong>cir con rapi<strong>de</strong>z las cuatro tablitas bien entambirandinguiraditas. Alguna rarísima<br />

vez concurrían a la representación <strong>de</strong> autos sacramentales, coloquios o pastorelas, al coliseo o a<br />

alguna casa particular.<br />

Alumbrábanse con velas <strong>de</strong> sebo, reservando para las salas el uso <strong>de</strong> las <strong>de</strong> cera, y<br />

como no había alumbrado público, las calles permanecían en la más <strong>completa</strong> obscuridad,<br />

disipada únicamente <strong>de</strong> cuando en cuando, por la luz <strong>de</strong> los hachones <strong>de</strong> brea que usaban los<br />

pocos transeúntes.<br />

En toda la ciudad no había más que una escuela pública <strong>de</strong> primeras letras, sostenida por<br />

el Consulado <strong>de</strong> comerciantes, y los particulares apenas podían confiar la enseñanza <strong>de</strong> sus<br />

hijos a algún pedagogo que alternaba sus lecciones con el trabajo <strong>de</strong> encua<strong>de</strong>rnador al que se<br />

<strong>de</strong>dicaba preferentemente siendo los ramos <strong>de</strong> enseñanza el silabario, el catecismo, el Catón<br />

Censorino, las cuatro reglas fundamentales <strong>de</strong> la aritmética y la escritura en planas. Respecto al<br />

tratamiento <strong>de</strong> los niños, era duro porque imperaba la regla <strong>de</strong> que la letra con sangre entra, y<br />

en la escuela particular el profesor tenía un pobre muchacho a quien daba constantemente <strong>de</strong><br />

azotes para amedrentar a los niños que pagaban su pensión.<br />

Los padres <strong>de</strong> familia acomodados tenían la preocupación <strong>de</strong> que las mujeres no <strong>de</strong>bían<br />

saber leer ni escribir a fin <strong>de</strong> que no pudiesen comunicarse con los novios, <strong>de</strong> suerte que lejos <strong>de</strong><br />

impartirles instrucción a sus hijas, vigilaban porque no la adquiriesen furtivamente y las casaban<br />

con quien ellos <strong>de</strong>signaban o las hacían profesar <strong>de</strong> monjas a los dieciséis o dieciocho años.<br />

En el Seminario y en la Universidad se enseñaba el latín <strong>de</strong> la Edad Media, la Teología<br />

Escolástica y los Cánones, llenándose las cabezas con las sempiternas disputas <strong>de</strong> la gracia, <strong>de</strong><br />

la ciencia media, <strong>de</strong> las procesiones <strong>de</strong> la Trinidad; la Filosofía estaba reducida al ente <strong>de</strong> razón<br />

y las formas silogísticas, y las ciencias físicas en el más <strong>de</strong>plorable atraso.<br />

Había dos o tres bibliotecas particulares con cuatrocientos o seiscientos volúmenes, como<br />

las <strong>de</strong> don Manuel Forres Baranda <strong>de</strong> Estrada y costaban tan caros los libros, que la Ilustración al<br />

Derecho Real <strong>de</strong> España valía entonces cien pesos.<br />

No había periódicos y unos cuantos vecinos recibían la Gaceta o el Diario que se<br />

publicaban en México, recreando su inteligencia los más <strong>de</strong>spreocupados, con la lectura oculta<br />

<strong>de</strong> las Ruinas <strong>de</strong> Palmira o los Amores <strong>de</strong>l Caballero <strong>de</strong> Faublas, que alcanzaban a la sazón<br />

grandísima fama.<br />

Resultado <strong>de</strong> esa ignorancia era el fanatismo que dominaba en todas las clases<br />

sociales y en todos los pueblos: los ricos asistían a misa los domingos, rezaban diariamente el<br />

rosario y hacían ostentación <strong>de</strong> piedad, raras veces sincera; celebraban frecuentes funciones<br />

religiosas, pagaban con puntualidad el diezmo y cuidaban mucho <strong>de</strong> exteriorida<strong>de</strong>s. Los infelices<br />

indios no conocían la religión, sino la superstición; confundieron siempre el culto <strong>de</strong> las imágenes<br />

con la idolatría y sostenían con ingenuidad que la imagen que veneraban en su pueblo era "La<br />

Virgen Buena" mientras que a la que se daba culto entre sus vecinos rivales, era "La Virgen<br />

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