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lengua dorada.<br />
—Llevassss el pergamino —siseó la serpiente.<br />
—Ya lo creo. Abre la puerta antes de que pille algo mortal por estar bajo esta<br />
lluvia.<br />
—Muesssstranossss.<br />
—No he recorrido todo este camino para discutir con un pedazo de metalurgia<br />
encantado. Abre la maldita puerta y di a tu amo que he llegado.<br />
La cabeza de la serpiente se alzó muy ligeramente, quedando en posición de<br />
mirar a Forge desde arriba. Los ojos brillaron con una luz verde y la lengua<br />
revoloteó.<br />
—Muesssstranosssss el pergamino.<br />
Forge levantó la mirada hacia la cabeza de la serpiente. Esta se balanceó<br />
ligeramente, azotando el aire con su lengua. Forge había crecido con un padre<br />
herrero y sabía como se hacían los ornamentos encantados. Aún así, había algo en<br />
la ondeante cabeza de latón y el siseo de la lengua dorada que le preocupaba.<br />
Embutió la mano en el bolsillo de su abrigo y recuperó el pergamino.<br />
—Aquí está. ¿Ves? —dijo, intentando eliminar el temor de su voz—. Ahora abre<br />
la puerta.<br />
La serpiente se estiró hacia el pergamino que había en la mano de Forge. Se alzó,<br />
y después escupió una ráfaga de llamas verdes. Forge apartó la mano de un tirón,<br />
chillando mientras la llama consumía el pergamino en medio del aire. Los ojos de<br />
la serpiente brillaron aún más y se desenroscó todavía más de la puerta,<br />
inclinándose hacia la cara de Forge. Forge no había creído que fuera posible, pero<br />
la escultura parecía sonreírle.<br />
—Procccccede —dijo esta. La puerta se desatrancó y se abrió pesadamente.<br />
Forge entró lentamente, mirando alrededor. Se encontraba en un largo<br />
vestíbulo, cubierto por una rica y bastante harapienta alfombra roja. Había gruesas<br />
puertas a ambos lados, lacadas hasta quedar convertidas en brillantes espejos<br />
negros. Todas estaban cerradas excepto la del final. Llegaban voces de detrás de<br />
ella, resonando tanto que Forge no podía entenderlas del todo. Abría ya la boca<br />
para anunciarse cuando la puerta de repente se cerró de golpe tras él,<br />
sobresaltándole. Miró atrás hacia ella, con los ojos muy abiertos, y entonces<br />
escuchó de nuevo. Las voces todavía estaban hablando. Los amos de la casa debían<br />
haber oído el golpe de la puerta, por lo tanto debían saber que había llegado. El<br />
agua goteó firmemente por el ruedo del abrigo de Forge mientras éste avanzada<br />
calladamente por el vestíbulo, hacia la puerta abierta y las voces.