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rojo y negro - Dirección General de Bibliotecas

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24<br />

ROJO Y NEGRO<br />

rente <strong>de</strong> la <strong>de</strong> sus hermanos mayores, pero le era odiosa aquella<br />

obsesión por la lectura; él no sabía leer.<br />

En vano llamó a ] ulián dos ó tres veces ; la atención que el joven<br />

aplicaba al libro más que a la sierra, le impedía oir la terrible voz <strong>de</strong><br />

su padre. Este, a pesar <strong>de</strong> su avanzada edad, se colocó <strong>de</strong> un salto<br />

sobre la viga sometida a la acción <strong>de</strong>l a ,;ierra, y <strong>de</strong> allí alcanzó aquella<br />

en la cual se hallaba sentado Julián. De un golpe, hizo rodar al río<br />

el libro que su hijo le;a ; <strong>de</strong> un puñetazo en la cabeza, le hizo per<strong>de</strong>r<br />

el equilibrio, y hubiera caído <strong>de</strong>s<strong>de</strong> una altura <strong>de</strong> quince pies, sobre<br />

la máquina, que lo hubiese <strong>de</strong>strozado, <strong>de</strong> no h aberle asido el tío<br />

Sorel con la mano izquierda.<br />

- i. Piensas, gandul, estar leyendo siempre tus malditos libros,<br />

cuando te encargo que vigiles la sierra ? Léelos por la noche,<br />

cuando vas a per<strong>de</strong>r el tiempo en casa <strong>de</strong>l cura.<br />

Julián, aturdido por el golpe y echando sangre, se acercó a su<br />

puesto, al lado <strong>de</strong> la sierra. Lloraba, menos por el puñetazo recibido<br />

que por haber perdido un libro que adoraba.<br />

"i Baja, animal, que hablemos!" El ruído <strong>de</strong> la máquina no permitió<br />

a Julián oir esta or<strong>de</strong>n. Su padre, que ya había bajado, n o queriendo<br />

molestarse <strong>de</strong> nuevo en subir, cogió una larga pértiga d e varear<br />

nueces y le dió con ella un golpe en la espalda. Apenas Juliá n estuvo<br />

a su lado, cuando a empellones le empujó hacia su casa. I Dios sabe<br />

lo que va a hacer conmigo! pensaba el joven. Al pasar miró en el<br />

rio el sitio don<strong>de</strong> habia caído su libro, que era el que más le interesaba<br />

<strong>de</strong>' todos los que poseía, y cuyo titulo era: El m .... orial <strong>de</strong> Salita Elrna.<br />

Tenia la cara encendida y los ojos bajos. Era un joven <strong>de</strong> dieciocho<br />

años, débil en apariencia, <strong>de</strong> rasgos irregula res, mas d elicado' ,<br />

y na riz aguileña. Sus gran<strong>de</strong>s ojos <strong>negro</strong>s, que en los momentos <strong>de</strong><br />

tranquilidad acusaban reflexión y fuego, estaban en este instante<br />

animados por la expresión <strong>de</strong>l odio más feroz. Sus cabellos <strong>de</strong> color<br />

c.astaño obscuro y muy próximos a la frente, reducían esta y, en<br />

los momentos <strong>de</strong> cólera le daban un asp ecto t errible. Entre las<br />

innumerables varieda<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la fisonomía humano n o hay t a l vez<br />

ninguna que se haya distinguido por una expresión ta n singular.<br />

Su talle esbetto <strong>de</strong>notaba más agilidad que vigor. D es<strong>de</strong> su<br />

infancia. su aspecto reconcentrado y su extremada pali<strong>de</strong>z<br />

ha bían dado a su padre el presentimiento <strong>de</strong> que n o viviría<br />

mucho tiempo, ó que si vivía, sería una carga para la familia.<br />

Objeto <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sprecio <strong>de</strong> todos en 8U casa, odiaba a sus hermanos y

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