El suburbio americano - Pasqual Maragall
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<strong>El</strong> <strong>suburbio</strong> <strong>americano</strong><br />
Pascual <strong>Maragall</strong> Mira<br />
Si mirando a Norteamerica hemos de ver<br />
nuestro futuro, como querría el progresismo<br />
lineal que heredamos de la Ilustración, la ex-<br />
periencia de lo que son las ciudades centra-<br />
les en Estados Unidos debería aterrarnos.<br />
Una sucesión inexplicable de lujo y podre-<br />
dumbre; de intensidad de uso y suelo ahan-<br />
donado, arrasado como en el Berlín de 1945;<br />
de ghettos, «pequeñas Italias* y rascacielos.<br />
Apariencia de una sociedad no estmcturada,<br />
sin centro.<br />
Fabula de te narratur («de ti habla el<br />
cuento») les decía Marn a los chovinistas ale-<br />
manes de su tiempo que miraban críticamen-<br />
te a Inglaterra. Aun descontando unos gra-<br />
mos de simplificación, cabe preguntarse<br />
entonces: ¿Acabaremos nosotros igual? ¿No<br />
sstamos luchando en realidad por conseguir-<br />
o? Miremos, sin embargo, porque ahí está<br />
:1 motor de la vida norteamericana; ésta es<br />
a periferia dominante.<br />
Bosques protectores envuelven cada casa<br />
como en celofán. No hay escasez alguna de<br />
espacio. Silencio, lujo, elbowroom (espacio<br />
para los codos, como dicen los yanquis grá-<br />
ficamente); una naturaleza abundante, modi-<br />
ficada por muchos años ya de riqueza subur-<br />
bana, pero nunca totalmente borrada, como<br />
en nuestros entornos urbanos demoníacos<br />
(Vallecas, Moilet, Durango, Paterna, incluso<br />
Markisches Vierte1 y el cinturón rojo de Pa-<br />
rís). Kilómetros de <strong>suburbio</strong> inacabable don-<br />
de duermen los managers, pero también los<br />
funcionarios de la ciudad central y parte de<br />
la clase obrera.<br />
Esta es la auténtica ciudad de los ciuda-<br />
danos norte<strong>americano</strong>s, de los yanquis con<br />
carnet, no marginados, dotados de los nece-<br />
sarios atributos de raza y cultura. <strong>El</strong> mar-<br />
gen y los marginados están en el centro geo-<br />
gráfico. La ciudad en el sentido ateniense<br />
está fuera. Para el europeo, y sobre todo el<br />
mediterráneo, acostumbrados a traducir las
jerarquías sociales en el espacio, esta dispo-<br />
sición es uincómoda~. ¿Cómo explicarla?<br />
Norteamérica es en algunos sentidos el<br />
negativo de Europa. Carece de historia y<br />
abunda en espacio. <strong>El</strong> origen humano de<br />
este país está en los europeos rechazados por<br />
el Viejo Mundo, saturado tras la revolución<br />
demográfica del XVIII. La cuarta parte de la<br />
población irlandesa cruzó el Atlántico des-<br />
pués del hambre de 1843. La población nor-<br />
teamericana diez años antes del siglo XIX<br />
era de cuatro millones de habitantes; en 1914<br />
sobrepasaba los 100 millones.<br />
País hecho deprisa. Construido por emi-<br />
grantes sin cultura de destino, sólo de ori-<br />
gen --excepto la del indio norte<strong>americano</strong>,<br />
arrasada en un par de siglos-. País de altos<br />
salarios. Si el obrero puede optar entre ven-<br />
der sus brazos o hacerlos trabajar en la tie-<br />
rra sin pagar entrada, el salario no caerá muy<br />
bajo si el suelo es bueno, y el suelo bueno<br />
fue abundante en la Unión hasta 1898.<br />
La guerra de Cuba pareció señalar el fin<br />
del gran sueño norte<strong>americano</strong> de una eco-<br />
nomía sin fronteras, siempre abierta al Oes-<br />
te. Detenido momentáneamente el crecimien-<br />
to, la tentación del imperialismo clásico a<br />
la europea afloró en Cuba y Filipinas. Pero<br />
había métodos mejores de seguir creciendo.<br />
Los excedentes agrícolas <strong>americano</strong>s se vuel-<br />
can en Europa y provocan la crisis agraria<br />
de fin de siglo -ligada a las revoluciones<br />
de los primeros años de esta centuria. Luego<br />
vendrán los excedentes manufactureros en un<br />
flujo hoy ya invertido.<br />
Europa se despedazará a sí misma por dos<br />
veces mientras Norteamérica sigue crecien-<br />
do hasta los 200 millones de habitantes. No<br />
soy historiador y estoy seguro de que esta<br />
síntesis es debatible. Me parece necesaria de<br />
todos modos para situar en contexto las con-<br />
secuencias de la colonización norteamerica.<br />
na y de la independencia norteamericana<br />
-independencia que comportaba la posibili-<br />
dad de «cerrar el país* y proteger el nivel de<br />
salarios frente a nuevas avalanchas inmigra-<br />
torias. Tales consecuencias fueron incalcu-<br />
lables para la evolución del capitalismo de<br />
este siglo.<br />
Aparecía por primera vez una sociedad<br />
sin rentistas (aunque con esclavos en el Sur).<br />
Una sociedad que los norte<strong>americano</strong>s<br />
imaginaron estratificada en forma de huevo<br />
-amplias clases medias, minorías de ricos y<br />
de pobres arriba y abajo- frente al clásico<br />
triángulo europeo, medieval y asiático -PO-<br />
COS ricos y muchos pobres-. Hay mucho de<br />
ideología en esta imagen, pero aunque sólo<br />
sea en la medida en que las ideas comparti-<br />
das se convierten en fenómenos sociales tan<br />
importantes como los mismos datos estadís-<br />
ticos, y a veces más, se trata de un hecho<br />
nuevo y bien relevante.<br />
En el proceso de asimilación de las inmi-<br />
graciones por esta sociedad, el momento de<br />
llegada tiene consecuencias en todos los te-<br />
rrenos, incluidos el de la localización física<br />
y de la localización social. Cuando en Esta-<br />
dos Unidos se dice dase obrera se entiende<br />
típicamente «italianos y polacos» y en todo<br />
caso «irlandeses». Los inmigrantes que Ile-<br />
garon entorno al cierre de la frontera, y que<br />
dieron sus brazos directamente y casi exclu-<br />
sivamente a la industria, tenían que proceder<br />
de países donde (y en momentos en que)<br />
la retribución del trabajo fuera inferior al sa-<br />
lario industrial norte<strong>americano</strong>; del sur y el<br />
este de Europa, no ya del centro y el norte.<br />
Así, las ciudades norteamericanas se con-<br />
virtieron en un terreno formado por sucesi-<br />
vos aluviones de distinto carácter, estudian-<br />
do los cuales, todavía hoy, podemos descu-<br />
brir la estructura de las tierras «río arriba»,<br />
es decir, de la Europa del XIX y principios<br />
del xx. Porque esos inmigrantes, que proce-<br />
dían de países en crisis, de antiguos regíme-<br />
nes en decadencia, lucharon por reformular<br />
en America su identidad perdida, creando en<br />
la ciudad «pequeñas Italias* y «pequeñas<br />
Poloniasn que nos hablan del pasado europeo
ís directamente que nuestro presente,<br />
igual que los judíos sefarditas del castella-<br />
no antiguo. Richard Sennett y Jonathan Cobb<br />
explican esta sorprendente geología urbana<br />
en un magnífico librito sobre las «heridas<br />
ocultas de la clase obrera» en Norteamérica.<br />
l Los inmigrantes posteriores, los negros del<br />
Sur, los hispanos de aún más al Sur, que<br />
afluyeron a las ciudades centrales a partir de<br />
la segunda guerra mundial, ya nunca se in-<br />
tegran globalmente, ni siquiera en la indus-<br />
tria. Hoy dominan numéricamente muchas<br />
grandes ciudades, pero su empleo típico es<br />
aún subindustrial y su barrio es el ghetto.<br />
«<strong>El</strong> barrio*, en Nueva York y Los Angeles,<br />
es para los blancos sinónimo de ghetto.<br />
En las grandes ciudades de Estados Uni-<br />
dos existe en mayor medida que en ningún<br />
otro país una industrialización como la del<br />
Londres del siglo XIX, miserable, sin sindi-<br />
cación, empleando inmigrantes ilegales (ocho<br />
millones) que saltan por la ventana y tratan<br />
de desaparecer cada vez que el Servicio de<br />
Inmigración irrumpe en lo que se llaman<br />
nfábricas de sudor» (sweatshops).<br />
No es de extrañar que el racismo intente<br />
utilizar a la dase obrera blanca como masa<br />
de maniobra. <strong>El</strong>los -su empleo, su salario<br />
- son los amenazados por los recién lle<br />
gai los. Su identidad cultural, la conciencia<br />
de, , a pesar de todo, «haber10 conseguidos,<br />
A- , tener un puesto en la sociedad, un nivel<br />
de salario, hacen relativamente difícil que<br />
los obreros blancos se confundan y solidaricen<br />
con los nuevos obreros, la base del huevo.<br />
Y la poderosa maquinaria de la ideología<br />
calvinista, según la cual «pobre» y «malo»<br />
son sinónimos, suelda herméticamente el<br />
1 conjunto.<br />
l<br />
\ Es chocante el uso y abuso del término<br />
«pobre», «pobremente», para designar deficiencias.<br />
<strong>El</strong> término antitético es «exitoso»,<br />
succesful. La dignidad del pobre, que pervi-<br />
1 vió largamente en la cultura latina para fundirse<br />
modernamente en la conciencia de cla-<br />
1<br />
1<br />
se, no es imaginable en Norteamérica. <strong>El</strong><br />
pobre lo es por su culpa, el rico por su mé-<br />
rito. No hace mucho un industrial alemán<br />
explicaba en Newsweek sus inversiones en<br />
Estados Unidos diciendo: «Hoy "capitalis-<br />
mo" es una palabra fea en Europa, pero no<br />
en América. Ustedes los <strong>americano</strong>s son me-<br />
nos resentidos frente a los ricos y más abier-<br />
tos a la libre empresa.»<br />
Pero la apasionante geología de las ciu-<br />
dades norteamericanas, en la que descubri-<br />
mos, jerarquizados, reflejos y cristales de las<br />
miserias negadas de todos los continentes,<br />
esconde otras piedras preciosas. La Hispa-<br />
noamérica de hoy en el centro, junto al Afri-<br />
ca pretérita que trajeron los esclavistas; la<br />
Europa sudoriental de ayer, atrincherada en<br />
algunos barrios centrales y en la primera co-<br />
rona periférica; y más allá, en el <strong>suburbio</strong><br />
lujoso, la Europa anglosajona, los blancos<br />
WASP (white-anglosaxon-protestant). Es en<br />
este <strong>suburbio</strong> donde se encuentran perlas<br />
como Columbia.<br />
Columbia es una ciudad nueva a medio<br />
camino entre Washington y Baltimore. Su<br />
desarrollo ha sido privado de pies a cabeza.<br />
Un capitalista compró suelo, proyectó, cons-<br />
tmyó y vendió viviendas, tiendas y algunas<br />
oficinas. La mayor parte de los habitantes<br />
trabajan en Washington. <strong>El</strong> nivel de ingresos<br />
es bien alto. <strong>El</strong> gobierno de la ciudad - que<br />
no existe como tal- es también privado: la<br />
junta de propietarios.<br />
Columbia es la moderna Atenas de ciuda-<br />
danos iguales -iguales en su riqueza y sin<br />
otro gobierno que su asociación. Se pagan<br />
contribuciones urbanas no muy altas al con-<br />
dado, que cuida del orden público, las in-<br />
fraestructura~ y las escuelas; las atenciones<br />
suplementarias de la ciudad se cubren con la<br />
cuota de la asociación de propietarios. Los<br />
no propietarios, de momento una minoría<br />
ínfima, no votan, aunque paguen indirecta-<br />
mente al menos parte de las cuotas estable-<br />
cidas sobre el valor de la propiedad a través
de los alquileres. Es el viejo sueño de la de-<br />
mocracia censitaria.<br />
Los pocos obreros -negros e hispanos-<br />
necesarios para cubrir el trabajo doméstico,<br />
limpieza de calles, etc., no son propietarios<br />
de locales y no votan, y por tanto no po-<br />
drán imponer, como en las viejas ciudades<br />
centrales, altos gastos de asistencia social y<br />
altos impuestos. No habrá que marcharse de<br />
esta ciudad como hubo que marcharse de<br />
Manhattan, del centro de Baltimore, Was-<br />
hington, Chicago, Cleveland, etc. Normal-<br />
mente los ricos en el <strong>suburbio</strong> pagan menos<br />
impuestos sobre la propiedad que los pobres<br />
en la ciudad central. En este caso los ricos<br />
teinen ciudad e impuestos bajos.<br />
Este es el paradigma urbano de los Es-<br />
tados Unidos antigubernamentales y antifis-<br />
cales de hoy, el <strong>suburbio</strong> hecho ciudad.<br />
¿Existe alguna alternativa a este neofeuda-<br />
limo norte<strong>americano</strong>? Si existe se basará<br />
prohlamente, según creo, en los siguientes<br />
factores 1) el fracaso del liberalismo de los<br />
años sesenta, expresión de la mala concien-<br />
cia de los ricos y clases medias, pues donde<br />
la mala conciencia no Uega para aliviar al<br />
pobre surge la buena conciencia de este, que<br />
se organiza para salvarse; 2) la transforma-<br />
ción de lo mejor de aquel liberalismo en un<br />
movimiento más pragmático y mejor armado<br />
ideológicamente: los radicales de los años<br />
sesenta empiezan a estar hoy, quizás menos<br />
radicalmente, por todas partes; 3) el encare-<br />
cimiento de la energía, que confiere nuevo<br />
valor a las ciudades centrales y devalúa el<br />
<strong>suburbio</strong> poco accesible.<br />
Estos factores tienen que contribuir a cam-<br />
biar sensiblemente la conflicitvidad urbana<br />
en Norteamérica. Las tendencias en favor<br />
de amplias solidaridades y amplias coalicio-<br />
nes, a la europea, van a fortalecerse. La enor-<br />
me voluntad de mejora de los trabajadores<br />
norte<strong>americano</strong>s, de los ex emigrantes, in-<br />
tegrados o no, su tradición de independen-<br />
cia y falta de respeto por la miseria y la<br />
subordinación darán a esta situación, proba-<br />
blemente, un dramatismo y una fuerza espe-<br />
ciales, inexistentes en la socialdemocrática<br />
Europa de nuestros sueños.<br />
En este caso será bueno que los europeos<br />
nos fijemos atentamente en lo que ocurre<br />
en Norteamérica, porque ahí está no sólo,<br />
quizás, nuestro hipotético futuro, sino tam-<br />
bién, sorprendentemente, lo más puro de<br />
nuestro pasado.