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rojo y negro - Dirección General de Bibliotecas

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ROJO Y NEGRO<br />

Si es un extrano, me escaparé corriendo; pero si es ella, ¿ qué recepción<br />

me aguarda? Está arrepentida, y entregada a la más pura<br />

<strong>de</strong>voción ; <strong>de</strong> eso no bay duda ; pero al fin yal cabo, algun recuerdo<br />

tendrá <strong>de</strong> mí cuando acaba <strong>de</strong> escribirme. Esta razón lo <strong>de</strong>cidió.<br />

Latiéndole el corazón con violencia, mas <strong>de</strong>cidido a verla, arrojó<br />

algunas piedrecitas a la venta na. No hubo respuesta. Apoyó la escala<br />

contra el alfeizar, y llamó él mismo, silenciosamente al principio<br />

y más fuerte <strong>de</strong>spués. " Por muy profunda que sea la obscuridad me<br />

pue<strong>de</strong>n disparar un balazo " pensó. Y aquel pensamiento redujo la<br />

loca empresa a una cuestión <strong>de</strong> bravura.<br />

Descendió, apoyó la escala contra una <strong>de</strong> las persianas, volvió a<br />

subir y, pasando un ma no por la abertura en forma <strong>de</strong> corazón,<br />

consiguió coger el alambre que servía pa ra abrir la ventana. CCIIl<br />

inexplicable alegría, vió cómo cedían las hojas <strong>de</strong> la ventana, lo<br />

suficiente para permitirle pasar la cabeza y <strong>de</strong>cir en voz baja :<br />

« Es un amigo l),<br />

Se aseguró, prestando atención, <strong>de</strong> que- nada turbaba el silencio <strong>de</strong><br />

la habitación; pero <strong>de</strong>cididamente, mo había lamparilla en la alcoba,<br />

y aquella era mala señal.<br />

" i Ojo con el balazo! " re fl exionó un momento. Despues, con<br />

un <strong>de</strong>do, llamó en los cristales; ninguna respuesta.<br />

- Aunque tuviera que romper los cristales hay que acabar. Y se<br />

<strong>de</strong>cidió. Al seguir llamando, cada vez vez más fuerza, creyó ver en<br />

la habitación una sombra blanca que la atravesaba muy <strong>de</strong>spacio.<br />

De pronto, vió una mejilla que se a poyaba sobre el cristal por el<br />

cual él miraba.<br />

Se alejó un poco. Pero ta n negra era la noche, que aún a aquella<br />

distancia no pudo conocer si la sombra blanca era la señora R enal.<br />

Temió el primer grito <strong>de</strong> alarma; oía a los perros gruñir y andar al<br />

pie <strong>de</strong> la escala . , Soy yo, repetía en voz alta, un amigo. " No hubo<br />

respuesta ; el fantasma blanco había <strong>de</strong>saparecido i "i Abrame, es<br />

preciso que le hable; soy muy <strong>de</strong>sgraciado! " Y llamaba con riesgo<br />

<strong>de</strong> romper los cristales.<br />

Un ruído seco se oyó; las persianas cedieron y ] ulián saltó con tigereza<br />

al centro <strong>de</strong>l dormitorio.<br />

El fantasma lJlanco se aleja ba; lo cogió entre sus brazos; era una<br />

mujer. Y entonces <strong>de</strong>sapa recieron todas sus i<strong>de</strong>as <strong>de</strong> valor. ¿ Qué<br />

va a pensar <strong>de</strong> mí si es ella ? , ¿ Qué pasó por todo su ser cuando a<br />

oir un ligero grito reconoció a la señora Renal?

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