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PARQUE JURÁSICO - Fieras, alimañas y sabandijas

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El laboratorio también descubrió vestigios de hidrolasa de gamma aminometionina.<br />

Debido a que esta enzima era un trazador radiactivo para ingeniería genética, y no se<br />

encontraba en animales silvestres, los técnicos supusieron que se trataba de un<br />

contaminante procedente del laboratorio y no informaron sobre su presencia cuando<br />

llamaron al doctor Cruz, el médico que pedía el análisis, a Puntarenas.<br />

El fragmento de lagartija descansaba en la máquina frigorífica de la Universidad de<br />

Columbia, esperando el regreso del doctor Simpson, a quien no se esperaba hasta al<br />

cabo de un mes, por lo menos. Y así pudieron haber quedado las cosas, de no haber<br />

entrado en el Laboratorio de Enfermedades Tropicales una técnica llamada Alice Levin,<br />

que vio el dibujo de Tina y preguntó:<br />

—Oh, ¿el hijo de quién dibujó el dinosaurio?<br />

—¿Qué? —murmuró Richard Stone, volviéndose lentamente hacia la técnica.<br />

—El dinosaurio. ¿No es eso? Mi hijo no hace más que dibujarlos.<br />

—Es una lagartija. Enviada desde Costa Rica. Alguna niña de allá le hizo un dibujo.<br />

—No —insistió Alice Levin, negando con la cabeza—. Mírelo. Está muy claro: cabeza<br />

grande, cuello largo, se levanta sobre las patas traseras. Es un dinosaurio.<br />

—No pude ser: sólo tenía treinta centímetros de alto.<br />

—¿Y con eso, qué? En aquel entonces había dinosaurios pequeños. Créame, lo sé.<br />

Tengo dos varones, soy una experta. Los dinosaurios más pequeños medían menos de<br />

treinta centímetros. Tenisaurio, o algo por el estilo, no sé. Esos nombres son imposibles,<br />

nunca se aprenden si una tiene más de diez años.<br />

—Usted no lo comprende —insistió Richard Stone—: éste es el dibujo de un animal<br />

contemporáneo. Nos enviaron un fragmento del animal. Ahora está en el frigorífico. —<br />

Stone fue, y lo sacó y, sacudiendo la bolsa, lo extrajo para mostrarlo.<br />

Alice Levin miró la pieza congelada de pata y cola y se encogió de hombros. No la tocó.<br />

—No sé —dijo—. Pero, para mí, eso parece un dinosaurio.<br />

Stone negó con la cabeza:<br />

—Imposible.<br />

—¿Por qué? Podría ser un sobrante o una reliquia, o como sea que se llame.<br />

Stone se limitó a seguir negando con la cabeza: Alice estaba mal informada; no era<br />

más que una técnica que trabajaba en el laboratorio de bacteriología, al final de la<br />

estancia. Y tenía una imaginación activa: Stone recordaba la época en la que pensaba<br />

que la seguía uno de los ordenanzas de cirugía...<br />

—Sabe —dijo Alice Levin—, si esto es un dinosaurio, Richard, podría ser una gran<br />

cosa.<br />

—No es un dinosaurio.<br />

—¿Alguien lo ha comprobado?<br />

—No.<br />

—Bueno, llévelo al Museo de Historia Natural, o a un sitio por el estilo. Realmente<br />

debería hacerlo.<br />

—Me avergonzaría.<br />

—¿Quiere que lo haga yo por usted? —preguntó la técnica.<br />

—No. No quiero.<br />

—¿No va a hacer nada al respecto?<br />

—Nada en absoluto. —Volvió a poner la bolsa en la cámara frigorífica y la cerró de un<br />

portazo—. No es un dinosaurio, es una lagartija. Y sea lo que fuere, puede esperar hasta<br />

que el doctor Simpson regrese de Borneo para identificarlo. Y ésta es mi última palabra,<br />

Alice: esta lagartija no va a ninguna parte.<br />

SEGUNDA ITERACIÓN

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