rojo y negro - Dirección General de Bibliotecas
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ROJO Y NEGRO<br />
emociones <strong>de</strong>licadas. Aquella contemplación traicionó al Director.<br />
Su voz se alteró emocionada.<br />
- Pues bien, hijo mío, si, t e t engo afecto. El cielo sabe que es<br />
contra mi <strong>de</strong>seo. Yo <strong>de</strong>bía ser justo y no tener ni odio ni cariño a<br />
nadie. Tu carrera será penosa. Veo en tí algo que ofen<strong>de</strong> a la vulgaridad.<br />
La envidia y la calumnia te perseguirán. E n cualquier lugar<br />
que la Provi<strong>de</strong>ncia t e coloque, tus compañeros no podrán tratarte<br />
sin aborrecerte; y si te fingen afecto, será para tra icionarte con mayor<br />
seguridad. Contra eso, no hay sino un remedio : no recurras más<br />
q ue a Dios, que te ha dado, para castigarte <strong>de</strong> esa presunción, esa<br />
necesidad <strong>de</strong> ser odiado. Que tu conducta sea pura. Si tienes energía<br />
para mantener una invencible, inquebrantable conducta, tus enemigos,<br />
tar<strong>de</strong> ó t emprano, se <strong>de</strong>clararán vencidos, se humillarán. ,.<br />
Hada tanto tiempo que Julián no había oído una voz amiga, que<br />
hemos <strong>de</strong> perdonarle esta <strong>de</strong>bilidad : rompió a llorar. El abate Pirard<br />
le abrió los brazos. Aquel momento fué muy dulce para ambos.<br />
Julián estaba loco <strong>de</strong> alegría. Aquel ascenso era el primero que<br />
lograba; las ventajas eran enormes. Para valorarlas, seria preciso<br />
est ar con<strong>de</strong>nado a pasar meses enteros sin un momento <strong>de</strong> soledad<br />
y en contacto inmediato con compafieros importunos algunos y<br />
otros intolerables.<br />
Ahora, Julián comía solo o casi solo, una hora <strong>de</strong>spués que los<br />
<strong>de</strong>más seminaristas; t enía una llave <strong>de</strong>l jardlO¡ y podía pasearse<br />
en él durante las horas en que aquel estaba <strong>de</strong>sierto.<br />
Con gran sorpresa, Julián advirtió que lo odiaban menos, cuando<br />
el esperaba, por el contrario, un aumento <strong>de</strong> envidia. Aquel <strong>de</strong>seo<br />
secreto <strong>de</strong> que no le dirigieran la palabra, que era <strong>de</strong>masiado maIllfiesto,<br />
que le valla t antos enemigos, no fué, en a<strong>de</strong>lante, una marca<br />
<strong>de</strong> ridlcula altivez. A los ojos <strong>de</strong> los vulgares personajes que le ro<strong>de</strong>aban,<br />
quedó como un justo sentimiento <strong>de</strong> su dignidad. El odio disminuyó<br />
consi<strong>de</strong>rablemente, sobre todo entre los más jóvenes, que<br />
ahpra eran discípulos suyos, y que él trataba con mucha corrección.<br />
Poco a poco, llegó hasta a tener partidarios.<br />
Después <strong>de</strong> la nueva dignidad <strong>de</strong> Julián, el Director <strong>de</strong>l Seminario<br />
afectó no hablarle nunca sin testigos. Había en semejante<br />
conducta, pru<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> parte <strong>de</strong>l profesor y pru<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> parte<br />
<strong>de</strong>l discípulo. Pero había, sobre todo, e¡¡sayo. El principio invariable<br />
<strong>de</strong>l severo jansenista P irard, era : " Si un hombre tiene mérito a<br />
nuestro parecer, pongamos en su camino todos los obstáculos ima-