rojo y negro - Dirección General de Bibliotecas
rojo y negro - Dirección General de Bibliotecas
rojo y negro - Dirección General de Bibliotecas
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
ROJO Y NEGRO 191<br />
brusca <strong>de</strong> romper tan tierna amistad, hicieron subir hasta el <strong>de</strong>lirio<br />
el transporte <strong>de</strong> amor <strong>de</strong> Julián.<br />
- I Cómo! ¿ Es posible que usted ya no me ame? exclamó con<br />
uno <strong>de</strong> esos acentos <strong>de</strong>l corazón y que tan difíciles son<strong>de</strong>oir con sangre<br />
fría.<br />
Ella no respondió. El lloraba amargamente.<br />
En realidad, no tenía Julián fuerzas para seguir hablando.<br />
- I De modo, que hasta el único ser que me ha amado, me olvida!<br />
¿ para qué vivir? l> Todo su valor le había abandonado, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que la<br />
eventualidad <strong>de</strong> encontrarse con un hombre había <strong>de</strong>saparecido.<br />
Todo se había evaporado en su corazón; todo : hasta el amor. Durante<br />
mucho tiempo lloró en silencio.<br />
- i Haga usted el favor <strong>de</strong> <strong>de</strong>cirme lo que ha sucedido! suplicó<br />
J ulián con voz entrecortada por los sollozos.<br />
- Sin duda alguna, respondió la señora Renal, con voz dura, y<br />
cuyo acento tenía algo <strong>de</strong> sequedad y <strong>de</strong> reproche hacia J ulián, sin<br />
duda alguna, mi pecado era conocido en la ciudad cuando usted se<br />
marchó. I Había habido tanta impru<strong>de</strong>ncia en sus maneras! Algunos<br />
días <strong>de</strong>spués, cuando yo estaba <strong>de</strong>sesperada, vino a verme el venerable<br />
sacerdote Chelán. En vano quiso obtener una confesión mla.<br />
Un día, tuvo la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> llevarme a la pequeña iglesia <strong>de</strong> Dijon, don<strong>de</strong><br />
yo hice mi primera comunión. Allí, se atrevió a hablarme nuevamente ,.<br />
La señora Renal interrumpió su relato porque las lágrimas la ahogaban<br />
«i Qué momento <strong>de</strong> vergüenza! continuó. Lo dije todo. Aquel<br />
hombre tan bueno no quiso abrumarme con sus reproches; se afligió<br />
y lloró la falta, al mismo tiempo que yo. En aquellos días yo escribía<br />
a usted cartas a diario; cartas que no me atrevía a enviarle; las<br />
escondía cuidadosamente, y cuando estaba <strong>de</strong>masiado triste, las<br />
lela, buscando en aquella lectura un consuelo.<br />
« Por fin, el señor Chelán consiguió que le entregase aquellas cartas<br />
Algunas, escritas con un poco más <strong>de</strong> pru<strong>de</strong>ncia, hablan sido enviadas<br />
a usted que nunca me respondió.<br />
- Jamás, te lo juro, he recibido, una carta tuya en el seminario.<br />
- I Dios mío I ¿ Quién las habrá interceptado?<br />
- Juzga cual sería mi tristeza. Hasta el dla en que te vi en la<br />
Catedral, no sabía si vivías o no.<br />
- Dios me hizo la merced <strong>de</strong> compren<strong>de</strong>r cuanto \Jecaba contra<br />
El, contra mis hijos, contra mi marido, continuó la señora Renal.<br />
El no me ha amado nunca, como yo creía entonces que usted me amaba.