El suburbio americano - Pasqual Maragall

de los alquileres. Es el viejo sueño de la de-
mocracia censitaria.
Los pocos obreros -negros e hispanos-
necesarios para cubrir el trabajo doméstico,
limpieza de calles, etc., no son propietarios
de locales y no votan, y por tanto no po-
drán imponer, como en las viejas ciudades
centrales, altos gastos de asistencia social y
altos impuestos. No habrá que marcharse de
esta ciudad como hubo que marcharse de
Manhattan, del centro de Baltimore, Was-
hington, Chicago, Cleveland, etc. Normal-
mente los ricos en el suburbio pagan menos
impuestos sobre la propiedad que los pobres
en la ciudad central. En este caso los ricos
teinen ciudad e impuestos bajos.
Este es el paradigma urbano de los Es-
tados Unidos antigubernamentales y antifis-
cales de hoy, el suburbio hecho ciudad.
¿Existe alguna alternativa a este neofeuda-
limo norteamericano? Si existe se basará
prohlamente, según creo, en los siguientes
factores 1) el fracaso del liberalismo de los
años sesenta, expresión de la mala concien-
cia de los ricos y clases medias, pues donde
la mala conciencia no Uega para aliviar al
pobre surge la buena conciencia de este, que
se organiza para salvarse; 2) la transforma-
ción de lo mejor de aquel liberalismo en un
movimiento más pragmático y mejor armado
ideológicamente: los radicales de los años
sesenta empiezan a estar hoy, quizás menos
radicalmente, por todas partes; 3) el encare-
cimiento de la energía, que confiere nuevo
valor a las ciudades centrales y devalúa el
suburbio poco accesible.
Estos factores tienen que contribuir a cam-
biar sensiblemente la conflicitvidad urbana
en Norteamérica. Las tendencias en favor
de amplias solidaridades y amplias coalicio-
nes, a la europea, van a fortalecerse. La enor-
me voluntad de mejora de los trabajadores
norteamericanos, de los ex emigrantes, in-
tegrados o no, su tradición de independen-
cia y falta de respeto por la miseria y la
subordinación darán a esta situación, proba-
blemente, un dramatismo y una fuerza espe-
ciales, inexistentes en la socialdemocrática
Europa de nuestros sueños.
En este caso será bueno que los europeos
nos fijemos atentamente en lo que ocurre
en Norteamérica, porque ahí está no sólo,
quizás, nuestro hipotético futuro, sino tam-
bién, sorprendentemente, lo más puro de
nuestro pasado.