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<strong>PROLOGO</strong><br />
La lluvia caía en grandes sábanas, golpeando el pavimento con suficiente fuerza<br />
como para levantar una sucia y pesada neblina. Un hombrecillo permanecía de pie<br />
en la esquina, bajo la única farola que funcionaba, y estudiaba la calle. Edificios<br />
abandonados de apartamentos se alineaban a un lado, oscuros y amenazadores,<br />
como dinosaurios muertos. El otro lado estaba dominado por una igualmente<br />
deprimente fábrica tras una verja de alambre. En la verja, los carteles de<br />
advertencia chirriaban y traqueteaban con el viento. Había un coche aparcado en la<br />
calle, con pinta de llevar allí desde hacía tanto como para haberse convertido ya en<br />
parte del ecosistema local. El hombrecillo movió los pies, su cabeza calva relucía<br />
por la lluvia. Miró hacia atrás, hacia las agitadas calles de las que acababa de llegar,<br />
y soltó un carraspeo. Se sacó el puño del bolsillo del abrigo y lo sostuvo en alto<br />
hacia la luz. Cuando abrió la mano, en ella había un pequeño y maltratado trozo de<br />
pergamino. Leyó las palabras por décima vez. Letras de tinta azul deletreaban el<br />
nombre de la calle y nada más. El hombre sacudió la cabeza, molesto.<br />
Estaba a punto de estrujar el pergamino en el puño de nuevo cuando las<br />
palabras desaparecieron bajo la lluvia que caía. El hombrecito parpadeó, mirando<br />
fijamente al espacio que habían dejado. Lentamente, más palabras se escribieron en
el papel, como garabateadas por un lápiz invisible: una dirección.<br />
El hombrecillo frunció el ceño hacia el pergamino, y volvió a metérselo en el<br />
bolsillo. Mirando de reojo, localizó un número sobre la puerta del apartamento<br />
abandonado más cercano. Suspiró y se apartó del brillo amarillento de la farola,<br />
pisando en la cuneta sin importarle que estuviera inundada.<br />
Como sabría la mayor parte de la gente que supiera como mirar, el hombrecillo<br />
no era un hombre en absoluto. Era un goblin. Su nombre era Forge y odiaba<br />
aventurarse en el mundo de los humanos. No es que nadie hubiera notado nunca<br />
nada inusual en su tamaño o en sus extraños rasgos. Llevaba botas con tacones de<br />
cuatro pulgadas y un encantamiento visum-ineptio que hacía que la gente le viera<br />
como un amable ancianito con una severa inclinación de la espalda. Simplemente<br />
no le gustaban los humanos. Eran sucios, ineficaces, y desordenados. A Forge le<br />
gustaba que su mundo fuera igual que su trabajo: pulcro, organizado, y<br />
constantemente revisado para limpiarlo de pasos innecesarios. No es que Forge<br />
llegara al punto de desear la desaparición de la humanidad; simplemente se<br />
alegraba de que tuvieran su propio mundo especial en el que vivir, y que<br />
raramente él tuviera que acudir a este, como una especie de zoo.<br />
Casi había decidido no acudir esta noche. Algo no le cuadraba en esta cita.<br />
Considerando las habilidades únicas de Forge, no era inusual no conocer el<br />
nombre de un cliente, pero estaba acostumbrado a un cierto decoro, no solo una<br />
nota y un número. Forge sabía lo que significaba el número, sin embargo. Era el<br />
pago ofrecido por sus servicios, y bastante sorprendente además. Lo suficiente<br />
como para que Forge dejara su trabajo, y buscara la misteriosa dirección en esta<br />
vasta extensión del decrépito y antiestético mundo humano, incluso a pesar de su<br />
aprensión. Después de todo, Forge era un goblin.<br />
Dejó de andar y estudió el número del apartamento que había junto a él. Miró<br />
fijamente al otro lado de la calle, frunciendo el ceño. La verja de la fábrica<br />
terminaba de repente antes de llegar al siguiente bloque. En su lugar había un solar<br />
vacío, ahogado por malas hierbas, basura empujada por el viento y botellas rotas.<br />
Un camión abandonado se apoyaba borracho contra la esquina, enterrado entre<br />
barro y altas hierbas. El cartel de madera que había en el centro del solar estaba<br />
medio caído. Futuro Hogar de Condominios y Complejos Recreativos Chimera, se leían<br />
en letras desvaídas. Forge sacó de nuevo el puño del bolsillo y lo abrió. La<br />
dirección había desaparecido del pergamino. Tres nuevas palabras se habían<br />
escrito.<br />
Date la vuelta.<br />
Dejó caer el puño a un lado. Miró al solar vacío, mordiéndose los labios. ¿Se le
estaba advirtiendo que volviera por donde había venido? Parte de él así lo<br />
esperaba, pero lo dudaba. Lentamente, se dio la vuelta en el punto en el que estaba,<br />
de pie en el centro de la calle desierta, levantando la mirada hacia la oscura masa<br />
del edificio de apartamentos. Una ventana rota le devolvió la mirada, como el ojo<br />
de una calavera. El viento soplaba, alzando las cortinas de la ventana rota,<br />
haciéndolas revolotear. Forge suspiró y bajó de nuevo la mirada al pergamino.<br />
Camina. Hacia atrás.<br />
—Bueno —masculló Forge para sí mismo—. Nadie da un Knut por un Galleón.<br />
Comenzó a andar hacia atrás, alzando las botas cuidadosamente para evitar<br />
tropezar en la cuneta o con las pilas de basura putrefacta. Se subió cuidadosamente<br />
a la acera y continuó, tanteando en busca de la cama de malas hierbas del suelo del<br />
solar vacío. La acera parecía más amplia de lo que había esperado. A cada paso<br />
que daba hacia atrás encontraba sólida y lisa piedra. Forge miró hacia abajo. Había<br />
gastadas y cuidadosamente colocadas losetas de piedra bajo sus botas en vez del<br />
áspero cemento de la acera. Levantó la mirada de nuevo y tomó un silbeante<br />
aliento. Dos formas monstruosas miraban hacia él. Eran gárgolas, cada una posada<br />
en lo alto de un pilar de piedra. La lluvia golpeaba y corría por sus horribles caras.<br />
Entre los pilares había una alta verja de hierro forjado. Mientras Forge observaba,<br />
esta se cerró con un traqueteante y resonante crujido, encerrándolo dentro. Se giró<br />
al instante, con el corazón palpitante, y vio que el hierro forjado formaba una valla<br />
alrededor del solar. Era de seis pies de alto y terminaba en picos furiosos. El solar<br />
ya no estaba lleno de basura. Había un césped, cuidadosamente recortado, cada<br />
brizna de hierba misteriosamente afilada y exactamente de la misma longitud que<br />
sus compañeras. La lluvia formaba gotas sobre la hierba como cristal. Donde antes<br />
había estado el camión abandonado había ahora un largo carruaje negro,<br />
inmaculadamente brillante y cubierto por un artesonado gótico. No había yuntas<br />
para caballos en el carruaje. Forge se estremeció, y después levantó la mirada hacia<br />
el centro del solar.<br />
En lugar del cartel inclinado había una casa. No era enorme, pero sí extraña e<br />
inusitadamente alta. Sus ventanas y contraventanas parecían tener veinte pies de<br />
alto y el techo que la cubría casi parecía proyectarse hacia afuera, como un buitre al<br />
acecho. Unos pilares enmarcaban la puerta principal, que estaba pintada de negro<br />
y tenía un gigantesco llamador en el centro. Forge tragó saliva, se arrastró hacia<br />
adelante, y se aproximó a la puerta.<br />
Cuando subió los escalones, a Forge no le sorprendió ver que el llamador de<br />
latón de la puerta había sido tallado para asemejar a una serpiente enroscada con<br />
relucientes ojos color esmeralda. No le sorprendió verla volver a la vida al<br />
aproximarse. La cabeza se separó de su cuerpo enroscado de latón y sacó una
lengua dorada.<br />
—Llevassss el pergamino —siseó la serpiente.<br />
—Ya lo creo. Abre la puerta antes de que pille algo mortal por estar bajo esta<br />
lluvia.<br />
—Muesssstranossss.<br />
—No he recorrido todo este camino para discutir con un pedazo de metalurgia<br />
encantado. Abre la maldita puerta y di a tu amo que he llegado.<br />
La cabeza de la serpiente se alzó muy ligeramente, quedando en posición de<br />
mirar a Forge desde arriba. Los ojos brillaron con una luz verde y la lengua<br />
revoloteó.<br />
—Muesssstranosssss el pergamino.<br />
Forge levantó la mirada hacia la cabeza de la serpiente. Esta se balanceó<br />
ligeramente, azotando el aire con su lengua. Forge había crecido con un padre<br />
herrero y sabía como se hacían los ornamentos encantados. Aún así, había algo en<br />
la ondeante cabeza de latón y el siseo de la lengua dorada que le preocupaba.<br />
Embutió la mano en el bolsillo de su abrigo y recuperó el pergamino.<br />
—Aquí está. ¿Ves? —dijo, intentando eliminar el temor de su voz—. Ahora abre<br />
la puerta.<br />
La serpiente se estiró hacia el pergamino que había en la mano de Forge. Se alzó,<br />
y después escupió una ráfaga de llamas verdes. Forge apartó la mano de un tirón,<br />
chillando mientras la llama consumía el pergamino en medio del aire. Los ojos de<br />
la serpiente brillaron aún más y se desenroscó todavía más de la puerta,<br />
inclinándose hacia la cara de Forge. Forge no había creído que fuera posible, pero<br />
la escultura parecía sonreírle.<br />
—Procccccede —dijo esta. La puerta se desatrancó y se abrió pesadamente.<br />
Forge entró lentamente, mirando alrededor. Se encontraba en un largo<br />
vestíbulo, cubierto por una rica y bastante harapienta alfombra roja. Había gruesas<br />
puertas a ambos lados, lacadas hasta quedar convertidas en brillantes espejos<br />
negros. Todas estaban cerradas excepto la del final. Llegaban voces de detrás de<br />
ella, resonando tanto que Forge no podía entenderlas del todo. Abría ya la boca<br />
para anunciarse cuando la puerta de repente se cerró de golpe tras él,<br />
sobresaltándole. Miró atrás hacia ella, con los ojos muy abiertos, y entonces<br />
escuchó de nuevo. Las voces todavía estaban hablando. Los amos de la casa debían<br />
haber oído el golpe de la puerta, por lo tanto debían saber que había llegado. El<br />
agua goteó firmemente por el ruedo del abrigo de Forge mientras éste avanzada<br />
calladamente por el vestíbulo, hacia la puerta abierta y las voces.
Más allá de la puerta había otra habitación oscura. Había un banco a un lado y<br />
un gran espejo de marco ornamentado en el otro. Otra puerta abierta mostraba la<br />
esquina de una tercera habitación. Forge pensó que parecía una biblioteca. La luz<br />
del fuego titilaba sobre las paredes y las sombras se movían. Las voces se habían<br />
hecho más claras.<br />
—Está muy oscuro —dijo la voz áspera de una mujer—. Estamos demasiado<br />
lejos, mi señor. Es imposible estar seguro.<br />
—Será mejor que no diga eso —replicó la voz de un hombre— "Imposible" es<br />
una palabra tan... definitiva. Quizás no le importe ser un poco más delicada,<br />
madame.<br />
—Si —dijo rápidamente la mujer—. Un error, mi señor. Déjeme mirar de nuevo.<br />
Hubo un movimiento, como si alguien se estuviera removiendo en una silla<br />
grande, y una voz de hombre diferente habló impacientemente.<br />
—Solo dinos lo que ves, mujer. Nosotros decidiremos qué es.<br />
La mujer gimió, no se sabía si de miedo o concentración.<br />
—Hay tres figuras... pequeñas. Son... no, no son pequeñas. Son jóvenes. Uno es<br />
más alto, otro tiene el pelo rojizo. Están... hay una conmoción. Lucha.<br />
Forge escuchaba, sin saber qué se suponía que debía hacer. Examinó la<br />
antecámara, más oscura que la biblioteca y vio un perchero para abrigos junto a la<br />
siguiente puerta. Se quitó el suyo y lo colgó allí. El agua goteaba de él hasta el<br />
suelo de madera. Al parecer tendría que esperar hasta que la entrevista en curso<br />
hubiera terminado. Se aproximó al banco pero no se sentó en él. En el espejo, frente<br />
al asiento, Forge podía ver un reflejo de la biblioteca más allá de la puerta. Tres<br />
grandes sillas estaban de cara al fuego. Forge solo podía ver sus respaldos.<br />
—Hay otra figura. —La voz ronca de la mujer—. Delgada y alta. Un espectro, si<br />
puedo fiarme de mis facultades psíquicas. Los chicos están luchando con ella.<br />
Veo... veo una nube de ascuas descendiendo. Me temo que estoy perdiendo la<br />
visión...<br />
—Déjame mirar. —La voz impaciente.<br />
—Tranquilo, Gregor. La Adivinación no es tu punto fuerte —dijo sedosamente<br />
la primera voz—. Deja que la mujer ejercite sus talentos.<br />
En el espejo, Forge vio una mano moviéndose sobre el brazo de una de las sillas.<br />
Era muy blanca y llevaba un gran anillo negro. La sombra de la mujer se movió<br />
sobre la pared de la biblioteca. Forge reconoció la postura encorvada y el sombrero<br />
de una vieja. Estaba inclinada sobre su cristal.
—No —jadeó la vieja, ahora perdida en su tarea—. Esta no es la niebla de la<br />
distancia ni ningún maleficio de confusión. Esto es otra cosa. Algo está<br />
descendiendo sobre el lugar. Algo que está... tomando forma.<br />
Se hizo un tenso silencio. Forge lo sintió, y supo que los dos hombres estaban<br />
escuchando muy atentamente.<br />
—La lucha ha terminado... —dijo la vieja con una voz cantarina, ya<br />
completamente inmersa en su adivinación—. Hay un fantasma ahora también....<br />
está ayudando al espectro... o quizás sea todo lo contrario. Hay mucho conflicto en<br />
el Vacío. Pero la niebla ha descendido. Está tomando forma... la forma de un... un...<br />
De repente la vieja jadeó. Forge vio como su sombra retrocedía tambaleante,<br />
apretándose las manos sobre la cabeza. Hubo un estrépito y el choque de algo al<br />
caer.<br />
—¡Sigue mirando! —gritó la voz impaciente, Gregor—. ¡Mira y di, o ayúdame...!<br />
—Basta —dijo la voz del otro hombre, casi juguetona. Había una sonrisa en<br />
ella—. Gregor, deja a la pobre mujer en paz. Obviamente ha visto algo que la ha<br />
trastornado mucho.<br />
La vieja estaba jadeando, y entonces, extrañamente, horriblemente, habló otra<br />
voz. Era muy fina, alta, fría, pero absurda. Forge no pudo oír las palabras exactas,<br />
pero parecía alegre, en cierto modo. Los pocos pelos que quedaban en la nuca de<br />
Forge se pusieron de punta.<br />
—¿Qué has visto? —exigió Gregor, ignorando a la voz fina y refunfuñona—.<br />
¿Qué es?<br />
—No abrumemos a la pobre mujer —dijo la primera voz—. Ha cumplido con su<br />
cometido bastante bien. Nos ocuparemos de que reciba el pago acordado. Gracias,<br />
madame.<br />
—Había un hombre —jadeaba la vieja, con voz temblorosa—. Pero entonces...<br />
—Si, gracias —dijo la voz del hombre tranquilizadoramente—. Creo que ya<br />
hemos oído suficiente. Gregor, quizás seas tan amable de mostrar a nuestra<br />
invitada...<br />
—Horrible —cayó de rodillas, y después sollozó enormemente. Forge observaba<br />
la sombra hundida de la vieja, y entonces otra sombra, la de un hombre gordo, se<br />
adelantó, proporcionándole apoyo.<br />
—Si —dijo la primera voz, descartándola—. Era horrible, ese hombre. Gracias.<br />
—¡No! —gritó la bruja. Forge vio su sombra avanzar, apartarse de la sombra de<br />
Gregor—. ¡No el hombre! Él ya era bastante horrible, pero entonces...
Hubo una pausa en la que pareció que la vieja se derrumbaría de nuevo. La<br />
mano blanca en el brazo de la silla se alzó ligeramente. El anillo negro brilló<br />
intermitentemente a la luz del fuego.<br />
—¿Y entonces?<br />
La vieja se estremeció.<br />
—Algo más. Algo... llegó a través... era...<br />
No parecía capaz de continuar. La mano blanca en el brazo de la silla<br />
permaneció inmóvil, fija en un gesto que casi parecía una bendición. La luz del<br />
fuego chasqueaba y titilaba. La horrible voz de ultratumba zumbó y farfulló<br />
quedamente para sí misma.<br />
—Humo —dijo la vieja finalmente. La voz se había alzado, casi en un falsete.<br />
Parecía una niña—. Fuego negro. Cenizas y... y... ojos... y nada. Una nada viva.<br />
Se produjo una pausa, y entonces la mano blanca se cerró en un puño relajado.<br />
—Bueno —dijo la voz del primer hombre casualmente—, eso cambia un poco<br />
las cosas. Quizás debería recibir su pago aquí y ahora, madame. Esta noche.<br />
Lemuel, por favor escolta a nuestra invitada a... er... algún otro sitio, ¿no?<br />
Encontrarás un lugar apropiado para pagarle, estoy seguro.<br />
Las sombras se movieron. Una hasta ahora invisible figura se alzó y condujo a la<br />
vieja lejos del fuego. Forge sintió un pánico repentino creyendo que entrarían en la<br />
antecámara y le descubrirían, y entonces recordó que se suponía que debía estar<br />
allí. Le estaban esperando. Se preguntó a toda prisa si no era demasiado tarde para<br />
echarse atrás. Con dinero o sin él, este parecía un mal grupo con el que estar<br />
involucrado. Para alivio de Forge, Lemuel condujo a la vieja a través de otra puerta<br />
en la parte de atrás de la biblioteca. Lemuel se movía como un sirviente bien<br />
entrenado, aunque bastante más viejo de lo que Forge había esperado. La vieja<br />
parecía atontada mientras caminaba, con los ojos grises y en blanco. Ninguno de<br />
los dos reparó en lo más mínimo en Forge.<br />
—Entonces ya está —dijo Gregor mientras la puerta de atrás de la biblioteca se<br />
cerraba—. Merlinus ha vuelto. Tu plan se ha completado.<br />
—El plan está lejos de haberse completado, pero si, hasta ahora todo ha<br />
procedido tal y como esperaba. Dispondremos de Delacroix. El chico <strong>Potter</strong> habrá<br />
quedado mortificado al saber que fue una herramienta para lograr nuestros<br />
objetivos. Y Merlinus Ambrosius anda suelto por el mundo de nuevo. Pero,<br />
Gregor, deberías poner cuidado en llamarlo mi plan. Ya sabes quién planeó todo<br />
esto. No aceptaré el crédito por el trabajo del Señor Tenebroso.<br />
Gregor ignoró la reprimenda.
—¿Cómo podemos estar seguros de que Merlín será uno de los nuestros?<br />
—No podemos. La lealtad de Merlín nunca perteneció a nadie excepto a él<br />
mismo. Por eso el Señor Tenebroso nunca estuvo interesado en semejante alianza<br />
mientras vivió. El propio Merlín nunca fue el premio a conseguir, como ya sabes.<br />
Forge oyó a Gregor removerse de nuevo en su asiento.<br />
—No todo el mundo cree en esas historias —dijo tranquilamente.<br />
—Solo los tontos dudan de la existencia del Otro Mundo. Incluso los muggles<br />
creen en el cielo y el infierno. Todo lo que nos debe importar es que el Señor<br />
Tenebroso creía en ello. Si él no hubiera caído, nunca habríamos recurrido a esto.<br />
Pero incluso él vio la validez de tener un seguro a prueba de fallos.<br />
—Si —replicó Gregor—. A prueba de fallos. El Linaje.<br />
—No —dijo la primera voz quedamente—. El Linaje aún no es perfecto. No sabe<br />
quién es. Su poder no ha sido descubierto, está dividido y embotado. El Linaje aún<br />
no ha sido afilado por el guantelete de la muerte, como el Señor Tenebroso, su<br />
creador. Debe ser... refinado.<br />
—¿Y eso será obra de ese que procede del Otro Mundo?<br />
—Entre otras cosas.<br />
Gregor suspiró teatralmente.<br />
—Incluso así, la fe es escasa. Muchos están en Azkaban. Muchos más aún<br />
muertos. El perro, Flecher, está bajo custodia del Ministerio. La maldición Lengua<br />
Atada le silencia, y su identidad aún no ha sido descubierta, pero si nuestra<br />
conspiración se desmorona, se harán las conexiones pertinentes. <strong>Potter</strong> le<br />
reconocerá de sus días con la Orden. Encontrarán una forma de comunicarse con<br />
él. Sacarhina y Recreant serán los primeros incriminados, pero tú serás el siguiente.<br />
Después de todo, estabas allí con ellos en la caverna del Trono. Tú mismo<br />
ejecutaste la maldición. Fletcher te traicionará.<br />
—Fletcher no tiene nada que el Ministerio pueda utilizar contra nosotros —<br />
tranquilizó la voz sedosa—. Como todos los gobiernos débiles, están demasiado<br />
enamorados de sus ideales de justicia para resultar efectivos contra un enemigo<br />
verdaderamente astuto. <strong>Potter</strong> nos vigilará, cuando y donde pueda, pero eso es<br />
todo. Déjale. Él cree que la batalla se ha acabado. Vio al Señor Tenebroso sucumbir<br />
ante su propia mano taimada. ¿Y te sorprende, amigo? Tal vez fuera lo mejor.<br />
Después de todo, la semilla debe morir para que la flor florezca. Quizás lo mejor<br />
fuera que nuestro Señor sucumbiera ante el cobarde <strong>Harry</strong> <strong>Potter</strong>. Él y sus aliados<br />
se han regodeado durante años en una falsa sensación de seguridad. Creen que<br />
nosotros, como ellos, somos unos cobardes, que no nos volveremos a alzar con la
venganza en nuestros corazones, más fuertes que nunca. Y no olvidemos la<br />
leyenda, Gregor. Puede que de hecho seamos herramientas en la mano de nuestro<br />
más glorioso antepasado. Puede que nuestra misión sea cerrar el círculo de una<br />
antigua venganza; un círculo que empezó hace alrededor de mil años. Amigo mío,<br />
me atrevo a sugerir que el plan que se puso en movimiento tras la muerte del<br />
Señor Tenebroso puede ser incluso más grande de lo que originalmente fue su<br />
intención. Dado lo que hemos descubierto, estoy seguro de que él estaría de<br />
acuerdo conmigo.<br />
La sombra de Gregor se inclinó hacia adelante.<br />
—¿Estás seguro, amigo mío?<br />
—Llámalo una suposición educada. Después de todo, yo estaba entre sus más<br />
cercanos y leales siervos. Sabes igual que yo las... dificultades que hemos<br />
afrontado. Hasta ahora.<br />
Hubo un tintineo cuando Gregor extendió la mano en busca de su vaso de vino.<br />
—Tal vez no debieras decir más delante de nuestro invitado.<br />
—Ah, si —replicó la voz sedosa—. Que insufriblemente grosero por mi parte<br />
hablar como si no estuviera aquí. Señor Forge, únase a nosotros, ¿no le importa?<br />
Forge saltó. Había estado tan inmerso en la conversación que se había olvidado<br />
de que estaban esperándole. Atravesó la habitación entrando en la biblioteca. La<br />
luz del fuego iluminó los bordes de las sillas de cuero.<br />
—Si, gracias, señor Forge —dijo frívolamente la voz sedosa. La mano blanca le<br />
hizo señas. Mientras lo hacía, dos de las tres sillas comenzaron a girarse. Giraron<br />
silenciosamente, como si estuvieran montadas sobre ejes, y Forge vio que en<br />
realidad flotaban ligeramente separadas del suelo—. Dígame, mi buen amigo<br />
goblin: ¿ha oído hablar alguna vez del Transitus Nihilum?<br />
—No, señor —dijo Forge instantáneamente, sintiéndose aliviado de que su voz<br />
no traicionara su nerviosismo—. Solo soy un simple comerciante goblin. No sé<br />
mucho de esas cosas. De hecho, estoy dispuesto a apostar a que olvidaré cada<br />
palabra de lo que se ha dicho aquí en cuanto esté a cincuenta pies de esta casa.<br />
Las sillas dejaron de girar y Forge vio a los hombres sentados en ellas. El de la<br />
izquierda tenía un largo cabello rubio, casi blanco, enmarcando una cara apuesta,<br />
bastante ajada por la edad. Sonreía apaciblemente, como invitando a Forge a<br />
compartir una broma. El de la derecha, Gregor, era más gordo y de mejillas<br />
sonrosadas, con una expresión de extrema indulgencia que desmentía una cómoda<br />
vida purasangre.<br />
—No tema, amigo mío —dijo el hombre pálido—. Precisamos sus servicios
mucho más que su sangre. Permítame iluminarle. El Transitus Nihilum es el un<br />
lugar de cruce. El Vacío entre nuestro mundo y el siguiente. Dígame, cree en el más<br />
allá, ¿verdad?<br />
—Creeré en lo que me pida que crea si eso hace que salga por su puerta en<br />
menos de dos piezas, mi señor.<br />
El hombre rió.<br />
—Esto es lo que me encanta de los goblins, Gregor. Son tan cándidos como largo<br />
es el día. —Se giró otra vez hacia Forge—. Te daré algo más en lo que pensar, mi<br />
nuevo amigo. Nuestros antiguos ancestros creían que había más en nuestro mundo<br />
de lo que podemos ver y sentir con nuestros sentidos. Creían que había entidades<br />
invisibles, seres más grandes que nosotros, más poderosos, inmortales e<br />
inhumanos. Existen no solo en el más allá, sino en la nada que hay en medio.<br />
Tenían palabras para describirlos. No te importunaré con nombres, pero había<br />
cientos de ellos. Y hubo un ser en particular que atrajo el interés de los hombres<br />
más ambiciosos. Algunas veces se le llamaba el Guardián, o el Ser de Humo y<br />
Ceniza. No entraba en nuestro mundo, por lo que sabemos. Habitaba en el Vacío;<br />
que es el mundo opuesto exacto al nuestro, por tanto ni sospecha de nuestra<br />
existencia, ni de la existencia de nada más. Está atado por su propia ignorancia con<br />
respecto a nosotros. Y esto, pensará usted, es buena cosa, ¿verdad, señor Forge?<br />
El goblin se removió, mirando fijamente a los brillantes ojos del hombre. Asintió<br />
con la cabeza.<br />
—Si, por supuesto que si. Porque una criatura con una inhumanidad tan poco<br />
adulterada, un poder tan irreflexivo, si descendiera sobre nosotros, no sería nada<br />
menos que el Destructor, ¿no? Por tanto, es buena cosa que esté ahí fuera... y<br />
nosotros aquí. Los niños pequeños se van a dormir cada noche entendiendo la<br />
verdad que encierra esta afirmación: hay cosas malas acechando por el mundo, si;<br />
pero no son las peores. Esa no nos conoce. Y aún así... —El hombre apartó la<br />
mirada un momento, entrecerrando los ojos—. ¿Y si algo le hiciera ser consciente<br />
de nosotros? Después de todo, nos movemos entrando y saliendo todo el rato por<br />
ese lugar de cruce, ¿verdad? Cuando morimos, pasamos a través de él. ¿Cuando<br />
efectuamos cierto tipo de magia, cuando desaparecemos, no nos deslizamos<br />
también por el Vacío? Afortunadamente, el Guardián vive fuera del tiempo, así<br />
que no nota nuestra diminuta existencia atada al paso de ese tiempo. ¿Pero y si<br />
forzáramos un poco las reglas? ¿Y si uno de nosotros, uno particularmente<br />
poderoso, saliera del tiempo y entrara en el Vacío? ¿Y si uno de nosotros<br />
permaneciera allí lo suficiente como para que el guardián reparara en él?<br />
El goblin no había estado prestando mucha atención, ya que estaba más
preocupado por hacer lo que fuera que tenía que hacerse y salir vivo de la casa,<br />
pero de repente recordó las palabras de la vieja: Fuego negro. Cenizas... ojos... y<br />
nada. Una nada viva.<br />
—¿Qué ha hecho? —preguntó Forge quedamente.<br />
—¿Yo? —replicó el hombre pálido, alzando las cejas—. Nada. Solo estoy<br />
pasando el rato. Gregor aquí presente tiende a creer en historias fantásticas como<br />
esta. Le divierten.<br />
Gregor gruñó y puso los ojos en blanco. La horrible y lloriqueante voz llegó de<br />
nuevo. Parecía provenir de la silla que todavía estaba de cara al fuego. Forge sintió<br />
la piel del cuero cabelludo tensarse. Lo voz parecía invitar a la locura. Le daba<br />
escalofríos.<br />
—Pero vayamos a los negocios —continuó el hombre pálido—. Señor Forge,<br />
requerimos de sus servicios. Tenemos entendido que es usted algo así como un<br />
experto en, er, restauración. ¿Sería eso preciso?<br />
Forge se agitó.<br />
—Solo soy un simple comerciante goblin, señor..<br />
—Es un maestro restaurador —dijo de repente el hombre pálido, con voz tan<br />
fría como un trozo de hielo—. Dígame que si. Odiaría pensar que le he traído aquí<br />
en vano.<br />
—S-si, señor —respondió Forge rápidamente, intentando no temblar.<br />
—Excelente —replicó jovialmente el hombre pálido, reclinándose cómodamente<br />
hacia atrás en su silla—. Y tengo entendido que esa habilidad suya se extiende a la<br />
restauración de retratos. ¿Sería eso también correcto? No me mienta, señor Forge.<br />
Yo lo sabría.<br />
Forge tragó saliva y miró fijamente a Gregor. El hombre parecía no estar<br />
prestando atención. Miraba ociosamente al vino de su vaso mientras lo removía.<br />
—Yo... si —dijo Forge—. Eso lleva más tiempo, por supuesto. No es una simple<br />
cuestión de reemplazar la pintura. Se deben determinar las pociones correctas para<br />
cada color... los trozos menos importantes han de ser rascados y reutilizados para<br />
conseguir los componentes adecuados... es muy delicado, pero he logrado un<br />
cierto nivel de éxito.<br />
—Fascinante —dijo el hombre pálido, sus ojos azules perforaban al goblin. Está<br />
loco, pensó Forge. Completamente loco. Me pregunto si el otro lo sabe. Me<br />
pregunto si ambos están locos, pero de modos distintos.<br />
El hombre pálido se puso en pie.
—Tenemos un trabajo para usted, señor Forge. Será bastante difícil, me temo,<br />
pero sospecho que un goblin con sus obvias habilidades lo considerará un desafío<br />
a su altura. Es una reliquia familiar de valor incalculable, como verá. Durante<br />
mucho tiempo la creí perdida. Curioso, ¿verdad, cómo las cosas tienden a aparecer<br />
cuando más las necesitas? Ha sido horrendamente dañada por, er, vándalos. Pero<br />
si hay algo que crea usted que puede hacer para ayudar le estaremos<br />
eternamente... agradecidos.<br />
La voz fina farfullaba de nuevo cuando el hombre pálido comenzó a girar la silla<br />
de en medio. De repente, Forge deseó no ver en absoluto lo que había en ella.<br />
Deseó huir, o al menos apartar la mirada. Sabía que si lo hacía, probablemente le<br />
matarían. Observó y escuchó, y cuando la silla se giró por fin, la voz finalmente se<br />
hizo inteligible.<br />
—¡Mostradme ante éeeeel! —jadeó con su fea, diminuta y rota voz—.<br />
¡Mostradmeeee! —Y comenzó a reír con la risa alta, aguda y rota de un hombre<br />
concienzudamente loco, una risa fragmentada y retorcida.<br />
El retrato no era grande. Estaba casi absolutamente destruido. Solo quedaban<br />
unas pocas trizas y jirones: la comisura de la boca; dos dedos de una delgada y<br />
pálida mano; un solo ojo reluciente y rojo. Había sido desgarrado. El reverso del<br />
marco mostraba docenas de cuchilladas profundas y pinchazos.<br />
—¡Haced que me repaaaaareeeee! —gritó el retrato con su fina voz insectil—.<br />
¡Hazlo Luciuussss! ¡Haz que me repareeeee....!<br />
—Será un placer para él, mi señor —sonrió el hombre pálido, levantando la<br />
mirada hacia Forge, con los ojos húmedos, refulgentes.<br />
—¿M-mi señor? —dijo Gregor, como sorprendido al oír al diezmado retrato<br />
hablar tan claramente—. ¡Aún sigue aquí! ¡Pero creíamos...!<br />
—¡Eso no imporrrrrrta! —chilló el retrato de Voldemort—. ¡El Guardián está en<br />
camino! ¡El legado de nuestro antepasado está al alcance de la mano!<br />
¡Veeeeeenganza!<br />
Gregor parecía desesperadamente perdido ante este súbito giro de los<br />
acontecimientos.<br />
—¿Pero... pero cómo le encontraremos, mi señor?<br />
—Noooo lo hareeeemos... —siseó el retrato. El sonido de su voz rota agitó un<br />
jirón del lienzo. Forge temía la visión de esta horrible cosa, temía lo que le iban a<br />
pedir que hiciera. Pero lo que más tenía era lo que esa cosa iba a decir a<br />
continuación.<br />
La pintura suspiró profundamente y dijo, en una exhalación:
—Él nos encontrará a nosotros...