Marc Bloch, Introducción a la Historia
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132 EL ANÁLISIS HISTÓRICO<br />
sentido llegan a molestar. Una pa<strong>la</strong>bra vale muchísimo menos<br />
por su etimología que por el uso que se hace de el<strong>la</strong>.<br />
Si "capitalismo", aun en sus aplicaciones más amplias, está<br />
lejos de extenderse a todos los regímenes económicos donde<br />
el capital de los prestamistas desempeñó su papel, si<br />
"feudal" sirve corrientemente para caracterizar sociedades<br />
en <strong>la</strong>s que el feudo no fue el rasgo más significativo, no<br />
hay ahí nada que contradiga <strong>la</strong> práctica universal de todas<br />
<strong>la</strong>s ciencias, obligadas —desde el momento en que no se<br />
contentan con puros símbolos algebraicos— a buscar lo<br />
suyo en el vocabu<strong>la</strong>rio confuso de <strong>la</strong> vida cotidiana. ¿Quién<br />
se escandalizará porque el físico persista en denominar átomo,<br />
es decir, indivisible, al objeto de sus más audaces disecciones?<br />
Mucho más peligrosos son los efluvios emotivos de<br />
los que nos llegan cargadas tantas pa<strong>la</strong>bras. En el lenguaje,<br />
<strong>la</strong>s potencias del sentimiento rara vez favorecen <strong>la</strong><br />
precisión.<br />
Entre los historiadores, el uso tiende a enmarañar, de<br />
<strong>la</strong> manera más enojosa, <strong>la</strong>s expresiones "régimen feudal"<br />
y "régimen señorial". Es asimi<strong>la</strong>r arbitrariamente a <strong>la</strong> red<br />
de <strong>la</strong>zos de dependencia característica de una aristocracia<br />
guerrera un tipo de sujeción campesina de muy distinta<br />
naturaleza, que, adenás, existía desde mucho antes, duró<br />
mucho más y tuvo, en todo el muido, mucha mayor amplitud.<br />
La equivocación se remonta al siglo xvm. Por entonces<br />
seguían existiendo el vasal<strong>la</strong>je y el feudo, pero como<br />
sencil<strong>la</strong>s formas jurídicas y desde hacía varios siglos casi<br />
vacías de sustancia. Nacido de este mismo pasado, el señorío,<br />
al contrario, continuaba vivo. En esa herencia, los<br />
escritores políticos no supieron hacer distinciones. No era<br />
sólo que comprendiesen mal. La mayoría no lo consideraban<br />
fríamente. Detestaban a <strong>la</strong> vez los arcaísmos y todavía más<br />
lo que se obstinaba en contener fuerzas opresivas. Una<br />
condenación común lo envolvía todo. Después, <strong>la</strong> Revolución<br />
abolió simultáneamente y bajo un nombre único,<br />
con <strong>la</strong>s instituciones propiamente feudales, el señorío. De él<br />
no subsistió sino un recuerdo; pero tenaz y que <strong>la</strong> imagen de