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Aventuras y desventuras de Alonsico Quijano - Barcanova

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<strong>Aventuras</strong> y <strong><strong>de</strong>sventuras</strong><br />

<strong>de</strong> <strong>Alonsico</strong> <strong>Quijano</strong>


<strong>Aventuras</strong> y<br />

<strong><strong>de</strong>sventuras</strong> <strong>de</strong><br />

<strong>Alonsico</strong> <strong>Quijano</strong><br />

y <strong>de</strong> su amigo invisible<br />

Brandabarbarán <strong>de</strong> Boliche<br />

Ramón García Domínguez<br />

Ilustración:<br />

Fe<strong>de</strong>rico Delicado


<strong>Aventuras</strong> y <strong><strong>de</strong>sventuras</strong> <strong>de</strong> <strong>Alonsico</strong> <strong>Quijano</strong><br />

Soñar tres veces el mismo sueño<br />

En un lugar <strong>de</strong> la Mancha, <strong>de</strong> cuyo nombre no quiero<br />

a c o rd a rme, vivía un muchacho <strong>de</strong> alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> once años,<br />

alto <strong>de</strong> estatura, flaco <strong>de</strong> carnes, <strong>de</strong> pelo negro y encre spado,<br />

y cuya mayor afición y gusto era correr al aire libre,<br />

ser amigo <strong>de</strong> sus amigos y escuchar, por las noches, el<br />

ulular <strong>de</strong> las lechuzas y las historias que su abuelo le<br />

c o n t a b a .<br />

3


4<br />

Ramón García Domínguez<br />

Roque se llamaba el abuelo y Alonso <strong>Quijano</strong>, el chico.<br />

Y el abuelo Roque le refería a su nieto historias <strong>de</strong><br />

moros y cristianos, aventuras <strong>de</strong> marinos y vidas <strong>de</strong> santos<br />

y <strong>de</strong> santas, pero también le enseñaba que la Tierra es<br />

redonda, que todo lo que empieza termina y que lo más<br />

i m p o rtante en la vida <strong>de</strong> cada hombre es llegar a ser lo<br />

que sueña ser.<br />

Un día el muchacho le contó al abuelo que había soñado<br />

ser emperador <strong>de</strong> la China. Y el abuelo le contestó:<br />

—Si lo sueñas tres veces, emperador <strong>de</strong> la China serás.<br />

Pero Alonso no lo soñó más que una vez.<br />

Otro día se levantó diciendo:<br />

—¡Abuelo, abuelo, he soñado que era águila real!<br />

—Si lo sueñas tres veces, águila real serás —respondió<br />

el abuelo Roque.<br />

Pero el niño Alonso no lo volvió a soñar.<br />

Y otra noche soñó que era conquistador <strong>de</strong>l Perú; y<br />

otra, peregrino; y otra, titiritero; y otra, monje <strong>de</strong> hábitos<br />

blancos; y otra, merca<strong>de</strong>r; y otra, informático.<br />

— ¿ I n f o rmático has dicho? —preguntó, asombrado, el<br />

abuelo Roque<br />

—Informático he dicho, abuelo.<br />

Y a las dos noches volvió a soñar el mismo sueño.<br />

—¡Ya van dos veces, abuelo!<br />

P e ro no hubo tres. (¡Menos mal, porque aún faltaban<br />

unos cuantos siglos para que se inventasen los ord e n adores!).<br />

—¿Y si nunca sueño tres veces la misma cosa? —preguntó<br />

el chico Alonso, preocupado, al abuelo Roque.<br />

—La soñarás, hijo, la soñarás. Y por eso serás un día,<br />

como ya te dije, aquello que sueñes ser.


6<br />

Ramón García Domínguez<br />

Una noche <strong>de</strong> junio, serena y estrellada, el niño Alonso<br />

<strong>Quijano</strong> soñó que era caballero andante.<br />

El abuelo Roque sonrió muy complacido y le preguntó<br />

al muchacho:<br />

—¿Te gustaría soñarlo más veces?<br />

—Depen<strong>de</strong>. ¿Qué es ser caballero andante, abuelo?<br />

—Ser caballero andante es ser el mejor entre mil.<br />

—¿El más fuerte, abuelo, el que vence a los otros novecientos<br />

noventa y nueve?<br />

—No, hijo, no: ser el mejor entre mil no significa solo<br />

ser el más fuerte, sino también y sobre todo «el más amable,<br />

más sabio, más leal, <strong>de</strong> más noble ánimo y <strong>de</strong> mejor<br />

trato y crianza entre todos los <strong>de</strong>más».<br />

—¿Y todo eso te lo has inventado tú, abuelo Roque?<br />

—Oh, no, pequeño, todo eso lo <strong>de</strong>jó escrito y bien escrito<br />

el gran sabio Ramón Llull en su Libro <strong>de</strong> la or<strong>de</strong>n <strong>de</strong>caballería.<br />

Resulta que «faltó en el mundo un día —según<br />

nos cuenta en el citado libro— la lealtad, la justicia y la<br />

v e rdad, y entonces se dividieron todos los hombres en<br />

m i l l a res, y <strong>de</strong> cada mil <strong>de</strong> ellos fue elegido y escogido<br />

uno, que era el más amable, más sabio, más leal, más<br />

fuerte, <strong>de</strong> más noble ánimo, <strong>de</strong> mejor trato y crianza entre<br />

todos los <strong>de</strong>más. Y ese fue investido caballero».<br />

El pequeño Alonso se quedó estático y pensativo,<br />

con la mirada perdida por los anchos horizontes <strong>de</strong> la<br />

M a n c h a .<br />

—Me gusta —exclamó al fin—. Intentaré soñarlo <strong>de</strong><br />

nuevo, abuelo. ¡Quiero soñar tres veces que soy caballero<br />

andante! ¡Y más <strong>de</strong> tres veces, si fuera posible!


<strong>Aventuras</strong> y <strong><strong>de</strong>sventuras</strong> <strong>de</strong> <strong>Alonsico</strong> <strong>Quijano</strong><br />

¡Quijote, que eres un quijote!<br />

—¡Alonso, Alonso, corre, baja, que están manteando a<br />

Sanchico!<br />

Alonso <strong>Quijano</strong> se asomó a la ventana en cuanto oyó<br />

las voces en la calle. Eran las <strong>de</strong> sus amigos: Estebanillo<br />

González, Lázaro <strong>de</strong> Tormes, Guzmán <strong>de</strong> Alfarache, Marcos<br />

<strong>de</strong> Obregón, Rinconete y Cort a d i l l o 1 . Solo faltaba<br />

Brandabarbarán <strong>de</strong> Boliche.<br />

Todos estaban nerviosos, muy nerviosos. Menos Guzmán<br />

<strong>de</strong> Alfarache, que era un pasota.<br />

—¿Qué ocurre? —preguntó Alonso <strong>de</strong>s<strong>de</strong> lo alto <strong>de</strong> la<br />

ventana.<br />

—¡Que la panda <strong>de</strong> Ginés <strong>de</strong> Pasamonte 2 está manteando<br />

al pobre Sancho! —contestaron a un tiempo Rinconete<br />

y Cortadillo, que siempre hablaban a la vez.<br />

Alonso <strong>Quijano</strong> bajó como un rayo a la calle y todos<br />

sus amigos le ro d e a ron. Alzó él entonces el brazo <strong>de</strong>recho,<br />

estiró el <strong>de</strong>do índice y gritó:<br />

—¡En marcha, colegas, todos por Sanchico!<br />

1 Nombres <strong>de</strong> los pícaros que protagonizan algunas <strong>de</strong> las más conocidas<br />

novelas escritas en los siglos XVI y XVII.<br />

2 Personaje <strong>de</strong> El Quijote. Se trata <strong>de</strong> un ladrón que, <strong>de</strong> camino a galeras,<br />

es liberado por don Quijote, ya que piensa que ha sido con<strong>de</strong>nado<br />

injustamente.<br />

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8<br />

Ramón García Domínguez<br />

Pero nadie se movió. Peor todavía: los seis muchachos<br />

agacharon la cabeza y se pusieron a remover la tierra con<br />

la punta <strong>de</strong>l pie. Como haciéndose los longuis, vaya.<br />

—¿Qué pasa? ¿Es que tenéis miedo? —preguntó Alonso<br />

con retintín.<br />

—¡Es que es la panda <strong>de</strong> Ginés <strong>de</strong> Pasamonte, tío! —saltó<br />

Lázaro <strong>de</strong> To rmes (Lazarillo para los amigos)—. Nos doblan<br />

en número, y a<strong>de</strong>más son s k i n h e a d s y unos bullero s .<br />

—¡Y qué que sean cabezas rapadas, tanto me da que<br />

fueran <strong>de</strong>saforados y <strong>de</strong>scomunales gigantes con veinte<br />

brazos cada uno! ¡Sancho es nuestro amigo y la lealtad<br />

nos llama en su <strong>de</strong>fensa!<br />

—¡Tú lo que eres es un q u i j o t e! —saltó el aguafiestas<br />

<strong>de</strong> Guzmán <strong>de</strong> Alfarache.<br />

—¿Un q u i j o t e...? —pre g u n t a ron a coro los otros cinco<br />

amigos, que nunca habían oído antes semejante palabra.<br />

—Eso he dicho, un quijote, que es tanto como <strong>de</strong>cir un<br />

iluso, un ingenuo. Hay que ser más realista, Alonso, este<br />

asunto es muy chungo.<br />

Les gustó a todos la ocurrencia <strong>de</strong> Guzmán: que le hubiera<br />

llamado quijote, y todos pensaron para sus a<strong>de</strong>ntros<br />

que aquello, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> ‘iluso’, podía significar también<br />

‘valiente’. Y más cuando el propio Alonso volvió a tomar<br />

la palabra, sonora, altanera, y replicó:<br />

—¡Seré q u i j o t e y lo que tú quieras, Guzmán, pero yo<br />

me voy ahora mismo a <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r y a rescatar a mi amigo<br />

Sancho; la amistad y la lealtad me lo exigen! ¡Y si hay entre<br />

vosotros algún quijote más, que me siga! ¡Si no, Brandabarbarán<br />

<strong>de</strong> Boliche y yo nos bastamos y sobramos!<br />

Hubiera sido suficiente el gesto arrogante y <strong>de</strong>cidido<br />

<strong>de</strong>l muchacho para arrastrar a toda la pandilla, pero la


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Ramón García Domínguez<br />

mención <strong>de</strong> Brandabarbarán <strong>de</strong> Boliche fue el empujón<br />

<strong>de</strong>cisivo. ¡Aquel nombre tenía magia y el pequeño Alonso<br />

sabía emplearlo siempre oportunamente!<br />

Todos le siguieron al punto (Guzmán <strong>de</strong> Alfarache, un<br />

pelín a regañadientes), y los siete amigos se encaminaron<br />

hacia las afueras <strong>de</strong> la al<strong>de</strong>a en busca <strong>de</strong> los agresores <strong>de</strong><br />

Sanchico Panza. Los siete como una piña, como un pequeño<br />

pero aguerrido batallón. Y al frente, Alonso Quij ano,<br />

que a partir <strong>de</strong> aquel glorioso día ya todos le llamarían<br />

Alonso Quijote.<br />

O Quijote a secas.

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