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rojo y negro - Dirección General de Bibliotecas

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ROJO Y NEGRO 137<br />

conejo; le parecia volver a encontrar su familia. Ten!a la sensación<br />

Intima <strong>de</strong> querer a aquellos niños, <strong>de</strong> estar a gusto entre ellos; le<br />

sorprend!a la dulzura <strong>de</strong> sus voces, la sencillez y la nobleza <strong>de</strong> sus<br />

menores actos. Ten!a necesidad <strong>de</strong> lavar su imaginación para <strong>de</strong>spojarla<br />

<strong>de</strong> la pútrida envoltura <strong>de</strong> que la habian ro<strong>de</strong>ado las maneras<br />

vulgares y los pensamientos <strong>de</strong>sagradables que habia respirado en<br />

Verrieres.<br />

- Vosotros, los nobles, tenéis motivos y razón para ser orgullosos,<br />

<strong>de</strong>cia a la señora Renal. Y le relataba los inci<strong>de</strong>ntes <strong>de</strong> todos<br />

los banquetes a los cua,es habia asistido.<br />

- I De manera que estás <strong>de</strong> moda! Y ella reia con t oda su alma,<br />

pensando en la pintura que la señora Valenod se creia obligada a<br />

ponerse en la cara, cuando Julián iba a visitarla. « Me parece que<br />

atenta a tu corazón >1 añadía.<br />

El almuerzo fué <strong>de</strong>licioso. La presencia <strong>de</strong> los niños, aunque<br />

aparentemente molestaba, aumentaba en realidad la felicidad<br />

común. Aquellas cariñosas criaturas, no sabían cómo hacer visible<br />

la alegria que experimentaban al volver a ver <strong>de</strong> nuevo a Julián. Los<br />

criados les habían dicho, que ofreclan al joven preceptor doscientos<br />

francos más para educar a los hijos <strong>de</strong>l señor Valenod.<br />

En medio <strong>de</strong>l almuerzo, Estanislao-]avier, pálido aún por la<br />

grave enfermedad sufrida, preguntó a su madre que cuanto valla su<br />

cubierto <strong>de</strong> plata y el vaso en que bebía.<br />

- ¿ Para qué lo quieres saber ?<br />

- Quiero ven<strong>de</strong>rlos para dar el importe al señor ]ulián y que no<br />

haga el primo, al permanecer entre nosotros.<br />

Julián le dió un beso; las lágrimas afluyeron a sus ojos, y la señora<br />

Renal también lloraba, mientras el joven preceptor, que habla cogido<br />

a Estanislao sobre sus rodillas, <strong>de</strong>cla a este que no se podía emplear<br />

la frase hacer el primo, porque, era propia <strong>de</strong> gente vulgar. Viendo<br />

que la conversación distraia a la madre, procuró explicar a los niños<br />

con ejemplos prácticos y pintorescos el sentido <strong>de</strong> la frase, lo cual<br />

mantuvo la alegria. La señora Renal, loca <strong>de</strong> contento, abrazaba a<br />

sus hijos, cosa que no podia hacer sin apoyarse un poco sobre ]ulián,<br />

a quien ro<strong>de</strong>aban.<br />

De repente se abrió la puerta y apareció el señor Renal. Su severa<br />

y <strong>de</strong>scontenta cara, formó contraste con la franca alegría que reinaba<br />

en el comedor, y que su presencia ahuyentó. Su mujer pali<strong>de</strong>ció;<br />

se encontraba en uno <strong>de</strong> esos momentos en los cuales nada se niega .

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