rojo y negro - Dirección General de Bibliotecas
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ROJO Y NEGRO 197<br />
- I Cómo ! i Completa mente vestida! dijo s u marido entrando<br />
i P ara cenar has t enido necesidad <strong>de</strong> cerrar la puerta!<br />
Los días anterinrcs, a quella pregunta hecha con t od a la sequedad<br />
c.on yugal, huhiera t urbad o a la señora R ena l. Pero esta se da b a<br />
cuenta <strong>de</strong> que Su marido no ten ía que hacer sino inclinar un poco el<br />
cuerpo para ver a Juliún, pues se ha bla sentado sobre la sill a q ue el<br />
joven ocupaba un m om ento a ntes, enfrente <strong>de</strong>l cana pé.<br />
E l dolor <strong>de</strong> cabeza sirvió <strong>de</strong> excusa a t odo. Mient ras que s u m a rido<br />
le referia los inci<strong>de</strong>ntes <strong>de</strong> la poule q ue h abía gan ado en el ca sino,<br />
una pOllle d e diecinueve fra ncos ¿ eh ) ella vió sobre una silla , a<br />
tres pasos <strong>de</strong> d ista ncia, e l sombrero <strong>de</strong> Julián . Su serenidad fu é t errible;<br />
comen zó a <strong>de</strong>snudarse, y en un, m omento oportuno, pasando<br />
a espaldas <strong>de</strong> su ma rido, a rrojó unas enaguas sobre la silla en d on<strong>de</strong><br />
esta ba el sombrero, que q ued ó cubierto d e aquel m od o.<br />
Por fin el seii or R ena l se ma r ch ó. Suplicó ell a a Julián que reanudara<br />
el relat o <strong>de</strong> su vida en el seminario. " Anoch e no t e escuch aba;<br />
mient ras hablabas, yo tenía mi a tención puesta en los m edios <strong>de</strong> que<br />
m e valdría para conseguir q ue t e m a rcha ras <strong>de</strong> mi la do. "<br />
Era aquell o impru <strong>de</strong>nte. H ablaban en voz alta. Serían las dos <strong>de</strong><br />
la ma fi a na, cua ndo fueron <strong>de</strong> nuevo interrumpidos por un golpe<br />
violento dado e n la puerta. E ra otra vez el seiior R enal. - i Abre en<br />
seguida! i H ay ladrones en la casa! Salnt-Jean ha encontrado una<br />
escala esta ma ñana!<br />
- H e aquí el fin <strong>de</strong> todo, exc lamó la señe ra R enal arrojándose<br />
e n los brazos <strong>de</strong> Juliá n . Vie ne a n.atarnos a los dos ; p ues esto d e<br />
los ladrones es una invención . Yo)' a nlorir entre tus brazos, más feliz<br />
en la ll1ucrte que nunca lo fuí en la v ida.<br />
y mientras su marido, encoleri zado, continuaba golpeando la<br />
puerta, sin obter. er respuesta, ell a besaba a Juliá n con pasión . Salva<br />
a la madre <strong>de</strong> Esta nislao, le dijo él con a utoridad . Voy a salta r al<br />
patio por la venta na <strong>de</strong>l gabinete y a escapar por el ja rd ín . Los perros<br />
me ha n reconocido. H a z un paquete con mis vestidos y arrója los<br />
al jard ín ta n p ronto como puedas. Mientras t a nto, <strong>de</strong>ja q ue <strong>de</strong>rriben<br />
la puerta. Sobre t odo, n ada <strong>de</strong> confesar la verdad , t e lo prohibo;<br />
es preferible que tenga sospechas a q ue posea la certeza.<br />
- i Vas a m atarte saltando ! fu é la única respuest a, la única inquietud<br />
<strong>de</strong> la señora R enal.<br />
F ué con él a la venta na <strong>de</strong>l gabinete; t om ó el tiem po necesario<br />
para escon<strong>de</strong>r los t ra jes, y por fin . abrió a su m arido que esta ba <strong>rojo</strong>