rojo y negro - Dirección General de Bibliotecas
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ROJ O Y N E G R O 97<br />
siet e años antes ha bían servido para la recepción, en la Ciudad, <strong>de</strong><br />
un Príncipe <strong>de</strong> la sangre.<br />
A las siete, la señora R enal llegó a Verricres, acompa ñada <strong>de</strong><br />
J uliá n y <strong>de</strong> los niños. Encontró su salón lleno <strong>de</strong> señoras li bera les,<br />
que predicaba n la unión <strong>de</strong> los partidos, y venían a suplicarle que<br />
obtuviera <strong>de</strong> su marido una pla za en la guardia <strong>de</strong> honor pa ra los<br />
su yos. Una <strong>de</strong> ellas <strong>de</strong>cía que si su marido no era elegid o, haría<br />
quiebra, <strong>de</strong>l sentimiento. La señora R enal <strong>de</strong>spidió inmediat a mente<br />
a tojo el mundo; pa recía preocupada.<br />
Juliá n se sorprendió mucho y hasta se disgust ó, porq ue ella no<br />
quiso <strong>de</strong>cirle <strong>de</strong> qué se trataba. " Ya lo h abía previsto, dij o el joven<br />
lleno <strong>de</strong> a margura ; su amor se eclipsa ante el esplendor <strong>de</strong> un R ey que<br />
viene a visita r su casa . Todo este ruído la trastorna. Me volverá a<br />
a ma r cua ndo las i<strong>de</strong>as <strong>de</strong> su casta no le turben la cabeza. "<br />
Y , cosa sorpren<strong>de</strong>nte, él la quiso mucho más.<br />
Los tapiceros empezaron a invadir la casa; él esperó en va no largo<br />
tiempo la ocasión <strong>de</strong> d ecir a su a mada alguna pala bra. P or fin, la vió<br />
salir <strong>de</strong> su habitación, llevando un traje <strong>de</strong> él. Estaba n solos; él quiso<br />
habla rle, y ella huyó sin respon<strong>de</strong>rle. 'c Soy <strong>de</strong>masiado t onto en querer<br />
a esta mujer, a quien la ambición hace t an loca como su ma rido. "<br />
Ella lo est aba m ás: uno <strong>de</strong> sus mayores <strong>de</strong>seos, que nunca ha bía<br />
dicho á Juliá n por miedo a ofen<strong>de</strong>rl e, era <strong>de</strong> verlo un día sin su<br />
triste traje <strong>negro</strong>. Con una habilidad realmente admirable en una<br />
mujer tan sencilla, obtuvo primera mente <strong>de</strong>l señor Moirod y <strong>de</strong>spués<br />
<strong>de</strong>l Subprefecto Maugiron, la p romesa <strong>de</strong> que Juliá n sería nombrado<br />
gua rdia <strong>de</strong> honor, con preferencia a cinco o seis hij os <strong>de</strong> comerciantes<br />
acomodados. El señor Valenod que quería ofrecer su carroza a las<br />
más lindas jóvenes <strong>de</strong> la ciudad y hacer admira r sus caba llos norma<br />
ndos, consintió en prestar uno <strong>de</strong> sus caballos a Julián, el ser a<br />
quien más aborrecía. Todos los gua rdias <strong>de</strong> honor, tenían en propiedad<br />
O prest ado, uno <strong>de</strong> esos uniformes hermosos, azules, con charreteras<br />
<strong>de</strong> pla t a, que ha bía n brillado hacía siete a ños, pero la señora R enal<br />
quería un traje nuevo, y solo le queda ban cuatro d ías para encargarlo<br />
a Besan