1 Tesalonicenses 2:1-10 - recursos escuela sabática
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Entonces, ¿por qué razón Dios castiga? Porque lo desagradamos, o sea, porque nuestra<br />
conducta es perjudicial a nosotros mismos. Por ejemplo, si descuidamos de nuestro<br />
cuerpo, eso creará problemas futuros, y Dios no permanece indiferente, Él queda triste,<br />
mejor dicho, le desagrada tal comportamiento.<br />
En síntesis, somos nosotros mismos los que nos beneficiamos al agradar a Dios, ya que<br />
de parte de Él solo vendrán cosas buenas. Por esta vía no perdemos la libertad; por el<br />
contrario, la ganamos. ¿Es libre acaso el que tiene su vida llena de restricciones y problemas<br />
por haber vivido disolutamente?<br />
“Pero, mi querida hermana, nos estamos acercando al fin del tiempo y no debemos conformarnos<br />
ahora con las inclinaciones y prácticas del mundo sino con los deseos de Dios,<br />
debemos ver lo que dicen las Escrituras y luego caminar de acuerdo con la luz que Dios<br />
nos ha dado. Nuestras inclinaciones, nuestras costumbres y prácticas no han de tener la<br />
preferencia. La Palabra de Dios es nuestra norma” (Testimonies for the Church, tomo 5,<br />
p. 506; citado en Conducción del niño, p. 3<strong>10</strong>; énfasis añadido).<br />
“Si nos vistiéramos de una manera sencilla y modesta sin seguir la moda; si nuestra mesa<br />
fuera provista siempre de alimentos sencillos y saludables, evitando todo manjar lujoso<br />
y suculento, toda extravagancia; si nuestras casas fueran edificadas con la debida<br />
sencillez y amuebladas de la misma manera, esto mostraría el poder santificador de la<br />
verdad, y tendría una influencia destacada sobre los no creyentes. Pero mientras nos<br />
conformamos al mundo en estas cosas, tratando, aparentemente de superar a veces a<br />
los mundanos en arreglos extravagantes, la predicación de la verdad tendrá poco o ningún<br />
efecto. ¿Quién creerá la solemne verdad para este tiempo, cuando los que ya profesan<br />
creerla contradicen su fe con sus obras? No es Dios el que nos ha cerrado las ventanas<br />
del cielo, sino nuestra propia conformidad a las costumbres y prácticas del mundo”<br />
(Testimonies for the Church, tomo 5, p. 206; citado en Consejos sobre el régimen alimenticio,<br />
pp. <strong>10</strong>6, <strong>10</strong>7; énfasis añadido).<br />
Afecto profundo (1 <strong>Tesalonicenses</strong> 2:7, 8)<br />
En la sección anterior analizamos la principal motivación para que Pablo trabajase arduamente,<br />
de ciudad en ciudad, en favor de la vida eterna de las personas. La motivación<br />
principal era agradar a Dios. En síntesis, eso significa realizar una obra que tiene<br />
que ver con la re-creación del ser humano, que forma parte de la salvación de la vida de<br />
las personas para vida eterna. Y también tiene que ver con hacer la voluntad de Alguien<br />
que, al mismo tiempo se ser Todopoderoso, es plenamente Amor, por lo que desea el<br />
bien de sus criaturas y tiene la capacidad de hacer provisión para ello. Dios es un ser increíble,<br />
solo piensa en lo que es bueno, para nuestra felicidad, y es infinitamente capaz<br />
de concretar lo que piensa. Entonces, hacer su voluntad solo nos trae ventajas.<br />
Ahora analizaremos una segunda motivación para el trabajo evangelístico, que generalmente<br />
enfrenta fuerte oposición. Es la misma motivación que llevó a Jesús a la cruz: el<br />
amor por las personas. Así se completa la motivación: hacer la voluntad de Dios es actuar<br />
en favor de la salvación de las almas, lo que se puede hacer únicamente por amor.<br />
Sin amor, hay mucho más cosas que se pueden hacer, que generan lucro inmediato y<br />
que causan una satisfacción secular en el tiempo presente, pero que evidentemente no<br />
son tan dignas ni tienen repercusión eterna como el hecho de salvar vidas. Por lo tanto,<br />
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