Modernista colimense: Rafael Martínez Rubio. - Secretaría de Cultura

También se sabe que fue jefe de redacción del periódico El Nacional, de 1896 a
1898, en este campo laboral fundó el suplemento Lunes literario, donde reunió la pluma de
importantes jóvenes literatos; también llevó a cabo su sección Prosas ligeras, en las que
escribió crónica, relato y cuentos breves.
Andrade también detalla su viaje a la Ciudad de México, realizado en 1901, donde
uno de los objetivos era saber acerca de Martínez Rubio; objetivo que logró, porque pudo
encontrar al Duque Juan como encargado de la Biblioteca de la escuela de Jurisprudencia,
que ocupaba el edificio del antiguo Convento de la Encarnación, hoy parte del edificio de la
Secretaría de Educación Pública; lo encontró charlando con el también poeta Efrén
Rebolledo; sin embargo algo no era igual en el duque Juan, su salud era bastante precaria.
Se tienen, aparte de estos apuntes en su biografía, importantes datos que nos
llevarán a comprender el tipo de actividades en las que se desenvolvía Martínez Rubio, por
ejemplo, en Las sombras largas, José Juan Tablada hace una aproximación muy interesante
del autor, contextualizando las atribuciones de los poetas malditos: “Habrían de probar su
aciago maleficio, cuando después, fueron cayendo en plena juventud, el lamentable e
ingenuo Duque Juan, el refinado y atildado, en su persona como en su obra”, 1 en este tenor
nombra a muchos otros poetas y escritores de la época como Alberto Leduc.
En la sazón de estos datos, encontramos también que en el libro de La feria de la
vida el mismo Tablada hace otra referencia de Martínez Rubio:
Mas no eran precisamente facultades literarias las que por su ausencia
hacían trágica aquella figura de inocente y rudo provinciano, sino simples
facultades para cualquiera clase de actividad que requiriese la esencial
previsión, la malicia indispensable para no resultar atropellado en medio
del tráfico de una ciudad de nuestros días. 2
En los datos recopilados por Tablada, hace una semblanza completa de la
personalidad decadente de Martínez Rubio; siempre se refirió a él como un alma blanca,
inocente, pálido y lampiño. Tablada arguye que cualquier poeta, por más adversa que pueda
ser su vida, siempre tiene momentos de gozo y frenesí, de triunfo; a los que
desafortunadamente Rubio nunca pudo acceder. También se refiere a él de una manera
lastimera, le llama mísero, pero en el sentido que conocemos de Martínez Rubio: el de alma
errante, fría y oscura. Tablada también menciona, o más bien corrobora que Rubio fue
víctima de los sarcasmos y bromas, tomándolos, éste, como sinceros cumplidos.
José Juan Tablada nos ilustra brevemente la vida de Rubio:
Podía vivir apenas de un ínfimo empleo en una escuela donde su
apariencia de inocentón y sus maneras que a la postre se tronaron
excéntricas, lo convirtieron pronto en hazmerreír de la plébula
escolapia… Tenía por habitación un oscuro tapanco en el mismo edificio
escolar. Creo que allí murió. Por una aberración de su estado morboso
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