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el papel, como garabateadas por un lápiz invisible: una dirección.<br />
El hombrecillo frunció el ceño hacia el pergamino, y volvió a metérselo en el<br />
bolsillo. Mirando de reojo, localizó un número sobre la puerta del apartamento<br />
abandonado más cercano. Suspiró y se apartó del brillo amarillento de la farola,<br />
pisando en la cuneta sin importarle que estuviera inundada.<br />
Como sabría la mayor parte de la gente que supiera como mirar, el hombrecillo<br />
no era un hombre en absoluto. Era un goblin. Su nombre era Forge y odiaba<br />
aventurarse en el mundo de los humanos. No es que nadie hubiera notado nunca<br />
nada inusual en su tamaño o en sus extraños rasgos. Llevaba botas con tacones de<br />
cuatro pulgadas y un encantamiento visum-ineptio que hacía que la gente le viera<br />
como un amable ancianito con una severa inclinación de la espalda. Simplemente<br />
no le gustaban los humanos. Eran sucios, ineficaces, y desordenados. A Forge le<br />
gustaba que su mundo fuera igual que su trabajo: pulcro, organizado, y<br />
constantemente revisado para limpiarlo de pasos innecesarios. No es que Forge<br />
llegara al punto de desear la desaparición de la humanidad; simplemente se<br />
alegraba de que tuvieran su propio mundo especial en el que vivir, y que<br />
raramente él tuviera que acudir a este, como una especie de zoo.<br />
Casi había decidido no acudir esta noche. Algo no le cuadraba en esta cita.<br />
Considerando las habilidades únicas de Forge, no era inusual no conocer el<br />
nombre de un cliente, pero estaba acostumbrado a un cierto decoro, no solo una<br />
nota y un número. Forge sabía lo que significaba el número, sin embargo. Era el<br />
pago ofrecido por sus servicios, y bastante sorprendente además. Lo suficiente<br />
como para que Forge dejara su trabajo, y buscara la misteriosa dirección en esta<br />
vasta extensión del decrépito y antiestético mundo humano, incluso a pesar de su<br />
aprensión. Después de todo, Forge era un goblin.<br />
Dejó de andar y estudió el número del apartamento que había junto a él. Miró<br />
fijamente al otro lado de la calle, frunciendo el ceño. La verja de la fábrica<br />
terminaba de repente antes de llegar al siguiente bloque. En su lugar había un solar<br />
vacío, ahogado por malas hierbas, basura empujada por el viento y botellas rotas.<br />
Un camión abandonado se apoyaba borracho contra la esquina, enterrado entre<br />
barro y altas hierbas. El cartel de madera que había en el centro del solar estaba<br />
medio caído. Futuro Hogar de Condominios y Complejos Recreativos Chimera, se leían<br />
en letras desvaídas. Forge sacó de nuevo el puño del bolsillo y lo abrió. La<br />
dirección había desaparecido del pergamino. Tres nuevas palabras se habían<br />
escrito.<br />
Date la vuelta.<br />
Dejó caer el puño a un lado. Miró al solar vacío, mordiéndose los labios. ¿Se le