rojo y negro - Dirección General de Bibliotecas
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188 ROJO Y NEGRO<br />
dichoso <strong>de</strong> los hombres; pensaba volver a ver a la señóra Renal.<br />
Ante todo fué a casa <strong>de</strong> su protect or .-1 buen sacerdote Chelán, que<br />
le recibió, severamente.<br />
- ¿ Cree usted que m6 <strong>de</strong>be alguna atención? le dijo el anciano<br />
sin respon<strong>de</strong>r a su saludo; pues almuerce conmigo; durante este<br />
tiempo irán a alquilar otro caballo, y se marchará <strong>de</strong> Verrieres<br />
sin ver a nad'ie.<br />
- Oir es obe<strong>de</strong>cer, respondió Julián, poniendo cara d e seminarista.<br />
y ya no se habló sino <strong>de</strong> Teología y <strong>de</strong> latín.<br />
Montó a caballo, recorrió una legua, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> lo cual se emboscó<br />
entre los árboles, don<strong>de</strong> nadie pudiera verle. A la caída <strong>de</strong> la ta r<strong>de</strong><br />
<strong>de</strong>volvió el caballo. Más tar<strong>de</strong>, cuando la noche hubo cerrado, se<br />
dirigió a la casa <strong>de</strong> un labrador que consintió, mediante una rem uneración,<br />
en ven<strong>de</strong>rle una escala y llevarla hasta la entrada <strong>de</strong>l bosque<br />
que ro<strong>de</strong>a el paseo <strong>de</strong> la Fi<strong>de</strong>lidad, en Verrieres.<br />
"SegUl:amente acompaño a un <strong>de</strong>sertor o a un contraba ndista,<br />
pensó el la briego al <strong>de</strong>spedirse <strong>de</strong> él, pero i qué importa! la escalera<br />
ha sido bien pagada y yo mismo he hecho eso otras veces.<br />
La noche era muy obscura. Hacia la una <strong>de</strong> la mañana ]uliá n,<br />
cargado con su escala, entró en Verrieres. Descendió tan pronto<br />
como pudo h asta el lecho <strong>de</strong>l torrente que atraviesa los magníficos<br />
jardines <strong>de</strong>l señor R enal, a una profundidad <strong>de</strong> seis pies y encauzado<br />
por murallones. Julián subió la escala con gran facilidad. ¿ Qué<br />
recibimiento me harán los perros? pensó. Ese es t odo el peli gro.<br />
Los perros ladraron y galoparon hacia él, pero el joven silbó cariñosamente,<br />
y los animales vinieron a lamerle las manos.<br />
Saltando entonces <strong>de</strong> t erraza en terraza, aunque t odas las verj as<br />
estuvieran cerradas, le fué muy fácil llegar bajo la ventana <strong>de</strong> la<br />
habitación <strong>de</strong> la señora R enal que, por el lado <strong>de</strong>l jardín está a<br />
una altura <strong>de</strong> ocho o diez pies <strong>de</strong>l suelo.<br />
Habla, en las persianas, una abertura en forma <strong>de</strong> corazón que<br />
Julián conocía muy bien. Con disgusto vió que aquella abertura no<br />
estaba iluminada por la luz <strong>de</strong> la lamparill a .<br />
I Dios mio! pensó; ¿ acaso la h a bitación no está ocupada por la<br />
señora Renal? La familia está en Verrieres, puesto que se h allan<br />
aqul los perros, pero en esta habitación sin lu., puedo encontrar a<br />
cualquier extraño, a al mismo señor Renal, y entonces i qué<br />
escándalo I<br />
Lo más pru<strong>de</strong>nte era retirarse, pero aquell a i<strong>de</strong>a horrorizó a ] ulián