rojo y negro - Dirección General de Bibliotecas
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16 R O J O Y NEGRO<br />
He aquf la gran frase que gufa a todo Verrieres : dar provecho,<br />
Este es el pensamiento <strong>de</strong> las tres cuartas partes <strong>de</strong> los h a bitantes.<br />
Dar provecho, es el argumento que lo <strong>de</strong>ci<strong>de</strong> t odo en esta l'equeña<br />
ciudad, que t an linda os pareda. El fOl astero que llega a ell a seducido<br />
por la hermosura <strong>de</strong> los frescos y profundos valles que la ro<strong>de</strong>an,<br />
piensa, al principio, que SllS h abitantes son sensibles a la belleza ;<br />
a cada paso encomia n la <strong>de</strong> su suelo, y ello les interesa pero la r azón<br />
<strong>de</strong> esta propaganda, es el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> traer gente que enriquezca a los<br />
posa<strong>de</strong>ros y que, por el mecanismo <strong>de</strong>l impuesto, di provecho á la<br />
ciudad.<br />
En un hermoso dfa <strong>de</strong> otoño el señor Renal iba por el P aseo<br />
<strong>de</strong> la Fi<strong>de</strong>lidad, <strong>de</strong>l brazo <strong>de</strong> su esposa. Al mismo tiempo q ue esta<br />
eséuchaba a su m arido, que h a bla ba con cierto tono <strong>de</strong> gra vedad,<br />
seguía inquieta con la vista los m ovimientos <strong>de</strong> tres niños. El<br />
mayor, que tendría unos once años, se aprox ima ba muy a menudo<br />
al parapeto, con visible <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> subir a él. Una voz dulce pro <br />
nunciaba entonces la p alabra ¡Adolfo ! y el niño renunciaba a su<br />
atrevido proyecto. La señora R enal, pa recía una mujer <strong>de</strong> treinta<br />
años, pero aún se conservaba linda.<br />
- Quizás tendrá motivos <strong>de</strong> arrepent irse ese gall a rdo señor <strong>de</strong><br />
París, <strong>de</strong>cía el señor R enal, con aspecto ofendido y la cara m ás pá lida<br />
que <strong>de</strong> costumbre. Aún tengo a lgunos amigos en P alacio ..<br />
El gallardo señor <strong>de</strong> París, ta n odiado por el alcal<strong>de</strong> <strong>de</strong> Verrieres,<br />
era el Sr. Appert quien, dos días antes, había encontrado el m edio<br />
<strong>de</strong> penetra r, no solamente en la prisión y en el asilo <strong>de</strong> mendigos,<br />
sino ta mbién en el hospital, gratuita mente administrado p or el<br />
Alcal<strong>de</strong> y por los principales propietarios <strong>de</strong>l lugar.<br />
- Pero, <strong>de</strong>cía timidamente la señora Renal ¿ qué daño pue<strong>de</strong><br />
hacer mas ese señor <strong>de</strong> París, puesto que administra is vosotros el<br />
bien <strong>de</strong> los pobres con la más a bsoluta p robidad?<br />
- Es que no ha venido sino con el obj eto <strong>de</strong> censuram os, y en<br />
seguida insertará artículos sobre ello en los periódicos libera les.<br />
- Pero si nunca los leéis .. .<br />
- No importa : nos hablan luego <strong>de</strong> esos a rtículos jacobinos.<br />
T odo esto nos distrae, y >zas Impi<strong>de</strong> hacer el bie... En cua nto a mi,<br />
ja más perdonaré al cura.