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Conferencias Rosacruces

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de esa debilidad, pero respetemos los dolores humanos. Los fuertes vientos que<br />

soplaban a esa altura, la rechazan y la depositan en el piso inmediato inferior, y una<br />

persona que estaba observando, la rescató. Esto va en contra de toda la lógica, pero está<br />

muy de acuerdo con todo lo que los mundos celestes pueden hacer, dentro y fuera de las<br />

leyes conocidas. Este ser, vencido por quien sabe qué dolor, encontró como única salida<br />

el eliminarse, y los cielos le dicen que tiene que seguir viviendo; aún tiene que<br />

completar su existencia, para su bien. Ante casos tan concretos como éste, no podemos<br />

dejarnos vencer por la desesperanza. Sigamos adelante, y nada nos será negado, porque<br />

lo que quieren los cielos es, precisamente, rescatarnos. Por ahora somos peregrinos,<br />

pero quieren rescatarnos para labores mayores. Mientras tanto, que no se nos escapa la<br />

realidad, de lo que debemos hacer ahora. Ya hay en nosotros un principio creador y<br />

tenemos que desenvolverlo de forma cierta.<br />

En estos momentos, en muchas partes se sienten movimientos sísmicos, hay<br />

inundaciones, problemas severos de clima, cambios que debemos aprender que son<br />

provocados por el propio comportamiento humano. Esto es lo que no se quiere admitir.<br />

Pero el ser humano está desenvolviendo un principio creador, para el bien, o<br />

erróneamente, creando su propio mal. No tenemos que aceptar una situación de<br />

catástrofe, de desgracia, porque ya nuestra mente creció: enviamos navíos espaciales<br />

porque tenemos capacidad para ello. Esa capacidad inteligente, tenemos que emplearla<br />

en la dirección que corresponde, en una dirección que aproxime, que acerque, que<br />

nivele, que evite los enormes desajustes que aún hoy se producen. Si no comprendemos<br />

que a este nivel de la evolución ya nadie puede vivir para sí; si no entendemos, las<br />

causas van a seguir operando y van a producir efectos que no queremos recibir. Pero<br />

son inevitables, como consecuencia de desaciertos humanos.<br />

Que se grabe, pues en nosotros, la expresión del principio. O nos gastamos o nos<br />

herrumbramos. O usamos bien los poderes de que disponemos, o irán herrumbrándose<br />

nuestras virtudes, nuestros valores, nuestros alcances. Iremos cercenándonos en<br />

nuestras posibilidades. No lo hagamos, pues. Hemos aprendido lo suficiente como para<br />

saber que todo está dependiendo de nosotros mismos, y como quiera que se presenten<br />

las circunstancias, sabemos que somos capaces de corregirlas, modificarlas y llevarlas<br />

al ideal superior que queremos, sentimos y aspiramos. Depende exclusivamente de<br />

nosotros. Y esas mansiones que el Cristo dice que hay en el reino del Padre, nos<br />

esperarán. Entendamos definitivamente: la Tierra no es el lugar del paseo: es el lugar<br />

del trabajo. Trabajemos y merezcamos alcanzar todo lo que aún nos falte, por haber<br />

aprendido a trabajar en el verdadero sentido, olvidándonos por fin de nosotros mismos,<br />

para pensar en los demás.<br />

Recuérdese siempre la leyenda del monje limosnero que oía la campana que lo<br />

llamaba a cumplir con su deber, pero él no quería separarse a la imagen de un Cristo<br />

iluminado que se le había presentado. Pero como la campana sonaba, fue a cumplir su<br />

deber.<br />

Cuando volvió, el Cristo seguía esperándolo... Si se hubiera quedado, Él se<br />

habría ido. Esa es la condición de trabajo: es una invitación para hacer; es una<br />

invitación para olvidarnos de nosotros mismos. No importa si las tareas nos llegan en<br />

algún momento a abrumar, si llega al final del día y no podemos hacer la retrospección,<br />

porque agotamos nuestras fuerzas en un deber cumplido. Este caso es la excepción de la<br />

regla: Dios nos compensará aunque no hagamos el ejercicio, porque todo nuestro día<br />

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