descarga - Asociación Fe y Luz
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Mediante nuestro peregrinaje, queremos celebrar el don de Dios, compartir lo<br />
que hemos recibido y valientemente dar testimonio de nuestra identidad y<br />
misión.<br />
Ahora, como ayer, el peregrinaje es ante todo un acto de fe para todos, las<br />
personas discapacitadas, familias y amigos. La idea es encontrarse con el Señor<br />
en la oración personal, la escucha de la palabra y las celebraciones litúrgicas.<br />
Cada peregrinaje es fuente de dinamismo, conversión y vida nueva.<br />
El peregrinaje es también la ocasión de reforzar los vínculos eclesiásticos y de<br />
hacer que aumente nuestro amor por la Iglesia. Al hacerlo con cristianos de<br />
confesiones religiosas diferentes, y al respetar sus tradiciones eclesiásticas, se<br />
convierte en una fuente especial de enriquecimiento. La dimensión ecuménica,<br />
presente desde los orígenes de <strong>Fe</strong> y <strong>Luz</strong>, constituye parte de nuestra identidad y<br />
misión.<br />
La dimensión comunitaria de nuestro peregrinaje es igualmente esencial.<br />
Estamos en comunión con las personas que nos han precedido. Estamos unidos<br />
los unos a los otros en la comunidad, y estamos vinculados a todos los<br />
miembros de <strong>Fe</strong> y <strong>Luz</strong> en todo el mundo. Formamos un pueblo en marcha que<br />
camina al ritmo del más pequeño. Velaremos por la animación y organización<br />
de las jornadas, el estilo de vida, etc.<br />
En el camino de la vida, a veces nos caemos, a veces retrocedemos. No faltan<br />
las tensiones y nos chocamos unos con otros. La reconciliación permite que<br />
sanen nuestras heridas, que vayamos más allá de nuestro egoísmo y<br />
recuperemos la confianza. La comunidad es un lugar de sanación, perdón y<br />
crecimiento.<br />
Donde hay amor, el sufrimiento (incluso el profundo) puede coexistir con el<br />
gozo. En las comunidades de <strong>Fe</strong> y <strong>Luz</strong>, la persona débil, sedienta de comunión,<br />
siente que es amada, aceptada, que puede participar plenamente en la<br />
celebración. Su gozo aumenta cada vez más y se vuelve contagioso. De nuestras<br />
lágrimas nace un gozo que nos da ganas de bailar. El sufrimiento del Viernes<br />
Santo se convierte en el gozo de Pascua.<br />
Nuestro peregrinaje no es un fin en sí mismo. No se trata solamente de ir a un<br />
lugar santo, ni de realizar un número de acciones. Queremos “ir para volver<br />
renovados”, volver a nuestras casas, felices de haber podido anunciar como<br />
“mensajeros del gozo” todo lo que vivimos en <strong>Fe</strong> y <strong>Luz</strong>.<br />
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