rojo y negro - Dirección General de Bibliotecas
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360 ROJO Y N EGRO<br />
buen r at o los cinco fra n cos que espera pa ra ven<strong>de</strong>r su jura mento. "<br />
Cua ndo el carcelero vió que la cena t er m inaba sin t enta tivas <strong>de</strong><br />
seducción , d ij o con aire falsamente cariñoso:<br />
- E l a fecto que le profeso, señor Julián , m e obliga a ha blar, a<br />
pesar <strong>de</strong> q ue d icen que es contra el interés <strong>de</strong> la justicia, porque eso<br />
a yuda a la organización <strong>de</strong> la <strong>de</strong>fensa. El señor Juliá n q ue es un buen<br />
hombre, quedará muy contento si le digo que la señora Renal va<br />
m ucho mejor .<br />
- ¡ Cóm o ! ¿ 1'\0 est á muerta? excla m ó Juliá n fuera <strong>de</strong> sí.<br />
- ¿ Pero no sabía usted nada? dijo el car celero con a ire est úpido<br />
que muy pronto se cam h ió en el <strong>de</strong> la avaricia satisfecha. Será muy<br />
just o q ue el seii or dé a lgo a l ciruja no q uien , según la ley y la justicia,<br />
no <strong>de</strong>be nunca hablar. Mas por dar gusto a usted , he ido a su casa<br />
y m e lo h a r eferido t odo.<br />
- En fin la herida n o es m ortal. le dijo Juliá n, lleno <strong>de</strong> impaciencia<br />
¿ Me r espon<strong>de</strong>s, p or tu vida?<br />
E l ca rcelero, gigante <strong>de</strong> seis pies <strong>de</strong> alto, tuvo miedo y se r etiró<br />
hacia la puerta. Juliá n vió que h abía em prendido un m a l camino<br />
para llegar a con ocer la verdad . Se volvió a sentar y arrojó una<br />
moneda al señor Noiroud.<br />
A m edida que el rela to <strong>de</strong> aquel hombre p robaba a Juliá n que la<br />
herida <strong>de</strong> la setlora R enal no era m orta l, se sentía domina do por<br />
el lla nto<br />
- ¡Már chese! dijo bruscam ente.<br />
E l ca rcelero obe<strong>de</strong>ció. Apenas se cerró la p uerta, exclam ó Juliá n .<br />
- i Dios mío ! i No ha muerto!<br />
y cayó <strong>de</strong> r odillas llora ndo consola dor as lágrimas.<br />
E n a quel supremo inst ante, era creyente y fer voroso.<br />
E ntonces sola mente, comenzó J ulián a arrepentirse <strong>de</strong>l<br />
cometido. Por una coinci<strong>de</strong>ncia q ue le evitó la <strong>de</strong>sesperación , acababa<br />
<strong>de</strong> cesar en aquel pr eciso m omento el est ado d e irritacion fí sica<br />
y <strong>de</strong> semi-locura en que estaba sum ido <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su via je <strong>de</strong> Par ís a<br />
\"errieres.<br />
Las lágrimas tenía n un origen generoso, porq ue no t enía d uda<br />
a lguna sobre la sentencia que le esperaba.<br />
- i De m odo que vivirá ! se <strong>de</strong>cía; viv irá para perdona r me y<br />
para a m arme ..<br />
_-\1 día sigui"nte mu)' t ar<strong>de</strong>, cua ndo el car celelO le <strong>de</strong>spertó, le<br />
dijo: