Salvador Arenere García - Ley Actual

-En relación con ello, también conviene advertir que aun cuando es
cierto que cualquier persona puede hacer el testamento por sí sola,
sin intervención de Notario - es el testamento llamado “ológrafo”-, los
peligros que ello conlleva pueden llegar a ser muy importantes: en primer
lugar, la Ley exige unos requisitos de formalidad que normalmente
no son conocidos por los ciudadanos, lo que puede determinar que el
testamento ológrafo sea nulo; además, también se puede incurrir en
defectos de fondo graves si el testador no conoce la ley aplicable a su
sucesión hereditaria (ya he dicho que en España hay varias diferentes,
actualmente siete); por fi n, el testamento ológrafo, una vez fallecido el
testador, debe ser sometido a la llamada “adveración” judicial y “protocolización”
notarial, las cuales son muy lentas y, sobre todo, muy costosas
en términos económicos (un testamento ológrafo puede llegar a
costar hasta veinte veces lo que uno notarial).
-No es cierto tampoco que, en Aragón, tal y como la mayoría de los matrimonios
testadores quieren, puedan “dejarse lo del uno para el otro”,
si hay hijos. Muchos testadores confunden el usufructo de viudedad
- posibilidad que tiene el cónyuge viudo de administrar y disfrutar todos
los bienes del cónyuge fallecido, pero sin poder venderlos por sí mismo
- con la atribución de bienes en propiedad - que sí le permitirá venderlos
-, y que sólo puede realizarse a través del testamento.
En este orden de cosas, hay que tener en cuenta que una gran mayoría
de los matrimonios de aragoneses no tienen más propiedad que la vivienda
habitual, comprada con el esfuerzo de muchos años de trabajo
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y, probablemente, con el pago, durante muchos años también, del correspondiente
préstamo hipotecario. Llegado el momento de alcanzar
la pareja una edad avanzada, surge en ella la necesidad de atribuirse,
el uno al otro de ambos cónyuges, la propiedad de la vivienda para con
ella poder cubrir sus necesidades futuras (vendiéndola, hipotecándola,
transmitiéndola a cambio de una renta vitalicia, etc.). Si ese matrimonio
tiene hijos y no otorga testamento, la Ley, al fallecimiento de uno de los
cónyuges, impondrá una solución nada favorable al viudo o viuda: que
la mitad del inmueble pertenecerá por herencia a los hijos, y sobre él
tendrá el cónyuge sobreviviente solamente el usufructo de viudedad. Si
en determinado momento, éste precisa disponer de la vivienda, necesitará
del consentimiento de sus hijos y, además, normalmente, del de
sus respectivos cónyuges (yernos o nueras).
En Aragón, es posible evitar ese efecto legal mediante un pacto sucesorio
con los hijos - una especie de testamento plural del matrimonio y
sus descendientes -, a través del cual, con el consentimiento de éstos,
marido y mujer, recíprocamente, pueden atribuirse la propiedad de la
vivienda, para que de ella pueda disponer el sobreviviente sin contar
con consentimiento alguno.
Éste no es sino un pequeño ejemplo de las inmensas posibilidades
que el testamento ofrece a los aragoneses.
Hay muchas razones que abonan la conveniencia de hacer
testamento.
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