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rojo y negro - Dirección General de Bibliotecas

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STEN'DHAL<br />

OJO y NEGRO


ROJO Y NEGRO


EN LA MISMA COLECCiÓN<br />

E NR IQ UE MURGER. .. oo,<br />

VICTOR CHERBULlEZ ...<br />

O CTA\'IO FEUILLET<br />

GCET HE<br />

J ORGE SAND<br />

BALZAC oo.<br />

STENDHAL.<br />

Escenas <strong>de</strong> la Vida Bohemia.<br />

La Aventura <strong>de</strong> Ladislao<br />

Bolski .<br />

Historia <strong>de</strong> Sibila.<br />

Fausto.<br />

Wilhem Meister.<br />

Valentina.<br />

Amor con antifaz.<br />

La Cartuja <strong>de</strong> Parma.


L.OS GRANDES M A ESTRO:; DE LA LITERATURA<br />

STENDHAL<br />

ROJO Y NEGRO<br />

Versión castellana <strong>de</strong> M. S.<br />

Cubierta p dibujos <strong>de</strong> BJIRLJIJVGV'E<br />

CASA EDITORI AL FRANCO- IBERO-AMERICANA<br />

222, BOULEVARD SAI NT - G ERMA I N, 222<br />

PARI S


ROJO Y NEGRO<br />

UNA CIUDAD PEQUEÑA<br />

La pequeña ciudad <strong>de</strong> Verrieres, pue<strong>de</strong> pasar por una <strong>de</strong> las más<br />

hermosas <strong>de</strong>l Franco-Condado. Sus casas blancas, coronadas por<br />

techos puntiagudos cubiertos <strong>de</strong> tejas encamadas, se extien<strong>de</strong>n por<br />

la pendiente <strong>de</strong> una colina, en la cual grupos <strong>de</strong> castaños vigorosos<br />

marcan las más insignificantes sinuosida<strong>de</strong>s. El Doubs, corre á<br />

algunos centenares <strong>de</strong> pies <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> sus fortificaciones, edificadas<br />

en otros tiempos por los españoles, y ahora <strong>de</strong>rruidas.<br />

Una alta m ontaña, perteneciente a la cordillera <strong>de</strong>l Jura, resguarda<br />

por el Norte a Verrieres. Las cúspi<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l Verra, se rubren <strong>de</strong> nieve<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> los primeros fríos <strong>de</strong> octubre. Un t orrente que se precipita<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> la montaña, atraviesa Verrieres antes <strong>de</strong> <strong>de</strong>saguar en el Doubs,<br />

y pone en movimiento gran número <strong>de</strong> aserra<strong>de</strong>ros mecánicos.<br />

industria fácil que proporciona el bienestar a la mayor parte<br />

<strong>de</strong> los habit antes <strong>de</strong> la ciudad que son más campesinos que burgueses.<br />

Sin embargo, no es esta la industria que ha enriquecido a<br />

la pequeña ciudad, sino la fábrica <strong>de</strong> telas pintadas, llamadas <strong>de</strong><br />

1I1ulhouse. A ella es a la que se <strong>de</strong>be la general riqueza, que, <strong>de</strong>spués<br />

<strong>de</strong> la caída <strong>de</strong> Napoleón, permitió rehacer las fachadas <strong>de</strong><br />

casi todas la casas <strong>de</strong> Verrieres.<br />

Apenas se entra en la ciudad, queda uno aturdido por el estrépito<br />

<strong>de</strong> una máquina estruendosa y <strong>de</strong> terrible apariencia. Veinte pesados<br />

martillos, golpean con une violancia que hace temblar el suelo, movidos<br />

por una rueda que el agua <strong>de</strong>l torrente hace girar. Cada uno


ROJO Y NEGRO 13<br />

Des<strong>de</strong> 18 15, se avergüenza el alcal<strong>de</strong> <strong>de</strong> ser industria l : 1815, le<br />

ha hechu alcal<strong>de</strong> <strong>de</strong> Verrieres. La terraza, ro<strong>de</strong>ada <strong>de</strong> muros<br />

que, escalonada, se prolonga hasta el Doubs, es también una recompensa<br />

a la pericia <strong>de</strong>l señor Renal en el comercio <strong>de</strong> hierros.<br />

No esperéis encontrar en Francia esos pintorescos jardines que<br />

ro<strong>de</strong>an las ciuda<strong>de</strong>s fabriles <strong>de</strong> Alemania, Leipzig, Francfort,<br />

Nuremberg, etc. En el Franco-Condado, cuanto más muros se edifican,<br />

cuanto más se erizan las casas <strong>de</strong> piedras colocadas unas sobre<br />

otras, más <strong>de</strong>rechos se adquieren al respeto <strong>de</strong> los vecinos. Los jardines<br />

<strong>de</strong>l señor Renal, llenos <strong>de</strong> murallones, son también admirados .<br />

porque adquilió a peso <strong>de</strong> oro algunos trozos <strong>de</strong>l terreno que ellos<br />

ocupan. Asi, por ejemplo, el aserra<strong>de</strong>ro, cuya especial situación<br />

sobre la orill a <strong>de</strong>l Doubs os ha llamado la atención al entrar en la<br />

ciudad, y en el cual habéis visto el nombre <strong>de</strong> 50rel escrito en caract<br />

eres gigantescos, sobre una tabla que domina el techo, ocupaJ;¡a,<br />

hace seis años, el terreno sobre el cual se levanta hoy la pared <strong>de</strong> la<br />

cuarta t erraza <strong>de</strong> los jardines <strong>de</strong>l señor Renal.<br />

A l'esar <strong>de</strong> su orgullo, el alcal<strong>de</strong> tuvo que hacer infinitas gestiones<br />

vara convencer al viejo Sorel, labrador duro y terco, y le fue preciso<br />

in<strong>de</strong>mnizarle con brillantes monedas <strong>de</strong> oro, para conseguir que<br />

trasladara su fábrica a otra parte. Respecto al arroyo público que<br />

vonía en m archa la sierra, el señor Renal se valió <strong>de</strong> su influencia en<br />

París para conseguir que fu era <strong>de</strong>sviaelo. Este favor, le fué concedido<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> las elecciones <strong>de</strong>l año 182'.<br />

Dió a Sorel cuatro fanegas <strong>de</strong> tierra por una, a orillas <strong>de</strong>l Doubs,<br />

quinientos pasos más abajo. Y aunque este t erreno es más ventajoso<br />

para su comercio <strong>de</strong> t ablas <strong>de</strong> pino, el tío 50rel, como le llaman<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> que es rico, encontró el secreto <strong>de</strong> conseguir <strong>de</strong> la impaciencia y<br />

<strong>de</strong> la manía <strong>de</strong> propietario que tenía su vecino, la suma <strong>de</strong> 6.000 francos.<br />

Es cierto que este arreglo fu é censurado por los hombres sensatos<br />

<strong>de</strong> la ciudad. Una vez, era un día <strong>de</strong> fiest a, hace cuatro años ya, el<br />

señor Renal, que venía <strong>de</strong> la iglesia, vestido ele Alcal<strong>de</strong>, vió que<br />

el viejo Sorel, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> lejos, ro<strong>de</strong>ado <strong>de</strong> sus tres hij os, sonreia al mismo<br />

t iempo que le miraba. Aquella sonrisa fu e una puñalada para el señor<br />

Alcal<strong>de</strong>, quien <strong>de</strong>s<strong>de</strong> enton:es está convencido y no lo olvida, que<br />

hubiera podido obtener el convenio a un precio más bajo.<br />

Para obtener la consi<strong>de</strong>ración pública en Verrieres, es lo esencial<br />

no adoptar, al mismo tiempo que se construyen muchos murallones,<br />

ninguno <strong>de</strong> esos planos traídos <strong>de</strong> Italia por los albañiles qu, durante


16 R O J O Y NEGRO<br />

He aquf la gran frase que gufa a todo Verrieres : dar provecho,<br />

Este es el pensamiento <strong>de</strong> las tres cuartas partes <strong>de</strong> los h a bitantes.<br />

Dar provecho, es el argumento que lo <strong>de</strong>ci<strong>de</strong> t odo en esta l'equeña<br />

ciudad, que t an linda os pareda. El fOl astero que llega a ell a seducido<br />

por la hermosura <strong>de</strong> los frescos y profundos valles que la ro<strong>de</strong>an,<br />

piensa, al principio, que SllS h abitantes son sensibles a la belleza ;<br />

a cada paso encomia n la <strong>de</strong> su suelo, y ello les interesa pero la r azón<br />

<strong>de</strong> esta propaganda, es el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> traer gente que enriquezca a los<br />

posa<strong>de</strong>ros y que, por el mecanismo <strong>de</strong>l impuesto, di provecho á la<br />

ciudad.<br />

En un hermoso dfa <strong>de</strong> otoño el señor Renal iba por el P aseo<br />

<strong>de</strong> la Fi<strong>de</strong>lidad, <strong>de</strong>l brazo <strong>de</strong> su esposa. Al mismo tiempo q ue esta<br />

eséuchaba a su m arido, que h a bla ba con cierto tono <strong>de</strong> gra vedad,<br />

seguía inquieta con la vista los m ovimientos <strong>de</strong> tres niños. El<br />

mayor, que tendría unos once años, se aprox ima ba muy a menudo<br />

al parapeto, con visible <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> subir a él. Una voz dulce pro ­<br />

nunciaba entonces la p alabra ¡Adolfo ! y el niño renunciaba a su<br />

atrevido proyecto. La señora R enal, pa recía una mujer <strong>de</strong> treinta<br />

años, pero aún se conservaba linda.<br />

- Quizás tendrá motivos <strong>de</strong> arrepent irse ese gall a rdo señor <strong>de</strong><br />

París, <strong>de</strong>cía el señor R enal, con aspecto ofendido y la cara m ás pá lida<br />

que <strong>de</strong> costumbre. Aún tengo a lgunos amigos en P alacio ..<br />

El gallardo señor <strong>de</strong> París, ta n odiado por el alcal<strong>de</strong> <strong>de</strong> Verrieres,<br />

era el Sr. Appert quien, dos días antes, había encontrado el m edio<br />

<strong>de</strong> penetra r, no solamente en la prisión y en el asilo <strong>de</strong> mendigos,<br />

sino ta mbién en el hospital, gratuita mente administrado p or el<br />

Alcal<strong>de</strong> y por los principales propietarios <strong>de</strong>l lugar.<br />

- Pero, <strong>de</strong>cía timidamente la señora Renal ¿ qué daño pue<strong>de</strong><br />

hacer mas ese señor <strong>de</strong> París, puesto que administra is vosotros el<br />

bien <strong>de</strong> los pobres con la más a bsoluta p robidad?<br />

- Es que no ha venido sino con el obj eto <strong>de</strong> censuram os, y en<br />

seguida insertará artículos sobre ello en los periódicos libera les.<br />

- Pero si nunca los leéis .. .<br />

- No importa : nos hablan luego <strong>de</strong> esos a rtículos jacobinos.<br />

T odo esto nos distrae, y >zas Impi<strong>de</strong> hacer el bie... En cua nto a mi,<br />

ja más perdonaré al cura.


24<br />

ROJO Y NEGRO<br />

rente <strong>de</strong> la <strong>de</strong> sus hermanos mayores, pero le era odiosa aquella<br />

obsesión por la lectura; él no sabía leer.<br />

En vano llamó a ] ulián dos ó tres veces ; la atención que el joven<br />

aplicaba al libro más que a la sierra, le impedía oir la terrible voz <strong>de</strong><br />

su padre. Este, a pesar <strong>de</strong> su avanzada edad, se colocó <strong>de</strong> un salto<br />

sobre la viga sometida a la acción <strong>de</strong>l a ,;ierra, y <strong>de</strong> allí alcanzó aquella<br />

en la cual se hallaba sentado Julián. De un golpe, hizo rodar al río<br />

el libro que su hijo le;a ; <strong>de</strong> un puñetazo en la cabeza, le hizo per<strong>de</strong>r<br />

el equilibrio, y hubiera caído <strong>de</strong>s<strong>de</strong> una altura <strong>de</strong> quince pies, sobre<br />

la máquina, que lo hubiese <strong>de</strong>strozado, <strong>de</strong> no h aberle asido el tío<br />

Sorel con la mano izquierda.<br />

- i. Piensas, gandul, estar leyendo siempre tus malditos libros,<br />

cuando te encargo que vigiles la sierra ? Léelos por la noche,<br />

cuando vas a per<strong>de</strong>r el tiempo en casa <strong>de</strong>l cura.<br />

Julián, aturdido por el golpe y echando sangre, se acercó a su<br />

puesto, al lado <strong>de</strong> la sierra. Lloraba, menos por el puñetazo recibido<br />

que por haber perdido un libro que adoraba.<br />

"i Baja, animal, que hablemos!" El ruído <strong>de</strong> la máquina no permitió<br />

a Julián oir esta or<strong>de</strong>n. Su padre, que ya había bajado, n o queriendo<br />

molestarse <strong>de</strong> nuevo en subir, cogió una larga pértiga d e varear<br />

nueces y le dió con ella un golpe en la espalda. Apenas Juliá n estuvo<br />

a su lado, cuando a empellones le empujó hacia su casa. I Dios sabe<br />

lo que va a hacer conmigo! pensaba el joven. Al pasar miró en el<br />

rio el sitio don<strong>de</strong> habia caído su libro, que era el que más le interesaba<br />

<strong>de</strong>' todos los que poseía, y cuyo titulo era: El m .... orial <strong>de</strong> Salita Elrna.<br />

Tenia la cara encendida y los ojos bajos. Era un joven <strong>de</strong> dieciocho<br />

años, débil en apariencia, <strong>de</strong> rasgos irregula res, mas d elicado' ,<br />

y na riz aguileña. Sus gran<strong>de</strong>s ojos <strong>negro</strong>s, que en los momentos <strong>de</strong><br />

tranquilidad acusaban reflexión y fuego, estaban en este instante<br />

animados por la expresión <strong>de</strong>l odio más feroz. Sus cabellos <strong>de</strong> color<br />

c.astaño obscuro y muy próximos a la frente, reducían esta y, en<br />

los momentos <strong>de</strong> cólera le daban un asp ecto t errible. Entre las<br />

innumerables varieda<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la fisonomía humano n o hay t a l vez<br />

ninguna que se haya distinguido por una expresión ta n singular.<br />

Su talle esbetto <strong>de</strong>notaba más agilidad que vigor. D es<strong>de</strong> su<br />

infancia. su aspecto reconcentrado y su extremada pali<strong>de</strong>z<br />

ha bían dado a su padre el presentimiento <strong>de</strong> que n o viviría<br />

mucho tiempo, ó que si vivía, sería una carga para la familia.<br />

Objeto <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sprecio <strong>de</strong> todos en 8U casa, odiaba a sus hermanos y


ROJO Y NEGRO<br />

cer, J ulián fll l'. como todos los días, a recihir la kcción <strong>de</strong> T eología<br />

en casa <strong>de</strong>l cura, pero le pareció pru<strong>de</strong>nte no <strong>de</strong>cirle una palabra<br />

<strong>de</strong> la extraña proposición que su padre le h abía hecho. , Quizás sea<br />

una añagaza, pensó, y será preferible, en ese caso, aparentar que<br />

lo he olvidado. n<br />

Al día siguiente, . muy temprano, el señor Renal llamó a su casa al<br />

tíó Sorel que acudió a la cita <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haberse hecho esperar más<br />

ele dos horas, lo que no fué obstáculo para que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la puerta enristrara<br />

t oda clase <strong>de</strong> excusas y fórmulas <strong>de</strong> urbanidad preparadas <strong>de</strong><br />

antemano. Después <strong>de</strong> haber agot ado t oda cl ase <strong>de</strong> objeciones, Sorel<br />

comprendió que su hijo comería con los dueños <strong>de</strong> la casa, y los días<br />

en que hubiese invitados, comería, con los niños, en una habitación<br />

in<strong>de</strong>pendiente. Poniendo cada vez más dificulta<strong>de</strong>s a medida que<br />

advertía en el señor Renal más ganas <strong>de</strong> tener a Julián, mostró <strong>de</strong>seos<br />

<strong>de</strong> ver la habitación <strong>de</strong> su hijo. Era una gran<strong>de</strong> y espaciosa alcoba,<br />

muy limpia, y en la cual habían empezado a colocar ya las camas <strong>de</strong><br />

los niños. E st a circunsta.l cia fu é un rayo <strong>de</strong> luz para el viejo. Preguntó<br />

en seguida, cual sería el traje que daría n a Julián. El se ñor Renal<br />

abrió un cajon <strong>de</strong>l que sacó cien francos:<br />

- Con este dinero, su hijo irá a casa <strong>de</strong> Durand, el sastre, y se<br />

encargará un traje <strong>negro</strong>.<br />

- y aún cuando yo me lo llevara <strong>de</strong> casa <strong>de</strong> usted ¿ le pertenecería<br />

este traje?<br />

- Sin duda.<br />

- Bien, dijo entonces ; solo nos resta ponernos <strong>de</strong> acuerdo respecto<br />

<strong>de</strong>l importe <strong>de</strong> las anualida<strong>de</strong>s.<br />

- ¡ Có mo ! exclamo el eñor Renal indignado; convinimos este<br />

punto ayer. Le daré trescientos francos y aún pienso que es <strong>de</strong>masiado.<br />

- Ese fu é su ofrecimiento, no lo niego, respondió el viejo Sorel.<br />

hablando lentamente. Y por un esfuerzo genial, que no sorpren<strong>de</strong>rá<br />

más que a aquellos que no conocen a los campesinos <strong>de</strong>l "ranco­<br />

Condado, a ñadió mirando fijamente al Alcal<strong>de</strong>: T enemos me/ores<br />

o/recimientos en vtra parte.<br />

Ante est as palabras la cara <strong>de</strong>l Alcal<strong>de</strong> se <strong>de</strong>scompuso.<br />

Volvió en seguida a ser dueño <strong>de</strong> sí mismo; y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> una sabia<br />

conversación <strong>de</strong> más <strong>de</strong> dos horas, en la que ni IIna sola palabra fil e<br />

pronunciada sin intención, la malicia <strong>de</strong>l campesino triunfó <strong>de</strong> la<br />

<strong>de</strong>l rico, q ue no la necesitaba p;¡ra. vivir. Todos los artículos que


28 ROJO Y NEGRO<br />

<strong>de</strong>bían regular en a<strong>de</strong>lante la nlleva existencia <strong>de</strong> ]1I1iún fueron<br />

l<br />

fij ados en cuatrocientos fr ancos, 'lne le sería n pagados por rJ ozz,vas<br />

partes a<strong>de</strong>lantadas al principio ele cada mee.<br />

- Pues bien : le entregaré trei n ta y cinco francos, dijo el sCJ'ior<br />

R enal<br />

- Para redon<strong>de</strong>ar la suma, un hombre n eo y generoso como<br />

nue


CA PITULO VI<br />

EL AB U RRIMIEN rn<br />

Con la vivacidad y la gracia naturales en ella al verse alejada d p<br />

los hombres, la señora l


44<br />

ROJO V N Er.RO<br />

(le la señora R en al. ConsiguI ó con ell o aplacar, en parte. la cólera<br />

<strong>de</strong> ]ulián pero estaba él muy lejos <strong>de</strong> ver en ell o una inclin ación<br />

afectuosa.<br />

- He aquí. <strong>de</strong>d a cómo son estas ricas : humilla n, y luego creen<br />

arre!?larlo todo con unas cuantas zalanlerías.<br />

E l corazón <strong>de</strong> la señora Renal era <strong>de</strong>masiado bueno y <strong>de</strong>masiado<br />

inocente aún, para que, a pesar <strong>de</strong> su <strong>de</strong>terminación en este punto,<br />

no refiriera a su marido la oferta hecha y ele qué modo había sido<br />

rechazada. -<br />

- i Como! dijo este, molesto ¿ Ha p odido usted tolerar una negativa<br />

<strong>de</strong> parte <strong>de</strong> un cflado )<br />

y como su esposa protestara contra esta palabra , aña dió:<br />

- Yo h ablo, señora, como el difunto Pnnc.ipe <strong>de</strong> Candé, cua ndo<br />

presentó sus Chambela nes a su esposa: T oda esl" r;enle, cijo, SOll<br />

11,,"siros criados. Ya ha leído usted ese pasaj e <strong>de</strong> las Memorias <strong>de</strong> Be­<br />

,enval. Toda person a que no es gentilhombre, hidalgo o caballero;<br />

que vive en nuestra casa y que reribe un sueldo <strong>de</strong> n osotros, es<br />

criado, sirviente nuestro. Vaya hablar con ese señ or ]ulián y a darle<br />

cien francos.<br />

- I Ah, amigo mio, dijo su señora, temblando ; al menos, n o le<br />

h"blcs <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> los cri ados !<br />

-- Si, d ij o el marido alejándose: tendría n envidia, y con ra zón .<br />

Y se separó <strong>de</strong> su mujer , pensando en la suma que iba á entregar.<br />

La señora Renal se <strong>de</strong>jó caer en una silla, casi <strong>de</strong>svanecida <strong>de</strong><br />

dolor. (( Va á humill ar a ]ulián , por culpa mía " se dij o. Le causó horror<br />

su marido, y ocultó la cara entre las m an os. En aquel punto juró<br />

no confiarse más a él en su vida.<br />

Temblab a cuanno volvió a encontra rse con Julián . Con t al angustia<br />

respi raba. que no consiguió pronuncia r ni una p a labra. E n su<br />

a turdimie.,to, le cogió las m an os, estrech ándoselas con efu sión .<br />

- i Y bien, a migo mío! dijo al fin ¿ E stá ust ed contento <strong>de</strong> m i<br />

marido ?<br />

- i Cóm o no he <strong>de</strong> est arlo) respondió Julián con a marga sonrisa;<br />

me ha dado cien francos.<br />

E ll a le miró <strong>de</strong> una manera incierta.<br />

-- Deme usted el bra zo, d ij o por fin r on un <strong>de</strong>nuedo que Julián<br />

jamás le había vist o.<br />

Se atrevió a ir la da m a hasta casa <strong>de</strong>l librero <strong>de</strong> Verrieres, a pesar<br />

<strong>de</strong> la reputación <strong>de</strong> liberalism o <strong>de</strong> aquel hombre. Allí separó libros


ROJO Y NEGRO 47<br />

- Sin embargo sería preciso especificar, dijo Julián con ese a ire<br />

grave y casI dcsgraciado que tan bien si"nta a cierta clase <strong>de</strong> gente,<br />

cuando vcn el éxito <strong>de</strong> los asuntos que con más a nsia ha n <strong>de</strong>seado;<br />

será preciso especificar que el cri auu no podrá tonlar ninguna<br />

novela. Si esos ljbros e ll traran en la casa, podrian CU IfOl1l pCr a las<br />

doncellas <strong>de</strong> la scüora y hasta al cri ado I1li smo.<br />

- Olvida u sted los libelos políticos, ai¡adió con aire altanero el<br />

sellur Renal. Q uería disi mular la ad miración que le producía el<br />

discreto I1leuo-IJl'miIlO inventado pur el pr"ceptor <strong>de</strong> sus hijos.<br />

La vid a d e ] ¡"iá n, esta ba, pues, formada pur una ca<strong>de</strong>na <strong>de</strong> peque­<br />

Has negociaciones, y sus éxitos le preocupaban más que el sentimientu·<br />

<strong>de</strong> marcada a fección que por él abrigaba el corazón <strong>de</strong> la señora<br />

Henal, y que con solo fij arse hubiera adivinado.<br />

La situación moral que toda su vida ha bía ocupado, se le pla nteaba<br />

nuevamente en casa <strong>de</strong>l Alcal<strong>de</strong> <strong>de</strong> Verrieres. Allí, lo mism o que en<br />

el aserra<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> su padre, <strong>de</strong>spreciaba profundamente a la gente<br />

con la cual convivía y q ue, a s u vez, le odia ba. Todos los días, veía<br />

e n las versioncs d el su bprefecto, <strong>de</strong>l señor Valenod, <strong>de</strong> touos los amigos<br />

<strong>de</strong> la casa, salir la mentira <strong>de</strong> hechos que se habían realizado ante<br />

s us ojos, <strong>de</strong> diferente modo a aquel con que ellos los referían. Si una<br />

acción le parecía admirable, aquell a mislua acción atraía los odio, <strong>de</strong><br />

las personas que le ro<strong>de</strong>aban. Su protesta interior era siempre la<br />

misllla : H I Qué tontos o qué n10n struos ! ,J. Lo más chocante, era que<br />

muchas veces no ctltcndía ]uüáll aquello <strong>de</strong> que habla ban.<br />

De la vid a, solo había hablado sinceram ente con el viejo cirujano<br />

mayor, y éste solo tenía i<strong>de</strong>as sobre las campal'ias <strong>de</strong> Bonapartc en<br />

Ita lia o sobre la cirugía.<br />

La primera vez que la señora Renal habló con él <strong>de</strong> algo diferente<br />

a la educación <strong>de</strong> sus nÍllos, él planteó la conversación sobre<br />

operaciones quirúrgicas. Tembló la dama y le rogó que no siguiera.<br />

] ulián no conocía otra cosa. Así, a pesar <strong>de</strong> que pasaba la vida<br />

con la sel10ra R ena l, reinaba el más profundo silencio en cuanto se<br />

encontraban solos. En el salón, a pesar <strong>de</strong> su aire cohibido, encontraba<br />

siempre la dueña <strong>de</strong> la casa en los oj os <strong>de</strong>l preceptor a lgo que le hacía<br />

d iferente, que le elevaba sobre los clcmé" contertulios; algo <strong>de</strong> aspecto<br />

intelectual; lnas en cuanto se encontraba a solas con él, 10 veía tímidu,<br />

cuhibido. Ella se inquietaba llIucho. ponlue sn instinto <strong>de</strong> mujer le<br />

h acía adivinar que este embarazo no tenía por- origen la ternura.<br />

A consecuencia <strong>de</strong> una i<strong>de</strong>a fija en él, sacada seguramente <strong>de</strong> algún


ROJO Y NEGRO<br />

relato galante <strong>de</strong>l viejo cirujano mayor, cuando la conversación<br />

se extinguía en cualquier parte don<strong>de</strong> se encontrara él con una dama,<br />

se violentaba Julián como si toda la culpa fuere snya. Esta sensa ­<br />

ción se h acía para él mucho 'más penosa, en las entrevista a solas.<br />

Su imaginación, llena <strong>de</strong> las nociones más extraordinarias, más<br />

españolas, sobre lo que un hombre en sociedad <strong>de</strong>be <strong>de</strong>cir a la mujer,<br />

no le presentaba en su cerebro sino las más inadmisibles i<strong>de</strong>as. Su<br />

alma vagaba por las nubes, y él, sin embargo, no podía sali r <strong>de</strong>l más<br />

humillante silencio. De este modo, su severo aspecto en los paseos<br />

silenciosos que daba con la señora Renal y sus hijos se aumentaba<br />

a causa <strong>de</strong> ello con los más crueles sufrimientos. E l mismo se <strong>de</strong>spreciaba<br />

horriblemente. Si por <strong>de</strong>sgracia se esforzaba en hablar, <strong>de</strong>cía las<br />

cosas más ridiculas que imaginarse pue<strong>de</strong>. Para colmo <strong>de</strong> su <strong>de</strong>sgracia,<br />

veía sus absurdos y los exageraba; mas lo q ue no veía, era la expresión<br />

<strong>de</strong> sus ojos, t an hermosos, que anunciaban un alma ardiente<br />

)' que, parecidos a los buenos actores, daban algunas veces un sentido<br />

encantador a aquello que no lo tenía. La señora Renal, se fij ó en que,<br />

solo con dI a, nunca conseguía <strong>de</strong>cir nada interesante, sino cuando<br />

distraído p or un hecho Imprevist o no pensaba en arreglar un cumplido,<br />

una galantería. Como sus contertulios no la mimaban con frecuentes<br />

rasgos <strong>de</strong> ingenio ni con i<strong>de</strong>as nuevas, gozaba con <strong>de</strong>li cia <strong>de</strong> los <strong>de</strong>stellos<br />

brillantes <strong>de</strong> la imaginaCión <strong>de</strong> Julián.<br />

La señora Renal, here<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> una tía suya y casada a los dieciseis<br />

años con un hidalgo, no había sentido en toda su vida, ni a ún tenido<br />

la más remota i<strong>de</strong>a, <strong>de</strong> lo que era el amor. Solamente el viejo cura<br />

Chelán, le había hablado <strong>de</strong> este asunto, a causa <strong>de</strong> la encarnizada<br />

persecución <strong>de</strong>l Valenod y le había pintado con t an repugnantes<br />

colores el amor, que le había hecho formar la i<strong>de</strong>a ele que amor y<br />

libertinaje, eran sinónimos. Consi<strong>de</strong>raba COfllO una excepción o C0010<br />

algo sobrenatural, el amor t al y como lo había encontrado <strong>de</strong>scrito en el<br />

reducido número <strong>de</strong> novelas que había leido casualmente. Gracias<br />

a esta ignorancia, la señora <strong>de</strong> Renal, completamente dichosa, ocu'<br />

pada constantemente <strong>de</strong> Julián, estaba lejos <strong>de</strong> hacerse el más<br />

pequeño reproche.


50 ROJO y NEGRO<br />

su vida, se vela a mado por a lguien. Lloró lágrimas <strong>de</strong> alegría . que<br />

tu é a ocul tar cp los inmensos bosques <strong>de</strong> Verrieres.<br />

- ¿, Por qué me encuentro así? se preguntó; tengo el convencimiento<br />

<strong>de</strong> que dana cien veces mi vicia por el buen cura Chelá n, y<br />

sin embargo, acaba él <strong>de</strong> <strong>de</strong>m ostra rme que soy un idiota. A él precisainen<br />

te er;; a quien más I11C interesa engañar, y <strong>de</strong>jo que Iue adi vin e.<br />

Este fu ego secreto, íntimo. <strong>de</strong> que me habló, es precisamente m i <strong>de</strong>seo<br />

<strong>de</strong> hacer fortuna. Me cree indigno <strong>de</strong> ser cura, precisam ente cuan do<br />

yo creía probarle lo contra ri o por el sacrificio q ue hago <strong>de</strong> renunciar a<br />

m il fr ancos <strong>de</strong> renta, en aras <strong>de</strong> m i vocación y <strong>de</strong> mi piedad . En lo<br />

futu ro, no conta ré sino con aquell as partes <strong>de</strong> mi carácter que yo<br />

h aya p uesto a prueba . ¿ Quién me hubiera dich o q ue encontraría<br />

yo placer en ll orar? 1_ quién me habria asegurado que habría dp q ucrer<br />

al que me <strong>de</strong>m ostrara que yo era un necio?<br />

Tres dío s <strong>de</strong>spués Julián habla encont rado el pretexto <strong>de</strong>l cual<br />

hubIera <strong>de</strong>bido servirse <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el primer día. Este pretexto era uua<br />

calumnia, ¿ qué le importa ba? Le dij o que una razón q ue no podía<br />

explicarle, porque perjudicaría a un tercero, le habiz a lejado principalmente<br />

<strong>de</strong>l proyectado m atrimonio. Esto era SImplemente acusar<br />

la conducta <strong>de</strong> Elisa ; su honestidad . E l 1>. Chelán encontró en sus<br />

maneras un arelor complet a mente m undano, opuesto en todo a<br />

aquel que <strong>de</strong>bía a nimar a un joven <strong>de</strong>stinado al sacerdocio.<br />

- Amigo mío, le dij o ; h a zte un buen burgués <strong>de</strong>l cam po, estimable<br />

e instruido, en vez <strong>de</strong> ser un mal sacerd ote 5: in vocación<br />

Julián respondió a estas nueva:! advertencias, nluy bien en cuanto<br />

a las paiabrns ;


ROJ O Y I'EGRO<br />

La señora R enal, creyó que iba a ponerse enferma, al conocer la<br />

no licia ; la fiebre casi le impedía dormir por la noche. y no estaba<br />

tranquila sino cuando tenía bajo su vist a a E lisa o a Julián . Solanwnte<br />

en ellos pensaba y en la feli cidad que encontrarían en su casamiento.<br />

La pobreza.<strong>de</strong> aquella casa en que tendrían que vivir con mil francos<br />

<strong>de</strong> renta, se le aparecía con <strong>de</strong>slumbrantes colores. J,üián se haría<br />

abogado en Bray, capital situada a dos leguas <strong>de</strong> Verrieres. D e este<br />

modo ella le vería <strong>de</strong> vez en cuando.<br />

L


ROJ e y :-iEGRO 53<br />

El castill o <strong>de</strong> Vergy (I'age 52).


ROJO Y N EGRO 61<br />

y se ocupÓ con él en cercar, con cardos espinosos, el camino <strong>de</strong> la<br />

huerta. Julián no respondió ni una sola palabra a las atenciones <strong>de</strong><br />

que ¡ué objeto durante el resto <strong>de</strong>l paseo. Apenas se hubo alejado el<br />

señor Renal cuando las dos amigas, pretextando cansancio. se apo<strong>de</strong>raron<br />

cada una <strong>de</strong> un o <strong>de</strong> sus<br />

brazos.<br />

Entre estas dos mujeres, cuyos<br />

semblantes una alteración profunda<br />

cubría


IlOJO y :-


ROJO Y NEGRO<br />

seguía maquinalmente el vuelo <strong>de</strong>l ave <strong>de</strong> rapiña, y sus movimientos<br />

tranquilos y potentes le a dmiraban; envidiaba su fuerza; envidiaba<br />

su aislamiento.<br />

Aquel fué el <strong>de</strong>stino <strong>de</strong> Napoléon : ¿ sería t a mbién, algún día el<br />

suyo?<br />

CAPITULO Xl<br />

UNA VELADA<br />

Era necesario, ,in embargo, volver a ·Verrieres. Al salir <strong>de</strong> casa<br />

<strong>de</strong>l cura, una feliz casualidad hizo que encontrara en la calle al<br />

señor Valenod al que dió cuenta <strong>de</strong> su aumento <strong>de</strong> sueldo.<br />

De vuelta a Vergy, no bajó Julián al jardín hasta que cerró la<br />

noche. Su ánimo estaba muy cansado, a causa <strong>de</strong> las rudas y diversas<br />

emociones que le habían agitado durante el día. ¿ Qué les diré ?,<br />

pensaba con inquietud al acordarse <strong>de</strong> las señoras. No se daba cuenta<br />

<strong>de</strong> que su espíritu estaba precisamente al nivel <strong>de</strong> las pequeñas<br />

circunstancias que preocupa n <strong>de</strong> ordinario a las mujeres. Julián<br />

era a veces un enigma para las dos amigas, y él, a su vez, tampoco<br />

entendía sino a medias lo que ellas le <strong>de</strong>clan. Tal era el efecto que<br />

producla la fuerza, la gran<strong>de</strong>za <strong>de</strong> los movimientos pasionales que<br />

agitaban al ambicioso joven. En aquel singular ser, casi siempre<br />

rugía la tempestad.<br />

Al entrar aquella noche en el jardín, iba dispuesto a ocuparse <strong>de</strong><br />

las i<strong>de</strong>as <strong>de</strong> las hermosas primas, que lo esperaban con impaciencia.<br />

Ocupó su puesto habitual al lado <strong>de</strong> la señora Renal. La obscuridad<br />

se hizo aún más <strong>de</strong>nsa. Quiso apo<strong>de</strong>rarse <strong>de</strong> la blanca mano que<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> hacia tiempo vela cerca d e él, apoyada en el respaldo <strong>de</strong> una<br />

silla. Hubo una ligera vacilación, y al cabo <strong>de</strong>sapareció aquella mano,<br />

con un movimiento que indicaba mal humor. Julián se coníormó,<br />

y continuaba alegremente la conversación, cuando oyó que llegaba<br />

el señor Renal.<br />

Aun resonaban en los oídos <strong>de</strong> Julián las groseras palabras oídas<br />

por la mañana. «¿ No seria, pensó, una manera <strong>de</strong> burlarse <strong>de</strong> este


ROJO Y NEGRO<br />

sencia <strong>de</strong> Julián para que se borren todos sus faltas? Se asustó y<br />

entonces fué cuando retiró la mano.<br />

Los besos llenos <strong>de</strong> pasión, tales como nunca los habla recibido,<br />

le hicieron olvidar <strong>de</strong> repente, que el joven quizás amaba a otra<br />

mujer. No tardó en no ser culpable, a sus ojos. El fin <strong>de</strong>l agudo dolor,<br />

nacido <strong>de</strong> la sospecha, la presencia <strong>de</strong> una Íelicidad que ni en sueños<br />

había podido imaginar, la transportaron a un mundo <strong>de</strong> amor y <strong>de</strong><br />

loca alegria. Aquella velada fu é <strong>de</strong> felicidad para todos, excepto para<br />

el Alcal<strong>de</strong> <strong>de</strong> Verrihes que no podia olvidar a los comerciantes enriquecidos.<br />

Julián no pensaba ya ni en su ambición <strong>de</strong>smedida ni en<br />

sus proyectos <strong>de</strong> ejecución tan dificil. Por la primera vez <strong>de</strong> su vida,<br />

se sentía arrastrado por el po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> la belleza. Abismado en un dulce<br />

y vago ensueño, tan ajeno a su carácter, oprimiendo aquella mano<br />

que le abandonaban y que era tan hermosa, escuchaba a medias el<br />

movimiento <strong>de</strong> las hojas <strong>de</strong>l tilo agitadas por la ligera brisa <strong>de</strong> la<br />

noche, y a los perros <strong>de</strong>l molino <strong>de</strong> Doubs, que ladraban a lo lejos.<br />

Pero esta emoción era un placer y no una pasión. Al volver <strong>de</strong><br />

nuevo a su cuarto solo pensó en una felicidad, en la <strong>de</strong> coger su libro<br />

favorito. A los veinte años, la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong>l mundo y <strong>de</strong>l efecto que en él<br />

se pue<strong>de</strong> producir, lo domina todo.<br />

Poco t iempo, sin embargo, tuvo el libro en las manos. En fuerza<br />

<strong>de</strong> pensar en las victorias <strong>de</strong> Napoléon. habia visto algo nuevo en<br />

la suya. " SI ; he ganado una batalla, se di jo, y hay que aprovecharla.<br />

Hay que aplastar el orgullo <strong>de</strong> ese caballero mientras está en plena<br />

retirada. Esto es Napoléon puro. T engo que pedir un permiso <strong>de</strong><br />

tres días para ir a ver a mi amigo Fouqué. Si me lo niega, le pondré<br />

<strong>de</strong> nuevo entre la espada y la pared, mas espero que ce<strong>de</strong>rá. »<br />

La señora Renal no pudo pegar los ojos; le pareció que no habia<br />

vivido realmente hasta aquel momento. No podía apartar su imaginación<br />

<strong>de</strong>l feliz inst ante en que Julián cubría su mano <strong>de</strong> ardientes<br />

besos.<br />

De repente la t errible palabra adulterio se fijó en su cerebro.<br />

Todo lo que el libertinaje más horrible pue<strong>de</strong> imprimir <strong>de</strong> repugnante<br />

a la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong>l amor <strong>de</strong> los sentidos, se presentó a su imaginación.<br />

Esas i<strong>de</strong>as querian manchar la concepción tierna y divina que<br />

ella tenía <strong>de</strong> Julián y <strong>de</strong> la dicha <strong>de</strong> amarlo. El porvenir se le aparecia<br />

bajo tristes colores. Lo vela <strong>de</strong>spreciable.<br />

Esos momentos fu eron horrorosos. Su espíritu llegaba a paises<br />

<strong>de</strong>sconocidos. La víspera había sentido una dicha nueva para ella,


70 ROJO Y NEGRO<br />

y en aquel momento se veía sumida <strong>de</strong> pronto en la <strong>de</strong>sgracia más<br />

atroz. Como no tenía i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> tales sufrimientos, su razón se turbó<br />

y por un momento tuvo la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> confesar a su marido que tenía<br />

miedo <strong>de</strong> amar a Julián. Eso le hubiera dado ocasión para hablar<br />

<strong>de</strong> él. Por fortuna recordó un precepto que oyó a su tia, la víspera<br />

<strong>de</strong> su casamiento : se trataba <strong>de</strong>l peligro <strong>de</strong> las confi<strong>de</strong>ncias hechas<br />

a un marido, que al fio y al cabo es un amo. En el exceso <strong>de</strong> su dolor<br />

se retorcía las manos.<br />

Se sentía empujada al azar, por imágenes contradictorias y dolorosas.<br />

Ya temía no ser amada, ya la horrible i<strong>de</strong>a <strong>de</strong>l crimen la torturaba,<br />

como si al día siguiente hubiera <strong>de</strong> ser expuesta en la picota<br />

en la plaza pública <strong>de</strong> Verrieres, con un cartel que explicase. su falta<br />

a los habitantes.<br />

No tenia ninguna experiencia <strong>de</strong> la vida. Aun en el pleno uso <strong>de</strong><br />

sus faculta<strong>de</strong>s, hubiera sido incapaz <strong>de</strong> discernir la diferencia <strong>de</strong><br />

ser culpable a los ojos <strong>de</strong> Dios, y encontrarse avergonzada en público<br />

por las manifestaciones más ruidosas <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sprecio general.<br />

Cuando la horrible i<strong>de</strong>a <strong>de</strong>l adulterio y <strong>de</strong> toda la ignominia que<br />

en su opinión ese crimen llevaba consigo, le <strong>de</strong>jaba algún <strong>de</strong>scanso<br />

y le permitía pensar en lo hennoso que sería vivir con Julián, inocentemente,<br />

como en lo pasado, se veía asaltada por la horrible i<strong>de</strong>a<br />

<strong>de</strong> que el joven amaba a otra mujer. Aún le pareda estar viendo<br />

la pali<strong>de</strong>z <strong>de</strong>l joven cuando pensó que podía per<strong>de</strong>r su retrato o<br />

comprometer a la persona retratada <strong>de</strong>jando ver su imagen. Por<br />

. primera vez había visto pintarse el temor en aquella fisonomía tan<br />

noble y tan serena. Jamás se había emocionado tanto Julián por ella<br />

o por sus hijos. Este aumento <strong>de</strong> dolor, llevó a su colmo <strong>de</strong> intensidad<br />

el que un alma humana es capaz <strong>de</strong> soportar, y sin darse cuenta<br />

<strong>de</strong> ello, empezó a lanzar gritos que <strong>de</strong>spertaron a su doncella, quien<br />

<strong>de</strong> repente, provista <strong>de</strong> una luz, entró en su habitación.<br />

- ¿ Es a usted a quien ama? exclamó, en su locura.<br />

Elisa, sorprendida <strong>de</strong> la turbación en que encontraba a su ama<br />

no prestó, afortunadamente, atención a aquellas palabras. La señora<br />

Renal se dió cuenta <strong>de</strong> su impru<strong>de</strong>ncia: « Tengo fiebre, dijo, y creo<br />

que <strong>de</strong>liro un poco. Qué<strong>de</strong>se cerca <strong>de</strong> mí ". Obligada a contenerse,<br />

recuperó, en parte, el dominio sobre sí misma, y con él cierta tranquilidad.<br />

La razón recobró su imperio que el estado <strong>de</strong> sueño incompleto<br />

le había arrebatado. Para librarse <strong>de</strong> la fija mirada <strong>de</strong> su<br />

doncella, le rogó que leyese en voz alta El Díar/O. y al mído monótono


ROJO Y NEGRO 7 1<br />

<strong>de</strong> la voz <strong>de</strong> la joven, que leía un largo artículo, tomó la resolucIón<br />

virtuosa <strong>de</strong> tratar a Julián, en a<strong>de</strong>lante, con una irreductible<br />

frialdad.<br />

CAPITULO XII<br />

UN VIAJE<br />

A las cinco <strong>de</strong> la mañana, antes <strong>de</strong> que la señora Renal apareciese,<br />

J ulián había obtenido <strong>de</strong>l esposo <strong>de</strong> ésta un permiso <strong>de</strong> tres<br />

días. Contra lo que pensaba, Julián sintió el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> verla; recordó<br />

su linda mano. Bajó al jardín. La señora Renal t ardó mucho tiempo<br />

en bajar, pero si Julián la hubiese amado, la habría visto <strong>de</strong>trás <strong>de</strong><br />

las persianas medio cerradas <strong>de</strong>l primer piso, con la frente apoyada<br />

en los cristales. No le perdía <strong>de</strong> vista, y por último, a pesar <strong>de</strong> sus<br />

resoluciónes, bajó al jardín. A su habitual pali<strong>de</strong>z habían reemplazado<br />

los más vivos colores. Esta mujer tan sencilla, estaba evi<strong>de</strong>ntemente<br />

en un estado <strong>de</strong> viva agitación; un sentimiento <strong>de</strong> contrariedad y<br />

hasta <strong>de</strong> cólera, alteraba su expresión <strong>de</strong> serenidad profunda que<br />

parecia estar por encima <strong>de</strong> todos los vulgares intereses <strong>de</strong> la vida,<br />

y daba tanto encanto a su rostro celestial.<br />

Julián se aproximó a ella con viveza; admiraba aquell os hermosos<br />

brazos que un chal echado <strong>de</strong> prisa <strong>de</strong>jaba al <strong>de</strong>scubierto. La frescura<br />

<strong>de</strong>l aire <strong>de</strong> la mañana, pareció dar más realce al brillo <strong>de</strong> una tez<br />

que la agitación <strong>de</strong> la pasada noche hacía más sensible a todas las<br />

impresiones. Esa hermosura mo<strong>de</strong>sta y conmovedora, y ll ena, sin<br />

embargo, <strong>de</strong> pensamientos, que no se encuentra en las clases inferiores,<br />

parecía revelar a Julián una facultad <strong>de</strong> su alma que nunca había<br />

él sentido. Entregado por completo a la admiración <strong>de</strong> los encantos<br />

que sorprendía su ávida mirada, Julián no pensaba en la acogida<br />

amistosa que esperaba recibir. Quedó tanto más admirado,<br />

cuanto que a través <strong>de</strong> la frialdad glacial que querían <strong>de</strong>mostrarle,<br />

le pareció advertir que se le querfa poner en su sitio.<br />

La sonrisa <strong>de</strong> placer expiró en sus labios; se acordó <strong>de</strong>l rango<br />

$ocial que ocupaba, sobre t odo a los ojos <strong>de</strong> una noble y rica here-


ROJO Y NEGRO 73<br />

<strong>de</strong> hablar <strong>de</strong>l viaje <strong>de</strong>l preceptor. El Alcal<strong>de</strong> <strong>de</strong> Verrieres, habla<br />

notado algo insólito en el tono enérgico con que le habla pedido<br />

permiso.<br />

- Ese campesino, tiene sin duda en el bolsillo proposiciones<br />

hechas por alguien y que él juzga ventajosas. Pero ese alguien, no<br />

t endrá valor suficiente para mantenerlas cuando conozca la suma <strong>de</strong><br />

600 francos a que montan en la actualidad las anualida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> Julián .<br />

Ayer en Verrieres le habían pedido un plazo <strong>de</strong> tres días para refl<br />

exionar, y esta mañana, para no verse obligado a dar una respuest a,<br />

el caballerito se marcha a la montaña. l E st ar pendiente <strong>de</strong> un miserable<br />

obrero que se insolenta a cada paso l l A eso hemos llegado!<br />

- Puesto que mi marido. que no se da cuenta <strong>de</strong> la gran humill<br />

ación que ha infligido a Julián, piensa en que va a <strong>de</strong>jarnos ¿ qué<br />

no pensaré yo ? se dijo la dama.<br />

Con la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r, por lo menos, llorar con entera libertad y no<br />

verse obligada a respon<strong>de</strong>r a las preguntas <strong>de</strong> su amiga, la señora<br />

Renal se retiró a su habitación pretextando un fu erte dolor <strong>de</strong> cabeza<br />

y se acostó.<br />

- He aqul lo que son las mujeres, dijo su marido, siempre hay<br />

algo <strong>de</strong>scompuesto en esas complicadas máquinas. Y se marchó<br />

malhumorado.<br />

Mientras que la señora Renal era presa <strong>de</strong> lo que tiene <strong>de</strong> más cruel<br />

la terrible pasión en la que el azar la habia mezclado, Julián continuaba<br />

alegremente su cadlino en medio <strong>de</strong> los aspectos más hermosos<br />

que los panoramas <strong>de</strong> los montes pue<strong>de</strong>n ofrecer a la vista.<br />

Por fin llegó a la cúspi<strong>de</strong> <strong>de</strong> la gran montaña por cerca <strong>de</strong> la cual<br />

t enia que pasar para llegar, siguiendo est e camino <strong>de</strong> traviesa, al<br />

valle solitario don<strong>de</strong> vivla Fouqué, su amigo, comerciante en ma<strong>de</strong>ras.<br />

Julián no tenia prisa por verle, ni a él ID a ningún ser humano.<br />

Oculto, como ave <strong>de</strong> rapiña, en medio <strong>de</strong> las <strong>de</strong>snudas rocas que coronan<br />

la gran montaña, podía ver, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> lejos, a todo aquel que se<br />

acercase a él. Descubrió una gruta pequeña en medio <strong>de</strong> la pendiente<br />

casi vertical <strong>de</strong> una <strong>de</strong> las rocas. Penetró en ella y alli se instaló .<br />

• Aqul, dijo, con los ojos brillantes <strong>de</strong> alegría, los hombres no podrán<br />

hacerme daño '. Tuvo la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> entregarse al placer <strong>de</strong> escribir sus<br />

impresiones, t an peligrosas para él en cualquier otro sitio. Una<br />

piedra cuadrada le sirvió <strong>de</strong> pupitre. La pluma volaba, y el joven<br />

no vela nada <strong>de</strong> cuanto le ro(!caba. Al fin advirtió que el sol se ocultaba<br />

tras las m ontañas <strong>de</strong>l Beaujolais.


74<br />

ROJO Y NEGRO<br />

• ¿ Por qué no pasaré aqu( la noche? se preguntó; tengo pan y<br />

soy libre >. Al sonido <strong>de</strong> esta palabra, su alma se exaltó; su hipocres(a<br />

le obligaba a no ser libre ni aún en casa <strong>de</strong> Fouqué. Con la<br />

cabeza apoyada entre las manos, Julián permaneció en la gruta más<br />

feliz que 10 fuera en toda su vida, entregado por completo a sus<br />

ensueños y a sus i<strong>de</strong>as <strong>de</strong> libertad. Sin pensar en ello, vió apagarse<br />

uno tras otro, todos los fuegos <strong>de</strong>l crepúsculo, y en medio <strong>de</strong> aquella<br />

inmensa obscuridad, su alma se extraviaba en la contemplación <strong>de</strong><br />

lo que él imaginaba encontrar un d(a en París. Primeramente, una<br />

mujer mucho más hermosa y con un alma mucho más elevada que<br />

todas las que hasta entonces habla encontrado en provincias. Amaba<br />

con pasión y era amado. Si se separaba <strong>de</strong> ella algunos momentos,<br />

era para cubrirse <strong>de</strong> gloria y merecer más su cariño.<br />

Pero una obscura noche hab(a reemplazado al día. Y aún le faltaban<br />

dos leguas que andar para llegar a la casa <strong>de</strong> Fouqué. Antes <strong>de</strong> salir<br />

<strong>de</strong> la gruta, Julián encendió fuego y quemó con gran cuidado todo<br />

lo que hlbía escrito.<br />

Sorprendió a su amigo llamando a su puerta a la una <strong>de</strong> la mañana.<br />

Le encontró ocupado en arreglar sus cuentas. Era Fouqué un joven<br />

<strong>de</strong> estatura elevada, bastante <strong>de</strong>sproporcionado, con los rasgos muy<br />

duros, nariz infinita y mucha honra<strong>de</strong>z y bondad ocultas bajo este<br />

<strong>de</strong>sagradable aspecto.<br />

- ¿ Te has disgustado con tu señor Renal. para llegar as(. tan <strong>de</strong><br />

improviso ?<br />

Julián le contó. pero como conven(a, los sucesos <strong>de</strong>l día anterior.<br />

- Quédate conmigo, le respondió Fouqué. Veo que conoces al<br />

señor Renal, al señor Valenod, al subprefecto Maugirón y al cura<br />

Chelán. Ya habrás visto lo agradables que son esos señores. Conoces<br />

la aritmética mejor que yo : llevarás las cuentas. Yo gano mucho<br />

en mi comercio, y el temor <strong>de</strong> encontrar un pillo en el hombre que<br />

buscara para asociado, me obliga a <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> aprovechar muy buenas<br />

ocasiones <strong>de</strong> ganar dinero. Aún no hace un mes que proporcioné<br />

a Michaud la ocasión <strong>de</strong> ganar seis mil francos, a pesar <strong>de</strong> no haberle<br />

visto hacía más <strong>de</strong> seis años. Lo encontré casualmente en la subasta<br />

<strong>de</strong> Pontarlier. ¿ Por qué no habías tú <strong>de</strong> haber ganado esos seis mil<br />

francos o por lo menos tres mil? Porque si aquel dia yo te hubiera<br />

tenido en mi compañía habría entrado en subasta para la corta <strong>de</strong><br />

árboles y todo el mundo me la hubiese <strong>de</strong>jado. Hazte mi socio.<br />

Este ofrecimiento puso <strong>de</strong> muy mal humor a Julián. Durante toda.


ROJO Y NEGRO 75<br />

la comida, que prepararon los dos amigos como los héroes <strong>de</strong> Homeroporque<br />

Fouqué vivía solo, este enseñó sus cuentas a Julián y le <strong>de</strong>mostró<br />

lo bien que marchaba su comercio <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ras. Fouqué tenía<br />

una muy buena opinión <strong>de</strong>l carácter y <strong>de</strong> la inteligencia <strong>de</strong> su<br />

amigo.<br />

Cuando por fin este quedó solo en su habitación <strong>de</strong> tablas <strong>de</strong><br />

pino, • verda<strong>de</strong>ramente, pensó, aquí puedo reunir unos cuantos miles<br />

<strong>de</strong> francos necesarios para seguir la carrera <strong>de</strong> las armas o la eclesiástica,<br />

según lo que esté <strong>de</strong> moda en París. El pequeño capital que<br />

haya reunido, podrá permitirme terminar mis estudios. Aislado<br />

entre estos montes, podré ilustrarme lo suficiente para estar al<br />

corriente <strong>de</strong> esas cosas tan insignificantes y tan necesarias en la<br />

sociedad <strong>de</strong> los hombres. Pero Fouqué ha renunciado a casarse;<br />

me repite constantemente que la soledad le hace <strong>de</strong>sgraciado. Es<br />

evi<strong>de</strong>nte, que si toma un asociado que no aporta capital alguno, es<br />

con la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> hacer <strong>de</strong> él un compañero que no le abandone nunca .<br />

¿ Engañaré a mi amigo? • se preguntaba <strong>de</strong> mal humor.<br />

Este ser en el cual la hipocresía y la carencia total <strong>de</strong> afectos eran<br />

sus medios ordinarios <strong>de</strong> lucha, no pudo, entonces, acostumbrarse<br />

a la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> cometer la más ligera in<strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za con un hombre que le<br />

quería.<br />

Pero, <strong>de</strong> repente, Julián se tranquiliz6 ; había encontrado un medio<br />

para rehusar. I Cómo! pensaba I Iba a per<strong>de</strong>r cobar<strong>de</strong>mente siete u<br />

ocho años, llegar como estoy ahora a los veintiocho, cuando Bonaparte<br />

a esa edad había realizado sus mas gran<strong>de</strong>s hazañas I Cuando<br />

haya ganado algún dinero obscuramente, mediante las ventas <strong>de</strong><br />

ma<strong>de</strong>ra, mereciendo el aprecio <strong>de</strong> algunos pillos <strong>de</strong> baja estofa,<br />

¿ quién me asegura que perdurará en mí aún el fuego sagrado con<br />

el cual se llega a hacerse un nombre?<br />

Al dla siguiente respondió a su amigo que daba por terminado el<br />

asunto <strong>de</strong> la asociaci6n, porque su vocaci6n por los santos altares<br />

no le permitía aceptarla. Fouqué no volvía <strong>de</strong> su asombro.<br />

- Pero piensa, le dijo, que te asocio, y si lo prefieres, te doy cuatro<br />

mil francos anuales. ¿ Y quieres volver a casa <strong>de</strong>l señor Renal que<br />

te <strong>de</strong>sprecia como al barro <strong>de</strong> sus zapatos? Cuando tengas esos<br />

cuatro mil francos ¿ qué obstáculo encontrarás para entrar en el<br />

seminario? Te digo más: me comprometo a obtener para ti el mejor<br />

curato _<strong>de</strong>l pals, porque, añadió Fouqué bajando la voz, suministro<br />

leña á los señores Fulano, Zutano y Perengano. Les doy encina <strong>de</strong>


ROJO Y NEGRO<br />

primera calidad, que me pagan como pino, pero nunca fué mejor<br />

colocado el dinero<br />

Nada pudo vencer la vocación <strong>de</strong> Juliá.n . Fouqué terminó por<br />

creer que el joven estaba algo loco. Al tercer día, muy temprano,<br />

Juliá.n <strong>de</strong>jó a su amigo para pasar la jornada en medio <strong>de</strong> las rocas<br />

<strong>de</strong> la gran montaña ; encontró la gruta, pero su alma ya no estaba<br />

tranquila, a causa <strong>de</strong> los ofrecimientos <strong>de</strong> su a migo. Como H ércules ,<br />

se encontró, no entre el vicio y la virtud, sino entre la tranquilidad<br />

seguida <strong>de</strong> un bienestar asegurado, y los heroicos sueños <strong>de</strong> su juventud<br />

.• No tengo una verda<strong>de</strong>ra entereza <strong>de</strong> caráct er, se <strong>de</strong>da • ;<br />

y esa duda era la que más daño le causaba. "No soy <strong>de</strong> la ma<strong>de</strong>ra d e<br />

la que hacen a los gran<strong>de</strong>s hombres, puesto que temo que och o años<br />

empleados en ganarme el pan, me quiten la sublime energía que<br />

obhga a h acer cosas extraordinarias ".<br />

CAPITULO XIII<br />

LAS MEDIAS CALADAS<br />

Cuando Julián vió las ruinas pintorescas <strong>de</strong> la antigua iglesia<br />

<strong>de</strong> Vergy, se dió cuenta, <strong>de</strong> que hacía dos días que no había pensado<br />

ni una sola vez en la señora Renal. " El otro día, al ma rcharme,<br />

esa mujer me recordó la enorme dist ancia que nos separa ; me tra tó<br />

como al hij o <strong>de</strong> un obrero, con la intención, sin duda alguna, <strong>de</strong> <strong>de</strong>mostrarme<br />

que se arrepiente <strong>de</strong> haberme abandonado su mano el d ía<br />

anterior ... l Y q ué bon it a es esa ma no! l qué encanto ! l Cuánta nobleza<br />

en la mirada <strong>de</strong> esa mujer!<br />

La posibilidad <strong>de</strong> hacer fortuna con F ouq ué, le daba cierta luci ­<br />

<strong>de</strong>z en sus razonamientos, que ya n o se ofu scaban con t anta facilidad<br />

por la irritación y el sentimiento vivo <strong>de</strong> su bajeza y <strong>de</strong> su miseria<br />

a los ojos <strong>de</strong>l mundo. Colocado com o sobre un elevad o p romontorio,<br />

podía juzgar y casi dominaba la extrema pobreza, y la h olgura que<br />

él llamaba riqueza. Estaba lejos <strong>de</strong> juzgar su situación como un fil ósofo,<br />

pero fu é lo bastante discreto para sentirse d iferellle <strong>de</strong>spués<br />

<strong>de</strong> aquel corto viaje a la montaña.<br />

Le chocó la turbación exagerada con que la señora R enal oyó el<br />

relato <strong>de</strong> su viaje, que, a petición <strong>de</strong> ell a, refería .<br />

Fouq ué había formado proyect os <strong>de</strong> casamiento, había tenido


ROJO Y NEGRO 77<br />

amores <strong>de</strong>sgraciados, y sobre este punto le había hecho largas confi<strong>de</strong>ncias.<br />

Después <strong>de</strong> haber encontrado la dicha <strong>de</strong>masiado pronto,<br />

Fouqué, advirtió que no era él solo el amado. Todos estos relatos<br />

sorprendieron a J ulián, enseñandole muchas cosas nuevas. Su<br />

solitaria vida, llena <strong>de</strong> imaginaciones y <strong>de</strong> <strong>de</strong>sconfianzas, lo habia<br />

alejado <strong>de</strong> todo aquello que podia ilumina rle.<br />

Durante su ausencia, la vida <strong>de</strong> la señora Renal no había sido sino<br />

una serie <strong>de</strong> suplicios diferentes, pero intolerables todos. Realmente,<br />

estaba en f erma.<br />

- Sobre todo, le dij o la señora Derville, cuando vióllegar a Julián,<br />

estando enferma corno estás, no <strong>de</strong>bes ir esta noche al jardin ; el aire<br />

húmedo <strong>de</strong> la noche, agravaría tu enfermedad.<br />

La señora Der-ille. veía con sorpresa que su anuga, constantemente<br />

reprendida por su marido a causa <strong>de</strong> la excesiva sencillez<br />

<strong>de</strong> sus vestidos, acababa <strong>de</strong> ponerse medias transparentes y encantadores<br />

zapa titos recien llegados <strong>de</strong> París. Des<strong>de</strong> hacia tres dias la<br />

única preocupación <strong>de</strong> la señora Renal, había sido la <strong>de</strong> confeccionarse,<br />

con el concurso <strong>de</strong> Elisa, un traje <strong>de</strong> verano <strong>de</strong> una linda<br />

tela muy a la moda. Apenas si el traje pudo quedar terminado a los<br />

pocos inst antes <strong>de</strong> la llegada <strong>de</strong> Julián. La señora Renal se lo puso<br />

inmediatamente. Su amiga ya no tuvo dudas <strong>de</strong> ningun género. « l La<br />

<strong>de</strong>sdichada le ama! "exclamó. En seguida se explicó todos los singuIares<br />

síntomas <strong>de</strong> su enfermedad.<br />

La vió hablando con Julián. La pali<strong>de</strong>z y el rubor se sucedían en su<br />

rostro; la ansiedad se retrataba en sus ojos fijos en los <strong>de</strong>l joven<br />

preceptor. La señora R enal esperaba <strong>de</strong> un momento a otro, saher<br />

si iba a continuar en la casa o <strong>de</strong>jarla para siempre, pero Julián no<br />

quiso hablar <strong>de</strong> ello. Después <strong>de</strong> una ruda lucha, se a trevió a <strong>de</strong>cirle<br />

con emocionada voz en la que se adivinaba toda su paslón :<br />

- l. Dejará usted a sus discípulos para colocarse en otra parte )<br />

A J ulian le sorprendió la insegura voz y la mirada <strong>de</strong> la señora<br />

Hena l. " Esta mujer me ama ", se dijo; pero <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> este momento<br />

<strong>de</strong> <strong>de</strong>bilidad, <strong>de</strong> que su orgullo protesta, y cuando ya no tema que<br />

me marche, volverá a ser alta nera. n Esta visión <strong>de</strong> la respectiva<br />

situación <strong>de</strong> cada uno, fu é, en Julián, rápida como el rayo, y contestó,<br />

vacilando:<br />

- Tendré mucho sentlmiento en abandonar a niños tan cariñosos<br />

y tan bien nacidos, pero quizás me vea obligado a ello. Tamhién<br />

tengo yo <strong>de</strong>beres que cumplir conmigo mismo.


78<br />

ROJO Y NEGRO<br />

Al pronunciar las palabras tan bien nacidos (una <strong>de</strong> esas frases<br />

aristocráticas que Julián había aprendido hacía poco), se animó <strong>de</strong><br />

un profundo sentimiento <strong>de</strong> antipatía. « A los ojos <strong>de</strong> esta mujer,<br />

pensó, yo no soy bien nacido. »<br />

La señora R enal, al escucharlo, admiraba su genio, su belleza;<br />

tenía el corazón <strong>de</strong>strozado, ante la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que Julián, como lo<br />

hacía entrever . pudiera marcharse; todos sus amigos <strong>de</strong> Verrieres.<br />

que durante la ausencia <strong>de</strong>l joven habían venido a cenar a Vergy,<br />

le daban la enhorabuena por el hombre asombroso que su marido<br />

habia tenido la suerte <strong>de</strong> <strong>de</strong>scubrir. Y no era porque hubieran adivinado<br />

los progresos que relizaban los niños; el hecho <strong>de</strong> saber <strong>de</strong> memoria<br />

la Biblia, y en latín, había <strong>de</strong>spertado en ellos una admiración que<br />

durará tal vez un siglo, en Verrieres.<br />

Como Julián no hablaba con nadie. ignoraba esto. Si ella hubiese<br />

t enido un poco <strong>de</strong> calma, le hubiera felicitado por la fama que ha ­<br />

bía conquistado, y el orgullo <strong>de</strong> Julián, tranquilizado ya, le hubiera<br />

hecho amable y cariñoso para ella, tanto más que el vestido nuevo<br />

le parecía encantador. Ella, t a mbién contenta <strong>de</strong> su traje y <strong>de</strong> lo<br />

que Julián había dicho <strong>de</strong> él, se <strong>de</strong>cidió a dar un paseo por el jardín ;<br />

muy pronto <strong>de</strong>claró que no podía andar y cogió el brazo <strong>de</strong> Julián, cuyo<br />

contacto le quitó fuerzas en vez <strong>de</strong> sostenerla.<br />

Era ya <strong>de</strong> noche. Apenas sentados, usando Julián <strong>de</strong> su antiguo<br />

privilegio, se atrevió a acercar sus labios al hermoso brazo y tomó la<br />

mano <strong>de</strong> la dama.<br />

Pensaba en el atrevimiento que F ouqué ha bía usado con sus amadas<br />

y no en la señora Renal. Las palabras bien nacidos pesaban aun<br />

sobre su corazón. Apretaron su mano, cosa que no le proporcionó<br />

placer alguno. En vez <strong>de</strong> sentirse orgulloso, o al menos agra<strong>de</strong>cido<br />

por el sentimiento que la señora <strong>de</strong> Renal <strong>de</strong>jaba compren<strong>de</strong>r por<br />

mil señales evi<strong>de</strong>ntes, su hermosura, su elegancia le encontraron casi<br />

insensible. La pureza <strong>de</strong>l alma, la ausencia <strong>de</strong> toda clase <strong>de</strong> odios.<br />

prolongan indiscutiblemente la juventud. Es la cara lo que primeramente<br />

envejece en casi todas las mujeres bonitas<br />

Julián estuvo hosco toda la noche. Entregado por completo a sus<br />

pensamientos, aunque <strong>de</strong> vez en cuando <strong>de</strong>cía algunas palabras a las<br />

dos amigas. Julián terminó, sin darse cuenta, por abandonar la mano<br />

que tenia cogida. Esta acción trastornó el alma <strong>de</strong> la pobre mujer, que<br />

vió en ella la manifestación <strong>de</strong> su <strong>de</strong>stino.<br />

Si hubiera estado segura <strong>de</strong>l cariño <strong>de</strong> Julián, su virtud hubiera,


80 ROJO Y NEGRO<br />

Uno lamparilla ardia .. ... (Pág. 85 ).


ROJO Y NEGRO<br />

ministerio, le había impedido al pronto aceptar su ofrecimiento;<br />

pero acababa <strong>de</strong> ver un ejemplo t an notorio <strong>de</strong> injusticia, que quizás<br />

fuera preferible para la salvación <strong>de</strong> su alma no entrar en las sagradas<br />

ór<strong>de</strong>nes.<br />

Julián se felicitó interiormente <strong>de</strong> su tacto en procurar sacar<br />

partido <strong>de</strong> la <strong>de</strong>stitución <strong>de</strong>l cura <strong>de</strong> Verrieres, para <strong>de</strong>jarse una<br />

puerta abierta y volver al comercio si en su país la triste pru<strong>de</strong>ncia<br />

quedaba vencedora <strong>de</strong>l heroísmo.<br />

CAPITULO XV<br />

EL CANTO DEL GALLO<br />

Si Julián hubiera tenido un poco <strong>de</strong> la habilidad que se atribuía<br />

t an gratuitamente, hubiera podido felicitarse al día siguiente, <strong>de</strong>l<br />

efecto causado por su viaje a Verrieres. Su ausencia, hizo olvidar<br />

sus torpezas. Aquel día también estuvo a lgo hosco. Por la noche,<br />

una i<strong>de</strong>a ridícula se apo<strong>de</strong>ró <strong>de</strong> su cerebro, y la participó con bastante<br />

intrepi<strong>de</strong>z a la señora Renal. Apenas estuvieron en el jardín, sin<br />

aguardar a que reinase una suficiente obscuridad, aproximó su boca<br />

al oido <strong>de</strong> ella, y con riesgo <strong>de</strong> comprometerla terriblemente, le dijo:<br />

- Señora, esta noche, a las dos, iré a su cuarto para <strong>de</strong>cirle algo<br />

que necesit o que sepa.<br />

Julián tenía miedo <strong>de</strong> que le concedieran lo que pedía: su papel<br />

<strong>de</strong> seductor le era tan penoso, que si hubiera podido <strong>de</strong>jarse guiar<br />

por sus inclinaciones, se hubiera retirado a su habitación y hubiera<br />

permanecido en ella varios días sin haber vuelto a ocuparse para<br />

nada <strong>de</strong> las dos amigas.<br />

Comprendía que con su sabia conduct a <strong>de</strong>l día anterior, había<br />

estropeado todas las hermosas apariencias <strong>de</strong> dos días antes y no<br />

sabía ya a qué santo encomendarse.<br />

La señora Renal respondió con una indignación real, sin exageración,<br />

al anuncio impertinente que Julián acababa <strong>de</strong> hacerle. Creyó<br />

él ver <strong>de</strong>sprecio en la breve respuesta. Es seguro que en esta respuesta<br />

pronunciada en voz baja estaban las palabras" l quite allá! "SO pre-


86 ROJO Y NEGRO<br />

saltó inmediatamente <strong>de</strong> la cama. " I Desgraciado! »exclamó. Hubo<br />

un poco <strong>de</strong> <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n, pero Julián, olvidando sus proyectos vanos.<br />

entró en su papel natural; no agradar a tan linda mujer, le pareció<br />

una horrible <strong>de</strong>sgracia. No contestó a los reproches que le hacía,<br />

sino poniéndose a sus pies abrazando y besando sus rodillas. Como<br />

ella le tratase con dureza, Julián lloró.<br />

Cuando algunas horas más tar<strong>de</strong> Julián abandonó la habitación,<br />

se hubiera podido <strong>de</strong>cir <strong>de</strong> él, siguiendo el estilo novelesco, que nada<br />

tenía ya que <strong>de</strong>sear. En efecto, <strong>de</strong>bía al amor que habia inspirado y<br />

al encanto seductor que la hermosura <strong>de</strong> la mujer había <strong>de</strong>spertado<br />

en él, una victoria a la que no le hubiera conducido su torpe habilidad.<br />

Pero en los momentos más dulces, víctima <strong>de</strong> un extraño orgullo,<br />

intentaba aun <strong>de</strong>sempeñar el papel <strong>de</strong> hombre acostumbrado a suby ugar<br />

mujeres. Hizo todo lo que en su mano estuvo para estropear tan<br />

agradable victoria. En lugar <strong>de</strong> estar pendiente <strong>de</strong> los transportes<br />

<strong>de</strong> felicidad que hacia nacer, era esclavo <strong>de</strong> la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong>l <strong>de</strong>ber, que<br />

constantemente estaba en su celebro. Temía un ridículo enorme y<br />

un remordimiento eterno. si se separaba una línea <strong>de</strong>l mo<strong>de</strong>lo i<strong>de</strong>al<br />

que se proponía seguir. En una palabra, lo mismo que hacía <strong>de</strong> Julián<br />

un hombre superior, fué precisamente lo que le impidió saborear<br />

la dicha <strong>de</strong> que disfrutaba. Era como una joven <strong>de</strong> dieciseis años<br />

con colores <strong>de</strong>licados, que para ir al baile comete la locura <strong>de</strong> darse<br />

colorete.<br />

Asustada horriblemente por la aparición <strong>de</strong> Julián, la señora Renal<br />

fué pronto presa <strong>de</strong> las más crueles alarmas. Las lágrimas y la <strong>de</strong>sesperación<br />

<strong>de</strong>l joven, la turbaron profundamente.<br />

Hasta cuando ya no tenía nada que negarle, rechazaba a Julián<br />

para que se separara <strong>de</strong> ella, realmente indignada, y en seguida se<br />

arrojaba en sus brazos. Se veía con<strong>de</strong>nada sin remisión, y procuraba<br />

dominar los remordimientos que la asaltaban colmando ·a Julian<br />

<strong>de</strong> las más vivas caricias. En una palabra, nada hubiera faltado<br />

al joven para su completa felicidad si no era el saber lo que ésta<br />

valía. La ausencia <strong>de</strong> Julián, no hizo cesar las inquietu<strong>de</strong>s que, a su<br />

pesar, la agitaban ni los combates con el remordimiento que la<br />

atenazaba.<br />

" ¿ Es que ser dichoso, ser amado no es más que esto? • Este lué<br />

el primer pensamiento <strong>de</strong> Julián al entrar en su habitación. Se encontraba<br />

en ese estado <strong>de</strong> inquietud y <strong>de</strong> sorpresa en que cae el espíritu<br />

cuando ha conseguido lo que durante mucho tiempo ha <strong>de</strong>seado.


88 ROJO Y NEGRO<br />

¿ Es que ya no me ama? pensó I Ay ! soy muy vieja para él ; tengo<br />

diez años más <strong>de</strong> edad.<br />

Al t erminar la comida, en el trayecto <strong>de</strong>l comedor al salón, estrechó<br />

entre las suyas las manos <strong>de</strong> J ulián, quien sorprendido <strong>de</strong> t an extraordinaria<br />

prueba <strong>de</strong> amor, la miró apasionadamente. E sta mirada<br />

consoló a la señora R enal, y aunque no le quitó todas sus preocupaciones,<br />

las que quedaron sirvieron para quitarle los remordimient os<br />

acerca <strong>de</strong> su marido.<br />

Durante el almuerzo ese marido no había advertido nada; no así<br />

la señora Derville, que creyó a su amiga a punto <strong>de</strong> sucumbir. Durante<br />

todo el día, su amistad atrevida e insinuante no le perdonó las alusiones<br />

<strong>de</strong>stinadas a <strong>de</strong>scribirle, bajo los más t erribles aspectos, el<br />

peligro que corría.<br />

La señora Renal ardía en impaciencia por encontrarse sola con<br />

Julián; quería preguntarle si aun la amaba. A pesar <strong>de</strong> la inalterable<br />

dulzura <strong>de</strong> su carácter, estuvo a punto varias veces <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir<br />

a su amiga que <strong>de</strong>jase <strong>de</strong> importunarla.<br />

Por la noche, en el jardín, la señora Derville arregló tan bien las<br />

cosas que se encontró se atada entre Julián y su amiga. Esta, que<br />

se había forjado una i<strong>de</strong>a <strong>de</strong>liciosa <strong>de</strong>l placer <strong>de</strong> estrechar la mano<br />

<strong>de</strong> Julián, <strong>de</strong> llevarla a sus labios, no pudo ni aun dirigirle la palabra .<br />

Ese contratiempo aumentó su agitación. Se sentía <strong>de</strong>vorada por<br />

un remordimiento; había reñido tanto a Julián la noche anterior, por<br />

la impru<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> entrar en su cuarto, que temía no verlo aquella<br />

noche. Dejó muy temprano el jardín, y fué a refugiarse en su alcoba,<br />

pero no pudiendo contener su impaciencia, fu é a la puerta <strong>de</strong>l dormitorio<br />

<strong>de</strong> Julián, a la cual aplicó el oído. A pesar d e la incertidumbre y<br />

<strong>de</strong> la pasión que le <strong>de</strong>voraban, no se atrevió a entrar. Esta acción<br />

le parecía la última <strong>de</strong> las bajezas.<br />

Los criados no estaban recogidos y la pru<strong>de</strong>ncia le obligó por<br />

fin a encerrarse <strong>de</strong> nuevo en su dormitoriQ. Las dos horas que tuvo<br />

que pasar esperando, fueron dos siglos <strong>de</strong> tormento para ella.<br />

Pero Julián era <strong>de</strong>masiado fiel a lo que el llamaba el <strong>de</strong>ber, para<br />

<strong>de</strong>jar <strong>de</strong> ceñirse en su ejecución, punto por punto, a todo lo que él se<br />

había presorito.<br />

Al dar la una, salió silenciosamente <strong>de</strong> su habitación, se aseguró<br />

<strong>de</strong> que el dueño <strong>de</strong> la casa dormía, y entró en la <strong>de</strong> la señora Renal.<br />

Aquella noche encontró mayor felicidad, porque pensó menos en<br />

<strong>de</strong>sempeñar e1 papel que se había impuesto. Tuvo ojos para ver y


ROJO Y NEGRO<br />

oídos para oir. Lo que sobre su edad le dijo la señora Renal, contribujo<br />

a darle alguna serenidad.<br />

- ¡Ay ! l Tengo diez años más que usted! ¿ Cómo pue<strong>de</strong> usted<br />

amarme? le repetía, porque esta i<strong>de</strong>a la torturaba.<br />

Julián no comprendía esta <strong>de</strong>sgracia, pero vió que'era:rea¡"y'perdi6<br />

el miedo <strong>de</strong> ser ridículo.<br />

La estúpida i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> ser consi<strong>de</strong>rado como un amante subalterno<br />

a causa <strong>de</strong> su obscuro nacimiento, <strong>de</strong>sapareció también. A medida<br />

que los transportes <strong>de</strong> Julián tranquilizaban a su tímida pareja, esta<br />

participaba más <strong>de</strong> la dicha y <strong>de</strong> la facultad <strong>de</strong> juzgar a su amante.<br />

Afortunadamente, aquella noche casi se <strong>de</strong>sprendió <strong>de</strong>l aire ficticio<br />

<strong>de</strong> la noche anterior que le había hecho juzgar la entrevista <strong>de</strong> la<br />

víspera como una victoria y no como un placer. Si ella hubiera notado<br />

que J ulián tenía la intenci6n <strong>de</strong> <strong>de</strong>sempeñar un papel, el trist e <strong>de</strong>scubrimiento<br />

le hubiese amargado la felicidad para toda su vida, pues no<br />

hubiera visto en ello otra cosa que un triste efecto <strong>de</strong> la <strong>de</strong>sproporción<br />

<strong>de</strong> eda<strong>de</strong>s.<br />

Pocos dias <strong>de</strong>spués, J ulián, entregado por completo a loS ardores<br />

propios <strong>de</strong> su edad, estaba locamente enamorado.<br />

« Hay que convenir, pensaba, en que tiene un alma angelical y en<br />

que no se pue<strong>de</strong> ser más hermosa ».<br />

H abía perdido, casi totalmente, el carácter <strong>de</strong>l papel impuesto en<br />

esta comedia. En un momento ele abandono, le <strong>de</strong>claró todas sus<br />

inquietu<strong>de</strong>s. E sta confianza elevó a la cúspi<strong>de</strong> la pasión que inspiraba.<br />

« No he tenido rival ", se <strong>de</strong>cía la dama, completamente dichosa. Le<br />

preguntó acerca <strong>de</strong>l retrato en el que t anto interés había puesto, y<br />

Julián le juró que era el <strong>de</strong> un hombre.<br />

Cuando le quedaba a ella bastante serenidad para reflexionar,<br />

no volvía <strong>de</strong> su asombro al concebir que t al felicidad existiera sin<br />

que ella la hubiera ni siquiera sospechado.<br />

- l Ay! pensaba. 1 Si hubiera conocido a Julián hace diez años<br />

cuando aun podía pasar por hermosa!<br />

Julián estaba bastante alejado <strong>de</strong> aquellos pensamientos ; su<br />

amor era aún ambicioso; era la alegría <strong>de</strong> poseer una mujer tan<br />

hermosa, él, pobre ser <strong>de</strong>spreciado y <strong>de</strong>sgraciado. Sus actos <strong>de</strong><br />

adoración, sus entusiasmos a la vista <strong>de</strong> los encantos <strong>de</strong> su amada,<br />

consiguieron tranquilizarla sobre el miedo a la diferencia <strong>de</strong> edad.<br />

Si hubiera tenido un poco <strong>de</strong> ese saber vivir <strong>de</strong> que toda mujer <strong>de</strong><br />

treinta años goza <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hace mucho tiempo en los países civilizados,


ROJO Y NEGRO<br />

hubiera temblado por la constancia <strong>de</strong> un amor que parecia vivir<br />

alimentado solamente por entusiasmos <strong>de</strong> amor propio.<br />

Durante aquellos momentos <strong>de</strong> abandono, <strong>de</strong> ambición, Julián<br />

admiraba hasta los sombreros, hasta los trajes <strong>de</strong> la señora Renal.<br />

No podía saciarse <strong>de</strong>l placer que le causaba el perfume <strong>de</strong> estos<br />

objetos. Abría los armarios y pasaba horas enteras admirando la<br />

hermosura y el or<strong>de</strong>n con que estaba colocado todo lo que contenlan.<br />

Su amiga, apoyada en él, lo miraba.<br />

«Ypensar que hubiera yo podido casarme con este hombre, pensaba<br />

algunas veces la señora Renal; 1 qué alma <strong>de</strong> fuego l I qué v ida <strong>de</strong><br />

encan to con él !<br />

En cuanto a Julián nunca se había encontrado tan cerca <strong>de</strong> esos<br />

terribles instrumentos <strong>de</strong> la artillería femenina. « I Es imposible, pensaba,<br />

que en París haya nada tan hermoso! Entonces, no encontraba<br />

objeción alguna que hacer a su felicidad. A menudo, la sincera admiración<br />

y los impulsos <strong>de</strong> su amante, la hacían olvidar la teoría vana<br />

que le había hecho tan acompasado y tan ridfculo en los primeros<br />

momentos <strong>de</strong> esta unión. Algunas ocasiones hubo en que. a pesar <strong>de</strong><br />

sus hábitos <strong>de</strong> hipocresía. encontraba un placer infinito en <strong>de</strong>clarar a<br />

esta gran señora, que lo admiraba, su ignorancia extremada <strong>de</strong> una<br />

multitud <strong>de</strong> pequeñas cosas. El rango <strong>de</strong> el\a, parecía elevarlo sobre<br />

sí mismo. La señora Renal, por su parte, experimentaba la más<br />

dulce voluptuosidad moral en instruir en estos pequeños <strong>de</strong>tal\es, a<br />

aquel joven l\eno <strong>de</strong> talento y al cual auguraba t odo el mundo un<br />

gran porvenir. Hasta el subprefecto y el señor Valenod no podían<br />

prescindir <strong>de</strong> admirarlo; por esto le parecían menos tontos. Respecto<br />

a la señora Dervil\e, estaba lejos <strong>de</strong> experimentar los mismos sentimientos.<br />

Desesperada por lo que creía adivinar y viendo que sus<br />

pru<strong>de</strong>ntes advertencias se hacían odiosas para una mujer que materialmente<br />

había perdido la cabeza, se marchó <strong>de</strong> Vergy, sin dar una<br />

razón, que, por otra parte, se guardaron muy bien <strong>de</strong> preguntarle.<br />

La señora Renal <strong>de</strong>rramó algunas lágrimas y pensó enseguida que<br />

su felicidad aumentaría, porque esta marcha le proporcionaba la<br />

ocasión <strong>de</strong> encontrarse, en a<strong>de</strong>lante, sola siempre con su amante.<br />

Julián se entregaba can tanto mayor entusiasmo a la nueva pasión,<br />

cuanto que siempre que se quedaba solo con sus pensamientos, la<br />

fatal proposición <strong>de</strong> su amigo Fouqué venia aun a agitarle.<br />

En los primeros días <strong>de</strong> esta nueva vida, hubo algunos momentos,<br />

durante los cuales él, que nunca había sido amado, que nunca había


ROJO V NEGRO QI<br />

amado, encontraba tan <strong>de</strong>licioso placer en ser sincero, que estuvo<br />

a punto <strong>de</strong> <strong>de</strong>clarar a la señora Renal la a mbici6n que hasta entonces<br />

había sido la esencia misma <strong>de</strong> su existencia. Hubiera querido po<strong>de</strong>r<br />

consultarle sobre la extraña tentaci6n que le producía la proposici6n<br />

<strong>de</strong> F ouqué, pero un pequeño inci<strong>de</strong>nte impidi6 toda franqueza.<br />

CAPITULO XVII<br />

EL PRIMER TENIENTE DE ALCALDE<br />

Una tar<strong>de</strong>, a la puesta <strong>de</strong>l sol, sentado junto a su amiga en el<br />

fondo <strong>de</strong> la huerta, lejos <strong>de</strong> los importunos, soñaba ]ulián profunda<br />

mente. « Estos momentos <strong>de</strong> felicidad, pensaba, ¿ durarán<br />

siempre? Su espíritu estaba entregado por entero a la dificultad <strong>de</strong><br />

crearse una posici6n ; <strong>de</strong>ploraba ese acceso <strong>de</strong> <strong>de</strong>sdicha que termina<br />

la infancia y <strong>de</strong>struye las ilusiones <strong>de</strong> los primeros años juveniles <strong>de</strong><br />

la clase algo enriquecida.<br />

- l Ah! exclamaba. Napoléon era realmente el hombre enviado<br />

por Dios para la juventud francesa . ¿ Quién lo reemplazará? ¿ Qué<br />

harán sin él los <strong>de</strong>sgraciados, aun los más ricos que yo, que solamente<br />

disponen <strong>de</strong>l poco oro necesario para procurarse una buena<br />

educaci6n y no <strong>de</strong>l necesario para comprar un hombre a los veinte<br />

años y estudiar una carrera? Por mucho que se haga, añadi6 suspirando,<br />

este recuerdo fatal nos imposibilitará para siempre <strong>de</strong> ser<br />

felices.<br />

Vi6 <strong>de</strong> repente a la señora Renal que se ponía seria, y que adoptaba<br />

un gesto frío y <strong>de</strong>s<strong>de</strong>ñoso ; esta manera <strong>de</strong> pensar, le pareció<br />

propia <strong>de</strong> un criado. Educada en la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que era muy rica, le<br />

parecia que Julián, como cosa convenida, lo era también. Le amaba<br />

mil veces más que a su vida y, naturalmente, no se ocupaba para<br />

nada <strong>de</strong>l dinero.<br />

Julián estaba muy lejos <strong>de</strong> adivinar sus pensamientos, y el gesto<br />

<strong>de</strong> la señora Renal le hizo volver <strong>de</strong> nuevo a la realidad . Tuvo la<br />

bastante presencia <strong>de</strong> ánimo para arreglar sus frases y hacer compren<strong>de</strong>r<br />

a la noble señora sentada cerca <strong>de</strong> él, sobre el banco <strong>de</strong> verdura,<br />

que las palabras que acababa <strong>de</strong> pronunciar las había oído en


CAPITULO XVlIl<br />

UN REY EN VERRltRES<br />

El 3 <strong>de</strong> septiembre, a las diez <strong>de</strong> la noche, un gendarme <strong>de</strong>spertó<br />

a todo Verrieres, atravesando a galope la calle principal. Traia al<br />

noticia <strong>de</strong> que S. M. el Rey <strong>de</strong> ... llegaría el domingo siguiente, yera<br />

martes. El prefecto autorizaba, esto es, pedía, la formación <strong>de</strong> una<br />

Gran Guardia <strong>de</strong> honor; era necesario <strong>de</strong>splegar t odo el lujo posible.<br />

Un correo fué enviado inmediatamente a Vergy.<br />

El señor Renal llegó la misma noche y encontró la ciudad en movimiento.<br />

Cada uno tenia su pretensión; los menos ocupados alquilaban<br />

balcones para ver la entrada <strong>de</strong>l Rey.<br />

¿ Quién mandará la guardia <strong>de</strong> honor ? El señor Renal se dió<br />

cuenta inmediatamente <strong>de</strong> lo mucho que interesaba a las casas<br />

<strong>de</strong>stinadas a retroce<strong>de</strong>r, que el señor Moirod tuviera este mando:<br />

ese podrla ser su mérito para la plaza <strong>de</strong> primer teniente. La <strong>de</strong>voción<br />

<strong>de</strong>l señor Moirod era bien reconocida, pero jamás habia montado a<br />

caballo. Era un hombre <strong>de</strong> treinta y seis años, muy timído, y que<br />

tenia el mismo temor a las caidas que al rid1culo.<br />

El Alcal<strong>de</strong> le mandó llamar a las cinco <strong>de</strong> la mañana.<br />

- Ya ve usted que le llamo para oir su parecer, como si ya ocupara<br />

el puesto que todo el mundo <strong>de</strong>sea verle <strong>de</strong>sempeñar. En esta <strong>de</strong>sgraciada<br />

ciudad, las manufacturas prosperan, el partido liberal se hace<br />

millonario, aspira al po<strong>de</strong>r y sabrá hacer un arma <strong>de</strong> todo. Consultemos<br />

el interés <strong>de</strong>l Rey, el <strong>de</strong> la Monarquia, y sobre todo, el <strong>de</strong><br />

nuestra santa Religión ¿ A quién piensa, usted, que <strong>de</strong>bemos confiar<br />

el mando <strong>de</strong> nuestra guardia <strong>de</strong> honor ?<br />

A pesar <strong>de</strong>l miedo horrible que le producía el caballo, .el señor<br />

Moirod terminó por aceptar este honor como un martirio. « Procuraré<br />

<strong>de</strong>sempeñar mi cometido <strong>de</strong> la manera más satisfactoria ", dijo al<br />

Alcal<strong>de</strong>. Apenas quedaba tiempo para arreglar los uniformes, que


96 RO J O Y NEGRO<br />

El primer jinete <strong>de</strong> la novena fil a era un lindo mozo ... (Pág .r,99).


ROJ O Y N E G R O 97<br />

siet e años antes ha bían servido para la recepción, en la Ciudad, <strong>de</strong><br />

un Príncipe <strong>de</strong> la sangre.<br />

A las siete, la señora R enal llegó a Verricres, acompa ñada <strong>de</strong><br />

J uliá n y <strong>de</strong> los niños. Encontró su salón lleno <strong>de</strong> señoras li bera les,<br />

que predicaba n la unión <strong>de</strong> los partidos, y venían a suplicarle que<br />

obtuviera <strong>de</strong> su marido una pla za en la guardia <strong>de</strong> honor pa ra los<br />

su yos. Una <strong>de</strong> ellas <strong>de</strong>cía que si su marido no era elegid o, haría<br />

quiebra, <strong>de</strong>l sentimiento. La señora R enal <strong>de</strong>spidió inmediat a mente<br />

a tojo el mundo; pa recía preocupada.<br />

Juliá n se sorprendió mucho y hasta se disgust ó, porq ue ella no<br />

quiso <strong>de</strong>cirle <strong>de</strong> qué se trataba. " Ya lo h abía previsto, dij o el joven<br />

lleno <strong>de</strong> a margura ; su amor se eclipsa ante el esplendor <strong>de</strong> un R ey que<br />

viene a visita r su casa . Todo este ruído la trastorna. Me volverá a<br />

a ma r cua ndo las i<strong>de</strong>as <strong>de</strong> su casta no le turben la cabeza. "<br />

Y , cosa sorpren<strong>de</strong>nte, él la quiso mucho más.<br />

Los tapiceros empezaron a invadir la casa; él esperó en va no largo<br />

tiempo la ocasión <strong>de</strong> d ecir a su a mada alguna pala bra. P or fin, la vió<br />

salir <strong>de</strong> su habitación, llevando un traje <strong>de</strong> él. Estaba n solos; él quiso<br />

habla rle, y ella huyó sin respon<strong>de</strong>rle. 'c Soy <strong>de</strong>masiado t onto en querer<br />

a esta mujer, a quien la ambición hace t an loca como su ma rido. "<br />

Ella lo est aba m ás: uno <strong>de</strong> sus mayores <strong>de</strong>seos, que nunca ha bía<br />

dicho á Juliá n por miedo a ofen<strong>de</strong>rl e, era <strong>de</strong> verlo un día sin su<br />

triste traje <strong>negro</strong>. Con una habilidad realmente admirable en una<br />

mujer tan sencilla, obtuvo primera mente <strong>de</strong>l señor Moirod y <strong>de</strong>spués<br />

<strong>de</strong>l Subprefecto Maugiron, la p romesa <strong>de</strong> que Juliá n sería nombrado<br />

gua rdia <strong>de</strong> honor, con preferencia a cinco o seis hij os <strong>de</strong> comerciantes<br />

acomodados. El señor Valenod que quería ofrecer su carroza a las<br />

más lindas jóvenes <strong>de</strong> la ciudad y hacer admira r sus caba llos norma<br />

ndos, consintió en prestar uno <strong>de</strong> sus caballos a Julián, el ser a<br />

quien más aborrecía. Todos los gua rdias <strong>de</strong> honor, tenían en propiedad<br />

O prest ado, uno <strong>de</strong> esos uniformes hermosos, azules, con charreteras<br />

<strong>de</strong> pla t a, que ha bía n brillado hacía siete a ños, pero la señora R enal<br />

quería un traje nuevo, y solo le queda ban cuatro d ías para encargarlo<br />

a Besan


10 0 R OJO Y N E G RO<br />

noble polvareda. Diez mil campesinos gritaban: " i Viva el R ey! ",<br />

cuando el Alcal<strong>de</strong> tuvo el honor <strong>de</strong> arengar al m ona rca . Una hora<br />

<strong>de</strong>spués, cua ndo acabados los discursos iba a entrar en la ciudad, el<br />

cañón empezó a disparar sin <strong>de</strong>scanso, p ero un acci<strong>de</strong>nte sobrevino,<br />

no a los que disparaban, viejos artilleros <strong>de</strong> Leipzig y <strong>de</strong> Montmirail,<br />

sino al futuro primer teniente <strong>de</strong> Verrieres, señor Moirod : su caba llo<br />

lo <strong>de</strong>positó blandamente, en el centro <strong>de</strong>l camino real, lo cual oca ­<br />

sionó un escándalo, porque hubo que levantarle <strong>de</strong> a llí para que el<br />

coche <strong>de</strong> S. M. pudiera continuar su camino.<br />

El R ey se a peó en la hermosa iglesia nueva que aquel día habían<br />

engala nado con todas las cortinas carmesíes. El R ey <strong>de</strong>bía comer,<br />

y <strong>de</strong>spués, inmediata mente, ir a visila r, en coche, la célebre reliquia<br />

<strong>de</strong> S. Clem ente. Apenas S. M. entró en la iglesia, galopó Julián hasta<br />

casa <strong>de</strong>l señor R enal, don<strong>de</strong>, suspirando, se <strong>de</strong>spidió <strong>de</strong> su h ermoso<br />

traje azul <strong>de</strong> cielo, <strong>de</strong> su sable, <strong>de</strong> sus charreteras, para vestirse con<br />

su ya usado traje <strong>negro</strong>. Volvió a monta r a caballo, y algunos instantes<br />

<strong>de</strong>spués ap areció en Bray-el-Alto, que ocupa la cúspi<strong>de</strong> <strong>de</strong> una colina<br />

rnu y hermosa. (1 El entusiasn10 lnultiplica a estos campesinos ", pensó<br />

Julián, " no caben en Verrieres y aun p arecen m ás <strong>de</strong> diez mil, alre<strong>de</strong>dor<br />

<strong>de</strong> esta vieja abadía. " Medio <strong>de</strong>struída p or el vanda lismo<br />

revolucionario, ha bía sido magníficamente rest a urada <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />

la Revolución . Juliá n fu é a ver al señor Chelá n, que le repr .ndió<br />

severamente, y que le dió una sota na y un sombrero. Se vistió <strong>de</strong><br />

prisa, y acompañó a l señor cura que iba a reunirse con el joven<br />

obi spo <strong>de</strong> Ag<strong>de</strong>. E ra este sobrino <strong>de</strong>l m arqués <strong>de</strong> la Mole, había sido<br />

recientem ente nombrado, y tenía el encargo <strong>de</strong> enseñar la reliq ui a<br />

a S. M. P ero no se pudo encontrar al obispo.<br />

Los clérigos se impacientaba n. E speraban a su jefe en el sombrío<br />

claustro gótico <strong>de</strong> la antigua abadía. Habían reunido veinticuatro<br />

curas pa ra reproducir el antiguo Capítulo <strong>de</strong> Bray-el-Alto, compuesto<br />

antes <strong>de</strong> 1789 <strong>de</strong> veinticuatro canónigos. Desp ués <strong>de</strong> haber esperado<br />

por espacio <strong>de</strong> tres cuartos <strong>de</strong> hora, los curas opinaron que el<br />

Decano d ebía ir a verl e, y recordarle que faltaba poco tiempo para<br />

que el R ey llegase, y que ya <strong>de</strong>bía estar en el cla ustro. Le vejez <strong>de</strong>l<br />

, eñór Chelán, le había valido ser Decano, y a pesar <strong>de</strong>l m a l humor<br />

con que miraba a Julián, le hizo señas <strong>de</strong> que lo siguiese. El joven<br />

ll evaba con basta nte elegancia su indumentaria . Valiéndose <strong>de</strong> no<br />

sé cual procedimiento <strong>de</strong> tocado eclesiástico, había peinado sus hermosos<br />

y rizados cabellos en una forma muy aplastada, péro por un


102 ROJO Y NEGRO<br />

Avanzó y recorrió con bast ante lentitud la longitud <strong>de</strong>l salón, con<br />

la vista fija siempre en la única ventana y mirando al joven que<br />

continuaba sus bendiciones lentamente ejecutadas pero en cantidad<br />

infinita y sin <strong>de</strong>scansar un instante.<br />

A medida que se aproximaba distinguía mejor su aspecto <strong>de</strong><br />

disgusto. La riqueza <strong>de</strong> las puntillas <strong>de</strong>tuvo involuntariamente a<br />

Juli!n a algunos pasos antes <strong>de</strong> llegar al magnifico espejo.<br />

El joven lo vió por el espejo, se volvió, y abandonando <strong>de</strong> repente<br />

su aire <strong>de</strong> enfado, le dijo con el tono <strong>de</strong> voz más cariñoso:<br />

- y bien, caballero ¿ ha quedado, por fin, arreglada?<br />

Juli!n quedó suspenso. Al volverse el joven hacia él, le ha bía<br />

visto en medio <strong>de</strong>l pecho, la cru. pectoral : era el obispo <strong>de</strong> Ag<strong>de</strong>.<br />

I Tan joven, pensó Julián : quizás ocho o nueve años más que yo !<br />

y se avergonzó <strong>de</strong> sus espuelas.<br />

- Monseñor, dijo con timi<strong>de</strong>z, he sido enviado por el Decano <strong>de</strong>l<br />

Capitulo, el señor Chelán.<br />

- I Ah I me lo han recomendado mucho. dijo el Obispo, con un<br />

tono tan cortés que aumentó el encanto ¿e le!:;:." . rero le ruego me<br />

perdone. caballero: le había tomado por la persona que <strong>de</strong>be traer<br />

la mitra. La han embalado mal en París: la tela <strong>de</strong> plata está muy<br />

estropeada hacia la parte alta, y esto produciría un mal efecto. añadió<br />

el Obispo con gesto <strong>de</strong>solado, y a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> est!l aún me hacen esperar.<br />

; - Monseñor, voy a buscar la mitra si vuestra Gran<strong>de</strong>za lo permite.<br />

Los hermosos ojos <strong>de</strong> Julián produjeron su efecto.<br />

- Vaya, caballero, contestó el Obispo con encantadora cortesía:<br />

la necesito inmediat amente. Estoy <strong>de</strong>solado por hacer esperar a los<br />

señores <strong>de</strong>l Capitulo .<br />

. Cuando Julián llegó al centro <strong>de</strong> la sala, se volvió hacia el Obispo.<br />

y vió que <strong>de</strong> nuevo habla comenzado este sus bendiciones . • ¿ Qué ser!<br />

esto ? • se preguntó : sin duda, una preparacion necesaria para<br />

la ceremonia que va a verificarse. Cuando llegó a la celda en la que<br />

estaban los criados, vió la mitra entre las manos <strong>de</strong> estos, los cuales.<br />

cediendo en contra <strong>de</strong> su voluntad a la mirada imperiosa <strong>de</strong>l joven.<br />

se la entregaron.<br />

Estaba orgulloso <strong>de</strong> llevarla : al atravesar la sala, lo hizo pausa·<br />

damente, llevando la mitra con mucho respeto. Encontró al obispo<br />

sentado <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l espejo, pero <strong>de</strong> vez en cuando repartía bendi·<br />

ciones. Julián le ayudó a ponerse la mitra . El obispo movió la<br />

cabeza.


ROJO Y NEGRO l OS<br />

disparaban a razón <strong>de</strong> cinco tiros por minuto, como si se hubiera<br />

<strong>de</strong>scubierto que enfrente se hallaba n los prusianos.<br />

Pero aquel formida ble ruido no produjo efecto sobre Julián,<br />

que ya no pensaba ni en Napoleón, ni en la gloria militar. I Tan<br />

joven, pensaba, y ser Obispo <strong>de</strong> Ag<strong>de</strong> ! " Pero ¿ don<strong>de</strong> está Ag<strong>de</strong> ?<br />

¿ cuánto produce ? ¿ doscientos ó trescientos mil francos quizás ?<br />

Los lacayos <strong>de</strong> Monseñor aparecieron con un magnífico palio.<br />

n sacerdote Chelán cogió unO <strong>de</strong> los palos pero realmente quien lo<br />

llevó fu é Juliá n . El Obispo se colocó <strong>de</strong>bajo. En realidad había<br />

conseguido revestirse <strong>de</strong> gravedad. La admiración <strong>de</strong> nuestro joven<br />

no tuvo límites.<br />

El R ey entró y Julián tuvo la suerte <strong>de</strong> verlo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> muy cerca.<br />

El Obis!,o le dirigió una arenga llena <strong>de</strong> unción , sin olvidar un pequeño<br />

gest o <strong>de</strong> timi<strong>de</strong>z que agra<strong>de</strong>ció Su Majestad. No repetiremos aquí<br />

la <strong>de</strong>scripción <strong>de</strong> las ceremonias que se celebraron, y que durante<br />

quince días llenaron los diarios <strong>de</strong> la circunscripción. Julián supo,<br />

por el discurso <strong>de</strong>l Obispo, que el Rey <strong>de</strong>scendía <strong>de</strong> Carlos el Temerario.<br />

Después d el discurso <strong>de</strong>l Obispo y <strong>de</strong> la respuesta <strong>de</strong>l Rey, S. M. se<br />

colocó bajo palio; <strong>de</strong>spués, se arrodilló con bastante <strong>de</strong>voción,<br />

sobre un cojín cercano al alta r. El coro estaba ro<strong>de</strong>ado <strong>de</strong> sillones<br />

puestos a la altura <strong>de</strong> dos gradas sobre el suelo. En la segunda, Julián<br />

est aba sentad o a 10,s pies <strong>de</strong>l señor Chelá n, lo mismo que un mandata<br />

rio cerca <strong>de</strong> su car<strong>de</strong>nal, en la capill a Sixtina. Se cantó un Te Deum,<br />

hubo olas <strong>de</strong> incienso, <strong>de</strong>scargas numerosas <strong>de</strong> mosquete y <strong>de</strong> artill<br />

ería. Los campesinos estaban ebrios d e dicha y <strong>de</strong> piedad.<br />

Juliá n estaba a seis pies <strong>de</strong>l R ey, que realmente se h allaba entregado<br />

a la plegaria. Se fij ó, por primera vez, en un hombre pequeño,<br />

<strong>de</strong> inteligente mirada y que vestía un traje <strong>de</strong>sprovisto <strong>de</strong> casi todo<br />

bordado ; pero llevaba un cordón azul claro por encima <strong>de</strong> est e traje<br />

<strong>de</strong>masiado sencillo. Estaba colocado más cerca <strong>de</strong>l Rey que muchos<br />

otros cuyos trajes estaban bordados <strong>de</strong> t al cantidad <strong>de</strong> oro, que<br />

siguiendo la expresión <strong>de</strong> Julián, no se veía el paño, Después supo que<br />

era el señor Marqués <strong>de</strong> la Mole, y le encontró q ue tenía el gesto altivo<br />

y hast a insolente.<br />

" Ese marqués no será, <strong>de</strong> seguro, tan cortés como el joven Obispo,<br />

pensaba. El brillo eclesiástico hace a los hombres tra nquilos y pru<strong>de</strong>ntes.<br />

Pero el Rey ha venido para venerar la reliquia, y yo no la<br />

veo. ¿ Dón<strong>de</strong> estará ?


ROJO Y NEGRO 107<br />

pueblos en diez leguas a la redonda, el Obispo <strong>de</strong> Ag<strong>de</strong> pidió al Rey<br />

permiso para hablar .<br />

Acabó su discurso enternecedor con palabras sencillas que no por<br />

serlo produjeron menos efecto.<br />

- No olvi<strong>de</strong>is jamás, jóvenes cristianas, que habeis visto a uno <strong>de</strong><br />

los reyes más gran<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la tierra arrodillado ante los servidores <strong>de</strong><br />

ese Dios omnipotente y t errible. Esos servidores débiles, perseguidos,<br />

asesinados sobre la tierra, como podéis ver por la herida sangrienta<br />

aún <strong>de</strong> San Clemente, triunfan en el Cielo.<br />

, ¿ No es cierto jóvenes cristianas, que el día <strong>de</strong> hoy no se borrará<br />

<strong>de</strong> vuestra imaginación ? ¿ Seréis fi eles, a ese Dios t an gran<strong>de</strong>, tan<br />

terrible, pero también tan bueno? "<br />

Al <strong>de</strong>cir estas palabras, el joven Obispo se levantó, a utoritario:<br />

- ¿ Me lo prometéis? preguntó avanzando los brazos con el gesto<br />

<strong>de</strong> la inspiración.<br />

- Lo prometemos, dijeron las jovenes <strong>de</strong>shaciéndose en<br />

lágrimas.<br />

- Recibo vuestra promesa en nombre <strong>de</strong> Dios, añadió el obispo<br />

con voz <strong>de</strong> trueno. Y la ceremonia terminó ·<br />

El mismo Rey, lloró. P asó mucho tiempo hast a que Julián recobró<br />

la ,angre fria suficiente para preguntar don<strong>de</strong> estaban los huesos<br />

<strong>de</strong>l santo, enviados <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Roma a Felipe el Bueno, Duque <strong>de</strong> Borgoña.<br />

Le dijeron que estaban escondidos en la hermosa figura <strong>de</strong><br />

cera.<br />

S. M. se dignó permitir a las encantadoras jovenes que le habían<br />

acompañado en la capilla, que llevaran una cinta encarnada sobre<br />

la cual habian bordado estas palabras:<br />

ADORACION PERPETUA.<br />

El señor <strong>de</strong> la Mole hizo distribuir a 105 labradores y cam¡:esinos<br />

diez mil bot ellas <strong>de</strong> vino. Por la noche, los liberales encontraron una<br />

razón para iluminar cien veces mejor q ue los realistas. Antes <strong>de</strong> partir<br />

el Rey hizo una visita al señor Moirod.


ROJO Y NEGRO IOC)<br />

- Le suplico, le <strong>de</strong>cía Julián en cuanto se encontraban solos,<br />

que no hable usted a nadie; yo solo <strong>de</strong>bo ser el confi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> sus<br />

penas. Si usted me ama aun, no hable con nadie. Sus palabras no<br />

han <strong>de</strong> curar a nuestro Estanislao.<br />

Pero estos consuelos no producían efecto alguno; ignoraba que<br />

a la señora Renal se le había metido en la cabtza la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que, para<br />

aplacar la cólera <strong>de</strong> Dios, necesitaba odiar a Julián o <strong>de</strong>jar morir a<br />

su hijo. Y precisamente porque tenía la seguridad <strong>de</strong> no po<strong>de</strong>r odiar '<br />

a su amante era por lo que estaba tan apenada.<br />

- Márchese, le dijo un día a Julián ; por Dios, márchese <strong>de</strong> esta<br />

casa. Su presencia en ella es la que mata a mi hijo. Dios me castiga,<br />

continuó en voz baja; me castiga y es justo; mi crimen es horrible<br />

y yo vivía sin remordimientos. Este es el primer signo <strong>de</strong>l abandono<br />

en que Dios me tiene, y por esta razón <strong>de</strong>bo ser doblemente castigada.<br />

Julián quedó muy emocionado. En aquella <strong>de</strong>sesperación, no<br />

podía ver ni exageración ni hipocresía. " Ella cree que m'ata a su<br />

hijo amándome, y la <strong>de</strong>sgraciada me quiere más que a su hijo. El<br />

remordimiento la mata; he aquí gran<strong>de</strong>za <strong>de</strong> sentimientos. Pero<br />

¿ cómo he podido yo inspirar este amor, siendo tan pobre, tan mal<br />

educado, tan ignorante, hasta tan grosero algunas veces? "<br />

Una noche la enfermedad <strong>de</strong>l hiño se agravó. Hacia las dos <strong>de</strong> la<br />

mañana el señor Renal vino a verle. El niño, <strong>de</strong>vorado por la fiebre,<br />

estaba congestionado y no conoció a su padre. De repente, la pobre<br />

mujer se arrojó a los pies <strong>de</strong> su marido. Julián comprendió que iba<br />

a hablar y a per<strong>de</strong>rse para siempre; mas afortunadamente, esa singular<br />

actitud importunó al señor Renal.<br />

-Adiós, adiós, dijo subiendo a su habitación.<br />

- No, óyeme, le <strong>de</strong>cía ella <strong>de</strong> rodillas, intentando <strong>de</strong>tenerlo. Sabe<br />

<strong>de</strong> una vez toda la verdad. Soy yo quien mata a nuestro hijo. Yo le<br />

he dado la vida y yo misma se la quito. El cielo me castiga, y ante<br />

los ojos <strong>de</strong> Dios soy culpable <strong>de</strong> asesinato; es necesario que me pierda,<br />

que me humille, y quizás, mi sacrificio apacigüe la cólera divina.<br />

Si el señor Renal hubiera sido hombre <strong>de</strong> imaginación, no necesi<br />

taba saber más.<br />

- I<strong>de</strong>as novelescas, dijo separando a su mujer que intentaba abrazarse<br />

a sus rodillas. Esto no es más que fantasía novelesca. Julián,<br />

haga el favor <strong>de</strong> llamar al médico en cuanto amanezca. Y volvió<br />

a su habitacion para acostarse. Su mujer cayó al suelo casi <strong>de</strong>svanecida,<br />

rechazando a Julián que intentaba auxiliarla.


\\0 ROJO Y NEGRO<br />

Hacía veinte minutos que el señor Renal se había retirado, y el<br />

joven veía a la mujer que amaba, con la cabeza apoyada sobre la<br />

camita <strong>de</strong>l niño, y casi sin conciencia <strong>de</strong> la realidad. He aquí a una<br />

mujer <strong>de</strong> una inteligencia superior, y casi reducida a la nada por<br />

haberme conocido, pensó el joven.<br />

" Las horas pasan con rapi<strong>de</strong>z ¿ qué puedo hacer por ella?<br />

Hay que <strong>de</strong>cidirse. Ya no se trata <strong>de</strong> mi estancia aquí. ¿ Qué me<br />

importan los hombres y sus teorías? ¿ Qué puedo hacer por ella?<br />

l. abandonarla? Sería <strong>de</strong>jarla sola en la más horrible <strong>de</strong>sgracia. Ese<br />

autómata que tiene por marido, entorpece su vida en vez <strong>de</strong> ayudarle,<br />

Le dirá cualquier palabra dura con su habitual grosería, y quizás<br />

loca, se arroje por la ventana.<br />

" Si la <strong>de</strong>jo sola, si <strong>de</strong>jo <strong>de</strong> velar por ella, lo dirá todo; y lo más<br />

probable es que, a pesar <strong>de</strong> la gran herencia que espera, dé su marido<br />

un e ;cándalo.<br />

- 1 Vete <strong>de</strong> aquí J, le dijo <strong>de</strong> repente la señora <strong>de</strong> Renal, incorporándose.<br />

-Daría mil vidas que tuviera por saber qué sería lo más útil<br />

para tí, contestó Julián. Jamás te he amado tanto, ángel querido,<br />

o mejor dicho, en este instante empiezo a adorarte corno mereces.<br />

¿ Qué será <strong>de</strong> mí, lejos <strong>de</strong> tu lado, y con la conciencia <strong>de</strong>strozada<br />

por saber que me <strong>de</strong>bes tu <strong>de</strong>sgracia? Pero no se trata <strong>de</strong> mí ahora.<br />

Me marcharé, sí. Pero si me marcho, si ceso en mi papel <strong>de</strong> vigilante<br />

para evitarte una <strong>de</strong>sgracia mayor, dirás todo a tu marido y<br />

te per<strong>de</strong>rás irremisiblemente. Piensa que te expulsará <strong>de</strong> su casa,<br />

ro<strong>de</strong>ada <strong>de</strong> ignominia; que todo Verrieres, que todo Besan9ón hablarían<br />

<strong>de</strong> este escándalo. Todas las culpas caerán sobre ti y nunca<br />

te rehabilitarás <strong>de</strong> tanta ignominia.<br />

- Eso es lo que busco, dijo poniéndose <strong>de</strong> pie I Sufriré J i<br />

Mejor.<br />

- Con ese escándalo labrarás también la <strong>de</strong>sgracia <strong>de</strong> tu esposo.<br />

- Pero humillándome, arrojándome yo misma al fango, quizás<br />

salve a mi hijo. Esta humillación a la vista <strong>de</strong> todos, será una penitencia<br />

pública. ¿ No es esto el mayor sacrificio a los ojos <strong>de</strong> Dios?<br />

i Quizás quiera admitirlo como pago <strong>de</strong>l pecado, y <strong>de</strong>jarme con vida<br />

a mi hijo J Indícame un sacrificio más penoso y lo aceptaré a ciegas,<br />

sin discutirlo.<br />

- Déjame castigarme. Yo también soy culpable ¿ Quieres que<br />

me haga trapense? 1 Quizás la austeridad <strong>de</strong> esta vida aplaque a


ROJO Y NEGRO 111<br />

Dios ... ! ¿ Por qué, Cielos, no pasas la enfermedad <strong>de</strong>l niI10 a mi<br />

cuerpo I<br />

- 1 Ah ! tú también lo quieres ... dijo ella arrojándose en los brazos<br />

<strong>de</strong> Julián.<br />

Al mismo tiempo lo rechazó con horror.<br />

- Te creo, te creo, exclamó ponióndose <strong>de</strong> rodillas, mi único<br />

amigo. ¿ Porqué no serás tú el padre <strong>de</strong> Estanislao ? Entonces no<br />

sería un horrible pecado amarte más que a tu hijo.<br />

- ¿ Quieres permitirme que me que<strong>de</strong>, y que en a<strong>de</strong>lante no te<br />

ame más que como un hermano? Será la sola expiación razonable.<br />

Podrá calmar la cólera <strong>de</strong>l Todopo<strong>de</strong>roso<br />

- ¿ y yo ? contestó ella, levantándose y cogiendo 'Ia cabeza <strong>de</strong><br />

Julián entre sus dos manos, y teniéndola distanciada ante sus ojos,<br />

¿ y yo? ¿ Te quelTé como a un hermano? ¿ Estará en mis fuerzas<br />

po<strong>de</strong>r amarte como a un hermano?<br />

Julián no pudo contener sus lágrimas.<br />

- Te obe<strong>de</strong>ceré, dijo, <strong>de</strong>jándose caer a sus pies. Te obe<strong>de</strong>ceré<br />

sea lo que fuere lo que or<strong>de</strong>nes; es todo lo que me queda que hacer.<br />

Mi entendinúento está ciego; no veo ningún camino que segllir;<br />

si me marcho, cuentas todo a tu marido, y te pier<strong>de</strong>s, al mismo tiempo<br />

que labras su ruína. Jamás, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> semejante ridículo, será<br />

elegido diputado. Si me quedo, creerás que soy la causa <strong>de</strong> la muerte<br />

<strong>de</strong> tu hijo, y te volverás loca. ¿ Quieres que pruebe a alejarme? Si<br />

quieres, me castigaré por nuestro pecado separándome <strong>de</strong> tí durante<br />

ocho días, que pasaré en el retiro que me impongas; en la abadía <strong>de</strong><br />

Bray-el-Alto, por ejemplo. Pero jura que durante mi ausencia no<br />

dirás nada a tu marido. Piensa en que si hablas, no podría yo volver<br />

más.<br />

Ella lo prometió; ]uJián se marchó, pero, al cabo <strong>de</strong> dos días<br />

tuvo que volver <strong>de</strong> nuevo obe<strong>de</strong>ciendo a su llamada.<br />

- Me es imposible sin ti cumplir mi juramento. Terminaré por<br />

hablar <strong>de</strong> nuestro secreto a nú marido si tú no estás cerca <strong>de</strong> mi<br />

para imponerme silencio con tus miradas. Cada hora <strong>de</strong> esta horrible<br />

vida me parece que dura un día.<br />

Por fin el cielo tuvo lástima <strong>de</strong> aquella <strong>de</strong>sgraciada madre, y pocos<br />

días <strong>de</strong>spués, Estanislao estaba fuera <strong>de</strong> peligro. Pero el hielo estaba<br />

roto ; su conciencia tenía noción <strong>de</strong> la extensión <strong>de</strong> su pecado. y<br />

ya no pudo recobrar el equilibrio.<br />

Los remordinúentos quedaron y fueron lo que <strong>de</strong>blan ser en aquel


ROJO Y NEGRO 113<br />

En medio <strong>de</strong> aquella, a lternativas <strong>de</strong> amor, <strong>de</strong> miedo, <strong>de</strong> placer,<br />

d , remordimie ntos, los días t rauscurrían para ella con la rapi<strong>de</strong>z <strong>de</strong>l<br />

rayo, Juliá n perdíó la custumbre <strong>de</strong> reflexi onar.<br />

- I'icn,o que no ¡iene us ted consid erac ion ni am istad por mi.. .<br />

(Pág. 128) .<br />

Elisa, la doncella , fué a Verrieres a ocuparse <strong>de</strong> un pleito que tenía<br />

pendiente. Allí encontró a l selior Valenod muy p icado contra Juliá I.<br />

La joven había tomado odio al preceptor, y le hablaba <strong>de</strong> él a menudo.


CAPITULO XX<br />

LAS CARTAS ANONIMAS<br />

Al dar las doce, abandonaron el salón, y Julián tuvo ocasión <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>cir a su amiga:<br />

- No nos veamos esta noche; tu marido tiene sospechas. Juraría<br />

que la carta larga, que leía suspirando, es una carta anónima.<br />

Afortunadamente Julián se encerraba con llave en su habitación.<br />

La señora Renal tuvo la loca i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que esta historia no era sino<br />

un pretexto para <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> verla aquella noche. Perdió la cabeza<br />

por completo, ya la hora acostumbrada fué a la puerta <strong>de</strong>l dormitorio<br />

<strong>de</strong>l joven. Julián, que oyó ruido en el pasillo, apagó la luz en aquel<br />

instante. Oyó que hacían esfuerzos para abrir la puerta, pero ¿ era la<br />

señora Renal? ¿ era un marido celoso?<br />

Al día siguiente, la cocinera que J ulián protegía, le traj o un libro<br />

sobre la cubierta <strong>de</strong>l cual vió escritas en italiano, estas palabras:<br />

Guardate alJa pagina 130 (mire la página 130) .<br />

Julián tembló a causa <strong>de</strong> la impru<strong>de</strong>ncia cometida; buscó la página<br />

130 y allí encontró, asegurada con un alfiler, la siguiente carta<br />

escrita <strong>de</strong> prisa, bañada en lágrimas y sin la menor ortografía. Ordinariamente<br />

la señora Renal escribía bien, y Julián, enternecido por<br />

estos <strong>de</strong>talles, olvidó la terrible impru<strong>de</strong>ncia.<br />

« ¿ No has querido recibirme esta noche? Hay momentos durante<br />

los cuales creo que nunca he leído hasta el fondo <strong>de</strong> tu alma. Tus<br />

miradas me asustan, y tengo miedo <strong>de</strong>ti, 1 Dios mío! ¿No me has amado<br />

nunca? En ese caso <strong>de</strong>seo que mi marido <strong>de</strong>scubra muestras amores<br />

y que me encierre en una prisión eterna, en el campo, lejos <strong>de</strong> mis<br />

hijos. Quizás Dios lo haya dispuesto así. Moriría muy pronto, pero,<br />

tú serías un monstruo. ))<br />

« ¿ No me amas? ¿ estás cansado <strong>de</strong> mis locuras, <strong>de</strong> mis remordimientos,<br />

impío? ¿ Quieres per<strong>de</strong>rme? Te doy un medio fácil. Ve,<br />

enseña esta carta en todo Verrieres, o mejor, solamente a Valenod.


11 6 ROJO Y NEGRO<br />

Dile que te amo, pero no, no pronuncies tal blasfemia: dile que te<br />

adoro, que la vida no ha empezado para mi hasta el día en que te<br />

vi; que en los momentos <strong>de</strong> mi juventud, aun en los <strong>de</strong> mayor locura,<br />

no había podido imaginar la felicidad que te <strong>de</strong>bo. Que te he sacrificado<br />

mi vida, que te sacrifico mi alma; ya sabes que te sacrifico<br />

más aun.<br />

" ¿ Pero entien<strong>de</strong> ese hombre <strong>de</strong> sacrificios? Dile, para exasperarlo,<br />

que <strong>de</strong>safío a todos los malvados, que para mi en el mundo no<br />

hay mas que una sola <strong>de</strong>sgrac:a ; el temor <strong>de</strong> ver cambiar al hombre<br />

que me sujeta a la vida. I Qué dicha para mi sería per<strong>de</strong>rla ofreciendosela<br />

en sacrificio, y no temer, eu a<strong>de</strong>lante, nada por mis hijos!<br />

" No tengas duda amigo mio, si hay an6nimo, viene sin duda<br />

alguna <strong>de</strong> ese ser odioso qne durante seis años me ha perseguido con<br />

su voz bronca, y el relato <strong>de</strong> sus saltos a caballo, con su fatuidad y<br />

con la eterna enumeración <strong>de</strong> t odas sus habilida<strong>de</strong>s.<br />

,,¿ Hay una carta anónima? Pícaro. Esoera lo que yo quería discutir<br />

contigo. Pero no ; has hecho bien. Al estrecharte entre mis brazos,<br />

quizás por última vez, no hubiera tenido la tranquilidad necesaria<br />

para discutir tan fria mente como lo hago estando sola. Des<strong>de</strong> este<br />

instante, nuestra felicidad no será tan fácil. ¿ Será esto una contrariedad<br />

para tí ? Sí, los días en que no recibas <strong>de</strong>l señor Fouqué algún<br />

libro interesante. El sacrificio ya está hecho. Mañana, haya o no carta<br />

anónima, yo también diré a mi marido que he recibido una y que<br />

hay que hacerte un puente <strong>de</strong> oro, encontrar algun pretexto razonable,<br />

y si n retraso enviarte a casa <strong>de</strong> tus padres.<br />

" I Ay ! querido amigo I Vamos a estar separados quince días, un<br />

mes quizás. i Te hago justicia, y pienso que sufrirás tanto como yol<br />

Pero en fin, este es el único medio <strong>de</strong> contrarrestrar el efecto <strong>de</strong> la<br />

carta anónima. No es la primera que mi marido ha recibido, sobre mi<br />

persona. I Cuanto me reía entonces I<br />

" La norma <strong>de</strong> mi conducta es hacer creer a mi marido que la carta<br />

proviene <strong>de</strong> Valenod; tengo, a<strong>de</strong>más, la evi<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> que él es el<br />

autor <strong>de</strong> ella. Si te marchas <strong>de</strong> la casa, no <strong>de</strong>jes <strong>de</strong> ir a establecerte<br />

en Verrieres. Obraré <strong>de</strong> manera que mi marido se resuelva a que<br />

pasemos quince días allí, a fin <strong>de</strong> <strong>de</strong>mostrar a esos imbéciles que<br />

entre él y yo no hay frialdad. Cuando estés en Verrieres, procura amist<br />

arte con todo el mundo, hasta con los liberales. Yo bien sé que t odas<br />

esas damas te buscarán.<br />

u No vayas a disgustarte con Valenod, ni mucho menos a cortarle


ROJO Y NEGRO 117<br />

las orejas como <strong>de</strong>cías un día. Sé, por el contrario, todo lo amable<br />

que puedas con él, pues 10 esencial, a migo mío, es que diga por Verrieres<br />

que vas a entrar en su casa o en la <strong>de</strong> otro, como preceptor <strong>de</strong><br />

sus hijos.<br />

" Yeso es justamente lo que mi marido no consentirá. Y aun que<br />

se <strong>de</strong>cidiera a ello, por lo menos habitarías Verrieres y yo te vería <strong>de</strong><br />

vez en cuando, al mismo tiempo que mis hij os que te aman tanto.<br />

¿ Cómo acabará todo esto? - Mi cerebro se extr· vía ... En fin, ya<br />

sabes lo que tienes que h "cer. Sé amable, cortés, atento para esos<br />

glOseros personajes. Te lo pido <strong>de</strong> rodillas, pues ellos van a ser los<br />

árbitros <strong>de</strong> muestra suerte. No t engas dudas <strong>de</strong> que mi marido<br />

obrará respecto a ti, como se lo indique la opinión pública.<br />

" Tú mismo me has <strong>de</strong> escribir la carta anónima. Revistete <strong>de</strong><br />

paciencia, toma unas tijeras, corta <strong>de</strong> un libro las palabras que a<br />

continuación leerás, engómalas y pégalas al papel azulado que te<br />

adjunto y que proviene <strong>de</strong> Valenod. Como. seguramente registrarán<br />

tu habitación, quema las páginas <strong>de</strong>l libro que hayas mutilado. Si no<br />

encontraras las palabras ya compuestas, ten la paciencia <strong>de</strong> formarlas<br />

letra por letra. Para evitarte trabajo, hago la carta lo más corta<br />

posible. I Ay ! si no me amas ya, como temo, qué larga ha <strong>de</strong> parecerte'<br />

la mía!<br />

« Señora,<br />

CARTA ANONIMA<br />

« Todas sus maniobras son conocidas pero las personas que tienen<br />

interés en reprimirlas, están ya prevenidas. Por un resto <strong>de</strong> amistad<br />

hacia usted la invito a <strong>de</strong>shacerse lo antes posible <strong>de</strong>l campesino.<br />

Si es usted lo bastante discreta para obrar como le indico, su marido<br />

<strong>de</strong> usted creerá que el aviso que ya ha recibido es falso, y le <strong>de</strong>jaremos<br />

en su error. Piense en que poseo su secreto, y tiemble, <strong>de</strong>sgraciada.<br />

En este momento tiene usted que andar <strong>de</strong>recha y hacer lo que<br />

le man<strong>de</strong> n.<br />

« Cuando hayas terminado <strong>de</strong> copiar las palabras que forman esta<br />

carta ¿ has reconocido en eIJa las palabras usuales <strong>de</strong>l Director <strong>de</strong>l<br />

asilo? sal <strong>de</strong> la casa, que ya procuraré yo encontrarme contigo.<br />

, Iré al pueblo y volveré con el rostro turbado, y en realidad, lo<br />

estaré. I Dios mio! i cuanto arriesgo, solamente porque has creído


118 ROJO Y NEGRO<br />

adivinar que Renal ha recibido una carta anónima ! En fin, con la<br />

cara alterada, entregaré a mi marido esta carta que un <strong>de</strong>sconocido<br />

me habrá dado. En cuanto a ti, ve a pasearte acompañado <strong>de</strong> los<br />

niños por los caminos <strong>de</strong>l bosque, y no vuelvas hasta la hora <strong>de</strong><br />

• Des<strong>de</strong> las rocas pue<strong>de</strong>s ver la torre <strong>de</strong>l palomar <strong>de</strong> nuestra casa.<br />

Si los asuntos marchan bien, haré aparecer alli un pañuelo blanco, y<br />

en caso contrario, nada.<br />

« ¿ Tu ingrato corazón, encontrará la ocasión <strong>de</strong> <strong>de</strong>cirme que me<br />

quiere antes <strong>de</strong> salir para este paseo ? Suceda lo que quiera pue<strong>de</strong>s<br />

est ar seguro <strong>de</strong> que no viviré ni un día <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> nuestra separación<br />

<strong>de</strong>finitiva. I Ah ! I mala madre! I No hagas caso <strong>de</strong> las palabras que<br />

acabo <strong>de</strong> escribir, Julián ! No me doy cuenta <strong>de</strong> ellas, pues solo en t i<br />

puedo pensar en estos instantes. No las he escrito sino para que nc<br />

me creas digna <strong>de</strong> reproches. Ahora que me veo próxima a per<strong>de</strong>rte<br />

¿ por qué he <strong>de</strong> ocultar mis sensaciones? Sí; aunque mi alma te<br />

parezca monstruosa, no puedo mentir al hombre que adoro. Te<br />

perdono si no me amas ya. No tengo tiempo <strong>de</strong> volver a leer mi carta .<br />

E s muy poco, a mi manera <strong>de</strong> ver, pagar con la vida los momentos<br />

que he pasado entre tus brazos. Tú sabes que me costarán muy<br />

caros. 1I<br />

CAPITULO XXI<br />

DIALOGO CON UN AMO<br />

Con un placer <strong>de</strong> niño, durante una hora estuvo Julián reuniendo<br />

palabras. Al salir <strong>de</strong> su habitación, encontró a sus discípulos acompañados<br />

<strong>de</strong> su madre, quien tomó la carta con una sencillez y un valor<br />

cuya calma le asustó:<br />

I - ¿ Está bastante seca la goma? le preguntó.<br />

¿ Era aquella la mujer a quien el remordimiento volvía loca?<br />

pensó. ¿ qué proyectos combina en estos instantes? Era <strong>de</strong>masiado<br />

orgulloso para preguntarle nada sobre este particular, pero jamás<br />

le había agradado_tanto,


120 ROJO Y NEGRO<br />

consoló; pues la verdad era, que su casa <strong>de</strong> campo se veía <strong>de</strong>s<strong>de</strong> tres<br />

o cuatro leguas antes <strong>de</strong> llegar a ella, COIl gran <strong>de</strong>trimento <strong>de</strong> las<br />

casas <strong>de</strong> ca mpo vecinas a las cuales se les había <strong>de</strong>jado el color gris<br />

dado por el tiempo.<br />

E l señor Renal podía contar con la piedad y las lágrimas <strong>de</strong> uno<br />

<strong>de</strong> sus a migos,el mayordomo <strong>de</strong> la parroquia; pero este era un imbécil<br />

a quien todo hacía llorar. Y sin embargo, aquel hombre era su único<br />

(onsuelo.<br />

" ¿ Dón<strong>de</strong> hay una <strong>de</strong>sgracia comparable a la mía , exclamaba con<br />

ira? i qué aislamiento' ¿ Es posible, continuaba aquel hombre, realmente<br />

digno <strong>de</strong> compasión, es posible que en mi infortunio no<br />

encuentre una persona a quien pedir consejo? Porque me doy perfectamente<br />

cuenta <strong>de</strong> que mi razón se extravía! i Ah, Falcoz, ah<br />

Ducroz! exclamaba amargamente. Eran los nombres <strong>de</strong> dos amigos<br />

<strong>de</strong> la niñez a los cuales había alejado <strong>de</strong> su intimidad en fu erza <strong>de</strong><br />

ser altivo con ellos, en 1814 : no eran nobles y había él querido cambiar<br />

el tono <strong>de</strong> igualdad en que vivían <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la infancia.<br />

n ¿ Quién me habría dicho que con mi rango, mi dinero, y mis<br />

cruces, hubiera <strong>de</strong> sentir un día amargamente lo que hice' "En aquellos<br />

accesos <strong>de</strong> cólera, unas veces contra él mismo y otras contra los que<br />

le ro<strong>de</strong>aban, pacó la horrible noche. Afortunadamente no tuvo la<br />

i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> espiar a su mujer.<br />

" Estoy acostumbrado a Luísa, <strong>de</strong>cía; conoce todos mis asuntos;<br />

si yo estuviera libre para casarme mañana mismo, no encontraría<br />

a otra persona para reemplazarla. Y ent onces se consolaba con la<br />

i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que su mujer era inocente. Aquella manera <strong>de</strong> ver las cosa.s,<br />

no le ponía en la necesidad <strong>de</strong> <strong>de</strong>mostrar su energía y lo arreglaba<br />

todo. I Cuantas mujeres calumniadas hemos visto!<br />

I Pero cómo! exclamaba <strong>de</strong> repente poniéndose a pasear con agitación,<br />

¿ sería yo capaz <strong>de</strong> tolerar, como un cualquiera. queen nlis narices<br />

viniera a burlarse <strong>de</strong> mí con su amante? ¿ Daré m otivo a que todo<br />

Verrieres se ría <strong>de</strong> mí ? ¿ Cuantas cosas no se han dicho sobre Charmier?<br />

(Este era un hombre notori amente engañado por su esposa).<br />

Cuando se le n ombra ¿ no aparecen sonrisas en todos los labios ?<br />

Es un buen abogado, y sin embargo nadie habla <strong>de</strong> sus talentos oratorios.<br />

I Ah ! Charmier, dicen; el Charmier <strong>de</strong> Bernard : se le <strong>de</strong>signa<br />

así porque Bernard es el nombre <strong>de</strong> aquel que la bra su oprobio.<br />

"Gracias a Dios, <strong>de</strong>cía en otros momentos, no tengo hijas, y el<br />

castigo que voy a imponer a la madre, n o será un obstáculo para el


ROJO Y NEGRO 121<br />

porvenir <strong>de</strong> mis hijos. Puedo sorpren<strong>de</strong>r a ese campesino con mi<br />

mujer y matarlos a a mbos, y en ese caso, lo trágico <strong>de</strong> la aventura<br />

borrará <strong>de</strong> ell a lo ridículo. » Esta i<strong>de</strong>a le agradó y la siguió hasta en<br />

sus más ínfimos <strong>de</strong>talles. " El Código Penal está <strong>de</strong> mi parte en este<br />

asunto, y suceda lo que quiera, nuestra congregación y mis amigos,<br />

me salvarán. "Examinó su cuchillo <strong>de</strong> caza que cortaba perfectamente<br />

bien, pero la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> verter sangre le asustó.<br />

I "Puedo m oler a palos a ese preceptor insolente y expulsarlo<br />

luego <strong>de</strong> mi casa; pero,] qué<br />

escándalo en V erríeres y<br />

hasta en toda la circunscripcíón!<br />

" Si no mato a mi mujer<br />

y la ar<strong>rojo</strong> <strong>de</strong> mi casaignominiosamente,<br />

recurrirá a<br />

su tía <strong>de</strong> Besan


12 2 ROJO Y NEGRO<br />

con mi mujer, pensaba, me conozco, y sé que en alguna ocasión <strong>de</strong><br />

aquellas en que me impacienta, le reprocharía su falta; ell a es orgullosa,<br />

nos disgustaríamos y todo esto suce<strong>de</strong>rá antes <strong>de</strong> que here<strong>de</strong><br />

<strong>de</strong> su tía. I Cómo se burlarían <strong>de</strong> mí entonces! Mi mujer quiere a sus<br />

hijos, y todo acabará por ser <strong>de</strong> ellos, pero yo sería la comidilla <strong>de</strong><br />

Verrieres. I Cómo! dirían, i no ha sabido ni aún vengarse <strong>de</strong> sumujer !<br />

¿ No sería mej or contentarme con las sospech as y no mezcla rme<br />

en nada más ? P ero en ese caso, me ato las manos y en el porvenir<br />

no podré reprocha rle nada. »<br />

A los pocos minutos el señor Renal, a quien su orgull o herido<br />

molestaba, recordaba con esfuerzo los medios citados en el billa r<br />

<strong>de</strong>l Casino O Círculo <strong>de</strong> N ob/es, <strong>de</strong> Verrieres, cuando algún discurseador<br />

interrumpe la partida para reir a costa <strong>de</strong> un marido burlado. I Qué<br />

crueles le parecían en aquel momento aquellas bromas I<br />

¿ Por qué mi mujer no estará muerta ? En ese caso yo sería invulnerable<br />

por el ridiculo. ¿ Por qué no seré viudo? Iría a pasar seis<br />

meses a París, ro<strong>de</strong>ado <strong>de</strong> la mejor sociedad. »<br />

Después <strong>de</strong> aquel momento <strong>de</strong> felicidad conseguido en su imaginación<br />

a cost a <strong>de</strong> la v iu<strong>de</strong>z, volvió a pensar en los medios <strong>de</strong> <strong>de</strong>scubrir<br />

la verdad. A media noche, cuando todo el mundo estuviese durmiendo,<br />

esparcirla una leve capa <strong>de</strong> tierra <strong>de</strong>la nte <strong>de</strong> la puerta <strong>de</strong> la habitación<br />

<strong>de</strong> Julián, y por la mañana, al a manecer. vería las huellas <strong>de</strong> sus<br />

pasos.<br />

» Pero ese medio es m alo, exclamó en seguida encolerizado ; esa<br />

maldita E lisa lo advertirla y se sabría enseguida en t oda la casa que<br />

est oy celoso. »<br />

En otro cuento referido en el Casino, un m arido se enteró <strong>de</strong> su<br />

<strong>de</strong>shonra pegando con un poco <strong>de</strong> cera un cabello a la puerta <strong>de</strong> la<br />

habitación <strong>de</strong> su mujer y otro en la <strong>de</strong>l dormitorio <strong>de</strong> su amante.<br />

Después <strong>de</strong> muchas horas <strong>de</strong> cavilaciones, le pareció este el mejor<br />

procedimiento, y se prometió ponerlo en práctica. En el mismo inst<br />

ante encontró en la revuelta <strong>de</strong> una avenida, a la mujer que hubiera<br />

querido ver muerta.<br />

H abía ido a oir misa en la iglesia <strong>de</strong> Vergy. Una tradición muy<br />

dudosa para la inteligencia <strong>de</strong>l frío fil ósofo, pero a la cual ella daba<br />

crédito, suponía que la pequeña iglesia don<strong>de</strong> oficían en nuestros<br />

días, era en ot ros tiempos, la capilla <strong>de</strong>l castillo <strong>de</strong>l señor <strong>de</strong> Vergy.<br />

Esa i<strong>de</strong>a obsesionó a la señora Rena l durante t odo el tiempo que<br />

permaneció en la iglesia, porque constantemente veía a su ma rido


ROJO Y NEGRO 1 2 3<br />

matando en una partida <strong>de</strong> caza a ]ulián, como por acci<strong>de</strong>nte y en<br />

seguida, por la noche, haciéndola comer su corazón .<br />

" I\'¡¡ <strong>de</strong>stino <strong>de</strong>pen<strong>de</strong> <strong>de</strong> lo que piense cuando me oiga. Después <strong>de</strong><br />

ese fatal cuart o <strong>de</strong> hora, quizás no encuentre ocasión para hablarle:<br />

no es un ser pru<strong>de</strong>nte guiado por la razón, en cuyo caso podría prever<br />

lo que va a <strong>de</strong>cir o a hacer. El <strong>de</strong>cidirá <strong>de</strong> nuestro futuro, como<br />

tiene <strong>de</strong>recho a hacerlo: pero ese futuro está en mi mano, en mi<br />

habilidad para dirigir los pensamientos y las acciones <strong>de</strong> semejante<br />

autómata, a quien la cólera vuelve ciego y le impi<strong>de</strong> ver la mitad <strong>de</strong><br />

las cosas. I Dios mio! Necesito talento, presencia <strong>de</strong> ánimo, sangre<br />

fria .. . l. Dón<strong>de</strong> encontrarlos?<br />

Como por encanto encontró la calma al entrar en el jardín y ver<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> lejos a su esposo. Sus cabellos y sus <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>nados vestidos<br />

<strong>de</strong>cían claramente que no se había acostado. E ll a le entregó una<br />

carta, abierta, mas doblada. El sin abrirla, miraba a su mujer con<br />

ojos <strong>de</strong> loco.<br />

- He aquí una abominación, dijo ella, que un hombre <strong>de</strong> mala<br />

cat adura que preten<strong>de</strong> conocerte y est arte agra<strong>de</strong>cido, me ha entregado<br />

al pasar p or <strong>de</strong>trás <strong>de</strong>l jardin <strong>de</strong> casa <strong>de</strong>l notario .. Exijo <strong>de</strong><br />

usted que sin previo aviso, sin ret raso, envíe a sus padres al preceptor.<br />

La señora Renal se apresuró a <strong>de</strong>cir aquello t al vez antes <strong>de</strong>l<br />

momento oportuno, para evitarse la horrible perspectiva <strong>de</strong> tener<br />

que <strong>de</strong>cirlo luego.<br />

Gran<strong>de</strong> fu é su alegría al compren<strong>de</strong>r el placer que esta proposición<br />

causaba a su marido. En la fij eza ansiosa <strong>de</strong> la mirada que su<br />

esposo le dirigió, comprendió que ]ulián había adivinado la verdad.<br />

En vez <strong>de</strong> afligirse por esa <strong>de</strong>sgracia positiva, ,, ¡ qué genio! pensó,<br />

¡ qué perfecto t acto! ¡ yen un hombre tan joven. aún sin experiencia !<br />

¿ A qué no llegará con lo que vale? ¡ Ay I ¡ Sus triunfos, quizás le<br />

hagan que me olvi<strong>de</strong>! "<br />

Ese pequeño homenaje al hombre amado, le <strong>de</strong>volvió totalmente<br />

la serenidad, y se felicitó <strong>de</strong>l paso que había dado. «No he sido indigna<br />

<strong>de</strong> Julián » p ensó con dulce voluptuosidad.<br />

Sin <strong>de</strong>cir palabra 'para no comprometerse, el señor R enal, examinaba.<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> leída, la carta que, como recordarán nuestros lectores,<br />

estaba escrita sobre papel azulado y cuyo contenido estaba formado<br />

con palabras impresas. • De todos modos, aún se burlan <strong>de</strong> mí ,<br />

pensó el marido, rendido <strong>de</strong> cansancio.


126 ROJO Y NEGRO<br />

- Me guardaré muy bien <strong>de</strong> hacerlo, le respondió su mujer con<br />

dulzura rayana en el abandono. Se las ensei'iaré algún día, cuando<br />

esté usted más tranquilo.<br />

- i Ahora mismo! exclamó el señor Renal ébrio <strong>de</strong> cólera, y sin embargo<br />

más feliz que durante las doce últimas horas.<br />

- ¿ Me jura usted no tener nunca un disgusto con el director<br />

<strong>de</strong>l Asilo, a propósito <strong>de</strong> esas cartas ?<br />

- Con disgusto o sin él puedo quitarle la administración <strong>de</strong> los<br />

niños abandonados. Pero, continuó enfurecido, quiero ver esas cartas<br />

inmediatamente. ¿ Dón<strong>de</strong> están?<br />

- En un cajón <strong>de</strong> mi secreter, pero a buen seguro no le daré la<br />

llave.<br />

- Yo sabré romperlo, dijo dirigiéndose a la habitación <strong>de</strong> su mujer.<br />

Rompió en efecto, valiéndose <strong>de</strong> una palanca <strong>de</strong> hierro, el cajón <strong>de</strong><br />

un precioso secreter <strong>de</strong> caoba, traído <strong>de</strong> París, que él limpiaba a<br />

menudo con el faldon <strong>de</strong> su levita, cuando creía ver en él alguna<br />

mancha.<br />

La señora Renal había subido, corriendo, los ciento veinte escalones<br />

que conducían al palomar, y ató su pañuelo blanco a uno <strong>de</strong> los barrotes<br />

<strong>de</strong> la ventana. Era en aquel momento la más feliz <strong>de</strong> las mujeres. Con<br />

lágrimas en los ojos, miraba hacia los espesos bosques <strong>de</strong> la montaña;<br />

sin duda se <strong>de</strong>cía, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> uno <strong>de</strong> esos gigantescos árboles,<br />

Julián espía este mensajero <strong>de</strong> felicidad. Durante algún tiempo,<br />

procuró oir algo, maldijo el canto <strong>de</strong> las cigarras y <strong>de</strong> los pájáros,<br />

que impedían oir el grito <strong>de</strong> alegría, que, <strong>de</strong>bía salir <strong>de</strong><br />

aquella inmensa pendiente <strong>de</strong> verdura sombría y lisa como una pra<strong>de</strong>ra,<br />

que forman las copas <strong>de</strong> los árboles. " ¿ Cómo no se le ocurre<br />

inventar cualquier señal que me haga ver que su dicha es igual a la<br />

mía ? No bajó <strong>de</strong>l palomar hasta que tuvo miedo <strong>de</strong> que su marido<br />

viniera a buscarla allí.<br />

Lo encontró furioso. Leía las anodinas frases <strong>de</strong>l señor Valenod,<br />

poco acostumbradas a ser leídas con tanta atención.<br />

Aprovechando un momento durante el cual las exclamaciones <strong>de</strong><br />

su marido le <strong>de</strong>jaban la posibilidad <strong>de</strong> hacerse oir, dijo:<br />

- Vuelvo siempre a mi primera i<strong>de</strong>a. Conviene que Julián emprenda<br />

un viaje. Por mucho talento que tenga para enseñar latín,<br />

no por eso <strong>de</strong>ja <strong>de</strong> ser un campesino tosco y sin tacto. Todos los días,<br />

dándoselas <strong>de</strong> discreto me dirige cumplidos exagerados y <strong>de</strong> mal<br />

gusto, que apren<strong>de</strong> <strong>de</strong> memoria en las novelas.


128 ROJO Y NEGRO<br />

vengarse <strong>de</strong> la superioridad manifiesta que sobre ellos tiene usted;<br />

piense que en 1816, ha contribuido usted mismo a ciertas <strong>de</strong>tenciones.<br />

Aquel hombre refugiado bajo su techo ..<br />

- Pienso que usted no tiene miramientos ni amistad por mí,<br />

exclamó el señor Renal con toda la amargura que <strong>de</strong>spertó en él<br />

aquel recuerdo. l Y no he llegado a ser Par!<br />

- Creo, amigo mio, dijo su mujer, sonriendo, que seré más rica<br />

que usted, que soy su compañera <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hace doce años, y que por<br />

todos es?s títulos, <strong>de</strong>bo tener voz y voto, y sobre todo en el asunto<br />

<strong>de</strong> hoy. Si usted prefiere a mí a un señor Julián, estoy dispuesta a<br />

pasar el invierno en casa <strong>de</strong> mi tía.<br />

Aquellas palabras fueron pronunciadas oportunamente. Se vela<br />

en ella una <strong>de</strong>cisión que procuraba ser correcta, y que <strong>de</strong>cidió al<br />

señor Renal. Mas, siguiendo la costumbre <strong>de</strong> la provincia, habló aún<br />

dos ó tres veces volviendo a repetir todos sus argumentos. Su mujer<br />

le <strong>de</strong>jaba hablar; aún se notaba cierta cólera en sus palabras. Al<br />

cabo, dos horas <strong>de</strong> inútil charla agotaron las fu erzas <strong>de</strong> un hombre<br />

que había soportado un estado horrible <strong>de</strong> excitación durante toda<br />

la noche, y fijó <strong>de</strong>finitivamente la línea <strong>de</strong> conducta que había <strong>de</strong><br />

seguirse respecto a Valenod, JuliáI) y Elisa.<br />

Una o dos veces, en el transcurso <strong>de</strong> esta escena, la señora Renal<br />

estuvo a punto <strong>de</strong> sentir alguna simpatía por el dolor evi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong><br />

aquel hombre que durante doce años habla sido su compañero; pero<br />

las verda<strong>de</strong>ras pasiones son egoístas. A<strong>de</strong>más, esperaba a cada<br />

momento la <strong>de</strong>claración <strong>de</strong> que él había recibido otra carta anónima<br />

y esa <strong>de</strong>claración no llegó. Faltaba, para asegurar su tranquilidad,<br />

conocer las i<strong>de</strong>as que hablan sugerido al hombre <strong>de</strong>l cual <strong>de</strong>pendía<br />

su porvenir; porque, en provincias, los maridos son dueños abso·<br />

lutos <strong>de</strong> la opinión. Un marido que se queja, se cubre <strong>de</strong> ridículo,<br />

cosa cada dla más frecuente en Francia; pero su mujer, si él no le da<br />

dinero, cae en el estado <strong>de</strong> obrera a setenta y cinco céntimos por<br />

dla, y aún las buenas almas tienen escrúpulos en emplearlas o admitirlas<br />

a su servicio.<br />

El sentimiento <strong>de</strong>l peligro se <strong>de</strong>spertó vivamente en el ánimo <strong>de</strong><br />

la señora Renal al entrar en sus habitaciones. Quedó sorprendida<br />

ante el <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n en que encontró su dormitorio: las cerraduras <strong>de</strong><br />

todos sus <strong>de</strong>licados muebles, hablan sido rotas; varias planchas <strong>de</strong>l<br />

suelo, levantadas." I No hubiera tenido piedad<strong>de</strong>uú,pensó! l Cuando<br />

uno <strong>de</strong> los niños entra aqul con los zapatos mojados, se encoleriza.


ROJO Y NEGRO 13 1<br />

muebles en <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n. Julián, queriendo <strong>de</strong>mostrar a Verneles <strong>de</strong> lo<br />

que era cap az un sacerdote, fué a casa <strong>de</strong> su padre a coger una docena<br />

<strong>de</strong> tablas, que llevó él mismo, sobre sus hombros, a todo lo largo <strong>de</strong> la<br />

calle principal <strong>de</strong> la población. Suplicó a un su antiguo compañero<br />

que le prestara herramientas, y muy pronto construyó una biblioteca<br />

en la que colocó or<strong>de</strong>nadamente los libros <strong>de</strong>l cura .<br />

- Yo pensaba que la vanidad mundana te habría corrompido, le<br />

<strong>de</strong>cía el anciano llorando <strong>de</strong> alegría. Esto rescata la niliería aquella<br />

<strong>de</strong> ser guardia <strong>de</strong> honor, que tantos enemigos te creó.<br />

El señor Renal había or<strong>de</strong>nado a Julián que durmiera en su casa.<br />

Nadie sospechó lo que había sucedido. Al tercer día <strong>de</strong> su llegada,<br />

Julián vió subir hacia su habitación la importante silueta <strong>de</strong>l subprefecto<br />

Maugirón. Solamente al cabo <strong>de</strong> dos horas <strong>de</strong> insípida charla y<br />

<strong>de</strong> gran<strong>de</strong>s jeremiadas sobre la maldad <strong>de</strong> los hombres, sobre la<br />

falta <strong>de</strong> probidad en los encargados <strong>de</strong> la Administración pública,<br />

los peligros <strong>de</strong> la pobre Francia, etc., etc., vió Julián apuntar el verdad<br />

ero objeto <strong>de</strong> su visita.<br />

Estaban ya en la escalera a la que había acompañado respetuosamente<br />

el pobre preceptor casi caído en <strong>de</strong>sgracia al futuro prefecto<br />

<strong>de</strong> algún dichoso <strong>de</strong>partamento, cuando a este se le ocurrió ocuparse<br />

<strong>de</strong>l porvenir <strong>de</strong> Julián, <strong>de</strong> alabar su mo<strong>de</strong>ración en los asuntos <strong>de</strong><br />

dinero, etc., etc. En fin, el señor Maugirón, abrazándole con aire<br />

paterJ.lal, le propuso que <strong>de</strong>jara al señor Renal y entrara en casa<br />

<strong>de</strong> un funcionario que tenía niños que educar, y que, como<br />

Filipo, daba gracias a Dios, más que por haberle dado la vida, por<br />

haberles permiti do nacer cerca <strong>de</strong> Julián. El preceptor gozaría <strong>de</strong><br />

ochocientos francos pagados, no <strong>de</strong> mes en mes, cosa que no es noble,<br />

sino por trimestres, siempre a<strong>de</strong>lantados.<br />

Era el tumo <strong>de</strong> Julián, que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hacía una hora, oía, aburrido,<br />

aq uellas proposiciones. Su respuesta fu é perfecta, y sobre t odo,<br />

larga como requerla la ocasión; <strong>de</strong>jaba esperanzas para todo, y<br />

nada afirmaba claramente. En su respuesta, se hubiera podido ver<br />

al mismo tiempo, respeto para el señor Renal, veneración para el<br />

pueblo <strong>de</strong> Verrieres, y agra<strong>de</strong>cimiento hacia el señor Maugirón. El<br />

subprefecto, sorprendido <strong>de</strong> encontrar alguien más disimulado que<br />

él mismo, procuró en vano obtener una respuesta catógorica. Encant<br />

ado Julián con la ocasión q ue le daban <strong>de</strong> ejercitar su t alento, empezó<br />

la respuesta, <strong>de</strong> nuevo, con diferentes palabras, para llegar a los<br />

mismos resultados.


132 ROJO Y NEGRO<br />

jamás un ministro que quiere consumir un final <strong>de</strong> sesión <strong>de</strong> la<br />

Cámara, obró con mayor maestría que el joven precept or.<br />

Apenas solo, julián empezó a reir con alocada alegría. Para aprovechar<br />

su elocuencia habilidosa, escribió una carta <strong>de</strong> nueve páginas,<br />

al señor Renal, en la que le daba cuenta <strong>de</strong> todo lo sucedido y le<br />

pedia consejo humil<strong>de</strong>mente. a E se pillastre se ha marchado sin<br />

<strong>de</strong>cirme el nombre <strong>de</strong> la persona que me ha hecho el ofrecimiento.<br />

Seguramente será Valenod que ve mi <strong>de</strong>stierro en Verrieres como<br />

consecuencia <strong>de</strong> su carta anónima ».<br />

Una vez expedida su eplstola, julián, alegre como un cazador que<br />

a las seis <strong>de</strong> la mañana <strong>de</strong> un hermoso dla <strong>de</strong> otoño cae en un coto<br />

abundante en caza, . salió para pedir consejo al señor Chelán ; mas<br />

antes <strong>de</strong> llegar a la casa <strong>de</strong>l cura, el cielo, que sin duda alguna quería<br />

proporcionarle aquel dia abundantes emociones, le puso en presencia<br />

<strong>de</strong>l señor Valenod, al cual no ocultó que su corazón estaba <strong>de</strong>strozado;<br />

un pobre joven como él, se <strong>de</strong>bla por entero a la vocación<br />

que Dios habia colocado en su espíritu; pero la vocación no estaba<br />

por entero en este mundo que le ro<strong>de</strong>aba. Para trabajar dignamente<br />

en la viña <strong>de</strong>l Señor, y no ser completamente indigno <strong>de</strong> tan sabios<br />

colaboradores, le era preciso instruirse, ilustrarse ; le era necesario<br />

pasar en el Seminario <strong>de</strong> Besanyon dos años <strong>de</strong> estudios muy costosos;<br />

necesitaba, pues, hacer economías, ahorrar algún dinero, lo cual era<br />

mucho más fácil haciendo un contrato <strong>de</strong> ochocientos francos, pagados<br />

por trimestres a<strong>de</strong>lantados, que con seiscient os francos recibidos mes<br />

por mes. Por otro lado, al colocarle el cielo en campañía <strong>de</strong> los hij os<br />

<strong>de</strong>l señor Renal y permitir que les tomara cariñoso alecto ¿ no era<br />

avisarle indirectamente que no <strong>de</strong>bía separarse <strong>de</strong> ellos?<br />

julián adquirió tal perfección en aquel género <strong>de</strong> elocuencia que<br />

habla reemplazado a la rápida oratoria <strong>de</strong>l Imperio, que acabó por<br />

aburrirse él mismo con el tonillo <strong>de</strong> sus palabras.<br />

Al volver a su casa, encontró a un criado <strong>de</strong>l señor Valenod, vestido<br />

<strong>de</strong> librea, que le buscaba por toda la ciudad para entregarle una invit<br />

ación <strong>de</strong> parte <strong>de</strong> su amo, para ir a almorzar aquel mísmo día, a<br />

su casa.<br />

Nunca había estado en casa <strong>de</strong> aquel hombre ; algunos días atrás<br />

sólo pensaba en la manera <strong>de</strong> apalearlo sin riesgo <strong>de</strong> ser procesado.<br />

Aunque la comida estaba señalada para la una, Julián creyó ser más<br />

respetuoso presentándose en el <strong>de</strong>spacho <strong>de</strong>l señor Valcnod a las<br />

doce y media. Lo encontró ro<strong>de</strong>ado <strong>de</strong> una multitud <strong>de</strong> expedientes,


ROJO Y NEGRO 133<br />

y revestido <strong>de</strong> su eterno aspecto <strong>de</strong> hombre importante. Sus pobladas<br />

patillas negras, su enorme cantidad <strong>de</strong> cabellos, su gorro turco colocado<br />

<strong>de</strong> lado sobre el punto más alto <strong>de</strong> su cabeza, su inmensa pipa,<br />

sus bordadas zapatillas, sus pesadas ca<strong>de</strong>nas <strong>de</strong> oro cruzadas en<br />

todos sentidos sobre el pecho y, en fin, todo aquel lujo <strong>de</strong> un financiero<br />

<strong>de</strong> provincia que se cree irresistible, no, impusieron a Julián ;<br />

al contrario le hicieron pensar con más insistencia en los bastonazos<br />

que le <strong>de</strong>bía.<br />

Suplicó le concediera el honor <strong>de</strong> ser presentado a la señora<br />

Valenod, pero esta es hallaba en su tocador y no podla recibirle.<br />

En compensación tuvo el honor <strong>de</strong> asistir al tocado <strong>de</strong>l señor Director<br />

<strong>de</strong>l Asilo. En seguida, fueron ambos a las habitaciones <strong>de</strong> la dueña<br />

<strong>de</strong> la casa, quien presentó a Julian los niños, enternecida casi hasta<br />

el llanto. Aquella mujer, una <strong>de</strong> las más importantes <strong>de</strong> Verrieres,<br />

tenia un robusto aspecto hombruno; trala la cara embadurnada <strong>de</strong><br />

color, que habíase puesto ex pro/eso para aquella ceremonia. En la<br />

presentación, empleó toda la empalagosa ternura maternal <strong>de</strong> que<br />

era capaz.<br />

Julián pensaba en la señora Renal. Su <strong>de</strong>sconfianza no le <strong>de</strong>jaba<br />

susceptibilidad más que para ese género <strong>de</strong> recuerdos que son evocados<br />

por los contrastes; pero en aquellos momentos, se sentía conmovido<br />

tiernamente. Aquella disposición <strong>de</strong> ánimo fué exaltada por<br />

el aspecto <strong>de</strong> la casa <strong>de</strong>l señor Valenod, que le hicieron visitar. Allí<br />

todo era suntuoso y nuevo, y le hicieron conocer el precio <strong>de</strong> cada<br />

mueble ; mas Julián encontró en todo aquello algo <strong>de</strong> innoble y que<br />

oJ[a a dinero robado.<br />

El cobrador <strong>de</strong> contribuciones, el hombre <strong>de</strong> los impuestos indirectos,<br />

el oficial <strong>de</strong> la gendarmería y otros dos ó tres funcionarios<br />

públicos llegaron acompañados <strong>de</strong> sus esposas. A estos, siguieron<br />

algunos liberales ricos. Anunciaron la comida. Julián, muy predispuesto<br />

en contra <strong>de</strong> toda aquella gente, no pudo menos <strong>de</strong> pensar que<br />

al otro lado <strong>de</strong>l muro <strong>de</strong>l comedor, se encontraban varios infelices <strong>de</strong>tenidos,<br />

sobre cuyas raciones <strong>de</strong> carne se habla sisado para adquirir<br />

todo aquel lujo <strong>de</strong> mal gusto con el que querían fascinarle.<br />

« Quizás en este momento tienen hambre, "pensó; y su garganta<br />

se cerró hasta el punto <strong>de</strong> serle imposible comer y casi hablar. Aún<br />

fué bastante peor un cuarto <strong>de</strong> hora <strong>de</strong>spués; <strong>de</strong> vez encuando se<br />

oian a lo lejos algunas notas <strong>de</strong> una canción popular, un poco atrevida<br />

que cantaba uno <strong>de</strong> los <strong>de</strong>tenidos; el señor Valcnod miró fija-


136 ROJO Y NEGRO<br />

su casa, <strong>de</strong> su hacienda , sin d ecir constantemente, si la mujer se<br />

encuentra presente, lu casa, lu huerta, 111 jardín.<br />

Aquella mujer, t an sensi ble aparentemente al placer <strong>de</strong> la propiedad,<br />

habia reprendido <strong>de</strong> un modo abominable a un criado, durante<br />

la comida, porque había rot o una copa <strong>de</strong> cristal y <strong>de</strong>scompletado<br />

u na <strong>de</strong> sus docenas; el criado le respondió con insolencia.<br />

" I Qu¿ contraste! pen saba Julián; aunque me dieran la mitad <strong>de</strong><br />

todo lo que r oban, no viviría con esa gente. Algún dia me haría<br />

traición yo mismo, no pudiendo contener el <strong>de</strong>sprecio que me producen!<br />

n<br />

Le fu é necesario, a pesar <strong>de</strong> ello, para obe<strong>de</strong>cer a la señora Renal,<br />

asistir a varios banquetes <strong>de</strong> la misma clase. Julián se habia puesto<br />

<strong>de</strong> moda. Le perdonaron su traje <strong>de</strong> guardia <strong>de</strong> honor y quizás<br />

aquella impru<strong>de</strong>ncia fu era la causa <strong>de</strong> los h alagos que hoy se le hacían.<br />

A los pocos días, solo se tr"ataba en Verrieres <strong>de</strong> ver quien vencería en<br />

la lucha que se habia establecido para obtener al joven sabio, entre<br />

el señor Renal yel Director <strong>de</strong> la Cárcel. Aquellos señores. unidos al<br />

señor Maslón, formaban un triunvirato que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hacía muchos<br />

años tiranizaba a la ciudad. Estaban envidiosos <strong>de</strong>l Alcal<strong>de</strong>, siendo<br />

los liberales los que más quejas tenían contra él ; per o <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> todo,<br />

era noble y nacido para ser superior, mientras que el padre <strong>de</strong> Valenod<br />

no le habia <strong>de</strong>jado, por toda herencia, ni seiscientas libras <strong>de</strong> renta.<br />

Los habitantes <strong>de</strong> la ciudad habían t enido que saltar, en la carrera <strong>de</strong>l<br />

director <strong>de</strong>l Asilo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la piedad, inspirada por el raído traje<br />

ver<strong>de</strong> manzana, que en su juventud le cubría, hasta la envidia<br />

que sus hermosos norma ndos y sus trajes hechos en París, <strong>de</strong>spertaban.<br />

Julián recibía <strong>de</strong> Vergy los temas <strong>de</strong> los niños y siguiendo los<br />

consejos que entre los t emas venían, se conformaba, en contra <strong>de</strong><br />

su v oluntad, a ver a menudo a su padre. En una palabra, iba poco a<br />

poco consolidando su buena fama, cuando una mañana se <strong>de</strong>spertó,<br />

sorprendido al notar que unas manos le tapaban los ojos.<br />

Era la señora Renal que habia conseguido venir a la ciudad y que,<br />

subiendo las escaleras cuatro a cuatro, <strong>de</strong>jaba a sus hijos para entra r<br />

en la habitacion <strong>de</strong> Juliá n unos inst a ntes antes que los niños, ocupados<br />

en cuidar a su conejo favorito que con ellos habia hecho el viaje.<br />

Aquel minuto fu é <strong>de</strong>licioso, pero muy corto. La señora Renal había<br />

<strong>de</strong>saparecido cuando llegaron los chicos con el conejo que querían<br />

enseñar a su amigo. Julián recibió muy bien a todos, incluso al


ROJO Y NEGRO 137<br />

conejo; le parecia volver a encontrar su familia. Ten!a la sensación<br />

Intima <strong>de</strong> querer a aquellos niños, <strong>de</strong> estar a gusto entre ellos; le<br />

sorprend!a la dulzura <strong>de</strong> sus voces, la sencillez y la nobleza <strong>de</strong> sus<br />

menores actos. Ten!a necesidad <strong>de</strong> lavar su imaginación para <strong>de</strong>spojarla<br />

<strong>de</strong> la pútrida envoltura <strong>de</strong> que la habian ro<strong>de</strong>ado las maneras<br />

vulgares y los pensamientos <strong>de</strong>sagradables que habia respirado en<br />

Verrieres.<br />

- Vosotros, los nobles, tenéis motivos y razón para ser orgullosos,<br />

<strong>de</strong>cia a la señora Renal. Y le relataba los inci<strong>de</strong>ntes <strong>de</strong> todos<br />

los banquetes a los cua,es habia asistido.<br />

- I De manera que estás <strong>de</strong> moda! Y ella reia con t oda su alma,<br />

pensando en la pintura que la señora Valenod se creia obligada a<br />

ponerse en la cara, cuando Julián iba a visitarla. « Me parece que<br />

atenta a tu corazón >1 añadía.<br />

El almuerzo fué <strong>de</strong>licioso. La presencia <strong>de</strong> los niños, aunque<br />

aparentemente molestaba, aumentaba en realidad la felicidad<br />

común. Aquellas cariñosas criaturas, no sabían cómo hacer visible<br />

la alegria que experimentaban al volver a ver <strong>de</strong> nuevo a Julián. Los<br />

criados les habían dicho, que ofreclan al joven preceptor doscientos<br />

francos más para educar a los hijos <strong>de</strong>l señor Valenod.<br />

En medio <strong>de</strong>l almuerzo, Estanislao-]avier, pálido aún por la<br />

grave enfermedad sufrida, preguntó a su madre que cuanto valla su<br />

cubierto <strong>de</strong> plata y el vaso en que bebía.<br />

- ¿ Para qué lo quieres saber ?<br />

- Quiero ven<strong>de</strong>rlos para dar el importe al señor ]ulián y que no<br />

haga el primo, al permanecer entre nosotros.<br />

Julián le dió un beso; las lágrimas afluyeron a sus ojos, y la señora<br />

Renal también lloraba, mientras el joven preceptor, que habla cogido<br />

a Estanislao sobre sus rodillas, <strong>de</strong>cla a este que no se podía emplear<br />

la frase hacer el primo, porque, era propia <strong>de</strong> gente vulgar. Viendo<br />

que la conversación distraia a la madre, procuró explicar a los niños<br />

con ejemplos prácticos y pintorescos el sentido <strong>de</strong> la frase, lo cual<br />

mantuvo la alegria. La señora Renal, loca <strong>de</strong> contento, abrazaba a<br />

sus hijos, cosa que no podia hacer sin apoyarse un poco sobre ]ulián,<br />

a quien ro<strong>de</strong>aban.<br />

De repente se abrió la puerta y apareció el señor Renal. Su severa<br />

y <strong>de</strong>scontenta cara, formó contraste con la franca alegría que reinaba<br />

en el comedor, y que su presencia ahuyentó. Su mujer pali<strong>de</strong>ció;<br />

se encontraba en uno <strong>de</strong> esos momentos en los cuales nada se niega .


ROJ O Y NEGRO<br />

Julián tomó la palabra y hablando en voz enérgica y firme relató<br />

a l Alcal<strong>de</strong> el rasgo <strong>de</strong> ingenua bondad <strong>de</strong>l más joven .<strong>de</strong> sus hijos.<br />

Primeramente el se ñor Renal frunció el ceño, por inveterada costumbre,<br />

en cuanto oía la palabra dinero ; " La sola mención <strong>de</strong> ese metal,<br />

<strong>de</strong>cía, es siempre el prólogo <strong>de</strong> algu na estocada contra mi bolsillo . •<br />

Pero en este caso, había más que mi edo al dinero; había aumento<br />

<strong>de</strong> sospechas. El ambiente <strong>de</strong> alegría que animaba a su familia durante<br />

su ausencia, no era <strong>de</strong> lo más a propósito para tranquilizar el ánimo <strong>de</strong><br />

un hombre, dominado por tan quisquillosa vanidad. Como su mujer<br />

le alabara la forma llena <strong>de</strong> gracia e inteligencia que tenía Julián<br />

para inculcar i<strong>de</strong>as nuevas a sus discípulos, contestó:<br />

- I Sí, si, lo sé ! Me hace odioso ante mis hijos; le es muy fácil<br />

ser para ellos mil veces más amable que yo que, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> t odo,<br />

soy el amo. Toda la ten<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> este siglo es hacer odiosa la autoridad<br />

legitima. I P obre Francia I<br />

Su mujer no se <strong>de</strong>tuvo a examinar el recibimiento que su marido<br />

le hacía; acababa <strong>de</strong> ver la posibilidad <strong>de</strong> pasar doce horas con<br />

Julián; tenia una infinidad <strong>de</strong> cosas que comprar en la Ciudad<br />

y dijo que necesitaba absolutamente comer' en la hosterla.<br />

Por mucho que su marido arguyó contra esta i<strong>de</strong>a, ella se mantuvo<br />

firme.<br />

El señor Renal se <strong>de</strong>spidió <strong>de</strong> su mujer en el primer establecimiento<br />

en don<strong>de</strong> aquella entró, para hacer, por su parte, algunas visitas.<br />

Vino más hosco que cuando se marchó, pues adquirió el convencimiento<br />

<strong>de</strong> que toda la ciudad se ocupaba <strong>de</strong> él y <strong>de</strong> Julián. Verda<strong>de</strong>ramente,<br />

nadie le habla hecho compren<strong>de</strong>r aún la parte ofensiva<br />

para su honor, que los comentarios públicos tenían ; los únicos<br />

rumores que directamente llegaron a él, se referían a saber si el joven<br />

preceptor permanecería en su casa con seiscientos francos o ad mitiría<br />

los ochocientos <strong>de</strong>l señor Valenod.<br />

El Director <strong>de</strong>l Asilo, encontró al alcal<strong>de</strong> en visita y le abordó con<br />

tranquilidad. Esta conducta era bastante ladina; hay, generalmente,<br />

en provincias poca exaltación; los temas que se abordan, han sido<br />

preparados, estudiados fríamente <strong>de</strong>s<strong>de</strong> bastante tiempo antes <strong>de</strong><br />

llegar a tratarlos.<br />

El señor Valenod era lo que que se llama, un fresco. Es <strong>de</strong>cir un<br />

hombre dotado <strong>de</strong> una mezcla <strong>de</strong> atrevimiento y <strong>de</strong> grosería. Su<br />

triunfante existencia, dps<strong>de</strong> 18r5, h abia fortalecido sus brillantes<br />

faculta<strong>de</strong>s. Reinaba, esta es la palabra, en Verrieres, bajo las ór<strong>de</strong>nes


ROJO Y NEGRO<br />

hasta el P aseo <strong>de</strong> la Fi<strong>de</strong>lidad, don<strong>de</strong> pasaron varias horas,<br />

tan felices y tan libres como en Vergy.<br />

Durante este tiempo, el se ñor Valenod procuraba alejar una<br />

escena <strong>de</strong>cisiva con su antiguo a mo, adoptando a su vez un aspecto<br />

audaz. Aquel dla, el sistema consiguió su objeto, pero aumentó el m al<br />

humor <strong>de</strong>l Alcal<strong>de</strong>.<br />

Jamás la vanidad en lucha con todo lo que el cariño al dinero pue<strong>de</strong><br />

encerrar <strong>de</strong> más áspero y mezquino, ha puesto a un hombre en más<br />

lastimoso estado que aquel en que se encontraba el señor Renal<br />

cuando entró en la hosterla. J amás, por raro contraste, habían<br />

estado sus hijos tan alegres y t an contentos. Aquello acabó <strong>de</strong> trastomarle.<br />

- Estoy <strong>de</strong> más en mi familia, según veo, dijo al entrar, con una<br />

voz que procuró fuera imponente.<br />

Por toda respuesta, su mujer lo llamó aparte, y le hizo ver la<br />

necesidad absoluta <strong>de</strong> alejar a Julián. Las horas <strong>de</strong> felicidad que<br />

acababa <strong>de</strong> pasar, le proporcionaron la luci<strong>de</strong>z y energla necesarias<br />

para poner en práctica el plan que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hacia quince dlas m aduraba.<br />

Lo que turbaba más al pobre Alcal<strong>de</strong> <strong>de</strong> Verrieres, era que él sabia se<br />

bromeaba en público acerca <strong>de</strong> su amor al dinero. El señor Valenod<br />

era generoso como un ladrón.<br />

CAPITULO XXIII<br />

PREOCUPACIONES DE UN Ft:NCIONARIO<br />

Terminada la comida, partieron para Vergy, pero al siguiente<br />

dla, Julián vió llegar a Verrieres a t oda la familia.<br />

Aún no habla transcurrido una hora, cuando Julián vió sorprendido<br />

que la señora <strong>de</strong> Renal le hada un misterio <strong>de</strong> algo.<br />

Interrumpla ella la conversación que sost enía con Su marido en<br />

cuanto Julián aparecía, como para indicarle que los <strong>de</strong>jase solos;<br />

el joven no se hizo repetir el a viso. Se puso grave y reservado. La<br />

señora Renal lo advirtió, pero no procuró darle explicación alguna.<br />

" ¿ Va a proporcionarme un sucesor? '.pensaba. Anteayer, t an Intima


ROJO Y NEGRO<br />

minada habia u na gran muchedumbre, pero todo el mundo se medía<br />

<strong>de</strong> una manera singular. Todas las miradas estaban fijas en una mesita<br />

sobre la cual vió J ulián, en un plato <strong>de</strong> estaño, tres cabos <strong>de</strong> vela<br />

encendidos. El celador anunciaba: Trescientos francos, señores.<br />

- Trescientos francos es un abuso; dijo un hombre en voz baja<br />

a su vecino. Julián estaba colocado entre los dos. Vale más <strong>de</strong> ochocientos.<br />

Vaya pujar.<br />

- Es escupir en el aire. ¿ Qué irás ganando con indisponerte con<br />

el señor Maslón, el señor Valenod, el Obispo. su terrible Vicario<br />

Frilair y toda su camarilla?<br />

_ Trescientos veinte francos dijo el otro en alta voz.<br />

- I Estúpido I contestó su vecino. He aqui precisamente un espia<br />

<strong>de</strong>l Alcal<strong>de</strong>, dijo señalando a Julián.<br />

Julián se volvió bruscamente para castigar aquel insulto, pero<br />

los dos habitantes <strong>de</strong>l Franco-Condado, no le prestaban ninguna<br />

atención. Su sangre fría le <strong>de</strong>volvió la suya. En aquel momento la<br />

tercera luz se apagó, y la voz indolente <strong>de</strong>l celador anunció que el<br />

edificio estaba adjudicado por nueve años al señor <strong>de</strong> Saint-Giraud,<br />

jefe <strong>de</strong> Negociado <strong>de</strong> la prefectura <strong>de</strong>.. mediante el arriendo en<br />

trescientos treinta francos,<br />

En cuanto el Alcal<strong>de</strong> abandonó la sala, empezaron los comentarios.<br />

- He ahi treinta francos que la impru<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> Gergeot ingresa<br />

en las cajas provinciales, <strong>de</strong>cía uno,<br />

- Pero el señor <strong>de</strong> Saint-Giraud se vengará <strong>de</strong> Gergeot, dijo otro.<br />

Ya se acordará.<br />

- I Qué infamia 1 <strong>de</strong>cía un hombre grueso, al lado <strong>de</strong> Julián;<br />

i una casa por la que yo hubiera dado ochocientos francos para establecer<br />

en ella mi fábrica, y aún hubiera sido un buen negocio para<br />

mil<br />

- ¡Bah! respondió otro fabricante, liberal ¿ Es que el señor <strong>de</strong><br />

Saint-Giraud no pertenece a la camarilla? ¿ Sus cuatro hijos no<br />

tienen pensiones? i Pobre hombre! Es necesario que la Hacienda <strong>de</strong><br />

Verriéres le regale aún quinientos francos. Eso es todo.<br />

- I Y pensar que el Alcal<strong>de</strong> no ha podido impedirlo! <strong>de</strong>da un<br />

tercero. Porque el señor Renal es retrogrado, conforme; pero no<br />

roba.<br />

- ¿ No roba? añadió otro; es un angelito. Todo eso entra en<br />

una gran bolsa común, y luego se reparte al final <strong>de</strong>l año. Pero ahi<br />

está el pequeño Sore\. Vámonos.


ROJO Y NEGRO 143<br />

Julián volvió a casa <strong>de</strong>l señor Renal, <strong>de</strong> muy mal humor, y encontró<br />

a su amiga muy triste.<br />

- ¿ Viene usted <strong>de</strong> la subasta? le preguntó.<br />

- Sí señora, don<strong>de</strong> he tenido el honor <strong>de</strong> pasar por el espía <strong>de</strong>l<br />

señor Alcal<strong>de</strong>.<br />

- Si él me hubiera creído, hubiera hecho un viaje.<br />

En aquel momento el señor entró. Estaba muy sombrío. La comida<br />

transcurrió sin <strong>de</strong>splegar los labios. El señor Renal mandó a Julián<br />

que acompañara a los niños a Vergy. El viaje fué triste, y durante<br />

todo el trayecto, la señora procuró consolar a su marido.<br />

- Debería usted estar ya acostumbrado, amigo mio, le dijo.<br />

Por la noche se sentaron silenciosamente en <strong>de</strong>rredor <strong>de</strong>l hogar<br />

doméstico. El ruido <strong>de</strong> los leño. encendidos era el único que se ola<br />

Era uno <strong>de</strong> esos momentos <strong>de</strong> tristeza que llegan a las familias. hasta<br />

a las más unidas. Uno <strong>de</strong> los niños exclamó <strong>de</strong> repente·<br />

- I Están llamando! i Están llamando!<br />

- i Cómo sea el señor <strong>de</strong> Saint-Giraud que venga a molestarme<br />

bajo pretexto <strong>de</strong> agra<strong>de</strong>cimiento ya le diré yo cuantas son Cinco I<br />

i Es <strong>de</strong>masiado! Se lo <strong>de</strong>berá a Valenod y el comprometido soy yo.<br />

¿ Qué hacer si esos con<strong>de</strong>nados periódicos jacobinos se ocupan <strong>de</strong><br />

este hecho ? ¡ Me pondrán en ridículo!<br />

Un hombre esbelto con la cara poblada <strong>de</strong> negras patillas, entraba<br />

en aquel momento . acompañado <strong>de</strong>l criado.<br />

- Señor Alcal<strong>de</strong>, yo soy el signar GérÓnimo. He aqul una carta<br />

que el caballero <strong>de</strong> Beauvaisis, agregado a la embajada <strong>de</strong> Nápoles,<br />

me ha entregado para usted al partir hace nueve rlías , agregó mirando<br />

sonriente a la señora Renal. El caballero Beauvaisis, primo <strong>de</strong><br />

uste<strong>de</strong>s y muy amigo mío, dice, señora, que usted habla italiano<br />

El buen humor <strong>de</strong>l napolitano, cambió la triste velada en una velada<br />

agradable. La señora Renal quiso darle <strong>de</strong> cenar a todo trance, y<br />

puso su casa en movimiento. Quería por todos los medios posibles,<br />

distraer a Julián <strong>de</strong> la preocupación en que habla caiGo al oir el calificativo<br />

<strong>de</strong> espla que le hablan dado en la subasta.<br />

El signar era un célebre cantante, hombre <strong>de</strong> buena sociedad,<br />

y muy alegre sin embargo, cualida<strong>de</strong>s que en Francia no son ya<br />

compatibles. Después <strong>de</strong> la cena cantó un duo con la señora Renal<br />

y recitó cuentos interesantes. A la una, los niños protestaban cuando<br />

Julián le dijo que fueran a acostarse.<br />

Hasta las dos <strong>de</strong> la mañana duró la velada, quedando todo el


ROJO Y NEGRO<br />

] ulián, q ue esperaba una escena <strong>de</strong> <strong>de</strong>sesperación, se impresionó<br />

profundamente por la sencillez <strong>de</strong> aquella <strong>de</strong>s¡.>edida.<br />

- No; yo no recibo asl el último adiós. Me marcharé, puesto<br />

que no hay otro remedio y que tú misma asl lo <strong>de</strong>seas; pero tres<br />

dlas <strong>de</strong>spués vendré a verte, <strong>de</strong> noche.<br />

La existencia <strong>de</strong> la señora Renal, cambió. Mucho tenia que amarla<br />

]ulián, para haber encontrado, él mismo, el medio <strong>de</strong> volver a<br />

verla. Su horrible pena se transformó en uno <strong>de</strong> los momentos <strong>de</strong><br />

mayor alegría que habia tenido en su vida. Todo le fué, en a<strong>de</strong>lante<br />

sencillo, fácil. La seguridad <strong>de</strong> volver a ver a su amante, quitaba<br />

a la <strong>de</strong>spedida todo lo que tenia <strong>de</strong> <strong>de</strong>sgarrador. Des<strong>de</strong> aquel momento,<br />

la fisonomía <strong>de</strong> la señora Renal fué noble, firme y perfectamente<br />

correcta.<br />

El señor Renal volvió muy pronto. Estaba fuera <strong>de</strong> sI. Por fin<br />

habló a su mujer <strong>de</strong> la carta anónima recibida hacia dos meses.<br />

- Voy a llevarla al Casino para <strong>de</strong>mostrar a todo el mundo que<br />

la ha escrito ese infame Valenod, a quien ayudo para hacer <strong>de</strong> él<br />

uno <strong>de</strong> los burgueses más ricos <strong>de</strong> Verrieres. Le avergonzaré públicamente<br />

y me batiré con él, pues esto es <strong>de</strong>masiado.<br />

« 1 Podria ser viuda, Dios mío! " pensó la señora <strong>de</strong> Renal. Pero al<br />

mismo tiempo se dijo:<br />

« Si no evito ese duelo, como seguramente está en mi mano po<strong>de</strong>r<br />

hacerlo, seré yo quien mate a mi marido."<br />

Jamás habla dominado su amor propio con tanta habilidad. En<br />

menos <strong>de</strong> dos horas le hizo ver, por razones que él mismo le daba,<br />

que era necesario <strong>de</strong>mostrar en aquellos momentos al señor Valenod<br />

más amistad que nunca; a<strong>de</strong>más puso también <strong>de</strong> manifiesto la<br />

necesidad <strong>de</strong> volver a traer a Elisa a la casa. La señora Renal tuvo<br />

necesidad <strong>de</strong> todo su valor para volver a recibir a su doncella, causa<br />

<strong>de</strong> todas sus <strong>de</strong>sgracias. Esta aproximación fué imaginada por<br />

]uiián.<br />

Por fin, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber sido puesto el señor Renal tres o cuatro<br />

veces en el sen<strong>de</strong>ro al que quería llevarlo, llegó él solo a la i<strong>de</strong>a<br />

penosa, financieramente consi<strong>de</strong>rada <strong>de</strong> que lo más <strong>de</strong>sagradable<br />

para él sería ver a ] ulián, en medio <strong>de</strong> la efervescencia <strong>de</strong> las sátiras<br />

<strong>de</strong> Verrieres, colocado como preceptor en casa <strong>de</strong>l señor Valenod.<br />

El interés <strong>de</strong> ]ulián, indudablemente, estaba en aceptar el ofrecimiento<br />

<strong>de</strong>l Director <strong>de</strong>l asilo, y. en cambio, la fama <strong>de</strong>l señor <strong>de</strong> Renal<br />

pedla a voz en cuello, que el preceptor abandonara Verrieres para


ROJO Y NEGRO 147<br />

entrar en el Seminario <strong>de</strong> Besans-on ó en el <strong>de</strong> Dijón. Pero ¿ c6mo<br />

c1ecidirle y cómo buscarle medios <strong>de</strong> permanecer en él ?<br />

El señor Renal. que vela inminente el peligro <strong>de</strong>l sacrificio metálico.<br />

E staba más triste y preocupado que su esposa. Ella estaba en la situación<br />

<strong>de</strong> los hombres valerosos que. hastiados <strong>de</strong> la vida, toman una<br />

dosis <strong>de</strong> estramonio ; no obran sino automáticamente y nada <strong>de</strong>s­<br />

"l'ierta en ellos el interés ni la curiosidad.<br />

Al dla siguient e, muy <strong>de</strong> mañana, el señor Renal recibi6 una carta<br />

an6nima, escrita en el más insultante tono. Las palabras más groseras<br />

aplicadas a su situación, llenaban todas las páginas. Era la obra <strong>de</strong><br />

algún envidioso subalterno. Aquella carta le volvió a la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong><br />

b atirse en duelo con Valenod. Su valor le empujó a la inmediata<br />

ejecución <strong>de</strong>l proyecto. Salió solo y se dirigió a casa <strong>de</strong>l armero para<br />

encargar un par <strong>de</strong> pistolas que hizo cargar en el acto.<br />

« Después <strong>de</strong> todo, pensaba, aunque la severa administración <strong>de</strong><br />

Napoleón volviera a revivir, no podrla yo ser tachado <strong>de</strong> haber<br />

robado ni un céntimo. Todo mi pecado ha consistido en cerrar los<br />

ojos, pera puedo enseñar algunas cartas que tengo en mi <strong>de</strong>spacho,<br />

y que me autorizaban para ello. "<br />

La señora Renal, estaba asustada por la fría cólera <strong>de</strong> su marido,<br />

y volvla sin querer a la fatal i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> la viu<strong>de</strong>z, que con tanto valor<br />

rechazaba. Se encerró con él durante varias horas, le habló inutilmente;<br />

la última carta anónima le <strong>de</strong>cidla. Por fin llegó a transformar<br />

el valor <strong>de</strong> dar una bofetada a Valenod, en el <strong>de</strong> dar a Julián seiscientos<br />

francos, importe <strong>de</strong> una anualidad en el Seminario. El señor<br />

Renal, maldiciendo el dia en que tuvo la fatal i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> tomar un preceptor<br />

para sus hijos, acab6 olvidando completamente la carta<br />

anónima.<br />

Se consoló un poco con una i<strong>de</strong>a que no comunicó a su esposa:<br />

con habilidad y confiando en las i<strong>de</strong>as novelescas <strong>de</strong>l joven, esperaba<br />

comprometerlo, por una cantidad inferior, a no aceptar los ofrecimientos<br />

<strong>de</strong> Valenod.<br />

Mayor dificultad tuvo la señora Renal en convencer a Julián <strong>de</strong><br />

que aceptara los seicientos francos. Tuvo que insistir sobre el argumento<br />

<strong>de</strong> que, como el sacrificio que el joven llevaba a cabo al rechazar<br />

la plaza <strong>de</strong>l señor Valenod era en obsequio <strong>de</strong> su marido, le<br />

correspondla, a titulo <strong>de</strong> in<strong>de</strong>mnización, aquella suma.<br />

- Pero, <strong>de</strong>cla Julián : jamás ha pasado por mi imaginación aceptar<br />

esos ofrecimientos. Uste<strong>de</strong>s me han habituado <strong>de</strong>masiado a la


1 SO ROJO Y NEGRO<br />

<strong>de</strong>tenido por los centinelas; penetraba en los sitios prohibidos<br />

al público por los inge nieros milita res a fin <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r<br />

ven<strong>de</strong>r todos los años, por valor <strong>de</strong> doce a quince mil francos <strong>de</strong><br />

pastos.<br />

La altura <strong>de</strong> las muraJlas, la profundidad <strong>de</strong> 105 fosos, el aspecto<br />

terrible <strong>de</strong> los cañones, le ocuparon durante varias h oras. Cuando<br />

pasó por el gran café <strong>de</strong> los bulevares, quedó extático <strong>de</strong> admiración.<br />

Por muchas veces que leyera el nombre <strong>de</strong> Calé escrito en gran<strong>de</strong>s<br />

letras sobre la muestra d el establecimiento, no podia creerlo. Dominando<br />

su timi<strong>de</strong>z, entró en él, y se vió en una gran sala <strong>de</strong> treinta<br />

o cuarenta pies <strong>de</strong> larga y cuyo techo tenía más <strong>de</strong> veinte pies <strong>de</strong><br />

elevación. Aquel día, todo era encantamiento para él.<br />

Dos mesas <strong>de</strong> bilJar, estaban ocupadas; los mozos anunciaban los<br />

tantos; los jugadores iban <strong>de</strong> un lado a otro <strong>de</strong> la mesa ; ambas estaban<br />

ro<strong>de</strong>adas <strong>de</strong> espectadores. Oleadas <strong>de</strong> humo, salidas <strong>de</strong> la boca<br />

<strong>de</strong> jugadores y espectadores envoívían a todos en <strong>de</strong>nsas y azuladas<br />

nubes. La elevada estatura <strong>de</strong> aque Jlos hombres, sus redondas espaldas,<br />

su pesada marcha, sus enormes patilJas y las largas levitas que<br />

vesUan, Jla maban la atención <strong>de</strong> ]ulián. Aquellos nobles hijos <strong>de</strong> la<br />

a ntigua Bisontium, no hablaban sino a gritos. Se daban aires <strong>de</strong><br />

terribles guerreros. ]ulián, inmóvil, los admiraba; pensaba en la<br />

inmensidad yen la magnificencia <strong>de</strong> una gran capital como Besan90n.<br />

No tenía valor para pedir una taza <strong>de</strong> café a uno <strong>de</strong> aqueJlos señores -<br />

<strong>de</strong> mirada vaga, que cantaba los tantos <strong>de</strong>l biJlar.<br />

Pero la cajera había reparado en el rostro encantador <strong>de</strong> aquel<br />

joven campesino que, parado a tre. pies <strong>de</strong> la estufa, con su paquetito<br />

bajo el brazo, admiraba un busto <strong>de</strong> yeso <strong>de</strong>l Rey. Aquella señorita,<br />

oriunda <strong>de</strong>l Franco-Condado, gruesa y muy bien hecha, vestida<br />

como es necesario vestir para dar prestigio a un café, habia ya dicho<br />

dos veces, con suave voz, como si quisiera que solo ] ulián la oyera:<br />

" ¡ CabaJlero, Caballero! " ]ulián vió dos gran<strong>de</strong>s y azules ojos, muy<br />

cariñosos y advirtió que era a él a quien se hablaba.<br />

Se aproximó valientemente al mostrador y a la joven; tan v.alientemente<br />

como si hubiera marchado contra el enemigo. En aquel gran<br />

movimiento se le cayó el paquete.<br />

Al aproximarse a aqueJla joven tan hermosa que se dignaba<br />

hablarle, " es preciso que le diga la verdad" pensó julián, quien se<br />

sentia valiente en fuerza <strong>de</strong> timi<strong>de</strong>z vencida<br />

- Señora; vengo por primera vez en mi vida, a Besan90n;


ROJO Y NEG RO<br />

los billares, habia surgido una disputa. Los gritos y los " mientes.<br />

<strong>de</strong> los jugadores, producían en la enorme sala, un barullo que <strong>de</strong>sconcertaba<br />

a Juliá n. Armanda est aba pensativa y miraba al joven .<br />

- Si usted quisiera , señorita, dijo Julián <strong>de</strong> repente, diría que<br />

soy primo suyo.<br />

Aquel aire autoritario agradó a Armanda. " No es un hombre<br />

vulgar " pensó. Y muy <strong>de</strong> prisa, sin mirarlo, porque sus ojos estab<br />

an ocupados en ver si alguien se aproximaba al m ostrador, r espondió<br />

:<br />

- Soy <strong>de</strong> Genlis, cerca <strong>de</strong> Dijón. Diga usted que es tamb(en <strong>de</strong><br />

Genlis, y primo <strong>de</strong> mi ma dre.<br />

- I Así lo haré !<br />

- Todos los iueves, los seminaristas pasan, en verano, por <strong>de</strong>-<br />

Jante <strong>de</strong>l café.<br />

- Si usted, piensa en mí cuando yo pase, ten ga un ra mo <strong>de</strong> violetas<br />

el") la m a no.<br />

Armanda miró sorprendida a Julián . Aquella mirada cambió el<br />

valor <strong>de</strong>l joven en t emeridad ; n o obstante se puso <strong>rojo</strong> como una<br />

cereza al <strong>de</strong>cir :<br />

- Noto que amo a usted con el m ás violento <strong>de</strong> los a m ores.<br />

- I Hable más bajo! repuso ella aterrada.<br />

Julián procuraba recordar algunas frases <strong>de</strong> un volumen <strong>de</strong> la<br />

Nueva Eloisa que habla encontrado en Vergy. Su memoria le fué fiel.<br />

Des<strong>de</strong> hacia diez minutos recitaba la N1Ie va Eloisa a Armanda que<br />

est aba estusiasmada oyéndolo. Se sentía orgulloso <strong>de</strong> su valor.<br />

cuando repentina mente la hermosa joven adoptó un aire glacial.<br />

Uno <strong>de</strong> sus amantes había aparecido en la puerta <strong>de</strong>l café.<br />

Se acercó al mostrador , silbando y contoneándose. Miró a Julián.<br />

Inmediata mente la imaginación <strong>de</strong>l joven , siempre extremada,<br />

rué invadida por i<strong>de</strong>as <strong>de</strong> duelo. Pali<strong>de</strong>ció much o. separó su t aza,<br />

adopt ó un firme continente, y miró a su rival con fija impertinencia.<br />

Como el rival b a jara la cabeza, sirviéndose familiarmente un vaso<br />

<strong>de</strong> aguardiente en el mostrador , una mirada <strong>de</strong> Armanda or<strong>de</strong>nó<br />

a Juliá n q ue bajase la vista. Obe<strong>de</strong>ció y durante dos minutos permaneció<br />

inmóvil en su puesto, resuelto y no pensando sino En lo que<br />

podía suce<strong>de</strong>r. Realmente, en aquel inst ante estaba muy guapo.<br />

E l rival había quedado suspenso por' la mirada <strong>de</strong> Julián ; apenas<br />

vació, <strong>de</strong> un trago, su vaso <strong>de</strong> aguardiente, dijó una palabra a<br />

Aí manda, se metió las maños en los bolsillos <strong>de</strong> su gruesa levita.


ROJO Y NEGRO 153<br />

y se acercó a una mesa <strong>de</strong> billar, silbando, y mirando fijamente a<br />

Julián.<br />

N uestro héroe se levantó encolerizado, pero no sabía como arreglarse<br />

para ser insolente. Dejó su paquetito, y con el aire más pretencioso<br />

que pudo se dirigió al billar.<br />

En vano la pru<strong>de</strong>ncia le <strong>de</strong>cía que con un duelo, apenas llegado<br />

a Besan


ROJO Y NEGRO 157<br />

extenso contorno <strong>de</strong> aquella frente, estaba marcado por cabellos<br />

espesos, aplastados, y <strong>negro</strong>s como el ébano.<br />

- ¿ Quiere usted acercarse, sí o no? dijo al fin el hombre con impaciencia.<br />

Julián avanzó con inseguro paso, pálido y atemorizado como<br />

jamás lo estuvo en su vida. Se <strong>de</strong>tuvo <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la mesita <strong>de</strong> pino<br />

blanco cubierta <strong>de</strong> papelitos cuadrados.<br />

- Más cerca, dijo el hombre.<br />

Julián avanzó más aún, extendiendo la mano como si buscase<br />

apoyo en algún punto.<br />

¿ Su nombre?<br />

- Julián Sorel.<br />

- Ha t ardado usted bastante, le dIjo fijando <strong>de</strong> nuevo en él<br />

su mirada.<br />

Julián no pudo soportar la fuerza <strong>de</strong> aquellos ojos; extendió la<br />

mano como para apoyarse y cayó al suelo, sin sentido.<br />

El hombre llamó. J ulián había perdido solamente la visión y el<br />

uso <strong>de</strong> sus movimientos. Oyó pasos que se acercaban. Lo levantaron<br />

y lo sentaron en el sillón <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra. Oyó que el hombre t errible<br />

<strong>de</strong>cía al portero :<br />

- E s un ataque epiléptico, a lo que parece. Nos nos faltaba más<br />

que eso.<br />

Cuando Julián pudo abrir los ojos, el hombre <strong>de</strong> la cara encarnada<br />

continuaba escribiendo. E l portero habia <strong>de</strong>saparecido. " Es preciso<br />

tener valor, dijo el joven, y sobre todo ocultar lo que siento ». Sentía<br />

el pobre un gra n dolor en el corazón. " Si me ocurre un acci<strong>de</strong>nte,<br />

sabe Dios lo que van a pensar <strong>de</strong> mí. » Por fin, el hombre terminó<br />

<strong>de</strong> escribir y mirando a Julián <strong>de</strong> través le preguntó:<br />

- ¿ Se hall a en estado <strong>de</strong> contestarme?<br />

- Sí señor, dijo Julián con voz débil.<br />

. - Menos mal.<br />

E l hombre <strong>negro</strong> se había medio incorporado, y buscaba, febrilmente,<br />

una carta en el cajón <strong>de</strong> la mesa <strong>de</strong> pino. La encontró, se<br />

sentó <strong>de</strong> nuevo, y mirando a Julián, como si quisiera arrancarle<br />

la poca vida que le quedaba, dijo:<br />

- 1'1'1e ha sido recomendado usted por el señor Chelán. Era el<br />

mejor cura <strong>de</strong> la diócesis, hombre virluoso y amigo mío <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hace<br />

treinta años.


15 8<br />

ROJO Y NEGRO<br />

I Ah ! ¿ Es al señor Pirard a quien tengo el honor <strong>de</strong> saludar?<br />

dijo Julián con voz ag6nica.<br />

- Así parece, repuso el Director <strong>de</strong>l Seminario mirándolo con<br />

mal humor.<br />

Hubo un aumento <strong>de</strong> brillo en sus ojos, acompañado <strong>de</strong> un movimiento<br />

involuntario <strong>de</strong> los músculos <strong>de</strong> la boca.<br />

- La carta <strong>de</strong> Chelán es breve, dijo como si hablara consigo<br />

mismo. Intelligenti pal/ca ; en los tiempos que corren, cuanto menos<br />

se escriba, mejor. Ley6 en voz alta:<br />

" Le envío a Julián Sorel, <strong>de</strong> esta parroquia, a quien bauticé<br />

hace veinte años; es hijo <strong>de</strong> un rico carpintero que nada le da. J ulián<br />

será un obrero notable en la viña <strong>de</strong>l Señor. No le falta ni la memoria<br />

ni la inteligencia y tiene bastante reflexi6n. ¿ Será su vocaci6n dura<strong>de</strong>ra?<br />

¿ Es sincera?<br />

- i S illcera! repeti6 el abate Pirard con gesto <strong>de</strong> sorpresa<br />

mirando a Julián. Pero ya la mirada <strong>de</strong>l abate estaba más humanizada.<br />

j Sillcera I repeti6 bajando la vista y continuando la lectura <strong>de</strong><br />

la carta .<br />

• Le pido para Julián Sorel una beca. La ganará, siguiendo para<br />

ello los necesarios estudios y pasando los exámenes indicados. Le he<br />

enseñado algo <strong>de</strong> Teología, <strong>de</strong> la buena Teología <strong>de</strong> los Bossuet, <strong>de</strong><br />

los Arnault, <strong>de</strong> los F leury. Si ese joven no le conviníera, envíemelo<br />

<strong>de</strong> nuevo; el Director <strong>de</strong>l Asilo <strong>de</strong> Mendicidad, que tan bien conoce<br />

usted, le ofrece ochocientos francos para que entre en su casa, como<br />

preceptor <strong>de</strong> sus hijos. Mi serenidad es gran<strong>de</strong>, gracias a Dios. Me voy<br />

acostumbrando poco a poco al golpe terrible.<br />

«Vale et me aman,<br />

El abate Pirard que habia ido leyendo más lentamente a medida<br />

que iba acercándose al final <strong>de</strong> la carta, pronunci6 como un suspiro<br />

la palabra Chelán.<br />

- Está tranquilo, dijo. En efecto su virtud merecía esta recompensa.<br />

I Ojalá me la conceda Dios en semejante caso ! Mir6 al cielo<br />

e hizo la señal <strong>de</strong> la cruz. A la vista <strong>de</strong> este signo sagrado J ulián not6<br />

que el horror profundo que sinti6 al entrar en aquella casa, iba disminuyendo.<br />

- Tengo aquí trescientos veinte y un aspirantes al más santo<br />

<strong>de</strong> los estados, dijo por fin el abate Pirard con voz severa pero no<br />

agresiva. Solamente siete u ocho me han sido recomendados por<br />

hombres como el sacerdote Chelán; <strong>de</strong> manera que entre los tres-


ROJO Y NEGRO 159<br />

cientos veintiuno va usted a ser el noveno. Pero mi protección no es<br />

ni favor ni <strong>de</strong>bilictad , sino muy al contrario, aumento <strong>de</strong> severidad<br />

contra los vicios. Cierre -esa puerta con llave.<br />

Julián hizo un esfuerzo para andar, y consiguió no caer al suelo.<br />

Fijóse, en que una pequeña ventana, vecina a la puerta <strong>de</strong> entrada,<br />

daba al campo, miró los árboles, y al verlos su ánimo sintió una oleada<br />

<strong>de</strong> consuelo, como si se hubiera encontrado en presencia <strong>de</strong> antiguos<br />

y leales amigos.<br />

- L oquerisne lillcuam latinam? (¿ Habla usted latin 1) . le<br />

preguntó cuando volvió <strong>de</strong> cerrar la puerta.<br />

- Ita, pater optime (sí, excelente padre) respondió Julián sereñandose<br />

por momentos. Seguramente, nadie en el mundo le habla<br />

parecido mejor que el abate Pirard <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hacía media hora.<br />

La conversación continuó en latín. La expresión <strong>de</strong> los ojos <strong>de</strong>l<br />

abate se humanizaba; Julián reconquistaba parte <strong>de</strong> su serenidad.<br />

El abate Pirard examinó <strong>de</strong> Teología a Julián, y quedó sorprendido<br />

<strong>de</strong> la ext ensión <strong>de</strong> sus conocimientos. Su sorpresa aumentó<br />

cuando le preguntó <strong>de</strong>tenidamente sobre las Escrituras. Mas cuando<br />

llegó a las doctrinas <strong>de</strong> los Santos Padres, vió que Julián ignoraba<br />

casi hasta los nombres <strong>de</strong> San J erónimo, San Agustín, San Buenaventura,<br />

San Basilio, etc., etc.<br />

" Realmente, pensaba el abate, he aqul una comprobación manifiesta<br />

<strong>de</strong> la fatal ten<strong>de</strong>ncia que siempre he reprochado a Chelán. "<br />

Después siguió un examen bastante largo, en el trancurso <strong>de</strong>l<br />

cual creyó notar el joven que la severidad <strong>de</strong>l sacerdote era afectada;<br />

en efecto, sin los principios <strong>de</strong> gravedad austera que el cura se<br />

había impuesto <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hacía quince años, para conseguir que su autoridad<br />

fuese respetada por los jóvenes seminarist as, hubiera abrazado<br />

a Julián en nombre <strong>de</strong> la más pura lógica y <strong>de</strong>l más claro sentido<br />

común, a causa <strong>de</strong> la claridad, <strong>de</strong> la precisión y <strong>de</strong> la exactitud <strong>de</strong><br />

sus respuestas.<br />

" H e aquí un talento atrevido y sano, pero corpus <strong>de</strong> bite (el cuerpo<br />

es débil) .<br />

- ¿ Le dan a usted a menudo esos ataques? preguntó a Julián<br />

en francés.<br />

- Es la primera vez en mi vida. La cara <strong>de</strong>l portero me había<br />

helado, añadió Julián enrojeciendo como un niño.<br />

El a bate Pirard casi sonrió.<br />

- E se es el efecto <strong>de</strong> las vanas pompas <strong>de</strong>l mundo. Seguramente


160 ROJO Y NEGRO<br />

está usted acostumbrado a semblantes sonrientes, verda<strong>de</strong>ros teatros<br />

<strong>de</strong> mentiras. La verdad es austera, caballero. Pero nuestra<br />

obligación en el mundo ¿ no es austera tambien ? Será necesario<br />

procurar que su conciencia esté en guardia contra esta flaqueza :<br />

Demasiada sensibilidad para las vanas gracias <strong>de</strong>l exterior.<br />

" Si usted no me hubiese sido recomendado, añadió, usando <strong>de</strong><br />

nuevo, con visible placer, la lengua latina, si no me hubiera usted<br />

sido recomendado por el abate Chelán, le hablaría a usted con el vano<br />

lenguaje <strong>de</strong> ese mundo al que parece estar muy acostumbrado. " La<br />

beca entera que solicita, le diría, es la cosa más difícil <strong>de</strong> conseguir"<br />

Pero el abate Chelán habría tenido poco mérito, <strong>de</strong>spues <strong>de</strong> cincuenta<br />

y seis años <strong>de</strong> trabajos evangélicos, si no fuera capaz <strong>de</strong> disponer<br />

<strong>de</strong> una pensión en el Seminario.<br />

Después, el abate recomendó a Julián, que no entrara en ninguna<br />

sociedad o agrupación secreta, sin su consentimiento.<br />

- Le doy mi palabra <strong>de</strong> honor, aseguró Julián, con acento en<br />

el que se retrataba la expansión <strong>de</strong> un corazón honrado.<br />

El director sonrió por primera vez.<br />

- E sas palabras no son <strong>de</strong> este lugar, le dijo, porque recuerdan<br />

<strong>de</strong>masiado el vano honor <strong>de</strong> la gente que vive en el mundo y que les<br />

conduce a t antos pecados y a menudo a tantos crímenes. Usted me<br />

<strong>de</strong>be obediencia, en virtud <strong>de</strong>l párrafo décimo séptimo <strong>de</strong> la bula<br />

U1Iam ecelessiam <strong>de</strong> San Pío V. Soy su superior eclesiástico. En esta<br />

casa, oir, mi muy querido hijo, es obe<strong>de</strong>cer ¿ Cuánto dinero tiene?<br />

- Treinta y cinco francos, padre mío.<br />

- Escriba cuidadosamente el empleo <strong>de</strong> este dinero, pues t endrá<br />

que darme cuenta <strong>de</strong> él.<br />

Aquella penosa entrevista había durado tres horas, Julián llamó<br />

al portero.<br />

- Instale a Julián Sore! en la celda nO 103, le dijo el abate Pirard.<br />

Por gran distinción concedía a Julián alejamiento separado .<br />

. - Lleve allí su cofre, añadió.<br />

Julián bajó los ojos, y vió su cofre precisamente en frente <strong>de</strong> él.<br />

Des<strong>de</strong> hacía tres horas estaba allí y no lo había conocido.<br />

Al llegar a la celda nO 103. una pequeña habitación <strong>de</strong> ocho pies<br />

cuadrados, en el último piso <strong>de</strong> la casa, vió Julián que daba sobre<br />

los fu ertes <strong>de</strong> la ciudad. y que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> allí podía ver la hermosa llanura<br />

que separa el Doubs <strong>de</strong> la población.<br />

, I Qué encantador panorama! "exclamó. Al pronunciar estas


162 ROJO Y NEGRO<br />

pru<strong>de</strong>ncia. El abate Castane<strong>de</strong> es enemigo <strong>de</strong>l señor Pirard, al que<br />

se le supone jansenista, añadió el joven seminarista en voz baja.<br />

Los primeros pasos <strong>de</strong> nuestro héroe, que se crela muy astuto,<br />

fueron, como la elección <strong>de</strong> confesor, equivocaciones.<br />

Julián, contento <strong>de</strong> su conducta, miraba a su alre<strong>de</strong>dor.<br />

Ocho o diez seminaristas vivían en olor <strong>de</strong> santidad. Un centenar<br />

<strong>de</strong> los otros, reunlan una fe robusta y una incansable aplicación.<br />

Trabajaban hasta ponerse enfermos, pero sin apren<strong>de</strong>r gran cosa.<br />

Dos o tres se distinguían por un talento real y positivo, y sobre todos<br />

ellos, el llamado Chazel.<br />

El resto <strong>de</strong> los trescientos veintiun seminaristas, se componía <strong>de</strong><br />

jóvenes groseros, incapaces <strong>de</strong> compren<strong>de</strong>r el sentido <strong>de</strong> las palabras<br />

latinas que durante el día repetían.<br />

Merced a estas observaciones, Julián confió, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el primet: día<br />

en obtener rápidos éxitos. « En todos los oficios, se necesitan personas<br />

inteligentes, porque al fin y al cabo, siempre hay algún trabajo<br />

que hacer, pensaba. Bajo Napoléon, habría sido sargento; entre<br />

esta gente seré gran Vicario. »<br />

"Todos estos pobres diablos, continuaba, obreros <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su infancia,<br />

han vivido <strong>de</strong> leche agria y <strong>de</strong> pan <strong>negro</strong>, hasta que han llegado<br />

aquí. En sus chozas, no comlan carne sino cinco o seis veces al año.<br />

Parecidos a los soldados romanos, que miraban la guerra como un<br />

<strong>de</strong>scanso, esos vulgares campesinos están encantados <strong>de</strong> las <strong>de</strong>licias<br />

<strong>de</strong>l seminario. •<br />

J ulián no vela otra cosa en aquellos semblantes, sino la necesidad<br />

fís' -a satisfecha <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> cada almuerzo, yel placer físico esperado<br />

ar. tes <strong>de</strong> cada comida. Tales eran las personas entre las cuales había<br />

que señalarse .<br />

. ¿ Estaré olvidado <strong>de</strong> todo el mundo en la tierra ? , pensaba.<br />

No sabía que el abate Pirard había recibido y arrojaba al fuego<br />

algunas cartas selladas <strong>de</strong> Dijón, don<strong>de</strong>, a pesar <strong>de</strong> las más correctas<br />

fórmulas, se reflejaba la más intensa pasión. Gran<strong>de</strong>s remordimientos<br />

parecían combatir aquel amor. , Tanto mejor, exclamaba<br />

el Director <strong>de</strong>l Seminario, por lo menos no es una mujer impía la que<br />

ese joven ha amado. ,<br />

Un dla, el abate abrió una carta que estaba medio borrada por<br />

las lágrimas; era un ¡Adiós! eterno. , Por fin el cielo me ha hecho<br />

odiar, <strong>de</strong>cía en la carta, no al autor <strong>de</strong>l pecado. que siempre será<br />

lo que más quiera yo en el mundo, sino al pecado mismo. El sacrificio


164<br />

ROJO Y NEGRO<br />

Ante los ojos <strong>de</strong> sus compañeros estaba convicto <strong>de</strong> un vicio enorme·<br />

pensaba y iuzgaba COll elltera in<strong>de</strong>pe1!<strong>de</strong>ncia, en vez <strong>de</strong> seguir a ciegas<br />

la aL/toridad y el ejemplo. El abate Pirard no le habia ayudado en<br />

nada; no le había dirigido la palabra ni una sola vez, fuera <strong>de</strong>l confesonario,<br />

en el cual escuchaba más que hablaba. Otra cosa hubiera sido<br />

si hubiera escogido para confesor al padre Castane<strong>de</strong>.<br />

Des<strong>de</strong> el momento en que Julián se dió cuenta <strong>de</strong> su tontería, ya<br />

no se aburrió. Quiso conocer la extensión total <strong>de</strong> su equivocación,<br />

y a este efecto, procuró dulcificar la aversión con que rechazaba<br />

constantemente a los compañeros. Entonces estos se vengaron<br />

<strong>de</strong> él. Los intentos <strong>de</strong> aproximación, fueron acogidos con un <strong>de</strong>sprecio<br />

rayano en mofa. Se di6 cuenta <strong>de</strong> que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su ingreso en<br />

el Seminario, no había pasado una hora, sobre todo durante los<br />

recre05, en que él no hubiera hecho algo que no hubiese aumentado<br />

el número <strong>de</strong> sus enemigos o no le hubiera captado la buena voluntad<br />

<strong>de</strong> algún seminarista sinceramente virtuoso o menos grosero que<br />

los otros. El mal que tenía que reparar era inmenso, y la tarea<br />

muy dificil. A partir <strong>de</strong> aquel momento, la atención <strong>de</strong> Julián<br />

estuvo constantemente en guardia; se trataba <strong>de</strong> formarse un carácter<br />

completamente nuevo.<br />

El movimiento <strong>de</strong> sus ojos, por ejemplo, le dió mucho que hac


ROJO Y NEGRO 167<br />

no pudiendo estar tranquilo en la silla se paseaba agitadamente<br />

por la habitación. I Yaya a su alcoba!<br />

El abate siguió a J ulián y le encerró con llave. Este se ocupó inmediatamente<br />

en registrar su baúl, en cuyo fondo había escondido el<br />

maldito naipe. Nada faltaba allí. pero había gran <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n a pesar<br />

<strong>de</strong> que nunca abandonaba la llave que siempre llevaba encima .<br />

• I Qué dicha la <strong>de</strong> no haber aceptado nunca, en la época en que estaba<br />

ciego, el permiso <strong>de</strong> salir que tan cariñosamente me ofrecía el señor<br />

Castane<strong>de</strong>, y cuyo interés comprendo ahora! i Quizás hubiera tenido<br />

la <strong>de</strong>bilidad <strong>de</strong> cambiar <strong>de</strong> traje e ir a hacer una visita a la hermosa<br />

Armanda 1I Me hubiera perdido irremisiblemente! Cuando han renunciado<br />

a sacar partido <strong>de</strong> esta manera, hacen. para no per<strong>de</strong>r lo poco<br />

que tienen contra mi, una <strong>de</strong>nuncia. »<br />

Dos horas <strong>de</strong>spués, lo mandó llamar <strong>de</strong> nuevo, el Director<br />

- No ha mentido usted, le dijo con menos severidad, pero guardar<br />

tal dirección, ha sido una impru<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> la cual no pue<strong>de</strong> formarse<br />

usted una i<strong>de</strong>a. ¡Desgraciado ;oven I Dentro <strong>de</strong> diez años<br />

quizás le traiga consecuencias.<br />

CAPITULO XXVII<br />

UNA PROCESION<br />

Por muy pequeño y humil<strong>de</strong> que Julián quisiera hacerse no podía<br />

ser agradable porque era muy diferente. « Sin embargo, pensaba,<br />

todos estos profesores son personas muy finas y seleccionadas entre<br />

mil. ¿ Cómo no aprecian mi humildad? Uno solo parecía engañado<br />

por su agrado, dispuesto a creerlo todo y a ser siempre engañado;<br />

era el abate Chas-Bernard, maestro <strong>de</strong> Ceremonias en la catedral<br />

don<strong>de</strong> hacia quince años, esperaba una plaza <strong>de</strong> canónigo. En espera<br />

<strong>de</strong> aquella plaza, enseñaba elocuencia sagrada en el Seminario.<br />

Aquella clase era una en cuyas listas siempre figuraba Julián en<br />

primer puesto. El abate Chas, a causa <strong>de</strong> su aplicación, le habia <strong>de</strong>mostrado<br />

amistad y a la salida <strong>de</strong> clase, le cogía con bondad por un<br />

brazo para dar una vuelta al jardín.


ROJO Y NEGRO<br />

contento. " Le esperaba, mi querido hijo, exclamó en cua nto vió a<br />

Juliá n ; sea el biel1\·enido. E l trabajo <strong>de</strong> hov será largo y penoso;<br />

t omemos fuer zas mediante un li gero d esa y uno e n espera <strong>de</strong>l segundo<br />

q ue vendrá a las diez, durante la misa mayor.<br />

- Deseo, señor , no estar solo ni un segundo, le dijo Julián con<br />

aspecto serio. Le agra<strong>de</strong>ceré recuer<strong>de</strong> que he llegado a las cinco<br />

menoS un minuto, a ñadió señalando el reloj que sobre s us cabezas<br />

estaba.<br />

- i Ah! ¿ Los espias <strong>de</strong>l Seminario le causan miedo? Hace<br />

usted mal en ocupa rse <strong>de</strong> ellos, dijo el abate. ¿ Es menoS hermoso<br />

El marques <strong>de</strong> la Mole.<br />

un camino porque t enga espinas en las orillas? Los via jeros recorren<br />

su jornada; y <strong>de</strong>jan a las espinas que se sequen . P ero va mos a<br />

trabaja r , amigo mío, vamos a trabajar.<br />

E l a ba te e has tenía razÓn en <strong>de</strong>cir que la tarea sería r uda,<br />

La víspera ha bía habido una ceremonia fúnebre en la catedral, y<br />

nada se había podido preparar. Fué, .pues, necesario, en una sola<br />

maña na, revestir todos los pilares góticos que forma n las tres naves,


R OJO Y NEGRO<br />

Julián vió los hombros d e la señora que ca fa <strong>de</strong> espaldas. U n collar<br />

<strong>de</strong> gruesas perlas: finísimas, m uy fa milia r para él , lla mó s u atención .<br />

i Era ella, la señora Rena l I La q ue procuraba sostenerle la cabeza<br />

e impedir que cayera <strong>de</strong>l todo, era la señora Derville. Juliá n, loco,<br />

a vanzó. La caída <strong>de</strong> la señora Rena l hubiera ocasiona do t ambién<br />

la <strong>de</strong> su a miga con toda segurida d , si Juliá n no las hubiera sostenido<br />

a a mbas. Vió la cabeza <strong>de</strong> la señora R enal pálida, absolutamente<br />

privada d e conocimiento, caída sobre los hombros. Ayudó a la señora<br />

Derville a colocar aquella encantadora cabeza sobre el respaldo <strong>de</strong><br />

"na silla. E l estaba arrodilla do .<br />

La señora Dervü1e se volvió y le reconoció.<br />

- Huya usted caballero, huya u sted , le dijo con el acento <strong>de</strong> la<br />

más viva cólera . Sobre tod o que ella no le vea <strong>de</strong> n uevo. La vist a <strong>de</strong><br />

usted ha d e causarle h orror. i E ra tan dichosa a ntes I i El proce<strong>de</strong>r<br />

<strong>de</strong> usted ha sido a troz! Huya usted, aléjese, si aun le queda un resto<br />

<strong>de</strong> pudor.<br />

Fueron pronuncia das aquellas palabras con tanta a utorida d , y<br />

Julián se encontra ba t a n débil en aquellos momentos que obe<strong>de</strong>ció<br />

y se alejó. " i Siempre me La odiado! " dij o pensando en la señora<br />

Derville.<br />

Al mism o tiempo el canto <strong>de</strong> los primeros sacerdotes <strong>de</strong> la procesión<br />

resonó en la iglesia. E st a b a ent ra ndo. E l abate Chas-Bernard, lla mó<br />

repetidas veces a Juliá n q uien , al principio no le oyó. Vino, a l cabo,<br />

hasta él, y le sacó, cogiéndole <strong>de</strong> un brazo, <strong>de</strong> <strong>de</strong>trás <strong>de</strong>l pilar en<br />

don<strong>de</strong>, medio muerto, se h abía refu gia do el joven . Q uería presenta rlo<br />

.al obispo.<br />

- Se encuentra usted m al, hijo mío, le dijo el a bate viéndolo ta n<br />

pálido y casi imposibilitado para a nda r. Ha traba ja do <strong>de</strong>masiado.<br />

El sacerdot e le dió el bra zo. Venga: siéntese sobre ese banco, <strong>de</strong>trás<br />

<strong>de</strong> mi : yo le ocultaré.<br />

En aquel m omento est a ba n alejados d e la puerta principal.<br />

- Tra nq uilícese, continuó; a ún disponem os <strong>de</strong> veinte minutos<br />

largos antes <strong>de</strong> q ue Monseñor entre. P rocure serenarse. Cua ndo el<br />

obispo pase, yo lo levantar é a usted por q ue soy fuerte, y vigoroso<br />

a pesar d e mi edad .<br />

Pero cua ndo el obispo p asó, Julián temblaba <strong>de</strong> tal manera , que<br />

el a bate renunció a la presentación <strong>de</strong>l joven.<br />

- No se a flij a much o, le dijo; ya encontra ré otra ocasión.<br />

Por la noche, hizo llevar a la capilla <strong>de</strong>l Seminario diez li bras <strong>de</strong>


ROJO Y NEGRO 173<br />

cera economizada, según dijo, por la habilidad <strong>de</strong> Julián y la prontitud<br />

con que hizo apagar. Nada m enos cierto. El pobre joven estaba,<br />

él mismo, apagado; no había tenido ni una i<strong>de</strong>a ni un pensamiento,<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> ver a la señora R enal.<br />

CAPiTULO XXVIII<br />

EL PRIMER ASCENSO<br />

Julián no se había repuesto aún <strong>de</strong> la impresión profunda que el<br />

suceso <strong>de</strong> la Catedral le causara, cuando una mañana lo llamar on <strong>de</strong><br />

parte <strong>de</strong>l abate Pirard.<br />

- El abate Chas-Bernard me escribe en favor <strong>de</strong> usted. Estoy<br />

muy contento <strong>de</strong> ver la conducta que observa, en general. Es usted<br />

sumamente impru<strong>de</strong>nte y aturdido, aunque no lo parezca. Sin embargo,<br />

hasta ahora su corazón es bueno y hasta generoso. Su inteligencia<br />

es s uperior. En conjunto, veo en usted una chispa luminosa<br />

que hay que mantener.<br />

« Después <strong>de</strong> quince aüos <strong>de</strong> traba jo estoy a punto <strong>de</strong> salir <strong>de</strong><br />

esta casa : mi crimen consiste en haber <strong>de</strong>jado a los semina ristas<br />

el uso <strong>de</strong> s u libre albedrío y <strong>de</strong> no haber protegido ni combatido<br />

esa sociedad secreta <strong>de</strong> la cual me ha hablado usted en el Tribunal<br />

<strong>de</strong> la penitencia. Antes <strong>de</strong> marcharme, quiero hacer algo por usted.<br />

Yo hubiera empezado a ocuparme <strong>de</strong> usted hace dos meses porque<br />

realmente lo merece, sin la <strong>de</strong>nuncia basada en las señas <strong>de</strong> Armanda<br />

Binet, encontradas en su ha bitación. Le nombro profesor ayudante<br />

<strong>de</strong> Antiguo y Nuevo T estamento.<br />

Julián , impresiona do por la gratitud, tuvo la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> arrodillarse<br />

a nte Pirard, pero cediendo a un movimiento más real, se acercó<br />

al Director y le besó la mano.<br />

- ¿ Qué significa esto ? excla mó el abate con gesto <strong>de</strong> disgusto.<br />

Pero los ojos <strong>de</strong> Julián expresaban aún más que s u acción.<br />

El a bate P irard le contempló con el gesto <strong>de</strong> sorpresa <strong>de</strong> a quel<br />

que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hace mucho tiempo, ha perdido la costumbre <strong>de</strong> encontrar


174<br />

ROJO Y NEGRO<br />

emociones <strong>de</strong>licadas. Aquella contemplación traicionó al Director.<br />

Su voz se alteró emocionada.<br />

- Pues bien, hijo mío, si, t e t engo afecto. El cielo sabe que es<br />

contra mi <strong>de</strong>seo. Yo <strong>de</strong>bía ser justo y no tener ni odio ni cariño a<br />

nadie. Tu carrera será penosa. Veo en tí algo que ofen<strong>de</strong> a la vulgaridad.<br />

La envidia y la calumnia te perseguirán. E n cualquier lugar<br />

que la Provi<strong>de</strong>ncia t e coloque, tus compañeros no podrán tratarte<br />

sin aborrecerte; y si te fingen afecto, será para tra icionarte con mayor<br />

seguridad. Contra eso, no hay sino un remedio : no recurras más<br />

q ue a Dios, que te ha dado, para castigarte <strong>de</strong> esa presunción, esa<br />

necesidad <strong>de</strong> ser odiado. Que tu conducta sea pura. Si tienes energía<br />

para mantener una invencible, inquebrantable conducta, tus enemigos,<br />

tar<strong>de</strong> ó t emprano, se <strong>de</strong>clararán vencidos, se humillarán. ,.<br />

Hada tanto tiempo que Julián no había oído una voz amiga, que<br />

hemos <strong>de</strong> perdonarle esta <strong>de</strong>bilidad : rompió a llorar. El abate Pirard<br />

le abrió los brazos. Aquel momento fué muy dulce para ambos.<br />

Julián estaba loco <strong>de</strong> alegría. Aquel ascenso era el primero que<br />

lograba; las ventajas eran enormes. Para valorarlas, seria preciso<br />

est ar con<strong>de</strong>nado a pasar meses enteros sin un momento <strong>de</strong> soledad<br />

y en contacto inmediato con compafieros importunos algunos y<br />

otros intolerables.<br />

Ahora, Julián comía solo o casi solo, una hora <strong>de</strong>spués que los<br />

<strong>de</strong>más seminaristas; t enía una llave <strong>de</strong>l jardlO¡ y podía pasearse<br />

en él durante las horas en que aquel estaba <strong>de</strong>sierto.<br />

Con gran sorpresa, Julián advirtió que lo odiaban menos, cuando<br />

el esperaba, por el contrario, un aumento <strong>de</strong> envidia. Aquel <strong>de</strong>seo<br />

secreto <strong>de</strong> que no le dirigieran la palabra, que era <strong>de</strong>masiado maIllfiesto,<br />

que le valla t antos enemigos, no fué, en a<strong>de</strong>lante, una marca<br />

<strong>de</strong> ridlcula altivez. A los ojos <strong>de</strong> los vulgares personajes que le ro<strong>de</strong>aban,<br />

quedó como un justo sentimiento <strong>de</strong> su dignidad. El odio disminuyó<br />

consi<strong>de</strong>rablemente, sobre todo entre los más jóvenes, que<br />

ahpra eran discípulos suyos, y que él trataba con mucha corrección.<br />

Poco a poco, llegó hasta a tener partidarios.<br />

Después <strong>de</strong> la nueva dignidad <strong>de</strong> Julián, el Director <strong>de</strong>l Seminario<br />

afectó no hablarle nunca sin testigos. Había en semejante<br />

conducta, pru<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> parte <strong>de</strong>l profesor y pru<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> parte<br />

<strong>de</strong>l discípulo. Pero había, sobre todo, e¡¡sayo. El principio invariable<br />

<strong>de</strong>l severo jansenista P irard, era : " Si un hombre tiene mérito a<br />

nuestro parecer, pongamos en su camino todos los obstáculos ima-


ROJO Y NEGRO 177<br />

cuenta mil francos, disfrazada por los pomposos nombres admitidos<br />

en los tribunales <strong>de</strong> justicia, y <strong>de</strong> abandonar al abate Frilair aquel<br />

insignificante pleito <strong>de</strong> cincuenta mil francos, el marqués se picó.<br />

Creía tener razón. i Vaya una razón I<br />

Ahora bien; ¿ cuál es el juez que no tiene un hijo o por lo menos<br />

un primo a quien favorecer?<br />

Para aclarar la vista a los más ciegos, ·a los ocho días <strong>de</strong> la primera<br />

sentencia el Sr. abate Frilair montó en la carroza <strong>de</strong>l señor Obispo<br />

y fué en persona a llevar la cruz <strong>de</strong> la Legión <strong>de</strong> Honor a su abogado.<br />

El marqués <strong>de</strong> la Mole, algo aturdido por la osadía <strong>de</strong> su contrincante,<br />

y viendo que sus abogados flaqueaban, pidió consejo al Sr.<br />

Chelán quien lo presentó al Sr. Pirard.<br />

Aquellas relaciones, duraban <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hada años, cuando nuestra<br />

historia comienza. El abate Pirard tomó este asunto con el apasionamiento<br />

propio <strong>de</strong> su carácter impulsivo. En contacto frecuente<br />

con los abogados <strong>de</strong>l marqués, estudió su causa, y pareciéndole<br />

justa se hizo su paladín abiertamente, públicamente, en contra <strong>de</strong>l<br />

po<strong>de</strong>roso gran vicario a quien indignó la insolencia <strong>de</strong>l insignificante<br />

jansenista.<br />

A pesar <strong>de</strong> la actividad <strong>de</strong>splegada por el abate Pirard, y aunque<br />

el marqués fuera siempre un buen amigo <strong>de</strong>l Ministro <strong>de</strong> Justicia,<br />

y sobre todo <strong>de</strong> sus auxiliares, todo lo que pudo conseguir al<br />

cabo <strong>de</strong> seis años, fue no haber perdido totalmente su pleito.<br />

Constantemente en relación con el abate Pirard por un asunto<br />

que ambos seguíán apasionadamente, el Marqués acabó por simpatizar<br />

con el généro <strong>de</strong> talento <strong>de</strong>l sacerdote. Poco a poco, a pesar <strong>de</strong><br />

la gran distancia social que los separaba, su correspon<strong>de</strong>ncia llegó<br />

a Ser amistosa. El abate <strong>de</strong>da al marqués, que querían obligarle,<br />

en fuerza <strong>de</strong> disgustos, a que presentara la dimisión. Encolerizauo<br />

por la infame estratagema <strong>de</strong> que, según él, se habían valido para<br />

relegar a J ulián a uno <strong>de</strong> los últimos puestos, refirió la historia al<br />

Marqués.<br />

Aunque muy rico, el gran señor no era avaro. Nunca había podido<br />

<strong>de</strong>cidir al abate Pirard a que aceptase ni aún los gastos <strong>de</strong> correo<br />

ocasionados por el pleito. Se <strong>de</strong>squitó enviando quinientos francos<br />

a l discípulo favorito <strong>de</strong>l sacerdote.<br />

El Sr. <strong>de</strong> la !lo[ole se molestó él mismo en escribir la carta que acumpañaba<br />

la remesa métálica. Aquello le hizo pensar en el abate.<br />

Un día. éste recibió una carta en la que se le invitaba, a que<br />

12


ROJO Y NEGRO 181<br />

tiempo sobre Virgilio y sobre Cicer6n. Por fin, el prelado no pudo<br />

menos d e felicitar al joven seminarista.<br />

- Es imposible h acer mejores estudios.<br />

- Monseñor , dijo Julián; 'u seminario pue<strong>de</strong> ofrecer ciento<br />

n')venta y siete j6venes ba, tantc menos indignos <strong>de</strong> la aprobaci6n<br />

<strong>de</strong> Monseñor.<br />

- ¿ C6mo es eso? pregunt6 el .prelado sorprendido por 10 elevado<br />

<strong>de</strong> la ci fra.<br />

' - Puedo <strong>de</strong>mostrar con una prueba ofi cial lo que digo. En el<br />

examen anual <strong>de</strong>l Seminario, respondiendo precisamente a las mismas<br />

preguntas que hoy me valen la alta a probaci6n <strong>de</strong> Monseñor, he<br />

obtenido el número 198 .<br />

- Ah! i Es el benjamín <strong>de</strong>l abate Pirard! exclam6 el Obispo<br />

riendo y mirando al abate Frilair. i Hubiéramos <strong>de</strong>bido espera r esto!<br />

Pero es guerra leal. ¿ No es cierto, amigo mío, que le han <strong>de</strong>spertado<br />

para enviarle aquí?<br />

- Sí, Monseñor. No he salido solo <strong>de</strong>l Seminario, sino una sola<br />

vez en mi vida, y {ué para ayudar al sacerdote Chas-Bernard a <strong>de</strong>corar<br />

la Catedral en el día <strong>de</strong>l C6rpus.<br />

- Optime, exclam6 el Obispo; i C6mo! ¿ Fué usted quien <strong>de</strong>mostr6<br />

tanto valor al colocar los plumeros sobre el dosel? Todos los años<br />

me hacen t emblar; t emo siempre que algún día cuesten la vida á<br />

alguien. Amigo mío, ust ed irá le jos. Pero yo no quiero <strong>de</strong>tener su<br />

carrera, q ue sin duda será brillante, matándole <strong>de</strong> ha mbre.<br />

y por or<strong>de</strong>n <strong>de</strong>l Obispo, trajeron bizcochos y vino <strong>de</strong> Málaga,<br />

que Julián prob6, y aún más el gran vicario, que sabía que su obispo<br />

gozaba viendo comer con buen apetito.<br />

El prelado, cada vez más contento con el final <strong>de</strong> la noche. h abl6<br />

un momento <strong>de</strong> historia eclesiástica. Vi6 que Julián no compre ndía.<br />

El prelado pas6 al estado social <strong>de</strong>l Imperio Romano bajo los emperadores<br />

<strong>de</strong>l siglo <strong>de</strong> Constantino. El fin <strong>de</strong>l paganismo había sido acompañado<br />

<strong>de</strong> aquel estado <strong>de</strong> inquietud y <strong>de</strong> duda que en el siglo XIX<br />

inva<strong>de</strong> los espíritus tristes y hastiados. El obispo not6 que Julián<br />

ignoraba casi hasta el nombre <strong>de</strong> Tácito.<br />

J ulián respondi6 candorosamente con gran sorpresa <strong>de</strong>l prelado,<br />

que aquel autor no se encontraba en la biblioteca <strong>de</strong>l Seminario.<br />

- Esto me alegra, dijo sonriendo el obispo, pues me saca <strong>de</strong> un<br />

apuro. Des<strong>de</strong> hace diez minutos, estoy dando vueltas a mi imaginaci6n<br />

para darle las gracias p'or la d eliciosa velada que me ha proporcio-


ROJO Y NEGRO<br />

nado, y por cierto, <strong>de</strong> una manera imprevista. No esperaba encontrar<br />

un Doctor en un discípulo <strong>de</strong> mi seminario. Aunque el presente<br />

no sea muy canónico, vaya regalarle un Tácito.<br />

El prelado hizo que le trajeran ocho tom os superiormente encua<strong>de</strong>rnados,<br />

y escribió él mismo, sobre el título <strong>de</strong>l primero, un elogio,<br />

en latín, para Julián Sorel. El obispo presumía <strong>de</strong> buen latinista.<br />

Terminó diciendo con t ono serio, que contrastaba con el mantenido<br />

durante t oda la velada:<br />

- Joven, si usted es discreto, t endrá un día el mejor curato <strong>de</strong> mi<br />

diócesis, y seguramente no a cien leguas <strong>de</strong> mi palacio episcopal.<br />

Pero sea discreto.<br />

Julián, cargado con sus volúmenes, salió <strong>de</strong>l obispado muy<br />

sorprendido, al dar las doce.<br />

Monseñor no le había hablado ni una palabra <strong>de</strong>l a bate Pirard .<br />

Lo que más llamaba la atención a Julián. era la extremada corrección<br />

<strong>de</strong>l obispo. No tenia i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> una urbanidad <strong>de</strong> formas unida a<br />

un aire <strong>de</strong> dignidad tan na tural. Sobre todo le sorprendió el contraste<br />

con el abate Pirard que impacientemente le esperaba.<br />

- ¿ Quid tibi dixerz",t ? (Qué t e han dicho ?) le gritó con fuerte<br />

voz en cuanto lo vió aparecer.<br />

Julián se entorpeció algo, al procurar recitar en la tín los discursos<br />

<strong>de</strong>l obispo.<br />

- Hable en francés y repita las mismas palabras <strong>de</strong> Monseñor<br />

sin cambiarles nada, continuó el ex-director <strong>de</strong>l seminario con su<br />

tono <strong>de</strong> voz duro y sus a<strong>de</strong>manes <strong>de</strong>sprovistos <strong>de</strong> t oda elegancia.<br />

- 1 Qué extraño presente <strong>de</strong> parte <strong>de</strong> un obispo a un seminarista I<br />

<strong>de</strong>cía hojeando el soberbio Tácito, cuyos cantos dorados le producían<br />

horror .<br />

A 'las dos, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> oir un relato muy minucioso <strong>de</strong> todo lo que<br />

había sucedido en el obispado, permitió a su discípulo fa vorito que<br />

fuera a acostarse.<br />

- Déjeme el primer 't omo <strong>de</strong> Tácito, don<strong>de</strong> el Obispo ha escrito<br />

su cumplido, dijo. E sas palabras latinas serán su pararrayos en esta<br />

casa, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> mi marcha.<br />

Erit tibi, jili mi, succesor meus tm/quam leo quoerems que", <strong>de</strong>voret<br />

(porque para tí, hijo mio, mi sucesor será como un leon furioso que<br />

q uiera <strong>de</strong>vorarte).<br />

Al dra siguiente Julián encontró algo ext raño en la forma que adoptaron,<br />

para hablarle, sus compañeros. Esto le dió motivo para hacerse


ROJO Y NEGRO<br />

más reservado. "Esto es efecto <strong>de</strong> la dimisión <strong>de</strong>l abate Pirard, pensó.<br />

Toda la casa la conoce y yo paso por ser su fa vorito. » Debía <strong>de</strong> haber<br />

insulto en esas maneras, pero no podía advertirlo. Había, por el<br />

contrario, ausencia <strong>de</strong> odio en todos aquellos ojos que encontró.<br />

Por fin, el joven seminarista <strong>de</strong> Verriéres,le dijo con alegre semblante:<br />

Cornelii Taciti opere omnia ( (Obras completas <strong>de</strong> Tácito).<br />

A estas palabras pronunciadas en voz alta, todos, a un tiempo<br />

mismo, felicitaron a Julián, no solamente por el magnifico regalo que<br />

Monseñor le había hecho, sino también por la conversación que<br />

durante dos horas había mantenido con él. Conocían hasta los más<br />

ínfimos <strong>de</strong>talles. Des<strong>de</strong> aquel momento, ya no hubo envidia; se le<br />

hizo la corte bajamente. El abate Castane<strong>de</strong>, que la víspera aún era<br />

insolente con el joven, le cogió <strong>de</strong>l brazo y le invitó a almorzar .<br />

Por una fatalidad <strong>de</strong>l carácter <strong>de</strong> Julián, la insolencia <strong>de</strong> aquellos<br />

seres vulgares le había hecho daño, y sus bajezas le produjeron repugnancia.<br />

Hacia el mediodía el abate Pirard se <strong>de</strong>spidió <strong>de</strong> sus discípulos<br />

con una severa alocución.<br />

El abate Pirard se hospedó en la posada más lujosa <strong>de</strong> Besans;on,<br />

y, so pretexto <strong>de</strong> asuntos, que no tenía, pasó allí dos días.<br />

El obispo le habia invitado a cenar, y para molestar a su gran<br />

vicario, procuró, a los postres, hacerl e brillar. Aún no habían terminado<br />

cuando llegó <strong>de</strong> Paris la extraña y sensacional noticia <strong>de</strong> que<br />

el abate Pirard había sido nombrado cura <strong>de</strong> N., a cuatro leguas <strong>de</strong><br />

la capital. El buen prelado le felicitó sinceramente. Vió en todo este<br />

asunto 1


"010 Y NEGRO 185


86 ROJO Y NEGRO<br />

tengo abogados. Pero respecto <strong>de</strong> mis asuntos generales ¿ querrá<br />

usted creer q ue hace tres años que he renunciado a encontrar un<br />

hombre que mientras escribe para mí se ocupe un poco <strong>de</strong> 10 que hace?<br />

A<strong>de</strong>más, todo eso no es sino un prefacio. Yo, señor cura, le estimo<br />

y aunque lo haya visto ho y por primera vez, me atrevo a <strong>de</strong>cir que<br />

le tengo afecto. ¿ Quiere usted ser mi secretario con ocho mil francos<br />

<strong>de</strong> sueldo, o el doble, me es igual? Le juro que será para mí un beneflcio<br />

y me comprometo a conservarle su curato para el día en que<br />

no nos entendiéramos.<br />

El sacerdote rehusó; mas al final <strong>de</strong> la conversación, el verda<strong>de</strong>ro<br />

embarazo en que vefa al marqués, le sugirió una i<strong>de</strong>a:<br />

- He <strong>de</strong>jado enterrado en mi seminario a un pobre joven que, si<br />

no me equivoco, va a ser brutalmente perseguido. Hasta ahora, dicho<br />

joven no conoce sino las Escrituras y el latín, pero estoy convencido<br />

<strong>de</strong> que algún dfa será un genio en la pledicación, o en la dirección <strong>de</strong><br />

las almas. Ignoro lo que hará; pero tiene el fuego sagrado y llegará<br />

lejos.<br />

- ¿ De dón<strong>de</strong> sale ese joven? preguntó el marqués.<br />

- Dicen que es hij o <strong>de</strong> un carpintero <strong>de</strong> nuestras montañas,<br />

pero yo lo tengo por hijo natural <strong>de</strong> algún hidalgo. Lo he visto recibir<br />

una carta anónima o seudómina, acompañada <strong>de</strong> un envío <strong>de</strong> quini<br />

entos francos.<br />

- I Ah! I Es ]ulián Sorel! dijo el marqués.<br />

- ¿ Cómo conoce usted su nombre? dijo el cura, sorprendido.<br />

- Eso es lo que no le diré, respondió el marqués enrojeciendo.<br />

- Pues bien, añadió el abate, usted podría probar a hacer <strong>de</strong> él<br />

su secretario ; tiene energía, inteligencia; en una palabra el ensayo<br />

es tentador.<br />

- ¿ Por qué no ? respondió el marqués; ¿ pero será ese hombre<br />

capaz <strong>de</strong> ven<strong>de</strong>rse al prefecto <strong>de</strong> policía o a cualquier otro ? ¿ Será<br />

capaz <strong>de</strong> espiarme en mi casa ? Ese es mi único temor.<br />

Al oir los favorables informes <strong>de</strong>l sacerdote, el marqués tomó un<br />

billete <strong>de</strong> mil francos y dijo :<br />

- Envfe usted este viático a ]ulián Sorel y dfgale que venga.<br />

- Bien se ve que usted vive en París y que no conoce la tiran fa<br />

que se ejerce sobre t odos nosotros, pobres provincianos.<br />

" No <strong>de</strong>jarán salir a ]ulián, valiéndose <strong>de</strong> los m ás habiles pretextos.<br />

Me respon<strong>de</strong>rán que está enfermo, que la carta se ha perdido en el<br />

correo.


ROJO Y NEGRO 187<br />

- Pediré al ministro una carta para el obispo.<br />

- Olvidaba una precaución. dijo el abate. Ese joven, aunque<br />

nacido muy bajo, tiene el corazón elevado. y no servirá para nada<br />

si' mortifican su orgullo. Se volvería idiota.<br />

- Eso me gusta; haré <strong>de</strong> él el compañero <strong>de</strong> mi hijo. ¿ Será suficiente<br />

?<br />

Algun' tiempo <strong>de</strong>spués, Julián recibió una carta <strong>de</strong> letra <strong>de</strong>sconocida,<br />

se)lada en Chalóns, acompañando un envio metalico sobre<br />

un negociante <strong>de</strong> Besans:ón, y con or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> ir a Paris sin per<strong>de</strong>r momento.<br />

La carta estaba firmada con un seudónimo, mas, al abrirla,<br />

se estremeció Julián porque vió en ella una hoja <strong>de</strong> árbol, señal convenida<br />

con el abate Pirard.<br />

Menos <strong>de</strong> una hora <strong>de</strong>spués, fué Julián llamado al Obispado, don<strong>de</strong><br />

fué acogido con paternal bondad. Al mismo tiempo que hablaba <strong>de</strong><br />

Horacio, el prelado le hizo los más lisonjeros augurios sobre el porvenir<br />

que le esperaba en París, y solicitó <strong>de</strong> él explicaciones sobre<br />

su viaje. Julián no pudo dárselas, porque no sabía nada, y esto<br />

hizo que Monseñor formase <strong>de</strong> su discreción una alta i<strong>de</strong>a. Uno <strong>de</strong> los<br />

familiares, escribió, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el obispado, al alcal<strong>de</strong> y este se apresuró<br />

a traer en persona y a toda prisa, un pasaporte en el cual el nombre<br />

había quedado, ex profeso, en blanco.<br />

La misma noche, a las doce, Julián apareció en casa <strong>de</strong> Fouqué,<br />

cuyo pru<strong>de</strong>nte entendimiento fu é más sorprendido que encantado<br />

<strong>de</strong>l porvenir que parecía abrirse ante el joven.<br />

- Esto acabará para ti por un nombramiento <strong>de</strong>l Gobierno,<br />

<strong>de</strong>cía este elector liberal, y ello te obligará a aceptar algun cometido<br />

que será vilipendiado por los periódicos. Por los ataques que te dirijan<br />

tendré noticias tuyas. Acuérdate <strong>de</strong> que, hasta financieramente<br />

hablando, es preferible recibir dos mil francos ganados en un honrado<br />

comercio <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ras, <strong>de</strong>l cual yo soy el único dueño, que cuatro mil<br />

arrancados al gobierno aunque dicho gobierno fuera el <strong>de</strong>l Rey Salomón.<br />

Julián no vió en todo eso, sino la pequeñez <strong>de</strong> espíritu <strong>de</strong> un campesino.<br />

Por fin iba a <strong>de</strong>sempeñar un papel en el escenario <strong>de</strong> los gran<strong>de</strong>s<br />

actores. La dicha <strong>de</strong> ir a París, que él se imaginaba poblado <strong>de</strong> gente<br />

<strong>de</strong> talento muy intrigante, muy hipócrita pero tan correcta como<br />

el Obispo <strong>de</strong> Besan\ón y el obispo <strong>de</strong> Ag<strong>de</strong>, lo eclipsaba todo ante<br />

su vista.<br />

Al siguiente día, hacia las doce, llegó a Verrieres. Se vela el más


188 ROJO Y NEGRO<br />

dichoso <strong>de</strong> los hombres; pensaba volver a ver a la señóra Renal.<br />

Ante todo fué a casa <strong>de</strong> su protect or .-1 buen sacerdote Chelán, que<br />

le recibió, severamente.<br />

- ¿ Cree usted que m6 <strong>de</strong>be alguna atención? le dijo el anciano<br />

sin respon<strong>de</strong>r a su saludo; pues almuerce conmigo; durante este<br />

tiempo irán a alquilar otro caballo, y se marchará <strong>de</strong> Verrieres<br />

sin ver a nad'ie.<br />

- Oir es obe<strong>de</strong>cer, respondió Julián, poniendo cara d e seminarista.<br />

y ya no se habló sino <strong>de</strong> Teología y <strong>de</strong> latín.<br />

Montó a caballo, recorrió una legua, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> lo cual se emboscó<br />

entre los árboles, don<strong>de</strong> nadie pudiera verle. A la caída <strong>de</strong> la ta r<strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>volvió el caballo. Más tar<strong>de</strong>, cuando la noche hubo cerrado, se<br />

dirigió a la casa <strong>de</strong> un labrador que consintió, mediante una rem uneración,<br />

en ven<strong>de</strong>rle una escala y llevarla hasta la entrada <strong>de</strong>l bosque<br />

que ro<strong>de</strong>a el paseo <strong>de</strong> la Fi<strong>de</strong>lidad, en Verrieres.<br />

"SegUl:amente acompaño a un <strong>de</strong>sertor o a un contraba ndista,<br />

pensó el la briego al <strong>de</strong>spedirse <strong>de</strong> él, pero i qué importa! la escalera<br />

ha sido bien pagada y yo mismo he hecho eso otras veces.<br />

La noche era muy obscura. Hacia la una <strong>de</strong> la mañana ]uliá n,<br />

cargado con su escala, entró en Verrieres. Descendió tan pronto<br />

como pudo h asta el lecho <strong>de</strong>l torrente que atraviesa los magníficos<br />

jardines <strong>de</strong>l señor R enal, a una profundidad <strong>de</strong> seis pies y encauzado<br />

por murallones. Julián subió la escala con gran facilidad. ¿ Qué<br />

recibimiento me harán los perros? pensó. Ese es t odo el peli gro.<br />

Los perros ladraron y galoparon hacia él, pero el joven silbó cariñosamente,<br />

y los animales vinieron a lamerle las manos.<br />

Saltando entonces <strong>de</strong> t erraza en terraza, aunque t odas las verj as<br />

estuvieran cerradas, le fué muy fácil llegar bajo la ventana <strong>de</strong> la<br />

habitación <strong>de</strong> la señora R enal que, por el lado <strong>de</strong>l jardín está a<br />

una altura <strong>de</strong> ocho o diez pies <strong>de</strong>l suelo.<br />

Habla, en las persianas, una abertura en forma <strong>de</strong> corazón que<br />

Julián conocía muy bien. Con disgusto vió que aquella abertura no<br />

estaba iluminada por la luz <strong>de</strong> la lamparill a .<br />

I Dios mio! pensó; ¿ acaso la h a bitación no está ocupada por la<br />

señora Renal? La familia está en Verrieres, puesto que se h allan<br />

aqul los perros, pero en esta habitación sin lu., puedo encontrar a<br />

cualquier extraño, a al mismo señor Renal, y entonces i qué<br />

escándalo I<br />

Lo más pru<strong>de</strong>nte era retirarse, pero aquell a i<strong>de</strong>a horrorizó a ] ulián


ROJO Y NEGRO<br />

Si es un extrano, me escaparé corriendo; pero si es ella, ¿ qué recepción<br />

me aguarda? Está arrepentida, y entregada a la más pura<br />

<strong>de</strong>voción ; <strong>de</strong> eso no bay duda ; pero al fin yal cabo, algun recuerdo<br />

tendrá <strong>de</strong> mí cuando acaba <strong>de</strong> escribirme. Esta razón lo <strong>de</strong>cidió.<br />

Latiéndole el corazón con violencia, mas <strong>de</strong>cidido a verla, arrojó<br />

algunas piedrecitas a la venta na. No hubo respuesta. Apoyó la escala<br />

contra el alfeizar, y llamó él mismo, silenciosamente al principio<br />

y más fuerte <strong>de</strong>spués. " Por muy profunda que sea la obscuridad me<br />

pue<strong>de</strong>n disparar un balazo " pensó. Y aquel pensamiento redujo la<br />

loca empresa a una cuestión <strong>de</strong> bravura.<br />

Descendió, apoyó la escala contra una <strong>de</strong> las persianas, volvió a<br />

subir y, pasando un ma no por la abertura en forma <strong>de</strong> corazón,<br />

consiguió coger el alambre que servía pa ra abrir la ventana. CCIIl<br />

inexplicable alegría, vió cómo cedían las hojas <strong>de</strong> la ventana, lo<br />

suficiente para permitirle pasar la cabeza y <strong>de</strong>cir en voz baja :<br />

« Es un amigo l),<br />

Se aseguró, prestando atención, <strong>de</strong> que- nada turbaba el silencio <strong>de</strong><br />

la habitación; pero <strong>de</strong>cididamente, mo había lamparilla en la alcoba,<br />

y aquella era mala señal.<br />

" i Ojo con el balazo! " re fl exionó un momento. Despues, con<br />

un <strong>de</strong>do, llamó en los cristales; ninguna respuesta.<br />

- Aunque tuviera que romper los cristales hay que acabar. Y se<br />

<strong>de</strong>cidió. Al seguir llamando, cada vez vez más fuerza, creyó ver en<br />

la habitación una sombra blanca que la atravesaba muy <strong>de</strong>spacio.<br />

De pronto, vió una mejilla que se a poyaba sobre el cristal por el<br />

cual él miraba.<br />

Se alejó un poco. Pero ta n negra era la noche, que aún a aquella<br />

distancia no pudo conocer si la sombra blanca era la señora R enal.<br />

Temió el primer grito <strong>de</strong> alarma; oía a los perros gruñir y andar al<br />

pie <strong>de</strong> la escala . , Soy yo, repetía en voz alta, un amigo. " No hubo<br />

respuesta ; el fantasma blanco había <strong>de</strong>saparecido i "i Abrame, es<br />

preciso que le hable; soy muy <strong>de</strong>sgraciado! " Y llamaba con riesgo<br />

<strong>de</strong> romper los cristales.<br />

Un ruído seco se oyó; las persianas cedieron y ] ulián saltó con tigereza<br />

al centro <strong>de</strong>l dormitorio.<br />

El fantasma lJlanco se aleja ba; lo cogió entre sus brazos; era una<br />

mujer. Y entonces <strong>de</strong>sapa recieron todas sus i<strong>de</strong>as <strong>de</strong> valor. ¿ Qué<br />

va a pensar <strong>de</strong> mí si es ella ? , ¿ Qué pasó por todo su ser cuando a<br />

oir un ligero grito reconoció a la señora Renal?


190 ROJO Y NFGRO<br />

La estrechó entre s us brazos. Ella temblaba y tenía apenas fuerzas<br />

para rechazarlo.<br />

- ¡Desgraciado! ¿ Qué hace usted ?<br />

Apenas si su convulsiva voz podía articular aquellas palabras.<br />

Julián vió en ellas la indignacion más positiva.<br />

- Ven-go a ver a usted <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> catorce meses <strong>de</strong> cruel separación.<br />

- i Márchese. márchese a l instante! ¡Ah! señor Chelán! ¿ Por qué<br />

me ha prohibido usted que le escriba? i Yo hubiera evitado este<br />

horror!<br />

y 10 rechazó con una fu erza realmente extraordinaria. " i Me arrepiento<br />

<strong>de</strong> mi crimen; el ciclo se ha dignado iluminarme! añadía con<br />

voz no muy segura. I Márchese. márchese!<br />

- Después <strong>de</strong> catorce meses <strong>de</strong> <strong>de</strong>sgracia. no me separaré <strong>de</strong> usted<br />

sin haberle hablado. Quiero saber todo lo que usted ha hecho. La<br />

he amado lo bastante para merecer, por mi amor. esta confi<strong>de</strong>ncia.<br />

i Quiero saberlo t odo!<br />

A su pesar, aquel tono <strong>de</strong> autoridad ejerc:a cierto influjo en el<br />

corazón <strong>de</strong> la señora Renal.<br />

J ulián que la tenía apretada contra su corazón. y resistía a los<br />

esfuerzos que ella hada para separarse <strong>de</strong> él. cesó <strong>de</strong> retenerla contra<br />

su voluntad. Al verse libre se tranquilizó un tanto la dama.<br />

- Vaya retirar la escala, dijo el joven para que no nos comprometa<br />

si algun criado <strong>de</strong>spierto por el ruído. tuviera la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> dar<br />

una vuelta por el jardín.<br />

- I Ah! i Márchese, márchese I le respondió la señora Renal con<br />

calera no fingida ¿ Qué me importan los hombres? Es Dios. quien<br />

ve la horrible escena y me castigará. Abusa usted cobar<strong>de</strong>mente<br />

<strong>de</strong>l afecto que le he tenido y que ya no le tengo, ¿ Oye usted. señor<br />

Julián?<br />

El, mientras tanto, recogía la escala poco a poco para no hacer<br />

ruído.<br />

- ¿ Está tu marido en la ciudad? le preguntó. no para <strong>de</strong>safiarla,<br />

sino llevado por la antigua costumbre.<br />

- No me hable usted asi, por favor, o lla mo a mi marido. Soy<br />

ya <strong>de</strong>masiado culpable por no haberle arrojado <strong>de</strong> aqui. sucediera<br />

lo que sucediese. I Me da usted lástima! añadió procurando herir su<br />

orgullo que ella sabía era tan susceptible.<br />

Aquella negativa <strong>de</strong> intimidad en el trato, aquella manera tan


ROJO Y NEGRO 191<br />

brusca <strong>de</strong> romper tan tierna amistad, hicieron subir hasta el <strong>de</strong>lirio<br />

el transporte <strong>de</strong> amor <strong>de</strong> Julián.<br />

- I Cómo! ¿ Es posible que usted ya no me ame? exclamó con<br />

uno <strong>de</strong> esos acentos <strong>de</strong>l corazón y que tan difíciles son<strong>de</strong>oir con sangre<br />

fría.<br />

Ella no respondió. El lloraba amargamente.<br />

En realidad, no tenía Julián fuerzas para seguir hablando.<br />

- I De modo, que hasta el único ser que me ha amado, me olvida!<br />

¿ para qué vivir? l> Todo su valor le había abandonado, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que la<br />

eventualidad <strong>de</strong> encontrarse con un hombre había <strong>de</strong>saparecido.<br />

Todo se había evaporado en su corazón; todo : hasta el amor. Durante<br />

mucho tiempo lloró en silencio.<br />

- i Haga usted el favor <strong>de</strong> <strong>de</strong>cirme lo que ha sucedido! suplicó<br />

J ulián con voz entrecortada por los sollozos.<br />

- Sin duda alguna, respondió la señora Renal, con voz dura, y<br />

cuyo acento tenía algo <strong>de</strong> sequedad y <strong>de</strong> reproche hacia J ulián, sin<br />

duda alguna, mi pecado era conocido en la ciudad cuando usted se<br />

marchó. I Había habido tanta impru<strong>de</strong>ncia en sus maneras! Algunos<br />

días <strong>de</strong>spués, cuando yo estaba <strong>de</strong>sesperada, vino a verme el venerable<br />

sacerdote Chelán. En vano quiso obtener una confesión mla.<br />

Un día, tuvo la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> llevarme a la pequeña iglesia <strong>de</strong> Dijon, don<strong>de</strong><br />

yo hice mi primera comunión. Allí, se atrevió a hablarme nuevamente ,.<br />

La señora Renal interrumpió su relato porque las lágrimas la ahogaban<br />

«i Qué momento <strong>de</strong> vergüenza! continuó. Lo dije todo. Aquel<br />

hombre tan bueno no quiso abrumarme con sus reproches; se afligió<br />

y lloró la falta, al mismo tiempo que yo. En aquellos días yo escribía<br />

a usted cartas a diario; cartas que no me atrevía a enviarle; las<br />

escondía cuidadosamente, y cuando estaba <strong>de</strong>masiado triste, las<br />

lela, buscando en aquella lectura un consuelo.<br />

« Por fin, el señor Chelán consiguió que le entregase aquellas cartas<br />

Algunas, escritas con un poco más <strong>de</strong> pru<strong>de</strong>ncia, hablan sido enviadas<br />

a usted que nunca me respondió.<br />

- Jamás, te lo juro, he recibido, una carta tuya en el seminario.<br />

- I Dios mío I ¿ Quién las habrá interceptado?<br />

- Juzga cual sería mi tristeza. Hasta el dla en que te vi en la<br />

Catedral, no sabía si vivías o no.<br />

- Dios me hizo la merced <strong>de</strong> compren<strong>de</strong>r cuanto \Jecaba contra<br />

El, contra mis hijos, contra mi marido, continuó la señora Renal.<br />

El no me ha amado nunca, como yo creía entonces que usted me amaba.


192 ROJ O Y NEGRO<br />

Julián se precipitó en s us brazos, sin saber lo que h acía, sin tener<br />

noción <strong>de</strong> nada. E lla lo rechazó; y continuó con bastante firmeza:<br />

- Mi respetable a migo el señor Chelá n, me hizo compren<strong>de</strong>r q ue<br />

al casarme con R enal, yo le había enajenado todos mis a fectos, incluso<br />

aquellos que yo <strong>de</strong>sconocía y <strong>de</strong> los cuales no llegué a t ener<br />

i<strong>de</strong>a hast a nuestras fat ales relaciones. Después <strong>de</strong>l gran sacrificio<br />

<strong>de</strong> aquellas cartas, para mí ta n q ueridas, mi vida h a transcurrido,<br />

, i no feli z, por lo menos tra nq uila. ¡ No venga <strong>de</strong> nuevo a turbarla !<br />

¡ Sea un a migo para mí, el mejor <strong>de</strong> mis a migos I<br />

Juliá n cubrió <strong>de</strong> besos la ma no <strong>de</strong> la dama : esta sintió las lágrimas<br />

<strong>de</strong>l joven, hume<strong>de</strong>cerle los <strong>de</strong>dos.<br />

- No llore usted ¡, me da t anta pena! Dígame a su vez todo lo<br />

q ue ha hecho.<br />

Julián no podía hablar.<br />

- Quiero conocer su vida en el Seminario; <strong>de</strong>spués, se marcha rá.<br />

Sin darse cuenta <strong>de</strong> lo que <strong>de</strong>cía, Juliá n h abló <strong>de</strong> intrigas y <strong>de</strong><br />

envid ias sin fin que constantemente salián a su encuentro. Después,<br />

contin uó la narración <strong>de</strong> su vida, mucho más tranquila <strong>de</strong>s<strong>de</strong> q ue<br />

había sido nombrado profesor.<br />

- Entonces fué, continuó, cuando, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> un lar go silencio<br />

q ue tenía por objeto hacerme compren<strong>de</strong>r 10 que veo hoy con excesiva<br />

claridad , est o es, que ya no me a mabas, q ue pa ra ti era yo un<br />

er indiferente .. . La señora Renal le estrechó las manos; entonces<br />

[ué cuando me en viaste los q uinientos fra ncos.<br />

- I Jamás! dijo su amiga.<br />

- E ra una carta, fechada en París y fir mada por P a blo Sorc!,<br />

para evitar t oda sospech a.<br />

Surgió una ligera discussión sobre el probable origen <strong>de</strong> aquell a<br />

carta. La situación moral cambió. Sin pensar en ell o, a mbos habían<br />

abandonado el t ono solemne y habían seguido la conversación<br />

con tierna amistad. No se veían a causa <strong>de</strong> la profunda obscuridad,<br />

mas el tono <strong>de</strong> sus palabr as lo <strong>de</strong>cía t odo. J uliá n pasó el brazo a lre<strong>de</strong>dor<br />

<strong>de</strong> la cintura <strong>de</strong> la señora Renal, peligroso a<strong>de</strong> má n, dada la<br />

sit uación ; ella procuró separarse, mas Julián, con bast ante ha bilidad,<br />

ha bló <strong>de</strong> algo intcressante. Aquel brazo quedó, como olvidado,<br />

en aquella posición.<br />

Después <strong>de</strong> algunas conj et uras sobre la cart a <strong>de</strong> los quinientos<br />

francos, Julián reanudó su relalo. Se hizo d úeño <strong>de</strong> si, habla ndo <strong>de</strong><br />

su pasada vida, cosa siu importa ncia para él <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hacia una h oras.


' 94 ROJ O y N E GRO<br />

lo que t an vivamente <strong>de</strong>seara dura nte las dos primeras. J uli á n, a<br />

pesar <strong>de</strong> los r uegos <strong>de</strong> la señora R ena l, quiso encen<strong>de</strong>r la lamparilla.<br />

- ¿ Quieres q ue no me que<strong>de</strong> ningún recuerdo <strong>de</strong> ha berte visto'<br />

le preguntó el joven . ¿ Será perdido para mí el a mor que refl eja n<br />

esos encantadores o jos? ¿ La bla ncura <strong>de</strong> esa linda ma no h a <strong>de</strong><br />

sernlC inv isible? j Piensa en que nos separa mos quizás para nlucho<br />

tiempo !<br />

Le señora Hena l no podía rehusar nada porq ue la domina ba<br />

aq llell a i<strong>de</strong>a q uc la hacía <strong>de</strong>shacerse en lágrimas. Pero la a tIrara<br />

empezaba a nacer. En lugar <strong>de</strong> m archarse. J uliá n le s uplicó que<br />

le permitiera pasar todo el d ía en su ha bitación y q ueda rse en ella<br />

para partir al día siguiente.<br />

- ¿ y por qué no ? contestó. Esta fa tal recaída me quita toda<br />

la estimacíon que m e <strong>de</strong>bo a mi misma. Y lo estrecha ba contra Su<br />

corazón a l pronunciar aquellas palabras. Mi m a rido no es ya el<br />

mismo ; sospecha que en todo este asunto h a obrado como yo he<br />

querido que obrara, y est á muy disgustado conmigo. Si oye el más<br />

insignificante ruído, est oy perdida, pues me expulsará como lo que<br />

soy, como una nlala tnuj cr.<br />

El día aumentaba rápida mente y la luz <strong>de</strong>l sol iluminaba la ha bit<br />

ación . Juliá n experimentó la voluptuosidad <strong>de</strong>l orgullo, cua ndo tuvo<br />

entre sus brazos, a sus p ies, <strong>de</strong> rodillas, a aquell a encanta dora mujer,<br />

a la única q ue él había ama do.<br />

Muy pronto comenzó a oirse ruído en la casa. Algo, en lo q ue la<br />

señora R enal no ha bía pensado, vino a t urbarl a .<br />

- Esa maldita Elisa, va a entra r en el dornl itorio ¿


ROJ O Y NEGRO 195<br />

i Mujer realmente superior ! I Ah ! he a hí un corazón en el cual es<br />

honroso reinar! " Juliá n estaba encantado.<br />

La señora Renal cogió la escala. Evi<strong>de</strong>ntemente, pesaba <strong>de</strong>masiado<br />

para ella; el joven quiso ayudarle; admiraba aquel talle elegante,<br />

t a n lejos <strong>de</strong> manifestar fuerza, c ua ndo <strong>de</strong> repente, sin ayuda, cogió<br />

ella la escala y la levantó como si fuera una silla. La llevó al corredor<br />

<strong>de</strong>l tercer piso y allí la d ejó tumbada a lo largo <strong>de</strong> la pared. Llamó<br />

a l criado, y para <strong>de</strong>jarle tiempo <strong>de</strong> vestirse subió al palomar. Cinco<br />

minutos <strong>de</strong>spués, cuando volvió al corredor, ya no encontró la escala<br />

¿ Dón<strong>de</strong> estaba? Si Juliá n hubiera estado fuera <strong>de</strong> la casa, aquel<br />

peligro no le habría importado, pero en aquel momento, si su marido<br />

la veía, el escándalo hubiera sido abominable. La señora Renal iba<br />

<strong>de</strong> un lado para otro <strong>de</strong>sconcertada. Por fin la d escubrió bajo la<br />

techumbre, don<strong>de</strong> el criado la había llevado con ánimo visible <strong>de</strong><br />

escon<strong>de</strong>rla. Aquella singula r circunstancia la hubiera atemorizado<br />

en otra circunstancia.<br />

- ¿ Qué me importa, pensaba, lo que pueda suce<strong>de</strong>r <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong><br />

veinticuatro h oras, cuando Julián se haya marchado? ¿ No será<br />

entonces para mí todo h orror y remordimientos?<br />

R efirió el suceso <strong>de</strong> la escala a J uliá n al entrar <strong>de</strong> n uevo en su<br />

dormitorio.<br />

- ¿ Qué respon<strong>de</strong>r a mi marido, <strong>de</strong>cía, si el criado le dice que ha<br />

encontrado una escala? Quedó un momento pensativa. Les será<br />

preciso veinticuatro horas para <strong>de</strong>scubrir al labrador que t e la ha<br />

vend ido. Y arrojándose en los brazos <strong>de</strong> Julián, apretándose contra<br />

su pecho en un movimiento convulsivo, exclamaba : i Ah I I Morir<br />

así! y besándolo con frenesí añadía: Pero no es necesario que mueras<br />

.<strong>de</strong> hambre.<br />

"Ven; primeramente voy a ocultarte en el dormitorio <strong>de</strong> la sefíora<br />

Derville, que siempre está cerrado con llave." Y mientras ella vigilaba<br />

en el corredor, Julián pasó corriendo; no abras aunque llamen,<br />

le dijo cerrando; <strong>de</strong> suce<strong>de</strong>r as( no sería sino una broma <strong>de</strong> lus niños.<br />

- Procura atraerlos al jardín, <strong>de</strong>bajo la ventana; que yo tenga<br />

el placer <strong>de</strong> verlos; trata <strong>de</strong> h acerles hablar.<br />

- Sí, sí, dijo la señora Renal, alejándose.<br />

Yolvió muy pronto con bizcochos, naranjas, y una l>otclla tic vinu<br />

<strong>de</strong> lI'1álaga. Le ha bía sido imposible t omer pa n.<br />

Eran ya las ocho y en la casa se oía. mucho ruído.<br />

Si no hubieran visto a la señora R enal, la habrían buscado por


196 ROJ O Y NEGRO<br />

todas partes: se vió obligada a <strong>de</strong>jarlo solo. Muy pronto, contra toda<br />

pru<strong>de</strong>ncia, vino trayéndole una taza <strong>de</strong> café. Después <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sa yUIlO,<br />

consiguió llevar a sus hijos bajo la ventana <strong>de</strong> la habitación <strong>de</strong> la<br />

señora Derville. Julián los encontró muy crecidos, pero notó también<br />

q ue habían t omado ciertos modales muy vulgares. La madre les<br />

habló <strong>de</strong> Juliá n. El mayor respondió con emoción, sintiendo mucho<br />

la ausencia <strong>de</strong>l preceptor, pero el más joven casi le había olvidado.<br />

E l señor R enal no salió en t oda la mañana. Constantemente subía<br />

y bajaba por la casa, ocupado en combinar negocios con los labradores,<br />

a los que vendia patatas. Hasta la comida, la señora Renal<br />

no pudo <strong>de</strong>dicar un momento a su prisionero. Cuando el almuer zo<br />

fué servido tuvo ella la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> ocultar, para él, un plato <strong>de</strong> sopa caliente.<br />

Cuando se aproximaba sin ruido llevando el plato <strong>de</strong> sopa<br />

con toda clase <strong>de</strong> precauciones, se encontró cara a cara con el criado<br />

que habia encontrado la escala por la mañana. En aquel momento,<br />

él ta mbién avanzaba sin ruido por el corredor, escuchando. Probablemente,<br />

Julián había cometido alguna impru<strong>de</strong>ncia. El criado se<br />

alejó avergonzado. Ella entró atrevidamente don<strong>de</strong> estaba Juliá n,<br />

a quien aquel encuentro hizo t embla r.<br />

- ¿ Tienes miedo? Yo, afrontaría todos los peligros <strong>de</strong>l mundo,<br />

si n pestañear. Solamente temo una cosa : el momento en que <strong>de</strong>spués<br />

<strong>de</strong> tu marcha, me que<strong>de</strong> sola . Y salió <strong>de</strong> la habitación corriendo.<br />

- i Ah! exclamó Julián exaltado; los remordimientos es 10<br />

único que teme esta mujer sublime.<br />

Por fin llegó la noche. E l señor R ena l se ma rchó al Casino. Su<br />

mujer había dicho que t enía un atroz dolor <strong>de</strong> cabeza, entró en su<br />

dormitorio, <strong>de</strong>spidióse <strong>de</strong> Elisa, y volvió enseguida para abrir a<br />

Julián.<br />

Julián la estrechó en sus brazos apasionadamente. J amás le había<br />

parecido t an hermosa. " N i a ún en. París, pensaba, podré encontrar<br />

tanta nobleza <strong>de</strong> carácter."<br />

Mientras Juliá n comía con gran apetito, acompañado <strong>de</strong> las bromas<br />

<strong>de</strong> su compañera, porque t enía miedo <strong>de</strong> hablar en serio, la<br />

puerta <strong>de</strong> la habitación fué sacudida con violencia. Era el selior<br />

Renal.<br />

- ¿ Por qué te has e ncerrado ? le preguntó.<br />

Julián solamente tuvo el tiempo justo <strong>de</strong> ocultarse <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong>l<br />

diván.


ROJO Y NEGRO 197<br />

- I Cómo ! i Completa mente vestida! dijo s u marido entrando<br />

i P ara cenar has t enido necesidad <strong>de</strong> cerrar la puerta!<br />

Los días anterinrcs, a quella pregunta hecha con t od a la sequedad<br />

c.on yugal, huhiera t urbad o a la señora R ena l. Pero esta se da b a<br />

cuenta <strong>de</strong> que Su marido no ten ía que hacer sino inclinar un poco el<br />

cuerpo para ver a Juliún, pues se ha bla sentado sobre la sill a q ue el<br />

joven ocupaba un m om ento a ntes, enfrente <strong>de</strong>l cana pé.<br />

E l dolor <strong>de</strong> cabeza sirvió <strong>de</strong> excusa a t odo. Mient ras que s u m a rido<br />

le referia los inci<strong>de</strong>ntes <strong>de</strong> la poule q ue h abía gan ado en el ca sino,<br />

una pOllle d e diecinueve fra ncos ¿ eh ) ella vió sobre una silla , a<br />

tres pasos <strong>de</strong> d ista ncia, e l sombrero <strong>de</strong> Julián . Su serenidad fu é t errible;<br />

comen zó a <strong>de</strong>snudarse, y en un, m omento oportuno, pasando<br />

a espaldas <strong>de</strong> su ma rido, a rrojó unas enaguas sobre la silla en d on<strong>de</strong><br />

esta ba el sombrero, que q ued ó cubierto d e aquel m od o.<br />

Por fin el seii or R ena l se ma r ch ó. Suplicó ell a a Julián que reanudara<br />

el relat o <strong>de</strong> su vida en el seminario. " Anoch e no t e escuch aba;<br />

mient ras hablabas, yo tenía mi a tención puesta en los m edios <strong>de</strong> que<br />

m e valdría para conseguir q ue t e m a rcha ras <strong>de</strong> mi la do. "<br />

Era aquell o impru <strong>de</strong>nte. H ablaban en voz alta. Serían las dos <strong>de</strong><br />

la ma fi a na, cua ndo fueron <strong>de</strong> nuevo interrumpidos por un golpe<br />

violento dado e n la puerta. E ra otra vez el seiior R enal. - i Abre en<br />

seguida! i H ay ladrones en la casa! Salnt-Jean ha encontrado una<br />

escala esta ma ñana!<br />

- H e aquí el fin <strong>de</strong> todo, exc lamó la señe ra R enal arrojándose<br />

e n los brazos <strong>de</strong> Juliá n . Vie ne a n.atarnos a los dos ; p ues esto d e<br />

los ladrones es una invención . Yo)' a nlorir entre tus brazos, más feliz<br />

en la ll1ucrte que nunca lo fuí en la v ida.<br />

y mientras su marido, encoleri zado, continuaba golpeando la<br />

puerta, sin obter. er respuesta, ell a besaba a Juliá n con pasión . Salva<br />

a la madre <strong>de</strong> Esta nislao, le dijo él con a utoridad . Voy a salta r al<br />

patio por la venta na <strong>de</strong>l gabinete y a escapar por el ja rd ín . Los perros<br />

me ha n reconocido. H a z un paquete con mis vestidos y arrója los<br />

al jard ín ta n p ronto como puedas. Mientras t a nto, <strong>de</strong>ja q ue <strong>de</strong>rriben<br />

la puerta. Sobre t odo, n ada <strong>de</strong> confesar la verdad , t e lo prohibo;<br />

es preferible que tenga sospechas a q ue posea la certeza.<br />

- i Vas a m atarte saltando ! fu é la única respuest a, la única inquietud<br />

<strong>de</strong> la señora R enal.<br />

F ué con él a la venta na <strong>de</strong>l gabinete; t om ó el tiem po necesario<br />

para escon<strong>de</strong>r los t ra jes, y por fin . abrió a su m arido que esta ba <strong>rojo</strong>


ROJO Y NEGRO<br />

<strong>de</strong> cólera. Miró en la h abitación. en el gabinete y sin <strong>de</strong>cir palabra<br />

<strong>de</strong>sapareció. Los trajes <strong>de</strong> J uliá n fu eron arrojados por la ventana;<br />

el joven los cogió. y rápida mente h uyó. por el jar dín . por la parte <strong>de</strong>l<br />

Doubs.<br />

E n su carrera oyó silbar una bala e inmedia t amente el r uído <strong>de</strong>l<br />

disparo.<br />

- N o es el señor R enal. pensó. a i Tira much o peor! ". Los perros<br />

corrían silenciosos a su lado. U n segundo disparo. r ompió la pat a<br />

a uno <strong>de</strong> ellos. por que se le oyó quejarse lastimosamente. Julián<br />

saltó una t erraza. dió unos cincuenta pasos a cubierto y <strong>de</strong>sapareció<br />

siguiendo otra dirección. Oyó voces y vió cla ra ment e al criado. su<br />

enemigo. disparar un tiro <strong>de</strong> escopeta; otro campesino hizo fuego<br />

<strong>de</strong>l otro lado <strong>de</strong>l iard ín pero Julián se encont raba ya (On la orilla <strong>de</strong>l<br />

Doubs. vistiéndose.<br />

U na hora <strong>de</strong>spués. estaba a una legua <strong>de</strong> Verrieres. en la ruta <strong>de</strong><br />

Ginebra. Si sospecha n. pensaba. me buscará n. seguramente en el<br />

camino <strong>de</strong> Paris.<br />

CAPITULO X XX<br />

EN PARIS<br />

Impresionó muy poco a Juliá n el primer aspecto <strong>de</strong> Paris. visto<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> lejos. Los castillos en el aire que se forjaba sobre Su suerte<br />

futura . t enían que luchar contra los recuerdos a ún vivos. <strong>de</strong> las<br />

veinticuatro horas q ue acababa <strong>de</strong> pasar en Verrieres. Se j uraba no<br />

a bandonar nunca a los hijos <strong>de</strong> su a mada y <strong>de</strong> <strong>de</strong>jarl o t odo para<br />

protegerl os. si las impertinencias <strong>de</strong> la reacción ocasionaban el <strong>de</strong>rrumba<br />

miento <strong>de</strong> la monarquía y la persecución <strong>de</strong> los nobles.<br />

¿ Qué hubiera sucedido la noche <strong>de</strong> su llega da a ' ·errieres. si<br />

al a poyar la escala contra la ve nta na <strong>de</strong>l dormitorio <strong>de</strong> \;t setiora<br />

R.enal hubiera encontrado la habitación ocupada por un 'ext raño<br />

o por el dueño <strong>de</strong> la casa'<br />

JuJiá n salió <strong>de</strong> su ensueño al <strong>de</strong>tenerse el carruaje. Acababan <strong>de</strong><br />

entrar en el patio <strong>de</strong> las dili gencias. calle <strong>de</strong> J. J. Rou,,('a ll. " Quiero<br />

ir a la l\1almaison 1\, dij o a un coc1lC'ro que se aproxiTnaba.


ROJO Y N EGRO<br />

- l. A e,ta hora, caballero) ¿ Para qué?<br />

¿ Que le importa a usted ) Va mos.<br />

Toda verd a<strong>de</strong>ra pasión es egoista. Por esta razón , en mi concepto,<br />

las pasiones son ridícul as en París, dond e el vecin o cree siempre<br />

'lue piensan <strong>de</strong>masiado en él. No r<strong>de</strong>riré la e moción <strong>de</strong> Juliá n en la<br />

Ma lmaisón. Lloró. " ¡Cómo! ¿ A pesa r <strong>de</strong> los horribles paredones<br />

blancos que ha n elevado estc a fi o y q ue corta n el parque en<br />

trozos?<br />

- Sí , señor. Para Juliá n, como para la posterida d, no había nada<br />

entre Arcola, Santa-Elena y la Ma lmaison.<br />

Por la noche, Julián dudó much o a ntes d e ir al teatro, T enía extrañas<br />

i<strong>de</strong>as respecto <strong>de</strong> estos sitios <strong>de</strong> perdición .<br />

Una profunda <strong>de</strong>sconfianza le impid ió ver el París viviente.<br />

Solamente le impresionaban los m onumentos e1 cva dos por su h éroe.<br />

" H ém e aquí, en el centro <strong>de</strong> la intriga y <strong>de</strong> la hipocresía . Aqui<br />

reinan los protectores <strong>de</strong>l a ba te Frilair ".<br />

La noche <strong>de</strong>l tercer día, la curiosidad prevaleció sobre su <strong>de</strong>seo<br />

<strong>de</strong> verlo todo a ntes <strong>de</strong> presentarse al abate P irard. Este sacerdote le<br />

cxplicó en tono frío, el género <strong>de</strong> vida que le agua rda ba en casa <strong>de</strong>l<br />

ma rqués <strong>de</strong> la Móle.<br />

1( Si al cabo <strong>de</strong> algunos ll1eses no es usted útil, volverá al seminario.<br />

mas en buenas condiciones. Se alojará en casa <strong>de</strong>l marqués, que es<br />

uno <strong>de</strong> los más gran<strong>de</strong>s sctiores <strong>de</strong> Fra ncia. Vestirá traje <strong>negro</strong>,<br />

. pero como un h ombre que está <strong>de</strong> luto y no como un eclesiástico.<br />

Exij o que tres veces por semana acuda a la clase <strong>de</strong> T eología en un<br />

seminario don<strong>de</strong> yo haré que lo presenten. T odos los días, hacia<br />

las doce, irá al <strong>de</strong>spacho <strong>de</strong>l sei\or Ma rqués, que piensa emplear a<br />

r"ted en escri bir cartas para sus pleitos y otros asuntos. El ma rqués<br />

escribe en dos pala bras, en el reverso <strong>de</strong> las cartas que recibe, la<br />

clase <strong>de</strong> respuesta q ue quiere dar. Yo he asegurado que a l cabo <strong>de</strong><br />

tres meses estará usted en condición dc escri bir esas respuest as <strong>de</strong><br />

manera que, <strong>de</strong> cada doce q uc presente al marqués pa ra s u firma,<br />

solo tenga que rechazar dos o tres. Por la noche, a las ocho, urdcnará<br />

ustcd sus papeles y a las diez será libre.<br />

" Podría acontecer , continuó el buen sacerdote, que a lguna vieja<br />

dama ó algun hombre, con cari i\oso tono <strong>de</strong> voz, le haga entrever<br />

intncnsas ventajas, o qui zas, simp1cnlCtlte, le o frezca dinero, para<br />

C1\lC le enseñe las cartas rccibidas por el marq ués.<br />

- i Ah 1 sellor! excla m ó JlIliá n enrojeciendo<br />

' 99


CAPITULO XXXI<br />

ENTRADA EN EL l\I UN IIO<br />

Julián se <strong>de</strong>tuvo maravillado en medio <strong>de</strong>l patio.<br />

- Tenga tra nquilidad, le dijo el sacerdote; primero se le ocurren<br />

a usted i<strong>de</strong>as horribles y luego se cond uce como un niño ¿ Don<strong>de</strong> está<br />

el 11il l1I i rari <strong>de</strong> Horacio ? (N o entusiasmarse jamás). Piense que<br />

que esa cohorte <strong>de</strong> lacayos, si le ve asombrado va a burlarse <strong>de</strong><br />

usted a quien juzgarán como a un igual, puesto injustamente por<br />

encima <strong>de</strong> ellos. Ba jo el disfraz <strong>de</strong> los buenos consejos, <strong>de</strong>l <strong>de</strong>seo <strong>de</strong><br />

guiarle, procurarán que caiga en alguna baja torpeza.<br />

- Les <strong>de</strong>safío a que 10 logr en, dijo Julián mordiéndose los labios,<br />

y r ecobró en el acto toda su <strong>de</strong>sconfia nza.<br />

Los salones que ambos atravesaron antes <strong>de</strong> llegar al <strong>de</strong>spacho<br />

<strong>de</strong>l ma rqués, os hubieran pa recido, queridos lectores, ta n sombríos<br />

como nlagníficos. Si os los dieran. tales como son, no los querríais<br />

habitar ; son la pa tria <strong>de</strong>l bostezo y <strong>de</strong>l fastidio. Pues a pesar <strong>de</strong> ello<br />

se red obló la admiración <strong>de</strong> Juliá n . ¿ Cóm o pue<strong>de</strong>n ser <strong>de</strong>sgraciados<br />

viviendo en tan espléndida morada' se preguntó.<br />

Por fin ll egaron a la habitación m ás fea <strong>de</strong> aqucl soberbio piso.<br />

Allí se encontra ba un hombre pequeI'io , <strong>de</strong> mirarla viva y peluca<br />

rubia. E l abate se volvió hacia J uliá n y lo prescntó. Era el lI1arqués.<br />

A Julián la costó tra ba jo reconocerlo; t a n cortés parecía. Ya no<br />

era el gran señor <strong>de</strong> altivo por te <strong>de</strong> la abadía <strong>de</strong> Bray-el-Alto. Le<br />

pareció a Julián que su peluca t enía <strong>de</strong>masiados cabellos.<br />

Aquella sensación, le serenó por completo. El <strong>de</strong>scend iente <strong>de</strong>l<br />

amigo d e Enrique UI, le pareció tener un aspecto basta nte m ezquino.<br />

E ra muy <strong>de</strong>lgado y se agitaba constantemente. Pero advirtió en<br />

seguida que su cortesía era mucho más agradable que la <strong>de</strong>l propio<br />

Obispo <strong>de</strong> Besan,ón. La audiencia no duró ni tres minutos. Al salir,<br />

el abate dijo a Julián :<br />

- H a mirado usted a l marqués como si se tratase d e un cuadro.


206 ROJO Y NEGRO<br />

aquella experiencia, se presentó a l día siguiente en casa <strong>de</strong>l abate<br />

Pirara, que le miró muy <strong>de</strong>spacio.<br />

- Quizás se haga usted un fatuo, le dijo el sacerdote con severo<br />

gesto. En efecto, Julián tenía el aspecto <strong>de</strong> un hermoso joven vestido<br />

<strong>de</strong> luto. R ealmente estaba muy bien vestido, pero el abate era <strong>de</strong>masiado<br />

provinciano para fijarse en que a ún conservaba J uliá n el movimiento<br />

<strong>de</strong> hombros, signo <strong>de</strong> la mayor distinción en provincias. El<br />

marqués en cambio, tuvo otra impresión t an diferente, que preguntó<br />

al buen abate:<br />

- ¿ Tendria usted alguna objeción que h acer a mi i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que<br />

el señor Sorel t omara algunas lecciones <strong>de</strong> baile ?<br />

E l abate qued ó petrificado.<br />

- No; respondió por fin; Juliún no es sacerdote.<br />

E l m arqués, subiendo <strong>de</strong> dos en dos la escalera, acompañó a Juliá n<br />

a una ha bitación muy li nda q ue daba sobre el ja rdin inmenso <strong>de</strong>l<br />

hote\. Le preguntó cuant as camisas había comprado.<br />

- Dos, respondió J ulián, intimidad o a l ver a tan gran seIior <strong>de</strong>scen<strong>de</strong>r<br />

a t a n nimios <strong>de</strong>talles.<br />

- I\luy bien, respondió con cierto tono imperioso y breve; muy<br />

bien. E ncárguese aun veintidós camisas m ás. He aqui el primer trimestre<br />

<strong>de</strong> su s ueldo.<br />

Al baja r d e la habitación , el seIlor <strong>de</strong> la Mole llamó a un hombre<br />

<strong>de</strong> edad. Arsenio, le dijo ; servirá usted a l señor Sore\. Algunos minutos<br />

más t a r<strong>de</strong>, Julián se encontraba solo en una magnífica biblioteca;<br />

aquel m omento fué <strong>de</strong>licioso. Para no ser sorprendido en su emoción,<br />

se escondió en un rincón sombrio, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> don<strong>de</strong>, lleno <strong>de</strong> alegría,<br />

contemplaba t a nto libro. " Podre leer todo eso, pensaba; y i qué a<br />

placer estoy aqull¡ E l seIior Renal se hubiera creldo <strong>de</strong>shonrado pa ra<br />

siempre, h aciendo la mitad <strong>de</strong> lo que el marques ha hecho p.or mi !<br />

" Pero veamos las copias que hay que hacer D. Terminado aquel<br />

tra bajo, Julián .se atrevió a aproximarse a los libros. Pareció que<br />

iba a volverse loco <strong>de</strong> alegría.<br />

Una hora <strong>de</strong>spués entró el ma rqués; leyó las copias, y vió con<br />

sorpresa que Julián escribía aque)'a en vez <strong>de</strong> aquella. " De ma nera<br />

que todo lo que el a bate me h a dicho sobre su ciencia es un cuento "<br />

pensó el m arqués. Y <strong>de</strong>spués, muy <strong>de</strong>salentado, le dijo con<br />

cariño :<br />

- No está usted muy fuerte e n ortografía.<br />

- E s cierto, respondió el joven, sin pensar en el daño q uc aquella


ROJO Y NEGRO 21 1<br />

Julián comprendio aquel ./05 y lo enconlró muy agradable.<br />

- i Dios mío, señor con<strong>de</strong> ! le dijo; si se tra lara d e <strong>de</strong>rrumba r un<br />

árbol <strong>de</strong> ochenta pies <strong>de</strong> altura, ponerlo a escuadra y hacerlo t ablas,<br />

lo h aría a la perfeción ; pero montar a caballo es cosa que no me ha<br />

sucedido ni séis veces en mi vida.<br />

- Pues bien, esta será la séptima, respondió Norberto.<br />

En su interior, Julián recordaba la entrada <strong>de</strong>l Rey <strong>de</strong> .. en Verrieres<br />

y creía montar a caballo perfecta mente bie n. Pero al volver <strong>de</strong>l<br />

Bosque <strong>de</strong> Bolonia, on medio <strong>de</strong> la calle <strong>de</strong>l Bae, cayó por querer<br />

evitar el encuentro <strong>de</strong> un coche, y se llenó <strong>de</strong> barro. ¡ Qué suerte la <strong>de</strong><br />

t ener dos trajes ! se dijo. Durante la comida, queriendo el marqués<br />

dirigirle la palabra, le pidió <strong>de</strong>talles <strong>de</strong> su paseo a caballo. Norberto<br />

respondió por los dos.<br />

- El señor Con<strong>de</strong> es muy bondadoso conmigo, añadió Juliá n ; se<br />

lo agra<strong>de</strong>zco y me doy perfecta c uenta <strong>de</strong>l valo r <strong>de</strong> sus bonda<strong>de</strong>s.<br />

H a tenido la atención <strong>de</strong> darme su caballo más lindo y más manso;<br />

pero como al fin y al cabo no podía atarme a la silla, he t erminado<br />

por caer en medio <strong>de</strong> aquella calle t a n larga, próxima al puente.<br />

La señorita Matil<strong>de</strong> intentó en vano contener una carcajada, y<br />

preguntó <strong>de</strong>spués los <strong>de</strong>talles. Julián salió <strong>de</strong>l apuro con mucha discreción<br />

y sencillez. Tuvo ingenio sin saberlo.<br />

- Auguro bien <strong>de</strong>l joven sacerdote, dijo el marqués al académico<br />

i un provinciano, sencillo en semejante circunstancia ! Eso es lo<br />

que nunca se ha visto ni se verá. i Y salir <strong>de</strong> su apuro refiriendo su<br />

<strong>de</strong>sgracia <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> selloras !<br />

J uliá n interesó <strong>de</strong> tal manera a sus oyentes sobre el suceso,<br />

que cuando la comida terminó y la conversación se hubo entablado<br />

sobre diferentes puntos, la joven Matild'e suplicó a su hermano le<br />

refiriera todos los <strong>de</strong>talles <strong>de</strong>l paseo. L as preguntas se sucedían<br />

y como Julián encontrara los oj os <strong>de</strong> la hija <strong>de</strong>l marqués muy<br />

fr ecuentemente, llegó a respon<strong>de</strong>rle a unque ella no le preguntase,<br />

terminando aquel t erceto por carcajadas, tan sonoras y tan francamente<br />

alegres, como si la conversación se hubiera sostenido en la<br />

más pequeña ci udad <strong>de</strong> la región más provinciana.<br />

Al día, siguiente J ulián asistió a dos cursos <strong>de</strong> Teología, y volvió<br />

enseguida a copiar una veintena <strong>de</strong> ca rtas. Encontró a. s u la do, en<br />

la biblioteca a un joven que trabajaba, vestido cun mucho cuidado,<br />

pero con el sello <strong>de</strong> la mezquinda d y <strong>de</strong> la e nvidia en el semblante.<br />

El marqués entró.


ROJO Y NEGRO 21 3<br />

que se podía " la¡-ar en " , manera <strong>de</strong> cabalgar . E l joven con<strong>de</strong> habia<br />

oído por la m a ñana a los criados que c uidaban <strong>de</strong> los caballos, hablar<br />

<strong>de</strong> la caid a <strong>de</strong>l día a nteri or , burlá ndo>e <strong>de</strong> J ulián ignominiosamente.<br />

A pesar <strong>de</strong> tantas bonda<strong>de</strong>s, Juliá n se veía aislado en aque ll a<br />

familia. T od os s us usos y costumbres, la pa recían curiosos. Sus equivocaciones,<br />

producían la hilaridad <strong>de</strong> los lacayos.<br />

E l abate P iraro había marcha do a su curato_ " Si Juliá n es un pobre<br />

diablo, que rerezca; si realmente es un h o mbre <strong>de</strong> corazón, ya<br />

saldrá solo <strong>de</strong> ('s


ROJO Y NEGRO 21 5<br />

No ha y cien mil escudos <strong>de</strong> renta ni cordón azul, que puedan<br />

luchar contra tal constitución <strong>de</strong> salón. La menor i<strong>de</strong>a viva, parecía<br />

una grosería. A pesar <strong>de</strong>l buen tono, <strong>de</strong> la perfecta corrección, <strong>de</strong><br />

las ga nas d e ser agradable, el hastío se leía en todas las frentes.<br />

Julián observó que la conversación estaba generalmente sostenida<br />

par dos vizcon<strong>de</strong>s y cinco ba rones que el señor <strong>de</strong> la Mole había<br />

conocido en la <strong>de</strong>sgracia. Aquellos seIlores gozaban <strong>de</strong> seis ú ocho<br />

mil libras <strong>de</strong> r enta ; cuatro eran partidarios <strong>de</strong>l Diario y tres <strong>de</strong> la<br />

Gaceta <strong>de</strong> Francia. U no <strong>de</strong> ellos tenía siempre ocasión <strong>de</strong> referír<br />

alguna anécdota <strong>de</strong> Palacio don<strong>de</strong> la palabra admirable era prodigada.<br />

J ulián se fijó también en que tenía cinco cruces; los otros<br />

poseían solamente trcs.<br />

En la antecámara había en cambio diez lacayos '<strong>de</strong> librea, y durante<br />

la velada se repartían helados o tés cada cuarto <strong>de</strong> hora. A media<br />

noche se daba una especie d e cena fría, con Champagne.<br />

Aquella era la razón <strong>de</strong> que a lgunas veces permaneciera Julián<br />

hasta el final . Por 10 <strong>de</strong>más, no comprendía cómo pudieran escuchar<br />

habitualmente aquella conversación en el tan lujoso salón dorado.<br />

Algunas veces, miraba a los interlocutores, para averiguar si ellos<br />

mismos no se burlaban <strong>de</strong> 10 que d ecían.<br />

Julián n o era el único que se daba cuenta d e a quella asfixia moral;<br />

los unos se consolaban en fu erza <strong>de</strong> helados; los otros, por el placer<br />

<strong>de</strong> <strong>de</strong>cir durante el resto <strong>de</strong> la noche: salgo <strong>de</strong> casa <strong>de</strong>l marqués <strong>de</strong><br />

la Mole, don<strong>de</strong> me he enterado <strong>de</strong> que Husia, etc., etc.<br />

En medio <strong>de</strong> aquella magnificencia y <strong>de</strong> aquel hastío, Julián no<br />

se interesaba sino por el seiíor <strong>de</strong> la Mole.<br />

Un día en que el abate Pira rd trabaja ba con Julián en la biblioteca<br />

<strong>de</strong>l ma rqués, sobre el eterno proceso F rilair, le preguntó el joven <strong>de</strong><br />

repente:<br />

- Seiíor ¿ cenar todos los dias con la ma rquesa es un <strong>de</strong>ber o<br />

un favor que se me hace)<br />

- i Es un honor insigne! respondió el sacerdote escandalizado.<br />

Jamás el señor N . ., el académico, que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hace quince aIlos le<br />

hace asiduamente la corte, ha podido conseguirlo para s u sobrino el<br />

seIlor T ambea u .<br />

- y para mi, es la parte más penosa <strong>de</strong> mi empIco. Me aburría<br />

menos en el seminario. Algunas veceS bosteza hasta la señora <strong>de</strong> la<br />

Mole, 'lue ya <strong>de</strong>b" esla r acostumbrada a las a menida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> los amigos<br />

el e la ca,a, T engo miedo <strong>de</strong> dormirme. Por favor, obtenga para mi


ROJO Y NEGRO 2 10<br />

E l abate Pirard hizo, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> lej os, signos a Juliá n para q ue se<br />

a proximara, porque el señor <strong>de</strong> la Mole acababa <strong>de</strong> h a blar con él.<br />

E l abate Pirard pasó a un salón inmediat o y Juliá n lo siguió.<br />

- Al marqués no le agradan los escritor zuelos, es su única antipatía<br />

; se lo advierto. Aprenda el la tín, el griego, si pue<strong>de</strong>, la historia<br />

<strong>de</strong> E gipto, <strong>de</strong> Persia; le h onra rá y le protegerá como a un sabio.<br />

Pero no se le ocurra escribir una página en fra ncés, y menos aún,<br />

sobre asuntos serios, superiores al lugar q ue ocupa usted e n el mundo;<br />

le llamarla escritorzuelo, y le r etiraría pa rte <strong>de</strong> su a fecto.<br />

¿ Cómo, viviendo e n compa ñía d e t an gra n señor n o conoce a ún<br />

la frase <strong>de</strong>l duque <strong>de</strong> Castries, sobre Alambert y R ousseau " Eso<br />

quiere razonar sobre todo, y no tiene mil escudos <strong>de</strong> renta? »<br />

" T odo se sabe aquí como en el seminario» pensó ]uliá n . H abía<br />

escrito el joven ocho o diez c uartillas. Eran una especie <strong>de</strong> elogio<br />

<strong>de</strong>l cirujano mayor que, según el joven, le h abía h echo hombre .<br />

• y sin embargo, continuaba J ulián en su mudo coloquio, el cua <strong>de</strong>rno,<br />

ha perma necido constantemente bajo llave ». Subió a s u dormitorio,<br />

q uemó el m a nuscrito y volvió al salón. Los pillastres <strong>de</strong> ingenio,<br />

se habían marchado, y solo perma necía n en él hombres serios, graves,<br />

con<strong>de</strong>corados.<br />

Al re<strong>de</strong>d or <strong>de</strong> la mesa, que los criados acababan <strong>de</strong> traer, completa<br />

mente servida, se había n reunido siete Íl ocho mujeres muy nobles,<br />

muy <strong>de</strong>vot as, muy empaquetadas, entre los treinta y los treinta<br />

y cinco afias <strong>de</strong> edad. La brillante ma riscala <strong>de</strong> Fcrvaques, entró,<br />

excusandose por el r etraso. Era m ás <strong>de</strong> media noche; la mariscala<br />

se sentó a l lado <strong>de</strong> la marquesa. ]uli{,n '1 u(·


ROJO Y NE(;J


226 ROJO Y NEGRO<br />

señor Sorel, joven correctísimo, encantador, era hijo natural <strong>de</strong> un<br />

amigo <strong>de</strong>l marqués <strong>de</strong> la Mole. Aquella versión corrió sin dificultad.<br />

Una vez acreditada, el joven diplomático y su amigo, se dignaron<br />

':lacer algunas vIsitas a Julián, durante los quince días que pasó en su<br />

habitación. El joven <strong>de</strong>claró que solo una vez había estado en la<br />

Opera.<br />

- Eso es horrible, le dijeron. Solamente allí va la gente. Es necesario<br />

que su primera salida sea para el Con<strong>de</strong> O .. y.<br />

En la Opera, el caballero le presentó al famoso cantante J erónimo,<br />

q ce tenía por entonces un éxito inmenso.<br />

Julián hacía casi la corte al Sr. <strong>de</strong> Beauvoisis; aquella mezcla<br />

<strong>de</strong> respeto para consigo mismo, <strong>de</strong> importancia misteriosa y <strong>de</strong> fatuidad<br />

<strong>de</strong> joven, le encantaba. El caballero tartamu<strong>de</strong>aba un poco,<br />

porque veía a menudo a un gran señor que tartamu<strong>de</strong>aba. J amás<br />

Julián había encontrado en un hombre, el ridículo que divierte y la<br />

perfección <strong>de</strong> modales que todo provinciano <strong>de</strong>be imitar.<br />

Se le veía e'n la Opera con el caballero. Aquella amistad hizo que<br />

su nombre fuera conocido.<br />

- I Y bien 1 le dijo un día el marqués <strong>de</strong> la Mole; héteos aquí<br />

hijo natural <strong>de</strong> un señor muy importante <strong>de</strong>l Franco-Condado, amigo<br />

íntimo mío.<br />

El marqués cortó la palabra a Julián cuando este quiso <strong>de</strong>cir<br />

que para nada habla contribuido a hacer circular aquella versión.<br />

- El Sr. <strong>de</strong> Beauvoisis no quiere haberse batido con el hijo <strong>de</strong> un<br />

carpintelO.<br />

- Ya lo sé, ya lo sé, dijo el se!lor <strong>de</strong> la Mole. Ahora es a mí a quien<br />

:onviene <strong>de</strong>mostrar, si necesario fuere, la verdad <strong>de</strong> esa invención.<br />

Pero tengo un favor que pedirle, y que solo le costará media h)fa<br />

<strong>de</strong> tiempo; todos los días <strong>de</strong> Opera, a las once y media, asista a la<br />

salida <strong>de</strong> la gente elegante. Aún noto en usted, algunas veces,<br />

ciertos a<strong>de</strong>manes provincianos, que será necesario hacer <strong>de</strong>saparecer.<br />

No está <strong>de</strong> más tampoco conocer, aunque solo sea <strong>de</strong> vista,<br />

a ciertas personas para las cuales, quizás un día, tenga que confi ar<br />

a usted algun encargo. Pase por el <strong>de</strong>spacho <strong>de</strong> localida<strong>de</strong>s para que<br />

le conozcan. AllIle entregarán los abonos.


CAPITULO XXX VI<br />

UN ATAQUE D E GOTA<br />

El lector esta rá quizá sorprendido d e ese tono libre y casi a mistoso;<br />

hemos olvidado <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir, que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hacía seis semanas, el<br />

marq ué, estaba retenido en su casa por la gota.<br />

La señorita <strong>de</strong> la Mole y su madre, estaban e n Hyeres, con la<br />

madre <strong>de</strong> la ma rquesa; el con<strong>de</strong> Norberto no veía a su padre sino<br />

cortos instantes; a mbos estaba n en buenas relaciones. pero no<br />

tenían nada que confia rse. E l señor <strong>de</strong> la Mole, obligado a pasar el<br />

tiempo con J ulían, quedó sorprendido <strong>de</strong> encontrar en el jo ven i<strong>de</strong>as,<br />

pensamientos. Hacía que le leyera los periódicos. Muy pronto. el<br />

joven secretario estuvo lo s uficientemente al tanto <strong>de</strong> las aficiones<br />

<strong>de</strong>l marqués, para encontra r en dichos periódicos los pasajes inter<br />

esantes. H abía un diario nuevo que el marqués había jurado no<br />

leer nunca, y <strong>de</strong>l cual habla ba todos los días. Julián reía. El señor <strong>de</strong><br />

la Mole, encolerizado contra los tiem pos presentes, hizo a JuJián que<br />

le leyese Tito Livio ; la traducción improvisada sobre el texto latino.<br />

le entretenía mucho.<br />

Un día, el marqués dijo, con aquel t ono <strong>de</strong> excesiva <strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za<br />

que ta nto irritaba a Julián :<br />

- Permítame, mi querido Sorel, que le regale un tra je azul ;<br />

cuando le convenga vestirlo y venir a mis h abitaciones, será. a mis<br />

ojos, el herma no m en or <strong>de</strong>! con<strong>de</strong> <strong>de</strong> Chalóns, es <strong>de</strong>cir, el hijo <strong>de</strong> mi<br />

amigo el anciano Duque.<br />

Julián no comprendió bien <strong>de</strong> qué se tra ta ba ; la misma noche<br />

hizo una visita, vestido con el frac azul al señor <strong>de</strong> la l\Iole. El marqués<br />

le trató <strong>de</strong> igual a igual. Juliá n tenia un corazón capaz <strong>de</strong> sentir<br />

la verda <strong>de</strong>ra cortesía, pero no estaba acostumbrado a a preciar los<br />

matices <strong>de</strong> esta. Hubiera jurado, a nles <strong>de</strong> aquel capricho <strong>de</strong>l marq ués.<br />

que era imposible recíbirle con mayor miramiento. " 1 Qué talento


228 ROJO Y NEGRO<br />

más admirable! " se dijo Julián cuando se levantó para marcharse;<br />

el marqués se disculpó <strong>de</strong> no po<strong>de</strong>rlo acompañar hasta la puerta, a<br />

causa <strong>de</strong> la gota.<br />

Aquella extraña i<strong>de</strong>a, preocupó a Julián. " ¿ Se burlar á acaso, d e<br />

mí ? , Fué a preguntar s u opinión al abate Pirard que, menos cortés<br />

que el marqués, no le respondió sino silba ndo, y hablando <strong>de</strong> otra<br />

cesa. Al día siguiente, J ulián se presentó al m arqués, vestido <strong>de</strong><br />

<strong>negro</strong>, con su carpeta <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong>l brazo, llena <strong>de</strong> cartas para la firma.<br />

Fué recibido como antes <strong>de</strong> vestir el tra je azul. Por la noche, una vez<br />

cambiado <strong>de</strong> traje, cambió t a mbién el señor <strong>de</strong> la Mole <strong>de</strong> tono y <strong>de</strong><br />

conversación, para volver a los mismos <strong>de</strong> la víspera.<br />

- Puesto que no le a burren <strong>de</strong>masiado las visitas que tiene la<br />

bondad <strong>de</strong> hacer a un pobre a nciano enfermo, díjo el marqués, <strong>de</strong>bía<br />

usted comunicarme todos los inci<strong>de</strong>ntes <strong>de</strong> s u vida, pero con toda<br />

franq ueza , y sin pensar en otra cosa sino en referir la verdad, <strong>de</strong> una<br />

manera agra dable. Porque es preciso d istraerse, a ña dió el marqués;<br />

eso es lo único real que hay en la vida. Un h ombre no p ue<strong>de</strong> sal val me<br />

la vida en la guerra todos los días, ni regalarme a diario un millón.<br />

Si tuviera a Rivarol aquí, cerca <strong>de</strong> mi canapé, todos los días me<br />

quitaría una h ora <strong>de</strong> sufrimiento y <strong>de</strong> hastío. Le tra t é mucho, en<br />

Hamburgo, durante la emigración.<br />

y el marq ués r efirió a Juliá n las anécdotas <strong>de</strong> Rivarol con los<br />

hamburgueses, <strong>de</strong> los que se reunían c uatro para po<strong>de</strong>r compren<strong>de</strong>r<br />

un cruste.<br />

Reducido el señor <strong>de</strong> la Mole a la sociedad <strong>de</strong> aquel pequeño abate,<br />

quiso estimularlo y picó s u a mor propio. P ueslo que le exigían la<br />

verdad, Julián juró <strong>de</strong>cirla por entero, callando sin embargo a lgunas<br />

cosas: su fanática admiración por un nombre que ponía <strong>de</strong> mal<br />

humor al marqués, y su perfecta incredulidad, q ue no sentaba muy<br />

bien a un futuro sacerdote. Su duelo con el caballero d e Beauvoisis<br />

i1egó muy oportunamente. El marqués reía a carcajadas al oir el<br />

r p.ia to <strong>de</strong> la aventura <strong>de</strong>l café <strong>de</strong> Honoré. Aquella fué la época <strong>de</strong><br />

una completa franqueza entre protector y protegldo.<br />

EI'señor <strong>de</strong> la Mole se interesó por aquel curioso cad cl l'f. Al prIncipio.<br />

animaba las ridiculeces <strong>de</strong> Julián para divertirse a s u cos ta .<br />

Nlu y pronto encontró nlayar interés en corregir poco a poco las<br />

¡aIsas maneras <strong>de</strong> ver <strong>de</strong>l joven; el los otros provincianos que llegan a<br />

Paris, lo admira n todo; est e, lo odia todo; aquell os tienen <strong>de</strong>ma­<br />

Siada afe ctación , este tiene muy poca y los tontos lo tienen por tonto ".


ROJO Y NEGRO 229<br />

Los frias <strong>de</strong> invierno prolongaron el ataque <strong>de</strong> gota que duró<br />

varios meses.<br />

" Puesto que se toma cariño a un lindo perro, ¿ por qué no la he<br />

<strong>de</strong> sentir yo por este abate? <strong>de</strong>cía el marqués, Es muy ori gina l.<br />

Lo trato como a un hijo /. qué inconveniente hay en ello ? Este capricho,<br />

si dura, me costará un brilla nte <strong>de</strong> diez mil francos en mi testa­<br />

mento )J,<br />

Cua ndo el marqués hubo comprendido el carácter tirme <strong>de</strong> su<br />

protegido, le encargó. cada día, un nuevo y más <strong>de</strong>licado negocio.<br />

Julián notó con temor, que a veces aquel gran señor le comunicaba<br />

<strong>de</strong>cisiones contradictorias sobre el mismo asunto. Aquello podía<br />

comprometerlo seriamente. Julián salió <strong>de</strong>l compromiso escribiendo<br />

en un r egistro todas las <strong>de</strong>cisiones <strong>de</strong>l marqués, y este las refrendaba .<br />

Julián tenía a sus ór<strong>de</strong>nes un ayudante que transcribía las <strong>de</strong>cisiones<br />

relativas a cada asunto. sobre un registro particular, en el<br />

cllal se copiaban , a<strong>de</strong>más, t odas las cartas.<br />

Aquella i<strong>de</strong>a pareció al principio el colmo <strong>de</strong>l fastidio o <strong>de</strong>l ridículo,<br />

pero en menos <strong>de</strong> dos meses el marqués notó las ventajas que reportaba.<br />

Julián, le propuso que tomara un tenedor <strong>de</strong> libros. <strong>de</strong> una casa<br />

<strong>de</strong> banca, para que llevase, por partida doble. la cuenta <strong>de</strong> todos los<br />

ingresos y <strong>de</strong> t odos los gastos <strong>de</strong> las tierras que Julián estaba encargado<br />

<strong>de</strong> administrar. Estas medidas aclararon <strong>de</strong> tal manera los<br />

asuntos <strong>de</strong>l marqués, que este pudo t ener la satisfacción <strong>de</strong> empren<strong>de</strong>r<br />

directamente, sin valerse <strong>de</strong>l testaferro, que le robaba, algunos nego­<br />

CIOS más.<br />

- Tome tres mil francos para usted, dijo un día a su joven ministro.<br />

- Señor, mi conducta pue<strong>de</strong> ser calumniada.<br />

- ¿ Qué necesita, pues? preguntó el marqués con mal humor.<br />

- Que tenga usted la bondad <strong>de</strong> escribir en el registro, la autorización<br />

para que yo disponga <strong>de</strong> esos tres mil francos.<br />

El marqués con el semblante aburrido. que tenía el marqués <strong>de</strong><br />

Moneada cuando escuchaba las cuentas <strong>de</strong> su inten<strong>de</strong>nte. escribió<br />

la a utorización.<br />

U n día. al finalizar una audiencia matinal, en traje <strong>negro</strong>. Julián<br />

entretuvo al marqués quien le retuvo durante dos horas, y quiso<br />

darle algunos billetes <strong>de</strong> banco que su corredor acaba <strong>de</strong> traerle <strong>de</strong><br />

la Bolsa.<br />

- Espero, señor marqués, no faltar al profundo respeto que le<br />

<strong>de</strong>bo rogandole que me permita <strong>de</strong>cirk dos palabras,


ROJO Y NEGRO 23 1<br />

el único filósofo que Inglaterra ha tenido <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> Locke. Le<br />

encontró cumpliendo su séptimo año <strong>de</strong> presidio.<br />

- ¿ Qué i<strong>de</strong>a agradable me trae usted <strong>de</strong> Inglaterra? Le preguntó<br />

el señor <strong>de</strong> la Mole, a su regreso.<br />

Julián no respondió.<br />

- ¿ Qué i<strong>de</strong>a me trae <strong>de</strong> Inglaterra, insistió el marqués, sea o no<br />

agradable?<br />

- Primero, dijo Julián, el inglés más discreto, está loco una hora<br />

al día, por lo menos; lo visita el <strong>de</strong>monio <strong>de</strong>l suicidio, que es el dios<br />

<strong>de</strong>l país.<br />

Segundo : la inteligencia y el genio, pier<strong>de</strong>n el veinticinco por<br />

ciento <strong>de</strong> su valor al <strong>de</strong>sembarcar en Inglaterra.<br />

Tercero: nada en el mundo es tan bello, tan tierno, tan admirable<br />

como los paisajes ingleses.<br />

- Ahora me toca a mi. dijo el marqués.<br />

Primero: ¿ por qué ha dicho usted en la embajada <strong>de</strong> Rusia, que<br />

hay en Francia trescientos mil jóvenes que <strong>de</strong>sean la guerra con t odo<br />

el ardor <strong>de</strong> sus veinticinco años? ¿ Piensa usted que eso sea agradable<br />

para los Reyes?<br />

- No se sabe cómo hacer para hablar a nuestros gran<strong>de</strong>s diplomáticos,<br />

dijo Julián. Tienen la obsesión <strong>de</strong> entablar conversaciones<br />

serias. Si se limita uno a los lugares comunes <strong>de</strong> los periódicos se<br />

sienta olaza <strong>de</strong> tonto ; si uno se permite <strong>de</strong>cir cualquier cosa seria<br />

o nueva, quedan suspensos, no saben qué respon<strong>de</strong>r y al dla siguiente<br />

vienen a <strong>de</strong>cirle a usted por su primer secretario <strong>de</strong> embajada, que uno<br />

ha sido poco pru<strong>de</strong>nte.<br />

- No está mal, dijo el marqués sonriendo. Pero, apuesto, hombre<br />

profundo, a que no sabe lo que ha ido a hacer en Inglaterra.<br />

- Perdóneme, señor marqués, respondió Julián. He ido para<br />

cenar una vez por semana en casa <strong>de</strong>l Embajador <strong>de</strong>l Rey, que es el<br />

hombre más correcto y mejor educado que hay en el mundo.<br />

- Pues no señor : ha ido usted a buscar esta cruz. No quiero que<br />

<strong>de</strong>je el traje <strong>negro</strong> y estoy muy acostumbrado al tono más agradable<br />

con que hablo al hombre <strong>de</strong>l traje azul. Hasta nueva or<strong>de</strong>n, fijese<br />

bien, cuando yo vea esta cruz, será usted para mI el hijo segundo<br />

<strong>de</strong> mi amigo el duque <strong>de</strong> Chaulnes que, sin sospecharlo. está empleado<br />

en la Diplomacia <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hace más <strong>de</strong> seis meses. Kote bien, le dijo el<br />

maHlués, cortando con tono breve y seco las frases <strong>de</strong> agra<strong>de</strong>cimiento<br />

<strong>de</strong> ]ulián . 'luc no quiero que abandone su actual e,;tado. SerIa


232 ROJO Y NEGRO<br />

una falta y una <strong>de</strong>sgraci a , tanto para el protector corno para el<br />

protegido. Cua ndo mis pleitos le h astíen o no me convenga m ás usted ,<br />

pediré para usted un buen curat o corno el <strong>de</strong>l abate Pira rd. Y nada<br />

mtis, a ñadió el m arqués en t ono seco,<br />

Aquella cruz tranquilizó el orgullo <strong>de</strong> Juliá n . H a bló m ucho m ás,<br />

Se cr eyó ofendido menos frecuentemente y dió menes importa ncia a<br />

las palabras y a los conceptos que con t anta facilida d y sin intención<br />

alguna <strong>de</strong> agra vio, se <strong>de</strong>slizan en una conversación ,<br />

Aquella cruz le valió una curiosa visita; la <strong>de</strong>' señor barón <strong>de</strong><br />

Valenod, que venía a París para a gra<strong>de</strong>cer a l Gobierno su baronía<br />

y para enten<strong>de</strong>rse con él. Iba a ser nombrad o Alcal<strong>de</strong> <strong>de</strong> Verrieres<br />

en sustitución <strong>de</strong>l señor Henal.<br />

Julián rió mucho cua ndo el fl a m a nte ba rón le dió á enten<strong>de</strong>r que<br />

ha bían <strong>de</strong>scubierto que el señor R enal era un jacobino, El hecho era,<br />

que en una reelección que se prepa ra ba, el nuevo ba rón era el candidat<br />

o <strong>de</strong>l Ministerio, y q ue el seilor Henal era apoyado por los libera les,<br />

En va no procuró Juliá n saber algo d e la seil ora Henal. El ba rón<br />

recordó, quizás , su a ntigua rivalidad, y se hi zo impenetra ble. Acabó<br />

pidiendo a Julián el vot o d e su padre en las elecciones que iba n a<br />

verificarse, El joven secretario prom etió escribirle,<br />

- Debería usted , caballero, presenta rme a l señor marq ués d e la<br />

Mole,<br />

" Efectivamente, ''O <strong>de</strong>beda, i pero tal canalla! " pensó Juliá n ,<br />

El joven lo <strong>de</strong>cía t od o a l marqués, P or la noche le refirió la pret<br />

ensión <strong>de</strong> Valenod así como t oda s u hi, toria <strong>de</strong>s<strong>de</strong> IR q ,<br />

- No sola m ente, respondió el m arq ués <strong>de</strong> la Mole con seri edad ,<br />

me presentará usted al barón ma ña na nlismo, sioo que le in vitaré a<br />

comer para pasado mañana. Será uno <strong>de</strong> nuestros nuevos prefectos.<br />

- E n ese caso, respondió co n fria lda d J uliá n, pido la plaza <strong>de</strong><br />

director <strong>de</strong>l Depósito <strong>de</strong> mendicidad pa ra mi padre,<br />

- Perfectamente, dijo el marqués, toma ndo <strong>de</strong> nuevo un a ire<br />

alegre, Concedido, Esperaba re fl exiones morales, Veo que se va usted<br />

formanclo,


ROJO Y NEGRO 235<br />

D ebajo <strong>de</strong> aquell a tela, el patio esta ba tra nsformado en bosque <strong>de</strong><br />

n aranjos y <strong>de</strong> la ureles-rosa en fl or. Como habían t enido mucho cuidado<br />

en oculta r profunda mente en la tierra las macetas, los naranjos<br />

y los la ureles parecían salir <strong>de</strong>l suelo. E l camino que recorría r,<br />

est aba enarenado.<br />

Aquel conjunto pareció extraordinario a nuest ro provinciano.<br />

No podía imaginar t al magnificencia. E n un insta nte <strong>de</strong>sapareció<br />

tod o su mal humor . E n el coche, cua ndo iba a l baile , Norberto estaba<br />

muy contento y él lo veía todo <strong>negro</strong>. Apenas en el patio los pa peles<br />

se trocaron.<br />

Norberto se fij aba en a lgunos <strong>de</strong>tall es que, en med io <strong>de</strong> ta nta<br />

suntuosida d , ha bían sido <strong>de</strong>scui dados. Valoraba el gast o <strong>de</strong> cad"<br />

objeto, y ]uliá n not a ba que, a medida que la cifra se elevaba, el<br />

joven con<strong>de</strong> se ponía <strong>de</strong> m al humor y su sembla nte revelaba 1 ..<br />

envidia.<br />

En c ua nt.o a él, llegó seducido, admira d o, casi tímido, a l primer<br />

salón d on<strong>de</strong> se ba ila ba ; los invitados se agolpaba n a la puerta <strong>de</strong>l<br />

segundo, y era t an compacta la much edumbre, q ue le fu é imposible<br />

avan7.ar. El <strong>de</strong>corado <strong>de</strong> aquel segundo salón , representaba la Alha mbra<br />

<strong>de</strong> Gra na d a.<br />

- Es preciso convenir en que es la reina <strong>de</strong>l baile , <strong>de</strong>cía un joven,<br />

cuyos hombros oprimía n el pecho <strong>de</strong> ]uliá n.<br />

- La señorita Gourmont, que durante todo el invierno ha sillo<br />

tan hermosa , se da perfecta cuent a <strong>de</strong> que <strong>de</strong>scien<strong>de</strong> un escalón, y<br />

eso la pone <strong>de</strong> m al humor.<br />

- R ealmente hace todo lo posible para agradar. I Mire qué sonrisa<br />

tan encantadora cua ndo bail a la contrada nza! Realmente, no tiene<br />

precio.<br />

- L a señorita <strong>de</strong> la Mole parece dominar el placer que le causa<br />

su triunfo. Se diría que t eme a grad ar a aquell os que le h ablan .<br />

] uliá n h acía va nos esfuer zos pa ra ver a aquella mujer ta n seduct<br />

ora . Siete ú ocho hombres m ás altos q ue él se lo impedíán .<br />

- H ay bastante coquetería en esos mod ales t an nobles, continuó<br />

el joven que h a bía h ablado a ntes.<br />

- I Y esos ojos a zul es que b aja n los parpad os t a n lentam ente en<br />

el insta nte en que se diría que está n a pun to <strong>de</strong> traicionarse ! Nada<br />

h a y q ue revele mayor ha bilida d .<br />

- Fíjese, en que a su lado la señorita <strong>de</strong> Gourmont tiene un<br />

aspecto completa mente vul gar , a Jia dió u n t ercero.


ROJ O Y NEG RO<br />

, i Ah ! continuó ! Acabo <strong>de</strong> pronuncia r una hermosa frase !<br />

i Qué lástima que no se me haya ocurrido en forma que me hiciera<br />

brilla r I Matil<strong>de</strong> tenía el gusto excesivamente <strong>de</strong>licado, para traer<br />

a la conversación, una frase hecha , pero ta mbién t enía <strong>de</strong>masiada<br />

va nidad, pa ra no celebra rla ella misma. E l gesto <strong>de</strong> la felicidad<br />

reempla zó en su semblante al <strong>de</strong>l hastío. El marqués <strong>de</strong> Croisenois<br />

creyó que él era el a utor <strong>de</strong>l cambio <strong>de</strong> sembla nte, y redobló la<br />

intensidad <strong>de</strong> su discurso.<br />

- ¿ Conoce usted al con<strong>de</strong> <strong>de</strong> Altamira ? preguntó al joven Croisenois<br />

.<br />

Tenía el aspecto d e esta r tan a lejada <strong>de</strong> lo q ue estaba n ha blando<br />

y la pregunta era ta n a jena a la conversación, q ue la a ma bilidad <strong>de</strong>l<br />

pobre joven se <strong>de</strong>sconcertó, a pesar <strong>de</strong> ser un hombre inteligente<br />

y renombrado como t al.<br />

" Matil<strong>de</strong> es muy extra ña a veces, pensó. Es una inconsciente<br />

pero en cambio da rá una inmensa elevación social a su ma rido. No sé<br />

lo que hace el marqués <strong>de</strong> la Mole, para est a r ta n .bien mirado por<br />

todos los partidos; a<strong>de</strong>más esta r areza <strong>de</strong> Matil<strong>de</strong>, pue<strong>de</strong> ser interpret<br />

ada como <strong>de</strong>st ellos <strong>de</strong> su t alento. ,<br />

Como es muy difícil hacer dos cosas al mismo tiempo, el joven<br />

lespondió a Matil<strong>de</strong> con el tono que se adopta ría para recita r una<br />

rección :<br />

- ¿ Quién no conoce al pobre Alta mira ? Y le relat ó la historia<br />

<strong>de</strong> la conspiración a bortada, ridícula, a bsurda,<br />

- Muy absurda, respondió Ma til<strong>de</strong> como si ha blase consigo misma;<br />

pero ha obrado, ha hecho algo. Q uiero conocer a ese hombre, preséntemelo,<br />

dijo al marqués que a bría los ojos con asombro.<br />

El con<strong>de</strong> <strong>de</strong> Altamira era uno <strong>de</strong> los más <strong>de</strong>cididos admiradores<br />

<strong>de</strong>l aire altanero y casi impertinente <strong>de</strong> la señorita <strong>de</strong> la Mole. Era.<br />

según él, una <strong>de</strong> las más interesantes y hermosas personas <strong>de</strong> P arís.<br />

- i Qué hermosa est a ría sobre un trono! dijo al señor <strong>de</strong> Croisenois<br />

a quien seguía pa ra la presentación.<br />

La mirada <strong>de</strong> Matil<strong>de</strong> se burla ba un poco <strong>de</strong> Altamira al cruzarse<br />

con la d e Croisenois. Sin emba rgo, le escucha ba con placer.<br />

" Un conspirador en un baile, es un bonito contrast e, pensaba la<br />

joven ". E lla encontraba en el conspirador, con sus gran<strong>de</strong>s bigotes<br />

<strong>negro</strong>s, el aspecto <strong>de</strong>l león en <strong>de</strong>scanso, pero muy pronto ad virt ió<br />

q ue su ingenio respo ndía sola mente a una actitud fija : la utilidad,<br />

la admiraci6n por la utilidad:


l


244<br />

ROJO Y NEGRO<br />

música, por las fl ores, por las hermosas mujeres, y por la general<br />

elegancia, <strong>de</strong>jaba a su imaginación que soñara en distinciones para él<br />

y en libertad para todos.<br />

Pasó Julián el resto <strong>de</strong> la noche leyendo la historia <strong>de</strong> la Revolución.<br />

Por la mañana, cuando escribía sus cartas en la biblioteca, aún<br />

pensaba en su conversación con el con<strong>de</strong> <strong>de</strong> Altamira .<br />

Aquell os recuerdos, fueron interrumpidos por la imprevista<br />

entrada <strong>de</strong> la señorita <strong>de</strong> la Mole en la biblioteca. Estaba Julián <strong>de</strong><br />

tal manera im presionado por la gran<strong>de</strong>za <strong>de</strong> Dantón, <strong>de</strong> MIrabeau, <strong>de</strong><br />

Carnot. que supieron ser invencibles, que sus ojos se <strong>de</strong>tuvieron en<br />

Matil<strong>de</strong> sin pensar en ella, sin saludarl a , sin verla. Cuando por fin<br />

sus gran<strong>de</strong>s ojos se dieron cuenta <strong>de</strong> q ue no estaba solo, su mirada<br />

se apagó. La señorita <strong>de</strong> la Mole lo miró con amargo sentimiento.<br />

En vano le pidió un t omo <strong>de</strong> la Historia <strong>de</strong> Francia, <strong>de</strong> Vely<br />

colocado en el estante más alto, lo que obligó a Juliá n a lomar la<br />

más elevada escala. E l joven t rajo la escala, la apoyó, bajó con<br />

el tomo y lo entregó a la joven, sin pensar aún en ella. Al colocar<br />

<strong>de</strong> nuevo la escala en su sitio, dió un golpe con el codo a un cristal,<br />

y al caer los trozos sobre el suelo, <strong>de</strong>spertó. Se apresuró a disculparse<br />

an·e la señorita <strong>de</strong> la Mole; quiso ser correcto, pero DO fué más que<br />

correcto. Matil<strong>de</strong> vió claramen+e que le hacia turbado y que hubiera<br />

preferido seguir pensando en lo mismo que a su llegada, a hablar<br />

con ella. Después <strong>de</strong> haberlo mirado lar go "iempo, se marchó. Julián<br />

la vió alejarse. Admiraba el contraste d e la sencillez <strong>de</strong> su t ocado<br />

actual con la elegancia magnífica <strong>de</strong>l <strong>de</strong> 1" noche a nterior. La diferencia<br />

entre los dos semblantes t ambién era sor pren<strong>de</strong>nte. Aquella joven,<br />

t an altiva en el baile <strong>de</strong>l Sr. <strong>de</strong> R et z, tenía, en el momento en que<br />

entró, una mirada casi suplicante. Realmente, pensó Juliá n, ese<br />

tra je <strong>negro</strong>, hace que se <strong>de</strong>staque más la esbeltez <strong>de</strong> su talle. Si pregunto<br />

a alguien la causa <strong>de</strong> este luto, cometeré una t orpeza.<br />

Julián había salido, por completo, <strong>de</strong> la profundidad <strong>de</strong> su entusiasmo.<br />

" Es preciso que lea <strong>de</strong> nuevo todas las cartas que he escrito esta<br />

mañana. I Dios sabe las palabras que habré saltado y las tunterías<br />

que habré escrito! " Al empezar aquel trabajo <strong>de</strong> revisión. ay" rl<br />

ruido <strong>de</strong> una falda <strong>de</strong> seda cerca <strong>de</strong> él. Se volvió inllledia lalllenl,' . v<br />

vió a la señorita <strong>de</strong> la Mole que sonreía a dos pasos <strong>de</strong> Sil lIlesa <strong>de</strong><br />

traba jo. Aquella segunda interrupción puso <strong>de</strong> mal h umor a J ulián.<br />

En cuanto a Matil<strong>de</strong>, acababa <strong>de</strong> experiment ar la sensación <strong>de</strong>


ROJ O Y NEGRO 245<br />

que no er a nada para el joven. Aquella sonrisa no era sino un medio<br />

<strong>de</strong> ocul tar su turbación.<br />

- Sin d ud a alguna, seiíor Sorel, piensa usted en algo muy interesante.<br />

¡. No será en algun a curiosa anécdota ori ginada por la conspiración<br />

que nos ha proporcionado el h onor <strong>de</strong> tener en París al con<strong>de</strong><br />

<strong>de</strong> Alta mira ? D ígame <strong>de</strong> qué se trata; ardo en <strong>de</strong>seos :<strong>de</strong> saberlo;<br />

le juro q ue seré discreta, Y ella misma se sorprendió <strong>de</strong> aq uella palabra,<br />

al oirla brotar <strong>de</strong> sus la bios. I Cómo! i Suplicando a un subalterno<br />

! Su turbación a umentaba, y a ñadió con cierto t ono <strong>de</strong> ligereza:<br />

- ¿ Qué ha podido hacer <strong>de</strong> usted, ta n frí o ordinaria mente, un<br />

ser inspirado, una especie <strong>de</strong> profeta <strong>de</strong> Miguel Angel ?<br />

Aquella viva e indiscreta pregunta, hiriendo a Julián en su susceptibilidad,<br />

le <strong>de</strong>volvió t oda su locura .<br />

- ¿ Hizo bien Dant6n, robando ? le respondió bruscamente y con<br />

un t ono que <strong>de</strong> momento en momento a umentaba su exaltación.<br />

1, Debía n los revolucionarios <strong>de</strong>l P ia monte y <strong>de</strong> Espai\a, comprometer<br />

al pueblo con crímenes ? ¿ dar a la gente sin mérito, t odos los<br />

puestos <strong>de</strong>l ejército? En una palabra, señorita, dij o a proximándose a<br />

ella con aire terrible, ¿ <strong>de</strong>be el hombre que quiere exp ulsar la ignorancia<br />

y el crimen <strong>de</strong> la tierra, pasar como la tempestad y producir el<br />

daño a ciegas ?<br />

Matil<strong>de</strong> tuvo miedo, no pudo sostener su mirada, y retrocedió,<br />

dos pasos. Lo miró U'1 instante, Después, avergonzada <strong>de</strong> su miedo<br />

sali ó <strong>de</strong> la habitación con paso ligero.<br />

CAPITULO XXXI X<br />

LA R EINA l'VI ARGARITA<br />

J uli á n repasó sus cartas. Al sonar la campana, sei\al <strong>de</strong>l almuer zo,<br />

pensaba J uli án ; i Qué ridículo he <strong>de</strong>bido estar ante esa muñeca<br />

parisiense ! j Qué locura, <strong>de</strong>cirle lo q ue pensaba ! Sin embargo<br />

La verdad en esta ocassión, era digna <strong>de</strong> mí.<br />

u ¿ Por qué venir a interrogarme sobre intimida<strong>de</strong>s mías? Ha sido<br />

indi,.c.rcta; ha faltado a las conveniencias, Mis impresiones sobre


CAPITULO XL<br />

E L I M"ERIO D E UNA J OVEN<br />

Si ]uJián hubiera empleado en exa minar lo que pasaba en el<br />

salón, el tiempo que perdía en exagerar la belleza <strong>de</strong> Ma til<strong>de</strong>, ó<br />

apasionarse por la altivez natura l <strong>de</strong> aquella familia, que ella olvidaba<br />

por él, hubiera comprendido<br />

en qué consistía<br />

su imperio sobre todo lo<br />

que le ro<strong>de</strong>aba. Cua ndo<br />

alguie n <strong>de</strong>sagradaba a la<br />

señorita <strong>de</strong> la Mole, ell a<br />

sabía castigar con una<br />

broma tan con1edicla, ta n<br />

bien escogida. t a n a paren ­<br />

temen te correc ta. la nza da<br />

con ta nta oportunidad, q ue<br />

la herida crecía a cada instante,<br />

cua nto más se pen ­<br />

saba en ell o. Ma tildc se<br />

aburría frecuentemente;<br />

quizás se hubiera a burrido<br />

en t od as partes; <strong>de</strong> ma nera<br />

que aguzar un epigrama. era<br />

para ella una distracción y<br />

un verda<strong>de</strong>ro placer.<br />

Q ui zás para tener a Su<br />

a lcance víctimas a lgo más<br />

interesantes que sus padres,<br />

el a cad émieo, y los<br />

cinco o seis subalternos que<br />

le h acían la corte. ha bía<br />

dado esperanzas al ma rq ués<br />

Presentaci6n <strong>de</strong>l con<strong>de</strong> <strong>de</strong> Alta mira.<br />

(Pág. 23 8) .<br />

<strong>de</strong> Croisenois al con<strong>de</strong> <strong>de</strong> C:tylus y a dos o tres jóvenes d e primera<br />

fila. No eran para ella, sino nuevos obj tos <strong>de</strong> epigramas.


254 Rala y NEGRO<br />

Una i<strong>de</strong>a la iluminó <strong>de</strong> repente: Tengo la dicha <strong>de</strong> a mar, se dijo<br />

un día, con una efu sión increible <strong>de</strong> júbilo. jAmo! a mo ! Esto es<br />

evi<strong>de</strong>nte! A mi edad, una joven hermosa, inteligente ¿ dón<strong>de</strong> podría<br />

encontrar sensaciones semejantes si no en el amor? Por mucho que<br />

haga, nunca podré a mar a Croisenois, a Caylus ni a tutti quall/f.<br />

Son perfectos; <strong>de</strong>masiado perfectos quizás. El caso es que me aburren.<br />

Repasó en su cabeza todas las <strong>de</strong>scripciones <strong>de</strong> la verda<strong>de</strong>ra<br />

pasión, que había leído. No se trat aba, naturalmente, sino <strong>de</strong> la<br />

gran pasión. El amor frívolo, era indigno <strong>de</strong> una mujer <strong>de</strong> su edad<br />

y <strong>de</strong> su cuna. Ella no llamaba a mor, sinooQ aquel sentimiento heroico<br />

que se encontraba en Francia en tiempos <strong>de</strong> Enrique III y <strong>de</strong> Bassompierre.<br />

Aquella clase <strong>de</strong> a mor, no cedía con bajeza a los obstáculos,<br />

sino, 111u y al contrario, hacía aconlcter gran<strong>de</strong>s enlpresas.<br />

j Qué <strong>de</strong>sgracia para mí que no haya una verda<strong>de</strong>ra corte como<br />

ba jo Catalina <strong>de</strong> Médicis o Luis XlIii Me siento al mismo nivel '<br />

<strong>de</strong> cuanto hubo en ellas <strong>de</strong> más atrevido y <strong>de</strong> mayor gran<strong>de</strong>za 1<br />

¿Qué no haría yo por un Rey como Luis XII, hombre <strong>de</strong> corazón'<br />

suspirando á mis pies? Lo conduciría a la Vendée, y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> allí, reconquistaría<br />

su reino ; no más Constitución .. . y Julián me secundarla.<br />

¿Qué le falta? Un nombre y una fortuna. El se crearía un nombre<br />

y se haría una fortuna.<br />

" ¿Dón<strong>de</strong> está la gran acción que no sea simpre un extremo <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

el momento en que se emprendd Sola mente cua ndo se ha llevado<br />

a CJ.bo es cuando parece factible a los seres vulgares. Sí ; es el a mor con<br />

todos sus :rulagros, quien va a reinar en mi corazón; lo presiento<br />

en el fuego que me anima. El cielo me <strong>de</strong>bía este favor. Mi felic:Jad<br />

será digna <strong>de</strong> mL Cada uno <strong>de</strong> mis días no se parecerá fría mente<br />

al anterior. Hay ya gran<strong>de</strong>za y audacia en atreverse a a mar a un<br />

hombre colocado tan lejos <strong>de</strong> mi en la esfera social. Veamos: ¿ Continuará<br />

mereciéndome? A la primera <strong>de</strong>bilidad que vea en él, lo<br />

abandono. U na joven <strong>de</strong> mi abolengo y con el carácter caballeresco<br />

que han querido conce<strong>de</strong>rme (era una frase <strong>de</strong> su padre) no <strong>de</strong>be<br />

comportarse como una imbécil.


CAPITULO XLI<br />

¿ SERA UN DANTON ?<br />

" Entre Julián y yo, no hay firma <strong>de</strong> contrato; no hay notario;<br />

todo es heroico, todo será producto <strong>de</strong> la casualidad. Aparte la<br />

nobleza que le falta, es el amor <strong>de</strong> Margarita <strong>de</strong> Valois por La Mole,<br />

el joven más distinguido <strong>de</strong> su tiempo, ¿ Es culpa mía si los jóvenes<br />

. <strong>de</strong> la corte son hoy tan partidarios <strong>de</strong> las cOllvellie1Zcias, y pali<strong>de</strong>cen a<br />

la sola i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> la más insignificante aventura? Un corto viaje a Grecia<br />

o a Africa, es para ellos el colmo <strong>de</strong> la audacia, y aún no se <strong>de</strong>ci<strong>de</strong>n<br />

si no es en caravana. Cuando se ven solos, tienen miedo, no <strong>de</strong> la<br />

lanza <strong>de</strong>l beduino, sino <strong>de</strong>l ridículo; y ese mIedo los vuelve locos .<br />

• Mi Julián al contrario, quiere obrar siempre 5010.1 Jamás en ese<br />

ser privilegiado asoma la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> buscar ayuda <strong>de</strong> nadie 1 Desprecia<br />

a Jos <strong>de</strong>más, y por eso precisamente es por lo que yo no le <strong>de</strong>sprecio .<br />

• Si, a pesar <strong>de</strong> su pobreza, Julián fuera noble, mI amor por él no<br />

serí" sino una necedad corriente; no tendría lo que caracteriza las<br />

gran<strong>de</strong>s pasiones: la inmensidad <strong>de</strong> la dificultad que vencer, y la<br />

negra incertidumbre <strong>de</strong>l <strong>de</strong>senlace .•<br />

La señorita <strong>de</strong> la Mole estaba tan preocupada por esos hermosos<br />

razonamientos, que al día siguiente, sin advertirlo, elogiaba a<br />

Julián en presencia <strong>de</strong>l marqués <strong>de</strong> Croisenois y <strong>de</strong> su hermano. Su<br />

elocuencia fué tan lejos, que les impacientó.<br />

- Tenga cuidado con ese joven <strong>de</strong> tanta energia, le dijo su<br />

hermano ; si la revolución se reproduce, nos hará guillotinar a todos.<br />

Ella no respondió y procuró burlarse <strong>de</strong> su hermano y <strong>de</strong>l marqués<br />

sobre el miedo que les causaba la energía.<br />

Matil<strong>de</strong> se separó pronto <strong>de</strong> ell os. Las pala!>r"s <strong>de</strong> su hermano<br />

le produclan horror, y la inquietaron mucho. Sin embargo, al dia<br />

siguiente veía en ellas la mayor lisonja.<br />

" En este siglo, don<strong>de</strong> toda energia ha muerto, la suya les da miedo<br />

Le diré la frase<strong>de</strong> mi hermano; qUIero ver cómo la respon<strong>de</strong>. Pero


¡¡oj o y Nt CRÓ<br />

escogeré un momento en que sus ojos brillen ; en ese momento no me<br />

podrá mentir.<br />

- i Sería un Da ntón ! a ñadió <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> un lar go ra to <strong>de</strong> méditación.<br />

i y qué I Si la revolución recomen zase ¿ qué papeles<br />

<strong>de</strong>sempeñarían en ella mi hermano y Croisenois? E.st á escrito <strong>de</strong><br />

antemano: la resiguación sublime. Serían her oicos cor<strong>de</strong>ros; se <strong>de</strong>jaría<br />

n <strong>de</strong>gollar sin quejarse. Los únicos temores que t endria n al morir,<br />

serían los <strong>de</strong> no subir al cadalso con corrección ; <strong>de</strong> que los encontra<br />

ra n <strong>de</strong>ficientes en sus últimos momentos. Mi Juliá n le salta r'a los<br />

sesos <strong>de</strong> un bala zo al jacobino q ue viniera a pren<strong>de</strong>rl o, a poco que<br />

tuviera espera nzas <strong>de</strong> escapar. El no tiene miedo a no ser correcto.<br />

Aquellas últimas palabras, le hicieron refl exiona r por q ue <strong>de</strong>sperta<br />

ban en ella penosos recuerdos. Aq uellas palabras le recorda<br />

ba n las bromas <strong>de</strong> Croisenois, Caylus, Luz y su herma no. Aquellos<br />

caballeros, reproch aba n a Juliá n su aire sacerdotal, humil<strong>de</strong> e<br />

hipócrita.<br />

- P ero, excla mó <strong>de</strong> repente, con los ojos brillantes <strong>de</strong> alegría;<br />

la a ma rgura y frecuencia <strong>de</strong> sus aromas, prueba que, a <strong>de</strong>specho <strong>de</strong><br />

ellos, es el hombre más distinguido que hemos vist o en este invierno.<br />

¿ Qué importan sus <strong>de</strong>fect os? Tiene gran<strong>de</strong>za <strong>de</strong> á nimo yeso es lo<br />

que les sorpren<strong>de</strong>. Es seguro que es pobre y que h a estudiado para<br />

sacerdote ; ellos son jefes <strong>de</strong> escuadrón y no h a n tenido necesidad <strong>de</strong><br />

estudiar. E so es más cómodo .<br />

• A pesar <strong>de</strong> tedas las <strong>de</strong>sventajas <strong>de</strong> su traje <strong>negro</strong> y <strong>de</strong> su aspecto<br />

<strong>de</strong> sacerdote que el pobre se ve obhgado a revestir para no morir<br />

<strong>de</strong> hambre, su mérito les da miedo; esto es claro, evi<strong>de</strong>nte. Y esa<br />

fi sononúa sacerdotal, <strong>de</strong>saparece en cuanto esta mos algunos insta ntes<br />

solos. ¿ Y no es la primera mirada <strong>de</strong> esos señores, cuando piensan<br />

ha ber pronunciado una frase ingeniosa, pa ra Juliá n ? Lo he not ado<br />

muy bien. Y sin embargo, no <strong>de</strong>sconocen q ue ja más les ha bla si no ha<br />

sido previa mente interrogado. A mí sola mente dirige sus pala bras,<br />

Cree en la elevación <strong>de</strong> mi alma. A sus objeciones, no respon<strong>de</strong> sino lo<br />

extricta mente necesario pa ra ser correcto : inmedia t a mente, se reconcentra<br />

en su t ono respetuoso. Conmigo, discute horas enteras, y no<br />

está seguro <strong>de</strong> sus i<strong>de</strong>as mientras yo p uedo oponer a ellas a lguna<br />

objeción.<br />

(( Pues bien : mi pa UTe , hombre superi or, que acrecentará la fort un a.<br />

<strong>de</strong> nuestra casa, respet a a J uliá n. Todos los <strong>de</strong>más le odian, pcro<br />

nadie lo <strong>de</strong>sprecia. •


ROJO Y NEGRO<br />

Tenía que <strong>de</strong>cidirse acerca <strong>de</strong> una i<strong>de</strong>a fatal q ue empeza ba a obsesionar<br />

su espíritu.<br />

, ]uliá n es bast a nte sincero conmigo, se dijo; a s u edad, en un<br />

rango inferior, d esgraciado, como él es, por una ambición <strong>de</strong>smedida<br />

se tiene n ecesidad <strong>de</strong> una amiga. Quizás yo sea esa a miga, pero no<br />

veo en él amor. Dada la audacia <strong>de</strong> su carácter, si amase, ya me lo<br />

habría dich o. "<br />

Aquella incertidumbre, aquella discusión interi or , que <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

aquel instante la ocupó por e ntero, anuló completamente aquellos<br />

momentos <strong>de</strong> hastío, que era n tan frecuentes en ella.<br />

Des<strong>de</strong> el momento en que ella <strong>de</strong>cidió que a ma ba a Julián, ya no<br />

se aburrió. Todos los días se felicitaba por la i<strong>de</strong>a que había t enido <strong>de</strong><br />

e ntregarse a una gra n pasión . " E ste entretenimiento es peligroso,<br />

pensaba. ¡Mejor! i Much o mejor! "<br />

En los momentos en q ue aquella lucha se li braba en el cerebro<br />

<strong>de</strong> Matil<strong>de</strong>, era cuando J ul ián no comprendía las largas miradas<br />

<strong>de</strong> la joven. E s verdad que ha lla ba una acentuación <strong>de</strong> frialda d, pafa<br />

con él, en el con<strong>de</strong> Norberto y un nuevo acceso <strong>de</strong> a ltivez en los<br />

seJi ores <strong>de</strong> Croisenois, Caylus y Luz. Ya esta ba acostumbrado a ello,<br />

Aquella <strong>de</strong>sgracia le sucedía siempre que, en alguna fi esta, brillaba<br />

más <strong>de</strong> 10 que su rango le permitía. Sin la particular acogida q ue le<br />

dispensaba Matil<strong>de</strong> y la curiosidad que todo aquel conjunto le inspiraba,<br />

hubiera evitado seguir a l ja rdín a todos aquell os jovenes con<br />

bigotes que, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> cena r, acompaJiaban a la joven.<br />

" Sí. n o puedo engaJiarme, se <strong>de</strong>cía ]ulián. La seJiorita <strong>de</strong> la Mole,<br />

me mira <strong>de</strong> una nlanera nluy sig nificativa; pero hasta c uando s us<br />

bellos ojos se fijan en mí veo en ellos un fundo <strong>de</strong> maldad y <strong>de</strong> sangre<br />

fría. 1, Será posible q ue eso sea amor' i Cuánta diferencia con las<br />

miradas <strong>de</strong> la seJiora Renal! "<br />

Un día, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la comida, Julián , que había seguido a Matil<strong>de</strong><br />

hasta su gabinete, volvió rápidamente a l ja rdín. Al aproxima rse sin<br />

precauciones al grupo <strong>de</strong> la joven , sorprendió a lgunas palabras pronunciadas<br />

en elevado tono ele vo z. La joven atofll1 cntaba a s u hcnnano.<br />

]ulián oyÓ distintamente, que se pronunció dos veces su n o mbre.<br />

Apareció: un sile ncio profundo reinó inmedia ta mente, á pesar <strong>de</strong> los<br />

heroicos esfuerzos q ue se hicieron para evitarlo. La señorita <strong>de</strong> la<br />

lVIole y s u hermano, estaban <strong>de</strong>masiadu interesa dos en la conversación<br />

para encontrar otro tenl éL, y los <strong>de</strong> mús jóvenes parecieron a<br />

]uliá n <strong>de</strong> una frialdad <strong>de</strong> hielo. E l joven se alejó.


CAPiTULO XLlI<br />

UN COMPLOT<br />

Al día siguiente, volvió a sorpren<strong>de</strong>r a Norl>erto y a su hermana en<br />

el momento en que hablaban <strong>de</strong> él; como la víspera, un silencio <strong>de</strong><br />

muerte se hizo en seguida. Sus sospechas no tuvieron limites. ¿ Es<br />

que esos a mables jóvenes estaban resueltos a b urlarse <strong>de</strong> él ? Hay<br />

que convenir en que eso sería mucho más probable, mucho más<br />

natural que una pretendida pasión <strong>de</strong> la seI10rita la Mole por un<br />

pobre secretario. Ante todo l. son capaces estas gentes, <strong>de</strong> tener<br />

pasiones? Su úmca pasión es la <strong>de</strong> t omarlo t odo en broma. Tienen<br />

el;vidia <strong>de</strong> mi pobre superioridad <strong>de</strong> pensamientos. Tener envidia,<br />

es también una <strong>de</strong> s us pasiones. Por este sistema, se explica todo:<br />

la señorita <strong>de</strong> la Mole me anima con sus atenciones, para darme en<br />

espectáculo a su prometido.<br />

Aquella cruel sospecba, cambió t oda la situación moral <strong>de</strong> Julián.<br />

Aquella i<strong>de</strong>a, encontr ó en su corazón un principio <strong>de</strong> amor, que le<br />

fué muy facil <strong>de</strong>stl uir, porque estaba solamente fu.1dado en la peregrina<br />

beldad <strong>de</strong> Matil<strong>de</strong>, o quizás sólo en sus a<strong>de</strong>manes <strong>de</strong> reina y<br />

en sus admirables atavios. En eso, el joven era también un advenedizo.<br />

Una hermosa mujer <strong>de</strong>l gran mundo es, según parece, lo que<br />

más sorpren<strong>de</strong> a un campesino, hombre <strong>de</strong> talento, cuando llega a<br />

las primeras clases sociales. No era el carácter <strong>de</strong> Matil<strong>de</strong> lo que había<br />

impresionado a Julián : tenía bastante sentido común, para compren<strong>de</strong>r<br />

que no conocía ese carácter; todo lo que veían sus ojos podía<br />

no ser sino una apariencia. Por ejemplo, por nada cn el mundo hubiera<br />

faltado Matil<strong>de</strong> a la misa los domingos; casi todos los días acompañaba<br />

a s u madre a la iglesia. Si en el salón <strong>de</strong>l Hotel <strong>de</strong> la Mole algún<br />

impru<strong>de</strong>nte olvidaba el sitio don<strong>de</strong> se encontraba y se permitía la<br />

más ligera broma sobre el aItar o sobre el trono, I\latil<strong>de</strong> se revestía<br />

en el acto <strong>de</strong> una glacial seriedad. Su mirada tan viva, tomaba la<br />

impasible altivez <strong>de</strong> un antiguo retrato <strong>de</strong> familia.


260 I


ROJO Y NEGRO 261<br />

frecuentemente como le era posible. A Julián le pareció que habla<br />

perdido la joven algo <strong>de</strong> la perfecta mesura ·que siempre presidía a<br />

todos sus actos ; respondía a sus amigas algunas veces con bromas<br />

tan picantes, que ultrajaba n ; creyó ver que t oma ba a l marqués <strong>de</strong><br />

Croisenois, como cabeza <strong>de</strong> turco. " Preciso es que ese joven t enga<br />

un gra n cariño al dinero, para no d ejar plantada a esa niña, por muy<br />

rica que sea» <strong>de</strong>cla Julián. Y para él, todos los ultrajes que hacían<br />

a la dignidad masculina, aumentaban su frialdad respecto <strong>de</strong> la<br />

señorita <strong>de</strong> la M¿le. A menudo, llegó hasta las respuestas poco corteses.<br />

Por muy <strong>de</strong>cidido que estuviera a no ser enga ñado por las señales<br />

<strong>de</strong> afecto <strong>de</strong> Matil<strong>de</strong>, eran estas tan evi<strong>de</strong>ntes algunas veces y ella<br />

era tan hermosa, que la energía <strong>de</strong> Julián se encontraba, en ciertos<br />

momentos, muy comprometida.<br />

« La habilidad y longanimidad <strong>de</strong> esos jóvenes <strong>de</strong>l gran mundo.<br />

acabarán por triunfa r <strong>de</strong> mi escasa experiencia, se dijo. Hay que<br />

marcharse y poner término a todo esto. » El marqués acababa <strong>de</strong><br />

confia,le la administración <strong>de</strong> unas cuantas tierras que poseía en<br />

el Languedoc. y un viaje se imponía. El señor <strong>de</strong> la Mole autorizó<br />

dichc viaje. con mucho sentimiento. Excepto para las altas a mbiciones<br />

<strong>de</strong>l anciano, Julián le había llegado a ser indispensable.<br />

" Al fin y al cabo, no se han burlado <strong>de</strong> mí. pensaba Julián. mientras<br />

preparaba su viaje; sean ciertas las bromas que la señorita <strong>de</strong><br />

la Mole da a esos caballeros o sólo para inspirarme confianza. el hecho<br />

es que yo me he divertido. »<br />

, Si no hay conspiración contra el hijo <strong>de</strong>l carpintero. la señorita<br />

<strong>de</strong> la Mole es inexplicable. y 10 es t anto para el señor <strong>de</strong> CT01senois<br />

como para mí. Ayer. por ejemplo, su mal humor era evi<strong>de</strong>nte. y he<br />

tenido la satisfacción <strong>de</strong> verla maltratar al marqués, tan rico y tan<br />

noble como soy pobre y plebeyo. sólo por <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rme. E st e es mi<br />

mayor triunfo ; me distraerá en la silla <strong>de</strong> posta. durante mi viaje<br />

al Languedoc. »<br />

Había preparado su viaje en secreto. pero Matil<strong>de</strong> sabía t a n bien<br />

como él. que al día siguiente iba a salir <strong>de</strong> París para mucho tiempo.<br />

R ecurrió la joven al pretexto <strong>de</strong> un gran dolor <strong>de</strong> cabeza. que hacía<br />

mas intenso la cargada ab11ósfera <strong>de</strong>l salón. Salió a l jardín. y acosó<br />

<strong>de</strong> tal manera con sus impertinencias a su corte <strong>de</strong> jóvenes y<br />

correctos a migos. que estos se vieron obli gados a marcha rse. En<br />

cambio. miraba á Juliá n <strong>de</strong> una ma nera extra"a.<br />

" Esa mirada es . quizás una comedia. pensaba Julián. i pero esa


2 64<br />

ROJO Y NEGRO<br />

a También T artufo se perdi6 por una mujer, y valía tanto como<br />

cualquier otro . . Mi respuesta pue<strong>de</strong> ser enseñada . y a eso le oponemos<br />

un remedio ", añadió pronunciando lentamente, y con acento<br />

<strong>de</strong> la ferocidad contenida, a la empezaremos con las frases más vi vas<br />

<strong>de</strong> la carta <strong>de</strong> la sublime Matil<strong>de</strong>. "<br />

« Sí; pero cuatro lacayes <strong>de</strong>l señor <strong>de</strong> Croisenois, se arrojan sobre<br />

mí y me arrancan el . original. »<br />

" No; porque yo est oy siempre bien armado, y tengo costumbre,<br />

como t odo el mundo sabe, <strong>de</strong> hacer fuego contra los lacayos.<br />

" Sin embargo, uno <strong>de</strong> ell os tiene valor; se precipita sobre mí<br />

porque le han prometido cien napoleones. Yo lo mato o lo hiero,<br />

y eso es precisamente lo que b uscan . Me llevan a la cárcel muy<br />

legalmente, comparezco <strong>de</strong>spués ante el tribunal, y héme en Poissy<br />

acompa ñando a los señores Foutar y Magalon. Allí, duermo mezclado<br />

con cuatrocientos granujas. ¿ Y tendré piedad <strong>de</strong> esa gente? añadió<br />

levantándose <strong>de</strong> pronto. ¿ La tienen ellos <strong>de</strong> las personas d el tercer<br />

estado? Aquella frase fué el último suspiro dado en favor <strong>de</strong>l agra<strong>de</strong>cimiento<br />

<strong>de</strong>l señor d e la Mole que, a pesar suyo, le atormentaba.<br />

" Poco a poco, señons hidalgos; comprendo ese pequeño r asgo d e<br />

maquiavelismo ; el abate Masl6n o el señor Castaile<strong>de</strong> no lo habrían<br />

combinado mejor. 1I'le quitarían uste<strong>de</strong>s la carta p'·ovocadoya, y yo<br />

sería el segundo tomo d el coronel Car6n. en Colmar.<br />

" Un momento, señores. Vaya enviar la carta fatal. en calidad <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>pósiLo, en un paquet e muy bien cerrado, al señor Pirard. E se es un<br />

hombre honrado, ja nsenis>a, y como tal, al abrigo <strong>de</strong> las seducciones<br />

ministeriales. Sí, pero i abre las cartas I La enviaré a Fouqué. ,<br />

Hay que convenir en que la mirada <strong>de</strong> ]ulián era atroz; su fisonomía,<br />

h orrible. R espiraba el crimen sin atenuantes. Era el hombre<br />

<strong>de</strong>sgraciado, en guerra con t oda la sociedad.<br />

" 1 A las armas ! excla m6 ]ulián. Y <strong>de</strong> un salto estuvo en la calle.<br />

Entr6 en la covachuela <strong>de</strong> un memorialist a, al que dió miedo.<br />

"Copie usted » Ie dijo enseñá ndole la carta <strong>de</strong> Ma til<strong>de</strong>.<br />

Mientras el escribiente copiaba, hizo ]uhán una carta para Fouqué.<br />

Le rogaba le conFervara un precioso <strong>de</strong>pósito. " Pero, dijo interrumpiéndose<br />

; el gabinete <strong>negro</strong>, en el correo, abrirá mi carta, y os <strong>de</strong>volverá<br />

aquella que buscáis .<br />

• i No se ñores hidalgos! "Compró una enorme Biblia en casa eJe<br />

un librero, escondió hábilmente la carta <strong>de</strong> Maltil<strong>de</strong> en la pasta,<br />

1lizo empalar el volumen , y su paquete salió con la diligencia,


ROJO Y NEGRO<br />

dirigido a uno <strong>de</strong> los obreros <strong>de</strong> Fouqué, cuyo nombre ignoraba<br />

todo el mundo en P arís.<br />

" i Cómo, señorita, escribía a Maltil<strong>de</strong>. ¿ Es la señorita <strong>de</strong> la<br />

Mole quien, p or mediación <strong>de</strong>l lacayo Arsenio, criado <strong>de</strong> su padre,<br />

envía una carta seductora a un pobre carpintero <strong>de</strong>l Jura, p ara<br />

burlarse , seguramente, <strong>de</strong> su sencillez? ... » Y tra nscribió las frases<br />

más comprometedoras <strong>de</strong> la carta que acababa <strong>de</strong> recibir.<br />

La suya hubiera hecho honor a la pru<strong>de</strong>ncia diplomática más<br />

exquisita. Eran solamente las diez. J uli án, ebrio <strong>de</strong> alegría y <strong>de</strong>l<br />

sentimiento <strong>de</strong> su po<strong>de</strong>r, tan nuevo para 1In pobre diablo, entró en<br />

la ópera itliana. Oyó cantar a su amigo J erónimo. Jamás la música<br />

le había exaltado hasta aquel punto.<br />

CAPITULO XLIII<br />

PENSAM[ENTOS DE UNA JOVEN<br />

Matil<strong>de</strong> no había escrito la carta sino <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber librado<br />

un rudo combate en Su interior. Cualquiera que fu ese el comienzo<br />

<strong>de</strong> su interés por Julián, dominó muy pronto el orgullo, que <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

que tuvo uso <strong>de</strong> razón, reinaba en su alma<br />

Aquel espíritu frío y altivo, se sentía arrastrado, por primera<br />

vez en su vida, p or un sentimiento apasionado. Pero si este sentimiento<br />

dominaba al orgullo, la joven permanecía fiel, aún, a laS<br />

costumbres <strong>de</strong>l orgullo. Dos meses <strong>de</strong> combates y <strong>de</strong> nuevas sensaciones,<br />

r enovaron , por <strong>de</strong>cirlo así su ser moral.<br />

Matil<strong>de</strong> creía ver en ello su felicidad, E sa visión, tan potente,<br />

para las almas valerosas, ligadas a un espíritu superior, tuvo que<br />

luchar durante mucho tiempo contra la dignidad y todos los <strong>de</strong>beres.<br />

1 n día, entró en la habitación <strong>de</strong> su madre, a las sictp <strong>de</strong> la mañana,<br />

rogándole que le permitiera retirarse a Villequier.<br />

La marqusea no se dignó respon<strong>de</strong>rle, y le aconsejó que fuera<br />

<strong>de</strong> nuevo a a¡:ostarse. Aquel fu é el último esfu erzo hecho en honor<br />

<strong>de</strong> la pru<strong>de</strong>ncia y <strong>de</strong>l respeto a las i<strong>de</strong>as recibidas.<br />

" j Ay ! se <strong>de</strong>cía Mahl<strong>de</strong>, En la corte <strong>de</strong> Enrique lIl, se encon-


266 ROJO Y NEGRO<br />

traban realmente gra ndcs h ombres tanto par el earaeter como por<br />

el nacimiento. j Si ]uliá n hubiese ser vido a ]arnae o a Moncontour.<br />

ya no dudaría yo' En aquel tiempo <strong>de</strong> viger y <strong>de</strong> fu erza. los franceses<br />

no eran muñecos. E l día <strong>de</strong> la batalla era el que menos perplejos<br />

les tenía.<br />

Sus vidas no estaban aprisionadas. como las momias egipcias.<br />

bajo una envoltura común a todos. siempre la misma. Sí. añadía.<br />

había mayor verda<strong>de</strong>ro valor en retirarse solo a las once <strong>de</strong> la noche<br />

<strong>de</strong>l Hotel <strong>de</strong> Soissons. habitado por Catalina <strong>de</strong> Médicis. que hoy<br />

en ir a Argel. La vida <strong>de</strong> un hombre era una continuada serie <strong>de</strong><br />

casualida<strong>de</strong>s. Ahora. la civilización ha <strong>de</strong>struído el azar y ya no<br />

hay nada imprevisto . Si este aparece en las i<strong>de</strong>as. no hay bastantes<br />

epigramas para combatirlo; si aparece en los sucesos. ninguna<br />

cobardía está por encima <strong>de</strong> nuestro miedo. Cua lquier locura que<br />

el terror nos haga cometer. encuentra siempre excusa. i Siglo <strong>de</strong>generado<br />

y aburrido! ¿Qué hubiera dicho Bonifacio <strong>de</strong> la Mole. levantando<br />

su cortada cabeza. si hubiera visto en 1793 a diecisiete <strong>de</strong> ;us<br />

<strong>de</strong>scendientes <strong>de</strong>jarse coger como cor<strong>de</strong>ros para ser guillotinados<br />

dos días <strong>de</strong>spués?<br />

" La muerte era cierta; pero hubiera sido <strong>de</strong> mal tono <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rse<br />

y matar a uno O dos jacobinos. ¡Ah! En los tiempos heroícos <strong>de</strong><br />

Francia. en el siglo <strong>de</strong> Bonifacio <strong>de</strong> la Mole. ]uliá n hubiera sido jefe<br />

<strong>de</strong> un escuadrón y mi hel mano un joven sacerdote. <strong>de</strong> maneras<br />

mesuradas. con la pru<strong>de</strong>ncia en los ojos y la razón en la boca."<br />

Algunos meses antes. Matil<strong>de</strong> <strong>de</strong>sesperaba <strong>de</strong> encontrar un ser<br />

a lgo diferente <strong>de</strong>l patrón común. Había encontrado algun placer.<br />

al permitirse escribir a unos cuantos jóvencs <strong>de</strong> la buena sociedad.<br />

Aquel atrevimiento. tan impru<strong>de</strong>nte para una joven . la podía <strong>de</strong>shonrar<br />

ante los ojos <strong>de</strong>l señor <strong>de</strong> Croisenois. <strong>de</strong>l duque <strong>de</strong> Chaulnes.<br />

s u padre. y <strong>de</strong> todo el Hotel <strong>de</strong> Chaulnes que al ver <strong>de</strong>shecha la<br />

proyectada boda. hubieran querido saber por qué. En aquellas<br />

ocasiones. cuando la joven había escrito alguna carta. no podía<br />

dormir. Y sin embargo aquellas cartas eran sola mente respuestas.<br />

En la <strong>de</strong> hoy. ella se atrevía a <strong>de</strong>cir que amaba. E lla. escribía<br />

la primera a un hombre colocado en los últimos escalones sociales.<br />

Esta circunstancia aseguraba . en caso <strong>de</strong> <strong>de</strong>scubrimiento. una<br />

eterna <strong>de</strong>shonra. ¿Qué mujer. <strong>de</strong> las que visitaban a .su madre. se<br />

hubiera atrevido a <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rla?<br />

Habiar solamente, era horribie . ¡pero ec:.cribir! Ha" rosas q1ft' ' 110


ROJO Y .N.r..uI\V<br />

La carta <strong>de</strong> la señOrit\ <strong>de</strong> la Mole dió a Julián un goce<br />

<strong>de</strong> vanidad t an vivo. que romeando acerca <strong>de</strong> lo que sucedfa.<br />

babia olvidado <strong>de</strong> pensar . seriamente. sobre la conveniencia <strong>de</strong>l viaje.<br />

Hablan quedado solos. La conversación langui<strong>de</strong>cfa .. (Pág'. 262) .<br />

Era una fatalidad <strong>de</strong> su carácter. que le gUIaba a ser en extremo<br />

sensible á sus faltas. Estaba muy contrariado por esta, y ya no<br />

pensaba en la increfbl e victoria q ue b abía precedido a este pequeño<br />

tropiezo. cuando hacia las nueve, la señOl ita <strong>de</strong> la Mole apareció<br />

nuevament e en la biblioteca. le arrojó una carta y <strong>de</strong>sapareció.


ROJO Y NEGRO<br />

" Parece que esto va a ser una novela epistola r, dijo recogiendo<br />

la misiva. El enemigo ha dado un paso en falso; yo vaya poner en<br />

juego la frialdad y la virtud.»<br />

Se le pedía una respuesta <strong>de</strong>cisiva con un dolor que aumentaba<br />

su alegría interior. Se dió el placer <strong>de</strong> burla rse en dos páginas, <strong>de</strong><br />

todas las personas que el suponía que podrían ser <strong>de</strong>l complot, y<br />

para continuar la broma, al final <strong>de</strong> su respuesta, anunció su viaje<br />

para el día siguiente por la ma ñana.<br />

Termina da aquella carta, pensó: - El jardin va a servirme para<br />

entregarla. Y al jardín marchó. Miró la ventana <strong>de</strong>l dormitorio <strong>de</strong><br />

la señorita <strong>de</strong> la Mole, que estaba en el primer piso, al lado <strong>de</strong> las<br />

habitacion <strong>de</strong> su madre; pero h abía un elevado entresuelo. Tan<br />

elevado era, que paseándose por la alameda <strong>de</strong> tilos con la carta<br />

en la mano, no podía ser visto <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el dormitorio <strong>de</strong> Matil<strong>de</strong>; la<br />

bóveda formada por aquellos árboles, perfeBtamente podados,<br />

interceptaba la vista. 1 Vaya! exclamó Julián indignado cons:go<br />

mismo; otra impru<strong>de</strong>ncia. Si el objeto es burlarse <strong>de</strong> mi, les allano el<br />

camino paseándome por aquí con la carta en la mano.<br />

La habitación <strong>de</strong> Norberto estaba colocada precisamente sobre<br />

la <strong>de</strong> Matil<strong>de</strong>, y si Juliá n saHa d e la alameda, tanto el con<strong>de</strong> come<br />

sus amigos, podría n observar sus más insignificantes movimientos.<br />

La señorita <strong>de</strong> la Mole apar eció <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> los cristales; él le enseñó<br />

la carta y ella inclinó la cabeza. Enseguid a, Julián subió corriendo<br />

a su ha bitación y en la escalera encontró , como por casualidad, a<br />

la hermosa Ma til<strong>de</strong> que t omó la carta con gran naturalidad y con<br />

una expresión <strong>de</strong> alegría en la nl ira da.,<br />

A las cinco, recibió J ulián una tercera carta; le fué lanzada <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

la puerta <strong>de</strong> la biblioteca; tercera huida d e la señorita <strong>de</strong> la Mole.<br />

" i Qué manía <strong>de</strong> escribir! excla mó el joven sonriendo, i cuando<br />

ta n cómodo es h a blar I El enemigo quiere t ener cartas mlas, y cuant<br />

as m ás, mejor. Eso es evi<strong>de</strong>nte. "No se precipitaba en abrir aquella.<br />

" Todavía frases elegantes ", pensó. Pero al leerla, . pali<strong>de</strong>ció. Solo<br />

había en ella ocho líneas :<br />

" Tengo necesida d <strong>de</strong> hablarle; es preciso que le hable esta noche.<br />

Cuando sea la una <strong>de</strong> la m a ña na. acuda a l jardín. Tome la gran<br />

escala <strong>de</strong>l ja rdinero que está cerca <strong>de</strong>l pozo; colóquela contra mi<br />

ventana y entre en mi habitación. H a rá luna, pero, i no importa ' "


CAPITULO XLIV<br />

¿ Es UN COMPLOT?<br />

" i Esto se pone serio! pensó Julián ... y <strong>de</strong>masiado claro, añadió<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber pensado: ¡Cómo! La bella seiíorita pue<strong>de</strong> hablarme<br />

en la biblioteca con una libertad que, gracias a Dios, es absoluta,<br />

pues el marqués, con el miedo que tiene a que le hable <strong>de</strong> cuentas<br />

no viene nunca; el. selior <strong>de</strong> la Mole y Norberto, las únicas personas<br />

que entran aquí están casi todo el día fuera <strong>de</strong>l hotel; fácilmente se<br />

pue<strong>de</strong> saber cuando vuelven y la sublime Matil<strong>de</strong>, para la cual no<br />

sería <strong>de</strong>masiado noble un príncipe l quiere que yo cometa una abominable<br />

impru<strong>de</strong>ncia!<br />

, Esto es claro. Quieren per<strong>de</strong>rme, o reirse a costa mía, por lo<br />

menos. Primeramente han Auerido per<strong>de</strong>rme, con mis cartas; las<br />

han encontrado <strong>de</strong>masiado discretas y les hace falta una acción<br />

más clara que el dia. l Esos lindos hidalgos, me suponen Idiota ,<br />

o presumido! ¡Diablos! i Subir a la luz <strong>de</strong> la luna por una escala a<br />

un piso que se halla a veinticinco pies <strong>de</strong> altura! i Tendrían tiempo<br />

sobrado <strong>de</strong> verme hasta <strong>de</strong>s<strong>de</strong> los hoteles vecinos! l Estaría yo magní<br />

fíco sobre la escala! » Julián volvió a su habitación, y comenzó a<br />

arreglar su maleta. Estaba resuelto a partir, sin contestar siquiera.<br />

Pero aquella pru<strong>de</strong>nte resolución no le proporcionaba tranquilidad<br />

<strong>de</strong> espíritu. "i Si por casualidad, exclamó, teniendo ya su maleta<br />

cerrada; si por casualidad Matil<strong>de</strong> obra <strong>de</strong> buena fe! Entonces;<br />

ante sus ojos, yo seré el más perfecto cobar<strong>de</strong>. No tengo abolengo,<br />

me son necesarias gran<strong>de</strong>s cualida<strong>de</strong>s bien probadas y no suposiciones<br />

complacientes ".<br />

Estuvo reflexionando durante un cuarto <strong>de</strong> hora. " ¿A qué negarlo ?<br />

dijo por fin. Seré un cobar<strong>de</strong> a sus ojos. Y per<strong>de</strong>ré, no solamente la<br />

joven más brillante <strong>de</strong> la alta sociedad, como <strong>de</strong>cían todos en el<br />

baile <strong>de</strong>l señor <strong>de</strong> Retz, sino también el divino placer <strong>de</strong> ver sacrificar<br />

en honor mío al lindo marqués <strong>de</strong> Croisenois, joven encantador que


ROJO Y NEGRO<br />

tiene t odas las condiciones que me falta n . E ste r em ordimiento<br />

a perseguirme hasta la muerte; no por ella I hay t a ntas !<br />

.. Pero sólo hay un honor!<br />

dijo el viejo don Diego; yaquí claramente r etrocedo a nte el primer<br />

peligro que se m e presenta.<br />

Porque aquel duelo con el señor <strong>de</strong> Beauvoisis se presentaba como<br />

una broma. Esto es diferente. Puedo servir <strong>de</strong> bla nco a la bala <strong>de</strong><br />

un criado, yeso es lo m enos peligroso. Lo peor es que puedo q uedar<br />

<strong>de</strong>sh onra do.<br />

« Esto es serio, amigo mío, continuó con una a legría y un acento<br />

gascón muy pronunciados. E stá en juego el hallar . Ja m ás un pobre<br />

diablo como yo volverá a encontrar ocasión semeja nte. Tendré otras<br />

relaciones, lnas serán subalternas ...<br />

R eflexionó la r go tiempo, paseándose con precipitados pasos<br />

<strong>de</strong>teniéndose <strong>de</strong> vez en c lla ndo. Habían colocado en su ha bitación<br />

un magnifico bust o <strong>de</strong> mármol <strong>de</strong> Richelieu. Aquel busto parecía<br />

mirarle con severo semblante, y como reprocha ndole s u falta <strong>de</strong> audacia.<br />

" Aún poniendolo en lo peor, Se dijo Julían, si est o es un lazo, hay<br />

que convenir en que es bien comprometedor para una joven. Todos<br />

saben que no soy hombre capaz <strong>de</strong> soportarlo en si lencio. Eso era<br />

bueno en IS i4, en los tiempos <strong>de</strong> Bonifacio <strong>de</strong> la Mele, pero no en<br />

IGS <strong>de</strong> hoy. Esa gente, no es ya la misma i La señorita <strong>de</strong> la Mole es<br />

tan envidiada! i Cuatrocientos salones proclamarían mañana su<br />

<strong>de</strong>shonra, y con cuanto placer I<br />

" Los criados comenta n ya en voz baja las marcadas preferencias<br />

<strong>de</strong> que soy objeto. Yo mismo lo he oído.<br />

« i Por otra parte est as cartas!. .. pue<strong>de</strong>n creer que las llevo sobre<br />

mí. Sorprendido en s u habitación , me las arrebatarán entre dos,<br />

tres, cuatro hombres ¿ qué se yo? ¿ Pero <strong>de</strong> don<strong>de</strong> sacar a esos<br />

hombres? i. Dón<strong>de</strong> encontrar subalternos d'scretos en París? La<br />

justicia les da miedo. Pero no. Irá n ellos mismos. Lo único que ha<br />

podido <strong>de</strong>cidirles es el momento y la cara <strong>de</strong> idiota q ue yo pondría<br />

a l verme entre ellos.<br />

« i Pues bien! en ese caso. cuidado conmigo, plles heriré en e l<br />

rostro, como en Farsalia los soldados <strong>de</strong> César! En cuanto a las<br />

cartas, puedo ponerlas en sitio seguro. »<br />

27 1


ROJ O Y N E G RO<br />

Julián copió ias dos últimas. ocultó las copias en UIl U <strong>de</strong> los hermosos<br />

t omos <strong>de</strong> la biblioteca, y llevó él mismo los originales al correo<br />

Cuando estuvo <strong>de</strong> vuelta, se dijo lleno <strong>de</strong> t error : ¡. E n qué locura voy<br />

a meterme?<br />

" Pero si rehuso, me <strong>de</strong>sprecial é a mí mismo por t oda mi vida .<br />

u l Cómo ! j Habré estado en lucha con un hombre q ue lleva uno <strong>de</strong><br />

los apellidos más ilustres <strong>de</strong> Francia, y yo mismo me <strong>de</strong>clararé<br />

inferior suyo J Realmente, lo que hay en el fondo <strong>de</strong> t odo esto, si<br />

no voy es cobardía ! " Esta palabra lo <strong>de</strong>ci<strong>de</strong> t odo, excla mó Julián<br />

leva ntándose.<br />

" Si esto no es una traición i vaya una locura q ue hace por mí!<br />

I Si es un lazo, como solo <strong>de</strong> mí <strong>de</strong>pen<strong>de</strong> que la broma acabe en serio<br />

así la acabaré I<br />

" Esto es como un duelo, se dijo riendo: hay parada para t odo,<br />

según dice mi maestro <strong>de</strong> armas, pero al fin uno <strong>de</strong> los a d versarios se<br />

olvida <strong>de</strong> p arar. P or lo <strong>de</strong>más, he aquí con qué respon<strong>de</strong>rles. • Y<br />

sacó sus pistolas, renovando la carga.<br />

Tenía aún que esperar varias horas, y para hacer algo, escribió<br />

a F ouqué. " Amigo mío: no abras la adjunta carta sino en el caso<br />

en que sepas que me ha sucedido algo extraordinario. En ese caso<br />

borra los nombres propios <strong>de</strong>l manuscrito que t e envío y haz <strong>de</strong> él<br />

ocho copias que enviarás a los periódicos <strong>de</strong> Marsella , Bur<strong>de</strong>os,<br />

Lyón , Bruselas, et c. Diez días <strong>de</strong>spues, ma nda que impriman dicho<br />

manuscrito y envía el primer ejemplar al señor <strong>de</strong> la Mole. Y quince<br />

días más tar<strong>de</strong>, arroja el rest o <strong>de</strong> los ejemplares, d urante la noch e<br />

en las calles <strong>de</strong> Verrieres. ,<br />

Aquella memoria justificativa, arreglada en forma <strong>de</strong> cuento, que<br />

Fouqué no <strong>de</strong>bía conocer sino en caso <strong>de</strong> acci<strong>de</strong>nte, fué escrita por<br />

Julián comprometiendo lo menos posible a la señorita <strong>de</strong> \a Mole,<br />

pero, a pesar <strong>de</strong> ello, <strong>de</strong>scribió con bast aute exactitud la situación.<br />

Julián acababa <strong>de</strong> cerrar su paquet e, cuando sonó la campana<br />

<strong>de</strong>l almuerzo. Aquel sonido apresuró los latidos <strong>de</strong> su corazón . Su<br />

imaginación, preocupada por el relato que acababa <strong>de</strong> redact ar,<br />

estaba llena <strong>de</strong> trágicos pensamientos. Se vera cogido, agarrot ado.<br />

por los cria<strong>de</strong>s, amordazado y arrojado en una cueva. Allí, otro<br />

criado, que lo custodiaba sin per<strong>de</strong>rlo <strong>de</strong> vista, se ocupaba, para<br />

salvar el honor <strong>de</strong> la familia. en suministrarle uno <strong>de</strong> esos venenos<br />

que no perdonan y que no <strong>de</strong>jan trazas. Después, silenciosamente,<br />

se le transportaba muerto a su alcoba.


CAPITULO XLV<br />

LA UNA DE I. A MAÑANA<br />

Se disponía a escribir una contraord en a Fouqué, c uando dicron<br />

las once. Cerró la puerta <strong>de</strong> s u dormitO! io h aciendo funciona r la<br />

cerradura como si se hubiera encerrado, y se dispuso a observal<br />

t odo lo que sucedía en la casa, sobre t odo en el cuaJto piso, ocupa do<br />

por los criados. El aspecto.<strong>de</strong> todo era t ranquílo. U na <strong>de</strong> las doncellas<br />

<strong>de</strong> la señora <strong>de</strong> la Mole, celebraba una fi esta y los criados t omaban<br />

ponche muy content os. « Los que ríen así no <strong>de</strong>ben esta r comprometidos<br />

en la expedición noctm na, pensó el joven; estarían más preocupados.<br />

»<br />

Por fin fué a ocultarse ea un rincón obscuro <strong>de</strong>l ja rd ín. " Si su<br />

plan es el <strong>de</strong> ocultarse <strong>de</strong> los criados <strong>de</strong> la casa, ha rá n que llegue;}<br />

por encima <strong>de</strong> los tapias <strong>de</strong>l jardín los hombres d estinados á sorpren<strong>de</strong>rme.<br />

»<br />

" Si el señor <strong>de</strong> Croísenois tiene un poco <strong>de</strong> serenidad. <strong>de</strong>be pensar<br />

que será m enos comprometedor para la señorita con quien ha <strong>de</strong><br />

casarse, sorpren<strong>de</strong>rme antes <strong>de</strong> que entre en su cuar to. »<br />

Hizo un reconocimiento militar perfecto. " Se trata <strong>de</strong> mi hOllor,<br />

pensaba. Si caigo en algun lazo, no encontra ré disculpa ante mí<br />

mismo con <strong>de</strong>cirme; No habla pensado en ello. "<br />

·El tiempo era <strong>de</strong> una <strong>de</strong>sesperante serenidad. Hacia las ollce. la<br />

luna apareció, y a las doce y media iluminaba en pleno la fachada<br />

<strong>de</strong>l hotel que daba al jardín.<br />

, Está loca", <strong>de</strong>CÍa Juliá n . Al dar la una, aún se veía lu z en la habitación<br />

<strong>de</strong> NO! berta. En su vida había tenido t anto m iedo el joven<br />

secreta rio. E n aquell o. solo veía peligros y obraba sin entusiasmo<br />

a lguno.<br />

Cogió la escala, esperó cinco minutos para recibir, en caso necesaJ io<br />

una contraor<strong>de</strong>n, ya la una y cinco apoyó la escala contra la ventana<br />

<strong>de</strong> Matil<strong>de</strong>. Subió poco a poco. con la pistola en la ma no, sorprendido


280<br />

ROJO Y NEGRO<br />

ella <strong>de</strong> imprevisto en t odas las sensaciones experimentadas durante<br />

aquella noche, sino la <strong>de</strong>sgracia y la vergüenza que había encontrado<br />

en vez <strong>de</strong> esa felicidad completa <strong>de</strong> que hablan las novelas.<br />

" ¿ Me h abré equivocado? ¿ No estaré enamorada el e él ) se preguntó.<br />

CAPITULO XLVI<br />

UNA VTEJA ESPADA<br />

Matil<strong>de</strong> no apareció a la hora ele comer. Por la noche, estuvo<br />

a lgunos instantes en el salón, pero no miró a Julián. Semejante<br />

conducta sorprendió a este, pero pensó ., Desconozco sus costumbres;<br />

ya me expli cará toelo esto." Sin embargo, agitado por<br />

la más intensa curiosidad, estudiaba la expresión <strong>de</strong> los rasgos <strong>de</strong><br />

Matil<strong>de</strong> y no pudo negar que tenía el a ile muy seco y muy mortIfi<br />

cante. Evi<strong>de</strong>ntemente, aquella mujer no era la misma que durante<br />

la n oche antel ior. Había tenido ó fingido t ener expansiones <strong>de</strong><br />

felicidad <strong>de</strong>masiado vivas para ser reales.<br />

Al día siguIente, elos días <strong>de</strong>spués, la misma frialdad ; ella no lo<br />

miraba, no se daba cuenta <strong>de</strong> que vivía Julián. El joven, dominado<br />

por la más vi"a inquietud, estaba a m;1 leguas <strong>de</strong> distancia <strong>de</strong>l<br />

sentimiento <strong>de</strong> triunfo que le había animado al pnncipio. ¿ Sería<br />

aquello un retorno hacia la virtud? se preguntó.<br />

y aún simplemente. por <strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za, /. no podría reprocharse la<br />

falt.a que ha cometido?<br />

Sin embargo, <strong>de</strong>cía otras v eces, hay que convenir en que no hay<br />

nada <strong>de</strong> sencillo, <strong>de</strong> inocente, <strong>de</strong> tierno en t oda su manera <strong>de</strong> ser.<br />

Jamás la he visto tan altiva. ¿Me <strong>de</strong>sprecia· acaso ? I Sería digno <strong>de</strong> ell a,<br />

r eprocharse lo que ha hecho, por la sola razon <strong>de</strong> mi humil<strong>de</strong> cuna i<br />

Mientras que Julián, lleno <strong>de</strong> prejuicios sacados <strong>de</strong> los libros y ele<br />

sus recuerdos <strong>de</strong> \'errieres, perseguía la quimera <strong>de</strong> una amada<br />

tierna y que no pensara ni en su propia existencia <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el momento<br />

en que había hecho la felicidad <strong>de</strong> s u amado. la vanidad <strong>de</strong> Matil<strong>de</strong><br />

estaba furiosa en contra <strong>de</strong> él.


ROJO Y NEG RO<br />

,15 subir sobre la silla para colgar la espada, en 1


ROJO Y NEGRO<br />

<strong>de</strong>clarar <strong>de</strong>t allada mente el amor que inspira a la mujer a quien se<br />

adora, es el colmo <strong>de</strong>l dolor.<br />

Juliá n no podía dudar <strong>de</strong> la sinceridad <strong>de</strong> Matil<strong>de</strong>; el acento <strong>de</strong><br />

la verdad era <strong>de</strong>masiado evi<strong>de</strong>nte en todo aquello que <strong>de</strong>cía. P a ra<br />

que nada faltara al colmo <strong>de</strong> su <strong>de</strong>sgracia, Matil<strong>de</strong>, en fuerza <strong>de</strong><br />

hablar <strong>de</strong> sus pasados sentimientos, elogiaba a l seIlor <strong>de</strong> Caylus<br />

como si en aquell os mo mentos le amara. Segura mente había amor<br />

en su acento ; J ulián 10 veía con toda claridad.<br />

Si su pecho hubiera sido invadido por una ola <strong>de</strong> plomo hirviendo,<br />

no hubiera sufrido más el joven ¿ Cóm o, ll egado a este grado <strong>de</strong> dolor,<br />

hubiera podido advertir el <strong>de</strong>sgraciado joven , que, precisamente<br />

porque Matil<strong>de</strong> hablaba co n él, sentía cierta voluptuosidad en recorrer<br />

aquellas pasadas veleida<strong>de</strong>s a morosas, por Caylus y por<br />

Luz'<br />

Nada podía <strong>de</strong>scribir la agonía <strong>de</strong> Julián. Oía las confi<strong>de</strong>ncias<br />

íntimas <strong>de</strong> aquellos amOles sentidos en a quella misma alameda <strong>de</strong><br />

tilos, don<strong>de</strong>, ocho días a ntes , había él esperado oir la una <strong>de</strong> la ma ­<br />

lla na pa ra s ubir a la ha bitación <strong>de</strong> la bella . Un ser huma no no podía<br />

resistir el dolor en t al alto grado.<br />

Aquella clase <strong>de</strong> cruel intimidad, duró ocho días largos. Unas<br />

veces, i\1atil<strong>de</strong> lo buscaba; otras veces, no le huía ; y el<br />

objet o <strong>de</strong> la conversación sobre el cual los dos volvían con cruel<br />

voluptuosidad, era siempre el mismo : el rela t o <strong>de</strong> los a fect os que en<br />

otros tie mpos ella había e xperimenta do por otros. Le recita ba las<br />

cartas que había escrito. Los últimos días, contemplaba a Juliá n<br />

con cierta tnali gna alegría. Sus sufrimientos le proporcionaban un<br />

vivo goce.<br />

Se ve clara lnentc, que J ulián no tenía ninguna experiencia <strong>de</strong> la<br />

vida; que ni a ún había leído novelas. Si hubiera sido un poco menos<br />

t orpe hubiese dicho serena mente a aquella joven tan adorada por<br />

él y que le hacía tan extrañas confi<strong>de</strong>ncias: !( Co nvenga conmigo,<br />

en que aunque no valga yo ta.nto como esos caballeros, es a mi<br />

a. quit' n a.ma u:stcd . JI<br />

E lla hubiera gustado <strong>de</strong> ser adivinada. Por lo menos el triunfo<br />

hubiera <strong>de</strong> pendido <strong>de</strong> la gracia con la cual Juliá n hubiera pronunciado<br />

aquellas palabras, y <strong>de</strong> la ha bilidad en e:-:c gcr el 1l10 rn cnto<br />

o portuno . En todu caso salía cun vC' nta ja, <strong>de</strong> una situación C]uc co men·<br />

za ha a s\ .. r mo nótona pa.ra. l\latildc .<br />

- i Y usted no me ama ya, a mí, que la a doro! le dijo un día Julián


286 ROJO Y NEGRO<br />

lleno <strong>de</strong> amor y <strong>de</strong> pena. Aquella tontería era la más gran<strong>de</strong> que podía<br />

com eter.<br />

Aquella frase <strong>de</strong>struyó en un moment o, t odo el placer que la<br />

seIlorita <strong>de</strong> la Mole sentía en abrirle s u corazón.<br />

Su frase t a n lea l, t an franca, peco t a mbién t a n inoportuna lo<br />

cambió t odo en un insta nte: Matil<strong>de</strong>, segura <strong>de</strong> ser a mada. lo <strong>de</strong>spreció.<br />

Al día siguiente. aquel <strong>de</strong>sprecio ocupaba todo su corazón. Ya<br />

no habí '. que pensar en continuar aquel impulso que durante ocho<br />

días. la ha bía hecho encontra r t a nta satisfacción en tratar al joven<br />

como al más intimo amigo. Des<strong>de</strong> aquel día. s u vista le <strong>de</strong>sagradó<br />

La sensación <strong>de</strong> Matil<strong>de</strong> llegó h ast a la repugnancia; nada podía<br />

expresar el exceso <strong>de</strong> <strong>de</strong>s precio que ella sentía a l verlo.<br />

]ulián no había compre ndido nada <strong>de</strong> todo lo que durante aquellos<br />

ocho días. había pasado en el corazón d e la joven, pero se rindió<br />

perfecta cuenta <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sprecio. Tuvo el acierto <strong>de</strong> no aparecer en su<br />

presencia sino las veces indispensables y en aquellas ocasiones no<br />

levantaba la vista hacia ella.<br />

Pero esta privación iba acompa ñada <strong>de</strong> una pena. Le pareció<br />

sentir que s u d olor aumentaba. " El valor <strong>de</strong> un corazón huma no.<br />

no pue<strong>de</strong> ir más lejos ". d eCÍa. Se pasaba la vida en tina ventanita<br />

que daba al patio <strong>de</strong>l hotel. Su per>ia na estaba const a nteme nte<br />

caída. y por alli podía ,"er a Matil<strong>de</strong> cua ndo est a iba al jardín<br />

¿ Qué sucedía en s u alma cuando por la noche. <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> cenar.<br />

L, veía en el ja rdín paseando con el sefior <strong>de</strong> e ylus. <strong>de</strong> Luz. o a lg ún<br />

otro. por lo,; cua les habí:t sentido inclinación e n otros tiempos.<br />

según ella misma le había confesado'<br />

]ulián n o tenía i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> tal intensidad <strong>de</strong> <strong>de</strong>sgracia; estaba a plinto<br />

<strong>de</strong> grita r. Aquella alma ta n firme. estabJ. perturbada por completo.<br />

T odo pensamiento extra üo a la "eliorita <strong>de</strong> la Mole. le había ll egado<br />

a ser odioso. Era incapaz. <strong>de</strong> escribir las cartas más sencillas.<br />

- Esta usted loco. le dijo el m a rqués.<br />

]ulián. te meroso <strong>de</strong> ser adivinado. hablé <strong>de</strong> enfermedad y consiguió<br />

que lo creyeran . Afortunadamente para él. el marqués. durante<br />

la comida. bromeó sobre s u I" óximo viaje. Matil<strong>de</strong> comprendió que<br />

este podía ser largo. Hada ya varios días que ] uliá n huía <strong>de</strong> ella.<br />

y los jóvenes elegantes. que tení a n todo lo que faltaba a aquel insignificante<br />

ser t a n pálido y ta n sumbrío. a mado e n otros tiempos p OT ella.<br />

no tenían ya po<strong>de</strong>r bastante para <strong>de</strong>spertarla <strong>de</strong> sus ensueüos,<br />

• Una joven ordinalia. se <strong>de</strong>cía l\latil<strong>de</strong>. hubiera buscado el hom-


288<br />

RO J O Y NEGRO<br />

Uno


ROJO Y NEGRO<br />

¿ Quién podría <strong>de</strong>scribir el exceso <strong>de</strong> felicidad <strong>de</strong> Julián ? El <strong>de</strong><br />

l\1atil<strong>de</strong> fu e casi igua l.<br />

E lla le habló contra s í misma; se <strong>de</strong>nunció a él.<br />

- Castígame por mi <strong>de</strong>smedido orgullo, le dijo estrechándolo<br />

entre sus brazos, como si quisiera a hogarle. Eres mi amo: soy tu<br />

esclava. Es necesario que te pida <strong>de</strong> rodillas perdón por ha berme<br />

querido rebelar. Y se escapaba <strong>de</strong> sus brazos para caer a sus pies.<br />

- Sí, eres mi amo. le repetía; reina para siempre sobre mi ;<br />

castiga severamente a tu esclava c uando ella quiera r ebelarse.<br />

En otro momento, se escapó <strong>de</strong> entre sus brazos, encendió la<br />

luz y Julián tuvo que hacer esfuerzos sobrehuman os para impedir<br />

que se cortara una trenza <strong>de</strong> sus cabellos.<br />

- Quiero acordarme, le dijo, <strong>de</strong> que soy tu esclava. Si alguna vez<br />

un odioso orgullo me extraviara, enséñame esa gue<strong>de</strong>ja y di : no se<br />

trata <strong>de</strong> amor ni <strong>de</strong> la emoción que tu alma pueda sentir en ese<br />

momento; se trata solamente <strong>de</strong> que has jurado obe<strong>de</strong>cer por el<br />

honor <strong>de</strong> tu nombre: Obé<strong>de</strong>ce, pues.<br />

Pero es más pru<strong>de</strong>nte suprimir la <strong>de</strong>scripción <strong>de</strong> sem ejante momento<br />

<strong>de</strong> pasión, <strong>de</strong> amor, <strong>de</strong> locura.<br />

- Es preciso que baje por la escala, dijo a Matil<strong>de</strong> cuando vió<br />

aparecer el alba sobre las lejanas chimeneas, <strong>de</strong>l lado <strong>de</strong> oriente<br />

más allá <strong>de</strong>l jaldín. El sacrificio que me impongo, es digno <strong>de</strong> ti.<br />

Me privo <strong>de</strong> algunas horas <strong>de</strong>l más sorpren<strong>de</strong>nte goce que el alma<br />

humana pudiera imaginar. y ese es el sacrificio que hago a tu reputación.<br />

" Si has llegado a profundizar en mi corazón, compren<strong>de</strong>rás la<br />

violencia que me hago. ¿ Serás siempre pa ra mí, 10 que eres en este<br />

momento? Pero el honor habla, y es suficiente. Sabe, que a raíz <strong>de</strong><br />

nueslra primera entrevista, todas las sospechas n o han ido sobre los<br />

ladrones. El señor <strong>de</strong> la Mole ha h echo establecer una guardia en el<br />

jardín. El señor <strong>de</strong> Croisenois está ro<strong>de</strong>ado <strong>de</strong> espfas, y se sabe 10<br />

que hace durante la noche. "<br />

Ante aquella alusión, Matil<strong>de</strong> rió a carcaja das. Su madre y una<br />

<strong>de</strong> sus doncellas se <strong>de</strong>spertaron , y <strong>de</strong> repente le hablaron a través<br />

<strong>de</strong> la puerta. Julián la miró. Ella pali<strong>de</strong>ció al mismo tiempo que<br />

respondía a la sirviente y no se dignó contestar a s u madre<br />

- P ero si se les ocurre .abrir la ventana verán la escala. dijo<br />

Julián.<br />

La estrechó entre sus brazos, saltó a la escala, y se <strong>de</strong>jó caer,


ROJO Y NEGRO 293<br />

mas bien que <strong>de</strong>scendió. En un momento, estuvo en el jardín. Tre5<br />

segundos <strong>de</strong>spues, la escala estaba en la alameda <strong>de</strong> los tilos y el<br />

honor <strong>de</strong> Matil<strong>de</strong> a salvo. Julián, v uelto a s u serenidad, se vió <strong>de</strong>snudo<br />

y lleno <strong>de</strong> sangre. Se había herido a l resbalar , sin precaución, por la<br />

escala.<br />

El exceso <strong>de</strong> felicidad le había <strong>de</strong>vuelto toda la energía <strong>de</strong> su caráct<br />

er. Si se hubieran presenta do veinte hombres, no hubiera sido<br />

para él sino un placer el at acarles. Afortunadamente su ardor b élico<br />

no fué puesto a prueba. Dejó la escala en su puesto ordinario, volvió<br />

a poner la ca<strong>de</strong>na que la sujetaba y <strong>de</strong>shizo las huellas que habían<br />

quedado impresas sobre las plantas exóticas, <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la ventana<br />

<strong>de</strong> Matil<strong>de</strong>.<br />

Ocupado en aquella medida <strong>de</strong> pru<strong>de</strong>ncia, notó caer algo encima <strong>de</strong><br />

sus manos: era una gue<strong>de</strong>ja <strong>de</strong> Matil<strong>de</strong>, que est a se había cortado <strong>de</strong><br />

su cabellera y se la arrojaba.<br />

Estaba en la ventana.<br />

- Recibe 10 que te envía tu esclava, le dijo en voz bastante fu erte,<br />

es el signo <strong>de</strong> mi agra<strong>de</strong>cimiento eterno. Renuncio al ejercicio <strong>de</strong> mi<br />

razón. Sé mi amo.<br />

Julián, vencido, estuvo a punto <strong>de</strong> coger <strong>de</strong> nuevo la escala y<br />

volar hacia ella. La razón le contuvo.<br />

Entrar <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el jardín al hotel, no era cosa sencilla. Consiguió<br />

forzar la puerta <strong>de</strong> una bo<strong>de</strong>ga. Una vez <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la casa, se vió<br />

obligado a repetir la misma operación con la puerta <strong>de</strong> su cuarto<br />

haciendo el menor ruído posible, pues, en su turbación, había <strong>de</strong>jado,<br />

en el dormitorio que acababa <strong>de</strong> abandonar, la llave <strong>de</strong> su alcoba<br />

m etida en el bolsillo <strong>de</strong> su casaca, que t ambién <strong>de</strong>jó en el cuarto<br />

<strong>de</strong> Matil<strong>de</strong>. " 1 Con tal, pensó, que se le ocurra ocultar t odo eso!<br />

Por fin, el cansancio pudo más que la felicidad, y al amanecer<br />

quedó dormido.<br />

La campana <strong>de</strong>l almuerzo fué casi impotente para <strong>de</strong>spertarlo.<br />

Llegó al comedor ,y pocos instantes <strong>de</strong>spués, se presentó Matil<strong>de</strong>.<br />

El orgullo <strong>de</strong> Julián tuvo un momento <strong>de</strong> triunfo, al contempla r el<br />

amor retratado en los ojos <strong>de</strong> aquella mujer tan hermosa, r o<strong>de</strong>ada <strong>de</strong><br />

tantos honores ; pero casi en seguida su pru<strong>de</strong>ncia tuvo motivos para<br />

preocuparse.<br />

naja pretexto <strong>de</strong> no haber tenido tiempo suficiente para peinarse,<br />

Matil<strong>de</strong> se arregló <strong>de</strong> manCI a que Julián pudiera ver , en su t ocado,<br />

la extensión <strong>de</strong>l sacrificio que la noche anterior h abía hecho, al cor-


294 ROJO Y NEGRO<br />

t arse ICJs cabellos. Si tan hermoso semblante hubiera podido ser estropeado<br />

por algo, Matil<strong>de</strong> hubiera conseguido s u propósito: un )¡do<br />

completo <strong>de</strong> sus hermosos cabellos rubios, había sido cor tado a<br />

media pulgada <strong>de</strong> la cabeza.<br />

Durante la comida, t oda la ma nera <strong>de</strong> ser <strong>de</strong> Matil<strong>de</strong>, estu" o a In<br />

altura <strong>de</strong> aquella impru<strong>de</strong>ncia ; se podría d ecir que tenía em pefio<br />

en <strong>de</strong>clarar a todo el mundo la loca pasión que sentía por Juliún .<br />

Afortunadamente aquel día los malqueses <strong>de</strong> la I\\ole estaban ocupados<br />

en censurar una promoción <strong>de</strong> cordones azules, en la cua l el<br />

señor <strong>de</strong> Chaulnes no habla sido comprenoido. H acia el fin <strong>de</strong> la<br />

comida, Matil<strong>de</strong>, que habla ba con Juliá n, llegó a elecirle ' /11/0 mío.<br />

El joven se puso encarna do hasta las orejas.<br />

Fuera casualidad o fuera ex profeso pOI parte <strong>de</strong> la señora <strong>de</strong> la<br />

Mole, aquel día Matil<strong>de</strong> no estuvo sola ni un momento. Sin e mbargo,<br />

durante la noche, al pasar <strong>de</strong>l com edor al saló n, encontró ocasión <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>cir a J ulián ;<br />

- ¿ Creerás que es un pretexto mío) l'vri madre acaba <strong>de</strong> <strong>de</strong>cidir<br />

que una <strong>de</strong> mis doncellas duerma conn: igo.<br />

Aquel día transcurrió como un r elámpago . .J uliá n había llegado a l<br />

colmo <strong>de</strong> la felicidad. Al día siguiente, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> las siete <strong>de</strong> la maña na.<br />

se instaló en la Biblioteca ; esperaba que la señorita <strong>de</strong> la Mole se<br />

dignaría aparecer por allí; él le ha bía escrito una carta.<br />

Ka la vió sino dos horas <strong>de</strong>spués, en el almuel ZQ. Estaba peinada<br />

con el mayor cuidado; con habilidad ma ravillosa habia ocultado el<br />

sitio <strong>de</strong> los cabellos cortados. Miró una o dos veces a J ulián, pero con<br />

ojos correctos y tranquilos. Ya no se trataba <strong>de</strong> lla marle mi al"".<br />

E l a sombro <strong>de</strong> Julián le impedía respirar .. Matil<strong>de</strong>


ROJO Y NEGRO 297<br />

Al mazazo <strong>de</strong> estas palabras. Julián , loco <strong>de</strong> dolor , y <strong>de</strong> amor<br />

intentó justificarse. Nada más absurdo ¿ Pue<strong>de</strong> n adie justificarse<br />

<strong>de</strong> no agradar ? Pero la razón no tenía ya imperio sobre sus acciones.<br />

Un instinto ciego le impulsaba a r etardar la <strong>de</strong>cisión <strong>de</strong> Su suert".<br />

Le pareció que, mientras hablara. aún le quedaban algunas esperanzas.<br />

Matil<strong>de</strong> no escuchaba sus palabras, su sonido la irritaba ; no<br />

concebía que tuviera la audacia <strong>de</strong> interrumpirle.<br />

Los remor dimientos <strong>de</strong> la vir tud y <strong>de</strong>l orgullo, la hacían, aquella<br />

mañana. <strong>de</strong>sgraciada. Estaba aniquilada por haber concedido <strong>de</strong>rechos<br />

sobre ella a l hijo <strong>de</strong> un carpintero, " Es poco más o menos.<br />

se <strong>de</strong>cía ella misma en los momentos en que exageraba su <strong>de</strong>sgracia,<br />

como si tuviera que r eprocharme una <strong>de</strong>bilidad con uno <strong>de</strong> los<br />

lacayos. JI<br />

E n los t emperamentos atrevidos y fieros, no hay más que un paso<br />

entre encolerizar se consigo mismo y hacer recaer la cólera sobre<br />

<strong>de</strong>más; los excesos <strong>de</strong> furor son , en semejantes momentos, un vivo<br />

placer.<br />

E n un instante, la señorita <strong>de</strong> la Mole confundió a Julián con los<br />

más duras pruebas <strong>de</strong> <strong>de</strong>sprecio. E lla t enía indiscutiblement e un<br />

gran ingenio, y ese ingenio triunfaba e n el arte <strong>de</strong> torturar a mores<br />

propios y causarles crueles heridas.<br />

Por primera vez en su vida, Julián se veía ba jo la acción <strong>de</strong> un esplritu<br />

s uperior , animado contra él pO\ el odio más violento. En vez <strong>de</strong><br />

pensar en <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rse llegó a <strong>de</strong>spreciarse a sí mismo.<br />

Respecto <strong>de</strong> ella , la joven encontraba un gozo <strong>de</strong> <strong>de</strong>licioso orgullo<br />

en castigar y castigarse por la adoración <strong>de</strong> los pasados días.<br />

1'\0 tenía necesidad <strong>de</strong> inventar ni <strong>de</strong> pensar, las crueles fTases que<br />

le dirigía con tanto placer; no hacía sino repetir lo que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hacía<br />

ocho días hablaba en su corazón el abogado <strong>de</strong>l partido contrario<br />

al amor.<br />

Cada palabra centuplicaba la horrible <strong>de</strong>sgracia <strong>de</strong> Julián. Quiso<br />

huir, y la señorita <strong>de</strong> la Mole le retuvo por el brazo, con autoritario<br />

a<strong>de</strong>mán.<br />

- Tenga la bondad <strong>de</strong> fij arse en que eleva <strong>de</strong>masiado la voz<br />

cuando habla. y podr ían oirla <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la habitación vecina.<br />

- i Qué me importa! respondió orgullosamente la señorita <strong>de</strong> la<br />

lIlole. ¿ Quién Se atreverá a <strong>de</strong>cirme que se me oye ) Quiero curar<br />

para siempre Sil insignificante amor propio, <strong>de</strong> las i<strong>de</strong>as que haya<br />

podido forj arse sobre mí.


ROJO Y NEGRO<br />

Cuando Julián pudo salir <strong>de</strong> la Biblioteca, <strong>de</strong> t al m anera estaba<br />

sorprendido que le parecía ser menor su dolor. " i Es <strong>de</strong>cir que ya<br />

no me ama! repetia en voz alta como si intentara grabar aquellas<br />

palabras en su cerebro. Al parecer, me ha a mado siete ú ocho días.<br />

Yo, la amaré toda mi vida. J)<br />

Los goces <strong>de</strong>l orgullo llenaban por completo el corazón <strong>de</strong> Mal til<strong>de</strong>.<br />

i Por fin había podido romper , para siempl e, aquel lazo! Triunfar tan<br />

completamente <strong>de</strong> una t en<strong>de</strong>ncia t an po<strong>de</strong>rosa, le <strong>de</strong>volvía la felicidad.<br />

" De esta manera, este caballerete compren<strong>de</strong>rá, <strong>de</strong> Ulla vez<br />

para siempre, que no tiene imperio alguno sobre mí. " Estaba tan<br />

encantada, que, realmente, no tenía ningún amor en aquel momento.<br />

Después <strong>de</strong> una escena t an atroz, tan humillante, el amor, en un<br />

ser menos apasionado que Julián , hubiera sido imposible. Sin separarse<br />

ni una linea <strong>de</strong> lo que a ella misma se <strong>de</strong>bla, la señorita <strong>de</strong> la<br />

Mole habla pronunciado frases <strong>de</strong>sagradables tan bien calculadas,<br />

que podían parecer verda<strong>de</strong>s hasta cuando se recordaban con<br />

toda serenidad.<br />

La conclusión que Julián <strong>de</strong>dujo en los primeros momentos <strong>de</strong> una<br />

escena tan sorpren<strong>de</strong>nte, fu é que Matil<strong>de</strong> t enía un orgullo ilimitado;<br />

pensaba el joven, que todo había acabado para siempre entre ell os,<br />

y sin embargo, al día siguiente, durante el almuerzo, fué torpe y<br />

tímido en presencia <strong>de</strong> la joven. Esto era un <strong>de</strong>fect o que hasta entonces<br />

no ha bían podido achacarle. En las caSas pequeñas como en<br />

las gran<strong>de</strong>s, sabía claramente lo que tenía que hacer, lo que quería<br />

hacer, y lo hada.<br />

Aquel dla, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l almuerzo, la señora <strong>de</strong> la Mole le pidió<br />

un libro muy curioso que por la mañana le había tra ído su confesor.<br />

Al t omarlo, Julián hizo caer un jarrón <strong>de</strong> porcelana azul, antiguo, feísi<br />

mo, que estaba colocado sobre una consola.<br />

La señora <strong>de</strong> la Mole se levantó dando un grito <strong>de</strong> <strong>de</strong>sesperación<br />

y se acercó a contemplar los tiestos <strong>de</strong> su querido jarrón . " Era antiguo,<br />

japonés, <strong>de</strong>CÍa; me lo había regalado mi tía la aba<strong>de</strong>sa <strong>de</strong> Chelles ;<br />

era un recuerdo <strong>de</strong> los h olan<strong>de</strong>ses al duque <strong>de</strong> Orleans, regente, que<br />

lo había dado a su hija et c. , etc ....<br />

Matil<strong>de</strong> se había incor porado también, encantada <strong>de</strong> ver hecho<br />

añicos aquel jarrón que le parecía horriblemente feo . Julián permanecía<br />

si lencioso y no muy turbado. Vió a la setiorita <strong>de</strong> la Mol e muy<br />

próxima á él.<br />

- Ese jarrón, le dijo, está <strong>de</strong>struido paTa siempre, lo mismo que


RO J O Y NEGRO<br />

Con la mayor lentitud posible. Julián babía arregla do veinte plumas.<br />

y aquel recurso iba a falta rle. En vano buscó una or<strong>de</strong>n en la<br />

mirada <strong>de</strong>l señor <strong>de</strong> la Mole: el ma rq ués le había olvidado.<br />

CAPITU LO LI<br />

LA DISCUSIÓN<br />

E: lacayo entró precipitadamente anunciando ' E l señor Duque d e' ..<br />

- i Cállese t onto! le dijo el Duque entra ndo. Dij o t a n bien esas<br />

pala bras y con t anta majest a d las pronunció. que a pesar suyo.<br />

pensó Juliá n que. saber respon<strong>de</strong>r a un criado. era t oda la sabid uría<br />

d e aquel príncipe. Julián alzó la vista y la volv ió a ba jar inmediat<br />

amente. H abía adivina do t a n bien la alcurnia <strong>de</strong>l nuevo interlocutor<br />

. que t embló al pensar en que s u mirada fuera indiscret a .<br />

Est e Duque. era un hombre <strong>de</strong> cincuenta a ños. vestido como el<br />

más elegant e joven y a ndando como por r esortes. T enía la ca beza<br />

estrecha. una nariz gran<strong>de</strong> y un sembla nte prominente. Hubiera<br />

sido imposible encontrar un aire más noble y más insignihcante.<br />

Su llegada <strong>de</strong>terminó la a pertura <strong>de</strong> la sesión .<br />

J ulián fu é interrumpido ' e n sus obser vaciones fi sonó micas<br />

por la voz <strong>de</strong>l señor <strong>de</strong> la Mole.<br />

- Les presento a l señor Sorel. dijo el llla rqués. E stá dotado <strong>de</strong> una<br />

maravillosa m emoria; no hace más q ue una hora q ue le ha blado<br />

<strong>de</strong> la misión con la cual podía ser honrado. ya fin <strong>de</strong> darme una prueba<br />

<strong>de</strong> sus faculta <strong>de</strong>s. ha aprendido <strong>de</strong> memoria la primera página<br />

<strong>de</strong> El Diario.<br />

- i Ah ! Las noticias extra njeras <strong>de</strong> ese pobre N .... dijo el dueño<br />

<strong>de</strong> la casa. Cogió muy <strong>de</strong> prisa el periódico. y mirando a ] ulián con<br />

aspecto ridículo. en fuerza <strong>de</strong> intenta r ser importante. le dijo: H able<br />

ust ed caballero .<br />

El silencio era profundo ; t odos los ójos se fij aron en Juliá n . Hecitó<br />

tan bien . que a l cabo <strong>de</strong> veinte lí neas le dijo el d uque : Basta. El<br />

hombre pequeño con ItUrada <strong>de</strong> jabalí. se sentó. E l a el presi<strong>de</strong>nte.<br />

y. apenas sentado. indicó a J uliá n una mesita <strong>de</strong> juego y le hizo señas<br />

<strong>de</strong> que la acerca se junto a él. Julián se sentó con todo lo necesario


ROJO Y NEG RÓ<br />

l\la ii.an Lt por la. Inaii.ana encargarcnlos un bue n altnucrzo ; nüentras lo<br />

preparan, salimos a pascar nos, nos escapamos, alquilamos caballos<br />

y a lcanzamos la primera dilige ncia que pase.<br />

- ¿ y sus equipa jes? preguntó Julián pensando en que quizás<br />

el mismo Jerónimo hubiera sido enviado para intcrceptar s u<br />

viaje.<br />

I'ué necesario cena r y acostarse. J uliá n est aba aún en su primer<br />

sueño. cua ndo fu é <strong>de</strong>spertado, con sobresalto, por la voz <strong>de</strong> dos<br />

personas 'luc habla ban , sin gran cuidado, en su misma habitación.<br />

R econoció al jefe <strong>de</strong> la posta, arma do <strong>de</strong> una linterna sorda. A su lado<br />

había un hombre 'lue r egistraba tra nquilamente su malet a. abierta<br />

Julián no veía mas que las ma ngas <strong>de</strong> su tra je, que eran neb'Tas Y muy<br />

anchas.<br />

- :-\ 0 tcnga miedo a que se dcspierte, <strong>de</strong>cía el encargado dc la dili ­<br />

gcnóa ; el vino que se le:) ha servido era el nlismo que usted había<br />

prcparado.<br />

- No encuentro papel alguno dij o el otro ; Mucha Tova blanca.<br />

esencias , pon1adas, COsas sin ilnporta ncia. Es un joven viajero ocupaJ<br />

o <strong>de</strong> sus placeres solamente. E l emisario <strong>de</strong>be ser el otro que finge<br />

cierto t ono italiano.<br />

Se acercaron a J ulián para registrar los bolsillos <strong>de</strong> su tra je. Estuvo<br />

el joven durante un momento, dispuesto a matarlos como a la.drones ;<br />

" Pero al hacerlo, pensó. no sería sino un idiota, que compremctería<br />

mi misión ". Cuando estuvo termina do el registro <strong>de</strong> sus ropas. dij o<br />

el 'lile acompal'ia ba al jefe <strong>de</strong> la posta: E ste no es un diplom ático.<br />

\" se separó. Hizo bien .<br />

- Si me toca, peor para él. dijo Julián, pucs quizás tuviera inten ­<br />

ciones <strong>de</strong> coserme a puñaladas, yeso no puedo tolerarl o.<br />

E l persona jc mist erioso volvió la cabeza, al mismo ticm1'o quc<br />

J ulián a bría los ojos. i Cuál no sería su sorpresa al reconocér al abate<br />

C:tstane<strong>de</strong> ! En efecto, a unque ambas personas había n hablado en<br />

w)z muy baja, le había parecido <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el principio. rcconocer una <strong>de</strong><br />

aq uellas voces.<br />

Un cuarto <strong>de</strong> hora <strong>de</strong>spués, J ulián aparentó <strong>de</strong>sperta rse. Se<br />

1C\'antó y <strong>de</strong>spertó a t oda la casa.<br />

u i Estoy envenenado, gritaba. sufro horriblemente! » Quería<br />

enco ntrar un pretexto para. volar en ayuda <strong>de</strong> Jerónimo. al. que<br />

encontró medio asfixiado por el láudano que contenía el v ino.<br />

Julián, tcmiendo alguna broma parecida, había cenado chocola te


ROJO Y NEGRO<br />

Julián le <strong>de</strong>claró con mucha [.,'Tavcdacl q ue estaba profundamente<br />

ena mora do <strong>de</strong> ell a .<br />

Es la más pura y excelsa virtud, a unque tiene algo <strong>de</strong> enfática,<br />

le respondió Alta mira.<br />

H ay días e n que comprendo todas las palabras <strong>de</strong> 'l ue ella se<br />

sirve, y sin e mbargo no llego a com pren<strong>de</strong>r las frases enteras. A<br />

m enudo, me h ace pensar, que no entiendo yo el fra ncés. Esta nueva<br />

a mist ad hará que el nombre <strong>de</strong> usted s uene, le ha r á t ener una fuerza,<br />

un peso en el mundo. Pel o vamos a casa <strong>de</strong> Bustos, a¡',adió el con<strong>de</strong><br />

q ue era hombre d e espíritu or<strong>de</strong>nado; Bustos ha h echo la corte en<br />

otras oca siones a la Mariscala.<br />

Don Diego Bustos hizo 'lue le explicaran durante bastante tiempo<br />

el asunto, sin d ecir una palabra sobre él, com o un a bogad o oye, en su<br />

<strong>de</strong>spacho, las expli caciones d e s us clientes. Era carirredondo, COIl<br />

bigotes <strong>negro</strong>s y una gravedad sin eje mplo.<br />

Al marcharse J uli"n, le dijo Don Diego con su eterna gravedad;<br />

- Altamira m e anuncia q ue usted es <strong>de</strong> los nuestros. Un día n os<br />

ayudará a con'luistar la libertad, y a cambio <strong>de</strong> ese favor quiero ayudarle<br />

en el insignificante placer que <strong>de</strong>sea. E s conveniente que conozca<br />

el estilo <strong>de</strong> la Mariscala ; aquí tiene cuatro cartas escritas por ella.<br />

- Voy a copiarlas y se las <strong>de</strong>volveré, dijo J ulián .<br />

Durante todo el tiempo que duró la grave conversación con d on<br />

Diego, J uJián estuvo a tento a las horas q ue sonaban en el reloj d el<br />

hotel Aligne. Se aproximaba el m omento <strong>de</strong> la comida; iba <strong>de</strong> nuevo<br />

a ver a Matil<strong>de</strong>. E ntró en su dormitorio y se vistió con mucho esm ero.<br />

" Primera t ontería, pensó mientras <strong>de</strong>scendía la escalera. H ay q ue<br />

seguir a l pie <strong>de</strong> la letra las instrucciones <strong>de</strong>l prínCipe.<br />

Volvió a subir y cam bió su traje por uno <strong>de</strong> viaje, muy senci llo,<br />

" Ahora, se dijo, se trata <strong>de</strong> las miradas ". E ran sola mente las<br />

cinco y media , y se comía a las seis. Tuvo la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> bajar a l solitario<br />

salón . Al ver el canap é azul, se emocionó hasta <strong>de</strong>rramar lágrimas;<br />

mu y pronto sus m ejillas a rdía n . " Hay que dominar est a estúpida<br />

sensibilidad, se dijo encolerizado; me traicionaría. " Para serenarse,<br />

cogió un periódico y pasó tres o cuatro veces d el salón al ja rdín .<br />

T emblando y muy oculto <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> un gran roble, se atrevió a<br />

mirar la ventana <strong>de</strong> la señorita <strong>de</strong> la Mole. E st a ba herméticamente<br />

cerrada. Estuvo a punto <strong>de</strong> <strong>de</strong>smaya rse, y perma neció a lgÍlIl tie mpo<br />

apoyado al árbol ; <strong>de</strong>spués, con temblorosos pasos. Sf> acercó a la<br />

escal"_ <strong>de</strong>l ja rdinero,


318<br />

ROJO Y NEGRO<br />

- Xo enc uentro pal'e1 a lguno, dijo el o L,'o. (r ,, ;:. 307),


3 20<br />

ROJO Y NEGRO<br />

caballo, corbata 1Iegra y levita (l ml. Se entrega la carta al p01'tero COII<br />

a ire contrito. Profll1lda m elancolía en la mirada. Si se ve algll1la doncelta<br />

<strong>de</strong> la casa, ha)' q1le seca rse los ojos 'rápida",ente, )' dirigir la palabra<br />

a la doncella.<br />

Todo aquello fué fi elmente ejecutado.<br />

" Lo que hago es muy atrevido, pensó Julián a l salir <strong>de</strong>l h otel d e<br />

l'ervacques, pero peor para Korassoff. i Atreverse a escribir a una<br />

virtud t a n célebre ! Me van a trat a r con el mayor <strong>de</strong>sprecio, y nada<br />

me divertirá más. Es, en realidad la única comedia a la c ua l puedo<br />

ser sensible. Sí: cubrir <strong>de</strong> ridículo a este ser tan odioso que yo lla mo<br />

)'0, me divertirá. Si me <strong>de</strong>jara llevar <strong>de</strong> mis impulsos, comet ería ,<br />

cua lq uier atrocidad por distraerme.<br />

Des<strong>de</strong> hacía un mes, el más hermoso moment o <strong>de</strong> la vida <strong>de</strong> J u­<br />

Jián , era aquel en que hoy ponía su caballo en la cuadra. ¡';orassoff , le<br />

había prohibid o que, ba jo ningú n pretexto, mirase a la mujer que<br />

le había abandonado. Pero el paso d eaqucl caballo q ue tan bien conocía<br />

ell a, la ma nera especia l con la cual golpeaba ] ulián con su fust a la<br />

puerta para llamar algún cria do, atraían a ;\-latil<strong>de</strong>, algunas veces,<br />

<strong>de</strong>trás <strong>de</strong> la ventana. Mirando con habilida d por <strong>de</strong>ba jo <strong>de</strong>l ala <strong>de</strong>l<br />

sombrero, veía el cuerpo <strong>de</strong> Matil<strong>de</strong> a través <strong>de</strong> la visillos sin verle<br />

los ojos; " por consiguiente, <strong>de</strong>cía Julián, no pue<strong>de</strong> t a mpoco ver los<br />

míos, yeso no es mirarla. ))<br />

Por la noche, la señora <strong>de</strong> Fervacq ucs. se condujo con él, ig ual que<br />

si por la nlañana no hubiera reci bido la <strong>de</strong>claración fil osófica, mística<br />

y religiosa, que el portero le había entregado. E l día a nterior , la<br />

casualidad había revelado a ] uJi á n el medio <strong>de</strong> ser elocuente; se<br />

arregló <strong>de</strong> manera que pudiese ver los ojos <strong>de</strong> Matildc. Ella, por s u<br />

parte, un momento <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> llegar la mariscala, a ba ndonó el<br />

canapé azul: era <strong>de</strong>sertar la sociedad habitua l. El señor <strong>de</strong> Croiscnois<br />

pareció consternado por aquel nuevo capricho; su evi<strong>de</strong>nte<br />

dolor , quitó a J uliá n 10 que su <strong>de</strong>sgracia t enía <strong>de</strong> más atr oz.<br />

Aquel suceso imprevisto le hizo hablar como un á ngel. E l a m or<br />

propio se infiltra hasta en los corazones q ne sirven <strong>de</strong> t em p10 a la<br />

virtud más augusta. Al s ubir a su coche se dijo la mariscala<br />

1\ La señora <strong>de</strong> la I\'Iolc tiene razón. Ese joven abate es muy inteligente.<br />

Preciso es, C)uc los primeros días nlÍ presencia le haya intinlidado.<br />

Realmente touo 10 que se encuentra en esta casa, es nluy li gero;<br />

no V CU sino virlu<strong>de</strong>s ayudadas pur la a ncia nidad. y que tenía.n<br />

gran neccsidad <strong>de</strong>l hielo <strong>de</strong> los aúos. Ese jovcn habrá sabido aprecia r


ROJO Y NEGRO<br />

la diferencIa. Escribe bien, pero yo temo que esa petición que me hace<br />

<strong>de</strong> iluminarle con mis consejos, no sea, en el fondo, otro sentimiento<br />

que él mismo ignora. "<br />

" i Cuántas conversiones han empezado así I Lo que me hace a ugurar<br />

bien <strong>de</strong> esta, es la diferencia <strong>de</strong> su estilo con el <strong>de</strong> otros jóvenes<br />

cuyas cartas he tenido ocasión <strong>de</strong> leer. Es imposible no ver en él unción,<br />

y seriedad profunda. Tendrá la tra nquila virtud <strong>de</strong> Masillón. ,<br />

CAPITULO LV<br />

Los MAS HERMOSOS PUESTOS DE LA IGLESIA<br />

La i<strong>de</strong>a d e un obispado estaba adherida. a la <strong>de</strong> Julián, en la mente<br />

<strong>de</strong> la mariscala. Aquella ventaja no impresionó a Julián. En aquel<br />

momento, su imaginación no se ocupaba sino <strong>de</strong> su <strong>de</strong>sgracia, aumentada<br />

a cada momento. Por ejemplo, su habitación se le había<br />

hecho insoportable. Por la noche, cuando entraba en ella con su<br />

bujía, cada mueble, cada adorno, parecían tener voz para anunciarle<br />

pequeños hechos que aumentaban su <strong>de</strong>sesperación.<br />

Aquel día se dijo: « Tengo que hacer un nuevo trabajo. Veamos si<br />

la segunda carta es t an aburrida como la plimera. " Y al pensar<br />

así, no 'taba en todo su ser una vivacidad a la cual no estaba acostumbrado<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> hacia mucho tiempo.<br />

La segunda carta, era, en efecto, más aburrida que la primera.<br />

Tan absurdo le parecía lo que copiaba, que la transcribió palabra por<br />

palabra Sln complenclerlo.<br />

" Es aún más enfática, en su estilo, se <strong>de</strong>cía, que los documentos<br />

oficiales <strong>de</strong>l tratado <strong>de</strong> Munster que mi profesor <strong>de</strong> Diplomacia me<br />

hacía copiar en Lóndres .•<br />

Entonces r ecordó las CaI tas <strong>de</strong> la señora <strong>de</strong> Fervacques, cuyos<br />

originales había olvidado <strong>de</strong> <strong>de</strong>volver al grave español don Diego<br />

Bustos. Las buscó. Eran realmente, casi t an anfibológicas como las<br />

que escribía el gran príncipe ruso. E l vacioera completo." Es el arpa<br />

eólica <strong>de</strong>l estilo ". pensó Julián. , En mediu <strong>de</strong> los nüs eleva dos<br />

21


328 ROJO Y NEGRO<br />

" Héme aquí amante lacayo, pensó el joven. Y se inclinó, imit<br />

ando casi a Arseni o. el anciano sirvient e <strong>de</strong>l 1'1'larqués. La misma<br />

noche tra jo los sobres que le pedían. yal día siguiente, muy t emprano,<br />

rccib:ó la tercera carta. Leyó cinco o seis líneas <strong>de</strong>l principio y otras<br />

t ant as <strong>de</strong>l final <strong>de</strong> una epístola que t enía cuatro páginas <strong>de</strong> escritura<br />

muy apretada.<br />

Poco a poco t omó la grata costumbre <strong>de</strong> escribir casi t odos los<br />

días. J ulián respondía por copias fi eles <strong>de</strong> las cartas rusas y tal es la<br />

ventaja <strong>de</strong>l estilo enfático que la mariscala no se daba cuenta <strong>de</strong><br />

la poca armonía que había entre sus cartas y las <strong>de</strong> Julián.<br />

i Cuál hubiera sido la irritación <strong>de</strong> su orgullo, si el ínfimo Tambeau,<br />

constituído en espía <strong>de</strong> Julián ,le hubiese podido <strong>de</strong>cir q ue t odas<br />

sus cartas estaban <strong>de</strong>scansando, sin ser abiertas, en el cajón <strong>de</strong><br />

la mesa <strong>de</strong>l joven secretario!<br />

Una mañana el portero le \levó a la Biblioteca una carta <strong>de</strong> la<br />

Mariscala. Matil<strong>de</strong> se cruzó con el portero, vió la carta y la dirección<br />

escrita por Julián y entró en la Biblioteca cuando el portero salía.<br />

La carta estaba aún sobre el bor<strong>de</strong> <strong>de</strong> la mesa . Julián muy ocupado<br />

en escribir, n,? la había guardado a ún en el cajón.<br />

- i Esto es lo que no puedo soportar! exclamó Matil<strong>de</strong>, cogiendo<br />

la carta. Ust ed se olvida completamente <strong>de</strong> mí, <strong>de</strong> mí, que soy su<br />

esposa. Su conducta es odiosa, caballero.<br />

Sorprendido, confuso, J ulián no se daba perfectamente cuenta <strong>de</strong><br />

t odo lo que aquella escena t enía <strong>de</strong> admirable y <strong>de</strong> feliz para él.<br />

Ayudó a sentarse a Matil<strong>de</strong>, que casi cayó en sus brazos.<br />

El primer movimiento en- él, fu é <strong>de</strong> una alegría extraordinaria,<br />

el segundo fu é un pensamiento para Korassoff. " Puedo per<strong>de</strong>rlo todo<br />

con una sola palabra , pensó.<br />

Sus brazos se contrajeron; i t an penoso era el esfuerzo <strong>de</strong>bido a la<br />

conducta que había <strong>de</strong> seguir! " No <strong>de</strong>bo ni permitirme estrechar<br />

contra mi pecho este cuerpo t an <strong>de</strong>licado y t an encantador; si lo<br />

hago, me <strong>de</strong>spreciará o me maltratrará. i Qué horrible carácter! ".<br />

Y maldiciendo el carácter <strong>de</strong> Matil<strong>de</strong>, la adoraba mil veces más;<br />

le parecía t ener entre sus brazos a una reina .<br />

La impasible frialdad <strong>de</strong> Julián, redobló la org'u\losa <strong>de</strong>sgracia que<br />

<strong>de</strong>sgarraba el alma <strong>de</strong> la señorita <strong>de</strong> la lVlole. Estaba muy lejos <strong>de</strong><br />

la sangre fría necesaria para procurar adivinar en sus ojos, lo q ue el<br />

joven sentía por ella en aquel instante. No pudo <strong>de</strong>cidirse a mirarlo;<br />

temblaba a la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> ver en ell os el <strong>de</strong>Sprecio.


33<<br />

ROJO Y NEGRO<br />

<strong>de</strong> nuevo esa interminable serie <strong>de</strong> días pasados en la <strong>de</strong>sespera ción.<br />

La seJ10ra R ena l encontraba siempre razones par a hacer lo que su<br />

cor azón le dict aba: est a joven <strong>de</strong>l gran mundo, no <strong>de</strong>ja e mociona rse<br />

a su corazón, sino cuando ella mism a se ha <strong>de</strong>mostrado con b uenas<br />

razones, q ue <strong>de</strong>be estar emocionada. "<br />

\ 'ió aquella verdad en un segundo, yen un segundo t ambién reconquist<br />

ó toda su energía.<br />

R etiró su m a no d e entre las <strong>de</strong> Matil<strong>de</strong>, y con un pro fundo respeto<br />

se a lejó un poco <strong>de</strong> ella. El valor <strong>de</strong> un h ombre no p ue<strong>de</strong> ir más a ll á.<br />

Se ocupó en seguida <strong>de</strong> r ecoger t odas las cartas <strong>de</strong> la sell ora<br />

<strong>de</strong> Fervacques, esparcidas, sobre el divá n , y con la aparien cia <strong>de</strong> una<br />

perfecta corrección, t a n cruel en aquel momento, aJ1ad ió :<br />

- La señorita <strong>de</strong> la Mole me permitirá que r efl exione sobre t )do<br />

est o. Se alejó precipitamente y salió <strong>de</strong> la Bibliot eca. Ella le oyó<br />

cerrar sucesivamente t odas las puertas.<br />

- I El monstruo no se ha turbado! se dijo Ma til<strong>de</strong>.<br />

" Pero ¿ qué digo, m onstruo ? Es pru<strong>de</strong>nte, bueno . Soy )'0 la q ue<br />

tengo más maldad <strong>de</strong> lo que podría imaginarse. »<br />

Aquella manera <strong>de</strong> pensar , duró. Ma til<strong>de</strong> fué casi dich osa aquel<br />

d ía , porque durante él, fu é t oda par a el a mor . Se hubiera pensado que<br />

aquel espríritu no había sido presa nunca <strong>de</strong> orgullo . Y i qué or gullo!<br />

Tembló <strong>de</strong> horror , cuando por la noche, un lacayo a nunció en el<br />

salón a la Mariscala; la voz d e aquel hombre le pareció sin iestra<br />

E lla n o pudo soportar la vista <strong>de</strong> la IIlariscala y se d etu \"o repentina<br />

mente. Julián, poco or gulloso <strong>de</strong> su penosa victoria, había tenido<br />

m iedo a s us propias miradas, y no habia comido en el H otel <strong>de</strong> la<br />

Mole.<br />

Su amor y s u feli cidad , a umentaban rápidam ente, a medida que se<br />

aleja ba <strong>de</strong>l momento <strong>de</strong> la batalla ; est aba a punto <strong>de</strong> censurarse<br />

¿ Cómo he podido r esistir? se <strong>de</strong>cía. i Si se arrepintiera y ya n o me<br />

a mara! Un solo momento, pue<strong>de</strong> tra nsformar ese a lma altiva ; y hay<br />

que convenir en q ue la he tra tado <strong>de</strong> una manera horrible.<br />

Por la n oche vió la absoluta n ecesidad <strong>de</strong> aparecer , en los Bufos<br />

en el palco <strong>de</strong> la Mariscala, pues est a lo había invitado directamerite<br />

Matil<strong>de</strong> no t a rdaría en conocer s u p resencia o su incorrect a a usencia.<br />

A p esar <strong>de</strong> la evi<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> aquel r azonamiento, n o tuvo fuerza su fi ­<br />

ciente pa ra , d es<strong>de</strong> el principio <strong>de</strong> la n och e , m ezclarse a la sociedad .<br />

. -\1 hablar , iba a perd er la mitad <strong>de</strong> S il rlicha . Dahan las d iez y<br />

tenía a b o m edio que presentarse.


ROJO Y NEGRO<br />

(i .\h ! que me a me durante ocho días, nada más que ocho días,<br />

se <strong>de</strong>cía Juliá n en voz baja, y moriré <strong>de</strong> felicidad. ¿ Qué me importa<br />

el porvenir? ¿ Qué me importa la vida? Y ese momento divino, pue<strong>de</strong><br />

empezar en est e inst ante, si yo quiero. )<br />

Ma til<strong>de</strong> le vió pensativo.<br />

- Soy, pues, completa mente indigna <strong>de</strong> ust ed , le dijo cogiéndole<br />

la mano.<br />

Julián le dió un beso, pero en el mismo instante la mano <strong>de</strong> hierro<br />

d el <strong>de</strong>ber , le oprimió s u corazón . " Si ella ve cuant o la adoro, la<br />

pier do ". Y antes <strong>de</strong> separar sus brazos, ha bía v uelto a t omar t oda<br />

la digúida d que convenía a un hombre.<br />

Aquel día y los siguientes, supo ocultar s u felicidad. Hubo mom<br />

e ntos en que rehusó hasta el placer <strong>de</strong> estrecharla entre s us bra zos.<br />

E n olros momentos, el <strong>de</strong>lirio <strong>de</strong> la feli cidad er a en él más fuerte<br />

q ue t odos los consejos <strong>de</strong> la pru<strong>de</strong>ncia ,<br />

] uliá n t enía costumbre <strong>de</strong> colocar se <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> un macizo <strong>de</strong> fl ores,<br />

d on<strong>de</strong> ponían la escala <strong>de</strong>l jardinero, y allí , oculto por un gran árbol,<br />

miraba la ventana <strong>de</strong> la habitación <strong>de</strong> Ma til<strong>de</strong>, a l mismo tiempo que<br />

sus ojC?s, llenos <strong>de</strong> lágrimas, daban una prueba <strong>de</strong> su inmenso dolor.<br />

Un gran tilo, muy próximo, le ponía, con su tronco, al abrigo <strong>de</strong><br />

mira das indiscret as.<br />

Paseando con Matil<strong>de</strong> por aquel sitio, que tan viva mente le r ecorda<br />

ba s u d olor , el contraste <strong>de</strong> la pasada <strong>de</strong>sgracia y <strong>de</strong> la presente<br />

felicidad fué excesivo para su carácter ; las lágrimas cayeron <strong>de</strong> s us<br />

ojos y llevando a sus la bios las manos d e Matil<strong>de</strong> le dijo:<br />

- Aquí vivía yo pensando en ti, aquí, miraba esa ventana, y<br />

pasaba horas eternas esperando el momento en que esta mano<br />

viniera a abrirla .. .<br />

Su <strong>de</strong>bilidad fu é completa. L e <strong>de</strong>scribió con los colores <strong>de</strong> la verda d<br />

que no se inventan, el exceso <strong>de</strong> su pasada <strong>de</strong>sesperación, Algunos<br />

suspiros atestiguaban su felicida d actual, que h abía hecho cesar su<br />

atroz s ufrimiento.<br />

" ¿ Qué es 10 que hago, Dios mío? se dijo Juliá n <strong>de</strong> repente;<br />

i me estoy p erdiendo! "<br />

En la exageración <strong>de</strong> s u alarma, creyó ver ya lnenos amor en los<br />

ojos d e Matil<strong>de</strong>. Era una ilusión, pero el semblante <strong>de</strong> Julián ca mbió<br />

<strong>de</strong> pronto, y se cubrió <strong>de</strong> morta l pali<strong>de</strong>z. Sus ojos se apagaron un<br />

instante, y la expresión <strong>de</strong> una a ltivez no exenta <strong>de</strong> maldad, s ucedió<br />

a la <strong>de</strong>l amor más verda<strong>de</strong>ro,


ROJO V NEGRO<br />

- Lo procuré. y por eso le pedí p('rmiso para marchar el Langl1cc1oc<br />

Cansado <strong>de</strong> s us fr enéticos paseos, el. marqués, dominado por el<br />

dolor , se sentó en una butaca. ] uJi á n le oyó <strong>de</strong>cir a media ,'oz<br />

No es un malvado.<br />

- No, no 10 soy para usted exclamó cayendo <strong>de</strong> rodillas. Pero,<br />

avergon zado <strong>de</strong> aquel J11ovimiento, se levantó r{lpid a mcntc.<br />

El marqués estaba rcalmen'c a tontado. Al ver aquel movimient o<br />

comenzó <strong>de</strong> nue vo a v c mitat sobre él las nlás atroces injurias, propias<br />

<strong>de</strong> un cochero. La n ovedad <strong>de</strong> aq uell as palabras eran quizás<br />

una distracción para él.<br />

- ¡Cómo ! i Mi hija habrá <strong>de</strong> lla marse la señora Sorel! ¡ Cómo!<br />

i Mi hija no será duquesa ! Cllantas veces aquell as dos i<strong>de</strong>as se le<br />

presenta ba n. el señor <strong>de</strong> la Mole se sentía martirizado, y los impulsos<br />

<strong>de</strong> s u a lma n o eran ya voluntarios. ]uliá n temió que le pegase.<br />

En los intervalos lúcidos, cuando e l marqu0s comenzaba a acostulllbrarse<br />

a su <strong>de</strong>sgracia, dirigía a ]\lliún reproches bastante r azonables.<br />

- Usted <strong>de</strong>bía huir, caballero. Su <strong>de</strong>ber era huir. Es usted el<br />

más vil <strong>de</strong> los hombres.<br />

]uliún se aproximó a la mesa y escribió :<br />

Des<strong>de</strong> hace "'l/cho t iempo, la v ida l/Ie es il/soportable, )' le POllCO<br />

término. Uucgo al se110r l1Utl'qU ¿S admita, al mismo I'iempo que wi agrn<strong>de</strong>cúnicllto<br />

sin límites. 111is exc usas pm' la mv/estia que mi muerte eH<br />

el ha/el pueda ocasiollarle.<br />

- Dígnese el señor Marqués leer est e papel. Máteme, o haga q ue<br />

un lacayo me mate. Es la una. Vaya pasearme por el jardín, hacia<br />

la pared <strong>de</strong>l fondo. .<br />

- i Vaya a todos los diablos ! le dijo el marqués al ver que se<br />

a leja ba.<br />

- Comprendo ; pensó Julián. No le m olestaria que XO evitase<br />

un crimen a su ayuda <strong>de</strong> cámara.! Q ue él me ma te, bueno está!<br />

es una reparación que le <strong>de</strong>bo ... I Pero <strong>de</strong>monio! le tengo cariño a la<br />

vida .. . me <strong>de</strong>bo a mi hijo.<br />

Aquella i<strong>de</strong>a, que por primera vez fermenta ba con ta nta claridad<br />

en su imaginación, le ocupó por entero, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> los primeros<br />

paseos.<br />

Aquel sentimiento t an nuevo, hizo <strong>de</strong> él un ser pru<strong>de</strong>nte. " l\'ecesito<br />

consejos para conducirme con este hombre fogoso. H a perdido la<br />

razón y es capaz <strong>de</strong> t odo. Fouqué está <strong>de</strong>masiado lejos, y a<strong>de</strong>más no


344<br />

ROJ O Y NEGRO<br />

(Qmpren<strong>de</strong>ría los sent imientos <strong>de</strong> un h ombre como el marqués ! El<br />

con<strong>de</strong> <strong>de</strong> Altam ira .. ¿ Esto.y seguro <strong>de</strong> su et erno silencio? E s preciso<br />

evitar que m i <strong>de</strong>manda <strong>de</strong> consejos, exprese mi situación . No<br />

me queda sino el sombrío abate Pirard ... su e5píritu está estrechado<br />

por el jansenismo., Es capaz <strong>de</strong> golpearme, en cuanto se entere <strong>de</strong>l<br />

crimen.<br />

El genio <strong>de</strong> Tart ufo vino en socorro <strong>de</strong> J ulián : " P ues bien ; iré a<br />

confesarme con él ». Aquella fué la última resolución q ue adoptó<br />

en el jardín, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber paseado más <strong>de</strong> dos horas. Ya no pensó<br />

en q ue podía ser sorprendido por un balazo. E l sueño le<br />

rindió.<br />

Al día Siguiente, m uy t emprano, ] ulii n estaba a caball o. a muchas<br />

leguas <strong>de</strong> París, llam ando a la puerta <strong>de</strong> la casa <strong>de</strong>l severo jansenist<br />

a. Con gran extrañeza vió q ue no le sor prendía la confi<strong>de</strong>ncia.<br />

- Qui zás t enga yo algunos reproches que hacerme. <strong>de</strong>cía el<br />

abate más severo que irritado. Me habla parecido adivinar este amor.<br />

Mi amist ad hacia ust ed, <strong>de</strong>sgraciado, me ha impedido avisar al padre.<br />

- ¿ Qué va a hacer el señor <strong>de</strong> la Mole' dijo vivament e J ulián.<br />

(E n aquel m omento amaba al abate, y una violenta escena con<br />

él, le hubiera sido muy penosa).<br />

- \ 'eo tres partidos, continuó Julián . 1° E l señor <strong>de</strong> la Mole<br />

pue<strong>de</strong> hacer q ue me maten. Y refirió la cart a que había <strong>de</strong>jado al<br />

m arqués; 2° Dejarme mat ar por el con<strong>de</strong> Nor berto. que me provocará<br />

a un duelo.<br />

- ¿ Aceptaría usted ? preguntó el abat e furioso, levantándose.<br />

- No me <strong>de</strong>ja ust ed acabar . A buen seguro, q ue nunca tiraré<br />

contra el hijo <strong>de</strong> mi bienhechor.<br />

"3° P uedo alejarme <strong>de</strong> aquí. Si me dice: parta para Edimburgo ó<br />

para Nueva-York, obe<strong>de</strong>ceré. Entonces se podrá ocultar la situación<br />

<strong>de</strong> la señorita <strong>de</strong> la Mole, pero no consentiré que supriman a mi hijo.<br />

- Ese será, no tenga la menor duda, el primer pensamiento <strong>de</strong><br />

ese hombre corrompido, repuso el abate.<br />

E n París, Matil<strong>de</strong> estaba <strong>de</strong>seperada. Había vist o a su padre a<br />

las siete. Est e le había enseñado la carta <strong>de</strong> Julián , y ell a temblaba<br />

a la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que se hubiera quitado la vida, por nobleza. " ¿ y sin<br />

permiso mío? »se preguntaba con dolor y cólera.<br />

- Si ha muerto, yo t ambién moriré, le <strong>de</strong>CÍa a su padre. 'lTsted<br />

habrá sido la causa <strong>de</strong> su muerte, y quizás se vanaglor íe <strong>de</strong> ell o.<br />

Pero, lo juro por su memoria, me vestiré <strong>de</strong> luto, y seré públicamente


ROJO Y NEGRO<br />

arreglando las cuentas <strong>de</strong> los colonos, y el regalo dcl ma rqués le<br />

obli gó a yolv,'r. Fué a pedir asil o al abate P ira rd , que, durante su<br />

ausencia, se había convertido e n el auxiliar más necesario para<br />

Matil<strong>de</strong>. T odas las veces que el Marqués le interrogaba, le respondía<br />

que c ualquiera solución que n o fuese el casamiento público, era un<br />

crimen a los ojos oe Dios.<br />

- y por fortuna, en este caso, la pru<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong>l mundo marchará<br />

Cn est e caso <strong>de</strong> acuerdo con la r eligión. ¿ Podríamos contar ni un<br />

m omento, dado el fogoso carácter <strong>de</strong> la señorita Matil<strong>de</strong>, con que<br />

guard ara un secr eto que ella no se hub iera impuesto a sí misma?<br />

Si no se admite la marcha franca <strong>de</strong> un casamiento público, la sociedad<br />

se ocupará mucho más tiempo <strong>de</strong> esa alia nza extrai\a . Hay que<br />

<strong>de</strong>cirlo todo <strong>de</strong> una vez, sin apariencias ni realioad <strong>de</strong>l menor misterio.<br />

- Es cierto, dijo pensativo el marqués. Por ese s istema, habla r<br />

<strong>de</strong>l casamiento al cabo <strong>de</strong> tres días, sería <strong>de</strong> mal tono. Habría que<br />

aprovechar alguna gran medida antijacobina <strong>de</strong>l Gobierno, para<br />

<strong>de</strong>sli zarse <strong>de</strong> incógnito tras ella.<br />

Dos ó tres amigos <strong>de</strong>l sei\or <strong>de</strong> la Mole, pensaban como el abate<br />

Pirard. El gran obstácul o, según ellos, era cl caráct er <strong>de</strong>cidido <strong>de</strong><br />

Matil<strong>de</strong>. P ero <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> t an hermosos razonamientos, el marq ués<br />

no se <strong>de</strong>cidía a renunciar al coilu para su hij a.<br />

" ¿ Q uién hubiera podido preverlo? se <strong>de</strong>cía! U na joven <strong>de</strong> t a n<br />

altivo carácter, <strong>de</strong> un talento tan elevado, más orgullosa que yo <strong>de</strong>l<br />

nombre que lleva! i Cu ya mano me había sido s uplicada por t odo lo<br />

más ilustre que hay en Francia!<br />

" Hay que r enunciar a toda pru<strong>de</strong>n cia . En este siglo se confun<strong>de</strong><br />

todo. 'Marchatnos hacia el caos. l\<br />

CAPITULO LXII<br />

UN HOMBRE DE INGENIO<br />

Ningún argumento es capaz <strong>de</strong> <strong>de</strong>struir el imperio <strong>de</strong> diez ai\os<br />

<strong>de</strong> agradables ensuei\os. E l marqués no ve ía que fuera razonable disg<br />

ustarse, p e ru 110 podía resolverse a. perdonar. (( Si ese Julián se


ROJO Y NEGRO<br />

Queda ver si Juli:in iba a pasar aquella:velada con la Mariscala.<br />

(Pág. 333).<br />

349


35 2 ROJO Y NEGRO<br />

ridículo sino en fuerza <strong>de</strong> opulencia. Si vivo lejos <strong>de</strong> mi padre ést e<br />

podría olvidarme.. Norberto se casar á con una joven a ma ble, discreta,<br />

h á bil : el viejo Luis XIV, fué seducido por la duquesa <strong>de</strong><br />

Borgoña ..<br />

Se apresuró a obe<strong>de</strong>cer, pero tuvo gran cuida do en no enseña r<br />

a Julián la carta <strong>de</strong> s u padre. T emía que su carácter rebel<strong>de</strong> le impulsara<br />

a comet er alguna locura.<br />

Por la n oche, cua ndo J uliá n s upo que era t eniente <strong>de</strong> húsares ,<br />

s u alegría no tuvo límites. Po<strong>de</strong>mos imaginarnos cual sería su alegría,<br />

pensando en que era la pasión d e toda su vida, a umentada por el cari-<br />

11 0 q ue se iba <strong>de</strong>sarrollando en s u alma h acia s u hijo. El cambio <strong>de</strong><br />

nombre, le llamaba la atención.<br />

" Después <strong>de</strong> todo, pensaba, mi novela ha terminado. H e sabido<br />

hacerme a ma r por ese m onstruo <strong>de</strong> orgull o, añadía mirando a Matil<strong>de</strong>;<br />

s u padre no p ue<strong>de</strong> vivir sin ell a, ni ella sin mí.<br />

CAPITULO L X III<br />

UN A TE :'\I PESTAD<br />

Su ánimo c::::i taba a bsorto; no respondía. sino a ll1 cdias, a la viva<br />

ternura que Matil<strong>de</strong> le <strong>de</strong>mostraba. Perma necía sil encioso)' sombrío.<br />

J a más había aparecido tan gr a n<strong>de</strong>, t a n adorable, ante los ojos <strong>de</strong><br />

Matil<strong>de</strong>. Ella temía c ualquier <strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za <strong>de</strong> su orgullo, que acabase<br />

por <strong>de</strong>struir toda la situación .<br />

Casi todas las mallanas, veía a l abate P irard llegar a l h ot el. ¿ 1\0<br />

podría' por este medio haber averiguado Julián parte <strong>de</strong>l estado d e<br />

ánimo <strong>de</strong> s u padre? E l mism o m arqués, por un capricho ¿ no le<br />

ha bría escrito' ¿ Cómo explicarse el aspect o sever o <strong>de</strong> J uliá n <strong>de</strong>spués<br />

<strong>de</strong> tal h onor ? lI'Ia til<strong>de</strong> no se atrevió a interrogarle.<br />

¡Ella 11 0 se atrevió, ella, lIlatil<strong>de</strong> ! Des<strong>de</strong> aquel m omento, hubo en<br />

s us sentimientos para con Juli án. vaguedad, inlprecisión, terror.<br />

Aquella a lma seca, sintió tanta pasión como ·es claclo sentir a las<br />

personas edu cadas en medio <strong>de</strong> ese exceso <strong>de</strong> civili zación que París<br />

admira.


354<br />

ROJO Y NEGRO<br />

reconocer sin afectación, alcjaron <strong>de</strong> los <strong>de</strong>más la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> bromear a<br />

su cost a en voz alta. Después <strong>de</strong> cinco o seis días <strong>de</strong> dudas, la opinión<br />

<strong>de</strong>l regimiento se <strong>de</strong>claró favorable a él. " En este joven bay <strong>de</strong> t odo<br />

<strong>de</strong>cían los viejos vetera nos, menos juventud. »<br />

Des<strong>de</strong> E strasburgo, Juliá n escribió al anciano Cbclán, que t ocaba<br />

los límites <strong>de</strong> la más exagerada vcjez.<br />

" Ya se ha brá enterado usted con una a legría, <strong>de</strong> la cual no dudo,<br />

<strong>de</strong> los acontecimientos que han guiado a mi familia a enriquecerme.<br />

Le remito quinientos francos, que le ruego distribuya sin ruído,<br />

y sin mencionar para nada mi nombre, entre los d esgraciados, pobres<br />

hoy como yo lo fuí otras veces, ya los cuales, sin duda a lguna, socorre<br />

usted conlQ otras veces nle socorrió a mí. )1<br />

Julián estaba ebrio <strong>de</strong> a mbición y no <strong>de</strong> vanidad. Sin embargo,<br />

prestaba mucha atención a las apariencias exteriores. Sus caballos,<br />

sus uniformes, las libreas <strong>de</strong> sus ser vidores, hubiera n hecho honur<br />

a un gran señor inglés ,<br />

Teniente apenas, por favoritismo, y solamente <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hacía<br />

dias, calculaba ya que, para ser jefe a los treinta a ños, lo más tar<strong>de</strong>,<br />

eonlO todos los gran<strong>de</strong>s generales. necesitaba a los vcintitrcs .:Ü10S<br />

ser más que teniente. Solo pensaba en la gloria y en su hij o,<br />

En medio <strong>de</strong> aquellos sueños d e la más <strong>de</strong>senfrenada' ambición ,<br />

fué sorprendido por un lacayo <strong>de</strong>l hotel <strong>de</strong> la l\lole, que llegaba, en<br />

calidad <strong>de</strong> correo.<br />

" Todo está perdido, le escribía Matil<strong>de</strong>, \'uelve lo a ntes posible.<br />

Sacrifícalo todo; <strong>de</strong>serta, si es necesario. E n cuanto llegues, l'spérallle<br />

en un coche <strong>de</strong> alquiler, cerca <strong>de</strong> la p uerta pequei\a <strong>de</strong>l jardín,<br />

en el nO '" <strong>de</strong> la calle" Iré para ha blar contigo. Quizás pueda hacerte<br />

entrar en el jardín. Todo está perdido, y creo que sin a pelación.<br />

Cuenta conmigo; me h allarás abnegada y enérgica en la adversidad,<br />

Te amo, »<br />

En algunos minutos obtuvo un permiso <strong>de</strong>l coronel, y salió <strong>de</strong><br />

Estrasburgo a todo galope, pero la h orrible inquietud que lo <strong>de</strong>voraba<br />

no le permitió continuar esta forma <strong>de</strong> viaje más allá <strong>de</strong> Metz. Se<br />

abandonó a una silla <strong>de</strong> postas, y llegó con increible rapi<strong>de</strong>z a la puerta<br />

pequelia <strong>de</strong>l jardín <strong>de</strong>l hotel <strong>de</strong> la Mole. La puerta se abrió, e inmediatamente<br />

Matil<strong>de</strong>, olvidando tocio humano respeto, se arrojó cn<br />

s us brazos. Afortunadan1cntc, eran solo las cinco <strong>de</strong> la ma ií.ana. y<br />

y las calles esta ban <strong>de</strong>siertas.<br />

- Todo se ha perdido. Mi padre, temiendo mis lágrimas, ha


ROJO Y NEGRO<br />

propia iniciativa, y entregarle ese paquete que contiene a lgunas<br />

monedas <strong>de</strong> oro ? Le d irá usted q ue la religión no permite que se<br />

maltra te. Es preciso, sobre todo, e ncargarl e CJue no hable <strong>de</strong> este<br />

dinero. ))<br />

Gracias a lo que acaba mos <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir, J uliá n fué bien tra t ado por<br />

el carcelero <strong>de</strong> Verrieres. Era el mismo señor l\'oiroud, perfecto<br />

ministerial, al cual, según dijimos, causó miedo la visita <strong>de</strong>l señor<br />

Appert.<br />

Un juez apareció en la celda: " H e causado la muerte premeditadamente,<br />

dijo Julián. H e comprado y he hech o car gar las pistolas en<br />

casa <strong>de</strong> t al ar mero. E l artíc ul o 1342 <strong>de</strong>l Código Penal es terminante.<br />

Merezco la muerte y la espero ". El juez sorprendido por aquella<br />

manera <strong>de</strong> respon<strong>de</strong>r, quiso m ultiplicar las preguntas para conseguir<br />

que el acusado se contradijera ensus <strong>de</strong>cla raciones.<br />

- ¿ Pero no ve ust ed , le dijo Juliá n sonriendo, que yo me <strong>de</strong>cl aro<br />

t an culpable como ust ed pueda <strong>de</strong>sear ? Va mos, caball ero: no se le<br />

escapará la presa. Tendrá ust ed el placer <strong>de</strong> con<strong>de</strong>narme. Evíteme<br />

su presencia.<br />

" Aún m e queda un e nojoso <strong>de</strong>ber que cumplir : escribir a la<br />

señorita <strong>de</strong> la Mole- .. pensó J ulián.<br />

" Me he vengado, le <strong>de</strong>cía. Desgraciada mente, mi nom bre aparecerá<br />

en los periódicos, y no pued o escaparme, incógnito, <strong>de</strong> este<br />

mundo. Moriré <strong>de</strong>ntro d e dos meses. La vengan za ha sido t an a t roz,<br />

como el dolor <strong>de</strong> separar me <strong>de</strong> tí. Des<strong>de</strong> est e momento, me prohico<br />

a mí mismo, escribir y pronunciar tu nombre. No ha bles nunca <strong>de</strong><br />

mí, ni a ún a tu hijo : el silencio ser á la única forma <strong>de</strong> h onrarme.<br />

Para t odos los hombres, seré un vulgar asesino. Permíteme la verdad<br />

en est e sup remo instante: me olvida rás. Esta gran cat ástro fe, sobre<br />

la cual t e aconsejo que nunca h a bles a ninguna persona, habrá<br />

a niquilado, para muchos a ños, t odo lo que yo veía <strong>de</strong> novelesco y <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>masiado aventurero en tu car ácter. Lo que tiene que suce<strong>de</strong>r q ue<br />

suceda en secret o y sin comprometerte. Toma un nombre falso. y<br />

no t engas confi<strong>de</strong>ntes. Si a bsoluta mente necesitas el a uxilio <strong>de</strong> un<br />

a migo, no olvi<strong>de</strong>s al .a bate Pirard.<br />

" No h ables a nadie más, y menos a gente <strong>de</strong> t u clase: los Luz, ,'te.<br />

« U n año <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> 111i muerte, cásate con el señor <strong>de</strong> Cro iscl1 ois.<br />

Yo t e lo or <strong>de</strong>no, como esposo tuyo que soy. No me escribas, p ues<br />

no he <strong>de</strong> respond er. Bastante 111cn os lllalo que Yago, según CTeo,<br />

vay a <strong>de</strong>cir como d : prom Ih is lime /01,/1, 1 "ever ",ill -'/,cok !f'uld


ROJO Y NEGRO 359<br />

• Nadie me verá hablar ni escribir. En mis últimas palabras t endrás<br />

mis últimas adoraciones.<br />

" J. S .•<br />

Cuando aquella carla sali ó <strong>de</strong> la celda, Julián , vuelto en si, rué<br />

por primera vez <strong>de</strong>sgraciado. Cada una <strong>de</strong> todas aquellas esperanzas<br />

<strong>de</strong> porvenir fu eron arrancadas sucesivamente <strong>de</strong> su corazón por esta<br />

terrible palabra: Jllorir¿ . La muerte en sí, no era hon·ibl. a sus oj ) 5.<br />

Toda su vida no h abía sido sino una larga preparación para la <strong>de</strong>sgracia,<br />

y había tenido mucho cuidado en no olvidar aquella 'luc<br />

parece la más horrible <strong>de</strong> todas.<br />

" ¡Cómo! pensaba; si <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> sesenta días tuviera que batirme<br />

en duelo con un hom bre muy ducho en el manejo <strong>de</strong> las armas ¡, es<br />

que pensaría en ello constantemente ? ¿ Es qué temblaría sin cesar? "<br />

Empleó más <strong>de</strong> una hora en procurar estudiar su ánimo <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

aquel punto <strong>de</strong> vista.<br />

Cuando hubo visto completamente cl aro en su interior y 'lile la<br />

verdad apareció ante su v ista t a n real com o una <strong>de</strong> las colllmnas<br />

<strong>de</strong> su prisión, pensó en los remordimientos.<br />

" ¿ Por qué ha <strong>de</strong> tenerlos yo ? H e sido ofendido <strong>de</strong> una manera<br />

atroz. H e matado, merezco la muerte yeso es todo. Moriré <strong>de</strong>'pues<br />

<strong>de</strong> ha ber liquidado mi cuent a con la humanidad. No <strong>de</strong>jo ninguna<br />

obli gación pendiente; no <strong>de</strong>bo nada a n adie. Mi muerte no tiene <strong>de</strong><br />

vergonzoso sino el instrumento. En realidad, esto es suficiente para<br />

mi <strong>de</strong>shonra et erna ante la vista <strong>de</strong> los burgueses <strong>de</strong> Verrieres ; pero<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> el punto <strong>de</strong> vista intelectual ¿ hay algo más <strong>de</strong>spreciable )<br />

Me q ueda un m edio para ser consi<strong>de</strong>rado ante ellos: es el <strong>de</strong> arrojar<br />

al pueblo monedas <strong>de</strong> oro, cuando marche a l suplicio. Mi memoria.<br />

ligada a la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong>l oro, será brillante para ellos. "<br />

Después <strong>de</strong> aquel r azonamiento, que al cabo <strong>de</strong> un minuto le<br />

parecía evi<strong>de</strong>nte, pensó: Ya no t engo nada que hacer sobre la tierra.<br />

Y se durmió con t oda tranquilidad.<br />

Hacia las nueve <strong>de</strong> la noche, el carcclero lo <strong>de</strong>spertó. para darle<br />

la cena.<br />

- ¿ Qu é se dice en " errieres ?<br />

- Señor Julián, el juramento que he prestado ante el tribuna l <strong>de</strong><br />

justicia el día en que tomé posesión <strong>de</strong> mi plaza. me obliga a ca ll ar.<br />

y callaba, pero no se iba . La vista elc a'luella vulgar hipocrc,ía.<br />

eli\'crtía a JlIli" n . " Es preciso. <strong>de</strong>cía. 'lue le haga csperar durante un


360 ROJO Y N EGRO<br />

buen r at o los cinco fra n cos que espera pa ra ven<strong>de</strong>r su jura mento. "<br />

Cua ndo el carcelero vió que la cena t er m inaba sin t enta tivas <strong>de</strong><br />

seducción , d ij o con aire falsamente cariñoso:<br />

- E l a fecto que le profeso, señor Julián , m e obliga a ha blar, a<br />

pesar <strong>de</strong> q ue d icen que es contra el interés <strong>de</strong> la justicia, porque eso<br />

a yuda a la organización <strong>de</strong> la <strong>de</strong>fensa. El señor Juliá n q ue es un buen<br />

hombre, quedará muy contento si le digo que la señora Renal va<br />

m ucho mejor .<br />

- ¡ Cóm o ! ¿ 1'\0 est á muerta? excla m ó Juliá n fuera <strong>de</strong> sí.<br />

- ¿ Pero no sabía usted nada? dijo el car celero con a ire est úpido<br />

que muy pronto se cam h ió en el <strong>de</strong> la avaricia satisfecha. Será muy<br />

just o q ue el seii or dé a lgo a l ciruja no q uien , según la ley y la justicia,<br />

no <strong>de</strong>be nunca hablar. Mas por dar gusto a usted , he ido a su casa<br />

y m e lo h a r eferido t odo.<br />

- En fin la herida n o es m ortal. le dijo Juliá n, lleno <strong>de</strong> impaciencia<br />

¿ Me r espon<strong>de</strong>s, p or tu vida?<br />

E l ca rcelero, gigante <strong>de</strong> seis pies <strong>de</strong> alto, tuvo miedo y se r etiró<br />

hacia la puerta. Juliá n vió que h abía em prendido un m a l camino<br />

para llegar a con ocer la verdad . Se volvió a sentar y arrojó una<br />

moneda al señor Noiroud.<br />

A m edida que el rela to <strong>de</strong> aquel hombre p robaba a Juliá n que la<br />

herida <strong>de</strong> la setlora R enal no era m orta l, se sentía domina do por<br />

el lla nto<br />

- ¡Már chese! dijo bruscam ente.<br />

E l ca rcelero obe<strong>de</strong>ció. Apenas se cerró la p uerta, exclam ó Juliá n .<br />

- i Dios mío ! i No ha muerto!<br />

y cayó <strong>de</strong> r odillas llora ndo consola dor as lágrimas.<br />

E n a quel supremo inst ante, era creyente y fer voroso.<br />

E ntonces sola mente, comenzó J ulián a arrepentirse <strong>de</strong>l<br />

cometido. Por una coinci<strong>de</strong>ncia q ue le evitó la <strong>de</strong>sesperación , acababa<br />

<strong>de</strong> cesar en aquel pr eciso m omento el est ado d e irritacion fí sica<br />

y <strong>de</strong> semi-locura en que estaba sum ido <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su via je <strong>de</strong> Par ís a<br />

\"errieres.<br />

Las lágrimas tenía n un origen generoso, porq ue no t enía d uda<br />

a lguna sobre la sentencia que le esperaba.<br />

- i De m odo que vivirá ! se <strong>de</strong>cía; viv irá para perdona r me y<br />

para a m arme ..<br />

_-\1 día sigui"nte mu)' t ar<strong>de</strong>, cua ndo el car celelO le <strong>de</strong>spertó, le<br />

dijo:


ROJO Y NEGRO<br />

mañana tenía ese valor. Por lo <strong>de</strong>más ¿ qué me importa? I Con t al<br />

que me vuelva en el momento necesario ! >l Aquella i<strong>de</strong>a <strong>de</strong>l t ermómetro,<br />

le divirtió, y por lo tanto le distrajo.<br />

Al día siguiente, al <strong>de</strong>sperta r , se a vergonzó <strong>de</strong>l estado <strong>de</strong> ánimo <strong>de</strong>l<br />

día anterior . " Mi feli cidad, mi tra nq uilidad est á n en juego >l , se díj o.<br />

Pensó casi en escribir al Procura dor <strong>General</strong>, para <strong>de</strong>cirle que nadie<br />

fuera a visita rl e, ¿ Y Fouqué ? pensó. Si pue<strong>de</strong> consegu ir llegar a<br />

Besanyon. j Cuá n gran<strong>de</strong> no sería su dolor a l no verme ! >l<br />

Hacía quizás dos meses, que no h a bía pensado en F ouqué. " E ra<br />

un gran idiota en Estrasburgo; mi pensamiento no iba más all á <strong>de</strong><br />

mis na rices. " El recuerdo <strong>de</strong> Fouqué, le preocupó mucho y le d ejó<br />

más emocionado, Se paseaba con agitación. " H éme aquí, <strong>de</strong>cididamente,<br />

a veinte gra dos bajo el nivel <strong>de</strong> la muerte .. . Si est a <strong>de</strong>bilidad<br />

a umenta, será m ejor ma t arme. i Qué a legría para los Maslón y Va lenod<br />

si muero como un vulgar bandido!<br />

F ouqué llegó. Aquel hombre sencillo y bueno, estaba loco d e dolor.<br />

Su única i<strong>de</strong>a , era ven<strong>de</strong>r t odos sus bienes para corromper a l carcelero<br />

y salvar a Juliá n. Le ha bló durante mucho tiempo <strong>de</strong> la evasión<br />

d el señor d e la Valette.<br />

- i Me das lástimal dijo Juliá n . El señor d e la Valette er a inocente<br />

y yo soy culpable. Sin q uererl o, m e haces pensar en la diferencia.<br />

" ¿ Pero es cierto? ¿ Ven<strong>de</strong>rías t odos tus bienes? >l le preguntó<br />

Juliá n vuelto repentina mente a ser observador y <strong>de</strong>sconfiado.<br />

Fouq ué encantad o <strong>de</strong> ver a su a mi go adopta r su obsesionan te i<strong>de</strong>a<br />

le hizo un cálcul o con cien fra ncos más O menos <strong>de</strong> error, d e lo que<br />

retiraría <strong>de</strong> cada una <strong>de</strong> sus ind ustri as y bienes.<br />

Todas las faltas <strong>de</strong> fra ncés, todos los gest os v ulgares <strong>de</strong> Fouqué,<br />

<strong>de</strong>sparecieron ; se arrojó en sus brazos. J a más la provincia companda<br />

can Pa rís, ha recibido semejante homenaje. Fouqué, encantado por<br />

el mo nlcnto <strong>de</strong> entusiasmo que vió en su a n1igo, 10 interpretó como un<br />

consentimiento a su pla n <strong>de</strong> fu ga.<br />

E st a vista <strong>de</strong> algo sublime, <strong>de</strong>volvió a Julián todo el valor que la<br />

visita <strong>de</strong>l a ba te Chelá n le ha bia quitado.<br />

Los interrogatorios se hacían más frecuentes, a pesar <strong>de</strong><br />

los esfu erzos <strong>de</strong> Julián cuyas respuestas t endían siem pre a abreviar<br />

el asunto: " He ma t ado, ó por lo menos he querido producir la muerte<br />

premeditadamente ", repetía todos los días. Pero el juez era formulista<br />

por encima <strong>de</strong> t odo. Las <strong>de</strong>clmaciones <strong>de</strong> Juliá n no abreviaban<br />

en nada los interrogatorios, E l a mor propio <strong>de</strong>l juez, estaba intere-


370 R O JO Y NEGRO<br />

a migo <strong>de</strong> la Mariscala, en cuya casa veía, casi a diario, a l señor Obispo<br />

<strong>de</strong><br />

- Aún cuando nombrara n por suerte cuatro ó cinco veces seguidas<br />

una lista <strong>de</strong> treinta y seis jurados entre los habitantes notables d e<br />

esta región, dijo el gran vicario con el áspero acento <strong>de</strong> la a mbición,<br />

y acentuando las palabras, me consi<strong>de</strong>raría como muy poco afortunado,<br />

si en cada lista no encontrara ocho o diez amigos, precisamente<br />

los más inteligentes <strong>de</strong>l grupo. Casi siempre, dispondré <strong>de</strong> la<br />

mayoría, para hacer con<strong>de</strong>nar. P ue<strong>de</strong> ust ed imaginar, señorita, si<br />

me será fácil hacer absolver.<br />

El a ba t e se <strong>de</strong>tuvo <strong>de</strong> repente, sorprendido por el ruído d e sus<br />

propias palabras. Declaraba cosas que jamás se dicen a los profanos.<br />

Pero a su vez, llenó <strong>de</strong> estupor a Matil<strong>de</strong>, cuando le d ij o que lo<br />

que había intrigado a la sociedad <strong>de</strong> Besan,on, en aquell a extrañ a<br />

aventura <strong>de</strong> Julián, era que en otros tiempos, había inspirado una<br />

gran pasión a la seJ10ra R enal, pasión compartida por él. E l señor <strong>de</strong><br />

F rilair advirtió fácilmente la turbación en que aquel relato sumía<br />

a Ñlatil<strong>de</strong>.<br />

" Tengo mi <strong>de</strong>squite, pensó. He aquí, por fin, el medio <strong>de</strong> dominar<br />

a esta joven ta n <strong>de</strong>cidida. Desesperaba <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r conseguirlo. " El aire<br />

distinguido y poco fácil <strong>de</strong> manejar , aumentaba a sus ojos el encanto<br />

d e la soberana belleza que veía casi a sus pies. Adqui rió <strong>de</strong> nuevo<br />

t oda su sangre fría, y no vaciló en retorcer el puñal en aquel corazón.<br />

- No me sorpren<strong>de</strong>ría, aI'íadio con gesto frívolo, q ue sea por celos<br />

por lo q uel el seJ10r <strong>de</strong>' Sorel haya disparado sobre est a mujer tan<br />

amada por él en otros tiempos.<br />

E l abate I'rilair martirizaba caprichosamente, el corazón <strong>de</strong> aquella<br />

hermosa joven, cuyo lado d ébil había sorprendido.<br />

Por fin , el abate Pirard estuvo seguro <strong>de</strong> su imperio. Dejó ente n<strong>de</strong>r<br />

a i\[atil<strong>de</strong> seguramente que podía disponer a su antojo <strong>de</strong>l m inisterio<br />

público, enca rgado <strong>de</strong> sostener la acusación contra Juliá n .<br />

Después que la suerte hubiera <strong>de</strong>signado los treinta y seis juradus<br />

<strong>de</strong> la a udiencia, él empren<strong>de</strong>ría gestiones directas sobre treinta <strong>de</strong><br />

ellos, por lo menos.


3i4 ROJO Y NE"RO<br />

y en la vergüenza .. Espero, q ue en un momento que no quiero fijar<br />

pero que mi valor adivina, obed ecerás mis últimas recom endaciones '<br />

T e casarás con el Ma rqués <strong>de</strong> Cr oisenois<br />

- ¿ C6mo ? ¿ Deshonrada ?<br />

- L a <strong>de</strong>shonra no pue<strong>de</strong> ceba rse sobre un nombre com o el tuyo.<br />

Tu serás viuda, la viuda <strong>de</strong> un loco, yeso será t odo. Iré m ás lej os :<br />

mi crimen , como no ha t enido por motivo el dinero, no será <strong>de</strong>shonroso.<br />

Q uizás, para esa época, a lgún legisla dor fil ósofo ha ya obtenido, d e<br />

los prejuicios <strong>de</strong> sus contemporáneos, la s upresión d e la p ena <strong>de</strong><br />

muerte . Entonces, alg una voz a miga, citará con1 0 un eje mplo:<br />

El primer esposo <strong>de</strong> la señorita <strong>de</strong> la Mole, era un loco, pero no un<br />

m al hombre, no un ba ndido. F ué a bsurdo cor tar aquella cabeza ..<br />

E ntonces, mi memori a no será infamada, por lo m enos, <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong><br />

cierto tiempo. Tu posic.ión en el mundo, tu fortuna , tu genio, permitirá<br />

n al senor <strong>de</strong> Croisenois <strong>de</strong>sempeña r un papel que, sólo, no hubiera<br />

sido capaz ni aún <strong>de</strong> imagina r . E s <strong>de</strong> buena cuna y bravo, y esas<br />

cualida<strong>de</strong>s, que bastaban en 1729 para hacer un hombre perfecto,<br />

son anacrónicas un siglo <strong>de</strong>spués, y solo prod ucen ridículas pretensiones,<br />

Se n ecesita n otras condiciones para colocarse a la cabeza <strong>de</strong> la<br />

juventud fra ncesa.<br />

" Tu a porta rás a l partido don<strong>de</strong> ll eves a tu esposo, el socorro <strong>de</strong><br />

un caracter firme y empren<strong>de</strong>dor. Suce<strong>de</strong>rás a las Ch euvrc uses, y a<br />

las L on gueville <strong>de</strong> la Fronda, P ero entonces, q uerida amiga, el fu ego<br />

celestial que t e anima en estos m omentos, estar á muy borrado. Permíteme<br />

que te lo diga, a ñadió <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> otras frases prepa ra torias;<br />

<strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> quince a ri os mirarás como una locllra, disculpable, pero<br />

locura, el amor que me has tenido ..<br />

Se interrumpi6 repentina mente y se abismó en sus pensamie ntos.<br />

Se encontr6 <strong>de</strong> nuevo frente a frente con esa i<strong>de</strong>a ta n chocante para<br />

Ma til<strong>de</strong> D entro <strong>de</strong> quince at'los, la señora R ena l adorar á a mi<br />

hijo y tú lo habrás olvidado.


ROJO Y NEG RO<br />

Preparaba la <strong>de</strong> 'ensa, ¡corque el momento <strong>de</strong>cisivo se aproximaba.<br />

Besan,'"n y toda la jurisdicción no hablaban sino <strong>de</strong> aquella causa<br />

célebre. Julián ignoraba aquel <strong>de</strong>talle : había rogado que nunca le<br />

hablaran <strong>de</strong> aquellas cosas .<br />

Aquel día, F ouqué y Matíldc había n querido d arl e a con ocer algún<br />

<strong>de</strong>talle, muy propio, según ella, para tener esperanzas. J ulián los<br />

había <strong>de</strong>tenido <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la primera palabra.<br />

" Dejadme la vIda i<strong>de</strong>al. Vuestros pequeños manejos, vuestros<br />

<strong>de</strong>talles <strong>de</strong> la vida real, mas o m enos molestos para mí, me arrancarían<br />

a Jl1i cielo. Cada un o muere COlTIO pue<strong>de</strong>; yo no quiero pensar en<br />

la muerte sino a n1i manera. ¿ Qué me importan los <strong>de</strong>más? Mis relaciones<br />

con los <strong>de</strong>más serán rotas en muy breve plazo. Por fa vor,<br />

no me ha bléis más <strong>de</strong> esa gente, t engo bastante con soportar a l juez<br />

y al a bogado. )j<br />

1\ El hecho es, se <strong>de</strong>cía a s í mismo, que mi <strong>de</strong>stino me g uía a morir<br />

smiando. Vn ser obscuro como yo, seguro <strong>de</strong> ser olvidado <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong><br />

quince días, cería un idiota, hay que confesarlo, haciendo <strong>de</strong> comediante.<br />

Sin emba rgo, es curioso que n o haya conocido el arte <strong>de</strong><br />

gozar <strong>de</strong> la vida hasta no ver su fin tan próxüno como ahora. ))<br />

Pasaba sus últimos días paseando p or la t erraza <strong>de</strong> aquella habit<br />

ación , fumando excelentes cigarros que i\la til<strong>de</strong> había enviado a<br />

bl,"car a Holanda, expresamente ¡::or un correo suyo, y sin figur<br />

árselo, su aparición era esperada por t odos los telescopios <strong>de</strong> la<br />

ciudad . Sus pensamientos est a ba n en Vergy. jamás hablaba <strong>de</strong> la<br />

seti ora Henal con F ouqué, pero dos o tres veces aquel fi el amigo le<br />

dijo que se resta blecía rápidamente y aquell a noticia le ll enaba <strong>de</strong><br />

alegría.<br />

i'v!Jcntras el cspítitu <strong>de</strong> Juliá n estaba completamente en el mundo<br />

i<strong>de</strong>al, Ma til<strong>de</strong> , ocupa da <strong>de</strong> realida <strong>de</strong>s, como conviene a un cora zón<br />

arist ocrático, había sabido conducir las relaciones entre la seiiora<br />

<strong>de</strong> Fervacques y el aba te F rila ir por tales <strong>de</strong>rroteros que ya la pa la bra<br />

obispo había sido pronunciada.<br />

E l venerable prela do había escrito en una carta a su sobrina :<br />

E u p obre 50rcl 7/ 0 es siJlu un alocado. E sp ero que Jl OS lo <strong>de</strong>l'olt'erdn<br />

Al leer aquellas I ÍllCas , F rila ir quedó como fu era <strong>de</strong> sí. N o tenía lanl<br />

ás n1Ínima duda <strong>de</strong> FoC:er salvar a J ulián.<br />

" Sin esa ley jacobina que ha prescrito la formación <strong>de</strong> una interminable<br />

li"ta <strong>de</strong> jura dos , y que no tiene otro fin r eal que el <strong>de</strong> ha cer<br />

Fcr<strong>de</strong>r la influencia a las personas bien nacidas, <strong>de</strong>cía a Matil<strong>de</strong> la


ROjO Y NEGRO<br />

quien os gendarmes procuraban abrir paso a t ravés <strong>de</strong> la mutitud.<br />

K Procuremos no dar motivos <strong>de</strong> risa a ese granuja <strong>de</strong> Valenod,<br />

pensaba ]ulián. j Con cuanta<br />

contrición e hipocresía<br />

ha pronunciado el veredicto<br />

que implicaba la<br />

pena <strong>de</strong> muerte, mientras<br />

que ese pohre P resi<strong>de</strong>nte,<br />

a pesar <strong>de</strong> ser juez <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

hace muchos años, lloraba<br />

En un mom ento <strong>de</strong> mal hum or cSlTibió a su padre. (Pág 3/.8).<br />

al con<strong>de</strong>narme! 1 Con cuúnta alegría se venga Valcnod <strong>de</strong> nuestra<br />

antigua rivalidad a propósito <strong>de</strong> la seI10ra Renal! i Un último adiós


ROJO Y "EGRO<br />

es imposible entre nosotros, estoy convencido! i Qué dichoso habría<br />

sido si la hubiera podido <strong>de</strong>cir todo el horror que mi crimen me produce!<br />

" Aunque solo fuera estas palabras Me encuentro justamente<br />

con<strong>de</strong>nado. ,<br />

CAPITULO LXX<br />

Al conducir a ]ulián nuevamente a la cárcel, 'le habían dado por<br />

habitación la <strong>de</strong>stinada a los con<strong>de</strong>nados a muerte. El, que ordinariamente<br />

se fijaba en los más nimios <strong>de</strong>talles, no había reparado<br />

en que no le hacían subir a su celda. Pensaba en lo que le diría a la<br />

señora R enal, si antes <strong>de</strong>l último momento <strong>de</strong> su vida tuviera la<br />

dicha <strong>de</strong> verla. Pensaba en que ella le interrumpiría, y por lo tanto<br />

era preciso buscar las palabras necesarias para <strong>de</strong>mostrar su arrep<br />

entimiento en el primer momento. " Después <strong>de</strong> tal acción ¿ cómo<br />

persuadula <strong>de</strong> que la amo con toda mi alma? porque el hecho cs,<br />


ROJO Y NEGRO<br />

en mi haber <strong>de</strong> méritos. Hombre <strong>de</strong> talento, gozando <strong>de</strong> la m ejor<br />

exist encia en Viena o en Londres .. .<br />

- No precisamente, caballero ; guillotinado <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> tres días l.<br />

Julián celebró con todo su corazón, con una sincera carcajada,<br />

aquella salida <strong>de</strong> su espíritu. « En realidad, el hombre lleva d os seres<br />

diferentes en su interior, pensaba. ¿ Quién diablos se acordaba a h ora<br />

<strong>de</strong> esta maligna reflexión ?<br />

" Pues bien, sí ; amigo mío ; guillotinado d entro <strong>de</strong> tres d ías, respondió<br />

al interruptor. El señor Cholin alquilará une ventana, a medias<br />

con el abate Maslón, para asistir a mi ajecución. i Ah !: ¿ cuál<br />

<strong>de</strong> estos dos persona jes r obar á al otr o en el a lquiler <strong>de</strong> la ventana?<br />

Este pasaje <strong>de</strong> Venceslao <strong>de</strong> Rotrou. le acudió en aquel momento a<br />

la imaginación<br />

LADISLA O<br />

.'. Mi alma está dispuesta.<br />

EL REY , padre <strong>de</strong> Ladislao :<br />

El cadalso también : entrégale tu t esta<br />

« Hermosa respuest a n, pensó, Y se quedó dormido<br />

Alguien lo <strong>de</strong>spertó por la mañana, apretándolo fuerte mente entre<br />

sus brazos.<br />

- ¿ Cómo, ya ? exclamó Julián abriendo, a locado, los ojos. Se<br />

creía entre las manos <strong>de</strong>l ver d ugo.<br />

Era Matil<strong>de</strong>, que, afortunadamente no comprendió. Aquella reflexión<br />

le <strong>de</strong>volvió t oda su sangre fría. Encontró a la joven cambiada<br />

como si hubiese est ado enferma durante seis meses. En realidad,<br />

estaba <strong>de</strong>sconocida.<br />

- Ese infame Frilair me ha traicionado, <strong>de</strong>cia retorciéndose las<br />

manos. El furor no le permitía llorar.<br />

- ¿ No estaba guapo ayer cuando hablé ? respondió Julián.<br />

Improvisaba, por primera vez en mi vida. Es cierto que lo más probable<br />

es que también sea la última.<br />

Ea aque momento Julián jugaba con el t emperamento <strong>de</strong> Matil<strong>de</strong>,<br />

lo mismo que un hábil pianist a con las teclas <strong>de</strong>l piano. « La ventaja <strong>de</strong><br />

su ilustre nacimiento, me falta ; es verdad, añadió, per o el alma gran<strong>de</strong><br />

<strong>de</strong> Matil<strong>de</strong> h a elevado su amante hacia ella . ¿ Crees que Bonifacio<br />

d e la' Mole hubiera estado mejor en presencia <strong>de</strong> sus jueces'.


ROJO Y NEGRO<br />

Matil<strong>de</strong>, estaba aq uel día ena morada sin a fectación, lo mismo que<br />

una joven que habita un q uinto piso, Pero no pudo obtener <strong>de</strong> él<br />

palabras más sencillas. E l le <strong>de</strong>volvía, sin saberl o, el tormento q ue<br />

en otras ocasiones ell a le había infligido.<br />

Las fuentes <strong>de</strong>l N il o no se conocen ; no ha sido dada a la vista<br />

humana la facultad <strong>de</strong> ver a l rey <strong>de</strong> los rlos como simple arroyo,<br />

De la misma ma nera , ning ún ojo humano verá a Julián Sorel d ébil,<br />

sobre t odo porque no lo est ará, P ero t engo el corazón muy sen sible,<br />

I La palabra más vulgar , si es pronuncia da con un tiem oacento, pue<strong>de</strong><br />

hacerme hasta ll orar r I Cuá ntas veces los corazones secos me ha n <strong>de</strong>spreciado<br />

a causa <strong>de</strong> este <strong>de</strong>fect o I Creían que pedía miseri cordia,<br />

yeso es lo que no se pue<strong>de</strong> tolerar,<br />

" Dicen que el recuerdo <strong>de</strong> su mujer , afect ó gran<strong>de</strong>mente a Da ntón<br />

al pie <strong>de</strong>l cadalso; pero Dantón había dado energía, fuerza a una<br />

nación <strong>de</strong> ma niquíes, y había <strong>de</strong>tenido al enemigo en su marcha<br />

sobre París" Yo, solo yo sé lo que hubiera sido capaz <strong>de</strong> hacer..<br />

Para todos los <strong>de</strong>más, no soy sino un quizás,<br />

" Si la señora Renal estuviera aquí, en mi calabozo, en lugar <strong>de</strong><br />

Matil<strong>de</strong> ¿ hubiera yo podido respon<strong>de</strong>r <strong>de</strong> mí ' El exceso <strong>de</strong> mi <strong>de</strong>sesperación<br />

y <strong>de</strong> mi arrepentimiento, hubiera pasado a los ajos <strong>de</strong><br />

Yalenod y <strong>de</strong> los <strong>de</strong>más patricios <strong>de</strong>l país, por un increible miedo a<br />

la muerte ; t a n org ullosos son esos d ébilles corazones a los que su posición<br />

pecunia ria pone por encima <strong>de</strong> las t entaciones; Ahí t en éis lo<br />

que es el hijo <strong>de</strong> nuest ro carpintero, habrían dicho los Cholin y los<br />

Moirod , que acaban <strong>de</strong> cun<strong>de</strong>na rme a muerte; se pue<strong>de</strong> ll egar a ser<br />

sabio, há bil , pero el corazón , el valor, eso no se estudia, rlast a esta<br />

<strong>de</strong>sgraciada Matil <strong>de</strong> que ll ora ahora, o mejor dicho que ya no pue<strong>de</strong><br />

llorar, a ñadía mirando sus enroj ecidos ojos, h ubie ra pensado lo<br />

mismo .. " y la estrechó entre sus brazos.<br />

E l aspect o <strong>de</strong> un dolor verda<strong>de</strong>ro, le hizo olvidar su sil ogismo,<br />

" Habrá llorado, quizá t oda la noche, se <strong>de</strong>cía; pero a lgún día<br />

I cuánta vergüenza no le causará este r ecuerdo ! Se consi<strong>de</strong>rará<br />

como habiendo sido estraviada en s u primera juventud, por los<br />

bajos pensamientos <strong>de</strong> un plebeyo" E l Cr oisenois, es lo suficient emente<br />

débil para casarse con ella y, por Di os, '1ue hará bien. Ella le<br />

obligará a <strong>de</strong>sempeñar un buen papel. "<br />

Matil<strong>de</strong> le repetía con voz mortecina : • E stá a llí en la próxima habitación<br />

, " Por fin se fijóen aquellas palabras,,, Su vozes dulce, pensó;


ROJO Y NEGRO<br />

pero todo s u imperioso temperamento, e,tá en el t ono <strong>de</strong> esa s<br />

palabras: Ella bajó la voz para no disgustarse<br />

- ¿ Quién está allí ) preguntó J uliá n con cariñoso acento.<br />

- El abogado, para hacerte firmar la apelación.<br />

- Yo no apelaré.<br />

- ¡ Cómo! ¿ Ko apelarás? preguntó ella levantándose con los<br />

ojos brilla ntes por la cólera. ¿ Y me quieres <strong>de</strong>cir por qué no apelarás)<br />

- Porque en este momento me siento con el suficiente valor para<br />

morir sin hacer que se burlen mucho <strong>de</strong> mi. ¿ Q uién me asegura que<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> dos meses <strong>de</strong> esta ncia en este húmedo calabozo tendré<br />

los mismos á nimos) Preveo entrevistas con mi padre .. Kada en el<br />

mundo p ue<strong>de</strong> serme t an <strong>de</strong>sagradabfc. H ay que morir.<br />

Aquella imprevist a contrariedad , <strong>de</strong>sper tó toda la alta nería d e la<br />

joven. Ella no había podido ver a l abate F rila ir a ntes <strong>de</strong> la hora<br />

en que abren los calabozos, y todo s u furor recayó sobre Julián.<br />

Ma til<strong>de</strong> lo adoraba, y sin emba rgo, durante un buen cuarto d e hora,<br />

Julián la oyó mal<strong>de</strong>cir <strong>de</strong> s u carácter y <strong>de</strong> s u <strong>de</strong>bilidad por haberlo<br />

amado.<br />

" E l cielo <strong>de</strong>bía a la fama <strong>de</strong> tu raza, el haberte hecho nacer hombre,<br />

le dijo] uliá n ,<br />

« En cuanto a mi, seria bien idiota si per maneciese dos meses más<br />

en est e r epugnante calabozo, siendo el blanco <strong>de</strong> todo lo que la facción<br />

patricia pue<strong>de</strong> inventa r <strong>de</strong> infame " <strong>de</strong> humillante " teniendo<br />

por único consuelo las imprecaciones <strong>de</strong> esta loca .. Y bien , pasado<br />

mañana por la maña na, m e bato en duelo con un hombre reputado<br />

por su extre mada habilidad en el manejo <strong>de</strong> las armas. Demasiado<br />

há bil, asegura el partido mefistofélico; no fa lla un golpe.<br />

" y bien ; como quieras (Matil<strong>de</strong> continuaba s u di sC UTio) . Y por<br />

qué ce<strong>de</strong>ré, se dijo, no, apelaré. "<br />

Adoptada aquella resolución, cayó nuevamente en sus re flexiones.<br />

« El correo, a l pasar , <strong>de</strong>jará como siem pre el periódico a las seis <strong>de</strong><br />

la mañana; a las ocho, <strong>de</strong>spués que el señor R enal lo haya leído,<br />

Elisa. andando sobre la punta <strong>de</strong> los pies, lo colocará sobre la cama<br />

<strong>de</strong> su séñora Poco <strong>de</strong>spués, ella <strong>de</strong>sperta rá. De repente, al verlo, se<br />

turbará. T e mbla rá su linda mano; leerá hasta estas palabras : A<br />

las diez y cinco mim,tos había <strong>de</strong>jado <strong>de</strong> exislir.<br />

« Llorará mucho: en vano he querido asesina rla: todo será olvidado,<br />

y la per sona a quien he querido quitar la vida, será la única<br />

que sinceramente llorará mi muerte


390<br />

ROJO Y NEGRO<br />

Oyó un suspiro extraño; a brió los ojos, Era la se ñora Rena l.<br />

- , i Ah ! i Te veo a ntes <strong>de</strong> morir! ¿ Es una ilusión ) d ij o el joven<br />

arrojándose a sus pies. Pero, perdón, señora. No soy más que un asesino,<br />

dijo inmediata mente recobrando la tranquilida d .<br />

- Caba ll ero, vengo a conjurarle a q ue a pele. Sé q ue ust ed no quiere<br />

hacerlo. " Los sollozos la ahogaban .. . no pod ía continuar.<br />

- Dígnese perdonarme.<br />

- Si quieres que te perdone, añadió levantándose con presteza y<br />

arrojandose en sus brazos, apela inmediata mente contra tu sentencia<br />

<strong>de</strong> muerte.<br />

j ulián la cubrió <strong>de</strong> besos.<br />

- ¿ Vendrás a verme todos los días durante estos dos meses ?<br />

- Todos los días, te lo juro, a no ser que mi marido me lo prohiba.<br />

- I Firmaré! i Cómo! ¿ Me perdonas? ¿ E s posible ?<br />

Julián la estrechaba entre sus bra zos : esta ba loco. Ella lanzó un<br />

ligero grito.<br />

- No es nada, dijo. Me has hecho da ño.<br />

- En el hombró ; añadió julián <strong>de</strong>shaciendose en lágrimas. Se<br />

sepa ró un poco, y cubrió su mano <strong>de</strong> besos ardientes. ¿ Quién me lo<br />

habría dicho, la última vez que te vi en tu dormitorio, en Verrieres ?<br />

- ¿ Quién me hubiera dicho entonces que yo había <strong>de</strong> escribir<br />

al señor <strong>de</strong> la Mole aquella infame carta?<br />

- No olvi<strong>de</strong>s que yo t e he a mado siempre; q ue nunca he amado<br />

sino a ti.<br />

- I Es posible ! exc1 am c5 1aseñora <strong>de</strong> Renal encantada. Y se apoyaba en<br />

Julián que estaba a sus pies. Durante un momento lloraron silenciosamente,<br />

En ninguna época <strong>de</strong> su vida había hallado Julián un semejante<br />

momento,<br />

Bastante tiempo <strong>de</strong>spués, cuando pudieron ha blar, dijo la señora<br />

<strong>de</strong> Renal :<br />

- ¿ y esa joven señora Michelet , ó mejor señorita <strong>de</strong> la Mole<br />

porque empiezo a creer esa extraña novela?<br />

- Es verda<strong>de</strong>ra en apariencia sólamente. Es mi mujer pero no es<br />

mi amada<br />

Interrumpiéndose mil veces el uno al otro, llegaron <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />

gran<strong>de</strong>s esfuerzos, a referirse lo que cada uno ignoraba. La carta<br />

escrita al señor <strong>de</strong> la Mole, le habia sido impuesta , Ella no hizo sino<br />

copi arla ll ora ndo movida <strong>de</strong> terribles presentimientos. Qué horror


'394<br />

ROJO Y NEGRO<br />

·<strong>de</strong> valor! i Qué triunfo para los Valenod y para todo el regimiento <strong>de</strong><br />

'idiotas hipócritas que gohiernan Verrieres ! Están a muy gran altura<br />

·en Francia; reunen todas las ventajas sociales. Hasta aquí, podía,<br />

por los menos <strong>de</strong>cirme: recihen dinero; todos los honores se acumulan<br />

sohre ellos; pero yo tengo la nobleza <strong>de</strong>l corazón.<br />

« Y he aquí un testigo al que t odos creerán, y que certificará,<br />

-por todo Verrieres, exagerándola, mi <strong>de</strong>bilidad en presencia <strong>de</strong> la<br />

muerte. ¿ Habré sido un cobar<strong>de</strong> en esta prueba, que todos compren-<br />

·<strong>de</strong>n? ))<br />

Julián estaba casi <strong>de</strong>sesperado. No sabía como obrar para que su<br />

padre se marchara. Y fingir para engañar a aquel viejo tan ladino,<br />

-era superior a sus fuerzas.<br />

La inteligencia recorrió todas las eventualida<strong>de</strong>s con mucha rapi<strong>de</strong>z.<br />

- H e hecho economías, dijo <strong>de</strong> pronto<br />

Aquella ingeniosa frase, cambió en un momento el semblante<br />

-<strong>de</strong>l viejo y la situación <strong>de</strong> J ulián.<br />

- ¿ Cómo <strong>de</strong>bo disponer <strong>de</strong> ellas ? continuó el joven con más<br />

'tranquilidad. E l efecto producido le había quitado todo sentimiento<br />

<strong>de</strong> inferioridad.<br />

El viejo carpintero ardía en <strong>de</strong>seos <strong>de</strong> no <strong>de</strong>jar escapar aquel<br />

-dinero, <strong>de</strong>l cual, al parecer, quería Julián separar una parte para sus<br />

hermanos. Habló un buen rato y muy calurosamente.<br />

- E l cielo parece que me ha inspirado en mi testamento. Daré.<br />

mil francos a cada uno <strong>de</strong> mis hermanos, y el resto será para usted.<br />

- Muy bien, dij o el viejo. Ese resto me es <strong>de</strong>bido ; pero puesto<br />

que Dios ha hecho la gracia <strong>de</strong> tocar ese corazón, si q uieres morir<br />

,como buen cristiano, tienes que pagar todas tus <strong>de</strong>udas. Hay que<br />

contar aún los gastos <strong>de</strong> tus alimentos y <strong>de</strong> tu educación, que yo he<br />

a<strong>de</strong>lantado, y en los cuales no piensas .<br />

• i Ese es, pues, el amor <strong>de</strong> un padre! se repitió Julián con el a lma<br />

d estrozada cuando quedó solo. Al poco tiempo, entró el Car­<br />

-celero.<br />

- Caballero, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> las visitas <strong>de</strong> los padres, yo traigo siempre<br />

.a mis huespe<strong>de</strong>s, una botella <strong>de</strong> Champagne. Es algo cara, seis francos<br />

la botella, pero alegra el corazón.<br />

- Traiga tres vasos, dij o Julián con la premura <strong>de</strong> un niño, e<br />

;nvite a dos presos que oigo pasear por el corredor.<br />

El carcelero volvió acompañado <strong>de</strong> dos presidiarios, cogidos en<br />

pleno <strong>de</strong>lito <strong>de</strong> reinci<strong>de</strong>ncia, y que se disponían a ir a galeras. Eran dos


ROJ O Y NEGRO 395<br />

ba ndidos muy alegres, y en realidad nota bles por su instinto, su<br />

valor, su sangre fría .<br />

- Si usted me da veinte fra!,cos, dijo uno <strong>de</strong> ellos, a J ulia n, le<br />

contaré mi vida con todos s us <strong>de</strong>t a lles. Le aseguro que es interesante.<br />

- ¿ Pero me va a mentir? preguntó el joven .<br />

, - No señor, respondió. Mi a migo, que está a quí, envi diá ndome<br />

los veinte francos, no me <strong>de</strong>jaría mentir.<br />

Su historia era a bomina ble. Denuncia ba un cora zón valeroso<br />

don<strong>de</strong> r einaba una sola pasión : la <strong>de</strong>l oro.<br />

Después que hubier on salido, Juliá n no era ya el mismo hombre;<br />

toda su cólera contra si mismo, ha bía <strong>de</strong>saparecido. E l atroz dolor ,<br />

envenenado por la pusila nimidad <strong>de</strong> la cual era presa <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la<br />

ausencia <strong>de</strong> la señora R enal, se ha bía convertido en melancolía.<br />

Transcurrieron cinco interminables días. Era correcto y cariñoso<br />

para con Ma til<strong>de</strong>, a q uien veía exasperada por los más vivos celos.<br />

Una noche Julián pensó seria mente en el sui cidio; su alma estaba<br />

lacerada por la horrible <strong>de</strong>sgracia en que lo ha bía a bisma do la pa rtida<br />

<strong>de</strong> la señora R enal. l\ada le agrada ba ya en la vida real ni en la ima ­<br />

ginativa. La falta <strong>de</strong> ejercicio comen zaba a alterar su salud ya darle<br />

el carácter exaltado y débil <strong>de</strong> un joven estudia nte alemán .<br />

• AsI, se <strong>de</strong>cía, que, yo moriré a los veintitres años; conce<strong>de</strong>me<br />

Dios mío cinco años más <strong>de</strong> vida con la señora <strong>de</strong> Renal.<br />

Comenzó a reir, como Mefi stófeles? H abría mayor locura que discutir<br />

semejantes cosas)<br />

1° Soy hipócrita, como si aquí hubiera alguien que me escuchara:<br />

2° Me olvido <strong>de</strong> vivir y <strong>de</strong> amar , cua ndo ta n pocos días me queda n<br />

<strong>de</strong> vida. i Ay ! la señora está ausente, y q uizás su marido no la permita<br />

vol ver a Besanc;:on !<br />

La noche había avanza do mucho. U na ó dos horas <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> un<br />

tranquilo sueño, llegó Fouqué. ]uliá n se encontra ba m uy resuelto,<br />

como el hombre que ve cla ra mente en su a lma.


CAPITULO LXXIII<br />

Yo no puedo jugar a ese pobre abate Chas-Berna rd la mala<br />

pasada <strong>de</strong> llamarlo, dijo a Fouqué; no comería el hombre en tres<br />

d ías. Pero procura encontrarme un sacerdote amigo <strong>de</strong>l señor Pirard<br />

e inaccesible a las influencias <strong>de</strong> la ciudad.<br />

Fouqué esperaba impacientemente aquella <strong>de</strong>claración. J uJián<br />

cumpli ó todo lo que a sí mismo se <strong>de</strong>bla. Gracias a l abate Frilair, y<br />

a pesar <strong>de</strong> la elección <strong>de</strong> su confesor , Julián fué protegido en s u calabozo<br />

por la congregación . Con más habitidad, hubiera podido escapar<br />

se. Pero el a ire insano <strong>de</strong>l calabozo, producía dos e fectos;<br />

s u r azon d isminuía. Por eso fu é más feli z a la vuelta <strong>de</strong> la señora <strong>de</strong><br />

Renal.<br />

- Mi gran <strong>de</strong>ber, está aquí contigo, d ij o al abra za rlo ; m e he escapado<br />

<strong>de</strong> Verrieres.<br />

J ulián no t enía con ell a ningún amor pr opio, y le r efirió todas<br />

sus <strong>de</strong>bilida<strong>de</strong>s. E lla fué buena y encantadora con él.<br />

Ninguna palabra pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>scribir los excesos y las locuras <strong>de</strong> a nor<br />

<strong>de</strong> J uliá n . A fuersa <strong>de</strong> oro y usando y abusando <strong>de</strong>l crédito <strong>de</strong> s u<br />

tía. célebre y rica <strong>de</strong>vota, la señora Renal consiguió visitar a J ulián<br />

dos veces diarias. _-\nte aquella n oticia, los celos <strong>de</strong> Matil<strong>de</strong> la exasperaron<br />

hast a la locura. El señor F rila ir le había <strong>de</strong>clarado que t odo<br />

su crédito no le permitía <strong>de</strong>safiar la impru<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> ver a s u amigo<br />

dos veces por día. Matil<strong>de</strong> hizo seguir a la señor a Renal a fin <strong>de</strong><br />

conocer sus menores actos. El señor <strong>de</strong> Fr ila ir empleaba todos sus<br />

recursos con mucha habilidaú para.<strong>de</strong>mostrarle que J ulián era indigno<br />

<strong>de</strong> ella.<br />

En medio <strong>de</strong> todos s us t orment os ell a le amaba más, y ca da día<br />

le hacía una nueva escena.<br />

Juliá n quería, a todo trance, ser honr ado hasta el fin <strong>de</strong> sus días<br />

con aquell a joven a quien habla comprometido tan gravemente ;<br />

pero a cada inst ante, el amor sin límites q ue sent ía por la señora<br />

Ren" l, le ha cía Fer<strong>de</strong>r la cabeza. Cuando por medio <strong>de</strong> buenas razones


ROJO V NEGRO 397<br />

conseguía <strong>de</strong>mostrar a Matil<strong>de</strong> la inocencia <strong>de</strong> las visitas <strong>de</strong> la señora<br />

R enal le <strong>de</strong>cía : Ahora la solución <strong>de</strong>l drama está próxima. Es una<br />

e xcusa para mí si no sé fingir m ejor.<br />

La señorita <strong>de</strong> la Mole supo la muerte <strong>de</strong>l marqués <strong>de</strong> Croisenois.<br />

El señor <strong>de</strong> Thaler, aquel joven ta n rico, se había per mitido a lgunos<br />

comentarios <strong>de</strong>sfavorables sobre la <strong>de</strong>saparición <strong>de</strong> Matil<strong>de</strong>. El<br />

señor <strong>de</strong> Croisenois, le r ogó que los <strong>de</strong>smintiera; el señor <strong>de</strong> Thaler ,<br />

le enseñó cartas anónimas dirigidas a él, y llenas <strong>de</strong> ta les <strong>de</strong>talles,<br />

que fué imposible al pobre marqués continuar negando la evi<strong>de</strong>ncia.<br />

El señor <strong>de</strong> Thaler , se permitió groseras bromas. Lleno ele cólera<br />

y <strong>de</strong> mal humor el marqués exigió<br />

tales reparaciones que el millonario<br />

prefirió un duelo. - La<br />

idiotez triunfó, y uno <strong>de</strong> los hombres<br />

m ás dignos <strong>de</strong> ser amados,<br />

encontró la muerte antes <strong>de</strong> los<br />

'Veinti-cuatro años.<br />

Aquella muerte hizo una impresión<br />

extraiia sobre el alma<br />

<strong>de</strong>bilitada <strong>de</strong> Julián.<br />

- El pobre Croisenois, ha sido<br />

r ealmente muy razonable y muy<br />

honrado con respecto a nosotros,<br />

<strong>de</strong>cía a Matil<strong>de</strong>. Debió odiar me,<br />

-c uando usted cometía aquellas impru<strong>de</strong>ncias<br />

por mi en el salón <strong>de</strong><br />

'su señora madre, y provocarme a<br />

un d ualo ; porque el odio que s uce<strong>de</strong> ¿ Es posíhle, hijo mio? (Pág. 3?8i<br />

al <strong>de</strong>sprecio es casi siempre furioso.<br />

La muerte <strong>de</strong>l señor <strong>de</strong> Croisenois, cambió en el espíritu <strong>de</strong> Julián<br />

todas sus i<strong>de</strong>as respecto al porvenir <strong>de</strong> lI'latil<strong>de</strong>. Empleó varios días<br />

·en <strong>de</strong>mostrarle que <strong>de</strong>bía aceptar la mano <strong>de</strong>l señor <strong>de</strong> Luz .• Es un<br />

)lOmbre thnido, y a quien indudablemente espera un gra n porvenir,<br />

le <strong>de</strong>cía. Con ambición más sombría y más continua q ue el pobre<br />

'Croisenois, sin ducado, sin fa milia, no opondrá ninguna dificultad<br />

a su matrimonio con la viuda <strong>de</strong> Sorel,<br />

- y una viuda que <strong>de</strong>sprecia las gran<strong>de</strong>s pasiones, a ñadió con<br />

maldad Matil<strong>de</strong> ; porque he vivido lo suficiente para ver , <strong>de</strong>spués


ROJO Y NEGRO<br />

<strong>de</strong> seis meses, que su marido la pospone a una mujer, causa <strong>de</strong> todas<br />

sus <strong>de</strong>sgracias<br />

- E s usted injusta. Las visitas <strong>de</strong> la señora Renal, proporcionarán<br />

argumentos singulares al abogado <strong>de</strong> París encargado <strong>de</strong> gestionar<br />

mi indulto. Describirá al asesino ro<strong>de</strong>ado <strong>de</strong> los cuidados <strong>de</strong> su victima.<br />

Esto pue<strong>de</strong> producir efecto, y quizás algún día me vea usted<br />

como protagonista <strong>de</strong> algún drama<br />

Unos celos furiosos, inaccesibles a la venganza, la continuidad <strong>de</strong><br />

una <strong>de</strong>sgracia sin esperanza porque a un suponiendo a ]uliá n salvado<br />

¿ cómo conquistar <strong>de</strong> nuevo su corazón' La vergüenza y el dolor<br />

<strong>de</strong> amar más que nunca a aquel infiel amante, , umían a Matil<strong>de</strong> <strong>de</strong><br />

la Mole en un hosco silencio, <strong>de</strong>l cual los cuidados oficiosos <strong>de</strong>l abate<br />

Frilair ni la ruda franqueza <strong>de</strong> Fouqué, podían sacarla.<br />

En cuanto a Julián, exceptuados los momentos usurpados por la<br />

presencia <strong>de</strong> Matil<strong>de</strong>, vivía <strong>de</strong> amor y sin pensar casi en el porvenir,<br />

Por un extraño efecto <strong>de</strong> esta pasión, sin fingimiento alguno, la señora<br />

Renal participaba <strong>de</strong> su abandono y casi <strong>de</strong> su dulce alegría.<br />

- En otros tiempos, le <strong>de</strong>cía ]ulián, cuando yo hubiera podido<br />

ser tan feliz en nuestros paseos por los bosques <strong>de</strong> Vergy, una ambición<br />

fogosa arrebataba mi espíritu hacia el país <strong>de</strong> las ambiciosas<br />

ilusione6. En vez <strong>de</strong> estrechar contra mi corazón ese encantador<br />

brazo que tan cerca estaba <strong>de</strong> mis labios, 'el futuro me robaba a ti.<br />

Estaba entregado por completo a los enormes combates que me<br />

hubiera sido necesario librar para conseguir una colosal fortuna ...<br />

No; yo habría muerto sin conocer la felicidad, sino hubieras venido<br />

a verme a este calabozo.<br />

Un inci<strong>de</strong>nte, que fué muy sensible para ]ulián, fué causado por<br />

la señora Renal. Alguna amiga intrigante, convenció a aquel alma<br />

sencilla, <strong>de</strong> que era una obligación suya marchar a Saint-C1oud y .<br />

arrojarse a los pies <strong>de</strong>l Rey, procurando obtener el indulto. Ella<br />

habla hecho el sacrificio <strong>de</strong> separarse <strong>de</strong> J ulián, y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> tal<br />

esfuerzo, la violencia <strong>de</strong>l espectáculo, que en otros tiempos le hubiera<br />

parecido peor que la muerte, no era ya nada ante sus ojos.<br />

- Iré al Rey, le <strong>de</strong>clararé en voz alta que eres mi amante_<br />

La vida <strong>de</strong> un hombre, y sobre todo <strong>de</strong> un hombre como ]ulián.<br />

<strong>de</strong>be borrar toda clase <strong>de</strong> consi<strong>de</strong>raciones. Diré que has atentado<br />

contra mi vida por celos. Hay numerosos ejemplos <strong>de</strong> pobres jovenes<br />

salvados. en semejante caso, por la indulgencia <strong>de</strong> los jurados o<br />

por la bondad <strong>de</strong>l Rev.


402<br />

ROJO V NEGI


IMPRENTA DE LA CASA EDITORIAL<br />

131 , Boulevard Sainl-Michcl - Paris.

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