El Zurriago Nº 03. Número intermedio - Ateneo de Madrid

Mat esto no mport mnchsrno 1ast 1
momento presente. La nacion generosa que
por tercera ez supo asentar, y con nuevos
esiates, la diadema real en su augusta cabeza,
sabe, por que V. M. se lo ha dkho, que V.
M. es el primero que marcha por la senda
COfl5tituciona en cuyo supuesto no puede me—
sos deducir que no es V. M á quien de
be inculpar por sus azares.
Pero tiempo es ya de qne descendSmos
al objeto principal de eta desagradable espo—
sielon, y digamos de una vez: la depoicion to
tal de un ministerio que babia perdido su fue e—
za moral por no haber sabido grangeare 6
conservar la confianzu prb1ica , era, si he
mos de atenernos ñ la opiniou comun, de mil
modos manifiesta, procedente y de absoluta
necesidad. La apertura de un juli io , por
el cual sincerasen su conducta los miis—
tros 6 espiasen egatmenre los crímenes de
toda la nacion les acusa, parecía estar
indicada trminantejnente. Señor : ni uno ni
otro se ha viao, y esta idea es muy desa—
grdable para quien esperaba otra cosa. I’in—
ieudo espontaneidad solo cuatro de vues—
tr s siete sccrctjrjos hn hecho demion, y
V. M. la ha admitidn pero ea que ternii
nos? declarando estar V. M. salisfec/z& de
sus bueeoç servicias, de su adhe:jon la
(øflStjtUtÍQfl, ds su ltz1tad a su real p rr—
1oa, y de su celo por el bien pzbAeo Y en
çu circunstasciam wiiido ii riun toda