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En Defensa del Marxismo - Partido Obrero

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<strong>En</strong> <strong>Defensa</strong> <strong>del</strong> <strong>Marxismo</strong> 39<br />

por una continua acumulación de reservas por parte <strong>del</strong> resto<br />

de las naciones. Como se ve, esta acumulación (de la que se jactan<br />

los Lula, Kirchner o Correa) no es una señal de solvencia,<br />

sino la contrapartida de un derrumbe potencial <strong>del</strong> dólar. La<br />

demanda de dólares que sostiene esta situación es otra forma<br />

de subvención estatal al capital atrapado por la crisis. La acumulación<br />

artificial de reservas ha convertido a los países que<br />

las poseen en rehenes de la política monetaria de Estados Unidos:<br />

una devaluación <strong>del</strong> dólar significaría una descomunal<br />

pérdida de valor de las reservas, que suman entre seis y ocho<br />

billones de dólares, principalmente en manos de China, Japón<br />

y Alemania. La disputa por el destino de estas reservas está<br />

asociada a una lucha por un nuevo reparto de mercados. <strong>En</strong><br />

tanto China quiere convertir sus reservas en activos de capital<br />

en el resto <strong>del</strong> mundo, y en especial Estados Unidos, estos pelean<br />

por un acceso en mayor escala en el mercado de China.<br />

China, como todos los países con reservas internacionales elevadas,<br />

exporta capital en la forma de dinero e importa capital<br />

en forma productiva. Las enormes reservas de dólares en<br />

China constituyen una garantía oficial de China para esas inversiones<br />

extranjeras. O sea que las tenencias financieras en<br />

dólares, por parte de China, financian las inversiones norteamericanas<br />

en este país. Se trata, en principio, de una relación<br />

de dependencia, que la bancarrota capitalista (guerra monetaria<br />

por una revaluación de la moneda de China) solamente ha<br />

puesto en evidencia. La lucha por la reestructuración <strong>del</strong> mercado<br />

mundial es un aspecto decisivo de la presente crisis mundial.<br />

Esta confrontación es una semilla de nuevas guerras.<br />

Estas tendencias disolventes hacen añicos las pretensiones<br />

de “coordinación internacional” de los Estados capitalistas,<br />

que arranca de la propia incapacidad <strong>del</strong> capital y de sus Estados<br />

para ‘coordinar’ sus contradicciones. Se estima que la sobrecapacidad<br />

de producción, en el conjunto de la economía<br />

mundial, es de cerca de 200 (índice 100), o sea el doble,<br />

mientras la capacidad de consumo ha caído, en el curso de la<br />

crisis, a alrededor de 70 -es decir que el potencial destructivo<br />

de la crisis no tiene paralelo en la historia. Por medio <strong>del</strong> desarrollo<br />

<strong>del</strong> crédito y, en definitiva, <strong>del</strong> capital ficticio (que se<br />

autonomiza <strong>del</strong> capital productivo sobre el cual se basa), el capital<br />

ha procurado superar sus propios límites para estrellarse,<br />

como en el pasado, ante un muro infranqueable de mayor<br />

porte económico y de mayor alcance histórico. Ha procurado<br />

valorizarse por encima <strong>del</strong> trabajo socialmente necesario para<br />

ello, o sea ficticiamente. La crisis es la manifestación de la vigencia<br />

de la ley <strong>del</strong> valor, que preside todo el desarrollo capi-<br />

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