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la madre teresa <strong>de</strong> calcuta<br />
manos arrugadas, la cabeza parecía volvérsele pesada, y<br />
la <strong>Madre</strong> <strong>Teresa</strong> la apoyaba en aquellas manos gastadas<br />
por el trabajo en las que la artritis había <strong>de</strong>jado su marca;<br />
y, olvidándose <strong>de</strong> lo que la ro<strong>de</strong>aba, se sumía en conversación<br />
con su Señor.<br />
Llegamos aquí a una importante característica <strong>de</strong> la<br />
personalidad <strong>de</strong> la <strong>Madre</strong> <strong>Teresa</strong>. Vivía lo que pidió a sus<br />
hermanas una y otra vez: que fueran «contemplativas en<br />
el mundo». Todo su trabajo y sus <strong>de</strong>svelos, que parecían<br />
dirigidos por completo al mundo, ocultaban otra faceta<br />
importante <strong>de</strong> su naturaleza. Esa faceta –como el iceberg–<br />
permanecía sumergida bajo la superficie o, para ser precisos,<br />
estaba orientada hacia al interior: era contemplativa,<br />
estaba inmersa en la meditación <strong>de</strong> Dios, <strong>de</strong> Su amor y <strong>de</strong><br />
Su obra en el mundo. Más aún, llevaba consigo un secreto<br />
personal <strong>de</strong>l que ninguno <strong>de</strong> nosotros sabíamos nada, un<br />
profundo sufrimiento místico que solo se conoció <strong>de</strong>spués<br />
<strong>de</strong> su muerte: la «noche oscura <strong>de</strong>l alma», un frustrado<br />
y ardiente <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> la presencia cercana <strong>de</strong> Dios.<br />
<strong>La</strong> primera vez que visité <strong>Calcuta</strong>, yo era todavía bastante<br />
crítico. Quería ver en <strong>de</strong>talle <strong>de</strong> qué manera la espiritualidad<br />
<strong>de</strong> la <strong>Madre</strong> <strong>Teresa</strong> y su piedad influían en su<br />
trabajo y el <strong>de</strong> sus hermanas. Así que me senté en la capilla<br />
en un lugar que me permitía observar cómo rezaba la<br />
<strong>Madre</strong> <strong>Teresa</strong>. Parecía totalmente concentrada mientras,<br />
con profunda reverencia, se sentaba <strong>de</strong> rodillas en el suelo<br />
o en una esterilla, con los ojos cerrados y poniéndose<br />
las manos en la cara en algunos momentos.<br />
Al cabo <strong>de</strong> un rato, me di cuenta <strong>de</strong> que un fotógrafo<br />
paseaba nervioso arriba y abajo en la entrada <strong>de</strong> la capilla.<br />
Evi<strong>de</strong>ntemente, quería hablar con la <strong>Madre</strong> <strong>Teresa</strong>,<br />
pero no se atrevía a acercarse a ella y molestarla. De repente,<br />
una hermana se le acercó y le dijo que podía acercarse<br />
a ella. Él se quitó los zapatos y entró en la capilla,<br />
pero dudó al ir a arrodillarse junto a la <strong>Madre</strong> <strong>Teresa</strong>.<br />
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