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Marmol, Jose – Amalia - Lengua, Literatura y Comunicación Cuarto ...

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no quiero que haya más novedades que las mías. Es nuevo, pero antes de mucho<br />

tiempo podrá ser viejo, si no se hace pronto un ejemplar.<br />

-Pero Merlo debe haber ido con ellos, y ha de conocer al que se ha escapado.<br />

-Eso falta saber.<br />

-Lo haré buscar ahora mismo.<br />

-No hay necesidad. Otro ha ido en su busca.<br />

-Está bien, señor.<br />

-Otro se ha encargado de Merlo: y usted sabrá mañana si se conoce o no el nombre<br />

que deseo saber. En uno u otro caso tomará usted el camino que deba.<br />

-Sin pérdida de tiempo.<br />

-Vamos a ver, y si Merlo no sabe el nombre, ¿qué hará usted?<br />

-¿Yo?...<br />

-Usted, sí, mi jefe de policía.<br />

-Daré órdenes a los comisarios, y a los principales agentes de la policía secreta, para<br />

que ellos multipliquen entre sus subalternos la disposición de encontrar un hombre<br />

que...<br />

-¡Un hombre unitario en Buenos Aires! -dijo Rosas interrumpiendo a Victorica, con<br />

una sonrisa sardónica y despreciativa, que puso en confusión al pobre hombre, que<br />

creía estar desenvolviendo el más perfecto plan inquisitorial para la persecución de<br />

un hereje.<br />

-¡Y va usted fresco! -continuó Rosas-; ¿todavía no sabe usted cuántos unitarios hay<br />

en Buenos Aires?<br />

-Debe de haber...<br />

-Los que bastan para colgar a usted y a todos los federales, si no estuviera yo para<br />

trabajar por todos, haciendo hasta de jefe de policía.<br />

-Señor, yo hago por Vuecelencia cuanto puedo.<br />

-Puede ser que haga usted cuanto puede, pero no cuanto conviene hacer; y si no,<br />

véalo usted en este caso: quiere usted echarse a buscar un unitario por la ciudad,<br />

como si dijésemos un grano de trigo en una parva, y tiene en su bolsillo, si no el<br />

nombre del unitario, el camino más corto de encontrarlo.<br />

-¡Yo! -exclamó Victorica cada vez más turbado, pero dominándose fuertemente para<br />

conservar la serenidad de su semblante.<br />

-Usted, sí, señor.<br />

-Aseguro a Vuecelencia que no comprendo.<br />

-Y es por eso que me quejo de tener que enseñarle todo. ¿Por quién supo Merlo la<br />

proyectada fuga del salvaje unitario Oliden?<br />

-Por una criada.<br />

-¿En dónde servía esa negra, mulata, o lo que sea?<br />

-En la familia de Oliden, según la declaración.<br />

-En la familia del salvaje unitario Oliden, señor don Bernardo Victorica.<br />

-Perdone Vuecelencia.<br />

-¿Con quién se iba a embarcar el que se ha escapado?<br />

-Con el salvaje unitario Oliden, y con los demás salvajes que lo acompañaban.<br />

-Y usted cree que Oliden salió a la calle a recoger los primeros salvajes que<br />

encontró, para embarcarse con ellos.<br />

-No, Excelentísimo señor.<br />

-Entonces, ¿esos salvajes eran amigos de Oliden?<br />

-Es muy natural-dijo Victorica, que empezaba a comprender el punto a donde se<br />

dirigía Rosas.<br />

-Entonces, ¿si eran amigos se debían visitar?<br />

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