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EXTRAVÍOS
El mundo de los criollos ilustrados
Dirección Cultural

Aída Martínez Carreño
EXTRAVÍOS
El mundo de los criollos ilustrados
Dirección Cultural
Colección
Temas y Autores Regionales
Bucaramanga, 2009

© Universidad Industrial de Santander
Colección Temas y Autores Regionales
Extravíos. Aída Martínez Carreño
Dirección Cultural
Rector UIS: Jaime Alberto Camacho Pico
Vicerrector Académico: Álvaro Gómez Torrado
Vicerrector Administrativo: Sergio Isnardo Muñoz
Vicerrector de Investigaciones: Óscar Gualdrón
Director Cultural: Luis Álvaro Mejía Argüello
Impresión:
División de Publicaciones UIS
Comité Editorial:
Armando Martínez G.
Luis Álvaro Mejía A.
Segunda Edición: Julio de 2009
ISBN: 978-958-8504-14-8
Dirección Cultural UIS
Ciudad Universitaria Cra. 27 calle 9.
Tel. 6846730 - 6321349 Fax. 6321364
divcult@uis.edu.co
Bucaramanga, Colombia
Impreso en Colombia

A Inés Carreño Harker,
Descendiente de Facundo

PRESENTACIÓN
Aída Martínez Carreño nació en Bucaramanga el 16 de
abril de 1940 y rindió su cuerpo en su casa de Tabio durante
la mañana del 28 de mayo de 2009. Seis semanas antes, su
familia y sus amigos más cercanos le habían preparado en
su casa una cálida reunión conmemorativa de sus 69 años de
fructífera existencia, acompañándola en la circunstancia de
un desenlace previsto. Cinco semanas antes, tres instituciones
culturales de Bogotá habían organizado en la Casa Gómez
Campuzano un coloquio sobre su vida y su obra. Dos semanas
antes, el Ministerio de Cultura le había impuesto una medalla
al mérito por su trabajo cultural. En fi n, todos sus amigos
y colegas asistimos en silencio al testimonio de su entereza
ante el agotamiento de su cuerpo. Esta segunda edición de
Extravíos, la obra con la que ganó en 1995 el Premio Nacional
de Historia, es el homenaje que le rinde a su memoria la
Universidad Industrial de Santander.
Bachiller del Colegio bumangués de la Santísima Trinidad
(1958), en la Escuela de Bellas Artes de Santander mostró
durante el año 1962 un abierto interés por la historia del arte y
por la pintura, fi nalmente premiado en 1978 con el curso que
realizó en Londres sobre organización de centros culturales. El
Banco Cafetero le permitió un desempeño laboral desde 1971
y le facilitó una rica experiencia en Bogotá como directora del
Fondo Cultural Cafetero (1975-1990), donde pudo ejecutar el
proyecto de un museo del siglo XIX en la casona de la Carrera
Octava, frente al Palacio de Nariño. Fue en este escenario
7

donde desarrolló su vocación por la investigación de la
historia del arte colombiano, la curaduría de exposiciones y la
labor editorial. Poco a poco se fue interesando por la historia
social del vestido, de la cocina y de la alimentación, de las
mujeres y de los niños, es decir, por los temas de la historia de
la vida cotidiana. Su asistencia a un seminario de maestría en
historia, en las aulas de la Universidad Nacional, amplió sus
perspectivas intelectuales.
Su inquietud intelectual, unida a su disciplina en los
archivos públicos y privados, le fue dando una gran pericia
en el ofi cio de la historia. Además de Extravíos (1996), sus
frutos fueron titulados Un siglo de moda en Colombia (1982),
Mesa y cocina en el siglo XIX (1985), Tipos y costumbres
de la Nueva Granada (1989), La prisión del vestido (1995),
Presencia femenina en la historia de Colombia (1997), La
guerra de los mil días (1999), Placer, dinero y pecado: Historia
de la prostitución (2002) y Gun Club Bogotá, más de 120 años
(2004). Murió sin ver publicada una Historia de Colombia
para Dummies y un ensayo sobre la Vida y obra de Josefa
Acevedo de Gómez, que pronto aparecerá en Ediciones UIS.
Se suman a estos libros muchos artículos de tema histórico
publicados en el Boletín de Historia y Antigüedades, Historia
Crítica, el Anuario colombiano de historia social y de la cultura,
Credencial Historia, el Boletín Cultural y Bibliográfi co del
Banco de la República y en algunos magazines culturales de
periódicos, entre ellos Vanguardia Liberal.
Además de su trabajo como escritora de textos históricos,
desde 1976 comenzó en el programa editorial del Fondo
Cultural Cafetero su actividad como editora de libros. Allí
eligió los 26 títulos de la colección básica y supervisó los
cinco tomos de la arquitectura de la colonización antioqueña.
Editó varios títulos en formato de lujo tales como Pueblos de
Santander (1996), Así es Bucaramanga, Bucaramanga y el Club
del Comercio y Tipos y costumbres de la Nueva Granada. No
hay que olvidar que escribió el texto del libro conmemorativo
de los 50 años de la UIS.
8

Declarada en 1982 la mujer del año en Santander por el
Womans Club de Bucaramanga, en 1990 recibió la medalla
“Simón Bolívar” que le otorgó el Ministerio de Educación
Nacional. No hay duda alguna de que fue una mujer de letras
pero, antes que todo, una señora en todo el sentido de esta
palabra. Su notable belleza y su don de gentes, su carácter
singularmente formado y su inquietud intelectual serán
recordados por quienes pudieron conocerla.
Extravíos, subtitulada “El mundo de los criollos
ilustrados”, es un relato histórico vinculado a la familia Mutis
de Bucaramanga y a la familia Valenzuela de Girón. Personaje
central es doña Micaela Mutis Consuegra, una sobrina del
conocido médico y naturalista José Celestino Mutis, nacida
en Bucaramanga en 1783. Su padre era don Manuel Mutis
Bosio, quien había venido de Cádiz con su hermano y falleció
en la villa de Mompós a fi nales 1786. Comerciante de notable
éxito, fue alcalde mayor de minas de Bucaramanga y en 1769
contrajo matrimonio con la señora gironesa doña María
Ignacia Micaela Consuegra Estrada. De los seis hermanos
de doña Micaela brillaron socialmente Sinforoso y Facundo,
el primero por haber sucedido a su tío en la dirección de
la sección de botánica de la Real Expedición y por los
embrollos en los que se metió en el Colegio del Rosario por
haber ganado el tercer premio en el concurso literario sobre
el tema “Si sea o no útil trabajar en la averiguación de una
verdad, de cuyo conocimiento no resulta otra utilidad que el
conocimiento propio”. Fue desterrado a España por el oidor
Juan Hernández de Alba y confi nado en el Castillo de San
Sebastián de Cádiz desde el 3 de octubre de 1795. Una vez
liberado regresó a Santa Fe y se ajuició al lado de su tío don
José Celestino. Facundo fue el más notable comerciante de
inmuebles de Bucaramanga durante las dos primeras décadas
del siglo XIX y de él desciende la madre de Aída, doña Inés
Carreño Harker, a quien le dedicó la obra ganadora del premio
nacional de historia 1995.
9

El doctor Miguel Valenzuela Mantilla nació en Girón en
1767. Fue colegial porcionista y después becario en el Colegio
del Rosario, graduándose en 1790 de bachiller, licenciado y
doctor en derecho canónico. Recibido de abogado en la Real
Audiencia, se dedicó a los pleitos en los estrados judiciales. El
30 de julio de 1810, cuando se organizó la junta gubernativa
de la provincia de Girón, se convirtió en su secretario. Al
contraer matrimonio en 1801 con doña Micaela Mutis la
convirtió en cuñada de quien fuera párroco de Bucaramanga
por casi 50 años, el doctor Juan Eloy Valenzuela.
Este enlace Valenzuela-Mutis prometía a los dos cónyuges
una futuro promisorio en la parroquia natal de la esposa, desde
1810 convertida en villa de San Laureano de Bucaramanga
por la voluntad autonómica de sus vecinos. Pero el proceso de
independencia fue la hojarasca que todo lo confundió. Tanto el
cura Juan Eloy como el doctor Miguel fueron desterrados por
la guerra civil en algún momento de sus vidas, y el largo exilio
del doctor Miguel en Maracaibo facilitó el amancebamiento
de Micaela con un pariente. Herido en su honor, a su regreso
interpuso una demanda contra su esposa ante los tribunales
republicanos, embargando sus bienes y mortifi cando su
vida. Representante de la provincia de Pamplona en las
sesiones legislativas de 1823 a 1826, el doctor Miguel tenía
las de ganar en este pleito contra su mujer. Pero esta historia
extraviada, que Aída pudo reconstruir gracias a sus búsquedas
documentales en el Archivo General de la Nación, tendrá el
lector que apropiársela por sí mismo.
Antes de su sensible fallecimiento, quiso Aída que sus
Extravíos fuesen reeditados por la Universidad Industrial de
Santander. No le alcanzó la vida para tener en sus manos esta
segunda edición, que dedicamos a sus hijos y al doctor Julio
Carrizosa Umaña, su compañero de madurez y un colombiano
ejemplar. Para ella nuestro recuerdo perenne.
10
Armando Martínez Garnica

INTRODUCCIÓN
En 1991, cuando preparaba un texto sobre aspectos de la
vida de las mujeres colombianas en el siglo XIX, revisé los
tomos referentes a asuntos criminales en el Fondo República
del Archivo General de la Nación; buscaba información
sobre índices de criminalidad femenina y tal vez, mediante
la lectura de expedientes, pretendía conocer aspectos de su
problemática y vivencias; buscaba sobre todo a las mujeres
de las clases populares —indígenas, esclavas, sirvientas,
chicheras, aguadoras, revendedoras o hilanderas— cuya voz
está ausente de cualquier otra forma escrita. Buscaba oír a las
iletradas, a las marginadas.
No quiero ocultar mi incredulidad cuando tropecé con el
nombre de Micaela Mutis Consuegra, sobrina del botánico
don José Celestino Mutis, ni mi sorpresa cuando constaté que
se trataba de la esposa del doctor Miguel Valenzuela Mantilla,
abogado de la Real Audiencia y miembro del primer Congreso
Constituyente de la República. ¿Qué error inscribía su nombre
en un deplorable listado de infanticidas, ebrias, buscapleitos o
rateras?
La búsqueda de una respuesta me llevó a adentrarme en los
vericuetos de dos períodos complejos —el fi nal de la Colonia
y los inicios de la República— e indagar sobre la historia de
dos familias, los Valenzuela y los Mutis; me comprometió a
estudiar los sucesos políticos de las antiguas jurisdicciones de
Girón y Pamplona, y principalmente me hizo ver la disyuntiva
11

de quienes debieron tomar un partido entre dos opciones
irreconciliables: lealtad a España o adhesión a la causa de la
independencia.
Los sucesos de la vida de Micaela Mutis son coyunturales y
ayudan a entender, desde la óptica femenina, el confl icto que
toca por lo menos a dos generaciones que van a debatirse entre
rupturas y decisiones que las marcarán irremediablemente.
Nacida a fi nales del siglo XVIII, recibe la infl uencia del
pensamiento ilustrado y su primera juventud trascurre dentro
de un ambiente de cambio: es durante este período cuando
los pensadores cuestionan la tradicional exclusión de la mujer
del sistema educativo: “…Si la educación de los hombres y
las mujeres fuera igual podría resolverse el vano problema de
si lo es también su entendimiento...” y, como consecuencia
de los nuevos planteamientos, las niñas de las clases altas
comienzan a acceder a la educación. Por otra parte, quienes
manejan la economía del Estado comienzan a considerar la
utilidad que puede derivarse del trabajo femenino aplicado
a las artes, “en todo lo que es compatible con el decoro de
su sexo…”, aunque reconocen de antemano la difi cultad de
variar costumbres ancestrales y el riesgo de que ellas pierdan
su recato “vulgarizándose en las tareas laboriosas” como
principales obstáculos del cambio 1 .
En la metrópoli, bajo la infl uencia borbónica, las
costumbres se tornan laxas: el lujo, el ocio y la diversión se
convierten en ornamento de una nueva mujer, como antes
lo fueron el recato, la modestia y la oración. Dan prueba de
esas nuevas tendencias costumbres como el “cortejo”, que, en
pretendida recuperación de los ideales caballerescos, permitirá
a las casadas contar con los servicios y atenciones de un
varón distinto de su marido 2 “petrimetras” y “petrimetres”,
1 Discurso sobre la educación popular de los artesanos y su fomento, Madrid, Imprenta
de Don Antonio de Sancha, Capítulo XVII. 1775, pág. 357. (Biblioteca Nacional, Fondo
Mutis)
2 Carmen Martín Gaite, Usos amorosos del dieciocho en España, Madrid, Editorial
Anagrama, 1987
12

personajes creados por una sociedad permisiva que hablan,
visten, actúan, piensan y hasta sienten de forma diferente,
serán símbolos de los nuevos ideales con que los jóvenes
enfrentan el rigor y severidad de los antiguos 3
¿Hasta qué punto fueron permeadas por el cambio
las sociedades de Hispanoamérica y concretamente la
neogranadina? No existe aún un estudio que permita
cuantifi carlo, aunque son indicios la organización de los
primeros centros de enseñanza para niñas y el estímulo
a las mujeres para efectuar algunos ofi cios artesanales,
principalmente los relacionados con el hilado, el tejido y la
producción de vestuario y adornos; por otra parte, y también
como posible señal del proceso de cambio, entre los dos siglos
se hacen más frecuentes los juicios por adulterio que implican
a las damas de las clases altas y abundan las críticas de los
moralistas tanto como los comentarios de los observadores
extranjeros sobre un relajamiento en las costumbres
femeninas 4 .
Como signos exteriores del cambio sobreviven unas pocas
imágenes de las neogranadinas con sus sugerentes trajes que
fl uctúan entre la descotada túnica del estilo Imperio, hecha
para atraer las miradas, y el “tapado” o manto oscuro que les
permitirá confundirse con la plebe y ocultar su identidad.
A las motivaciones fi losófi cas de la Independencia, a sus
inmediatas causas políticas y económicas, prestó indudable
servicio el desprestigio de las instituciones, desde la monarquía
hasta el matrimonio; la debilidad de Carlos IV se hacía patente
en las libertades de la reina María Luisa y el desparpajado
proceder de la Corte.
3 Del francés petit maître: persona que cuida demasiado de su compostura y de seguir
las modas.
4 Cfr. Beatriz A. Patiño Millán, “Las mujeres y el crimen en la época colonial”; Aída
Martínez Carreño, “Mujeres y familia en el siglo XIX”, en Las mujeres en la historia de
Colombia. TII. Bogotá. Editorial Norma. 1995.
13

Las habladurías sobre la vida conyugal de los monarcas,
cruzaban el Atlántico 5 .
Un soterrado ambiente de rebelión que, pese a la dureza
de los castigos impuestos, subsiste después de la insurrección
comunera de 1781 se expresará de modos distintos de la
rebelión armada. Las mujeres no son ajenas a ello y así lo
demuestran en la década inicial del siglo XIX durante los
primeros movimientos de la Independencia cuando activas o
pasivas, por decisión propia o infl uidas por los hombres que
las rodearon, ninguna fue ajena al devenir político.
Sin embargo, carentes de derechos políticos, inhabilitadas
para el manejo de sus bienes, minusválidas ante la ley, terminarán
rebelándose a través de su único bien intransferible: el propio
cuerpo. Unas veces lo harán como heroínas que llegan al
martirio, otras violando preceptos religiosos y morales que
les han impuesto la castidad como virtud propia de su sexo. A
esta situación contribuyeron el abandono y la desprotección
que trajeron consigo las guerras de la Independencia.
Todo ello hace particularmente valiosa la oportunidad de
rastrear la existencia de una mujer que, como en este caso,
puede reconstruirse sobre la base de documentos históricos
que son la guía y el marco de los sucesos narrados. Surge
con la vida de Micaela Mutis (Bucaramanga 1783 - Bogotá
1841), rastreada en los archivos judiciales y notariales, en
los estudios genealógicos y en la bibliografía histórica de
Santander, un mundo particular señalado por las vivencias de
la región, de su clase y de su época. Para escribir estas páginas
se ha pretendido recoger los rasgos más sobresalientes del
carácter de los protagonistas, atisbándolos pacientemente
entre múltiples referencias dispersas en distintos fondos de
los archivos regionales y nacionales. Para matizar el rigor de
5 AGN, Colonia, Juicios Criminales, TI 26, f1 a 79. Causa contra el ofi cial español Pedro
Biturro por tratar a Carlos IV de cabrón y a la reina María Luisa de estar amancebada con
Manuel Godoy.
14

las fuentes se quiso colorear el relato con grandes brochazos
que contextualizan las acciones con los usos y costumbres
de la vida doméstica. Se intentó, sobre todo, exprimir de la
formalidad de la literatura judicial la esencia de piedad sobre
la cual se construye el derecho, hasta comprobar la difi cultad
de ejercer justicia en sociedades como la neogranadina, en
cuya urdimbre se cruzaron las estructuras del poder colonial,
el peso de la religión y la existencia de castas para producir
tensiones verdaderamente insoportables.
Para no dar rienda suelta a una obvia sensibilidad que el
género propicia, se dio prioridad al documento de manera
que el impulso literario, que de todas maneras concurrió a la
realización de este trabajo, jamás desvirtúe los hechos. Todo
cuanto queda recogido ocurrió aun cuando aparezca como
parte de las divagaciones, las refl exiones y los pensamientos
de algunos personajes, o sea parte de la recreación de los
ambientes y los hechos.
Pretende esta investigación abrir espacios diversos a la
historia de la mujer en Colombia para que no se encasille
en los prototipos convencionales de heroína, bruja, santa o
pecadora; por el contrario, la mezcla de todos esos rasgos es la
que da realidad y presencia al personaje que por aquí transita
con la forma de su medianía. Si es sugerente el rastro que dejó
la vida de Micaela Mutis en los archivos de la República, es
aún más sugerente y digno de análisis que estos hechos —de
tanta importancia en su momento— hayan sido olvidados,
borrados hasta desterrarlos de la memoria colectiva, para la
cual se rescatan ahora, casi doscientos años después de su
ocurrencia, dentro de un aséptico campo de investigación
histórica.
Agradezco al profesor Malcolm Deas su interés y el
préstamo de valiosas obras que me ayudaron a entender los
aspectos legales del caso.
15

Fueron decisivas para la estructura fi nal las discusiones
sostenidas con los participantes del Seminario de Investigación
de la Maestría en Historia de la Universidad Nacional, cuyas
puertas me fueron franqueadas generosamente por el profesor
Hermes Tovar Pinzón. A su interés y a sus aportes debo buena
parte del impulso para realizarlo.
Grandes temores me acompañan al poner un punto fi nal
a este texto: la posibilidad de haber pasado por alto datos
relevantes, el permanente cuestionamiento del tono elegido,
la forma como pueda ser percibido cuando haya salido del
dominio de la autora. Todos ellos se han doblegado ante la
convicción de que, a mi manera, cumplí el compromiso con
un personaje que surgió desde las nebulosas de la historia para
comprometerme en innumerables jornadas de trabajo y horas
de insomnio.
16

Capítulo 1
EL ESCENARIO Y LOS
ACTORES

El
7 de diciembre de 1822, cuatro hombres
comisionados por el alcalde ordinario de
la Villa atravesaron la plaza de Girón y se
detuvieron frente al portón cerrado de la casa del abogado
doctor Miguel Valenzuela Mantilla. Uno de ellos, más decidido,
se adelantó para golpear con fuerza el aldabón.
Las calles circundantes, bien trazadas a cordel, parecían
vacías cuando por tercer día consecutivo, a la hora de la
siesta, se repetía el deslucido cortejo. Ni un alma alrededor
del cuadrilátero de tierra seca y amarilla en donde, raquítico
y desgonzado, un arbolito joven, la ceiba pomposamente
bautizada de la Libertad, trataba de sobrevivir, ignorada
después de la ceremonia y los discursos del día en que la
sembraron tres años antes.
Detrás de los balcones silenciosos y como pegado a las
rendijas de las ventanas resecas, un cuchicheo creciente igual
al de las chicharras en marzo —que no se sabe de dónde
viene pero ahí está— invadió el aire cuando los funcionarios
de la República, quizá más animados por unos vasitos de anís
que por el compromiso con la patria y con la moral pública,
hicieron saber a gritos que no se devolverían solos.
Una pareja de bueyes que algún interesado facilitó
oportunamente esperaba con paciencia el momento de echar
abajo el formidable portón de madera claveteada, mientras
miraba con apetito las hojas del símbolo de la República; no
tuvieron que hacerlo las bestias porque la puerta pequeña incisa
19

en el gran portalón se abrió y, quienes la conocían, adivinaron
más que vieron la cabeza de la negra Lucía, esfumada por el
humo del perenne chicote.
—¿Ora, ora, y se puede saber a qué se debe el estropicio?
Antes de que los representantes de la autoridad hubieran
unifi cado su respuesta, una mujer la puso a un lado con
visibles muestras de ira. Micaela Mutis Consuegra, hija y
nieta de españoles, hermana de los próceres José, Sinforoso y
Facundo, de sor Bonifacia del Sacramento, monja clarisa, de
la hermana Justa de Santa Teresa, religiosa de la Enseñanza,
y de Dominga, esposa del factor de tabacos de Piedecuesta,
encaraba a los representantes de la justicia.
Sin permitir que la improvisada comitiva magnifi cada
por la presencia de la yunta se adentrara en el zaguán de su
casa, oyó la lectura del ofi cio mediante el cual, por solicitud
del procurador José Ignacio Ordóñez Rubira, en nombre de
la ley se procedía a sacarla de su casa, depositarla en la de
Nepomucena Salas y embargar sus bienes.
“¡Cobardes…!”, le oyeron decir, cuando levantó orgullosa
la cabeza y se colocó con esmero la peineta de carey en el
moño de cabellos rubios. ¡Traidores!”, gritó mientras se
envolvía apretadamente con la mantellina de seda azul.
Entonces añadió con voz fi rme: “Cuando todo esté listo, iré
por mi propio pie”.
Al sentir que todo era ya una realidad mejor que el suplicio
de la espera, un insensato alivio la mantuvo erguida antes
de cerrar nuevamente la portezuela. Afuera los sudorosos
comisionados, sin saber si habían ganado la partida, se
pusieron los sombreros que tampoco sabían por qué llevaban
en la mano y se devolvieron hasta el despacho del alcalde
Andrés Serrano.
20

Nadie se acordó de mover los bueyes que vieron, sin
asombro y sin rencor, cómo regresaba la vida a las calles
desiertas en donde todos creían saber lo sucedido. Pero,
¿quién conocía el principio de la historia? La que venía de
Andalucía, la que había comenzado en las Canarias, la que una
tarde se truncó en Mompox… ¿O la otra, que comenzaba
en los últimos años del gobierno español, en las turbamultas
comuneras, en las húmedas congojas de los días de Santafé
y, tras acallarse en los amodorrados años de Piedecuesta y
Bucaramanga, estallaba ahora?
Esa historia, construida silenciosamente a lo largo
de muchos años, nadie podía conocerla, porque apenas
comenzaba a tomar forma en el escenario que le prestaba la
Villa de los Caballeros de San Juan Girón, fundada en 1631 por
Francisco Mantilla de los Ríos en un distrito minero a orillas
del río de Oro, entre las jurisdicciones de Vélez y Pamplona;
sede de la gobernación de su nombre, Girón distaba doce
jornadas de Santafé y cuatro de Pamplona.
A fi nales del siglo XVIII daban muestra de su prosperidad
las amplias casas de teja, la iglesia enlucida y ornamentada,
las capillas de las Nieves y del Cementerio. El Cabildo,
que funcionaba en pleno desde la fundación de la Villa,
elegía anualmente a los alcaldes ordinarios de primer y de
segundo voto en quienes se depositaba la vara de la justicia,
al procurador general, al mayordomo, a los dos alcaldes
de la Santa Hermandad y al padre de menores, quienes
iniciaban funciones el primero de enero. Tanto los cargos
rematados a perpetuidad como los de elección anual recaían
invariablemente en los miembros de un cerrado círculo de
familias que ostentaba el poder desde cuando la ciudad fue
fundada; algo similar ocurría con la parroquia en donde desde
mediados del siglo se habían sucedido Antonio, Felipe y
Pedro Salgar, sacerdotes miembros de una infl uyente familia
del lugar.
21

La economía de la región estaba basada en la producción
agrícola, principalmente de cacao, tabaco, caña y algodones, a
lo cual se adicionaban el hilado y tejido de lienzos y. aunque ya
muy disminuida, la tradicional minería de aluvión continuaba
dejando algún oro de muy buena ley.
Su población, un poco más de cinco mil almas según el
censo de 1783, estaba conformada mayoritariamente por Los
denominados “libres”, grupo dentro del cual sedaban todas
las posibilidades de mestizaje y mulataje; los criollos, blancos
descendientes de españoles nacidos en América, con todo su
orgullo, poder económico y político eran un escaso 20% de los
habitantes, que aun así administraba las rentas, la justicia y las
almas en una sociedad fraccionada por diferencias de clase y de
casta. Pese a su reconocida beligerancia, mediante la rotación
en las diferentes dignidades del Cabildo los descendientes de
los fundadores y beneméritos se apoyaban en la defensa de
sus intereses favorecidos por la política metropolitana 6 .
Consecuente con los privilegios recibidos, entre los cuales
se contaba la libertad para cultivar tabaco, Girón fue una ciudad
realista y su posición política quedó consagrada durante la
revuelta comunera de 1781 cuando las poblaciones vecinas se
alzaron contra el mal gobierno mientras el Cabildo de Girón
organizó una fuerza de trescientos milicianos agrupados en
tres compañías —blancos, mestizos y negros libres— para
resistir a los insurrectos de Socorro, Bucaramanga y Zapatoca.
Tras conseguir una victoria pasajera en la parroquia de Pie de
la Cuesta, unos días más tarde vino una desbandada general
al divisar el tamaño abrumador de las tropas comuneras que
estaban reuniéndose en un valle cercano; el 29 de mayo,
cuando un ejército de aproximadamente cuatro mil hombres
6 Sobre la sociedad de Girón en el siglo XVIII, Veanse Basilio Vicente de Oviedo,
Cualidades y Riquezas del Nuevo Reino de Granada, Bucaramanga, Colección Memoria
Regional, Gobernación de Santander, 1990, pág. 243; Amado A. Guerrero Rincón,
“Cultura política, movimientos sociales y violencia en la historia de Colombia”, en
Confl icto y poder político en la sociedad colonial. Girón Siglo XVIII, Bucaramanga,
Publicaciones UIS, 1993.
22

sitió la Villa, la encontró casi vacía. Los sacerdotes revestidos
salieron a pedir el perdón para la ciudad, que fue ocupada por
las tropas comuneras 7 .
Entre los notables que habían dirigido la defensa de Girón
y que redactaron un instructivo para las tropas fi rmado el 2
de mayo de 1781 fi gura Pablo Antonio Valenzuela Martín
Nieto, y entre los sacerdotes que pidieron clemencia, su hijo
Juan Eloy. Pese a su clara fi liación realista, forzado por el
comandante socorrano, abogado Ramón Ramírez, don Pablo
Antonio Valenzuela tuvo que aceptar el título de capitán de
los sublevados 8 .
La familia Valenzuela, descendiente de andaluces y
aragoneses avecindados en la Villa desde un siglo antes,
ocupará un amplio espacio en los sucesos notables que vivió
la ciudad en los años de la transición. El apellido se prolonga
en la Nueva Granada en los descendientes de Nicolás, casado
con María Josefa Conde y radicado en Gámbita, de quienes
proviene la rama de la familia que en el siglo pasado se trasladó
a Bogotá y a Buga, mientras la vertiente santandereana se
origina en Pablo Antonio, quien ocupó en Girón todos
los puestos de importancia que el gobierno colonial podía
ofrecer: fue alguacil mayor, alcalde ordinario, procurador
general, padre de menores y familiar del Santo Ofi cio de la
Inquisición (“Jamás se le murmuró de mujeres y nunca altercó
con la propia”, dice su partida de defunción).
De los trece hijos de su matrimonio con Nicolasa Mantilla
y Arenas, descendiente del fundador y primer gobernador de
Girón, once llegaron a edad adulta y tres de ellos, Juan Eloy,
Camilo y José María, fueron sacerdotes. Los otros varones,
Francisco María, Germán y Miguel, continuaron la tradición
familiar en el usufructo de los cargos públicos, distinguiéndose
7 John Leddy Phelan, El pueblo y el rey. La revolución Comunera en Colombia 1781.
Bogotá. Carlos valencia Editores, 1980.
8 Véanse Anexos 1 y 2.
23

el último por haber siclo colegial del Rosario y ahogado
de la Real Audiencia 9 . Entre las mujeres se destaca lgnacia,
casada con José Ignacio Ordóñez Rubira, también colegial del
Rosario, mientras que de las solteras, Josefa, Paula e Isabel, así
como de Cosme, no quedan mayores huellas en la historia.
A estas gentes educadas con privilegios de casta y de
clase en aires de nobleza e hidalguía les correspondió ver la
extinción del poder español. No pudieron sustraerse, muy a
su pesar, al confl icto de la Independencia y de la turbulenta
formación de la República, una idea que en los años fi nales
del siglo XVIII prosperaba clandestinamente en las villas y
ciudades del Virreinato de la Nueva Granada y principalmente
en su capital.
Santafé, sede de la corte virreinal, era una ciudad fría,
desaseada e inhóspita que, según el censo de 1783, albergaba
algo más de trece mil habitantes, en su mayoría indígenas.
Su atraso material y carencia de servicios no estaban en
concordancia con la importancia de las instituciones que
allí funcionaban, y a su transformación se dedicaron serios
esfuerzos en las dos últimas décadas del siglo. Conjuntamente
con la búsqueda de mejoras materiales, se pretendió abrir
espacio al conocimiento científi co mediante la reforma a
los programas de estudio en las universidades. En esa tarea
se vio comprometido don José Celestino Mutis, un médico
naturalista nacido en Cádiz y venido a América en 1761 como
miembro de la corte del virrey don Pedro Messía de la Cerda.
Aunque su verdadera ambición era escribir una historia natural
de la Nueva Granada, Mutis debió atender los compromisos
de organizar la cátedra de medicina, ejercer el protomedicato
de Santafé e iniciar en el Colegio del Rosario una cátedra de
matemáticas y de física que fuera el fundamento de toda carrera
universitaria. Como perteneciente a la primera generación
de médicos formados en España dentro del pensamiento
9 Simón S. Harker, ‘‘El Padre Eloy y los suyos’’, en revista Estudio, Año III, mayo a
noviembre, Nos. 32 y 33, Bucaramanga, 1934.
24

moderno, fue divulgador de los nuevos principios científi cos
que condujeron a una manera diferente de concebir el mundo
y las relaciones entre los seres 10 .
Las mejores opciones educativas para los jóvenes
neogranadinos las ofrecían en Santafé el Colegio Mayor
de San Bartolomé y el Colegio Mayor de Nuestra Señora
del Rosario, claustros a los cuales podía ingresarse previa
probanza de limpieza de sangre, nobleza e hidalguía; aquellas
familias que querían y podían dar a sus hijos una educación
de alto nivel se esforzaban por enviarlos a los colegios de la
capital, en donde desde 1653 hasta 1820, los jóvenes oriundos
de Vélez, Socorro, San Gil y Girón conformaron el mayor
contingente de estudiantes provenientes de las provincias. En
las dos últimas décadas del siglo XVIII la capital comenzaba a
mostrar los resultados de la tarea culturizadora de los virreyes
ilustrados: la Real Expedición Botánica (que incluía, además
del estudio de las plantas, los de la mineralogía y la zoología),
iniciada en 1783 bajo la dirección de don José Celestino Mutis,
funcionaba en la Calle Real en una casa amplia refaccionada
por Domingo Esquiaqui, a espaldas de la cual se proyectaba
instalar un jardín botánico y quizá, si el director Conseguía
los recursos, construir un observatorio astronómico; el
número de pintores de plantas adscritos al proyecto se había
incrementado y tenía anexa una escuela de dibujo con casi
treinta alumnos.
Otro impulso importante que el virrey Ezpeleta dio a la
vida cultural fue la organización de una Biblioteca Pública,
proyecto que puso en manos del cubano Manuel del Socorro
Rodríguez, como también la dirección de La Gazeta de
Santafé, una publicación periódica que alcanzó doscientas
sesenta y cinco entregas a partir de 1791. Bajo la protección
gubernamental y pese a la protesta de los prelados, en Santafé
se construía un teatro como alternativa a las diversiones
públicas por entonces reducidas a las mesas de truco, juegos
10 José Antonio Amaya, Mutis, Madrid, Editorial Debate-Itaca. 1989.
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de loterías, bisbís y pasadiez, o a las corridas de toros que se
efectuaban en fechas especiales.
Hacia el fi nal del siglo se hicieron frecuentes las tertulias,
versión española de los salones ilustrados, en donde se
reunían las gentes principales para intercambiar información,
hacer gala de conocimientos, presumir de instruidos o tratar
de pasar por sabios en un ejercicio que, de todas formas,
activaba el pensamiento, planteaba nuevas ideas y destacaba
la importancia de los temas científi cos en una sociedad que
reproducía, aunque pobremente, las condiciones de vida
europeas.
Con las mejores oportunidades de estudio, Santafé ofrecía
las de un buen destino y en los años fi nales del siglo XVIII
los más distinguidos jóvenes de las provincias coincidían en
la capital, ahora animada por conspiraciones y búsquedas que
iban formando el ojo de una tormenta que arrasaría con todos.
Don José Celestino Mutis, después de cuatro años dedicados a
restablecer una empresa minera en el Real de la Montuosa Baja
en las Vetas de Pamplona, regresó a la capital en 1770. Vino en
su compañía el joven gironés Juan Eloy Valenzuela Mantilla, de
cuyos estudios se había comprometido a servir de mentor; en
octubre de ese año Valenzuela vistió la beca rosarista y en ese
claustro recibió su grado en Cánones y Teología, fue profesor
de fi losofía, matemáticas e historia natural y llegó a ocupar la
Vicerrectoría en 1779. Ordenado sacerdote por el arzobispo
virrey Caballero y Góngora, de quien fue familiar y secretario,
a comienzos de los años ochenta Valenzuela fue nombrado
segundo jefe de la Expedición Botánica, cargo que ejerció
hasta su regreso como párroco de Bucaramanga en 1786.
Los pasos de Eloy Valenzuela hacia el Colegio del
Rosario fueron seguidos por sus hermanos Camilo, Miguel
y José María, los dos primeros matriculados en 1784 y el
último en 1803. Entre ellos se distinguió Miguel, uno de los
conciliarios más jóvenes que registra la historia del plantel,
26

en el cual permaneció por diez años dedicado al estudio de
la jurisprudencia hasta especializarse en derecho canónico
y ocupar una cátedra de fi losofía. En esos años fi nales del
siglo XVIII coincidieron en la capital los Valenzuela Mantilla
de Girón con sus primos hermanos Crisanto y José Ignacio
Valenzuela Conde, provenientes de Gámbita, rosaristas
unos y bartolinos los otros. Al seguir la trayectoria de este
pequeño grupo de primos hermanos, se hacen visibles las
disyuntivas y enfrentamientos que marcan trágicamente a
una generación que había sido preparada para perpetuarse
en el ejercicio del poder y el disfrute de unos privilegios que
sentían como un derecho y suponían perpetuos, y que vieron
esfumarse irremediablemente cuando inesperados virajes
políticos hicieron evidente la crisis de la monarquía española;
obligados, casi abruptamente, a escoger un partido sin matices
entre la sumisión al antiguo régimen y la opción de un nuevo
gobierno cuyos lineamientos aún no podían defi nir, algunos,
como Crisanto Valenzuela Conde, quien pasó de abogado
de la Real Audiencia a fi rmante del acta de Independencia
de Santafé, perderán la vida. Otros muchos, como su primo
Miguel Valenzuela Mantilla, sortearán el confl icto de las
lealtades y, merodeando los asientos burocráticos del viejo y
del nuevo régimen, van a sobrevivir con escaso honor. No hay
opción distinta, todos quedarán destrozados.
Durante la época en que don José Celestino Mutis estuvo
al frente de la empresa minera en Pamplona, había venido
desde España Manuel, su hermano menor de sólo quince
años. Instalado en el pueblo de indios de Bucaramanga, fue
proveedor de los distritos mineros y asentista de las rentas
de aguardientes de Cácota de Suratá y de Cepitá. En 1769
contrajo matrimonio con María Ignacia Consuegra González
del Busto, rica heredera de familias de Ocaña y Girón, cuya
importante dote alcanzó la suma de doce mil pesos, mientras
que el novio “no hubo ni tuvo capital al momento de los
esponsales 11 ”
11 AHR, Santander, Archivo Municipal de Girón. Judiciales, paquete 4B, Inventarios y
avalúos de los bienes de la mortuoria de don Manuel Mutis, f916 a 1028.
27

Un año más tarde, el virrey Messía de la Cerda le envió
el nombramiento de alcalde mayor del Real de Minas de las
Vetas de Pamplona y alguacil de la parroquia de Cácota de
Suratá, que desempeñó hasta 1778, cuando el fi scal Francisco
Antonio Moreno y Escandón declaró extinguido el pueblo
de indios de Bucaramanga para dar lugar a una parroquia de
blancos; Manuel Mutis fue encargado de trasladar hasta el
poblado de Guane a los últimos indios que habían vivido bajo
su autoridad.
Como otros miembros de las élites regionales cuyos
intereses económicos iban a verse lesionados, el desacuerdo
con las medidas fi scales llevé a Manuel a sublevarse en
1781 durante la revuelta comunera, cuando a órdenes del
comandante del Socorro incitó el levantamiento de los
pueblos vecinos y él mismo capitaneó a los insurrectos de
Bucaramanga que pelearon con las gentes de Girón 12 . Esa
actuación fue motivo de amarguras para su hermano, tan
cercano a la causa española, y pese a la amnistía general que
posteriormente se decretó y a sus esfuerzos por recuperar el
favor de la corte 13 , lo distanció del servicio del rey; se dedicó
entonces al comercio de tabaco hacia la costa y de géneros de
Castilla hacia el interior, y en desarrollo de su actividad murió
en Mompox —se dijo que en un ataque de ira— el 24 de
octubre de 1786, dejando bienes que después de descontadas
las deudas sumaron 23.224 pesos.
Manuel Mutis había adelantado el proyecto de enviar a sus
hijos desde su Bucaramanga natal al Colegio del Rosario y
a su muerte tenía ya listo, por intermedio de don Antonio
Caxigas, su apoderado en Santafé, un contrato de “cuido
y asistencia” de los escolares con don Nicolás Cuervo,
residente en la capital 14 ; el prestigio del tío y el sólido capital
12 Véase Anexo 1.
13 AGN, Colonia, Milicias y Marina, TIII, f938, Mutis Manuel, su carta desde
Bucaramanga al Virrey remitiéndole unos castellanos de oro para un cáliz. Año de 1784.
14 Inventarios y avalúos de los bienes de la mortuoria de Manuel Mutis, documento
citado.
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familiar prometían asegurar a los jóvenes Mutis Consuegra
una educación privilegiada y un futuro envidiable. José y
Sinforoso aparecen matriculados en el claustro rosarista en
el año de 1787 y tres años después los sigue Facundo; ese
traslado, decisivo en la vida de cada uno de ellos, fue más
fuente de pesares que de alegrías para el sabio botánico pues
coincidió la llegada de sus pupilos con la época en que debió
radicarse en Mariquita, totalmente copado por la organización
del instituto científi co que realizaría la Expedición Botánica
bajo su responsabilidad, circunstancia que le impidió ejercer
sobre ellos la cercana vigilancia que hubiera deseado.
Al regresar a la capital en 1791, encontró que las
expectativas estudiantiles de José y de Facundo, por entonces
de 19 y 16 años respectivamente, estaban por concluir y que,
con muy poco provecho, querían retomar a la provincia natal,
mientras Sinforoso, quien contaba con 18 años, quedaba
en la capital, oscilando entre los estudios de botánica y los
de derecho; opinaba el sacerdote Mutis que don Antonio
Caxigas había sido extremadamente pródigo no sólo con los
colegiales sino también con el acudiente Nicolás Cuervo, y
que de continuar así, terminarían gastando la herencia de las
niñas. Recomendaba a su cuñada enviar a los “desaplicados”
a Cartagena para que se impusieran de los negocios que
había tenido su padre, de los cuales aún quedaban cuentas
pendientes en manos de apoderados.
Fue entonces cuando acordó apoyar a María Ignacia en
la educación de Bonifacia, Justa, Micaela y Dominga, cuyas
edades fl uctuaban entre los doce y los seis años, y para
quienes muy seguramente deseaba la vida conventual; obraba
el sacerdote en concordancia con su mentalidad de ilustrado
reconociendo la importancia de la educación femenina, cuyas
posibilidades en la Nueva Granada habían comenzado a
concretarse con la fundación del convento de La Enseñanza,
que en 1783 fue autorizado para admitir “pupilas colegialas”.
29

Primero llegaron Bonifacia y Justa, quienes en 1791
aparecen inscritas en las listas del exclusivo claustro, y a
fi nales del siguiente año, acompañadas por su madre, vinieron
Micaela y Dominga, las más pequeñas. El largo y complicado
desplazamiento desde Girón hasta Santafé era inusual para
mujeres de alto rango y sólo el fuerte carácter y la conveniencia
de su cometido pudieron llevar a la matrona gironesa a
esa expedición que, contando con amistades a lo largo del
camino, acompañantes respetables, un buen séquito de mulas,
sirvientas y peones, además de un fuerte respaldo económico,
tomaba tres semanas y obligaba a pasos tan riesgosos como
el del río Chicamocha, tal vez usando alguna de las “cabuyas”
tendidas por los indios desde tiempos inmemoriales o, más
probablemente, vadeando su ancho cauce.
Antes de iniciar su viaje debió fi nalizar, por exigencia del
procurador de menores de Girón, los engorrosos trámites de
la sucesión de su marido, quien había muerto intestado. Ello
removió todos sus recuerdos de tal manera que en la primera
semana de su recorrido, instalada en su sillón chapeado de
plata, al lomo de una mula hermosa y fuerte, la viuda sintió
muy cerca la sombra de su difunto esposo que caminó a su
lado, se detuvo para la oración, la acompañó en el refresco y
veló su reposo, libre ya de toda culpa gracias a los novenarios
y misas que por la suma de 222 pesos ella había mandado
rezar y cantar no sólo en Bucaramanga sino también en
los principales conventos de Santafé 15 . Durante la fatigante
travesía de la Mesa de Jéridas, poblada de espantos e historias
de crímenes, María Ignacia rumió sus recuerdos de hija única,
niña rica y solitaria desde su temprana orfandad hasta el
encuentro con su único amor, bajo la mirada celosa de su tío,
don Adriano González del Busto, sacerdote de Bucaramanga
administrador de su herencia.
Junto a ella, mucho más cerca que en vida, Manuel
desanduvo los pasos de aquel camino recorrido quince años
15 Íbid.
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atrás para conducir a un afl igido grupo de indios hasta el
poblado de Guane. Repasaba ella los sucesos de ese entonces,
cuando los ánimos se levantaron, insatisfechos todos con los
nuevos impuestos exigidos para costear la guerra contra los
ingleses, y el descontento, disimulado en un comienzo, dio
lugar a la cólera; el espectro de la inconformidad se le asentó
en el alma a Manuel, se le pegó en la lengua, se le plantó en
los ojos y vino con él al regreso de la provincia levantisca y
tumultuosa.
Una vez vencida y castigada la insensata insurgencia de
1781, el mundo volvió a ser como el cielo en donde ángeles,
arcángeles, serafi nes y potestades tienen su sitio y donde el
pecado de la rebeldía es maldito con el fuego eterno. Pero la
rabia terminó partiendo en dos el corazón de su marido.
La señora Consuegra, auxiliada y homenajeada por sus
relacionados de Barichara, San Gil y Socorro, muchos de los
cuales eran sus deudores por mercancías que les fi ó cuando
tuvo que hacerse cargo de los negocios del fi nado, subió con
su fatigada comitiva a la Sabana de Bogotá en los últimos días
de 1792; no se alojaron en la casa de la Expedición Botánica
pues, aunque era una de las mejores de la capital, estaba toda
dispuesta para ofi cinas e invadida por herbolarios y pintores
que la convertían en lugar inadecuado para señoras y niñas.
Luego de dos meses en “la corte”, regresó a Girón dejando a
sus cuatro hijas sometidas al estrictísimo régimen de colegialas
en el convento de La Enseñanza, regido por doña Magdalena
Caycedo y Flórez para niñas de “noble nacimiento”, a donde
sólo podían ingresar quienes no hubieran cumplido los doce
años. Con sus uniformes negros, sin asuetos ni salida ni
siquiera por enfermedad, las colegialas permanecían recluidas
hasta su retiro defi nitivo del claustro. Las niñas Mutis fueron
especialmente recomendadas a los cuidados de la hermana
Lucía, una monja que velaría por ellas durante el tiempo de
sus estudios.
31

Ya de regreso a su provincia a comienzos de 1793, cuando
apenas se estaba imponiendo de los detalles del pleito
casado entre el advenedizo alcalde de Bucaramanga, Juan
Buenaventura Ortiz, y el Cabildo de Girón, recibió noticias
de puño y letra de su cuñado don José Celestino, fechadas en
Santafé el día 12 de enero:
Mi estimadísima Herma. Recibí la de Vmd por la que
veo la continuación de su salud, gozando del descanso
de su Patria; y talvez olvidando ya los atractivos de esta
Capital. Las niñas se mantienen todas buenas y contentas,
aprendiendo cada una en su respectiva escuela. Sinforoso
igualmente se conserva bueno y ajuiciado. Yo siempre
sufriendo mis males y remando con mis tareas.
Celebro que José y Facundo no le den a Vmd. que
sentir. No por eso debe Vmd cesar de estar a la mira
de sus inclinaciones y operaciones, aconsejándoles y
mandándoles con todo el imperio de madre. Yo haré un
lugarcito en otra ocasión pa. escribirle a mi amado Dr.
Valenzuela recomendando a José: bien que éste necesita
hacer todos los esfuerzos para manifestar aplicación; por
qe. de lo contrario lo abandonaría el Dr. Valenzuela pues
ni el ni nadie tiene su tiempo para perderlo inútilmte. con
desaplicados.
La Sra. Lucía me entregó a su tiempo esa respuesta,
que ahora incluyo, aviendoseme pasado el día del correo
por mis acostumbrados afanes.
En estos días me entregó Caxigas la cuenta de los
colegiales.
Le acabé de pagar los últimos pesos de los dos mil y
cuarenta que importa que suministró de mi orden desde
primero de marzo de 89 hasta fi n 91: de modo que con
lo que yo he contribuído por separado, que me asusta
el pensarlo, inferirá Vmd lo mucho que han gastado
estos niños para aprender picardías, que es lo único
que han sacado del Colegio. Tambien inferirá Vmd el
32

fundamento de las habladurías de José que ha creído se le
avía mantenido con escasez. Tenga Vmd. por cierto que
desde la fundación de los colegios, ningunos han gastado
más, y talvez ningunos han aprovechado menos. Tengo
esta espina tan atravesada en mi corazón, qe. solo podré
olvidar las punzadas que me ocasiona, con la muerte.
Reciba Vmd. mil expresiones de parte de la Sra.
Lucía, a quien debemos mucho por los cuidados que se
toma en la educación de las niñas. Ruego a Vmd. que
cuando envíe algo con peones, me lo remita a mí sin que
ellos tengan que pasar al convento: pues como groseros
y malcriados no saben guardar la atención y buen modo
con que se debe dar aviso a las Religiosas; y por otra
parte las niñas no deben bajar a la portería a tratar con
esos zánganos. Dirijalos Vmd en derechura a mi casa y
por medio de Sinforoso se practicarán las diligencias de
entregar las encomiendas y de recoger las respuestas. Me
alegraré que Vmd se conserve sin novedad en su salud.
Encargo a Vmd que vaya arreglando todos sus asuntos de
testamentaria con referencia a las amistosas advertencias,
que hize a Vmd. aquí. Acuérdese Vmd. de que en siendo
grandes querran saber como se ha distribuído lo que
a cada cual tocaba; y que yo no debo permitir que los
varones disipen las legítimas de las niñas 16 .
Mande Vmd., pues soi su affmo Hermo.
33
J.C. MUTIS 17
16 La señora Consuegra manejaba un capital signifi cativo y ese año la encontramos
aportando 25 pesos fuertes como donativo espontáneo para la guerra contra Francia
declarada en Madrid el 27 de marzo y en Santafé 21 de junio de 1793. Papel Periódico de
la ciudad de Santafé, No. 110, pág. 460.
17 Para la correspondencia de J. C. Mutis, véase Guillermo Hernández de Alba. Archivo
epistolar del sabio naturalista don José Celestino Mutis. Bogotá. Instituto Colombiano
de Cultura Hispánica, 1983.

El compromiso familiar del atribulado tío sólo cesaría al
ver a sus sobrinos “bien colocados” y, por tanto, su mayor
aspiración era que tornaran estado adecuadamente. En 1793
Bonifacia ingresó como novicia al convento de las Clarisas y
allí profesó el 15 de junio de 1794, previa entrega de una dote
de 2.000 pesos y de renunciar, en favor de su madre, a todos
sus otros bienes 18 . José también tomó estado en esos años
fi nales del siglo cuando escogió como esposa a Nieves Navas
Calderón, hija de los acaudalados gironeses Ignacio Navas
Mantilla y Xaviera Calderón Estrada. Aunque aprobaron
su elección, tanto el tío como la madre del novio hubieran
querido demorar la boda pues consideraban que consentir
en ella siendo el novio “...tan tierno y sin experiencias, sería
exponer a la niña a una suerte trabajosa desde principios del
matrimonio… que sería mejor dilatarlo... hasta ver si José
sabía manejarse por si...” No lograron su propósito y con
este matrimonio se renovaron vínculos de parentesco que,
reforzados por nuevos enlaces, tendrían consecuencias en la
historia por venir.
Mientras las niñas adelantaban “en cristiandad y
habilidades”, Sinforoso, quien previa autorización del virrey
se había vinculado a los trabajos botánicos, los abandonó y
se dedicó a “dormir, comer y pasear... expuesto a gravísimos
peligros… en un país donde domina la corrupción de
la juventud, donde los peligros se cruzan y los vicios se
convidan...”, como lo expresaba con preocupación el tío.
Los temores que manifestaba diciendo “...el tiempo está muy
crítico y yo debo precaver los desbarros de ese niño…”, no
eran de ninguna manera infundados. En el mes de agosto
del confl ictivo año de 1794, cuando el virrey Mendinueta
acentuaba la severidad contra las personas comprometidas en
“…los indicios de sublevación, las máximas de libertad, los
escritos sediciosos, las juntas clandestinas, los actos repetidos
de inobediencia, los levantamientos efectivos, los proyectos
de Constituciones republicanas, los planes y conciertos...”,
18 AGN, Colonia. Notaría 1a. Santafé, f 219r-221v.
34

terminaron en prisión algunos estudiantes implicados en la
denominada “Rebelión de los Pasquines”; entre ellos, Miguel
Valenzuela y Sinforoso Mutis. Algunos, como Valenzuela,
obtuvieron prontamente su libertad, mientras que otros como
Sinforoso, mucho más comprometidos, fueron deportados a
un presidio en Cádiz. De una carta de don José Celestino se
extrae su amarga refl exión sobre el asunto:
...De Sinforoso no he querido escribir asta ver en que
paran estas calamidades. Déxome aora de hacer refl ex.
sobre esta desgraciada suerte de ese ingrato a quien Dios
está castigando las desobediencias a su tío...
Al Sr. Dr. Valenzuela mis expres. y que tanto he
sentido la prisión de su Hermo. como la de mi sobrino; y
aun pudiera decir qe. mas conociendo las prendas de este
joven, de qn. he asegurado a mis amigos qe. no ha dado
motivo a esta tropelía...
A los 22 años Sinforoso Mutis partía rumbo al presidio
español, mientras Facundo, dos años menor, ya vinculado a
los tejemanejes del gobierno provincial y en posesión de su
herencia paterna, adelantaba planes matrimoniales, sobre los
cuales opinaba don José Celestino en carta de 1795:
…Yo solo repruebo estas precipitaciones; porque
no debo oponerme a que se casen cuando ya pueden
hacerlo cristiana y honradamente... Yo ignoro todas las
circunstancias de la novia y familia, que Vmd. debe tener
presentes; y si fueren tales como Vmd. debe apetecerlas,
sin respeto a algunas desazones de poca monta, parece
mejor condecender que negar absolutamente la licencia...
Pese a sus consejos, doña María Ignacia negó su autorización
por estimar que la elegida, Antonia Amaya Castillo, no reunía
las adecuadas condiciones de nobleza; la insistencia de su hijo
—¿amor o terquedad?— promovió un juicio que se extendió
durante siete años y en el cual intervinieron más de veinte
35

testigos para demostrar “la distinción y nobleza” de don
Jerónimo Amaya y doña Carmen Castillo Rueda, los padres
de su amada, oriundos de San Gil y Barichara 19 ; en opinión del
novio, su madre actuaba instigada por don Manuel García, sus
hijos los García Salgar y su yerno Jacinto Rubira, de quienes
se afi rmó en el juicio: “...sólo ellos se reputan por nobles en
ésta provincia…” 20 . Finalmente, sin el consentimiento de la
madre y tras dispensarles las amonestaciones, siendo Facundo
mayor de 25 años, el matrimonio se efectuó el 7 de julio de
1802 en la parroquia de San Laureano en Bucaramanga; la
pareja se instaló en la hermosa casa levantada por don Manuel
Mutis en una esquina de la plaza, que Facundo, por entonces
administrador interino de la Renta de Correos, compró a su
madre en la crecida suma de 1.000 pesos.
Justa, a quien no interesó la propuesta de matrimonio de
don Sebastián Rubira Navas, hombre maduro perteneciente
al orgulloso círculo del Cabildo de Girón, había optado por
ingresar al monasterio de La Enseñanza, para lo cual fue
dotada por la fundación constituida por el arzobispo Baltasar
Jaime Martínez Compañón. Encontrándose ya instaladas
las dos hermanas mayores en sus respectivos conventos y
convencido de que las dos pequeñas, a quienes califi caba de “...
muy hábiles pero algo fl ojitas…”, no demostraban vocación
religiosa y ya habían “aprendido las habilidades propias de su
sexo y calidad”, don José Celestino recomendó su regreso a la
provincia de origen.
Apresuraba esta decisión el persistente interés de don
Sebastián Rubira, quien ya había ostentado entre otras
dignidades la de alcalde de Bucaramanga, de casarse con
19 AGN, Colonia, Genealogías, T5, f102 a 155.
20 AGN, Colonia, Genealogías, T3, f863-901. Solicitud de Francisco García de ser
comprendido como noble y usar pistolas de arzón. En 1782, como consecuencia de la
insurrección comunera, se limitó a nobles y a militares el uso de armas; el virrey Ezpeleta
desestimó la solicitud presentada en 1796 a través del apoderado Miguel Valenzuela
aclarando que “sólo se permiten pistolas a los ministros de justicia y empleados de Rentas
Reales”.
36

una de las ricas herederas de don Manuel Mutis. Este enlace
contaba con la aprobación a priori de don Celestino, quien en
carta del 6 de junio de 1795 señaló como posible prometida a
Micaela, pese a sus escasos doce anos:
…aunque su edad no da lugar todas sus inclinaciones
dan a entender que son dirigidas a ponerse en el estado
de matrimonio según la repugnancia que siempre ha
manifestado al claustro, al encierro y a todas las demás
distribuciones religiosas de modo que aunque a los
principios dió algunas muestras de no disgustarle esta
vida, luego que cumplió el año y en todos estos dos
últimos ha descubierto una total aversión al encierro...
soi del parecer que con la mayor brevedad enbie Vmd.
por ella... pues conviene que preceda algún tiempo
teniéndola Vmd. a su lado sin que permita que se roze
con algunas personas que puedan seducirla para otros
amores; lo cierto es que yo tuve siempre para mí que
Micaela sería destinada por el Cielo para llenar los
deseos de ese sujeto de quien Vmd. se halla también tan
apasionada para preferirlo para su yerno... importa no
perder el tiempo; y para que también vea Rubira que se le
ha sabido guardar consecuencia, tan debida a su fi neza y
constancia de preferir a nuestra familia, esperando todo
este tiempo cual de las niñas le tocaría en suerte...
Así terminaba la niñez y, tal vez, nacía la rebeldía de Micaela,
quien de todas formas desoyó las opiniones del tío tanto
como los consejos maternos respecto al añejo pretendiente;
sin embargo, fue muy corta su soltería ya que antes de
cumplir 18 años aceptó la propuesta matrimonial de Miguel
Valenzuela Mantilla, abogado de 33 años que unía al prestigio
de sus estudios de jurisprudencia el de una carrera burocrática
promisoria, auspiciada por el poder de su familia y de sus
relacionados, quienes desde hacía dos décadas dominaban el
Cabildo de Girón.
La importancia social del enlace se trasluce en la partida de
su matrimonio, fi rmada por el cura Eloy:
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Bucarama y febrero 15 domingo de quinquagésima
del primer año del siglo XIX; el Dr. Dn Felipe Salgar por
recomendación de miel propio párroco atento a quede
la información ordinaria y tres proclamas no resulta
impedimento ni público ni secreto casó y veló según
ritual al Dr. Dn Miguel Valenzuela abogado vecino de
Girón con la Doña Micaela Mutis que lo ha sido de aquí
atestiguando la mayor parte del Cabildo, el alcalde de
Piedecuesta Dn. Ignacio Mantilla y el factor de tabacos
Dn. Pedro Paredes 21 .
El documento de entrega de dote fi rmado en la misma
ciudad, en el mismo mes y año, no fi ja la cuantía de ésta; los
futuros esposos pactan y capitulan que cada uno de ellos
llevará un capital que será reconocido por la otra parte y, más
que en los aspectos de dinero, el documento se extiende para
puntualizar obediencia y sometimiento:
...que la expresada Micaela le será al enunciado su
esposo compañera fi el en su prosperidad y adversa
fortuna y le seguirá por buenos y malos temperamentos,
por los lugares de ésta y de cualesquier Provincia y
aún por los riesgos y peligros del mar, siempre que así
sea conveniente para su subsistencia o su acomodo,
su honor o su desgracia. Que asimismo permitirá sin
extrañar ni resentirse que el dicho don Miguel limite
acorte o enteramente prohíba, la entrada en su casa a
aquellas personas cualesquiera que sean, de cualesquiera
clase distinción y grado que no le acomoden o cuya
frecuencia y libertad le sean desagradables sin que sea
necesaria más razón que el quererlo así y parecerle
conveniente, reservando en el secreto de la confi anza y la
franqueza que el debe a la esposa esperar que en efecto le
prometa la libre y espontánea comunicación sin recelos
ni motivos... 22
21 AHR, Santander, Parroquia de San Laureano, Matrimonios. Vol. I, 1773-1822.
22 Notaría Única de Girón, 1800-1801, f253.
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Esta cláusula, que no era común, permite suponer que el
abogado, asesorado por dos testigos de importancia, Felipe
Salgar, cura vicario de Girón, y Eloy Valenzuela, cura de
Bucaramanga, se proveía de un documento para ratifi car su
autoridad. ¿Por qué? ¿Incidían acaso las fricciones y desacuerdos
que entre las dos familias habían surgido desde 1798 a raíz de
un confl icto de autoridad entre Facundo Mutis, alcalde pedáneo
de Bucaramanga, y el párroco don Eloy Valenzuela? 23
Si era necesario suavizar algunos aspectos del carácter de
la novia, la suegra parecía más dócil y el 9 de marzo de 1801
otorgó poder general a su yerno para representarla en todos
sus asuntos, incluido, naturalmente, el disenso al matrimonio
de Facundo presentado en abril de 1802; todo hace pensar
que la relación entre cuñados debió ser imposible tras la
intervención de Miguel en tan enojoso asunto, y aún más
por la forma en que apoyó su demanda en la maledicencia
lugareña, al afi rmar que la novia era “...hija de Doña Carmen
Castillo y según opiniones, o de don Gerónimo Amaya su
marido, o de don Fulano Pineda...”.
Sinforoso regresó de su destierro y prisión en Cádiz a
comienzos de 1802; venía con la ilusión de introducir en el
Nuevo Reino la vacuna de la viruela, proyecto que fracasó
por la difi cultad de trasladar adecuadamente la materia desde
la costa hasta la capital. Había realizado estudios de botánica
y se incorporó de inmediato a los trabajos científi cos de su
tío, en adelanto de los cuales viajó a las provincias de Socorro,
Pamplona y Cartagena. En Cuba, a donde se desplazó con
el doble propósito de vender un cargamento de quinas y
recolectar especies vegetales, permaneció durante cinco años
y allí contrajo matrimonio con la habanera Ángela Gama
Fernández. En halago del ilustre tío, con quien se había
reconciliado totalmente, le dio su nombre al primogénito
como consta en carta de 1808 “…se me ha muerto el niño que
parió Angelita y a quien se puso el nombre de sumerced...”.
23 AGN, Colonia, Empleados Públicos, Santander, T23, f205
39

En junio de ese mismo año, en comunicación proveniente
de Piedecuesta, doña María Ignacia participaba a su cuñado la
propuesta de casamiento dirigida a Dominga por don Pedro
Canal, hijo de uno de “los mejores sujetos de Pamplona”,
y pedía su aprobación. Apenas enterado de su contenido,
una sensación de alivio y una certeza de haber cumplido sus
deberes familiares lo acompañaron hasta su muerte el día 11
de septiembre.
En manos de Sinforoso dejó la parte botánica, la principal
de su empresa, recomendándole trasladarse a la casa para “...
el mejor cuidado y conservación de las láminas, los herbarios
y las demás cosas pertenecientes a la Historia Natural…”,
tarea que en efecto cumplió. A partir de 1810 Sinforoso se
vinculó al gobierno centralista presidido por don Antonio
Nariño, desempeñándose como vocal de la Junta Suprema;
fue miembro de la Comisión de Policía y Comercio, miembro
del Congreso Constituyente de Cundinamarca en 1811,
teniente coronel en el Batallón Patriotas al año siguiente y jefe
de policía de Cundinamarca en 1815 24 .
En ese mismo año, doña María Ignacia Consuegra murió en
Piedecuesta, con la zozobra de ver a sus hijos comprometidos
en un proyecto de gobierno cuya validez y estabilidad
desdeñaba. Tanto ella como don José Celestino tuvieron la
suerte de no presenciar los desgraciados sucesos que la patria
y la familia sufrirían en los años siguientes.
24 Jairo Gutiérrez Ramos, Sinforoso Mutis, un botánico bumangués del Siglo XVIII,
Bogotá, Fondo FEN Colombia, 1995.
40

Capítulo 2
LAS CARTAS DE UN
EMIGRADO
41

Terminó de arreglarlo todo, balanceó un poco la cuna
de madera suspendida con lazos de las vigas del
techo y comprobó que el niño, todavía entrecortada
la respiración por leves sollozos, estaba dormido. Colocó
entonces una vela nueva en el candelero de metal, encendió
un tabaco y acomodada en la silla baja, una vez más leyó la
carta de Miguel recibida ese día y fechada en Pamplona el 23
de agosto de 1822, que decía así:
Mi amada Micaela:
No puedo menos que tratarte así aunque vos no me
tratáis pues Dios ha permitido que yo no te aborrezca,
y su divina majestad es buen testigo de que hasta
el presente te encomiendo al mismo en mis cortas
oraciones. No te había contestado a la propuesta de
separación, porque me he reconocido capaz de poder
vivir contigo tranquilamente en otro lugar, así por el bien
de nuestras almas como por el de nuestros hijos quienes
de otro modo van a quedarse o sin padre o sin madre
antes que Dios se los haya quitado. Pero ya que tienes
tanto empeño en llevar a cabo tu proyecto, convengo
en la separación y en que entregues el caudal que me
corresponde a mi hijo Francisco María para que el me lo
remita a esta ciudad o a donde yo dispusiese. Yo espero
de tu promesa que no me defraudarás en la partición, ni
en cuanto a la cantidad que me corresponde ni en cuanto
a la calidad de los bienes, porque nada es más justo que
todos llevemos bueno y malo.
43

Sírvate de gobierno que las deudas en contra se
deben sacar primero y que al Padre Venancio, según me
dice Pablo se le están debiendo ciento sesenta pesos,
a mi hermano Camilo el resto dedos mil pesos que
como sabes y consta en mis libros, depositó en mí para
alimentos de mis hermanas. Que también tenía en mi
poder y dejé donde bien sabes, mil y quinientos pesos de
un comunicato... 25
A continuación se extendía en una prolija enumeración
de bienes, herencias, legados y deudas que debían tenerse
en cuenta al efectuar la partición propuesta. No dejaba
Valenzuela, con alguna intención muy precisa, de resaltar la
escasez en que se hallaba:
…Aquí me estoy manteniendo con una rifa que hice
de un estuche de afeitar y otras cosas que me produjeron
sesenta pesos, pues aunque te pedí cien pesos, ni siquiera
me contestaste, lo que no se a que poderlo atribuir,
sino que así me convendrá... en mis baúles no tengo
sino los dos pozuelos de plata, el jarrito, dos cucharas,
y un tenedor que han traído los muchachos, pues la otra
cuchara la perdieron en el río... Mi ropa se reduce a una
chaqueta ordinaria de paño que todavía no he usado, una
esclavina que me esta sirviendo y unas cuatro camisas
buenas, lo demás son chaquetas y calzones viejos que ni
aun sirven para una mediana decencia. Vé lo que puede
valer esto para hacer caso de ello, también tengo en mis
baúles el cajoncito en que se pone el espejo que llevó
Pachito y ahora se lo pido para ver si lo puedo vender
o rifar... 26
Sí, ella recordaba bien el cajoncito con sus compartimentos
para guardar las navajas, los cepillos, los peines, las tijeras;
recordaba también la hermosa caja de tocador que Sinforoso
25 AGN, República, Criminales, TIII. Causa del Doctor Miguel Valenzuela contra su
mujer Micaela Mutis y Juan Bautista González por adulterio, f1r a 434r. En adelante se
citará como Causa.
26 Causa, f245r y v.
44

le trajo desde Cádiz, al regreso de sus siete años de destierro...
Tenía forma de arcón, estaba forrada en tafi lete rojo con
estampados en oro veneciano y venía llena de sorpresas: un
peine para cada día de la semana, un espejo grande, una hilera
de botecitos de cristal y de Talavera con diversas pomadas:
la Mariscala, la Duquesa, la de Artoa y la Franchipana. En
sus cajoncitos se guardaban cabos de olor, jabón blando,
cepillos, coloretes, pastas en polvo para lavarse los dientes,
bolas de jabón de hierbas, polvos rubios, negros y cenicientos,
esponjas, pomadas para los labios, una salserilla, alfi leres
grandes y chicos... ¡en Girón no sé había visto una igual…! 27
Regresó de sus recuerdos a la carta y a la ambigua frase fi nal
que le produjo, al releerla, un frío de temor y desconfi anza:
Vos haréis tu gusto: yo me contentaré con que Dios
me dé vida para dar algunas enseñanzas a mis hijos pues
no puedo desprenderme de esa obligación. Y pues mi
edad mis enfermedades y la distancia en que nos vamos
a poner me quita toda esperanza de verte será adiós hasta
el valle de Josafath. Tu legítimo marido, el mismo que
Dios y la Iglesia te dieron.
MIGUEL VALENZUELA 28
La partición de bienes solicitada por Micaela y aceptada
por su marido se efectuó el 24 de septiembre de 1822. Una
vez sumada la totalidad del capital se dedujeron las deudas
relacionadas por Miguel así como los dineros ajenos que dijo
tener en su poder, además de los aportes de cada uno en el
momento del matrimonio; el saldo, osea los gananciales, se
partió entre dos. Al fi nal del documento que fi rmaron Micaela
y su hijo Francisco María, éste anotó lo que se entregaba a cada
uno de ellos: “...a mi padre 5.902 pesos, a mi madre 4.498...”.
27 Anónimo, Libro del Agrado, impreso por la Virtud en la Imprenta del Gusto a la
Moda y al Aire del presente Siglo, Madrid, 1785.
28 Causa, f 246v.
45

¿Cómo se habían trocado los aportes de manera que ahora
favorecían al marido?
Al efectuar esta liquidación, afi rmaba Micaela en carta
dirigida al juzgado poco después, se habían atendido las
instrucciones de Valenzuela,
a toda su satisfacción pasando por mi parte partidas
imaginarias por sólo su dicho... siendo público y notorio
que nada trajo cuando casó conmigo: que lo que
adelantamos fue con el caudal de mi madre difunta, y
que ahora llevó 2.500 pesos de capital que supuso haber
traído al matrimonio, deduciendo igualmente diferentes
cantidades de suposición que en la misma conformidad
expuso tener en su poder pertenecientes a sus hermanos.
Por poco no se llevó también mi ropa de uso... 29
A ella le quedaban, además de la devolución de la dote,
novecientos catorce pesos, y bien sabía que el capital de trabajo
provenía de la herencia que su madre les había repartido en
el año de 1812 30 y esto sin contar con que durante la ausencia
de su marido había realizado operaciones comerciales con
buenos resultados; le quedaban sobre todo el dolor y la
rabia de sentirse burlada y en ese estado de ánimo, resentida
y suspicaz, recibió otra carta, escrita en Pamplona el 15 de
septiembre de 1822:
Mi amada Micaela:
La tuya del correo último me llenó de amargura y
compasión: tus hijos son testigos de mi enternecimiento
al verte confesar que conoces tu situación lamentable y
que tratas de refugiarte a Bogotá; mas yo dudo que allí
lo pases tan bien como piensas, conociendo que una sola
persona de las que te han de tratar con frecuencia es
capaz por su genio de amilanarte y confundirte. En fi n tu
lo experimentarás y mudarás o no de parecer.
29 Causa f341r
30 AHR, Notaría Única de Girón, Libro 1812 a 1814, f114v a 115r.
46

Recibí los cien pesos que me enviaste. No creas que
al mandar a recoger mis hijos es por venganza ni para
darlos a otra persona, sino para que estén a mi lado para
darles el giro o carrera y la educación que me sea posible
pues no puedo desprenderme de la obligación que tengo
acerca de todo esto y de sus alimentos. Para prueba de
que no pienso vengarme del atroz desprecio con que me
has tratado, he dado orden de que te dejen la hija para
ponerla en la Enseñanza de Santafé, porque no siendo
así me es preciso recobrarla. Mira de cuanto me privo
por vos; pues hasta la esperanza voy a perder de conocer
siquiera una hija que tanto deseaba, y que habría sido el
consuelo de mi vejez.
Si por fi n te establecieres allá, no tardará mucho en
que vea tus hijos que precisamente deben ir a concluir
sus estudios. Yo, si mi edad y mis achaques me lo
permitieren, también iré algún día y no te pesará, yo
te aseguro, de verme la cara. Por estas cortas palabras
puedes conocer cual es mi disposición hacía vos. Dios te
guíe para bien de tus hijos y el tuyo propio.
El mismo, M. VALENZUELA 31
El mismo… que había reclamado peso por peso sus dineros
—reales o supuestos— se mostraba ahora magnánimo,
viéndola indefensa y maniatada, la perdonaba y le imponía
una gratitud perpetua, sujeta por los hijos, amenazada de no
volver a verlos... Pablo Antonio, de 21 años, colegial del Rosario
desde 1817, Francisco María, de 19, Aureliano, en sus 15, y
hasta Ulpiano, de 13, quizá crecerían mejor junto a Valenzuela,
quien desde hacía más de un año los había llevado lejos de
Girón; pero ella no quiere, no puede pensar en desprenderse
de los pequeños, Benito, de apenas 10, Juan José, tan débil
en sus 4 años, y Dolores, a quien Miguel ni siquiera llegó a
conocer, porque ya había emigrado a Maracaibo cuando la
niña nació a comienzos de 1.820.
31 Causa, f344r y v.
47

Y el otro, su cruz, que ahora reposa en el camastro, los
escasos mechones de pelo pegados a la cabecita por el sudor
y el llanto: Domingo Cruz del Carmen Mutis, bautizado en
Girón el 17 de julio de 1822, su madrina Marcelina García...
“hijo de la señora Micaela Mutis, casada, ausente su marido”,
dice la partida de bautizo 32 .
En el curso de la semana siguiente llegó una tercera carta,
escrita el 1º. de octubre, cuyo tono amoroso y conciliador la
movieron a creer, si no en la posibilidad de una reconciliación
real, al menos en la de salir de Girón e instalarse en Bogotá
para que la distancia lo borre todo y —tal vez— le ofrezca
una vida nueva. Sólo las utopías hacen digna la vida, le había
dicho una vez Sinforoso, y si los godos habían salido de la
Nueva Granada, nada era ya imposible. Los términos de la
carta eran casi convincentes:
Mi amada Micaela:
Mil cosas tenía preparadas para decirte pero el
accidente en que me hallo por el frío y calentura de
anoche noto permiten; todo se reduce a hacerte ver que
tus males y los de nuestros hijos no tienen más remedio
que nuestra reunión. Yo te propongo de buena fe y te
protesto delante de Dios que pienso no recordarte lo
pasado que te sea sensible. Si aceptas vente con los
muchachos y si aqui no te acomodares nos iremos a
Santafé a donde no te aconsejo que vayas sola, esto es sin
tu marido pues creo que te expones a mil disgustos. En
lo de venirte es necesario esperar en que para la chispa
de Maracaibo que tiene sobresaltada a la gente. De todos
modos la entrega de lo mío y de mis hermanos quiero
que la hagas cuanto antes pues yo me hallo sin recursos y
deseando mandar a Aureliano con Pablo, ya para sacarlo
del peligro como para que aproveche el tiempo; pero eso
no puedo hacerlo sino atenido a ese dinero. También es
menester pagarle al padre ciento sesenta pesos que se le
deben de las asistencias de Pablo. Este ha llorado como
32 Parroquia de Girón, Libro 12 de Bautizos, f15.
48

un muchacho de pensar en nuestra separación. En efecto
es la mayor ruina para nuestros inocentes hijos. Con sumo
dolor he sabido tu disgusto con Pachito. Yo advertí que
por esta parte a él no le tenía cuenta nombrarle para
recibir, porque el papel de apoderado siempre es odioso;
pero como de vos nació el nombramiento y yo le he dado
repetidos consejos para que te venere y te respete creí que
no era necesario en un asunto tan llano y sencillo nombrar
uno de fuera que me cobrara un tanto por ciento o causara
otros gastos. Te suplico pues lo vuelvas a tu amor de
madre y no hagas infeliz a un hijo que tiene tan bellas
ilusiones de ser un hombre de bien. Recibí el cajoncito de
bocadillos que son de lo mejor que he visto. Si el correo
quisiera llevarte un cajón de dulce de manzana te lo
enviaré con otras manzanitas para los muchachos. Mucha
falta me hace el tabaco curado. Si pudieras enviarme una
arroba pues pienso que el correo anda con su mula te lo
agradecería mucho. Deseo tu felicidad y adiós.
49
Tuyo VALENZUELA 33
Borrar el rastro, olvidar, doblar la página, era, y ella lo sabía,
huir. Emprender su destierro cuando los demás volvían, huir,
sí, pero llevándolo todo consigo, la caja de tocador con su
forro de tafi lete rojo y sus ocho hijos; ¿qué era lo demás sino
palos y trapos? Volver a la aborrecida Santafé de su niñez,
ahora Bogotá, húmeda y fría con su lluvia incesante, donde
los arzobispos españoles se morían de angustia 34 , parecía
una ilusión, un sueño casi tangible. Tal vez para apretarse
en un abrazo a Justa a quien desea confi ar la educación de
su hija, para oír la voz de Bonifacia a través de la reja de su
clausura perpetua o para retomar al llanto incontenible de su
33 Causa, f346r a 347r.
34 El arzobispo Juan de Galavis, promovido desde Santo Domingo a la Arquidiócesis
de Santafé en 1739, murió a los tres meses de su llegada; Francisco Antonio de la Riva,
nombrado en 1768, no alcanzó a un año de vida en su cargo; el ilustrísimo Fernando
Portilla, trasladado desde Santo Domingo en 1799, falleció en 1804 y, fi nalmente, el último
arzobispo español, don Juan fl autista Sacristán, tomó posesión de la sede arzobispal de
Santafé el 6 de diciembre de 1816 y falleció dos meses después (1o. de febrero de 1817).

infancia cuando, tomada del brazo de su cuñada Ángela, la
graciosa “Habanera” de otros tiempos, ahora destrozada por
la persecución, el destierro y la viudez, vayan a visitar la tumba
recién abierta de su hermano Sinforoso, muerto en Santafé en
agosto de 1822.
Y, como salido de la nada, volvió a su memoria el viejo
estribillo que cantaba su niñera:
Me casó mi madre,
chiquitita y bonita
con un muchachito,
que yo no quería
ay! ay! ay!
que yo no quería... 35
Llamados por el estribillo de la negra Berania, vinieron a
su memoria los esclavos que sirvieron y poblaron su infancia.
A la muerte de su padre quedaron catorce negros, unos
trabajadores de las haciendas y otros en el servicio de la casa,
entre los cuales su madre fue seleccionando los de mayor
confi anza. Algunos como Filomena y Xaviera, entregadas al
venderse la hacienda “Trigueros”, se perdieron de vista 36 de los
otros y pese al cuidado que puso en escogerlos, le quedaron
algunas malas piezas que ocasionaban grandes sinsabores,
como Santiago, aquel mulato que se evadió y en 1794, tras
engorrosas diligencias, lograron apresar en un pueblo a orillas
del Magdalena. En cuántos trabajos se vio el apoderado don
Antonio Caxigas para salir de él y lo que se recibió apenas
cubrió la cuenta de gastos que por su captura y manutención
pasó el alcalde de Guarumo 37 . Fue de todas maneras un alivio
no verlo más, porque en Girón vagaba como un espectro el
35 Enrique Rodríguez Solís, La mujer española y americana (su esclavitud sus luchas y
dolores) reseña histórica, 2a. edición, Madrid, Librería de Fernando Fé, 1898.
36 ...Inventarios y avalúos de bienes de la mortuoria de Manuel Mutis, documento
citado.
37 Guillermo Hernández de Alba, Archivo epistolar del sabio naturalista José Celestino
Mutis, TII, Bogotá, ICCH, 1993.
50

ecuerdo de lo ocurrido a don Lorenzo Navas, a quien sus
esclavos rebelados le abrieron la crisma 38 .
A los negros de su casa materna, si no les faltó nunca
el castigo, tampoco se les negaron jamás los auxilios en
sus enfermedades, la alimentación debida, ni las velas el
28 de diciembre para la fi esta de su patrono San Benito de
Palermo. Alcanzaba a recordar, en las tinieblas de sus seis
años, centenares de rostros oscuros reunidos durante las
solemnes honras por la muerte del rey Carlos III que organizó
y costeó el gobernador don Miguel Galindo: las familias
principales, con su sequito de esclavos, hicieron guardia ante
el túmulo funerario adornado con las Reales Armas, insignias
e instrumentos militares, repitiendo en coro las hermosas
estrofas puestas en la tumba, que comenzaban diciendo:
Quanto este túmulo abarca
denota si con razón
que llora San Juan Girón
la muerte de su monarca,
pero engañóse la parca
juzgándose vigorosa,
porque a espera más dichosa
le trasladó con sus fi los
donde ya en siglos tranquilos
su feliz alma reposa...
Micaela recuerda la alegría de los negros de su casa en
las celebraciones por la jura de Carlos IV y su matrimonio
con María Luisa de Nápoles, cuando se le remató el título de
Alférez Real del Cabildo a don José Antonio Salgar, quien
para la ocasión costeó de su peculio la construcción de un
teatro en la mitad de la plaza; su madre concedió licencia a
los esclavos para salir a recoger las muchas monedas que el
alférez regó, para ver los juegos de pólvora, las carreras de
jinetes y el desfi le de gigantes. Pudieron también, estrenando
38 AGN, Colonia, Negros y Esclavos, Santander, T4, f109-183.
51

vestidos de lienzo charaleño, atisbar a través del cercado las
presentaciones de fandangos y comedias que se ofrecieron
durante tres días 39 .
Tiene presente el llanto agradecido de Manuela cuando
consiguió que su ama María Ignacia, en gesto piadoso, aceptara
el pago de 50 pesos para darle libertad a su hijo Genaro, un
esclavito de un año de edad nacido en la casa 40 .
Los primeros esclavos de su propiedad fueron aquel
hombrazo noble y callado que Facundo le regaló el día de
su matrimonio y una mujer, prodigiosa molendera de cacao,
maga en la hechura de dulces y conservas, que también sabía
liar tabacos, componer jabones, velas, hacer emplastos y
curas, comprada por Miguel en 225 pesos a la viuda Juana
Mantilla en 1801 41 . Hasta cuando murió de mal parto y mal
amor dirigió la casa y allí el refresco tuvo siempre muchos
concurrentes que competían por beber el espeso chocolate
aromatizado con nuez moscada, vainilla, clavos, canela y un
poquito de ají, servido todas las tardes en pozuelos de plata o
de china, apuntalado con cocadas, conservas de guayaba y de
sidra, panderos, prestillos, mojicones y melindres.
Hasta entonces, Micaela jamás tuvo nada que saber de
las cocinas ni de los patios de atrás con todo su tejemaneje
de gentes chismosas y peleadoras. Ni debió preocuparse
por las provisiones de la despensa en donde se apilaban
ordenadamente los costales con granos, las petacas con
almendras de cacao o pepas de café, los zurrones con miel y
los panes de azúcar socorrano, junto a las botijuelas de aceite
y las aceitunas en salazón. Para mantenerla provista, en días
prefi jados afl uían campesinos con canastos y catabres llenos
de manzanas de Zapatoca, yucas de Bucaramanga, papas de
Ucatá, quesos de Aratoca, naranjas y limones de Piedecuesta...
39 Véase Anexo 3.
40 AHR, Santander, Notariales de Girón, Protocolos y Escrituras, 1807-1808, f247r.
41 AHR, Santander, Notaría Única de Girón, Protocolos y Escrituras, 1801, f253.
52

¡Qué diferencia con esas mujeres mentirosas y enclenques
que ahora la rodeaban y que, lo tenía por seguro, estaban listas
a traicionarla en cualquier momento!
Oyó los gallos y un poco de luz comenzó a fi ltrarse por las
hendijas de su ventana mientras el sueño continuaba ausente;
el aire de la madrugada refrescó un poco la pesada noche
de Girón que venía cargada de recuerdos y de imágenes de
los tiempos del extravío, del principio de su desgracia... El
4 de julio de 1810 Pamplona se declaró independiente del
gobierno central, el día 10 lo hizo el Socorro y el día 20 se
proclamó Santafé. En medio de la zozobra de las noticias que
comprometían a su hermano Sinforoso como fi rmante del
Acta de Independencia de Santafé, ella, cercada por el círculo
de Girón, por su censura y por su miedo, los vio endurecer su
posición de realistas y, a fi nales del mismo mes, constituir un
nuevo gobierno independizándose... de la liberada Pamplona.
Como autoridad local designaron, bajo el título de capellán,
a su cuñado Eloy Valenzuela, cura de Bucaramanga por más
de veinte años, monárquico sin resquicios, discípulo preferido
de su tío José Célestino y enemigo de su hermano Facundo.
Sus relaciones con los Mutis se habían distanciado desde
1798 cuando se opuso a una medida policial de Facundo,
quien siendo alcalde pedáneo de Bucaramanga ordenó
prender a un ladronzuelo que formaba parte de la comitiva
de la esposa del factor de tabacos de Zapatoca, hospedada
en la casa del cura. Del intercambio de mensajes en que
Valenzuela tachó a Facundo de “desatento y malcriado... de
un genio bastantemente insolente y altivo” y éste le respondió
“...que podría enseñarle a decir misa pero no educación y
crianza…”, se pasó a una queja ante el gobernador de Girón,
quien determinó esa misma noche la detención de Facundo,
a la cual y ante su negativa de ofrecer explicaciones siguió la
instauración de un pleito que se dilató por más de dos meses
53

y que, como solía suceder entre los gironeses, sólo vino a
resolverse en Santafé 42 .
No obstante sus excesos de autoridad, en don Eloy se
reconocían sus acciones en benefi cio de los pobres con el
ejercicio de la medicina y la aplicación de sus conocimientos
botánicos a mejorar la agricultura. Había fomentado la industria
de tejidos trayendo maestros del Socorro, con su empuje
se concluyó la construcción de la iglesia de Bucaramanga y
estaba empeñado en abrir un camino que conectara a Girón
con el Cocuy. Hombre notable, sí, pero de difícil carácter.
Bastaba recordar su disgusto con Caldas, en cuyo impreso
El Semanario solía publicar sus trabajos científi cos y a quien
terminó tildando de “bachiller presumido que se las quiere
vender por sabio”. No podía, sin embargo, desconocerse el
prestigio del cura Eloy, a quien dos provincias diferentes —
Mariquita y Antioquia— habían candidatizado en 1809 para
diputado de la Junta Suprema y a quien el Cabildo antioqueño
había solicitado como su primer obispo. Después de retirarse
de la Expedición Botánica había sido durante muchos años
constante corresponsal sobre temas botánicos de su tío José
Celestino. Era, tal vez, el modelo de hombre dedicado a la
ciencia que no habían querido seguir sus hermanos.
Y ella, desde entonces, en medio de los partidos opuestos
de dos familias que en privado y hasta en público denigraban
una de la otra: cómo desconocer el justo rencor de su
hermano José cuando supo que en 1805 Miguel ofi ció a las
autoridades de Santafé expresando que no lo consideraba
“…aparente ni de su satisfacción para el servicio y manejo
de la Administración de Correos de Bucaramanga…”, tras
lo cual fue depuesto del cargo 43 . Pero allí no terminaban las
diferencias: mientras en 1809 don Eloy era candidato a integrar
la Junta de las Colonias españolas, último y desesperado
42 AGN, Colonia, Empleados Públicos, Santander, T23, f205.
43 AGN, Colonia, Correos, Rollo 12 f919v.
54

esfuerzo por mantener la vigencia de la monarquía hispánica
frente el avance napoleónico, en 1811 Facundo actuaba como
representante y diputado ante la Junta de la provincia de
Pamplona, que presionaba una independencia efectiva. Todo,
hasta los territorios, parecía irremediablemente dividido
entre quienes seguían a España y a Fernando VII (como los
Valenzuela, apertrechados en Girón) y los que secretamente
buscaban una nueva forma de gobierno como los Mutis,
ubicados entre Santafé, Bucaramanga y San Carlos del Pie de
la Cuesta.
En esa nueva parroquia, poblada por familias ricas cuya
separación de la Villa de Girón había dejado a lado y lado
rencores profundos, y en su valle fértil, sembrado de tabaco
y de naranjos, hubiera querido vivir. Allí pasó una larga
temporada en 1809, tras el nacimiento de Ulpiano, alternando
con gentes que, siendo fi eles al rey, sentían que había llegado
la hora de manejar su propia suerte. Pero su destino parecía
sujetarla a Girón y amarrarla a España... Cuando se creó en
Santafé la Junta Central de Gobierno y Piedecuesta, fi el a
la separatista Pamplona, comenzó a apertrecharse para una
inevitable contienda, el gobierno de Girón, dirigido por el
cura Eloy, dio poder a Miguel, secretario del Cabildo, para
ir a conferenciar con los señores de la Junta del Socorro,
adicta a Cundinamarca, sobre la mejor manera de apaciguar
los ánimos de sus vecinos. Volvió derrotado y amargado por
el fracaso de su misión, trayendo, pegado a los talones, un
impreso humillante fechado el 25 de abril de 1811, dirigido
por la Junta del Socorro a los habitantes de la provincia, en
el que denigraba de la actitud de los gironeses. Sin que se
enterara su marido, ella lo leyó y por alguna razón que no
entiende bien, aún lo mantiene oculto.
…la ciudad de Girón en vez de adoptar el sistema de la
Independencia y libertad que han abrazado casi todas las
Provincias del Nuevo Reino de Granada se ha declarado
de repente contraria y enemiga de todos ellos solicitando
55

su unión con las cortes de la Península invitando a la villa
de Piedecuesta a que siga el mismo rumbo según consta
de las noticias auténticas que existen en esta Secretaría de
Estado comunicadas por la junta provincial de Pamplona
con objeto de dar parte y pedir auxilio para contener
a los tiempos oportunos los gravísimos e irreparables
perjuicios que Girón con su traidora conducta y maligno
infl ujo puede acarrear a todo el Reino durante muy poco
tiempo tanto acerca de los derechos de la Libertad e
Independencia común como en los de la religión católica
porque volvería el reino a caer en manos de la tiranía de
la opresión y de la esclavitud, sin duda más aún al que la
había experimentado por más de 300 años, hasta que en
el pasado de 1810 la sacudió a costa de su sangre y otros
sacrifi cios constantes a la faz del mundo.
Penetrado internamente este superior gobierno del
más vivo dolor por la alta traición de Girón y fi rme
en conservar y defender los sagrados derechos de la
religión, la patria y el Soberano Fernando VII que los
pueblos han puesto bajo de su protección acordó que
debía dar a Pamplona todo el auxilio posible y noticiarlo
al público a fi n de que todos preparen sus armas y estén
inteligenciados del fi n a que se dirije la expedición de
cien hombres que ha de ir contra Girón en caso de que
no se sujete a Pamplona y desista del sistema que tiene
adoptado... 44
En 1812, cuando los piedecuestanos a manera de
provocación declararon anexado a su jurisdicción parte del
territorio de Girón, los gironeses atacaron en nombre del “Rey
don Fernando VII y del Gobierno que defi nitivamente quedare
en el Reino”, advirtiendo que “usarían la fuerza conforme a lo
establecido por las leyes”. La única batalla se dio en el llano de
Mensulí, donde fueron rápidamente vencidos los realistas, y si
los muertos fueron solamente cuatro, se debió a la velocidad
de su huida, tras la cual quedaron muchos prisioneros 45 .
44 AGN, Bogotá, Anexos, Gobierno Civil, T19, f134v y 135r.
45 José Fulgencio Gutiérrez, Santander y sus municipios, 2a. edición, Bucaramanga,
Gobernación de Santander, 1990.
56

Ese confl icto la mantuvo apartada de casi toda su familia
residente en Piedecuesta, entre los cuales su hermano José, su
cuñada Nieves, su ahijada Micaela; la distanció de su hermana
Dominga, madrina de Pachito y de Aureliano, y casi la dejó
incomunicada con su madre, cuyos últimos años y su muerte
trascurrieron en esa población.
El rompimiento entre las familias fue consecuente con el
enfrentamiento entre ciudades vecinas cuando Piedecuesta,
Bucaramanga y Rionegro se separaron de la jurisdicción del
Cabildo de Girón y se proclamaron en villas, tituladas por
la Junta Revolucionaria de Pamplona, dejando el Cabildo de
Girón reducido a la feligresía de la ciudad y las del Pedral
y Cañaverales, dos parroquias miserables. Mientras los Mutis
se planteaban como partidarios de una independencia más
efectiva, España tenía en don Eloy Valenzuela y en el cabildo
de Girón sus más seguros aliados.
Infl uido por su hermano, Miguel extremaba su adhesión
a España causando en ella amarguras y desacuerdos secretos
que principiaron a formar un cauce de vergüenza y desprecio.
Sí, vergüenza de verlo siempre colocándose en el lugar
conveniente, halagando a Sebastián Calzada, el coronel español
recibido en triunfo por Girón en febrero de 1816, ignorando
u olvidando que en el trágico combate del páramo de Cachirí
habían muerto más de mil soldados de las provincias vecinas
y quedaban por lo menos doscientos heridos y quinientos
prisioneros, muchos de ellos sus parientes o conocidos.
No hubiera querido verlo haciendo coro a la admiración
española por “el entusiasmo y lealtad de la fi delísima ciudad
de Girón...” en donde “...no cabía la gente en las calles con
mil demostraciones de alegría, oyéndose solo las voces de viva
el Rey, vivan nuestros hermanos…” 46 , envidiando, tal vez, las
condecoraciones y distinciones que a su hermano Eloy y a otros
de sus parientes concedió el general Pablo Morillo. Mientras
los gironeses vivaban a los ejércitos españoles, ella pensaba en
46 Véanse Anexos 4 y 5.
57

las familias de quienes habían muerto, como el joven García
Rovira, o en los que huían dejándolo todo como el doctor
Fernando Serrano, y pensaba en sus propios hermanos,
arrestados, juzgados y condenados por insurrección.
Para los “pacifi cadores” que en 1816 avanzaron regando
el camino con sangre y lágrimas no eran desconocidas las
posiciones acomodaticias entre las dos tendencias enfrentadas
y sabían que junto a realistas sin resquicios, al estilo del cura
Valenzuela, prosperaban burócratas como Miguel, dispuestos
a servir al gobierno que ganare; pero el verdadero peligro para
la autoridad real lo representaban gentes como José, Sinforoso
y Facundo Mutis, criollos ricos que pretendían nuevas formas
de gobierno; José, quien siempre hablaba más de la cuenta, fue
investigado por un tribunal de la Real Audiencia establecido
en Vélez, tras lo cual lo llevaron preso a Santafé, condenado
a empedrar calles; Facundo, más rico y más infl uyente, fue
deportado a Puerto Cabello y luego desterrado a Curazao. A
Sinforoso, director de la Expedición Botánica, lo retuvieron
bajo sospecha de reincidencia y lo enviaron a una prisión
en Cartagena, mientras que su esposa Angelita y sus hijos
pequeños fueron obligados a marchar desterrados hacia el
pueblo de Guasca.
Ella, Micaela, no tuvo problema diferente al de la angustia,
ni dolor distinto a presenciar la humillación de su marido,
quien al terminar agosto de ese tristísimo año pedía el recurso
de purifi cación por haber permanecido durante la revolución
entre los rebeldes, desempeñando las funciones de abogado
de la Real Audiencia y administrador de Correos, sobre lo cual
afi rmaba en ofi cio dirigido al Tribunal de Purifi cación:
…que tampoco cooperó a la insurrección de estas
provincias ni la sostuvo y que antes bien impidió terror
en ella; que con sus consejos y dirección contribuyó a
que se diese parte en sus principios para la contención
de los desórdenes al Excmo Sr. Virrey; que rehusó
58

servir varios destinos para los que fue nombrado por el
gobierno insurgente y aún de asesorar como abogado
en causa contra el español realista Don Pedro García;
que por no ingerirse en los empleos abandonó su patria
retirándose a provincias extrañas exponiendo su mujer
hijos y familia; que nunca llegó a jurar la Independencia
y que aunque sirvió de Secretario en la nueva forma de
Gobierno que por la necesidad de haberse depuesto las
supremas autoridades del reino se vio precisada a formar
esa ciudad fue conservando siempre la debida obediencia
a nuestro soberano Fernando VII en cuyo propósito se
mantuvo fi rme hasta ser sojuzgado por los insurgentes de
Pamplona, que su conducta ha sido pacífi ca y propia de
un verdadero realista y fi nalmente, que aunque continuó
por su abatida situación ejerciendo algún tiempo durante
el trastorno el ofi cio de Administrador de Correos, no
infl uyó ni proporcionó ventajas a los rebeldes... 47
Actuaba Miguel de la misma manera que los alcaldes
y regidores del Cabildo de Girón, preocupados por hacer
méritos ante don Pablo Morillo, comandante de los ejércitos
de España en la Nueva Granada; para ello ponderaban las
pérdidas económicas sufridas por el vecindario, exageraban
los insultos y ultrajes recibidos de los rebeldes, lamentaban
el reclutamiento de los jóvenes y ponían de presente la
declaración de guerra a muerte de que habían sido víctimas,
reiterando en términos exaltados su adhesión a España:
...Nos hemos decidido por la España, y por eso
hemos incurrido en el odio y persecución de los
mismos hermanos, a quienes el infl ujo y enlaces del
Socorro ha hecho bastardear. Si por uno de aquellos
sucesos incalculables tuviera otra revuelta Girón
ciertamente perecería a fuego y sangre, y nuestros
verdugos no vendrían de lejos ni se harían de rogar... 48
47 AGN, Bogotá, Anexos, Gobierno, T39, f1069 a 1073.
48 Véase Anexo 5.
59

Entre tanto ella, aislada y ansiosa de noticias, daba a luz en
Bucaramanga a Juan José, su sexto hijo; a su lado, después de
haber sido examinado por la Junta de Purifi cación instalada
en Girón, Miguel reivindicaba su lealtad al rey “en todos los
tiempos y señaladamente en la próxima pasada revolución
del reino” y quedaba en situación de recibir los privilegios
que éste concedía a quienes hubieran demostrado su celo y
adhesión durante las turbaciones pasadas. En esos meses, con
el propósito de clarifi car totalmente la situación de la ciudad,
el Cabildo de Girón y algunos vecinos habían dado poder
a don Eloy para defenderlos ante los tribunales e inclusive
acudir ante el mismo rey para hacerle saber la incuestionable
fi delidad de esa población que, “...aunque sembrada en remoto
lugar, estaba poblada por sus más leales vasallos…” 49 . Entre
los fi rmantes se destaca el nombre de Miguel Valenzuela,
quien nuevamente había logrado evadir el peligro, aunque esta
vez por un plazo muy corto.
Tres años más tarde, en agosto de 1819, temblaba Girón
por la noticia: tras una victoria sorpresiva sobre los ejércitos
de España, el caraqueño Simón Bolívar, al frente de una tropa
desmantelada y casi desnuda, había entrado triunfante en
Santafé, de donde los españoles habían salido al amanecer del
día 9. No faltaron quienes se compadecieran al imaginar a
los empleados públicos y vecinos principales abandonando
cuanto tenían, no contando con nada seguro para el viaje,
penoso e incierto… los conventos de monjas —¿cómo estarán
Justa y Bonifacia?— sin poder cerrar sus puertas de tanto
recibir arcas y cajas enviadas por las familias que huían con
la esperanza de regresar a la ciudad algún día. Varias damas
españolas se habían ocultado tras el hábito mientras que el
viejo Juan Sámano, último virrey, huía disfrazado de paisano
con ruana y sombrero de hule, en compañía de sus amigos
más cercanos y de su capellán, a quien todos satirizaban como
autor de panegíricos y alabanzas a los gobernantes españoles,
49 Notaría Única de Girón, Protocolos-Escrituras 1815 a 1817, f194v.
60

especialmente de un ridículo poema laudatorio cuyas
líneas terminaban en la letra A y que los patriotas repetían
burlonamente:
¡O Sámano, pues ya toda la tierrA
Grandes le da los soplos a esta llamA
¡O apellido que el amor encierrA
Tal es, que dice, SAMANO, NOS AMA! 50
Se decía que habían visto a José María Serna, tan rico y tan
amigo de Bolívar, entrar a la casa de la Botánica en donde se
guardaban las mercancías de los comercios españoles para sacar
de allí petacas y baúles atiborrados, tal vez con géneros para los
uniformes de los desnudos ejércitos libertadores 51 . Los niños
se reían repitiendo lo sucedido al prior de los capuchinos, que
por más que le daba fuete a la mula en que iba a emigrar, ésta
no se movía... ¡porque había olvidado desamarrarla...! 52 . El
relato de la hermosa ceremonia de coronación del Libertador
por parte de las señoritas bogotanas hacía brotar blasfemias
en unos y provocaba suspiros en otras. Las gentes notables de
Girón estaban aterradas.
Rápidamente se supo que se seguirían juicios a los realistas,
para lo cual el nuevo gobierno estaba despachando comisiones
militares, y que Antonio Morales, el de la pelea con el tendero
González el 20 de julio de 1810, vendría hacia el Socorro.
Miguel Valenzuela comprendió que era el momento de huir,
“…mas fi el a la causa de Fernando VII y a Don Pablo Morillo
que a su mujer y a su familia...”, afi rmaría en su apelación,
cinco años más tarde, el procurador Narciso García 53 . Fiel a
su propia causa, pensó Micaela, pero no dijo nada y ayudó
a llenar el almofrej con ropa y mantas, luego puso arepas,
carne ahumada, unas bolas de chocolate, un mazo de tabacos,
50 Véase Anexo 6.
51 AGN República, Criminales, T48.
52 Luis Augusto Cuervo, Los emigrados de 1819, Bogotá, Casa Editorial de Arboleda,
1919.
53 Causa, f422v.
61

alfandoques y bastantes conservas de guayaba en una mochila
y se compadeció, más que de ella, de Miguel, quien en medio
de la noche salía a buscar las tropas de Lucas González en su
retirada hacia él norte.
Cinco meses después, cuando ya había nacido la niña, vino
a saber que de los mil quinientos pesos que su marido se llevó
esa noche, después del saqueo que les hicieron en el Río de
Oro sólo le quedaron veinticinco escudos y la onza de oro
que ella le escondió en un bolsillo secreto bajo el brazo. Con
esa onza, pudo “...contentar a uno de los que nos prendieron,
empeñado en llevarnos a Ocaña y sospechaba que era para
matarnos…” 54 .
Con la ayuda de muchos sacerdotes realistas que fue
encontrando en los pueblos, llegó Miguel hasta Maracaibo
en donde permaneció casi dos años, negándose a regresar
en 1821 cuando el vicepresidente concedió indulto a los
emigrados que juraran lealtad al nuevo gobierno.
El gobernador Morales, en cumplimiento de órdenes
superiores, envió al destierro a varios sacerdotes realistas,
entre ellos a don Eloy Valenzuela. No pasó éste más allá del
pueblo de Los Santos, al fi nal de la Mesa de Jéridas, donde se
mantuvo alegando enfermedad sin que le faltaran la tolerancia
de las autoridades, ni el apoyo de los vecinos infl uyentes, hasta
su retomo a la parroquia de Bucaramanga en 1823 55 .
A comienzos de 1822, siendo inminente la desbandada
española, Miguel Valenzuela había iniciado su regreso, primero
hasta Cúcuta y luego hasta Pamplona, desde donde ahora le
escribía.
El llanto insistente del niño, el único de sus hijos que tiene
esos ojos de aceituna, negros e inmensos, interrumpe sus
54 Causa, f245.
55 AGN, República, Curas y obispos, T24, f92r a 96r.
62

ecuerdos; llama al ama de cría que duerme profunda en el
cuarto contiguo y lo oye tranquilizarse con las chupetadas de
leche, al arrullo de esa vieja nana “de adúlteros”, que dice:
...el que está en la puerta,
que no dentre agooora,
porque a vuelto a casa,
el papa. del niñu que Ilooora...
Las primeras luces, al pasar por entre las colgaduras
encarnadas de las dos ventanas, hacen visibles los muebles
del aposento que desde la emigración de su marido ocupa
en el primer piso de la casa. Eligió dormir allí para evitar
las empinadas escaleras y para sentir la brisa y el rumor que
vienen desde la quebrada de Las Nieves. Es un salón amplio,
las piedras del piso recubiertas por una estera de juncos y,
sobre un estrado ancho, la cama grande de madera con sus
cuatro pilares torneados, entre los cuales, sujetas con argollas
a la delgadas varillas de hierro, penden las colgaduras de tela
blanca; como aderezo el rodapiés y la colcha bordados en
ramazones de seda rojiamarilla, las sábanas y las fundas de los
cuatro almohadones hechos en ruán con puntillas valencianas.
Sobre la cabecera el Santo Cristo quiteño y al alcance de su
brazo la mesa en donde cada noche la negra Lucía deja agua
fresca en un jarro de plata, una taza con cocimiento de lechuga
y manzana para el desvelo y una botellita con infusión de tilo
para el temperamento. Cerca a una ventana, la escribanía con
incrustaciones de carey y de nácar y sobre ella algunos libros,
tres candeleros de metal, unas despabiladeras, las hojas de
papel, la tinta, las plumas, los polvos secantes. En el amplio
espacio cabe, detrás de un cancel junto a la puerta, una cuja
donde duerme frecuentemente María Josefa del Villar, parienta
de Miguel tan pobre como una rata, que, servicial y solícita,
se ofrece a acompañarla; caben además cuatro baúles cuyos
estoperoles plateados brillan en la oscuridad, dos asientos de
cuero con brazos de madera y una mesa para colocar el platón,
63

la jarra de peltre y las toallas de manos. En otra mesa aforrada
con un paño adamascado, unas fl ores de cera, agobiadas por
el calor de la noche pasada, inclinan humildemente la cabeza
ante la imagen de Nuestra Señora de los Dolores, su corazón
traspasado por siete puñales. Dentro de una caja sobredorada
y con vidriera, una Virgen Madre aprieta contra su pecho al
Divino Infante como para impedir que los ángeles que vuelan
a su alrededor puedan arrebatárselo.
Sí, después de haberse sometido a todo para conservar al
inocente a su lado, jamás lo entregará para que otros lo críen,
ni permitirá que Bautista se lo lleve como amenaza hacerlo en
caso de que ella se reúna con su marido, aceptando la promesa
de perdón y de olvido.
No hay ninguna salida posible, sólo el sueño, que fi nalmente la
derrota mientras las campanas llaman a la misa. Como todos los
días, don Pedro Salgar pedirá desde el púlpito, además del dinero
para la reconstrucción del templo, el castigo de los escándalos e
inmoralidades, la impiedad y demás frenesíes del siglo.
64

Capítulo 3
“A LO HECHO, PECHO”
65

La República convocó su primer Congreso
Constitucional para que comenzara a sesionar
en la capital a partir del 2 de enero de 1823; los
representantes para el período de cuatro años debían ser
naturales de cada provincia, residentes en su territorio durante
los dos últimos años, propietarios de un bien raíz por valor
de dos mil pesos o poseedores de una renta o usufructo de
quinientos pesos anuales; también podía ser electo quien se
desempeñara como “profesor de una ciencia” 56 . Pamplona
designó al sacerdote Lorenzo Santander, a Juan Bautista
Valencia y a Miguel Valenzuela y así se publicó en la Gaceta
de Colombia el domingo 24 de noviembre de 1822 57 . No
siendo fácil encontrar sujetos que reunieran los requisitos
exigidos, Pamplona hacía caso omiso de las actitudes pasadas
y, perdonando a Valenzuela su condición de emigrado realista,
lo distinguía con la alta responsabilidad del legislador.
Antes de viajar a Bogotá para atender a su compromiso,
teniendo ya en su poder el dinero correspondiente a la partición
de bienes de la sociedad conyugal, el 12 de noviembre de
1822, Miguel Valenzuela, haciendo constar sus calidades de
“Abogado de los Tribunales de la República, Representante
electo de ésta Provincia al Soberano Congreso y marido
legítimo de la señora Micaela Mutis”, instauró causa penal
por adulterio contra su mujer y Juan Bautista González en los
siguientes términos:
56 Constitución de la República de Colombia, sancionada el año de 1821, edición
facsimilar, Bogotá, Banco Cafetero. 1971.
57 Edición No. 58, domingo 24 de noviembre de 1822.
67

Que por la sumaria información que con la
solemnidad y juramentos necesarios exhibo, se
comprueba el público y escandaloso amancebamiento
adulterino e incestuoso que ha mantenido Juan Bautista
González, casado y vecino de ésta ciudad con la citada
mi esposa Micaela Mutis, por el cual delito les acuso civil
y criminalmente y en su consecuencia se ha de servir y
proceder inmediatamente a la prisión y seguridad de los
delincuentes y seguida la causa para todos los trámites
legales, en su conclusión aplicarles las penas establecidas
por las leyes.
Igualmente se servirá usted pasar el embargo de
todos los bienes que se hallen en mi casa que habita
la expresada Mutis, poniéndolos en seguro depósito y
compeliéndola a que los manifi este bajo de juramento,
lo mismo que los de la pertenencia del reo para que en
su caso se apliquen a quien corresponda, conforme a
derecho. Sobre cuyo particular y el perdimiento de dote
y gananciales, lo mismo que del derecho a la tenencia
de los hijos, protesto formar artículo por separado
conforme a la justicia...
MIGUEL VALENZUELA
San Juan Girón, noviembre 13 de 1822. 58
Al plantear su acusación por el delito de “público y
escandaloso amancebamiento adulterino e incestuoso”
procedía conforme a lo dispuesto por la ley, “que sólo permite
esta acusación al marido, que no puede acusar solamente a uno
de los adúlteros vivos, más que a ámbos, adúltero y adúltera
los ha de acusar o a ninguno”, haciendo el trámite “delante del
juez seglar dentro de cinco años contados desde que sucedió
el adulterio”.
Planteada la acusación, otorgó poder en Bucaramanga,
“cumplido todo cuanto por derecho se requiere y es necesario”,
a José Ignacio Ordóñez Rubira, esposo de su hermana
58 Causa f4r.
68

lgnacia Valenzuela, para que a su nombre y representando
su propia persona, derechos y aserciones, “...se presente por
nominative y siguiere en la ciudad de Girón la causa que el
poderdante tiene pendiente en aquel juzgado ordinario por el
delito de adulterio incestuoso contra su esposa Micaela Mutis
y el cómplice Juan Bautista González…” 59 ; tras esta acción
comenzaron a cumplirse las instancias del proceso en el cual
se vieron comprometidos y llamados a servir de testigos
muchos de los vecinos de Girón. Sus declaraciones, ceñidas
al cuestionario que presentó el acusador, estuvieron dirigidas
por una parte a probar el hecho y por otra, muy importante,
a culpabilizar a Juan Bautista González. Se percibe en ello
una forma de vindicta del honor masculino, mancillado por
otro hombre a través de la infi delidad de la esposa. Debieron
responder bajo juramento las siguientes preguntas:
—Si saben y les consta que es público y notorio,
pública voz y fama en esta ciudad que Juan Bautista
González casado y vecino y Micaela Mutis legitima
mujer de mi parte, durante el tiempo de su ausencia han
cometido el delito de adulterio doble e incestuoso por
ser parientes inmediatos y si han tenido un hijo que al
tiempo de tres meses fué bautizado públicamente en esta
santa Iglesia sirviendo de madrina la señora Marcelina
García y de partera María Corzo.
—Si saben y les consta o han oído decir de público
y notorio que el delincuente González se jactaba en las
tertulias y lugares públicos diciendo que “aunque la
manceba era vieja, como era goda y mujer de un godo,
hacía un servicio a la patria en fornicarla”.
Francisco Novoa, de 23 años, Francisco Tomás del Barco,
de 44, y Pablo Gómez, de 52, respondieron afi rmativamente
a todas las preguntas. Segundo Prados y Vicente Navarro
coincidieron con su respuesta afi rmativa a la primera y dijeron
59 La Constitución de 1821, art. 188, declaraba “en fuerza y vigor las Leyes que hasta
aquí han regido en todas las materias o puntos que directa o indirectamente no se opongan
a ésta Constitución ni a los decretos y leyes que expidiere el Congreso”. El juicio, por lo
tanto, fue llevado según las leyes del partido de Castilla.
69

no conocer el contenido de la otra. Navarro adicionó su
declaración con un “otro sí” para informar que:
...en su casa a donde iban con mucha frecuencia
González y la Mutis, estando una noche jugando
fumillico, y él sentado en el brazo de la silla de ella, de
intento González apagó la luz, y al declarante le pareció
la estaba besando… 60 .
Máximo García Salgar administrador de Correos, afi rmó:
...que estando una noche sentado junto al portón de
la casa de la C. Micaela Mutis llegó el C. Juan Bautista
González y me dijo: “parece que esta puta goda trata de
juntarse con el godo de su marido, pero putas sobran y
voy a oponerme a que se lleve el muchacho...” 61 .
Cumplidos estos trámites, el 16 de noviembre compareció
Juan Bautista González, vecino de la ciudad, casado, de treinta
y siete años, “su calidad noble, de ofi cio comerciante”, preso
desde hacía tres días a pedimento del señor Miguel Valenzuela
por atribuirle que se halla amancebado con su mujer, y dijo:
—Que es falso, que él ha tenido amistad mucha con
la señora Micaela Mutis y que la ha servido cuando lo ha
ocupado, pero que no ha incurrido en este crimen, pues
la respeta mucho, y ni aun siquiera se lo ha propuesto y
que si acaso ha parido habrá sido de otro.
—Reconvenido ¿cómo niega una cosa tan pública y
probada hasta la evidencia, cuando de la sumada consta
ser el autor del crimen? dijo que conoce a todos los
tres testigos de vista, trato y comunicación, pero que el
Sr. Francisco Novoa es primo hermano de su legítima
mujer la señora María Josefa Navas y pariente con el que
declara en segundo grado de afi nidad… que el señor
Pablo Gómez es su enemigo desde el año pasado que
60 Causa, f274 v.
61 Causa, t275 v.
70

como juez ordinario intentó atropellarle su casa… que
el señor Segundo Prados también es testigo tachado
porque depende de la casa de su tío político el señor cura
Vicario Don Pedro Salgar quien es el móvil o interesado
en la presente causa… porque tambien es su enemigo.
—Que ninguno de los testigos lo han visto dormir
con dicha señora ni menos en la ejecución del crimen:
que lo pueden haber visto entrar a su casa de día y de
noche, aún tarde en la noche, pero que ha sido con
asunto que ha llevado a tratar sobre intereses y porque
visitaba la casa con muchísima frecuencia porque ésta es
su pariente inmediata. Que por la puerta falsa de la casa
de la señora Mutis ha entrado dos o tres veces tarde de
la noche, pero que ha sido por servir secretamente a la
señora Micaela Mutis, y aún a su marido que en pago
ahora le acusa de criminal.
—Repreguntado: si no supo que todo el pueblo y aun
algunos habitantes de este canton le echaron la culpa de
que había empreñado a la señora Mutis porque tenían
fundamentos para decirlo, dijo: que si lo supo, y que con
ese motivo dejó de tratarla con la frecuencia que antes o
casi con ninguna 62 .
Se percibe en estas respuestas la existencia y aceptación
en las costumbres locales del compromiso “caballeresco” de
servir a la dama y la legítima posibilidad de hacerlo, concedida
a los varones cercanos al círculo familiar, que son la base de la
costumbre dieciochesca del “cortejo”.
El parentesco existente entre los acusados, del cual se
deriva el agravante de incestuosa con que se señala su relación,
era tanto de consanguinidad como de afi nidad:
—Lorenzo González del Busto, abuelo de Juan Bautista
González, era primo de la madre de Micaela Mutis, quien
resultaba por lo tanto prima en segundo grado de Juan
62 Causa, f6r y v.
71

Isidro González. Como prima de su padre, Micaela Mutis
se convierte en tía de Juan Bautista González; cuando no
mediaba una debida dispensa, se consideraban incestuosas las
relaciones hasta el cuarto grado de consanguinidad.
Otras relaciones signifi cativas en la maraña de los
parentescos que unían a los implicados en el caso se derivaban
de los siguientes enlaces:
—Nieves Navas Calderón, esposa de José Mutis, y por
consiguiente cuñada de Micaela, era tía de María Josefa Navas,
mujer de Juan Bautista González.
—lgnacia Serrano era simultáneamente suegra y cuñada
de Juan Bautista González, por haberse casado en segundas
nupcias con José María González, hermano de éste.
Después de su primera audiencia, 17 de noviembre, el
acusado pidió audiencia verbal y, al serle concedida, expresó:
…que en el día de ayer se le olvidó decir que desde
hace diez y ocho meses mas o menos se halla impotente
lo que puede probar y que como inocente del crimen que
se le atribuye suplica se le pregunte a la señora Micaela
Mutis quién fue el autor del hecho 63 .
Quedaba planteado uno de los mayores obstáculos para la
resolución de este juicio: la difi cultad de establecer las pruebas
que inculparan sin lugar a dudas a González; para ello el
actor tenía que basarse en lo que en derecho se denominaba
“vehementes sospechas”.
Cada uno de los testigos y el acusado fi rmaron ante el
escribano público interino, Rafael Novoa, quien para principios
de diciembre había agotado la existencia de papel de tres
sellos en la ciudad y los lugares inmediatos. No encontrándose
tampoco del de cuatro sellos y pese a que se consideraban
“enteramente nulas las diligencias que se hicieren en papel
63 Causa, f242r y v.
72

común”, el alcalde, por tratarse de un asunto criminal que no
podía demorarse, tuvo que autorizarlo a usar papel corriente
siempre y cuando se le estampara como membrete “Hacienda
Pública”.
La participación de mujeres en los juicios, a no ser que
fueran acusadas, estaba limitada por varias disposiciones y
aunque podían abogar por sí mismas, no podían hacerlo por
otros 64 al estar legalmente impedidas para “estar en juicio
haciendo o defendiendo”, para que valiera lo que una mujer
declarara, ésta debía contar con la licencia del marido 65 . Para
recibir la declaración de Bárbara Nieto del Villar, esposa de
Mariano Serrano, maestro a quien se tildaba de “confi dente
de Micaela Mutis” y de quien sospechaban “se había ocultado
maliciosamente”, el Juzgado Ordinario procedió a darle una
autorización especial 66 . Ella se limitó a decir su edad, 20 años, y
“que ignoraba en todas sus partes el contenido de la pregunta
pues ella duerme en su casa y no en la de la Mutis”. La señora
Marcelina García se negó a declarar y no fue obligada 67 .
Comparecieron en el juzgado de Girón, para responder al
cuestionario citado, la partera María Corzo, Josefa del Villar y
las criadas Lucía y Mercedes. Sus declaraciones, salpicadas de
comentarios, amplían el conocimiento del caso y de la manera
como se vivió la relación entre los acusados.
El 9 de diciembre de 1822 la esclava Lucía Ordóñez, mayor
de 40 años, afi rmaba:
…que Juan Bautista González continuamente se
estaba conversando todas o las más noches hasta media
noche con la señora Micaela Mutis en el zaguán de la
64 Recopilación de Las Leyes de Castilla, Libro III, título III, De los Abogados y
Procuradores.
65 Íbid. Libro 1, título IV.
66 Causa, f281 r.
67 En los archivos parroquiales de Girón se encuentran dos mujeres que llevan ese
nombre: Manuela Marcelina García, nacida en 1755, hija legítima de Antonio García y
Margarita Haby, y María Marcelina García, nacida en 1812. Por la independencia de sus
actuaciones y las consideraciones con que se la trata se deduce que la primera de ellas
fue la madrina del niño.
73

casa y a oscuras sin encender la luz: que no los ha vido
juntos en la cama porque dormía en pieza separada de
su señora quien cerraba y trancaba todas las puertas
quedándose sola en la sala y que quien puede dar noticias
de esto es la negra Mercedes a quien ella llamaba para
traer candela, o encender luz tarde de la noche y que así
era que la negra le contaba que sentía ruidos sin saber
quien era...
El día 10 se presentó Mercedes Rivas, de 16 años, a quien
por ser menor de edad el Juzgado le nombró un tutor y
curador, y dijo:
...que tarde de la noche vido a Juan Bautista González
dentrar a la cama donde estaba acostada durmiendo su
señora Micaela Mutis; que la primera dentró por las
tapias del solar de la casa, y al pasar por la entresala donde
estaban durmiendo las dos criadas y la ama del niño, las
sintió y retrocedió para la sala donde dormía y estaba
acostada la señora… que la que declara al momento
fué a encender la luz, la que con el achaque de mandar
encender un tabaco la citada Mutis mandó apagar, pero
que la exponente ya había visto a González acostado en
la cama de su Señora.
Que por la segunda vez volvió a dentrar González
por el solar y luego para dentrar al aposento... quitó dos
bolillos a la ventana que estaban safados. Que todo esto
lo vido por tres veces dentrar a la tienda y encerrarse
a dormir allí; que en dos ocasiones también vido a
González y la Mutis dentrarse al cuarto que servía de
Administración de Correos, cerrar las puertas y quedarse
adentro solos; que una vez fué de día y otra de noche,
pretestando iban a escribir 68 .
El día 11 de diciembre la señora María Josefa Villar, esposa
de Agustín Nieto, mayor de cuarenta años y pariente en cuarto
68 José María González Serrano, hermano del acusado, fue el administrador general de
Correos de Girón durante el año de 1821. La ofi cina funcionaba en casa alquilada por su
esposa.
74

grado de consanguinidad con el doctor Miguel Valenzuela,
dijo:
…que estando en la casa de la señora Micaela Mutis
acompañándola, en la pieza donde ella dormía, tarde de la
noche oyó un murmullo de un hombre conversando con
ella en su cama, que no lo vió quien era, pero sospecho
siempre era Juan Bautista González que visitaba la casa
con mucha frecuencia y por las conversaciones que oía
por fuera sobre este amancebamiento...
Ninguna de ellas sabía fi rmar y en su lugar tuvo que
hacerlo el alcalde ordinario. En realidad, de todas las mujeres
que participaron en este juicio, Micaela Mutis fue la única que
pudo fi rmar su declaración, cumplida el 12 de diciembre de
1822, en los siguientes términos:
…que bien público es su nombre y apellido; mujer que
era del Dr. Miguel Valenzuela natural de Bucaramanga
avecindada en esta ciudad, de edad de 39 años, su calidad
noble, su ofi cio coser, leer, escribir & y que hoy hace
cuatro días se halla presa en ésta cárcel de orden del Sr.
Alcalde Ordinario que la examina por pedimento del Dr.
José Ignacio Ordóñez Rubira, apoderado del que era su
marido y que ignora el motivo cual sea. 69
Se le leyeron íntegramente las declaraciones de los testigos
del sumario, se le preguntó si los conocía y dijo que sí los
conocía.
—Preguntada: si es cierto que durante la ausencia de
su marido ha cometido el crimen de adulterio doble e
incestuoso con Juan Bautista González, casado y vecino
de esta ciudad dijo: Que es falso que ella es muy cristiana
que jamás ha pensado en amancebarse con un pariente,
69 Con esta declaración estaba pasando por alto que la Constitución había declarado
extinguidos “todos los títulos de honor concedidos por el gobierno español”.
75

que es cierto parió un niño, el que está criando, pero que
está muy lejos de ser hijo de González 70 .
—Preguntada: Cómo niega un crimen tan probado
y tan público no sólo en ésta ciudad sino en los demás
lugares del cantón, cuando a su casa lo han visto dentrar
tarde de la noche y acostarse en su cama dijo: que es falso,
que González no ha estado en su casa tarde de la noche
y menos acostándose con ella, y ¿cuál de los testigos lo
vieron o habló con el para que fuera conocido?
—Preguntada: quien es el padre del niño que ha
parido, dijo: que un ofi cial de la República que pasó por
aquí, y ella se pagó de él y él de ella, con cuyo motivo se
entregó a él y resultó embarazada.
—Preguntada cómo se llamaba éste ofi cial, dijo: que
no se acuerda porque le interesaba poco, pues su hijo no
había de llevar su apellido sino el de ella.
—Reconvenida: ¿Cómo niega ser González el padre
del niño que ha parido, cuando los amores de éste y ella
habían sido públicos y escandalosos, que su casa ningún
otro vecino la frecuentaba con la satisfacción que él, dijo:
que lo había querido como a pariente, como quiere al
otro hermano 71 , pero no por interés de amores y que su
casa en todos tiempos, señalado ha sido el que no la ha
visitado y que González no tenía tánta satisfacción como
se supone.
—Hechos de cargo de que dentraban de día y de
noche ella y González a la tienda y a la pieza que servía de
Administración, cerraban la puerta y se quedaban solos
por dentro aún a dormir, dijo: que esto es una falsedad, y
que sólo la negra Mercedes que ha estado loca en Canta
y aún padece de ramos de loquera viendo al diablo y
70 El incesto se cometía al yacer “a sabiendas con su parienta dentro del cuarto grado,
tanto de consanguinidad, como por afi nidad”. El incestuoso, además, podía ser acusado
por cualquiera del pueblo. Recopilación…, op. cit., TII, título XXVII, de los adulterios y
demás delitos contra la castidad.
71 José María González Serrano, viudo de Joaquina Mantilla Ordóñez, casado en
segundas nupcias con lgnacia Serrano, viuda de Ignacio Navas Calderón.
76

viendo fi guras diferentes puede haber declarado eso.
Y ultimamente que ya tiene dicho quien es el padre
del niño 72
A partir de la confesión inicial de Micaela a su marido,
que se infi ere de la carta de éste fechada en Pamplona el 22
de septiembre donde dice “...tus hijos son testigos de mi
enternecimiento al verte confesar que conoces tu situación
lamentable y que tratas de refugiarte en Bogotá...” y por
cuanto mantenía a su lado al hijo reconocido por la partida de
bautizo, no existió ninguna duda respecto a su infi delidad. En
esas condiciones la acusación se planteaba con el objeto de
castigarla y ello podía darse en varias formas: la vergüenza y el
deshonor, la pérdida de la libertad y la de los bienes. Vergüenza
y deshonor habían sido asumidos por Micaela Mutis mucho
antes de iniciarse el juicio cuando decidió conservar consigo
al hijo adulterino. El día en que el alcalde Andrés Serrano,
“asociado de cuatro sujetos de distinción” y de Rafael Novoa,
escribano público interino del Cabildo, pasaron a su casa
para notifi carla de que sería depositada en una casa, la que
ella eligiera, por no haber una pieza decente y separada en
la cárcel, como tampoco casa de Divorcio, los rechazó, “...
hartando a todos de insultos de mucha gravedad… remitió
el seguir al depósito expresando que solamente arrastrando
iría, diciendo que solamente en ella se reparaba este hecho de
que se le acusaba sin ser delito y que sobre todo, ‘a lo hecho
pecho…’”.
Quedaban en vigencia las dos otras penas posibles: la
prisión y la pérdida de su fortuna, y ello iba a dirimirse entre
la Constitución y el Derecho Real.
Ante la insistencia del abogado Ordóñez Rubira, el
alcalde procedió el 7 de diciembre a sacar a Micaela de su
casa, cerrando con llave las puertas hasta que se hiciera el
reconocimiento de sus intereses, y a depositarla en la de la
72 Causa, f273r y v.
77

señora Nepomucena Salas. El mencionado Ordóñez estimó
al día siguiente que esa casa no era de su satisfacción por ser
la dueña una señora de edad avanzada, enferma y viuda; por
ser legal tal solicitud se dio a la acusada la opción de escoger
otra casa “de honor y de respeto”, a lo cual se negó por ser
las dos que le brindaron “una de un declarante en mi sumario
y la otra de un compadre e íntimo amigo del apoderado de
Valenzuela” y dijo que prefería quedarse en la cárcel y allí fue
instalada en una pieza decente de las del balcón 73 .
Ante la gravedad de los acontecimientos, el día 10 de
diciembre su hermano Facundo Mutis Consuegra, residente
en Piedecuesta, dirigía por ella el siguiente ofi cio al alcalde
ordinario:
Micaela Mutis, Ante Vmd. en debida forma de
derecho digo:
que sin proceder los requisitos prevenidos por la
Constitución me ha arrestado V en la cárcel pública y
puesto en incomunicación faltando por lo mismo a su
deber sagrado, cometiendo la mayor violencia y faltando
a la práctica que favorece a las personas de mi sexo, con
este hecho inconstitucional, me ha privado V de mi
natural libertad. Yo reclamo la recuperación de aquel
inestimable y exijo de V la observancia más puntual de
la Constitución y leyes protestándole desde ahora hacer
cargo de cuanto me sea debido conforme a derecho.
También hago a Vmd presente que me ha sacado
de mi casa usando de la violencia más inesperada sin
practicar las diligencias respectivas que asegurasen mis
intereses e hiciesen contar sus clases y número, sobre
cuya falta y sus resultados, hago desde ahora todas las
protestas y reservas que sean de derecho. Solicitando
cuanto me sea debido legalmente. Por mi hermana.
73 Causa, f300r.
74 Causa f278r
78
FACUNDO MUTIS 74 .

Se introducía en su representación el nuevo espíritu del
derecho ciudadano consagrado por la Constitución sancionada
en Cúcuta en 1821, en la cual se establecían los poderes
ejecutivo, legislativo y judicial, señalando, como justifi caciones
del último, hacer que “...los asaltos de la intriga pierdan toda
su fuerza y el rico todo su ascendiente… destinado a dirimir
imparcialmente nuestras contiendas, reprimir al malvado y
favorecer la inocencia...”. Facundo Mutis, en nombre de su
hermana, se acogía a lo dispuesto en el Título VIII, Artículo
158, que dice: “Todo hombre debe presumirse inocente hasta
que se le declare culpado con arreglo a la Ley. Si antes de
esta declaratoria se juzga necesario arrestarle o prenderle,
no debe emplearse ningún rigor que no sea indispensable
para asegurarse de su persona”, al Artículo 159, “ningún
colombiano puede ser preso sin que preceda información
sumaria del hecho, por el que merezca según la ley ser
castigado con pena corporal”, y al Artículo 161, que señalaba
los requisitos para que un ciudadano pudiera ser privado de
libertad, que consistían en “una orden de arresto fi rmada por
la autoridad a quien la Ley confi era este poder, que la orden
exprese el motivo de la prisión y que se le intime y de una
copia de ella”.
Actuaba simultáneamente dentro del espíritu del derecho
español que conceptuaba “aunque por lo común y en caso
de duda tienen el mismo derecho las hembras que los
varones, con todo, por cuanto las leyes se acomodan a lo que
regularmente sucede, y por lo regular los varones exceden en
prudencia y constancia de ánimo a las hembras, y estas tienen
la naturaleza mas fl aca”, concluyendo “que sólo los hombres
son capaces de los ofi cios públicos y que a las hembras no les
daña el no saber de leyes” 75 . Los derechos constitucionales
fueron continuamente invocados a lo largo del proceso pero
éste se llevó según el espíritu del derecho español, como
podrá observarse en las motivaciones en que se apoyan los
jueces para dictar su sentencia.
75 Recopilación… TI, libro I, título II.
79

Al instaurar su acusación y pedir la prisión y el embargo de
los bienes de los acusados, reservándose además el derecho
a solicitar el perdimento de la dote y los gananciales, así
como la tenencia de los hijos, Miguel Valenzuela contradecía
todo cuanto había manifestado en sus cartas y a ese punto
Micaela ha de regresar una y otra vez: su engañosa actuación
al acceder a la partición de bienes, que le era necesaria
por cuanto el capital familiar estaba en poder de ella, para
luego entablar demanda solicitando embargo, pérdida de
la dote y entrega de los gananciales. El recurso judicial que
abruptamente interpuso el marido después de haber expresado
benevolencia y comprensión fue como una rueda puesta a
girar colina abajo, que terminaría arrollándolo cuando ya no
pudiera detenerla: con su nombramiento como delegado al
Congreso Constituyente, la República estaba incorporando
entre sus legisladores a un connotado realista, teniendo
mayor consideración en sus estudios de jurisprudencia que
en su posición política durante la guerra de la Independencia,
decisión que suscitaba el despecho de quienes habían servido
la causa de la libertad. De ello se aprovecharon sus enemigos
para enviar al ejecutivo, a fi nales de diciembre, una carta
anónima en los siguientes términos:
…Creo ser de mi deber por el sagrado juramento y por
la obligación que me impone la naturaleza de defender
mi patrio suelo cuando esté amenazado o en peligro de
repetirse las escenas que con dolor hemos visto ejecutar,
patentizar a V.E. la conducta del Dr. Miguel Valenzuela
representante por Pamplona para el próximo Congreso;
un hombre que en el año 10, cuando el establecimiento
de juntas con su hermano Eloy disiparon las rentas
separándose de la confederación común, fomentaron la
división de los pueblos circunvecinos de que resultaron
algunas muertes y fi nalmente juraron las Cortes de España
cuyo documento les garantizó para con los españoles
por lo que obtuvo el premio siendo asesor de gobierno
español y con su infl ujo fueron perseguidos todos los
sospechosos, los que no los sustuvieron en el imperio
80

que a semejanza del de Hungría podía establecerse, como
dijo una vez. Después que atesoró cuantas riquezas su
intriga le proporcionó de Bulas, Alcabalas, Correos.
exaciones a los infelices que mendigaban su amparo
un tiempo de los españoles, sin darle cuenta a ninguna
autoridad emigró para Ocaña huyendo de nuestras
armas, resistió a los indultos siguiendo por el camino del
Presidente a Maracaybo y ni el armisticio lo obliga a ceder
de su capricho hasta que incautamente cae en el lazo
de la revolución que la voluntad del pueblo promovió;
cercado de inconvenientes para seguir la suerte de los
españoles se fi nge patriota con el Gobernador Delgado,
lo obsequia, corteja su amistad para que no se le persiga
como a emigrado. ¿Y que después sea el primero de los
nombrados para regir a Colombia cuando aún lucha por
su Independencia? no debe creerse; y si este cáncer no se
ataja, su encono dirá a la posteridad hasta aquí llego mi
venganza… la República tiene sujetos muy dignos que la
fomenten y no la arruinen, que no merecen se les irrogue
este insulto de preferir a sus luces las de un enemigo...
Además, en el articulo 87 No.2 de la Constitución sobre
las Cámaras de Representantes previenen que hayan de
tener dos años de residencia en la Provincia...
Cumpliendo como he dicho anteriormente me
explico en estos términos ocultando mi nombre porque
sospecho que el grande infl ujo de este hombre y la
opinión expuesta sea con el tiempo el motivo de mi
ruina...” 76
La lectura del documento anterior denota que el confl icto
derivado del juicio que se adelantaba en Girón afi ló y puso en
uso todas las armas posibles; señala también la existencia de
una deuda constante, cuya cuenta de cobro estaba en la mano
de quienes habían participado en las luchas de Independencia,
que con mayores o menores derechos exigían la recompensa
de su esfuerzo. Siendo tan vulnerable la posición política de
Miguel Valenzuela, llama la atención su resolución de atacar
76 AGN, República, Historia, T6, f619r a 620v.
81

mediante la interposición de un juicio. ¿Fue presionado
a ello por las desafi antes actitudes de González? ¿Se sintió
obligado a entablar la acción previniendo el menosprecio de
sus enemigos? ¿Como abogado experto en cánones consideró
que podría manejar el juicio para resolverlo rápidamente a
su favor? Según sus palabras, “…el último motivo que me
determinó a la acusación fue la defensa que un concubinario
opuso, cuando se le trataba de correjir; diciendo que cómo a
González y a la Mutis nada se les decía siendo casados y a él
que es soltero se le persigue...”; es decir, Valenzuela justifi caba
su acción en la salvaguardia de la moral pública.
Sin aventurar acusaciones ni defensas, la lectura cuidadosa
del caso señala que sean cuales hayan sido los motivos para
interponer la acusación criminal, el dinero fue el lenguaje
escogido para canalizar el odio y expresar el resentimiento. Fue
también el instrumento que desató el nudo de este confl icto
en donde la ley prestó a la venganza el vestido de la moralidad.
Los bienes que entraron en el litigio tenían distintos
orígenes: por una parte estaban los aportados por los esposos
en el momento de su matrimonio, a los cuales se sumaban las
herencias recibidas y los gananciales. Según las leyes españolas
la dote entregada “para ayudar a sostener las cargas del
matrimonio” quedaba a disposición del marido, quien debía
procurar su mayor fomento y devolverla en caso de disolución
del vínculo. Los gananciales, o sea el producto o incremento
de la dote como resultado de la gestión adelantada con los
bienes dotales, pertenecían por igual al marido y a la esposa
y también deberían ser devueltos. En este caso, cuando se
verifi có la partición de bienes, estos se dividieron entre dos,
aceptando ella que una suma similar a su dote había sido
aportada en calidad de arras por su marido en el momento de
efectuarse el contrato matrimonial, y sin considerar la suma
adicional recibida como herencia materna.
82

Otros dineros que no se habían incorporado en la partición
se habían generado en diversas actividades productivas y
sobre ellas estuvo avisor el ojo de Valenzuela, quien desde
antes de instaurar la causa y casi simultáneamente con la carta
amorosa del 1o. de octubre otorgó a Francisco Novoa poder
para embargarlas. Se trataba del resultado de la actividad
comercial que Micaela, como lo había hecho su madre María
Ignacia veinte años antes, tras la ausencia del marido había
emprendido por su cuenta y con alto riesgo. Así se deduce de la
reclamación que como principal deudora obligada presenta en
abril de 1821, conjuntamente con su fi ador Francisco Tomás
del Barco, por el deterioro de mercaderías que su hijo Francisco
María transportaba y que llegaron mojadas y pudriéndose
tras haber sido embargadas en El Pedral por “atribuírsele ser
dueño de una carga de tabaco de contrabando” 77 .
Valenzuela estaba al tanto de estos negocios y aun él
mismo había sido intermediario de un envío de mercancías
pertenecientes al comerciante Rafael González por valor de
485 pesos; sabía también que José Antonio Valdivieso, quien
había llevado 18 cargas de cacao de propiedad de Micaela
para venderlas en la Provincia de Antioquia, llegaría de un
momento a otro con su valor invertido en otros artículos, para
luego partir las utilidades. Por ello, el 5 de octubre se ocupó de
solicitar el embargo, pese a lo cual, cuando Valdivieso regresó
a Girón el 10 de noviembre, se negó a depositar el cargamento
alegando que, según el contrato estipulado con la señora
Mutis, habiéndosele confi ado, él mismo debería venderlo.
Las cuentas presentadas sobre los 1.080 pesos en que se
vendieron las dieciocho cargas de cacao a razón de 60 cada
una, una vez deducidos 445 pesos 5 reales por transportes,
sisa, alcabala y alimentación, dejaban un saldo de 644 pesos 3
reales de ganancia. Esta suma se había invertido en la compra
de cera de Castilla, botijas de vino seco, damasanas de vino
de Málaga y de aguardiente, además de acero, fi erro y plomo.
77 Notaría Única Girón, Protocolos y Escrituras, l822 a 1825, f109r.
83

Después de vendidas estas mercancías quedó la suma de 600
pesos como utilidad del negocio para repartirla entre la señora
Mutis y Valdivieso. Por orden del juzgado, la parte de ella se
entregó el 21 de junio de 1823 al apoderado Ordóñez Rubira,
quien la reclamó arguyendo que “…no habiéndose declarado
el divorcio, tenía Valenzuela el derecho a la posesión de todo
el caudal...” 78 .
El inventario y embargo de los bienes que se encontraban
en la casa de balcón situada en la plaza, residencia de Micaela
Mutis, se hizo el 9 de diciembre y la calidad de los objetos
enumerados demuestra que las alhajas y piezas de valor se
habían sacado con anterioridad, por lo cual Ordóñez Rubira
afi rmaba que no “dejó estaca en pared”.
De lo que allí quedó se levantó un inventario en el cual
fi guran: dos tarimas y dos canapés forrados en vaqueta, ocho
sillas y tres taburetes, tres sillas de sentarse, una cómoda, una
tarima ancha y un tinajero, cinco mesas, dos catres de madera,
un bufete, un guardabrisa de cristal, dos candeleros de metal
amarillo, un escaño, dos fondos de cobre, una romana de
fi erro, una jeringa de cobre, un almofrej, un armazón de catre,
un sillón con sus chapetas de plata, tres frenos de fi erro, un
hacha, una olleta de cobre mediana, una frasquera de cristal,
cinco bandejas de china, veintiún platos ídem, diez platicos
dulceros, siete pocillos, una taza y una taquera de china, cuatro
cuchillos, catorce tenedores de acero, ciento treinta y un libros
de diferentes obras y cinco mapas de papel 79 .
Para obtener el dinero efectivo, el 18 de diciembre Miguel
Valenzuela expresaba ante el juzgado que “conforme a la
Ley la mujer casada que adultera pierde la dote que aporté
al matrimonio y los gananciales adquiridos todo en favor
del marido ofendido” y pedía se le exigiese en juramento
declaración para saber “en poder de que persona se hallan las
78 Causa, f327r.
79 Causa, f277r.
84

cantidades de dote y gananciales que la correspondieron con
los más bienes que ha ocultado pertenecientes a la compañía
conyugal...”. Fue éste el punto en que ella volvió a sentir lo
que denominaba una “cierta novedad en la sangre”, que la
conducía siempre e inexorablemente a rebelarse y así lo hizo
en el juzgado, donde dijo:
Que las cantidades de dote y gananciales... las tiene
en seguridad, enterradas dentro de su casa y no las ha
querido confi ar a persona alguna y que no las entrega
por ser suyas propias. Que de los bienes muebles, no ha
ocultado otra cosa que el sillon de su uso, el que vendió
y se halla muy lejos de esta ciudad. Ultimamente que el
dinero enterrado ofrece entregarlo cuando con dictamen
de asesor letrado lo mande la justicia Ordinaria 80 .
Al fi nalizar el año de 1822, encontrándose recluida en la
cárcel de Girón con todos sus bienes embargados, Micaela
solicitaba al alcalde le fueran fi jados alimentos y litis expensas,
“exigiendo la proteccion que prescriben las leyes en benefi cio
de los oprimidos”. La lucha que se había planteado dentro del
marco de la ley tendría de allí en adelante más relación con el
dinero que con el honor o el amor. Sería una guerra a muerte.
Un día después de haber tenido que salir de su casa,
Micaela recibió un baúl con su ropa que le llevó Feliciano
Ruiz hasta la casa de Nepomucena Salas. No parecía que lo
hubieran registrado y si así fuera, no importaba... ¿acaso tenía
algo que no estuviera ya en poder de todos? Sus secretos, sus
angustias, su verdad y su mentira deambulaban en boca de
peones y sirvientas.
Mientras fue revisando su contenido, cada trozo de tela,
cada prenda y cada papel la ayudaron a salir de allí, hacia
un mundo en donde tampoco había sido feliz… el almaizal
rosado, chorreado y con fl ecos de oro que llevó el día del
matrimonio, la saya y el guardapiés de brocado azul que
80 Causa, f297r.
85

jamás volvió a usar, porque diez meses después de la boda, en
noviembre de 1801, nació Pablo Antonio y su cintura jamás
volvió a ser la misma. Su madre había insistido en dotarla con
ropas ricas, traídas desde Cartagena para ese único día, “...pues
no queda que quedase por debajo de las Carreazos, ni que nadie
tuviera que preguntarse por la pata puso ese huevo...”. Pero
mientras la hija se ilusionaba con una delgada túnica de gasa
estilo imperio y un rico chal de Oriente, su madre le impuso las
telas pesadas y el amplio miriñaque ya en desuso y le compró
enaguas blancas, polleras y camisas como para toda la vida,
además de ricas sayas de terciopelo y tafetán, medias de hilo
y medias de capullo, pantufos de terciopelo guarnecidos con
piedras y con puntera de plata y hasta pañuelos de moncelineta
de 18 pesos. ¿Para qué, para quién?
Sacó de la cajeta el abanico de varillas de marfi l con la
vista de un grupo de danzantes frente al Alcázar de Córdoba
pintada sobre fi na tela, que le envió su hermano Facundo
con el esclavo que le donó a manera de dote voluntaria:
“Estás acostumbrada a que te sirvan y sabes mandar”, le
dijo ceremoniosamente. Junto a la gorrita tejida en hilo que
habían usado todos sus hijos al nacer salió un bolsillo en
donde conservaba los mechoncitos rubios y los primeros
dientes de cada uno de ellos; salieron también dos paquetes
de cartas amarillentas, enviadas por Sinforoso desde Cádiz
y desde Cartagena, grandes servilletas de lino bordadas, un
rascamoños de marfi l que le trajo desde Cuba su cuñada
Ángela y un juego de peinetas con incrustaciones de perlas
falsas que le había regalado Dominga. Se las mandó envueltas
en un papelito, recordándole —veinte años después— la
indignación de la beata Lucía al encontrar dentro del libro de
oraciones de Micaela la fórmula para componer a una mujer
hermosa:
...tres cosas blancas: cutis, dientes, manos; tres
negras: ojos, cejas y pestañas; tres coloradas: labios,
mejillas y uñas; tres largas: cuerpo, cabellos, manos; tres
cortas: dientes, orejas, piés; tres anchas: pecho, frente y
86

entrecejo, tres estrechas: boca, cintura y empeine; tres
gruesas: brazo, muslo y pantorrilla; tres delgadas: dedos,
cabellos, labios; tres pequeñas: pechos, nariz, cabeza...
Esa fue la gota de rebeldía que colmó la copa del tío Celestino
y la que decidió su regreso a Bucaramanga. Bucarama, como
pretendía su cuñado Eloy, siempre estrafalario; al llegar allí
comprendió que a sus espaldas los intrigantes miembros del
Cabildo de Girón, comandados por don Manuel García y en
asocio de su madre, proyectaban arreglarle unos esponsales,
nada menos que con don Sebastián Rubira, alcalde ordinario de
segundo voto de Bucaramanga, vinculado a ellos por familia y
alianzas políticas. Nuevamente tachada de rebelde, lo rechazó,
cediendo más tarde a las solicitudes de Miguel Valenzuela,
administrador subprincipal de Correos de Girón, asesor de
todos los pleitos que desde allí se promovían en defensa de los
intereses de los cabildantes, cuya atildada presencia y elegante
uso del bastón, por entonces concedido a los funcionarios de
correos, le parecieron notables 81 .
Lo que ella no aceptó en ninguna forma fue trasladarse a
Mompox cuando su marido solicitó una plaza allí y en 1802 lo
hizo desistir de su postulación al cargo de teniente asesor de la
justicia en esa ciudad 82 , para lamentarlo después cuando a raíz
de los pasquines insultando a su marido que fi jaron durante
la Semana Santa de 1803, percibió los odios y enemistades
con que cargaba Miguel, seguramente como consecuencia
de su ofi cio de asesor de la justicia en Girón, San Gil y
Socorro. Mientras sus amigos lo conceptuaban como “sujeto
ponderado de bastante literatura… notorio por su arreglada
conducta y buena fama...”, los detractores se quejaban del
“...ascendiente que tiene en la mayor parte de los regidores
por ser parientes…”, de su dominio sobre el alcalde y de sus
resentimientos 83 .
81 AGN, Colonia, Contrabandos-Cartas, Real Orden concediendo el uso de bastón a los
funcionarios del Correo. f764r a 767v.
82 AGN, Contrabandos-Cartas, T13, f712v a 716r.
83 AGN, Colonia, Empleados Públicos, T4, f883r.
87

Habían pasado ya veinte años, pero en su baúl aún se
mezclaban los rencores con las olandillas y los rasos, y las
lágrimas con piezas de puntibies y cintas de aguas compradas
para coserle unos vestidos a María de los Dolores. Entre
un pañuelo grande de cholete fi no estaban los zarcillos de
oro y corales, regalo que Bautista le trajo de Mompox el año
pasado... con ocasión de ese viaje, como prenda de pasión
y contra para el mal de ausencia, habían intercambiado un
ramillete de sus vellos íntimos en inconfesable arrebato que
todos terminaron conociendo cuando pasó a ser parte de la
indagatoria a Antonio Navarro, el socio en esa excursión 84 .
Cada día de separación fueron dos de tormento y al regreso
el desborde del pecado, la obsesión por el musculoso cuerpo
del jinete, intuido entre las sombras de su alcoba siempre
cerrada, reconocido por las manos y la boca sin haberlo visto
jamás.
¿Debió negarse esa única felicidad? Sí.
¿Hubiera podido hacerlo?
84 Causa, f272r.
88

Capítulo 4
TÚ DEMANDAS,
YO RECUSO
89

Como primera respuesta a las acciones de Valenzuela,
los acusados interpusieron excepciones dilatorias
con el propósito de destruir o enervar la demanda. La
primera de ellas, declinar al juez por incompetencia, la planteó
González en ofi cio dirigido al gobernador de la provincia el
19 de noviembre 85 . Por no existir un asesor letrado en Girón
para aconsejar al alcalde en la administración de justicia como
lo exigía la ley sobre organización de tribunales y juzgados 86 ,
el alcalde Serrano debió enviaren ese mismo mes un correo
extraordinario para llevar el expediente a consulta del doctor
José María Baloco, residenciado en el Socorro.
Aunque en ciudades más próximas residían asesores
idóneos, fue necesario hacerlo así ante la renuencia y
difi cultades que éstos opusieron a participar en el asunto: el
doctor Eusebio García Salgar, residente en Bucaramanga, se
ausentó hacia Cácota de Matanza; el doctor Joaquín Suárez,
sacerdote de Piedecuesta, se excusó por compromisos de
trabajo; a los letrados Joaquín Vargas, sacerdote residente
en San Gil, y Jacinto María Ramírez, radicado en el Socorro,
el acusado, en nueva acción dilatoria, los recusó por
“sospechosos”. Por lo tanto, un hombre contratado y pagado
por González, quien por haber promovido la consulta debía
asumir su costo, llevó la causa hasta el Socorro y de allí hasta
Chiquinquirá en donde se encontraba el doctor Baloco, quien
85 Causa, f17r.
86 “En las causas criminales y en demandas civiles que excedan la cuantía de 25 pesos
no se pronunciarán juicios sin dictamen de Asesor Letrado”.
91

el 22 de noviembre fi rmó la respuesta a la consulta que se
le había dirigido desde Girón. Recomendaba la prisión de
ambos acusados sin posibilidad de excarcelación bajo fi anza,
atenuando la de ella con la recomendación de que se cumpliera
en una casa particular o en un monasterio.
Juan Bautista González, en prisión desde el 13 de
noviembre, dirigía personalmente su pleito apoyado en un
Manual de la práctica forense, y en la experiencia adquirida por
los innumerables pleitos adelantados a lo largo de su vida
y particularmente durante su año de alcalde ordinario. Hijo
de Juan Isidro González Puyana y de Justa Serrano y Durán,
gentes de capital y prestigio, se reputaba como “noble”;
habituado desde joven al manejo de dinero, de poder y de
pleitos, había ostentado algunas dignidades locales como la de
regidor fi el ejecutor del Cabildo municipal, juez conservador
de la renta de Aguardientes, y había sido representante de
Girón al Colegio de Pamplona hasta cuando la Villa, bajo
el gobierno de don Eloy Valenzuela, se independizó de la
provincia. Por entonces y hasta 1819, se había ausentado de
la ciudad, ubicándose entre Socorro y Zapatoca, época en la
cual se sigue su trayectoria por escrituras de compraventa de
esclavos y otros negocios y demandas de menor cuantía.
Después de la Independencia regresó a Girón, en donde él
y Francisco Tomás del Barco fueron electos primeros alcaldes
de la República para el año de 1820. De sus gestiones como
alcalde ordinario de primer voto se destaca la tendiente a que la
población de Bucaramanga fuera agregada a Girón, propuesta
que revivía un largo confl icto que había enfrentado a las dos
poblaciones en los últimos años del siglo anterior 87 . En 1821,
tras pagar mil pesos de fi anza, obtuvo junto con su hermano
José María la concesión del estanco de aguardientes de Girón.
87 AGN, Colonia, Correos Santander, TV, 1800: El cabildo de Girón y la destitución de
Juan Buenaventura Ortiz, f440-49.
92

Instigado por su temperamento, aun estando preso
provocaba continuamente a las autoridades y desafi aba a
sus acusadores, olvidando lo comprometido de su situación.
A comienzos de diciembre había escandalizado —una vez
más— a las gentes de Girón al agraviar al cura Eloy Valenzuela
en el momento en que salía de ofi ciar misa, gritándole entre
otras cosas “...pícaro, godo, carajo, monigote, indecente...”, e
invitándolo desde el balcón de la cárcel, situada en la casa del
Cabildo al otro lado de la plaza, a pelear con él 88 .
Antes de que regresara Juan Antonio Mantilla, correo
extraordinario que portaba el expediente enviado en consulta
hasta Chiquinquirá, los interesados supieron que el concepto
del asesor les era adverso, infi dencia posible por la calidad y
extensión de sus relaciones. Con la pretensión de impedir que
la sentencia se dictara con el rigor aconsejado por el doctor
Baloco, en la noche del 5 de diciembre de 1822 Juan Bautista
González escaló la cárcel, robó la causa y marchó hacia Bogotá
en donde presumía poder arreglar la situación. Iba a quejarse
del alcalde de Girón y de la administración de justicia local,
justamente ante quienes trabajaban en la organización de los
tribunales.
El plan fue relativamente sencillo: el mismo día en la
mañana, en un lugar denominado “La Mano del Negro”,
muy cercano a la vecina población de Floridablanca, José
Ignacio Anidos, hombre de confi anza de González, detuvo
a Mantilla y le pidió el encargo que portaba, indicándole
que permaneciera allí hasta que se lo regresara. Mantilla,
descrito por su defensor como “un hombre silvestre, apenas
un jornalero, carente de malicia… hecho a obedecer… y a
mayor abundamiento ebrio de profesión...”, acató la orden
proveniente de quien lo había contratado, entregó los papeles
que en calidad de correo extraordinario portaba y entretuvo
el día en la tienda de Floriano Arenas bebiendo aguardiente
y la noche durmiendo su borrachera. Al amanecer del 6 de
88 Causa, f376v a 377r.
93

diciembre llegaron el prófugo y Anidos, le devolvieron el
encargo que él guardó en su mochila y sólo después de la
partida de González se percató de que en un descuido suyo se
lo habían quitado nuevamente.
Al llegar a Girón con la noticia y sin el expediente, Máximo
García Salgar, administrador de Correos y uno de los testigos
del acusador en el juicio por adulterio, lo llevó a casa de su
tío, el cura Pedro Salgar, en donde “habiéndole besado la
mano y aún estando arrodillado, dicho Sr. Dr Salgar le tiró
dos pescozones que recibió en la cara y le insultó diciéndole
perro pícaro y mandándole al Administrador de Correos
lo trajera a la cárcel como en efecto lo hizo...”. También
encarcelaron a José Ignacio Anidos, cómplice de González en
la fuga, y a ambos les remacharon grillos y les embargaron sus
miserables propiedades. Entre tanto, González, acompañado
de Alejos Forero, peón de estribo a quien pagó diez pesos por
acompañarlo, subía a la Sabana de Bogotá 89 .
El robo del ofi cio con el concepto del letrado junto
con los 25 folios que hasta ese momento conformaban el
expediente añadió al caso elementos de confl icto, retardó su
trámite, endureció la posición de los jueces y terminó dándole
una difusión extraordinaria al involucrar a las autoridades
provinciales departamentales, además de la Alta Corte de
Justicia.
El Cabildo de Girón eligió a Félix Ramón Serrano y Durán
alcalde ordinario de primer voto para el año de 1823; como
dentro de sus funciones estaba la administración de justicia, le
correspondía asumir este caso, quizá el más complejo que huera
pasado por aquel despacho. Una de sus primeras decisiones,
ante los continuos reclamos de Micaela Mutis de hallarse
reducida a “prisión inconstitucional”, debía ser resolver si se
autorizaba su excarcelación bajo fi anza. Experimentado en el
89 AGN, República, Criminales, TII, f2r a 121r., “Causa criminal contra el ciudadano
Juan Bautista González, José Ignacio Anidos y Juan Antonio Mantilla por atentados
cometidos contra la renta de Correos”. En adelante Causa del Correo.
94

ofi cio que había desempeñado veinte años atrás y conocedor
de los problemas que se ganaría al encargarse del juicio de
adulterio, el 4 de enero se declaró impedido y pasó el asunto a
Enrique Prada, alcalde ordinario de segundo voto. Motivó su
impedimento en que Juan Bautista González, además de ser
su sobrino carnal, se declaraba su enemigo. La responsabilidad
que caía sobre Prada en su calidad de juez lego era tan
compleja que quizá deseó cualquiera de los impedimentos
establecidos por la ley para ejercer como juez: ser loco, fatuo,
mudo, sordo, ciego, pródigo, enfermo habitual o mujer, con
tal de evadir el cúmulo de problemas que veía venir. La natural
avidez pública ante los delitos “contra la castidad” se había
exacerbado por ser todos los actores personas de fortuna y
abolengo, pertenecientes a la “nobleza” local, en usufructo de
privilegios desde muchas generaciones atrás.
El adulterio, cuestión de fondo, se agravaba por la cercana
relación entre las familias de los acusados y por un parentesco
que dentro del concepto de familia extensa se consideraba
cercano. ¡Al fi n y al cabo, todos los blancos de Girón eran
primos! La permanencia del niño junto a la madre hacía
crecer la tensión existente pues, como lo expresara Miguel
Valenzuela, “...en todos los tiempos ha habido adulterios:
pero siempre, han procurado disimularlos los adúlteros. Aquí
por el contrario uno y otro se empeñaron en publicar su
impunidad, el adúltero jactándose en las tertulias y corrillos
y ella quedándose a parir en su propia casa, en medio de
su familia, y criando a sus pechos el fruto de su infamia, a
vista de todo el mundo, para que todos supieran su heroica
resolución...” 90 .
La sociedad, representada por el marido ofendido, pedía
tapujos, reclamaba engaños. La sinceridad de Micaela fue un
desafío que bien podía refl ejar el desequilibrio originado por
una pasión amorosa, ser explosión del rencor acumulado en un
matrimonio infeliz o, quizá, la única forma posible de conseguir
90 Causa, f432r.
95

el destierro, la soledad y la distancia. Fue, indudablemente, la
más desesperada vía de escape posible, porque si ella midió
sus fuerzas, no calculó acertadamente las de sus adversarios,
apuntaladas por la religión y la ley. Con particular arrogancia
y su propia cuadrilla, cada uno se lanzó a la pelea: Miguel
Valenzuela afi anzado en la legitimidad de su demanda, en la
práctica forense y en el conspicuo respaldo del clero local,
que incluía a sus tres hermanos. Juan Bautista González, pese
al sinnúmero de indicios que lo comprometían, se escudaba
en la imposibilidad de una prueba plena y buscaba ampararse
en los recientes servicios prestados por él y su hermano a la
guerra de Independencia. Micaela, haciendo caso omiso de su
desgraciada situación, se apoyaba en su orgullo de clase y en la
solidaridad familiar, confi ada en sus capacidades intelectuales
y sobre todo en las económicas, que defendió furiosamente.
El día 9 de enero de 1823 se fi jaron edictos en sitio público
y por voz de un hombre que hizo las veces de pregonero se
emplazó a Juan Bautista González para que en el término
de nueve días se presentara a “estar a derecho en la causa
criminal que se le sigue sobre adulterio doble e incestuoso...”.
Esta diligencia se cumplió los días 12, 15 y 17 del mismo mes.
Desde su pieza de la cárcel, en el segundo piso de la Alcaldía,
Micaela oyó el pregón que hizo a gritos Marcos Triana y las
risas y los comentarios que se suscitaron en la plaza; le pareció
reconocer la voz de la Nicolasa Gutiérrez relatando cómo “…
estando preso don Bautista, una madrugada ella vido pasar
un hombre calzado y embozado en una capa dirigiéndose
quebrada arriba como para el portón de la señora Mutis…” 91 ,
y que así se lo comentó al otro día al señor Máximo García.
Sí, Juan Bautista libre ahora en Bogotá, tal vez festejando
con otras mujeres, mientras ella se desespera entre las cuatro
paredes de un cuarto a donde sólo llega, tres veces al día,
Fructuosa, la negrita esclava de su comadre Marcelina, para
llevarle las raciones que devuelve casi sin probar Sólo le
91 Causa, f281v.
96

pasan el cacao y tal cual amasijo, fuma un chicote tras el otro
mientras rumia su desesperanza.
“A mujer que habla latín, no se le espera buen fi n”, dijo
un hombre bajo su ventana, mientras otro replicó, “para
eso querían la Independencia”. En un calabozo del primer
piso, Juana Rangel, mulata presa por infanticida, canta con
estridente falsete una y otra y otra vez:
Papeles son papeles,
y cartas son cartas,
palabras de hombre,
son todas falsas...
La golpean para callarla, entonces llora y grita. Luego vuelve
a cantar. Bárbara Nieto del Villar le mandó decir que por su
parte nadie sabría que la noche en que Bautista se fugó, vio
cuando ella lo auxiliaba con los avíos de boca y un sombrero.
Esto la animó a escribir otro ofi cio —el sexto— pidiendo su
excarcelación.
El 10 de febrero el doctor Joaquín Vargas, asesor residente
en San Gil, conceptuó que “...en atención a la delicadeza y
debilidad de su sexo...” podía conmutársele a la señora Mutis
la prisión, “depositándola en una casa decente y honrada
que sea de la satisfacción de la parte contraria y aún de ella
misma...”. Pese a la aparente sencillez de esta providencia,
resultaba imposible hallar una casa que fuera del agrado de
ambas partes: el entramado de amistades y parentescos había
forzado a las gentes a ubicarse en una de las dos facciones y
las siete casas ofrecidas para depositarla eran, naturalmente,
de enemigos de ella: imposible ir a la de José María González,
hermano de Juan Bautista y casado con la suegra de éste,
y mucho menos a la de José María Valenzuela, sacerdote
hermano de Miguel; ¿cuál sería su situación en la casa de
Francisco Antonio Novoa, cuñado y primo hermano de la
mujer de González? ¿Y cuál donde Segundo Prados o donde
97

Máximo García, testigos en su contra? Inaceptable la casa del
alcalde Félix Ramón Serrano, tío de González y defensor de
su mujer... Prefería compartir la cárcel con infanticidas, locos
o ladrones, oír los lamentos y los insultos de los implicados en
el robo del correo, antes que llegar en calidad de depositada a
cualquiera de ellas.
A fi nales del mes Micaela estaba acusada de rebeldía
por insistir en que, estando embargados sus bienes, debían
fi jarle alimentos y los costos de su defensa; por otra parte
recusaba al asesor Joaquín Vargas “por odioso y sospechoso”.
Desaparecido el expediente, la causa estaba paralizada y la
única diligencia practicada había sido la reafi rmación de todos
los testigos en su primera declaración.
Como su permanencia en la cárcel no podía prolongarse
indefi nidamente, el 7 de marzo el procurador Ordóñez
Rubira aceptó que volviera depositada a la casa de la señora
Nepomucena Salas 92 . Su hijo, Antonio Navarro, era compadre
de González y habían sido socios en muchas empresas de
donde a su vez habían resultado varios litigios 93 . También
como pariente de Valenzuela lo conocía sobradamente, y por
eso había evitado convertirse en testigo principal de la causa,
evadiendo las presiones del acusador. Cuando pretendieron
inmiscuirlo forzando su testimonio para que se constituyera
en prueba en contra de González, manejó prudentemente la
situación, sin proferir ofensas ni avanzar acusaciones; por el
contrario, afi rmé que “con motivo de los decires del pueblo
le trató del asunto muchas veces a lo que González siempre
estuvo negativo...” y que viajando en su compañía hacia
Mompox, le registró los papeles que llevaba en las navetas del
espejo y le encontró “...un papelito con tres o cuatro pelos y
le preguntó de dónde eran, a lo que le contestó González que
para qué lo quería saber...” 94 .
92 Causa, f310r.
93 AHR, Notaría Única de Girón, Protocolos 1818-1819. Juan Bautista González
demanda a A. Navarro para que le rinda cuentas de los productos del asiento de
aguardiente en los años 1814-15.
94 Causa, f272r y v.
98

En su casa se hallaba, por lo menos, en un ambiente
neutral y misiá Nepomucena, aunque vieja y enferma, le
brindaba las pequeñas atenciones que necesitaba tanto.
Chismosa y vivaracha, recordaba los amoríos escandalosos
de don Buenaventura Mantilla de los Ríos, tío de Miguel
Valenzuela, y sus amancebamientos con mujeres solteras y
casadas, escándalos que había pretendido ignorar el Cabildo
hasta cuando en 1776 fue juzgado por el alcalde ordinario.
Entonces se fue a Santafé de donde regresó… con el título
de regidor decano; en otra ocasión, refería, cuando acusaron
a Ignacio Navas de concubinato público con la mujer de su
mayordomo, el caso se envió hasta la Real Audiencia en donde
jamás se resolvió 95 .
¿Podría González conseguir lo mismo? Los tiempos son
otros.
“Las hombres son los hombres”, sentenciaba
fi losófi camente la vieja, al evocar los escándalos que había ido
coleccionando a lo largo de la vida: las quejas de los indios
cuando Juan Buenaventura Ortiz, alcalde de Bucaramanga
en 1792, dio en exigir que semanalmente fuera a servirle a
su casa una india doncella de buen parecer, no admitiendo
que las acompañaran las madres, que en caso de hacerlo
eran castigadas poniéndolas en cueros tanto a ellas como a
sus hijas vírgenes 96 ; gozaba refi riendo el adulterio de doña
Luisa Llerena Polo del Águila con Juan de Arrechaderrete
en Cartagena en 1757 97 , y otros más próximos, que brotaban
como fl ores de la revolución: la fuga de Pedro Fermín de
Vargas con Bárbara Forero, mujer de Ignacio Nieto, en 1795 98
y la escandalosa amistad del canónigo Rosillo con Luz de
Obando, esposa de Francisco Rangel 99 , le hacían brillar los
ojitos mientras apuntaba una sonrisa en la boca desdentada.
95 Amado Guerrero Rincón, op. cit.
96 AGN, Colonia, Contrabandos-Cartas T12, f.
97 AGN, Colonia, Miscelánea, Criminales, T4, f1 a 542.
98 AGN, Colonia, Miscelánea, Criminales, T73, f71-74.
99 AGN, Colonia, Miscelánea, Criminales, T125.
99

Micaela recordaba entonces las alusiones de sus hermanos a
la terrible congoja de Joaquín Eduardo Pontón, abogado de
la Audiencia, compañero de estudios y de trabajos botánicos,
cuando supo de los amoríos de su esposa Josefa con Simón
Cárdenas, el pintor payanés, o los decires sobre el desgraciado
matrimonio de Caldas y su señora, María Manuela Barahona.
Sí, ciertamente ella no era la única… era una más. Como
la señora Nicolasa Ibáñez, la mujer de don Antonio Caro, en
boca de toda la ofi cialidad que pasaba por Girón porque se
entendía con el vicepresidente Santander 100 .
El 18 de abril de 1823, cuando Juan Bautista González se
vio obligado a reintegrarse a la prisión, ella estaba ya lejos de
Girón a donde juraba no regresar jamás. Había sido autorizada
para trasladarse a Piedecuesta con motivo del matrimonio
de uno de sus sobrinos. Dejó entonces a Antonio Navarro
constituido en su apoderado.
González había esperado —como el lujurioso don
Buenaventura Mantilla de los Ríos— encontrar en Bogotá
la ayuda necesaria para salir triunfante del serio problema en
que se hallaba por la acusación de adulterio, ahora agravada
por el robo al correo. Según declaración de Alejos Forero, su
acompañante en la huida, inmediatamente llegó dos amigos,
el seminarista Francisco de Paula Orbegozo y el ofi cial
Pablo García, fueron a verlo y le reprocharon la fuga. Sin
embargo, presentó su alegato y el 17 de enero los miembros
de la Corte Superior de Justicia, magistrados Diego Fernando
Gómez, Antonio Viana y Alejandro Osorio, conceptuaron en
su contra, ratifi cándose tras la apelación. Debía, por tanto,
presentarse en el término de 15 días en la prisión de donde
se había fugado. Estéril resultó la gestión emprendida por
su hermano José María González Serrano pese a su riqueza
y al prestigio de haber sido comandante de guerrillas en la
Independencia. Soberbio, tan habituado a mover las cosas a su
100 Jaime Duarte French, Las Ibáñez, Bogotá, Fondo Cultural Cafetero, 1985.
100

acomodo que aun en prisión había logrado burlar el encierro
para con uno u otro pretexto salir por las noches a traer vino,
le resultaba inconcebible regresar derrotado a Girón. Sólo lo
cumplió cuando falló su apelación ante el Ministerio Fiscal
cuyos ministros, Vicente Borrero, Miguel Tobar y José Ignacio
de Márquez, ratifi caron el concepto anterior. Presionado
por el exhorto del alcalde Serrano y Durán al intendente de
Boyacá y a los alcaldes ordinarios de la capital, con el cual se
remitía copia del auto, declaraciones de testigos y decretos
relativos al robo del correo pidiéndoles aprehenderlo, no le
quedó otro remedio que acatar la orden de volver a la cárcel.
Todo el suceso hacía recordar a sus enemigos, con disimulada
sonrisa, que en 1798, cuando el viejo Egidio Navas, notorio
por los excesos de su carácter, quiso eludir la acción de la
justicia desapareciendo el expediente en que se le acusaba
de matar el buey de un vecino y de cortarles las orejas a los
cerdos de otro, le había resultado peor pues las autoridades se
habían enconado en contra suya 101 .
Así mismo, a su regreso la situación había empeorado:
huyendo de un proceso, ahora cargaba con dos y, prófugo de
una prisión benévola, debía, como los otros implicados en el
robo del correo, llevar grillos. Se dedicó entonces y con mayor
ahínco a entorpecer el avance del juicio presentando quejas y,
para evadir el pago de las consultas que él mismo solicitaba,
intentó demostrar que se hallaba en extrema pobreza.
Presentó varios testigos de su ruina: según lo afi rmó Segundo
Prados, en el año anterior González había perdido jugando a
los dados tres o cuatro mil pesos; José Ignacio Mantilla juró
que no tenía con qué mantener a su familia y que le había
pedido a la mujer dinero para sostenerse en Bogotá; José
María Pinzón aseveró que el acusado no tenía forma de cubrir
el haber dotal de la esposa, cuando ella lo había solicitado.
Sus bienes inventariados y embargados al iniciarse el juicio
eran, además de la bodega, tercena y ramada del saque de
aguardiente, tres solares, ochos sacas vacías y una cargada,
101 ‘‘Girón en 1798’’, en Boletín de Historia y Antigüedades.
101

el tambor del alambique y la cuchara, diez botijas vidriadas
vacías, cuarenta y tres botellas, dos embudos, cuarenta y ocho
frascos dobles de aguardiente y doce simples, cuatro frascos
de mistela, un azumble de lata; a esto se sumaban un sillón
chapeado de plata, un par de baúles, una mesa y tres taburetes,
seis platos de china y una esclava llamada Dominga, además
de una cómoda, una mesa con cajones, once sillas de madera,
una abotonadura y unas hebillas de oro que ofreció rifar.
El juez no estaba muy convencido de su “extrema pobreza”
y dirigió, por cuenta del acusado, una consulta al doctor José
Elías Puyana, abogado y cura de Floridablanca. En concepto
de éste, al reputarse a González por administrador de los
bienes dotales de su esposa, era inadmisible que estuviese en
estado de pobreza y se le debía exigir que atendiera el costo
de las consultas.
La dote a que se refería, consistente en tierras por valor de
1300 pesos representados en dos predios: el Alto de Gil, con
el trapiche, sus útiles, cañas y casas, avaluado en 900 pesos, y el
Potrero de Angelino, de la quebrada de Santa Rita para arriba,
en 400 pesos, consta en testamento otorgado por Ignacia
Serrano en 1817, en el cual afi rma: “a María Josefa la casé con
Juan Bautista González a quien le tengo entregado todo el
haber paterno que le tocó y de quien tengo recibo...”. Además
de la entrega de estos bienes, según el mismo documento,
había dado en préstamo a su yerno 500 pesos y en 1820 había
dado escritura de fi anza por valor de 6.000 pesos, para que
tomara posesión del cargo de juez de diezmos de la ciudad y
su departamento 102 .
Pese al fuerte apoyo económico que le daba su suegra y
a la aureola de prestigio republicano de que González había
gozado, su conducta familiar debió ser inaceptable pues antes
de instaurada la causa de adulterio, el 9 de mayo de 1821 María
Josefa Navas había otorgado poder a uno de los procuradores
102 AHR, Santander, Notaría Única de Girón, 1820, f46r.
102

de número de Bogotá o a su tío Félix Ramón Serrano y Durán
para que a su nombre y representando su propia persona “...
establezcan, continúen y lleven hasta el fi nal la causa que
sobre sevicia y malos tratamientos tiene intentada solicitando
divorcio y separación de su marido”, autorizándolos para
demandar los alimentos y litis expensas que le obligaban, así
como a la devolución de la dote 103 .
La gestión no había prosperado en los atiborrados
tribunales de la República y mientras María Josefa residía con
sus hijos en la recién fundada población de Floridablanca,
su marido, instalado en Girón, se declaraba comerciante, se
benefi ciaba con la adjudicación de la renta de aguardientes
y ejercía de tahúr; en la consulta elevada al doctor José Elías
Puyana, éste hacía caso omiso de esa solicitud de separación
e indicaba que la dote de la esposa debía aplicarse a pagar las
costas del juicio de adulterio basándose en que “no habiendo
pedido la esposa la restitución de la dote” debía deducirse
que el matrimonio continuaba unido y “remitido el delito por
parte de la mujer…”. En junio de 1823 en poder de María
Josefa Navas y sus hijos no había más que una casa de media
agua de tapias y teja, la tercena de sacar aguardientes y un solar
¿Qué se habían hecho sus bienes? Habría que preguntárselo
a los dados.
Mientras el juzgado efectuaba esas diligencias, la
permanencia de Micaela en la casa de su hermano en
Piedecuesta se fue prolongando. Todas las tardes, la comadre
Dominga la encuentra fatigada de leer, caminando por los
espaciosos corredores enladrillados, impregnados durante el
día por el olor dulzón del tabaco y al atardecer por el perfume
de las fl ores de un jazmín. Juntas rezan el rosario, hablan,
piensan y esperan… ¿qué hacer con los recuerdos?
Jamás hubiera creído estar en esa situación, no lo hubiera
soñado cinco años antes, no lo hubiera pensado hace tres.
103 AHR, Santander, Notaría Única de Girón, Protocolos y Escrituras, 1822.
103

¿Qué pasó? Nunca, ella lo sabe, amó a Valenzuela, pero lo
respetó, le fue fi el y adicta durante casi veinte años en los cuales
le dolió su cobardía frente al sufrimiento de sus hermanos y
cuñadas por la libertad. Unida en un matrimonio impuesto
por la dura voluntad de su madre, pretendió ver en su marido
al compañero de su fi el Sinforoso, sabiendo como lo sabía
que eran tan diferentes… mientras uno olvidó rápidamente
las quimeras juveniles, el otro pagó su convicción patriótica
con el presidio y el destierro. Esa vieja complicidad juvenil y a
su condición de cuñados había apelado Miguel para conseguir
el perdón y el olvido del nuevo régimen, cuando le escribió a
Sinforoso desde Maracaibo a punto de ser liberada la ciudad
por los patriotas: “...Nadie nos quitará la gloria de haber sido
los exploradores de la senda que condujo al veinte de julio de
1810...” 104 .
¡Qué hipocresía! Taimado, siendo un colegial del Rosario
se valía de sus infl uencias para acusar a los maestros en cartas
dirigidas al virrey 105 rencoroso, no perdonó a las gentes de
Girón que en 1803, cuando obtuvo el nombramiento de
abogado de la Real Audiencia 106 , intentaron recusarlo por
su aparente implicación en la Rebelión de los Pasquines;
acoquinado, fue siempre el redactor y uno de los primeros
fi rmantes de cuanta adhesión al monarca se produjo en la
época del Terror 107 . “Lo que se hereda no se hurta”, pensaba
tristemente Micaela, recordando las decididas acciones de su
padre y las débiles y acomodaticias de su suegro durante el
levantamiento comunero, que se repetían, como calcadas, en
las de su hijo en los tiempos de Independencia.
¿Qué sabe usted de las lágrimas que nos ha costando esta
insurrección?, le increpó un día la esposa de José. Calló para
no mostrar el dolor que le causaba la ciega lealtad de su marido
104 Simón S. Harker, El Parde Eloy y los suyos. Op. cit.
105 AGN, Colonia, Milicias y Marina, T128, f284r y v.
106 AGN, Miscelánea, TII, Reales Provisiones, f805v.
107 AHR, Santander, Notaría Única de Girón, Protocolos y Escrituras, 1816, f194 a 196.
104

a la Corona. Una vida de silencio y de rabia, piensa Micaela,
que se transformó en 1819 como se transformó la de las
gentes de la provincia. Volvieron del destierro sus hermanos,
aunque arruinados y enfermos llenos de fe en el futuro de su
nueva patria; las viudas y los hijos de quienes no regresaron,
nimbados por el heroísmo, la hacían sentir avergonzada... Juan
Bautista González vino con los ejércitos libertadores a fi nales
del año 19, e inmediatamente lo eligieron alcalde de Girón.
Durante el año 20, ella todavía amamantando a Dolores, debió
franquear su casa, la mejor de la Villa, a los ofi ciales que iban
de paso o permanecían allí... Pudo entonces, al oírlos celebrar
las derrotas de los ejércitos realistas y la dicha de América
ya próxima a su total liberación, revivir en sus narraciones
emocionadas los aconteceres de la campaña y, a través de
las noticias que iban y volvían con los ejércitos, también ella
participó del avance de la libertad.
En su casa, la más grande y la mejor amoblada, se organizó
el baile y se sirvió el ambigú con que Girón, a la manera de
las celebraciones acostumbradas en Bogotá, conmemoró el
primer año de la Independencia. ¡Qué días aquellos! Las gentes
parecían de buen humor, alegres y contentas, sin divisiones
ni rencillas, dispuestas a divertirse. Tres días continuos que
comenzaron por fi esta de Iglesia con una misa concelebrada
y una procesión encabezada por los miembros del Cabildo y
los notables del lugar, tras los cuales marcharon las señoras
adornadas con pesados zarcillos, una sortija en cada dedo de
la mano, manillas de perlas y cuentas de oro en las muñecas,
rosarios preciosos sobre el pecho. Cubiertas con mantos de
seda, sus pesadas sayas mostraban los dobleces de los muchos
años guardadas; desfi laron rodeadas de los grupos de negritos
que avanzaron danzando, desde la plaza principal hasta la de
Las Nieves. Brillantes las frentes por el sudor, brillantes los
ojos por la emoción, brillante el cielo sin nubes de Girón.
Durante las tres tardes de festejo, Juan Bautista, achispado
y eufórico, se lució con lances peligrosos en las corridas de
105

toros. El aguardiente, costeado por colecta, se consumió sin
medida y en la última noche, mientras ardían dos castillos de
pólvora, la multitud achispada coreó vivas al Libertador, a los
ejércitos patriotas y al alcalde.
Ella los vio desde su balcón revestido con telas y fl ores; más
tarde en el salón congestionado de velas chorreantes, donde
sobre los cortinajes, jarrones y cornucopias pintados en los
muros relucían las nuevas colgaduras de fi lipichín encanado, el
alcalde dio comienzo al baile invitando a la dueña de casa que no
pudo negarse a acompañarlo en la conocida danza del Caracol...
siguieron luego el baile del Tío y la Sobrina, y el del Sase; ella, cada
vez más ligera, alegre, se fue dejando llevar... cuando vino el baile
del Molinillo, acompañado de la conocida seguidilla:
Todo lo que se quiere
se facilita
por las causalidades
de una viudita,
jóvenes y viejos corearon el estribillo:
¡anda Juanillo,
no hay cosa más polida,
que el molinillo! 108
Sudorosa y arrebolada, mareada por las volteretas y por
las mistelas que las negras repartieron acuciosamente y
consumieron con disimulo, no quiso bailar más. Se instaló
en el estrado con las señoras mayores y a la medianoche
dirigió el servicio del abundante refresco en que se ofrecieron
empanadas de pescado, pasteles de pavo, frituras variadas,
colaciones de frutas, naranjadas, horchatas, aloja y limonada,
además de un cacao tan espeso como para reparar las fuerzas
de los bailarines; durante toda la noche sintió sobre su nuca la
mirada negra de los ojos negros de Bautista González.
108 Juan Antonio Zamacola, Elementos de la ciencia contradanzaria, Madrid, 1796.
106

Luego fueron los días del sobresalto, de las risas y las
coincidencias, cuando se habituó a buscar desde el balcón la
silueta de ese caballo, también negro. Al comienzo eso fue
sufi ciente. Desde la sombra calmosa de su casa aprendió
a reconocer el relincho, a identifi car el ritmo de los cascos
que en la noche van y vienen frente a su puerta, sobre la
calle empedrada, porque ¿al alcalde quién lo ronda? Una
madrugada, cerca a la salida de campo que da a la quebrada,
una potente voz de hombre acompañada de una guitarra la
señaló con una copla:
Anoche a la media noche
tus ojos verdes brillaron
creyendo que amanecía
hasta los gallos cantaron.
En una de sus visitas a Girón, Antonio Navarro, a
cargo de la renta de aguardientes de Cepitá, hizo alguna
velada insinuación del peligro, hablando de María Josefa, la
pobre esposa de González, casi una niña, abandonada en
Floridablanca, un pueblo apenas comenzando donde ni hay
iglesia ni se consigue cura, mientras su marido tuna en los
pueblos y en las fi estas.
Ya era tarde, su respuesta fue un rechazo airado.
No volvió a dirigirle la palabra y, pese a ello, ahora la
apoya desafi ando a los gironeses a arrojarle la primera piedra
y la apodera mientras ella reside en Piedecuesta. Hay gente
buena, dicen las hermanas, mientras secan con el borde de sus
mantellinas las lágrimas que hizo correr la confi dencia.
107

Capítulo 5
COMO SE HICIERON,
SE DESHACEN
109

Sólo en 1823, después de la derrota del indio Agualongo,
quien agitó los últimos ímpetus monarquistas en
Pasto, y tras el triunfo del mulato Padilla sobre
los ejércitos españoles concentrados en Maracaibo, logró
consolidarse la Independencia en la Nueva Granada. El
vicepresidente Santander, agobiado por el compromiso de
sostener los ejércitos que peleaban en el Perú, pretendía
simultáneamente organizar la República e impulsar el cambio
ofrecido: la extinción gradual de la esclavitud, el impulso a
la instrucción pública y la abolición de los tributos indígenas
comenzaban a volverse ciertos, aunque lentamente, en algunos
de los principios consagrados por la Constitución de Cúcuta.
La felicidad esperada con la Independencia se demoraba
en llegar y los juzgados, atiborrados por representaciones y
querellas, eran síntoma del cambio en una sociedad cuyas
reglas se desplomaban a la espera de un nuevo orden. Mientras
el Congreso Constituyente, reunido desde enero de 1823,
discutía las leyes de la República, en las poblaciones los alcaldes
continuaban administrando justicia con procedimientos
que mezclaban el viejo derecho real y los nuevos derechos
ciudadanos.
En medio de tal desconcierto, a comienzos de 1823 la
justicia en Girón avanzaba como podía llevando adelante la
causa por robo del correo, que por estar prófugo González,
recaía en José Ignacio Anidos y Juan Antonio Mantilla.
111

José Floriano Arenas, llamado a declarar el 7 de diciembre,
dio la siguiente versión sobre los hechos:
...que ayer por la tarde llegó a su casa de campo
Juan Antonio Mantilla y pidió posada diciendole traya
unos autos y allí se quedó y a medianoche llegaron Juan
Bautista González y José Ignacio Anidos, que González
después de haber hablado dos ocasiones con Mantilla
dentró para adentro volvió salió y montó a caballo y
se fué; que Mantilla después se vino para esta ciudad
después de haber caminado algun trecho de la Casa
volvió y le dijo “ya lo vé señor como ñor Bautista me
robó el pliego” a lo cual le contestó el que declara “usted
tiene la culpa, no le dije ayer por la tarde que se fuera,
que tenía tiempo de llegar a Girón?” 109 .
Muy pocas personas se animaban a tomar parte en el
complicado asunto: don Benedicto Niño, nombrado fi scal,
dijo no hallarse capaz de desempeñar el cargo “...por carecer
de luces y no tener inteligencia en la materia…” 110 para
fi nalmente aceptar conminado por la amenaza de una multa
de diez pesos, por cuanto los acusados estaban en prisión.
El 31 de enero de 1823 el sargento Narciso Leyton se hizo
cargo de la defensa de Anidos; su primera acción fue señalar
las fallas y errores en el procedimiento de ponerlo prisionero,
con lo cual se quebrantaban los artículos 159, 161, 162, 167
de la nueva Constitución, por cuanto se le aplicaron grillos
antes de proceder a la información sumaria, no hubo orden
de arresto ni se le entregó copia, y se le tomó juramento para
que declarara contra sí mismo.
Anidos se retractaba de la confesión inicial de haber robado
los pliegos de la causa, declarando haberla hecho bajo presión
del administrador de Correos:
109 Causa del Correo, f3v.
110 Causa del Correo, f8r.
112

...que el Sr. Máximo García le ha sorprendido, le ha
dicho que confi ese que robó los pliegos y que le dijo
que era el unico camino que le quedaba en su defensa,
que se le aturdió la vista de que le habían puesto preso
sin saber por que... creyó que talvez habían restablecido
la Inquisición de Cartagena y que ese era el motivo de
tomarle la confesión sin darle lugar a que pensase lo que
decía o se reparase del susto que tenía…
El 5 de febrero de 1823, el juzgado de Girón encargó al
ciudadano Felipe Valdivieso de la defensa de Mantilla. Éste se
apoyó en los errores procedimentales ya señalados y enfatizó
en la incapacidad de su defendido:
…pongo en consideración del juzgado la mala fé con
que se procedió dandole una misión de esta naturaleza a
un hombre que a pocos días de su nacimiento incurrió
en el feo vicio de la beodez lo que es constante al juzgado
y a todo este vecindario…
A continuación se inventariaron y decomisaron por orden
del juzgado las propiedades de los dos acusados: los bienes
de Anidos, puestos en depósito en José Pérez, eran una casita
de paja en tierra de su suegro, un par de petacas, un torno,
un tinajero y dos taburetes. Los de Mantilla consistían en una
casita de palos y teja, cinco bancos de madera, una banqueta
y cuatro cueros de res, cuatro retablos viejos, todo lo cual fue
depositado en José Benavides.
Finalmente, después de oír a diez testigos, con fecha 9 de
marzo el juzgado dejaba constancia de que el reo principal
del juicio era Juan Bautista González y procedía a dirigir un
exhorto a las autoridades de Bogotá pidiéndoles remitirlo a
Girón. El día 21, el fi scal señalaba la condición de cómplices
de los prisioneros 111 .
111 Causa del Correo, f24v.
113

Vino entonces la defensa del apoderado de Anidos, basada
en su hoja de servicios a la causa de la Independencia:
...mi parte ha hecho importantes servicios a la
República pues puede probar con documentos que a
su solicitud se debe el haber embargado en Sogamoso
los bienes del español Miguel Hernández; haber
desempeñado las comisiones de juntar gente y mulas para
el servicio, buscar a Jerónimo Mantilla, conducir mulas
a Piedecuesta, marchar de soldado raso a Santamarta
abandonando su familia 112 .
A esta solicitud de recompensa, seguía una serie de
consideraciones signifi cativas de las deudas que la naciente
República debía satisfacer:
…si estas consideraciones no se tienen presentes,
no habrá individuo que quiera servir en adelante a una
madre ingrata, que por leves sospechas carga sobre su
hijo los grillos y las cadenas con que debía aprisionar
a los tiranos; hago esta refl exión para que se vea que
mi parte sin tener un delito hace cuatro meses arrastra
grillos viendo morir de hambre a su mujer y sus hijos
párvulos; y ninguno de los traidores de la patria que se
han cogido con las armas en la mano han sufrido tan
larga prisión ni tan ignominiosa... 113
Concluye el sargento Leyton su defensa recordando la
necesidad que la República tiene de proteger a sus amigos y
amenazando solicitar a la Corte de Justicia una activa vigilancia
que impida tales arbitrariedades. En el folio que sigue al ofi cio
del defensor, el alcalde deja constancia de que el ciudadano
Anidos no quiso confesarse ni comulgar el domingo de
Cuasimodo.
La actitud del representante de Mantilla resultaba bien
opuesta y no teniendo nada que alegar en favor del reo se
112 Causa del Correo, f26r.
113 Íbid.
114

limitaba a destacar sus incapacidades hasta el punto de
califi carlo de “fatuo”, en ofi cio del 18 de abril:
Esta especie de hombres o autómatas nunca podrán
hacer una distinción de hecho ni de dicho y el norte de
su obediencia es la mano que les devenga el trabajo... El
Sr. Bautista González, principal autor de esta causa fué
quien buscó a Mantilla para conducir el pliego y también
quien pagó por su mano el salario… 114 .
Invocaba la clemencia del alcalde para quien desde hacía
cinco meses pagaba con calabozo, grillos, hambre, desnudez y
enfermedad el resultado de su ignorancia.
El 20 de abril de 1823 Juan Bautista González se restituyó
a la cárcel. En su primera declaración dada el día 21, luego
de oír íntegramente las declaraciones de Anidos, Mantilla y
Alejos Forero, afi rmó ignorar quién fue el autor del robo de
la causa.
Vista su posición y para evitar una nueva evasión, el alcalde
ordenó encerrarlo con los otros reos de su delito y que se
le remacharan grillos. Bien difícil resultó el cumplimiento
de esta orden pues el prisionero rehusó admitirlos, teniendo
que colocárselos casi que por la fuerza entre varios sujetos
llamados para el efecto.
El alcalde Serrano y Durán cumplía los compromisos de su
cargo, fatigado por las continuas intervenciones de González
y acusado por éste de obrar arbitrariamente empeñado en su
ruina, de haberle colocado los grillos que más lo dañaban y
molestaban, y de recluirlo en una de las piezas más ínfi mas
de la cárcel a propósito para hacerle perder la salud. A
sus interminables quejas respondió el alcalde ante el juez
político de Bucaramanga en mayo de 1823 con las siguientes
explicaciones, fundamentadas en el principio de igualdad
republicano.
114 Causa del Correo, f30v.
115

...viendo que la seguridad del reo no podía
conseguirse dejándolo sin grillos y en la pieza alta de
donde se profugó, lo hice poner en una pieza baja, seca
y decente y más segura con un par de grillos sencillos y
llevaderos. ¿Sería regular —pregunta— que sufriéndolos
los dos reos cómplices con menos delitos que González,
estuviera éste sin ellos paseándose en los balcones...?
Entonces, ¿Qué dirían los pueblos de la igualdad de los
ciudadanos ante la ley…? 115
No obstante, la sentencia aconsejada en julio de 1823 por
el abogado Ramírez, asesor del gobernador de Pamplona,
parecía ignorar que las leyes debían proteger la igualdad
como uno de los derechos de los colombianos y partiendo
del reconocimiento de distintas calidades entre los acusados,
recomendaba castigos muy diferentes; para José Ignacio
Anidos, dos años de presidio, para Juan Antonio Mantilla,
un año de trabajos forzados en el sector minero de la Baja
a ración y sin sueldo, y para Juan Bautista González, “con
consideración a sus servicios y distinción de su persona, a
destierro perpetuo del departamento y pago de costas” 116 .
Pese a la nueva Constitución, la nación aún desconocía el
signifi cado de la igualdad que se proclamaba en su artículo
tercero.
De todas formas, a la sentencia recibida el 5 de agosto en
Girón siguió el recurso de la apelación y el envío de la consulta
al doctor Tomás Barriga Brito, jefe político y militar del cantón
de Zipaquirá. Mientras se recibía su concepto vino una etapa
de espera, agitada por el interminable alegato de González,
quien acudía a las instancias superiores con reiteradas
denuncias de agravios, quejándose de una conspiración de sus
enemigos interesados en tramar su ruina.
115 Causa del Correo, f40r.
116 Causa del Correo, f108r y v.
116

Las autoridades locales, fatigadas de sus quejas que iban de
diestra a siniestra, habían contestado con aspereza en junio
de 1823:
...que sus grillos eran los más livianos, de peso de tres
libras, que se mandaron anchar y alargar, que la pieza es
un corredor alto espacioso con vista a los caminos de
la villa de San Carlos y de Bucaramanga, que primero
ve a los que entran a la ciudad que los que están dentro
de ella… divertido en mirar las verduras del campo, en
tener buen fresco de este corredor y al fi n de un cuarto
muy aseado para reposar... la puerta y las ventanas que se
le habían remachado son las que miran a la plaza porque
por ahí se profugó; la diversión y trato con los hombres,
su mujer y parientas las tiene de día y de noche y por esta
razón pudiera mirar su prisión como si estuviera en el
paraíso terrenal... 117
A esta declaración del alcalde Félix Ramón Serrano, quien
pese a haberse manifestado impedido para realizar el juicio
por adulterio actuaba en el del robo del correo, González
respondió invitándolo a disfrutar de dicho paraíso y así consta
en el expediente.
Los acusados José Ignacio Anidos, a quien le declararon
padecer de “morbo gálico”, y Juan Antonio Mantilla habían
recibido el benefi cio de excarcelación. Esperarían en libertad
condicional la sentencia defi nitiva, cuyo estudio se demoró casi
un año en manos del doctor Tomás Barriga y sólo se dictó en
1825.
Entre tanto, un suceso inesperado vino a reactivar el juicio
de adulterio: el 8 de agosto de 1823 a las siete de la noche,
estando los alcaldes y el escribano en su despacho, oyeron que
por la ventana que daba a la plaza arrojaron un paquete, que
una vez examinado resultó ser la causa perdida desde el mes de
117 Causa del Correo, f91v.
117

diciembre del año anterior. Dentro de las hojas encontraron
un papelito escrito con letra fi ngida que decía:
Señor Alcalde no juzgue con tánta temeridad ay está
la causa perdida el peón borracho la botó y yo la topé...
la había guardado por umanidad 118 .
Exhaustos, el escribano y los alcaldes comprendieron
que todo comenzaba nuevamente. ¿Lograrían en su año de
gobierno fi nalizar el proceso?
Con la aparición de la causa de adulterio se activaron las
diligencias, de ratifi cación de testigos. Algunas voluntades,
como la de Bárbara Nieto del Villar, se quebraron; ésta añadió
a su declaración anterior:
que un día entró a la casa de Micaela Mutis y la
encontró sentada en la hamaca con Juan Bautista
González, que después de haber parido al hijo adulterino
los veía salirse juntos en la parte techada del balcón a
conversar, pero que ignoraba si estaban fornicando 119 .
Su madre, Josefa del Villar, recordó que:
...en las diversas ocasiones que sintió un hombre
acostado en la cama con Micaela Mutis tarde de la noche,
siempre malició quien era y que algunas veces, al otro
día, la citada Mutis le decía que esa noche había estado
ahí Bautista y que lo que quería era llevarse al niño.
El 3 de septiembre de 1823, el profesor de medicina Miguel
Moreno certifi có que González padecía de “etico confi rmado”
y para su curación necesitaba de temperamento fresco, lo cual
dio motivo, con la autorización de los acusadores, a que fuera
excarcelado bajo fi anza. Inmediatamente salió de la cárcel
montó en su caballo y se fue a las fi estas de Llano Grande,
118 Causa, f21r.
119 Causa, f382v.
118

en el sitio del Cóndor, distante una legua de Girón, a instalar
un juego de bisbís 120 . A partir de su excarcelación siguió
actuando como uno más dentro del grupo de los notables
de la población, en el cual se mezclaba con sus acusadores y
sus jueces. EI 23 de septiembre, cuando el gobernador de la
provincia pidió contribuciones voluntarias para componer el
Camino del Conde que conducía hasta las Bocas de la Payoa,
ruta del comercio con el río Magdalena donde pretendía
establecerse una bodega, González se asoció con el obsequio
de cuatro botijas de aguardiente a la lista de donantes, entre los
cuales también fi guran Eloy, José María y Germán Valenzuela,
Facundo Mutis, Máximo García y Antonio Navarro 121 .
Al fi nalizar el mes, estando ya ratifi cados todos los testigos
y libres bajo fi anza ambos acusados, la causa estaba lista para
dictar sentencia una vez se solucionara el pleito sobre las costas
del juicio y consultas cuyo pago proporcional, fi nalmente,
aceptó González en los últimos días de octubre. Recusados
como estaban todos los asesores de la provincia y habiendo
recusado otros tres nombres propuestos (lo cual según la ley
era inaceptable), el alcalde rechazó esta nueva acción y dirigió
consulta sobre la sentencia al abogado Jerónimo Ramírez en
Bogotá.
El castigo aconsejado por éste se basó en su interpretación
de las leyes españolas, según las cuales se imponía la pena de
muerte a la mujer que adulterase, aun cuando admitía que la
práctica había mitigado su rigor. El 30 de diciembre de 1823,
el escribano Rafael Novoa notifi caba a cada una de las partes
interesadas la sentencia proferida por Enrique Prada.
Micaela Mutis debería pagar prisión perpetua en una casa
de recogidas o ser remitida a la capital para hacerlo en un
hospicio de mujeres o en la cárcel del Divorcio; perdía además
su dote y gananciales que serían aplicados al marido agraviado.
120 AGN, República, Criminales, T17, f849 y 1824.
121 AHR, Santander, Archivos Notariales, Girón, Libro 18, f307r.
119

Juan Bautista González era condenado a uno de los
presidios de Cartagena por ocho años y a destierro perpetuo
de esos lugares en donde tánto ha escandalizado” 122 . Ambos
reos eran condenados a pagar las costas del juicio.
Esta sentencia, en opinión del apoderado de Miguel
Valenzuela, resultaba ‘...equitativa, pues ni aún siquiera se
aplica a los delincuentes la pena ordinaria establecida por
las leyes del partido de Castilla que ni están derogadas ni se
oponen en modo alguno a nuestro sistema de gobierno y
antes bien su puntual observancia puede ser muy conducente
a su estabilidad pues sin virtudes no hay República...” 123 .
Dos días después, el 1o. de enero de 1824, una y otro
apelaban ante José María Regueros, alcalde de Girón para ese
año, quien después de consultar al señor teniente Francisco
de Paula Orbegozo, residente en Piedecuesta, remitió el
expediente a la Corte Superior del Distrito del Centro en
donde fue recibido el 19 de enero de 1824.
Ciertos indicios, como la presentación que había hecho
González en julio de 1823 de cartas dirigidas a Micaela por su
marido, permiten deducir que las familias de los implicados,
y ellos mismos, buscaban solidariamente la solución al
confl icto; aun más, el abogado Narciso García, residente en
Bogotá, quien se había encargado de tramitar la separación de
los bienes dotales de María Josefa Navas del embargo hecho a
los de su marido, recibió en enero de 1824 poderes otorgados
por Juan Bautista González, quien se había avecindado en
Bucaramanga, y por Micaela Mutis, residente en San Carlos
del Pie de la Cuesta, para apelar la sentencia proferida por el
alcalde de Girón.
El extenso alegato del apoderado se orientó en el caso de
González a demostrar los errores del proceso, las fallas de
122 Causa, f401v.
123 Causa, f406r.
120

procedimiento y la ignorancia de las leyes por parte de los
jueces de Girón; se fundamentó en la suposición de inocencia
del acusado y en que habiéndose demostrado (en las cartas
escritas desde Pamplona) el perdón de Valenzuela a su mujer,
no ha debido seguirse el juicio. Apeló, una vez más, a manera
de atenuante, a la existencia de odios políticos entre realistas
y patriotas: “...el origen de los padecimientos de González
no es otro que el de haberse prestado gustoso a todo cuanto
fué necesario para las tropas de la República en año de 1819
cuando otros huían de ellas, seguían las huellas de los enemigos
y maquinaban contra el país...” 124
Al fi nalizar lanzó una profunda estocada al punto más
sensible del acusador: habiendo éste emigrado y manteniéndose
en Maracaibo que era un país enemigo, “…debieron sus bienes
haber sido confi scados y de ellos haber el erario público el
tercio y el quinto del caudal... que corresponde y asciende por
lo menos a la cantidad de 2.100 pesos...”.
De inmediato presentó la expresión de agravios en
nombre de ella, reconociendo “su debilidad vergonzosa y
el arrepentimiento de su extravío” en términos emotivos;
atacaba, poniendo énfasis en lo “que son las pasiones de los
jueces y las intrigas que se manejan en lugares pequeños por
aquellos mismos que revestidos con el carácter del sacerdocio
deberían provocar la paz entre sus feligreses y mediar con su
ejemplo la corrupción que advierten en las costumbres de
los demas...”; la defendía diciendo: “...ella querría no haber
cometido esa falta, ella quisiera haber muerto antes que haber
perdido su honor y su reputación; pero arrepentida de su
extravío, no puede tampoco avenirse a una sentencia que es
nula e injusta...” y eludía la acusación de adulterio, exponiendo,
con especial dramatismo, la historia del matrimonio:
Enlazada por la casualidad y no por su libre elección
con un marido que públicamente hacia ostentación de
estimarla, pero que en secreto la trataba ignominiosamente
124 Causa. f415r a 419v.
121

—así me encarga lo manifi este a V.E., en carta que acabo
de recibir—; unida, repito, a un hombre que no podía
ni quería hacer su felicidad, su vida era bien lamentable
antes de la revolución política de 1810, mas desde
entonces hasta 1819 su desgracia fué inmensa, porque
ella patriota y él de contraria opinión, se conoce desde
luego cual sería la suerte de mi poderdante. Llega por
fi n el afortunado año de 1819, Girón es libertada; pero
el Dr. Valenzuela más fi el a la causa de Fernando VII y
a Don Pablo Morillo que a su mujer y familia, huye con
los opresores, abandona a la esposa con quien siempre
debía vivir de consuno y la deja expuesta a los asaltos que
debía sufrir en su ausencia… si pudiéramos interpretar el
origen de los acontecimientos humanos observaríamos
aquí que una infi delidad obstinada a la causa santa de la
libertad ha sido castigada en el Dr. Valenzuela con otra
infi delidad de su mujer; pero con la diferencia que la
última ha sido provocada por capricho del marido.
Marcha este con los españoles, en pos del asesino
González y la señora Micaela Mutis debe resistir sóla,
sin apoyo y sin temor las seducciones de tántos que en
aquella época y los años subsiguientes, pasaban por el
lugar de su residencia, o permanecían allí algunos meses.
La virtud desfalleció al fi n... Ah! la señora Mutis es tenida
por adúltera, porque falla a la fi delidad de un marido que
criminalmente la abandona por más de tres años, y este
marido, único origen de la deshonra de su mujer es quien
debe acusarla… tales son las leyes del mundo pero no las
de la debilidad de la naturaleza.
...A primera vista se descubre que su culpa merece
toda la piedad del corazón humano. Su marido ausente
sin esperanzas seguras de que volviese a Girón; su
marido siguiendo las banderas del rey de España y
haciendo causa común con los enemigos de la Patria:
hé aquí cuántos motivos para disminuír la gravedad del
delito. Si el hubiese estado presente, si la señora Mutis
hubiese admitido en su lecho nupcial a otro hombre con
deshonra de su esposo, si hubiese procurado engañar
122

al Dr Valenzuela, protestándole una fi delidad que no
había tenido, yo confi eso que el encerramiento podía ser
perpetuo... pero castigarla con una pena indefi nida por
un exceso hijo de la fragilidad del sexo, de circunstancias
particulares y no de la depravación inveterada de la
voluntad, arrancarla para siempre de la sociedad de
los virtuosos y sumergirla en una cárcel en compañía
de otras mujeres homicidas, envenenadoras, sacrílegas
o ladronas... no puede compararse con ninguna
determinación de las que han dictado los tribunales hasta
ahora...
En su defensa, que se extiende en más de diez folios,
impugna como injusto y nulo el dictamen y señala la pena
perpetua como “...muy grave, inhumana e ilegal..., porque
ninguna pena debe tener el carácter de perpetua y por el
contrario, deben aplicarse con carácter de revocables para
estimular la enmienda”. Recuerda además que “...es el primer
defecto en que incurre después de muchos años de casada
y de haber sufrido en su corazón todo el rigor del destino
que la había unido con un hombre de quien estaba segura
no le guardaba toda la fi delidad conyugal...”. Enfatizaba, con
fi no instinto, en que siendo “…la única mancha que puede
atribuírsele en toda su vida, así estando soltera como casada,
su deshonra es el mayor castigo que puede aplicarse a una
mujer de sus principios y educación...”.
Se remitió una vez más a las cartas en que Valenzuela
expresaba su perdón y lo acusó de conformaría causa después
de haber recibido de su mujer los cinco mil novecientos dos
pesos del capital y gananciales.
En el momento de responder a esta habilísima defensa, la
posición de Miguel Valenzuela se había debilitado pues José
Ignacio Ordóñez Rubira, electo alcalde de Bucaramanga, no
podía continuar llevando su representación. Por otra parte,
mientras el juicio se había adelantado en Girón, él residiendo
en Bogotá mantenía una conveniente distancia, pero ahora
123

cuando por la apelación se había trasladado a la capital le
causaba toda clase de incomodidades, tormentos y desazones
el sentir que sus asuntos eran comidilla diaria entre los
abogados y seguramente entre los escribanos.
Tal vez por ello su respuesta trasluce un debilitamiento del
acusador, que unas veces defi ende el honor familiar, otras la
moral pública y otras la dignidad de la justicia.
Si yo pudiera —dice— tratar esta materia con la
serenidad que lo haría un mercenario: si yo pudiera leer
los autos sin conturbarme a cada paso por la desgraciada
suerte de mis inocentes hijos, labrada por su propia
madre; el horroroso escándalo que ha padecido Girón,
los pueblos inmediatos y varios otros muy distantes, yo
me empeñaría en rebatir parte por parte cuanto se alega
de contrario para obtener la impunidad de un crimen
que por su circunstancia no tiene igual en los archivos
de aquella Provincia, ni en la tradición de nuestros
mayores allí... cuantas veces he tomado el proceso para
leerlo, otras tántas se me ha caído de las manos por un
movimiento insuperable propio de la indignación que
causa ver usar del lenguaje de la justicia para proteger la
iniquidad...
Más adelante expresa su dolor de marido agraviado:
“..Para desarmarme afectó arrepentimiento, yo me condolí,
la propuse reunirnos en otro lugar distante del que había sido
teatro de su vergonzosa tragedia; pero no pudiendo separarse
del objeto de su lascivia, prefi rió mantenerse en su amistad...”,
e inmediatamente se defi ende de la acusación de infi delidad
a la patria “…con que se me ultraja... yo demostraría mi
patriotismo no de palabras sino de hechos”, apoyándose en
haber sido elegido por la Asamblea Electoral de toda una
provincia representante de la nación “.. por mi opinión y
conducta…” 125 .
125 Causa, f432r.
124

Finaliza pidiendo confi rmar la sentencia apelada con
condenación de costas. El 18 de mayo de 1824 el fi scal
ordinario, Nicolás Cuervo, basó en las cartas del doctor
Miguel Valenzuela su concepto de que éste había perdonado
a su mujer el delito cometido en su ausencia, por lo cual
consideraba toda la acusación injurídica e ilegal: “...no ha
debido imponerse pena alguna a dicha señora ni a Juan
Bautista González su cómplice... y que la sentencia apelada es
de revocarse por cuanto se ha dictado contra las terminantes
disposiciones de las leyes...”.
Eludió el fi scal manifestarse sobre la solicitud de embargo
de los bienes de Valenzuela por estar atribuido a los
gobernadores el conocimiento de las causas de secuestro y no
ser de competencia del Tribunal Superior. De ello se notifi có
a las partes el 5 de julio de 1824.
Los magistrados Osorio, Sandino y Tobar, a quienes
correspondió estudiar la apelación, conceptuaron que no
constando que el matrimonio se hubiera reunido ni que la
esposa hubiera aprovechado del perdón ofrecido, era de
confi rmar la sentencia apelada, reduciéndose a sólo cuatro
años la condena de presidio hecha a Juan Bautista González
y a cuatro los de reclusión a Micaela Mutis, imponiendo a
ambos el destierro perpetuo de Girón; así lo confi rmó la
Corte Superior de Justicia del Distrito Centro el día 28 de
julio de 1824.
Pero la justicia tenía reservados otros recursos como el
de súplica y el de nulidad, que esgrimidos por el defensor
surgieron inmediatamente. A todas esas, viendo cómo la pena
iba disminuyéndose sin que lograra concluirse el insoportable
juicio, Miguel Valenzuela ablandaba su actitud para pedir “...
que dicha sentencia se reforme en la parte que pueda serme
perjudicial o que no provoque el escándalo en los pueblos que
han sido teatro de la iniquidad de los delincuentes...”; pedía
el regreso de González a la prisión, poniendo de presente
125

el descaro con que éste se burlaba de los procedimientos
judiciales y el peligro que para su seguridad personal signifi caba
su libertad ante la urgente necesidad de ir a su casa de Girón
para arreglar los negocios de su familia “que se hallan en la
más miserable situación ocasionada por esta causa”.
Argüía Valenzuela que estando libre González peligraba
su vida, como lo había afi rmado en diciembre de 1822
cuando para venir a Bogotá para asistir al Congreso había
obtenido autorización de hacerse acompañar por una escolta
conformada por tres hombres armados de fusiles y machetes,
un arriero, un paje y dos de sus hijos 126 . Sus temores eran
califi cados por el apoderado de González como “recelos
propios solamente de su raro modo de pensar...”.
El 16 de agosto, el fi scal Cuervo, al conceder el recurso de
apelación en tercera instancia, reiteró que González debería
regresar a prisión como ya se había conceptuado el 30 de abril
anterior, censurando el procedimiento del juez de Girón de
haberle dado libertad bajo fi anza.
Antonio Navarro, alcalde y juez de Girón en ese año, se
defendió diciendo que no había sido él quien había convenido
en esa excarcelación pero que jamás hubiera dado un paso
para restituirlo “...aunque no fuera más que por librarse de sus
amenazas, injurias, e irrespetos... y los malos tratos que dá a
los demás encarcelados...” 127
Habían llegado a un lugar sin salida en medio de la maraña
legal y la única posible estaba en poder de quien había
instaurado acusación de adulterio; el 7 de septiembre de 1824
la mano del acusador fi rmó, conjuntamente con los acusados,
en el mismo juzgado y ante el mismo escribano que había
actuado durante todo el juicio, un acuerdo cuyos términos son
los siguientes:
126 Causa, f438r.
127 AGN, República, Criminales, T17, f844.
126

Miguel Valenzuela, animado del espíritu de paz y de
buena armonía que debe reinar entre los conciudadanos ha
venido en dimitir como desde luego se dimite y aparta de
la acusación criminal que se halla pendiente en la Suprema
Corte de Justicia del Distrito del centro, contra su legítima
mujer la señora Micaela Mutis y el individuo Bautista
González bajo las condiciones siguientes:
1a- Que el último disponga de la crianza y habitación de la
prole que ha ocasionado esta causa sacándola del lado de su
madre.
2a- Que el dicho jamás trate con esta ni de palabra ni por
escrito.
3a- Que el mismo se retire inmediatamente del territorio de
Girón y Floridablanca y por espacio de un año continuo no
vuelva a ellos.
4a- Que durante otro año no pueda residir en el lugar
donde resida el espresado señor doctor Valenzuela.
5a- Que dicho González pague al contado las costas
erogadas en este Juzgado.
6a- Que por la menor contravención a lo pactado se tenga
por ninguna la transacción en cuanto al dicho señor doctor
Valenzuela, quien en tal caso podrá continuar la causa.
Se obligaron cada uno de los otorgantes y fi rmaron ante
testigos. Concluía así la causa de adulterio, cuando aún no se
había fallado sobre la del robo al correo cuya responsabilidad,
vistas las quejas del alcalde de Girón ante el Tribunal de la
Corte Suprema de Justicia, recayó en el doctor Tomás Barriga;
su respuesta, aconsejando dos años de prisión para González
y tres de trabajos forzados a los otros acusados, sólo vino a
recibirse en Girón en abril de 1825. A Francisco Valenzuela,
alcalde en ese año, le correspondió dictar la sentencia que se
acogió al dictamen del asesor. Para José Ignacio Anidos y Juan
Antonio Mantilla se iniciaba el castigo, que nunca se aplicó
al autor intelectual y material; en cambio, al doctor Tomás
Barriga, por su demora en enviar su concepto y para castigar
su “escandaloso abandono sumamente perjudicial a la buena
administración de justicia”, los jueces de la Corte Suprema
de Justicia, Diego Femando Gómez, José Joaquín Ortiz y
127

Alejandro Osorio, lo suspendieron del ejercicio de la abogacía
por el término de un año.
El tiempo, que todo lo lima y desdibuja, fue difuminando
el contorno del confl icto, los años diluyeron los odios y todos
procuraron olvidar esa historia de perdedores. El matrimonio
de Juan Bautista González y María Josefa Navas continuo
unido y así aparecen en 1829 fi rmando el recibo de la herencia
de la abuela de ella, que junto con las tierras que conformaron
la dote, va vendiendo el marido. El proceso de descrédito
y ruina de González se percibe en diferentes documentos:
en 1828 le fue negado el nombramiento de juez colector
de diezmos de Girón, que por designación del Libertador
había desempeñado en 1820 128 ; en 1831 volvió a prisión por
injurias contra Enrique Puyana, juez político y municipal de
Bucaramanga; en 1835 Ignacia Ortiz lo acusa junto con:
...Pedro García y José María Prada por participar en
juegos prohibidos de sumas considerables en dinero y
fi ncas al dado corrido. El exponente (dice) perdió 169
pesos en dinero, 25 quintales que llevaba en plata, 64
que le emprestó José María Prada en la mesa y 80 que
le emprestó la Sra Josefa González esposa de García,
además de dos mulas y un caballo y no teniendo dinero
disponible les ofreció en pago su casa; que también se
rifaron una mula del Sr. Prada en 50 y un caballo de
Gonzalez en 25… 129
La vida de María Josefa Navas, su carácter y su futuro
también terminaron envilecidos; en 1849 la demandó
Carlos Seabright por insultar a su esposa Facunda Ordóñez,
gritándole cuando pasó por enfrente de su casa en Girón: “...
puta, zamba, guaricha, culimorada...” 130
128 AGN, República, Curas y Obispos, T28, f261.
129 AHR, Santander, Judiciales Girón, Caja 041, f268 a 281.
130 AHR, Santander, Archivos Judiciales. Girón.
128

Así como la fortuna, las posiciones políticas fueron
variando a merced de afectos nuevos y alianzas cambiantes:
en julio de 1828 varios miembros de la familia Mutis —José
y sus hijos Jacobo y Celestino, Manuel y su tío político Pedro
Canal— y de la familia Valenzuela —Eloy y José María—
coincidían con Juan Bautista González en una carta de
adhesión al Libertador, pidiéndole encargarse de ejercer el
“poder sin límites”. En octubre de ese mismo año, don Eloy
Valenzuela, cuya relación y compañía hicieron más llevaderos
los días de Bolívar en Bucaramanga, rendía público homenaje
al padre de la patria convocando a una suscripción pública
para fundir una medalla conmemorativa en agradecimiento a
la divina providencia por haberlo salvado de la conspiración
de septiembre.
Facundo Mutis, más cercano a la órbita santanderista,
asistió a la Convención de Ocaña, para la cual también fue
electo Miguel Valenzuela, quien no acudió. Terminaban viejas
rencillas, cicatrizaban heridas pero sólo para dejar espacio a
otras nuevas: a don Eloy Valenzuela, cura de Bucaramanga
desde 1786, venerable por su edad y su sabiduría, el 31 de
octubre de 1834 lo asesinaron vilmente dos sujetos que
entraron a su casa para robarlo; él los conocía tanto que a uno
de ellos lo había bautizado, y aun mal herido, como sacerdote
tuvo el valor de perdonarlos; en su testamento, fi rmado el 20 del
mes anterior, quedaba la constancia de otras amarguras: “...en
la tormenta que descargaron sobre mí los patriotas instigados
por mis paisanos padeció mi casa un saqueo considerable, no
menos que mi bolsillo...”, lamentándose por la pérdida de “...
impresos, periódicos, láminas, apuntes y libros.., sin esperanza
de reposición...” 131
Señalaba como albacea a su hermano don Miguel
Valenzuela y en su defecto a Germán o a José María. Entre sus
disposiciones testamentarias, todas muy precisas, se destacan
la No. 12 según la cual dejaba un capital de 2.500 pesos con
131 Véase Anexo 5.
129

cuyos réditos se debía fundar una beca o pensión escolar
para uno o dos estudiantes de teología en el Colegio del
Rosario o de moral y liturgia en el de Ordenados, encargando
de su cumplimiento en su orden a Miguel y a José María,
autorizándoles pagarse por sus gestiones con un descuento de
diez pesos anuales del rédito. Dejaba, en esa misma cláusula,
ciento diez pesos para los hijos estudiantes de sus hermanos
Francisco y Germán, acotando que a los hijos de Francisco
por su pobreza serviría también para latinidad y fi losofía.
Esa beca sólo vino a constituirse diez años más tarde, el
27 de mayo de 1844, cuatro días antes de la muerte de Miguel
Valenzuela a quien había confi ado el encargo. Algo similar
ocurrió con la distribución de su biblioteca repartida entre
sus hermanos y el Colegio del Rosario (Cláusula 13), con clara
advertencia de que reprueba y contradice toda conmutación
y traspaso, “pues si no los necesita puede venderlos y adquirir
otros”, anotando inmediatamente que “la remisión queda a
cargo y oportunidad del Albacea...”. De este legado solamente
llegó al Claustro rosarista una biblia políglota en cuatro tomos,
entregada en el año de 1838 132 .
La vida fue trazando sus líneas de fortuna y de pobreza, de
honor y de miseria en donde cada cual encontró su espacio:
Rafael Novoa terminó siendo acusado por malos manejos
en la escribanía de Girón 133 . Una hija de Antonio Navarro, el
amigo y apoderado de Micaela que había retado a los gironeses
a lanzarle la primera piedra, fue la esposa de Ulpiano Valenzuela.
Miguel Valenzuela reunió una importante fortuna.
Residenciado en Bucaramanga desde 1832, fue recaudador
de diezmos, ejerció su profesión de abogado, manejó los
132 María Clara Guillén de Iriarte, Nobleza e Hidalguía en el Nuevo Reino de Granada,
TII, Bogotá, Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosado, Instituto Colombiano de
Cultura Hispánica, 1994, pág. 501.
133 AHR, Santander. Notariales, Girón, Caja No. 6, f105.
130

negocios del monasterio de Santa Clara de Pamplona, invirtió
en tierras y dio dinero sobre hipotecas. Fue, inclusive, uno de
los damnifi cados de la quiebra del banquero bogotano Judas
Tadeo Landínez.
Su testamento, fi rmado en octubre de 1843, no enumera
sus bienes, pero designa a sus siete hijos como herederos
universales y señala las sumas que les ha adelantado 134 . La
cuantía de sus bienes raíces se aprecia en las numerosas ventas
que sus hijos realizan después de su muerte, ocurrida el 31
de mayo de 1844 135 . Dejaba en su testamento constancia de
haberles entregado lo correspondiente a la herencia materna
y de haber dotado a su hija María de los Dolores con tierras
y mil pesos y 72 y media onzas de oro, cuando se casó con
Eugenio Rampon, médico “natural de los reinos de Francia”,
en el año de 1843.
Con la certeza de su gran derrota, Micaela Mutis Consuegra
murió en Bogotá el 12 de enero de 1841, en la casa situada en
la calle de San Juan de Dios, cerca al puente de San Victorino.
No pasó un solo día de su vida sin pensar en Domingo Cruz
del Carmen, entregado cuando apenas tenía un poco más de
dos años.
“Agua”, “señora” y “adiós” eran sus únicas palabras. Ella
se las hizo repetir muchas veces antes de montarlo en la
cabeza de la silla del caballo en que el peón de espuela de
su hermano José se lo llevó para entregarlo a Juan Bautista,
quien debía salir a recogerlo en las goteras de Floridablanca.
Alegre, el niño se volvió varias veces haciendo señas con la
mano a Micaela. Ella, frente a la puerta de la casa de Facundo,
los miró hasta que fueron sólo un puntico entre los caracolíes
del horizonte.
134 AHR, Santander, Notaría Primera de Bucaramanga, año de 1843
135 AHR, Santander, Parroquia de San Laureano, Defunciones. Vol. 4, 1843-1851,
partida 106.
131

Debieron cambiar su nombre y una mentira, la palabra
VALENZUELA, es la única anotación marginal en su partida
de bautizo.
Dos años después de muerta Micaela, a una de sus nietas,
hija de Aureliano nacida en Mompox, le dieron su nombre.
Ella no lo hubiera deseado, jamás lo hubiera permitido. “Sólo
quiero que me olviden”, había dicho muchas veces.
¡Como si el amor permitiera el olvido, como si el amor no
olvidara un extravío!
132

ANEXOS
133

1
CARTA DIRIGIDA POR MANUEL MUTIS
CAPITAN DE COMUNEROS DE BUCARAMANGA
A LAS GENTES DE OCAÑA
Señores Dn. Antonio Josef del Rincón, Dn Antonio
Luis Jacome, Dn. Buenaventura de León, D. Martín Castillo
y todo el Comun de las ciudades de Ocaña y lugares de su
Jurisdicción:
Señores:
Por orden que se nos ha comunicado del Superior Consejo
de los comunes establecido a favor de la honesta libertad,
y bien nuestro en la Villa de Socorro participo a V.M.s. que
en atención a los muchos pechos, contribuciones y nuevos
impuestos con que nos afl igian los ministros de S.M. lo que
en consideración de nuestro sufrimiento y tolerancia con que
lo hemos admitido, nos prevenían ya otros mayores, y mas
gravosos, con los que sin duda quedaríamos inhaviles, aun
para dar el preciso sustento a nuestras familias y precisados
a eximir sin remedio bajo de intolerable servidumbre; y para
ocurrir con el remedio oportuno y evitar por medios honestos
tan graves males; y que la Majestad catolica nos deje libres de
tan pesadas cargas, se ha tomado pon la Divina Providencia el
medio que ha inspirado a los havitadores de aquella Villa, cuyo
partido tienen en el día abrazado mas de cinco jurisdicciones
o provincias (sin contar las noticias que refi eren de otras que
135

del todo no nos consta) ascendiendo ya el número de nuestro
exercito y hombres alistados con armas a 1189 q. acompañan
gustosos y siguen con valor nuestro partido.
No ignoran V.M. como en un avance y sin perdida de tiempo
y de hombre alguno fué cogido un señor Ministro que venia
remitido de la Audiencia a tomar satisfacción de parte de S.M.
el que fué aprisionado y lo está junto con los demás sugetos y
ofi ciales de las tropas q. venían en su compañía; q. se le quitó
todo cuanto traía y que sus tropas desarmadas y casi desnudas
se pusieron en libertad y lo mas q. contiene este suceso.
Tampoco ignoraran q. nuestro Generalisimo siguió habra 20
dias para la corte de Santa Fe cuya capital contemplamos ya
ganada o sitiada a los menos de nuestras tropas que pasaran de
2.000 hombres haviendose reducido voluntariam.te a seguir
ntr. partido, todos los lugares por donde marcharon, y que nos
presumimos sin violencia, q. aquella capital no deseaba otra
cosa q. declararse por nuestro partido, y el verla sitiada por
nuestros escuadrones. Por la premura no remitirnos algunos
documentos para inteligencia de V.M.s. contentandonos solo
con remitirles estos testimonios de cartas de donde pueden
inferir algunas cosas de lo dicho.
Esto supuesto suplicamos a V Ms. nos acompañen y
sigan nst. partido y alianza, q en hacerlo así reciviremos gran
contento y estaremos prontos en ayudarles en sus empresas,
q deberan ser siempre con nuestra consulta, para ns.
comunicarlas con aquel Supremo Consejo y ayudar a V.MS.
con personas y gentes en todas las cargas q puedan resultar
de esta determinación y sacrifi carnos todos en benefi cio del
común y honesta libertad.
Requerimos a V. Ms. con esta propuesta y esperamos de
V.Ms. (que atendiendo a las utilidades q espera reportar el
publico y cada individuo en particular con la abolicion de
pechos y solo quedando el dos por ciento de las acabalas, el
estanco de aguardiente con su morigeración y los quintos para
136

SM. y nomás; sin que se hable ya del perjudicial estanco del
tabaco, ni de todo el sartal de nuevos impuestos, marquilla,
guías, ni contraguías que nos molestaban,) nos han de
responder si aceptan nuestro partido y alianza, pues de lo
contrario sería mui sensible a ns. tomar la determinación q
se tomo para la ciudad de Girón por no haber querido esta
admitir ntro. partido, y oy llora sin consuelo su miseria y
representa a los ojos un funesto esqueleto, lo que no gemiría
si con prudencia hubiera admitido ntros. partidos y alianza.
Con propio remitimos a V.Ms. este pliego y el mismo
aguardará razon del partido que determinaran V.Ms a elegir,
lo que estimaremos nos digan con toda claridad para nsta.
inteligencia, interín los capitanes que vamos fi rmados a
nombre de todo el común, nos ofrecemos a servir a V.MS, y
pedimos a Dios les guarde muchos años, e inspire el partido
q devan elegir.
De esta parroquia de la Matanza y junio 5 de 1781.
Besa las manos de V.Ms sus mas afectos servidores:
MANUEL MUTIS, Capitán de Bucaramanga
ANTONIO JOSE DE ALARCON Y REYES, PEDRO
JAVIER SERRANO Y DURAN, MIGUEL ESTEVAN
AGUSTÍN GUERRERO
Biblioteca Nacional- Manuscritos- Comuneros Libro 374
f312-314.
137

2
PABLO ANTONIO VALENZUELA SE
JUSTIFICA EINFORMA SOBRE LO ACAECIDO EN
GIRÓN DURANTE
EL ATAQUE DE LAS TROPAS COMUNERAS
Pablo Antonio Valenzuela, Familiar del Santo Ofi cio, vecino
de esta ciudad de San Juan Girón, con el repeto debido puesto
a los pies de V.A. digo: que estando esta ciudad amenazada
de invasión por las gentes de las Villas de San Gil y Socorro y
demas de sus lugares intento resistir el acometimiento y para
ello el Ilustre cavildo hizo junta del vecindario en que todos nos
ofrecimos con nuestras vidas y haciendas a fi n de conservar
nuestra antigua lealtad a Nuestro Rey y Señor y de impedir
los perjuicios que teniamos noticia causabn dichas gentes en
la Hacienda Real, personas y Haciendas de los particulares:
se mandó alistar las gentes y por no haber armas de fuego
para armarla toda, se mandó hacer lanzas cargando el costo
en el caudal que estaba destinado para reedifi car el Cavildo y
la cárcel puesto por los vecinos, y para la mejor dirección de la
defensa me nombraron a mi Diputado Director en compañia
de Don Antonio Salgar y la Torre y de Don Nicolas del Villar
en cuio cumplimiento practicamos la diligencia e hicimos las
refl ex. que nos parecieron mas estimativas al intento como
consta de las q presentamos al citado cavildo hasta q tuvo a
bien mandar suspenderlas hasta tener la orden de V. A. a quien
habia consultado y como en ese tiempo cargó mas y mas la
noticia de la mucha gente que se aprestaba para acometernos;
se fué acobardando la nuestra de tal conformidad que en
pocos dias quedo la ciudad solo con tres sacerdotes, el Dr.
Francisco Gutierrez Alcalde ordinario, Dn Nicolas del Villar
y yó. Algunos invalidos que a ratos se dejaban ver y pocas
mugeres que sí todos no huieron fué por no abandonar las
familias y no tener providencia de hacerlo con ellas y habiendo
llegado dichas gentes en dos trozos de exercito, se acampo
una en el cilio del Corregidor media legua de la ciudad y el
138

otro en la Parroquia de Pie de la Cuesta dos leguas poco mas o
menos desde donde escribieron para que se rindiera la ciudad
covidandola de paz con muchas amenazas de no hacerlo
prontamente en que se incluía la de hacer la entrada de noche
incendiando las casas.
En este aprieto y confusión aunque se les respondió no
estar la ciudad de guerra, ni tenía gente con q hacerla, se
pensó ver si podiamos defenderla de la entrada de las tropas
ya que no con fuerza por no haberla, con el rendimiento, el
ruego y promesa de seguirlos: a cuio efecto salió dicho Alcalde
Ordinario D. Nicolas del Villar llevando para mas empeño de
respeto y persuación al Dr. D. Eloy Valenzuela, presbitero y
llegados a uno y otro campo pasamos inexplicables fatigas sin
poder conseguir la contencion ni una cosa mas que por haber
salido se nos atenderia en no acabar con la ciudad, tratandonos
como si fuesemos rendidos en guerra y blasonando de sus
fuerzas con expresiones indecorosas a los vecinos de la
ciudad, a la que en este termino entraron y no tuvieron mejor
exito los ruegos del cura Dn. Felipe Salgar que a la puerta
de la Iglesia los exhortó, revestido de sobrepelliz con un Sto.
Christo en la mano, consiguiendo solo que no matarian a
nadie ni harían hostlidad; pero no por esto escapo el tabaco
en hoja que estaba almacenado, mas de cuatrocientas cargs
de S. M. que se lo repartieron todo con el de polvo, varajas
y cuanto tuvieron a las manos. Saquearon algunas casas de
vecinos y con muchos mueran los pechos dieron al fuego
los papeles que trataban delIos, quemaron hasta los pesos y
medidas, hicieron salir a algunos vecinos de sus escondrijos
con quienes el Dr. Ramon Ramirez que los comandaba
estando en la Sala del Cavildo proveieron autonombrandome
de comandante general, a D. Adriano Salas y Don Thomas
Navas de Capitanes subalternos, obligandonos con pena de
la vida y perdición de bienes a aceptarlos y seguir baxo de
buena fe baxo sus banderas, como consta de la copia simple
de dicho auto que a esta acompaña dejandonos ordenes para q
con la mayor actividad ejecutaramos; y como esta no la podia
139

haber en nuestro quebrantado espíritu para seguirlos, nos
volvio a amenazar dicho Dr. Ramirez de que volvería sobre
nosotros con seiscientos o ochocientos hombres a executar
gravisimo escarmiento, y para el efecto hizo poner su vandera
de guerra en la plaza de dicha parroquia de Pielacuesta y
apronto sus gentes de modo que para impedirlo fue necesario
executar cuanto considerabamos necesario a persuadirle
lo tratabamos de buena fe, siguiendo sus designios como
nuestros, teniendonos tan ocupados en la correspondencia y
contestación de sus cartas, q trabajabamos de dia y de noche,
sin pretender descanso como en parte se dijo conocer por
la copia de sus cartas q. en la misma confi dencia incluyo; y
todo esto con el desconsuelo de no poder dar parte a V.A.
ni al Exmo. Sr. Virrey por temor de los espías q recelabamos
aun en las centinelas que de aquella orden poniamos en los
puestos por habernos asegurado dicho Ramirez que el dejaba
quien le avisara de lo q sucediera nuestra operación.
Este ha sido el motivo q nos ha impulsado a hacer
presiones y embargos de bienes y percepción de multas
impuestas por un auto cuya copia es inclusa, poner guarda y
centinela en las puertas sin que haigamos pretendido aprecio
de dichos empleos, ni le pretendemos ni apreciamos sino
fuera en cuanto conduzca al servicio y orden de V.A., de que
nos comprometemos en irrevocable fi delidad y vasallaje con
todos los vecinos de esta ciudad que no se ha levantado contra
las ordenes reales y superiores, sino tan solo gimiendo baxo
el yugo de la maior fuerza conque nos han superao dichas
gentes y pareciendome ser de mi obligación dar dello parte
a V.A. asi lo executo como tambien lo execute al Exmo Sr.
Virrey luego q tuve ocasión q me parecio segura aunque no se
si ha llegado a sus mnos.
Esta ciudad esta sosegada por si y solo temerosa de nuevo
insulto esperando ocasion en q explicar su fi delidad en
egecutar las ordenes de V.A. y yo como tan interesado en su
servicio como el mas humilde y leal soldado de su tropa.
140

Ntr. Sr. Guarde la importante vida de S.A. los años que
pueda.
San Juan Girón y agosto 26 1781
M. P. S. a los pies de V. A. su mas minimo vasallo
PABLO ANTONIO VALENZUELA
Biblioteca Nacional- Fondo Manuscritos- Comuneros
T386 f 89r 92 r.
141

DEMOSTRACIÓN DE TODO LO PRACTICADO
EN LA CIUDAD DE SAN JUAN GIRÓN, EN LAS
HONRAS, Y EXEQUIAS QUE SE HICIERONPOR EL
ALMA DE NUESTRO CATÓLICO REY EL SEÑOR
DON CARLOS TERCERO; Y A SU CONSECUENCIA
EL PLAN CON QUE SE HIZO LA FUNCIÓN DE LA
JURA DE NUESTRO NUEVO CATÓLICO MONARCA
REY, Y SEÑOR NATURAL DON CARLOS QUARTO,
ES COMO SIGUE:
3
HONRAS
El Doctor Don José María Velázquez, Gobernador que fue
de esta ciudad de San Juan Girón, en conformidad de la orden
superior que tubo y en unión del Doctor Don Felipe Agustín
de Salgar, Cura Vicario de esta ciudad, examinador sinodal de
este Arzobispado, dispusieron para el día veinte y tres, y veinte
y quatro de Julio del pasado año de mil setecientos ochenta
y nueve, se egecutase el acto fúnebre de las honras por la
muerte de Nuestro Católico Rey y Señor Don Carlos tercero,
para cuyo efecto promulgado su día se preparó y vistió de
luto este vecindario, y a su consecuencia en la santa Yglesia
Mayor de esta ciudad, en la parte correspondiente, se levantó
una tumba de quatro cuerpos, y su remate de arte admirable,
capaz de igualar con el mayor de los que se han visto en las
Yndias en su fi gura. Se pusieron en su lugar las Reales Armas,
e insignias acostumbradas con instrumentos Militares, con
varias desimas que demostraban el sentimiento dela muerte
de nuestro amado Monarca, colocadas por su orden en parte
visible. Hallavase adornado de la cera correspondiente a su
edifi cación, y decencia, ocasionando solo su vista gran pesar,
y sentimiento aun a los menos racionales. Concluido este
aparato, el dia veinte y tres de Julio del pasado año, concurrió
gran concurso de gente, y la mas principal, con asistencia del
Gobernador, Cavildo, Cura vicario, y la Clerecía; por la tarde
142

se cantaron Vísperas con toda solemnidad, y al siguiente día
veinte y quatro, la Misa solemne con un Diácono, haciendo
de Preste: el dicho cura Vicario, quien preparó antes para
orador al Doctor Don Josef Vizente de Quadros, Cura de la
Parroquia de Mogotes, Sugeto de Letras, y de gran virtud, quien
desempeño la Cátedra con aplauso, y vivamente demostró el
desengaño de la vida humana; en su Panegírico patentizó las
virtudes exemplares de nuestro difunto Rey por conclusión
provo el eterno descanso de su Alma. Acabada la Missa, y
demás exequias; se retiró para su casa dicho Gobernador,
Cavildo, el vicario con sus Eclesiásticos, y toda nobleza, y con
expresivas muestras de dolor, hicieron publico el que les había
ocasionado, la muerte de nuestro invicto Monarca, confi ados
de su eterno descanso. Las desimas que pusieron en la tumba
fueron hechas por un ingenio de esta Patria, son las siguientes:
Quanto este túmulo abarca
Denota si con razón,
que llora San Juan Girón
la muerte de su Monarca:
pero engañose la Parca
juzgándose vigorosa,
porque a esfera mas dichosa,
le traslado con sus fi los,
donde ya en siglos tranquilos,
su feliz Alma Reposa.
...Mas si acia su Majestad,
la dicha se dirigió,
para el mundo advierto yo
que fue la infelicidad:
pues su magnanimidad,
y grande venebolencia
miraba a la subsistencia
de los climas mas remotos,
y ya (tristes de nosotros)
nos vemos sin su clemencia.
...Pero cobraos corazón,
potencias volved en ti,
y no os permitáis assi,
143

arrastrar de la pasión:
si Carlos en salvación,
descanza, que mas queréis
cuando ya en su lugar veis
otro Carlos que ha heredado
Cetro, Corona y estado,
nada hay en el que extrañéis.
...O que pensión tan tirana
es la de haver de morir
sin poderse redimir
(porque fue también humana)
la persona soberana
de un tan poderoso Rey
que comprehendido en la Ley,
de morir quien ha nacido,
de esta vida se ha partido
a havitar en otra Grey.
FIN
Concluidas las honras y pasados algunos dias se trató por el
pasado Gobernador y Cavildo de esta ciudad la función de la
proclamación de nuestro nuevo Católico Monarca, haciendo
Cavildo abierto, y Junta de vecindario, al fi n de solicitar
dineros para el costo de las funciones de Plaza en el tiempo
de la Jura; lo que en efecto se verifi có dando cada vecino lo
que voluntariamente pudo, y otros ofreciendo algunos pessos
para este Ministerio. Y como en aquel tiempo se hallase este
Cavildo sin el empleo de Regidor Alférez Real, por muerte del
que lo obtenía Don Juan Alonsso Carriazo, por consulta que
se hizo se determinó que proclamase a nuestro Católico Rey
Don Buenaventura Mantilla, regidor decano de dicho Cavildo,
quien después de pasados algunos dias, escrivió su carta de
ofi cio al dicho Gobernador citando día para la función de
la Jura: cuyo ofi cio fue respondido que con refl eccion a que
estaba para llegar el nuevo Gobernador, se suspendiese el
nombramiento lo que así se ejecutó; y llegado que fue el actual
Señor Gobernador, impuesto de todos estos asuntos, tubo
abien elegir, y nombrar el dia veinte de Junio de este presente
144

año para la proclamación de nuestro rey, y Señor Don Carlos
Quarto: en cuyo intermedio se le rematé el ofi cio de Alférez
real de este Cavildo a don Josef Antonio de Salgar, a quien
se le libré el correspondiente título, por el Excelentísimo
Señor Virrey de este nuevo Reyno, Don Josef de Ezpeleta, en
Santafe en quatro de Mayo de mil setecientos y noventa, y se
recibió este Cabildo al Ministerio de su Empleo el dia veinte
de dicho mes, y año, con cuyo motivo dio principio dicho
Salgar a prepararse para ejercer la función que por razón de
su Empleo, le correspondía; lo que con efecto egecuto como
adelante se dirá.
JURA
El dia veinte de Junio de mil seiscientos, y noventa
hallándose convocado todo el vecindario por las cavezas que
lo gobiernan, separadamente lo hizo por convite el Alférez
Mayor Don Josef Antonio de Salgar, generalmente a todo
vecino, seculares y Eclesiásticos, y lo mismo a los inmediatos
de las contiguas jurisdicciones, cuyo poderoso concurso asistió
en esta forma, dando principio a la función, sin embargo de
hallarse gravemente accidentado dicho Alférez Mayor.
Hallabase desde el dia antes cercada la plaza, en forma y
fi gura exferica, guarnecida de una vistosa cenefa, pintada de
varios colores, y fi guras. Tenia quatro Puertas principales del
mismo modo, y curiosidad, y a un lado dos jaulas que havian
de servir para toril, con su puerta y pintura correspondiente,
con ocho décimas que denotaban el amor, la lealtad a nuestro
nuevo Monarca, concluyendo al fi n viva el Señor Don Carlos
Quarto rey de España. Mirabase asimismo doce vanderas en
el redor de la plaza, en las que se hallaban primorosamente
gravadas las armas Rs., todo con la orden correspondiente.
145

El dia veinte de Junio destinado, a las tres de la tarde, se
juntaron los Capitulares en su sala de Ayuntamiento, y el
Alcalde provincial, y Fiel Egecutor pasaron a la casa del actual
Señor Gobernador. Doctor Don Miguel Fermin Galindo,
Abogado de la real Audiencia de este Reyno, y en su compañía
pasaron a la Sala Capitular, de la cual salieron el Alguacil
Mayor, y el Depositario general, y pasaron a la casa del
Alférez Mayor Don Josef Antonio de Salgar y la Nobleza de
esta ciudad, tomo Don Antonio Mantilla, Alcalde provincial,
el Real pendón de manos del Alférez Mayor, en las suyas, lo
puso en las del predicho Señor Gobernador, quien en toda
forma recibió juramento al notado Alférez Mayor y lo hizo
formando una cruz con la mano derecha y preguntándole si
prometía lebantar aquel Real pendón que ponía en sus manos,
en nombre del Rey Nuestro Señor Don Carlos Quarto, que
Dios guarde, en aquella ocasión y todas las que se ofreciesen
de su Real servicio y de perder antes la vida que reconocer
otro Monarca. Respondió el citado Alférez Mayor que así lo
juraba, y prometía; en cuya atención le expreso el prenotado
Señor Governador, que si así lo hacia Dios le ayudaría, sino lo
castigaría como a perjuro, y desleal a su Rey, y Señor natural:
en cuyo acto, y teniendo dicho Alférez Mayor, el Real pendón
en sus manos buelto para el pueblo, y con la señal de la
Cruz en la mano derecha, les pregunto a los circunstantes,
si Juraban por Dios Nuestro Señor y aquesta Santa cruz de
guardar lealtad, y fi delidad a Nuestro católico Monarca el
señor Don Carlos Quarto, que Dios guarde, Nuestro Rey, y
Señor natural. Y todos respondieron a una voz, que así lo
juraban: y dicho Alférez Mayor, les respondió, que si así lo
hacían de Dios tendrían el premio, y de lo contrario el castigo.
Y a tan serio acto concurrió, y presencio el citado cura
Vicario Doctor Don Felipe de Salgar, con todos los clérigos
que a la sazón se hallaban en esta dicha ciudad. Concluido lo
referido salieron el Cavildo, y demás personas de distincion
que le acompañaron, y montando a caballo siguieron para el
teatro, que se hallaba en la mitad de esta Plaza, de hechura
146

mui hermosa, bien adornado, y costeado del Peculio de dicho
Alférez Mayor, a ejecutar la Proclamación.
Marchaban delante dos compañías con un Cabo, Sargentos,
Capitanes, y demás instrumento correspondientes: iban de
quatro en fi la, guardando la distancia debida: seguía después
la caballería, guardando el mismo orden, hasta terminar
en el Alférez Mayor, que iba guardado de los dos Alcaldes
Ordinarios. El adorno de jaezes, y galas, era sobresaliente, y
de mucho costo, según se requería para celebrar tan plausible
función. No era menos la gala de la Infantería, y la que se
reparaba en el numeroso concurso que esperaba en los
Balcones y circunferencia de la Plaza. Cerraban la retaguardia
seis hombres con sus Armas correspondientes. Y haviendo
llegado al famoso, y lucido Teatro, puestos todos en debido
orden al pie de él subieron solos el Alférez mayor, los dos
Alcaldes ordinarios, y los Reyes de Armas, quienes habiendo
prestado el cilencio en la forma acostumbrada, el Alférez
Mayor con el Real Pendón en las manos en altas voces, dixo
así:
Castilla. Leon, las Yndias y San Juan Girón, por el Señor
Don Carlos Quarto Nuestro Católico Rey y Señor, que Dios
Guarde. Concluyendo la voz en general de Viva Nuestro Rey. A
cuyo tiempo tremolando el Real pendón dicho Alférez Mayor,
rego muchas monedas en dicho Teatro; y las dos compañías
que según el militar egercicio, se hallavan con las Armas
presentadas, hicieron los movimientos correspondientes,
hasta llegar al de dar la descarga, la que vatidas las vanderas,
se egecuto con gran destreza, y después tomando el paseo en
la forma referida se condujeron al Altozano, y Puertas de la
Santa Iglesia Mayor, donde se hallaba ya el citado Cura Vicario,
y demás clerecía, y con el citado Pendón Real en las manos,
repitió el dicho Alférez Mayor la proclamación, regando
dineros como antes lo había hecho y con aquel general Viva
Nuestro rey, vatiendo vanderas y haciendo nueva descarga de
147

fusiles. Y puestos en orden, como al principio, se encaminaron
por la Plaza, tomando las calles principales de la ciudad, hasta
llegar a la Plazuela del Humilladero, en donde dicho Alférez
Mayor tremolo el pendón Real, regó dineros, y se egecutó la
misma aclamación; y fecho continuando el paseo, y bolbiendo
por la plaza Mayor, terminó en la casa del Alférez real, en la
cual se apeo toda la Caballería, Cavildo, Justicia, y Regimiento,
con asistencia del Señor Gobernador, Cura Vicario, Clerecía e
Ynfanteria, y todo el vecindario: en cuya casa dio dicho Alférez
Mayor, un famoso refrezco, bastante, cumplido, sin dexar que
notar al publico, y remato con un fandango que duro hasta las
tres de la mañana del siguiente dia, concurriendo a él numeroso
concurso de Damas, y Sugetos de la mayor Nobleza.
Y como el retrato de nuestro Católico Monarca se hallase en
las puertas de este Cavildo, a la vista del publico, pareciéndole a
dicho Alférez Mayor, no estar allí con la decencia que su amor
y Lealtad apetecía, costeó un famoso solio y poniéndolo en el
Balcón de su casa, aderezándolo con la gala correspondiente,
y con el permiso de dicho Señor Gobernador, paso el Retrato
de nuestro Católico Monarca a su Casa, y lo coloco en el solio
que tenia preparado, alumbrándolo de noche con achas de
cera, y muchas luminarias, y bajo de la guardia, y custodia
correspondiente, regando en aquel acto desde el Balcon,
algunos dineros, hasta que al tercero dia, con la debida
descencia restituyó el retrato a su lugar, que es la Sala Capitular.
Al siguiente dia veinte y uno de Junio, se celebro en
la Santa Yglesia Mayor, Missa Solemne de hacimiento de
gracias, patente el santísimo sacramento: se canto el Te deum
Laudamus por el Cura Vicario con toda la Clerecía: asistió
el Señor Gobernador, y Cavildo,con todas las personas
principales, sacando de su casa dicho Señor Gobernador, y
Cavildo, al Alférez Real quien llevaba el Pendón, y lo mantuvo
hasta la conclusión de la Missa, y después lo volvieron a traer
a su casa, en la cual el citado Alférez real, manifestó su amor, y
Lealtad, con otro refrezco nada menos que el primero, el qual
148

presencio y asistió el nominado señor Gobernador, Cavildo,
Clerecía, y vecindario; y por la noche de este día hubo Juegos
de Pólvora que divirtieron el tiempo desde las siete a las ocho
dela noche, hallándose iluminada toda la ciudad en las noches
antecedentes y siguientes.
El tercero dia veinte y dos por la tarde hubo una famosa
diversión, en que se demostró el modo de reñir los Yndios
Brabos, con los Christianos, y duro hasta serca de las seis, con
muchos vitores a su Magestad, y descarga de fusiles.
El dia veinte y tres por la tarde, con el motivo de ser Víspera
del Patrono Titular, hubo mucha Ginetería, con lo que se
divirtió el concurso, habiendo precedido antes las Vísperas
del Patrono y por la noche un famoso fandango en la Casa
del Depositario General Don Julian Rey, que duró hasta las
cuatro de la mañana, concurriendo a él por combite toda la
gente principal.
El día veinte y cinco por la tarde para salir los toros a la
plaza, hubo un paseo de dos Gigantes fi ngidos, siguiendo
después la lidia de toros, que los governaban diez ginetes
descentemente vestidos, y la noche de este dia se represento
la comedia intitulada Dar la vida por su Dama. representándose
primero una Loa, dedicado todo su asunto a nuestro Católico
Monarca.
El dia veinte y seis del mismo, en la misma conformidad,
hubo lidia de toros, y por la noche se represento la comedia
titulada Los Amantes Portugueses.
El veinte y siete consecutivo, se verifi co la misma función
de toros, y por la noche se represento la comedia intitulada El
Bruto de Babilonia.
El dia veinte y ocho del mismo mes por la tarde, hubo
Juego de Carreras, de a ocho ginetes en cada esquina con
149

diferentes vestidos: cada Esquina con sus tambores, clarines
y retaguardia, cuyo juego causo mucha diversión al público
y por la noche se verifi co una contradanza en el Coliseo de
diversidad de fi guras, verifi cada entre diez y seis sugetos, cada
uno con su Acha de Cera encendida, concluyendo esta función,
y diciendo en altas voces Viva Nuestro rey, y Señor natural
Don Carlos Quarto. Concluida que fue dicha contradanza,
tenia preparado y dispuesto dicho Señor Gobernador Doctor
Don Miguel Fermin Galindo, Abogado de la real Audiencia
un lucido Banquete para las personas de distinción de ambos
sexos de esta ciudad: cuya mesa se hallaba guarnecida de
diferentes platos, assi de Aves, como de manjares, y refrescos:
cuyo banquete concluyo con las palabras de Viva el rey. Las
ventanas de esta cassa que dan vista a la Plaza, se mantuvieron
con luminarias todas las noches, llegando a mas de cincuenta
el numero de las Señoras que componían el Estrado, y que
a porfía en sus adornos, no se podía distinguir el superior.
Duró el Banquete hasta las tres de la mañana, y se concluyó
con repetidos vixtores a Nuestro católico Monarca el Señor
Don Carlos Quarto, en cuyo honor se egecutó este festejo,
dando fi n a él. JOSE ANTONIO DE SALGAR (Firmado y
rubricado)
AGN, Colonia, Contrabandos, Cartas, T5, f 863 a 872.
150

4
EXERCITO EXPEDICIONARIO - BOLETÍN NUM.
25 QUARTEL GENERAL DE MOMPOX 16 DE
MARZO DE 1810
Con fecha de 25 de febrero, desde Pie de Cuesta le dice
el Coronel D. Sebastián de la Calzada al Exmo. Sr. D. Pablo
Morillo lo siguiente:
Exmo Señor- Tengo la mayor satisfacción en comunicar a
V.E. la completa derrota del exercito enemigo, que en numero
de tresmil hombres mandaban los Jefes de Brigada Custodio
Rubira, Timoteo Ricaurte, Santander, Madrid y el Zambo
Arévalo, en las alturas de Cachirí. Supe el 20 que intentaban
atacarme, y traté de adelantarme el 21 para sorprenderlos
y derrotarlos como se consiguió el mismo día, cogiendo
una partida avanzada. En este estado reunidas parte de las
compañías de cazadores al mando del Capitán Don Silvestre
Llórente, mandé reconocer los bosques inmediatos, y atacar
a 300 cazadores enemigos que venían a observar mis fuerzas,
los cuales fueron arrollados sobre el grueso de su ejército. A
las cinco de la tarde me hallaba a tiro de cañón del campo
enemigo, hice adelantar el segundo batallón de Numancia, y la
columna de cazadores que desplegada en guerrilla batía los de
los enemigos que estaban bien parapetados, hasta que llegada
la noche y continuado el fuego, dispuse para que descansase
la tropa, que las compañías de cazadores de 1o. y 2o. Batallón
tomasen la altura de la izquierda, cuya subida aunque difícil
vencieron, quedando por este movimiento fl anqueados los
enemigos. Durante la noche mudaron estos su campamento,
y la invirtieron toda en construir parapetos. Al amanecer las
guerrillas lo arrojaron hasta sus trincheras, tomándoles un
Ofi cial y diez soldados; y aprovechándose en esta situación del
entusiasmo con que mis valientes tropas ansiaban el combate,
mande la columna de cazadores a las órdenes del Teniente
Coronel Sargento mayor del regimiento de la Victoria D. Matías
151

Escuté por la altura de la derecha, y por la izquierda el resto
de la columna a las del Capitán Llórente, a fi n de fl anquear las
trincheras enemigas, y lo consiguieron felizmente colocando
una pieza de artillería que les hacía gran daño. Ya se habían
empeñado la sexta compañía del primer Batallón y la segunda
del segundo, cuando dispuse que las de granaderos atacasen
a la bayoneta por el frente verifi cándolo con tal intrepidez al
mismo tiempo que los cazadores, que unos y otros llegaron a
la segunda trinchera mezclados con los enemigos, quienes a
pesar de haber perdido más de cien hombres redoblaron su
ataque hasta llegar a la tercera. El comandante de carabineros
D. Antonio Gómez con algunos de esta arma, se introdujo
entre los rebeldes para desordenarlos y ponerlos en confusión
como sucedió aterrándoles la intrepidez de acciones tan
arrojadas, en términos de dispersarse, y huir vergonzosamente,
en cuyo caso fueron perseguidos por los carabineros, y parte
de la bizarra ofi cialidad de infantería, todos a caballo, quienes
a pesar de las diligencias que hicieron por rehacerse los
rebeldes, los fueron siguiendo, y destruyendo hasta la villa de
Matanzas.
Yo que he sido testigo ocular puedo asegurar a S.E. que no
llegaron a treinta los enemigos que pudieron escapar por el
camino, desde Cachirí a la villa no se veían más que cadáveres,
armamento, cajas de guerra, acémilas, equipajes y demás tren.
El enemigo ha tenido de pérdida más de mil muertos, de
los cuales cuarenta ofi ciales, doscientos heridos, quinientos
prisioneros, incluso 28 ofi ciales, dos piezas de artillería, cuatro
banderas de batallón, 750 fusiles, 300 lanzas, 45000 cartuchos,
provisiones, ganado, y otros varios efectos: además se sigue
todavía encontrando considerable numero de armamento, y
gruesas partidas de prisioneros de los que andan errantes por
los montes. Nuestra pérdida ha consistido en 150 hombres
entre muertos y heridos, y al benemérito y valiente Capitán
D. Francisco Daza, que a pesar de haber recibido dos balazos
por la mañana, continuó en la acción hasta ser el primero que
asaltó la primera trinchera, donde recibió una herida mortal.
152

El 2o. Batallón de Numancia a las ordenes del Teniente
Coronel D. Carlos Tolrá, con una pieza de artillería, y una
compañía de caballería ligera, ha marchado sobre Pamplona,
con el fi n de destruír un destacamento de 300 infantes enemigos
que ocuparon dicha ciudad sin resistencia, consiguiente a la
orden que dexé a su Gobernador para que no se empeñase
con fuerzas superiores, y fuese a proteger los vestuarios y
municiones que habían llegado a Cucuta procedentes de
Maracaybo. Puedo asegurar a V.E. que si estos insurgentes
no se han retirado con anticipación por el camino real de
Tunja, no podrá escapar ni uno; pues que tengo prevenido al
Gobernador Teniente Coronel D. Francisco Delgado, obre en
combinación con las expresadas tropas de Tolrá.
No debo pasar en silencio, Exmo. Sr., el entusiasmo y
lealtad de la fi delísima ciudad de Girón al ver llegar la división
a mi mando y la buena acogida que tuvo igualmente en los
pueblos de Bucaramanga, y Pie de Cuesta. De Girón habían
emigrado algunos, seducidos por las mentiras de los malvados,
pero aquellos se presentaron inmediatamente, y media hora
después de mi llegada no cabía la gente en las calles con mil
demostraciones de alegría, oyéndose solo las voces de viva el
rey, vivan nuestros hermanos, pronunciadas con la sinceridad
de un pueblo fi el que salía de la opresión insurgente. A las dos
horas marchó una compañía de gironeses compuesta de 60
hombres a la cabulla del Chocó, en seguimiento de las bandas
dispersas que andaban errantes, y ayer se me han presentado
con una partida de diez y siete prisioneros y trece fusiles, cuya
acción distinguida, unida a la constante fi delidad de Girón me
estimulan a recomendar a V.E. tan bravos y leales habitantes
dignos vasallos de S.M.
Todos los ofi ciales y tropa de esta división se han cubierto
de gloria mostrándose quejosos por no ser los primeros en
atacar los puntos más arriesgados, y faltaría a la justicia si
dejase de recomendar particularmente a los Comandantes
de Batallón D. Carlos Tolrá, que mandaba la columna que
153

atacó por el frente los parapetos, y D. Ruperto Delgado, que
a pesar de hallarse gravemente enfermo siguió a la cabeza del
suyo constantemente. Al Teniente Coronel Sargento mayor
D. Matías Escuté, que mandó la columna de cazadores, y al
Capitán D. Silvestre Llórente. A los capitanes y ofi cialidad de
las compañías de cazadores del 1. y 2o. Batallón. A D. Antonio
Gómez Comandante de Carabineros y D. Cirilo Molina de
Idm. al Capitán D. Ramón Cifuentes, al Comandante de
Artillería D. José María Quero. A D. Joaquín Echegaray, D.
Francisco Jiménez y D. Blas Cerdeña. A los Tenientes D.
Manuel Pérez Delgado, D. José Segovia y al Subteniente
D. Gregorio Alonso. Al capitán de Carabineros Ex Manuel
Morales, al Teniente D. Felipe Ruiz, y al intrépido D. Francisco
Espejo. Teniente de cazadores del primer Batallón. Al padre
capellan de la División D Tadeo Montilla, e igualmente
a los Subtenientes de Exercito D. Miguel Martínez y D.
Bernardo Rodríguez. Sargentos primeros de las compañias de
cazadores y de Victoria y Castilla. A Miguel Palenciano de la
de Barbastro, a los Sargentos Bernardo Artajera, Fernando
Perez y Eligeo Alsures. A los carabineros Cristobal Brener,
Pedro Figueras. Al Sargento 1o. abanderado de dicha arma
José Maria Venegas, al 2o. de granaderos Diego Morales. Al
cabo 1o. Fernando Serrano, a los de igual clase Fernando
Baquero e Isidro Lavera a los segundos Santiago Arjus y Juan
Moraes. Al tambor Juan Castro y a los soldados Rafael Ojeda,
Juan Quintero y Francisco Capdevila; no recomendado por
ahora a varios individuos que no tengo presentes por hallarse
en Pamplona.
Tal ha sido Excmo Sr. el resultado de las gloriosas acciones
del 21 y 22, y me prometo los mismos y aun mayores de unas
tropas acostumbradas a derramar su sangre en defensa de su
Rey, como tantas veces lo han ejecutado; estando fi rmemente
persuadido que no desmentirán su caracter bizarro, en cuantas
acciones se ofrezcan el cual las llevara a despreciar la muerte y
correr a la victoria, hollando los peligros.
154

Tengo la confi anza de que V.E. conociendo el distinguido
mérito de los que se han señalado, recompensará sus hazañas
y no olvidará de ninguna suerte tantas como han hecho los
bravos de esta división y valientes cazadores del ejército.-
Pie de Cuesta 25 de Febrero de 1816- Exmo. Sr. D. Pablo
Morillo.
En fecha 2 de marzo avisa el mismo Coronel que el
Gobernador de Pamplona ha batido con 150 hombres el
mismo dia 20 de febrero 600 rebeldes que fueron a atacarlo,
les mató 50 hombres, hubo varios prisioneros y les cogió
cantidad de fusiles y lanzas.
Imprenta del Exercito Expedicionario.
AGN, Anexos Historia T2, Boletín No. 25, Ejército
expedicionario, Cuartel general de Mompox, 16 de marzo de
1816 (impreso).
155

5
EL CABILDO DE GIRÓN A DON PABLO MORILLO
Señor: al conciderar esta ciudad la dicha de tener en su
recinto al héroe español que con tanto valor, y esfuerzo ha
peleado por la independencia de la nación; al que por sus
gloriosos hechos ha merecido la estimación del Soberano, y
viene revestido de sus facultades, poderío y confi anza para
restablecer el orden la paz y tranquilidad; por muchos que
haian sido los padecimientos de su vecindario en esta época
de furor, y estrago, ya hemos trocado el luto en regocijo, y
el abatimiento, y temor en seguridad, y satisfaccion. No
pretenderemos hacer mérito de lo que solo ha sido un respeto
a la gravedad del juramento que nos ligaba con la persona
del Sober.no y de un amor fraternal hacia la nación que nos
ha dado origen, establecimiento y protección. Asi que por la
revolución de los principales puntos del Reyno se corto la
comunicación con España.
Como el Virrey Espeleta por una infracción manifi esta
delas estipulaciones echas entre el Rey y los fundadores de
esta ciudad la había privado de su Govno. propio, y la había
agregado al nuevo corregimiento de Pamplona: luego que la
reciente capital se levanto, y reduxo a prisión al Corregidor
Balitus, ofi cio en Girón convidando al Cavildo y vecindario,
para que hiciesen causa común y se sometiesen a la junta
tumultuaria que habían creado. El cavildo informo al Virrey
ofrecin.do sus facultades en servicio del rey, y pacifi cación
de aquel alboroto, pero haviendose levantado a pocos dias el
Socorro, interceptaron el pliego, y corriendo copia a Pamplona
se mancomunaron en la desconfi anza y aversión a Girón.
El cavildo siempre atento a su fi delidad costeo dos sugetos
que por el Magdalena y puerto de Honda diesen parte al Virrey
y Audiencia pero estos regresaron a pocos dias confi rmando
la triste noticia de que en Santafe se habian depuesto las
156

autoridades, y levantado una Junta que aspiraba al mando
de todo el Virreynato. Quedo pues Giron en pupilage, y
en mano dedos alcaldes campesinos, y sin instrucción que
convencidos de su insufi ciencia para tiempo tan revuelto se
apresuraron a convocar Cavildo abierto de la ciudad, y sus
parroquias. El voto común fue se confi ase el govierno, y la
dirección al cura de Bucaramanga, a quien no bastando las
repetidas instancias por ofi cio y las escusas que oponía, por
fi n se le avocaron en cuerpo de Regimiento a su casa de la
parroquia, y así lo condugeron a la junta aplasada para el
treinta de Julio de ochocientos diez que se verifi co con el
maior concurso de toda la provincia. Expresado el voto por
escrito del Procurador general, y en seguida por aclamación
de las salas, y de la plaza admitió la presidensia o govierno
haciendo antes jurar de nuevo al Sr. D. Fernando séptimo,
y su legitimo govierno: que no se sugetaria la provincia a
ninguna de las juntas del Rno. que todo quedaría obligado a
los cargos y responsabilidad que le resultase en algún tiempo,
y q. los alcaldes ordinarios habían de ser socios inseparables
con igualdad al voto y autoridad. Mientras se cumplían quince
días del plazo señalado para revocas o confi rmar lo acordado
se providenció castigar ladrones, prohibir juegos de pólvora;
aplicar a ofi cio los vagos, y entre otras cosas se mandó al factor
de tabacos de Piedecuesta que diese cuenta de las existencias
de la Factoría por cuanto estaba en insolvencia, y quiebra a
causa de haber embargado Pamplona el grueso situado que le
venía. Esta medida tan justa que resguardaba los intereses del
Rey contra las contingencias o mala fe de un mero particular
porque no agradaba al Factor comenzó a minar la tranquilidad
de la Provincia.
Se dice que para declinar y eludir el apremio se convino
con los principales vecinos de la parroquia de Piedecuesta
que odiaban a Girón desde los levantamientos de ochenta y
uno, en que asociándose a las gavillas del Socorro, y lugares
inmediatos invadieron y hostilizaron a su matriz, y fueron
recompensados altamente colocando allí las administraciones
157

de aguardiente y tabaco para engruesar y enriquecer aquella
ingrata hijastra con el sudor, y trabajo de los fi eles Gironistas.
Llegado el termino para la segunda reunión se ratifi caron
en lo acordado sin la menor replica ni de palabra, ni por
escrito. Solamente el Bachiller Serrano se presentó a nombre
de Pielacuesta para que este govierno le diese el titulo de
Villa, cuia pretensión había sido recomendada a España
por el Virrey Amar despreciando la contextacion sumisa del
cavildo en que recordaba lo pasado, y pronosticaba lo por
venir. Se le reprendió la osadía con que en publica asamblea
trataba al regimiento municipal de falso calumniante y se le
instruio que aquellas facultades eran propias del trono, y no
de un gobierno provincial, y provisorio que en ningún tiempo
convenía mas la reconcentración de la provincia para rebutir las
pretensiones de Pamplona y últimamente que aquella negativa
de ningún modo obstaría a sus pretensiones en España, ni
a la cordialidad y buena armonía entre los dos vecindarios,
en cuia prueba se le ofrecía que en adelante se continuaría
tomando de Piedecuesta uno de los Alcaldes ordinarios para
la ciudad. La suerte ya estaba echada, y estos caballeros que
acababan de ratifi car unos juramentos justos, espontáneos y
mui deliberados partieron aquel mismo dia a forxar lanzas, y
disponer armas y compañías para hacer su proclamación en
que se desagregaban de su cavildo, se sometían a Pamplona, y
se erigían en Villa y regimiento por titulo que les había librado
el tumulto de aquella ciudad.
Desde este momento cayo el animo de los buenos vecinos:
se suspendieron las providencias de policía: se perdieron
muchos caudales de las rentas en Pielacuesta, y se gastaron
otros en prevenirnos contra la fuerza porque nos amenasaban
para que reconociésemos su Villa, y la agregación a Pamplona.
Para escusamos de uno y otro procuramos la mediación del
Socorro, y Santafe, con manifi estos, agasajos y esperansas;
pero en vano teniendo en los alares un punto de contradicción
que cada día adelantaba partidarios, y nos hacia odioso a todo
este continente.
158

Sin embargo de este trastorno como nadie tiraba renta, y se
zelaba su inversión, huvo para mandar a Cartagena que havía
jurado la Regencia el socorro de dos mil pesos, a fi n de dar
ejemplo a las otras juntas provinciales, y que se proveiese el
antemural del Rno. contra las intrigas y sorpresas de Napoleón,
o sus emisarios. Posterior.mte se libraron otros dos mil para
Sta Marta, que se escaparon de ser embargados en Mompox
por los agentes de Cartagena.
Giron se mantuvo sobre la defensiva sin atreverse a
emplear la tuerza para reducir a Pielaeuesta a su deber, y al
cumplimiento de juramentos tan expresos y recientes, hasta
que los nuevos Alcaldes de Pielacuesta fueron con gente
armada al partido de los Santos, y prendieron, y arrastraron
a D. Feliz Mantilla, que era el Alcalde puesto por el cavildo,
y fi el a su obligación se resistía a la agregación de Pamplona.
Los inauditos padecimientos que sufrio en el camino y
en la cárcel de la parroquia de Sanandrez hasta donde lo
condujeron ignominiosamente el mismo los podrá expresar.
Nosotros añadiremos que se hizo consulta con tres abogados
para usar de represalias: se estendio el ofi cio con urbanidad
excitándolos a que nos diesen nuestro Alcalde, o los autores
de su prisión, y se acompaño este papel con el cavildo,
clérigos, y casi todos los vecinos de respeto. Antes de llegar
al sitio donde se debía hacer alto, salieron de emboscada,
hicieron fuego sobre los primeros, y aunque de nuestra parte
se les procuro corresponder, ya la confusión y desorden no
daban lugar a exhortaciones. Entonces se conoció que todos
a una trataban de resistir encarnizadamente al cavildo, y
que para mas aumentar habían traido pagados y seducidos
todos los desalmados de Sepita, Sanandrez, y cerca mas.
Quedaron muertos cuatro Gironistas; los demás se retiraron
a la ciudad para defenderla de la invasión que se preveía, y de
los ignominiosos tratamientos que amenasaban especialmente
al cura de Bucaramanga, a quien habían vuelto a sacar de su
retiro, y cuias repetidas renuncias no se admitieron, por no
159

aniquilar el espíritu publico, y por dar tiempo al auxilio que
nos prometíamos de Santamarta o Maracaibo.
Luego que se instalaron las Cortes se creio oportuno hacer
otra tentativa a Pielacuesta para que se reuniese a Giron, a
lo que convidaba el desafecto que se suponía de algunos
principales, y la cooperación de otros Españoles avecindados,
quienes debieron ver que en estos esfuerzos solo se trataba
del a común de la nación, y del Gobierno que entonces la
regía. Se les mando pues el plan de concordia por el que se
les concedían las maiores ventajas a sus representantes, y no
pocas a los de Bucaramanga que ya se havia desagregado de
Giron y en recompensa se le había concedido el titulo de
Villa, y cavildo por Pamplona: no a la verdad por voto del
pueblo, sino por agencia de algunos blancos y a despecho de
su cura quien inmediatamente los abandonó dexandoles un
excusador, y tirándose poco después a tomar el Magdalena por
el puerto de Botijas. De estos diputados se había de nombrar
el presidente hasta la rason de España, y un Procurador
o Comisionado para marchar cuanto antes a las Cortes:
ofreciendo en conclusión que estrecharíamos efi cazmente los
esfuerzos para inutilizar la agresión de Pamplona.
Esta oferta tan desinteresada como importante abrevió la
caída del govierno porque inmediatamente los de Pielacuesta
circularon copias a todas las Provincias: se levantó el grito
contra Girón como traidores ala causa común: se hacia mérito
de venir a combatirlo; se predicaba que eramos hereges y
no tuvo un lugar delos muchos a quienes pedimos auxilio
o mediación que no nos abandonara, en primer lugar los
bribones que habían aparentado las buenas disposiciones de
Pielacuesta. Quisimos ocurrir a Mompox; pero allí no había
cien fusiles; tampoco bahía muchos en Santamarta, y aun
quando se consiguiera el auxilio debía tardar algunos meses.
Fácil era prever el suceso, y sinembargo determinaron
hacer resistencia alas gavillas convinadas del Socorro y
Pamplona conducidas y aguijonadas por nuestros vecinos. Nos
160

prometíamos a los menos dar ejemplo al Rno. y no desmentir
la opinión que nos grangeamos en los levantamientos
de ochenta y uno. Los dosmil pesos que mandábamos a
Santamarta, y felizmente habían escapado nos sirvieron para
municiones, y pie de la gente acuartelada. Nos mantuvimos
armados, y en bloqueo sobre diez dias los coligados no se
cercaban a la ciudad; pero talaban y robaban todo el campo,
llevados a sus madrigueras quanto allaban. Esto empezó a
resfriar a los egoístas; otros mas refi nados desacreditaban
nuestros esfuerzos y se entendían con el enemigo; el dinero
se había concluido; las sementeras abandonadas y el trato
enteramente parado. Llego pues el momento de acceder a
la propuesta de capitulación antes de que todo el Rno. nos
atacase con artillería y con numerosos pelotones a quienes
incitaba el pillage. Esta se redujo en sustancia a la obediencia
al Rey; a no extraer armas ni gente de la provincia, y a no
molestar por la oposición pasada.
Luego que se fi rmaron estos papeles salieron de la ciudad
el presidente y caci todos los vecinos, y al momento entraron
los sitiadores pa. apoderarse delas armas, crear jueces, y exigir
el juramento a Pamplona. El cura de Bucaramanga dió parte
a sus corresponsales de Maracaibo y Santamaría, y por mano
de uno dirigió representación a las Cortes, de que no tubo
razón porque se cortó la comunicación, y se establecieron las
pesquisas, amenasas y delaciones contra los que mandaban o
recibían cartas. Mui señalados fueron los que admitieron la
diputación a Pamplona; ningún noble se alistó y los plebeios
que llevaron en diferentes ocasiones fueron violentamente
sorprendidos en el mercado o en los campos; era preciso
llevarlos maniatados, y custodiados, y solamente duraban hasta
la primera ocasión de fugarse, y así es que de los gironeses mui
raros entraron en Venezuela, ni se han hallado en las acciones
de Santafé, y Popayán, y ni aun en las de Chitagá y Cachiri.
Ocioso es apuntar las perdidas que ha sufrido el vecindario
en ganado, cavallerias y dinero; los insultos y ultrajes delos
161

vencedores; el continuo sobresalto en que vivían sus principales
vecinos por las delaciones y sumarias; por la conscripción de
sus hijos alas armas, y por el ultimo fallo de expatriación, o
deguello. La Providencia que salvó de su ruina a la España,
y por modo de milagro le ha restituido su rey: esa misma ha
querido que subsista Giron para egemplo de una fi delidad
desinteresada, y constante.
En el corto termino de treinta años hemos sufrido dos
levantamientos, y en ambos no ha desdecido este vecindario
dela sangre castellana de sus primeros pobladores. Nos hemos
decidido por la España, y por eso hemos incurrido en el odio,
y persecución aun de los mismos hermanos, a quienes el
infl uxo y enlaces del Socorro ha hecho bastardear. Si por uno
de aquellos sucesos incalculables huviera otra revuelta Giron
ciertamente perecería a fuego, y sangre, y nuestros verdugos
no vendrían de lejos, ni se harían rogar.
Toca pues a la sabia providencia de V. Exa. cortar de
raíz estos males, cimentar una vigorosa subordinación,
afi ansar la seguridad de este punto y hacerlo un baluarte de
resistencia, como lo ha sido de fi delidad. Vea todo el Rno.
que los leales Gironistas prosperan, se multiplican, y logran
los aplausos de los buenos pa. que los díscolos, y reboltosos
queden avergonzados, y corridos. Sea V. Exa. para esta ciudad
el numen consolador que enjugue sus lagrimas, remedie sus
perdidas, restablezca sus derechos y multiplique sus bienes,
y consuelos conforme han sido sus males, y apuros. Todo es
fácil sin multiplicación de privilegios ni dispendio de la Real
hacienda; pero esto no toca a nuestro ofi cio, ni a la cortedad
de una relación sumaria, que en muchas partes podrá
aclararse y estenderse por los documentos originales, o por
las explicaciones ulteriores que V. Exa. se sirva demandamos.
Dios guíe a V. Exa ms. as. Girón y Mayo 12 de 1816.
Exmo Señor General en Gefe Dn Pablo Morillo
Los Alcaldes y Regidores del Cavildo
162

Miguel Hernandez Alonso- Jose Ignacio Ordoñez- Antonio
Mantilla- Manuel Mantilla- Fernando Serrano- Andres
Ordoñez- Justo Pastor Troyano- Francisco Valenzuela.
AGN, Anexos, Historia, T20, f46.
163

6
POESÍAS EN HONOR DEL VIRREY
JUAN SÁMANO
SONETO
Señor, despues de larga ausenciA
A la que te rigió mano divinA
No es el acaso ciego el que destinA
Tu vuelta, sino alta ProvidenciA
Ahora es que grata mi experienciA
Fomenta, revive, me iluminA
En gozarme de un Gefe que reclinA
Dulce apoyo a mi dicha, su presenciA
Es Dios, y Dios de paz, y no de guerrA
Bendiciones me imparte con tu famA
O Samano, pues ya toda la tierrA
Grandes le da los soplos a esta llamA
O que apellido que el amor encierrA
Tal es, que dice: SAMANO, NOS AMA
De Va. Exa. minimo Capellan y S.S.
J.L. de A y L
29 de Marzo de 1818
AGN, Anexos, Historia, T25, f 421
164

7
TESTAMENTO DE JUAN ELOY VALENZUELA
En nombre de Dios Todopoderoso Amen. Yo el D. Juan
Eloy Valenzuela Presbítero cura ppo. de Bucaraman.a, hijo
legitimo de Dn. Pablo Antonio Valenzuela y de Dn. Nicolasa
Mantilla, vecinos de Girón: hallándome (gracias a Dios)
en mi sano juicio, creiendo sin difi cultad y casi por pleno
convencimiento en Dios, uno y trino, creador, conservador
y Redentor y Santifi cador de los hombres, según como y
por lo menos lo enseña la Iglesia Romana Apostólica único
centro de la vida, cátedra y columna de la verdad: en cuia
fé he vivido, y protesto vivir y morir invocando mi alma los
padecimientos y méritos de mi Redentor Jesús y los dolores
de su Augustísima Madre, con todos los Bienaventurados del
cielo especialmte. los de mi especial devoción: queriendo estar
desocupado para la muerte y ahorrar litigios y disgustos a mis
confi dentes: como pretensiones injustas e indecorosas a los
que han hambre y sed de lo ageno: ordeno mis testam.to. en
la forma siguiente:
1. Encomiendo mi alma a Dios, y el cuerpo
lo dejo a la tierra para que sea sepultado según Ritual
Romano sin pompa ni fausto, y ojalá no (...) sino lo mui
preciso para el ofi cio y mis debidas obsequias.
2. Declaro que desde el año de 86 del siglo
p.po. soi cura de este Iugar. Que el primer paso que di
fue el nombramiento de Mayordomo de fabrica por la
Junta del Vecindario, y después de años con las ulteriores
formalidades que se prescribieron: jamas he corrido a la
cobranza de sus derechos, pero si con agenciar a precios
bajos efi gies, alajas de plata y cobre, ornamentos, altares,
y sus adornos de que se entregan al vecindario en alguna
de las tres juntas anuales de cofrad.s y esperar sino había
conq. pagarme. Ahora esta para llegar de Franc.a un
palio de conte de tisú y lama q. saldrá mui costoso por
los crecidos derechos de introduc. q. son mui puestos en
165

azón y solo desearia se rebajasen para los usos del culto.
Se pagaran cumplidamente a mi sobrino Francisco que
fue recomendado; pero no se entregarán al Mayordomo
en Junta de vecindario, sin que antes haia pagado el
ultimo cuartillo.
3. Declaro que nada debo a la Iglesia, y antes
ella se me ha quedado con muchos miles de pesos en
rebajas de cofradías y suplementos como consta pr.
menos en cuenta corriente, comprobada y litigada que
debe estar en el archivo de este cavildo.
4. Tampoco debo a ningún particular: me
deben si, y algo consta por Vales, pero si como suele
acontecer salieren cobros, se liquidará y justifi cará por
vias legales hasta el último recurso.
5. He sido albacea de D. Ignacio Gutiérrez y
de algunos pobres: estos han quedado chancelados sin
ruido ni oposición; pero el de Gutiérrez después de la
calma de casi quarenta as. ha sido rebuelto en el día y
se aguarda la decisión: sobre q. encargo a mis Albaceas
miren por el honor de un cura viejo q. jamas ha sido
notado de usurpador ni codicioso.
6. Declaro q. en la tormenta q descargaron
sobre mí los patriotas instigados por mis paisanos,
padeció mi casa un saqueo conciderable no menos q.
mi bolsillo: no contentos con apoderarse de mi casa
y hacerla tribunal de muerte, obligaron a un hermano
q quedaba en Girón a q. la desocupase de libros y
papeles sin discernimiento de importantes o curiosos:
como este no tenia casa aquí, con muchachos y como
pudo los traspasó a la nuestra de la ciudad y allá en un
único cuarto desocupado y sin estantes ni andamios
los amontonó a la discreción de cucarachas, comegen
y polilla; donde estuvieron hasta mucho después de mi
regreso cuando ya me considere seguro en mi curato.
Impresos, periódicos, laminas, apuntes y libros han sido
presa de los insectos sin esperanza de reposición: entre
ellos algunos parroquiales, los tres de cofrad.s y el de
mandatos y ordenes de la curia. Testigos son S. Antonio
González, S. José María Bretón, S. Longino Bretón, S.
166

Miguel Reyna y otros que quedaron en el lugar cuando
me sacaron expatriado.
7. Ha mas de quarenta años q. etoi en pacifi ca
poseción de los solares y cercas de mi habitación y será
ocioso cualquier detalle que pudiera añadir.
8. Sobre la casa de ellos en q. habito funde
por escriptura publica de 26 de junio del año 1794 un
patronato de legos de principal de quinientos pesos p.
los aniversarios de mi difunto padre, y mi buen tío el M.
Jorge Fran.co de Valenzuela: en el día están reducidos a
veinte misas anuales: el sucesor será José Ma. mi herm.
y el patronato en el Dr. Miguel q lo es de ambos a quien
recomiendo el arreglo de patronato y Capellán. si yo no
lo añadiere a este testam.to.
9. De las cercas de la posesión se esceptuan
veinte varas de frente a la plaza y todo el largo q. es mas
q el de dos solares pr. algunas varas q. hube de comprar
a D. Anton. Serrano; y esta es donación hecha a dicho
Miguel como herm. y Albacea.
10. Declaro q D. Antonio Benitez dexo
seiscientos ps. para el Sagrario y camarín de Chiquinquirá.
Los trescientos y mucho mas se invirtieron en el Sagrario:
los restantes se pusieron a redito y disfruto de ellos la
fabrica hasta q concluida la capilla maior tuvo lugar el
camarín; el gasto se recomendo al S. Je. Ma. Breton, y
rindio cuenta mui exacta al vecindario de la q consta
fue necesaro suplir algo al caudal de la Iglesia para su
conclus.n
11. Desde el primer año de cura puse imagen de
Dolores, capilla, camarin, altar con sus adornos y muebles
en q solo he sido aiudado por algunas donaciones de
fuera y los quartillos y medios de las devotas q ya se
acabaron quando ha crecido el coste del alumbrado. Es
mi voluntad q este Santuario se quede donde está; a cuio
efecto he puesto a sus lados dos altares con las efi gies
de mi pertenencia S. Jose y S. Antonio a que sirven de
remate dos cuadros de la Psn. existentes en mi sala, con
mas la araña de talla de alli mismo. La lista de efectos de
esta pertenencia queda confi ada a mi hermana Ignac. y
167

sus hijas para q cuiden del adorno de la imagen y de sus
fi ncas, y nigun otro pueda mandar y disponer de ellas.
Lo contrario haciendo sea cura prelado o corporacion
les confi ero facultad plena y cuanta en mi resida para q
las vendan y reduzcan a misas en honor y gloria de los
Dolores. Como tambien si alguno o algunos quisieran
en efecto volver dicha imagen a su capillita antigua
y desposeerla de esta q yo tambien levante desde los
cimientos: En tal caso y para tal evento revoco, derogo
y anulo desde ahora para entonces la donacion de araña
y de las dos efi gies mencionadas y por la propiedad y
derecho que nadie puede quitarme, las endoso y traspaso
a la Iglesia de Girón avisando al intento al cura q. alli
fuere.
12. En poder de D. Manuel Mantilla y S. Je. Maria
González tengo el principal de dos mil y quatrocientos
pesos sugetos al redito anual de cinco p. ciento, con
q he suplido la escacez del curato. Sin escusa de los
pretendientes, hare yo a mi albacea el fundo formal de
una beca o pension escolar para uno o dos estudiantes
de Theologia en el Colegio del Rosario, o de moral y
liturgia en el de ordenados precisamente en la capital de
Arzobispado, sin conmutación ni traslación a otra parte
pues desde ahora lo repruebo, contradigo y resisto. El
Patrono será Miguel y despues Je. Ma. mis hermanos, y
por su vigilancia tomará el q. lo fuere diez pesos anuales
del redito: los ciento y diez para los hijos estudiantes de
mis hermanos Francisco y German partidos por igualdad
si concursan al mismo tiempo. Si por entonces el uno
esta para concluir el curso academico de Theologia en el
Rosario, o el de moral en el de Ordenados. A los hijos de
Francisco por su pobreza servira tambien para latinidad
y fi losofía. Con las vacantes servira el redito para misas
a dos pesos mientras fuere Capellan Jose Ma. dicho
hermano, despues de sus dias seguira el orden de la beca
en la posteridad legma. de Dn Pablo Ant. Val. en vista a
estilo de Maiorazuos.
13. Mis libros estan repartidos entre hermanos y
Colg. del Rosario en Bogota: en cuanto a estos repruebo
y contradigo toda conmutacion y traspaso pues si no los
168

necesita puede venderlos, y adquirir otros. La remision
queda a careo y oportunidad del Albacea.
14. En cargo estrechamente al albacea y
hermanos que saquen de mis bienes acciones y derechos
quinientos ps. para otras tantas misas que tengo ofrecidas
y reputadas como deuda, pr. las faltas erratas, omisiones
y olvidos que puedo haber incurrido en mas de 50 años
y casi todos con la conciencia de muchas por diversos
titulos y estipendios. Cuidado hermanos mios.
15. De lo q. restare poco o mucho, nombro y
declaro por mis unicos y universales herederos mis
muchos y gravisimos pecados por los q tomo el rigor
de la Divina Justicia, si la sangre de S. Cristo ofrecida
en el ara de la cruz y la de los altares nose me aplica en
satisfacción, purifi cación y reconciliación: luego misas y
mas misas asta la ultima peseta pero con distincion en
repartirlas entre sotana y levita.
16. Y para lo dicho, sus conexiones y
dependencias nombro por mi albacea a D. Miguel
Valenzuela mi herm. y por su defecto a los otros German
y Jose Ma. Valenzuela uno en pos del otro según la falla:
a los q cada uno en su caso prorrogo el año fatal cuanto
necesiten: les confi ero para la egecución y cumplimiento
de este mi testamento quanta facultad y poder se
necesita por las leyes; auanta facultad y derecho reside
en mi, haciendolos otro yo sin necesidad de justicia, ni
responsabilidad; pues desde ahora doy por bien hecho
lo que dispusieren como si lo hicieran de cosa propia;
y por tanto declaro este testamento libre de visita
eclesiastica ni aun por las obras pias de su contenido,
pues mas confi anza me asiste de estos q del Visitador
q. no conozco: lo q se entiende sin perjuicio de las leyes
sobre este caso.
17. En consecuencia anulo y derogo cualquier
otra disposición sea testamento, codicilio o donación q
no sea esta, a la q unicamente se ha de estar como legitima
y valedera en juicio y fuera del. Fecha en Bucaramanga a
20 dias del mes de Septiembre del año del Señor 1834 de
nota y pluma del otrogante q suscribe.
169
ELOY VALENZUELA

Testigos: JOSE MA. BRBTON, SINFOROSO NAVAS,
ANTONIO SERRANO, RAFAEL NAVAS, JOSE MA.
ARAUS
AHR- Santander- UIS - Caja No. 10- Notaria 1a de
Bucaramanga, 1834, f 150r a 152 v.
170

Colección Temas y autores Regionales
Dirección Cultural
- Santander: La aventura de pensarnos
- El mundo Guane: Pioneros de la arqueología en Santander
- Historia oral del sindicalismo en Santander
- Luis A. Calvo. Vida y Obra
- Juan Eloy Valenzuela y Mantilla (Escritos 1786 - 1834)
- De literatura e Historia: MANUELA SÁENZ
entre el Discurso del Amor y el Discurso del otro
- Agenda Liberal Temprana
- Historia de la radiodifusión en Bucaramanga
(1929 - 2005)
- La Alianza Nacional Popular (Anapo)
en Santander 1962 - 1976
- Cultura, Región y Desarrollo
- Ensayos críticos sobre la obra de Elisa Mújica
- José Antonio Galán
Episodios de la guerra de los comuneros
- La óptica del camaleón y otros relatos
- Demasiados jóvenes para morir
Cuentos de la generación del abandono
- Emociones de la guerra
Relato de la guerra de los mil dias en el Gran Santander
- Geo Von Lengerke
Constructor de caminos